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Tabla de contenido

Abstrac....................................................................................................................... 2

Biografía de Alexander Baumgarten ...................................................................... 3

Introducción .............................................................................................................. 5

Objetivos.................................................................................................................... 7
Objetivo General ................................................................................................... 7
Objetivos específicos ............................................................................................. 7

La belleza del conocimiento ..................................................................................... 8

La Estética Natural ................................................................................................ 12

Estética - Antropología .......................................................................................... 18

Conclusiones............................................................................................................ 22

Bibliografías ............................................................................................................ 24
Abstrac
En el presente trabajo se intentará dar ver el conocimiento, la naturaleza y al hombre desde el

punto de vista estético según Alexander Baumgarten, esto se hará desde la estética pura que

propone Baumgarten, en el primer apartado sobre la belleza del conocimiento de hará alusión a la

concepción de conocimiento que se tenia durante la filosofía antigua mencionando algunos

filósofos de esta época, en el segundo apartado se hablara sobre la naturaleza y las cosas sensibles

siempre desde el punto de vista de Alexander Baumgarten, y por último se hará un vistazo al

hombre desde la concepción de Baumgarten.

Palabras clave: Naturaleza, hombre, Estética, verdad estética o extensiva, analogía, felix

aestheticus.
Biografía de Alexander Baumgarten
(1714-1762)

Alexander Gottlieb Baumgarten, nacido el 17 de julio de 1714 en

Berlín, Alemania, y fallecido el 27 de mayo de 1762 en Frankfurt

an der Oder, fue un filósofo alemán conocido por sus

contribuciones en el campo de la estética y la filosofía.

Baumgarten estudió teología y filosofía en la Universidad de

Halle, donde fue alumno de Christian Wolff, un destacado filósofo

racionalista. Durante su tiempo en Halle, Baumgarten desarrolló

un interés particular en la estética y la teoría del conocimiento. Más tarde, se convirtió en

profesor de filosofía en la Universidad de Frankfurt an der Oder en 1740.

La obra más conocida de Baumgarten es su tratado "Aesthetica", publicado en 1750. En esta

obra, Baumgarten definió la estética como una disciplina que se ocupa de la percepción sensible

y argumentó que el arte es una forma de conocimiento basada en la percepción sensible.

Baumgarten también exploró conceptos como la belleza, el gusto y la relación entre el arte y la

moral. Su trabajo en estética sentó las bases para el desarrollo posterior de esta disciplina.

Además de su trabajo en estética, Baumgarten hizo importantes contribuciones a otros campos

filosóficos. Escribió sobre lógica en su obra "Metaphysica" y también abordó temas teológicos en

varios tratados. En su obra teológica, Baumgarten defendió la idea de que la razón humana es

capaz de conocer a Dios y argumentó a favor de una relación armoniosa entre la religión y la

razón.
Baumgarten fue un defensor del pensamiento ilustrado y creía firmemente en el poder de la razón

para alcanzar la verdad. Consideraba que el conocimiento y la verdad eran fundamentales para el

bienestar humano y abogaba por una educación amplia y accesible para todos. Además, defendió

la importancia de la educación pública y su papel en la formación de una sociedad justa y

equitativa.

La influencia de Baumgarten se extendió más allá de su tiempo. Su obra sobre estética tuvo un

impacto significativo en la filosofía posterior, especialmente en el pensamiento de Immanuel

Kant y otros filósofos alemanes del siglo XVIII y XIX. Sus ideas sobre la percepción sensible y

el arte como forma de conocimiento sentaron las bases para el desarrollo posterior de la estética

como disciplina académica.

Alexander Baumgarten falleció prematuramente a los 47 años en Frankfurt an der Oder, dejando

un legado duradero en el campo de la filosofía y la estética. Su trabajo continúa siendo objeto de

estudio y su influencia perdura en el pensamiento filosófico contemporáneo.


Introducción

La estética, según Alexander Baumgarten, es una disciplina que se ocupa de la percepción

sensible y del estudio del arte como una forma de conocimiento. En su obra "Aesthetica",

publicada en 1750, Baumgarten definió la estética como una ciencia que se ocupa de los aspectos

sensoriales y emocionales de la experiencia estética.

Baumgarten argumentó que el arte es una forma de conocimiento que se basa en la percepción

sensible, y que a través de la contemplación estética somos capaces de acceder a una

comprensión más profunda de la realidad. Para Baumgarten, la belleza y el gusto desempeñan un

papel fundamental en esta experiencia estética, ya que nos permiten apreciar y valorar las

cualidades estéticas de una obra de arte.

Además, Baumgarten exploró la relación entre el arte y la moral, sosteniendo que el arte puede

tener un impacto en nuestra vida moral al despertar emociones y generar reflexiones sobre

cuestiones éticas. Consideraba que el arte no solo era un medio de expresión, sino también una

herramienta para el enriquecimiento y la educación del individuo.

La obra de Baumgarten tuvo un impacto significativo en el desarrollo posterior de la estética

como disciplina filosófica, sentando las bases para la exploración de temas como la naturaleza de

la belleza, el papel del gusto y la relación entre el arte y la experiencia humana. Su enfoque

ilustrado y su énfasis en la importancia de la percepción sensible en la apreciación estética

continúan siendo relevantes en el estudio contemporáneo de la estética.

Ahora se pasa a la estética natural como fue concebida por Alexander Baumgarten, es una rama

de la filosofía que se ocupa de la percepción sensible y el conocimiento que se deriva de ella. En


su obra "Aesthetica", Baumgarten definió la estética como la ciencia de la percepción sensible y

argumentó que el arte es una forma de conocimiento basada en dicha percepción. La estética

natural se enfoca en el estudio de la belleza y el gusto, y cómo estos conceptos se relacionan con

la experiencia humana. Para Baumgarten, la estética natural es una disciplina que se ocupa de las

cosas en sí mismas, en contraposición a la lógica, que se ocupa de las relaciones entre las cosas.

En esta introducción, se explorará el concepto de estética natural según Baumgarten, su relación

con la percepción sensible y su importancia en el desarrollo posterior de la teoría estética.


Objetivos

Objetivo General

• Comprender y apreciar la belleza en todas sus manifestaciones, promoviendo una

conexión profunda entre la sensibilidad y el conocimiento racional.

Objetivos específicos

• Buscar y comprender la relación entre el arte, la naturaleza y la experiencia humana,

fomentando el desarrollo de una apreciación estética en el individuo.

• Explorar la relación entre la belleza y la sensibilidad: Investigar cómo la estética de

Baumgarten aborda la conexión entre la belleza y la capacidad de percibir y apreciar lo

estético.

• Analizar los límites de la estética: Examinar cómo la estética de Baumgarten considera los

límites del arte y cómo se pueden definir estos límites en términos de lo que se considera

"bello" o "estético".

• Investigar las implicaciones éticas de la apreciación estética: Examinar cómo la estética

de Baumgarten considera las implicaciones éticas de nuestra apreciación del arte y cómo

el arte puede influir en nuestra forma de pensar y actuar en el mundo.


La belleza del conocimiento

La Estética tiene como objetivo principal la consecución de la perfección del conocimiento

sensible, es decir, la belleza. Su propósito es evitar la presencia de imperfecciones en el

conocimiento sensible, que se manifiestan como fealdad. En este sentido, el enfoque estético no

se ocupa de las perfecciones del conocimiento sensible que están profundamente ocultas y que

permanecen oscuras para nosotros o que solo pueden ser descubiertas a través del juicio del

entendimiento.

El conocimiento sensible, tal como su denominación indica, se refiere al conjunto de

representaciones que se encuentran en el ámbito de lo no sustancial. Si intentáramos abarcar la

totalidad del conocimiento sensible en su manifestación y aplicar nuestro entendimiento de la

misma manera en que lo haría un aficionado a cuestiones de gusto, ya sea en relación a la belleza

o la fealdad, nos daríamos cuenta de que la distinción necesaria para la ciencia se vería superada

por la diversidad de la belleza o la amplitud de la deformidad. La belleza y la fealdad,

distribuidas en diversas clases, disponen de un número considerable de géneros, especies e

individuos.

En este contexto, la belleza universal del conocimiento sensible se basa en la armonía de los

pensamientos entre sí, independientemente de su orden y los signos que los expresan. Esta

belleza se diferencia tanto de la belleza inherente al conocimiento como de la belleza que se

encuentra en los objetos y las cosas materiales, con las cuales a menudo se confunde

erróneamente. Es posible pensar de manera bella sobre objetos feos y viceversa.

“La belleza universal del conocimiento sensible también implica el acuerdo del orden consigo

mismo y con las cosas, ya que no puede haber perfección sin orden. Este acuerdo del orden se
conoce como belleza del orden y la disposición.” (del Valle, J., (2008). El principio de la estética

y su relación con el ser humano. Acerca de la dimensión antropológica de la Estética de

Alexander Baumgarten. Estudios de Filosofía, (38), 47-68.)

Asimismo, la belleza universal del conocimiento sensible se manifiesta en el acuerdo de los

signos entre sí, con el orden y con las cosas. Este acuerdo se expresa a través de la belleza en la

forma de signos, como el estilo y la elocuencia en el lenguaje escrito, así como en la expresión

verbal y los gestos durante una conversación. Estas son las "tres Gracias", las tres

manifestaciones universales de belleza en el conocimiento (la belleza de las cosas y los

pensamientos, la belleza del orden y la belleza de la expresión).

Existen diversas formas en las que la fealdad se manifiesta, son deformidades que contaminan el

conocimiento sensible y debemos esforzarnos por evitarlas tanto en los pensamientos y las cosas,

así como en la relación entre diferentes pensamientos y en la expresión a través de signos,

siguiendo un orden específico.

Todo conocimiento alcanza su perfección gracias a cualidades como la abundancia, la magnitud,

la verdad, la claridad, la certeza y la vitalidad. Estas cualidades, cuando se combinan en una sola

percepción o en algunas de ellas, como la abundancia y la magnitud con la claridad, o la verdad y

la claridad con la certeza, o las demás cualidades con la vitalidad, generan la belleza universal del

conocimiento sensible. Estas cualidades también se aplican a las cosas y los pensamientos que

nos deleitan con su profusión, nobleza y la luz segura de la Verdad en movimiento.

La mezquindad, vulgaridad, falsedad, oscuridad impenetrable, fluctuación de la indecisión y la

inercia son imperfecciones que amenazan todo conocimiento y que generalmente desfiguran el

conocimiento sensible, especialmente cuando estos defectos se refieren a las cosas y los
pensamientos. La belleza del conocimiento sensible y la elegancia de las cosas son perfecciones

que resultan de una composición, aunque sean universales. Sin embargo, es evidente que ninguna

perfección simple se presenta como fenómeno.

Aunque podemos admitir excepciones que no deben considerarse defectuosas, siempre y cuando

no impidan una concordancia completa entre los fenómenos y sean escasas y mínimas. Estas

condiciones nos brindan belleza, incluso si se presentan excepciones en cualquier momento,

como cuando una regla de belleza más débil cede ante una regla más fuerte, o una regla menos

productiva es superada por otra más productiva, a las cuales estarán subordinadas

respectivamente. En estos casos, se considerará que no carecen de gusto.

Por lo tanto, al establecer razonablemente las reglas de la belleza del conocimiento, también

podemos tener en cuenta su importancia

Cada percepción, en su calidad de presentación de una razón, se convierte en un argumento. Por

consiguiente, existen argumentos que enriquecen, realzan, demuestran, ilustran y persuaden, entre

otros que otorgan vida y movimiento. La disciplina de la Estética exige a estos argumentos no

solo tener fuerza y eficacia, sino también poseer elegancia. Dentro del ámbito del conocimiento,

es en la figura (o esquema) donde se manifiesta la elegancia de manera distintiva. La figura puede

ser interpretada de diversas formas, tanto en relación a las cosas como a los pensamientos, como

por ejemplo, en las sentencias, en el orden y en la expresión a través de signos, donde las figuras

juegan un papel relevante, especialmente en el contexto de las sentencias como géneros de

argumentos.

Dado que la belleza del conocimiento no es ni más grande ni más noble que las fuerzas vitales de

aquel que, al pensar con belleza, lo produce, es necesario esbozar de alguna manera la génesis y
la idea de aquel cuyo pensamiento debe ser bello. Nuestro proyecto consiste en estudiar las

características del Estético Feliz, que se resuelve en enumerar los elementos que, por su propia

naturaleza, constituyen en un alma las causas más próximas del bello conocimiento. Nos

limitaremos a tratar únicamente las características generales y universales que requieren, sin

importar su género, la belleza de los pensamientos, sin llegar a establecer las características

particulares que son meramente un complemento de las universales y están destinadas a la

realización concreta de una especie determinada de bello conocimiento.


La Estética Natural

Las características generales del "estético feliz" se refieren a los rasgos más amplios que

comprenden la disposición natural del alma a pensar con belleza. Esta disposición, que nace con

el individuo, se corresponde con el concepto de innatismo de la gracia y la elegancia del espíritu.

Aquí, el innatismo del espíritu se entiende en un sentido amplio, incluyendo las facultades

inferiores que pueden ser fácilmente estimuladas para lograr una armonía precisa en busca de la

elegancia del conocimiento.

La disposición a sentir con agudeza es una de las facultades naturales del espíritu gracioso. Esto

permite al alma no solo percibir a través de los sentidos externos (la materia prima del

pensamiento bello), sino también experimentar internamente los cambios y efectos de sus otras

facultades, que deben ser sometidas a reglas. Para que la facultad de sentir se alinee con estas

otras facultades, es necesario establecer límites claros para el campo de acción del espíritu

gracioso, de modo que no se vea abrumado por sensaciones heterogéneas en ningún momento ni

lugar.

La disposición natural a imaginar es otra característica importante del espíritu gracioso. Esto le

permite tener una imaginación vívida, ya que el objeto del pensamiento bello suele ser el pasado.

Sin embargo, es común que el presente pase rápidamente antes de que el pensamiento bello, que

lo tiene como objeto, pueda tomar su forma definitiva. Además del presente, también conocemos

el futuro a partir del pasado. Para que la imaginación se ajuste adecuadamente al conjunto de las

otras facultades, es necesario establecer límites para el campo de acción del espíritu gracioso, de

manera que no oscurezca las demás percepciones debido a sus propias representaciones
imaginarias, las cuales, consideradas individualmente, tienden a ser más débiles que cada imagen

por separado.

Si relacionamos la imaginación con la facultad de inventar, como lo hacían los antiguos, entonces

es aún más importante que esta facultad se desarrolle de manera excepcional en el espíritu

gracioso.

La disposición natural al espíritu de fineza permite pulir el material que los sentidos y la

imaginación proporcionan. Las herramientas del espíritu y el discernimiento deben producir la

belleza del conocimiento, que exige la presencia fenomenal de armonías (proporciones) y excluye

las desarmonías (desproporciones), así como la bella armonía del espíritu en sentido amplio.

Aunque se atribuya al espíritu todo el bello conocimiento, es importante señalar que el espíritu de

fineza debe ver su campo de acción delimitado para poder concordar adecuadamente con las otras

facultades del alma.

La disposición natural a reconocer y la memoria son fundamentales para aquellos que aspiran a la

belleza de una narración, ya que se requiere una buena memoria para evitar la fealdad de una

contradicción entre lo que precede y lo que sigue. Los Antiguos llamaban Mnemosyne a la madre

de las Musas, ya que la memoria también es necesaria para la reproducción de la imaginación.

La disposición poética es esencial en aquellos que buscan la belleza y se les ha dado el nombre de

poetas a una clase particularmente eminente de estéticos en el sentido práctico de la palabra.

El psicólogo atento no se sorprenderá al darse cuenta de la importancia de la reflexión bella, que

se compone y descompone de representaciones imaginarias. A pesar de su importancia, la

disposición poética debe tener límites para no alejar al mundo que ha creado del refinamiento de

otras facultades, como el espíritu de fineza. El gusto delicado, que comparte con el espíritu de
fineza la tarea de juzgar las percepciones sensibles, las representaciones imaginarias y las

ficciones, desempeña un papel fundamental en la apreciación de la belleza. Este juicio es

necesario cuando se trata de la belleza y resulta innecesario someter cada detalle al juicio del

entendimiento. Además, esta disposición también implica la capacidad de prever y presentir el

futuro.

Los antiguos consideraban este don de previsión en los espíritus eminentemente bellos como un

prodigio divino, y es por eso que los poetas también se llaman vates (videntes, adivinos). Sin

embargo, esta disposición no solo es requerida por oráculos estéticos, sino que constituye la vida

de todo conocimiento y, en primer lugar, se requiere para apreciar la belleza. Para que esta

facultad pueda armonizar con las otras facultades, su campo de acción debe estar delimitado para

que no sea dominado por la sensación o una imagen heterogénea.

Otra disposición importante es la capacidad de expresar con signos las propias percepciones. Esta

capacidad es más o menos necesaria dependiendo del tipo de estético: aquel que se contenta con

pensar con belleza en su mundo interior o aquel que divulga públicamente sus pensamientos

bellos. Es importante destacar que esta disposición no tiene que estar completamente ausente en

el primer tipo de estético. Para armonizar con las otras facultades, su campo de acción no debe

ser tan amplio como para abolir la intuición, que es necesaria para la belleza.

El espíritu gracioso debe involucrar las facultades superiores de conocimiento, ya que el

entendimiento y la razón tienen un gran poder para estimular las facultades inferiores de

conocimiento. A menudo, el acuerdo y la armonía necesarios para apreciar la belleza solo pueden

lograrse con la ayuda del entendimiento y la razón. La belleza del entendimiento y la razón radica

en la cohesión del conocimiento diverso.


El espíritu gracioso, por naturaleza, puede considerar ciertos estados ficticios, incluso estados

futuros, no solo basándose en experiencias pasadas reactivadas por la memoria, sino también a

partir de sensaciones externas gracias al poder de abstracción. Puede asumir estos estados futuros

con toda la fineza de su espíritu y, trabajando bajo el imperio del entendimiento y la razón,

hacerlos visibles a través de los signos apropiados.

Las facultades inferiores más importantes, especialmente aquellas que son intrínsecamente tales,

son necesarias para aquellos que buscan la belleza en el pensamiento. De hecho, no solo es

posible que coexistan con las facultades superiores, que también son intrínsecamente importantes,

sino que se requieren de las facultades inferiores. Por lo tanto, es un prejuicio sostener la opinión

de que la belleza del espíritu es inherentemente incompatible con los dones más serios de la

inteligencia y el razonamiento, y que sus beneficios son innatos por naturaleza.

Es posible que exista un espíritu hermoso que haya descuidado lamentablemente el uso de su

entendimiento y su razón, o incluso que exista un espíritu filosófico y matemático

insuficientemente instruido para apreciar el adorno de las bellezas que nos ofrece el análogo de la

razón. Además, es posible que exista un espíritu que, teniendo solo un poco de gracia, sea

incapaz, debido a su propia naturaleza, de dedicarse a las ciencias más estrictamente lógicas. Sin

embargo, no puede haber un espíritu que, siendo capaz de comprender estas ciencias desde su

nacimiento, sea inherentemente incapaz de dotar al conocimiento con cierta gracia.

Los espíritus más eminentes y universales de todos los tiempos, como Orfeo y los exponentes de

la filosofía poética, Sócrates, conocido como el irónico, Platón, Aristóteles, Grotius, Descartes y

Leibnitz, han enseñado que está comprobado a posteriori que la disposición hacia la belleza del

pensamiento y la disposición hacia el rigor lógico estricto pueden concordar completamente y

coexistir en un solo lado, siempre y cuando no sea demasiado exiguo. Esto significa que la
belleza del pensamiento y el rigor lógico no son mutuamente excluyentes. De hecho, estos dos

elementos pueden complementarse y enriquecerse mutuamente.

Por lo tanto, es necesario superar el prejuicio de que la belleza del pensamiento y el rigor lógico

son incompatibles. En lugar de eso, se debe reconocer que ambos son necesarios para una

comprensión profunda y completa del conocimiento. Al hacerlo, se puede apreciar plenamente la

belleza del pensamiento y al mismo tiempo desarrollar una comprensión rigurosa y precisa del

mundo.

El estético natural debe tener una inclinación innata para buscar el conocimiento valioso y

sugerente, así como una armonía en las facultades apetitivas que faciliten el camino hacia el bello

conocimiento. Esto constituye el temperamento estético innato. Dado que el deseo humano es

inclinarse hacia cualquier tipo de bien, siempre y cuando sea conocido, es necesario indicar lo

que conviene al estético en este sentido, siguiendo un orden jerárquico de valores: dinero, poder,

trabajo y su contraparte, ocio, placeres terrenales, libertad, honor, amistad, fuerza y buena salud

física, virtudes en menor medida, bello conocimiento y su consecuencia, la amable virtud,

conocimiento superior y su consecuencia, la virtud que exige respeto.

Por lo tanto, es válido atribuir a los temperamentos una cierta grandeza innata del alma, que se

manifiesta principalmente en la atracción por cosas grandes y en la percepción de que son la

entrada a un camino que conduce hacia lo supremo. Según la doctrina que estamos desarrollando

sobre los temperamentos, se puede señalar que el temperamento melancólico es propicio para

aquellos que no hacen mucha diferencia entre las meditaciones extensas y aquellas que deben

tomar forma rápidamente. El temperamento sanguíneo, como sugiere su nombre, es más

adecuado para producir las últimas, mientras que el temperamento melancólico es más apto para
producir las primeras. Sin embargo, es el temperamento colérico el que tiene la preferencia de

aquellos que desean la gloria y están dispuestos a emprender grandes obras.

Deseamos que este deseo les brinde las fuerzas necesarias para llevar a cabo la tarea grandiosa

que han emprendido.


Estética - Antropología

La imagen del ser humano que se desprende de su Aesthetica va de la mano, más bien, con la

diferencia y la complementación que establece entre la verdad lógica y la verdad estética. Si

recogemos lo visto en la segunda parte de este texto y asumimos la verdad como el dar cuenta de

lo que es, entonces lo que es puede ser visto tanto desde la universalidad conceptual abstracta

como desde la particularidad significativa concreta. La verdad lógica se define, así, desde la

correcta distinción conceptual que se adquiere por el entendimiento determinante; la verdad

estética se define desde la claridad y riqueza de la presencia significativa individual que se

adquiere por el conocimiento analógico sensible. La primera se conforma de géneros y especies,

la segunda de individuos o singulares. A la primera le corresponde determinar la verdad y

despejar la falsedad, a la segunda le corresponde establecer una escala entre los grados de verdad,

desde lo más oscuro hasta lo más claro. Para la primera, los criterios de claridad y distinción son

determinantes para su corrección formal; para la segunda la riqueza de la claridad estética

constituye su “perfección material. La primera es objetiva en su generalidad; la segunda es

subjetiva en su apreciación.

Dado, sin embargo, que la claridad y distinción de la corrección formal sólo se alcanza a costa de

la “perfección material”, como hemos visto paradigmáticamente según el ejemplo del pedazo de

cera, Baumgarten propone compensar esta pérdida a través de la experiencia estética y para ello

propone una nueva manera de responder a las exigencias del conocimiento. Estéticamente, la

exigencia de una respuesta absoluta y definitiva no tiene mayor peso, tampoco lo tiene la

búsqueda de soluciones satisfactorias a problemas cotidianos. Dado que ni la determinación ni la

distinción ni la utilidad práctica constituyen su norte, entonces no constituye la Estética una


opción relativista. Lo que se encuentra estéticamente, en Baumgarten, más bien, es, según la

perspectiva individual y el juego de luces y sombras que la acompañan, una apuesta por la

posibilidad de una pluralidad de respuestas; el riesgo aquí es otro: el capricho, la frívola

arbitrariedad (la cual se paga con el silencio que acompaña su escasa significatividad). A tal

compensación aspira la imagen del ser humano que propone Baumgarten.

El felix aestheticus vive en medio de la tensión entre la uniformización de las exigencias

orientadoras del entendimiento y la disolución en la particularidad de las pulsiones de la

sensibilidad; busca en medio de tal tensión de establecer una fructífera relación entre ambos, de

tal manera que la orientación en el mundo no sea anestésica en relación con los particulares, sino

significativa. Dar sentido a las cosas implica no solamente enlazarlas con una totalidad y,

mayormente, una finalidad, sino también sentirlas. Un tal ser busca completar, por ejemplo, el

asombro ante la belleza del cosmos con el asombro ante la tozuda belleza en los pliegues de un

viejo árbol o la pálida luz en los ojos serenos de una anciana persona. Sensibilidad, significación

y sentidos. Estéticamente, los sentidos humanos no deben tomarse solamente como órganos del

cuerpo que pueden funcionar y ser estudiados separadamente. La Estética en este caso no es una

psicología de la percepción ni una fisiología de las sensaciones. Un tal ser, el felix aestheticus,

siente y engrana sus sentidos con el mundo; sus sentidos se integran entre sí, polivalente y

analógicamente, hacia un sentido y establecen de esta manera, corporal y temporalmente, una

relación sensible con el mundo. Tal relación, para Baumgarten, es lúdica, mas no arbitraria; está

en consonancia, para él, con el saber científico y filosófico. Va de la mano y sirve de respuesta a

la exigencia de otro espíritu ilustrado de la época y afín a sus pretensiones. Me refiero a Gotthold

Ephraim Lessing, el autor de Nathan, el sabio, quien en sus cartas literarias se quejaba tanto de

los intelectuales de su época y les reclamaba que muy pocos de ellos eran “espíritus bellos”,
como de los “espíritus bellos”, quienes eran en muy contadas ocasiones también entendidos

conocedores del mundo.

El felix aestheticus es así, para Baumgarten, el ideal de un ser humano completo, pero no a la

manera de una perfección lograda, sino completo porque resuelve vivir en aquello que hemos

llamado una fructífera tensión entre las diversas maneras de situarse inteligible y sensiblemente

en el mundo. Para él, los sentimientos, los afectos, la imaginación productiva y reproductiva, el

entendimiento y el pensamiento lógico constituyen la totalidad humana. Todos ellos hacen al ser

humano. El felix aestheticus no es la suma, sin embargo, de todos ellos, sino la feliz relación

entre ellos. No es algo acabado, por cierto, sino la representación de un ideal, cuya felicidad

consiste, propiamente, en su articulado inacabamiento, en su constante movilidad. ¿Qué relación

guarda ello con nosotros? ¿De qué manera nos es pertinente referirnos a Baumgarten para

plantear el principio de la Estética desde un punto más amplio y no exclusivamente ligado con el

origen histórico? Su pertinencia, a mi juicio, es doble: por un lado, permite devolverle a la

Estética su relación preeminente con la sensibilidad y no exclusivamente con el arte; segundo, le

otorga a la sensibilidad provocativamente una dimensión cognitiva independiente a la

determinación conceptual. Vinculada la Estética exclusivamente con el arte, queda ésta rezagada

radicalmente, dado que el criterio fundamental del arte, claramente, desde fines del siglo XIX es

la novedad. Quien se interesa por la Estética y entiende bajo ella solamente una filosofía del arte

está obligada a sujetarse de la cola de un caballo encabritado. No tengo nada en contra de tal

fascinante frenesí, pero no creo que sea lo único relevante.

El concepto de verdad estética es un concepto resbaloso y provocador, pero es coherente dentro

del marco de presentación compensatoria estética. Nada, creo, me puedo impedir pensar, y no

sólo sentir, que, a través de un poema, de una obra plástica, de una película, de un paisaje, a mi
manera, ciertamente, desde mi singularidad y a través de la particularidad con la cual me

relacione, obtenga una clara conciencia del mundo o de la parte a mí expuesta del mundo. No es

obligatorio, ni lo pretendo, que la experiencia creativa me diga siempre algo del mundo; no

menosprecio, ni mucho menos, el agradable gusto o la purificación que se siente después de

alguna experiencia estética o artística. Tampoco tengo nada en contra de la pura diversión; pero

nada puede escamotearme la profunda convicción que tengo de que a través de la experiencia

estética mis sentidos entran en una feliz alerta, mis ojos alcanzan a ver más, mi mente es más

lúcida y me siento en una mayor e íntima conexión con el mundo.


Conclusiones

La estética de Baumgarten establece una relación estrecha entre el hombre, la naturaleza y la

belleza. Según su teoría, la belleza es una cualidad objetiva y universal que se encuentra en todas

las cosas creadas, incluyendo al ser humano y su entorno natural.

Baumgarten consideraba que la apreciación de la belleza tenía un efecto positivo en el bienestar

emocional y espiritual del ser humano, y que la belleza era una parte integral de la naturaleza

humana. Además, afirmaba que el arte era una forma de comunicación que permitía expresar las

emociones y pensamientos humanos de manera más profunda y significativa que el lenguaje

verbal.

En cuanto a la relación entre el hombre y la naturaleza, Baumgarten sostenía que la belleza se

encuentra en todas las cosas creadas por la naturaleza, incluyendo al ser humano. Para él, la

apreciación de la belleza natural podía llevar a una conexión más profunda con la naturaleza y a

un mayor respeto por el medio ambiente.

La estética de Baumgarten establece una relación entre el hombre, la naturaleza y la belleza,

reconociendo la importancia de la apreciación de la belleza en el bienestar emocional y espiritual

del ser humano. Además, reconoce al arte como una forma valiosa de expresión y comunicación,

y destaca la importancia de una conexión más profunda con la naturaleza para fomentar un mayor

respeto por el medio ambiente.

El arte es una forma de conocimiento que se basa en la percepción sensible. Baumgarten

argumentó que la estética es una disciplina que se ocupa de la percepción sensible y que el arte es

una forma de conocimiento que se basa en dicha percepción. Para Baumgarten, la belleza es un
concepto natural que se puede percibir a través de los sentidos y que el gusto es una facultad que

puede ser educada y desarrollada.

Baumgarten también exploró la relación entre el arte y la moral, argumentando que el arte puede

tener un impacto positivo en la sociedad al inspirar emociones y sentimientos nobles. En general,

la estética natural de Baumgarten destaca la importancia de la percepción sensible y la emoción

en la apreciación del arte, y ha sido una influencia importante en el desarrollo posterior de la

estética como disciplina filosófica.


Bibliografías

• Bayer R. (2014). Historia de la estética (J. Reuter ed. y trad). Fondo de cultura

Económica (primera edición en francés 1961).

• del Valle, J., (2008). El principio de la estética y su relación con el ser humano. Acerca de

la dimensión antropológica de la Estética de Alexander Baumgarten. Estudios de

Filosofía, (38), 47-68.

• Tillería Aqueveque, L., (2023). Después de Baumgarten: la pop estética como manifiesto

posmoderno. Griot: Revista de Filosofía, 23(1), 134-143.

https://doi.org/10.31977/grirfi.v23i1.3221

• Baumgarten, A (2013). Estética Breve (R. Ibarlucía, Ed y trad). CIF Excursus (primera

edición Octubre del 2014)

• Montoya J. (2012). De la belleza del pensar a la belleza del arte. Facultad de Filosofia

(primera edición 2012)

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