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REVISTA

DE
HISTORIA MILITAR

INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA MILITAR


NUESTRA PORTADA:

Reinado de Fernando VI
Enseñas e instrumentos bélicos

(Reproducción autorizada por la Real Acade-


mia de la Historia de la lámina 86 del álbum
«El Ejército y la Armada», de M. Giménez y
González, obra que ha sido editada por el Ser-
vicio de Publicaciones del E.M.E.)
I N S T I T U T O D E H I S T O R I A
Y C U L T U R A M I L I T A R

Año XLV 2001 Núm. 90


Los artículos y documentos de esta Revista no pueden ser
traducidos ni reproducidos sin la autorización previa y escri-
ta del Instituto de Historia y Cultura Militar.

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sus opiniones.

Edita:

NIPO: 076-01-021-3
ISSN: 0482-5748
Depósito Legal: M-7667-1958
Imprime: Imprenta Ministerio de Defensa
Tirada: 750 ejemplares
Fecha de edición: agosto, 2001
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Cultura Militar. Su periodicidad es semestral y su volumen generalmente de
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Pueden colaborar en ella los escritores militares y civiles, españoles y
extranjeros, que se interesen por los temas históricos relacionados con la
institución militar y la profesión de las armas. En sus páginas encontrarán
acogida los trabajos que versen sobre el pensamiento militar a lo largo de la
historia, deontología y orgánica militar, instituciones, acontecimientos béli-
cos, personalidades militares destacadas, usos y costumbres del pasado, par-
ticularmente si contienen enseñanzas o antecedentes provechosos para el
militar de hoy, el estudioso de la historia y jóvenes investigadores.
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punto. Editorial, lugar y año de edición, tomo o volumen y página de donde
procede la cita (indicada con la abreviatura p. o pp. si son varias).

Ejemplo: PALENCIA, Alonso de: Crónica de Enrique IV. Ed. BAE,


Madrid, 1975, vol. I, pp. 67-69.

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en. Nombre de la publicación en cursiva, número de volumen o tomo,
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cas de los Reyes de Castilla, III, 1953, p. 584.

c) Una vez citado un libro o artículo, puede emplearse en posteriores citas


la forma abreviada que incluye solamente el apellidos del autor, año de
publicación, número de volumen (si procede) y página de donde procede
la cita.

Ejemplo: PALENCIA, 1975, I, p. 66.

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vo, organismo o institución donde se encuentra el documento; sección,
legajo o manuscrito, título del documento entrecomillado y fecha.

Ejemplo: AHN, Estado, leg. 4381. «Carta del Conde de Aranda a Grimal-
di» de fecha 12 de diciembre de 1774.

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Sumario
Páginas

ARTÍCULOS

Aspectos jurídico-censales en el ejército romano, por Pedro


CAÑAS NAVARRO, Doctor en Derecho........................................ 11
La guardia morisca: un Cuerpo desconocido del ejército medieval
español, por Ana ECHEVARRÍA ARSUAGA, Doctora en Historia
Medieval, U.N.E.D........................................................................... 55
La información y las decisiones en la Batalla de Bailén,
por Ignacio C ERVELLÓ B URAÑES , Coronel de Infantería,
DEM .......................................................................................... 79
Madrid: de la noche de San Daniel al Cuartel de San Gil, por
Guillermo G. CALLEJA LEAL, Doctor en Geografía e Histo-
ria. Profesor de la Universidad Europea-CEES ........................ 107
El fondo de franquicias postales militares en el Museo del Ejército
de Madrid, por Enrique PÉREZ PÉREZ, .................................... 187
Las campañas militares del general Valeriano Weyler durante la
guerra de Cuba: apuntes para una valoración histórica,
por Gustavo P LACER C ERVERA y Francisco P ÉREZ G UZ -
MÁN, investigadores del Instituto de Historia de Cuba.............. 207
La Segunda Guerra Mundial en Siria y Líbano, por Fernando
CASTILLO CÁCERES, Profesor de Historia ................................ 231

DOCUMENTOS

Sentencia recaída contra el Excelentísimo Señor General


de División Don José Toral y Velázquez y otros por la capi-
tulación al enemigo de fuerzas del Ejército en Santiago
de Cuba (1899) .......................................................................... 255
Páginas

ACTIVIDADES

VI Jornadas de Historia Militar del CESEDEN ............................ 277


Jornadas de Historia Militar: métodos y recursos de investigación...... 277
Aula de Cultura e Historia Militar “Comandante Villamartín ...... 277
Exposiciones y colaboraciones ...................................................... 278
Cursos.............................................................................................. 283
Visitas.............................................................................................. 283
Fondos documentales ...................................................................... 284
Ingresos en el ARGEMIL-Segovia ................................................ 284
Prácticas de biblioteconomía y documentación.............................. 284
Donaciones y depósitos .................................................................. 285
In memoriam .................................................................................. 289

OBRAS EDITADAS POR EL IHCM

Revista de Historia Militar ............................................................ 293


África ............................................................................................ 293
Historia del Ejército Español ........................................................ 293
Cartografía y Relaciones Históricas de Ultramar .......................... 294
Historia............................................................................................ 294
Fortalezas ........................................................................................ 294
Heráldica e Historiales del Ejército .............................................. 295
Tratado de Heráldica Militar .......................................................... 296
Galería Militar Contemporánea .................................................... 297
Otras Obras .................................................................................... 297
Carpetas de láminas ...................................................................... 298
Boletín de suscripción .................................................................... 299
ARTÍCULOS
ASPECTOS JURÍDICO-CENSALES
EN EL EJÉRCITO ROMANO

Pedro CAÑAS NAVARRO


Doctor en Derecho

INTRODUCCIÓN

L objetivo de este trabajo es analizar las interrelaciones existentes

E entre la institución censal y el ejército romano, no sólo desde el


punto de vista del derecho público, sino también del privado, con
especial referencia a los censos militares que se conservan en la actualidad1.
Como operación previa a la realización de cualquier trabajo de investi-
gación de este tipo, es preciso fijar el ámbito temporal del mismo, de forma
que las conclusiones obtenidas se enmarquen de forma coherente dentro del
cuerpo general del Derecho Romano. En cuanto a su momento inicial no hay
problema, puesto que se ha partido de las descripciones de Tácito sobre los
censos que instituyó el rey Servio Tulio, ya que aun cuando su valor históri-
co sea relativo, no por ello carecen de importancia, puesto que proporcionan
información relevante sobre el inicio de la institución censal tal y como era
percibido en tiempos del autor de los Anales. El problema de fijar la fecha
final de este estudio ha sido más complejo ya que la administración romana
siguió realizando censos, aplicables a la institución militar, con mayor o
menor regularidad, en las provincias que pertenecían al Imperio hasta el
final del mismo. Por lo tanto se ha hecho preciso tomar una fecha límite más
o menos arbitraria, esta fecha ha sido el año 642 d. C., fecha en la que el
ejército romano, y con él la administración censal, es expulsado de

1 Esteartículo está basado en el décimo capítulo de la tesis doctoral Aspectos jurídicos


del censo romano, Pedro Cañas Navarro, UNED 2000.
12 PEDRO CAÑAS NAVARRO

Egipto por los árabes. La causa de esta consideración especial de Egipto


proviene de que parte del material empleado para el análisis de estas cues-
tiones procede de esta provincia, puesto que es de la que mayor número de
documentos, en especial papiros, se conservan.
En primer lugar se realiza un estudio histórico de las relaciones entre el
censo y el ejército a lo largo de los principales períodos de la historia de
Roma: Monarquía, República, Principado y Dominado, con especial hinca-
pié en esta última etapa, por ser aquella en la que la institución censal adqui-
rió una forma más elaborada, como se ha estudiado a lo largo de esta obra2.
A continuación se estudian dos aspectos de derecho privado, relacionados
tanto con los censos como con el ejército: la problemática de los hijos de los
soldados, y el del domicilio de los mismos, ambos centrados en la época
imperial, pues no se ha encontrado ninguna referencia sobre estas cuestio-
nes en etapas más antiguas de la historia romana.
Posteriormente se analiza el censo de veteranos, estructura de datos
muy completa para la época en que fue diseñada y los diplomas de vetera-
no relacionados con la misma, de gran trascendencia jurídica en la época en
que fueron redactados.
Por último se describe el censo más completo del ejército romano, el
contenido en la Notitia Dignitatum. En esta descripción se puede observar
la minuciosidad de la técnica censal romana. Posteriormente se analiza el
procedimiento jurídico del pago a las tropas durante el Dominado estudian-
do sus posibles implicaciones en la evolución histórica de esta época.

El censo militar durante la Monarquía

Inicialmente el censo de ciudadanos y las listas del ejército son el mismo


ente, ya que pueblo y ejército coinciden3, no se olvide que quirite4

2 BOHEC, Y. Le: L’Armée Romaine,1991, Paris. Es interesante consultar como intro-


ducción sobre el ejército romano en general.
3 PIERI, G.: "L´histoire du cens jusqu´la fin de la Republique romaine", Publications de
l´Institut de droit romain de l´Université de Paris, 1968. La identificación entre pueblo
y ejército reapareció con la Revolución Francesa, siendo uno de los principios de los
estados que surgieron bajo su inspiración. Esta identificación es la base legitimadora de
la conscripción obligatoria y fue uno de los argumentos que se emplearon durante largo
tiempo para negar el voto a las mujeres.
4 ERNEUT, A. y MEILLET, A.: Dictionnaire étimologique de la Langue Latine: Histoi-
re des Mots, 4ª editión, Librerie Klincksieck, 1967, Paris. En la época clásica quiris -
ASPECTOS JURÍDICO-CENSALES EN EL EJÉRCITO 13

significa lancero5 . Este censo comprendía tres centurias de caballeros man-


dadas por sus tres jefes: los tribuni celerum; al menos tres divisiones de
infantería, de diez centurias cada una, mandadas por los tribuni militum; y
algunos hombres con armamento ligero, principalmente arqueros. En esta
estructura6 del ejército aparecen configuradas las clases de ciudadanos
romanos con su correspondiente reflejo en el censo de ciudadanos, división
que perdurará largo tiempo, en la sociedad y censos romanos.

quiritis, se emplea únicamente en plural y como sinónimo de ciues. En singular apa-


rece únicamente en una vieja fórmula ollus quiris leto datus est. En textos más antiguos
aparece con el significado de ciudadano particular con referencia al ejército, es decir,
el equivalente actual a la palabra civil empleada dentro del ámbito militar. Sobre esta
última cuestión véase la obra de Quicherat citada en el siguiente apartado.
5 Existen otras etimologías sobre esta palabra que se describen brevemente por el
interés que pudieran tener:
1ª) La que haría derivar quirite de Quirino, nombre de una antigua deidad romana de
procedencia sabina que se correspondía al dios de la guerra común a los pueblos
indoeuropeos y que se aparecía, al igual que otras deidades sabinas, en el monte
Quirinal. Esta divinidad era considerada como protectora de los quirites y como
personificación del pueblo romano. También es posible que el nombre del Marte
sabino derivara de lanza: quiris-is. (ROSTOVTZEFF, M.: Rome, ed. Oxford
University Press, London & New York, 1975, pp. vii and 32).
2ª) Quirites son originalmente los sabinos unidos a los romanos como aparece en la
expresión: Populus Romanus Quiritesque recogida por Sexto Pompeyo Festo en De
verborum significatione. Con el tiempo este término pasó a abarcar al conjunto de
ciudadanos. También esta hipótesis deja abierta la posibilidad de que el nombre de
los antiguos sabinos proviniera de quiris. (QUICHERAT, L. y DAVELOY, A.: Dic-
tionnaire Latin-Française, 56 edition. Librerie Hachette, Paris (sin fecha).
3ª) Los quirites son los sabinos de la ciudad de Cures.(LEWIS, C.T. y SHORT, C.:
Latin Dictionary, ed.Clarendon Press, Oxford, 1933). Este autor indica que quiris
también puede escribirse como curis, por lo que la ciudad sabina podría de-
rivarse directamente de lanza.
Resumiendo, en todas las hipótesis consideradas parece bastante verosímil la
vinculación, directa o indirecta, entre quirite y soldado.
6 MOMMSEN, T.: Historia de Roma, vol. I, 1983, ed. Turner, Madrid, pp. 108 y ss.
Esta estructura proviene de la unión de las tres tribus: Ramnes, Tities y Luceres.
Cada una de éstas, denominada por Mommsen "ciudad", se dividía en diez curias,
cada curia en diez gentes y cada gente en diez casas. El censo militar se obtenía a
partir de esta estructura, pues cada casa aportaba un soldado de infantería y cada gens
un soldado de caballería. Para cada "ciudad" mil soldados de infantería (miles) y
cien de caballería. Para Roma, compuesta de tres ciudades, tres mil infantes y
trescientos caballeros.
14 PEDRO CAÑAS NAVARRO

Tras la unión con el Quirinal7 , cada semi-tribu de la nueva ciudad añade


una nueva centuria de caballería, con sus correspondientes jefes, de forma
que a partir de este momento, los severi equitum romanum serán seis. No
existe ninguna fuente que permita afirmar que se procedió de igual forma
con la infantería, quizá simplemente se aumentaron los efectivos de cada
una de las centurias conforme lo hizo el censo de ciudadanos.
Servio Tulio8 realizó una gran transformación de la estructura militar,
obligando al servicio militar a todos los hombres de dieciséis a sesenta años,
incluidos los domiciliados no ciudadanos y los emancipados, siempre y
cuando tengan una propiedad que produzca renta, lo cual exige la existen-
cia de un censo de domiciliados junto con el de ciudadanos.
Los milicianos9 , ya que se trata realmente de una milicia cívica, se dis-
tribuyen en caballería e infantería, estructurada ésta en cinco clases: los
classici que tenían una propiedad en pleno dominio10 de al menos un here-
dium, deben acudir a la llamada completamente armados; los de las demás
clases que sólo tienen una fracción del heredium (3/4, 1/2, 1/4, 1/8) no tie-
nen la obligación de acudir con armadura completa. Como se ve, la relación
entre ejército y censo es tal que puede decirse que la estructura de las fuer-
zas armadas romanas, incluso en sus aspectos puramente militares, depen-
de estrictamente de la configuración censal.
En el texto de Tito Livio 1 (42, 4-44, 2) se recoge la clasificación ante-
rior pero valorando en dinero las propiedades antes citadas. Según este autor
el censo de Servio Tulio, desde el punto de vista militar, tenía la siguiente
estructura:
Los patricios de la ciudad formaban doce centurias de caballería, estruc-
turándose la infantería como se indica a continuación:
La primera clase del censo, es decir, los que tenían cien mil o más
ases formaron ochenta centurias: cuarenta de soldados de menos de
cuarenta y cinco años (iuniores) y cuarenta de hombres de más edad
(seniores). A esta primera clase Servio Tulio añadió dos centurias de

7 HOMO, L.: Las instituciones políticas romanas, ed. Cervantes, 1928, Barcelona.
8 A este rey se atribuyen numerosas instituciones romanas como indico en los primeros
capítulos de mi tesis doctoral.
9 WISEMAN, T. P.: "The Census in the first century" 1969, B.C., JRS, 59. Aquellos

obligados al cumplimiento del servicio militar eran denominados assidui.


10 Se ignora la extensión de este heredium, pero el valor más verosímil es de veinte

yugadas, es decir, cinco hectáreas con cuarenta centiáreas. Es imposible evaluarlo en


menos de esta extensión.
ASPECTOS JURÍDICO-CENSALES EN EL EJÉRCITO 15

obreros (fabri, tignari, aerari) que servían sin armas, dedicados funda-
mentalmente a las máquinas de guerra.
La segunda clase comprendía a los que poseían un patrimonio
valorado entre setenta y cinco mil y cien mil ases. Se componía de
centurias de jóvenes y veteranos.
La tercera clase, formada por los que poseían entre cincuenta mil y
setenta y cinco mil ases, estaba formada asimismo por veinte centurias
de jóvenes y veteranos.
La cuarta clase, integrada por quienes poseían unos bienes valora-
dos entre veinticinco mil y cincuenta mil ases, estaba formada asimismo
por veinte centurias de jóvenes y veteranos.
La quinta clase recogía a los ciudadanos con un patrimonio com-
prendido entre los once mil11 y los veinticinco ases. Era la más numero-
sa y comprendía treinta centurias. Aquí se encuadraban los músicos
(cornicines, tubicines) divididos en tres centurias12.

La caballería fue aumentada con más del doble de jinetes no ciudada-


nos, pero el tercio de caballeros, que sí lo eran13 , siguió tomándose de la
primera clase del censo de ciudadanos.
Los proletarii, los capita censi, que según la generalidad de autores no
estaban encuadrados en la quinta clase sino que se encontraban fuera de las
cinco clases, suministraban al ejército músicos y algunas tropas armadas
muy a la ligera, los velati, que una vez en campaña suplían las bajas roma-
nas tomando las armas de los heridos y de los muertos.
De cara al reclutamiento se llevó a cabo una modificación de la estructura
censal de la Urbe, dividiéndola en cuatro distritos14 : Palatino, Subura,
Esquiliano y La Colina. La población rural se encuentra censada, a efectos
militares, en alguno de estos cuatro distritos; cada legión y cada centuria
comprendían un cuarto de sus efectivos de cada uno de los distritos de
reclutamiento.
Los soldados se encontraban clasificados en función de su edad, dato
censal, en iuniores hasta los cuarenta y cinco años que se empleaban con
11 Según Dionisio de Halicarnaso el límite inferior era de doce mil quinientos ases.
12 León Homo, en su obra previamente citada, considera que las dos centurias de
obreros se agregaban a la segunda clase, y los músicos -divididos en dos centurias, no
tres-, en la cuarta.
13 Existían los equites equo publico con caballo pagado y sostenido por la República
(mil ases para la adquisición, doscientos ases anuales para el mantenimiento) y los
equites equo privato que se sufragaban sus propios gastos.
14 MOMMSEN, I, 1983, Madrid.
16 PEDRO CAÑAS NAVARRO

preferencia en el servicio exterior, y seniores, mayores de esta edad que per-


manecían próximos a la ciudad. La diferencia censal entre centurias de
seniores y iuniores tuvo también su trascendencia en la organización primi-
tiva de la legión, en la que sus tres filas de manípulos15 -hastados, prínci-
pes y triarios- proceden de unidades censales determinadas: los primeros de
las centurias de iuniores, los últimos de las de seniores, siendo frecuente-
mente mixta la composición de los príncipes.
La estructura censal se reflejaba en el mismo orden de batalla: las cua-
tro primeras filas estaban constituidas por hoplitas con armadura completa,
reclutados en la primera clase del censo; en la quinta y sexta fila iban los
ciudadanos de la segunda y tercera clase armados más a la ligera; las dos
últimas clases iban detrás o combatían a los lados de la fuerza principal,
estructurada más o menos como la falange macedónica.

El censo militar durante la República

Durante la primera etapa de la República, el servicio en el ejército se


encontraba ligado a la pertenencia a alguna de las cinco clases existentes16,
siendo por tanto necesario disponer de un patrimonio censado de al menos
once mil ases y ser ingenuo. Los libertos, durante esta época, se encontra-
ban excluidos del ejército.
En este período se incrementaron las centurias de caballería a
dieciocho17; con el tiempo se extendió a toda la primera clase la obligación
de servir a caballo.
Para servir en la Armada, los requisitos eran menores: bastaba ser
emancipado o ingenuo y tener un patrimonio comprendido entre mil
quinientos y cuatro mil ases. Desde sus comienzos la marina fue considera-
da como inferior al ejército de tierra.
Las necesidades militares llevaron a bajar el patrimonio exigido a los
legionarios18 a cuatro mil ases y en caso de necesidad se recurrió a quienes

15 EUGENIO, F.: Breve historia de Roma, ed. Dykinson, Madrid, 1989, p. 69.
16 Esta estructura de "ejército de propietarios" se resucitará con la Revolución
Francesa, ya que para pertenecer a su ejército, L’Armée Nationale, inicialmente, era
necesario disponer de un mínimo de patrimonio.
17 HOMO, ed. Cervantes, 1928, p. 49.
18 TITO LIVIO (27.38.3). Los ciudadanos que vivían en colonias militares se encon-
traban, al menos inicialmente, liberados del servicio en las legiones, a fin de no
dejar desguarnecido el territorio.
ASPECTOS JURÍDICO-CENSALES EN EL EJÉRCITO 17

debían servir en la Armada, a los ingenuos que tenían un patrimonio de mil


quinientos ases e incluso a los que sólo tenían trescientos setenta y cinco19.
De acuerdo con Apiano20, la primera vez que se movilizaron libertos en
el ejército de tierra fue durante la guerra social.
Los censores del 169 aC., C. Claudio Pulquer y Ti. Sempronio Graco,
proclamaron ante la asamblea del pueblo, de forma unilateral21, una formu-
la census o lex censui censendo dicta consistente en la siguiente pregunta:
¿Eres menor de 46 años y de acuerdo con el edicto de los censores C. Clau-
dio y Ti. Sempronio, te presentaste al llamamiento a filas, y cada vez que se
haga un llamamiento mientras estén en el ejercicio estos censores, en caso
de no haber sido llamado, te presentarás a la recluta?
Puede observarse el carácter militar de la fórmula empleada y la curio-
sa dependencia personal del alistamiento con los censores.
Entre las atribuciones constitucionales de los censores se encuentran las de
distribuir los mil ochocientos caballos suministrados por la ciudad22. En esta
distribución, los censores debían regirse exclusivamente por el interés del
ejército, no entregando caballo a ningún hombre que por su constitución
física, edad o falta de práctica no pudiera servir como jinete; sin embargo,
los censores no se ajustaron siempre a estas prescripciones, entregando el
caballo muchas veces a personas de familias ilustres pero que no tenían la
capacidad adecuada para ser soldados de caballería23. Con el tiempo, como
se ha indicado previamente, todos los jóvenes de buena familia sólo servían
en caballería, siendo imposible encontrar a ninguno como soldado de
infantería.
El sistema tradicional de reclutamiento se modificó radicalmente a par-
tir de la guerra contra Yugurta, en la que Mario consiguió que pudieran reclu-
tarse como legionarios a capita censi procedentes de la última centuria del
censo, fuera de las clases. La ley no se modificó por lo que estos reclutas
acudieron en calidad de voluntarios y no de obligados como los censados

19 MOMMSEN, I, Madrid. 1983.


20 APIANO B.C., I, 49.212.
21 MOMMSEN, T.: Droit Publique Romain, ed. Diffusion Deboccar, París, 1985, p. 147.
22 Esta cifra ha sido contestada por diversos autores como Becker que no están de acuer-
do con la misma. Mommsen mantiene la cifra de mil ochocientos con base en la críti-
ca de las fuentes de Becker y, sobre todo, a la moción de Catón para aumentar a dos
mil doscientos los caballos públicos.
23 MOMMSEN, IV, ed. Turner, 1983, p. 58.
18 PEDRO CAÑAS NAVARRO

entre las clases24. A partir de aquí el ejército fue cada vez más profesional y
menos procedente del reclutamiento obligatorio.
Se denominaban socii a los soldados de ciudades italianas aliadas, en
general con derecho latino, que servían en unidades específicas en el ejér-
cito romano. Las ciudades aliadas se encontraban obligadas a presentar un
número determinado de soldados, extraídos de sus propios censos.
La cantidad de soldados que los aliados debían suministrar al ejército
romano venía recogida en la formula togatorum de los magistrados superio-
res. Dado que muchos de estos aliados tenían el ius migrationis, algunos con-
seguían, sin derecho, inscribirse en las listas del censo romano25, lo que les
dispensaba de servir en las tropas que su ciudad debía aportar. Este
comportamiento, que indica que las cargas militares eran más duras para los
aliados26 que para los ciudadanos inscritos en el censo, se traducía en un
aumento de la carga que las ciudades o tribus de procedencia de las personas
mal censadas debían soportar. Esto dio origen a medidas como la del 95 a C.,
en que se envió a sus ciudades o territorios de procedencia a los aliados inde-
bidamente inscritos en el censo romano.

El censo militar durante el Principado

El ejército romano durante este período estuvo generalmente compues-


to por voluntarios, si bien nunca se eliminó la obligatoriedad del servicio
militar para los ciudadanos y demás hombres libres. Este carácter volunta-
rio del reclutamiento se tradujo en que las relaciones con la institución cen-
sal se redujeron a la comprobación de que el aspirante a ingresar en la
legión era ciudadano27 y a la inscripción en el censo de los ciudadanos de
24 GABBA, E.: Esercito e società nella tarda repubblica romana, ed. La Nuova Italia,
Firenze,1973.
25 SESTON, W.: "La lex Iulia de 90 av J.-C. et l´integration del italiens dans la
citoyenneté romain", Labeo, 42,3, 1996.
26 ILARI, V.: Gli Italici nelle strutture militari romane, Roma , 1974. De acuerdo con la
obra de Ilari, más de los dos tercios de los ejércitos romanos de este período esta-
ban formados por aliados, sus pérdidas fueron mayores que las de los romanos pro-
piamente dichos y su parte en el botín menor.
27 HOMO, L.: El Imperio Romano ,ed. Espasa Calpe, Madrid, 1980, p.132. En princi-
pio los no ciudadanos servían como auxiliares y únicamente los ciudadanos como
legionarios. En algunas ocasiones se alistaba en las legiones a no ciudadanos
(peregrini); en este caso, se les concedía ipso facto la ciudadanía romana, si bien
de forma virtual, que no era efectiva hasta la fecha de su licenciamiento. El con-
ASPECTOS JURÍDICO-CENSALES EN EL EJÉRCITO 19

los auxiliares28 que se habían licenciado honrosamente; es decir, que habían


recibido la honesta missio.
Sin embargo, en numerosas ocasiones no bastaron las tropas así reclu-
tadas para hacer frente a las necesidades de las guerras imperiales, siendo
necesario recurrir a la realización de levas, tanto de ciudadanos como de no
ciudadanos, lo cual supone la existencia de censos, bien generales bien
municipales, que permitieran realizar la recluta de forma racional.
Cuando la conquista de Dacia, que fue la última anexión importante de
territorio al Imperio Romano, recurrió Trajano a levas en algunas provincias
del Imperio, entre otras las españolas, para cubrir las necesidades del ejér-
cito. También Adriano y Marco Aurelio realizaron levas en España, en espe-
cial en la Tarraconense, sin que las circunstancias les permitieran realizar la
rebaja en el número de conscriptos requeridos que realizó Trajano. La difi-
cultad en la realización de estas levas pone de manifiesto la escasez de hom-
bres dispuestos a servir en el ejército imperial. Esta escasez de soldados en
una comunidad política que comprendía aproximadamente cien millones de
habitantes, no deja de ser sorprendente ya que el ejército en modo alguno
se podía considerar numeroso.
El ejército de tierra de Trajano se componía, aproximadamente, de los
siguientes efectivos:

Treinta legiones a cinco mil trescientos hombres 159.000


Guardia pretoriana 10.000
Auxiliares de caballería 80.000
Auxiliares de infantería 140.000
Irregulares y aliados 11.000
TOTAL 400.000

tenido jurídico de esta "ciudadanía virtual" no es bien conocido. No se olvide que


los ciudadanos, por el hecho de encontrarse sirviendo como soldados, perdían
muchos de los derechos implícitos en la condición de ciudadano; por ello, no es fácil
determinar la diferencia jurídica entre un "ciudadano virtual" en el ejército y un
verdadero ciudadano sirviendo, así mismo, en las fuerzas armadas.
28 HOMO, L.: El Imperio Romano, ed Espasa Calpe, Madrid,1980; ROSTOVTZEFF, M.:
Historia social y económica del Imperio Romano, ed. Espasa-Calpe, Madrid. 1962.
Los efectivos de la marina tenían un estatuto similar al de los auxiliares,
concediéndoseles la ciudadanía al terminar el servicio, más largo que en tierra. A
partir de tiempos de Adriano, se les concedió el derecho latino desde su alistamiento,
sin perjuicio de la concesión de la ciudadanía completa en el momento de recibir la
honesta missio.
20 PEDRO CAÑAS NAVARRO

Para determinar los efectivos totales del ejército imperial, a estas cifras
se deberían añadir los efectivos de las distintas flotas: Rávena, Misseno,
Canal de la Mancha y posiblemente la classis britanica29. Los datos prece-
dentes se corresponden a los que aparecen en la obra de A.D.Graham, en la
que además se realiza un estudio en profundidad del ejército imperial de
aquella época30; en el censo anterior, destaca el modesto papel que desem-
peñan los irregulares y aliados, no llegando a suponer más del dos setenta y
cinco por ciento del total, en contraste con la importancia que adquirirán a
partir del siglo V.
Al final del Alto Imperio el ejército cuenta con tres fuentes internas de
reclutas: por una parte los voluntarios, por otra los forzosos, y en una situa-
ción intermedia los denominados ex-castris; es decir, los hijos de los solda-
dos, criados en general alrededor de los campamentos. El carácter de hijos
ilegítimos31 de la gran mayoría de estos ex-castris presenta dificultades de
carácter censal para su ingreso en el ejército como legionarios. Junto a estos
reclutas, procedentes del mundo romano, hay que señalar a los mercenarios
bárbaros, pocos en número y que sirven en unidades especiales.
La escasez de material humano para el ejército aparece reflejada en los
textos legales contenidos en el Digesto32, en los que se establece el castigo
para los padres que eluden el servicio de sus hijos, castigo que depende de
que la situación sea de paz o de guerra: en el primer caso se le apalea, en el
segundo sufre destierro y confiscación parcial de bienes. La misma redac-
ción de este precepto presupone la existencia de algún tipo de censo a par-
tir del cual pueda decretarse la leva, que de intentar eludirse dará origen a
los castigos antedichos.
En el Digesto aparecen textos en los cuales se refleja la composición
mixta del ejército imperial, parcialmente reclutado mediante levas a partir del

29 BRULET, Raimond: L´armée romaine et les barbares: IIIe au VIIe siècle, editado
por F. Françoise Vallet y M. Kazanski, 1993. Recientemente se ha descubierto una
base de esta flota en Boulogne.
30 GRAHAM, A.D.: The Roman Imperial Army of the First and Second Century, ed.
Webster, U. Oklahoma, 1979.
31 Recuérdese que hasta el final del Principado no se autorizó el matrimonio de los
soldados.
32 Digesto, 49.16.4.11 (Men.1 de re milit.). Qui filium suum subtrahit militiae belli
tempore, exilio et bonorum parte multandus est: si in pace, fustibus caedi iubetur et
requisitus iuvenis vel a patre postea exhibitus in deteriorem militiam dandus est: qui
enim se sollicitavit ab alio, veniam non meretur.
ASPECTOS JURÍDICO-CENSALES EN EL EJÉRCITO 21

censo y parcialmente cubierto con voluntarios33. El texto revela la existencia


de dos tipos de delitos relacionados con el servicio militar: el pretender elu-
dir la leva34, delito que presupone la existencia de censos a partir de los que
se obtenía aquélla, y el de pretender ingresar en el ejército como voluntario
sin tener derecho a ello, siendo obviamente más grave la pena correspon-
diente al primer delito que al segundo.
Incidentalmente se indica cómo en tiempos más antiguos, el no acudir
al llamamiento suponía castigos muy graves, pero que con el tiempo y al
existir numerosos voluntarios para ingresar en el ejército habían decaído; es
decir, las penas habían pasado a estar obsoletas.

El censo militar durante el Dominado

Es Diocleciano quien realiza la reforma fundamental del ejército impe-


rial, al dividirlo en tropas fronterizas (limitanei) encargadas de vigilar las
fronteras y dedicadas en parte a tareas agrícolas, y ejército de maniobra
(comitatenses) con las mejores unidades, especialmente con abundante
caballería y dispuesto a desplazarse al lugar que sea necesario.
El ejército fronterizo se estructura en tres ejércitos principales: Galia,
Ilírico y Este, correspondientes a las tres fronteras principales del Imperio,
cada uno de ellos mandado por un magister militum. El ejército de manio-
bra se compone de dos cuerpos (praesental exercitus) cada uno de ellos vin-
culado a uno de los dos emperadores. Este sistema se completa con una
serie de pequeños ejércitos de maniobra, con mando autónomo, en Britania,
África y Tracia y una pequeña marina de guerra; en total, unos cuatrocien-
tos cincuenta mil hombres, pero de forma operativa sólo se podía contar con

33 Digesto, 49.16.4.10. (Men. 1 de re milit.). Gravius autem delictum est detrectare


munus militiae quam adpetere: nam et qui ad dilectum olim non respondebat, ut pro-
ditores libertatis in servitutem redigebantur. Sed mutato statu militiae recessum a capi-
tis poena est, quia plerumque voluntario milite numeri suplentur.
34 En la actualidad, el art. 604 del Código Penal castiga a quien sin ninguna causa legal
deje de presentarse para cumplir con el Servicio Militar con pena de prisión de seis
meses a dos años e inhabilitación absoluta de diez a catorce años si el hecho ocurre
en tiempo de paz. Si el hecho ocurre en tiempo de guerra el castigo es de dos a cuatro
años de prisión y también de diez a catorce años de inhabilitación absoluta. En el pri-
mero de los casos el reo, una vez cumplida la pena, no se encontrará obligado al
cumplimiento del servicio militar, sin que la ley establezca claramente lo que ocurrirá
en tiempo de guerra una vez cumplida la pena.
22 PEDRO CAÑAS NAVARRO

los dos ejércitos de maniobra, cada uno de ellos compuesto por treinta a
cuarenta mil hombres35.
En el Dominado se mantienen las fuentes de reclutamiento indicadas
para el período anterior: la conscripción, que ya no afecta a toda la pobla-
ción sino especialmente a los hijos de los soldados36 y a otros sectores no
bien determinados (vagi), el voluntariado y los mercenarios procedentes de
fuera del Imperio, cuya importancia va creciendo con el tiempo. En esta
época los censos contienen información adicional sobre el grupo profesio-
nal al que pertenece el individuo, grupo al que en un principio debe mante-
nerse ligado de por vida él y, en algunos casos, sus descendientes, entre
ellos el militar.
No quiere esto decir que el resto de la población se encuentre exenta de
cargas militares, sino que esta obligación se ha transformado para los pro-
pietarios agrícolas en un impuesto afectado, el aurum tironucum, cuyo
auténtico significado era el de una conmutación por dinero de los reclutas37,
que debían aportar una tasa de veinticinco a treinta sólidos por hombre. La
recaudación se empleaba para sufragar los gastos del ejército, que conse-
guía sus efectivos además de a partir de la clase militar, los hijos de los sol-
dados, de aquellos no pertenecientes a ninguna clase, los vagi, y por último
de los mercenarios bárbaros38.
Con relación al alistamiento de vagabundos, que pueden ser definidos
desde un punto de vista censal como aquellos que carecen de inscripción39, se
deben considerar los siguientes textos, de fecha próxima al 400 dC., en los
que se refiere a ellos y a otros de los reclutas forzosos como son los hijos de
veteranos. En una primera aproximación se puede dudar de la eficacia militar

35 ELTON, H. W.: Warfare in Roman World, ed. Oxford University Press, Oxford
1996.
36 Véanse entre otros los siguientes textos del Código Teodosiano: 7.22.1. (del 313),
7.22.2. (del 326), 7.22.5. (del 334) .
37 La sustitución del servicio militar por dinero se ha mantenido en algunos países hasta
épocas muy recientes, (art. 1043 del Código Civil español).
38 Los principales estudios sobre el ejército romano de este período pertenecen a
COUISIN, P.: Les armes romaines,1926, que estudia especialmente la barbarización
del equipo de los soldados; NISCHER, E.: J.R.S.,13, 1923, que estudia las reformas
militares de Diocleciano y Constantino; BABUT Ch.: "Recherches sur la garde
impériale", Rev. hist., vols. 114 y 116, que si bien analiza en especial esta unidad
también estudia más someramente el ejército en su conjunto.
39 Es decir, que no se encuentran ligados censalmente a ningún lugar. Es posible que en
esta época también se incluyera como vagi a los que no se encontraban vinculados a
ningún grupo profesional.
ASPECTOS JURÍDICO-CENSALES EN EL EJÉRCITO 23

de un ejército constituido por tal material humano; es por ello por lo que en
algunas circunstancias se prohibió el acceso al ejército a los vagi, junto a los
viejos y a los colonos ligados a la tierra40 (al censo).
En el primero de los textos citados anteriormente (C.12.43.1) se preten-
de evitar la incorporación al ejército de personas de escaso interés militar,
como vagabundos o viejos, o de interés económico como aquellos vincula-
dos al censo (de alguna propiedad agraria se entiende). El significado de
este texto es el prevenir que los propietarios obligados a presentar reclutas,
entreguen a personas que no puedan realizar un servicio militar provechoso
para el Imperio. Sin embargo, en el segundo de los textos se compara a los
vagos con los hijos de los veteranos, que se encontraban obligados al servi-
cio militar.
El problema del reclutamiento durante el Dominado, que llevó a
muchos propietarios a no censar personas de sus tierras para eludir su alis-
tamiento, así como a llevar al ejército a personas totalmente inhábiles para
el servicio militar, aparece así mismo en el siguiente texto de los empera-
dores Graciano, Valentiniano y Teodosio del año 380. En él se dan instruc-
ciones sobre la calidad de los reclutas que deben ser aportados y se amena-
za con aumentar la contribución en el supuesto de que no se obedezcan las
órdenes de las autoridades competentes41.
El censo y el catastro se emplean, así mismo, para fijar las obligacio-
nes militares de las distintas agrupaciones territoriales, repartiéndose la
carga de una forma análoga a como se reparten los tributos, si bien
no según las tradicionales unidades iuga-capita sino a unas mayores deno-
minadas capitula42; es decir, se crea un derivado del censo y el catastro,
una especie de "censo de obligaciones militares", cuya unidad es el

40 C.12.43.1: Nullus tiro vagus aut veteranus aut censibus obnoxius ad militiae
accedat y C.Th.7.18.10:… protectores, qui ad inquisitionem vagorum per pro-
vincias diriguntur nullas in retinendis fugitivis dumtaxat indigenis iniurias
possessoribus parent quia hoc illis tantum permittitur, ut desertores veteranorum
filios ac vagos et eos, quos militiae origo consignat, ad dilectum iuniorum pro-
vocent.
41 C.Th. 7.13.8: … qui ad inquisitionem vagorum per provincias diriguntur nullas in
retinendis fugitivis dumtaxat indigenis iniurias possessoribus parent quia hoc illis
tantum permittitur, ut desertores veteranorum filios ac vagos et eos, quos militiae
origo consignat, ad dilectum iuniorum provocent. Impp.Gratianus, Valentinianus
et Theodosius aaa. Edictum ad provinciales. Inter optimas lectissimorum militum
turmas.
42 C.T.11.16.14.
24 PEDRO CAÑAS NAVARRO

capitulum43, que permite a la administración la obtención de soldados y de


caballos44 de forma equitativa a lo largo de todo el Imperio. El siguiente
texto de Constantino contenido en el Código45 pone de manifiesto la rela-
ción existente entre los capitula y el suministro de reclutas.
En este texto aparece mencionado el funcionario llamado exactor; más
adelante, al analizar el procedimiento de pago a las tropas, se volverá a estu-
diar este empleo no propiamente militar.
Como se indica en el siguiente gráfico, los capitula se forman a partir
de los datos censales existentes, sobre las capita y iuga de los propietarios.
No es bien conocido el procedimiento de integración que se seguía.

capita
capitula
iuga

En relación con la obligación de los propietarios de suministrar reclu-


tas, debe quedar claro que era genérica; es decir, el recluta suministrado no
tenía que ser necesariamente uno de los colonos del propietario46 sino que
podía ser cualquier persona apta para el servicio. Lo mismo se podía decir
de los pueblos de campesinos propietarios que eran responsables colectiva-
mente del suministro de un grupo de reclutas: tampoco tenían que ser nece-
sariamente habitantes del pueblo considerado. Para racionalizar el sistema
era posible iniciar un procedimiento que traspasara parte de la carga corres-
pondiente a un pueblo que hubiera perdido población a otro que hubiera cre-
cido. El problema de aquellos propietarios que, dado el importe de sus

43 JONES, A.H.M.: The Late Roman Empire 284-602, ed. Basil Blackwell,Oxford,
1973, pp.615 y ss. Los capítula son pues una unidad censal compleja, que fija las
obligaciones militares de los inscritos en el censo.
44 HOMO, L.: El Imperio Romano,ed. Espasa Calpe, Madrid 1980, p.203. Lógicamente
esta contribución, al igual que en el caso de la obligación de aportar soldados, podía
ser redimida en dinero en algunas ocasiones.
45 C.12.28.2.1: Quibus omnibus condonamus, en exactorum vel turmariorum, quos
capitularios vocant, curam subeant vel obsequium temonariorum vel pentaprotiae
aut etiam tironis praestationem agnoscant.
46 Recuérdese C.12.43.1., previamente citado, que parece excluir de los reclutas a
censibus obnoxius.
ASPECTOS JURÍDICO-CENSALES EN EL EJÉRCITO 25

propiedades, se encontraban obligados únicamente a proporcionar una


fracción de soldado, se resolvía mediante la creación de asociaciones47 de
contribuyentes, llamándose el responsable de las mismas temonarius o
capitularius.
Sobre el período de conscripción, Amiano48 indica que era anual. Con
relación a esta cuestión véase el texto49 del Código Teodosiano (7.18.14 del
403). En cualquier caso, el sistema de reclutamiento basado en el censo se
pervirtió por la existencia de tan gran número de exenciones y conmutacio-
nes50, lo cual condujo a la introducción de cada vez un mayor número de
mercenarios bárbaros en el ejército y a la práctica desaparición de romanos
en el mismo; fenómeno que se conoce como barbarización del ejército
romano, con las consecuencias conocidas, en especial para las provincias
occidentales.
Desde un punto de vista jurídico es sumamente interesante analizar el
vínculo existente entre el soldado mercenario bárbaro, posiblemente mayo-
ritario en el ejército a partir de mediados del siglo IV, y el Imperio. Existen
tres tipos diferentes de relaciones jurídicas51 que se corresponden a tres
tipos diferentes de alistamiento:
Alistamiento individual
El soldado bárbaro se incorpora individualmente al ejército,
realizando el juramento tradicional de fidelidad al emperador. Su
situación jurídica es análoga a la de los antiguos auxiliares y se
encuentra sometido a la disciplina y legislación romana. En principio
serviría junto con ciudadanos romanos, si bien el número de éstos era
cada vez más exiguo.
Alistamiento colectivo
Tiene lugar tras un acto formal de sumisión de un grupo de bár-
baros. Éstos eran llamados gentiles o laeti. Fueron muy frecuentes en
el ejército del Imperio de Oriente.
47 JONES, 1973, p. 67.
48 Amm. XXXI. IV. 4.
49 Es posible que ya en esta fecha la existencia de levas anuales de romanos fuera un
anacronismo, estando el ejército compuesto mayoritariamente, hasta en sus más altas
instancias, de bárbaros.
50 Ep. 225 de san Gregorio Nacianceno en la que se solicita al magister militum la exen-
ción del hijo de un soldado que había llegado a ser lector en una iglesia: C.T.
7.13.15 (del 402, conmutación); C.T. 7.13.18 (del 407, conmutación); C.T. 11.18.1
(del 412, conmutación y lista de exenciones); C.T. 7.13.22 (del 428, exención).
51 HOMO, L.: El Imperio Romano, ed. Espasa Calpe, Madrid, 1980.
26 PEDRO CAÑAS NAVARRO

Contrato colectivo
Contrato de un grupo de bárbaros, incluso una tribu. Estos solda-
dos eran los foederati y su vinculación con la autoridad imperial era
meramente contractual, con lo que fácilmente podía ser rota. El esta-
tuto jurídico de estos mercenarios es algo que no se encuentra claro52.
En la guerra de liberación de Italia, Belisario53 mandó ejecutar, de
acuerdo con la ley marcial romana, a dos mercenarios hunos que
servían en el ejército imperial por haber matado borrachos a un com-
pañero, cosa que entre los bárbaros se solucionaba con una compen-
sación económica a la familia. Las protestas que el castigo generó
indican que esta actuación no era frecuente.

Problemas jurídico-censales del domicilio de los soldados

Desde un punto de vista jurídico-censal es interesante analizar la


cuestión del domicilio de los soldados. El texto básico sobre la cuestión es
el fragmento de Hermogeniano contenido en el Digesto54. A partir del aná-
lisis de este fragmento se deduce que el soldado puede encontrarse en dos
situaciones distintas con relación a su domicilio:

a) El soldado posee bienes en su patria. En este caso su domicilio se


encuentra en ella; se trata, obviamente, del domicilio de derecho ya
mencionado por Paulo y extendido a partir de Diocleciano durante el
Dominado y diferente de domicilio como situación de hecho propio
del derecho clásico.
b) El soldado no posee bienes en su patria. En este caso su domicilio
se encuentra allí donde presta su servicio. Esta situación es análoga
a la existente en el derecho español actual, como aparece en el C.C.
art. 40.1 y LEC, art.68.

52 VALLET, F. y KAZANSKI, M.(eds): L´armée romaine et les barbares: IIIe au VIIe


siècle, Introducción, ed. AFAM, Rouen , 1993.
53 GIBBON, E.: The Decline and Fall of Roman Empire, vol. II, ed. Encyclopaedia
Britannica Inc, Chicago (1952), p. 4. Realmente lo que fue de acuerdo con la ley
marcial romana era el delito causa de la ejecución, no el método, ya que el pro-
cedimiento fue el más ignominioso para los hunos.
54 Digesto,50.1.23.1 (Hermog.1.iur.epit.). Miles ubi domicilium habere videtur, ubi
meret, si nihil in patria possideat.
ASPECTOS JURÍDICO-CENSALES EN EL EJÉRCITO 27

Se debe considerar que el concepto de domicilio empleado en cada una


de las situaciones es diferente, ya que mientras en la primera se trata de una
situación de derecho, en la segunda el domicilio es una cuestión de hecho.
El que en un mismo texto aparezcan los dos conceptos antitéticos de domi-
cilio es señal inequívoca de la poca definición de este concepto jurídico.

Problemas jurídico-censales de los hijos de los soldados

Durante mucho tiempo una de las ventajas, para los no ciudadanos, de


servir en el ejército era la concesión de la ciudadanía para ellos y sus fami-
lias en el momento de licenciarse honrosamente. A partir del año 140 dC. la
concesión de ciudadanía fue sólo para el soldado, no para los hijos, que si
pretendían obtenerla debían alistarse así mismo en el ejército.
La prohibición de matrimonio durante el servicio militar generaba un
problema de diferente naturaleza: la existencia de hijos, lógicamente ilegí-
timos, habidos durante la permanencia en filas55.
En efecto, durante mucho tiempo los militares, con un empleo inferior al
de centurión, no podían contraer justas nupcias56, lo cual se traducía en que
los hijos habidos de estas uniones no eran inscritos en el registro establecido
por las leyes Aelia Sentia y Papia Popea. Para evitar que la muerte del padre
soldado perjudicara a sus hijos naturales, era frecuente sustituir el registro,
que les estaba vedado, por una declaración ante testigos en la que se afirma-
ba la paternidad del niño, a fin de su posterior introducción en el censo de
ciudadanos romanos cuando su padre fuera honrosamente licenciado.

55 CAMPBELL, B.: "The Marriage of Soldiers under the Empire", JRS, 68, 1978,
pp.153-166. Esta prohibición fue introducida posiblemente por Augusto.
56 La prohibición de matrimonio para los soldados fue abolida por Septimio Severo en
el 197 d C. Es cierto que con anterioridad se había concedido un cierto reconoci-
miento a las "esposas" de los soldados, si bien no completo. Así, el papiro Mitteis
nº 372, correspondiente a los años 114-142 d C., contiene una serie de declaracio-
nes en las que las autoridades niegan el carácter de esposas a romanas que convi-
vían con soldados, si bien admiten que a ellas o sus hijos los soldados difuntos les
hayan dejado sus bienes en testamento. El hecho de la existencia de numerosas peti-
ciones de reconocimiento indica que la realidad social se estaba imponiendo a la
norma legal.
28 PEDRO CAÑAS NAVARRO

A continuación se adjunta una de estas declaraciones57:


Marco Lucrecio Clemente, soldado de caballería del escuadrón de
Silvanos en la primera cohorte de los Tracios, llamó a los abajo firmantes
a testificar y jurar por Júpiter Óptimo Máximo y por la divinidad de los
deificados emperadores y por el genio del emperador César Trajano Adriano
Augusto, que mientras estaba en el servicio militar llegó a ser padre, con
Octavia Tamustha, de un hijo natural, llamado Sereno, el 25 de abril del
año 11 del emperador César Trajano Adriano Augusto; y él declara que ha
hecho esta declaración por la restricción impuesta por el servicio militar, a
fin de que su hijo natural Sereno tenga esta prueba para certificar su esta-
tus de ciudadano, después de que él sea honrosamente licenciado.
En el campamento de invierno de la 1ª cohorte de los tracios enfrente
de Apolinópolis Magna en la Tebaida , el 1º de mayo del año previamente
indicado.
(testigos) Gayo Antonino Máximo, armero del escuadrón de Lucio
Farsulio; Mario Antonino, del escuadrón de Rufo; Gayo Barga, soldado del
escuadrón de Lucio Farsulio; Gayo Julio Marcelo, suboficial....; Tito
Marsias Bammogali...; Numerio Alexa, hijo de Longo; Marco Lucrecio
Clemente…

Una cuestión a considerar, sobre el estado civil, era la situación del sol-
dado que antes de alistarse se encontraba legítimamente casado. Los casos
que se podían presentar con sus hijos eran los siguientes:

a) Hijos habidos antes del alistamiento. Eran legítimos y como tal po-
dían apuntarse en el registro correspondiente.
b) Hijos habidos después del alistamiento. Su estatus depende de que
el matrimonio se considerara vigente o que el hecho de la incor-
poración al ejército supusiera su ruptura, caso no totalmente diluci-
dado en la actualidad58, si bien existen fuentes que indican que los
hijos habidos de estas uniones eran ilegítimos, lo cual parece supo-
ner que el matrimonio se rompía al ingresar en la milicia59.
57 Tomada de L´Année Epigraphique, 1937, nº 112, correspondiente al año 127 d C.
58 CAMPBELL, art. cit., 1978, pp.153-166.
59 La idea de que el ingreso en el ejército supusiera la ruptura del matrimonio no es
ajena al pensamiento jurídico romano de esa época, en el que se considera al
matrimonio como una situación de hecho. La situación se rompe cuando el marido se
alista y, en principio, deja de convivir con su esposa. De cualquier forma esta cues-
tión no se encuentra dilucidada.
ASPECTOS JURÍDICO-CENSALES EN EL EJÉRCITO 29

El estatus de los hijos ilegítimos de los soldados no era reconocido en


principio, por lo que no tenían obligación de mantener a los hijos habidos
con sus concubinas. Con el paso del tiempo el derecho fue considerando la
situación de los hijos ilegítimos de los soldados.
La institución del testamento militar permitía que los soldados, aunque
no fueran sui iuris, beneficiaran a sus hijos ilegítimos si morían durante el
servicio. Desafortunadamente este privilegio sólo duraba mientras se en-
contraban en filas; al licenciarse, los bienes de los veteranos que murieran
pasaban a sus padres por derecho de peculio. Posteriormente, en tiempos de
Adriano, el derecho a disponer de sus bienes se extendió asimismo a los
veteranos60 honrosamente licenciados.
Fue también durante el gobierno de Adriano cuando se promulga la
Epistula Hadriani61, en la que se concede la bonorum possessio ab intestato
a los hijos ilegítimos de los soldados. El tipo de bonorum possessio conce-
dido es el de bonorum possessio unde cognati62 no el de bonorum possessio
unde liberi63; este matiz tiene su trascendencia pues indica que si bien se
reconoce a los hijos ilegítimos, no se les reconoce en el concepto de hijos
sino en el de parientes. Realmente en el concepto de liberi no sólo se deben
incluir a los hijos sino a todos los que serían sui del de cuius; por el contra-
rio, en la bonorum possessio concedida a los hijos naturales de los soldados
eran llamados los parientes consanguíneos hasta el sexto grado, y el cogna-
do de séptimo grado únicamente en el supuesto de que el padre de éste y el
del de cuius fueran nietos de hermanos.

La anona militar

Una cuestión importante en cualquier ejército es su aprovisionamiento.


En el supuesto de un ejército numeroso, permanente y muy disperso en el
espacio, como era el ejército romano, necesariamente ha de existir una

60 I. 2.12.pr.
61 SCHULTZ, F.: Derecho Romano Clásico, ed. Bosch, Barcelona 1960, p. 223.
62 GARDNER, J.F.: Labeo 42-1, 1996, p.88, indica cómo la equiparación de hijos
ilegítimos de los soldados a cognati se encuentra en una carta del emperador al
prefecto de Egipto. Esta autora matiza que la disposición comentada no favorecería
al hijo ilegítimo en el caso de que el soldado difunto tuviera hijos legítimos o
hermanos.
63 Abreviatura de: bonorum possessio ex illa parte edicti unde liberi ad bonorum pos-
sessionem vocantur.
30 PEDRO CAÑAS NAVARRO

relación importante entre la estructura militar y la estructura censal agraria


que debe proporcionar el suministro, en especial el alimenticio, y en el caso
de unidades montadas, también de sus caballos o camellos.
En tiempos de Domiciano existen indictiones annonariae necesarias
para el mantenimiento del ejército64. Este sistema de financiación del apro-
visionamiento, junto con las requisas militares siempre existentes, siguió en
vigor en la época de los Antoninos; así en el Panegírico a Trajano, Plinio
indica que los aliados sufrieron novi indictionibus.
Ya desde tiempo de Septimio Severo existía un departamento imperial
encargado de la gestión de los aprovisionamientos militares65. La citada
gestión, en esta época dependía del fisco, siendo llevada la contabilidad
general de la misma por la oficina a rationibus66, empleando para ello a unos
funcionarios denominados dispensatores67, encargados de a copiis militariis.
En cada provincia las cuentas eran llevadas por los gobernadores.
De acuerdo con Van Berchen, la anona militar constituyó originalmen-
te un impuesto extraordinario, institucionalizándose posteriormente bajo la
dependencia del prefecto del Pretorio; ciertamente la situación de guerra
casi continua del siglo III hace que la diferencia entre impuesto ordinario y
extraordinario no sea relevante. Con carácter subalterno existió un cargo
denominado procurator arcae expeditionalis encargado de conseguir los
aprovisionamientos necesarios para las tropas en campaña y otro denomi-
nado praeposito annonae, este último cargo evolucionó al de procurator
annonae, más específico, de orden ecuestre y rango sexagenario.
La recogida de este impuesto, estuviera o no institucionalizado, se rea-
lizaba en las mansiones en las que se encontraba dividido el territorio del
Imperio, constituyendo una estructura censal específica. Los gobernadores
recibían con anticipación relación de las necesidades de las tropas, y comu-
nicaban a los decuriones del distrito las cantidades necesarias, así como la
fecha en que debían estar disponibles. Éstos, en función de los datos censa-
les, procedían a su exacción.

64 Por indictiones se entiende tanto el acto de establecimiento de un impuesto como el


el mismo impuesto, que no sea el tributum o el vectigalia. En función del contexto
donde aparezca deberá prevalecer uno u otro de los significados de este término.
65 VAN BERCHEN: "L’ annone militaire dans l’Empire romain", Mémoire Societé
antiquaires de France, 80, 1937, pp. 117 y ss.
66 NICOLETTI, A.: "I prefetti del pretorio e la riscossione dell’annona militaire", Labeo,
15, 2, 1962, pp. 177 y ss.
67 Se conoce un dispensator rationum copiarum expeditionibus felicissime II et III
Germanica. Véase la cita de Nicoletti.
ASPECTOS JURÍDICO-CENSALES EN EL EJÉRCITO 31

La anona militar podía ser recaudada en todas las regiones del Imperio;
ni siquiera Italia estaba exenta, como aparece en una inscripción encontra-
da en Trento68. Esta era una de las aplicaciones del censo italiano; no debe
olvidarse que la situación de Italia con relación a las exacciones tributarias
fue especial hasta la época de Diocleciano.
De acuerdo con A. Nicoletti, existió una exención, de base censal, que
beneficiaba a los grandes terratenientes. Una constitución de Caracalla esta-
blece que sólo se contribuirá a la anona militar con los bienes in natura que
se encuentren directamente en los fundos.

Censo de veteranos

De acuerdo con el Digesto hay tres clases de licencia69: la honrosa, al


cumplir el tiempo de servicio o por concesión especial; por invalidez, al
pasar a ser menos idóneo para el servicio por motivos físicos o psíquicos; y
la deshonrosa, cuando se es expulsado del ejército por cometer algún deli-
to. La situación de veterano70, honrosamente licenciado, implicaba una serie
de privilegios, tanto de consideración social como fiscales y penales.
Una comunidad política tan extensa como la romana, precisaba la exis-
tencia de un censo de veteranos, a partir del que se pudieran emitir certifi-
cados que justificaran esta situación jurídica.
En Roma existía un registro en el que se inscribían todos los soldados
licenciados honrosamente71. Se encontraba en el Capitolio, en forma de
un conjunto de tabletas de bronce. Los veteranos podían solicitar, a sus
expensas, un certificado, también en bronce, en el que se copiaba el conte-
nido del censo de licenciados, indicando la ubicación física de la tableta

68 CIL 55.036. C. Valerio C.f. Pab. Mariano honores omnes adepto trident. Flamini
Rom et Aug. Praef. quina augur. Adlecto annon. Leg. III Italie. Sodali sacrarum.
69 D. 49.16.13.3. Missionum generales causae sunt tres: honesta causaria ignominio-
sa. Honesta est, quae tempore militiae impleto datur: causaria, cum quis vitio animi
vel corporis minus idoneus militae renuntiatur: ignominiosa causa est, cum quis prop-
ter delictum sacramento solvitur. Et is, qui ignominia missus est, neque Romae neque
in sacro comitatu agere potest. Et si sine ignominiae mentione missi sunt, nihilo minus
ignominia missi intelleguntur.
70 LEWIS, N. y REINHOLD, M.: Roman Civilitation, vol. II, ed. Columbia Press, New
York , 1990, p. 486. Frecuentemente a los licenciados por invalidez también se les
consideraba honrosamente licenciados.
71 Ibídem, p. 483.
32 PEDRO CAÑAS NAVARRO

original. Estos certificados son los llamados diplomas militares de los que
existen unos doscientos. El procedimiento de emisión de la copia podía ser
largo, por ello también era posible la emisión de un certificado transitorio
en madera hasta que se emitiera el definitivo en bronce.
El contenido del censo de veteranos estaba formado por una serie de
declaraciones de licenciamiento honroso que podemos conocer a partir de
los certificados transitorios o los diplomas definitivos.
Por su interés se reproducen un certificado transitorio, un certificado
definitivo y un certificado definitivo (en latín) donde se hace clara referen-
cia a la estructura del registro de veteranos:

Certificado transitorio emitido en madera por el prefecto de


Egipto72

Consulado de Marco Acilio Aviola y Pansa a 4 de enero. Tito Hate-


rio Nepos, prefecto de Egipto, otorga la licencia honrosa a Lucio Vale-
rio Noster, soldado de caballería en el escuadrón gaviano del batallón
de Voconta, que ha completado su servicio.

(firma del prefecto) Yo examino el anterior documento y concedo la


licencia honrosa.

Certificado definitivo correspondiente a un oficial de la


Armada 73

El emperador César Vespasiano Augusto, pontífice máximo, que dis-


fruta de la potestad tribunicia por segundo año, aclamado emperador
seis veces, padre de la Patria, tres veces cónsul, ha otorgado a los vete-
ranos cuyo nombre se indica debajo, que han servido en la flota de
Miseno a las órdenes de Sexto Lucilio Basso, completando los 26 años
de servicio, y a quienes he instalado en la colonia de Pestum, a ellos y
a sus hijos y descendientes la ciudadanía y el derecho de casarse con
las mujeres que tenían en el momento de otorgar la ciudadanía, o si
estaban solteros, con aquella que tomen después, pero una única mujer
para cada hombre.
Dado el 9 de febrero en el consulado del emperador César Vespa-
siano Augusto, por tercera vez y Marco Cocenio Nerva.
72 WILCKEN, nº 457, que equivale a Dessau nº 9060. La fecha a que corresponde es el
122 dC.
73 CIL, vol XVI, nº12, correspondiente al año 71 dC.
ASPECTOS JURÍDICO-CENSALES EN EL EJÉRCITO 33

Centurión Hezbenus, hijo de Dulacenus, sapeano74, y a su hijo


Doles75.

(testigos) Décimo Liburnio Rufo; Gayo Salustio Crescens, soldado en la


centuria de Augurino de la 4º cohorte pretoriana de Filipi; Publio Popi-
lio Rufo, de Filipi; Lucio Vetuedio Valens, de Filipi; Lucio Vetuedio Pri-
migenio, de Filipi; Cneo Cornelio Floro, de Filipi, Gayo Herenuleyo
Chriseros, de Filipi.

[Copia certificada tomada de la tableta de bronce situada en el


Capitolio, junto al altar de la familia Julia, en la parte externa, a los pies
(tableta I)]

Este diploma fue encontrado en Tracia; es decir, aunque Hezbenus,


junto con los veteranos de la flota de Misena76 quedaron establecidos en el
año 71 en Pestum (sur de Italia), el citado centurión volvió a su tierra nati-
va, lo cual confirma la cita de Tácito (Anales XIV, 27) en la que indica que
las disposiciones tomadas para repoblar el sur de Italia con veteranos tuvo
pocos efectos, pues éstos se dispersaron por sus provincias natales.
Desde un punto de vista jurídico-censal, el anterior diploma plantea una
serie de cuestiones de interés:

- Se trata de un certificado múltiple, ya que se extiende a dos personas:


el centurión Hezbenus y su hijo Doles. El significado de esta multipli-
cidad debe ser aclarado. En una primera aproximación se podría
suponer que ambos son veteranos de la Armada que han servido vein-
tiséis años, pero el hecho de que se cite conjuntamente al hijo y al
padre hace difícil aceptar esta opinión, salvo que se parta de hipótesis
muy rebuscadas. Es verosímil que el nombre del hijo apareciera úni-
camente para recalcar su ciudadanía, sin implicar que fuera vetera-
no; si bien no es éste el significado literal del certificado transcrito.
- El certificado se emite con la presencia de varios testigos, lo que
indica el gran valor jurídico que se le atribuía.
- La concesión del derecho de casarse con la mujer con la que se con-
viviera, deja traslucir que, en esta época, era frecuente el hecho de
74 Los sapeanos constituían un pueblo tracio.
75 No es frecuente en los diplomas militares la inclusión del nombre de los hijos a los
que se otorga la ciudadanía.
76 LEWIS, N. y REINHOLD, II, p. 484. Los licenciados ese año de la flota de Rávena
fueron establecidos en Panonia.
34 PEDRO CAÑAS NAVARRO

que los soldados convivieran con mujeres a las que la ley concedía
algún tipo de reconocimiento ya que llama "solteros" a los que no
vivieran con ninguna mujer.
- Hezbenus era centurión y por tanto debía tener derecho a casarse an-
tes de licenciarse. El reconocimiento de este derecho en el certificado
indica: bien que su contenido era una fórmula fija, independiente de
empleo del licenciado, bien que los oficiales de la marina no tenían
los mismos derechos quelos oficiales de tierra. Ambas hipótesis pare-
cen igualmente probables.
Certificado con indicación de la estructura del censo de veteranos77

Diploma militaris peregrini

Imp. Caesar Vespasianus Augustus Pontifex Maximus tribunicia


potestate II, imperator VI, pater patriae, cos. III, designatus IIII, vete-
ranis, qui militaverunt in classe Ravenae sub Sex. Lucilio Basso, qui
sena et vicena stipendia aut plura meruerunt et sunt deducti in panno-
niam, quorum nomina subscripta sunt, ipsis liberis posterisque eorum
civitatem dedit et connubium cum uxoribus, quas tunc habuissent, cum
est civitas is data, aut siqui caelibes esset, cum iis quas postea duxis-
sent, dumtaxat singulis singulas.

Nonis aprilibus Caesare Augusti filio Domitiano, Gn. Pedio Casco


cos. Platori Veneti filio, centurioni, Maezeio.
Descriptum et recognitum ex tabula Aenea, quae fixa est Romae in
Capitolio ad aram gentis Iuliae de foras podio sinisteriore
(tabula I, pagina II, loco XXXXIIII)
T. Iuli Rufi Salonitani equitis romani; P. Vibi maximi Epitaurensis
equitis romani; T. Fani Celeris Iadestini decurionis;C. Marci Proculi
Iadestini decurionis; P. Caetenni Clementis Salonitani; P. Luri Modera-
ti Risintinani; Q. Publici Crescentis Iadestini.
Este texto nos permite conocer tanto la estructura completa de los
diplomas militares, como la del censo de veteranos que se encontraba en el
Capitolio. En relación con la primera cuestión aparece ciertamente la tradi-
cional concesión de ciudadanía, también para la mujer que tuviera, o si era
77 Se trata del llamado diploma militar peregrino tomado de la BIA en donde se
encuentra clasificado como DMPer.
ASPECTOS JURÍDICO-CENSALES EN EL EJÉRCITO 35

soltero con la primera con que se casara. La semejanza entre este certifica-
do y el anterior parecen indicar la existencia de algún tipo de fórmula para
su redacción.
Con respecto al registro de veteranos, se puede deducir que su estructu-
ra era la siguiente:

- El Capitolio se encontraba dividido a estos efectos en puntos regis-


trales, como por ejemplo "a la izquierda del altar de la gens Iulia".
- Cada uno de estos puntos registrales contenía tabulae numeradas.
- Cada tabula se descomponía en páginas.
- Cada página se dividía en lugares, que correspondían a un vetera-
no: por ejemplo, el XXXXIIII corresponde a Maezeio.

Con el tiempo se debió extender el registro a otros edificios distintos del


Capitolio, como el templo de Augusto y Minerva78.
Mientras las legiones estuvieron compuestas de ciudadanos romanos,
sus veteranos al licenciarse no recibían diploma militar. Algunas veces fue
preciso, por razones militares, transferir personal de otras unidades; por
ejemplo, de la infantería de marina, que dependía de la Armada, a algunas
legiones. La transferencia solía ser permanente, con lo que al jubilarse los
antiguos marinos en la legión aparecía un problema jurídico, pues no reci-
bían el diploma que les otorgaba la ciudadanía por no otorgarse a los legio-
narios por la razón antedicha. Este problema se solucionaba mediante inter-
vención de la autoridad competente, que mandaba inscribir en el censo de
veteranos a los legionarios ex marinos licenciados; con el tiempo, la situa-
ción de legionarios no ciudadanos se hizo frecuente con lo que la inscrip-
ción dejó de ser una excepción.
A continuación se relaciona la solicitud de inscripción en el censo de
veteranos de los legionarios no ciudadanos79:
78 En la Bibliotheca Iuris Antiquus aparecen otros diplomas militares correspondientes
a pretorianos. En uno de ellos, el más completo -procedente del tiempo de Antonino
Caracalla- tras la tradicional concesión de ciudadanía a los hijos y esposa que tuviera
en el pasado o la primera con la que se casara después del licenciamiento, aparece la
siguiente inscripción relativa al registro de veteranos: Descriptum et recognitum ex
tabula aerea quae fixa est Romae in muro post templum divi Augusti ad Minervam.
Una hipótesis alternativa sería que existieran distintos registros para los diferentes
cuerpos, correspondiendo el Capitolio a la Armada y el templo de Augusto a la guar-
dia pretoriana
79 Se trata del papiro nº 1026 de la Sociedad Italiana de Papiros. Corresponde al año
150 d C.
36 PEDRO CAÑAS NAVARRO

A Villo Cado, legado del emperador con rango de pretor, de veintidós


veteranos de la legión X Fretensis, que comenzaron su servicio militar
en el consulado de Glabrio y Torcuato o de Paulino y Aquilino <125 y
126 dC.>, cuyos nombres se adjuntan.
Ya que nosotros hemos servido, mi señor, en la Flota Pretoriana de
Misena y después hemos sido transferidos a la legión Fretensis gracias
a la indulgencia del divino Adriano, y mantenemos un expediente sin
mancha como buenos soldados por más de veinte años, ahora hemos
llegado a la venturosa edad de ser liberados de nuestros juramentos
militares e instalarnos en Alejandría en la costa de Egipto, pedimos te
dignes a confirmar por escrito que hemos sido licenciados por ti, de
forma que quede claro que hemos sido licenciados (de la legión) y no
de la flota, para que este certificado pueda servirnos como credencial
en caso de necesidad, te damos gracias por siempre por tu amabilidad.

(siguen los nombres de los veintidós veteranos con indicación de la


centuria en la que sirvieron, o al menos en la que se licenciaron80)

Yo Lucio Petronio Saturnino, presento esta petición en mi nombre y de


mis compañeros veteranos. Yo Pomponio lo escribo.
(por otra mano) No es costumbre que los veteranos de las legiones reci-
ban un documento escrito, pero vosotros deseáis que el prefecto de
Egipto sea informado que habéis sido liberados de vuestros juramentos
militares por mí por órdenes del emperador.
Yo os daré tal documento además de vuestra prima de licenciamiento.
Dado en la colonia de Cesarea el 22 de enero en el consulado de
Squilla Alicano y Carmino Veto.

(Copia certificada de una petición puesta con otras en el pórtico de


Junia)

Más adelante debió desaparecer este registro central, siendo reempla-


zado en tiempos de Constantino por registros en las grandes unidades
militares81. En un principio el original del licenciamiento de grupos de
80 La unidad básica de referencia del ejército romano era la centuria, como ahora es la
compañía, siendo la unidad genérica de referencia la legión.
81 LEWIS, y REINHOLD, II, 1990, pp. 491 y ss. En esta obra se cita: AE, 1937, nº 232
que equivale a FIRA, vol I, nº 93 y que viene a corresponder al año 311 dC.
ASPECTOS JURÍDICO-CENSALES EN EL EJÉRCITO 37

soldados permanecía en los archivos de la unidad, emitiéndose copias certi-


ficadas individualizadas a los soldados.

El erario militar

Relacionado con el censo de veteranos se encontraba el erario militar,


destinado a hacer frente a los pagos debidos a los veteranos.
Los soldados romanos, a partir de Mario, solían recibir al licenciarse,
junto con la ciudadanía los que no la tuvieran, un premio consistente bien
en tierras, bien en dinero, bien en ambas cosas. Durante la República esta
"jubilación" no se encontraba reglada, dependiendo de la habilidad política
de cada general la obtención de estos beneficios para sus veteranos82.
Augusto institucionalizó las jubilaciones de los soldados mediante la
creación del erario militar83, consistente en un fondo de pensiones que per-
mitía a la administración imperial hacer frente, de forma sistemática, a sus
obligaciones con los veteranos.
Este fondo de pensiones no se nutría con aportaciones de los soldados,
ni tampoco con aportaciones directas del ejército. Augusto estableció como
fuentes para la dotación del mismo los siguientes impuestos:
- Vicesima hereditatium, impuesto censal del cinco por ciento sobre
las herencias de los ciudadanos.
- Centesima rerum venalium, impuesto del uno por ciento sobre la
venta de mercancías, semejante a los antiguos impuestos de tráfico
de empresas (no se trataba de un IVA).

82 Se encontraban más vinculados con su general que con la República, a la que veían
como algo abstracto y que además les escatimaba lo que habían ganado con su san-
gre. Es generalmente admitido que ésta fue una de las causas de la caída de la Repú-
blica.
83 FERNÁNDEZ DE BUJÁN, A.: Derecho Público Romano, ed,. Civitas, Madrid 1997,
p. 210.
38 PEDRO CAÑAS NAVARRO

El siguiente esquema pone de manifiesto las relaciones entre los dife-


rentes censos que se manifiestan en el erario militar:

Censo de Vicesima
ciudadanos hereditatium

erario Censo de
militar ciudadanos

Centesima rerum
venalium

La Notitia Dignitatum: consideraciones censales y jurídicas84

Un censo general del ejército romano de finales del siglo IV se encuen-


tra recogido en la llamada Notitia Dignitatum, escrita por el primicerius
notarius. Existe una copia incompleta de alrededor del 395 dC. En este
censo las tropas parecen clasificadas de acuerdo con la reforma realizada
durante el Dominado, en tropas fronterizas y ejército de maniobra.
En este censo se relacionan las distintas unidades, bien directamente
bien por referencia al jefe de las mismas. A continuación se transcribe,
como ejemplo, el registro del citado censo militar correspondiente, según
algunos autores85, a parte de la provincia de Britania (la llamada Costa Sajo-
na), no a toda la provincia como parece indicar el título del jefe superior
(dux britanniarum), ya que las ciudades citadas pertenecen en su gran
mayoría a la parte norte de la actual Inglaterra, aproximadamente lo que

84 JONES, II, 1973, p.1449 y ss., citándose las siguientes ediciones de la obra: Böcking,
E. (1839-1853), Bonn ; Seck, O. (1876), Berlín.
85 http://www. 2.elec.qmw.ac.uk/^kelvin/notitia.html. Esta opinión posiblemente no es
correcta. Si bien es cierto que este censo separa la Costa Sajona de Britania, la can-
tidad de unidades censadas parece indicar que se refiere a ambas, tal y como indi-
ca el encabezamiento de "bajo el mando del ilustrísimo duque de la provincia de
Britania".
ASPECTOS JURÍDICO-CENSALES EN EL EJÉRCITO 39

ahora constituye la frontera entre Escocia e Inglaterra. Tampoco aparece


ninguna referencia a la flota que custodiaba el canal de la Mancha y las
aguas norteñas.
La relación de unidades, bajo el mando del ilustrísimo duque de la
provincia de Britania, es la siguiente:

• Prefecto de la Legión VI , York


• Prefecto de la caballería dálmata, Presidium
• Prefecto de la caballería crispiana, Danum
• Prefecto de la caballería acorazada, Morbium
• Prefecto del numerus de barqueros del Tigris, Arbeia
• Prefecto del numerus de los nervios de Dictum, Dictum
• Prefecto del numerus de policía, Concagis
• Prefecto del numerus de exploradores, Lovatris
• Prefecto del numerus de directores, Vertreris
• Prefecto del numerus de defensores, Bravoniacum
• Prefecto del numerus de solenses, Maglona
• Prefecto del numerus de pacenses, Magis
• Prefecto del numerus de longovicani, Longivicium
• Prefecto del numerus de supervenientes de Petuaria, Derventio

A lo largo de la muralla86:

• Tribuno de la 4ª cohorte de lingones, Segedunum


• Tribuno de la 1ª cohorte de cornovii, Pons Aelius
• Prefecto de la 1ª ala de asturianos, Condercum
• Tribuno de la 1ª cohorte de Frixagores, Vindobala
• Prefecto del ala sabiniana, Hunnum
• Prefecto de la 2ª ala de asturianos, Cilurnum
• Tribuno de la 1ª cohorte de bátavos, Procolitia
• Tribuno de la 1ª cohorte de tungrios, Borcovicium
• Tribuno de la 4ª cohorte de galos, Vindolanda
• Tribuno de la 1ª cohorte87 de asturianos, Aesica
• Tribuno de la 2ª cohorte de dálmatas, Magnis
• Tribuno de la 2ª cohorte de los dacios de Adriano, (C)Amboglana

86 Se refiere a la muralla de Adriano que separaba la provincia de Britania de las tierras


de los pictos
87 Se encuentra rectificado a 2ª.
40 PEDRO CAÑAS NAVARRO

• Prefecto del ala petriana, Petriana


•?
• Prefecto del numerus de moros de Aureliano, Aballaba
• Tribuno de la 2ª cohorte de lingones, Concavata
• Tribuno de la 1ª cohorte de hispanos, Axelodunum
• Tribuno de la 2ª cohorte de tracios, Gabrosentum
• Tribuno de la 1ª cohorte aelia classica88, Tunnocelum
• Tribuno de la 1ª cohorte de los morini, Glannibanta
• Tribuno de la 3ª cohorte de los nervios, Aliona
• Cuneus de sármatas, Brementeracum
• Prefecto de la 1ª ala herculea, Olenacum
• Tribuno de la 6ª cohorte de nervios, Virosidum

En principio todas estas tropas debieran de considerarse fronterizas, ya


que al encontrarse en una isla era problemático su empleo como ejército de
maniobra; sin embargo, en el listado de efectivos aparecen algunos indicios
de que no se trataba de tropas fronterizas puras sino que tenían algún carác-
ter de ejército de maniobra. En efecto, nótese el número apreciable de tro-
pas de caballería, propias del ejército de maniobra, incluyendo caballería
acorazada89, la elite de las fuerzas tardorromanas y bizantinas.
Es curioso destacar el gran número de unidades que hacen referencia a
españoles (hispanos, asturianos), señal de que, en algún momento de la
historia del ejército romano, las provincias españolas fueron una de las prin-
cipales fuentes de reclutamiento, en especial la zona donde residían los
astures.
La enumeración anterior está realizada en función de los cargos de los
jefes de las unidades; en otras partes de la Notitia la técnica censal es dife-
rente, ya que se citan las unidades directamente, así al listar las fuerzas de
la provincia de Valeria (Notitia dignitatum, Occ. 33, Valeria90), se citan:

88 ¿Se trataría de marineros procedentes de la flota, quizá de la infantería de marina,


que por necesidades pasaron a actuar como infantería normal?
89 Se trata de los catafracti, hombres acorazados montados sobre caballos acorazados.
Se corresponden, aproximadamente, a la imagen que se tiene vulgarmente de los
caballeros medievales. Lo componían jinetes muy entrenados, caballos de gran fuerza
y potencia, que no se encontraban en muchas partes del Imperio, y corazas, tanto para
el hombre como para el caballo, de gran coste. Recuérdese que en la Edad Media
sólo los nobles podían permitirse el lujo de combatir así equipados.
90 http://www.shakti.trincoll.edu/^helton/warfare/milmisc.html
ASPECTOS JURÍDICO-CENSALES EN EL EJÉRCITO 41

• Equites Sagittarii, Intercisa


• Equites Dalmatae, Adnamantia

De acuerdo con este censo, las unidades grandes frecuentemente se


encontraban dispersas en varias localizaciones, como por ejemplo la Legio
II Adiutrix que guarnecía la citada provincia de Valeria:

• Prefecto de la Legio II Adiutrix, cinco cohortes, la mayor parte en


Brigetio
• Prefecto de la Legio II Adiutrix, cinco cohortes, la mayor parte en
Alisca
• Prefecto de la Legio II Adiutrix, la mayor parte en Florentia
• Prefecto de la Legio II Adiutrix, la mayor parte en Aquincum
• Prefecto de la Legio II Adiutrix, en un fuerte frente a Tautantus
• Prefecto de la Legio II Adiutrix, Cirpi
• Prefecto de la Legio II Adiutrix, Lussonio

Un censo de este tipo constituye la representación de la población


censada, en este caso el ejército, en un tiempo determinado. Ahora bien, los
medios censales de la época no permitían esta perfección, por lo que era
necesario realizar algunas menciones a la situación anterior de ciertas
unidades. Así, en algunos casos, se indicaba que había habido un cambio en
el lugar de acantonamiento de la misma, por ejemplo, en esta misma
provincia de Valeria:

• Cuneus Equitum Constantianorum, Lussonio, ahora en Intercisa


• Cuneus Equitum Stablesianorum, Ripa Alta, ahora en Condracuha

Así pues, la estructura del censo general del ejército romano es la


siguiente:

- Indicación, en su caso, de la diócesis


- Indicación de la provincia (frecuentemente por el jefe militar de la
misma)
- Indicación del lugar de destino (una unidad grande puede tener
varios, a veces se indica el destino antiguo y el moderno)

Las unidades consideradas en este censo son distintas según se trate de


cada una de las dos partes del ejército. Para las tropas del ejército de
42 PEDRO CAÑAS NAVARRO

maniobra, las vexillationes y las legiones, si bien estas últimas unidades no


tienen mucho que ver, en lo que a efectivos se refiere91, con la tradicional
legión republicana o altoimperial ni con los actuales regimientos.

El censo del ejército romano de maniobra y fronterizo, en Oriente y


Occidente, es el que sigue:

EJÉRCITO DE MANIOBRA
Oriental
Tipo de unidad Nº por efectivos medios Total
Vexillatione palatinae 14 x 500 7.000
Vexillatione comitatensis 29 x 500 14.500
Legiones palatinae 13 x 1.000 13.000
Auxilia palatina 43 x 500 21.500
Legiones comitatensis 38 x 1.000 38.000
Pseudocomitatensis 20 x 500 10.000

Subtotal Oriental 104.000

Occidental
Tipo de unidad Nº por efectivos medios Total
Vexillatione palatinae 10 x 500 5.000
Vexillatione comitatensis 34 x 500 7.000
Legiones palatinae 12 x 1.000 12.000
Auxilia palatina 64 x 500 32.000
Legiones comitatensis 33 x 1.000 33.000
Pseudocomitatensis 28 x 500 14.000

Subtotal Occidental 113.000

91 Ni, por supuesto, en cuanto a su composición por ciudadanos voluntariamente alis-


tados. Sus efectivos serían preponderantemente reclutas forzosos y mercenarios
bárbaros.
ASPECTOS JURÍDICO-CENSALES EN EL EJÉRCITO 43

TROPAS FRONTERIZAS

Oriental
Provincia Legiones Otras unidades Total
por 3.00092 por 50093

Libia 2? 20? 16.000?


Egipto 2+295 27 21.500
Tebaida94 2+296 3597 26.000
Palestina 1 2998 18.500
Arabia 2 1999 17.000
Fenicia 2 24 18.000
Siria 1 16 11.000
Osroene 2 17 14.500
Mesopotamia 2 15 13.500
Armenia 3 23100 22.000
Isauria 2 ---- 6.000
Escitia 2 16 14.000
Mesia I 2 23 17.500
Mesia II 2 21 16.500
Dacia 2 20 16.000

Subtotal Oriental 248.000

92 Se trata de valores medios, por lo demás es prácticamente imposible realizar un


censo con otro tipo de valores pues los efectivos estarían modificándose continua-
mente. Estos valores se debían relacionar con los suministros y pagas.
93 Entre estas unidades se encontraban cohors, alae y numerum.
94 Tebaida aparece en este censo como una provincia independiente, por lo menos en lo

que a su situación militar se refiere.


95 La V Macedónica y la XIII Gémina tenían unos efectivos de sólo mil hombres cada

una.
96 Las I y II Valentiniana tenían asímismo unos efectivos de mil hombres cada una.
97 Incluye una unidad de mil hombres, la nº 35.
98 Incluye dos alae miliariae, las nº 32 y 36.
99 Incluye dos alae miliariae, las nº 25 y 28 y una cohors miliaria, la nº 31.
100 Incluye tres cohors miliariae, las nº 27, 29 y 30.
44 PEDRO CAÑAS NAVARRO

Occidental

Provincia Legiones por 3.000 Otras unidades Total


por 500
Bretaña 1 36 21.000
Costa Sajona 1 8 7.000
España 1 5 5.500
Tingitana --- 8 4.000
Tripolitana 1 1 3.500
Panonia I 4 25 24.500
Panonia II 2 33 22.500
Valeria 2 34 23.000
Retia 1 16 11.000
Secuania --- 1 500
Moguntiacum 1 10 8.000
Belgica --- 3 1.500
Armórica 1 9 7.500
Otras --- 12 6.000

Subtotal Occidental 135.000101

TOTAL GENERAL EJÉRCITO ROMANO 600.000

A estas cifras sería preciso añadir los efectivos de la marina y de la poli-


cía municipal (no despreciable en cuanto a su número en las grandes ciu-
dades) no contemplados en este documento. El número es ciertamente
impresionante y no parece de acuerdo con los hechos históricos que ocu-
rrieron en Europa poco después de la realización de este censo.
Las principales observaciones que pueden plantearse a las citadas
cantidades censales son las siguientes:

- En primer lugar, se debe estudiar la cuestión de si las cifras


censadas eran reales o no, ya que es muy posible que las unidades
101 Este es el resultado de deducir del total bruto de ciento cuarenta y cinco mil hom-
bres, que se obtiene al sumar las distintas rúbricas, los efectivos de veinte unidades
de quinientos hombres que se encuentran repetidas.
ASPECTOS JURÍDICO-CENSALES EN EL EJÉRCITO 45

se encontraran muy incompletas102, de forma que los funcionarios


encargados de su paga y aprovisionamiento se enriquecieran con
las plazas inexistentes.
- La hipótesis anterior, llevada al límite, supondría que el listado de
cargos no llevaba implícito un conjunto de unidades y que por tanto
la Notitia, al menos parcialmente, no era realmente un censo del
ejército sino una relación de empleos militares o civiles.
- La primera observación lleva al planteamiento de si existió jurídica-
mente algún tipo de intervención sobre el número de personas que
recibían paga y suministros del Imperio en calidad de soldados. No
parece que con carácter sistemático existiera ese tipo de control de
efectivos, sino únicamente el realizado por los jefes militares de las
unidades.
- Otra cuestión que debe plantearse con relación a la Notitia es si to-
dos los efectivos reflejados en la misma eran soldados reales o úni-
camente soldados desde el punto de vista jurídico. Es posible que
muchos de los militares, censados como tales en el ejército, fueran
simples campesinos de los territorios fronterizos, incapaces de rea-
lizar alguna acción militar que mereciera tal nombre.
- No se conoce si los datos contenidos en la Notitia se emplearon en
la realización del presupuesto de gastos del ejército; de ser así, se
trata de plazas inexistentes o de no soldados (campesinos). Era
preciso obtener recursos financieros para realizar los pagos como
si se tratara de auténticos militares.
- Una cuestión a considerar era si los grupos bárbaros que servían
al ejército romano, a las órdenes de sus caudillos tribales,
se encuentran comprendidos en el censo anterior; cosa verosímil,
ya que caso de no ser así, su número, ya crecido, aumentaría
apreciablemente.

Aspectos jurídico-censales del pago a las tropas durante el Dominado

Un ejército de la magnitud del que disponía el Imperio en la época del


Dominado, hizo necesario el desarrollo de determinadas instituciones jurí-
dicas vinculadas a los censos, instituciones que estaban llamadas a subsis-
tir en el Imperio Romano de Oriente hasta bien entrada la Edad Media.

102 HOMO, L.: El Imperio Romano, ed. Espasa Calpe, Madrid, 1980; IDEM:
Instituciones políticas romanas, ed. Cervantes, Barcelona,1928.
46 PEDRO CAÑAS NAVARRO

Como se ha indicado, el ejército de tierra romano se encontraba


dividido en dos: ejército de campaña (comitatenses) y ejército fronterizo
(limitanei), de composición y funciones muy diferentes. Estos dos ejércitos
no tenían ni los mismos jefes, ni los mismos sueldos; existiendo una cierta
animosidad entre los componentes de los mismos, como indica Theofilacto
en su Historia103.
El ejército de campaña era pagado por el gobierno imperial104 a partir del
sistema impositivo general, de forma similar a como lo había sido durante el
Principado y como lo sería por mucho tiempo en el Imperio de Oriente105,
como se deduce del Strategikon del emperador Mauricio. El pago a los limi-
tanei tuvo unas características jurídicas realmente muy distintas106.
En primer lugar, es preciso clasificar a los limitanei, no a efectos mili-
tares sino a efectos del pago, en dos clases:

a) Los que se encontraban estacionados en las ciudades


b) Los que se encontraban acuartelados en el campo

El pago de los militares que se encontraban de guarnición en las ciuda-


des corría a cargo de las mismas, en última instancia a cargo de los que se
encontraran censados como decuriones de estas ciudades. La idea que sub-
yace en esta forma de pago, parte de un concepto profundamente "moder-
no" que no desagradaría a los friedmanianos y demás ultraliberales actua-
les: ya que las ciudades se benefician de la permanencia del ejército en
ellas, tanto porque se encuentran más protegidas como porque una gran
parte de las pagas de oficiales y tropa se traduce en un gasto a realizar en
la ciudad, es justo que sean ellas las que paguen su mantenimiento.
Este razonamiento se encuentra en la línea de los planteamientos más avan-

103 VALLET, F. y KAZANSKI, M.(eds): L´armée romaine et les barbares: du IIIe au


VII siècle, AFAM, Rouen 1993.
104 Amiano Marcelino, en su historia, cita el transporte de dinero en el año 365-366
por Venusto para el pago de las tropas.
105 Como prueba de que a los ejércitos de maniobra les pagaba la administración
imperial, se puede citar que, en 588, el emperador Mauricio ordenó a un alto funcio-
nario llamado Prisco rebajar las pagas de las tropas en un veinticinco porciento. Véase
sobre esta cuestión la nota siguiente.
106 DURLATI, Jean: L´armée romaine et les barbares: du IIIe au VII siècle, F. Vallet y
M. Kazanski (eds), p. 31 y ss, AFAM, Rouen 1993.
ASPECTOS JURÍDICO-CENSALES EN EL EJÉRCITO 47

zados de la Hacienda Pública107.


La paga a los limitanei, y también a los militares del ejército de campa-
ña, se realizaba en forma mixta; es decir, parte en dinero y parte en especie.
Para la determinación de las cuotas que cada ciudad debía entregar, tanto de
dinero como de bienes, se partía del censo de la misma.
Existe un texto, en griego, en el que se recoge el presupuesto108 de la ciu-
dad de Anteópolis, en Egipto, en un año próximo al 540, en el que aparece:

Presupuesto de Anteópolis

...para los soldados del "bis electi Iustiniani", en especie durante 12


meses...27.740 libras de carne, 15.000 modios de cebada...

Este texto podría ciertamente referirse a entregas tanto para los limita-
nei de la ciudad como a las tropas del ejército de maniobra del emperador,
si bien la mención de "libras de carne" no abona la segunda hipótesis, pues
su transporte a la frontera persa, a Italia o a España, donde se desplegaba el
ejército de maniobra, hubiera supuesto previsiblemente su inutilidad para el
consumo, salvo que por carne se entendiera animales vivos.
Asímismo, existe un texto en el Liber Pontificalis de Roma del año 639
en el que se indica que el dinero para pagar a las tropas romanas que guar-
necían la ciudad se encontraba depositado junto al tesoro de la Iglesia109.
Con relación a los limitanei desplegados en las zonas rurales -que eran
la mayoría de este tipo de tropas, ya que en las fronteras no hubo nunca
grandes ciudades y menos en la época a que nos referimos-, el hecho impor-
tante que hay que considerar es que su paga corría a cargo de los posseso-
res censados en la comarca en que se encontraba desplegada la unidad, sien-
do la cuota que tenían que abonar, en dinero o en especie, proporcional a las
unidades fiscales (domus, fundus, villa, ktema) registradas en su censo. Las
razones que justifican esta carga son parcialmente análogas a las citadas en
el caso de las ciudades.

107 En cualquier caso no se trata en modo alguno de una "privatización" del ejército.
Son las autoridades militares imperiales las que deciden en qué ciudades se
acantonan las unidades y qué efectivos tienen éstas.
108 DURLATI, Jean: L´armée romaine et les barbares: du IIIe au VII siècle, F. Vallet y
M. Kazanski, (eds.), AFAM, Rouen 1993.
109 Tropas que dependían del mando militar de Rávena en donde se concentraba la
administración imperial de Italia en esta época.
48 PEDRO CAÑAS NAVARRO

El procedimiento para el pago a las tropas, era complejo ya que se evita-


ba siempre que fuera posible el pago directo del possesor a la unidad militar.
Este procedimiento comprendía las siguientes etapas, estructuradas en
dos sub-procedimientos: uno de cobro al possesor y otro propiamente de
pago a las tropas.
A continuación se detallan las sucesivas fases de los mismos:

Subprocedimiento de cobro

- En primer lugar, unos funcionarios denominados opinatores re-


claman a los possesores el dinero, o los bienes necesarios para pagar a
las tropas acantonadas en la comarca, en función de las unidades cen-
sales del possesor.
- Si los possesores entregan el dinero solicitado, se termina el proce-
dimiento de cobro. En el supuesto de que el possesor se niegue a pa-
gar, el opinator recurre a un magistrado especial, encargado de di-
lucidar estas causas, denominado exactor.
- Si el exactor falla en contra del possesor, éste se encuentra obligado
a pagar; de no hacerlo así, el exactor denuncia el caso al gobernador
de la provincia, que adelanta el pago, en dinero y especie, y luego con-
fisca al possesor los bienes necesarios para compensar el adelanto y
las diferentes costas en que ha incurrido.

Subprocedimiento de pago

- La autoridad entrega al jefe de la unidad la cantidad de dinero nece-


sario para el pago a los hombres a su mando y para sufragar los gas-
tos en que se incurra.
- El jefe de la unidad procede al pago, directo o indirecto, a los hom-
bres bajo su mando.

La razón de evitar el pago directo, de los possesores a los soldados, está


clara, dado que la mayoría de los soldados no eran romanos sino bárbaros. El
hecho de recibir el sueldo de una persona es fácil que tendiera a crear un cier-
to lazo de dependencia con esa persona, máxime si además era de su tribu o
de otra tribu germánica, y no con el Imperio. Dado que esta separación no se
pudo mantener, en un determinado momento se produjo el paso de soldados
imperiales a mesnadas del señor. Esto explica, en parte, la volatilización, sin
perder ninguna batalla, del ejército de Occidente que, sobre el papel, dispo-
nía en sus últimos tiempos de alrededor de trescientos mil hombres.
ASPECTOS JURÍDICO-CENSALES EN EL EJÉRCITO 49

Un caso particular relacionado con esta cuestión es el del ejército que guar-
necía Armórica, a finales del siglo V. Se trataba de un ejército de cierta enti-
dad, compuesto de romanos de la Galia y mercenarios bárbaros, establecido en
buenas fortificaciones. Constantemente declararon su obediencia al empera-
dor, a pesar de que sus comunicaciones con territorios imperiales fueran pro-
blemáticas. Únicamente cuando el emperador Anastasio reconoció a Clovis,
rey de los francos, como cónsul de Occidente en el 510, el ejército romano de
Armórica, con sus insignias y oficiales, se unió al ejército franco110.

Registros de unidades en el ejército del Imperio Romano de Oriente

El Ejército del Imperio Romano de Oriente111 de los siglos VI y VII se


organizó de acuerdo con el modelo del ejército del Dominado, adquiriendo
suma importancia los contingentes de mercenarios que servían en el mismo.
Desde el punto de vista censal el aspecto más importante es la existen-
cia de una serie de registros de personal por unidades. Estos registros tenían
asignados unas cantidades de dinero para salarios, pero no de forma nomi-
nativa, sino por clases112; es decir, una unidad de caballería podía tener para
el empleo de soldado: diez de clase A con un sueldo, veinte de clase B con
otro sueldo y cincuenta de clase C con otro diferente. Los recién ingresados
lo hacían en la clase C y con el tiempo, conforme iban quedando vacantes
en la B por muerte, retiro o ascenso113, pasaban a esta clase y de la misma
forma a la A, según Procopio de Cesarea114. Justiniano congeló estos ascen-
sos de clase para economizar.

110 GIBBON, I, 1952, pp. 616 y ss.


111 Realmente se trata del ejército romano sin apelativos, pues al no existir en el oeste
ningún emperador legítimo y enviar Odoacro al emperador Zenón las insignias del
Imperio de Occidente, ha dejado de existir la separación entre Oriente y Occidente.
De hecho cuando sean liberadas provincias correspondientes a la parte oeste del
Imperio no se recreará una estructura administrativa especial para las mismas.
112 Por clases se pretende indicar tipos de salarios dentro del mismo empleo militar. Se
trata de un concepto semejante al de los escalones retributivos de los funcionarios
de la Unión Europea.
113 Ascenso de clase o de empleo.
114 Esta información, como otras de este autor, proviene de su Historia Secreta. Libro
relativamente difícil de obtener, en el que se refleja la vida en el Imperio romano
de tiempos de Justiniano de forma nada halagüeña, llegándose a plantear si Justi-
niano y su esposa Teodora (de la que cuenta relatos pornográficos) eran demonios
en forma humana. En cualquier caso su información sobre la ruina del Imperio y la
50 PEDRO CAÑAS NAVARRO

El conjunto de estas listas y su ocupación constituía un censo bastante


preciso del ejército bizantino.
Existen algunas cifras sobre el ejército de maniobra que participó en las
campañas de liberación de Occidente, cifras que sorprenden por su corto
número habida cuenta de los éxitos que lograron.

El ejército que desembarca en África en el 534 está formado por115:

- cuatrocientos catafracti, guardias de Belisario


- seiscientos mercenarios hunos
- cinco mil jinetes
- diez mil infantes
- veinte mil marineros e infantes de marina
- dos mil marineros y combatientes de Constantinopla

Una vez asegurada esta provincia, Belisario organizó rápidamente a los


limitanei, si bien no se conoce un censo de estas fuerzas116.
También es conocido el censo del ejército de maniobra con que
este gran general desembarcó en Italia, siendo su número todavía más sor-
prendente:

- cuatrocientos catafracti, guardias de Belisario


- doscientos mercenarios hunos
- trescientos moros
- cuatro mil confederados
- tres mil isaurios

Dentro de la época estudiada en este artículo, el último gran ejército


romano de maniobra que se reunió fue el de Heraclio en el 627, que se
enfrentó, y venció, al ejército persa con unos efectivos de setenta mil hom-
bres entre romanos y mercenarios117.

desmoralización del ejército es opinión apoyada por la brevedad de la reconquista


efectuada en las provincias occidentales. Esta obra traducida al inglés por Richart
Atwater se puede conseguir en htp:/www.cs.cmu.edu/books.html
115 GIBBON, II, 1952, pp. 1-30.
116 Ibidem, p. 10.
117 Ibidem, p. 131.
ASPECTOS JURÍDICO-CENSALES EN EL EJÉRCITO 51
52 PEDRO CAÑAS NAVARRO
ASPECTOS JURÍDICO-CENSALES EN EL EJÉRCITO 53
54 PEDRO CAÑAS NAVARRO
LA GUARDIA MORISCA: UN CUERPO DESCONOCIDO
DEL EJÉRCITO MEDIEVAL ESPAÑOL*

Ana ECHEVARRÍA ARSUAGA


Doctora en Historia Medieval
U.N.E.D., Madrid

A existencia de una guardia morisca entre las tropas de los reyes cas-

L tellanos del siglo XV enriquece nuestros conocimientos sobre la uti-


lización de tropas musulmanas procedentes del Norte de África o de
al-Andalus por parte de los reinos cristianos en distintos periodos de la His-
toria de España. Se trata de un grupo de caballeros musulmanes que, por
diversas circunstancias, se pusieron a las órdenes de los reyes castellanos
Juan II (1406-1454) y Enrique IV (1454-1474) en una fase avanzada de la
ofensiva contra el reino de Granada. Parece claro que ninguno de ellos fue
"forzado" a convertirse, aunque el hecho es que, dentro del cuerpo de guar-
dia personal del rey que conformaban, casi todos los que quedaron como
guardas permanentes lo hicieron con un nombre cristiano.
Brevemente, repasemos las fuentes que nos permiten emprender este
trabajo. A los documentos económicos procedentes de las cancillerías cas-
tellanas, concretamente la relación de los pagos a caballeros de la guardia
morisca de los reyes Juan II y Enrique IV de Castilla, conservados
actualmente en el Archivo General de Simancas1 , hay que añadir el libro de

* Este trabajo ha sido realizado dentro del proyecto "Implicaciones sociales y políticas de
la conversión en la Castilla del siglo XV", financiado por la Comunidad de Madrid.
1 AGS, Sección Escribanía Mayor de Rentas, Quitaciones de Corte, legajos 1 a 4, que

son los que corresponden a la época que nos ocupa en general. Además, puede
56 ANA ECHEVARRIA ARSUAGA

cuentas del alcabalero mayor de Sevilla, Pedro Ortiz, de 1420, conservados


en la Biblioteca Colombina de Sevilla2 ; otro libro de cuentas de Juan de
Tordesillas3, camarero mayor de Enrique IV, para 1462 y, finalmente, las
referencias de las distintas crónicas de la época4 que, aunque escasas, exis-
ten. Nos encontramos ante un grupo coherente de personas con un oficio
que podríamos considerar de elite dentro de aquellos a que nos tienen acos-
tumbrados los mudéjares y moriscos del siglo XV, cercanos además al cen-
tro de poder que es la corte, y posiblemente con un cierto grado de influen-
cia, fundada en su condición de conversos.
Si tuviéramos que definir brevemente los reinados de estos dos monar-
cas, deberíamos hablar de la desintegración del poder real, debilitado por
una larga minoría con varios corregentes, después por los enfrentamientos
entre los propios miembros de la familia real (los famosos infantes de Ara-
gón Juan, Enrique y Pedro) y su primo el rey Juan II, unos años de transi-
ción que ocupan la primera parte del reinado de Enrique IV y, finalmente,
la eclosión de la oposición nobiliaria utilizando a los infantes Alfonso e Isa-
bel para enfrentarse a la nueva clase de funcionarios que el rey intentaba
formar a su alrededor para el mejor control del reino. En un panorama tan
enrarecido, es sumamente interesante que padre e hijo recurran a los servi-
cios de una guardia compuesta por musulmanes y moriscos, a la vez que la
guerra de Granada está casi detenida, y las relaciones con el reino nazarí se
caracterizan por las treguas renovadas cada pocos años.

encontrarse algún documento suelto relativo a las mismas personas en algunas otras sec-
ciones del archivo, como Mercedes y Privilegios o Patronato Real.
2 VILAPLANA, A.M.: "Un ajuste de cuentas del alcabalero mayor de Sevilla Pedro Ortiz

(1420)", Historia, Instituciones, Documentos 1 (1974), pp. 419-501.


3 LADERO QUESADA, M.A.: "1462: Un año en la vida de Enrique IV, rey de Castilla",

En la España medieval 14 (1991), pp. 237-274.


4 CARRILLO DE HUETE, P:: Crónica del Halconero de Juan II (ed. J. de M. Carriazo),

Madrid, 1946; BARRIENTOS, L.: Refundición de la Crónica del Halconero (ed. J. de


M. Carriazo). Madrid, 1946; Crónica anónima de Enrique IV de Castilla 1454-1474
(Crónica castellana) (ed. M.P. Sánchez Parra), 2 vols., Madrid, 1991; ENRÍQUEZ DEL
CASTILLO, D.: Crónica de Enrique IV (ed. A. Sánchez Martín), Valladolid, 1994;
GALÍNDEZ DE CARVAJAL, L.: Crónica del serenísimo príncipe don Juan, segundo
Rey deste nombre en Castilla y León, escrita por el noble e muy prudente caballero Fer-
nán Pérez de Guzmán, Madrid, 1953; GARCÍA DE SANTA MARÍA, A.: Crónica de
Juan II de Castilla (ed. J. de M. Carriazo), Madrid, 1982; Hechos del Condestable don
Miguel Lucas de Iranzo (ed. J. de M. Carriazo). Madrid, 1953; PALENCIA, A. de: Cró-
nica de Enrique IV (ed. A. Paz y Meliá) Madrid, 1973-75; VALERA, D. de: Memorial
de diversas hazañas (ed. J. de M. Carriazo). Madrid, 1941.
LA GUARDIA MORISCA 57

La guardia personal de los reyes de Castilla durante el siglo XV parti-


cipa de las características de dos diferentes sistemas de organización de este
tipo de cuerpo del ejército, directamente vinculado al monarca. Estos siste-
mas eran propios de cada una de las áreas culturales con las que la monar-
quía hispánica mantenía estrechos contactos: el Islam mediterráneo y las
monarquías cristianas europeas. A lo largo de este artículo intentaremos
describir de qué manera podría inscribirse la guardia morisca dentro de cada
uno de los sistemas y, más adelante, analizaremos el papel que les corres-
pondió desempeñar en la vida política y social de la Castilla del momento
desde esta posición ambivalente.
La evolución de un ejército real o estatal propiamente dicho, dotado de
una cierta estabilidad y diferente de las mesnadas vasalláticas, es un fenó-
meno relativamente tardío y normalmente relacionado con el nacimiento del
Estado moderno en Europa. En este contexto, la guardia morisca se nos
presenta como un elemento más del ejército bajomedieval tal como fue
definido por Contamine5 , desempeñando el papel de la caballería ligera.
Esta preocupación por hacerse con una caballería ligera era común a otros
ejércitos europeos a lo largo del siglo XIV y, sobre todo, del XV. Pero fue
en la zona mediterránea y en la frontera oriental con el Islam donde la caba-
llería ligera era especialmente necesaria, y donde más se desarrolló. Aparte
del caso castellano son conocidos los caballeros húngaros y los estradiotes
venecianos. Estos últimos parecen reproducir bastante bien la estructura de
las guardias de tierras del Islam, a juzgar por la descripción que hizo de
ellos el embajador francés Phillippe de Commynes6 :

Los estradiotes son gentes de armas parecida a los jinetes, vestidos


como los turcos tanto a pie como a caballo, a excepción de la cabeza,
en la que no llevan la tela que éstos llaman toliban; y son gente muy
dura, y ellos y sus caballos duermen durante todo el año al aire libre.
Y todos eran griegos y procedían de los lugares que poseían los vene-
cianos, unos de Nápoles, de Romania, de Morea, otros de Albania, de
la zona de Durazzo; y todos sus caballos son buenos, y se trata de
caballos turcos.

Al parecer, iban armados con un escudo pequeño y media lanza. Una


vez más, aparece el vestido como distintivo de estas tropas, aunque esta vez

5 CONTAMINE, Ph.: La guerra en la Edad Media, Barcelona 1984, pp. 162-175.


6 COMMYNES, Phillippe de: Mémoires (ed. J. Calmette), París 1924, III, pp. 163-164.
58 ANA ECHEVARRIA ARSUAGA

no se trate de musulmanes propiamente dichos sino probablemente de cris-


tianos ortodoxos.
Los orígenes del ejército real en Castilla son oscuros. Sólo existían tres
capitanías de cien lanzas cada una para la protección de la corte en 1406,
cuando murió Enrique III. Sólo se elevaron a mil lanzas en 1420. Las Cor-
tes protestaron por ello y, en 1429, con el triunfo de don Álvaro de Luna
sobre la influencia de los infantes de Aragón, se volvió a la cifra de tres-
cientos, atribuyéndose el exceso de hombres a esas necesidades políticas
coyunturales. Al tratarse de "hombres de armas", hay que multiplicar la
cantidad por tres para estimar el total de personas implicadas en este peque-
ño ejército real fijo, que se incrementó de nuevo en los siguientes decenios
por la misma evolución de la política castellana y por la moda impuesta en
Francia7. Es difícil estimar si podemos considerar estos cuerpos del ejérci-
to como verdaderamente permanentes, pero su evolución a lo largo del
siglo permite pensar que así fue.
Por otra parte, es verdaderamente interesante constatar que la tendencia
generalizada en Europa a mantener guardias personales permanentes apare-
ce también en Castilla. Según Contamine, en estas fechas, muchos prínci-
pes solían rodearse, para mayor seguridad de su persona, de una o varias
fuerzas de elite, las cuales, tanto por el cuidado en la elección de las mon-
turas, el lujo de su armamento y de sus uniformes (la librea), estaban tam-
bién destinadas a la exaltación de la magnificencia de su señor8. Este pro-
ceso puede seguirse en las disposiciones de los monarcas castellanos a
partir de Alfonso XI, aunque las turbulencias de los reinados posteriores
hagan difícil trazar una línea continua. En general, podemos decir que
durante el siglo XV, la guardia personal del monarca estaba formada por
distintos cuerpos: los Monteros de Espinosa (cuarenta y ocho desde tiem-
pos de Alfonso XI); los ballesteros y monteros de a caballo o de a pie, desde
Enrique IV (sólo unas decenas); los ballesteros de maza que guardaban la
cámara del rey; la guardia de jóvenes nobles que acompañaba al monarca,
y la guardia morisca. Sus funciones militares consistían en la escolta y pro-
tección del rey y de su cámara, aunque podían desempeñar otras misiones
especiales, como la protección de aljamas judías, percibiendo otra cantidad

7 LADERO QUESADA, M. A.: "La organización militar de la corona de Castilla duran-


te los siglos XIV y XV", en La incorporación de Granada a la corona de Castilla,
p. 223.
8 CONTAMINE, 1984, p. 207.
LA GUARDIA MORISCA 59

aparte9 . De hecho, todos estos cuerpos parecen responder a la definición


que Ladero Quesada da de las guardas reales: el rey podía acudir a las guar-
das reales sin necesidad de la mediación de nobles o municipios, lo que le
permitía mayor capacidad de acción. Con una parte de los ingresos ordi-
narios de la corona podía mantenerse un cuerpo de hombres de armas y de
jinetes que acompañaban al rey casi siempre en la corte a cambio de un
sueldo. Junto a estas guardias reales aparecerán en el siglo XV algunos
hombres dotados de armas nuevas (espingarderos, artilleros)10.
La existencia paralela de cada vez más cuerpos de guardia personal del
rey durante el reinado de Enrique IV puede considerarse como un indicio de
los orígenes de un ejército real permanente ya a mediados del siglo XV. A
pesar de las opiniones contrarias a tomar como precedente la existencia de
los Monteros de Espinosa, guarda personal del rey, o la mesnada real que
sostuvieron muchos monarcas, que ni siquiera estaba necesariamente en la
corte pues en realidad la formaban "todos los vasallos del rey"11 , habría que
volver a examinar detenidamente la evidencia respecto a estas guardias
antes de emitir una opinión definitiva. Parece que después de la Sentencia
de Medina del Campo (1465), y por tanto en vísperas de la guerra civil, y
ante la presión nobiliaria, ese pequeño núcleo de ejército real permanente,
que había llegado a ser de unos tres mil hombres, se redujo a unas seiscien-
tas lanzas12.
Uno de los factores que habría que poner en relación con esta forma-
ción de un ejercito personal del rey es el origen geográfico de los caballe-
ros moriscos. En principio, podría asumirse que la guardia morisca es un
"fenómeno de frontera". En el contexto de las luchas y treguas entre Casti-
lla y el reino de Granada, conocemos abundantes casos de renegados en
ambos bandos, que cambian de religión y pasan a ocupar puestos en el ejér-
cito del enemigo conforme los castillos y plazas fronterizas cambian de
manos. Nos encontraríamos entonces ante casos de conversión "utilitaria",
por motivos casi políticos. Esos hombres podían desempeñar funciones de

9 TORRES SANZ, David: La administración central castellana en la Baja Edad Media,


Valladolid, 1982, pp. 277-278. Esta última función correspondía a los Monteros de Espi-
nosa, según las Cortes de Burgos de 1379. Efectivamente, las aljamas judías destinaban
partidas a estos pagos en torno a la época de Semana Santa.
10 LADERO QUESADA, M. A.: "Logística y financiación en la Guerra de Granada", en

La incorporación de Granada a la corona de Castilla, p. 677.


11 LADERO QUESADA, M. A.: "La organización militar de la corona de Castilla…",

p. 198.
12 Memorias de D. Enrique IV, vol. 2, doc. 109.
60 ANA ECHEVARRIA ARSUAGA

guías, alfaqueques o adalides según su preparación previa, y normalmente


solían conducir a la toma de algún castillo por sorpresa13. Sin embargo, lejos
de proceder solamente de los castillos de frontera ocupados por los caste-
llanos a lo largo del siglo XV, el origen de los caballeros moriscos es varia-
do. Puede utilizarse como indicativo el estudio de los topónimos que utili-
zan como apellidos, si bien habría que hacer algunas advertencias previas
en cuanto a la información proporcionada por estos datos:

- Algunos caballeros no usan el topónimo de su lugar de origen, sino


que adoptan el nombre del lugar donde se establecen en el reino de
Castilla una vez convertidos. Por ejemplo, los hijos de un tal Benito
González, atabalero, adoptan este patronímico y no "de Granada",
lugar del que proceden.
- Varios miembros de la misma familia tienen patronímicos diferentes,
que nos llevan a pensar que se establecieron en lugares distintos. Por
ejemplo, un hijo de Juan de Tarifa utiliza el patronímico "de Baena",
mientras que el otro es conocido como Pedro de Soto. En el caso de
un caballero granadino, se bautiza como "de Jerez".
- Algunos apellidos podrían no referirse a ninguna población, como los
ya mencionados Soto o Aguilar, y con seguridad Belvís, que ya ha
pasado a ser el apellido de la familia.
- Finalmente hay un grupo muy numeroso de caballeros de origen
desconocido.

El resultado reflejado en el apéndice es revelador. Es cierto que apare-


cen un Juan de Antequera y su hijo Diego procedentes probablemente de la
ciudad, tomada como es bien sabido en 1410; un Juan de Ximena, castillo
que cambió de manos repetidas veces hasta 1438; un Juan de Tarifa y sus
hijos, castillo que fue capturado en 1438 (en este caso no es indicativo, pues
por el nombre islámico de este personaje sabemos que podía proceder de
otro lugar); Gabriel y Pedro de Baeza, ciudad en manos cristianas desde
1407. Otras plazas mencionadas que cayeron en manos cristianas a princi-
pios del siglo XV serían Jaén (1408), Cambil (1431); Vélez Blanco y Vélez
Rubio, Écija y Guadix (1436); Jimena (1456) y Archidona (1462), etc. Pero
el mayor aporte numérico a la guardia procedía de ciudades castellanas que
eran focos mudéjares de cierta importancia: Valladolid, Madrid, Baeza, etc.

13 GARCÍA DE SANTA MARÍA, 1982, pp. 100, 165-166, 267, 269-337; VALE-
RA, 1941, pp. 6, 9, 26; CARRILLO DE HUETE, 1946, pp. 97, 109.
LA GUARDIA MORISCA 61

Es difícil saber si el Aguilar mencionado es una villa o un apellido, y Cór-


doba es un topónimo utilizado por varios caballeros que en principio no pro-
ceden de allí, pero probablemente fueran vecinos de la ciudad. Finalmente,
un buen número de caballeros procedía directamente del reino de Granada.
Pero en este último caso, los caballeros no permanecieron necesariamente
en la guardia, sino que regresaron al reino granadino cuando la situación
política les fue más favorable, convirtiendo su estancia en la guardia moris-
ca en una situación temporal.
La primera mención de estos caballeros es de 1408-10, fecha en que
cobran sus raciones en Sevilla varios conversos sin que se especifique su
condición de caballeros14. Al bautizarse, se les adjudicarían cuatro mil tres-
cientos veinte maravedíes de ración, y a algunos de ellos se les hacía entre-
ga de varias varas de tela. En principio, sólo se menciona la conversión
como motivo para el pago, pero enseguida se les atribuye el oficio de "caba-
llero morisco", por el que cobraban un salario en forma de ración15, y de ahí
el nombre de raciones moriscas que reciben estos documentos dentro del
conjunto de la administración de la corte. Concretamente, conocemos a tres
caballeros que aparecen sin ningún oficio en 1410, pero que más tarde se
encuentran incluidos en la nómina de caballeros moriscos: Juan de Écija,
Juan Díaz de Salamanca y Gómez Suárez.
Durante el reinado de Enrique IV las incorporaciones a la guardia dejan
de estar relacionadas con el paso de tropas durante las campañas de Anda-
lucía. La aproximación que hemos realizado a la procedencia de los caba-
lleros permite realizar casi a la perfección un mapa de ciudades de realen-
go del reino castellano, por lo que podríamos suponer que se trata de una
política deliberada por parte de la corona -orientada a contar con fuerzas
mudéjares fieles de los dominios reales-, a partir del segundo cuarto de
siglo. La incorporación de caballeros se hace entonces más regular y
comienza la transmisión hereditaria de los puestos. Esta política podría ir
encaminada a la formación de un cuerpo de guardia más estable y, por tanto,
corroboraría la teoría del incipiente ejército real permanente. El que los
caballeros procedan en su inmensa mayoría de ciudades de realengo o con

14 VILAPLANA, Art. cit., pp. 460, 471-472; LÓPEZ DE COCA, J.E.: "Caballeros moris-
cos al servicio de Juan II y Enrique IV, reyes de Castilla", Meridies, 1996, p. 120.
15 SUÁREZ FERNÁNDEZ, L.: "Un libro de asientos de Juan II", Hispania, XVII, 1957, p.

324; TORRES SANZ, 1982, p. 68. La ración es un sueldo que se devenga por oficios liga-
dos al rey, cobrándose en teoría diariamente, tal como aparece recogido en varios de los
documentos. Parece que este tipo de pago se veía como una especie de manutención
diaria del oficial, era una paga por servicios continuos y actuales dentro de la Casa del rey.
62 ANA ECHEVARRIA ARSUAGA

pretensiones de serlo (como es el caso de Baena, que defendía ardiente-


mente su pertenencia al rey frente a la señorialización) puede suponer una
intención regia detrás del reclutamiento de los caballeros. Desgraciadamen-
te, no existe ningún documento que permita probar que los concejos estu-
vieran de alguna manera involucrados a este respecto.

Escalafón y definición de los puestos

"Garçia de Jahen, mi capitan de los cavalleros moros de mi guarda",


"Fernand Alvares de Guadix, adalyd cavallero morisco", "Diego de Xeres,
lonbardero del rey, su cavallero morisco", "Mahomad Alcayel, cavallero
morisco", "Benito Gonçales, atabalero", "Pero Gonçales de Marchena, tron-
peta del conde de Arcos, cavallero morisco", "Iohan Lopes almocaden, que
le llamavan quando moro Aly ben Mahomad",... A juzgar por esta lista, en
la guardia morisca se encontraba el escalafón completo de las tropas reales
de caballería, formando un verdadero cuerpo del ejército real. Cada una de
estas funciones está perfectamente definida, desde la Partida II, XXII, de
Alfonso X hasta los tratadistas del siglo XV como Alonso de Cartagena.
Indudablemente, el capitán de la guardia -sólo conservamos un nombre,
pero debió haber otros anteriormente- era un caballero que gozaba del favor
del rey. La primera mención a García Ramírez de Jaén es de 1456, año en
que aparece ya al frente de trescientos caballeros ("jinetes" según la cróni-
ca) moriscos de Enrique IV, durante la campaña de Granada16. Desconoce-
mos la fecha de su conversión y entrada en la guardia morisca, pero sabe-
mos que procedía de Cambil, desde donde cruzó la frontera para unirse a los
cristianos, y que se le concedió la tenencia del castillo de Pegalajar, impor-
tante fortificación que defendía el paso entre Jaén y el reino de Granada.
Además, tenía una cierta autoridad, probablemente superior a la de los ada-
lides, dentro del plano jurídico. No conservamos testimonios que lo prue-
ben, excepto el hecho de que el mismo personaje se permitiese dar órdenes
al propio escribano de cámara del rey con motivo del pleito de otro caba-
llero, Gonzalo Sánchez: Garsia de Jahen, (...) pedio a mi el dicho escriva-
no que tomase e reçebyese juramento de lo susodicho en forma devida de
derecho, e por virtud del las pregundtase sy sabia (repetido: sy sabia) sy era
fynado (...). E yo el dicho escrivano tome e reçeby juramento en forma devi-
da de derecho sobre la dicha rason de lo susodicho (...) E luego el dicho

16 ENRÍQUEZ DEL CASTILLO, D.: Crónica de Enrique IV, (ed. A. Sánchez Mar-
tín), Valladolid, 1994, p. 150.
LA GUARDIA MORISCA 63

Garsia de Jahen pidio a mi el dicho escribano que gelo diese ansy por tes-
timonio para guarda de su derecho. E yo dile ende este que fue fecho e paso
ansy (...) yo, Pero Rodrigues de Sancta Marta, escrivano de camara del rey
nuestro sennor, e su notario publico en todos los sus regnos e sennorios...
Probablemente estas atribuciones se redujeran al ámbito de la guardia
que quedaba a su cargo, sobre la que tendría la autoridad suprema.
El segundo escalón en importancia sería el de los adalides. Según Torres
Fontes17, la figura del adalid experimentó en sus propias carnes los cambios
estratégicos y tácticos que sufrió la frontera granadina durante el siglo XV:
límites mejor fijados, cabalgadas cada vez más difíciles y mayor especiali-
zación de las tropas de frontera. Si la segunda Partida destacaba como cua-
lidades del adalid la sabiduría, el buen seso (prudencia), el esfuerzo y la
lealtad, definición que utilizaría Alonso de Cartagena18:

Cuatro cosas díxeron los antiguos que deven aver los adalides:
la pimera, sabiduría; la segunda, esfuerço; la tercera, buen seso
natural; la cuarta, lealtad. -E sabidores deven ser para guiar las
huestes e saberlas guardar de los malos pasos e peligros. Otrosí
deven ser sabidores dó han de posar las huestes e las cavalgadas, tan
bien las paladinas como las que fazen ascondidamente, guiándolos a
tales logares do fallen agua e yervas e leña, e do puedan posar todos
de so uno. Otrosí deven saber los logares que son buenos para echar
celadas tan bien de peones como de cavalleros, e de cómo deven en
ellas estar callando e salir dende cuando oviesen menester. Otrosí les
conviene que sepan muy bien la tierra donde han de correr e donde
han de embiar las algaras: y esto por que lo puedan más aina e mejor
fazer, e salir en salvo con lo que robaren. E otrosí cómo sepan poner
las atalayas y escuchas, tan bien las manifiestas corno las otras que
llaman escusanas, e traer barruntes de sus enemigos e para aver
siempre sabidurías dellos; e cuando desta guisa non lo pudiesen
saber, dévense trabaiar por aver alguno dellos de aquel logar a quien
quisieren fazer guerra, por que por ellos puedan saber ciertamente
cómo están los enemigos y en qué manera los deven ellos guerrear.E
una de las cosas que mucho deven catar es que sepan qué vianda han
de levar los que fueren en las huestes y en las cavalgadas, e para
17 TORRES FONTES, J.: "El adalid en la frontera de Granada", Anuario de Estudios
Medievales, 15 (1985), pp. 345-366.
18 CARTAGENA, Alonso de: Doctrinal de los caballeros (ed. José María Viña Liste),

Santiago, 1995, p. 51. Lo toma directamente de la segunda Partida.


64 ANA ECHEVARRIA ARSUAGA

cuántos días, e que las sepan alongar si menester fuere. E por ende
los antiguos, que eran muy sabidores de guerra, tan grande era el
sabor que avían de fazer mal a sus enemigos que levavan viandas tro-
xadas en árguenas e talegas cuando ivan en las cavalgadas, e non
querían levar otras vestias; y esto fazian ellos por ir más aina e más
encubiertamente. E cuanto más onrados eran tanto más se preciavan
e se tenian por mejores en saber sofrir afán e pasar con poco en tiem-
po de guerra. Y esto fazian por vencer sus enemigos, semejándoles
que prez nin sabor deste mundo non era mejor que éste.

Fernán Pérez de Guzmán19 retoma esta definición para aplicarla a los


adalides de esa época de forma más práctica:

Conosçen bien (a los moros) y saben armalles. Conosçen a qué


tiempo y en qué lugar se ha de poner la guarda, dó conviene el escucha,
a dónde es necesario el atalaya, a qué parte el escusaña, por dó se fará
el atajo más seguro e que más descubra. Conosçe el espía, sabrála ser.
Tiene conosçimiento de os poluos, sy son gente de pie y quál de caua-
llo o de ganado, y quál es de toruellino. Y quál humo de carboneros y
quál ahumada; y la diferençia que hay de almenara a la candela de los
ganaderos. Tiene conosçimiento de los padrones de la tierra y a qué
arte toma y a qué mano los dexa. Sabe poner la çelada y dó yrán los
corredores, y ceuallo sy les es menester. Tiene conoçimiento del rebato
fechizo, y quál es verdadero. Dan auisos. Su pensar continuo es ardides,
engaños y guardarse aquéllos. Saben tomar rastro y conosçen de qué
gente, y aquél seguir. Tentarán pasos e vados, e dañallos e adoballos
según fuere menester. Y guían las huestes. Buscan pastos y agua para
ellas y montañas o llanos para aposentallos. Conosçen la dispusición
para asentar más seguro el real. Tentarán el de los enemigos. Yrán a
buscar y traer lengua dellos, que es muy neçesaria. Tienen continuo
cuydado de mirar el canpo, de noche los oydos desçolvados, de día los
ojos no çerrados. Porque así es: debaxo de la pestaña del atalaya está
la guarda del pueblo, gente y hueste.

Resumiendo, su obligación principal era guiar a las tropas, para lo que


debían conocer tanto a los hombres a su servicio como el terreno y las tác-
ticas militares precisas en la frontera, respondiendo a las circunstancias

19 BENITO RUANO, E.: "La organización del ejército cristiano en la guerra de Gra-
nada", en La incorporación de Granada a la corona de Castilla, p. 643.
LA GUARDIA MORISCA 65

con órdenes certeras. Responsabilidad, valor, audacia y prudencia comple-


tan el cuadro.
De los siete adalides incluidos en las raciones moriscas -Antón Marti-
nes, Johan de Tarifa, Fernando de Perea, Juan Ramires, Alfonso Gutierres,
Ruy Fernandes y el maestre Benito-, sólo Fernando de Perea y Alfonso
Gutiérrez son designados como "adalid del rey", aunque podemos suponer
que por su condición de miembros de la Casa del rey, los demás también
lo fueran. Esta posición suponía un privilegio especial, pues se trataba de
un cuerpo reducido de designación real, que gozaba del mismo trato social,
derechos y caloñas que los caballeros, y participaban en la solemne inves-
tidura de los nuevos miembros de su grupo20. Por la equiparación de este
grupo con los caballeros, la insistencia de los documentos en afirmar que
eran además caballeros moriscos resulta redundante. Es más, para ser ada-
lid, primero habían tenido que ser "almogávares de caballo" (en este caso,
caballeros moriscos), según el Fuero sobre el fecho de las cavalgadas. Es
probable, pues, que los adalides reales acompañaran al monarca en sus
campañas andaluzas, si es que no se pasaron al ejército cristiano durante
alguna de ellas, como bien pudo ser el caso de Antón Martínez/Mahomad
bin Far, que comienza a cobrar su ración en 1432, justo después de la ofen-
siva de La Higueruela21.
El peldaño inmediatamente inferior sería el de almocadén, un jefe de
tropas de infantería que se sitúa jerárquicamente por debajo del adalid y del
almogávar, según la legislación alfonsí22. Las cualidades que se suponen a
estos hombres son muy similares a las de los adalides, aunque añade la lige-
reza, necesaria para los movimientos rápidos de las tropas de a pie23:

Almoçadenes llaman agora a los que antiguamente solían llamar


cabdillos de las peonadas. Y estos son muy provechosos en las guerras,
ca en logares podrían entrar los peones e cosas acometer que non lo
podrían fazer los de cavallo. E por ende, cuand oviere ende algún peón
que quiera ser almoçadén, ha de fazer de aquesta guisa: venir prime-
ramente a los adalides e mostrarles por cuáles razones tiénenlo
20 TORRES FONTES, Art. cit, pp. 352-354.
21 CARRILLO DE HUETE, 1946, pp. 104,109. En esta misma campaña se habían
pasado al ejército cristiano el infante Abenmalmao (Ibn al-Mawl, futuro Yusuf IV)
y hasta quinientos caballeros pero no se especifican todos sus nombres.
22 LOURIE, E.: "A Society Organized for War: Medieval Spain", Past and Present 35

(1966), p. 71.
23 CARTAGENA, 1955, p. 54. Está también tomada de la Partida II, XXII.
66 ANA ECHEVARRIA ARSUAGA

que merescen de serlo. Y entonce ellos deven llamar doze almoçadenes


e fazerles jurar que digan verda si aquel que quiere ser almoçadén es
omne que ha en si estas cuatro cosas: la primer que sea sabidor de gue-
rra e de guiar los que con él fueren; la segunda, que sea esforçado para
cometer los fechos y esforçar los suyos; la tercera, que sea ligero, ca
esta es cosa que conviene mucho al peón para poder alcançar aina lo
que tomar oviese, e otrosí para guaresçer cuando menester fuese: la
cuarta, es que deve ser leal, para su amigo de su señor e de las compa-
ñas que acabdillare, ca esto conviene que aya en toda guisas el que
fuere cabdillo de peones.

Para desempeñar este cargo era necesario haber realizado al menos tres
cabalgadas et daquellas aya fecha almoneda en villa cercada. Asimismo,
podían sustituir tres almocadenes a un adalid, y en ese caso dictar senten-
cias24. Sólo aparece un almocadén entre los miembros de la guardia, Iohan
Lopes, lo que resulta lógico si tenemos en cuenta que estamos hablando de
un cuerpo de caballería, y no de infantería.
El resto de los miembros de la guardia aparecen designados como
"caballeros moriscos", nombre genérico que designa a tropas de caballería
vestidas a la morisca que desempeñan servicios de guardia del rey. Otros
oficios ligados tanto a la guardia como a la corte (entiéndase, sin una fun-
ción puramente militar) eran los de atabalero y trompeta. Aparecen varios
casos en nuestros documentos: los de Benito González de Granada, ataba-
lero, su hermano Johan Gonçales y Juan de Medina; y el trompeta del
conde de Arcos Pero Gonçales de Marchena.
Una ocupación ciertamente especializada es la de lombardero del ejér-
cito real, con paralelismos en Navarra. A mediados del siglo XV es utili-
zada generalizadamente tanto la artillería ligera como la pesada25 . En el
reino de Navarra, la artillería estaba a cargo de los mudéjares de la Ribera,
24 TORRES FONTES.: Art. Cit., p. 354. También según el Fuero de las cavalgadas.
25 TORREMOCHA SILVA, A.. et alii : Al-Binya, la ciudad palatina meriní de Alge-
ciras, Algeciras, 1999, p. 210; "Crónica de Alfonso el onceno", en Crónicas de los
reyes de Castilla, p. 351. El uso de bolaños de hasta cincuenta y un cms. de diá-
metro lanzados por trabucos está suficientemente constatado en el asedio de Alge-
ciras (1342-44) tanto por fuentes literarias como por los hallazgos de la muralla
meriní en esta ciudad; LADERO QUESADA, M. A.: "La organización militar de
la corona de Castilla…", p. 221. Esas mismas bombardas fueron aprovechadas por
Fernando el Católico durante el cerco de Málaga. También en la campaña de Ante-
quera se utilizaron grandes piezas de bronce fundido capaces de disparar bolaños
de cien a doscientos kilos.
LA GUARDIA MORISCA 67

que eran además los que diseñaban y fabricaban los «ingenios» o máquinas
de guerra que lanzaban «pellas de fierro» para defensa, sitios, asaltos de
fortalezas, etc., así como escalas y otros instrumentos26. Probablemente en
el caso castellano no se tratara del diseño y fabricación, sino de la práctica
del oficio de lombardero o bombardero, que desempeña Diego de Jerez,
designado también a la vez como caballero morisco.
Existen pocas referencias sobre el número de guardias, que probable-
mente variaría constantemente debido a la muerte en batalla, el retorno al
reino de Granada, etc. En 1420 se había acordado que acompañaran cons-
tantemente al rey en su guardia doscientos hombres de armas27, pero ni
todos serían jinetes, ni todos tenían por qué ser musulmanes o moriscos. El
número que mencionan los documentos ronda la centena. La Crónica del
Halconero habla de quinientos caballeros musulmanes que se pasan al ejér-
cito de Juan II en Córdoba28, pero no todos pueden considerarse miembros
de su guardia personal, y la crónica de Enríquez del Castillo habla de tres-
cientos caballeros bajo las órdenes de García de Jaén. Finalmente, el emba-
jador francés Phillippe de Commynes escribe en sus memorias que hubo
unos trescientos presentes en la entrevista entre Enrique IV y Luis XI de
Francia en la frontera vasca en 146329. Sin embargo, las referencias a la
guardia que estaba presente en el alcázar de Segovia, uno de los lugares
favoritos de Enrique IV, indican un número mucho más moderado, de unos
veinticinco hombres simultáneamente30.
La impresión desfavorable que causó la guardia en Commynes, así
como en otros contemporáneos como Rozmital o Ehingen se explica por la
presencia de soldados de color, y la forma de vestir del rey y su corte. Igual-
mente, la presencia de estos moriscos en el entorno de Enrique IV hizo
exclamar al historiador Alonso de Palencia, firme opositor del rey:

Ibase extendiendo de día en día la ignominia, y cada falta produ-


cía innumerables errores: la osadía vino al cabo a considerarse forta-
leza; aumentóse el sequito de moros: sus trajes alcanzaron tal acepta-
ción que al rey era mas grato el que mejor los imitaba; los caballos
berberíes o granadinos, como mas aptos para las justas, aunque menos
26 GARCÍA ARENAL, M. y LEROY, B.: Moros y judíos en Navarra en la Baja Edad
Media, Madrid 1984, pp. 27-28.
27 BARRIENTOS: 1946 (ed), p. 36.
28 CARRILLO DE HUETE, 1946 (ed), p. 109.
29 COMMYNES, Phillippe de: Mémoires, ed. J. Calmette. París, 1924, I, p.136.
30 LADERO QUESADA, M. A.: "1462: Un año en la vida de Enrique IV", pp. 273-274.
68 ANA ECHEVARRIA ARSUAGA

útiles para los combates formales, se preferían a los nuestros, de


mayor talla y resistencia31.

Si en el siglo XIII había sido la guardia nazarí la que copiara el estilo


de vestuario de los jinetes cristianos32, las cuentas del camarero de Enrique
IV, Juan de Tordesillas, ponen de manifiesto que en el siglo XV era la guar-
dia morisca la que había adoptado las costumbres granadinas. Su arma-
mento, adecuado para la monta a la jineta33, consistía en unas espuelas
moriscas, la espada, la lanza y una adarga cubierta de rojo y verde, a juz-
gar por descripciones contemporáneas34. Las espadas granadinas eran
especialmente apreciadas por los monarcas cristianos. Al ser utilizadas
para la monta a la jineta, debían ser más delgadas y cortas que las habitua-
les, con una empuñadura más pesada -que facilitaba su manejo- y corta, de
forma que podía apoyarse en ella la mano para rematar el golpe. El pomo
podía ser plano o esférico35.
La adarga, arma distintiva de estas tropas, era de forma circular, y había
sido introducida en la Península por los beréberes zenetas. Aventajaba al escu-
do cristiano por su flexibilidad, ya que estaba hecha de trozos de cuero cosi-
dos, y no tenía armazón de madera. En la parte central interior llevaba dos
asas rígidas y arqueadas, y su superficie exterior contaba con un remate cen-
tral de metal, normalmente redondo, del que solía colgar una borla de seda de
colores vivos o cordones de bellota. Los de la guardia morisca debian
estar forrados de tela colorada para darles mayor vistosidad, y llevaban

31 PALENCIA, Alonso de: Crónica de Enrique IV, (ed. A. Paz y Meliá), Madrid,
1973-75, I, p. 40.
32 IBN AL-JATIB: Historia de los reyes de la Alhambra, (ed. E. Molina y J. Mª

Casciaro), Granada, 1998, p. 32.


33 Sobre este tipo de monta, sus orígenes, y su coexistencia en la Península Ibérica

con la tradicional monta "a la brida, a la estradiota o a la francesa", ver DIGARD,


J. P.:"El caballo y la equitación entre Oriente y América. Difusión y síntesis", en
Al-Andalus allende el Atlántico, Granada, 1997, pp. 236-240. Efectivamente, cuan-
do montaban a la jineta, los nobles también iban vestidos "a la morisca", con cape-
llar, turbante, marlota y borceguíes, e iban armados con espada y lanza ligeras.
34 LADERO QUESADA, M. A.: "1462: Un año en la vida de Enrique IV", p. 274.
35 PÉREZ DE GUZMÁN, F.: "Crónica del serenísimo príncipe don Juan, segundo rey

de este nombre", en Crónicas de los reyes de Castilla (ed. C. Rossell), Madrid


1953, p. 313; ARIÉ, R.: "Sociedad y organización guerrera en la Granada nasrí",
en La incorporación de Granada a la corona de Castilla, p. 182. Según esta auto-
ra, de este tipo debieron ser las espadas enviadas por Yusuf III a Juan II de Casti-
lla y el infante Enrique en 1409.
LA GUARDIA MORISCA 69

cordones de seda del mismo color. El nombre de "daragas vasenas" nos remi-
te probablemente a la adarga vacarí, nombre dado al escudo hecho con piel de
vacuno36:

El dicho dia [06-12-1462], en Agreda, pago mas por mi mandado


a Gomes de Mena joyero, vesino de Segovia, por çinco daragas
vasenas a dosientos e sesenta maravedis por cada una, en que monto
mill e tresientos maravedis,de las quales fise luego merçed a Hamete,
alamin e alcayde de Alixir, e a Mahomad de Talavera, e a Juan de
Ximena, e a Pedro de Antequera, cavalleros moriscos que andan en la
mi guarda con el dicho Garçia de Jahen mi capitan, e mas pago por
el lienço colorado e cordones de seda que puso en las dichas daragas
tresientos e veynte e çinco maravedis, que son todos mill e seysçientos
e veynte e çinco maravedis.

El equipamiento de la guardia morisca era, por lo tanto, el propio de la


caballería ligera de acción rápida que tanto éxito tenía en las cabalgadas
fronterizas, y muy similar al de los ejércitos nazaríes. Durante el reinado de
Enrique IV, este pertrecho permitía también a los caballeros acompañar y
defender al rey en sus monterías, y durante los agitados años de peregrinar
por Castilla a partir de 1462, lo mismo que había sucedido durante el tur-
bulento reinado de su padre.

La actuación de la guardia morisca en un reino dividido

La función de guarda real adquiere a lo largo del reinado de Juan II una


dimensión cada vez mayor, al caracterizarse éste por la lucha de poderes en
torno al rey, entre los infantes Enrique y Juan de Aragón y el condestable
Álvaro de Luna. La situación se complica con la intervención de la nobleza
apoyando a una u otra facción. Esta situación genera un complejo entra-
mado de relaciones políticas en el que la posición de judíos, musulmanes y
conversos, generalmente en torno al monarca, es vista con inquietud por
parte de algunos sectores.
¿Qué posición pudieron ocupar los caballeros moriscos en este tour de
force permanente? Por su calidad de caballeros ligados directamente al
monarca, de cuya Casa forman parte y de quien reciben sus raciones, pode-
mos presumir que su fidelidad incondicional debía estar con Juan II, y
36 AGS, Casas y Sitios Reales, leg. 97, f. 307 v.
70 ANA ECHEVARRIA ARSUAGA

hasta finales del reinado no aparecen datos que permitan opinar de otra
manera. Si durante los enfrentamientos con el infante D. Enrique no se hace
mención explícita a este grupo, sí debían acompañar al rey, lo mismo que
participaron en las campañas a Granada acompañando a D. Álvaro de Luna
como tropas reales. Su relación con el valido real es incierta, aunque pode-
mos suponer, dada la participación del Condestable en la selección del per-
sonal de la Casa del Rey, que fuera uno de los impulsores de la guardia per-
sonal del monarca. Así al menos debieron pensarlo los procuradores en
Toro, en 1426, cuando solicitaron que se disolviera la guardia de mil lance-
ros que acompañaba continuamente al rey, y que suponía un gasto gravoso.
Se intentó primero que a lo menos quedaran trecientas lanzas que el Con-
destable Don Álvaro de Luna allí traía, de lo qual el rey de Navarra e los
otros cavalleros fueron malcontentos. Al final se consiguió que sólo queda-
ran cien lanzas con el Condestable, pero no sabemos si la guardia morisca
estaba incluida entre ellas, o si formaban parte de los guardas, ballesteros y
monteros de Espinosa que eran ordenados antiguamente, y que eran acep-
tados tanto por procuradores como por nobles37. Este intento de reducir la
capacidad de acción de Juan II explica precisamente por qué era necesario
disponer de una guardia inaccesible a los ataques de la nobleza.
Cuando se intensifica el conflicto con Juan de Navarra en torno al golpe
de Rámaga, el 9 de julio de 1443, las primeras medidas de don Juan para
aislar al rey van destinadas a disolver sus cuerpos de guardia38:

E otro día siguiente, a ystancia del rrey de Navarra e de los otros cava-
lleros suso dichos, partió el sennor rey para Madrigal, muy triste, e
mandó a sus tronpetas e menestriles que se fuesen a buscar su cobro, e
asy mesmo el rrey de Navarra e los otros cavalleros mandaron a los
criados e servidores del sennor rey que se fuesen a sus tierras e casas e
non estubiesen allí dende en adelante.

Las consecuencias de esta disposición son de dos tipos: puede explicar,


por una parte, la defección de varios miembros de la guardia ese año y el
siguiente, que regresan a Granada precisamente sin pedir licencia del rey. Un
segundo grupo, cuyo número exacto desconocemos, se pasaron al bando de
Juan de Navarra, por lo que se les retiraron sus raciones a causa de la trai-
ción a su juramento de fidelidad al rey: fueron Ruy Díaz de Mendoza, a
quien se le retiró la ración disiendo que avía estado en deserviçio del rey con
37 PÉREZ DE GUZMÁN, Crón. cit, 1953 (ed.), p. 436.
38 CARRILLO DE HUETE, 1946 (ed.), p. 438.
LA GUARDIA MORISCA 71

el rey de Navarra, Juan de Sahavedra, Álvaro de Rentas, Juan Benedito y


Juan García de Paredes. Revueltos andaban los tiempos para que, sin otras
medidas represivas, se les devolvieran sus pagas y privilegios poco después,
como indica la documentación. Previamente había entrado al servicio del
rey en la guardia un caballero, Francés Navarro, "criado del rey de Navarra"
quien, aprovechando la confusión, huyó al reino de Granada en 1444.
Probablemente para contrarrestar este tipo de problemas, y auspiciada
por Álvaro de Luna en su nueva etapa de gobierno, se toma una nueva medi-
da de precaución: la contratación, entre 1446 y 1453, de hombres del entor-
no del Condestable -Farax de Belvís, Juan de Medina, Pedro de Acuña y
Juan de Alcalá- y del contador mayor Alfonso Pérez de Vivero -Çadala,
Pedro de Archidona, Diego de Valladolid y Juan de Granada-. Este tipo de
hombres de confianza, denominados "criados", formaría parte de la clien-
tela militar de los grandes nobles, acompañantes de armas, a sueldo del
señor, que no solían vivir con él salvo que fueran «continuos», pero que les
prestaban un servicio armado remunerado, según la definición de Gerbet39.
La confianza depositada por el señor en estos caballeros se hace así exten-
siva al monarca. Es evidente que en esos tiempos de inseguridad, el rey
dependió de los clientes o criados de sus consejeros más fieles. Es más,
entre 1449 y 1453 son los criados de Pérez de Vivero los que escalan posi-
ciones en torno al rey, confirmando el incremento de poder en manos de
éste que, como es bien sabido, llevó a su muerte y precipitó la caída del con-
destable Álvaro de Luna40.
En 1453, en cambio, apreciamos un pequeño cambio de matiz. Se con-
ceden privilegios especiales en ese año a las familias de dos caballeros:
Juan de Tarifa y Juan Fernández de Aguilar, que parecen disfrutar de otro
tipo de cercanía al rey. En el caso de Juan Fernández de Aguilar, llamado
Hamede el Cabrí antes de convertirse, ya era miembro de la guardia en
1446. Este Hamede debió vivir -como su nombre indica- en la zona de
Cabra, que formaba parte de los dominios de la familia Fernández de Cór-
doba, cuyas dos ramas se dividían entre ellos los señoríos de Cabra, Priego
y Aguilar. Al bautizarse, Hamede tomó el nombre del rey, el apellido del
señor que probablemente le apadrinó y el topónimo de la villa donde fijó
su residencia. Sus tres hijos, que debieron convertirse por la misma época,
adoptaron tres de los nombres más comunes en la casa de Aguilar (Pedro,

39 GERBET, M. C.: Las noblezas españolas en la Edad Media, siglos XI-XV, Madrid
1997, p. 277.
40 PORRAS ARBOLEDAS, P. A.: Juan II, 1406-1454, Valladolid, 1995, pp. 285-295.
72 ANA ECHEVARRIA ARSUAGA

Alfonso y Diego), y bien el apellido "de Aguilar" o "de Córdoba", señal de


su vinculación a la casa.
Coincidiendo con las agitaciones políticas que siguieron al golpe de
Rámaga, en el que Juan II fue secuestrado por su primo Juan de Navarra, se
le aumentó su ración hasta triplicarla en 1452 y luego en 1453, por los
muchos serviçios quel dicho Juan Fernandes le ha fecho, e al prinçipe don
Enrrique, su fijo. Además, tanto a él como a sus hijos se les concede que se
les paguen las raciones en Toledo, en rentas desembargadas, lo que quiere
decir que tenían garantizados los pagos permanentemente en una ciudad
céntrica, donde la liquidez de fondos de la corona estaba garantizada. Des-
graciadamente, por el momento ha sido imposible averiguar cuáles fueron
exactamente esos señalados servicios prestados al rey y al príncipe, aunque
pueden ponerse en relación con las actividades de Alfonso y Pedro Fernán-
dez de Córdoba, señores de Aguilar respectivamente entre 1424-41 y 1441-
55, en favor de Juan II durante su secuestro por el infante41. Especialmente
don Pedro, quien apoyó al príncipe don Enrique durante la crisis, reuniendo
para él ayuda procedente de toda Andalucía. Más tarde se encargaría de
negociar las treguas de 1446-49 y de 1452 a 1457 con Granada42. La fami-
lia Fernández de Aguilar debió continuar al servicio de la casa real durante
todo el reinado de Enrique IV, y seguramente ascendieron dentro de la guar-
dia, ya que en 1476 los tres caballeros, Pedro, Alfonso y Diego, residentes
entonces en la villa de Zafra y por tanto al servicio de la Orden del Hospi-
tal en la frontera, solicitaron de Isabel I la confirmación del oficio de ada-
lid que había tenido su padre para ellos43. Esto confirma la permanencia de
los miembros de la guardia morisca en el entorno del ejército y la frontera,
aunque la petición en ningún momento se refiere al título de caballero
morisco ostentado por Juan Fernández de Aguilar, sino sólo al de adalid,
desprovisto de connotaciones negativas vinculadas a la conversión o al ser-
vicio del monarca anterior.

41 QUINTANILLA RASO, M. C.: Nobleza y señorío en el reino de Córdoba. La Casa


de Aguilar (ss. XIV-XV), Córdoba, 1979, pp. 90-91. Por el contrario, su pariente
Diego Fernández de Córdoba, duque de Cabra (1435-1512) se pone de parte de los
infantes desde 1444, lo que ocasiona que se le prive de sus cargos públicos.
El estado actual de los fondos de la Casa Ducal de Medinaceli en el Archivo de
la Nobleza de Toledo me ha impedido comprobar la implicación efectiva de Juan
Fernández de Aguilar en las alianzas políticas del momento.
42 Ibidem, pp. 97-98.
43 AGS,RGS, 1476, noviembre, 28. Toro. f. 788.
LA GUARDIA MORISCA 73

A partir de 1466 no existe ningún libramiento de raciones a los caballe-


ros de la guardia morisca. Tras la dispersión de la guardia, algunos caballe-
ros acudieron a luchar en la frontera, uno de los terrenos que más domina-
ban. Un cierto Juan, que había sido caballero morisco del rey, sirvió a las
órdenes del condestable Miguel Lucas de Iranzo, en Jaén44. Y en la misma
ciudad, encontramos también al capitán García Ramírez de Jaén, esta vez
como regidor, veinticuatro de la ciudad y realizando misiones diplomáticas
ante los reyes de Granada45. El que estos personajes buscasen refugio en la
zona de frontera es perfectamente lógico, y más si tenemos en cuenta que
Lucas de Iranzo se distinguía por ser uno de los hombres más fieles
de Enrique IV y otro admirador de la estética mudéjar. Coincidiendo con
la disolución de la guardia morisca queda definitivamente cerrado el primer
capítulo del reinado de Enrique IV, que queda dominado a partir de la gue-
rra civil por la cuestión sucesoria (Juana la Beltraneja frente a la futura Isa-
bel la Católica). También termina un periodo en la frontera granadina y una
forma de entender las relaciones entre cristianos y musulmanes. Durante el
reinado de los Reyes Católicos, que empieza bajo el mismo signo de tole-
rancia, se irán "implementando" las políticas esbozadas durante el reinado
de Juan II por Álvaro de Luna (una monarquía centralizada, sin dependen-
cia del poder nobiliario) y por Enrique IV: el ejército real se hace una reali-
dad y se da término a la conquista de Granada, hechos que cambiarán defi-
nitivamente la configuración de los reinos españoles.

44 Hechos del Condestable don Miguel Lucas de Iranzo, pp. 417-418.


45 BONILLA, J.A. y TORAL, E.: El tratado de paz de 1481 entre Castilla y Granada.
Jaén, 1982, p. 48.
74 ANA ECHEVARRIA ARSUAGA

APÉNDICE

Procedencia geográfica de los miembros de la guardia morisca

REINO NÚMERO DE POBLACIÓN


CABALLEROS
Reino de Castilla
Castilla la Vieja 8 Valladolid
3 Segovia
2 Carrión
1 Salamanca, Ávila, Roa, Arévalo,
Ágreda, Briviesca, Burgo de Osma
(el Burgo),
Tordesillas, Ladrada, Oviedo
Castilla la Nueva 8 Madrid
Toledo, Alcántara (Mondéjar), Soto
2
(del Real?)
Talavera, Ocaña, Guadalajara (Belvís,
1
lo sabemos por otras fuentes)
Reino de Andalucía
7 Córdoba
5 Señorío de Aguilar, Baeza
4 Jaén, Écija
3 Guadix
2 Jerez, Tarifa, Antequera
Vélez, Málaga, Jimena, Marchena,
Baena (un hijo de Tarifa), Ronda,
1 Archidona, Benaoján, Cambil, Velma,
Moguera, Carmona, Úbeda, Mocafre,
Torres (en Sierra Magina)
Granada
Granada (uno de ellos se bautiza
11
como "de Jerez")
Otras procedencias
7 Alcalá (no se especifica cual)
4 Marruecos
1 Llerena, Guadalupe, Castellar, Puelles
55 Desconocida
LA GUARDIA MORISCA

Caballero morisco en La Higueruela


75
76 ANA ECHEVARRIA ARSUAGA

Adarga morisca
LA GUARDIA MORISCA 77
78 ANA ECHEVARRIA ARSUAGA
LA INFORMACIÓN Y LAS DECISIONES
EN LA BATALLA DE BAILÉN

Ignacio CERVELLÓ BURAÑES


Coronel de Infantería, DEM

UANDO parece que un tema está agotado por los numerosos estudios

C que se le han dedicado surgen nuevos espacios que, total o parcial-


mente desconocidos, nos invitan a replantear el análisis por si se
pudiera añadir alguna nueva luz sobre lo ya conocido.
Decía don José Ortega y Gasset: Los grandes problemas filosóficos
requieren una táctica...: sin ataque directo, circulando en torno lentamen-
te, apretando la curva cada vez más... La batalla de Bailén no es esencial-
mente una cuestión filosófica, pero nosotros sí pretendemos tratarlo desde
un ángulo psicológico, y creemos que también aquí es de aplicación la "tác-
tica" del pensador.
Así pues, la intención de este trabajo es profundizar en las informacio-
nes y circunstancias que influyeron a los que dirigieron esta batalla, para
comprender y explicarnos mejor sus decisiones. Éstas creemos que, en
alguna ocasión, han sido mal interpretadas y peor valoradas: tal vez por
haberlas analizado de una forma deficiente o partidista. Son tan numerosos
los trabajos que se han escrito sobre esta batalla que, sería enredoso y poco
fiable el intentar amalgamarlos y sacar una media aritmética de todos ellos.
Por ello en este trabajo nos desentenderemos de todo ese lastre de escritos
añadidos, para valernos casi exclusivamente de las fuentes directas, o sea,
los documentos oficiales (partes, cartas, informes...) y en algún caso de las
manifestaciones de testigos presenciales.
80 IGNACIO CERVELLÓ BURAÑES

La aproximación del ejército francés


Como es sabido, el general Dupont cruzó Despeñaperros el 1º de junio.
Su Cuerpo de Ejército había sido disminuido en dos divisiones, que guar-
necían Aranjuez y San Clemente, y le quedaban una división y una brigada
de Infantería y una división de Caballería. Con estas fuerzas se sintió segu-
ro al no encontrar ninguna oposición. Sus informes a Murat eran optimistas
y no aludían al vacío que hallaban en los pueblos a su paso.
El encuentro del puente de Alcolea y la entrada en Córdoba le dan la
oportunidad de enviar un parte triunfalista, y permitir (¿u ordenar?) el pilla-
je. Es difícil de entender este bárbaro castigo a una ciudad, cuando ya se
conocían las consecuencias del 2 de mayo. No parece que fuera un gesto de
arrogancia, porque su conducta posterior lo desmiente. Pudo ser una exi-
gencia de su propia tropa que reclamó lo que consideró que era su derecho
según las leyes de la época. Lo cierto es que permaneció en Córdoba duran-
te diez días, en los que prosiguió "de hecho" el pillaje.
Se han dado varias explicaciones sobre esta larga inactividad:
- Los informes, seguramente abultados, sobre el ejército que se
preparaba en Sevilla.
- La codicia de sus tropas por continuar el saqueo.
- La falta de comunicación con Madrid, ya que no le llegaban correos.
- La vana esperanza de que llegaran y se le sumaran la Brigada Avril
y los regimientos suizos de Taxler y Reding el Viejo.
- El "peso de la púrpura" que, al sentirse solo, le restó algo de audacia
e iniciativa.
- La hostilidad contenida que, sin duda, se adivinaría en el pueblo
español.
- El lastre de familiares y funcionarios civiles que levaba en su columna.
Si nos preguntáramos cual fue la verdadera, deberíamos interpretar que
todas tuvieron su influencia en mayor o menor medida. Las indecisiones
casi siempre van avaladas por un cúmulo de diversas justificaciones, fre-
cuentemente de poco peso, pero que sumándolas parecen dar una explica-
ción razonable.
Lo que nos parece muy probable es que, de haber continuado al día
siguiente su marcha hacia Cádiz que era su destino, no hubiera encontrado
obstáculos importantes que le entorpecieran. En aquellos momentos el ejér-
cito de Sevilla estaba empezando a organizarse; el ejército de Granada aún
tardaría en incorporarse y el terreno que se le presentaba (el bajo valle del
LA INFORMACIÓN Y LAS DECISIONES EN LA BATALLA DE BAILÉN 81

Guadalquivir) era especialmente favorable para su maniobrera infantería y


su magnífica división de Caballería. La moral en ambos bandos hubiera
cambiado radicalmente de signo. Se puede suponer que la escuadra de Ros-
sily, que se rindió el día 14, hubiera resistido de haber tenido noticia de su
avance.
Seguramente ésto es lo que Napoleón esperaba de él, y lo que sus pro-
pios oficiales deseaban. Nos parece, pues, que ésta fue la primera oportuni-
dad que perdió de terminar brillantemente su operación; pero por lo que se
desprende de sus informes a Madrid, interceptados aquellos días, Dupont
había adoptado ya una muy prudente actitud defensiva. Esta actitud la va a
mantener hasta el último combate, en el cual ya sólo pretende escapar del
encierro en que se encuentra.
Entre tanto, en Sevilla y Utrera los españoles, militares y civiles, man-
dos y soldados, se afanan en organizar un ejército para combatir al invasor.
Los correos interceptados demuestran que Dupont se siente en inferioridad
y que pide refuerzos con insistencia. La moral de las tropas sube notable-
mente, y a los Mandos les concede la oportunidad de tomar la iniciativa que
ya mantendrán durante el resto de las operaciones.
Dupont se retira a Andújar el día 18 y, ocho días después, recibe a su
II División, la del general Vedel, que le ha enviado el duque de Rovigo. Pero
éste, para convencer al Emperador, que no entiende que Dupont necesite
refuerzos, le da a Vedel la misión de asegurar las comunicaciones de
Dupont con Madrid y sostenerle, en caso de ser necesario. Esta doble
misión será decisiva en los últimos movimientos.
Los ejércitos españoles de Sevilla y Granada ya se han reunido y ha
tenido lugar el combate contra Cassagne en Jaén. Los mandos se reunen en
Porcuna el 12 de julio y preparan el plan, que consiste en un ataque frontal
y una doble maniobra envolvente por la derecha. Hay que señalar que las
dos divisiones que envolvían, Reding y Coupigny, lo hacían sincronizadas
pero independientes entre sí. También es preciso puntualizar que en aquella
fecha aún no se había incorporado la División Gobert, y por lo tanto, la de
Vedel estaba dispersa desde el desfiladero hasta Mengíbar. Es muy proba-
ble que los mandos españoles, en aquel momento, no tuvieran una noticia
muy exacta de la fuerza que había en Bailén, pero es seguro que era mucho
menor que cuando tuvo lugar la batalla.
Podemos observar que, como contraste a la postura defensiva de
Dupont, en el cuartel general español hay una actitud claramente ofensiva,
que se materializa en esa maniobra audaz y peligrosa.
82 IGNACIO CERVELLÓ BURAÑES

La llegada de la división de Govert, el día 13, permitió reagrupar la de


Vedel. En el gráfico 1, se puede comprobar la arriesgada maniobra que tiene
que realizar la división de Reding, internándose en terreno dominado por el
enemigo, que ya dispone de dos divisiones en esa zona tan vital para su des-
pliegue. Si bien una está muy mermada, porque se hace cargo, también, de
garantizar las comunicaciones desde Valdepeñas hasta La Carolina (Rovigo
también le dio esta orden).

Los seis últimos días

El día 14 de julio el ejército español despliega y se aproxima al enemi-


go para establecer contacto. En la zona de Mengíbar, el brigadier Venegas
obliga a volver a pasar el río a la débil línea de cobertura que tenía el ene-
migo. En Andújar y Villanueva parece que se efectuaron unos reconoci-
mientos preparatorios.
El día 15 de julio las fuerzas españolas establecen contacto en todo el
frente. En el de Andújar, Castaños dice en un parte que firma el 17: ...el 15
al amanecer ocupé sin desgracias los Visos... Es curioso que las acciones
que se llevan a cabo en los Visos, con las divisiones De la Peña y Jones, las
relata en primera persona, como si ejerciera un mando más directo sobre
ellas y su zona de combate.
En Villanueva, Coupigny da cuenta de haber desalojado a los franceses
de esta población y de haberlos perseguido con su caballería hasta más allá
del río y del camino de Andújar a Madrid, haciéndoles numerosas bajas y
regresando posteriormente a esta población recién conquistada.
En Mengíbar se producen acontecimientos más transcendentales.
Reding realiza un ataque contra Liger-Belair, que tiene que pedir ayuda a
Vedel. Éste acude a sostenerle, presentándose en el campo de batalla a las
once horas (informe del teniente coronel d'Affry), y desplegando su división
para provocar al general español a mostrar la suya. Reding comprendió el
ardid; y...se dedicó a apagar el incendio de las mieses… (general Gómez
Arteche). Parece que con ello también pretendía provocar a Vedel a atacar,
simulando que disponía de pocas fuerzas. Si Vedel hubiera decidido la ofen-
siva, se hubiera encontrado con toda la división de Reding a su frente, más
la de Coupigny que le hubiera podido atacar por el flanco. Pero la llegada
de un edecán de Dupont le quitó esas intenciones (si llegó a tenerlas), al
comunicarle que en Andújar el enemigo va a descargar el golpe en fuerza,
pues se muestra amenazador y le está tirando con artillería de sitio; en
LA INFORMACIÓN Y LAS DECISIONES EN LA BATALLA DE BAILÉN 83

consecuencia, pide que le envíe las unidades de refuerzo que pueda dispo-
ner. El general Vedel, con su acometividad, hace lo contrario: deja un refuer-
zo de cuatro compañías a Liger-Belair, y se va, con el resto de su división,
a Andújar. Esta decisión nos dice claramente que dispone de una informa-
ción muy inexacta, porque no se puede pensar que hubiera abandonado
aquella posición de haber sabido que tenía enfrente una división de más de
nueve mil hombres. La provocación de Reding no dio el resultado apeteci-
do, pero indujo a su enemigo a abandonar confiadamente la posición.
La prudente conducta de Reding también nos demuestra que no veía
muy fácil el cumplimiento de la misión que se le encomendó en el plan de
Porcuna. Las situaciones se ven con más claridad sobre el terreno frente al
enemigo real y en el momento que sobre el papel y varios días antes. Es evi-
dente que no le pareció viable atacar frontalmente a aquella división. En el
gráfico donde se ha representado el Plan de Porcuna, pero con el despliegue
francés de los últimos días, se ve la dificultad para Reding.
Vedel, a las diecisiete horas (informe de d'Affry), partió para Andújar
eligiendo un camino junto a la orilla del río que, además de mucho más
largo, era casi impracticable. Se puede interpretar que quiere limpiar la ori-
lla norte del río de las incursiones que había realizado Coupigny, y tal vez
avisarle de que aquel terreno estaba controlado; pero lo cierto es que este
movimiento constituye un desfile de flanco que permite a Coupigny hosti-
garle y picarle el flanco y la retaguardia durante toda la noche. Pero aún
tiene otra consecuencia más importante: poder conocer la situación de toda
la columna con exactitud y en todo momento.
Esta oportunidad no pasa desapercibida a Reding, que pide algún
refuerzo a Coupigny y prepara un ataque más profundo para el amanecer. El
refuerzo consistió en el Batallón de Ceuta y doscientos voluntarios catala-
nes (unos mil cuatrocientos hombres).

***

En el campo francés de Andújar, los acontecimientos se reflejan en una


carta que Dupont escribe al duque de Rovigo, y que nos parece al mismo
tiempo, confusa y sumamente reveladora. Aunque es de todo punto conoci-
da, la vamos a transcribir para que el lector pueda analizarla con nosotros
sin tener que acudir a los archivos u otros textos.
84 IGNACIO CERVELLÓ BURAÑES

La carta dice:
Al S.E. el Sr. Duque de Robigo, Gral. en Jefe de los Ejtos. franceses en
España = Sr. Geral. en Jefe = Tengo el honor de participaros que el enemi-
go se ha presentado hoy delante de nuestra posición con todas sus fuerzas,
ha presentado frente de Andújar de 19 á 18.000 hombres y su Artillería se
halla en parte compuesta de piezas de a 12. Mientras nos atacaba de fren-
te, un cuerpo de 3.000 hombres que había pasado el río por debajo de Andú-
jar, se dirigió por medio de la sierra sobre nuestra espalda. El 6º Rg. Provi-
sional se destacó para combatirlos y les ha rechazado vigorosamente: otro
Cupo de 5 á 6.000 hombres que se hallan en Villanueva amenaza nuestro
flanco izquierdo. Dos Bones. de la 4ª Legión se enviaron para contenerlos y
hubo sobre este punto un combate muy vivo, pero el enemigo sin embargo
de su superioridad no ha podido desordenar nuestras tropas y el puesto
vecino, del cual sacamos nuestros víveres no ha sido asaltado. El enemigo
ha marchado igualmente con un cupo considerable sobre Mengibar situado
en el camino de Jaén para Bailén. El Gral. Liger de Lair, desde algunos días
a esta parte cubría esta posición con el objeto de defender el camino de la
Carolina y el Gral. Bedel ha pasado esta misma noche con toda su División
para reforzarlo. No tengo todavía los detalles de lo que puede haber suce-
dido, pero tengo motivo para creer que el Gral. Bedel se habrá mantenido
en su puesto con ventaja. El Gral. Gobert marchó esta mañana a Bailén
para apoyar al Gral. Bedel. Su División está estremadamente debilitada
habiendo tenido que dejar otros seis Bons., de los que tres se hallan en la
Mancha y la Sierra para la seguridad de las comunicaciones. Es sumamen-
te importante que esta División se reuna toda y lo mas pronto posible. El
enemigo ha tomado posiciones sobre las alturas que hallan frente de Andu-
jar. Esto anuncia que habrá mañana una nueva tentativa mas seria que la
de hoy: resistiremos a ella con el mayor empeño. V.E. conoce cuan penosa
es la posición de Andújar sobre todo bajo el aspecto de los víveres que se
acopian en el día con una dificultad estrema. El soldado está obligado a
segar el mismo el trigo y de hacer su pan, habiéndose dejado los paisanos
las mieses en pie para seguir (a) los rebeldes. Suplico a V.E. que envie los
refuerzos necesarios para volver a tomar al instante nuestras operaciones.
El interés de S.S.M.M. el Emperador y el Rey de España los ecsigen y se
debe sentir mucho haber dado lugar al enemigo de emprender la ofensiva
contra nosotros. Solo hemos tenido hoy una pérdida muy leve para rechazar
los ataques del enemigo= Dupont = P.D. Tengo noticia del Gral. Bedel, con-
serva siempre su posición: el enemigo no ha logrado ninguna ventaja sobre
nosotros. (Sic. de la traducción microfilmada del IHCM.).
LA INFORMACIÓN Y LAS DECISIONES EN LA BATALLA DE BAILÉN 85

Es necesario analizar minuciosamente esta carta, porque nos revela el


estado de ánimo del general Dupont. A primera vista cabría afirmar que es
un mensaje de alarma, donde las frases nos han atacado…, hemos resisti-
do…, mañana una nueva tentativa...etc. pueden interpretarse como un deseo
de dar mayor énfasis a la petición de refuerzos; pero lo cierto es que, además,
da la impresión de sentirse asediado por un enemigo muy superior, cuando
parece, como después se expondrá, que en el momento de escribir esta carta
tenía la segunda oportunidad de culminar brillantemente su misión, infli-
giendo un grave y tal vez definitivo daño a las fuerzas españolas.
En un análisis más detallado se observa, en primer lugar, que ya dispone
de información de contacto. La valoración que tiene del enemigo en los dis-
tintos frentes es bastante aproximada, pero donde se manifiesta que hay una
falta de información es en Mengíbar, en el que valora al enemigo como un
Cuerpo considerable. Este dato, que Dupont tuvo que conocer por Vedel, nos
revela que ambos generales ignoraban la verdadera entidad de las fuerzas de
Reding, ya que por su potencial merecían otra valoración más importante.
Un aspecto muy interesante es la mención que hace de los movimientos
en la zona de Bailén y Mengíbar. Dice que esta última posición tiene por
objeto defender el camino de La Carolina, cuando su participación en tal
defensa es muy relativa, puesto que se encuentra a unos cuarenta kilómetros
de aquel punto y, además, Bailén, que está detrás en ese camino, cumple esa
función mucho más directamente. También dice que el general Vedel ha
pasado esta misma noche a reforzarlo cuando sabemos que el apoyo de
Vedel a Liger-Belair fue a las once de esa misma mañana. ¿A qué noche se
refiere? ¿a la pasada o la que empieza? Lo que no menciona es la marcha
de Vedel a Andújar que ya se está realizando esa noche. Sin embargo infor-
ma que el general Gobert marchó esta mañana a Bailén... Este movimiento
tuvo que producirse a petición de Vedel cuando éste tomó la decisión de ir
a Andújar. Es muy extraño que ninguno de los dos generales haya informa-
do a su jefe de este importante movimiento de Vedel.
El primer interrogante que se nos ofrece es: ¿a qué hora fue escrita la
carta? Observamos que después de mencionar todos los combates o accio-
nes que han tenido lugar en el día, dice que haré mañana una nueva tenta-
tiva. Esta frase nos da una idea de que las horas de actividad en el campo ya
han terminado. Es decir, podremos afirmar que es, por lo menos, a última
hora de la tarde. Por ello nos hemos planteado, ¿es que no tiene aún noticias
de Vedel? Nos cuesta aceptarlo; pero es en la posdata (o sea aún más tarde)
cuando ya da cuenta de tener noticias de este general, pero tampoco men-
ciona la marcha.
86 IGNACIO CERVELLÓ BURAÑES

Por ello esta carta la hemos calificado de confusa y precisamente por


ello nos parece reveladora de que Dupont, que no ha ordenado el movi-
miento de Vedel y que le parece sumamente peligroso, quiere declinar su
responsabilidad ignorándolo.
***
El día 16 de julio hay una intensa actividad en el campamento de Reding
desde las cero horas. Toda la división, mas los agregados de la II, se van
aproximando al río para pasar cuanto antes a la otra orilla. Unos observa-
dores a caballo, que Liger-Belair ha situado en Javalquinto, empiezan a
detectar estos movimientos de las fuerzas españolas. El ataque va a comen-
zar al romper el alba, y el general francés, ya alertado, comienza a disponer
sus medidas.
En el campamento de Coupigny tampoco hay descanso. El desfile de
flanco de la división de Vedel les obliga a observarla continuamente y les
permite hostigarla también continuamente. Sus tiradores no dejan de hacer-
les bajas manteniéndolos en constante tensión. Parece que durante la noche,
Vedel dio un gran alto a su columna, y suponemos que sería en las zonas de
los numerosos vados que había por esas fechas de estiaje. En este lugar y en
este momento es cuando nos parece que Dupont tuvo su segunda oportuni-
dad de éxito. Si hubiera ordenado a Vedel atacar al amanecer a la división
de Coupigny, y a la vez rodearla por la espalda con la división de Caballe-
ría, es casi seguro que hubiera dividido en dos partes la línea española, para
después batir sucesivamente los extremos. Como premio adicional hubiera
abortado el ataque de Reding a Liger-Belair. Pero estas hipótesis sobre situa-
ciones del pasado, como la anterior que hemos hecho en Córdoba, nunca
podrán ser contrastadas con la realidad, por lo que siempre queda impune el
prestigio del que las formula. Queda pues al criterio del lector, pensar si
pudieron suceder de esa manera. Lo que sí es cierto es que Dupont pudo
intentarlo sin el riesgo, que luego tuvo, de que sus fuerzas quedaran rodea-
das. Es obligado tener en cuenta que el general francés ni tenía la informa-
ción que nosotros tenemos hoy, ni nadie podía suponer en aquel momento el
desastroso final que le esperaba por mantener aquella actitud defensiva.
Amanece. El general Reding da la orden de comenzar el ataque. Duran-
te la noche, una parte de su división ya ha pasado el río por los vados de
Javalquinto. Los agregados de Coupigny pasan en la barca. El general
Liger-Belair, que tiene noticia de estos movimientos, se ha aprestado a la
defensa. Pronto se da cuenta de que no puede contener el empuje de las
fuerzas españolas y pide ayuda a Gobert, que acude con todos los medios
LA INFORMACIÓN Y LAS DECISIONES EN LA BATALLA DE BAILÉN 87

disponibles: pero tampoco puede contenerlo. Este general muere de un dis-


paro en la cabeza, y le sucede en el mando de la división el general Dufour.
Los franceses no tienen otra opción que retirarse realizando una defensiva
en profundidad. El terreno se presta a esta maniobra y obligan a Reding a
montar sucesivos y agotadores ataques. A las catorce horas, éste detiene el
ataque y regresa a Mengíbar.
Esta decisión del general Reding ha sido, desde el primer momento y
más tarde, frecuentemente criticada, tanto por detener el ataque victorioso
como por regresar a Mengíbar. Por nuestra parte consideramos que fue acer-
tada en su totalidad, tal y como vamos a justificar a continuación.
En cuanto a la detención del ataque pensamos que, si tantos estudiosos
han considerado el calor y la sed como causa determinante de la rendición
de Dupont a las doce del mediodía, con mayor razón habrá que aceptar la
detención de Reding a las dos de la tarde, después de avanzar unos ocho
kilómetros en ataques sucesivos. En el parte que redacta a las cuatro de la
tarde dice: ...como la calidad del terreno hacía interminable la cadencia de
ataque a que obligaban sucesivamente las nuevas posiciones que tomaba el
enemigo, me vi precisado a las dos de la tarde a regresar a este pueblo para
que no se aumentasen las víctimas del calor y del cansancio... Nos parece
que es muy convincente la explicación. Debemos precisar que sus unidades
quedaron ocupando las posiciones que habían conquistado al enemigo al
norte del río.
Pero a fin de exponer mejor nuestro punto de vista, asumiremos la per-
sonalidad del Jefe de Estado Mayor de esa división y exponemos el informe
que hubiéramos elevado al general Reding en aquellas circunstancias.
Este hipotético informe, hubiera podido ser: Después de realizar los
movimientos preparatorios durante la noche, y combatir con calor extremo
desde el amanecer (informe d'Affry), atacando sucesivas posiciones que el
enemigo ha presentado a lo largo de unos ocho kilómetros, la división se
encuentra sumamente fatigada hasta el punto que, de continuar el ataque,
se producirán numerosas bajas por deshidratación e insolación. No se
puede esperar un avance mayor, de unos tres o cuatro kilómetros más desde
la posición actual, por las horas de luz que quedan en esta jornada. Se
podría pues alcanzar una posición a unos dos kilómetros como máximo, al
norte de Bailén. En cuanto al enemigo: la hipótesis más probable es que la
División Vedel regrese con la mayor celeridad a Bailén. La hipótesis más
peligrosa es que el general Dupont levante el campo y se repliegue a Bai-
lén con todas sus divisiones. Creemos que el Coronel Jefe de Estado Mayor
informaría a Reding en unos términos más o menos similares.
88 IGNACIO CERVELLÓ BURAÑES

Como sabemos, la primera hipótesis es la que sucedió en realidad, y


debe pensarse que era muy previsible, puesto que si el descalabro se había
producido por la ausencia de Vedel de su posición, lo más probable que
cabría esperar es que Dupont lo enviara inmediatamente a restablecer la
situación. Por ello, de haber continuado Reding el ataque hasta el crepúscu-
lo, se hubiera encontrado al amanecer con la división agotada, con el mismo
enemigo enfrente y la división de Vedel en su retaguardia, y además que-
dando aislado del grueso de las fuerzas españolas. En la segunda hipótesis,
la situación hubiera sido la misma pero con tres divisiones en su retaguar-
dia. Por estas razones estimamos muy acertada la decisión de Reding, y nos
parece que queda demostrada la inviabilidad del Plan de Porcuna en su
forma inicial, en razón de las fuerzas francesas que había en la zona en el
momento de su ejecución. No se puede olvidar que el Camino Real era la
arteria principal del despliegue de Dupont.
***
Nos trasladamos a Andújar, y encontramos al general Dupont que pare-
ce haber estado pensando toda la noche en el tema de la carta que había
escrito la tarde o la noche anterior. La inquietud se trasluce en que a prime-
ra hora de la mañana escribe dos nuevas cartas, que intentaremos analizar.
La primera a considerar es la que va dirigida también a Rovigo. La repro-
ducimos, como la anterior, para mayor comodidad del lector.

A S.E. el Sr. Duque de Robigo, Comte de los Ejtos. franceses en España


= Sr. Gral. en Jefe = Tengo el honor de dirigir a V.E. el duplicado de mi
carta de ayer. El enemigo se mantiene en las mismas posiciones, ocupa las
alturas del frente de Andújar y sus baterías están a tiro de nuestra cabeza
del Puente. Me presumo que hoy renovar su ataque, y nosotros lo recibire-
mos con la mayor tenacidad para conserbar nuestra posición. El Gral.
Bedel guarda el camino de Jaén a Bailén, y yo le he encargado con efica-
cia observe el de Jaén a Ubeda, por el cual podría el enemigo pasar a la
Carolina. El mismo encargo tengo hecho al Gral. Gobert, en atención a la
suma importancia de la posición de La Carolina, para mantener nuestra
comunicación con Madrid = El enemigo descubre en su ataque proyectos
formales, y le ha dado alientos nuestra inacción. Yo creo, como ya he insi-
nuado a V.E. muchas veces, que no debemos perder un instante en pasar a
la ofensiva. Si no se sujeta el Medio-Dia inmediatamente se extenderá el
fuego de la insurrección a las otras provincias y las tropas regladas que hay
esparcidas por ellas se dejarán arrastrar al partido de los rebeldes, mas
LA INFORMACIÓN Y LAS DECISIONES EN LA BATALLA DE BAILÉN 89

vale no hacer caso por un momento de los movimientos parciales, que pue-
dan manifestarse en algunos puntos, a fin de ponerse en situación de mar-
char con fuerzas suficientes contra su Ejto. del Medio-Dia, que está en gue-
rra abierta contra nosotros. Ademas haré‚ observar a V.E. que hace cerca
de un mes que ocupamos la posición de Andújar, que este país ha sido aso-
lado por los bandidos y que no podemos sacar de él sino los mas escasos
recursos para vivir. Las tropas no hubieran tenido mucho hace suministros,
si los soldados no se empleasen diariamente en segar el trigo y hacer por
si mismos su pan, pero hoy día que la tropa está continuamente sobre las
armas no puede usar ya de este medio. V.E. conocerá cuán impaciente está
el Ejto. por salir de esta situación y marchar al enemigo. La entera reunión
de la División Gobert y otra División más con alguna Caballería, pondrán
a este Ejtº en disposición de volver a empezar sus operaciones, y este
momento nunca podrá venir muy temprano, ruego a V.E. que asegure a S.M.
del celo que anima sus tropas por su servicio, ayer adquirieron un grado
mas de confianza; todos los motivos se reunen para que den incesantemen-
te una batalla decisiva = Tengo ... =El Gral. Dupont.

La primera consideración que podemos formularnos es que está escrita


a primera hora de la mañana, puesto que presume un nuevo ataque de los
españoles. Por ello resulta sorprendente esta carta que realmente no tiene
ninguna novedad que contar. Las primeras líneas dicen que le dirige el
duplicado de la carta de ayer. No hemos podido discernir si el duplicado es
la primera carta que transcribimos arriba (de otra que pudo haber enviado
anteriormente), o bien esta segunda es el duplicado de la primera. La expli-
cación de nuestra duda es que no son iguales, pero al mismo tiempo repite
conceptos: como la situación del enemigo, la previsión de un nuevo ataque,
la falta de víveres, la siega del trigo... etc.
Sin embargo, la segunda carta se diferencia en que añade unas explica-
ciones inesperadas. Dupont le manifiesta a Rovigo, que ha dado orden a
Vedel de guardar Bailén, y a Gobert de guardar La Carolina. Cuando escri-
be esto ya sabemos que conoce la nueva posición de Gobert en Bailén aun-
que no la confirma. Tampoco habla del movimiento de Vedel. ¿Es posible
que aún ignore que lo tiene a menos de diez kilómetros? El general Gómez
Arteche dice: ...(Vedel) se dirigió a Andújar precedido de un ayudante que
le previniera con tiempo si aquella marcha obtenía o no el beneplácito del
general en jefe. En resumen, esta segunda carta de fecha 16 nos parece tam-
bién algo confusa y nos reafirma en la sospecha de que Dupont quiere igno-
rar los movimientos que sus subordinados han ejecutado sin orden suya.
90 IGNACIO CERVELLÓ BURAÑES

En ambas cartas se repite también la petición de refuerzos con un tono


de urgencia para reanudar sus operaciones. Es significativo que en ningún
caso habla de replegarse a una posición más concentrada a retaguardia.
Esa misma mañana Dupont escribe otra carta, ésta al general Belliard.
Como sabemos, este general desempeña en Madrid una función un tanto
ambigua. Por su cargo de segundo jefe del defenestrado duque de Berg,
Belliard queda encargado de la firma; pero el que lleva todos los asuntos,
dando cuenta a Napoleón, es el duque de Rovigo. En estas circunstancias la
carta que tratamos no puede entenderse más que como una búsqueda de
apoyo en su ya angustiosa petición de refuerzos. No vamos a reproducirla
por considerar que no contiene nada relevante; se limita a pedir urgentes
refuerzos, apelando a la situación de la insurrección andaluza. Reitera el
argumento de la siega del trigo por los soldados.
Estas tres cartas son interceptadas por Coupigny este mismo día al apre-
sar un correo (suponemos en el Camino Real) cuando acosaba a la retaguar-
dia de Vedel. Ignoramos la hora en que habían sido expedidas, pero hay que
suponer, por su contenido, que fue antes de la llegada de la vanguardia de
Vedel a Andújar, que debió ser sobre el mediodía. Como era de esperar los
soldados de esta división fueron recibidos jubilosamente por las fuerzas de
Dupont, pero no podemos saber cual fue la actitud interior de este último.
***
En el campo español de Andújar, el día amanece en igual situación que
el anterior. El interés se centra en ver aparecer a Reding y Coupigny por el
flanco y retaguardia de Dupont, para cogerlo entre dos fuegos. Pero esa
esperanza se transforma en inquietud al ver aparecer a la división de Vedel,
que viene a reforzar al enemigo que tiene a su frente. Verdaderamente,
Dupont disponía en aquel momento de una fuerza temible: dos divisiones y
una brigada de Infantería más una división de Caballería. Con este poten-
cial hubiera podido iniciar una peligrosa ofensiva, si bien creemos que había
perdido la mejor oportunidad, que señalábamos al paso de Vedel frente a
Coupigny. Ahora podría pensar otra operación diferente, pero cualquier ten-
tativa, en ese momento, hubiera tenido que esperar al día siguiente porque la
retaguardia de Vedel llegó sobre las dieciocho horas. Este refuerzo alarma
considerablemente a Castaños, que ya empieza a urgir a Reding y Coupigny
en el cumplimiento de su misión de envolver a Dupont. Y con estas delibe-
raciones termina la jornada en las unidades españolas de los Visos.
Entre tanto en la zona de Bailén, el general Dufour, al mando de la divi-
sión del fallecido Gobert y el destacamento de Liger-Belair, se refugia en
LA INFORMACIÓN Y LAS DECISIONES EN LA BATALLA DE BAILÉN 91

Bailén cuando Reding detuvo el ataque. En esta población se encuentran al


Batallón Lanusse que guarnecía Linares, el cual da cuenta a Dufour de que
hay movimientos de fuerzas españolas que se dirigen al desfiladero de Des-
peñaperros y que, según informadores, llevan intención de bloquear las
comunicaciones con Madrid. Aquí es preciso recordar que las misiones
generales encomendadas a las divisiones Vedel y Gobert eran en primer
lugar asegurar las comunicaciones en el desfiladero. No es pues sorpren-
dente que Dufour, continuando la dirección de su retirada, siga el movi-
miento hacia Guarromán, para aproximarse a Despeñaperros. Pero antes,
como es obligado, envía un parte a Dupont dándole cuenta del combate, de
la retirada con la lamentable pérdida del general Gobert y de las informa-
ciones sobre avances españoles en dirección al desfiladero.
***
El parte que da Coupigny a Castaños este día es muy conocido por lo
que nos limitaremos a reproducir únicamente las primeras palabras:
Habiéndome pedido el Gral. D. Teodoro Reding reforzar .... Lo cual nos
confirma que la división de Coupigny no había sido agregada todavía a la
de Reding porque, en tal caso, éste hubiera ordenado, no pedido; y además
Coupigny no hubiera dirigido el parte directamente a Castaños. El resto de
este escrito da cuenta de sus acciones sobre la retaguardia de Vedel y la cap-
tura de un correo con las cartas de Dupont que antes hemos presentado.
El parte de Reding, igualmente conocido, ya lo hemos mencionado
anteriormente, resaltando el aspecto que nos interesaba.
La llegada de ambos partes debió producir una tremenda decepción en
el cuartel general de Castaños. Las dos divisiones han iniciado la misión
que se les había encomendado, pero ninguna la ha terminado. Por el con-
trario, ambas han regresado a la situación inicial, es decir, a la línea del
Guadalquivir. Por lo tanto, no se puede esperar la aparición inmediata de
estas unidades sobre la retaguardia de Dupont. Es de suponer que tal situa-
ción debió contrariar sumamente a Castaños, que vería en peligro cualquier
punto de su despliegue ante la concentración de fuerzas que ya tenía el ene-
migo. No puede sorprendernos que apremiara a Reding y Coupigny a com-
pletar sus acciones con la máxima urgencia. Pero también éstos, dada la
hora, tendrían que esperar al día siguiente.
Coincidiendo con la llegada de las últimas unidades de la columna de
Vedel, debió llegar al campamento de Dupont el correo con el parte de
Dufour. El alborozo de la llegada del refuerzo se transforma en alarma. Si
hubo alguna intención de tomar la iniciativa con una acción ofensiva, se des-
92 IGNACIO CERVELLÓ BURAÑES

vaneció instantáneamente con la noticia de que en la zona de Bailén-Mengí-


bar, había aparecido una fuerte división capaz de barrer las fuerzas de Liger-
Belair y Gobert juntas. La muerte de este último general, además del impac-
to afectivo (era muy amigo de Dupont), confiere un mayor dramatismo a la
derrota. Si a esto añadimos la información de que un fuerte contingente de
fuerzas españolas se dirige al desfiladero con la intención de cortarles las
comunicaciones con Madrid, queda justificada la alarma. Pero aún hay algo
más: el repliegue y la desaparición de Reding, después de derrotar a los
defensores de aquel flanco, crean una notable confusión en cuanto a la situa-
ción, intenciones y número de las fuerzas españolas que operaban en aque-
lla zona. El único dato concreto que pudieron aportar los que habían comba-
tido, sería que habían sido atacados por una división muy fuerte y numerosa.
Casi con toda certeza identificarían al general Reding y con él a su división.
Según parece, y es muy verosímil, se produjo una gran tensión entre
Dupont y Vedel. Parece que el primero reprochó al segundo la imprudente
iniciativa de dejar desguarnecida o insuficientemente guarnecida aquella
importantísima posición. Ese reproche equivale a culparle del descalabro.
La acusación de su jefe debió zaherir profundamente a Vedel, pero es posi-
ble que aun le produjera mayor dolor la elocuencia de los hechos.
La reacción de Dupont es la que podía esperarse: ordena a Vedel que
regrese a Bailén lo más rápidamente posible y que recupere esta posición si
está ocupada por el enemigo. Pero además, que compruebe si hay enemigo
en la carretera de Mengíbar, también en la zona de Linares; después, que
vaya al desfiladero para averiguar qué fuerzas españolas se aproximan a La
Carolina y Santa Elena y atacarlas en su caso; y por último regresar para
cooperar en la defensa de Andújar. Lo cierto es que esto, más que una
misión, nos parece un correctivo.
Vedel aconsejó a Dupont que levantara el campo y que se fuera con él a
Bailén (así lo afirma el primero en sus memorias), pero éste no quiso acep-
tar la sugerencia. No podemos saber con certeza los motivos que tuvo el
general francés para rechazar este plan que hubiera supuesto la salvación de
su ejército; tan sólo podemos imaginarlos según nuestros propios criterios,
o bien eligiendo entre las numerosas opiniones que se han emitido sobre el
tema. Parece ser que Napoleón consideraba (desde Bayona), que la posición
de Andújar era muy adecuada. También es muy comprensible que Dupont
se resistiera a retroceder más porque era tanto como aceptar el fracaso de su
oportunidad, ya perdida en parte, de llegar a Cádiz y conquistar Andalucía.
Sí parece evidente que se sentía con suficientes recursos para resistir hasta
que le llegaran los refuerzos, que con tanta insistencia había solicitado.
LA INFORMACIÓN Y LAS DECISIONES EN LA BATALLA DE BAILÉN 93

Con las sombras de la noche, Vedel sale de Andújar al frente de su divi-


sión en dirección a Bailén. La noche anterior hizo cuarenta kilómetros, ahora
debe recorrer con rapidez otros treinta para recuperar las posiciones perdi-
das. Podemos suponer el estado de ánimo de este general que con su mejor
espíritu de lucha había acudido al punto más amenazado (según Dupont), y
que por su ausencia la situación se había torcido de forma tan peligrosa.
Seguramente le embargaría un acuciante deseo de alcanzar pronto al enemi-
go y desquitarse del error. Para aumentar su ansiedad hay que recordar que
esta división también había recibido la misión primordial de asegurar las
comunicaciones con Madrid y, por lo tanto, la alarmante noticia de que fuer-
zas españolas amenazaban el desfiladero le comprometía directamente.
***
El día 17 de julio resulta curiosamente vacío de actividades conocidas
en los dos campamentos rivales. Parece que, exceptuando la marcha de
Vedel, las unidades de ambos bandos permanecieron en sus posiciones
intercambiando fuegos y realizando algún amago. Es muy posible que
hubiera algo más, pero no lo conocemos porque no existen documentos de
este día, excepto el oficio de Castaños a Reding, cuya fotocopia adjunta-
mos y que creemos que ha permanecido inédito hasta que la autora Luise-
lle de Riedmatten lo descubrió en los archivos de la familia Reding. Hoy
podemos ofrecer la fotocopia de este documento gracias a la amabilidad del
Archivo Cantonal de Schwytz.
Al analizar este oficio, se descubre a primera vista que hace referencia y
contesta a otro que Reding le ha dirigido ese mismo día, pero que no cono-
cemos ni sabemos a qué hora. También menciona una información obtenida
por Coupigny, sobre la salida de la II División, aunque la descarta rotunda-
mente. Esto último constituye un evidente error de valoración sobre el ene-
migo, pero al parecer tenían sus indicios para pensar de esa manera.
El párrafo que nos interesa resaltar es :...es preciso que luego que V.S. entre
en Bailén, venga con la División de Coupigny unida a la suya sobre Andú-
jar y luego... Estas palabras nos confirman que es en ese momento cuando le
agrega la II División. Tal cambio en la articulación de sus fuerzas lo tenemos
que inscribir en lo que se conoce como La conducción de la batalla, y no
puede servir de argumento para descalificar el Plan de Porcuna pues, como
todos los planes, se hizo con arreglo a unos datos más o menos conocidos en
el momento: datos que luego el enemigo se encarga de variarlos según su
conveniencia. Por esta razón, siempre se hace inicialmente una preparación
de la batalla, para posteriormente llevar la conducción de la misma.
94 IGNACIO CERVELLÓ BURAÑES

En nuestra opinión, Castaños acertó concediendo esta agregación que


seguramente le reclamaba el propio Reding, por ser necesaria para poder
enfrentarse a aquellas dos divisiones que se movían por el Camino Real.
Tenemos que considerar que la división de Vedel, incluyendo a Liger-Belair,
más las unidades que quedaban disponibles de la división de Gobert, con el
destacamento de Linares, sumaban más de once mil hombres. También hay
que incluir en el cómputo de las unidades que los franceses podían presen-
tar, en el recorrido que se exigía a Reding, la división de Caballería, la cual
podía presentarse en Bailén en unas tres horas. La preparación e instrucción
de estas tropas nos las define el propio Castaños en el mismo oficio: ...V.S.
sabe el numº y calidad de las tropas de estas divisiones...
Por último, el oficio está firmado a las siete de la tarde, lo que nos dice
que durante todo el día se debió de tratar este tema entre los generales.
A continuación, el mismo Castaños escribe al presidente de la Junta, y
dice: ...he dado orden para que reunan sus divisiones dichos Grals. cuyas
fuerzas son respetables para cualquiera..., lo que nos confirma la fecha de
la agregación.
El coronel Nazario de Reding, en carta a un amigo, dice: Dueños de
todas las alturas de Mengíbar y del Pueblo, así como del paso del río, per-
manecimos el 17 para saber las ulteriores órdenes del General Castaños,
así como de ver realizado, que la división de Coupigny se uniera a la nues-
tra, lo que se realizó la noche del 17 al 18. Queda claro que esta I División
permaneció inactiva durante todo este día, esperando órdenes. Tenemos la
certeza de que hubo un oficio de Reding a Castaños, porque lo menciona
éste, pero ¿hubo otros más? No tenemos noticia de ello, aunque echamos en
falta un nuevo escrito de Castaños a Coupigny para ordenarle que se ponga
a las órdenes de Reding. Suponemos que durante todo el día tuvieron que
tener contactos, ya escritos o personales, para tratar este tema que era muy
urgente. Sobre la división de Coupigny tampoco tenemos noticias, pero rea-
lizaron alguna acción puesto que hicieron prisioneros.
Como decimos antes, el tono del oficio es apremiante pues más adelan-
te dice: Esperamos que V.S. nos de aviso sin pérdida de tiempo del resulta-
do de su ataque a Bailén y del modo con que se proponga marchar sobre
Andújar, que deberá ser lo más pronto posible,... Esto nos da cuenta de la
inquietud que embarga al General en Jefe.
Esa misma noche comienza la reunión de las dos divisiones en la zona
de Mengíbar. La de Coupigny se desplaza al otro lado del río donde ya se
encuentra la de Reding, el cual toma el mando de las dos.
LA INFORMACIÓN Y LAS DECISIONES EN LA BATALLA DE BAILÉN 95

***
La única acción importante en el día es la marcha de la II División fran-
cesa. A primera hora de la mañana llegaron a Bailén tras una marcha rápi-
da y forzada. Con gran desencanto y alarma se encuentran con que no hay
enemigo a quien batir y que, según los informes de los paisanos, las fuerzas
de Dufour han salido a defender Despeñaperros, que estaba amenazado por
las fuerzas españolas. Vedel tiene que dar un descanso a sus soldados. Por
la tarde continua la marcha para reunirse con Dufour, que se encuentra en
Guarromán. Cuando llega, sobre las veintiuna horas, como los informes
siguen coincidiendo en señalar el peligro en el desfiladero, manda a Dufour
que se adelante a Santa Elena, mientras él da a su división un nuevo des-
canso. La división, en este momento, ha cubierto unos ochenta y cinco kiló-
metros desde las nueve horas del día 15. En este corto plazo de tiempo no
hubo verdaderos descansos, porque las dos noches han sido de marcha. Se
puede decir que tan sólo ha habido grandes altos, en los que la distribución
de las comidas, la atención al ganado y la preparación de la siguiente mar-
cha, dificultarían el necesario reposo para reponer fuerzas.
El general Vedel sigue obsesionado con el peligro que le anuncian en el
desfiladero. El estado de ánimo, que antes hemos intentado describir, le
condiciona para evitar por todos los medios un nuevo descalabro y buscar
el desquite. Esa noche envía un correo a Dupont informándole de la situa-
ción, anunciándole su próxima marcha hasta La Carolina y asegurando que
buscará al enemigo donde esté para batirlo.
El general Dufour parece que no estaba tan convencido de aquel peli-
gro pero, obedeciendo a Vedel, emprende la marcha a Santa Elena, que dista
cerca de treinta kilómetros de Guarromán.
***
El día 18 de junio en las proximidades de Mengíbar, en la orilla norte del
río, las dos divisiones españolas al mando del general Reding inician su mar-
cha a las primeras horas de la mañana. En el parte del día 19, el general Cas-
taños dice: ... da parte el general Reding de haber entrado en Bailén a las 9
de la mañana, con su división y la del Marques de Coupigny reunidas de mi
orden y que se retiraban los enemigo de dicha villa a Guarromán, dejando
solo una gran guardia que fue arrollada. Esa gran guardia, que probable-
mente sería un escuadrón, se retiraría mandando aviso, en ambas direc-
ciones, de haber sido cortado el Camino Real por la presencia de una fuerza
importante (seguramente no tendría tiempo para ver toda la columna).
96 IGNACIO CERVELLÓ BURAÑES

En ese momento las comunicaciones entre los dos generales franceses han
quedado cortadas.
Reding, después de comunicar a Castaños la llegada a Bailén, se queda
esperando a la madrugada siguiente para dirigirse a Andújar. Como le han
informado del paso de Vedel el día anterior, envía un reconocimiento para
averiguar la situación de los franceses en el norte. La información que
obtiene a mediodía es que están en Guarromán y se dirigen más hacia el
norte. Establece su campamento al oeste de Bailén, en los alrededores de la
noria, y pone una guarnición al otro lado del pueblo en previsión de una sor-
presa por aquella dirección.

***

A primera hora de este día, Vedel inicia con su división la marcha desde
Guarromán a La Carolina. La distancia de unos quince kilómetros que sepa-
ra a estas dos poblaciones es la justa para completar los cien kilómetros que
la división había recorrido desde el día 15 por la mañana (o sea, tres días).
Era pues necesario darle un verdadero descanso allí mismo, si no aparecían
enemigos a quien batir. El propio general se va hasta Santa Elena para
hacerse cargo de la situación en los desfiladeros, ante las fuerzas españolas
que se aproximaban. Dufour le espera desde unas horas antes, y juntos
hacen las averiguaciones y reconocimientos. Pero los resultados les condu-
cen a descubrir que todo era una alarma injustificada, pues únicamente se
detectaron partidas de guerrilla. Ésto, nos parece, debió ser un motivo de
tranquilidad para los franceses: es posible que para Vedel representara un
doloroso golpe en su amor propio. Con el estado de ánimo que, hemos
supuesto, tendría al salir de Andújar, le sentaría muy mal llevarse este chas-
co con los guerrilleros. Tal vez se sintiera fracasado ante sus propios subor-
dinados; pero lo cierto es que decide darle a su división un necesario des-
canso de un día casi completo. Es posible que pensara tocar diana sobre las
cinco horas, para que las tropas pudieran recuperarse.
En Andújar, el general Dupont recibe, por la mañana, el parte de Vedel.
Las primeras noticias son tranquilizadoras ya que no ha encontrado enemi-
go por ninguna parte, pero el anuncio del desplazamiento de todas aquellas
unidades a las proximidades de Despeñaperros, le tuvo que producir cierta
inquietud. Es posible que ya considerara la idea de retirarse. Pero la ame-
naza de los Visos y la inconveniencia de realizar la salida a la luz del día, le
hicieron mantenerse en espera.
LA INFORMACIÓN Y LAS DECISIONES EN LA BATALLA DE BAILÉN 97

***

Por su parte, el general Castaños también queda a la espera de aconte-


cimientos, manteniendo su actividad ofensiva sobre el campamento de
Dupont.
La noticia de la ocupación de Bailén por Reding debió llegar a los tres
generales casi simultáneamente, pues las distancias a recorrer son similares.
Castaños contestó inmediatamente que cayera sobre Andújar sin demora, y
suponemos que daría las órdenes para preparar, a la mañana siguiente, un
verdadero ataque en fuerza sobre los franceses.
Dupont, al enterarse de la maniobra de Reding, comprende que se
encuentra en una situación sumamente peligrosa. En su estudio sobre el
enemigo, cree que el mayor peligro está en los Visos y calcula que en Bai-
lén se encuentra sola la división de Reding, que es la que había actuado dos
días antes en esa zona. Con sus dos divisiones se considera con fuerza para
arrollar a esa unidad. No puede imaginar que en Bailén le van a cerrar el
paso las dos mejores y más fuertes divisiones españolas. Con estos informes
se decide a levantar el campo y marchar a reunirse con las otras unidades,
pero quiere hacerlo por la noche y en silencio para eludir o retrasar la segu-
ra persecución de las fuerzas de Castaños. Lo que no puede es advertir a
Vedel del cambio de planes.
Esta decisión debió costar a Dupont un gran esfuerzo, pues representa-
ba reconocer ante sus propias tropas que no iba a llevarlas a la victoria, sino
a una retirada silenciosa.
En la oscuridad va saliendo la columna con la Brigada Chavert en cabe-
za, la cual destaca la vanguardia al mando del mayor Taulet. A continuación
el largo tren de víveres, equipajes, enfermos, familias y funcionarios, flan-
queado por la Brigada Schramm y la caballería. En cola y retaguardia mar-
cha la Brigada Pannetier y los marines de La Garde. Su misión es detener a
las fuerzas españolas que puedan salir en su persecución.
En lugar de volar el puente romano sobre el Guadalquivir, prefieren
barrearlo silenciosamente con carros y maderos. Para evitar que algún veci-
no del pueblo salga a dar el aviso a Castaños, se queda durante un tiempo
en la población una unidad de Caballería que mantiene el toque de queda.
En La Carolina, suponemos que Vedel también recibiría la noticia de la
presencia de Reding en Bailén. Quizás pensó que era la oportunidad que
buscaba para dar un escarmiento al enemigo que se le escurría entre las
manos. En todo caso, o con mayor razón ante la perspectiva de un comba-
te, su división debía continuar su descanso hasta la mañana siguiente. Se
98 IGNACIO CERVELLÓ BURAÑES

nos ocurre que el horario previsto para el día siguiente pudo ser: diana a las
cinco, iniciar la marcha a las siete, llegar a Guarromán sobre las once, dar
allí un gran alto a las horas de calor más fuerte, y continuar por la tarde
hasta Bailén. Este supuesto plan de marcha se basaría en la creencia de que
el enemigo que había en Bailén sería el mismo que se retiró ante su sola pre-
sencia el día 15 en Mengíbar. No tenía ningún indicio para sospechar que
ahora había dos divisiones en lugar de una, y además muy fuertes. Ha que-
dado incomunicado con Dupont y las últimas órdenes que había recibido
eran de que regresara a Andújar, luego no puede saber ni sospechar que su
jefe ha levantado el campo y quiere reunirse con él. Considera que tiene
tiempo para descansar y debe tomárselo, para llegar a Bailén en las mejores
condiciones y poder batir a aquel enemigo que estaba buscando con tanto
afán.

***
El 19 de junio es el día D, el día que se van a producir los grandes acon-
tecimientos que culminan la batalla de Bailén. Sin embargo, es posible que
ninguno de los protagonistas llegue a suponer la trascendencia de lo que va
a suceder.
A las cero horas la vanguardia de Dupont se encuentra a la mitad del
camino entre Andújar y Bailén. La cola es posible que aún no haya salido.
El general Dupont va con la cabeza del grueso. Nada se opone a su marcha
en aquella cálida noche que anuncia un día de sol radiante, como han sido
los anteriores. En sus pensamientos seguramente está, en primer lugar, la
intención de desalojar con rapidez a esa incómoda división que le corta el
camino. Después, todo sería fácil, en la seguridad de aquella fuerte posición
que con sus cuatro divisiones y una brigada pensaba establecer desde Bai-
lén hasta los desfiladeros.
A las dos, en el cuartel general español en los Visos, se recibe la noticia
de que ... los enemigos evacuaron a Andújar huyendo con precipitación por
el camino de Madrid. El general Castaños ordena a De la Peña, que con su
división emprenda la persecución del enemigo. Es preciso dejar expedito el
puente romano para pasar las unidades, especialmente la artillería, y en esos
preparativos pasan las horas inmediatas.
En el campamento de Reding han tocado diana a las tres, y las unidades
se preparan a adoptar el orden de marcha. El brigadier Venegas está al
mando de la vanguardia, y para asegurarse la puntualidad en su cometido,
ha levantado una hora antes a sus unidades y las ha adelantado a las proxi-
midades del río Herrumblar. A las tres y media aparecen los primeros ele-
LA INFORMACIÓN Y LAS DECISIONES EN LA BATALLA DE BAILÉN 99

mentos de la columna francesa y se inicia el primer tiroteo del combate


definitivo de la batalla de Bailén.
No detallaremos el desarrollo de este encuentro, que es bien conocido.
Los franceses lanzaron reiterados ataques sobre el centro y las alas de la
línea española, que fueron rechazados siempre. Por otra parte la intención
de este trabajo es analizar las decisiones que se adoptaron en función de la
información que se disponía. Cuando ya se inicia el combate, las decisiones
son puramente tácticas y la información es de contacto, o sea, por observa-
ción directa. Tan sólo queremos señalar la decisión de Dupont de emplear
sus fuerzas por separado, en acciones sucesivas. El propio Napoleón censu-
ró agriamente esta actuación táctica. Sin embargo, en nuestra opinión, sí
que intentó el general francés un ataque de conjunto sobre el centro de la
línea española. Cuando todas las unidades francesas habían pasado al este
del Rumblar, serían las seis de la mañana, Dupont decidió entonces un ata-
que por el centro con la Brigada Chavert, los suizos y una brigada de Caba-
llería en cada flanco de esta columna de Infantería. La Brigada Pannetier
quedó en el Rumblar protegiendo la retaguardia y los trenes del previsible
ataque de las fuerzas de Castaños.
Esta acción de Dupont no pudo prosperar porque Reding, viendo la
inminencia de tal ataque en fuerza, hizo adelantar sus dos alas para amena-
zar los flancos enemigos. Por ello Dupont tuvo que desviar la brigada de
Privé hacia el Cerrajón y la de Dupré al Zumacar Chico. Estas decisiones
de ambos generales parecen las más dignas de destacarse en el conjunto de
aquella gloriosa jornada donde se prodigaron los hechos heroicos. Como
sabemos, la última decisión de Dupont fue pedir la suspensión de armas
sobre el mediodía, cuando sus fuerzas ya no podían seguir combatiendo.
Convinieron en iniciar conversaciones sin moverse del lugar donde se
encontraba cada unidad. Reding remitió a Dupont ante Castaños para tratar
la capitulación.
La División De la Peña apareció sobre las dos de la tarde, y tomó posi-
ciones para cercar y amenazar a las fuerzas francesas que ya habían pedido
capitulación.
El general Castaños ha tenido, a nuestro parecer, una muy acertada
actuación desde que tomó el mando del ejército español. Pero no acabamos
de entender su decisión de quedarse en Andújar. En un parte que escribe el
mismo día 19 a las ocho horas, dice: ... ordené al Gral. de la Peña que con
su división reforzada, le picase la retaguardia..., Con la div. del Gral. Jones
ocupo esta ciudad (Andújar) donde he tomado posición adaptable a las
ocurrencias ...
100 IGNACIO CERVELLÓ BURAÑES

En nuestra opinión, su lugar estaba en Bailén, donde se encontraba todo


su enemigo y casi todas sus propias fuerzas. Su presencia en el campo de
batalla hubiera podido reordenar la situación, enviando al general De la
Peña al norte de Bailén donde los defensores del cerro San Cristóbal y el del
Ahorcado esperaban la llegada de Vedel, y donde hubiera representado un
papel más brillante que el de quedarse amenazando a un enemigo que ya se
había rendido. El general Castaños, con la división de Jones y la del coro-
nel Cruz Murgeón, hubiera podido cercar a Dupont para asegurar su
inmovilidad.
Por último, nos queda una decisión a considerar: la del retraso de Vedel.
Probablemente el lector habrá observado que hemos intentado entrar en el
estado de ánimo de este general desde que salió de Andújar. Intentábamos
reconstruir los pensamientos y los sentimientos que le embargaron por la
acción de Mengíbar y, luego, con la decepción de Santa Elena. Lo hemos
hecho por creer que esas emociones tuvieron que influir en sus decisiones
de este día. De esta manera hemos tratado de preparar al lector para que él
mismo formule sus propias conclusiones.
Se acusa unánimemente a este general de haber llegado tarde a Bailén
para prestar auxilio a su jefe antes de que se rindiera. Se aduce que desde el
amanecer estaba escuchando el cañón y, en lugar de acelerar la marcha, dio
a sus tropas un largo descanso de más de dos horas en Guarromán, cuando
ya se escuchaba con claridad el intenso cañoneo.
Para intentar comprender la conducta de Vedel es preciso entrar en la
situación en que se encontraba. El día 18, cuando ya ha dejado su división
en La Carolina y se ha convencido de que allí no hay enemigo, recibiría la
noticia de la ocupación de Bailén por los españoles. Las últimas órdenes
que recibió de Dupont eran de despejar todo el Camino Real y regresar a
Andújar. No ha podido recibir ninguna nueva información porque se había
cortado la comunicación. En consecuencia, considera que el ataque a las
fuerzas españolas que se han metido en Bailén es asunto suyo. Seguramen-
te creyó que eran las mismas fuerzas que habían atacado a Liger y a Gobert,
es decir, la división de Reding. Para ello decide dar una noche de descanso
a su división y agregarse a la de Dufour, que estaba en Santa Elena, para
emprender la marcha a Bailén y batir a ese enemigo.
Debemos hacer un cómputo de tiempo detallado para poder valorar por
nosotros mismos estos acontecimientos. Los primeros cañonazos que se
dispararon en Bailén serían después de las cuatro de la mañana porque a esa
hora comienza a clarear el día y, en reducida cantidad, porque fueron con-
tra la vanguardia francesa que no pudo sostener el ataque mucho tiempo. El
LA INFORMACIÓN Y LAS DECISIONES EN LA BATALLA DE BAILÉN 101

cañoneo intenso comenzaría sobre las cinco de la mañana, cuando inició el


ataque la Brigada Chavert.
No hay que olvidar que toda la batalla se desarrolló en una hoya del
terreno, y que la dirección de La Carolina (que está a veinticinco kilómetros
en linea recta), queda apantallada por el cerro de San Cristóbal. Como es
sabido, los sonidos se propagan muy bien por la noche, pero los primeros
cañonazos los pudieron confundir con una tormenta eléctrica los pocos indi-
viduos que estuvieran levantados en el campamento de Vedel. Cuando se
confirmara la naturaleza de aquellos lejanos estampidos y se decidieran a
comunicárselo al general serían las cinco y media, y mientras éste da las
órdenes y se hacen los preparativos, la división rompe la marcha sobre las
siete y llega a Guarromán a las once. Aquí se escucha claramente el fragor
del combate, cuya intensidad y duración ya no pueden dejar dudas de que
allí está Dupont con todas sus fuerzas. Vedel necesita dar un alto para aten-
der las necesidades más perentorias: alimentación, abrevar el ganado, curas
y descanso para entrar en combate. Sus oficiales le apremian para acudir al
cañón, pero antes de una hora cesa totalmente el cañoneo: posiblemente
antes de que entrara la cola de la columna en Guarromán. Vedel se tranqui-
liza y prolonga el alto hasta las trece horas. Cuando llega ante las posicio-
nes españolas de los cerros San Cristóbal y El Ahorcado son las cinco de la
tarde.
Vedel se justificó diciendo que su división necesitaba un descanso, y a
nosotros nos parece cierto, aunque pudo ser más corto. Pero aunque hubie-
ra dado un alto de media hora, que era imprescindible, hubiera llegado des-
pués de las catorce horas, cuando todo estaba igualmente acabado.
Se ha dicho que por resentimiento u otras motivaciones similares no
quiso acudir en socorro de su jefe. Incluso este mismo llegó a decir: ¡Vedel
me la ha jugado! A nosotros nos parece inconcebible que este general actua-
ra conscientemente para provocar un desastre que le iba a afectar necesa-
riamente a él mismo. Dejamos al lector, al que hemos aportado cuantos
datos conocemos, la tarea de componer su propia interpretación.

Finalizan en este punto las decisiones de orden táctico o estratégico que


configuraron el desarrollo de la batalla, y por ello se termina este trabajo
que, como dijimos al comienzo, pretende dar una interpretación objetiva de
esas decisiones, partiendo de la información que tuvieron los protagonistas
según se desprende de los documentos originales que se han utilizado en la
investigación historiográfica.
102 IGNACIO CERVELLÓ BURAÑES
LA INFORMACIÓN Y LAS DECISIONES EN LA BATALLA DE BAILÉN 103
104 IGNACIO CERVELLÓ BURAÑES
LA INFORMACIÓN Y LAS DECISIONES EN LA BATALLA DE BAILÉN 105
106 IGNACIO CERVELLÓ BURAÑES
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL
CUARTEL DE SAN GIL

Guillermo G.CALLEJA LEAL


Doctor en Geografía e Historia
Profesor de la Universidad Europea-CEES

LOS ANTECEDENTES: LA UNIÓN LIBERAL Y EL


MILITARISMO CENTRISTA

La campaña de Marruecos (1859-60) y sus consecuencias en el Ejército

L general Leopoldo O´Donnell volvía al poder y su gobierno durará

E cuatro años y ocho meses (30-06-1858/02-03-1863), un período


superior al de cualquier otro gabinete anterior y sin graves choques
militares, aunque con menos poder que Narváez1 . La parte más sólida de
La Unión Liberal se apoyaba en grupos militares y sus principios coincidían
con la mayor parte del Ejército. Al ganar por mayoría electoral, este primer
ensayo precanovista dio a España un gobierno estable y una cierta paz inte-
rior que permitió un elemento nuevo: la política exterior. La actividad
gubernativa se mantuvo hasta 1868 respaldada y controlada por la autoridad

1 BALLESTEROS BERETTA, Antonio: Historia de España y su influencia en la histo-


ria universal, Barcelona, 1927, vol. VIII, p 58; ALONSO José Ramón: Historia Políti-
ca del Ejército Español, Madrid 1974, p. 353. Ballesteros comenta que había pesado en
la caída del general Narváez (como en los gobiernos efímeros del general Armero y de
Javier Istúriz), que en el ánimo de la reina influía poderosamente un joven valenciano
llamado Puig Moltó. J.R. Alonso puntualiza al señalar que influyó su negativa a ascen-
der al comandante Enrique Puig Moltó por pertenecer a Ingenieros, cuerpo de escala
cerrada.
108 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

militar, empleando viejos mecanismos del estado de sitio, hasta el extremo


de que las asociaciones obreras existían según la buena o mala disposición
de los capitanes generales.Aunque carlistas y demócratas se mantuvieron
marginados del sistema político, participaron los moderados, unionistas y
progresistas, divididos estos últimos en resellados, partidarios de colaborar
con O’Donnell, y puros, inclinados hacia los demócratas y encabezados por
Olózaga, al estar Espartero prácticamente retirado en Logroño.
Votado un presupuesto de dos mil millones para obras públicas y mate-
rial para la necesaria modernización de la Marina y del Ejército, O’Donnell
pensó que acciones exteriores podrían servir para unir todos los españoles y
distraerlos de las discordias políticas. El problema más grave lo constituían
los ataques marroquíes contra Ceuta y Melilla, casi continuos desde 1840
por la debilidad española, produciéndose agresiones contras las fuerzas
españolas allí destinadas en 1844, 1845, 1848, 1853-54 y 1859. Aunque las
reacciones casi siempre fueron enérgicas, nunca tuvieron consecuencias
porque las propias revueltas internas del imperio de Marruecos provocaban
múltiples ataques y todos los acuerdos eran letra muerta2.
En agosto de 1859, grupos cabileños de Anyera3 atacaron al destaca-
mento que protegía unas obras junto al fortín de Santa Clara y destruyeron
un escudo de España. O’Donnell envió un memorándum a Muley, sultán de
Marruecos, y le exigió una reparación al honor de la Patria y el castigo
ejemplar para los agresores. Fallecido el sultán, se prorrogó el plazo del
requerimiento sin que hiciera caso su hijo y sucesor, Mohamed. Finalmen-
te, su contestación no satisfizo al conde de Lucena4, quien tras consultar a
los gobiernos europeos5 propuso la declaración de guerra al Congreso (22-
10-1859), que se aprobó por unanimidad. La ruptura de hostilidades coinci-
dió con el debate sobre las ciento treinta mil cargas de piedra destinadas
para obras públicas y desaparecidas entre las carreteras y el presupuesto. El
conflicto africano resultó providencial para el Gobierno al permitirle salir

2 SERVICIO HISTÓRICO MILITAR: Historia de las campañas de Marruecos, Madrid,


1947, tomo I, pp. 187-329.
3 La cabila de Anyera, la más belicosa de Marruecos, estaba situada sobre la costa del
Atlántico a espaldas de Ceuta; por tanto demasiado lejos de la soberanía y la autoridad
del sultán.
4 El condado de Lucena fue concedido a Leopoldo O´Donnell y Jorrís el 25-07-1847.
5 Todos los gobiernos reconocieron la gravedad de la ofensa y la responsabilidad del
sultán en cuanto a la reparación, salvo algunas reticencias por parte del gobierno de
Londres.
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 109

del escándalo público como señala Galdós: si no inventa O’Donnell la gue-


rra de África, sabe Dios lo que habría pasado. Fue la guerra un colosal
sahumerio6. En efecto, un estallido de patriotismo unió todos los partidos
políticos en apoyo al Gobierno. El general Prim telegrafió al general presi-
dente O´Donnell desde París para pedirle el puesto más difícil y peligroso
en la campaña y ordenó a Víctor Balaguer, su hombre de confianza y presi-
dente de la Diputación de Barcelona, que organizara un tercio de volunta-
rios catalanes, acudiendo éstos en masa a los banderines de enganche. Lo
mismo sucedió en el País Vasco, donde se preparó una unidad parecida de
voluntarios, muchos de ellos carlistas.
O’Donnell dividió el ejército expedicionario en tres cuerpos, a las órde-
nes de los generales Echagüe, Zabala y Ros de Olano, mas una división de
caballería al mando del general Alcalá Galiano y el cuerpo de reserva con
el general Prim. El almirante Segundo Díaz Herrero estuvo al mando de una
flota de apoyo formada por seis vapores de hélice, cuatro buques de vela,
once vapores de rueda y veinte lanchas cañoneras. Las tropas rebasaron
pronto los treinta y cinco mil hombres, con sesenta y cuatro piezas de arti-
llería de alta calidad y de reciente fabricación en España, según las expe-
riencias de Crimea e Italia.
El propio conde de Lucena dirigió el embarque del ejército expedicio-
nario en Algeciras y tomó el mando en la plaza de Ceuta (21-12-1859) para
realizar una larga maniobra a lo largo de la costa. Unos días antes, Zabala
había ocupado una primera línea enemiga en los altos de Sierra Bullones,
donde cayó herido de gravedad, y Echagüe conquistó por asalto la altura y
el palacio del Serrallo (19-12-1859) estableciendo una excelente base para
el posterior avance hacia los dos grandes objetivos de la campaña: la toma
de Tetuán, para después subir por el Fondak de Ain Yedida hacia el puerto
de Tánger. Durante todo diciembre los citados cuerpos de ejército, con el
apoyo de la caballería de Alcalá Galiano, completaron la ocupación de dicha
base y despejaron toda amenaza de las numerosas fuerzas moras que esta-
ban al mando del general Muley Abbas, hermano del sultán. O´Donnell
ordenó abrir el camino de Tetuán por la costa ceutí (26-12-1859) y decidió
la fecha para el avance general:01-01-1860.

6 PÉREZ GALDÓS, Benito: Obras completas. Madrid, 1968, vol. III, p. 244. La opinión
de que la guerra fue un remedio providencial para desviar la opinión pública de los pro-
blemas internos se refleja en la correspondencia diplomática de la época.
110 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

Aquel día memorable, por la mañana, una combinación de mandos situó


en vanguardia al conde de Reus7. Dos fortines enemigos -los Castillejos-
cerraban el paso a las tropas y contra ellos se lanzó Prim, mas al observar
cierta vacilación en sus tropas por el certero fuego enemigo, tomó la ban-
dera de un alférez herido y se arrojó sobre los adversarios en medio de una
lluvia de plomo, seguido por sus hombres en tromba8. Los flancos del avan-
ce de Prim fueron cubiertos con acierto por Zabala, ya restablecido, y rota
toda resistencia organizada, el ejército continuó avanzando hasta la desem-
bocadura del río Martín (Guad-el-Jelú), donde acampó bajo la eficaz cober-
tura de la escuadra9. Allí, Prim dirigió una encendida arenga en catalán a los
voluntarios catalanes, que estaban al mando del comandante Victoriano
Sugranyes, también de Reus.
La línea española pudo resistir un duro contraataque de Muley Abbas
(31-01-1860), que se quedó muy sorprendido cuando de pronto, sin esperar
a rehacerse, O´Donnell ordenó avanzar por el ancho valle del río Martín
hacia Tetuán. Los voluntarios catalanes iban en vanguardia y no se arredra-
ron al caer muerto su jefe, sustituido por el capitán más veterano. Prim man-
daba el ala derecha y Ros de Olano la izquierda, y la artillería en el centro,
bien cubierta por los escuadrones. Pronto, el fuego intenso y certero de la
artillería española acalló a las baterías enemigas, y treinta batallones de
Infantería se lanzaron contra las desorganizadas líneas moras. Sin réplica
alguna, la artillería volvió a avanzar y ametralló las unidades del sultán,
mientras Prim dirigía en vanguardia la progresión de los regimientos de
León y de Saboya y sacaba a sus voluntarios de Cataluña de un terreno
cenagoso, desde donde cayeron sobre el campamento de Muley Abbas y
estuvieron a punto de capturarle. Los restos del ejército moro intentaron
inútilmente defender la plaza de Tetuán, que se entregó (06-02-1860).
Ante el retraso de las conversaciones de paz solicitadas por el mando
enemigo, la escuadra bombardeó las ciudades costeras de Arcila y Larache y
se produjo la llegada del general Latorre con compañías vascas, alcanzando

7 Al general Juan Prim y Prats le había sido concedido primero el vizcondado del Bruch
(03-02-1850); luego, el condado de Reus (13-12-1855) y, más tarde, el marquesado de
los Castillejos con grandeza de España (15-06-1864). Después, Amadeo I le concedió
el ducado de Prim a título póstumo (01-11-1871).
8 La actuación de Prim en la batalla de los Castillejos fue magnificada por la propagan-
da del Gobierno, deseoso de crear héroes en la campaña de África. Según la opinión de
muchos, el mérito fue de Zabala.
9 Llamado "campamento del hambre", pronto recibió víveres y suministros diversos de
los barcos.
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 111

el ejército la cifra de cuarenta y cinco mil hombres. Prosiguió luego el avan-


ce sobre Tánger (11-03-1860) por el escarpado camino del Fondak, donde
se produjo la victoria de Wad-Ras (23-03-1860) que despejó los accesos a
la ciudad del Estrecho. Entonces, Muley Abbas pidió y obtuvo un armisti-
cio que terminó con la firma del tratado de paz en Tetuán (26-04-1860)10.
Un tratado muy recortado por las presiones británicas, ya que Inglaterra
quería mantener sus intereses en Tánger. España tuvo que devolver Tetuán
y renunció a la posesión de Tánger, logrando sólo ampliar los límites de
Ceuta y Melilla y el reconocimiento de la antigua pesquería de Santa Cruz
de la Mar Pequeña en la costa africana frente a Canarias.
En definitiva, lo que mal había dispuesto la política en un conflicto esté-
ril, porque cualquier posible anexión territorial contaba de antemano con el
veto de Inglaterra -interesada por mantener su dominio en el Estrecho-, tuvo
que resolverlo el Ejército con enorme sacrificio en una campaña militar
muy gloriosa de cinco meses pero que costó la vida de hombres, de los que
dos mil ciento veintiuno murieron en el campo de batalla o por heridas
sufridas en combate y cuatro mil ochocientos noventa y nueve a conse-
cuencia de enfermedades, además de un coste de doscientos treinta y seis
millones11. La Armada realizó también algunas acciones brillantes, aunque
siempre observada por cinco navíos de guerra franceses y siete británicos.
El intervencionismo británico quedó probado al capturarse armas de recien-
te fabricación al enemigo y hallarse en Tetuán grandes depósitos de pólvo-
ra también de fabricación inglesa12.
Heroica fue la conducta del ejército expedicionario y apoteósico el reci-
bimiento popular. Sin embargo, al término de la campaña, las consecuen-
cias en el orden interno del Ejército fueron muy discutibles, pues si bien
unió durante unos meses a toda la Nación (salvo la intentona carlista de San
Carlos de la Rápita), las quejas al sistema y a los ascensos fueron inmensas.
Se criticó que se dieran recompensas a bastantes que no las habían mereci-
do y que quedaran en el olvido otros que las tenían bien ganadas.

10 CIERVA Y HOCES, Ricardo de la: El triángulo II. La cuestión de palacio. Evocación


del reinado de Isabel II entre 1847 y 1868. Barcelona, 1990, pp. 308-311.
11 PIRALA, Ildefonso: Anales. Madrid, 1871, vol. III, p. 484 y ss.
12 En plena guerra, Inglaterra exigió a España el reembolso inmediato de una deuda (cua-
renta millones) que estaba aplazada a varios años. Sin embargo, el gobierno español
tuvo el rasgo de dignidad de pagarla al contado en momentos tan inoportunos.
112 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

Ildefonso Antonio Bermejo en La Estafeta de Palacio recuerda la lluvia


de títulos nobiliarios isabelinos -todos con grandeza de España- que cayó
sobre los héroes de África: el ducado de Tetuán para O’Donnell (27-04-
1860); el marquesado de Guad-el-Jelú (08-10-1860), el condado de Almina
(17-07-1860) y el vizcondado de Ros para Ros de Olano (17-07-1860); el
marquesado de Sierra Bullones para Zabala (28-11-1860)13; el marquesado
de los Castillejos (15-06-1864) para Prim14; y años más tarde, por don Ama-
deo I de Saboya, el condado del Serrallo para Echagüe (27-03-1871). En
cuanto a los ascensos, el mismo autor añade el nombramiento de nueve
tenientes generales, once mariscales de campo y veintisiete brigadieres15,
cifras para entonces no excesivas pero que demuestran que O’Donnell dis-
tribuyó tales ascensos con cierto criterio político favoreciendo a sus parti-
darios de la Unión Liberal, lo mismo que no había dado mandos a los gene-
rales que no le eran partidarios16.
Según Ildefonso Pirala, todos los jefes de brigada quedaron desconten-
tos, porque al mayor del ministerio de la Guerra y a uno de la división Ríos,
que desembarcó con él, a media campaña se les había dado la faja de gene-
ral... Se hizo brigadier a un oficial del ministerio de la Guerra y al gober-
nador del cuartel general, que ni tenían mando de tropas ni puesto en los
combates, con lo que se consideraban perjudicados los coroneles de regi-
miento que no habían alcanzado aquel empleo17.
Hubo además numerosas y continuas críticas a la Administración Mili-
tar y la Sanidad Militar por haber presentado los mismos defectos que otros
cuerpos administrativos y médicos que participaron en la guerra de
Crimea18.
Apenas firmado el tratado de paz en Tetuán, comenzaba ya a gestarse
un clamor contra el Ejército y el gobierno: unos afirmaban que se había
13 El general Juan de Zabala y de la Puente tenía además el título condal de Paredes de
Nava. Dicho título fue concedido por Enrique IV (10-05-1482) a Rodrigo Manrique de
Lara, otorgando luego Carlos II la grandeza de España (07-05-1678).
14 El marquesado de los Castillejos se extinguió el 19-02-1871 al conceder el Gobierno
Provisional el ducado del mismo nombre a favor de Juan José Prim Agüero, hijo del
general Juan Prim y Prats.
15 BERMEJO, Ildefonso Antonio: La Estafeta de Palacio. Historia del reinado de
Isabel II. Cartas transcendentales dirigidas a don Amadeo. Madrid, 1873, tomo III,
p. 238.
16 ALONSO,1974, pp. 335 y 353.
17 PIRALA,1871, III, p. 480 y ss.
18 Se criticó también a la Caballería por carecer de cabalgaduras adecuadas y de instruc-
ción para un terreno difícil.
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 113

hecho demasiado y otros esperaban grandes conquistas territoriales19. Lo


cierto es que aquella guerra trajo una paz que no sólo no reportó a España
bienes materiales, sino que precipitó la descomposición del imperio marro-
quí aumentando con ello la influencia de Inglaterra hasta final de siglo.
O’Donnell, nombrado general en jefe (Real Decreto 03-11-1859), ante las
críticas y el gran malestar existente dentro del Ejército, llegó a manifestar
con tristeza: He dado a manos llenas y todos están descontentos. Sin embar-
go, como paradoja, el general Juan Prim y Prats (héroe inédito, cuya leyen-
da estaba a medio formar, según Galdós) fue quien ganó mayor prestigio
popular, y tanto él, como casi todos los generales ascendidos por O’Don-
nell, participarán en la Revolución de 1868.

De la intentona carlista de San Carlos de la Rápita a la sublevación de Loja

El carlismo había perdido su violencia tras su última guerra y volvió a


fracasar en 1860 con un pronunciamiento fallido. El complot fue urdido por
el pretendiente carlista Carlos Luis de Borbón, conde de Montemolín (Car-
los VI)20, y sus colaboradores: el infante Fernando; el conde de Clonard;
fray Cirilo Alameda y Brea, cardenal arzobispo de Toledo; el brigadier Joa-
quín Peralta, destinado en el Ministerio de la Guerra; el hijo del general
Quintanilla; Jaime Ortega y Olleta, Capitán General de Baleares y otros21.

19 PÉREZ GALDÓS, 1968, III, p. 238.Galdós hace decir a uno de sus personajes: Del
Pirineo al Atlas, todo será España.
20 Durante los años 1854-56 se habían realizado contactos entre el rey consorte Francis-
co de Asís y su primo el conde de Montemolín, que pensaron en una posible abdica-
ción de la reina en la rama carlista de don Carlos. Antes de la contrarrevolución de
1856, Montemolín creó una comisión regia que se convirtió en un "Estado" dentro de
un Estado, dada la personalidad de los implicados en la trama, entre los que figuraba
en primera línea el conde de Clonard, que once años antes había presidido el Ministe-
rio Relámpago, y todo hace apuntar que también estaba el propio rey consorte. La
comisión regia logró infiltrarse en muchas dependencias militares, incluso en el Minis-
terio de la Guerra y las capitanías generales. Desde 1856 se perdió en palacio el inte-
rés por la reconciliación de los Borbones en España, aunque continuaron extraños con-
tactos entre la comisión regia y Narváez por medio de Marfori.
21 Jaime Ortega y Olleta había sido teniente en la primera guerra carlista, y se retiró de
la milicia en 1839 tras contraer matrimonio con la sobrina y única heredera del gene-
ral Francisco Ballesteros. Al reintegrarse a la política en 1844, el nuevo gobierno le
114 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

Este último, militar elegante y arrollador en los salones de la aristocracia


insular, se había unido a la conspiración creyendo que el apoyo a Monte-
molín facilitaría la promesa de un gobierno representativo, al margen de que
estuviera o no convencido de las supuestas "revelaciones" que le hizo en
París la intrigante infanta Luisa Carlota acerca de que Isabel II no era hija
de Fernando VII22. Montemolín y su hermano Fernando, que habían sido
detenidos por unos aduaneros franceses al intentar una incursión a España,
marcharon a Palma de Mallorca para reunirse con Jaime Ortega (29-03-
1860).
Cuando apenas había transcurrido una semana desde la firma de la paz
de Tetuán y hallándose aún el ejército expedicionario en África, que en con-
junto eran las mejores unidades españolas, Ortega ordenó (01-04-1860)
embarcar una división formada por unos tres mil seiscientos hombres en el
puerto de Palma, lo que suponía una gran parte de la guarnición de las Bale-
ares. Se trataba de una expedición muy extraña, pues estas fuerzas embar-
caron sin conocer el motivo ni tampoco el destino, que resultó ser el puerto
de San Carlos de la Rápita, junto al delta del Ebro. La presencia de unos
embozados misteriosos que acompañaron al general en su cámara durante
el viaje sembró la inquietud, corriéndose la voz de que eran el pretendiente
carlista Montemolín y su hermano el infante Fernando.
Tan pronto como arriba la expedición (02-04-1860), el capitán general
ordena la marcha sobre Tortosa, frenada por murmullos y luego por gritos
de repulsa en las filas y la oficialidad. Sin embargo, nada ocurre durante la
noche. Al amanecer, Ortega ordena reemprender la marcha, pero un grupo
de oficiales le interrumpe exigiéndole una explicación sobre lo que está
ocurriendo. Entonces es cuando Ortega decide arengar a la tropa en favor
de la causa de Carlos VI, que acude junto a él en una tartana. Pero, al adver-
tir la hostilidad de su división, recomienda a Montemolín que se pierda de
vista y le espere en el pueblo de Ulldecona. Mientras el capitán general
intenta entretener a los oficiales con explicaciones vagas, es interrumpido
por los vítores de cuarenta y nueve sargentos; aunque pronto aquellas voces
son acalladas por un clamor aún mayor de vivas a la Reina y a la libertad
que encabeza el coronel Rodríguez Vera.

nombró coronel -sin haber pasado antes por capitán-, y en 1847 era mariscal de campo.
Sus contactos en Francia con Montemolín le inclinaron a cambiar de causa.
22 ZABALA, Pío: Historia de España. Edad Contemporánea. 1808-1923. Madrid, 1930,
vol. I, p. 487; BERMEJO, 1873, III, p. 476 y ss.
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 115

Las tropas se sublevan contra Ortega (04-06-1860), que logra huir a uña
de caballo, alcanza al pretendiente y llega con él a Ulldecona. Allí, el infan-
te Fernando, el general Joaquín Elío y varios jefes de partidas carlistas con-
ferencian con Ortega y sus ayudantes Cavero y Moreno. Al enterarse de que
la Reina no había abdicado como le habían asegurado, el capitán general
exclama indignado: ¡Me han vendido! El único acuerdo al que llegan enton-
ces es dispersarse, pues ninguna guarnición ha secundado el previsto alza-
miento. Huyeron todos, siendo luego Ortega capturado por la Guardia Civil
en Calanda y conducido a Tortosa. Reunido un consejo de guerra (17-04-
1860) formado por simples oficiales (ningún general), Ortega fue condena-
do a muerte por delito de alta traición y fusilado al día siguiente al amane-
cer. De los tres mil seiscientos hombres que le acompañaron en su viaje,
sólo se castigó a los cuarenta y nueve sargentos que le vitorearon23. En cuan-
to a Montemolín y su hermano, fueron apresados (21-04-1860) en su refu-
gio de Ulldecona por la Guardia Civil y entregados al general Dulce.
Unos días después de la captura de Montemolín y su hermano, el
Gobierno les concedió el indulto, pero no sin antes haber firmado un mani-
fiesto con la renuncia a todos sus derechos al trono: Empeño mi palabra de
honor de no volver a consentir que se levante ni en España ni en sus domi-
nios mi bandera. Luego, fueron enviados a Francia en el vapor Colón. Aun-
que Carlos Luis y Fernando se retractaron después de su renuncia alegando
coacciones, al poco tiempo fallecieron y la sucesión de la causa carlista
pasó a su hermano Juan de Borbón (Juan III), cuarto monarca del carlismo.
A finales de abril, al conocer éste el manifiesto de abdicación de sus her-
manos, lo quemó y reclamó el trono a las Cortes exigiendo además la abdi-
cación de Isabel II. No obstante, después lanzó un manifiesto (20-09-1860)
que sorprendió a todos, declarando haber abrazado la causa liberal y ala-
bando sus excelencias en progreso y libertad. Esto le llevó a elogiar a Víc-
tor Manuel II de Saboya, a reconocer a Isabel II y a su adhesión al sistema
constitucional24. Dos años después, desde el mes de junio de 1862 hasta la
23 El hijo del general Ortega, teniente de Caballería, que se había distinguido en Marrue-
cos, pidió en vano a la Reina que aplicase el derecho de gracia. Sin embargo, al ayu-
dante Cavero, primo de la emperatriz Eugenia de Montijo, le fue perdonada la vida.
Los Cavero se distinguían por elegir casi siempre el partido político equivocado.
24 La enérgica segunda esposa portuguesa de Carlos María Isidro, María Teresa de Bra-
ganza, princesa de Beira, dio entonces los pasos decisivos para salvar a la causa car-
lista del descrédito y la desintegración. Ante los desplantes liberales de su sobrino e
hijastro Juan III, le escribió una carta muy dura, en la que negó su legitimidad por
haber traicionado los principios, le destituyó como rey y pretendiente por haber abdi-
cado, y no le dejó más salida que retractarse o abdicar en el propio primogénito de éste,
116 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

primavera siguiente, la infanta-duquesa de Sessa, hermana del rey consorte,


negociará el acercamiento entre Juan III e Isabel II. Marchará por ello a
Madrid y pedirá repetidas veces su reconocimiento como infante de Espa-
ña, gracia que no le concederá la Reina. Todos estos movimientos dinásti-
cos se llevarán con gran secreto, pero el Gobierno cometerá la necedad de
no hacerle ni caso, puesto que su sumisión plena hubiera puesto fin al plei-
to dinástico iniciado en 1833 con la muerte de Fernando VII25.
Por otra parte, el general Ortega, antes de morir, hizo jurar a su ayudante
Cavero que guardaría un silencio absoluto sobre los promotores del pro-
nunciamiento. A pesar de ello, se difundieron toda suerte de rumores que
apuntaban a la misteriosa comisión regia presidida por el conde de Clonard,
de la que formaba parte el cardenal arzobispo de Toledo, fray Cirilo Ala-
meda y Brea, y el propio rey consorte desde una sombra impenetrable, con
un sector importante de la alta nobleza26. Ildefonso Pirala afirma que aun-
que desaparecieron las listas de los implicados, lo que evitó desgracias y
grandes escándalos, hay constancia de que en la conjura intervinieron desde
la emperatriz Eugenia de Montijo y el rey consorte hasta el cardenal arzo-
bispo de Toledo y el general Narváez, duque de Valencia27.
Mención especial merece aquí el Rvdo. P. fray Cirilo Alameda y Brea,
religioso pintoresco y de armas tomar. Este intrigante personaje pasó su
vida involucrado en numerosas conspiraciones y tuvo un gran protagonis-
mo en esta conjura de la comisión regia. Consejero íntimo de Fernando VII
y uno de los más firmes baluartes del absolutismo, se prestó a las intrigas
que el rey preparó contra la Constitución (1820), y siendo superior general
de la orden franciscana en España, no tuvo inconveniente en ingresar en una
de las numerosas sociedades secretas existentes para espiarla y traicionarla.
Nombrado luego obispo, sus maquinaciones le llevaron a iniciar tratos con
la Junta Suprema de la Masonería para provocar la caída del Gobierno y

el infante Carlos. El infante Sebastián, hijo de la princesa de Beira, también se había


hecho liberal y reconciliado con Isabel II.
25 En septiembre de 1864, María Teresa de Braganza dirigió desde Baden su célebre
Carta a los españoles, descalificando de forma pública y definitiva a Juan III y pro-
clamando heredero a la corona carlista de España al propio primogénito del mismo, el
joven duque de Madrid (Carlos VII).
26 DE LA CIERVA, Barcelona, 1990, pp. 313-314.
27 PIRALA, 1871, III, p. 516; ALONSO, Madrid, 1974, p. 337. Isabel II había conce-
dido el ducado de Valencia con grandeza de España al general Ramón María Narváez
y Campos (18-11-1845).
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 117

reemplazarlo por otro adicto al Gran Maestro y a él mismo. Aunque esta


extravagante intriga fracasó, fue elevado por sus desvelos a la mitra arzo-
bispal de Cuba (1832). Ofició un Te Deum en la catedral de Santiago de
Cuba (29-09-1836) por el triunfo del motín de La Granja y en honor de la
Constitución que con tanto afán antes había tratado de destruir28.
Hacia finales del mes de diciembre de 1836, el Capitán General de
Cuba, Miguel Tacón y Rosique, recibió una carta del ministro de la Gober-
nación, Ramón Gil de la Cuadra, con varias órdenes, y entre ellas29, la de
expulsar de la isla al arzobispo de Santiago de Cuba, cuyas simpatías car-
listas nadie ignoraba.Pero Tacón facilitó su huida (por estar aún indecisa la
guerra carlista)30 dándole toda clase de facilidades para que embarcase en la
goleta de guerra británica Nimrod, que se hallaba en el puerto de Santiago,
y partiera hacia España con todas sus pertenencias, no teniendo éste repa-
ros en llevarse de paso la fabulosa suma de siete mil quinientas onzas de oro
(ciento veintisiete mil quinientos pesos) de los fondos del Arzobispado. Lo
más curioso es que nadie en España le reclamó tal cantidad31.

28 Correspondencia reservada del capitán general don Miguel Tacón, 1834-1838. La


Habana, 1963, pp. 70-72.
29 En octubre de 1836, el gobierno de Madrid fue advertido de que el pretendiente car-
lista intentaba enviar un agente a Cuba para gestionar la neutralidad de las autoridades
en la querella dinástica que dividía España, por lo que cundió la alarma. Conviene
señalar que la isla de Cuba contribuía con más de cuatro millones de pesos anuales al
Erario; por ello, si Cuba se declaraba neutral en la guerra carlista, el golpe sería de tal
magnitud que podría por sí solo decidir la suerte de la contienda.
El Gobierno acordó ordenar a Tacón que destituyera de inmediato y con el mayor
secreto al anciano general Manuel Lorenzo, gobernador de Santiago de Cuba (quien
enterado del motín de La Granja, había realizado por su cuenta un pronunciamiento
constitucional el 29-09-1836); expulsara al Arzobispo por sus conocidas simpatías car-
listas; y procurara apresar y juzgar al emisario como espía. Tacón facilitó la huida de
Lorenzo y de fray Cirilo en dos fragatas de guerra británicas.
30 El general Tacón envió la goleta de guerra Isabel II a Santiago con la misión de comu-
nicar a su amigo el comodoro Jones, de la fragata británica Vestal, que había recibido
la orden de apresar y expulsar al Arzobispo, por lo que tenía que comunicárselo para
que huyera de inmediato. Como el capitán de la goleta española no halló a Jones, rea-
lizó su gestión a través del cónsul británico Hardy.
31 BULNES Y SOLERA, José de: La fuga del Padre Cirilo encubierta por el Gobierno
de S.M. Opúsculo cuarto que contiene las esposiciones del M.V. Cabildo Catedral de
la iglesia metropolitana de Santiago de Cuba desde el mes de enero hasta el de abril
de 1837... Madrid, 1838.
118 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

Fanático absolutista y carlista en España, el Arzobispo se comportó


como el primero de los liberales. Durante su larga vida, pródiga en intrigas,
siguió siendo maestro de las volteretas: de carlista fervoroso en los años
treinta, consejero de Carlos María Isidro y miembro muy destacado de la
mencionada comisión regia, una vez liquidado el carlismo32, mutatis mutan-
di, pronto fue consejero de la joven reina Isabel II, ocupando la vacante cre-
ada por el fallecimiento del divino Argüelles. Fue confesor de la Reina, Arzo-
bispo de Toledo y Cardenal Primado de España, y murió por fin a los noventa
y un años en 1872, siendo decano del Sacro Colegio Cardenalicio de Roma.
Por último, tan sólo añadir que no pudo probarse ni tampoco saberse por
entonces quiénes fueron los responsables de la conspiración; aunque sí
quedó muy claro que el general Ortega, un liberal de pro de toda la vida,
jamás habría actuado sin disponer de un altísimo respaldo. Así surgió y
murió la conspiración más oscura y extraña del siglo XIX español, culmi-
nada con el desembarco en San Carlos de la Rápita, pero que apenas captó
la atención popular ante la gloria de la guerra de África.
Un año después se produjo el estallido de la primera revuelta social
española en la tranquila ciudad granadina de Loja (29-06-1861). Una tropa
campesina de un centenar de peones, dirigida por el herrador Rafael Pérez
del Álamo, tomaba por asalto el cuartel de la Guardia Civil en Iznájar. Al
día siguiente, enardecida la columna por su sangrienta victoria, entraba en
Loja con insólitas banderas tricolores cantando el Himno de Riego entre
continuos vivas a la República. Pronto se concentraron allí seis mil campe-
sinos revolucionarios de las inmediaciones que saquearon tiendas, almace-
nes y haciendas, se repartieron las tierras y durante tres jornadas alucinan-
tes generaron tal anarquía que su propio jefe asustado envió mensajeros al
gobernador para que restaurase el orden.
El Capitán General de Granada envió una columna que recuperó la ciu-
dad a sangre y fuego, y deshizo con ciento dieciséis fusilamientos aquella
ilusión de república federal a la que había abandonado su promotor, quien
logró huir y esconderse. El Ministerio de la Gobernación envió un informe
sobre esta revuelta a la Reina; pero poco después, el arzobispo Claret envió
a Isabel II otro informe mucho más profundo y detallado, aportando los
datos siguientes: la incipiente organización revolucionaria creada y dirigida
por Pérez del Álamo rebasaba los ochenta mil afiliados en toda Andalucía;

32 Gavilla de perdidos llamaba fray Cirilo a los carlistas que pretendían la victoria cuan-
do ya no tenían opción a nada. La misma victoria que había deseado cuando era cape-
llán y consejero de Carlos María Isidro en el cuartel general de Estella.
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 119

aquella temible explosión social se debió al egoísmo de los terratenientes y


a la desidia de las autoridades, y era muy recomendable que la propia Reina
viajase por aquellas provincias para despertar el sentimiento monárquico
de los pueblos, decaído y debilitado por la propaganda demócrata33. Un
año después de esta terrible rebelión, la Reina realizó su ansiado viaje por
Andalucía acompañada por su marido y, por sugerencia suya, el Gobierno
decretó un indulto general para los cuatrocientos campesinos que habían
sido deportados y para su cabecilla, que pudo salir de su escondite. Pese a
las aventuras exteriores que tenían a la Hacienda al borde de la bancarrota,
Isabel II en su recorrido entregó un millón de reales en cada ciudad. Tras
pasar por Sevilla, las propias mujeres de los revolucionarios, agradecidas
por el indulto, denunciaron una conspiración socialista contra ella a su paso
por Archidona. En este viaje por ciudades y pueblos de Andalucía que duró
tres meses y medio, la Reina fue recibida entre el clamor popular.

Las campañas de prestigio en el exterior

España carecía de intereses importantes en el extranjero, su flota de


guerra era mínima y su Ejército se hallaba tan sobrado de oficiales y reclu-
tas como falto de armamento, material y organización. El general presiden-
te impulsó varias expediciones armadas al extranjero con el fin de prestigiar
al Gobierno, disminuir las tensiones entre los partidos políticos y ufanar a
un Ejército falto de armas, pertrechos y tropa instruida, pero que contaba
con más de trescientos cincuenta generales.
Durante el gobierno de O’Donnell, la primera acción exterior se realizó
en 1858. Fue cuando España participó en la expedición francesa de Rigault
de Genouilly a Conchinchina mediante el envío de mil quinientos soldados,
en su mayoría tagalos de regimientos filipinos. La acción de estas fuerzas al
mando del coronel Palanca fue muy brillante, pero sólo sirvió a los intereses
de Francia. Tras una pronta retirada, España no obtuvo beneficio alguno en
Indochina. En cuanto al intervencionismo español en América, éste se inició
en 1859 con el envío del vapor Blasco de Garay a La Guaira como respues-
ta a las matanzas de españoles en Venezuela; sin embargo, esta crisis no fue
un hecho aislado, puesto que también en otras repúblicas hispanoamericanas

33 DE LA CIERVA, Barcelona, 1990, pp. 332-333. La Reina tuvo que aplazar el viaje al
año siguiente por la muerte de su hija la infanta Concepción.
120 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

existía una tensión creciente que afectaba a los españoles residentes y a los
intereses nacionales.
De todas las empresas realizadas en el exterior durante este período, la
de Méjico fue la mejor y más rápidamente resuelta, y el pretexto consistió
en la reclamación del pago de su deuda exterior. Tras la firma de los con-
venios de 1847 y 1851, la desdichada embajada de Joaquín Francisco
Pacheco había tomado parte en las querellas internas mejicanas apoyando al
presidente Miguel Marimón34, de ahí que el embajador español fuera expul-
sado al triunfar Benito Juárez. Luego, a partir del otoño de 1858, la cues-
tión mejicana se convirtió en un problema internacional, afirmando Napo-
león III que en Méjico se precisaban un ejército, millones y un príncipe35.
El general Prim, conde de Reus, fue nombrado (01-01-1861) agente
diplomático y general en jefe de las fuerzas expedicionarias que debían
embarcar en La Habana y conducir a Veracruz. Aceptó el mando por cono-
cer el problema a la perfección, ya que su esposa era mejicana y pariente de
un ministro de Juárez; y además, porque quería impedir que cuando acaba-
ra la guerra de Secesión, EE.UU. prosiguiera sus proyectos de anexión, con-
sumados en parte al haberse apoderado de inmensos territorios al norte del
río Grande. Sin embargo, el general Serrano, Capitán General de Cuba, que
ya había logrado con éxito la anexión de Santo Domingo, al conocer el
nombramiento y la misión de Prim, se adelantó a éste enviando a Veracruz
al mariscal de campo Manuel Gesset al frente de un ejército compuesto por
tres regimientos de tres batallones (Nápoles, del Rey y Cuba), los batallo-
nes de Bailén y de la Unión, dos escuadrones, dos baterías de campaña, tres-
cientos artilleros y doscientos ingenieros; empleando para su traslado la

34 El gobierno de Marimón había aceptado conceder reparaciones a Francia, Inglaterra y


España por los daños inferidos a sus intereses y súbditos afincados en el país; pero
Benito Juárez, reconocido y apoyado por EE.UU., se opuso, expulsó a Pacheco y con-
geló los pagos de la deuda exterior. Reunidas las tres potencias en Londres, decidieron
(tratado de 31-X-1861) enviar una expedición conjunta.
35 Se estudió la entrega del trono a los príncipes de la rama carlista y se ofreció al duque
de Aumale, con quien negoció Palmerston. El trono también pasó ante el infante
Sebastián y ante los duques de Riánsares, siempre atentos a los negocios y a los tro-
nos para dar una posición relevante a los hijos de María Cristina de Borbón, madre de
Isabel II. Al final, la discutida corona mejicana acabó siendo aceptada por Maximilia-
no, hermano menor de Francisco José I, emperador de Austria y rey de Hungría.
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 121

escuadra de González Rubalcaba36. Una semana antes de llegar Prim a La


Habana (23-12-1861), aquel ejército se apoderó con facilidad de San Juan
de Ulúa y de Veracruz (17-12-1861). Comenzaron así muy mal las relacio-
nes entre los generales, que además siempre habían desconfiado entre sí.
No obstante, el conde de Reus hizo valer su nombramiento ante Serrano y
zarpó a Veracruz, asumiendo el mando de las tropas en aquella cabeza de
puente, y decidió esperar allí la llegada de las expediciones de Francia e
Inglaterra.
Una vez fondeada toda la flota aliada (06-01-1862), se trataba de apli-
car la Convención de Londres (31-10-1861), o bien de ocupar el país e
imponerle un soberano extranjero como pretendía Francia. Prim pudo deso-
rientarse con facilidad en aquella situación, pues la población veracruzana
le recibió con entusiasmo37; además, como recuerda Miquel y Vergés, algu-
nas guerrillas habían defendido la causa de los conservadores con bandera
española38. Sin embargo, el conde de Reus pudo ver con gran claridad que
Francia hacía su propia política, consistente coronar a Maximiliano de Aus-
tria y, sobre todo, que el futuro pertenecía a Juárez, respaldado por EE.UU.
y una mayoría abrumadora del pueblo mejicano, por lo que nada tenían que
hacer los círculos aristocráticos, partidarios y promotores del intervencio-
nismo europeo. Por tales motivos, convenció a Inglaterra que lo convenien-
te sería negociar un arreglo razonable con Juárez y retirarse, aunque no a
Francia, empeñada en esta nueva aventura imperial.
En la reunión tripartita de Orizaba (09-04-1862), Prim se jugó su carre-
ra al decidir el retorno inmediato del ejército español, que fue seguido por
el británico; el francés La Gravière le acusó de obrar así por despecho, afir-
mando que en el fondo había pretendido ser emperador de Méjico. Al tér-
mino de la reunión, Prim envió un prolijo informe al ministro de Estado
explicando su postura y haciendo constar que no deseaba pasar por la ver-
güenza de que una nación que nos debe su existencia y que habla nuestro
idioma, sea regida por un príncipe extranjero, y que trabajaría para que
conserven los mejicanos sus instituciones republicanas39.
La decisión de Prim fue tajante, pero carecía de barcos para reembarcar
el cuerpo expedicionario y Serrano no estaba dispuesto a facilitárselos. Al

36 La escuadra estaba formada por seis buques de hélice, seis vapores de ruedas, un trans-
porte de hélice, dos de vela y diez mercantes varios.
37 ALONSO, 1974, p. 338.
38 MIQUEL Y VERGÉS, José Luis: El general Prim en España y en Méjico. México, 1949.
39 ALONSO, 1974, p. 338.
122 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

final, las tropas y su general en jefe pudieron desembarcar en La Habana


(09-05-1862) en buques ingleses ofrecidos por el almirante Hugh Dunlop.
El encuentro entre Prim y Serrano fue muy violento, pues Prim reprochó a
Serrano todas las trabas que le había puesto. Luego, el conde de Reus par-
tió hacia España, vía EE.UU., en plena guerra de Secesión, para obtener
información sobre la contienda. Pero antes de emprender su regreso, envió
dos mensajeros para dar parte con todo detalle a la Reina y al presidente de
Gobierno sobre su decisión en Orizaba; y Serrano, a su vez, mandó a
Cipriano del Mazo para informar al Gobierno, que acordó desaprobar públi-
camente a Prim. Luego, O’Donnell, acompañado por el emisario de Serra-
no, marchó al palacio de Aranjuez para entregar en persona el decreto con-
denatorio40; no obstante, el emisario del conde de Reus se había anticipado
y cuando Isabel II recibió el saludo del duque de Tetuán, sin dejarle hablar
le dijo radiante y con toda intención: ¿Has visto qué cosa tan buena a hecho
Prim en Méjico? Estoy deseando verle para felicitarle. O’Donnell no tuvo
más remedio que sumarse al entusiasmo de la Reina y guardar el decreto.
España dispuso de poco más de cuatro mil soldados en Veracruz, y
Francia llegó a emplear cuarenta mil para intentar imponer al emperador
Maximiliano, que fue derrotado y fusilado en Querétaro. Prim acertó de
pleno al pronosticar en su carta a Napoleón III la entrada en Méjico de su
protegido, su aislamiento en medio de las tropas francesas y su final, advir-
tiéndole además que aquella monarquía se derrumbaría en cuanto dejaran
de apuntalarla las bayonetas. Una vez en España, defendió ante el Senado
(12-12-1862) su postura en la reunión tripartita de Orizaba, respondiendo
de forma fulminante y con brillantez a los ataques del marqués de Novali-
ches desde los escaños moderados41 y a los de Olózaga desde los progresis-
tas. Además, predijo, una vez más, el desastre final del intervencionismo
francés y de Maximiliano42; declaró ser progresista dentro de la Unión Libe-
40 O’Donnell estaba predispuesto contra Prim, pues la propaganda que su propio gobier-
no le había hecho sobre su actuación en Los Castillejos le hizo sombra en la guerra de
África en cuanto a favor popular.
41 Isabel II concedió al general Manuel Pavía y Lacy el título de marqués de Novaliches
(08-04-1848).
42 La profecía de Prim se cumplió al detalle. Las tropas francesas tomaron Ciudad de
Méjico (junio 1863) y proclamaron emperador in absentia al archiduque Maximiliano
de Austria, hermano del emperador Francisco José I. Juárez trasladó la sede de su
gobierno a la ciudad fronteriza de El Paso y se lanzó a la guerra de guerrillas. En la
primavera del año siguiente, Maximiliano y su esposa Carlota - hija del rey de los bel-
gas -, partieron de su palacio de Miramare en Trieste e hicieron su entrada solemne en
la capital mejicana (10-06I-1864). Terminada la guerra de Secesión (1865), EE.UU. no
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 123

ral, y recomendó a la Reina que tras tantos años de predominio moderado y


unionista debería llamar a los progresistas.
Prim, ante el agotamiento político de O’Donnell -mediado su quinto año
en el Gobierno- y advirtiendo su hostilidad, decidió abandonar la Unión
Liberal y encabezar el progresismo puro, con la consiguiente enemistad de
Olózaga. Por entonces, la Reina veía con simpatía su proyecto y se lo hizo
saber a su regreso cuando fue a saludarla. Dos años después, Olózaga pres-
cindirá del mando militar de Espartero, convirtiéndose entonces el conde de
Reus en la esperanza de quienes necesitaban la ayuda de un espadón.
En cuanto a la gloriosa aventura de la escuadra española en el Pacífico,
fue uno de los mayores errores diplomáticos cometidos durante el período
de O’Donnell e incluso más tarde. En el caso del Perú, los problemas
comenzaron antes de la presidencia del general Castilla, que había sido
capitán del Ejército español.
El ministro español de Guerra y Estado, general Juan de Zabala y de la
Puente, hijo del patriota Pedro José Zabala Bravo del Ribero -marqués de
Valle Umbroso-, había nacido en Lima (1804)43, dándose la circunstancia de
que era cuñado del negociador enviado por el gobierno peruano, el millo-
nario Joaquín José de Osma, marqués de la Puente y futuro suegro de Cáno-
vas. Al igual que en Méjico, el contencioso se había creado por motivos eco-
nómicos: la deuda contraída por España durante las pasadas contiendas
(1810-1824). Tras interminables conversaciones diplomáticas en Madrid,
Zabala tuvo la iniciativa desafortunada de comunicar al ministro de Marina
que se debía mostrar el pabellón enviando una escuadra a los puertos ame-
ricanos del Pacífico. En fin, se impuso la "dialéctica de los cañones", pero
como Prim aún no había retirado el ejército expedicionario de Méjico y se
había realizado la anexión de Santo Domingo, cundió la alarma entre las

reconoció al emperador y exigió a Francia la retirada de sus tropas, lo cual hizo Napo-
león III (1866). Maximiliano se quedó solo, con sus valientes e insignificantes tropas
conservadoras, frente a las fuerzas juaristas con el apoyo de EE.UU. Carlota regresó a
Europa y se humilló ante Napoleón III para suplicarle que mantuviera su ejército en
Méjico, y enloqueció en Roma cuando invocaba la protección papal. Destrozadas las
tropas imperiales en Querétaro, Maximiliano cayó prisionero (15-05-1867) y fue fusi-
lado (19-06-1867) en el Cerro de las Campanas junto a los generales Miguel Marimón
y Tomás Mejía. Poco después, Juárez entró triunfal a Ciudad de Méjico (15-07-1867).
En cuanto a Prim, que tantas veces había ofrecido su espada y su lealtad a Isabel II,
por entonces se lanzaba una y otra vez contra su trono.
43 El general Zabala, conde de Paredes de Nava y marqués de Sierra Bullones, fue nom-
brado muy poco después ministro de Marina y, más tarde, capitán general.
124 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

repúblicas hispanoamericanas al creerse que se trataba de recuperar el


dominio español en América.
Sin demasiada urgencia se formó una división naval con las fragatas
Resolución y Triunfo y las goletas Vencedora y Covadonga, que al mando de
Luis Hernández Pinzón zarpó de Cádiz (10-08-1862) hacia la estación naval
que España (al igual que otras potencias europeas) tenía en el Río de la
Plata, junto a Montevideo, para la defensa de sus intereses y sus ciudadanos.
En abril de 1863, los buques cruzaron el Estrecho de Magallanes, después
se presentaron en los puertos chilenos, visitaron los de Perú, repostaron en
Acapulco y en octubre fondearon en San Francisco de California. Tras pro-
ducirse en Perú los graves sucesos de Talambó, donde algunos colonos vas-
cos fueron asesinados, Pinzón exigió explicaciones en agosto, y como no se
dieron, se apoderó de las islas Chinchas, muy ricas en guano natural (14-04-
1864); pero como no impidió que el Perú continuara su comercio, la ocupa-
ción sólo sirvió para alarmar aún más a los pueblos de la América hispana.
Pinzón fue reemplazado por Pareja frente a la bahía peruana de Pisco
(07-12-1864), mientras la nueva fragata acorazada Numancia, al mando del
capitán de navío Casto Méndez Núñez, zarpaba desde España para incor-
porarse a la escuadra. El almirante Pareja resolvió en parte el problema con
el Perú al recibir del presidente Pezet las debidas satisfacciones y repara-
ciones a los españoles anteriormente hostilizados; sin embargo, hallándose
aún la escuadra frente al puerto limeño de El Callao, estalló un motín que
depuso a Pezet y dio el poder al dictador Prado, enemigo de España. En
espera de que se confirmase el acuerdo, la escuadra descendió a las costas
chilenas para reclamar a su gobierno una satisfacción por ultraje a la ban-
dera de España, llegando a dar el 02-05-1865 como ultimátum44. Solidari-
zados Chile y Perú, declararon la guerra a España y rechazaron las recla-
maciones españolas. Pareja respondió con el bloqueo de aquellas costas, por
lo que las repúblicas de Bolivia (entonces con salida al mar) y Ecuador se
sumaron también a aquella guerra con el apoyo secreto de EE.UU. e Ingla-
terra. Cuando la goleta española Covadonga, con dos únicos cañones, patru-
llaba por los archipiélagos del sur de Chile para asegurar el bloqueo, el capi-
tán de navío chileno Arturo Prat, al mando de una fragata que montaba
veinticuatro cañones, logró apoderarse de la Covadonga al abordaje, lo que
suscitó una oleada de entusiasmo antiespañol en toda América. Al enterar-
se Pareja de este suceso, en diciembre de 1865, se suicidó pegándose un
tiro. La escuadra optó entonces por dirigirse hacia el Perú y fondear no lejos

44 En el mes de septiembre de 1865, Pareja había decretado el bloqueo naval de Valparaíso.


MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 125

de El Callao. Allí se reunió con ella Méndez Núñez, que se encontró con
una doble sorpresa transmitida desde Madrid: su ascenso a brigadier45 y su
nombramiento como jefe de la escuadra del Pacífico. Luego, ordenó la con-
centración de sus mejores unidades frente al puerto chileno de Valparaíso:
seis fragatas, una goleta y tres vapores auxiliares.
Situada la escuadra frente a la bahía de Valparaíso, comprobó que en el
puerto había barcos de guerra y mercantes de Inglaterra y EE.UU. en acti-
tud disuasoria, por lo que Méndez Núñez solicitó instrucciones a Madrid y
luego puso la escuadra rumbo a las islas del Sur. Allí, los barcos españoles
persiguieron a una flota chilena formada por naves de escaso calado a las
órdenes del mencionado capitán de navío Arturo Prat, un gran marino como
el español, que se dejó encerrar más allá de los bajos de Abtao para que
varasen los buques españoles de mayor calado. Pero la escuadra no cayó en
la trampa, disparó unos cañonazos de intimidación y salió de aquellos difí-
ciles estrechos navegando hacia Valparaíso.
La estación naval española en el Río de la Plata sirvió de enlace entre la
escuadra y Zabala (entonces ministro de Marina) quien comunicó a Méndez
Núñez la orden absurda: Más vale sucumbir con gloria en mares enemigos,
que regresar a España sin honra ni vergüenza. El brigadier contestó (24-03-
1866): Destruiré Valparaíso aunque sea preciso combatir con las escuadras
británica y norteamericana, que están aquí reunidas; y los barcos de su
majestad católica se hundirán en estas aguas antes de regresar a España
deshonrados. Realizaré de esta manera lo que la reina, el gobierno y el país
desean: esto es, primero honor sin Marina que Marina sin honor46.
Méndez Núñez intentó solucionar las diferencias con Chile de forma
amistosa, pero no fue posible. Aunque el almirante norteamericano y el bri-
tánico le advirtieron que combatirían ante cualquier acto hostil, el bravo
marino español no se amilanó y envió un falucho con bandera blanca para
avisar al mando chileno, con cuatro días de antelación, que iba a bombar-
dear la ciudad. Con la Numancia en el centro del ataque, la escuadra avan-
zó lentamente hacia el interior de la bahía que se abre por la derecha, vista
desde la mar, en el alto promontorio artillado y se pierde enfrente de las sua-

45 El ascenso de Méndez Núñez a brigadier se debió por haber conducido a la fragata


acorazada a través del Estrecho de Magallanes sin novedad, lo cual fue considerado
mundialmente como una gran hazaña.
46 La frase primero honor sin Marina que Marina sin honor se haría célebre, aunque
sufrió diversas modificaciones hasta quedar como honra sin barcos, que barcos sin
honra.
126 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

ves playas de Villa del Mar47. A las nueve horas del día señalado (31-03-
1866), los cañones de la escuadra abrieron fuego batiendo con excelente
puntería los edificios oficiales, y también acallaron las baterías enemigas.
Satisfecho el orgullo de España, sin que las asombradas escuadras extranje-
ras osaran frenarle, Méndez Núñez ordenó a su escuadra poner rumbo al
norte, siendo arrastrada por la fría corriente de Humboldt hacia el puerto
peruano de El Callao, considerado entonces como el mejor baluarte de la
costa americana del Pacífico.
En opinión de Pedro Novo y Colson, la toma de las Chinchas fue una
agresión injustificada y arbitraria y el bombardeo de Valparaíso la culmi-
nación de una acción política que parecía guiada por el disparate48. Según
José Ramón Alonso49, el brigadier y jefe de la escuadra tuvo que realizar
aquel acto estremecedor ante las fortificaciones de El Callao para que él,
sus hombres y su escuadra no fueran acusados de cobardes por haber bom-
bardeado un puerto con tan escasas defensas como el chileno.
La escuadra española estaba integrada por siete unidades navales: una
goleta y seis fragatas, de las que sólo la Numancia era blindada, pues el
resto eran buques de madera variadamente artillados y protegidos50. Tras
aproximarse y reconocer la costa, Méndez Núñez advirtió al gobierno de
Lima sobre sus intenciones y escogió la festividad patriótica del 2 de mayo
para el ataque (considerado suicida por los peruanos), sabiendo que le
aguardaban las poderosas y recién instaladas baterías costeras de trescien-
tas y quinientas libras. Pese a todo, a las once y media de la mañana se ini-
ció el combate. La Numancia, con la Blanca y la Resolución a los flancos,
avanzó hacia los fuertes mejor artillados. La Berenguela y la Villa de
Madrid, por su parte, atacaron los cañones emplazados al norte del espigón,
mientras la fragata Almansa y la goleta Vencedora quedaban en reserva.
Minutos antes del mediodía, los cañones de la Numancia abrieron fuego y
una granada peruana alcanzó a la Villa de Madrid causando unas cuarenta
bajas. Algún barco se aproximó tanto a los fuertes que rozó fondo51.

47 DE LA CIERVA, 1990, II, pp. 408-411.


48 NOVO Y COLSON, Pedro: Historia de la guerra de España en el Pacífico. Madrid,
1882, p. 189.
49 ALONSO, 1974, p. 340.
50 La rápida y maciza fragata Numancia, construida en 1861, fue la primera fragata aco-
razada del mundo.
51 DE LA CIERVA, 1990, II, pp. 410-411.
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 127

Méndez Núñez, gravemente herido, cedió el mando al capitán Anteque-


ra. El duelo artillero entre peruanos y españoles resultó mortífero, pero se
impuso la artillería naval. A las cuatro y media, las baterías de los fuertes
fueron destruidas a cañonazos; y más tarde, a las seis, el heroico brigadier
desde su camilla ordenó izar la bandera de alto el fuego. Después, la escua-
dra bordeó las playas y se retiró al fondeadero de San Lorenzo para enterrar
a sus muertos. Al día siguiente, Méndez Núñez declaró salvado el honor de
España y dio la campaña del Pacífico por terminada.
Concluido aquel combate formidable y sin un solo punto donde carbo-
near desde Acapulco hasta el Estrecho de Magallanes, la escuadra española
tan sólo podía retirarse; pero lo hizo con la triste gloria de haber sufrido
ciento noventa y cuatro bajas y de haber causado casi dos mil a los perua-
nos52. La mitad de los barcos regresó por el Atlántico y la otra mitad por el
Pacífico, realizando escalas en Tahití, Manila y Batavia.
La acción de la escuadra contra las baterías blindadas de El Callao,
puede considerarse como una gesta asombrosa y a su vez como un estéril
acto de heroísmo que de no haber sido por el gran valor y la pericia aliada
con la suerte de nuestros marinos, pudo haber allí perecido. Toda España
vibró con los nombres de Valparaíso y El Callao, como había sucedido tras
la guerra de África53, y los españoles en América pudieron renovar por vez
primera su orgullo patrio después de la batalla de Ayacucho (09-12-1824).
Pero en lo que respecta al triste balance y las consecuencias de las opera-
ciones navales en el Pacífico, pueden mencionarse las siguientes:

1.- En el terreno diplomático, todos los españoles de Perú y Chile


fueron expulsados, demorándose los tratados de paz hasta 1879 y
1882, respectivamente.
2.- Las bajas españolas pueden cifrarse en cuarenta y tres muertos,
ochenta y tres heridos y sesenta y ocho contusos.
3.- El coste fue superior a doscientos millones de reales (algo menos
que el de la campaña de Marruecos).
4.- El personal de Marina se irritó -con razón- por el abandono en que
se le tuvo de material, instrucciones, municiones y recursos en un

52 Entre los muertos del histórico combate de El Callao figuraron el coronel Gálvez,
ministro de Guerra y Marina peruano, y el coronel Zabala, hermano del entonces
ministro español de Marina.
53 Se llamó Plaza de El Callao a la abierta entre la insana red de callejas que nacían del
recodo de la calle de Preciados; y Avenida del Pacífico, a la que conducía de la glo-
rieta de Atocha al Puente de Vallecas.
128 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

conflicto sostenido a quince mil kilómetros de España. Uno de los


comandantes de la campaña, el capitán de navío Juan Bautista
Topete, preparó un memorial de agravios que no tuvo una acogida
favorable.

Por último, tan sólo añadir que la escuadra tuvo que regresar a vela por
falta de carbón y creó un descontento político que se reflejará en la suble-
vación de Cádiz (18-09-1868). La magnífica fragata Numancia completó su
gesta, siendo el primer buque blindado en la historia naval que se arriesgó
a dar la vuelta al mundo al regresar a España54, lo cual hizo escribir a Gal-
dós: Cuando a uno se le pierde el alma tiene que dar la vuelta al mundo
para encontrarla55. España no estaba perdiendo el alma, pero sí todos los
resortes de la paz interior, unido al descontento creciente en el Ejército.

* **

La guerra que sostuvo España por la incorporación de Santo Domingo


fue un error enorme56. El presidente de la República Dominicana, general
Pedro Santana, en nombre de la aristocracia insular y de un gran sector de la
opinión pública, invocó el tratado hispano-dominicano de 1855 por el que
España garantizaba la independencia ante la amenaza permanente de los hai-
tianos, y logró la aprobación parlamentaria del acta que reconocía a Isabel II
como soberana. Luego, tramitó su solicitud a España (1860) con el apoyo de
O’Donnell y Serrano, recibiendo la aprobación (Real Orden de 19-05-1861)
cuando el ejército expedicionario de Prim aún se hallaba disponible en La
Habana57. El Gobierno nombró gobernador y capitán general a Santana58,

54 La gesta de la Numancia elevó mucho el prestigio de la construcción naval española.


55 PÉREZ GALDÓS, 1968, III, p.541.
56 Santo Domingo fue cedido a Francia por el tratado de Basilea (1798), reincorporado
a España (1814) e independiente por la acción del general José Núñez de Cáceres
desde 1821. Su independencia fue desde entonces variable ante los ataques haitianos.
57 Serrano, siendo Capitán General de Cuba, se encargó de las negociaciones. Por su ges-
tión obtuvo el ducado de la Torre del Homenaje, en recuerdo de la fortaleza domi-
nicana donde volvió a izarse la bandera española. Sin embargo, la esposa del gene-
ral, condesa de San Antonio, consideró demasiado rimbombante el nombre de este
título y prefirió llamarse duquesa de la Torre.
58 ANÓNIMO: El general don Pedro Santana y la anexión de Santo Domingo a España.
(Madrid), 1862. Santana, promovido a teniente general del Ejército español, falle-
ció antes de la evacuación de la isla.
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 129

sucediéndole después otros gobernadores hasta el general José de la Gán-


dara y Navarro, que fue el último59.
La campaña militar de Santo Domingo duró cinco años y supuso un
coste muy elevado. Se financió con recursos de Cuba, que terminaron ago-
tándose, y de ahí que en 1864 la situación fuera desesperada. Tan sólo en
1863 el general ministro José de la Concha envió a quince mil hombres,
Lersundi otros cinco mil y Marquesi cuaatro mil más, y esto sin contar las
fuerzas que partieron de Cuba y Puerto Rico. Se requirieron treinta mil
hombres, siendo éstos renovados mediante rotación cada seis meses para
cubrir las bajas. Las pérdidas humanas fueron de ¡un batallón al mes! Casi
quince mil españoles murieron de fiebre amarilla en los hospitales y en las
ciénagas. Un verdadero desastre. Después, será Narváez como jefe de
Gobierno quien decidirá el abandono de Santo Domingo, no sin arriesgar
una crisis, pues la Reina se opondrá por temor a las consecuencias políticas
del fracaso, acordándose la evacuación de las fuerzas españolas en las Cor-
tes (01-05-1865)60.
Tantas contrariedades -Indochina, Méjico, el Pacífico y Santo Domin-
go- provocaron el máximo descontento del Ejército a comienzos de 1864,
pues las glorias pasadas de Marruecos comenzaban a olvidarse y sin haber
supuesto ningún provecho material para España.
A principios de enero de 1863, el debate sobre el discurso de la Corona
puso de manifiesto el agotamiento de la Unión Liberal, el desconcierto y la
desunión de las fuerzas del centro y de la derecha, como también el duro
enfrentamiento de los progresistas que, aunque muy divididos, ansiaban recu-
perar el poder. Por entonces, cuando el duque de Tetuán trataba de salir de la
confusión provocada por las reacciones de los progresistas contra el regreso de
la odiada reina madre61, se produjo el escándalo creado por Ríos Rosas y Cáno-
vas, ambos jóvenes dirigentes de la Unión Liberal, al votar contra del discurso
de la Corona por haberse aprobado la retirada de Prim en Méjico (en realidad
se debió a la Reina y no a O’Donnell) y abandonar después el partido. Ante la

59 GÁNDARA Y NAVARRO, José: Anexión y guerra de Santo Domingo. Madrid, 1884,


2 vols.También es digno de mención el estudio de GONZÁLEZ TABLAS, Ramón:
Dominación y última guerra de España en Santo Domingo. Madrid, 1870, 2 vols.
60 Las relaciones diplomáticas entre España y la República Dominicana no se reanuda-
rán hasta 1875.
61 María Cristina de Borbón se hallaba desterrada en París tras su expulsión en 1854.
O’Donnell escribió a Isabel II desaconsejando su regreso, que tuvo que ser aplazado
hasta el 30-09-1864.
130 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

crisis, O’Donnell decidió formar un nuevo gobierno dando la cartera de Esta-


do al duque de la Torre, la de Gobernación al marqués de la Vega de Armijo,
y se reservó las de Guerra y Ultramar62. No obstante, la propia Reina quería un
relevo progresista "templado" y se lo prometerá varias veces a Prim (1863-64),
aunque la oposición de O’Donnell, Narváez y los propios progresistas con sus
enconadas divisiones (Olózaga estaba celoso de Prim), hará que Isabel II bus-
que otras soluciones.

Narváez vuelve al poder

El general O’Donnell cayó del poder (02-03-1863) por la ruptura de los


hombres del unionismo y no debido a las presiones políticas o militares
existentes. Como la Reina no le había confiado el poder para liberalizar el
país, sino para evitar el avance progresista, regresaron en consecuencia los
moderados.
Si la propia estabilidad de la monarquía pudo obtenerse mediante la
alternancia entre izquierdas y derechas, quedó entonces rota por la intransi-
gencia de la Reina; y precisamente la obstrucción real fue lo que potenció
la lucha armada. El partido progresista, dirigido por Olózaga, se retrajo de
la política y negó toda su colaboración; además, como los medios legales no
conducían al gobierno, los progresistas decidieron entregarse a la conspira-
ción desde 1863 para preparar un pronunciamiento con el Ejército, ya que
la Milicia Nacional no existía tras su disolución.
El general Prim, al frente de los militares del partido, se configuró enton-
ces como espadón in pectore. Era un ambicioso soldado voluntario que llegó
a coronel a los veintiséis años por la explotación de insulsos méritos de gue-
rra contra los carlistas, y que llegó a convertirse en héroe nacional gracias
al episodio de Los Castillejos63. Inteligente y audaz, el conde de Reus no era
propiamente un revolucionario sino un hombre de acción deseoso de medrar
en la política, cuyo camino le vetó la cerrazón de la derecha en el poder. Aun-

62 El marqués de la Vega de Armijo era sobrino de doña Manuela, esposa del general
O’Donnell. La Reina no aprobaba su nombramiento pero accedió ante las presiones del
duque de Tetuán. Fue la llamada Crisis de doña Manuela. Desde entonces, Isabel II
preparó su venganza celebrando públicas conversaciones con Prim y Cortina (los pro-
gresistas más adictos a la Corona), aunque el partido progresista estaba desmantelado
por la Unión Liberal. Le ofreció el poder al general Prim si lograba hacerse con la jefa-
tura del progresismo desbancando a Salustiano Olózaga.
63 Ver nota nº 10.
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 131

que vinculado al partido progresista, siempre desconfió de la Milicia Nacio-


nal y del poder armado en manos de los civiles, y no sólo odiaba a los con-
servadores sino también a los demócratas por su condición de republicanos
y dados a los pactos con los obreros.
Tras los efímeros gobiernos del marqués de Miraflores64, Lorenzo Arra-
zola y Alejandro Mon, el duque de Valencia volvió al poder (16-09-1864).
Sin embargo, los unionistas, despechados por haber sido desplazados, se
negaron a colaborar con él cuando intentó formar gobierno. El general
moderado pactó entonces con la extrema derecha de Cándido Nocedal y
logró mantener una política sólida al controlar el Ejército. Aunque la pren-
sa clandestina republicana desprestigiaba a la Reina, los conflictos parecían
por el momento controlados, ya que los progresistas pugnaban entre sí, y los
demócratas estaban escindidos entre los individualistas de Castelar y los
socialistas de Pi y Margall. Sin embargo, los campesinos andaluces mante-
nían la tradición de las sociedades secretas carbonarias y periódicamente
estallaban revueltas de desesperación como la mencionada de Loja (1861).
Narváez anunció sus intenciones políticas con una rotunda proclama-
ción del liberalismo: Voy a ser más liberal que Riego. Pero, las experiencias
liberales no podían ser nada fáciles desde que se difundió en Roma (08-12-
1864) la encíclica Quanta cura (condena absoluta al liberalismo y la liber-
tad de cultos) y sobre todo su apéndice, el Syllabus, que catalogaba los
ochenta errores más importantes del credo liberal. Neocatólicos y carlistas
cerraron filas en torno al episcopado para defender las posiciones del Papa,
mientras que Salmerón y Olózaga criticaron con energía ambos documen-
tos por afectar de lleno al régimen liberal. Narváez, que había prometido ser
más liberal que Riego, no concedió el preceptivo pase regio (en contra de la
voluntad de la Reina), pero luego tampoco se opuso cuando varios obispos

64 Miraflores disolvió las Cortes y convocó elecciones generales para el mes de octubre.
Sin embargo, dictó en el verano una circular a los gobernadores (captada y muy difun-
dida por los progresistas) restringiendo mucho el derecho de reunión y propaganda
electoral de izquierdas. Olózaga hizo público su famoso manifiesto (08-09-1863) en el
que anunció el retraimiento y por tanto la incompatibilidad del partido progresista con
el régimen y el trono, concluyendo que el partido progresista se retira por completo
de la vida pública. Al comprobar Prim que la corriente del partido se desviaba hacia
la rebeldía y que Olózaga le cerraba el camino político, decidió la otra vía normal del
siglo XIX para ocupar el poder: el pronunciamiento. A partir de entonces se dedicó a
conspirar en los círculos militares y jamás volverá a desenvainar la espada por la
Reina, sino contra ella.
132 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

decidieron publicarlos. Poco después, cuando el Consejo de Estado reco-


mendó otorgar el pase regio, los anatemas de Pío IX circularon libremente
por España y suscitaron una gran reacción anticlerical de los progresistas y
de la red de logias masónicas que había separado a O’Donnell de Narváez
y que impulsarán al primero a retomar el poder y reconocer el reino de Ita-
lia como objetivo gubernamental frente a la intransigencia de la Santa Sede.
Ante las vacilaciones de la monarquía española en sostener o no la
causa pontificia en Italia, el diputado neocatólico Antonio Aparisi y Guija-
rro profetizó la revolución. Se produjo además una nueva aproximación del
rey consorte Francisco de Asís a los carlistas, entusiasmados porque la enér-
gica princesa de Beira había por proclamado al duque de Madrid como Car-
los VII, frente a la nueva esperanza isabelina: el Príncipe de Asturias Alfon-
so. Pero por si fueran pocos los males de la monarquía liberal, progresistas
y demócratas pactaron (03-03-1865) para destronar a Isabel II.

Situación de profundo malestar en el Ejército

El panorama político resultaba un tanto sombrío: los progresistas pre-


parando su alzamiento, la pugna entre Narváez en el poder y O’Donnell, y
la cuestión romana desde la condena firme de Pío IX al liberalismo. En
cuanto al Ejército, su situación no podía ser más penosa: su tristeza por las
glorias militares sin fruto, su disciplina reinante, su miseria presupuestaria
(otra terrible crisis económica se abatía sobre España) y, sobre todo, sus
grandes desengaños de las últimas campañas, en lo que influía y no poco la
repatriación de las tropas que combatieron en Santo Domingo y la pública
irritación de la Armada. Comenzaba a percibirse en la vida española el des-
prestigio creciente del Ejército. El propio ministro de la Guerra, Fernández
de Córdoba, declaró en sus Memorias íntimas: la mayoría de nuestros ofi-
ciales pasaba la vida en el café, donde se oscurecían privada y colectiva-
mente, oscureciendo al Ejército, añadiendo que un Ejército oscuro, pobre,
sin rango en la sociedad, sin ningún prestigio aristocrático, sin nada que le
preste ostentación y brillo, se colocará por impulsos irrefrenables e irresis-
tibles más cerca de la democracia que del trono65.
La oficialidad era de clase media, mientras que una gran parte del gene-
ralato era aristócrata. En 1868, todos los capitanes generales tenían al
menos un título nobiliario, como también veintisiete de los sesenta y un

65 FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, Fernando (General): Memorias íntimas. Madrid,


1966, vol. II, p. 324 y ss.
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 133

tenientes generales. Fernández de Córdoba escribió que algún remedio


supondría volver a crear la Guardia Real, rotando por ella a todos los ofi-
ciales, que serían a diario admitidos en la mesa de su majestad; por ello
ascendió a tenientes generales a Mayalde, Puñonrostro, Pavía, Ossorio y
Villavieja, que en tiempos de Fernando VII habían sido sus compañeros en
los regimientos de la Guardia Real.
Como paradoja, el llamado ejército de los cinco duques será el que
empuje el proceso de convulsión revolucionaria que estallará en 1868: el
primero, el general Espartero, duque de la Victoria, retirado en su palacio
de Logroño desde 1854; el segundo, el general Narváez, duque de Valencia,
que fallecerá de una pulmonía (23-04-1868); el tercero, el general Serrano,
duque de la Torre, descontento también por su alejamiento del poder e incli-
nado por sus ambiciones hacia las filas progresistas; el cuarto, el general
O’Donnell, duque de Tetuán, que fallecerá desengañado en Biarritz (03-11-
1867); y el quinto, el general Prim, marqués de Los Castillejos, y que a títu-
lo póstumo recibirá el ducado de Prim. Por otra parte, también fue hecho
duque el general San Miguel, fallecido en 1862 a los setenta y siete años; y
aunque no siempre en inferiores jerarquías a los cinco primeros duques
mencionados, pero sí con menos influencia, estaban el marqués del Duero,
el marqués de La Habana, el conde de Cheste y el marqués de Novaliches66.
No hubo una preponderancia aristocrática en el Ejército, pero la monar-
quía liberal recompensó a sus generales con la concesión de más de un cente-
nar de títulos nobiliarios. El Ejército estaba descontento e irritado y, por tanto,
propicio a los grandes cambios, sobre todo con una monarquía en crisis. De
ahí que desde 1866 se llegara incluso a pensar en una posible regencia con el
príncipe Alfonso67. El primero de una serie nueva de pronunciamientos será el
intentado por Prim en Villarejo (03-01-1866). Pero además, resulta interesan-
te comprobar, como paradoja, que una buena parte del ejército de Filipinas se
componía de tagalos y que el Ejército español fue uno de los primeros en tener
oficiales de color, algunos de los cuales se distinguieron en la campaña de
Santo Domingo. Sin embargo, en un mundo aún esclavista y al término de
dicha campaña militar antillana, el general Dulce escribió al general ministro
Fernández de Córdoba notificándole que estos oficiales de color fueron envia-
dos a Canarias y no a Cuba, porque por más que esto parezca cruel, negros

66 ALONSO, 1974, p. 343.


67 La rama carlista atravesaba una crisis aún mayor que la isabelina. Se debía a la renun-
cia realizada por el liberal Juan de Borbón (20-09-1860) y a que el futuro Carlos VII
tenía sólo diecinueve años cuando falleció O’Donnell (03-11-1867).
134 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

con entorchados y galones producirían aquí un escarnio68. En definitiva,


había diez compañías disciplinadas de color en Cuba, pero normalmente
todos sus oficiales eran peninsulares.
Es muy posible que el teniente general Antonio López de Letona haya
sido quien ha realizado el mejor estudio crítico sobre los problemas y las
frustraciones que creaban aquel gran malestar en el seno del Ejército. En su
obra Estudios críticos sobre el estado militar en España (Madrid, 1866),
pedía comprensión: Es preciso que todos nos comprendan... nos abruma el
personal sobrante en las altas clases, y no hay quien sirva en las inferio-
res... Nuestra instrucción militar carece de base mientras no se determine
el sistema defensivo del reino... Estamos de acuerdo con los que dicen que
hay muchos más generales que los necesarios69. Por otra parte, trató de dis-
tinguir los hombres de corazón de los hombres de cabeza, y a unos y a otros,
de los vividores, que tampoco podían faltar en un escalafón que al mediar
el siglo XIX contaba con cerca de seiscientos oficiales generales, tal como
puede observarse en el siguiente cuadro70.

Estado Mayor General (1816-1868)

Años Brigadieres Mariscales Tenientes Generales


1816 417 185 134
1826 245 110 72
1833 364 133 72
1845 395 186 64
1854 403 182 72
1859 384 152 66
1868 321 123 62

Hasta el Real Decreto de Retiros (01-07-1863) no hubo un sistema


reglado que permitiera retirarse a cuantos lo solicitasen de forma voluntaria,
siempre que tuviesen dos años de antigüedad en el último empleo, cuarenta
de servicios con los abonos de guerra y hubiesen cumplido sesenta y dos
años los brigadieres, sesenta y cinco los mariscales de campo y sesenta y

68 FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, 1966, II, p 331.


69 LÓPEZ DE LETONA, Antonio: Estudios críticos sobre el estado militar de España.
Madrid, 1866.
70 ALONSO, 1974, p. 349.
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 135

ocho los tenientes generales. Los sueldos de retiro eran, respectivamente, de


treinta y dos mil, cuarenta mil y cuarenta y cinco mil reales anuales, lo que
equiparaba a los brigadieres con un oficial tercero del Ministerio de Hacien-
da y suponía un evidente agravio comparativo. En 1858, antes del mencio-
nado decreto, tenían más de setenta años: diecisiete de los tenientes genera-
les, treinta y tres de los mariscales de campo y sesenta y dos los brigadieres;
y,respectivamente, dos, siete y nueve pasaban de los ochenta años71.
De los seiscientos a setecientos generales, sólo doscientos diecisiete
tenían posible destino en la Península o en Ultramar, y el resto estaba de
cuartel, con la sensible reducción en su paga. No se reglamentaron severa-
mente los ingresos y los ascensos hasta el 31-06-1866, estando Narváez en
el Ministerio de la Guerra, quedando entonces en teoría abolidos los grados
superiores a los empleos efectivos que antes se prodigaban, con la excep-
ción de que pudiera permutarse por el ascenso una cruz laureada de San Fer-
nando. La paga de un soldado seguía siendo de sesenta reales mensuales,
incluidos sus gastos de cuartel, alimentación, dinero en mano y vestuario.
Sólo multiplicando los permisos, se podía conseguir el milagro de alimen-
tar, pagar y uniformar al soldado con dos reales diarios.
El sistema de reclutamiento seguía basándose en las quintas y los sorteos,
librándose quienes conseguían los números más bajos, pero como muchos
tenían que prestar servicio al redimirse otros a metálico, cada perjudicado por
este sistema se juzga víctima de una ley arbitraria y reniega hasta de la socie-
dad que lo consiente, como bien señala López de Letona. Se abonaban seis
mil reales a los veteranos reenganchados, dos mil reales a los que alcanzaban
la licencia absoluta, y se pagaban también seis mil reales por las redenciones
a metálico, con lo que sólo los pobres estaban obligados al servicio de las
armas. Fue Fernández de Córdoba, como ministro de la Guerra con Narváez,
quien redujo el servicio militar de ocho a cuatro años, manteniéndose las pri-
mas de enganche en ocho mil reales. El propio general ministro afirma que el
vulgo no deja de llamar vendidos a los que se alistan por el cebo de una
remuneración pecuniaria. Las capitanías generales seguían siendo diecisiete,
contando las cinco de Canarias, Baleares, Puerto Rico, Filipinas y Cuba.
Un servicio militar tan prolongado explica el aborrecimiento que la quin-
ta inspira en todas las clases de nuestro pueblo, critica López de Letona, ase-
gurando además que un ejército mercenario sea el más caro y malo de todos
los ejércitos, al menos si se tiene en cuenta lo sucedido a los ingleses en la

71 LÓPEZ DE LETONA, 1866, p, 165.


136 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

guerra de Crimea72. Artillería e Ingenieros disfrutaban el privilegio de poder


elegir a los mejores hombres y a los que tenían algún oficio, de lo cual se
resentían las demás Armas. La Milicia Nacional había suplido a veces al
Ejército, constituyendo una reserva general, pero el propio general estimaba
que si el pensamiento es colocar un ejército político frente al ejército militar,
esto es la combinación más ingeniosa que pueda imaginarse para mantener
el país permanentemente preparado a la guerra civil. Dentro de la corriente
antimilitarista española que prosperó desde 1850, Manuel Sáinz de los Terre-
ros en su obra El ejército y el militarismo, cuestión de actualidad (Madrid,
1886) llegó a escribir una frase común por entonces: de la Infantería en tiem-
po de paz, no comprendemos las ventajas.
Aceptando la división propuesta por López de Letona, entre los hom-
bres de cabeza (San Miguel, Villamartín, Almirante, Barado, Banús, Clo-
nard, Ros de Olano, Vallecillo y Aparisi, entre otros) y los hombres de cora-
zón (Riego, Espartero, O’Donnell, Prim, Dulce y otros), que eran los
llamados espadones, impetuosos y valientes, aunque poco ilustrados, puede
decirse que esta división se fue acentuando a lo largo del siglo XIX; y tam-
bién puede decirse que el Estado Mayor siempre tuvo enemigos tanto entre
los conservadores como en los liberales.
En cuanto a los asistentes, los abusos resultaban muy frecuentes. Fer-
nández de Córdoba afirmó que sólo suprimiendo la pluralidad de asistentes
pudo incrementar el Ejército en seis mil hombres73. Paul Azan en su estu-
dio La Légion Etrangère en Espagne, 1835-39 (París, 1909) confirma este
comentario y añade que la situación era aún peor antes de 1835, cuando
tuvo que reducirse el número de asistentes porque un oficial llegaba a tener
tres o cuatro asistentes, dándose incluso el caso que un batallón de carabi-
neros tuviera un solo hombre disponible74. Hubo en el Ejército asistentes
famosos75 como Miguelón, que sirvió a los generales Tomás de Zumalacá-
rregui y Luis Fernández de Córdoba, y que de simple soldado logró la lau-
reada de San Fernando, o también Cesáreo Orbea, asistente del general
Zarco del Valle durante treinta años. Galdós en sus Episodios Nacionales
menciona a Bodega, que sirvió a Narváez y que se hizo célebre por ser el
único militar en todo el Ejército que se permitía contradecir al duque de

72 Ibidem. p.42.
73 FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, 1966, vol. II, p. 325.
74 AZAN, Paul: La Légion Etrangère en Espagne, 1835-39. París, 1909, p. 46.
75 FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, 1966, I, p. 180.
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 137

Valencia, y además, en las largas temporadas que el general pasó en París,


le acompañaba a los restaurantes y a las funciones de teatro76.
Pero, sobre todo, es preciso destacar que el mayor problema del Ejérci-
to era el de los artilleros, cuerpo de alta preparación técnica donde los ofi-
ciales se dividían entre "facultativos" y "prácticos", y estos últimos, proce-
dentes de tropa, tan sólo podían llegar al grado de capitán. Fernández de
Córdoba, un ministro emprendedor, trató de resolver esta cuestión que ya
incomoda desde 1816 cuando casi todos los artilleros se hicieron liberales,
proponiendo la creación de siete nuevas plazas de comandante para los
prácticos, con destinos en cajas y almacenes, y otras seis plazas más de
capitanes con mando en las maestranzas. Sin embargo, ante la protesta de
los oficiales facultativos de Cataluña, el gobierno de Narváez no llevó a
efecto esta iniciativa77. Fernández de Córdoba señala cómo se iba creando
una amenaza, porque la oficialidad facultativa, joven, instruida, valerosa y
de tendencias aristocráticas, trataba con cierto desdén y aire de excesiva
protección a los oscuros hijos del pueblo que figuraban en la escala prác-
tica, y éstos, a su vez, pagaban aquellos sentimientos con la aversión y el
odio78.

1865. LA NOCHE DE SAN DANIEL Y LOS ESTUDIANTES

De la serenata a un rector depuesto a la revuelta progresista en Madrid

En la primavera de 1865, entre el clamor de la izquierda por el reco-


nocimiento del reino de Italia, el profesor Julián Sanz del Río, discípulo
del filósofo alemán Krause, difundió en España su obra El ideal de la
76 GALDÓS, 1968, II, pp. 1561-1562.
77 Historia de las Fuerzas Armadas. Zaragoza-Barcelona, Ediciones Palafox-Editorial
Planeta, 1983, vol. II, p. 119. El litigio entre la escala práctica (personal procedente de
tropa) y la facultativa, ocasionará el sangriento levantamiento del cuartel de Artillería
de San Gil en Madrid. El pleito quedará zanjado por una disposición dictada en 1867
por la que quedaba suprimida la escala práctica de oficiales, pudiendo sus componen-
tes pasar a las Armas de Infantería y Caballería. Pero la negativa de los artilleros a con-
vivir con el responsable de lo sucedido en San Gil y el criterio sostenido por el Gobier-
no de igualdad para todos, suprimiendo la obligación de acreditar la limpieza de sangre
para alcanzar el grado de oficial, la desaparición del fuero para la Artillería y el con-
flicto con la escala práctica, harán que la mayoría de los jefes y oficiales soliciten el
retiro, en respuesta de lo cual el general Fernández de Córdoba decretará la disolución
del Cuerpo.
78 FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, 1966, II, p. 317.
138 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

Humanidad para la vida. Su inclusión en el Índice de los libros prohibidos


desató una gran polémica entre los llamados demócratas de cátedra o krau-
sistas y los neocatólicos, sembrada de intransigencias y mutuas exclusio-
nes, dándose también a su vez un enfrentamiento creciente entre los propios
krausistas, llamados así mismos intelectuales (no concedían tal rango a sus
oponentes, pese a que contaban con excelentes pensadores) y la Corona.
Esta lucha ideológica de tipo académico coincidió con el inicio de un
período de crisis económica y, precisamente, La Noche de San Daniel tuvo
su origen en las críticas a la venta de bienes del Real Patrimonio, medida
impopular debida a la bancarrota de la Hacienda, y con la que se pretendía
atenuar el déficit público y resarcir las deudas contraídas con la Reina. El
ministro de Hacienda, Alejandro Castro, había elaborado los presupuestos
generales del Estado como propaganda política; sin embargo, Narváez
expuso a Isabel II que la situación verdadera del Erario era casi catastrófi-
ca, proponiéndole como solución la venta de bienes pertenecientes al Real
Patrimonio79, quedando repartida la recaudación a partes iguales entre la
Corona y el Estado. La Reina aceptó la propuesta, aunque sabiendo que tal
medida resultaría impopular y se reservó sólo la cuarta parte y no la mitad80.
La gravedad de la situación política se agudizó cuando el gobierno de
Narváez publicó una circular prohibiendo a los catedráticos expresar ideas
contrarias a la Corona y al Concordato de 1851, tanto en el ejercicio de la
docencia como fuera de ella. Esta prohibición fue contestada por Emilio
Castelar81 en un violento artículo titulado El rasgo, aparecido en La
Democracia (25-02-1865), con el que arremetió contra Isabel II afirman-
do que el Patrimonio Real es del país, es de la nación, no es de la Reina.
El artículo recogía el sentir popular y se reprodujo en pasquines por todo
Madrid, aunque no evitó que el proyecto de ley fuera presentado en las

79 Se consideraban intocables aquellos bienes del Real Patrimonio que estaban vinculados
expresamente a la Corona, por ejemplo: el museo del Prado, el monasterio de El Esco-
rial, los palacios reales y los reales sitios. Sin embargo, había bienes que se habían ido
acumulando al Patrimonio a través de los siglos y cuya situación imprecisa parecía per-
mitir su libre disposición, si se llegaba a un acuerdo entre la Corona, el Gobierno y las
Cortes. Es lo que pretendía Narváez tras consultar a eminentes juristas.
80 Entre los bienes enajenables del Real Patrimonio había algunos tan tentadores como:
grandes zonas del Bajo Retiro, entre el parterre y el Salón del Prado, desde la calle de
Alcalá al Jardín Botánico, donde ya se había iniciado la construcción de un barrio aris-
tocrático y se gestaba la especulación del suelo.
81 Castelar era el director de La Democracia y catedrático de Historia de la Universidad
Central.
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 139

Cortes a primeros de marzo para su aprobación. El ministro de Fomento,


Alcalá Galiano82 ordenó al rector de la Universidad Central, Juan Manuel
Montalbán, que abriera expediente a Castelar y le destituyera de su cáte-
dra ganada por oposición. Pero Montalbán se negó y el ministro publicó
en La Gaceta su cese como rector nombrando en su lugar al moderado
Miguel Baamonde, marqués de Zafra. Esto provocó la dimisión de los
catedráticos Nicolás Salmerón y Miguel Morayta, así como de Canalejas,
Figuerola, Ferraz y Valle.
La Iberia publicó la noticia (16-03-1865) que sería el desencadenante
de la Noche de San Daniel: El Consejo de Instrucción Pública, observando
la conducta que le cumplía y que honra su independencia ha desechado,
según consta, la adición que el ministro de Fomento quería hacer por ani-
mosidad e incalificable complacencia, al artículo 23 del Reglamento de
Estudios para separar a los profesores liberales de sus cátedras. Y, más ade-
lante, apuntó: Se ha creado una lista de personas, a mediados de marzo, non
gratas en Madrid, principalmente liberales y demócratas.
La reacción de los moderados fue abiertamente represiva, intentando
controlar la situación de deterioro que afectaba a la Corona. González
Bravo, ministro de Gobernación, confeccionó una ley cuyo texto fue el
siguiente:
1. Derecho del Gobierno para suspender cuanto lo estime conveniente
las garantías constitucionales.
2. Derecho a variar el domicilio de las personas que juzgue peligrosas
para el orden.
3. Derecho a efectuar registros domiciliarios y a imponer la Ley
Marcial siempre que lo estime oportuno, debiendo ser juzgados los
que delincan con arreglo a las leyes militares.
4. Derecho a suspender la publicación de periódicos diarios.

La Iberia publicó (04-04-1865) lo siguiente: Se confirma la próxima


destitución del rector de la Universidad Central, señor Montalbán, y se
confirma el reemplazo del marqués de Zafra, a quien un periódico ha dicho
que se le imponía como condición la destitución de Castelar. Por este moti-
vo, los estudiantes simpatizantes de Castelar (ya entonces ex catedrático de
Historia) decidieron organizar una serenata en homenaje al rector depuesto
y solicitaron el debido permiso, que les fue concedido:

82 Fomento incluía la gestión universitaria y educativa.


140 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

Se autoriza al marqués de Floridablanca para que con compañeros


suyos, alumnos de la Universidad Central, den una serenata la noche del
día 8 del corriente en la calle Santa Clara. Quedan los concesionarios por
virtud de esta autorización obligados a conservar el orden durante el acto
de música. Madrid, 7 de abril de 1865. Por orden M. García Sánchez.
Pese a la autorización del acto estudiantil, las fuerzas del orden ocupa-
ron las calles y avenidas que daban acceso a la calle Santa Clara y detuvie-
ron a cuantos accedían a ella. Aunque luego el acto fue prohibido por el
ministro de la Gobernación, un numeroso público acudió ante la casa de
Montalbán en la calle del Arenal, donde se celebró la serenata ilegal entre
una profusión de gritos que fueron considerados como subversivos por el
Gobierno. En consecuencia, por orden de Narváez, la Guardia Civil Vetera-
na83 y varios destacamentos militares despejaron la calle, además de la Puer-
ta del Sol y la plaza de Isabel II, llena de estudiantes y de otras muchas per-
sonas que dedicaron a la estatua de la Reina una silbada monumental.
Quedaron pues cerradas esas vías aquel sábado por la noche y al día
siguiente (domingo, 09-04-1865) no ocurrió nada.
El lunes por la mañana, día de los santos Daniel y Ezequiel, hubo una
actividad inusitada en los barrios habituales de la agitación progresista para
politizar la protesta estudiantil. Aquella misma mañana se celebró en el
caserón de Noviciado, casi a puerta cerrada, la toma de posesión del nuevo
rector. Sobre el portalón, los alumnos colocaron un cartel que decía: Cuar-
tel de la Guardia Civil. Los guardias hicieron algunas cargas contra los
estudiantes hasta la plaza de Santo Domingo, pero sin consecuencias.
Sin embargo, los agitadores progresistas relevaron a los estudiantes por
la tarde arrastrando a sus disciplinados seguidores de los barrios bajos hacia
la Puerta del Sol, que había sido tomada por la fuerza pública. Allí llegaron
por las rutas de siempre (la plaza de Antón Martín y las calles del León y
de Carretas) empujando a los guardias, que se retiraron al centro de la plaza,
y propinaron un gran abucheo al ministro de la Gobernación, Luis Gonzá-
lez Bravo, que intentó salir del ministerio para arengar a los guardias.
Luego, el ministro ordenó la inmediata represión de los disturbios. Las fuer-
zas de orden público, apoyadas por varias secciones de Infantería y una

83 La Unión Liberal, civilista en su administración, mantuvo el esquema del orden públi-


co basado en la Guardia Civil, reforzada desde 1859 por la llamada Guardia Civil Vete-
rana, unidad de reserva ubicada en Madrid, que se reclutó entre licenciados del Ejér-
cito y estuvo en servicio hasta su desaparición en 1868. La Guardia Civil Veterana
constituía una unidad especial de choque contra disturbios urbanos.
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 141

compañía de Caballería, cargaron contra los revoltosos, que respondieron a


su vez con una lluvia de piedras y algunos disparos de arma corta. La Guar-
dia Civil aplicó entonces estrictamente su reglamento, disparó dos veces al
aire mientras caían algunos números y, luego, tiraron a dar. Acto seguido, se
produjo la acción de Caballería, disparos de fusil y cargas con la bayoneta
calada contra la multitud, que huyó despavorida por la Carrera de San Jeró-
nimo hacia el Paseo del Prado. Los agitadores trataron de formar barricadas
en las Cuatro Calles, pero huyeron ante los disparos de la Benemérita, mien-
tras la Caballería trataba de envolverlos por la calle de Cedaceros. Al con-
cluir la revuelta, según la prensa de izquierdas y los cronistas, quedaron
sobre la calle catorce muertos y casi doscientos heridos entre los manifes-
tantes. Las bajas de las fuerzas del orden y militares también fueron impor-
tantes, pero no se dieron cifras. Al día siguiente, Salustiano Olózaga, según
su costumbre, puso nombre a los hechos políticos: la Noche de San Daniel.
La Iberia recogió los hechos de última hora (10-04-1865): A la muy
avanzada hora de la noche se nos da la noticia de que es altamente verosí-
mil que hoy aparezca en la Gaceta un decreto declarando en Estado de Sitio
la nación o bien la capital de la Monarquía... Narváez dirige personalmen-
te la represión en la Puerta del Sol, vestido de uniforme. Una fuerza de
caballería cargó en la Carrera de San Jerónimo sobre la multitud y allí fue
herido el señor Viedma, que pertenece al Partido Moderado.
Otro periódico, La Discusión, publicó la siguiente noticia: Puede decir-
se que a la hora que escribimos estas líneas, Madrid está tomada militar-
mente. Grandes pelotones de infantería, escuadrones de caballería y bravos
generales recorren las calles. Y el fundamento de tan inconcebibles miedos
no es otro que el de haberse aglomerado estudiantes alrededor de la casa del
ex rector señor Montalbán. Y apenas los estudiantes comenzaron a hacer de
las suyas yendo de una calle a otra con la acostumbrada algazara, las calles
se llenaron de soldados de los cuarteles donde ya estaban preparados. Y el
Gobierno, que antes había concedido el permiso para tal acto, lo ha retira-
do por miedo a las tempestades revolucionarias que pudieran desencadenar.
Ayer maniobraron en las afueras de Madrid seis batallones de la guarnición.
¿Quién dudará que este Gobierno tiene el mérito de la oportunidad?
Aquel mismo día, González Bravo expuso en el Senado (10-04-1865) el
conjunto de medidas gubernamentales para acallar las voces de protestas
suscitadas por los hechos y, ante las interpelaciones dirigidas al Gobierno,
el presidente del Senado decidió censurar la prensa expulsando a los perio-
distas de la sala. En respuesta, éstos decidieron no volver a la tribuna mien-
tras el general Concha, marqués del Duero, ocupara el sillón presidencial.
142 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

Según La Iberia, el marqués de Molins interrogó a González Bravo sobre el


gran despliegue de fuerzas militares y el restablecimiento del orden, con-
testando éste que el Gobierno estaba dispuestos a conservar el orden y a
resistir a todos los que intentaran alterarlo, pues en todos los tiempos había
personas dispuestas a hacerlo.
Sin embargo, lo cierto es que el Gobierno había revocado el permiso
concedido a los estudiantes por temor a que su serenata se convirtiera en
una manifestación política en su contra, como así ocurrió dos días después.
El respaldo de los militares resultó evidente y Narváez les dejó manos libres
contra los revoltosos. Las fuerzas encargadas de reprimir un simple acto
estudiantil, ascendieron a unos mil hombres entre Caballería e Infantería, a
los que habría que añadir la cifra de las tropas acuarteladas en Madrid que
ascendía a unos cuarenta mil hombres, casi la mitad del Ejército de enton-
ces. El alarde de fuerzas empleadas para reprimir la serenata estudiantil y la
represión en las calles, demostraron el miedo que reinaba en los círculos de
poder y la fragilidad del Gobierno, que confiaba más en las bayonetas que
en la política.
La prensa de izquierdas publicó (11-04-1865) un suplemento ratificado
por los diarios Las Novedades, La Iberia, La Nación, La Soberanía Nacio-
nal, El Pueblo y La Democracia84, tratando de exponer lo que ocurría y las
medidas que debían adoptarse. El editorial decía: Sólo la reacción podría
tener hoy interés en que se turbe el orden público. Los amantes de la liber-
tad científica, de la libertad política, los jóvenes estudiosos, los liberales
todos, ahora más unidos que nunca, deben de sofocar hasta los más nobles
instintos para no caer en el lazo que pudieran tenderles los reaccionarios.
Orden para asegurar el triunfo completo y definitivo de la libertad. Que sea
cauta la juventud generosa. Calma, prudencia y fe en el porvenir. Este edi-
torial revelaba la situación del país a sólo tres años de la Revolución Glo-
riosa y analizaba las causas de la represión indiscriminada sin detenerse
ante simples insultos y voces subversivas a personas inviolables con los que
el Gobierno quería justificar su actuación.
La censura también fue muy dura. La prensa que intentaba contar o cri-
ticar estos hechos fue denunciada sistemáticamente. La Democracia, por
ejemplo, publicó durante varios días su primera página en blanco con un
texto muy escueto: Nuestro número de hoy ha sido denunciado. Además,
desde diversos puntos de España llegaron a los periódicos numerosos escri-
tos de estudiantes en solidaridad con el ex rector Montalbán y cartas de tes-

84 El director de La Discusión no pudo firmar por no haber sido encontrado.


MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 143

tigos indignados por la represión ejecutada por las fuerzas del orden. El
mencionado periódico publicó asimismo las siguientes noticias: En el hos-
pital Princesa falleció un niño de nueve años a consecuencia de una heri-
da que recibió por la espalda (catorce serán los muertos por los hechos ocu-
rridos en la Noche de San Daniel) y los presos, que pasan de cien, están
sometidos a una comisión militar (serán en total ciento sesenta presos,
según fuentes posteriores). Entre todas las noticias de prensa, merece espe-
cial mención la aparecida en La Discusión (13-04-1865): El lunes, un indi-
viduo fue conducido al Principal, a quien se le cortaron los dedos de una
mano en el momento de prenderle. Su delito, según parece, el curiosear por
la Puerta del Sol.

La Noche del Matadero

Antonio Alcalá Galiano, antiguo constituyente de Cádiz y liberal exal-


tado, y entonces ministro moderado de Fomento, se había atrevido a obser-
var los tumultos desde su coche. Al día siguiente (11-04-1865), sostuvo una
fuerte discusión con González Bravo en el Consejo de Ministros, pues éste
le recriminó la innecesaria dureza de la represión, y en el transcurso de la
polémica dimitió y sufrió una fuerte angina de pecho de la que falleció
horas después. Quizás no pudo resistir que le echara en cara que la mayoría
de los muertos fueron por la espalda, figurando entre ellos: un coronel gra-
duado de Caballería, un teniente coronel retirado, un ex jefe de la Guardia
Civil, un sobrino del ministro de Marina apellidado Nava, y un médico
inglés recién llegado a Madrid.
Días después hubo un fuerte debate en el Senado sobre aquellos trági-
cos sucesos. Ante las acusaciones de Olózaga, González Bravo le acalló
demostrando con pruebas fehacientes la intervención de los agitadores pro-
gresistas, y luego se enfrentó con Cánovas y Ríos Rosas, quienes criticaron
con elocuencia dramática, aunque también con serios argumentos, los méto-
dos represivos empleados. El enfrentamiento dialéctico entre González
Bravo y Ríos Rosas fue tan encendido que por la noche, al término de la
sesión, ambos se retaron a duelo de pistola en el restaurante Lhardy. Por for-
tuna, aquel duelo no tuvo consecuencias, pues el joven político, buen tira-
dor, apuntó mal deliberadamente, y el ministro falló el disparo, que por
suerte no hirió a ningún testigo.
Los concejales del Ayuntamiento madrileño quisieron protestar en actos
públicos presididos por el gobernador civil y tomaron acuerdos en corpora-
144 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

ción, y los periódicos liberales crearon una comisión investigadora formada


por nueve representantes85.
La Noche del Matadero, como empezaron a llamarla algunos diarios,
fue un golpe mortal para los moderados. Se desarrollaron manifestaciones
públicas como la de Barcelona (más de seis mil personas), y se alzaron pro-
testas desde los periódicos de provincias86. El resultado de esta campaña fue
la lucha contra el moderantismo expresada en un editorial de La Iberia (14-
04-1865) y en un suplemento conjunto de los periódicos liberales madrile-
ños. Este suplemento alertó a los liberales para que no cayeran en la tram-
pa tendida por los moderados para romper el orden (orden en todas partes,
que la libertad no necesita para su triunfo de alardes inoportunos) y les
exhortó a controlarse porque el proceso prerrevolucionario estaba en mar-
cha. Las Novedades así lo expresó (19-04-1865): Dícese que la noche del
10 de abril, toda la Sociedad del Ángel Exterminador andaba por las calles
tocando pitos; su objeto era hacer ver que la revolución llamaba a las puer-
tas y que era necesaria la tiranía de los neos (católicos).
Merece transcribirse un editorial de La Iberia (12-04-1865), por su sig-
nificación política y reflejar la situación anterior a La Gloriosa:

Llegan tiempos calamitosos, tiempos de zozobra, de inquietud y de des-


confianza en que gobiernos funestos cruzan por el horizonte político de los
pueblos paseando tanto su poder cual fuera de hierro, cuya política no tiene
otro recurso que el de la fuerza material, siempre antipático al país, que
obedece porque teme, reinando en toda la nación el profundo silencio de las
tumbas, pero jamás el de la calma resultando de la felicidad de un pueblo
libre.
He aquí lo que sucede en nuestra noble cuando desgraciada España,
con el moderantismo que parece mostrarse robusto y brillante, pero es el
brillo de la luz próxima a extinguirse. Lucha con la agonía y en sus con-
vulsiones hace violentos esfuerzos para volverse a levantar, mas todo en
vano, llega su última hora; el moderantismo no tardará en desaparecer de
la escena en medio de las maldiciones de un pueblo al que tanto ha opri-
mido, al que tantas lágrimas y tanta sangre ha hecho derramar.
85 Estaban representados los periódicos siguientes: Las Novedades, El Diario Español,
La Iberia, El Reino, El Pueblo, La Verdad, El Contemporáneo, La Razón Española, La
Democracia, El Progreso Constitucional, La Nación, La Patria, El Gil Blas, La Sobe-
ranía Nacional, La Bolsa, La América y La Europa.
86 ESPANTALEÓN, Antonio; y PORDOMINGO, Isabel: "De San Daniel a San Gil",
Revista Historia 16, Año V, nº 53. Madrid, septiembre de 1980, p. 33.
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 145

Prim quiso aprovechar la indignación general por los sucesos de la


Noche de San Daniel intentando sublevar la guarnición de Valencia, pero
tuvo que huir por mar para no ser descubierto por las indagaciones que rea-
lizó el Gobierno. También, disfrazado de arriero y conduciendo un carro-
mato de pescado en salazón, lo intentó con las guarniciones de Burgos y
Pamplona. A pesar de la victoria del Gobierno, quedaba claro que había
guarniciones dispuestas a romper el monolitismo militar, clave de la per-
manencia de los conservadores en el Gobierno.
El poder de Narváez era enorme, pero cuestionado en los cuarteles,
donde la larga parálisis moderada había generado injusticias y descontento.
El Ejército no habría intervenido en política por decisión propia, pero pro-
gresistas y moderados llamaban a la acción contra el Gobierno, y precisa-
mente Prim y sus colaboradores tenían suficiente prestigio para arrastrar a
muchos militares. Además, el Gobierno era incapaz de evitar que Prim y sus
hombres entraran y salieran clandestinamente de España, y su debilidad lo
desprestigiaba ante un Ejército acostumbrado a la dureza. Narváez superó
la prueba de San Daniel, pero tenía los días contados en el poder porque
además sus promesas liberales quedaron ensangrentadas y en pleno centro
de Madrid. En cuanto a la proyectada revolución progresista, había logrado
el apoyo universitario, y si en 1851 se había alzado contra el gobierno, ahora
lo hizo contra el trono. La crisis económica y política se agudizó con los
muertos de La Noche de San Daniel conmoviendo a la sociedad española.
La mecha estaba ya encendida y hará estallar la Revolución de 1868.

EL CUARTEL DE SAN GIL Y LA REBELIÓN DE LOS REGIMIENTOS DE


ARTILLERÍA

O’Donnell recupera el poder y el progresismo se lanza a la conspiración

Tras La Noche de San Daniel, Narváez tenía que enfrentarse al mayor


problema político del año: el reconocimiento del reino de Italia. Pero no
podía hacerlo. Primero, porque se lo impedían los neocatólicos amenazan-
do con romper su alianza con el partido moderado; y segundo, porque los
obispos habían cerrado filas en torno a monseñor Puente, arzobispo de Bur-
gos, y el arzobispo Claret. Ante el desconcierto que reinaba en el gobierno,
O’Donnell envió un mensaje a la Reina (21-06-1865) dándole a entender
que si había derribado tres gobiernos, estaba preparado para hacer lo mismo
con el cuarto. Esta carta produjo la caída inmediata del duque de Valencia.
146 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

Isabel II cesó a Narváez para jugar de nuevo la carta de O’Donnell y


neutralizar los pronunciamientos progresistas con una apertura a la izquier-
da. Con la segunda llegada del unionismo al poder, O’Donnell pondrá en
marcha medidas liberalizadoras, reingresará a los catedráticos, publicará
una ley de prensa liberal, ampliará el sufragio y reconocerá el reino de Ita-
lia, enemigo declarado del Vaticano. Sin embargo, los progresistas no acep-
tarán el juego y el incansable Prim organizará en enero de 1866 la insu-
rrección de Villarejo como se verá a continuación.
O’Donnell formó su último gobierno con figuras señeras del centrismo
político: Zabala en Marina; Posada Herrera en Gobernación; y el respeta-
do Antonio Cánovas, que había reingresado en la rehecha Unión Liberal, en
Ultramar y luego en Hacienda. Además, dio la cartera de Fomento a su
sobrino el marqués de la Vega de Armijo. Dispuesto a cerrar el paso a los
jefes progresistas, intentó captar a sus portavoces, los directores de sus tres
principales diarios: Sagasta (Iberia), Corradi (Constitucional) y Ángel Fer-
nández de los Ríos (La Soberanía Nacional); mas al no lograrlo, se propu-
so el reconocimiento del reino de Italia como objetivo principal de su pro-
grama de gobierno.
Asistió Prim como senador al debate sobre el reconocimiento de Italia
celebrado en el Parlamento (04-07-1865). O’Donnell aprovechó para decir-
le que olvidaría sus intentos conspiradores (Valencia, Burgos y Pamplona),
pero a cambio de reintegrar a los progresistas en el seno del régimen. Prim
aceptó su propuesta en espera de la próxima asamblea de los notables del
progresismo, pero ésta ratificará el retraimiento (29-10-1865). Sin esperar
a la asamblea, Prim decidió reanudar sus contactos para la conspiración
hasta 1868, y mintió a cuantos oficiales pudo comprometer asegurándoles
que sólo se trataba de una repetición de 1854, esto es, sin poner en peligro
el trono de Isabel II.
Reconocido el reino de Italia en las Cortes, el Gobierno se desplazó al
palacio de la Granja (14-07-1865) para someter la ley a la sanción regia87.
Al negarse la Reina a firmar, O’Donnell se encerró con ella de nueve a once
de la noche y la convenció de que no tenía otra alternativa: la firma o la
revolución. Además, le dijo que el pronunciamiento del Ejército estaba pre-

87 Como el arzobispo de Burgos, monseñor Puente, se opuso a la resolución del Congre-


so, el Gobierno impuso su cese como confesor del Príncipe de Asturias para alejarle
de palacio.
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 147

parado y que sobrepasaría los excesos de 1854, pues acabaría con el trono
y, quizás, con la vida de toda la Familia Real. Al día siguiente, Isabel II,
hundida y sin decir palabra, firmó ante el Consejo de Ministros88.
O’Donnell disolvió las Cortes (10-10-1865) y convocó elecciones para
el 1 de diciembre. El ministro de la Gobernación las preparó para que hubie-
ra mayoría gubernamental en el Congreso y en el Senado. Los grupos mode-
rados transigieron al ofrecérseles cuotas más amplias; pero los neocatólicos,
progresistas y demócratas, a quienes se trató de barrer de las Cortes, des-
plegaron una descomunal ofensiva política. Los progresistas, lanzados a la
conspiración, celebraron su asamblea (29-10-1865) en el circo Price de la
Plaza del Rey: Olózaga fue ovacionado al proclamar la incompatibilidad
entre el progresismo y el trono; Castelar y Pi pidieron entre aclamaciones la
reafirmación del retraimiento; y Madoz fue abucheado al proponer la parti-
cipación electoral. En cuanto a Prim, pese a sus promesas a O’Donnell, se
sumó al retraimiento y refiriéndose a los "obstáculos tradicionales" (el
trono) declaró: Si hay obstáculos, los arrollaré. Se creó un nuevo organismo
supremo en el partido, el comité central, integrado por Espartero (que no se
movió de Logroño), Olózaga, Prim y Madoz; y quedaron divididos los pro-
gresistas en dos bandos: los revolucionarios y los contrarios al retraimiento.
Al celebrarse en el Senado la apertura de las nuevas Cortes (27-10-
1865), Serrano, nombrado presidente de la Alta Cámara por designación
real, recibió a Isabel II y la condujo hasta el trono. Allí la Reina leyó el Men-
saje de la Corona, en el que (pese a las objeciones que puso el duque de
Tetuán) declaró: Motivos de diversa índole, fundados en los intereses y sen-
timientos permanentes de la nación, me han impulsado a reconocer el reino
de Italia. Este reconocimiento no ha podido enturbiar mis sentimientos de

88 Poco antes de reunirse el Consejo, la Reina recibió a su confesor, el arzobispo Claret,


quien al saber su intención de firmar, decidió abandonar la Corte y marchar a Catalu-
ña. La prensa progresista interpretó la marcha como una conformidad con el Gobier-
no y una desaprobación a los obispos que condenaban el reconocimiento de Italia, a lo
que el Arzobispo respondió con un duro desmentido en solidaridad con sus hermanos
en el episcopado. Poco después, el nuncio, monseñor Barili, escribió a Claret rogán-
dole que regresara a la Corte para amparar a la Reina y evitar males mayores para la
Iglesia. La Reina recibió en Zarauz (07-09-1865) las credenciales del nuevo embaja-
dor de Italia, marqués de Tagliarcarne, que acudió acompañado por Amadeo de Sabo-
ya, duque de Aosta, que era hijo de los reyes de Italia y futuro rey de España.
148 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

profunda y filial adhesión al padre de todos los fieles, ni menoscabar mi


firme propósito de mirar por los derechos que asisten a la Santa Sede89.

Pronunciamiento de Prim en Villarejo de Salvanés

Los demócratas procuraban agitar a los militares jóvenes y a los sar-


gentos, inquietos por las malas pagas y la congelación de los ascensos, y
también a los soldados forzosos, prisioneros del sistema de quintas. Pero la
actitud más peligrosa era la del general Prim, dispuesto a aprovechar el
malestar militar por las pagas atrasadas, los ascensos detenidos y los desi-
guales privilegios corporativos anteriormente reseñados, y a ocupar el lugar
del general Espartero como cabeza del militarismo progresista.
La Gloriosa no se producirá en 1868 de forma espontánea, sino que será
el resultado de largos preparativos concebidos por los progresistas desde
1863, al comprobar que no podían acceder al poder. En 1864 se sublevó el
Regimiento Saboya, pero su intentona terminó en un rotundo fracaso. Prim,
partidario de un movimiento incapaz de vencer en las urnas, escribía (14-
07-1865) desde Vichy: Ya conoce usted mi lema: hagamos política fina.
¡Ah, si fuera posible que yo mandara los movimientos del partido como
pudiera ordenar los de un ejército!90
Cuando se celebró la asamblea progresista (29-10-1865), el marqués de
los Castillejos contaba ya con un estado mayor para el pronunciamiento,
que estaba formado por los generales Contreras y Pierrad; dos enlaces mili-
tares para los regimientos de Madrid: el coronel Romualdo Palacios y el
capitán artillero Baltasar Hidalgo de la Quintana, líder de los regimientos
del cuartel de San Gil, situado en el Prado de Leganitos y próximo al Pala-
cio Real; y también con un enlace civil muy eficaz, Ricardo Muñiz, brazo
derecho del jefe supremo de la masonería, Calatrava, que era el máximo
animador de las juntas progresistas de provincias y de la alianza con los

89 Claret marchó a Roma (25-10-1865) y fue recibido por Pío IX (06-11-1865). El Papa,
que había recibido una carta desgarradora de la Reina rogando la vuelta de su confe-
sor, le pidió que lo hiciera y le dio una carta para Isabel II con su perdón, por tanto
dejaba de estar excomulgada. No obstante, pidió que en el Mensaje de la Corona se
mencionara que el reconocimiento político del reino de Italia, no implicaba la nega-
ción de los derechos ni del primado del Papa. O’Donnell manifestó a Isabel II que tal
declaración acarrearía la revolución, pero ella no cedió: Si por decir esto ante las Cor-
tes viene la revolución, tu deber será defenderme de ella, y si no lo haces, yo misma
me pondré al frente de mis soldados.
90 ESPANTALEÓN y PORDOMINGO, Art. cit., p. 34.
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 149

demócratas. La clave del triunfo del pronunciamiento estaba en los regi-


mientos de la guarnición de Madrid, por lo que Prim y sus representantes
concentraron en ellos toda su actividad conspiradora: dos regimientos de
Ingenieros; los tres regimientos del cuartel de San Gil (2º y 5º de Artillería
de a pie, y 4º de Artillería montado); los de Caballería de Isabel II, Consti-
tución, Asturias, El Príncipe y Borbón; los batallones de cazadores de Ara-
piles, Figueras y Ciudad Real; y los regimientos que guarnecían las inme-
diaciones, como el de Infantería de Burgos en Leganés, los Húsares de
Calatrava en Aranjuez, el regimiento de Bailén en Ocaña y los de Alcalá de
Henares (Coraceros del Rey y de la Reina, el de Albuera y el 1º montado
de Artillería)91.
Tras las convulsiones de San Daniel, liberales y demócratas lanzaron
por fin su ataque en Villarejo de Salvanés en un segundo intento para des-
tronar a Isabel II, al resultar imposible la reforma de la ley electoral y la
negativa de la Reina a llamar al poder a los liberales. Al igual que en La
Vicalvarada, Prim pretendió un pronunciamiento de las guarniciones próxi-
mas que prendiese luego en los cuarteles y calles de la capital.
Por la madrugada (02-01-1866), con el pretexto de que iba de caza, salió
el marqués de los Castillejos de su palacio en la calle de Alcalá para acudir
a la cita que había concertado para el día siguiente con algunos regimientos
de Leganés, Aranjuez y Alcalá de Henares en el pueblo madrileño de Villa-
rejo de Salvanés, más o menos equidistante de las tres guarniciones. Acom-
pañaron a Prim durante el viaje sus dos compañeros de rebelión: el joven
brigadier Milans del Bosch y el comandante Manuel Pavía y Rodríguez de
Albuquerque. Dos enlaces partieron a la vez para llevar las órdenes de
sublevación a los regimientos comprometidos de Leganés, Aranjuez y Alca-
lá; y otros dos más marcharon con el mismo fin hacia Ávila y Valladolid,
pero éstos fueron interceptados por destacamentos gubernamentales situa-
dos en la sierra de Guadarrama y El Escorial, por lo que ambas guarnicio-
nes no se movieron.
Sin embargo, resulta muy curioso que aquel mismo día La Iberia publi-
cara lo siguiente: Ayer han estado ocupados los escribientes del Ministerio
de la Guerra atendiendo reales órdenes desterrando de Madrid y de otros
puntos a muchos jefes y oficiales del ejército. Esta noticia induce a creer
que el Gobierno ya poseía datos suficientes de cuanto iba a ocurrir el día 3,
por lo que pudo haber controlado y evitado el pronunciamiento. Dos días

91 Los regimientos de Alcalá de Henares fueron los que dieron la victoria al pronuncia-
miento de 1854.
150 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

después, La Iberia permite corroborarlo al afirmar: Cuando el día 3 por la


mañana, un ayudante del Ministerio de la Guerra pasó a casa del general
Prim para dictarle órdenes del Gobierno, no lo encontró en su domicilio,
habiendo respondido los criados que estaba de caza con algunos amigos.
Efectivamente, ayer se le vio marchar de Madrid con el brigadier Milans
del Bosch. Salió en una pequeña góndola o carruaje de caza.
Conforme al plan, el regimiento de Calatrava, procedente de Ocaña, se
unió por la tarde (02-01-1866) al de Húsares de Bailén, ambos montados,
en el cuartel del segundo en Aranjuez. En Leganés, el jefe del regimiento de
Infantería de Burgos, brigadier duque de Gor, también recibió órdenes de
Prim y condujo de noche su regimiento en silencio, sin gritos ni proclamas,
hasta los mismos aledaños de la Puerta de Toledo, donde tomó posiciones
para la prevista acción del día siguiente.
A primera hora de la mañana (03-01-1866), hicieron su llegada los dos regi-
mientos pronunciados en Aranjuez, pero pasaron las horas y no llegaba ningún
otro regimiento. El marqués de los Castillejos comprobó contrariado que allí
sólo podía contar para derribar al Gobierno con dos generales, seiscientos
ochenta y cuatro soldados de Caballería, un número indeterminado de Infante-
ría y periodistas dirigidos por Ruiz Zorrilla, Carlos Rubio y otros radicales. Pese
a tal contratiempo, leyó su solemne proclama ante sus escasas tropas y un grupo
de asombrados campesinos de Villarejo y ordenó la marcha sobre Madrid con
la certeza de que al menos media guarnición se alzaría para esperarle. Se equi-
vocó, pues por errores y delaciones en los preparativos, las guarniciones de
Madrid y Alcalá de Henares92 no le siguieron en el pronunciamiento93.
Como primera medida, O’Donnell formó dos columnas y las puso al
mando de dos generales también héroes de África (el general Zabala al fren-
te de una y al día siguiente, el general Echagüe tomó el mando de la otra)94.
Luego, estuvo presente en el fusilamiento del capitán Espinosa, enlace mili-
tar de la conjura en la capital, y que tuvo lugar junto a la Fuente Castellana.
Mientras tanto, el general rebelde Contreras permaneció en un escondite de
la plazuela de los Afligidos esperando en vano la salida de los regimientos
artilleros del cuartel de San Gil.

92 En Alcalá de Henares, un capitán leal a Prim recibió sus órdenes por la tarde, pero
creó tal estado de confusión que los regimientos no llegaron a sublevarse.
93 Hubo también un regimiento que se levantó en Zamora, pero no llegó a salir de la
ciudad.
94 Una tercera columna al mando del general Concha se incorporó también a su per-
secución.
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 151

Zabala llegó con su columna a Villarejo, pero Prim, con sus dos regi-
mientos deshechos por numerosas deserciones, ya había escapado camino
de La Mancha por Aranjuez. En cuanto al regimiento de Infantería de Bur-
gos que había tomado posiciones en las proximidades de la Puerta de Tole-
do, el duque de Gor ordenó retirada y regresó a Leganés tan silenciosamen-
te como había llegado, pretextando que tan sólo se había tratado de unas
maniobras rutinarias.
Reunido el Congreso para debatir el Mensaje de la Corona (04-01-
1866), O’Donnell condenó a Prim declarando: El pronunciamiento ha man-
chado el honor del uniforme y hay que lavar con sangre la mancha (quizás
no advirtió que lo mismo pudo haberse dicho de él durante la sangrienta
Vicalvarada del 54), y solicitó poderes extraordinarios para reprimir la
intentona, que le concedieron. Así pues, se decretó el estado de sitio en todo
el territorio de Castilla la Nueva, al mando del capitán general Isidoro de
Hoyos, siendo detenidos en Valladolid el general Pierrad y el coronel Gra-
mindes, ayudante de Prim, aunque éste después lograría fugarse. Las medi-
das adoptadas fueron estrictas y la censura muy severa, por lo que los perió-
dicos anunciaron una serie de acciones desde sus páginas (dejar en blanco
páginas enteras e introducir comentarios sarcásticos) hasta que se levantara
el régimen de excepción95. La censura alcanzó hasta la propia prensa minis-
terial, y varios periódicos fueron suspendidos (10-01/02-02-1866), entre
ellos, La Iberia. Además, se ordenó el cierre de los cafés a las doce de la
noche y efectivos militares disolvieron las tertulias del Ateneo y del Casino
de San Jerónimo. Cabe añadir que en Aragón también se declaró el estado
de sitio.
Las tres columnas del Gobierno persiguieron a Prim (04/08-01-1866),
pero éste huyó por Madrilejos, Villarta y Urda, alojando a sus escasos sol-
dados en su castillo de los Montes de Toledo. A partir de entonces, la per-
secución continuó pero sin muchas ganar de apresarle, ya que Prim preten-
día huir a Portugal y el pronunciamiento había fracasado por completo. El
general rebelde hizo un breve descanso en el pueblo Frenegal de la Sierra y
consiguió acercarse sin ningún impedimento a la frontera. Finalmente, tras
otra solemne proclama (20-01-1866), entró en Portugal con los pocos que
quisieron seguirle.

95 Durante el estado de sitio, las denuncias de la prensa solían pasar a la jurisdicción


militar.
152 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

Al día siguiente (21-01-1866), La Correspondencia incluyó el telegra-


ma enviado por el gobernador de Badajoz a Madrid: A las dos de la tarde
de ayer ganaron la frontera los sublevados, entregando algunos caballos, el
armamento y el equipo al alcalde de Encinasola. No ha habido choques con
las fuerzas que les perseguían.
Así pues, Prim logró huir con el beneplácito del Gobierno, que no pretendió
capturarle en su huida al extranjero. Sin embargo, el Consejo Militar instruyó
causas contra el brigadier Milans del Bosch, el comandante Bastos y los sar-
gentos que le siguieron, los comandantes González y Campos, y el capitán Espi-
nosa. Días después del mencionado fusilamiento de Espinosa, varios sargentos
fueron también pasados por las armas. El Gobierno quería castigos ejemplares
y de nada valieron las mediaciones realizadas por Muñoz y otros progresistas.
Refugiado en Portugal, Prim comprendió que no bastaba con lograr la
obediencia de algunos batallones para desencadenar la revolución, sino que
era preciso que el movimiento militar contara con apoyo de una gran cons-
piración basada en un pacto antidinástico entre los progresistas y los demó-
cratas. Sin embargo, esto suponía pactar con los republicanos y para Prim
la república era símbolo de indisciplina, algo que odiaba en lo más profun-
do; y por otra parte, estaba Olózaga, partidario de una alianza ibérica dando
el trono a un portugués. Pese a todo, decidió que su partido pactara con los
demócratas a falta de mejores aliados.
Desde Portugal el marqués de los Castillejos pasó a Londres, donde
siempre contó con excelentes contactos no ajenos a la Gran Logia de Ingla-
terra, quienes le animaron a reorganizar su conspiración en París. Una vez
en la capital del Sena, se reunió con su esposa, que le informó sobre la posi-
bilidad de aprovechar el profundo resentimiento de los sargentos de Artille-
ría por negarles el Gobierno (como represalia por sus simpatías progresis-
tas) la posibilidad de poder ascender como antaño hasta comandante.
Luego, contactó con sus colaboradores encargando la preparación de un
nuevo pronunciamiento al coronel Moriones (alzado en Sevilla durante las
revueltas del 48) y a Ricardo Muñiz, que instaló el centro de conspiración
en su nueva casa de la Puerta del Sol esquina a la calle del Carmen. Poco
después, Muñiz envió a Prim un informe con un análisis sobre las causas del
fracaso sufrido, y en poco tiempo la conjura volvió a extenderse en las guar-
niciones de la capital y en las de sus inmediaciones96.

96 A finales de febrero, Narváez pretendió formar un gobierno moderado con personas


de prestigio y dialogantes, como el general Lersundi. Durante seis meses, dicho
gobierno debería preparar una transición que permitiera la formación de un gobierno
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 153

EL CUARTEL DE SAN GIL Y EL ALZAMIENTO DE LOS ARTILLEROS

La crisis económica de 1866

En la etapa de crecimiento económico que vivió España desde 1856, se


había tratado de sentar las bases para dar un giro decisivo, aunque fuera con
la ayuda de capital extranjero. El Gobierno Largo de O’Donnell (1858-63)
coincidió con este período de prosperidad económica. Como señala José
Luis Comellas, los políticos no fueron los autores de la buena coyuntura,
porque la planificación o técnica de desarrollo era una actividad ajena casi
por completo a la dirección del Estado97. Pero la paz y la tranquilidad, con
la consiguiente dosis de confianza, un cierto sentido común en el Gobierno
y una cierta euforia en el ambiente, animaron a la inversión y crearon el
clima propicio al auge económico. Se tendieron líneas ferroviarias (con pre-
dominio de capital extranjero) que, tras varias décadas, configurarán la
malla definitiva de los ferrocarriles españoles, y se iniciaron obras públicas
que, en cierta manera, han hecho considerar a O’Donnell como anteceden-
te del general Primo de Rivera. La industria metalúrgica se desarrollaba
sobre todo en el norte, compitiendo con ventaja frente a la andaluza gracias
al carbón mineral, abundante en la zona cantábrica y escaso en el sur. La
Bolsa conoció también una época de gran esplendor98.
Sin embargo, este período de crecimiento económico se vio truncado
por completo en 1866 debido a la crisis económica mundial, de fuerte reper-
cusión en nuestra economía. La quiebra de instituciones de crédito y su inci-
dencia en el incipiente ferrocarril, como también el bloqueo de la industria
textil por la paralización de las importaciones de algodón de EE.UU. como

de concentración con mayoría progresista y presidido por Prim. Dos consejeros de la


Reina, Miraflores y Bertrán de Lis, aprobaron la idea. Se sondeó a Prim y éste dijo que
sí desde París. Sin embargo, al enterarse O’Donnell, ordenó a Lersundi que en breves
días marchara a Cuba para asumir el mando de la Capitanía General, que había queda-
do vacante con el regreso de Serrano. De este modo, fracasó el proyecto de Narváez.
97 COMELLAS, José Luis: Historia de España Moderna y Contemporánea. Madrid,
1975, p. 311.
98 La prosperidad se hizo patente en el tono social de la época. Los años de la Unión
Liberal fueron alegres. Resurgió el género lírico como la zarzuela, la burguesía char-
ló y discutió en los cafés que adoptaron entonces la forma de terrazas al aire libre, la
fiesta nacional alcanzó su máxima popularidad con las faenas de Cúchares y toda
España bailó al son de un ritmo de moda madrileño llamado chotis.
154 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

consecuencia de la guerra de Secesión (1861-1865), fueron factores que


provocaron un desconcierto progresivo entre las clases; y la onda depresiva
de los años 1864-1868, junto con las fuertes subidas de precios, permitirá la
imbricación de factores políticos y económicos. Dicha crisis económica
afectó a los sectores urbanos populares e incluso a las clases acomodadas,
lo que ensombreció aún más el país.
La quiebra de la casa Overed-Gurney en 1866 sacudió toda Europa y
repercutió de lleno en España, donde dejaron de afluir los capitales extran-
jeros que luego se retiraron en parte. Escaseó la moneda de metal precioso
y la Audiencia de Madrid tuvo que ejecutar nada menos que al Banco de
España cuando se declaró incapaz de pagar en metálico los billetes al por-
tador que circulaban. La Bolsa se vino abajo, pero la crisis no sólo afectó a
las grandes fortunas99 sino también a las modestas compañías de seguros
populares para la redención a metálico del servicio militar, los enterra-
mientos y sepulturas, lo que provocó la desolación en miles de familias
modestas que habían estado ahorrando toda la vida para cubrir esos riesgos.
Pero además, dichas familias tenían que afrontar el aumento de los impues-
tos del consumo, que ya provocaba por entonces los primeros motines y
proporcionaría a los inminentes pronunciamientos la protesta más popular:
contra las quintas y los consumos100.
En 1866, el continuo incremento de la crisis de subsistencias llegó a
dificultar el abastecimiento de pan en Madrid y otras ciudades, sembrando
el desconcierto por el alza de los precios de éste y otros productos de pri-
mera necesidad, sobre todo por las malas cosechas. El problema social era
grave en 1866, aunque se complicará más con la crisis que se registrará en
Europa en 1867-68, que repercutirá con mayor gravedad en España al con-
tinuar las malas cosechas. Quebrarán las compañías de ferrocarriles, cerra-
rán numerosas fábricas y miles de obreros quedarán en paro, precisamente
cuando la escasez hará subir los precios más que nunca.

99 Por ejemplo, el marqués de Salamanca, cuya inmensa fortuna consistía principalmen-


te en acciones y obligaciones ferroviarias en España y en el extranjero, ante las bajas
de tales valores en las bolsas (los rendimientos de las compañías no cumplían con las
obligaciones previstas), perdió ciento cincuenta millones de pesetas de entonces (la
peseta, nueva unidad de cuenta, equivalía a cuatro reales).
100 No se conoce con precisión la situación real del obrero, sólo las condiciones precarias
y hasta inhumanas en que vivía. El sueldo de un obrero de Barcelona en 1867 apenas
sostenía a dos personas (al propio obrero y a su esposa), por lo que ambos tenían que
trabajar si tenían un hijo menor de edad.
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 155

La situación de las clases desheredadas en 1866 se vio agitada por la


propaganda de los progresistas y los demócratas y por la propia crisis eco-
nómica. En consecuencia, el próximo alzamiento organizado en Madrid por
la Junta Revolucionaria será cívico, con lucha de barricadas y participación
de la extinguida Milicia Nacional, y también militar.

Los preparativos del alzamiento militar y cívico del 22 de junio

Los conspiradores progresistas y demócratas bajo el lema Libertad para


España o muerte, pretendían que la sublevación fuera un golpe definitivo y
eligieron el cuartel de Artillería de San Gil como próximo objetivo. Apro-
vechando el intento fallido de los ascensos y ante el descontento de los mili-
tares de baja graduación, los miembros de la Junta Revolucionaria con
Ricardo Muñiz como coordinador general, conectaron entre abril y mayo
con numerosos sargentos de Artillería de Madrid y las guarniciones de San
Sebastián, Vitoria, Gerona, Zamora, Valladolid y otras localidades (nueve
guarniciones en total)101. En cuanto a Prim, condenado a muerte por los
sucesos de Villarejo, seguía personificando los ideales liberales.
A primeros de junio, ante las presiones de Pedro Muñiz, el general Prim
cometió el error enorme de destituir al eficaz coronel Moriones, por quien
pasaban todos los hilos de la conjura militar, poniendo al frente del alza-
miento militar a los ancianos generales republicanos Blas Pierrard102 y Juan
Contreras103, a quienes seguían Escalante, Larguero, Pasarón y otros. Para la
dirección del alzamiento civil, Muñiz nombró al cura Luis Alcalá Zamora,
retórico impenitente, al ardoroso Sagasta y al demócrata Manuel Becerra,
con la esperanza de que incorporasen a la suprimida Milicia Nacional y
levantasen a los barrios bajos y chisperos de Madrid.

101 Aunque liberales, los aristocráticos oficiales de Artillería se oponían al ascenso de


sus sargentos, práctica aceptada en Caballería e Infantería, y algunas disposiciones
recientes contribuían a encrespar las relaciones.
102 El general Blas Pierrard había huido de su destierro en Soria y carecía de contactos
en los cuarteles de la guarnición de Madrid. Militar muy veterano, había luchado en
Talavera contra el primer grito carlista en 1833, participando en aquella primera gue-
rra, y luego en la Vicalvarada de 1854.
103 El general Juan Contreras era aún más anciano que Pierrard. Sirvió en la tropa de
Riego, luego luchó contra Espartero y seguía a Prim con idolatría, considerándole
como el único salvador de la Patria.
156 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

El plan previsto consistía en que la guarnición de Madrid se sublevaría


por la madrugada (26-VI-1866) con el general Blas Pierrard y el capitán
artillero Baltasar Hidalgo de Quintana, produciéndose además la participa-
ción conjunta del sector popular del Ejército y grupos del pueblo para
derrocar a la dinastía; y al día siguiente, Prim lanzaría el grito esperado de
rebelión general en un pueblo de Guipúzcoa. Sin embargo, no ocurrió así,
ya que el marqués de los Castillejos consideró que lo más prudente sería
permanecer en la frontera en espera de recibir noticias de la Junta Revolu-
cionaria y dar órdenes desde allí, por lo que marchó a Hendaya. En vano
intentó Muñiz que el general rebelde entrara en territorio español y se pusie-
ra desde un principio al frente del pronunciamiento de Madrid. Al final, este
alejamiento de Prim resultará un craso error político y militar, pues los
conspiradores habían prometido su participación a todos los oficiales y sar-
gentos comprometidos, asegurando estos últimos que con ello podrían
lograr la participación de casi toda la guarnición de Madrid104.
O’Donnell, a través de su excelente red de informadores, tenía conoci-
miento de que se estaba preparando una sublevación y así lo hizo saber a los
generales presentes en Madrid (Concha, Narváez, Serrano, Fernández de
Córdoba y otros), como también a sus enlaces, asegurándoles que el centro
de la revuelta sería el cuartel de Artillería de San Gil, próximo al Palacio
Real, o bien el cuartel de Infantería, situado en la Montaña del Príncipe
Pío105. También les explicó que, una vez que estallara la revuelta y se supie-
ra cuál era el foco del pronunciamiento, la táctica a seguir sería muy ele-
mental: proteger a la Reina en palacio y luego impedir la conjunción de los
militares sublevados con las turbas milicianas que confluirían desde los
barrios del norte y sur. Además, les aseguró que podría contarse con la
Caballería y, por supuesto, con la Guardia Civil.

104 Es más que posible que la sublevación hubiera vencido si Prim se hubiera puesto al
frente del pronunciamiento. Demostró con ello ser mejor conspirador que ejecutor. Su
alejamiento de los sucesos fue juzgado después por sus seguidores como un acto
injustificable de cobardía.
105 El cuartel de Artillería de San Gil, ubicado en la actual Plaza de España, tenía tres
regimientos con más de dos mil soldados y treinta piezas de artillería. En cuanto al
cuartel de Infantería, estaba en la Montaña del Príncipe Pío (de ahí que se llamara
Cuartel de la Montaña), donde hoy está el Parque de la Montaña.
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 157

La rebelión del cuartel de Artillería de San Gil

Cuatro días antes de la fecha inicialmente prevista, los sargentos del


cuartel de San Gil, excitados por la propaganda republicana y temerosos de
ser descubiertos, decidieron amotinarse siguiendo órdenes del ausente capi-
tán Hidalgo. A las dos de la madrugada (22-VI-1866) los civiles y los mili-
tares, que estaban ya preparados, recibieron la señal convenida para entrar
en acción106.
En el cuartel de San Gil, el capitán Hidalgo, líder de los sargentos de los
tres regimientos de Artillería que albergaban este inmenso caserón107, orde-
nó irrumpir en el Cuarto de Banderas, donde por fortuna se hallaban los
jefes y oficiales de dichos regimientos bebiendo y jugando a las cartas,
haciendo por tanto caso omiso a las continuas advertencias del Ministerio
de la Guerra. Tras producirse una lucha, con varios muertos en ambos ban-
dos108, los sargentos lograron imponerse; no obstante, dos oficiales lograron
escapar y se dirigieron al palacio de Buenavista para informar del motín al
general O’Donnell.
Luego, tropas de los tres regimientos salieron con gran desorden y con-
fusión hacia la plaza de San Marcial. Allí se presentó el general Pierrard
solicitando un caballo para ponerse al frente, y como nadie conocía a aquel
anciano general vestido con uniforme de gala, banda y numerosas conde-
coraciones, poco faltó para que le recibieran a tiros. Los sargentos más deci-
didos, sin tomarle en serio, formaron las tropas en columna y ordenaron la
marcha hacia la plaza de Santo Domingo, para enlazar luego con las masas
milicianas de los barrios bajos en la Puerta del Sol. Mientras, la infantería
del cuartel de la Montaña recibió avisos urgentes de los sargentos de San Gil
para que se sublevara, conquistara el Palacio Real y apresara a la Reina,
según el sencillo y acertado plan del coronel Moriones que los sublevados
habían decidido mantener, ignorando por completo a los generales republi-
canos Pierrard y Contreras.
Cuando los dos mencionados oficiales huidos llegaron al palacio de Bue-
navista para informar a O’Donnell, éste partió de inmediato al cuartel de

106 El capitán Hidalgo, del cuartel de San Gil, había abandonado el servicio activo para
dedicarse a la política con el partido progresista y fue comisionado para dirigir el pro-
nunciamiento de los sargentos.
107 Hidalgo fundó la logia masónica Robespierre con los sargentos del cuartel de San Gil.
108 En el motín del cuartel de San Gil, los sargentos mataron a doce jefes y oficiales.
158 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

Artillería del Retiro antes de que los sargentos de este cuartel pudieran suble-
varse, pudiendo así controlar la situación. Así pues, el plan de la sublevación
falló desde el principio, precisamente por estar basado en el factor sorpresa.
En el mismo momento en que el duque de Tetuán recibía a los dos ofi-
ciales, los sargentos del cuartel de San Gil divisaron una patrulla de la Guar-
dia Civil que les cerraba el paso junto a la calle Ancha de San Bernardo, y
para quitársela de en medio, los rebeldes dispararon varias granadas que
resonaron en todo Madrid alarmando a la población. Aquellas granadas
estallaron muy cerca del palacio de Montemar y su estruendo despertó a
Narváez, que al imaginar lo que sucedía, se puso el uniforme y, embozado
en amplia capa, marchó hacia el Palacio Real con su ayudante para defen-
der a la Reina a través del laberinto de callejas que rodean la plaza de los
Mostenses, dando así un gran rodeo para no acercarse demasiado al San Gil,
y en el cruce de San Bernardo con la calle del Rey, les recogió una patrulla
de la Guardia Civil que les dio escolta. Zabala también se despertó sobre-
saltado, salió de su palacio de Oñate, en la plaza de la Villa, se reunió con
su ayudante y los guardias que custodiaban el Ayuntamiento, y todos juntos
marcharon en dos coches calle Mayor abajo hacia el Palacio Real, donde el
general ministro organizó la defensa con los alabarderos y la compañía de
Infantería allí destacada por previsión de O’Donnell.
El general Prim sólo logró sublevar a los regimientos de San Gil y no al
resto de los regimientos comprometidos, y además, el movimiento estuvo
muy mal apoyado por las barricadas civiles; por tales motivos, fue un alza-
miento condenado a estancarse. Una hora después del motín en San Gil, los
generales O’Donnell, Narváez y Zabala estaban tomando las medidas opor-
tunas para hacer frente a la revuelta. Además, el duque de Tetuán envió sus
enlaces a éstos y al resto de los generales que se habían ofrecido a combatir
como capitanes de producirse el levantamiento: los citados Narváez y Zaba-
la, Serrano, Concha, Pavía y Lacy, Ros de Olano y Echagüe. Todos ellos salie-
ron de inmediato hacia los destinos que O’Donnell ya les había asignado.
Las tropas sublevadas ametrallaron la Puerta del Sol, defendida por la
Guardia Civil desde las ventanas de Gobernación, y avanzaron hasta la
plaza de Bilbao para rodear el Ministerio de la Guerra109; y algunos desta-
camentos fueron a la Puerta de Bilbao para armar y encuadrar a los mili-
cianos de los barrios de la zona norte de Madrid.

109 El palacio de Buenavista era la residencia del Presidente de Gobierno y también en él


se hallaba el Ministerio de la Guerra.
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 159

El general Serrano marchó a galope al palacio de Buenavista para


ponerse a disposición del jefe del Gobierno, quien le recibió con esta frase:
Hoy es un buen día para morir por la reina, a lo que el duque de la Torre
respondió: No, lo es de triunfar por la patria. Serrano se citó con O’Don-
nell una hora después en la Puerta del Sol y galopó con su ayudante al cuar-
tel de Artillería del Retiro, donde ordenó atalajar las caballerías para piezas
ligeras y se dirigió con ellas al lugar convenido. Al llegar a la Puerta del Sol,
le estaba esperando el duque de Tetuán, quien acababa de organizar la
defensa del Ministerio de la Guerra con la caballería del Principal. Poco
después acudió el Capitán General de Madrid, Isidoro Hoyos, con varios
destacamentos improvisados, con los dos duques y se encargó de mantener
a toda costa el dominio de la Puerta del Sol para evitar que se concentraran
allí las fuerzas artilleras rebeldes con los milicianos de Sagasta, que habían
detenido su marcha en la plaza de Antón Martín y el primer tramo de la calle
de Atocha. No resultaría difícil al capitán general cumplir su misión con el
apoyo de la pequeña columna artillera aportada por Serrano110.
Al romper el alba en aquel histórico día, O’Donnell y Serrano dejaron
a Hoyos en la Puerta del Sol, y lanzándose al galope por la calle del Arenal
abajo (embozados y sin escolta para aparentar que eran simples correos) se
dirigieron al Palacio Real para comprobar la seguridad de la Reina. Allí
observaron el suelo de la explanada de la entrada principal sembrado de
cadáveres, comprobando satisfechos que la infantería del cuartel de la Mon-
taña no había intervenido en la sublevación.
Ocurrió que dos sargentos rebeldes y varios de San Gil, al no llegar la
prometida columna del cuartel de la Montaña, se reunieron en la plaza de
Oriente con fuertes destacamentos milicianos de las Peñuelas (mil quinien-
tos hombres) que habían descendido por el barranco de Segovia; y luego, ata-
caron la entrada principal del Palacio Real, media hora después de la muy
oportuna llegada del marqués de Sierra Bullones. Cuando los milicianos
estaban avanzando, la puerta principal permanecía abierta y resultó una
trampa mortal. Allí fueron recibidos por un doble fuego cruzado desde los
aposentos de la reina María Cristina, los bajos del Ministerio de Ultramar y
las aspilleras instaladas en los apartamentos privados. Numerosos milicianos

110 Al ser informada Isabel II sobre los acontecimientos, rompió a llorar emocionada por-
que, excepto Prim, todos sus generales (algunos de ellos ancianos) estaban arriesgan-
do sus vidas por ella combatiendo con ardor en las ensangrentadas calles de Madrid.
160 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

cayeron ante una verdadera lluvia de plomo, y aquellos que intentaron esca-
par a la desbandada fueron tiroteados por la espalda, pues el duque de Valen-
cia y su ayudante acababan de llegar con la patrulla de la Guardia Civil. El
general Narváez, a sus sesenta y siete años, quiso entonces repetir su hazaña
de Mendigorría111 y cayó herido envuelto en sangre; sin embargo, su acción
hizo creer a la guardia de palacio que una fuerza mayor había acudido en su
auxilio, realizando una salida arriesgada ante la que se rindieron casi un
millar de milicianos.
Deshecho aquel ataque de las fuerzas milicianas, O’Donnell decidió
permanecer en palacio por el momento; mientras tanto, militares y civiles
rebeldes, ávidos de triunfo, aunque con fallos de organización, se habían
hecho fuertes en la plaza de Santo Domingo, el paseo de Leganitos y la
cuesta del Duque de Osuna. Sin embargo, Serrano decidió entrar en acción
y tras solicitar el debido permiso a O’Donnell y cuadrarse ante Narváez,
partió con varios soldados para inspeccionar las fuerzas enemigas de la
plaza de Santo Domingo, que constituían la amenaza principal para el Pala-
cio Real. Tras subir por la cuesta de Santo Domingo hasta la plaza, pudo
escuchar tras un muro la conversación de unos sargentos muy inquietos por-
que los regimientos comprometidos del cuartel de la Montaña seguían inde-
cisos en cuanto a tomar el Palacio Real y secuestrar a la Reina. A su regre-
so, informó a O’Donnell sobre tan importante noticia y le expuso un plan
muy arriesgado que consideraba necesario, y que éste aceptó a duras penas.

El asedio al cuartel de San Gil y el fin de la sublevación militar

De acuerdo con el plan de Serrano, O’Donnell y Zabala, con una peque-


ña columna que Hoyos les envió desde la Puerta del Sol, se situaron entre
los cuarteles de la Montaña y de San Gil con algunos cañones del cuartel
del Retiro, para evitar cualquier posible salida de la infantería del primero,

111 La batalla de Mendigorría se decidió del lado isabelino cuando Narváez, completa-
mente solo, se arrojó en medio de un regimiento carlista, cayendo gravemente herido
al recibir varias heridas cerca del corazón. Terminado el combate, Narváez fue reco-
nocido por los alabarderos, quienes le llevaron en volandas hasta la primera habitación
de mayordomía, donde se le practicó una cura de urgencia. La Reina fue a verle para
darle ánimos, pero le halló inconsciente debido a la hemorragia que había sufrido.
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 161

y luego marcharon por la cuesta de San Vicente arriba al encuentro del


nuevo coronel del regimiento de Infantería de Burgos, que acababa de lle-
gar procedente de su cuartel en Leganés para incorporarse con sus tropas.
Así comenzó el asedio del cuartel de Artillería de San Gil.
Serrano, con su ayudante, bajó a galope la Cuesta de la Vega, cruzó a la
otra orilla del Manzanares para evitar al destacamento miliciano del puente
de Segovia, volvió a pasar el río junto al puente ferroviario de los France-
ses, trepó por la escarpada montaña del Príncipe Pío e irrumpió con auda-
cia en el cuartel de la Montaña, que todavía se debatía en la incertidumbre
de sublevarse o no, aunque la oficialidad no estaba dispuesta a permitir sali-
da alguna como reclamaban algunos sargentos. Serrano ordenó formar filas
a los regimientos y envió a O’Donnell, atrincherado a doscientos metros, la
señal de banderas convenida para comunicarle el éxito de su misión. Des-
pués ordenó la salida de aquellos regimientos incorporándolos a las fuerzas
de O’Donnell, quien al recibir estos refuerzos inesperados, tomó posiciones
frente al cuartel de San Gil y ordenó a sus hombres que guardaran silencio
y dejaran libre la entrada al cuartel por el paseo de Leganitos para esperar
el regreso de la columna rebelde que había salido a primera hora.
Cuando el duque de Tetuán puso cerco al cuartel, las tropas leales y la
Guardia Civil de la Puerta del Sol, al mando de Hoyos, subieron por la calle
de Preciados a la plaza de Santo Domingo y la ametrallaron con una bate-
ría ligera del Retiro; y mientras tanto, las fuerzas del palacio de Buenavista
combinaron su acción con una columna dirigida por el marqués de Duero,
dispersando a los chisperos rebeldes del barrio de Maravillas112 y dispo-
niéndose a envolver a los artilleros que habían avanzado hasta la plaza y la
puerta de Bilbao. Ni las barricadas ni los ánimos exaltados bastaron para
suplir los graves defectos de organización. La columna insurrecta, sin con-
trol ni municiones, tuvo que batirse en retirada hacia su cuartel ante los ful-
minantes ataques de los artilleros del Retiro que, según el plan del coronel
Moriones, tendrían que haberse sumado a la rebelión y no lo hicieron.
La columna regresó al cuartel de San Gil bajando por Leganitos y, una vez
dentro, O’Donnell ordenó el asalto por cada una de sus cuatro fachadas, par-
ticipando Serrano, Pavía y Lacy, Zabala, y él mismo por la plaza de San Mar-
cial. En cuanto a los sargentos, conocedores de la suerte que les esperaba si

112 La plaza y la entonces puerta de Bilbao estaban en el barrio de Maravillas, que tomó
el nombre del mercado allí ubicado. Debido a la calle de Manuela Malasaña, heroína
de la guerra de la Independencia, hoy muchos dicen barrio de Malasaña, cuando lo
correcto es que digan barrio de Maravillas.
162 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

se rendían (el fusilamiento), se defendieron con valor suicida al frente de


ochocientos artilleros, por lo que los cuatro generales de la Reina tuvieron que
desalojar a los rebeldes piso por piso y reducto a reducto113.
A primera hora de la tarde, San Gil había sido tomado. La pluma magis-
tral de Galdós ha reflejado la crudeza del asalto114: Tropas de Serrano por la
fachada norte, tropas mandadas por el mismo O’Donnell por la plaza de
San Marcial acometieron el cuartel. Tan brava como la defensa fue la
embestida. Los sublevados hacían fuego incesante desde las rejas del piso
bajo; los sitiadores, sin acordarse de que por un capricho de la fatalidad no
eran sus aliados, les fusilaban desde fuera. Asaltada la puerta con no pocas
pérdidas de una parte y otra, los sitiadores fueron dueños de los patios; los
sitiados, replegándose al principio, parecían decididos a disputar el terreno
piso a piso. Cruzándose parlamentos sin llegar a término de avenencia, los
artilleros pedían la impunidad que no se les podía dar. Perdido el principal,
continuó la furiosa contienda en el segundo y, por fin, en las buhardillas,
donde quedó sojuzgado el FUTURO y victorioso lo EXISTENTE. Sangre y
muerte en todos los pisos mostraban cuán recia fue la batalla, entre el nom-
bre de Prim y el de Isabel II. ¡Lástima de brío militar empleado sin futuro y
perdido en el torrente político más espumoso! Creyérase que el morir hom-
bres y más hombres era necesario, por ley fatal, para la consideración de
nuestros altares y tronos de perfecta índole asiática. ¡Vive Dios que ningún
poder se asentó jamás sobre tan ancha y tan alta pila de cadáveres!

Fin de la resistencia civil y balance de la sublevación de junio


Concluida la sedición militar con la toma del cuartel de San Gil y sofo-
cados los alborotos en las barriadas populares de la zona norte por la acción
del general Concha, el general Serrano tomó el mando para la acción con-
tra los barrios bajos. Los generales Pavía y Planas habían terminado de lim-
piar los barrios chisperos, dejando retenes de la Guardia Civil para impedir
cualquier posible rebrote de la sedición.
A la caída de la tarde, Serrano dispuso sus columnas115 contra las barri-
cadas que cerraban el paso a uno y otro lado de la calle Ancha de San Ber-
113 Prim decidió por fin cruzar la frontera para ponerse al frente del alzamiento. Como al
aproximarse a Madrid se produjo la toma del cuartel de San Gil, decidió entonces huir
de nuevo a Portugal.
114 PÉREZ GALDÓS, 1968, p.117.
115 Cada columna estaba a las órdenes de un teniente general, con los mariscales de
campo y los brigadieres al frente de batallones, compañías y secciones.
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 163

nardo, y que habían resistido anteriores cargas de infantería. Dichas barri-


cadas fueron destrozadas y abandonadas por los certeros disparos de los
artilleros. Los agitadores habían dejado de invocar el nombre de Prim y
muchos le consideraban un cobarde. Finalmente, las tropas gubernamenta-
les, bien dirigidas por el duque de la Torre, envolvieron los últimos reduc-
tos rebeldes que se hallaban atrincherados en las plazas de la Cebada
-escenario de tantas revoluciones-, Progreso y Antón Martín116; pero toda
resistencia resultó inútil, pues las barricadas cayeron una tras otra.
A las diez de la noche, tras inspeccionar las calles, O’Donnell marchó
al Palacio Real para comunicar a la Reina que la revolución había sido
aplastada. Ella, como de costumbre, solicitó el perdón para todos los pri-
sioneros, mientras que el rey consorte recomendaba con insistencia que
todos debían de ser fusilados al amanecer. Isabel II supo que Pierrard seguía
escondido en las caballerizas del palacio de Liria y pidió al duque de Alba
que no le entregara a las autoridades y le trasladase a lugar seguro, que
resultó ser la legación diplomática de EE.UU., y huyó luego a Francia. El
capitán artillero Hidalgo, principal instigador de la algarada, también con-
siguió huir a Francia tras pasar una odisea refugiándose en domicilios de sus
hermanos masones. Al saber la Reina que Castelar se había refugiado en el
domicilio de la poetisa Carolina Coronado, sito en la calle Lagasca, envió a
Ramón de Campoamor para que le diese asilo alguna embajada, consi-
guiendo después escapar a Francia117.
La prensa oficial narró la sublevación con evidente parcialidad. El Dia-
rio Español, órgano de la Unión Liberal, el partido de O’Donnell, relató así
los sucesos revolucionarios del día 22 de junio: Madrid ha presentado ayer
un doloroso y sangriento espectáculo. El orden público fue profundamente
alterado por una insurrección militar, auxiliada en las calles por multitud
de paisanos armados. El grito de los sublevados era el de ¡Viva Prim! Los
sublevados sacaron veinticuatro piezas de artillería distribuyéndolas estra-
tégicamente. El diario intenta calmar a la opinión pública y procura exaltar
las virtudes de los jefes militares y personalidades del Gobierno que están
inmersas en la represión y control de la insurrección. Sin embargo, la pren-

116 El arzobispo Claret salió de su residencia hacia la cercana plaza de Antón Martín. Allí
socorrió a los heridos de ambos bandos contendientes.
117 O’Donnell, al tomar el poder después de la Noche de San Daniel, había restablecido
en su cátedra a Castelar. Por ello, le indignó que le protegiera la Reina, salvándole de
un fusilamiento seguro.
164 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

sa de la oposición fue sistemáticamente censurada, muchos de sus periódi-


cos cerraron y bastantes no volverán a aparecer o lo harán de forma muy
precaria.
El poder era muy consciente del deterioro social, pues a pesar de ser
censurada la prensa de oposición, noticias aparecidas en ella demostraban
la paralización de la actividad productiva y las veladas amenazas del
Gobierno. El Capitán General de Madrid, Isidoro Hoyos, declaró (24-06-
1866): Restablecida la calma material en esta plaza, con la fundada espe-
ranza de que seguirá inmediatamente a ella la de los ánimos, espero que
todos los dueños de las obras y los trabajadores que tanto necesitan su jor-
nal diario contribuyan a ello cesando en la interrupción de sus trabajos.
La Correspondencia (24-06-1866, 3ª edición) recoge la reunión del
Congreso del pasado 22-06-1866 sobre el problema del levantamiento: Pide
la palabra el señor Escosura al presidente para interpelar al ministro de
Ultramar sobre los acontecimientos producidos en la capital y para que se
explicase la situación del momento. El ministro contestó: "En efecto, seño-
res, una grave insurrección militar, secundada por grupos considerables de
paisanos, ha estallado hoy en la capital de la Monarquía. A la hora en que
tengo la honra de dirigir la palabra al Congreso, todo puede darse por ter-
minado (...)". El señor Escosura, dando el sentir de unas Cortes favorables
a la reina y controladas por el grupo en el poder, dirigió un enfervorizado
consejo a la Cámara y haciéndose, por falta de pluralismo, portavoz de
todos, dijo: "Yo me atreveré, sin embargo, tomando con seguridad la voz de
todos los señores diputados, sin distinción ninguna de opiniones, a pedir
que atendiendo lo extraordinario del caso y prescindiendo de todo trámite,
declare el Congreso que lamenta la sangre derramada, que simpatiza con
los leales servidores del orden y de las instituciones y que se duele también
de los desdichados que promovieron el conflicto, pues, aunque extraviados,
eran hijos, al cabo, de la patria".
Se cerró la sesión de las Cortes antes de concluirse, atendiendo a una
petición de suspensión temporal dirigida por el Gobierno y firmada por el
ministro de la Gobernación, José Posada Herrera, y que precedió a la sus-
pensión de todas las libertades constitucionales en el ámbito nacional, a par-
tir de un proyecto de ley presentado a las Cortes por Leopoldo O’Donnell.
El presidente del Congreso, Ríos Rosas, informó a la Cámara (25-06-1866)
que el Gobierno estuvo al tanto de las actividades de los revolucionarios y
las siguió paso a paso, pero no pudo hacer nada por falta de pruebas; acusó
a los partidos progresista y demócrata de haber incitado a la revolución;
hizo una loa a la lealtad de generales y oficiales asegurando que habían
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 165

logrado un gran triunfo, ya que los amotinados contaban con tres batallo-
nes de las mejores tropas, veintiocho piezas de artillería y ochenta mil fusi-
les a su disposición para armar a los paisano; puso en duda la representa-
tividad del Gobierno; y declaró la necesidad de cambios políticos en la
dirección del país para salvarlo de la situación en que se hallaba.
Aquel mismo día, el Senado condenó igualmente a ambos partidos
como instigadores de la revolución abortada, y el senador Caralange pidió
el apoyo a todas las medidas que adoptara el Gobierno, aunque creyó nece-
sario retirar algunos puntos del anteproyecto referentes a la suspensión de
las libertades constitucionales, por entender que alarmaban sin fundamento
a la opinión pública. No obstante, O’Donnell se negó en rotundo estimando
que la revolución vencida tenía que disculparse118.
El relato sobre las primeras víctimas de la insurrección se publicó el
mismo día del alzamiento en La Correspondencia (22-06-1866, 2ª edición),
haciéndose referencia a los jefes y oficiales que intentaron disuadir a los
sargentos amotinados en el cuartel de San Gil y que murieron en el Cuarto
de Banderas: Podemos decir que la Guardia Civil ha tenido más de cien
muertos y el ejército muchos más. No han sufrido menos los paisanos ante
la certera artillería de los leales. Y añadió a continuación: Los militares que
han sido heridos hasta hoy a las cuatro de la tarde, ascienden a 285 y los
paisanos a 85, todos jornaleros, menos un estudiante. En cuanto a la cifra
oficial de los muertos de las tropas gubernamentales, el día 22 se registra-
ron cincuenta y ocho fallecimientos en total, entre los que se encontraba don
Ángel Caballero de Rodas, ayudante de la reina Isabel II.
El Diario Español, órgano oficial del partido de la Unión Liberal, ter-
giversa algunos datos sobre los sucesos y señala respecto a los soldados
amotinados (22-06-1866): Los heridos y muertos en el cuartel de San Gil
ascienden a 200 y los prisioneros a 500. Estos intentos en minimizar los
hechos reales, en contraste con otros medios de prensa, así como las ala-
banzas que prodigada a sus jefes inmediatos, constituían la política de este
periódico, que además procura resaltar a los heridos con nombre, destacan-
do las heridas sufridas por Narváez entre el Palacio Real y el Ministerio de
Marina, como también los grandes riesgos padecidos por O’Donnell119.
118 El Gobierno cerró indefinidamente los principales periódicos progresistas y demó-
cratas: La Nación, La Democracia, La Iberia, Las Novedades, La Discusión, Gil Blas
y La Soberanía Nacional.
119 Eco del País (24-06-1866) aventuró la maliciosa sospecha de que Narváez no había
caído herido, a lo que respondió el duque de Tetuán: Ha sido herido porque se puso
al alcance de las balas, donde de seguro no han estado los que ahora le critican.
166 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

Los diarios La Época y La Esperanza publicaron que, ante el gran


número de presos, el Gobierno se vio obligado a encerrar a una buena parte
de ellos en los patios del Ministerio de Hacienda.
La Gaceta recoge (23-06-1866) el bando publicado en Madrid el día
anterior y firmado por el capitán general Isidoro Hoyos, en el que tras dar
cuenta de la rebelión impuso el estado de sitio en Castilla la Nueva, decre-
tando además que todos los inculpados acusados de delitos de sedición y
rebelión, al igual que sus cómplices, serían sometidos a consejo de guerra.
Por otro bando, dictó una serie de medidas coercitivas contra la población
civil: entregar todo tipo de armas en el Gobierno Civil de la plaza, mante-
ner iluminadas las casas durante la noche y disponer que serían sometidos
a consejo de guerra quienes hicieran fuego contra las fuerzas del orden.
Se constituyeron inmediatamente los consejos de guerra para juzgar a
los prisioneros durante las tres noches siguientes a la revuelta. Sesenta y seis
sargentos fueron sentenciados a muerte por delito de rebelión - casi todos
del cuartel de San Gil -, siendo fusilados en los terrenos del Tostadero, junto
a las tapias del Retiro, al final de los Campos Elíseos (25-06-1866); esto es,
a las afueras de la Puerta de Alcalá. Galdós narra en sus Episodios Nacio-
nales cómo el pueblo de Madrid se agolpaba para presenciar el fusilamien-
to de los sargentos en las inmediaciones del Retiro, donde habían de morir
a tiros, heroica medicina contra las enfermedades del principio de autori-
dad... Hoy les toca morir a éstos; mañana a los otros. Es la historia de
España que va corriendo, corriendo...120 En los días siguientes, continuaron
los juicios y fusilamientos, tocando a los civiles. Con todos estos fusila-
mientos quedó destruida la imagen tolerante de los unionistas y la convi-
vencia en los cuarteles. Los oficiales artilleros se endurecieron y arreció el
odio de los sargentos, que en su mayoría se hicieron simpatizantes de la
conspiración progresista que inmediatamente se pondría de nuevo en curso.
A propuesta de Isabel II, el Gobierno concedió la cruz pensionada a los
soldados y cabos leales que cayeron heridos durante la revuelta, oscilando
las pensiones de diez a treinta reales según la gravedad de las heridas reci-
bidas; fueron ascendidos todos los jefes y oficiales; y se felicitó a todos los
elementos destacados en la batalla.
Según el diario La Época, el alzamiento de 1866 provocó en el país un
mayor número de víctimas que en los sucesos revolucionarios de 1848,

120 PÉREZ GALDÓS, 1968, p. 121.


MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 167

1854 y 1856. Por tal motivo y como medida de precaución, el Gobierno


publicó en La Gaceta (28-06-1866) un decreto por el que disolvió los efec-
tivos militares que participaron en la rebelión y practicó una reorganización
con el fin de controlar lo que ya era incontrolable.

Epílogo

Si la Noche de San Daniel había hundido al gobierno de Narváez, la


sublevación de junio terminó con las posibilidades políticas de O’Donnell,
sobre todo después de la represión implacable que ordenó el duque de
Tetuán y que se extendió a varias guarniciones de provincias, como las de
Valladolid y Gerona, donde la sedición fue dominada con facilidad por los
capitanes generales. Narváez, aún no restablecido de sus heridas, visitó a la
Reina y al jefe de Gobierno para proponerles un gobierno de concentración
liberal y moderado, como un intento de reconciliación nacional tras el pro-
nunciamiento, y dicho gobierno estaría presidido por O’Donnell y contaría
con el concurso de algunas personalidades progresistas ajenas al proyecto
de Prim121. Aunque la Reina aceptó la idea, O’Donnell la rechazó. A partir
de entonces, Narváez se enfrentó abiertamente con él y reclamó el poder.
Pasada la primera semana de julio, el duque de Tetuán presentó a la
Reina una lista de los nuevos senadores, todos de la Unión Liberal, para
decidir a su favor el debate crítico en la Cámara Alta que Narváez estaba
preparando con los moderados. O’Donnell, que exigía ser reconocido de
forma incondicional como el salvador de la patria, vio contrariado cómo
Isabel II le devolvía la lista instándole a que incluyera también a candidatos
de otros partidos. Ante esto, presentó airadamente su dimisión creyendo que
no sería aceptada. Pero cuando advirtió su error, expresó ante sus colabora-
dores palabras muy duras contra la soberana: Me he jugado la vida por ella
y no me lo reconoce. Es una monstruosa ingratitud. Con esta señora ya no
se puede gobernar. Me voy al extranjero. No quiero ser testigo ni actor de
lo que pase en mi patria122.

121 Salustiano Olózaga vio el proyecto de Narváez con agrado.


122 O’Donnell no amenazó en vano. Preparó de inmediato su salida de España, con el
propósito de no regresar mientras Isabel II ocupara el trono. Se estableció en Biarritz,
donde muy pronto recibió mensajeros de Prim, que desde París estaba empeñado en
crear una alianza política y militar contra Isabel II.
168 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

La Reina encargó al duque de Valencia que formase gobierno (10-07-


1866) y la intención de éste fue formar uno conciliador, pero no le dejaron.
O’Donnell prohibió a los miembros de la Unión Liberal la más mínima
colaboración; Olózaga se negó para acercarse a Prim, que seguía conspi-
rando desde París; y los neocatólicos civiles y militares le exigieron una
política de dureza extrema, convencidos de que la tolerancia de O’Donnell
había permitido el reconocimiento del reino de Italia (algo inadmisible para
ellos) y provocado además la sublevación del mes anterior. Debido a estas
circunstancias, Narváez creyó necesario adoptar una política de firmeza,
aunque con ciertos rasgos de tolerancia para distanciarse de la represión de
O’Donnell123. Así pues, nombró a Barzanallana ministro de Hacienda para
sanear la economía, sacudida por la crisis galopante; se reservó la cartera de
Guerra; para contentar a los neocatólicos, designó ministro de Fomento124 al
futuro marqués de Orovio, "bestia negra" de los krausistas, pero adminis-
trador serio y eficaz; al teniente general Calonge, otro militar autoritario, le
dio la cartera de Marina; y a Luis González Bravo le nombró ministro de la
Gobernación. Por otra parte, como Prim intentaba la alianza de progresistas
y demócratas, como también atraerse a algunos generales unionistas, el
duque de Valencia decidió asegurar ante todo el orden en Madrid, nom-
brando Capitán General de Madrid al conde de Cheste, militar de línea dura,
y gobernador civil a Carlos Marfori125, pariente suyo y hombre de su máxi-
ma confianza.
El Espadón de Loja estaba desgastado política y personalmente. Duran-
te años había sido el instrumento de un poder conservador empecinado en
una única persona, para el que no había recambio. Sin la habilidad de su
juventud y deterioradas las bases de su poder militar, Narváez se unió a su

123 El propio ministro de la Gobernación, Luis González Bravo, fue personalmente a


sacar a Sagasta de su escondite y le permitió exilarse en Francia, lo cual contentó a la
Reina.
124 La cartera de Fomento incluía toda la gestión educativa, incluso la universitaria.
125 LEMA, marqués de: De la revolución a la restauración. Madrid, 1927, vol. I, p. 105.
Carlos Marfori, nacido en 1818, era hijo de un humilde cocinero italiano. Se casó con
Asunción Fernández de Córdoba y de Campos, sobrina de Narváez, quien le ayudó en
la carrera política hasta que encontró el apoyo de la Reina. Había sido gobernador
civil de Madrid en 1856. Hombre de la máxima confianza del duque de Valencia, fue
a su muerte su testamentario. Por encargo de Narváez, cuidó a la propia Reina en su
destierro. Fue intendente de palacio y ministro de Ultramar. El marqués de Lema dice
sobre él: Los contemporáneos no saben el gesto de repulsión que asomaba al rostro
de los más sinceros monárquicos al oír el nombre de Marfori.
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 169

viejo aliado González Bravo y gobernó como un dictador: hasta marzo de


1867 lo hizo sin Cortes y luego con un Parlamento "desmochado". Al morir
(23-04-1868), el poder pasó a su socio civil, González Bravo, quien se pro-
puso instaurar una dictadura civil análoga a la de los fracs negros de Bravo
Murillo (Yo haré ver -decía- que un paisano puede ejercer en España la dic-
tadura), continuando por tanto el mismo camino inflexible del espadón
fallecido y dispuesto a defender, a ultranza, un sistema agotado por el des-
prestigio de Isabel II y la depresión económica.
O’Donnell, desde su exilio en Biarritz, conservó hasta su muerte (03-
11-1867), recursos suficientes para imponerse a los generales y mantener la
fidelidad monárquica de la Unión Liberal, a pesar de detestar a la Reina. A
su muerte, la decadencia se acentuó, no habiendo entonces un solo general
capaz de contener al Ejército y pasando la jefatura del partido a Serrano,
que estaba irritado con el Gobierno porque sus intereses financieros ferro-
viarios y sus latifundios habían sido lesionados por la crisis económica.
Tras disolver el conde de Cheste de malos modos las Cortes, Serrano
intervino en favor de los diputados firmantes de un escrito, siendo enviado
como castigo a Alicante, a pesar de que la Reina intentó interceder en su
favor. En la confusión extrema de las instituciones y con ellas del Ejército,
Prim movió todos los hilos militares de la conspiración entendiéndose por
una parte con Serrano, y por otra, con el príncipe Carlos y hasta con el gene-
ral carlista Ramón Cabrera, conde de Morella.
Dividida la Casa de Borbón de España en dos grupos adversos desde
1833, se fraccionó en tres cuando el duque de Montpensier (cuñado y ene-
migo mortal de la Reina e hijo de Luis Felipe de Orleans) ayudó a la cons-
piración con ciento cincuenta mil duros -los movimientos políticos no resul-
taban demasiado costosos en aquellos tiempos, dice Fernández Almagro-126
y los duques fueron desterrados, instalándose en Lisboa, desde donde se
dirigió buena parte de la conspiración.
Dentro de España se contaba con otras complicidades importantes,
como la del general Carlos de la Torre, que con el duque de Ahumada fue
uno de los fundadores de la Guardia Civil. Tal como señala Romanones, en

126 FERNÁNDEZ ALMAGRO, Melchor: Historia política de la España contemporánea.


Madrid, 1968, vol. I, p. 13. Existe la versión de que el duque de Montpensier empleó
dieciséis millones de francos en luchar contra Isabel II, aunque la cifra parece un tanto
exagerada; EULALIA, Infanta: Memorias. Madrid, s/f., p. 139; LEIVA, Francisco de:
La batalla de Alcolea. Memorias políticas y militares (Córdoba, 1879). Según Leiva
el duque puso veinte mil libras esterlinas a disposición de Prim.
170 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

la preparación de la crisis revolucionaria resultó decisivo el encono de Oló-


zaga contra la Reina, a quien jamás perdonó el decreto de exoneración de
1843127. El poco tacto de González Bravo y sus caídas del error al dispara-
te, fueron sepultando la monarquía. Fernández Almagro afirma: El ambien-
te era de protesta, de expectación, de inquietud, y sólo por el increíble
alcance de la desmoralización monárquica se explica que el ascenso al
grado de capitán general de los marqueses de Novaliches y de La Habana
fuese suficiente para que el general Zabala se adhiriera a la conspiración
revolucionaria, secundado por quince o veinte generales más128.
La última intentona revolucionaria en tiempos de Narváez se produjo en
agosto de 1867, en la que murió el general Manso de Zúñiga, vencido en
Marcuello por Moriones, y al no comparecer Prim en España, algunos le
acusaron de cobarde, quizás influidos por Olózaga129. Por instigaciones
hacia la dureza de los generales Cheste y Calonge, y aunque sólo fuera a
efectos de proceso, el Gobierno condenó a muerte en garrote vil a Sagasta,
Martos, Castelar y Becerra, todos ellos exiliados en Francia.
El profundo descontento militar llegó también al pueblo, que atravesa-
ba (1866-67) otra de las grandes crisis de miseria, iniciándose la acción de
las Internacionales130. La gran crisis por la que pasaba el pueblo español fue
reflejada por los poetas, como lo hizo Núñez de Arce (1866) en Oda a Espa-
ña, tan cargada de tristeza:

Roto el respeto, la obediencia rota,


de Dios y de la ley perdido el freno,
vas marchando entre lágrimas y cieno
y aire de tempestad tu rostro azota.

127 ROMANONES, conde de: Un drama político, Isabel II y Olózaga. Madrid, 1941,
p. 144. Desde su caída del poder, y durante veinticinco años, Salustiano Olózaga fue
constante ariete del progresismo contra la monarquía. Fue él quien decidió que Prim
fuera la espada del progresismo.
128 ALMAGRO, 1968, I, p.14. Al ser nombrado capitán general el conde de Cheste en
1867, volvieron a ser ocho los de tal graduación, contando al rey consorte, al duque
de Montpensier y al infante don Sebastián.
129 Salustiano Olózaga, tras servirse de Prim para deshacerse de Espartero, trataba de
emplear al general Carlos de la Torre para eliminarle políticamente.
130 Paul Lafargue. Socialista francés, aunque nacido en Cuba (1842-1911), era yerno de
Karl Marx. Fue promotor, con J. Guesde, del Partido Obrero francés (1880). Preparó
y dirigió el Congreso Internacional Socialista de París (1889). Fue secretario de la
Internacional Socialista para España.
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 171

Serrano era el jefe de los unionistas, pero el verdadero "alma de la revo-


lución" en el Ejército era Dulce131, que ofreció su apoyo a Prim (21-09-
1867); por otra parte, los dos generales moderados de mayor renombre,
Cheste y Novaliches, estaban enfrentados entre sí, y cuando el general
Zabala se vio postergado, se pasó con docena y media de generales al ser-
vicio de la revolución (entre ellos, Izquierdo y el propio Cheste). Por otra
parte, Serrano, amigo de Montpensier, se unió a Dulce (julio de 1868) para
denunciar la actitud reaccionaria del Gobierno, por lo que González Bravo
los mandó detener y desterrar, como también a Fernández de Córdoba, Ros
de Olano, López de Letona, Serrano Bedoya, Echagüe, Zabala y Caballero
de Rodas; mientras, el general Jovellar entraba también en la conspiración.
En su mayoría fueron desterrados a Canarias y el resto a Baleares, Burgos
y Soria, excepto Montpensier que fue expulsado de España132. Era precisa-
mente lo que necesitaba el pacto antidinástico para consolidarse, uniéndose
asimismo los almirantes a la conspiración al estar muy indignados por la
drástica reducción del presupuesto para la construcción naval. La Armada
detestaba a González Rubalcaba (ministro de Marina hasta julio de 1868)
por no lograr de Hacienda los créditos necesarios y el descontento aumen-
tó con los dos siguientes ministros: Belda, que ocupó interinamente la car-
tera de Marina hasta ser nombrado Severo Catalina, un civil que jamás pudo
ver un barco en su Cuenca natal y que sabía de temas marinos cuanto podía
proporcionarle su cátedra de hebreo en la Unidad Central de Madrid. El
retorno de Belda al poder -en sólo 1868 hubo siete ministros de Marina-
acabó por poner a la escuadra al servicio de la revolución133.
Prim, que contaba con muchos oficiales y sargentos, se vio refor-
zado con la adhesión de los generales unionistas, prefiriendo un movimien-
to exclusivamente militar a una revolución en manos de los republicanos.
Con el acuerdo entre los restos de la Unión Liberal y los progresistas el
movimiento se hizo irresistible. Prim en Londres, los progresistas en
Madrid y los generales unionistas en Canarias, acordaron marginar a los

131 LEMA, 1927, I, p. 28.


132 FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA, 1966, II, p. 349; LEMA, 1927, p. 97. En aquel año,
el general Fernández de Córdoba dijo al duque de Montpensier que si la Reina llega-
ba a ser destronada, la corona podía recaer en la infanta Luisa Fernanda, hermana de
Isabel, ofreciendo para ello cincuenta generales.
133 BERMEJO, 1873, III, p. 864; LEIVA, 1879, II, p. 123 y ss. Belda era coronel de Mari-
na. El Gobierno cometió además el error de reducir las pagas de los marinos, que ya
estaban descontentos con el resultado de la campaña del Pacífico, en la que comba-
tieron sin resultado alguno.
172 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

demócratas, aliados civiles con los que Prim había antes pactado el derro-
camiento de Isabel II, dejando la definición del futuro régimen a unas Cor-
tes Constituyentes134.
En la reunión celebrada por los progresistas en Ostende (agosto 1868),
el marqués de los Castillejos fue nombrado presidente del Comité Revolu-
cionario y se decidió destruir todo lo existente. El manifiesto fue firmado
por cuatro generales: Prim, Contreras, Milans del Bosch y Pierrard; y tam-
bién por tres civiles: Sagasta, Becerra y Carlos Rubio. Convertido en espa-
dón, Prim marginó a la coalición antidinástica, confiado en destronar a la
Reina con un golpe militar no subordinado a los acuerdos con los demócra-
tas y progresistas civiles.
El almirante unionista Topete sublevó en Cádiz a la Marina y el tenien-
te general Rafael Primo de Rivera a las fuerzas de San Fernando (18-09-
1868). Los marinos enviaron un buque en busca de Serrano y los generales
desterrados en Canarias; y Prim anticipándose, llegó de Londres vía Gibral-
tar, recorrió la costa sublevando los puertos y liberó en Ceuta a los sargen-
tos encarcelados del cuartel de San Gil135. Serrano y sus compañeros se
unieron a las tropas sublevadas (20-09-1868) con toda la liturgia de los pro-
nunciamientos y el manifiesto España con Honra. Cuando el ejército de
Andalucía al mando de Serrano avanzaba hacia Madrid, tuvo lugar la bata-
lla de Alcolea (28-09-1868), en la que el ejército gubernamental a las órde-
nes de Novaliches fue derrotado tras doce horas de combate136. Serrano se
encontró en Pinto con el general vencido, que como no podía hablar al tener
la mandíbula destrozada por un casco de metralla, le abrazó y escribió:
Admiro a mis vencedores137.
Mientras Prim se encargaba de levantar Cataluña y el litoral mediterrá-
neo, Serrano incorporó los soldados derrotados a sus tropas y prosiguió su

134 Los unionistas también preferían aliarse con Prim que con los demócratas republica-
nos, enemigos de su candidato Montpensier. En cambio, Olózaga temía el militaris-
mo y prefería la alianza con los demócratas que podrían crear un movimiento civil
fuerte capaz de contener el poder militar.
135 Los sargentos liberados fueron ascendidos por Prim a alféreces, confiándoles su guar-
dia personal.
136 Historia de las Fuerzas Armadas, 1983, vol. II, p. 119. En Alcolea, Novaliches dis-
ponía de cañones Krupp de retrocarga, modernos y de reciente adquisición, mientras
que la artillería de Serrano era de bronce rayada. El mal empleo de los Krupp, que
eran de mayor alcance, pero colocados a la distancia que podía hacer efecto sobre ella
el fuego enemigo, fue una de las causas de la victoria de Serrano.
137 ALONSO, 1974, p. 348.
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 173

avance. Los generales de la Reina no ofrecieron resistencia al no estar dis-


puestos a dividir el Ejército (la monarquía podía perecer, pero no el Ejérci-
to), y el marqués del Duero entregó el mando de la capital sin complicacio-
nes. De forma espontánea, se organizaron juntas y los revolucionarios se
apoderaron de los parques de armamento para crear los llamados Volunta-
rios de la Libertad, herencia de la antigua Milicia Nacional. José Ramón
Alonso apunta que la entrega de armas al pueblo fue prometida por el gene-
ral Milans del Bosch, aunque Fernández Almagro culpa al teniente coronel
Escalante138. Cuenta Ildefonso Pirala que al abrirse el parque de Artillería se
repartieron armas a todos cuantos quisieron: Se extrajeron 40.000 fusiles y
carabinas, cerca de mil tercerolas y millares de armas blancas, habiendo
fusil que se vendió a cuatro reales. Fue un verdadero robo a la nación139.
Sin embargo, Carlos Cambronero contradice a Pirala, afirmando que dicho
material sólo consistía en una colección de fusiles ingleses, de pistón, dese-
chados hacía mucho tiempo140.
El duque de la Torre entró victorioso en Madrid (03-10-1868) y fue
nombrado "ministro universal" con facultades casi absolutas (como en
1843)141; mientras que Prim, cuando lo hizo, fue promovido a Capitán Gene-
ral de Castilla la Nueva (como Narváez también en 1843). En las calles
madrileñas se cantaba la famosa copla:

En el puente de Alcolea
la batalla ganó Prim.

Por supuesto, Prim ni había estado en Alcolea, ni tampoco había gana-


do ninguna batalla. Pero el pueblo estaba con él y desconfiaba de Serrano,
demasiado voluble y con la habilidad de caer siempre en el bando ganador.
Si el Ejército había dado el trono a Isabel II, se lo arrebató cuando colecti-
vamente creyó que no sabía ocuparlo con dignidad. En cuanto a la Reina,
que se hallaba veraneando en San Sebastián durante estos sucesos, no tuvo
más remedio que tomar el tren hacia París. Le esperaba el exilio. Había
triunfado La Revolución Gloriosa de 1868.
138 Ibidem; FERNÁNDEZ ALMAGRO,1968, I, p. 31.
139 PIRALA, 1871, III, p. 244.
140 CAMBRONERO, Carlos: Isabel II (citado por José Ramón Alonso, 1974, p. 355).
141 Después de Alcolea se ascendió a todos un grado, desde sargentos a coroneles. Sólo
se logró así extremar una congestión en los cuadros de mando, que desde entonces
gravitaría en el problema militar español hasta el paroxismo, y que al relajarse la dis-
ciplina determinaría, poco después, hechos muy graves.
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MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 179
180 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 181
182 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

El ejército de Africa, al mando del general O´Donnell,


es recibido en la Puerta del Sol (anónimo, Academia de la Historia)
MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL

La batalla de Alcolea entre las tropas realistas y las sublevadas


183
184 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL

Sitio del Cuartel de San Gil


MADRID: DE LA NOCHE DE SAN DANIEL AL CUARTEL DE SAN GIL 185

Leopoldo O´Donnell
186 GUILLERMO G. CALLEJA LEAL
EL FONDO DE FRANQUICIAS POSTALES MILITARES
EN EL MUSEO DEL EJÉRCITO DE MADRID

Enrique PÉREZ PÉREZ

Introducción

NTRE los ricos y numerosos fondos que posee el Museo del Ejérci-

E to de Madrid, existe en la planta dedicada a Ingenieros, en la Sala de


Carlos I, vitrina 15, una extraordinaria colección de franquicias pos-
tales militares, ordenadas y catalogadas en dos tomos que, sin duda alguna,
forma una colección de excepcional calidad, no sólo por el número de pie-
zas -más de dos mil- sino porque su meticulosa clasificación, variación,
buena conservación y rareza de sus series, permite el estudio de la produc-
ción filatélica española casi al comienzo de sus emisiones en la segunda
mitad del siglo XIX.
Estas franquicias se crearon para el disfrute de los miembros del ejérci-
to expedicionario enviado por España a la ciudad de Melilla, a finales de
1893 y comienzos de 1894, por el ataque de guerrilleros marroquíes al ejér-
cito español, que construía unos fortines en una franja de tierra fronteriza
no ocupada de la ciudad melillense.
La emisión en sellos de estas franquicias postales militares es el único
ejemplo realizado en España con estas características, ya que con anterio-
ridad se habían concedido diversas franquicias a Cuerpos del ejército, siem-
pre en sellos marcados con un tampón de tinta, pero nunca se había realiza-
do, tampoco con posterioridad, una producción filatélica de franquicia
militar en sellos de papel.
188 ENRIQUE PÉREZ PÉREZ

Ahora bien, nada mejor para aclarar la excepcionalidad de esta emisión


en sellos de franquicia y ver la diferencia existente entre ambos términos,
que acudir a definiciones doctas o curiosas de algunos diccionarios, donde
quedan claras las diferentes acepciones etimológicas, como por ejemplo:

SELLO: Proveniente del latín sigillum; propiamente, "signo", "estatui-


ta", "impronta", "marca". El cultismo sigilo, antiguamente "sello", princi-
pios del siglo XVII, se tomó en el sentido figurado de "secreto en que se
guarda un asunto", como si fuese bajo sello.
Joan Corominas, Breve diccionario etimológico de la lengua caste-
llana, ed. Gredos.

SELLO: Trozo de plomo o de cera que se prensaba aprisionando los


hilos que ataban un documento para garantizar que no era abierto más que
por la persona a quien iba destinado.
Trozo pequeño de papel de forma cuadrada o rectangular, de los que se
adhieren a documentos que tienen destino oficial y son un medio de satis-
facer al Estado la cantidad que figura en ellos. Al igual que con esa misma
finalidad, se adhiere a las cosas que circulan por el correo.
María Moliner, Diccionario de uso del español, ed. Gredos.

SELLO: Los antiguos trayan en un anillo esculpida alguna figura, como


la esfinge, el minotauro o otras figuras de aves y animales o de dioses, y con
ellas sellavan sus cartas, como aora lo hazen los hombres de cuenta con el
sello de sus propias armas. El rey don Fernando de León dizen aver sido el
primero que empeçó a usar sello en sus provisiones y previlegios.
Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la Lengua Castellana o Español,
ed. Turner.

Guardar, proteger o representación de un impuesto por un servicio es


como se podría resumir, mientras que una franquicia es un privilegio que se
concede a alguien o a algo para no pagar cierto impuesto, lo que en cierto
sentido se contradice, ya que en la actualidad un sello de correos es un
impuesto, mientras que nuestras franquicias fueron realizadas como sellos
de correos y exención del impuesto que gravaba las cartas, de aquí también
parte de su originalidad y excepcionalidad.
EL FONDO DE FRANQUICIAS POSTALES MILITARES 189

Algunas franquicias en la filatelia española

La exención de impuestos que supone la concesión de una franquicia a


las autoridades, corporaciones, personas privadas o Cuerpos del ejército en
momentos determinados, son extraños y casi nunca esta franquicia ha
supuesto la realización de una emisión en sellos de papel, ya que lo más
habitual era la elaboración de un sello de tinta con el cual se marcaba el
documento, generalmente a mano.
Uno de los primeros sellos de tinta que aparecen documentados, es el
sello creado por Real Decreto de 7 de diciembre de 1716, por medio del
cual: las cartas de los Ministros y Tribunales que se dirigiesen desde esta
Corte a las Autoridades a quienes se concedia franquicia oficial se entre-
gasen francas de porte; y para que éstas pudieran distinguirse entre las
demás, se estampase en su cubierta el sello creado con este objeto.
A partir del siglo XIX la concesión de franquicias a estamentos oficia-
les es algo muy común, pero siempre utilizando sellos de tinta donde el
único signo de franqueo es el nombre de la autoridad o dependencia a quien
corresponde en los sobrescritos de los pliegos. En este artículo, su enume-
ración, aparte de larga, carecería de sentido al exceder con creces el tema
que se pretende abarcar.
Sólo hay un breve periodo en que la mayoría de las franquicias desapa-
recen. Se encuentra en relación directa con la entrada en vigor en España de
un impuesto generalizado para el correo, de forma obligatoria, el 1 de enero
de 1850, y que es el famoso primer sello español, el de seis cuartos negro,
que representa el busto de Isabel II.
Este periodo comienza en 1854 en que, por Real Decreto de 16 de
marzo, se establece el franqueo obligatorio por medio de sellos de correos
adheridos para la correspondencia oficial, empezando a regir esta medida el
1 de julio de dicho año hasta el 1 de agosto de 1866. Se suprime por Real
Decreto de 4 de julio, a partir del cual se restablecen numerosas franquicias.
Con respecto a las franquicias militares sucede lo mismo que con las de
carácter oficial, muy numerosas, destacando alguna cuyo diseño es más ori-
ginal o que son concedidas en tiempos de campaña y poseen una mayor sig-
nificación histórica. Para destacar algunos ejemplos entre las más signifi-
cativas, podríamos citar las concedidas al Ejército expedicionario de África
en 1859, al de Méjico en 1862, al de operaciones de Santo Domingo de
1864, Ejército expedicionario de Cuba de 1869 o, por citar alguna de otra
característica, la concedida a los somatenes de Cataluña por Real Decreto
de 6 de mayo de 1890. Pero ninguna, ni anterior ni posterior, tendrá la
190 ENRIQUE PÉREZ PÉREZ

importancia filatélica que tiene la emisión en sellos de papel del Ejército


Expedicionario de Melilla de 1893-1894, ya que es la única emitida en
papel y, de todas las franquicias, la de mayor calidad y riqueza estética.
Otro aspecto son las franquicias concedidas a particulares, mucho más
escasas y de gran valor filatélico y económico, ya que éstas sí se realizaron
en sello de papel. En España sólo se han dado dos casos durante el siglo XIX.
El primero fue la franquicia otorgada a don Diego Castell, en virtud de
orden de la Dirección General de Correos, con fecha 22 de diciembre de
1869, que realizó un sello en el que aparece una cinta en óvalo con la leyen-
da: Cartilla Postal de España. Dentro, un sobre de carta visto por el rever-
so. Está realizado en color azul sobre papel blanco.
La concesión de esta franquicia se otorga porque don Diego Castell
escribe un "Cuaderno para la correcta escritura de los sobres de las cartas"
que tiene la denominación de Cartilla Postal de España, ya que la defec-
tuosa e ininteligible redacción de los sobres de correo hacía que surgieran
grandes problemas en el reparto de la correspondencia.
Esta franquicia estuvo en vigor sólo seis meses, y hay una variedad
mucho más rara que representa, como error de emisión, el dibujo central al
revés.
La segunda franquicia particular concedida en España es de 1881 y fue
a don Antonio Fernández-Duro por la difusión de su libro: Reseña históri-
ca de Correos. En la elaboración del sello aparece un óvalo en cuyo interior
se representa un libro sobre hojas de laurel y, rodeándolo, un marco cua-
drado con la inscripción: FRANQUICIA (arriba) y POSTAL (abajo). Es de
color negro.
En otros países de nuestro entorno geográfico, los sellos emitidos en
papel para franquicias tampoco han sido más abundantes que en España
pero, por ejemplo, Francia ha utilizado en la mayoría de sus emisiones de
franquicia otra modalidad, no utilizada en España, consistente en sobrese-
llar sellos de correo ordinario con las letras F y M (franquicia militar) o sim-
plemente F (franquicia), sobresellado en un único caso. El sello representa-
ba a la paz, de color azul, de noventa céntimos, que se autorizó
exclusivamente para la correspondencia de los refugiados españoles y que
estuvo en vigor entre 1937 y 1939.
EL FONDO DE FRANQUICIAS POSTALES MILITARES 191

Origen y donación de la colección al Museo del Ejército de Madrid

La selecta colección de franquicias militares, clasificadas en dos tomos,


fue donada al Museo en 1972 por el Juez Comarcal de Barcelona y ex alfé-
rez provisional de la Guerra Civil, don Manuel Martínez Álvarez, filatélico
y gran especialista en esta emisión de franquicias.
Don Manuel Martínez pudo organizar la colección, que más tarde dona-
ría al Museo, debido a la compra del fondo original sobrante de las fran-
quicias militares.
Para esclarecer cómo pudo formar la colección, hemos de remontarnos
a la creación de tan significativa emisión para, poco a poco, seguir su ras-
tro hasta la actualidad.
En 1893 los señores don Miguel Rodríguez Sánchez y don Plácido R.
de Torres hicieron un donativo de quinientos mil pliegos y sobres para el
ejército español de la ciudad de Melilla.
Poco después de concluida la campaña y, por lo tanto, la validez de uso de
esta franquicia militar, el señor Plácido R. de Torres se marchó a residir a Bar-
celona llevando consigo el lote de sellos sobrantes. Años más tarde los vendió
a la Filatelia J. Lladó. Esta filatelia fue comprada con posterioridad por el Sr.
Morache que murió en 1965. Sus herederos liquidaron las colecciones, sien-
do este momento cuando el Sr. Martínez Álvarez, a través de otra firma fila-
télica, la de J. Marín, adquirió los restos de las hojas de sellos de franquicia.
Es a partir de estos momentos cuando su propietario hace un estudio
detallado de la forma de emisión de todas las series por medio de las hojas
que posee y decide, a partir de ese estudio, formar una colección selecta que
con posterioridad donaría al Museo. En este estudio explica cómo se rea-
lizaron los diferentes bloques de emisión, incluyendo todas las posibles
varia-ciones y combinaciones que existen con una muestra en bloque de
cuatro, además de piezas raras, muy curiosas por su escasez, o pruebas de
emisión, que sólo podían provenir de la tirada original ya que las piedras
litográficas fueron anuladas ante notario por el Sr. Martínez Álvarez.

El Cuerpo Expedicionario de África

El motivo histórico que dio lugar a la emisión de esta serie de franquicias


fue un incidente típico producido en otoño de 1893 -bajo la regencia de
María Cristina y el gobierno de Sagasta- en la franja de terreno que separa-
ba Melilla, plaza de soberanía española, del resto del territorio marroquí.
192 ENRIQUE PÉREZ PÉREZ

Los sucesos comenzaron al construir los españoles en dicha franja, no


ocupada hasta entonces, una serie de fortines, uno de ellos en el cerro Sidi-
Aguariach muy próximo a un cementerio y una mezquita de gran venera-
ción para los musulmanes. A pesar de la protesta de los marroquíes, el gene-
ral Margallo hizo caso omiso y el 2 de octubre los musulmanes destruyeron
el fortín y los trabajadores españoles abandonaron Sidi-Aguariach.
El 27 de octubre se intentaron reanudar los trabajos bajo protección del
ejército pero siguieron las hostilidades por parte de los marroquíes. El gene-
ral Margallo se enfrentó a ellos sacando piezas de artillería del fuerte Came-
llos y el cañonero Conde de Venadito, pero las fuerzas españolas se fueron
retirando hasta el fuerte de Cabrerizas Altas, quedando sitiados y produ-
ciéndose numerosas bajas, una de ellas la del propio general Margallo.
La noticia impresionó en España, y López Domínguez, ministro de la
Guerra, llamó reservistas a filas, formándose un Ejército Expedicionario de
África.
Poco después el general Macías, con cuatro batallones, consiguió des-
pejar el campo de rifeños y avituallar los fuertes de Cabrerizas y Rostro-
gordo. Las fuerzas siguieron llegando y el Gobierno nombró general en jefe
de las operaciones a Martínez Campos, que desembarcó el 1 de diciembre
en Melilla, contando ya con un ejército de veinticinco mil hombres. Éste
logró imponerse a los marroquíes, que dejaron de ofrecer resistencia y
pidieron tregua, prometiendo el Sultán una indemnización que se estableció
con posterioridad en veinte millones de pesetas.
Para llegar a este acuerdo, el Sultán comisionó a su hermano Muley
Araaj para ajustar con Martínez Campos un convenio provisional, en el que
además de la indemnización se estipulaba el castigo de los agresores más
significativos y el establecimiento de una zona neutral entre el campo de
Melilla y el marroquí.
A este acuerdo se llegó el 5 de marzo de 1894. A partir de esta fecha se
retiró el grueso del ejército expedicionario y dejó de ser útil la franquicia
postal emitida para los miembros que componían dicho ejército.

Aspectos técnicos de la impresión litográfica

El sistema de producción litográfica permite entender con mayor facilidad


las curiosidades o piezas raras existentes en la colección de franquicias
donadas en conjunto. Para ello vamos a hacer una breve síntesis de la técni-
ca de producción y las razones que conducen al resultado de dichas piezas.
EL FONDO DE FRANQUICIAS POSTALES MILITARES 193

El sistema de grabar sobre piedra fue inventado entre 1796 y 1798 por
el checo Aloysius Senefelder, músico y libretista que quería imprimir sus
propias obras. Su descubrimiento, a grandes rasgos, consistió en desbastar
una piedra muy rica en ácido carbónico y tierra calcárea, dibujar con tinta
grasa y atacar la piedra con ácido nítrico, que combate el ácido carbónico
haciendo soluble la tierra calcárea de la piedra, razón por la que los cuerpos
grasos quedan como únicos opuestos.
Esta técnica ha sido muy utilizada en la filatelia, sobre todo en el sello
"clásico", como el primer sello español, "el seis cuartos" de Isabel II emiti-
do en 1850, o nuestra colección de franquicias. No hay más que recordar
que la primera litografía se había inaugurado en España en 1826 y se puede
decir que el sistema estaba en pleno auge.
La colección del Museo está formada mayoritariamente por bloques de
cuatro, por lo que las emisiones se produjeron, como es habitual en filate-
lia, en pliegos.
Esta producción en pliegos es imposible de realizar con un único sello
grabado, ya que sería casi imposible colocar con precisión todos los ejem-
plares juntos, así como tampoco es posible hacer grabado por grabado y que
salgan todos igual. Por ejemplo, si un pliego tuviera treinta ejemplares, a
ningún grabador le sería posible realizar treinta grabados exactamente igua-
les ni tampoco que le cuadrasen.
Para poder realizar la emisión en pliegos se utiliza una técnica plano-
gráfica, cuya principal característica es su transporte mediante un papel
especial, conocido como papel reporte, que es un papel no poroso que tiene
la propiedad de recoger, por simple presión, la tinta grasa de una superficie
y trasladarla a otra dispuesta para recibirla. De esta manera se formará lo
que se conoce como bloque reporte, que contendrá tantos sellos como se
haya previsto de antemano (treinta, cincuenta,…). Por medio del papel se
traslada el dibujo a la plancha tantas veces como sea necesario hasta com-
poner la hoja. Una vez logrado es entintado y se produce la emisión.
Ahora bien, este proceso es el que puede provocar, por distracción del
operario que lo ejecuta, el transporte de un sello boca abajo o invertido. Son
los ejemplares que se denominan en filatelia como "tete beche" (cabeza
abajo), siendo ejemplares extraordinariamente raros y muy buscados por los
filatélicos.
Otros ejemplos notables en la colección son los denominados "bloques
puente", que unen, por medio de papel blanco, dos o más franquicias que
pueden ser distintas o iguales. Los ejemplos contenidos en la colección
demuestran que se utilizó una piedra para imprimir varias franquicias dis-
194 ENRIQUE PÉREZ PÉREZ

tintas, por grupos, separadas únicamente por un espacio sin imprimir, que
en el papel dé la impresión que queda en blanco. Gracias a la existencia de
estos ejemplos hoy podemos reconstruir los diferentes grupos de emisión.
Estos ejemplares en "puente" cobran importancia únicamente al estar
unidos en bloque, ya que la franquicia suelta, unida a un papel blanco sin
impresión, carecería de importancia, puesto que podría ser el borde sobran-
te del papel que siempre se deja en la impresión de los sellos y por ello no
significaría nada. En el caso de la colección, todos los ejemplares existen-
tes, tanto dentados como en su variedad sin dentar, se han mantenido en blo-
que, y las franquicias rodean el papel blanco no emitido tanto en sentido
vertical como horizontal o en ambos sentidos, por lo que se puede recons-
truir la forma de emisión y los distintos grupos en que se realizaron.

Aspectos generales de la emisión


El objetivo principal de esta emisión de franquicias era controlar la
correspondencia por unidades de los componentes del Ejército Expedicio-
nario de África, limitando un determinado número de ellas a cada miembro.
De esta forma, si se excedían en las cartas enviadas tenían que poner sellos
ordinarios de correos y pagar su valor normal de impuesto, cosa que con la
franquicia no. Así el gasto para el Ejército era más limitado y se tenía mayor
control sobre la correspondencia enviada.
Estas franquicias tuvieron un gran éxito entre los miembros del Ejérci-
to Expedicionario de Melilla, ya que se pensaba que una carta franqueada
con estos sellos tenía más posibilidades de llegar a su destino que las que se
cursaban solamente con la marca de la unidad estampada en el sobre, como
hasta ese momento ocurría. Este éxito se tradujo en falsifi-caciones de
época de la primera emisión de estas franquicias, de la que existe un ejem-
plar en la colección.
En 1893 era gobernador de la ciudad de Melilla y jefe del Ejército de
Operaciones el teniente general don Manuel Macías y Casado, quien puso
en circulación como franquicia postal la primera emisión de sellos especia-
les, de tipo único, para su distribución gratuita y uso en la correspondencia
de todo el personal del ejército a sus órdenes. El motivo de este sello era el
Escudo de España en campo central, circundado por banderas de España en
sus partes laterales; sobre él, la corona real, y todo ello reposado sobre dos
leones, entre los cuales aparece la palabra "Melilla", todo ello enmarcado
por una banda cuadrada con inscripciones, y en sus cuatro ángulos la fecha
de emisión (1-8-9-3). Está realizado en azul, rojo y amarillo.
EL FONDO DE FRANQUICIAS POSTALES MILITARES 195

Con motivo de ascenso y nombrado Capitán General de Canarias, el 26


de noviembre de 1893, le sucede en el mando don Arsenio Martínez de
Campos, quien refrendó esta disposición en Orden General de fecha 5 de
diciembre de 1893, incluyendo en la misma el sello anterior pero cambian-
do la fecha de sus ángulos (1-8-9-4) y el color. Éste se realizó en negro, rojo
y amarillo.
Se dispone el uso de sellos de franquicia especiales emitidos para cada
unidad a partir del 1 de enero de 1894, apareciendo diversos motivos, y en
la parte inferior de la franquicia el nombre de cada unidad destacada en
Melilla. Todos ellos constituyeron la segunda y última emisión.
Las unidades y regimientos que aparecen en las franquicias de esta
segunda emisión, aparte de la franquicia con el Escudo de España, son:

FRANQUICIAS QUE FORMAN LA ESCUADRA DE MARINA

-Alfonso XII -Gerona -Isla de Cuba -Isla de Luzón


-Reina Mercedes -Temerario -Venadito

El motivo elegido para la emisión de las diferentes unidades de marina


es un barco navegando en alta mar, dentro de una forma oval,a cuyo pie está
inscrito el nombre de la unidad a la que se dedica, todo ello rodeado por una
inscripción formando marco, en la que aparece inscrito en líneas horizonta-
les: FRANQUICIA POSTAL / DE OPERACIONES, y en líneas verticales:
ESPAÑA CORREOS / ESCUADRA. En los extremos las cifras 1-8-9-4,
correspondientes al año de emisión. El color de emisión fue azul celeste.

FRANQUICIAS DEDICADAS A LOS REGIMIENTOS,


BATALLONES Y SECCIONES DEL EJÉRCITO

Cazadores de Infantería

-Barcelona -Cataluña -Cuba -Puerto Rico


-Segorbe -Tarifa -Figueras
196 ENRIQUE PÉREZ PÉREZ

Cazadores de Caballería
-Santiago

Regimientos de Infantería
-Granada -Pavía -Saboya -San Fernando -San Quintín
-Toledo -Wad-Ras -África -Extremadura -Guipúzcoa
-Infantes -Luchana -Mallorca -Soria -Álava
-Albuera -Borbón -Canarias -Constitución

Batallones
-Batallón Disciplinario

Secciones
-Sección Maüser

El motivo elegido para estas franquicias es el Escudo de España sobre


dos leones con guarnición de banderas, igual que la primera emisión de esta
franquicia pero a un tamaño más reducido, ya que en la parte inferior lleva
el nombre de la unidad militar a la que se dedica, todo ello rodeado con
marco de inscripción en donde aparece en líneas horizontales: FRANQUI-
CIA POSTAL / EXPEDICIONARIO, y en líneas verticales: ESPAÑA
CORREOS / EJÉRCITO, y en las esquinas 1-8-9-4. Estas inscripciones
serán comunes para todo el resto de la segunda emisión. Todos estos moti-
vos se realizaron en tonos monocromos y, dependiendo de los casos, los
colores utilizados fueron: azul celeste, rosa-carmín y rojo-naranja, aunque
en la emisión se produjeron variaciones tonales significativas.

FRANQUICIAS DEDICADAS A FORTINES Y FORTIFICACIONES

-Cabrerizas Altas -Rostrogordo -Cabrerizas Bajas


-Camellos -San Lorenzo

Para la emisión de este grupo se han elegido dos motivos nuevos. El pri-
mero de ellos representa a un fortín o fuerte pequeño que aparece en campo
EL FONDO DE FRANQUICIAS POSTALES MILITARES 197

central, visto desde una perspectiva lejana, con un cielo de nubes. La cons-
trucción es de planta circular con diversas puertas de acceso y personas
paradas delante del fortín. Este motivo aparece en las franquicias dedicadas
a las unidades de Camellos, Cabrerizas Bajas y San Lorenzo.
Para la representación de fortificaciones se elige un motivo en que apa-
rece, en campo central, un camino que conduce a una puerta de acceso de
un recinto amurallado en el que se distinguen varias dependencias. Delante
de la fortificación aparecen varias figuras y es utilizado por las unidades de
Rostrogordo y Cabrerizas Altas.
Estos motivos aparecen rodeados por marco de inscripción con la fecha
de emisión en los ángulos, igual que en los casos anteriores. Todos fueron
realizados en color castaño-sepia.

TROPAS ESPECIALIZADAS DE CARÁCTER GENERAL


-Artillería -Ingenieros -Estado Mayor
-Guardia Civil -Sanidad Militar -Administación Militar
Para la realización de este grupo se utilizó una gama de colores mucho
más variada y rica que en los casos anteriores y un motivo específico para
cada Cuerpo.
Artillería
El diseño que se utiliza para este Cuerpo consiste en dos cañones en
aspa, en cuyo centro aparece el Escudo de España coronado; en la parte
inferior, munición de artillería, y todo ello en oro sobre fondo negro. En la
zona inferior inscrito ARTILLERÍA. Todo rodeado por un marco con ins-
cripciones en negro y en las esquinas la fecha de emisión.
Ingenieros
Esta emisión muestra el motivo central en plata sobre fondo verde, con un
pico, una pala y un hacha cruzados sobre pareja de leones. Debajo la inscripción
INGENIEROS. Todo ello encuadrado en marco con inscripciones en color verde.
Estado Mayor
Esta franquicia contiene en campo central una estrella de seis puntas, detrás
de la cual surgen rayos, rodeada de dos ramas de olivo unidas por su base
formando corona y debajo dos leones. Todo ello en oro sobre impresión azul
198 ENRIQUE PÉREZ PÉREZ

y fondo blanco. Debajo de los leones, la inscripción ESTADO MAYOR y,


como en los casos anteriores, rodeado por marco con inscripción en color
azul celeste.

Guardia Civil
El motivo elegido es un Escudo de España coronado, al que le acompa-
ñan a ambos lados las letras G y C sobre dos leones. Todo ello en color plata
sobre amarillo. Debajo la inscripción GUARDIA CIVIL. Le rodea marco
con inscripciones en amarillo.

Sanidad Militar
En su campo central aparece el Escudo de España coronado, dividido en
cuatro cuarteles con dos torres y dos leones, mas un quinto con una grana-
da, rodeado por dos ramas unidas entre sí por cinta formando corona sobre
dos leones. El color es en oro sobre impresión violeta y fondo blanco. Deba-
jo de lo cual está inscrito SANIDAD MILITAR. Marco en color violeta
sobre fondo blanco.

Administración Militar
El motivo elegido es un sol que constituye una cara emitiendo rayos y,
al igual que la anterior, rodeado por dos ramas unidas entre sí formando
corona sobre dos leones. El color elegido es plata, superpuesto sobre impre-
sión azul, y aparece enmarcado por las mismas inscripciones que las demás,
en color azul sobre fondo blanco.
Todas estas emisiones fueron distribuidas a partir del 1 de enero de 1894
a todas las unidades militares y servicios de correos de Melilla y Málaga (en
1894 la ciudad de Melilla pertenecía administrativamente a la provincia de
Málaga).
Estas franquicias se realizaron dentadas, como es habitual en todos los
sellos actuales, para cortarlas con mayor facilidad, con perforaciones que
miden once y un cuarto; pero también existen todas las modalidades sin
dentar, careciendo de las perforaciones, forma en que se realizaron los pri-
meros sellos, siendo esta variedad más rara y escasa.

En los casos dentados se ha podido comprobar que casi todos los grupos
emitidos están impregnados de goma por detrás, no siendo éste el caso de
las franquicias sin dentar, que en todos los casos carecen de engomado.
EL FONDO DE FRANQUICIAS POSTALES MILITARES 199

CARACTERÍSTICAS DE LA COLECCIÓN Y ALGUNAS


DE LAS PIEZAS MÁS SIGNIFICATIVAS

La colección está ordenada en dos álbumes con hojas impresas por la


marca Edifil, realizadas ex-profeso para esta colección. Todos sus ejempla-
res se encuentran protegidos con filoestuches de fondo blanco.
En primer lugar se encuentra ordenada la primera emisión del Escudo
de España con los ejemplares de 1893. A continuación la segunda emisión,
de 1894, iniciada con el Escudo de España seguido por el resto de franqui-
cias, primero las dedicadas a la escuadra de marina, después los distintos
regimientos, batallones y secciones, fortines y fortificaciones, para terminar
con las tropas especializadas de carácter general, todas ellas ordenadas por
bloques según su forma de emisión, lo que proporciona combinaciones de
ejemplares de gran rareza y belleza estética.
Toda la colección está compuesta por bloques de cuatro, modalidad fila-
télica que conserva unidos cuatro sellos de un mismo pliego. Esta forma es
mucho más rara y escasa que el propio sello único, ya que la época y el
tiempo han permitido menos su conservación y añaden belleza a una colec-
ción formada de esta manera.
La colección, al estar formada por bloques de cuatro, ha tenido en cuen-
ta las distintas distribuciones de los grupos de emisión en la litografía, ya
que varían las combinaciones de las franquicias en los bloques. Así se puede
comprobar que en algunos grupos ha habido hasta tres distribuciones dis-
tintas de emisión con las mismas franquicias, encontrándose todas ellas en
la colección.
También se encuentran en la colección notables variaciones de color con
respecto al "normal" de emisión, que en la mayoría de los casos no están
catalogadas y que suponen una diferencia importante. Por ejemplo, el grupo
de franquicias dedicado a la escuadra de marina, en el cual también se
incluye una dedicada a Cazadores de Segorbe, aparece en color azul celes-
te, que es el color de emisión, y se repite íntegro y en todas sus variaciones
en color azul prusia, variedad tonal muy acentuada y muy escasa.
Cada grupo de franquicias comienza mostrando un sello "tipo" y un
esquema que reconstruye la forma en que se ha realizado la emisión de ese
grupo, para después mostrar en bloques de cuatro, tanto en su variedad den-
tada como el mismo bloque sin dentar, la franquicia dedicada a cada unidad;
seguido de todas las variaciones que son posibles por la forma de emisión,
con bloques que contienen ejemplares inversos, en puente, combinaciones
de franquicias o con errores.
200 ENRIQUE PÉREZ PÉREZ

Son bastante numerosos los ejemplares en "tete beche" (cabeza abajo),


ejemplares que en toda emisión filatélica en que aparecen son muy esca-
sos;ya que, como se dijo antes, se deben a una equivocación o despiste en
la colocación del pliego, pero en la colección incrementan aún más su rare-
za al estar incluidos en un bloque de cuatro, combinándose con franquicias
"normales", como ocurre, por ejemplo, en las dos emisiones del Escudo de
España. Existen ejemplares de pareja horizontal en "tete beche", pareja ver-
tical en "tete beche" y bloque con un sello invertido formando pareja verti-
cal u horizontal capicúa.
También son muy numerosos en la colección, aunque extraordinaria-
mente raros, los bloques formando "puente". Estos ejemplares únicamente
aparecen cuando en la emisión se han puesto dos o más pliegos de sellos en
la misma piedra litográfica del mismo ejemplar o distinto, con una separa-
ción de papel blanco entre dichos pliegos. Esta modalidad en sí no forma
una variedad filatélica ya que sólo tiene sentido en la conservación de blo-
ques de cuatro, como aparece en los ejemplares de la colección, aumentan-
do la belleza de todo el conjunto y, sobre todo, suponiendo un gran valor
científico, ya que gracias a la existencia de estos ejemplares se puede
reconstruir en su totalidad la forma original en que fueron emitidas todas
estas franquicias.
De esta manera, y a modo de ejemplo, aparecen unidos con separación
de puente, de forma horizontal, las franquicias dedicadas a la marina de
guerra de Temerario y Gerona, de la misma forma las de Venadito y Reina
Mercedes, pero también y en sentido vertical, Venadito y Temerario y, por
otra parte, Reina Mercedes y Gerona. Por si estas combinaciones fueran ya
en sí mismas poco curiosas y significativas, aún aparece en la colección un
bloque que las engloba a todas ellas y en todos sus sentidos, que puede ade-
más servir de síntesis y proporcionar una idea general. Así, en cada uno de
sus ángulos, aparece:

Temerario || Gerona
== || ==
Venadito || Reina Mercedes

Otra modalidad de emisión, en este grupo, fue la de poner dos franqui-


cias distintas unidas en el mismo pliego, en sentido vertical, sin ninguna
separación entre ellas; de esta manera, y como un ejemplo a citar, existe en
la colección bloques de cuatro, que unen las franquicias dedicadas a los
regimientos de Infantería de Soria (arriba y al revés) respecto a los del regi-
EL FONDO DE FRANQUICIAS POSTALES MILITARES 201

miento de Luchana. Que ambas parejas aparezcan invertidas entre sí no sig-


nifica que la superior sea invertida, sino que la colocación en que se emitió
era sin separación y en sentido inverso.
También en el mismo grupo se emitieron las franquicias correspon-
dientes a los regimientos de África e Infantes, entre otros, por lo que en la
colección aparece unión de parejas verticales formadas por África y Soria e
Infantes y Luchana, y por lo tanto los cuatro regimientos juntos, uno en cada
esquina, pero sólo separados por puente en sentido vertical y unidos direc-
tamente en sentido horizontal:

África (boca abajo) || Soria (boca abajo)


Infantes || Luchana

Son de destacar dos de los semipliegos que aparecen en la colección


(uno dentado y el mismo sin dentar) con un total de veinte franquicias cada
uno, muy interesantes para entender determinados errores de emisión.
Separados por puente vertical y horizontal, su composición es la siguiente:

Gerona (una franquicia) | | Isla de Cuba (cuatro franquicias)


== ==
Reina Mercedes (tres franquicias)| | Cazs. de Segorbe (doce franquicias)

Lo interesante de estos semipliegos, aparte de la curiosa disposición


mencionada, radica en las franquicias correspondientes a Cazadores de
Segorbe, en cuya segunda fila introdujeron por error una franquicia dedica-
da a Cazadores de Barcelona y otra a Cazadores de Tarifa. Estos dos ejem-
plares se emitieron en otro grupo y no en color azul como aparecen aquí,
sino en color rojo-naranja, por lo que son dos extrañas variedades que
aumentan mucho más su interés al estar unidos a una buena parte del plie-
go original y además formar unión de puente con otros tres ejemplares de
franquicia.
En el grupo en que se emitieron las franquicias dedicadas a Cazadores
de Segorbe, aparece uno de los errores más raros y excepcionales de toda la
colección: es una parte de un pliego de quince franquicias dedicadas a esta
unidad, pero la fila horizontal izquierda contiene tres franquicias de Caza-
dores de Cataluña. La excepcionalidad consiste en que estos últimos están
unidos a los de Segorbe directamente, sin separación de puente o intervalo
blanco, como los ejemplares que se han descrito anteriormente. Como
aspecto significativo, este grupo tiene en el reverso un sello minúsculo en
202 ENRIQUE PÉREZ PÉREZ

tinta negra, en forma oval, de A. Roig (Antonio Roig Soler fue uno de los
filatélicos más importantes que ha habido en España, reconocido por todos
los profesionales y estudiosos de la filatelia. Un sello con su marca es un
certificado de garantía).
Destacan en la colección algunas pruebas de color o en negro, pruebas
que se realizaron como muestras y que suponen ejemplares de gran riqueza
para la colección al ser muy raras y poco conocidas, ya que en estas fechas
no se solían hacer este tipo de pruebas y las que han llegado hasta nosotros
son muy escasas.
Como ejemplo de estas pruebas, la más destacable es una parte impor-
tante de un pliego de ocho por cinco franquicias de la primera emisión del
Escudo de España, que en su parte superior consta de ocho ejemplares en
"tete beche", realizado como prueba en negro.
Para terminar describiendo algunas de las piezas raras o significativas
que contiene la colección, se ha de destacar la existencia de tres cartas con
sus correspondientes matasellos. Las dos primeras con la franquicia del
Escudo de España de 1893 sin dentar, en color negro, rojo y amarillo; en la
primera el matasellos es circular, donde se lee claramente la palabra MELI-
LLA y la fecha 7 ENE 1894.
La segunda, con matasellos también circular, de CAZADORES DE
CUBA 18-XII-93.
La tercera de las cartas contiene una franquicia con el Escudo de España
en azul, rojo y amarillo, sin dentar, en cuyo matasellos aparece la incripción:
EJÉRCITO/ DE ÁFRICA/ 1er CUERPO/ 2ª DIVISIÓN. MELILLA 5 DIC 93
Estos ejemplares son muy escasos ya que de estas franquicias se han
conservado muy pocas mataselladas, teniendo por lo tanto éstas más valor
filatélico y económico, debido principalmente al escaso tiempo en que tuvo
validez la franquicia postal. La conservación en el propio sobre, con su
matasellos completo como son estos tres casos, suponen ejemplos excep-
cionales del uso en correos de estas franquicias, que además otorgan varie-
dad y complementan la colección.

A MODO DE CONCLUSIÓN

Después de las características citadas, describiendo sólo algunos de los


ejemplares más sobresalientes en un artículo introductorio, se puede afir-
mar que la colección que posee el Museo del Ejército de Madrid es única y
representa una auténtica joya de la filatelia española, no sólo por su cuida-
EL FONDO DE FRANQUICIAS POSTALES MILITARES 203

doso estudio y distribución científica, sino porque la variedad y número de


los ejemplares en ella existentes hace que sea irrepetible.
A esto hay que añadir que todos los ejemplares pueden considerarse de
lujo; todas las piezas sin dentar tienen grandes márgenes blancos, superio-
res incluso al que les corresponde, que sería la mitad del espacio en blanco
que hay entre dos de ellos, y su colorido es muy intenso. En los que poseen
dentado, éste está equidistante en todos sus lados, contando con amplios
márgenes blancos que centran el motivo de la franquicia.
Una colección de semejante calidad y variedad sólo puede ser formada
poseyendo un número muy alto de hojas de emisión de todas las franqui-
cias, lo que permite seleccionar de cada una de ellas el mejor o los mejores
ejemplares en bloque de cuatro, en todos los sentidos y todas las rarezas y
variedades que pudieron surgir de la emisión, como sabemos que ocurrió
con la formación de la colección que don Manuel Martínez Álvarez formó
y donó al Museo para disfrute de todos y conocimiento de la filatelia espa-
ñola, a quien desde este artículo se le rinde agradecimiento.
204 ENRIQUE PÉREZ PÉREZ

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA Y FUENTES

TERMINE, E., BRODER, A. y CHASTAGNARET. G.: Historia de la


España contemporánea (desde 1808 hasta nuestros días), Barcelona, 1995.
TUÑÓN DE LARA, M. et alt.: Historia de España, (Del sexenio democrá-
tico a la crisis de 1917), extra XXII, ed. Historia 16, Madrid, 1982.
VV. AA.: Historia de España (De Felipe V a nuestros días), Barcelona, 1981.
FERNÁNDEZ DURO, Antonio: Reseña histórico-descriptiva de los sellos
de correos de España, ed. Dirección General de Correos y Telecomunica-
ciones, edición facsimilar, Madrid, 1982.
MAYO, Leoncio: ¿Cómo se hace un sello? Madrid, 1994.
SÁNCHEZ TODA, José Luis: El arte de grabar el sello, Barcelona, 1969.
AURIOLES, E.: Catálogo de los sellos de franquicia postal emitidos por el
gobierno español con destino al Ejército Expedicionario en África (1893-
1894). Separata nº 2 de actualidad filatélica. Madrid, 1968.
Catálogo unificado y especializado Edifil. España y dependencias postales. 1998.
Catalogue Yvert et Tellier, tomo I (1996), tomo III (1ª parte, 1996), tomo VI (1995).
Archivo del Museo del Ejército de Madrid. Planta de Ingenieros, fondo
documental, núms. 40.638 y 40.639.
EL FONDO DE FRANQUICIAS POSTALES MILITARES 205

Diversos sellos de franquicias postales militares


206 ENRIQUE PÉREZ PÉREZ

Diversos sellos de franquicias postales militares


LAS CAMPAÑAS MILITARES DEL GENERAL VALERIANO
WEYLER DURANTE LA GUERRA DE CUBA:
APUNTES PARA UNA VALORACIÓN HISTÓRICA

GUSTAVO PLACER CERVERA


Doctor en Ciencias Históricas
Francisco PÉREZ GUZMÁN
Doctor en Ciencias Históricas
Investigadores del Instituto de Historia de Cuba

NA de las características más sobresalientes de la guerra iniciada en

U Cuba el 24 de febrero de 1895 fue la de haber alcanzado una ver-


dadera dimensión nacional.
A diferencia de la Guerra de los Diez Años (1868-1878), en la que
las fuerzas independentistas cubanas vieron limitadas sus acciones a la mitad
oriental y central de la Isla, la exitosa campaña de la invasión desarrollada en
el primer año de la contienda por los generales Máximo Gómez y Antonio
Maceo, condujo el conflicto hasta el extremo occidental, logrando así que
todo el país se viera inmerso en el fragor de las acciones militares.
Durante tres años la guerra independentista se libró en los más diversos
escenarios. No se trataba sólo de las diferencias topográficas entre las dife-
rentes regiones sino de otras muchas particularidades, pues las actividades
económicas habían asumido en ellas formas distintas.
El Occidente -considerando como tal el territorio abarcado por las pro-
vincias de Pinar del Río, La Habana, Matanzas y parte de la de Las Villas-,
era centro tradicional de las producciones azucarera y tabacalera, concentra-
ba el grueso de la población que se ubicaba en un gran número de ciudades
y poblados y disponía de un moderno sistema de comunicaciones que favo-
208 GUSTAVO PLACER CERVERA

recía el movimiento de las fuerzas del ejército español a lo largo y ancho de


todo su territorio. La actividad militar que se efectuaba en tales condiciones
tenía forzosamente que diferenciarse de la que tenía lugar en el territorio de
las regiones orientales, donde los núcleos poblacionales resultaban más esca-
sos, las vías de comunicación eran -salvo excepciones- bastante precarias, y
grandes extensiones se conservaban prácticamente vírgenes.
En este trabajo hemos centrado la atención en los acontecimientos béli-
cos que tuvieron como escenario el Occidente de Cuba durante el mando en
Cuba del general Valeriano Weyler y Nicolau o sea, entre febrero de 1896 y
octubre de 1897.

Importancia política y económica de la región occidental

Veamos algunos indicadores de la importancia de la porción occidental


del territorio cubano:

POBLACIÓN DE CUBA POR PROVINCIAS (1862-1899)

PROVINCIA 1862 1877 1887 1899

Pinar del Río 150.519 189.220 225.891 173.064


La Habana 400.175 423.543 451.928 424.804
Matanzas 194.595 250.728 259.578 202.444
Las Villas 289.127 312.392 312.392 356.536
Camagüey 68.903 55.459 67.789 88.234
Oriente 255.919 203.405 272.379 327.715

Total 1.359.238 1.434.747 1.631.687 1.572.797

(Fuente: Trabajo inédito del investigador Lic. Orestes Gárciga Gárciga del
Instituto de Historia de Cuba)

De acuerdo a los datos de los censos de 1887 y 1899 al lado oeste de la


trocha de Júcaro a Morón, es decir, desde Las Villas hasta Pinar del Río, se
asentaba la mayor parte de la población de Cuba. El censo de 1887, el últi-
mo que se realizó bajo el dominio de España, registró un total de un millón
seiscientas treinta y un mil seiscientos ochenta y siete habitantes para toda
LAS CAMPAÑAS MILITARES DEL GENERAL VALERIANO WEYLER 209

la isla; de ellos, un millón doscientos ochenta y un mil quinientos diecinue-


ve (79,1 %) residían en Occidente. Según el censo de 1899, realizado por las
autoridades norteamericanas de ocupación, Cuba tenía un millón quinientos
setenta y dos mil setecientos noventa y siete habitantes, de los cuales un
millón ciento cincuenta y seis mil ochocientos cuarenta y ocho (73,6 %)
estaba localizado en el Occidente, región donde además se concentraba la
mayor parte de la población urbana, incluyéndose en ella La Habana, capi-
tal del país y centro de la vida política, económica y administrativa.
En 1894, el valor de las exportaciones cubanas alcanzaba la cifra de
ciento cuatro millones seiscientos sesenta mil pesos. De esa cifra, sesenta y
cinco millones eran debidas al azúcar, doce millones a las mieles y ron, al
tabaco le correspondían veinticinco millones, a las frutas y otros vegetales
un millón ciento cincuenta mil, y al café quinientos diez mil1.
Ese mismo año, las provincias de La Habana, Matanzas y Las Villas
aportaban el ochenta y nueve con sesenta por ciento de la producción azu-
carera de Cuba. Por otra parte, casi el ochenta y cinco por ciento de la pro-
ducción tabacalera se cosechaba desde Pinar del Río a Villaclara.
En enero de 1895, las recaudaciones de los puertos de la isla alcanzaron
la cifra de un millón doscientos noventa y dos mil novecientos tres pesos. A
los puertos de la región occidental (La Habana, Matanzas, Cárdenas, Cien-
fuegos, Trinidad, Sagua, Caibarién y Tunas de Zaza) se debieron las mayo-
res aportaciones con un millón ciento cincuenta y seis mil setecientos trein-
ta y tres pesos2.
El potencial azucarero de La Habana, Matanzas y Las Villas conllevó el
desarrollo de una amplia red ferroviaria que tenía, cuando comenzó la gue-
rra, mil quinientos cincuenta y siete de los mil setecientos noventa y dos
kilómetros que había en todo el país3.
Estos elementos ayudan a comprender el fundamento de las estrategias
trazadas por ambos bandos en pugna respecto al teatro principal de accio-
nes combativas. Tanto para el mando cubano como para el español, en la
región occidental se decidiría la guerra.

1 Gaceta de La Habana, 4 de abril de 1895, p. 2.


2 Gaceta de La Habana, 20 de marzo de 1896.
3 ZANETTI, Oscar y GARCÍA, Alejandro: Caminos para el azúcar, Editorial de Ciencias
Sociales, La Habana, 1987, p. 177.
210 GUSTAVO PLACER CERVERA

Las concepciones estratégicas del general Valeriano Weyler para la guerra


de Cuba

El éxito de la campaña invasora y la incorporación, con ella, del Occi-


dente a la guerra, produjo cambios esenciales en la estrategia político-mili-
tar de España en Cuba. El Ejército Libertador de Cuba que en el período ini-
cial de la guerra, de febrero a octubre de 1895, incrementó sus fuerzas hasta
alcan-zar veintidós mil quinientos treinta y ocho efectivos, durante la inva-
sión incorporó a sus filas más de ocho mil combatientes. En esas circuns-
tancias, el Gobierno español se vio obligado a realizar un esfuerzo supre-
mo en su empeño de retener el dominio colonial sobre Cuba, enviando a ella
decenas de miles de soldados, generales y jefes experimentados, y destinar
cuantiosas sumas de dinero al sostenimiento de ese numeroso ejército.

EXPEDICIONES DE ESPAÑA A CUBA


(Cifras aproximadas a las que hay que sumar las que había antes de Mar-
tínez Campos y los batallones traídos de Puerto Rico)
DURANTE MARTÍNEZ CAMPOS DURANTE WYLER TOTAL
(hasta febrero 97)
FECHA Nº SOLDADOS FECHA Nº SOLDADOS

05-05-95 3.576 10-04-96 22.208


10-06-95 2.962 21-07-96 7.394
21-07-95 9.585 10-11-96 37.930
30-09-95 28.198 01-01-97 18.909
30-11-95 25.537 - -
21-01-96 8.996 - -

SUMAN 78.854 SUMAN 86.441 165.295

(Fuente: Ministerio de la Guerra, Madrid, 1989)

En España los diferentes partidos políticos, sectores sociales, grupos


económicos y el alto mando militar, así como la prensa, fueron unánimes en
exigir modificaciones en la política de guerra que -desde el estallido de la
insurrección, el 24 de febrero del 95- habían aplicado tanto el gobierno libe-
ral de Práxedes Mateo Sagasta como el conservador de Antonio Cánovas del
Castillo. Ambas administraciones se habían fundamentado en la experien-
LAS CAMPAÑAS MILITARES DEL GENERAL VALERIANO WEYLER 211

cia político-militar que condujo a la derrota de las armas cubanas, conoci-


da como Paz del Zanjón, que puso término a la Guerra de los Diez Años.
La política de guerra, que según amplios sectores de la opinión pública
española había fracasado, consistía en varios elementos:
- Combinación de las operaciones militares con el ofrecimiento de
reformas políticas.
- Utilización de la influencia de los partidarios del autonomismo para
pacificar el país.
- Promover la corrupción de los jefes insurrectos mediante la entrega
de sumas de dinero a los que depusieran las armas.
- Ofrecer garantías para la vida de los que se presentaran.
- Benevolencia en el trato hacia los simpatizantes de la causa indepen-
dentista.
- No aplicar medidas militares que tuvieran como consecuencia aumento
del sufrimiento de la población no beligerante y de la economía de Cuba.

Al ser evidente la ineficacia de esta estrategia, el gobierno español tomó


la decisión de sustituir al capitán general Arsenio Martínez Campos por el
general Valeriano Weyler y Nicolau, marqués de Tenerife4, para que éste
implementara una concepción estratégica tal, que proporcionara el triunfo
por la fuerza de las armas. La designación del general Weyler fue recibida
con beneplácito por todos aquellos sectores que estaban a favor de la pro-
longación del dominio español sobre Cuba.
El nuevo Capitán General y Gobernador de la isla de Cuba arribó a la
misma el 10 de febrero de 1896, dotado de plenos poderes y de la confian-
za absoluta de su gobierno para aplastar la insurrección.
El general Weyler -esto puede palparse en sus escritos- no consideraba
que la guerra de liberación nacional de Cuba fuera resultado de un proceso
de conformación de la conciencia e identidad nacional expresada en la alter-
nativa independentista, si no que era la consecuencia del deseo y voluntad
de determinadas personalidades. Siguiendo este criterio, determinó que las
operaciones militares se condicionaran a los movimientos de los principa-
les jefes del Ejército Libertador -el general en jefe Máximo Gómez y el
lugarteniente general Antonio Maceo- con el propósito de aniquilarlos.
4 Valeriano Weyler había participado en la Guerra de los Diez Años operando como jefe
de vanguardia de las columnas, a las órdenes del general Blas Villate, conde de Valma-
seda. Fue además jefe del Cuerpo de Voluntarios, Jefe del Estado Mayor, Jefe de Bri-
gada y Comandante General de Holguín y de Puerto Príncipe. Antes de ser nombrado
Capitán General de la Isla de Cuba, lo había sido de Cataluña, Canarias y Filipinas.
212 GUSTAVO PLACER CERVERA

Unos días después de asumir el mando escribiría:

...en la guerra importa herir al enemigo en el punto decisivo, aglo-


merando los más de los elementos allí donde su acción pueda dar
mayores resultados, he de concentrar siempre el grueso de las tro-
pas en los puntos a propósitos para destruir a los dos jefes princi-
pales de la insurrección y los núcleos que le siguen...5

para subrayar después que no le importaba:

...la insurrección potente y bien armada en zonas sin gran rique-


za; no, porque admitiría entonces combate y sería vencida aún con
inferioridad numérica nuestra; lo que me asusta, lo que me ani-
quila es la extensión que ocupa, es la riqueza que hay que guar-
dar y que, por su especialidad, por su diseminación, no se guarda
nunca bien y uno es débil en todas partes6.

Para Weyler, la nueva política de guerra no podía estar sujeta a compro-


misos políticos ni en función de los intereses de los partidos. En sus refle-
xiones sobre el resultado adverso de su predecesor, el general Martínez
Campos, había llegado a la conclusión de que los militares habían actuado
con limitaciones y subordinándose a los asuntos políticos. El nuevo Capitán
General era del criterio de que cualquier concesión de reformas debía hacer-
se como consecuencia de la victoria de las armas españolas. Por eso dirigió
todo su esfuerzo al aniquilamiento de los insurrectos:

… privándolos de recursos, y dictando cuantas disposiciones creí que


cooperaban eficazmente al fin que me proponía, sin que me opusiese
a que se planteasen reformas políticas que el gobierno creyese nece-
sarias para conseguir la paz, una vez dominada la insurrección7.

En resumen, el general Weyler se había trazado como objetivo el obli-


gar a los insurrectos a presentarse o combatir. Éste será el planteamiento
básico que dará la tónica de la estrategia y la táctica del ejército español
durante su mandato en Cuba.

5 WEYLER y NICOLAU, Valeriano: Mi mando en Cuba. Imprenta Litográfi-ca y Casa


Editorial de Felipe González Rojas, Madrid, 1910, pp. 127-128.
6 Ibídem.
7 Ibídem.
LAS CAMPAÑAS MILITARES DEL GENERAL VALERIANO WEYLER 213

Convencido como estaba de que la región occidental de Cuba constitui-


ría el teatro principal de acciones militares de los insurrectos, Weyler ela-
boró un plan integral de operaciones con objetivos bien definidos. Sus
esfuerzos estarían dirigidos a ir liquidando la insurrección por partes,
comenzando por Pinar del Río para luego, siempre en dirección oeste-este,
ir pacificando por su orden, La Habana, Matanzas, Las Villas, Camagüey y,
finalmente, lanzar una ofensiva general contra Oriente.
En primer lugar, puso en práctica la conocida táctica de incomunicar, de
aislar los apoyos logísticos e impedir las operaciones coordinadas de los
insurrectos. Para alcanzar estos propósitos era necesario ampliar y moder-
nizar la trocha de Júcaro a Morón. Su extensión hacia el norte tendría como
límite la Laguna de la Leche. Se pensó inclusive en el minado de amplias
zonas al este y oeste de dicha laguna, pero lo dilatado del proyecto hizo que
se rechazara la idea. Ante la urgencia se llevó a cabo otro proyecto que
incluyó la iluminación de la trocha. Al igual que en la Guerra de los Diez
Años, la nueva versión de la trocha camagüeyana tenía como propósito
incomunicar a Oriente de Occidente8.
De esa manera, el mando español consideraba que el ejército libertador
perdería su cohesión y se debilitaría. Además, el apoyo en hombres y armas
a la región occidental se tornaría extremadamente difícil y los principales
jefes insurrectos verían constreñida su dirección de la guerra.
La estrategia española comenzó a dar resultados. El 15 de marzo de
1897, el general Antonio Maceo retornó a Pinar del Río, en el extremo occi-
dental, mientras el general Gómez se dirigió al este, internándose en Las
Villas. De inmediato, el mando español dispuso el inicio de las labores de
construcción de una nueva trocha, de Mariel a Majana, la parte más estrecha
de la isla (unos treinta y cinco kilómetros). El principal objetivo de esta obra
ingeniera era aislar al general Maceo en Pinar del Río. Siguiendo la idea de
limitar los movimientos de Maceo en la propia provincia pinareña se cons-
truyeron otras trochas como las de Viñales y la de Jaimiquí a Sitio Nuevo
cuyos fines eran la protección de las zonas tabacaleras. También se constru-
yó una línea militar del Hanábana a Palma, entre Matanzas y Las Villas.
La continua llegada de refuerzos procedentes de la Península propició
un cambio en el accionar del ejército español. En 1896, el territorio de las
provincias cubanas quedó estructurado en zonas de operaciones. A una divi-

8 SEQUERA MARTÍNEZ, Luis de: "Las Trochas Militares en las Campañas de Cuba
(1868-1898)" en Revista de Historia Militar, nº 81, año XL, 1996, Servicio Histórico
Militar y Museo del Ejército, Madrid, pp. 107-145.
214 GUSTAVO PLACER CERVERA

sión le era asignada una provincia o parte de su territorio, mientras que a las
brigadas que la componían les correspondía un espacio que dividido en
zonas era cubierto por medias brigadas9.
Estas medias brigadas eran integradas por efectivos de diferentes tipos
de armas según las características de cada región y podían recibir la coope-
ración de las guarniciones guerrilleras, guardias civiles y bomberos que
prestaban servicios en las cabeceras de los términos municipales.
En las provincias también se organizaron columnas volantes con misio-
nes muy específicas, de acuerdo a los planes que elaboraba el Estado Mayor
General. Sus fuerzas regulares estaban compuestas por un batallón, cuatro
compañías, un escuadrón y dos piezas de montaña. Como en Occidente se
concentraba la mayor cantidad de vías férreas, algunas de las columnas
volantes custodiaban la red ferroviaria con dos compañías y una sección de
Ingenieros. En las zonas militares aplicó Weyler sus ideas con relación al tipo
de lucha armada que se libraba en Cuba. Las mismas eran como barreras de
contención contra cualquier tropa que pretendiera moverse de este a oeste o
viceversa. Además, la delimitación en zonas militares propiciaba la adapta-
ción y conocimiento del terreno por parte de las fuerzas hispanas allí ubica-
das. Las guerrillas locales colaboraban con estas unidades. Todo este sistema
coadyuvaba al control del territorio comprendido en la zona y compensaba
en parte las ventajas de los cubanos en cuanto al conocimiento del terreno.
Otro esfuerzo importante emprendido por el ejército español fue la cons-
trucción de fuertes para la protección de objetivos económicos y militares.
Este tipo de defensa reunía condiciones para ser muy eficaz contra los insu-
rrectos. La artillería del Ejército Libertador era insignificante, por lo que el
mando español -conociendo que el potencial de fuego de los cubanos radi-
caba en fusiles, escopetas, tercerolas y armas cortas- decidió la construcción
de fuertes de diversos tipos, magnitudes y materiales. Estas defensas abun-
daban a lo largo de las líneas férreas, de los heliógrafos, en la periferia de
los pueblos y ciudades, zonas de cultivo, ingenios azucareros, vegas de taba-
co, cafetales, fincas de frutos menores, alturas de buena posición táctica,
caminos, esteros y desembocaduras de los ríos. Los fuertes más abundantes
eran de madera dura y gruesa que no podía ser perforada por los proyectiles
de los Maüser ni por los de los Remington. La guarnición de estos fuertes
oscilaba entre diez y treinta hombres, según su tamaño, objetivos que defen-

9 PÉREZ GUZMÁN, Francisco: "Occidente: El Gran Desafío de la Guerra de Cuba",


Guerra de Independencia 1895-1898. La Habana, Editorial de Ciencias Socia-
les, 1998.
LAS CAMPAÑAS MILITARES DEL GENERAL VALERIANO WEYLER 215

dían y condiciones de vida. Los más frecuentes eran los blockhaus cuadra-
dos o hexagonales de una o dos piezas y los denominados tambores hechos
de ladrillo y cemento. Estos fuertes, con su potencial de fuego concentrado
y la seguridad que ofrecían a los defensores, dificultaban los ataques de la
infantería y caballería cubanas contra los pueblos, vías y medios de comu-
nicación e incluso los desembarcos marítimos. La capacidad de maniobra de
las fuerzas insurrectas se vio afectada, así como la obtención de alimentos,
medicinas, ropas y calzado en los pueblos y ciudades.
La ampliación y perfeccionamiento de las comunicaciones en función
de las campañas del Ejército de Operaciones de Cuba repercutieron en la
lucha armada durante el mando del general Weyler. Con la ayuda del telé-
grafo, de la red de heliógrafos y del teléfono en algunas regiones, el mando
español podía conocer los posibles movimientos, los combates, los pedidos
de refuerzos así como la posición de los insurrectos.
La extensa red ferroviaria del Occidente de Cuba se convirtió en un
importante factor en la estrategia y las tácticas del ejército español. La lec-
tura de la documentación española revela cómo las operaciones se monta-
ban sobre la composición de las vías férreas más importantes, los nudos
ferroviarios, pueblos y zonas económicas de envergadura.
La reorganización constante del Ejército de Operaciones caracterizó los
veintiún meses de mando en Cuba del marqués de Tenerife. Estas reestructu-
raciones trataban de dar respuesta a los cambios originados por el desarrollo
de la guerra. Entre las medidas más significativas estuvo la de sustituir los
destacamentos del ejército, en fincas e ingenios, por voluntarios. Otra de sus
medidas fue la de incrementar las guerrillas10. Éstas, denominadas volantes,
operarían junto a las columnas del ejército regular. Durante las operaciones
cumplían misiones de exploración, marchaban a la extrema vanguardia y reta-
guardia, cubrían los flancos e, incluso, se enfrentaban a pequeños contingen-
te de insurrectos. Sus integrantes eran naturales del país o habían permaneci-
do en él durante mucho tiempo; eso los dotaba de conocimiento del terreno,
adaptación al clima y conocimiento del proceder de los cubanos.
Para oponerse a la ágil caballería de los insurrectos cubanos, el mando
español introdujo toda una serie de cambios que le permitieron incrementar
la movilidad de sus tropas. Inclusive algunos equipos reglamentarios para el
jinete fueron sustituidos. A los regimientos se les asignaron caballos impor-
tados de México y Nueva Orleáns con el propósito de que pudieran enfren-

10 En Cuba, durante las guerras de independencia, se utilizaba peyorativamente el término "gue-


rrillero", empleándolo para denominar a los cubanos que se ponían al servicio de España.
216 GUSTAVO PLACER CERVERA

tarse a la caballería enemiga y perseguir a los insurrectos. El general Weyler


deseaba que la caballería española recuperara el porte de un ejército profe-
sional europeo. Por ello, ordenó la sustitución del machete empleado por los
jinetes por el sable de reglamento. Según él, el machete era un instrumento
de trabajo, dañaba la imagen de la tropa y no tenía la eficacia del sable.
El armamento del Ejército de Operaciones también experimentó algu-
nos cambios que trataban de aumentar su poder de fuego, alcance y efecti-
vidad. Se estableció para la infantería el uso del Maüser argentino (calibre
7,65 mm.) y del Maüser español (7 mm.).
Paulatinamente, las fuerzas navales españolas adquirieron una gran efecti-
vidad en las operaciones que se efectuaban en las zonas litorales. A la misión
tradicional de interceptar las expediciones cubanas, trasladar tropas y heridos
y vigilar la costa, Weyler agregó otras; entre ellas, la de realizar ataques a las
prefecturas de los insurrectos y a sus campamentos situados en zonas costeras.
Para lograr el objetivo propuesto -y con el cual se había comprometido
ante el gobierno- de terminar con la insurrección en dos años, el Capitán
General implantó una serie de medidas que tenían el propósito de privar a
los insurgentes de todo tipo de abastecimientos, recursos humanos e infor-
mación militar. En octubre de 1896 comenzaron a llevarse a cabo sus dis-
posiciones que establecían la reconcentración de los pobladores rurales en
pueblos y ciudades y quedó prohibida la extracción de víveres de los pobla-
dos y junto a ello se incrementó la defensa de los mismos. Las poblaciones
se convirtieron en bastiones inexpugnables para el ligero armamento de los
insurgentes independentistas.
El general Valeriano Weyler confiaba que, en pocos meses, todo aquel
conjunto de medidas surtiera efecto y se produjeran presentaciones masivas
de combatientes y colaboradores con la consiguiente desmoralización del
ejército libertador. A su vez -pensaba-, la capacidad ofensiva y la movilidad
de las unidades cubanas entraría en un indetenible proceso de deterioro.
En efecto, los bandos emitidos por el Capitán General influyeron nota-
blemente en el desarrollo de la lucha armada en el Occidente. La caballería
cubana comenzó a disminuir. La movilidad y el vigor de los combatientes
se afectó sensiblemente al descender el consumo de calorías y proteínas.
Enfermedades como la viruela, la fiebre amarilla y la propia desnutrición
incrementaron las bajas del Ejército Libertador.
Pero no por ello se dejó de combatir. En respuesta a los cambios introdu-
cidos en la situación, las fuerzas insurgentes que operaban en la región occi-
dental modificaron su accionar pasando de una ofensiva generalizada y sis-
temática a una defensa interrumpida por iniciativas ocasionales, con acciones
LAS CAMPAÑAS MILITARES DEL GENERAL VALERIANO WEYLER 217

de guerra de pequeñas y medianas proporciones. La defensa de las prefectu-


ras y hospitales marcaban la regularidad, mientras que las emboscadas, los
hostigamientos a las columnas y los tiroteos a poblaciones constituían la ten-
dencia predominante en las acciones bélicas emprendidas por las fuerzas
cubanas. Los éxitos más frecuentes obtenidos por los cubanos en este perío-
do lo fueron contra los destacamentos de voluntarios y guerrilleros.
De marzo a octubre de 1896 las fuerzas insurrectas cubanas habían con-
tinuado llevando la iniciativa en las acciones combativas en Occidente. Esta
situación, sin embargo, se modificó a principios de 1897, cuando el con-
junto de medidas establecidas por el general Valeriano Weyler entraron en
pleno funcionamiento.
Es en ese momento, cuando el mando cubano pasó a aplicar otra con-
cepción estratégica: la resistencia y el desgaste. Se recurrió como nunca
antes a sacar ventaja de las condiciones climatológicas y del terreno. Se
acudió al movimiento constante, al hostigamiento mediante pequeñas accio-
nes para obligar a las fuerzas españolas a moverse. Las largas marchas en
temporada de lluvias y las altas temperaturas agotaban a los soldados espa-
ñoles y las bajas por enfermedad se acrecentaron en el ejército hispano.

La lucha armada en el Departamento Occidental de Cuba desde febrero de


1896 hasta octubre de 1897
En el momento en que el general Valeriano Weyler asumió el mando del
ejército, el general Máximo Gómez con parte de la columna invasora se
encontraba llevando a cabo, en territorio de la provincia de La Habana, la
operación denominada de La Lanzadera causando grandes preocupaciones
al Estado Mayor del Ejército de Operaciones. La situación se tornó aún más
complicada cuando, procedente de Pinar del Río, entró en La Habana un
contingente de caballería al mando del general Antonio Maceo.
Los dos principales jefes de la insurrección se mantuvieron operando en
los territorios de las provincias de La Habana y Matanzas hasta que se deci-
dió que Maceo retornara a la provincia de Pinar del Río. Maceo explicaría
las razones -fundamentalmente políticas- de esa decisión:
Me he visto obligado a apelar a medidas extremas, por exigencias de
las circunstancias. Weyler, en su empeño de ganar gloria y estorbar el
reconocimiento de nuestra beligerancia, fue en sus declaraciones hasta
donde arrastraron sus deseos, y prometió zafra a los hacendados, elec-
ciones tranquilas al Gobierno, y al país y a la opinión la pacificación
218 GUSTAVO PLACER CERVERA

de Vuelta Abajo, y alguna otra provincia: todo ello para un día no leja-
no. Y como algunos hacendados mostraban una disposición de ánimo
favorable a las miras de aquel, y la opinión muchas veces se deja influir
por las gestiones de la intriga, tuve que invadir de nuevo esta provincia,
con bastante fortuna hasta hoy, y ordenar la destrucción de cuanto
puede ser fuente de recursos y punto de apoyo para nuestros enemigos.

La Guerra en Pinar del Río

Las características geográficas de la provincia de Pina del Río, -atra-


vesada de este a oeste por la cordillera de Guaniguanico-, le aseguraban al
general Maceo una prolongada estancia en condiciones más favorables que
en La Habana y Matanzas cuyo territorio es llano, con numerosos pueblos,
red ferroviaria, cercas de piedra y abundantes fincas. La lucha en Pinar del
Río se libraría en las montañas y Maceo estaba consciente de que él se había
convertido en el objetivo principal de Weyler que enviaría en su contra a
miles de hombres y gran parte de sus recursos bélicos. El lugarteniente
general del ejército libertador aceptó el desafío.

RELACIÓN DE LOS COMBATES REALIZADOS POR EL GENERAL ANTONIO


MACEO (enero- marzo 1896)

PROVINCIA MES DÍA ACCIONES COMBATIVAS

enero 1 Combate de El Estante


Matanzas
enero 4 Combate de Güira de Melena
La Habana
8 Combate de Garro

10 Combate de Cabañas
enero
17-19 Combate de las Parronas

Pinar del Río 26 Combate de Santa Lucía

1 Combate de Paso Real

febrero 5-6 Combate de Candelari

7 Combate de Río Hondo


LAS CAMPAÑAS MILITARES DEL GENERAL VALERIANO WEYLER 219

9 Combate de San Cristóbal


Pinar del Río febrero
11 Combate de Laborí

13 Combate de Güira de Melena

14 Combate de Guiracán

16 Combate de San Antonio de las Vegas

La Habana febrero 18 Combate de San Jaruco

19 Combate Moralitos

19 Combate de Catalina de Güines

20 Combate de Loma del Gato

25 Combate de La Perla
Matanzas febrero
26 Combate de Ibarra

28 Combate de Bainoa
febrero
29 Combate de Santa Cruz del Norte

La Habana 2 Combate de Nazareno

marzo 2 Combate de Río Bayamo

2 Combate de Dolores

6 Combate de Acana

Matanzas marzo 7 Combate de La Diana

8 Combate de Río Auras

11 Combate de Nueva Paz


La Habana marzo
13 Combate de Batabanó

(Fuente: Raúl Izquierdo Canosa: Cronología de los principales acontecimientos de la


Guerra de independencia de Cuba 1895-1898. Editora Verde Olivo, 1996, La Habana)

Desde el 15 de marzo de 1896 hasta semanas después de la muerte en


combate de Antonio Maceo, ocurrida el 7 de diciembre de ese año, la provin-
cia de Pinar del Río fue el centro de las operaciones militares. En la Sierra del
220 GUSTAVO PLACER CERVERA

Rosario se libraron importantes acciones de guerra. En el campamento de El


Rubí estableció Maceo su base de operaciones y zona de defensa escalonada.
RELACIÓN DE COMBATES REALIZADOS POR EL GENERAL ANTONIO MACEO
(marzo-diciembre 1896)

PROVINCIA MES DÍA ACCIONES COMBATIVAS

15 Combate de Neptuno
16 Combate de Galope
18 Combate de Laborí
marzo
18 Combate de Cayajabos
20 Combate de El Rubí
29 Combate de La Palma
9 Combate de San Claudio
14-16 Combates de Lomas de Tapia
abril
29 Combate de Las Pozas
30 Combate de Cacarajícara
1 Combate de Cacarajícara
5 Combate de Vega Morales
6 Combate de San Martín
mayo
22 Combate de Caiguanabo
Pinar del Río 23 Combate de Consolación del Sur
25 Combate de Descanso
11 Combate de Lomas de Tapia
junio 13 Combate de San Gabriel de Lombillo
19-24 Combate de Lomas de Tapia
julio 24 Combate de América
3 Combate de Bacunagua
agosto 16-18 Combate de Bacunagua
30 Combate de Trocha de Viñales
2 Combate de Diana
6 Combate de Los Arroyos
21 Combate de Montezuelo
sep.
23 Combate de Loma de China
27 Combate de Tumbas de Estorino
27 Combate de la Manaja
LAS CAMPAÑAS MILITARES DEL GENERAL VALERIANO WEYLER 221

3 Coombate de Isabel María


4 Combate de Ceja del Negro
oct. 8-9 Combate de Galalón
22 Bombardeo de Artemisa
Pinar del Río
24 Combate de Soroa
9 Combate de El Rosario
nov. 10 Combate de El Rubí
26 Combate de El Jobo
3 Combate Bejarano
La Habana dic.
7 Combate de Punta Brava

(Raúl Izquierdo Canosa: Cronología de los principales acontecimientos de


la guerra de independencia de Cuba 1895-1898)

En esta relación se incluyen combates de significativa importancia


como el ataque a La Palma, Lomas de Tapia, Cacarajícara, Consolación del
Sur y San Gabriel de Lombillo. Después se emprendería una arriesgada y
agotadora marcha hasta Cabo Corrientes, cerca del extremo occidental de la
provincia, con el objetivo de auxiliar y recoger a una importante expedición
al frente de la cual venía el general Juan Ríus Rivera.
El 23 de septiembre, desde los Remates de Guane, partió el convoy
compuesto por unos cuatro mil hombres. Al anochecer arribó a Montezue-
lo. El ejército español, que había recibido informaciones sobre la ubicación
del convoy, lo atacó. Esta acción de guerra fue desfavorable a las fuerzas
cubanas que tuvieron sesenta y ocho bajas y consumieron miles de cartu-
chos de guerra. Después le siguieron combates como Tumbas de Estorino,
Manaja, Ceja del Negro, Galalón y San Diego de los Baños tras los cuales
las fuerzas cubanas alcanzaron las montañas. En los meses de octubre y
noviembre de 1896 tienen lugar combates como El Roble, Valle de Tapia y
Loma de la Gobernadora que se corresponden con circunstancias generadas
por los preparativos del cruce por Maceo de la Trocha de Mariel a Majana
reclamado por el general Máximo Gómez debido a problemas de índole
política que se habían presentado en Camagüey.
La trascendencia y alcance de la lucha armada en Pinar del Río puede
apreciarse en toda su magnitud si la reconstruimos históricamente desde la
perspectiva del ejército español. Antes de que Maceo entrara en Pinar del
Río los efectivos españoles en dicha provincia -la más pequeña de Cuba-
eran seis/ocho batallones. El mando español incrementó allí su presencia
222 GUSTAVO PLACER CERVERA

militar hasta tener treinta y cinco/cuarenta batallones de Infantería, veinte


escuadrones de Caballería y un buen número de artilleros. Llegó a haber en
Pinar del Río un soldado español por cada tres habitantes.
Simultáneamente, cuando el general Maceo se internó en la provincia,
Weyler aceleró la construcción de la trocha de Mariel a Majana11. Poco des-
pués intentó limitar el radio de acción de las fuerzas cubanas a las monta-
ñas del este y centro de la región pinareña construyendo la Trocha de Viña-
les y la de Jaimiquí a Sitio Nuevo. En las lomas se instalaron heliógrafos y
se construyeron decenas de fuertes.
La medida de reconcentrar pacíficos se inició de forma activa por Pinar
del Río. Las tropas españolas recogieron todo el ganado vacuno y caballar,
así como el maíz y las viandas cosechadas. El ferrocarril del oeste, desde La
Habana hasta Pinar del Río, se convirtió en una vía de continuo traslado de
tropas, materiales de guerra y alimentos. En las zonas militares operaban
miles de soldados, guerrilleros y voluntarios. Las costas eran vigiladas por
cañoneros y por guarniciones, en puntos considerados claves para efectuar
desembarcos de expediciones.
En las condiciones mencionadas, Pinar del Río ocupó un lugar signifi-
cativo dentro del cuadro de acciones de guerra que se libraron desde febre-
ro de 1896 hasta octubre de 1897.
Las cifras de bajas españolas registradas en Pinar del Río en acciones de
guerra nos revelan las dimensiones de la lucha armada. Tomando como base
los informes de los jefes militares españoles en el período que va de abril de
1896 a marzo de 1897, hemos podido conocer que el Ejército de Operaciones
sufrió mil ciento ochenta y dos muertos y seis mil ciento ochenta y ocho heri-
dos en toda la Isla, de los cuales a Pinar del Río corresponden doscientos cinco
muertos (17,34 %) y mil cuatrocientos cincuenta y cuatro heridos (23,49%)12.
Las operaciones militares del ejército español contra las fuerzas del
general Maceo se caracterizaron por ser de medianas proporciones, de cons-
tante acometividad y en terrenos montañosos. Todo esto debe haber influi-
do en el número de bajas.

11 La trocha de Mariel a Majana tenía una longitud de treinta y cinco kilómetros de norte
a sur. Llegó a tener trece mil cuarenta y seis efectivos de infantería, caballería, artille-
ría e ingenieros.
12 No hemos tenido en cuenta las cifras estimadas que ofrecieron los cubanos acerca de
las bajas españolas por considerarlas subjetivas. Igual proceder hemos tenido respecto
a los estimados de bajas cubanas que aparecen en fuentes.
LAS CAMPAÑAS MILITARES DEL GENERAL VALERIANO WEYLER 223

La Guerra en las provincias de La Habana y Matanzas


Una visión integral de la guerra en la región occidental de Cuba requiere
analizar su comportamiento en las provincias de La Habana y Matanzas pues
ambas provincias formaban parte de la estrategia trazada por el general Wey-
ler en sus propósitos de terminar con la insurrección en el plazo de dos años.
Semanas después de la caída en combate del general Antonio Maceo, el
marqués de Tenerife, que había declarado pacificado Pinar del Río, trasladó
el grueso de las operaciones militares a ambas provincias, situación ésta que
duró hasta mayo de 1897 cuando la Campaña de la Reforma en Las Villas
pasó a convertirse en el centro principal de las preocupaciones estratégicas
del Gobernador y Capitán General debido a que allí se encontraba el Gene-
ral en Jefe del ejército libertador.
Las características tanto geográficas como político-económicas de las
provincias de La Habana y Matanzas imprimieron su sello a la actividad béli-
ca. Ambas provincias son llanas, productoras de azúcar, con mucha agricul-
tura comercial y gran cantidad de núcleos de población. En ellas, una cifra
elevada de acciones tuvieron como objetivos ingenios, ferrocarriles y pueblos.
En el período de febrero de 1896 hasta mayo de 1897 tuvieron lugar mil
ciento diecinueve acciones de guerra de diversa índole y magnitud en el territo-
rio de la provincia de La Habana y mil cincuenta y cinco en la de Matanzas. En
ese mismo período el ejército español sufrió ciento sesenta y cuatro muertos y
cuatrocientos once heridos en combate en la primera de esas provincias y ciento
setenta y siete muertos y novecientos treinta y siete heridos en la segunda.

La Campaña de la Reforma

La Campaña de la Reforma, en la región de Sancti Spíritus, se prolon-


gó casi por un año. En ella se pueden apreciar tres momentos: El primero
abarca desde el 27 de enero hasta mayo de 1897. Durante esos meses el
objetivo principal del general Máximo Gómez fue el de atraer la atención
de Weyler para que éste distrajera fuerzas de la región más occidental y se
aliviara así la presión que el ejército español estaba ejerciendo sobre las
fuerzas cubanas en esos territorios. El segundo momento, que se extiende
desde mayo hasta octubre, se caracterizó porque la campaña se desarrolló
en la temporada de lluvias. Este elemento, conjuntamente con los combates
y la continua movilidad de los cubanos,obligó al mando español a introdu-
cir modificaciones en la organización, distribución territorial y operaciones
de sus fuerzas militares. El tercer y último momento tuvo lugar después de
224 GUSTAVO PLACER CERVERA

ser sustituido el general Weyler por el general Ramón Blanco y Erenas y se


extendió desde octubre de 1897 a enero de 1898.
ACCIONES MILITARES, POR MESES, DE LOS AÑOS 1897 Y 1898 EN LOS
TERRITORIOS DE LOS DISTINTOS CUERPOS DEL EJÉRCITO LIBERTADOR

1897
CUERPOS
ene. feb. mar. abr. may. jun. jul. ago. sep. oct. nov. dic.
1er Cuerpo 8 17 18 6 6 13 4 10 7 4 1 3
2o Cuerpo 19 13 9 8 3 5 1 17 6 1 21 22
3er Cuerpo 10 6 6 13 7 8 15 61 1 8 6
4o Cuerpo 39 21 39 42 49 44 7 13 13 3 10 3
5o Cuerpo
6 8 6 8 3 3 4 2 1 2
I Div
5o Cuerpo
22 19 33 9 17 11 8 28 11 13 2 3
II Div
6o Cuerpo 8 11 10 9 21 24 6 10 12 15 20 33
SUMAN 112 95 121 95 106 105 44 143 52 36 63 72

CUERPOS 1898
SUMAN 97 SUMAN 98 TOTAL
ene. feb. mar. abr.
1er Cuerpo 21 20 26 15 97 82 179
2o Cuerpo 2 29 22 13 125 66 191
3er Cuerpo 6 12 4 8 141 30 171
4o Cuerpo 13 30 21 27 283 91 374
5o Cuerpo
1 4 2 43 7 50
I Div
5o Cuerpo 224
19 9 12 8 176 48
II Div
6o Cuerpo 24 19 2 16 179 61 240
SUMAN 86 123 87 89 1.044 385 1.429
(Fuente: Cronología de las acciones militares elaborada por los equipos pro-
vinciales de Historia y graficada por Manuel López Díaz del Instituto de
Historia de Cuba)
Durante el período de enero-octubre de 1897, Weyler dirigió unas fuer-
zas principales contra Gómez en el territorio del 4º Cuerpo. En estos meses
tuvieron lugar un total de novecientas nueve acciones militares correspon-
diendo doscientas setenta a Las Villas. En Pinar del Río, La Habana y
Matanzas, que teóricamente Weyler había dado por pacificadas, tienen lugar
en el período quinientas treinta y siete acciones militares. Obsérvese que
LAS CAMPAÑAS MILITARES DEL GENERAL VALERIANO WEYLER 225

dos tercios de las acciones son al oeste de la trocha de Júcaro a Morón.


Como podrá apreciarse, en el territorio del 4º Cuerpo tuvieron lugar en el
período de enero a abril de 1897, ciento cuarenta y una acciones militares y
ciento veintinueve de mayo a octubre del propio año.
Llama la atención el hecho de que en Pinar del Río, la primera provin-
cia que se declaró pacificada, en los diez meses posteriores a la muerte del
general Antonio Maceo, se produjeron ciento dieciséis acciones militares de
diversa índole y el ejército español mantenía allí dieciocho batallones.
El cuadro siguiente nos permite ver cómo se desarrolló cuantitativa y
cualitativamente la guerra en todo el país y cómo los insurrectos efectuaron
cambios en su estrategia y pasaron a la guerra de resistencia y desgaste.
COMPORTAMIENTOS DE LA LUCHA ARMADA Y TIPO DE ACCIONES DE
GUERRA (febrero de 1896 a octubre de 1897)
1896
Pueblos
Mes Ciudades Ferrocarril Fuertes Convoyes Ingenios Trochas Heliógrafos Maniguas
Feb. 11 9 - - - - - 62
Mar. 12 6 2 1 - - - 104
Abr. 13 2 2 1 11 10 3 201
May. 20 14 3 5 23 6 - 397
Jun. 5 5 3 6 14 - - 204
Jul. 13 6 6 - 24 - - 345
Agos. 30 24 13 - 14 2 - 286
Sep. 58 19 29 2 29 12 - 276
Oct. 26 18 20 12 16 - - 330
Nov. 39 29 14 - - - - 228
Dic. 31 15 - - - - - 310
Totales 258 147 92 30 131 30 3 2.743

1987
Ene. 6 5 8 6 8 - - 316
Feb. 11 13 4 3 8 2 - 322
Mar. 13 5 6 3 6 - - 308
Abr. 5 3 8 4 2 - - 310
May. 4 2 1 4 - - - 202
Jun. 6 - 2 - - - - 284
Jul. 2 2 2 1 - - - 193
Agos. 3 1 3 5 - - - 222
Sep. 5 1 5 2 - - - 224
Oct. - - 1 - - 2 - 297
Totales 55 32 40 28 24 4 - 2.678

(Fuentes: Valeriano Weyler y Nicolau: Mi mando en Cuba, Imprenta Litográfi-


ca y Casa Editorial de Felipe González Rojas, Madrid, 1910. Se han consultado
además, los números correspondientes desde febrero de 1896 hasta octubre de
1897 de las publicaciones siguientes: El Ejército, Gaceta de La Habana, Boletín
226 GUSTAVO PLACER CERVERA

del Ejército; y en el Archivo Nacional de Cuba (Fondos: Asuntos Políticos,


Máximo Gómez, Ejército Libertador y Donativos y Remisiones)

Podrá apreciarse el descenso en acciones de guerra relacionado con ata-


ques a pueblos y ciudades lo cual tiene su explicación en el sistema defen-
sivo concebido bajo el mando del general Valeriano Weyler, donde se con-
jugaban el incremento de las fortificaciones con el elevado número de
efectivos que las guarnecían, a lo que se debe añadir la carencia de cartu-
chos de guerra y de artillería que tenían los cubanos.
También decrecieron las acciones contra los ferrocarriles lo cual puede
atribuirse, por un lado, a la escasez de explosivos de los insurrectos y por
otro, a la construcción de fuertes, así como a las disposiciones de seguridad
tomadas por el mando español respecto a la red ferroviaria.
Las acciones de guerra agrupadas bajo el concepto de "manigua"
(emboscadas, tiroteos, acciones de hostigamiento, etc.) predominaron
numéricamente a partir de mayo de 1897. Ya por esa fecha se notaban los
efectos de la reconcentración: se había incrementado la escasez de alimen-
tos, medicinas, ropas, calzado y materiales de guerra.
Mientras esto ocurría en la región occidental del país, en Camagüey y en
Oriente las tropas insurrectas mantenían la iniciativa, limitaban las colum-
nas españolas a los poblados fuertemente fortificados, de donde podían salir
esporádicamente en convoyes.
Las reiteradas promesas del Capitán General y Gobernador de la isla de
Cuba de pacificar al país no se materializaban tras diecinueve meses de cam-
paña. En Occidente, por donde debía haber comenzado la pacificación, se
seguía combatiendo y no había podido pasar a la ofensiva en Oriente, pro-
vincia en la que los insurrectos controlaban grandes extensiones de territo-
rio. A ello se agregaba que su política de guerra de tierra arrasada y la recon-
centración eran censuradas cada vez con más firmeza tanto en España como
internacionalmente y en Cuba era apoyada casi exclusivamente por el Cuer-
po de Voluntarios. Estos y otros factores de carácter político se conjugaron
para que el general Valeriano Weyler fuera sustituido de su mando en Cuba.
Antes de concluir, debemos consignar que las cifras ofrecidas no pre-
tenden alcanzar la exactitud histórica absoluta sino que reflejan más bien la
tendencia del proceso bélico. La guerra irregular generaba la autonomía de
decenas de destacamentos que operaban en zonas muy apartadas y llevaban
a cabo acciones de guerra que muchas veces no se informaban. Además, las
fuentes disponibles hacen compleja y difícil la clasificación y tabulación de
la información.
LAS CAMPAÑAS MILITARES DEL GENERAL VALERIANO WEYLER 227

General Arsenio Martínez Campos. Retrato de Federico de Madrazo


228 GUSTAVO PLACER CERVERA

Antonio Cánovas del Castillo. Retrato de Casado del Alisal


LAS CAMPAÑAS MILITARES DEL GENERAL VALERIANO WEYLER 229

General Valeriano Weyler. Busto de Mariano Benlliure. Museo del Ejército.


230
GUSTAVO PLACER CERVERA

Reparto de raciones en la trocha de Júcaro a Morón


LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
EN SIRIA Y LÍBANO

Fernando CASTILLO CÁCERES


Profesor de Historia

ASTA hace poco tiempo, una serie de referencias geográficas y de

H ciudades de Oriente Próximo que se han hecho familiares por su


presencia en los medios de comunicación, como los Altos del
Golán, el río Littani, Sidón, Kuneitra o Beirut, estaban asociadas exclusiva-
mente a unos acontecimientos bélicos recientes como la Guerra de los Seis
Días, la Operación Paz en Galilea, es decir, la invasión israelí del Líbano,
o la Guerra del Yom Kippur. Sin embargo, tanto Siria como el Líbano fue-
ron el escenario de un episodio, corto aunque intenso, de la Segunda Gue-
rra Mundial que enfrentó a franceses de Vichy con británicos y franceses
libres, apenas conocido a pesar de su interés1.
En efecto, en la primavera de 1941 el Mediterráneo oriental2 no sólo dis-
taba de ser un teatro de operaciones secundario, sino que incluso podía con-
siderarse el centro neurálgico de un conflicto que ya había rebasado defini-
tivamente el marco europeo. Tras la conquista alemana de los Balcanes,
culminada con la espectacular operación aerotransportada sobre Creta, las
escasas fuerzas británicas de Oriente Medio, al mando del general Archibald
Wavell, tenían que hacer frente a un conjunto de amenazas y exigencias que
superaban los meros aspectos militares. En primer lugar estaba el Afrika

1A este respecto hay que señalar la práctica inexistencia de publicaciones en nuestro país
acerca de este capítulo del conflicto mundial.
2 A pesar de su antigüedad, el trabajo de Carlo FABIANI, La Segunda Guerra Mundial

en Africa. 1, De Malta a Madagascar, Barcelona 1974, sigue siendo utilísima aproxi-


mación al teatro de operaciones que nos ocupa.
232 FERNANDO CASTILLO CÁCERES

Korps del general Rommel el cual, unido a las fuerzas italianas y tras sitiar
Tobruk, avanzaba desde Libia hacia la frontera egipcia. Más al sur, en Abi-
sinia, aunque las tropas italianas del duque de Aosta se habían rendido a los
generales Platt y Cunningham, jefes de las fuerzas de Sudán y Kenia, res-
pectivamente, todavía continuaban la resistencia en varios núcleos.
En esta situación, para los británicos era necesario garantizar la seguri-
dad de la retaguardia y rematar la intervención en Iraq contra el gobierno de
Rachid Alí el Galieni, una plataforma de penetración germana en la zona y
un referente para el nacionalismo árabe, cada vez más inclinado hacia el
Eje3. Por otra parte, el sentimiento antibritánico era un hecho evidente no
sólo en Iraq o Irán, sino también en Egipto, donde el Partido Wasf veía con
satisfacción los progresos de Alemania. En Palestina, una región en la que
los choques entre árabes y judíos persistían entre otras razones debido al
estímulo que recibía de dirigentes de conocida inclinación progermana
como el Muftí de Jerusalén, Haj Amín el Hussein, y el jefe militar de ori-
gen sirio Fawzi al Kaujki4, el rechazo hacia los ingleses era especialmente
intenso. Todo ello exigía un despliegue de tropas encargadas de controlar
una región que era vital para los intereses de Gran Bretaña, pues si el canal
de Suez era un enlace esencial en el camino hacia la India, el petróleo que
llegaba al puerto de Haifa a través del oleoducto que partía de Mosul y Kir-
kuk resultaba imprescindible para la flota y las fuerzas británicas. A todo
ello habría que añadir que otro retroceso de Inglaterra en el Mediterráneo
probablemente supondría la entrada en la guerra de Turquía, España y Vichy
al lado del Eje, lo cual podría inclinar definitivamente el conflicto en con-
tra de Gran Bretaña5.

3 CASTILLO CÁCERES, Fernando, "La Segunda Guerra Mundial en Iraq" en Historia


16 nº 147, pp. 75-80.
4 Acerca del nacionalismo árabe en el contexto de la 2ª Guerra Mundial se puede con-
sultar entre varios títulos los siguientes trabajos: VALABREGA, Guido. La revolución
árabe, Barcelona, 1979. KHOURY, Philip S. Syria and the French mandate: the poli-
tics or Arab nationalism 1920-1945, New Jersey, 1989. MARTÍNEZ CARRERA,
JOSE U. El mundo árabe e Israel. Madrid, 1991. KIMCHE, J. El segundo despertar
árabe, Barcelona, 1971.
5 DAHMS, Gunther H. La Segunda Guerra Mundial. Barcelona, 1963, p. 134. Una idea
de la magnitud de las preocupaciones británicas la proporciona Ronald W. Zweig cuan-
do señala los planes de evacuación de Palestina de los civiles y militares británicos, ela-
borados en mayo de 1941 cuando la amenaza de un estallido de la zona y de una inter-
vención alemana parecía inminente. (Citado por WEINBERG, Gerhard L. Un mundo
en armas. La Segunda Guerra Mundial: una visión de conjunto, Barcelona, 1995,
p. 532, nota 178).
LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL EN SIRIA Y LÍBANO 233

En esta situación la intervención británica en Siria era una posibilidad


que no dejaba de contemplarse, sobre todo teniendo en cuenta dos elemen-
tos que se unían a la necesidad perentoria de mantener controlada la reta-
guardia de una región tan vital como la de Oriente Próximo6. En primer
lugar, estaba la presión del general De Gaulle a favor del ataque a las pose-
siones de Vichy en los territorios de Levante, una operación que el líder
francés comprendía que no podían emprender en solitario las Fuerzas Fran-
cesas Libres dada la debilidad de sus efectivos7. Además, el fracaso de la
operación de Dakar aconsejaba emprender operaciones de carácter lateral
bajo la dirección de Gran Bretaña, aunque la desconfianza hacia sus aliados
no abandonó nunca al general. Por otro lado, se encontraba el tradicional
interés de Winston Churchil8 hacia la zona del Mediterráneo y Oriente Pró-
ximo, demostrado desde sus años de Lord del Almirantazgo en 1915 cuan-
do impulsó la operación de Gallípoli y, posteriormente, reiterado en 1943
con ocasión de la Conferencia de Teherán en que preconizaría el asalto al
continente europeo por los Balcanes, zona a la que calificó como el vientre
blando de Europa. A este interés del premier hay que añadir los informes
del servicio secreto británico tendentes a insistir, si no a exagerar, el peligro
de la presencia alemana en Siria. A este respecto, la cuestión de la autori-
zación del gobierno de Pétain para el uso de las bases aéreas francesas en
Siria y Líbano por parte de Alemania se convirtió en el elemento central
para decidir la posible intervención británica. No es extraño, por tanto, que
tras los acuerdos adoptados después de la reunión de Berchtesgaden, cele-
brada en mayo de 1941 entre Hitler y el almirante François Darlan, jefe del
gobierno petanista -plasmados semanas después en la concesión para el uso
de los aeródromos situados en territorio sirio y libanés a favor de Alemania,
teóricamente sólo para ayudar al régimen de Rachid Alí en Iraq- contribu-
yera a decidir a Churchill, si es que necesitaba algún estímulo en este aspec-
to, en favor de una rápida intervención en Siria.

6 Para una aproximación a la situación británica en esta región que toma a Egipto como
centro, se puede consultar LUGOL, Jean, Egypt and Worl War II .The Anti-Axis Cam-
paigns in the Middle East, Cairo, 1945.
7 DE GAULLE, Charles. Memorias de guerra. El llamamiento (1940-1942). Barcelona,
1970, p. 188.
8 CHURCHILL, Winston. Memorias. La Segunda Guerra Mundial. Barcelona, 1985.
Tomo V, pp. 275-285. El relato del premier británico, uno de los prinicipales protago-
nistas de los acontecimientos, resulta especialmente útil como fuente de información
para todo lo relativo a Siria y Líbano.
234 FERNANDO CASTILLO CÁCERES

En toda esta cuestión resulta fundamental establecer en lo posible las


verdaderas dimensiones de la amenaza alemana en el Mediterráneo oriental
y Oriente Próximo para entender el conjunto de razones que impulsaron a
Churchill a ordenar la apertura de un nuevo frente en unos momentos deli-
cados. Ciertamente, tras el ataque germano a Creta en una audaz e inespe-
rada operación aerotransportada, parecía justificado el temor existente entre
los británicos a un nuevo ataque alemán en la zona al que podían servir de
apoyo la Francia de Vichy y sus bases aéreas de Levante. De acuerdo con el
presunto interés de Alemania por Oriente y su tendencia a aprovechar las
circunstancias favorables para su expansión con un mínimo de costos por el
área, se puede entender el razonamiento que sitúa a Siria como un lugar
esencial dentro de la política germana. En concreto, sus bases aéreas apare-
cían como una plataforma idónea para la llegada de los paracaidistas ale-
manes que, en una operación semejante a la de Creta, podrían establecer una
cabeza de puente previa a una invasión que desestabilizaría todo el disposi-
tivo británico en Oriente Medio9. Sin embargo, una vez que se comprobó
que Alemania tenía otros objetivos, como puso de manifiesto el ataque a la
Unión Soviética en junio de 1941, y teniendo en cuenta la debilidad tanto
de los efectivos enviados al norte de África en ayuda de los italianos como
de los destinados al apoyo de los nacionalistas iraquíes, donde la indecisión
destaca como característica dominante de la política alemana, resulta difícil
mantener la realidad del repetido peligro de penetración del Eje en el área.
Al contrario, casi cabe hablar antes de una actuación de compromiso, a
remolque ora de las circustancias ora de terceros, fueran éstos italianos o
nacionalistas iraquíes. Sin embargo, y como hemos señalado anteriormen-
te, no se puede negar la existencia de un activo nacionalismo árabe, de
intenso carácter antibritánico, deseoso de sacudirse el yugo colonial; ni tam-
poco la inquietud que causaba a los británicos la presencia en la zona de la
Francia de Vichy, muy inclinada hacia la órbita alemana. Tampoco puede
pasarse por alto la enorme importancia estratégica de la región o la etapa
militarmente expansiva jalonada de éxitos que atravesaba Alemania, para
entender los temores de Churchill y la decisión adoptada, aunque no com-
partida de forma unánime, de invadir Siria en junio de 1941.
Para finalizar este rápido panorama, no se puede olvidar un elemento
destacado por el propio Charles de Gaulle10 y recogido por numerosos auto-
9 En realidad, las elevadas pérdidas alemanas sufridas en la operación contra Creta habían
dejado prácticamente inoperantes a las fuerzas aerotransportadas germanas, las cuales
no volvieron a actuar como tal en toda la guerra. (WEINBERG. Op. cit. p. 246).
10 DE GAULLE. Op. cit. p, 190.
LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL EN SIRIA Y LÍBANO 235

res franceses como es la rivalidad colonial entre Francia y Gran Bretaña.


Ciertamente, y a la luz de lo sucedido, es inevitable pensar que los británi-
cos, en el contexto de su lucha contra el Eje, estaban aprovechando las cir-
cunstancias del conflicto para intentar sustituir la influencia francesa en el
Próximo Oriente.
En la primavera de 1941, las fuerzas francesas situadas en Siria y Líbano
a las órdenes del general Henri Dentz, un alsaciano nombrado por Pétain Alto
Comisario de los territorios de Levante, tenían órdenes terminantes del almi-
rante Darlan, jefe del gobierno de Vichy, de actuar vigorosamente para man-
tener alejados a los británicos y permanecer atentos a cualquier maniobra que
pudiera afectar a los intereses de Francia, incluidas las italo-
germanas. Las relaciones entre Gran Bretaña y Vichy en esta época se podí-
an calificar de prebélicas, pues a los numerosos incidentes navales11, prota-
gonizados por buques de ambos países, había que añadir los aéreos, especial-
mente importantes después del estallido del conflicto entre el gobierno iraquí
de Rachid Alí y Gran Bretaña. Incluso existió una fracasada intervención de
un comando de judíos de Palmah dirigidos por un oficial británico que pre-
tendían volar la refinería de petróleo del puerto libanés de Trípoli en mayo de
194112. Los acontecimientos de Iraq iban a afectar muy directamente a los
franceses e incluso a determinar en parte los sucesos posteriores. En primer
lugar, hay que destacar la presión de Alemania que, tras la citada entrevista de
Berchtesgaden entre Hitler y Darlan, obtuvo de Francia una serie de conce-
siones militares entre las que se encuentran la autorización del uso de los aeró-
dromos de Siria por la Luftwaffe, así como la entrega de material militar fran-
cés afectado por el armisticio de 1940 al gobierno iraquí de Rachid Alí. No
obstante, todavía existían ciertas distancias entre Francia y Alemania pues, a
pesar del bombardeo británico de los aeródromos de Palmira y Alepo, Darlan
declinó el ofrecimiento germano de prestar su aviación para defender el terri-
torio francés amenazado, una posibilidad que contaba con el apoyo del gene-
ral Dentz. Esta negativa obedecía tanto al deseo de Vichy de no provocar a los
británicos y de no contribuir a fortalecer las posiciones de los gaullistas, como
a la voluntad de mantener distancias con Alemania y conservar el apoyo de los
Estados Unidos, cuyos envíos de material y alimentos resultaban fundamenta-
les para el gobierno del mariscal Pétain.

11 PAXTON, Robert O. La Francia de Vichy. 1940-1944. Barcelona, 1974, p. 99.


12 LE MIRE, Henri.Tsahal. Histoire de l’armée d’Israel. París, 1987, p.22.
236 FERNANDO CASTILLO CÁCERES

Si a los ojos de los británicos no quedaban dudas sobre cual sería la reac-
ción de Vichy en caso de la presencia de los paracaidistas alemanes en Siria,
y por lo tanto de la necesidad de intervenir en la zona, a los franceses libres
les parecía igualmente conveniente proceder a un ataque en Oriente Medio
debido a la necesidad que tenían de contar con territorios que les permitiera
dotarse de entidad política. Ésta sería una de las pocas ocasiones en que dos
personalidades a menudo tan enfrentadas como Churchill y De Gaulle, iban
a coincidir a pesar de la desconfianza mutua. La idea de atacar los intereses
de Vichy en Levante aparece ya en septiembre de 1940 cuando Churchill y
el general Catroux comenzaron a estudiar la viabilidad de las operaciones13.
Por el contrario, la firmeza del primer ministro encontraba un menor eco
entre quienes tenían la responsabilidad de ejecutar el ataque. Así, el general
Archibald Wavell se oponía a la apertura de un nuevo frente que contribui-
ría a dispersar unas fuerzas que en esos momentos tenían que hacer frente
a numerosos compromisos, expresando sus reticencias a Churchill por el
proyecto y por lo que consideraba una intromisión de De Gaulle en los asun-
tos del Próximo Oriente14. El general inglés se inclinaba antes por solucio-
nes de tipo político para evitar la presencia de Alemania en Siria que por una
intervención militar, para la cual tenía que retirar tropas de África o emplear
exclusivamente franceses libres dados los compromisos que en mayo de
1941 tenían los británicos en Creta, Iraq y Egipto. Paradójicamente y, a
pesar de su escaso aprecio por los efectivos gaullistas15, las quejas de Wavell
encontraban en De Gaulle mayor comprensión, pues éste en sus memorias
expresa su admiración hacia el general británico, mostrándose comprensivo
ante los muchos retos que tenía que afrontar16. La contestación de Churchill
a los comunicados de Wavell no dejaron lugar a dudas, pues desoyendo sus
quejas, le ordenó improvisar la mayor fuerza posible sin que resultase per-
judicada la seguridad de las posiciones en el desierto libio. Sin duda, el
empeoramiento de la situación de los británicos en Creta y la previsible eva-
cuación de la isla, aligeraba las obligaciones militares de Wavell quien, des-
pués de un amago de división, siguió las instrucciones del primer ministro.

13 LACOUTURE, Jean, De Gaulle. Barcelona, 1985, p. 80.


14 Las memorias de Churchill son muy expresivas respecto de las reticencias de Wavell
hacia la intervención y de las diferencias mantenidas entre ambos en relación con el
asunto. (Vid. CHURCHIL. Op cit. p. 277).
15 Ni Churchill ni Wavell contemplaron en ningún momento otorgar un papel relevante a las
fuerzas de De Gaulle, hacia las que no mostraban ninguna confianza (IBIDEM, p. 276).
16 DE GAULLE. Op. cit. p.185.
LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL EN SIRIA Y LÍBANO 237

A finales de mayo el general inglés remitió el plan de la denominada Ope-


ración Exportador, nombre clave de la invasión de Siria y Líbano, para la
cual se emplearía un conjunto de fuerzas heterogéneas procedentes de dis-
tintos lugares, reunidas para la ocasión. Acto seguido Churchill, al tiempo
que presionaba para que los refuerzos franceses no encontraran facilidades
en territorio turco, ofreció a Turquía colaborar en el ataque a Siria, una pro-
puesta que fue rechazada por el gobierno de Ankara17.
El primer ministro inglés también se mostró preocupado por la posible
reacción adversa de la opinión pública norteamericana ante lo que podía
parecer un conflicto entre potencias coloniales, por lo que comunicó a Roo-
sevelt la intención de proceder al ataque contra el territorio francés. El argu-
mento esgrimido por el gobierno británico para justificar su intervención
era la presencia de unidades alemanas en suelo francés, así como la pérdi-
da de legitimidad de Vichy como mandatario en la zona al abandonar la
Sociedad de Naciones18. En este contexto previo a las operaciones hay que
incluir la presión ejercida por Gran Bretaña, que desde 193919 perseguía un
acercamiento al nacionalismo árabe con la intención de evitar su despla-
zamiento hacia Alemania, para arrancar a De Gaulle unos días antes de la
invasión la promesa de conceder la independencia a Siria y Líbano nada
más producirse su liberación. Esta maniobra, aparentemente descoloniza-
dora, permitía a los ingleses efectuar a un mismo tiempo un acercamiento a
los árabes así como desplazar a Francia del Próximo Oriente y sustituir su
influencia por la de Gran Bretaña.
De acuerdo con lo establecido en el plan de operaciones elaborado por
Wavell, el ataque se realizaría desde Palestina y Transjordania hacia el
norte, siguiendo tres ejes de penetración20:
- El primero de ellos discurría paralelo a la costa en dirección a Beirut,
vía Tiro y Sidón, y estaba a cargo de las fuerzas al mando del general John
D. Lavarack, constituidas por la 7ª División australiana incrementada con
dos batallones de la 6ª División de la misma nacionalidad, pero con una bri-
gada menos estacionada en Tobruk.

17 CALVOCORESSI, Peter y WUNT, Guy. Guerra Total. La Segunda Guerra Mundial en


Occidente. Madrid, 1979, p. 184.
18 REVERTE, Manuel. De Dantzig a Smolensko. Madrid, 1941, p. 358.
19 CALVOCORESSI-WUNT. Op. cit., p. 181 y ss.
20 Para el desarrollo de las operaciones y como fuente esencial de información acerca de
la campaña es fundamental, a pesar de su escasa extensión, el trabajo de John LAFFIN,
"Siria 1941" en Connaissance de l’Histoire, nº 46, 1982, un autor especialista tanto en
historia militar como en los acontecimientos de la zona de Oriente Medio.
238 FERNANDO CASTILLO CÁCERES

- La segunda vía de ataque tenía como objetivo Damasco siguiendo la ruta


del ferrocarril que partía desde Amman y estaba encomendada al general
William L. Lloyd. Éste contaba con la 5ª Brigada india -procedente de Eritrea,
donde había combatido contra los italianos-, reforzada con un batallón de fusi-
leros reales y otros dos pertenecientes a la 1ª División de Caballería británica,
así como con las Fuerzas Francesas Libres -formadas por tres batallones, una
batería y una compañía de carros, así como unos cuantos aparatos- al mando
del general Le Gentilhomme, quien a su vez dependía del general Catroux21.
- Por último, existía una tercera ruta de ataque central que, partiendo del
lago Tiberiades, se dirigía hacia el norte a través de un terreno montañoso
en un movimiento doble dirigido a cubrir los flancos de las dos columnas
laterales y a colaborar en el avance sobre Beirut y Damasco, respecti-
vamente. Este eje de ataque, que se desarrollaba en el medio geográfico más
adverso y en la zona que más resistencia iba a ofrecer al avance británico,
era también competencia del general Lavarack , quien tenía que dividir sus
fuerzas para atender a las dos vías de avance encomendadas. A estas fuer-
zas había que añadir unas escuetas unidades de voluntarios judíos de la
Haganah, cuatro regimientos de Artillería australianos y uno británico,
setenta aviones de la RAF, Hurricanes y Gladiator en su mayoría22, y tan
sólo nueve carros que distaban de ser los últimos modelos de Matilda o
Crusader. La Royal Navy estaba presente con dos cruceros y diez destruc-
tores. El mando supremo de las fuerzas de tierra recayó en el general britá-
nico Henry Maitland Wilson. Para finalizar, hay que señalar que Wavell
insistía en su plan en la necesidad de emplear medidas políticas pues en el
fondo confiaba en que las tropas francesas presentasen poca resistencia e
incluso, si llegaban a intervenir los alemanes, se confiaba en que se unieran
a los invasores. En suma, el objetivo era evitar el combate en la medida de
lo posible, emplear todos los medios de propaganda disponible, y confiar en
que el despliegue de fuerzas inclinase a la población local y a la guarnición
francesa a favor de los británicos.
Sin embargo, el general inglés erraba en sus cálculos, pues las tropas
francesas destacadas en Siria y Líbano estaban determinadas a obedecer las
órdenes recibidas y resistir cualquier ataque británico. Lo ocurrido en Mers
21 Acerca de la actuación de la aviación gaullista en la zona, se puede consultar a modo
de introducción el artículo de P. FACON, "Les Forces aériennes françaises au Moyen-
Orient. 1940-1942", Connaissance de l’ Histoire. nº 53, 1983, pp. 6-10.
22 Sobre la actuación de la aviación británica en la zona está la obra de la época, de la
que es autor Philip GUEDALLA, Oriente Medio 1940-1942. Un estudio sobre la gue-
rra en el aire. Barcelona, 1945.
LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL EN SIRIA Y LÍBANO 239

el Kebir y Dakar, junto a los repetidos ataques sufridos por los barcos y
aviones franceses ayudan a explicar el rechazo hacia británicos y gaullistas
y la simpatía existente hacia Alemania entre los partidarios de Petain. Las
fuerzas del gobierno de Vichy situadas en los territorios de Levante estaban
al mando del general Henri Dentz, quien contaba con alrededor de treinta
mil hombres repartidos en dieciocho batallones de fuerzas regulares france-
sas, Legión Extranjera, senegaleses, spahis argelinos y tropas locales. A
estas unidades había que añadir ciento cincuenta vehículos blindados, de los
cuales noventa eran carros de combate, en su mayor parte Renault 35, y una
numerosa artillería que contribuyó en gran parte a retrasar el avance britá-
nico. Especialmente eficaz resultó la aviación de Vichy, compuesta por más
de noventa aparatos entre los que destacaban los modernos Morane-Saul-
nier y los Dewoitine D-520, que disputaron con éxito a la RAF el dominio
del aire durante las primeras semanas de la guerra. Conviene recordar que
este conjunto nada desdeñable de fuerzas aguerridas y expertas debía
desempeñar una labor defensiva, a la que colaboraba una geografía desfa-
vorable para los movimientos, especialmente en el interior, así como unas
vías de comunicación casi inexistentes y unos puntos fortificados que favo-
recían la resistencia. La eficacia de esta estrategia defensiva, que sin duda
fue uno de los condicionantes de la campaña, demostró que las fuerzas de
Vichy tenían unas cualidades indudables para este tipo de guerra, las cuales
fueron reconocidas incluso por los británicos23.
En la víspera del 8 de junio de 1941 en que se produjo el ataque, dos uni-
dades de comandos compuestas por judíos y británicos intentaron tomar dos
puentes que habían de facilitar el avance de los australianos de Lavarack. El
primero de ellos, al mando de Yigall Allon, alcanzó su objetivo sin tropiezo
alguno. Por el contrario, la otra unidad, dirigida por Moshe Dayan, fracasó
en el intento perdiendo su jefe un ojo de resultas de las heridas recibidas24.
Al día siguiente se produjo el triple ataque británico desde el sur acompaña-
do de bombardeos de la RAF sobre los aeródromos sirios y libaneses. La res-
puesta de Dentz fue aprestarse a la defensa de sus posiciones y evacuar a los
alemanes que estaban como consejeros en el territorio francés para evitar lo
que podía considerarse una provocación. En los primeros días el avance de

23 A este respecto resulta ilustrativo un informe australiano sobre la campaña de Siria que
comentaba: "Los franceses de Vichy, en esta campaña, mostraron cualidades combati-
vas en la defensa que hacen difícil de comprender la facilidad con que fueron derro-
tados en su propio país" (WEINBERG. Op. cit., p. 532, nota 179).
24 LE MIRE. Op. cit. p 22.
240 FERNANDO CASTILLO CÁCERES

los australianos de la 7ª División fue relativamente rápido, ocupando Tiro y


llegando a las orillas del río Littani sin excesiva dificultad. No obstante, una
audaz acción de comandos ingleses al mando del mayor Geoffrey Keyes,
quien más tarde moriría en un ataque contra el cuartel general de Rommel,
que tenía como objetivo un puente que permitiera vadear el río, fracasó. Al
mismo tiempo, cerca de la desembocadura del río Littani se libraban inten-
sos combates aéreos y navales en los que los destructores ingleses Isis e Ilex
fueron alcanzados por aviones de Vichy, mientras que los Swordfish británi-
cos con base en Chipre hundían al destructor francés Le Chevalier. Poco des-
pués, las fuerzas del general Lavarack consiguieron vadear el Littani y alcan-
zar Sidón, aunque con más pérdidas de las previstas.
Más sencillo resultó el avance de las fuerza del general Lloyd hacia
Damasco a través de las pistas del desierto, pues sus hindúes y franceses
libres apenas encontraron dificultades hasta las cercanías de la capital siria,
si se exceptúan las derivadas de las malas comunicaciones y de los ataques
aéreos. Como se esperaba, el avance de la columna central a través de los
Altos del Golán en dirección por un lado a Kuneitra y por otro a Merdja-
joun, en territorio druso, fue más lento y dificultoso, pues a los problemas
derivados de la orografía se añadió una feroz resistencia favorecida por el
terreno. Paralelamente, el gobierno de Pétain enviaba una nota de protesta
a Londres por medio de su embajador en Madrid, quien contestó que se
debía dejar paso libre a las tropas británicas con el objeto de garantizar su
seguridad. Naturalmente, la propuesta fue rechazada25.
Pasada la primera semana del conflicto, el general Dentz se percató de
la debilidad de las fuerzas atacantes y decidió pasar a la ofensiva en los sec-
tores central y costero en los que, casualmente, no había tropas gaullistas.
Así, el 13 de junio los franceses lanzaron un contraataque en el que emple-
aron la mayor parte de sus carros de combate contra los australianos, en las
cercanías de Sidón, para aliviar la situación de la ciudad. A pesar de los
medios empleados y la energía del ataque, la maniobra fracasó resultando
destruidas la mayor parte de las fuerzas de Vichy debido al fuego de la arti-
llería, lo que permitió que los australianos del general Stevens ocuparan
Sidón el día 15. Al mismo tiempo, las fuerzas francesas situadas en Merdja-
joun resistían los ataques australianos, mientras que en el sector de Kuneitra
un contraataque de la Legión Extranjera aniquiló un batallón británico, aun-
que no se pudo evitar que unos días más tarde la ciudad fuera ocupada por
los británicos, quedando de esta forma abierto el camino hacia Damasco.

25 REVERTE. Op. cit. p 36.


LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL EN SIRIA Y LÍBANO 241

A mediados del mes de julio, por lo tanto, el frente se había estabiliza-


do en la línea Sidón-Merdjajoun-Damasco, quedando detenido el avance
británico. Wavell comprendía que si se quería terminar rápidamente la cam-
paña era necesario emplear nuevas tropas que desequilibraran la situación,
pero también era consciente de la difícil situación por la que atravesaba dado
que, el mismo día 15 de junio no sólo se conoció la firma de un pacto de
amistad entre Alemania y Turquía26, sino que también llegó la noticia de la
derrota de las fuerzas británicas en el paso de Halfaya a manos del Afrika
Korps, lo que suponía el fracaso de la operación emprendida por los britá-
nicos para levantar el cerco de Tobruk. Sin embargo, y probablemente debi-
do a la presión de Churchill, Wavell decidió mandar refuerzos al teatro de
operaciones sirio-libanés, al tiempo que procedió a renovar el mando de las
tropas. En concreto, envió dos brigadas pertenecientes a la 6ª División bri-
tánica y encomendó la dirección de las operaciones al general Lavarack,
relevando al general Wilson quien, situado en Jerusalén lejos de las opera-
ciones y con obligaciones políticas y administrativas, no era capaz de apre-
ciar la situación. Pero la decisión fundamental y la que a la postre decidió en
gran parte el resultado de la campaña fue la creación de la Habforce y su
empleo en la apertura de un nuevo frente en el este de Siria o, lo que es lo
mismo, en la retaguardia del dispositivo francés. Para ello, Wavell reunió en
Iraq una columna formada, a partir de la 1ª División de Caballería que había
participado en la toma de Bagdad, por los regimientos de Caballería de
Wiltshire y Warwickshire, el regimiento de Essex y la Legión Árabe del
mayor John Bagot Glubb, futuro Glubb Pachá cuando al finalizar el con-
flicto pasó al servicio de la monarquía hachemita, así como dos baterías de
artillería y nueve vehículos blindados ligeros de la RAF. Estas fuerzas, cono-
cidas con el nombre de Habforce, quedaron listas para intervenir en Siria.
Mientras tanto, el ataque británico se había reanudado en el sector cen-
tral, donde se decidió intentar esquivar por el sur el saliente Merdjajoun,
que resultaba imposible de tomar debido a la resistencia francesa, para diri-

26 La firma por Von Papen de un pacto de amistad y de un acuerdo comercial con el


gobierno turco de Ismet Inönu, supuso un acercamiento a Alemania a pesar de que Tur-
quía no denunció sus tratados con Inglaterra (IBIDEM, p.36). Esta aproximación de
Ankara a Berlín se explica si tenemos en cuenta la promesa alemana de ceder a los tur-
cos el norte de Siria, una zona que, según recoge Weinberg, planearon ocupar en las
últimas semanas de lucha (WEINBERG. Op. cit., p. 532, nota 180).
242 FERNANDO CASTILLO CÁCERES

girse hacia Djezzin. En este lugar se libraron intensos combates que permi-
tieron a los australianos ocupar la ciudad. La respuesta francesa vino por el
aire ya que la aviación de Vichy, que todavía disputaba con éxito el domi-
nio del aire a la RAF, llevó a cabo un severo bombardeo de la ciudad que
causó importantes pérdidas a los atacantes. Poco después, Lavarack, nuevo
comandante en jefe, decidió romper el equilibrio en el que amenazaba
estancarse la campaña ordenando al general Lloyd lanzar un ataque contra
Mezze, un lugar clave para la conquista de Damasco. En este lugar, las fuer-
zas de Vichy resistían con éxito desde casi el comienzo de las hostilidades,
al igual que Fort Goybet, una posición guarnecida por la Legión Extranjera
que garantizaba la apertura de la carretera que unía Beirut con la capital
siria. Tanto a franceses como a británicos no se les escapaba la importancia
de esta vía de comunicación, pues por ella tendrían que venir los refuerzos
que el general Dentz se apresuraba a enviar en socorro de Damasco. La
audaz iniciativa de una compañía australiana y otra de franceses libres, que
logró cortar con una barricada tanto la carretera como la vía férrea y resis-
tir el contraataque de Vichy, precipitó los acontecimientos. Primero cayó
Fort Goybet y poco después, tras unos duros combates que se saldaron con
el aniquilamiento de dos batallones hindúes, Mezze se rindió a los británi-
cos. De esta forma, imposibilitado de recibir ayuda desde Beirut, Damasco
quedaba aislado por lo que, el 21 de junio, entraba en la capital siria el bata-
llón australiano del teniente coronel Blackburn. Una vez más la respuesta
de los franceses fue encomendada a la aviación. Aprovechando su moderno
material y que aún disputaba a la RAF el dominio del aire, los aparatos de
Vichy bombardearon Damasco el 22 de junio, una acción que apenas causó
daños ni prácticamente tuvo trascendencia, pues coincidió con el ataque ale-
mán a la Unión Soviética.
Aunque la caída de la capital siria suponía un indudable éxito británico
y el logro de uno de los objetivos previstos en la campaña, todavía las fuer-
zas de Vichy permanecían firmemente asentadas en la mayor parte del terri-
torio. Para Wavell y el propio Churchill era evidente la necesidad de dese-
quilibrar la situación, por lo que el mismo 21 de junio se ordenó que la
Habforce, partiendo de sus bases en Iraq, atacara a los franceses en una
doble dirección. Por un lado, debía avanzar siguiendo la línea del oleoducto
que, vía Palmira y Homs, finalizaba en Trípoli; mientras que, por otro lado,
tendría que remontar el curso del río Éufrates hacia el norte, en dirección a
Alepo y la frontera turca. En esta última línea el avance se desarrolló sin
excesivos problemas, excepto los derivados de las malas comunicaciones y
de las dificultades logísticas. No ocurrió lo mismo en el sur, pues si hasta
LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL EN SIRIA Y LÍBANO 243

Palmira la Habforce apenas había tenido dificultades, en la que fue ciudad


helenístico-romana y capital de un efímero reino en el siglo III dC., dos
compañías de la Legión Extranjera que guarnecía su fuerte consiguieron fre-
nar durante doce día a los británicos. Esta firme resistencia que, sin duda,
disminuyó el efecto provocado por el ataque de la Habforce y permitió que
la resistencia del general Dentz se prolongase, obligó unos días más tarde a
llevar a cabo una maniobra de flanqueo encomendada a la Legión Árabe27.
En efecto, con el fin de superar el estancamiento de la columna y asegurar
sus vías de comunicación con Iraq, las tropas de Bagot Glubb se dirigieron
contra Saba Beyar y Sukhane, dos lugares situados en pleno desierto al norte
y sur de Palmira respectivamente, ocupándolos sin problemas.
Mientras se desarrollaban estos acontecimientos en el nuevo teatro de
operaciones, los combates más intensos se producían en el centro del Líba-
no, en el sector de Merdjajoun, donde la eficacia de la táctica defensiva de
las fuerzas de Vichy, siendo notable en toda la campaña, alcanzó sus máxi-
mos niveles. Aquí, el ataque lanzado el mismo día 21 de junio por la 7ª Divi-
sión australiana se encontró con la ya tradicional firmeza de las fuerzas fran-
cesas, bien atrincheradas en lugares estratégicos como Fort Khiam, junto a
Merdjajoun. Probablemente los combates más violentos de la campaña se
desarrollaron en esta zona durante la última semana de junio, cuando al fra-
casar el ataque australiano, los franceses respondieron con un enérgico con-
traataque que puso en peligro todo el dispositivo británico, llegando a ame-
nazar el norte de Palestina. En este caso, la firmeza de la 7ª División junto
con la progresiva hegemonía de la RAF permitieron a los británicos, no sin
sufrir importantes pérdidas, detener a los de Vichy y continuar la presión
sobre Merdjajoun. Por fin, el 29 de junio, tras un fuerte bombardeo, los aus-
tralianos logran tomar la ciudad con un ataque frontal. Tras la corrección del
frente, nuevamente estabilizado por Dentz, el próximo objetivo de los ata-
cantes era obviamente Mazraat-ech-Chouf, antesala de Beirut.
A pesar de que las fuerzas de Vichy retrocedían ordenadamente causan-
do grandes pérdidas a los británicos y consiguiendo mantener sus líneas, la
realidad se imponía. Al contrario que Wavell, quien a pesar de todas sus
carencias y sus numerosos compromisos pudo enviar refuerzos y renovar
sus fuerzas, Dentz contemplaba cómo transcurrían las semanas y no llega-
ban fuerzas de refresco. Ni el gobierno de Vichy, ni los alemanes, antes

27 No debió ser una tarea muy satisfactoria para el mayor Glubb, pues en sus memorias
apenas alude a su intervención contra los franceses. (BAGOT GLUBB, John. Un sol-
dado con los árabes. Madrid, 1959. pp. 47-49).
244 FERNANDO CASTILLO CÁCERES

recelosos a intervenir y ahora ocupados con sus nuevos compromisos en


Rusia, parecían interesarse por el Levante francés, dejando abandonadas a
unas tropas que hasta estos momentos estaban resistiendo con éxito el ata-
que británico. Si en las primeras semanas del conflicto las fuerzas de Vichy
eran comparables, si no superiores, en cantidad y calidad a las atacantes, el
desgaste sufrido por los duros combates y la llegada de nuevas unidades bri-
tánicas colocaron al ejército francés en una situación de creciente inferiori-
dad cuya primera manifestación fue la pérdida del dominio aéreo. Este
panorama era evidente a medida que pasaba el tiempo, el cual transcurría a
favor de los británicos, a pesar de las dificultades crecientes con que se
encontraban en el norte de África ante el avance italo-germano. Precisa-
mente, el fracaso de la operación encaminada a frenar el avance del Afrika
Korps y socorrer Tobruk fue el causante de que el general Archibald Wavell,
quien -parafraseando a Churchill, con el que frecuentemente disentía- tan-
tas obligaciones y retos tuvo y a los que tan hábilmente supo hacer frente,
no pudiera ver el fin de la campaña sirio-libanesa al ser destituido por el
premier inglés. En su lugar fue nombado el general Auchinleck, el 1 de
julio, quien tampoco tuvo mucho éxito en la misión de detener al Afrika
Korps. Nada afectó el nuevo nombramiento a los sucesos de Oriente Próxi-
mo, pues sin novedad alguna continuó el ataque británico contra unas fuer-
zas que ya acusaban el desgaste de los combates de las anteriores semanas.
Tras una corta pausa, los enfrentamientos se reanudaron inmedia-
tamente en todos los frentes, pues los británicos tenían necesidad de acabar
cuanto antes con una campaña que no sólo se alargaba más allá de lo pre-
visto, sino que la presión alemana en el norte de África exigía todas las fuer-
zas disponibles. Así, el 3 de julio, la Habforce logró tomar Palmira con lo
que quedaba expedito el camino hacia el norte del Líbano, y el 8 de julio la
7ª División australiana volvía a atacar en la costa, en dirección a Damur.
Paralelamente, el mismo día se inició en el sector central el ataque contra
Mazraat. A nadie se le escapaba que era la embestida final contra las fuer-
zas de Vichy. En los primeros momentos parecía que se iba a repetir lo suce-
dido anteriormente dada la eficaz resistencia francesa, pero en tan sólo dos
días el frente francés se hundió. El 10 de julio, mientras Habforce avanzaba
sin apenas encontrar resistencia en dirección a Homs, Damur y Mazraat,
cayeron en manos australianas, quedando Beirut a su alcance sin obstáculo
alguno.
Dos días después sucedió aquello por lo que Wavell suspiraba antes de
iniciar las operaciones: el general Dentz, después de haber internado en Tur-
quía sus barcos y parte de los aviones que no pudieron ser enviados a Arge-
LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL EN SIRIA Y LÍBANO 245

lia y haber mantenido cinco semanas de duros combates, se rendía al gene-


ral Lavarack. El día 14 de julio se formalizó la rendición con la firma de los
Acuerdos de San Juan de Acre por parte del general Wilson y del general
Veirdilhac, representando a los británicos y Vichy, respectivamente. Quedó
al margen de los acuerdos el general George Catroux, representante de la
Francia Libre en Oriente Medio, lo cual revelaba la escasa atención que
merecían los gaullistas a Churchill y su intención de que Gran Bretaña sus-
tituyera a Francia en los territorios de Levante como potencia mandataria,
aprovechando la promesa de independencia realizada por los gaullistas
sirios y libaneses en el momento de su liberación. La inevitable tensión que
generó este gesto se tradujo en una firme actitud por parte de De Gaulle,
quien no sin esfuerzos, logró el reconocimiento de heredero y depositario
de los derechos de Francia en la zona, lo cual suponía un importante triun-
fo político.
La campaña sirio-libanesa se incluye dentro del marco general de la
política británica de Oriente Medio en 1941, destinada esencialmente a
mantener el control de una zona considerada vital debido a sus recursos
petrolíferos, a su condición de etapa en el camino hacia la India, así como
al intento de penetrar en un área de dominio francés. No obstante, es tam-
bién la expresión de la importancia concedida por Churchill al imperio y de
su firme voluntad de mantener el área bajo control, pues las operaciones se
emprendieron en unos momentos especialmente difíciles para Inglaterra,
con tropas heterogéneas procedentes de otros frentes y contra toda pruden-
cia militar, arrostrando la oposición de parte del Estado Mayor. Asimismo,
la ocupación de Siria y Líbano, junto con la de Iraq, puede entenderse como
la respuesta de Gran Bretaña a la caída de los Balcanes, al tiempo que como
una maniobra encaminada a restablecer el prestigio de Inglaterra entre los
árabes, bastante maltrecho tras las derrotas sufridas. Ciertamente, con el
ataque contra las posesiones de la Francia de Vichy, los británicos consi-
guieron asegurar todo el Próximo Oriente, pudiendo a partir de ahora con-
centrar prácticamente todos sus efectivos en el norte de África. Esta inicia-
tiva se revelará fundamental cuando en 1942 la amenza japonesa en Asia
plantee nuevas exigencias a Gran Bretaña, a las que pudo hacer frente con
la seguridad de mantener controlado todo el área comprendida entre el
Mediterráneo y la India. En concreto, una de las primeras repercusiones del
ataque japonés fue la llamada a las tropas hindúes, australianas y neozelan-
desas para defender sus respectivos países, lo cual suponía para Londres
trasladar unas fuerzas que hasta ese momento habían resultado vitales.
246 FERNANDO CASTILLO CÁCERES

En lo que a Alemania respecta, su pasividad contrasta con la aludida fir-


meza británica. Esta actitud sin duda respondía tanto a su escaso interés por
la región, sobre todo si las dificultades que se presentaban a su penetración
eran grandes, como a las distancias mantenidas por Vichy ante los ofreci-
mientos germanos. Probablemente, el carácter colonial que emanaba del
conflicto no se le escapó a Berlín, percatándose de que ante los árabes, con
quienes Alemania mantenía excelentes relaciones, lo más aconsejable era
no aparecer como aliado de una potencia colonial. Por otra parte, el carác-
ter de guerra civil del conflicto y cierto deseo de mantener distancias con
Vichy, desataron en Berlín una prudencia poco habitual. En suma, después
de lo sucedido en Iraq y, sobre todo, ante la inmediata invasión de la URSS,
Siria y Líbano no entraban en los planes alemanes de expansión.
En lo que a Vichy se refiere, lo sucedido representó un duro golpe, pues
no sólo vio cómo se perdía una porción más de su imperio, sino que tam-
bién veía cómo su posición internacional se debilitaba, a la par que se afir-
maba la representada por la Francia Libre del general De Gaulle. A este res-
pecto, hay que referirse a la campaña sirio-libanesa como un conflicto
extendido que, como sucede en otros que se desarrollan en el seno de la
2ª Guerra Mundial, encubre otros enfrentamientos. En efecto, no sólo se
trata como hemos visto de la rivalidad colonial anglo-francesa, es también
una manifestación de la guerra civil larvada entre franceses, incluso desde
antes del conflicto mundial, entre partidarios de posturas tan antagónicas
como las defendidas por Vichy y De Gaulle; es decir, entre soluciones de
carácter autoritario o de carácter democrático28. Por tanto, el Próximo
Oriente, al igual que lo fue Dakar, iba a ser otro escenario de este conflicto
entre franceses desarrollado dentro del contexto de la guerra mundial, en el
que combatieron directamente y con ardor, gaullistas contra partidarios de
Vichy.
Por último, no se puede concluir sin aludir a los sirios y los libaneses,
en cuyo territorio se desarrollaron los hechos. En este caso, al contrario de

28 El antagonismo existente en Europa a lo largo de los años treinta entre los partidarios
de los sistemas totalitarios y los defensores de los regímenes parlamentarios, al que
hay que añadir el mantenido con los movimientos obreros, se prolongó durante el
periodo 1939-45. Así lo demuestra el enfrentamiento existente a lo largo de los años
comprendidos entre 1939 y 1945, en Italia, Grecia o Yugoslavia, por señalar los más
importantes, entre los partidarios del Nuevo Orden y quienes se oponían a los regíme-
nes cercanos al fascismo.
LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL EN SIRIA Y LÍBANO 247

lo sucedido en Iraq, la mayor parte de la población y de los grupos políticos


árabes permanecieron al margen del conflicto, sin duda convencidos de que
era un conflicto colonial que no afectaba a sus intereses. Hay que recordar
que no sólo gozaban de una importante autonomía, sino también que la rea-
lidad de su independencia era un hecho a corto plazo.
Para finalizar, sólo queda referirse a la propia campaña. Lo primero que
se desprende de su estudio es lo encarnizado de la misma, siendo muy dife-
rente de las operaciones desarrolladas en Iraq, donde el enemigo no era una
potencia europea sino un gobierno árabe y un ejército incomparablemente
más débil y anticuado que el francés. En primer lugar, hay que señalar la
importancia de la aviación de Vichy y el relativamente alto número de
carros y blindados con que contaba el general Dentz, por no aludir a la gran
eficacia de su artillería, así como a la profesionalidad de las fuerzas de tie-
rra, entrenadas, motivadas y bien dirigidas por oficiales expertos. Ante este
panorama y teniendo en cuenta las características de las fuerzas británicas,
heterogéneas y con un material en muchos aspectos inferior al francés, no
es de extrañar que la campaña resultase más larga y costosa de lo previsto.
Resulta difícil valorar si la distracción del norte de África de las unidades
británicas empleadas en Siria y Líbano, pudo contribuir a facilitar la victo-
ria de Rommel, pero es indudable que, teniendo en cuenta las circunstancias
en que se encontraba Wavell, las pérdidas experimentadas y la dispersión de
sus fuerzas no colaboraron a favorecer la estrategia británica.
Por último, queda señalar el carácter colonial de muchas de las unida-
des empleadas en las operaciones por ambos bandos. Así, los franceses dis-
ponían de senegaleses, argelinos y de una unidad tan escasamente metropo-
litana como la Legión Extranjera, siendo una minoría las fuerzas regulares.
Algo semejante sucedía en el bando británico, donde los ingleses tenían
comparativamente poca importancia en un contexto dominado por austra-
lianos, hindúes, franceses libres y judíos.
En suma, en julio de 1941, una vez finalizadas las operaciones en Siria
y Líbano, concluye el efímero protagonismo estratégico de Oriente Medio,
al tiempo que se cierra la primera fase de la guerra, comenzando una nueva
y generalizada etapa del conflicto más intensa, ahora ya a punto de conver-
tirse verdaderamente en mundial.
248 FERNANDO CASTILLO CÁCERES
LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL EN SIRIA Y LÍBANO 249
250 FERNANDO CASTILLO CÁCERES
LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL EN SIRIA Y LÍBANO 251
252 FERNANDO CASTILLO CÁCERES
DOCUMENTOS
DOCUMENTOS 255
256 REVISTA DE HISTORIA MILITAR
DOCUMENTOS 257
258 REVISTA DE HISTORIA MILITAR
DOCUMENTOS 259
260 REVISTA DE HISTORIA MILITAR
DOCUMENTOS 261
262 REVISTA DE HISTORIA MILITAR
DOCUMENTOS 263
264 REVISTA DE HISTORIA MILITAR
DOCUMENTOS 265
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DOCUMENTOS 271
272 REVISTA DE HISTORIA MILITAR
DOCUMENTOS 273
274 REVISTA DE HISTORIA MILITAR
ACTIVIDADES
ACTIVIDADES 277

VII JORNADAS DE HISTORIA MILITAR DEL CESEDEN

En el Paraninfo del Centro Superior de la Defensa Nacional (CESE-


DEN) se desarrollarán a mediados de noviembre de 2001 unas jornadas con
el título De la Paz de París a Trafalgar, 1763-1805. Génesis de la España
Contemporánea.

JORNADAS DE HISTORIA MILITAR: MÉTODOS Y RECURSOS DE


INVESTIGACIÓN

En la Sala-Museo de Literatura del Instituto de Historia y Cultura Militar


se desarrollará un ciclo de conferencias durante los días 22, 23, 24, 25, 29 y 30
de octubre, con el título Historia Militar: métodos y recursos de investigación.

La dirección de las Jornadas correrá a cargo del Excmo. Sr. General de


Brigada don Juan Antonio Ariza López, General Subdirector del Instituto de
Historia y Cultura Militar.
El Excmo Sr. don Miguel Ángel Ladero Quesada, de la Real Academia
de la Historia, será el coordinador.
Actuará como secretario el Ilmo. Sr.Coronel de Ingenieros don Carlos
Zamorano García, Licenciado en Geografía e Historia y Jefe de la Ponencia
de Historia del Ejército Español del Instituto de Historia y Cultura Militar.

El ciclo consta de seis conferencias: dos de Medieval, dos de Historia


Moderna y dos de Historia Contemporánea. Los profesores Sesma Muñoz
y Ladero Quesada desarrollarán las de Medieval, los profesores Martínez
Ruíz y René Quatrefages las de Historia Moderna y los profesores Martínez
Sanz y Fernández Bastarreche las de Contemporánea.

Estas Jornadas se desarrollan con la colaboración del Comité Español


de Ciencias Históricas.

AULA DE CULTURA E HISTORIA MILITAR


"COMANDANTE VILLAMARTÍN"

En el Aula de Cultura "Ramos Carratalá" de la Caja de Ahorros del


Mediterráneo (calle Mayor de Cartagena) se ha celebrado un ciclo de confe-
278 REVISTA DE HISTORIA MILITAR

rencias, durante los días 10, 14 y 17 de mayo de 2001, que lleva por título
La Defensa Nacional en el siglo XXI.
Las conferencias fueron impartidas por las personalidades siguientes:

Día 10. - La Defensa y los ejércitos ante el siglo XXI


Excmo. Sr. Teniente General don Javier Pardo de Santayana y Coloma
Día 14. - La evolución del pensamiento militar en el siglo XX
Excmo. Sr. General de Brigada don Miguel Alonso Baquer
Día 17.- La Fuerza terrestre, naval y aérea
Excmo. Sr. General del Aire don Santiago Valderas Cañestro

EXPOSICIONES Y COLABORACIONES

El Museo del Ejército ha participado con sus fondos en las siguientes


exposiciones:

Nacionales

Título: Carolus
Lugar: Museo de Santa Cruz, Toledo
Fecha: 5 de octubre de 2000/ 15 de enero de 2001
Institución Organizadora: Sociedad Estatal para la Conmemoración de
los Centenarios de Felipe II y Carlos V
Nº de Visitantes: 300.000
Fondos: 2.827 Cañón Serie Doce Apóstoles
3.307 Medio Rabadoquín
40.236 Pendón de la Santa Hermandad

Título: CL Aniversario Condueños


Lugar: Sala de Exposiciones "Capilla del Oidor"
Fecha: 15 diciembre de 2000/ 29 de enero 2001
Institución Organizadora: Sociedad de Condueños de Edificios que fue-
ron Universidad
Nº de visitantes: 11.044
Fondos: 40.689 Sable y vaina del General Valentín Ferraz
30.267 Retrato miniatura del T. Gral. Ricardo Shelley Comen-
foso (ME Acad. Valladolid)
ACTIVIDADES 279

30.328 Retrato del General D. Juan Contreras


30.729 Uniforme del General Contreras (chaqueta, levita, pan-
talón, tirante-tahalí)
30.709 Casco la romana, visera negra
Título: Sagasta y el Liberalismo Español
Lugar: Salas de Exposiciones del BBVA
Fecha: 20 de diciembre de 2000/ 18 de febrero de 2001
Institución Organizadora: Ministerio de Educación y Cultura
Nº de visitantes: 40.000
Fondos: 40.266 Espada regalada Villa de Bilbao a Espartero
40.583 Estatua ecuestre de Espartero
40.583.02 Atlante Negro. Pedestal de escultura (pedido poste-
riormente)
41.107 Busto Gral. Leopoldo O’Donnell
41.181 Estatua Teniente D. Jacinto Ruíz Mendoza
24.107 Busto de Narváez
Título: 2º Centenario del Estado Mayor en Operaciones
Lugar: Instituto de Historia y Cultura Militar
Fecha: 15 de diciembre de 200/ 29 de enero de 2001
Institución Organizadora: Instituto de Historia y Cultura Militar
Fondos: 41.078.09 Pistola del General Blake
42.261.01 Cruz Laureada de Tercera Clase de la Real y Militar
Orden de San Fernando del General D. Joaquín Blake y Joyes
42.261.02 Placa de la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de
San Hermenegildo del General D. Joaquín Blake y Joyes
24.124 Busto del Teniente Gral. D. Emilio Torrero y Perinat
40.270 Bastón de Mando del Cap. Gral. Arsenio Martí-
nez Campos
26.271 Retrato del Capitán D. Félix Fernández Prieto
25.923.13 Medalla de Campaña de Cuba 1895-1898 del Gral.
D. Manuel Lon Longa
25.293.25 Casco metálico de Estado Mayor del Gral. Ma-
nuel Lon Longa de 1908
20.160 Retrato del General D. Manuel Goded Llopis
24.963 Espada de ceñir para Oficial de Infantería, mo-
delo 1867,del General Manuel Cassola Fernández
25.194 Sable-alfanje para Oficial General variante del mode-
lo 1840, del General D. Marcelo Azcárraga
280 REVISTA DE HISTORIA MILITAR

24.928 Bastón de Mando del Cap. Gral. García Polavieja y del Castillo
25.235Sable de oficial del General Camilo G. de Polavieja
26.156 Pistola del General Camilo G. de Polavieja
26.162 Medalla de la Campaña de Cuba 1868-1878 del Gral.
Camilo García de Polavieja y del Castillo
26.162.06 Medalla de la Campaña de Filipinas 1896-1898 del
General Camilo García de Polavieja y del Castillo
26.162.1 Medalla de la Guerra de África 1859-1860 del Gral.
Camilo García de Polavieja y del Castillo
26.291.02 Bastón de Mando del Tte. Gral. Francisco Gómez
Jordana, Conde de Jordana
38.149 Espada de montar para Oficial del Estado Mayor, mode-
lo 1861
4.303 Espada de ceñir para oficial del Estado Mayor
24.689 Revólver español Adams para oficiales de Estado
Mayor y oficiales de Guardia Civil
30.140 Espada de ceñir para oficial de Estado Mayor (basada
en el modelo de 1861)
60.578 Miniatura del Capitán de Estado Mayor de 1890

Título: Miniaturas en la Guerra de la Independencia


Lugar: Salas I y II del Centro Cultural de la Villa, Móstoles (Madrid)
Fecha: 23 de abril de 2001/ 5 de mayo de 2001
Institución Organizadora: Ayuntamiento de Móstoles. Delg. Cultura y
Juventud
Fondos: 81.451 Sable de Dragones de 1808 (Toledo)
81.449 Sable de Caballero Español (Toledo)
41.174 Proyectil francés
41.045.01 Llave de la urna de Velarde
41.045 Llave de la urna de Daoiz
41.006 Medalla Conmemorativa de la Inauguración del 2 de
Mayo
41.516 Medalla Centenario Guerra Independencia
81.459 Pistola de arzón con bayoneta (Toledo)

Título: Celebración LXXV Aniversario de la Entrega de la Bandera de


la Antigua Agrupación Obrera Topográfica
Lugar: Centro Geográfico del Ejército
Fecha: 9 de mayo de 2001/ 12 de mayo de 2001
ACTIVIDADES 281

Institución Organizadora: Estado Mayor del Ejército-Servicio Geográfico


Fondos: 21.751 Bandera de la Antigua Agrupación Obrera Topográfica
Título: Mil Años del Caballo Español
Lugar: Reales Alcázares, Sevilla
Fecha: 4 de abril de 2001/ 17 de junio 2001
Institución Organizadora: Sociedad Estatal España Nuevo Milenio,S.A.
Fondos: Armadura y Barda del I Duque de Alcalá
7.564 Pintura Salida en batería
24.234 Estatua ecuestre Rey Alfonso XIII
36.417 Pistolera labrada de silla turca
36.416 Pistolera labrada de silla turca
36.415 Gualdrapa
35.265 Montura de lujo a la española
20.209 Pintura Batalla de Tetuán
40.648 Estatua ecuestre Reina Victoria
Título: Las Claves del Siglo XX
Lugar: Museo de las Ciencias del Príncipe Felipe, Valencia
Fecha: 1 de marzo de 2001/ 30 de junio de 2001. Prorrogada
Institución Organizadora: Sociedad Estatal España Nuevo Milenio,S.A.
Fondos: 42.221 Maqueta Ferrocarril de la Trocha del Este de la Isla de Cuba
26.318 Pistola semiautomática 400, modelo 1921, con la que se
asesinó a Calvo Sotelo
50.119 Metralleta Sten Bandolero Juanín
50.125 Subfusil Thomson del bandolero Sabater EL QUICO.
Modelo 1928, M1, A1
Uniforme Tte. Infantería ejército alemán 1941
26 .034 Busto bajo relieve de S.M. D. Alfonso XIII
26.371 Mascarilla del Gral D. Francisco Franco
26.371.01 Mascarilla mano derecha Gral. Francisco Franco
26.371.03 Mascarilla mano izda. Gral. Francisco Franco
23.017 Micrófono usado por el Gral. Queipo de Llano
201.282 Bandera republicana de Eibar
22.181.18 Bandera de la Brigada Internacional, 13 Batallón de
Palafox
93.471 Estandarte Tipo Cuadra del Regimiento Milicias Máxi-
mo Gorki
26.611 Último parte de guerra del general Franco
25.920.02 Cartera personal de trabajo del General Franco
282 REVISTA DE HISTORIA MILITAR

201.355 Fotografía del cañón fascista destrozado por las tropas


republicanas en Valencia
90.584 Foto del retrato del general Franco de José Ortiz Echagüe
120.747 Cartel del Alcázar de Toledo tras la guerra
38.322 Plano de Campaña del Gral Franco. Sitio de Teruel
23.654 Uniforme de Alfonso XIII
24.66 Estandarte del Regimiento de Castillejos 9

Título: El Arte y Tradición de los Zuloaga


Lugar: Sede de la Real Fundación de Toledo, Toledo
Fecha 16 de mayo de 2001/ 30 de septiembre de 2001
Institución Organizadora. Real Fundación de Toledo
Fondos: 81.489 Copa damasquinada
81.492 Díptico
81.490 Bandeja

Internacionales

Título: La Majestad de España


Lugar: Arts Pavillion. Jackson, Mississippi, USA
Fecha: 1 de marzo 2001/ 1 de septiembre de 2001
Institución Organizadora: Museo del Prado y Patrimonio Nacional
Fondos: 21.279 Bandera Coronela del Regimiento de España
El Archivo General Militar de Madrid ha participado con sus fondos
en las siguientes exposiciones:
Título: Apuntes de Alcalá de Henares
Dibujos: Jenaro Pérez Villamil
Localidad: Casa de la Entrevista (Alcalá de Henares)
Fecha: 05.04.01/01.06.01
Título: Planos de Balmaseda por Andrés Salcedo
Localidad: Museo de las Encartaciones de Abellaneda (Vizcaya)
Fecha: 05.03.01/09.07.01
Título: II Centenario. Creación del Estado Mayor de Campaña
Localidad: Escuela de Guerra (Madrid)
Fecha: 28.02.01/09.04.01
ACTIVIDADES 283

Título: Tesoros de la Cartografía Española


Localidad: Biblioteca Nacional (Madrid) y Caja Duero (Salamanca)
Fecha 21.06.01/10.12.01

CURSOS

En el Instituto de Historia y Cultura Militar se han desarrollado duran-


te el PRIMER SEMESTRE los siguientes cursos:

- Del 12 de febrero al 9 de marzo el VI Curso de Vexilología, al que han


asistido sesenta y tres alumnos.
- Del 12 de marzo al 6 de abril el IX Curso de Historia y Estética de la
Música Marcial con cincuenta y nueve alumnos.
- Del 23 de abril al 14 de junio el XVIII Curso de Heráldica Militar con
setenta y cinco asistentes.
- Del 26 de septiembre al 4 de noviembre de impartirá el X Curso de
Uniformología.

VISITAS

El ARGEMIL-Ávila ha recibido durante el primer semestre de 2001 las


siguientes visitas:
- El día 3 de febrero visitan el archivo varios cursos de alumnos de la
ESO del Colegio Diocesano de Ávila.
- El día 17 de abril visita el archivo la Asociación "Casa de Asturias" de
Alcalá de Henares, formada por cincuenta personas.
- El día 3 de mayo visitan el archivo cuatro alumnos extranjeros del XXI
Curso de Defensa Nacional, acompañados por los profesores don José
María Sante Rodríguez y Don Eduardo Navadijos Ortiz.
- El 18 de mayo recibe la visita del XVIII Curso de Heráldica, organi-
zada por el I.H.C.M. y formado por cincuenta y cuatro alumnos.
- El 25 de mayo visitan el archivo cuarenta alumnos de la Universidad
de la Experiencia, dependiente de la Universidad Pontificia de Sala-
manca, acompañados por la profesora doña Isabel López Fernández.
- El día 6 de junio recibe la visita de la Escuela de Idiomas del Ejército.
- El día 14 de junio es el 4º Curso EMIESO de la Academia de Ingenie-
ros del E.T., formado por treinta y tres alumnos, quien visita el archivo.
284 REVISTA DE HISTORIA MILITAR

El ARGEMIL-Guadalajara ha recibido durante el primer semestre de


2001 las siguientes visitas:
- El día 8 de marzo visitan el archivo cincuenta y siete alumnos del Co-
legio "Pedro Sanz Vázquez" de Guadalajara con motivo de los pre-
mios Ejército 2001.
- El día 25 de mayo visitaron el archivo los alumnos del XVIII Curso
de Heráldica Militar.

El ARGEMIL-Segovia ha recibido durante el primer semestre las


siguientes visitas:
- El 11 de mayo recibió la visita de los alumnos del XVIII Curso de
Heráldica Militar.
- El 24 de mayo visitó el archivo el II Curso Superior de Logística de
la Escuela de Logística del Ejército de Tierra.

FONDOS DOCUMENTALES

Una vez clasificados y ordenados por este Centro los fondos documen-
tales procedentes de la Fábrica de Armas de Toledo (mil setecientas cua-
renta cajas-archivadoras y ciento ochenta y nueve libros de gran tamaño)
son trasladados a primeros de marzo al ARGEMIL-Ávila.

INGRESOS EN EL ARGEMIL-SEGOVIA

El día 6 de febrero ingresaron en el archivo doscientas cincuenta y dos


cajas de Expedientes Personales procedentes del Archivo del Cuartel Gene-
ral del Ejército.

PRÁCTICAS DE BIBLIOTECONOMÍA Y DOCUMENTACIÓN EN


ARGEMIL-SEGOVIA

Durante el mes de mayo, tres alumnas de diplomatura en Bibliotecono-


mía y Documentación de la Universidad Carlos III han realizado prácticas
en este archivo.
ACTIVIDADES 285

DONACIONES Y DEPÓSITOS

El General Director del Museo del Ejército, en representación de toda


la Institución, quiere expresar su más sincero agradecimiento a todas aque-
llas personas que han contribuido con la aportación de objetos de indudable
valor sentimental, relacionados con la Historia Militar, al enriquecimiento
del Patrimonio Histórico Español, mostrando así su confianza y cariño a
nuestro Museo.

1. Donante: Salvat
Identificación pieza: 13 fotografías de maniobras militares en Almansa 1906
Nº Inventario: 202.428 al 202.440

2. Donante: Salvat
Identificación pieza: Cartel Litográfico "No Pasarán"
Nº Inventario: 202.407

3. Donante: D. José Wolff Pérez


Identificación pieza: Bandera de la II República, 24 Brigada Mixta, 16
División
Nº Inventario: 202.427

4. Donante: Dª María Victoria Iglesias Hierro


Identificación pieza: Retrato de D. Raimundo Iglesias Hierro
Nº Inventario: 201.209

5. Donante: Patronato del Alcázar de Toledo


Identificación pieza: Retrato de Millán Astray
Nº Inventario: 202.441
286 REVISTA DE HISTORIA MILITAR

6. Donante: Patronato del Alcázar


Identificación pieza: Álbum fotográfico Guerra Civil española (242
fotografías)
Nº Inventario: 202.442

7. Donante: Patronato del Alcázar


Identificación pieza: Álbum fotográfico Guerra Civil española (247 foto-
grafías)
Nº Inventario: 202.443

8. Donante: Patronato del Alcázar de Toledo


Identificación pieza: Álbum fotográfico Guerra Civil española (205
fotografías)
Nº Inventario: 202.444

9. Donante: Dª Águeda Tutor


Identificación pieza: Tomo I Catálogo del Museo del Ejército. Bermú-
dez de Castro, 1933
Nº Inventario: Pendiente de dar número de sigla en biblioteca (fondo
bibliográfico)

10. Donante: JEME Guatemala Eduardo Arévalo Lacs


Identificación pieza: Espadín de JEME
Nº Inventario: 201.864

11. Donante: Patronato de Conservación del Alcázar de Toledo


Identificación pieza: Guerrera de teniente de Cazadores de Caballería.
Modelo 1909
Nº Inventario: 202.409
Identificación pieza: Chaqueta y chaleco de cabo de Brigada Obrera y
Topográfica
ACTIVIDADES 287

Nº Inventario: 202.410
Identificación pieza: Chaquetilla de rayadillo de África de Tropa de
Húsares de Pavía
Nº Inventario: 202.411
Identificación pieza: Guerrera de rayadillo de Cuba y Filipinas Ultra-
mar. Regimiento Sagunto Nº 8 (Tropa)
Nº Inventario: 202.412
Identificación pieza: Guerrera de cadete de la Academia de Infantería
de la época de Alfonso XIII.
Nº Inventario: 202.413
Identificación pieza: Guerrera de teniente de Intendencia
Nº Inventario: 202.414
Identificación pieza: Guerrera de capitán de Reserva de Infantería "Zona 42"
Nº Inventario: 202.415
Identificación pieza: Guerrera de tropa de Infantería de 1914. Regi-
miento Almansa Nº 18
Nº Inventario: 202.416
Identificación pieza: Guerrera de tropa de Caballería de 1914. Regi-
miento Talavera Nº 15
Nº Inventario: 202.417
Identificación pieza: Guerrera de capitán de Cazadores de Caballería
del Escuadrón Independiente de Ceuta Nº 4
Nº Inventario: 202.418
Identificación pieza: Guerrera de tropa de Ingenieros. Modelo 1914
Nº Inventario: 202.419
Identificación pieza:Guerrera de tropa de Artillería. Modelo 1914
Nº Inventario: 202.420
Identificación pieza: Cazadora de teniente coronel Habilitado de Arti-
llería 1936/1939
Nº Inventario: 202.421
Identificación pieza: Cazadora de las Brigadas Internacionales
Nº Inventario: 202.422
Identificación pieza:Chaquetón y verdugo de lana de sargento del Ejér-
cito Popular
Nº Inventario: 202.423
Identificación pieza:Guerrera del Ejército Popular. Brigadas Internacionales
Nº Inventario: 202.424
288 REVISTA DE HISTORIA MILITAR

Identificación pieza: Guerrera, pantalón y correaje de capitán de Caba-


llería de la postguerra. 1936/43
Nº Inventario: 202.425
Identificación pieza: Sable de gala de oficial de Húsares de la Princesa
Nº Inventario: 202.426

12. Donante: Pilar de la Guardia


Identificación pieza: Par de hombreras de reglamento de 1943
Nº Inventario: 202.178
Identificación pieza: Par de hombreras de reglamento de 1943
Nº Inventario: 202.179

Por último, agradecer también a todas aquellas personas que a lo largo


de la historia de la Institución han colaborado con nosotros ofertando o
donando piezas, que aquí sería imposible recoger, mostrando su afecto para
con el Museo.
ACTIVIDADES 289

IN MEMORIAM

El día 5 de junio falleció en Madrid a los 93 años y tras brevísima enfer-


medad, el Ilmo. Sr. Coronel don José Manuel Martínez Bande. Decano de
los historiadores militares y pionero, como recientemente ha señalado Pío
Moa, en sacar la historiografía de nuestra Guerra Civil del dominio de la
propaganda o de la acumulación de libros repetitivos, para acudir a los
archivos. En su caso, las fuentes fueron, fundamentalmente, los legajos cus-
todiados en su querido Servicio Histórico Militar.

En su amplia bibliografía ocupa un lugar de honor la serie de monogra-


fías sobre la Guerra de España. Llegó a publicar dieciocho y deja entre su
obra inédita, amplia y sugestiva, la que con el título De la República al 18 de
Julio trataba sobre los antecedentes. Tan buen escritor y prosista como rigu-
roso y preciso historiador, no es ocasión ni lugar de enjuiciar la monumental
obra del coronel. Sólo pretendemos recordar a quien fue el verdadero inspi-
rador de la creación de esta revista y durante tantos años su redactor jefe.

A sus indiscutibles y probadas cualidades militares e intelectuales unía


Martínez Bande una personalidad extraordinariamente atractiva y una gran
cordialidad. El viejo soldado historiador era un caballero y un hombre de
bien. En esta Casa, tantos años suya, sus jóvenes compañeros, como gusta-
ba llamarnos, hemos perdido nada menos que un ejemplo inmejorable de
jefe, maestro y amigo; y, por supuesto, a nuestro más antiguo y venerado
compañero.

Descanse en la paz del Señor "el señor D. José Manuel Martínez Bande,
Alférez Provisional, Coronel de Artillería", como lacónicamente recordaba
la esquela que días antes él mismo, meticuloso y modesto hasta el final,
redactó.
OBRAS EDITADAS
OBRASEDITADAS
PORFL MINISTERIO
DE DEFENSADE CARACTER
FIISIOPJCO
MILITAR 293;1]

REVISTA Revista de Historia Militar


HISTORJA MIlITAR;0]
Números 50 a 90 (ambos inclusive).
Números extraordinarios dedicados a « Villamartín»,
«III Centenario del Marqués de Santa Cruz de Mar
cenado», « V Centenario de Hernán Cortés» (Agotado)
«Órdenes Militares» y «Los recursos militares en la Edad
Media Hispánica».
Índice general de la Revista de Historia Militar (1999).
Comprende los números 1 al 85.

Africa

Dos expediciones españolas contra Argel (1541-1771). (Agotado.)


Historia de las Campañas de Marruecos:
Tomo 1: (Campañasanteriores a 1900). (Agotado.)
Tomo II: (1900-1918). (Agotado.)
Tomo III: (19 19-1923). 724 páginas. (Agotado.)
Tomo IV: 1923-1927). 270 páginas.

HistoriadelEjércitoEspañol HIs1oR1A DEL


Tomo 1: Los orígenes (desde los tiempos primitivos


hasta la invasión musulmana), con 30 láminas,
448 páginas, 2 edición (1983).
Tomo II: Los Ejércitos de la Reconquista, con 32 lá
minas, 235 páginas (1984). (Agotado).

1
SIRVCCIO
HSTORICO
294 REVISTA DE HISTORIA MILITAR

Ultramar
-— st
Cartografía y Relaciones Históricas

Tomo 1:América en general (dos volúmenes).


Tomo II: EE.UU y Canadá. Reeditado en 1989 (dos
volúmenes).
Tomo III: Méjico. Reeditado en 1990 (dos volúmenes).
Tomo IV: América Central. Reeditado en 1990 (dos
volúmenes).
Tomo V: Colombia. Panamá y Venezuela (dos volú
menes).
Tomo VI: Venezuela. Editado en 1990 (dos volúmenes).
Tomo VII: El Río de la Plata. Editado en 1992 (dos
volúmenes).
Tomo VIII: El Perú. Editado en 1996 (dos volúmenes).
Tomo IX: Grandes y Pequeñas Antillas. Editado en
1999 (cuatro volúmenes).
Tomo X: Filipinas. Editado en 1996 (dos volúmenes).
Historia
Coronel Juan Guillermo de Marquiegui: Un personaje
americano al servicio de España (1777-1840). 245
páginas, 8 láminas en color y 12 en negro (Madrid,
1982).
La guerra del Caribe. Reedición en 1990. Aportación
del Servicio Histórico Militar a la conmemoración
del V Centenario.
La conquista de México: Facsímil de la obra de Antonio
Solís y Ribadeneyra. Edición de 1704 en Bruselas.
(Agotado.)

Fortalezas

El Real Felipe del Callao. Primer Ca tillo de la Mar del


Sur 96 páginas, 27 láminas en color y 39 en negro
(1983).
El Castillo de San Lorenzo el Real de Chagre. Edición
en colaboración: Ministerio de Defensa. Servicio
Histórico Militar y M.O.P.U.
Las fortalezas de Puerto Cabello. Aportación del Servi
cio Histórico Militar a la conmemoración del V Cen
tenario. 366 páginas en papel couché y 137 láminas
(1988).
OBPASEDITADAS
PORELMINISTERIO
DE DEFENSA
DE CARACTER MILITAR 295
HISTORICO

HistorialesdelosCuernosydelEjércitoengeneral

Tomo 1:Emblemática general del Ejército. Hi.çtoriales de los Regimientos de Infan


tería núms. 1 al 11. (Agotado.)
Tomo II: Regimientos de Infantería núms. 12 al 30.
(Agotado.)
Tomo III: Regimientos de Infantería núms. 31 al 40.
(Agotado.)
Tomo IV: Regimientos de Infantería núms. 41 al 54, 403
páginas, 17 láminas a color (1973).
Tomo V: Regimientos de Infantería núms.55 al 60. 35
láminas en color y 14 en negro (1981).
Tomo VI: Regimiento de Infantería Alcázar de Toledo
núm. 61 y Regimiento de Infantería Lealtad núm. 30,
con 288 páginas, 20 láminas a cuatro colores y 5 en
negro (1984).
Tomo VII: Regimiento de Cazadores de Montaña «Arapiles» núm. 62, con 189
páginas, 19 láminas a color y 9 en negro (1986). (Agotado.)
Tomo VIII: Regimiento de Cazadores de Montaña «Barcelona» número 63 y Bata
llones Cataluña, Barcelona, Chiclana y Badajoz, con 347 páginas, 31 láminas
en color y 5 en negro (1988).
Tomo IX: Regimientos América y Constitución y Batallón Estella, con 350 páginas,
42 láminas a color y 9 en negro (1992).
Tomo X: Rgto. Irf Cazadores de Montaña Sicilia núm. 67 (Bons. de mf Colón y
Legazpi).
Regimiento de Caballería Dragones de Santiago
núm. 1, con 18 páginas (1965).
(Agotado.)
Regimiento Mixto de Artillería núm. 2, con 15páginas
(1965). (Agotado.)
Regimiento de Zapadores núm. 1 para Cuerpo de
Ejército, con 25 páginas (1965). (Agotado.)
El Ejército de los Borbones. Tomo 1. Reinados de
Felipe V y Luis 1(1700-1746), con 300 páginas
en negro y 134 en color, en papel estucado
(199(J). (Agotado.)
El Ejército de los Borbones. Tomo II. Reinados de
Fernando VI y Carlos III (1745-1788), con 606
páginas, 72 láminas en color (1991). (Agotado).
El Ejército de los Borbones. Tomo III. Las tropas de Ultramar (siglo XVIII) (dos
volúmenes), con 1.058 páginas y 143 láminas a color. 1992.
296 REVISTA DE HISTORIA MILITAR

E/Ejército de los Borbones. Tomo IV Reinado de Carlos IV (1788-1808), con 663


páginas y 143 láminas a color.
E/Ejército de los Borbones. Tomo Y Reinado de Fernando VII (1808-1833). Vol.l.
La Guerra de la Independencia (1808-1814), con 516 páginas y 101 láminas a
color. Vol. 2. Reinado de Fernando VII (1808-1833),
544 pgs.
Historial del Regimiento de Lanceros del Rey, Facsímil
con 121 páginas en papel couché mate a cinco colo
res (1989). (Agotado.)
Organización de la Artillería española en el siglo xviii,
376 páginas (1982). (Agotado.)
iM
4I
Las Campañas de la Caballería española en el siglo xix. i’
Tomos 1 y II, con 960 páginas, 48 gráficos y 16 lámi
nas en color (1985).
Bases documentales del carlismo y guerras carlistas de
los siglos xixy xx. Tomos 1 y II, con 480 páginas, 11
láminas en negro y 9 en color (1985).
Evolución de la Divisas en las Armas del Ejército español
(1987). Con prólogo, tres anexos y un apéndice con las modificaciones poste
riores a 1982. Trata de los distintos empleos, grados y jerarquías, con minucio
sas ilustraciones en color. (Agotado.)
Historia de tres Laureadas: «El Regimiento de Artillería n° 46», con 918 páginas,
10 láminas en color y 23 en negro (1984).

TratadodeHeráldicaMilitar

1011100
*4 Tomo 1: Libros 1° y 2°, con un solo ejemplar, con 288
páginas sobre papel ahuesado, con 68 láminas en ocho
hEOlLOICI colores y 50 en negro (escudos de armas, esmaltes
IJTlILJ0l0j1L heráldicos, coronas, cascos, etc.) 1983.
Tomo II: Libro 3°. Diferentes métodos de blasonar y
GO OIOOOICO LIOIG .
lemas heráldicos. Libro 4°. Terminología armera y el
arnés, con 389 páginas sobre papel ahuesado, con 8
láminas en ocho colores y 1 en negro (1984).
OBRAS EDITADAS
PORELMINISTERIO
DE DEFENSA
DE CARACTER
HISTORICO
MILITAR 297;1]

Blasones Militares. Edición restringida, 440 páginas, tama


BLASONES MILITARES;0]
ño folio, en papel couché, ciento cincuenta documentos
(pasaportes, licencias, nombramientos, etc.) con el sello de
las autoridades militares que los expidieron; ciento veinti
cuatro escudos de armas, en color, de ilustres personalida
dess militares de los tres últimos siglos; catorce retratos y
reseñas de otros tantos virreyes del Perú (1987).

GaleríaMilitarContemporánea

Tomo 1: La Real y Militar Orden de San Fernando (Primera parte), 2 edición


(1984), con 435 páginas.
Tomo II: Medalla Militar. Primera parte: Generales y Coroneles (1970), con 622
páginas. (Agotado.)
Tomo III: Medalla Militar. Segunda parte: Tenientes Coroneles y Comandantes
(1973), con 497 páginas.
Tomo IV: Medalla Militar. Tercera parte: Oficiales (1974), con 498 páginas (Ago
tado.)
Tomo V: Medalla Militar. Cuarta parte: Suboficiales, tropa y condecoraciones
colectivas. (Agotado.)
Tomo VI: La Real y Militar Orden de San Fernando (Segunda parte) (1980), con
354 páginas. (Agotado.)
Tomo VII: Medalla militar. Quinta parte. Condecoraciones en las Campañas de
Africa de 1893 a 1935 (1980), con 335 páginas.

Otrasobras

Carlos III. Tropas de la Casa Real. Reales Cédulas. Fdición restringida. Servicio
Histórico Militar. (1988), 350 páginas, tamaño folio, en
papel verjurado, 24 láminas en papel couché y color, 12
de ellas dobles. (Agotado)
Índice bibliográfico de la Colección Documental del Frai
le, con 449 páginas (1983).
Catálogo de los fondos cartográficos del Servicio Históri
co Militar. Dos volúmenes (1981).
Cerramientos y Trazas de Mon tea. Edición en colabora
ción: Servicio Histórico Militar y CEHOPU.
La guerra de minas en España, 134 páginas (1948).
Historia de la Música Militar de España, de Ricardo Fer
nández de Latorre (2000).
298 REVISTA DE HISTORIA MILITAR

Carpetas de láminas:

Ejército Austro-húngaro. Carpeta de Armas y carpeta de


Servicios. 4 láminas cada una.
Caballería europea. 4 láminas.
Milicia Nacional local voluntaria de Madrid. Dos carpe
tas de 6 láminas.
Ejército alemán, siglo XIX. 6 láminas.
Carlos III. Tropas de Casa Real. 6 láminas.
Ejército francés (siglos xviii y xix). 6 láminas.
Carlos III. Estados Militares de España. 6 láminas.
Primer Regimiento de la Guardia Real de Infantería. Ves
tuario 1700-1816. 6 láminas.
Tropas de Ultramar. 6 láminas.
El Ejército de los Estados Unidos (siglo xviii). 6 láminas.
Comitiva Regia del Matrimonio de Alfonso XIIy la Archiduquesa María Cristina.
14 láminas.
El Ejército de Fernando VII. 8 láminas.
Colección Marqués de Zambrano (carpeta 1).

OBSERVACIONES

Todas estas obras pueden adquiiji se, personalmente, en el Instituto de Historia y


Cultura Militar y en la Librería de Defensa (calle de Pedro Teixeira s n. planta baja o
por teléfono al 91 205 42 02.
Boletín de suscripción a la Revista de Historia Militar

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Cheque adjunto a favor de Centro de Publicaciones del Ministerio de Defensa.

Transferencia bancaria a: «CENTRO DE PUBLICACIONES DEL MINISTERIO DE DEFENSA».


N° de cuenta BBVA 0182-2496-18-0200000368
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Nombre del BancoDireccion

CiudadProvinciaC P

r_TIDAD OFICINA DG. NUMERO


DE CUENTA

Sr. Director:
Ruego a Vd. de las órdenes oportunas para que a partir de la fecha y hasta nueva orden sean car
gadas contra mi cuenta, los recibos presentados para su cobro por el Centro de Publicaciones del
Ministerio de Defensa.

Firmado

Enadede199

Tarifas para el año 2001


1.500 ptas (9,01 Euros) Fspaña.
2 000 ptas. (12,02 Euros) Resto del Mundo.
(IVA y gastos de envío incluidos).

Envíe este cupón o una fotocopia a:


Departamento de Suscripciones
Centro de Publicaciones del Ministerio de Defensa
Teléfono 91 205 42 22
Fax 91 205 40 25
Correo electrónico: publicaciones@mde.es
MINISTERIO
DE DEFENSA

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DE DEFENSA
SECRETARÍAGENERAL1tCNICA
CENTRO DE PUBLtCACIONES

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