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CASO CLINICO

María de 26 años de edad de estado civil divorciada, tiene un hijo que ha cumplido 10
años, se dedica a trabajar como secretaria de un reconocido negocio de su localidad.
Acude a consulta psicológica aludiendo que desde hace seis meses a partir de la
separación con el padre de su hijo tiene dificultades para conciliar el sueño, pasa
constantemente pensando de todo lo maravilloso y desagradable que ha vivido con él,
incluso a ratos tiene esperanzas de que volverían a estar juntos pese a que su ex pareja ya
tiene una nueva relación sentimental.

Durante la primera entrevista, María se muestra solloza, atenta con mirada fija hacia el
psicólogo, al topar temas referentes a su infancia y de relación con sus progenitores se le
quiebra la voz y comenta que con su madre tuvo vínculos afectivos y comunicaciones en
tanto que con su padre comenta que no fue así, recuerda que fue “frío emocionalmente”
con ella, le castigaba con frecuencia, nunca ha tenido confianza con él ya que lo cataloga
como un hombre mujeriego y que le gustaba pasar el tiempo más con sus amigos que con
su familia.

Refiere que, para no seguir viviendo en ese ambiente familiar hostil, se casó muy
temprano a los 16 años de edad, su ex pareja era mayor con 12 años de edad. Asume que
se enamoró por primera vez, estuvieron casi 10 años juntos, indica que en él encontró
todo el amor y atención que su padre no lo había dado pese a que él le había sido infiel
por varias ocasiones, además indica haber recibido lo que necesitaba, menciona que lo
perdonaba sus acciones por temor a quedarse sola y que su hijo no creciera sin su padre.

En una de las sesiones, al analizar temas relacionales, María menciona como respuesta
“Como no quisiera encontrar un hombre como usted, comprensivo e inteligente”, al
profesional se le pasa por alto estas manifestaciones y continúa con la sesión.

En el cuarto encuentro psicoterapéutico, María sorpresivamente había llevado un dulce al


Psicólogo aludiendo que es en gratitud al trabajo que esta realizando y por los avances que
ella ha estado sintiendo. El Psicólogo antes de recibir el dulce, puntualiza algunos aspectos
como el de la relación terapéutica, vuelve a encuadrar la sesión y puntualizar los roles que
están cumpliendo. María responde: “Tranquilo psicólogo, soy así me gusta regalar algo a
las personas que se portan bien conmigo”.

En la siguiente sesión María apenas ingresa al consultorio se acerca al Psicólogo y le


saluda con beso en la mejilla, conducta que nunca había hecho antes; el profesional antes
de revisar las tareas intersesión menciona a la paciente que si durante los encuentros
psicoterapéuticos ha empezado a sentir alguna sensación, emoción, sentimiento hacia el
terapeuta, en lo que María menciona: “No psicólogo, como cree eso, yo a usted le admiro
y le veo como a un padre que nunca tuve, ojala luego del tratamiento no pierda contacto ”.
Pese a haber ya realizado el cierre de la consulta de ese día, María quería seguir hablando,
pero de temas que salían del proceso psicológico, como por ejemplo ¿Cuántos años tiene,
le gusta conocer nuevas personas? Ante estas interrogantes el psicólogo le menciona que
no está dentro del plan terapéutico ni responsabilidad responder a dichas cuestiones,
recalcándole que su rol y posición profesional incluso después de terminar el tratamiento
seguirá siendo de Psicólogo.

Para la siguiente sesión María dejó de acudir a consulta habiendo enviado únicamente un
mensaje de texto al WhatsApp donde menciona: “Le agradezco por la atención recibida,
me ayudó mucho, por cuestiones personales y económicas dejara de asistir, quizá usted no
me entienda“

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