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Universidad de Concepción.

Curso de Historia del Derecho 2023

HISTORIA DEL DERECHO


CAPÍTULO I
INTRODUCCIÓN
MÓDULO 1: LA HISTORIA Y LA HISTORIA DEL
DERECHO
¿QUÉ ES LA HISTORIA?

Para aproximarnos a un concepto de lo que es la historia, debemos comenzar


por tener presente que la palabra “historia” posee, al menos, tres sentidos o
significados importantes.

a) Historia entendida como historicidad: se refiere a un conjunto de


hechos o acontecimientos realizados por la humanidad en el tiempo. Esta
historia existe independientemente de que se la estudie o no, sin importar
lo que haga o deje de hacer el historiador. Simplemente se trata de hechos
del ser humano que han acontecido alguna vez, como la fabricación
utensilios, la construcción de casas y caminos que le facilitan la vida, el
desarrollo de la ciencia y la tecnología que le permiten progresar, la
creación del arte y la literatura, la organización jurídica y política, etc. Es
impensable la humanidad sin todo esto que “ha hecho”, es decir, sin su
historia. En este sentido, el filósofo contemporáneo José Ortega y Gasset
gustaba decir, “el hombre no tiene naturaleza sino historia”. Entre los
muchos productos que el ser humano ha creado y que han conformado la
historia de la humanidad, nos detendremos particularmente en uno: el
derecho.

b) Historia entendida como historiografía: se refiere a la historia como


saber o ciencia. Consiste en el estudio, análisis e interpretación de los
hechos del pasado y su consiguiente narración. Pero de inmediato se
comprende que el historiador no va a poder estudiar la totalidad de los
hechos acaecidos en el pasado, son demasiados. En efecto, todo lo
realizado por millones y millones de personas durante miles de años, es
simplemente inabarcable para la mente humana. Habrá entonces que
seleccionar aquellos hechos del pasado que son más relevantes, que se
destacan por ejercer algún tipo de influencia permanente en la sociedad.
El historiador, en consecuencia, debe llevar a cabo toda una tarea de
investigación, seleccionando determinados hechos, recolectando datos,
analizando e interpretando para finalmente efectuar una exposición
ordenada y coherente de su investigación. Esta tarea del historiador hace,
a nuestro juicio, que la historia sea una verdadera ciencia.
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c) Historia entendida como historiología1 o teoría de la historia: se


refiere a aquella disciplina que trata de descubrir las leyes, estructuras o
patrones regulares de los procesos históricos a largo plazo. Su objetivo no
es explicar un acontecimiento histórico en particular, sino analizar los
hechos para encontrar las causas generales de los procesos históricos a
través de un método. Los estudios llevados a cabo en esta disciplina están
estrechamente vinculados a la filosofía de la historia.

¿Es la historia una verdadera ciencia?

A este respecto se ha discutido si el saber histórico es o no una ciencia. Es evidente


que no lo es de modo idéntico a como lo son las ciencias físico-matemáticas, pues
éstas tienen la peculiaridad de poseer un objeto más homogéneo y determinado, lo
que hace más sencillo su estudio y aprehensión. La historia, en cambio, pertenece a
las llamadas ciencias del espíritu, culturales o sociales, tiene un objeto menos
homogéneo y más fluctuante. Pero, como dice R. G. Collingwood2 “lo esencial es
que genéricamente pertenece a lo que llamamos ciencias, es decir, a la forma de
pensamiento que consiste en plantear preguntas que intentamos contestar. Es
necesario tener presente que la ciencia en general no consiste en coleccionar lo que
ya sabemos para arreglarlo dentro de tal o cual esquema. Consiste en fijarnos en algo
que no sabemos para tratar de descubrirlo”. Más específicamente, por ser ciencia, la
historia plantea preguntas sobre el objeto que investiga, empleando un método tanto
en la formulación de dichas preguntas, como en el proceso mismo de investigación
y en la exposición de los resultados a los que arriba. Sobre la base de lo que acaba de
expresarse, nos corresponde ahora pasar a considerar brevemente tanto el objeto de
estudio de la ciencia a que estamos haciendo referencia, es decir la historia, como el
método que emplea.

El objeto de estudio de la historia

“Una ciencia – dice Collingwood- difiere de otra en que averigua cosas de diferente
clase. ¿Qué clase de cosas averigua la historia? Respondo que averigua “res gestae”, es
decir actos de seres humanos que han sido realizados en el pasado.” Estudia actos
humanos del pasado, pero, obviamente, en la medida que pueden ser conocidos por
un sujeto del presente. Estas afirmaciones pueden dar lugar a problemas, pero lo
substancial queda en pie. Un problema sería, por ejemplo, el ¿si la historia estudia
fenómenos individuales o colectivos? Naturalmente que para decidirse hay que
penetrar en el significado de estos términos y quizás se estime que la separación

1
Término poco utilizado, acuñado por el filósofo español José Ortega y Gasset (1883-1955)
2
Robin George Collingwood (1889-1943) fue un filósofo e historiador británico, gran representante del
idealismo británico. Su libro más conocido es “The idea of History”, obra póstuma compuesta por varias
fuentes como escritos y conferencias, que reunidas por su discípulo T.M.Knox. Fue publicada por primera
vez en 1946.
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entre ellos no es tan absoluta y que, además, en caso de ser de importancia- he aquí
otro término problemático- muy bien la historia puede comprenderlos a ambos.

El método de la ciencia de la historia

¿Cómo procede la historia? La historia procede interpretando testimonios.


Entiéndase por testimonio la manera de designar colectivamente aquellas cosas que
singularmente se llaman documentos, en cuanto un documento es algo que existe
ahora y aquí, y de tal índole que, al pensar el historiador acerca de él, puede obtener
respuestas a las cuestiones que pregunta acerca de los sucesos pasados. Aquí surgen
muchas cuestiones difíciles tocantes a cuáles sean las características de los
testimonios y cómo interpretarlos. No hay, por ahora, sin embargo, necesidad de
suscitarlas porque lo decisivo es que cualquiera que sea la manera en que se
contesten, los historiadores concederán que el proceder de la historia, o sea su
método, consiste esencialmente en la interpretación de testimonios.
El gran método de la historia es la interpretación de documentos- lo que
naturalmente conlleva la idea de estudio de documentos- pero este método debe
auxiliarse, y más aún especificarse, con otros métodos. Como por ejemplo el
método filológico, el análisis de textos, la inducción, la deducción, el método
comparativo, la generalización estadística, etc.

LA HISTORIA O HISTORIOGRAFÍA DEL DERECHO

Ya hemos dicho anteriormente que la historia se encuentra conformada por


un conjunto de hechos realizados por la humanidad en el tiempo, destacamos
asimismo que, si nos detenemos a pensar un poco en el contenido de esta
afirmación, nos encontramos con que apunta a una vastedad tan enorme de
acontecimientos, que es prácticamente imposible conocerlos a todos. Hay en
consecuencia, como se dijo, que efectuar una selección de ellos que nos permita
estudiar y narrar sólo los que tienen importancia, los que dejan una huella e influyen
en el acontecer humano. Surge de este modo la ciencia de la historia que narra esta
clase de acontecimientos seleccionados de la manera referida. Pero aun así
seleccionados, los hechos que la historiografía debe abordar continúan siendo
demasiados para que puedan ser expuestos de manera científica y metódica. De ahí
que la ciencia de la historia junto con hacer una exposición general de aquellos
grandes hechos que resultan más determinantes para las grandes líneas de desarrollo
de la humanidad va también elaborando historias especializadas de ciertos sectores
del quehacer humano, como por ejemplo una historia de la arquitectura, de la
filosofía, de la música, etc. Estas historias especializadas son muy necesarias y
también tienen relevancia, pero a nuestro juicio sin el grado de influencia total, para
todos los sectores, de impacto profundo y radical que caracteriza a la historia
general. En nuestra opinión esta historia general se encuentra fundamentalmente
constituida por la historia política, social y de los conflictos bélicos que la
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humanidad ha tenido a lo largo del tiempo y en diferentes épocas. Así entonces


encontramos por una parte tenemos a la historia general y por otra a las historias
sectoriales o especializadas. Ahora bien, cabe considerar que la historia general no se
encuentra aparte o desligada de las historias sectoriales. Muy por el contrario, ambas
están profundamente ligadas e influyéndose recíprocamente.
Alcanzado este punto podemos afirmar que la historia del derecho es una de esas
varias historias sectoriales o especializadas, íntimamente vinculada con la historia
general. En efecto, existe una muy fuerte influencia recíproca entre el derecho y la
sociedad de cada época histórica. Según sea el tipo de sociedad existente, deberá
formularse el derecho, es decir las normas jurídicas, adecuado para ella. De este
modo, es distinto en muchísimos aspectos un derecho que se elabora para una
sociedad feudal que uno destinado a regir una sociedad con las características
propias del capitalismo avanzado. Por otra parte, el derecho influye en la sociedad
conformándola de una manera u otra, por ejemplo, el derecho mediante una
determinada legislación tributaria y laboral puede cambiar el régimen económico de
un país, haciendo predominar ya la economía dirigida estatal o bien la privada. Por
consiguiente, si proyectamos históricamente esta recíproca influencia entre derecho
y sociedad, podemos observar la íntima relación existente entre la historia general y
la historia del derecho.
A partir de todo lo anterior podemos dar un concepto inicial de lo que se entiende
por historia del derecho, diciendo que ella estudia el desarrollo del derecho a
través del tiempo. Nos podemos preguntar, a propósito de este concepto, si la
historia del derecho forma parte de la historia o bien forma parte del derecho. Por
nuestra parte pensamos que forma parte de la historia, o si se quiere es una rama de
la historia, pero como se trata de una historia especializada referida al derecho, el
historiador del derecho debe tener profundos conocimientos jurídicos. Debe ser
historiador y jurista a la vez, pues aborda una temática en la cual la historia y el
derecho se tocan. El historiador del derecho no debe limitarse a reconstruir el
derecho de una época determinada. La naturaleza histórica de nuestra disciplina
(dinámica y no estática), le exige mostrar y explicar el desenvolvimiento del derecho,
por épocas sucesivas hasta el presente, con sus constantes y sus transformaciones.
Por ello puede decirse que constituye un lazo entre el pasado y el presente del
derecho.

EVOLUCIÓN DE LA HISTORIOGRAFÍA DEL DERECHO

Lo primero que vamos a advertir es que en este apartado haremos una breve
referencia a la evolución de la historia del derecho entendida como historiografía. Es
decir, efectuaremos una corta alusión a las obras de historia del derecho que han
elaborado ciertos autores, que consideramos de importancia para nosotros. En
consecuencia, no haremos en esta oportunidad una referencia a la evolución de la
historia del derecho entendiéndola como un conjunto de acontecimientos que
suceden en el ámbito jurídico, pues ellos constituyen el tema central del resto de
nuestro curso. Consideraremos a los mismos con mayor extensión más adelante.
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La historiografía jurídica nos hace conocer las historias del derecho escritas a lo
largo del tiempo, las orientaciones y metodologías predominantes en cada época, los
factores que influyeron a favor o en contra de dicha producción. Obras de historia
del derecho han sido escritas en casi todos los tiempos. Se dice que la obra de
Aristóteles que lleva por título La constitución de Atenas, fue una de las primeras. Pero
obras en verdad importantes de historia del derecho sólo comenzaron a escribirse a
partir del siglo XIX, con el surgimiento de la llamada Escuela Histórica del Derecho,
aunque antes hubo también algunas expresiones aisladas relevantes. Entre ellas, las
escritas por autores pertenecientes a la tendencia del humanismo jurídico, cuyos
representantes más destacados se ubican en los siglos XV y XVI. Sobresale Jacobo
Cujas (1522-1590), con su obra Comentarios al Código Teodosiano, quien es considerado
como el más grande historiador del derecho entre los humanistas.
Pero como lo acabamos de señalar, el gran desarrollo de la historiografía jurídica
tiene lugar en los dos últimos siglos con la aparición de la escuela histórica del
derecho en el siglo XIX. Entre los factores que han posibilitado tal desarrollo se
encuentran los siguientes:

a) El valor atribuido a la historia por la Escuela Histórica del Derecho. A este


respecto hay que decir que, si bien los fundadores y principales representantes de
esta escuela fueron todos juristas destacados principiando por Savigny que fue su
máximo exponente, tuvieron siempre en su programa favorecer y valorar a la
historia del derecho. Ello porque entendían al derecho como un fenómeno
esencialmente histórico, no como un producto racional de un legislador en
determinado momento.

b) La madurez científica alcanzado por la historia. También en Alemania la


historia dejó de ser la simple narración de hechos pasados, la biografía de reyes y de
héroes, para pasar a exponer los hechos ocurridos con rigor científico,
investigándolos en las fuentes de conocimiento (testimonios) y explicándolos con
criterio genético, es decir, en relación con sus antecedentes. Grandes historiadores
alemanes del siglo XIX, como Bertoldo Niebbuhr, Leopoldo Ranke, Theodor
Mommsen son representantes destacados de la elaboración de una historia
científica.

c) La codificación. También es un fenómeno del derecho que surge a partir de


fines del siglo XVIII y comienzos del XIX. Mientras se mantuvo vigente el viejo
derecho, la actividad del historiador del derecho se confundió con la del jurista.
Tanto interés tenía el uno como el otro en, por ejemplo, las Partidas (derecho
vigente y por tanto aplicable en esa época). Esta confusión redundó en perjuicio de
la historia del derecho, que no pudo perfilarse científicamente. Al renovarse la
legislación, con motivo del proceso codificador, los campos se deslindaron. El
jurista puso su atención en el presente, específicamente en el derecho vigente
contenido en los códigos, mientras que el historiador del derecho se centró en el
pasado. A esta separación contribuyó el método exegético, adoptado en la mayoría
de los países, que sobrevaloró la ley positiva e hizo perder a los juristas el interés por
el derecho anterior. Liberada de las preocupaciones propias de quien estudia y aplica
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el derecho vigente, la historia del derecho pudo concentrarse en su objeto y en su


problemática científica.

d) La aparición de cátedras de historia del derecho. Han motivado


enormemente la producción de obras de historia del derecho. En parte por
influencia de la Escuela Histórica se fundaron en las universidades alemanas las
primeras cátedras de historia del derecho, luego vinieron Francia y otros países
europeos. En América española fue la Universidad de San Marcos (Lima), la que
primero instituyó una cátedra de esta disciplina en 1875, que se llamó Historia del
Derecho Peruano. En España en 1882 se crea una cátedra cuya denominación fue
Historia del Derecho Español. En 1906, la Universidad de la Plata, Argentina, funda la
cátedra de Historia del Derecho Argentino. En Chile, después de muchos intentos que
venían desde el siglo anterior se logra aprobar a instancias de don Valentín Letelier
aprobar, en 1906 en la Universidad de Chile, la creación de una cátedra de Historia
General del Derecho especialmente en sus relaciones con el derecho chileno, derecho bárbaro,
canónico y español, la que sólo en 1912 comienza a funcionar, para cambiar de nombre
en 1934 en que pasa a llamarse Historia de Derecho. Las cátedras universitarias, tanto
por razones especulativas como prácticas alentaron a la historiografía jurídica, que
hasta nuestros días sigue en contacto con ellas.

e) La reunión de congresos de historia del derecho y otras disciplinas afines.


Un fenómeno propio del presente es la organización de congresos y coloquios
dedicados a estas especialidades históricas. Su efecto en orden al incremento de los
escritos sobre historia del derecho (historiografía jurídica) es notable. Cada una de
estas reuniones supone la elaboración de muchos estudios que la enriquecen. En lo
que respecta a nuestro país, es notable la labor desarrollada por la Sociedad Chilena
de Historia del Derecho y de Derecho Romano, que ha realizado más de una decena
de congresos sobre materias histórico- jurídicas.

LA ESCUELA HISTÓRICA DEL DERECHO

La llamada Escuela Histórica del Derecho surge en Alemania a fines del siglo
XVIII como una reacción en contra de la Escuela del Derecho Natural Racionalista,
de los siglos XVII y XVIII, a la que encontraban en exceso racionalista y con ello
distanciada de aquel elemento de la realidad social e histórica del que nace el
derecho. Los partidarios de la escuela histórica nos dicen que el derecho no es tanto
un producto de la razón humana, sino de lo que llaman “espíritu del pueblo”
(volksgeist). Nos dicen que es el propio espíritu del pueblo el que va creando las
normas jurídicas. Esta escuela, que fue especialmente importante en Alemania, tiene
entre sus iniciadores a Gustavo Hugo (1764-1844) a quien se considera su fundador.
Pero su figura más importante es sin duda Federico Carlos von Savigny (1779-1861),
considerado el más célebre jurista de su época.
Hacia 1814, a diez años del Código de Napoleón, Alemania debía decidir
sobre su futuro jurídico. En este contexto un destacado jurista de la Universidad de
Heidelberg, Anton Friedrich Justus Thibaut, publica una obra titulada “Sobre la
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necesidad de un Derecho Civil para Alemania”, sosteniendo que los alemanes debían
aprovechar la ocasión para superar la dispersión jurídica de la época y lograr la
unificación a través de un código civil, semejante al Code. El mismo año Savigny
responde a través de su trabajo que lleva por título De la vocación de nuestro tiempo para
la legislación y la ciencia del derecho, en el cual se opone a la codificación del derecho en
Alemania, proponiendo como alternativa al problema el desarrollo de un derecho
científico. Los argumentos que propone en este trabajo han pasado a ser clásicos, no
sólo en cuanto se oponen a la codificación del derecho, sino también en cuanto
intentan explicar la naturaleza del mismo. Codificar el derecho nos dice Savigny,
significa sacarlo de su cauce natural que es el espíritu del pueblo, para encapsularlo
en códigos que lo alejan de su auténtica realidad y lo fosilizan.
No obstante, la principal obra de Savigny fue su Sistema de derecho romano
actual, llamada a tener una enorme importancia en su tiempo y también después de
él. Fundó, asimismo, la Revista de la ciencia histórica del derecho, que bajo el nombre de
Zeitschrift die Savigny-Stiftung für Rechtgeschicte perdura en la actualidad.
Otro gran autor de la Escuela Histórica fue el sucesor de Savigny en su cátedra de la
Universidad de Berlín, Jorge Federico Puchta (1798- 1846), quien, con su Manual de
las Pandectas, estableció las bases de la llamada pandectística alemana, conformada
por académicos seguidores de Savigny, por tanto, adherentes a la escuela histórica,
estudiosos del derecho romano al que consideraban un modelo de todo derecho y
dedicados principalmente al cultivo del derecho civil.

2.- ALGUNAS TEORÍAS ACERCA DE LA HISTORIA

Un alcance sobre la evolución de la historia

No hay dudas que la historia humana ha sufrido y continúa experimentando


cambios de todo tipo. Unos más profundos, otros menos. En algunas ocasiones con
mayor rapidez, en otras de manera más lenta. Por este motivo podemos afirmar que
la historia evoluciona. Ahora bien, en lo que suele no haber acuerdo es respecto a las
características que tiene esta evolución. Por ejemplo, los autores dan respuestas
diferentes cuando responden a interrogantes tales como si la historia tiene o no un
sentido, si hay o no en ella un progreso, si los movimientos que encontramos en la
historia son cíclicos o lineales, qué factores influyen de manera principal en los
cambios históricos, si hay también en la historia un sentido de lo trascendente, etc.
Así entonces, para ver como se ha entendido la evolución de la historia por las
distintas concepciones que se han postulado sobre la misma, pasaremos ha examinar
algunas teorías que se han propuesto sobre ella en distintas épocas y por diversos
pensadores.
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2.1.- LA CONCEPCIÓN GRECORROMANA

POLIBIO (200-118 a.C.)

En la antigüedad los primeros en formular una historia con carácter científico


fueron los griegos Heródoto y Tucídides. No reflexionaron mayormente sobre la
historia, pero al escribir historia de hecho tomaron posición con respecto a ella.
Eliminando el mito de sus narraciones escriben una historia sobre el acontecer
humano, de hechos efectuados por las personas y elegidos por su voluntad sin
intervención divina.
En términos generales, la historiografía antigua afirmaba que toda obra
humana siempre se encuentra sujeta a los vaivenes del devenir, con ello a la
corrupción y al cambio. Las instituciones jurídicas y políticas creadas por los seres
humanos no escapan a esta situación. Se trata por lo tanto de una concepción cíclica
de la historia. Esta interpretación clásica de la historia presenta las siguientes
características:

a) Es humanista, es decir, su centro de atención gira en torno a la persona y


a las acciones que realiza por sí sola o con la intervención de las fuerzas
divinas. En otras palabras, el ser humano es el protagonista de la historia.
b) Es substancialista. Las cosas tienen una substancia que las hace iguales a
sí mismas y diferente a las demás. La sustancia no se altera con el paso del
tiempo, por lo tanto, lo que es objetivamente malo hoy, lo será también
en muchos años más.
c) Es fatalista, la historia no puede escapar de la fuerza más poderosa de
todas, “el destino” o “Tyche” al que humanos y dioses están sometidos.
Nada puede escapar a sus designios y por eso se intenta conocerlo
mediante prácticas adivinatorias de los oráculos. La humanidad esta
condenada a repetir el ciclo que traza el destino y no puede evitarse por
ninguna circunstancia.

Varios filósofos e historiadores de la antigüedad clásica representan esta


interpretación cíclica de la historia, como es el caso de Platón, Aristóteles, Tito
Livio, Tácito y Cicerón. En esta oportunidad nos centraremos en un historiador del
siglo II a.C., Polibio.
Griego de nacimiento, fue deportado a Roma después de la conquista de
Grecia, y se relacionó con los círculos más altos de la ciudad, especialmente con los
Escipiones. Escribió en griego la primera gran historia (apologética) de Roma antes
de la de Tito Livio. Al terminar victoriosamente las guerras púnicas, Roma se acercó
a la cumbre de su fuerza. Polibio, advirtiendo esto pretende contar la conquista del
mundo por Roma. En el libro VI de su obra “Historias” hace una exposición de las
distintas formas de gobierno existentes, los ritmos en que se van dando
deteniéndose finalmente en la constitución romana. Con ello no sólo elabora un
verdadero tratado de derecho público, sino que expone una filosofía de la historia
de acuerdo con la cual el desarrollo histórico acontece según cierto orden, que se
verifica por la sucesión predeterminada y recurrente de las diversas constituciones.
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En otras palabras, el ciclo se manifiesta claramente en la evolución de las formas de


gobierno.
En primer lugar, para Polibio existen fundamentalmente seis formas de
gobierno, tres buenas (monarquía, aristocracia y democracia) y tres malas que a su
vez son la degeneración de cada una de las tres ya mencionadas (tiranía, oligarquía y
oclocracia).
En segundo lugar, para nuestro historiador estas seis formas o constituciones
simples se suceden una a otra según cierto ritmo, y por tanto constituyen un proceso
cíclico que se repite en el tiempo. Las etapas del proceso histórico son las siguientes:
reino, tiranía, aristocracia, oligarquía, democracia y oclocracia. Es decir, el ciclo
polibiano se desenvuelve mediante una alternancia de constituciones buenas y malas.
Al final del ciclo, cuando llegamos a la oclocracia regresamos al punto de partida,
esto es, a la monarquía o reino. Esta concepción de la historia es fatalista, dado que
el paso de una forma a otra parece estar predeterminado y ser necesario,
incuestionable y natural ya que estas transformaciones están inscritas en la
naturaleza de las cosas, los gobiernos no pueden dejar de sufrir el proceso de
cambio.
En tercer lugar, según Polibio existe una séptima forma de gobierno, de la
cual Roma es un ejemplo. Se trata de una síntesis de las tres formas buenas, el mejor
gobierno que puede existir: la constitución mixta. Así en el gobierno de la res
pública romana participaban tres órganos, los cuales eran representantes de cada una
de las buenas constituciones simples. Los cónsules representan la monarquía, el
senado la aristocracia y los comicios la democracia. Entre ellos existe un control
recíproco, de manera que se produce un equilibrio de poderes, lo cual asegura
estabilidad y éxito para el pueblo. Sin embargo, el gobierno mixto es estable, pero
eso no significa que sea eterno. Recordemos que el ciclo polibiano es fatalista, por lo
tanto, el Estado Romano, a pesar de su excelencia está sujeto a esta ley natural del
nacimiento, crecimiento y muerte. La constitución mixta sólo permite que los
cambios sean graduales y a un ritmo distinto, pero jamás asegura la perpetuidad de la
misma.

Por último, diremos que esta concepción cíclica de la historia influirá en


autores posteriores como Maquiavelo, Vico, Hegel, Spengler, entre otros.

2.2.- LA CONCEPCIÓN CRISTIANO MEDIEVAL DE LA HISTORIA

SAN AGUSTÍN DE HIPONA (354-430 d.C.)

La historiografía cristiano-medieval, en términos generales, concibe la historia de


forma lineal con un comienzo y fin determinado por Dios. La historia comienza
cuando, por la voluntad de Dios, nace el tiempo y con él, el mundo y con el mundo,
el hombre. El hombre apartándose del plan divino comete un pecado que condena a
toda la humanidad. Sin embargo, Dios escoge un pueblo para llevar a cabo la
salvación del mundo. La redención se produce con la muerte y resurrección de
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Cristo. La Iglesia de Cristo conduce a los seres humanos hacia un fin trascendente:
la salvación del alma. La historia por lo tanto no es más que este camino o paso que
conducirá al reino de Dios.

Esta concepción cristiana presenta ciertas características:

a) La historia es una historia universal, no la de un pueblo o ciudad en particular.


b) Los sucesos históricos hay que vincularlos más a la Providencia, pues la historia
constituye el desarrollo de un plan establecido previamente por ella.
c) Tratará de descubrir en la historia el ordenamiento inteligible puesto por Dios en
el curso general de los acontecimientos. Para ello la vida de Cristo es fundamental,
por eso es un hecho histórico y no sólo un dogma de fe.
d) El tiempo se ordena en torno a un acontecimiento central que es la venida de
Jesús. Por lo tanto, la historia se divide en dos grandes periodos: antes y después de
Cristo.

San Agustín es, tal vez, el mejor exponente de la concepción cristiano-medieval de la


historia. Aunque se encuentra más bien ubicado en las postrimerías de la Edad
Antigua, antes de la Edad Media, es indudable, que desde el punto de vista de su
concepción del mundo y de la historia pertenece más a ésta que a aquélla. Por otro
lado, como se sabe, las divisiones de la historia son relativas.

Lo más importante de la concepción agustiniana de la historia se encuentra en su


obra titulada La Ciudad de Dios. Es importante señalar que cuando San Agustín
comenzó a escribirla, hacia el año 413, la penetración de los pueblos bárbaros en el
Imperio Romano había dejado de ser una filtración pacífica. Este hecho ha de influir
decisivamente en su concepción. En su obra San Agustín compara dos planos o
ciudades antagónicas que se presentan en la realidad: la Ciudad de Dios o civitas dei y
la Ciudad del Diablo, una de cuyas manifestaciones sería la Ciudad Terrena.
Existen diversas interpretaciones acerca de cómo entender cada una de ellas. Para
algunos, interpretándola en un sentido platónico, la Ciudad de Dios daría la idea o
ideal perfecto de Estado, en contraposición con La Ciudad Terrena que sería una
imitación o copia imperfecta de él. Para otros, la Ciudad de Dios representa a la
Iglesia y la Ciudad del Diablo o Terrenal al Imperio o a la Polis (al Estado diríamos
hoy). Por último, tal vez la interpretación más difundida, es la de aquellos que
entienden la ciudad de Dios como la ciudad de aquellos que viven regidos por la ley
del Creador, la de aquellos que por amor a Dios se desprecian a sí mismos, la ciudad
de los elegidos; en otras palabras, son aquellos que van a salvar su alma y a gozar en
la eternidad de la presencia de Dios. Mientras que la Ciudad del Diablo sería la de
aquellos que buscan la satisfacción de su propio egoísmo, la de aquellos que por
amor a sí mismos desprecian a Dios, la ciudad de los condenados. La historia se
caracteriza por la constante lucha entre estas dos ciudades o ideales de vida, lo cual
ha venido ocurrido desde la rebelión del ángel caído.
Visto así, el problema de la historia humana no es otra cosa que un camino o
tránsito sobre la tierra, que no importa tanto por sí, como por la meta que trata de
alcanzar. Esta meta ha sido establecida por la Providencia, voluntad divina directora
de la historia, que guía el camino de la humanidad hasta su salvación. Sin embargo,
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el plan no es impuesto, el ser humano está dotado del libre albedrío que le permite
seguir el plan divino o apartarse de él.
Durante toda la Edad Media, con algunas variantes en el modo de exponerla, en
general se mantiene la concepción de la historia indicada anteriormente. Así
podemos mencionar a Santo Tomás de Aquino, a Dante, quien tendría una teoría de
la historia expuesta simbólicamente en La Divina Comedia, a Roger Bacon, a Nicolás
de Cusa y otros.

2.3.- LA CONCEPCIÓN DE LA HISTORIA EN EL RENACIMIENTO Y EN LA


ÉPOCA MODERNA.

Con el Renacimiento y la Época Moderna, el concepto de la historia pierde en gran


medida sus connotaciones religiosas y se seculariza con figuras como las de
Maquiavelo, Bodin, Campanella o Erasmo. Hay dos nombres que pueden destacarse
en la Edad Moderna inmediatamente después del Renacimiento, como
representantes de dos concepciones antagónicas de valorar y comprender la historia.
Ellos son Descartes y Vico.

RENATO DESCARTES (1598-1652)

Es considerado el padre del racionalismo moderno. Fue un gran pensador francés


ocupado de las matemáticas, de la física y de la metafísica. Sólo en estas disciplinas
tenía la esperanza de encontrar un pensamiento seguro e indubitable. En su obra
“El discurso del método” señalaba que la historia no era ciencia, que sus pretensiones de
reflejar la verdad eran absolutamente falsas, ya que los acontecimientos nunca
habían sucedido en la forma en que se les relataba. Entre sus argumentos, señalaba
que los relatos históricos no eran narraciones fidedignas, pues se apoyaban en
testimonios incompletos, cuyos autores podrían haber cometido errores o pretender
engañar acerca de los hechos. En otras palabras, las fuentes del historiador son
obras de otros hombres que pueden faltar a la verdad en el registro de los hechos,
por lo tanto, toda reconstrucción del pasado a través de dichos registros es poco
fiable. La historia así no presenta ninguna utilidad en la comprensión del pasado y
menos nos puede guiar en el presente, la historia es arte y en consecuencia,
subjetiva, pues sólo pretende mostrar modelos de conducta que el historiador estima
dignos de imitar o censurables.

JUAN BAUTISTA VICO (1668-1774)

Filósofo y abogado italiano, cuya obra principal lleva por título La Ciencia Nueva
(1725). En ella, entre otras materias, expone su concepción acerca de la historia.
Según Ferrater Mora fue el primero en utilizar la expresión “filosofía de la historia”,
aunque naturalmente no es el fundador de esta disciplina, la que viene desde la
antigüedad con Platón e incluso antes.
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Vico buscaba un método propio para la historia, intentando rebatir a Descartes en


cuanto a que la historia no es un conocimiento científico. Vico afirma que se
necesita un principio que limite el conocimiento humano, que determine qué puede
conocerse. Según él, la condición para que se pueda conocer algo con verdad,
consiste en que el sujeto que conoce haya fabricado aquello que se conoce. Así, por
ejemplo, la naturaleza ha sido creada por Dios, por lo tanto, sólo es inteligible para
Él. Por su parte la Historia es obra del ser humano, ha sido creada por la mente
humana y por lo mismo puede ser objeto de conocimiento humano.
Vico, según Collingwood, considera a la historia como un proceso por el cual los
seres humanos construyen un sistema de lenguajes, costumbres, leyes, gobiernos,
etc., es decir, piensa la historia como historia de la génesis y desarrollo de las
sociedades humanas y de sus instituciones. Aquí tenemos por primera vez una idea
completamente moderna acerca de lo que constituye la materia de la ciencia
histórica. El ser humano es el creador de las sociedades e instituciones que son
objeto de la historia.

Para Vico, hay ciertos periodos de la historia, que muestran las características de
otros periodos posteriores. Así nació su concepción cíclica sobre la historia, de
acuerdo con la cual la humanidad pasa fundamentalmente por tres etapas:
-Edad heroica, en ella prevalece la hazaña personal, gobierna una aristocracia
guerrera, la economía es agrícola, en literatura se impone la balada, etc. Ejemplos del
periodo heroico son la Edad Media europea y la Grecia Homérica. Rasgos de ésta se
repiten en aquélla.
-Edad clásica, en la que predomina el pensamiento por sobre la imaginación, la idea
de paz sobre la guerra, la industria sobre la agricultura, etc.
-La barbarie, que es decadencia.
Estas etapas tienden a repetirse en el orden indicado y cíclicamente, aunque no en
idéntica forma, sino a otro nivel, con lo cual no hay una mera rotación o círculo. Lo
que existe es una especie de avance en espiral. La historia jamás se repite, el retorno
a cada fase se reviste de formas distintas de las anteriores, ya que cada ciclo
comienza a partir de un nivel superior debido al progreso de la humanidad. El ciclo
es lo que Vico denomina “corso”, al concluir éste, comienza uno nuevo al que llama
“il ricorso”. Sin embargo, este no repetirá necesariamente todas las características
anteriores, sino que dependerá de la originalidad de los hombres de la época,
característica propia de la libertad del hombre, quien guiado por la divina
providencia intenta descubrir el plan divino.

Vico señala además algunos prejuicios en contra de los cuales el historiador debe
estar prevenido. Ellos son:
a) Tener una idea exagerada acerca de la grandeza de la antigüedad. Esto era algo
común en su época.
b) La vanagloria nacional.
c) La vanagloria de los doctos.
d) La falacia de las fuentes, que podría incluirse en la vanagloria nacional. Se da, por
ejemplo, cuando dos naciones disputan sobre el origen de una institución,
pretendiendo cada una ser la cuna de ella, no siempre se debe pensar que una enseña
a la otra, pues con ello se está negando el poder creador original de la mente.
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e) El prejuicio de creer que los antiguos estaban mejor informados que nosotros
sobre los tiempos que les eran próximos.

Propone también ciertos métodos para coadyuvar al historiador en su tarea


investigadora:
a) Debe aprovechar la filología.
b) Debe tratar de entender los mitos de los primitivos, no como meras fantasías,
sino como una expresión de las instituciones y estructuras sociales de un pueblo
primitivo, expuestas de acuerdo al estudio de su desarrollo cultural.
c) Las tradiciones deben aceptarse no como literalmente ciertas, sino como un
recuerdo difuso. Hay que tratar entonces de penetrar en su sentido.
d) Hay que recordar que, en cierto estado de su desarrollo, la mente humana tiende
a crear siempre, en cualquier tiempo o lugar, el mismo tipo de productos. Así los
salvajes, en cualquier parte, tenderán a crear instituciones y situaciones parecidas.

Vico fue un adelantado para su época, recién fue descubierto en Alemania, dos
generaciones más tarde, hacia fines del siglo XVIII.

2.4.- LA CONCEPCIÓN DE LA HISTORIA EN LA ÉPOCA CONTEMPORÁNEA

De las muchas concepciones que acerca de la historia se han formulado en la época


contemporánea, nos referiremos únicamente a las siguientes:

OSWALD SPENGLER (1880-1936)

Este autor alemán influido por corrientes pragmatistas, irracionalistas y, sobre todo,
biologistas, concibe a la historia como historia de las culturas. Las culturas en
opinión suya son grandes unidades, similares a los organismos vivos, en que se
insertan acontecimientos históricos. Esta similitud con los organismos vivos se
muestra en que las culturas, al igual que aquellos organismos, cumplen el ciclo vital
de nacimiento, desarrollo (hasta su punto más alto) y luego, por desgate, decadencia
y muerte. Al momento de escribir su obra, Spengler propone la existencia de cuatro
culturas: la de Oriente, la de la Antigüedad Greco-romana, la Árabe y la Occidental.
Cada una de estas culturas es independiente con respecto a las demás. En este
sentido, cada cual tiene una característica específica: apolínea la griega, mágica la
árabe, fáustica la occidental. Para este autor, cada una de estas culturas tiene una
vida de 1000 años aproximadamente.
Todas las culturas pasan por las mismas etapas, cumpliendo el aludido ciclo vital.
Splenger asimila las distintas fases del ciclo a las estaciones del año: primavera,
verano, otoño e invierno. Cada una de estas estaciones se caracteriza por diversos
factores, específicamente por lo que la cultura en cuestión produce. En la primavera
o albor de la cultura, se produce la arquitectura, la poesía épica, la creación de
grandes sistemas teológicos y la transformación política de las aristocracias. En el
verano se produce la escultura, la pintura, la razón y la poesía lírica; durante el
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otoño, la literatura, la música, la rebelión de las masas y el culto a la ciencia


matemática. Finalmente, en el invierno encontramos el gigantismo, la abstracción,
los imperios militaristas, el hedonismo y la cultura del placer.
El fin del invierno significa la muerte de la civilización o cultura (término reservado
sólo para esta última etapa). Para este autor, Occidente se encontraría en su periodo
de decadencia, pues habría entrado en la fase denominada “civilización”. Por esta
razón, su fin estaría próximo.
Occidente habría llegado a la época del cesarismo militarista, las masas son
conducidas por un líder carismático que debe salvar la cultura de los “nuevos
bárbaros” que asaltan la fortaleza europea.
Poco antes de su muerte, Spengler atenuó un tanto su visión demasiado fatalista. El
libro clave para entender la concepción que Spengler tiene de la historia es su obra
La Decadencia de Occidente. Bosquejo de una Morfología de la Historia Universal.

ARNOLD J. TOYNBEE (1888-1975)

Sin duda, Toynbee es uno de los historiadores y diplomáticos más relevantes de la


reciente historia británica.
En busca de la comprensión de los fenómenos históricos, trata de determinar ciertas
unidades o campos que los hagan inteligibles. El “campo inteligible” para el estudio
de la historia no lo dan las naciones, ni mucho menos las antiguas polis u otras
similares, sino sociedades más amplias. Así, según este autor, pretender estudiar la
historia de una nación determinada como Francia o Inglaterra, sólo tiene sentido si
lo entendemos dentro de un campo más amplio, como es la civilización occidental
cristiana, a la cual pertenecen ambas naciones. Cada civilización tiene un área
geográfica específica, con límites precisos que cumplen una función de primera
magnitud, siendo la religión uno de los factores que permite diferenciar entre una
civilización y otra.
Dentro de las sociedades distingue dos tipos fundamentales: las sociedades
primitivas y las civilizadas. A estas últimas las llama simplemente civilizaciones y son
las que en verdad importan para estudiar la historia. Junto a las civilizaciones
propiamente tales que lograron desarrollarse, hubo otras que no pudieron hacerlo,
ya por aislamiento u otros motivos similares, quedaron como civilizaciones
incipientes o fósiles.
Toynbee descubrió veintiuna civilizaciones en la historia de la humanidad, algunas
de las cuales no han tenido civilizaciones filiales que surgieran de ellas y algunas de
las cuales han dejado de existir3. De ellas cinco existen actualmente: la occidental, la
islámica, la greco-ortodoxa, la hindú y la extremo-oriental. Descontando a las civilizaciones
que considera originarias como la mesopotámica original que es la sumeria, la
egipcia, la maya, la inca, la sínica (china) y minoica, el resto son derivadas.

3
Las veintiuna civilizaciones son las siguientes: en América se encuentran la mexic, la maya, la yuca teca
y la andina; en Europa, la de Minos, la helénica, la occidental cristiana y la cristiano-ortodoxa; en Asia y
Asia Menor las del Extremo Oriente, la sínica, la hindú, la sumérica, la índica, la hitita, la arábiga, la
siriaca, la babilónica y la irania; y en África, la egipcia. La cristiano-ortodoxa y la de Extremos Oriente
las divide en dos. La occidental cristiana y la cristiano-ortodoxa surgieron de la antigua helénica, que
comprendía Grecia y Roma.
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Para Toynbee no es claro, y más bien tiende a negar el hecho, que exista una
relación entre las sociedades primitivas y las civilizaciones originarias, aunque en un
momento reconoce que el punto es problemático. Las primeras civilizaciones
nacerían debido a un mecanismo que es determinante en la concepción que
Toynbee tiene de la historia. A este mecanismo lo denomina reto y respuesta (challenge
and response). Consiste en que un organismo, en este caso una sociedad, se enfrenta a
un reto o desafío que le lanza el medio, en el sentido de enfrentar condiciones
difíciles y adversas de existencia que ponen en peligro su posibilidad misma de
seguir existiendo. La respuesta de la sociedad ante este reto puede darse como una
reacción positiva, en cuyo caso vence a la adversidad y pasa a un nivel más alto, o
bien como una reacción negativa siendo vencida por el reto, en cuyo caso decae y
desaparece.
El reto que posibilitó la aparición de las primeras civilizaciones fue dado
exclusivamente por el ambiente físico, así, por ejemplo, la civilización del antiguo
Egipto habría sido la resultante de una respuesta favorable de sus habitantes al
desafío que significaba una situación geográfica difícil.
Para Toynbee los conductores de la sociedad son siempre una minoría, las élites o
aristocracias. Ellas son las que elaboran las respuestas a los problemas de la
sociedad, luego de un periodo de aislamiento y reflexión; luego, las masas en un
proceso de mimesis imitan el actuar de las aristocracias. Este dinamismo anima a la
sociedad, permitiéndole desarrollarse y vivir.
Si las aristocracias conservan sus virtudes de laboriosidad y de espíritu de servicio,
pueden conducir a los pueblos por la senda de la paz y la gloria, pero si pierden sus
atributos, guiándose por simples criterios de poder y mayor beneficio personal,
pasan a constituir una minoría dominante que sólo tiene como fin conservar el
poder, por lo que halaga e imita a las masas para buscar apoyo, con ello se invierte el
proceso de imitación y se puede producir una revolución.
Del mismo modo que una civilización se desarrolla en razón a su capacidad
creciente para preparar réplicas eficaces a las exigencias que se le plantean, así
también una civilización declina debido a la pérdida de agilidad para hacer frente a
las exigencias. Implicados en dicho fracaso aparecen tres factores a los que Toynbee
denomina mecanicidad de la mimesis, rigidez de las instituciones y némesis
de la capacidad creadora.
A medida que envejece una civilización se produce una tendencia, en este espíritu de
seguimiento, a perder su carácter espontáneo y tornarse reglado, fijo, llegando casi a
extremos de mecanicidad. Esto es a lo que Toynbee llama mecanicidad de la
mimesis, afirmando que con ella se aminora la flexibilidad de la civilización para
ajustarse a nuevas exigencias. La rigidez de las instituciones necesita poca
explicación. Se asemeja a la mecanicidad de la mimesis, salvo que no se refiere
únicamente al seguimiento de los líderes, sino a los patrones de hábitos y
costumbres que se toman rígidos haciendo, por consiguiente, difícil encontrar
nuevas réplicas para las nuevas exigencias. La némesis de la capacidad creadora se
refiere al hecho de que el acto mismo de dar una respuesta eficaz y creadora a un
reto parece tener efectos sobre una civilización que plantea sucesivas exigencias más
difíciles de afrontar. Uno de estos resultados es el de "dormirse en los laureles",
cuando el genio creador de la minoría se paraliza, la civilización colapsa. Otro
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aspecto de la némesis de la capacidad creadora es el "precipitarse a la ruina". Una


civilización que ha dado una réplica eficaz se lanza a una actividad, cada vez mayor,
de una naturaleza que acaba por arrastrarla a exigencias imposibles, al hundimiento y
a la desintegración. De esto, el mejor ejemplo es el militarismo.
Las civilizaciones desaparecidas son las que sucumbieron al reto. Pero en cierto
sentido no desaparecieron totalmente, ya que la nueva civilización o nuevas
civilizaciones que le suceden, son hijas de la antigua. Es decir, están en una relación
de filiación. El elemento que conservan de la antigua civilización es la religión que
ésta tenía al momento de extinguirse. Dicha religión constituye la clave de su
desarrollo y dinamismo posterior. El valor que este pensador asigna a la religión es
máximo.
Como puede observarse, Toynbee no caracteriza a las civilizaciones atribuyéndoles
esa especie de ciclo fatal que Spengler asignaba a las culturas. Al respecto nos dice
que cuando el desafío es muy fuerte, es difícil, pero no imposible, para una
civilización superarlo, pero si logra hacerlo en lugar de extinguirse se fortalecerá.

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