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EL TEATRO DE POSGUERRA: DE LA EVASIÓN AL TESTIMONIO SOCIAL

Una vez acabada la guerra civil (1936-39), se produce la instauración de una dictadura liderada
por Francisco Franco y caracterizada por una política de represión y totalitaria. En el teatro
español, se ve interrumpido el proceso de renovación llevado a cabo por Valle-Inclán y Lorca,
iniciando una etapa marcada por la censura. Así, comienza el teatro de circunstancias, aunque
también destacan las obras de los autores que se exiliaron a países donde criticaron a los
vencedores, lejos de la censura. Entre ellos se encuentra Alejandro Casona, cuyo teatro se
caracteriza por el conflicto entre realidad y fantasía y destaca La dama del Alba.

En los años 40, hubo mucha actividad teatral, aunque apenas se mostró interés por ella. Se
trataba de un teatro de evasión, ya que el público asistía al teatro con el fin de evadirse y
entretenerse; dentro de él, destacan la comedia burguesa, que se limitaba a describir el
mundo burgués de forma estereotipada, y el teatro humorístico. Uno de los autores más
representativos del teatro humorístico es Miguel Mihura, quien escribió obras de humor
inverosímil en un lenguaje ingenioso, como Tres sombreros de copa o Melocotón en almíbar.
También destaca Enrique Jardiel Poncela, quien crea obras fantásticas que caricaturizan a la
sociedad utilizando ironías, diálogos vivaces, equívocos, sorpresas… Una de sus obras más
destacadas es Un adulterio decente.

En los años 50, cuando el régimen franquista ya había impuesto sus directrices, oprimiendo y
censurando a la sociedad española, surgen dos posturas antagónicas que componen el
denominado teatro existencialista: el posibilismo y el imposibilismo. El primero es defendido
por Antonio Buero Vallejo, quien, con el fin de sobrepasar la censura utiliza símbolos que dejan
el significado de sus obras en manos de la imaginación del lector. Entre sus obras, destacan
Historia de una escalera y La Fundación. El imposibilismo es defendido por Alfonso Sartre, cuyo
objetivo es escribir muchas obras con el fin de que alguna pase el filtro de la censura. Él era
partidario de un teatro de agitación social y destaca la denuncia a la dictadura franquista en La
mordaza.

En definitiva, la evolución de la literatura tras la guerra deja ver el impacto de la historia en


ella, puesto que, mientras que el teatro de evasión trataba de paliar las consecuencias
psíquicas de la guerra, el de testimonio social fue una respuesta hacia un injusto gobierno, que
podía ser más discreta, como el posibilismo Buero Vallejo, o más radical, como el
imposibilismo de Sastre.

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