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Voces: DAÑOS Y PERJUICIOS - DAÑO PUNITIVO - PRIVACION DEL USO DEL

AUTOMOTOR - DAÑO MORAL - REPARACIÓN DEL DAÑO - DEFENSA DEL


CONSUMIDOR - INCUMPLIMIENTO CONTRACTUAL

Partes: Plohn Miguel Angel c/ Liderar Compañía General de Seguros S.A. | ordinario

Tribunal: Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial

Sala/Juzgado: A

Fecha: 12-dic-2014

Cita: MJ-JU-M-91453-AR | MJJ91453

Producto: SOC,MJ

La falta del vehículo no constituye por sí sola un daño resarcible si no se suministran


elementos de juicio que hagan verosímil la existencia de un concreto perjuicio derivado de esa
carencia.

Sumario:

1.-Para la procedencia de cualquier daño -en general- debe existir plena certidumbre acerca de
su existencia. Su prueba es esencial, puesto que si no se halla demostrado, carece de
sustento la pretensión resarcitoria que tuviera por presupuesto-justamente- ese extremo.

2.-La falta del vehículo no constituye por sí sola un daño resarcible si no se suministran
elementos de juicio que hagan verosímil la existencia de un concreto perjuicio derivado de esa
carencia.

3.-Si bien la indisponibilidad del rodado implica necesariamente para su dueño o usuario una
serie de molestias, gastos adicionales y pérdidas de tiempo y de dinero -en caso de ser
empleado como herramienta de trabajo- que, sin lugar a dudas, constituyen un menoscabo
susceptible de ser indemnizado y que -en principio- debe ser presumido, ya que quien
adquiere un vehículo lo hace para llenar alguna necesidad -aunque sea de recreo-, no menos
cierto es que, como contrapartida, el uso de un rodado ocasiona una serie de erogaciones,
tanto directas como indirectas, tales como estacionamiento, combustible, lubricantes,
repuestos y demás gastos de mantenimiento, que se evitan, en principio, cuando no se
dispone de la posibilidad de utilizar el automóvil.

4.-Para que la indemnización por privación del uso del automotor prospere, es exigible que el
interesado suministre prueba concreta de que esos gastos y molestias causados por la falta
del vehículo superan o exceden el ahorro que produce esa ausencia de uso, allegando al
Tribunal los elementos de juicio necesarios a ese fin, de modo de evitar que se produzca un
enriquecimiento sin causa en perjuicio del deudor.

5.-Con relación al resarcimiento de este tipo de daño en materia contractual, tiene dicho la
jurisprudencia que aquél debe ser apreciado con criterio restrictivo, teniendo en cuenta que no
se trata de una reparación automática tendiente a resarcir las desilusiones, incertidumbres y
disgustos que toda inejecución contractual trae aparejados, sino solamente determinados
padecimientos espirituales que, de acuerdo con la naturaleza del hecho generador de la
responsabilidad y circunstancias del caso, así lo hagan menester -art. 522 Código Civil-.

6.-En los supuestos de responsabilidad contractual, en los que la reparación del daño moral se
encuentra regida por el art. 522 del Código Civil, la regla de que está a cargo de quien lo
reclama la acreditación de su concreta existencia cobra especial significación. Y esto es así
porque si la noción de daño moral se halla vinculada al concepto de desmedro extrapatrimonial
o lesión en los sentimientos personales, aparece como evidente que no puede ser equiparable
ni asimilable a las meras molestias, dificultades, inquietudes o perturbaciones propias de todo
incumplimiento contractual, en tanto estas vicisitudes son propias del riesgo de cualquier
contingencia negocial, razón por la cual es exigible que quien lo invoque acredite las
especiales circunstancias a las que la ley subordina la procedencia de este resarcimiento.

7.-Si todo incumplimiento contractual fuese en principio revelador de la culpa del deudor, no
parece tampoco que esta última resulte de suyo suficiente para acoger todo reclamo por
reparación del daño en cuestión en los supuestos de responsabilidad contractual, ya que, de
ser así, no tendría razón de ser la limitación que para su procedencia se determina en la
norma antes citada, cuando supedita tal reparación a la índole del hecho generador de la
responsabilidad y circunstancias del caso . Por tanto, en tales supuestos, el agravio solo será
procedente cuando el juez advierta una torpeza particularmente calificada del deudor en el
acaecimiento del hecho que genera su responsabilidad.

8.-En el ámbito del tráfico comercial, situaciones como las que motivan este litigio -
incumplimiento de un contrato de compraventa de automotor - son inherentes a las
contingencias propias del mundo de los negocios, razón por la cual si no se prueba un
concreto perjuicio moral no resulta razonable que la conducta del deudor pueda dar lugar a un
resarcimiento patrimonial como el perseguido por el recurrente.

9.-El llamado daño punitivo es un instituto de sólido predicamento en el derecho anglosajón,


donde se lo designa bajo la denominación de punitive damages (también, exemplary damages ,
non compensatory damages , penal damages , aggravated damages , additional damages ,
etcétera) y que ha comenzado a proyectarse gradualmente, también dentro del sistema
continental europeo, en Canadá y, recientemente, entre nosotros, traducido literalmente al
español como daños punitivos , aunque tal denominación resultaría objetable, pues lo que se
pune o sanciona son ciertos ilícitos calificados por su gravedad y no el daño en sí mismo.

10.-En algunos de los países anglosajones se ha interpretado que el daño punitivo consiste en
una cantidad económica que debe desembolsar el responsable de un daño, no para
compensar al demandante -víctima del perjuicio sufrido-, sino con la finalidad de impedir y de
disuadir al demandado y a otras personas de que realicen actividades tales como las que
causaron daños al demandante, constituyendo así una especie de pena privada para disuadir a
toda la sociedad de la realización de actos particularmente dañosos y graves, como los daños
al medio ambiente, a la salud y a la seguridad pública.
11.-El daño punitivo ha sido definido como las sumas de dinero que los tribunales mandan
pagar a la víctima de ciertos ilícitos que están destinadas a punir graves inconductas del
demandado y a prevenir hechos similares en el futuro, y que se suman a las indemnizaciones
por daños realmente experimentados por el damnificado.

12.-El daño punitivo participa de la naturaleza de una pena privada, que se manda a pagar por
encima de los valores en los que se condene en calidad de daños y perjuicios y se encuentra
destinada, en nuestra regulación, en principio, al propio damnificado. Esta pena privada está
estrechamente asociada a la idea de prevención de ciertos daños y, también, al castigo y al
desbaratamiento a futuro de los efectos de ilícitos que, por su gravedad o por sus
consecuencias, requieren algo más que la mera indemnización resarcitoria de los perjuicios
causados.

13.-El instituto del daño punitivo cumple una tríada de funciones, a saber: (a.) sancionar al
causante de un daño inadmisible; (b.) hacer desaparecer los beneficios injustamente
obtenidos a través de la actividad dañosa; y (c.) prevenir o evitar el acaecimiento de hechos
lesivos similares al que mereciera la punición.

14.-La finalidad de los daños punitivos es: (a.) punir graves inconductas; (b.) prevenir futuras
inconductas semejantes, ante el temor de la sanción; (c.) reestablecer el equilibrio emocional
de la víctima; (d.) reflejar la desaprobación social frente a graves inconductas; y (e.) proteger el
equilibrio del mercado.

15.-En la jurisprudencia norteamericana esta figura ha encontrado debido cauce dentro de las
llamadas class actions , que se han convertido en un ámbito apropiado para el tratamiento de
las cuestiones relativas a casos de responsabilidad donde los daños resultan agravados por la
proyección social y la magnitud del perjuicio que causan.

16.-Los daños punitivos , hasta hace no mucho tiempo extraños a nuestro derecho, se han
convertido en ley positiva en el país a partir de la sanción, en el año 2008, de la Ley 26.361
(modificatoria de la Ley 24.240), normativa mediante la cual se ha incorporado el citado
instituto en el artículo 52 bis LDC. La referida norma prevé frente al proveedor que no cumpla
sus obligaciones legales o contractuales con el consumidor, que a instancia del damnificado,
el juez podrá aplicar una multa civil a favor del consumidor, la que se graduará en función de
la gravedad del hecho y demás circunstancias del caso, independientemente de otras
indemnizaciones que correspondan , disponiéndose también que cuando más de un proveedor
sea responsable del incumplimiento responderán todos solidariamente ante el consumidor, sin
perjuicio de las acciones de regreso que les correspondan. La multa civil que se imponga no
podrá superar el máximo de la sanción de multa prevista en el artículo 47, inciso b) de esta
ley (conf. Ley 24.240, artículo 52 bis).

17.-El consenso dominante sobre la materia, tanto en el derecho comparado como en nuestra
doctrina, es el de que las indemnizaciones o daños punitivos únicamente proceden en
supuestos de particular gravedad, calificados por el dolo o la culpa grave del sancionado, o por
la obtención de enriquecimientos derivados del ilícito, o en ciertos casos, por un abuso de
posición de poder, particularmente cuando ella evidencia un menosprecio grave por derechos
individuales o de incidencia colectiva.

18.-Debe destacarse que, en términos generales, cuando los precedentes referidos a los
daños punitivos se refieren a la existencia de culpa grave , se trata de aquella que constituye
una falta grosera, esto es, la que consiste en el hecho de no haber tomado una precaución
que todo el mundo habría juzgado necesaria. Este tipo de culpa únicamente se configura
cuando media una manifiesta y grave despreocupación, identificándose con la voluntad
consciente más que con el simple descuido.

19.-El daño punitivo no resulta aplicable en cualquier supuesto, también puede ser observada
entre los fundamentos esgrimidos durante el debate parlamentario que precedió a la sanción
de la normativa en cuestión, donde se ha expresado que con el daño punitivo se trata de
desbaratar la perversa ecuación que aconseja dejar que se produzca un perjuicio, pues, en sí
resulta más económico repararlo en los casos singulares que prevenirlo para la generalidad

20.-En principio, el resarcimiento mediante el daño punitivo no resultaría aplicable en


cuestiones vinculadas con incumplimientos contractuales, aunque, en general, se admite su
procedencia excepcional cuando la conducta de la parte que provoca la ruptura contractual va
más allá y es acompañada por otro agravio. En nuestro medio, este ámbito está expresamente
previsto en el artículo 52 bis LDC.

21.-La finalidad del daño punitivo perseguida con este tipo de instituto debe apuntar a
sancionar al causante de un daño inadmisible con eventual proyección social y hacer
desaparecer los beneficios injustamente obtenidos a través de esa actividad dañosa, con una
finalidad ejemplificadora y disuasoria respecto de su reiteración.

22.-El daño punitivo traído a nuestra legislación no puede ser desligado de la necesaria
consideración de la naturaleza misma del instituto, dado que es independiente y funcional a la
gravedad del hecho, ya que acrecienta, con todo rigor, la indemnización que ya se haya
estimado procedente. Así, pues, cabe sólo en el debido contexto que justifique concederlo.
N.R.: Sumarios elaborados por Ricardo A. Nissen.

En Buenos Aires, a los 12 días del mes de diciembre de dos mil catorce, se reúnen los
Señores Jueces de Cámara en la Sala de Acuerdos, con la asistencia del Señor Prosecretario
Letrado de Cámara, para entender en los autos caratulados "PLOHN MIGUEL ÁNGEL c/
LIDERAR COMPAÑÍA GENERAL DE SEGUROS S.A. s/ Ordinario" (Expediente N° 056.280,
Registro de Cámara N° 27.030/2011), originarios del Juzgado del Fuero N° 18, Secretaría N°
36, en los cuales, como consecuencia del sorteo practicado de acuerdo con lo establecido por
el art. 268 del CPCCN, resultó que debían votar en el siguiente orden: Dra. Isabel Míguez,
Dra. María Elsa Uzal y Dr. Alfredo Arturo Kolliker Frers. El Señor Juez de Cámara Doctor
Alfredo Arturo Kolliker Frers no interviene en el presente Acuerdo por hallarse en uso de
licencia (artículo 109 RJN).

Estudiados los autos, la Cámara planteó la siguiente cuestión a resolver:

¿Es arreglada a derecho la sentencia apelada?

A la cuestión propuesta, la Señora Juez de Cámara Doctora Isabel Míguez dijo:

I. - ANTECEDENTES DEL CASO.


En la sentencia de fs. 269/279, la Sra. Magistrado de grado hizo lugar parcialmente a la
demanda deducida por Miguel Ángel Plohn contra Liderar Compañía General de Seguros S.A.,
a quien condenó a pagar a aquél la suma total de pesos veintitrés mil quinientos ($ 23.500) -
en concepto de resarcimiento del "daño emergente" ($ 19.500) y de la "privación de uso del
vehículo" ($ 4.000)-, con más los intereses fijados y las costas.

Los hechos del sub examine han sido sintetizados en el fallo indicado en lo que la Juez a quo
estimó razonable consignar y a esa referencia cabe remitirse, brevitatis causae.

II. - LOS RECURSOS.

El pronunciamiento de la anterior instancia fue apelado tanto por la parte actora -a fs. 283-
como por la demandada -a fs. 286-, recursos que fueron fundados con las expresiones de
agravios que corren agregadas a fs. 315/319 y fs. 321/327, respectivamente.El accionante
procuró contestar el memorial de la emplazada mediante el escrito de fs. 329/330, empero,
dicha presentación fue declarada extemporánea a fs. 331, en tanto que la expresión de
agravios del primero no fue objeto de réplica.

La actora se agravió porque la Juez de grado: i) rechazó el resarcimiento de los "gastos de


conservación del bien asegurado" reclamado, pese a que dichas erogaciones se hallarían
acreditadas con las declaraciones de los testigos Marcos Ariel Báez y Guillermo Gastón
Noriega; ii) desestimó la indemnización pretendida para enjugar el "daño moral", aun cuando
su existencia surgiría acreditada a partir de los incumplimientos de la demandada y de los
testimonios brindados en autos por los referidos Báez y Noriega; y iii) denegó la procedencia
del "daño punitivo" invocado por no haberse acreditado en autos que la accionada hubiera
decidido no abonar la suma asegurada para beneficiarse con la depreciación de nuestra
moneda, cuando -en realidad- resultaría evidente que a las compañías de seguro les resultaría
más eficiente no pagar antes que abonar un siniestro en tiempo y forma, como se
desprendería de la gran cantidad de causas iniciadas contra aquéllas por graves
incumplimientos contractuales.

Por su parte, la demandada Liderar criticó la sentencia de grado: i) porque al analizar la


procedencia -o no- del "daño punitivo", terminó ordenando aplicar la tasa de interés máxima
que prevé el art. 622 del Código Civil, conculcando de esta manera el principio de congruencia
y su derecho de propiedad, motivo por el cual solicitó la reducción de la tasa de interés
establecida. Negó, a todo evento, haber incurrido en la inconducta procesal maliciosa
sancionada por dicha norma; y ii) porque hizo lugar al resarcimiento de la "privación de uso del
vehículo" y por el monto concedido, toda vez que no se encontraría acreditada su existencia.

III.- LA SOLUCIÓN PROPUESTA.

1) El tema a decidir.

Preliminarmente, cabe advertir que no se encuentra cuestionada en esta Alzada la condena a


la compañía de seguros demandada a cumplir el contrato de seguro -mediante el pago de la
suma asegurada, la cual fue reconocida bajo el rubro "daño emergente"- impuesta en la
sentencia de grado, quedando -por ende- consentido dicho aspecto del decisorio apelado.

Ello establecido y descriptos del modo expuesto los reproches de los recurrentes, se aprecia
que el tema a decidir en la especie reside en establecer, fundamentalmente, si fue acertada o
no, la decisión de la Juez de grado en punto a condenar a la demandada a pagar al actor la
suma de $ 4.000 en concepto de resarcimiento por la "privación de uso del vehículo", rechazar
la procedencia de los rubros "gastos de conservación del bien asegurado", "daño moral" y
"daño punitivo", y fijar la tasa de interés máxima prevista por el art. 622 del Código Civil.

2) La privación de uso del vehículo.

La demandada -se recuerda- se agravió de que en la sentencia apelada se otorgó la suma de


$ 4.000 para enjugar la "privación de uso del vehículo", suma que juzgó "desproporcionada,
infundada y totalmente improcedente e inadmisible" dado que no se hallaría acreditada la
existencia de dicho perjuicio, motivo por el cual solicitó su rechazo (véase fs. 325 vta./326
vta.).

Vale recordar que para la procedencia de cualquier daño -en general- debe existir plena
certidumbre acerca de su existencia (CSJN, 13/10/1994, in re: "Godoy, Miguel A. c/ Banco
Central"; conf. esta CNCom., esta Sala A, 12/07/2007, in re: "Juncal Empresa de iajes y
Turismo S.A. c/ Internacional Air Transport Association (IATA) y otro"). Su prueba es esencial,
puesto que si no se halla demostrado, carece de sustento la pretensión resarcitoria que tuviera
por presupuesto - justamente- ese extremo (conf. SCBA, 06/10/1992, in re:"Damelino de
Constantini, Celia c/ Asociación de Jubilados y Pensionados de Villa Ramallo"; LL,
23/12/1992; Sala B, 22/2/2005, in re: "Clucellas, Patricio c/ Valle Las Leñas").

En lo que se refiere concretamente a la privación de uso, esta Sala tiene dicho que la falta del
vehículo no constituye por sí sola un daño resarcible si no se suministran elementos de juicio
que hagan verosímil la existencia de un concreto perjuicio derivado de esa carencia. Esto es
así porque, si bien la indisponibilidad del rodado implica necesariamente para su dueño o
usuario una serie de molestias, gastos adicionales y pérdidas de

tiempo y de dinero -en caso de ser empleado como herramienta de trabajo- que, sin lugar a
dudas, constituyen un menoscabo susceptible de ser indemnizado y que -en principio- debe
ser presumido, ya que quien adquiere un vehículo lo hace para llenar alguna necesidad -
aunque sea de recreo-, no menos cierto es que, como contrapartida, el uso de un rodado
ocasiona una serie de erogaciones, tanto directas como indirectas, tales como
estacionamiento, combustible, lubricantes, repuestos y demás gastos de mantenimiento, que
se evitan, en principio, cuando no se dispone de la posibilidad de utilizar el automóvil (conf.
esta CNCom., esta Sala A, 18/10/2007, in re: "Valle Alto S.A. c/ Zurich Argentina Compañía
de Seguros S.A."; idem, 13/02/1980, in re: "San Esteban S.C.A. c/ Nogueira S.R.L."; bis idem,
30/11/1979, in re: "Telles, Teodoro Tomás c/ Nasta, Antonio").

Síguese de ello que, para que este rubro prospere, es exigible - conforme al principio expuesto
supra- que el interesado suministre prueba concreta de que esos gastos y molestias causados
por la falta del vehículo superan o exceden el ahorro que produce esa ausencia de uso,
allegando al Tribunal los elementos de juicio necesarios a ese fin, de modo de evitar que se
produzca un enriquecimiento sin causa en perjuicio del deudor (conf. esta CNCom., esta Sala
A, 04/04/2007, in re:"Bonfiglio de Folgueiras Mariana y otro c/ La Buenos Aires Compañía
Argentina de Seguros S.A. y otro s/ Ordinario"; idem, 10/06/1980, in re: "Lerner, José c/ La
Magdalena S.R.L."; bis idem, 30/05/1997, in re: "Grimblat, Diego Fabián c/ Autoplan Círculo
de Inversores S.A."; entre otros).

En ese marco, cuadra señalar que el accionante no aportó prueba alguna -cual era su carga-
de que los gastos y molestias causados por la falta del automóvil hubiesen superado o
excedido el ahorro que le produjo esa ausencia de uso.

En ese sentido, adviértase que, como justificativo de la suma de $ 6.000 reclamada por este
concepto, adujo que durante un lapso aproximado de 14 meses debió contratar remises para
trasportarse junto a su familia (véase fs. 80, punto b). Sin embargo, no aportó comprobante de
pago alguno de los viajes en remises que afirmó haber realizado durante el tiempo en que
estuvo privado del uso de su vehículo. Más aun, del testimonio de los testigos Marcos Ariel
Báez y Guillermo Gastón Noriega (véanse declaraciones a fs. 210/211 y fs.212/213,
respectivamente) no surge que Plohn hubiera recurrido a dicho medio de transporte, sino que,
por el contrario, aquéllos brindaron transporte benévolo al actor en varias ocasiones, quien
retribuyó esos gestos "colaborando" con el pago del combustible y de alguna reparación,
aunque no especificaron a cuánto habrían ascendido esas erogaciones.

En virtud de esos fundamentos, corresponde hacer lugar al agravio bajo análisis y, en


consecuencia, modificar la sentencia apelada y disponer el rechazo de la procedencia del
rubro en cuestión.

3) Los gastos de conservación del bien asegurado.

El accionante criticó que la Juez de grado hubiera rechazado este rubro, pese a que su
existencia se encontraría acreditada con las declaraciones de los testigos Marcos Ariel Báez y
Guillermo Gastón Noriega.

En su escrito de demanda fundamentó su reclamo por este concepto aduciendo que desde el
11/06/2010, y hasta tanto no se resolviera el presente proceso, debía abonar la suma de $ 200
mensuales a efectos de "poder resguardar y conservar" los restos del vehículo asegurado,
motivo por el cual reclamó la suma de $ 3.000 y se reservó el derecho de actualizar ese monto
y ampliar la demanda por las erogaciones que pudiera hacer en el futuro con ese mismo fin
(véase fs. 80 y vta., punto c). Ese 11/06/2010, precisamente, fue el día en el cual la comisaría
cuarta de San Fernando procedió a restituirle el automóvil siniestrado (véase fs. 229). Ergo, si
bien el demandante no lo dijo expresamente, de los términos de su presentación cabe
interpretar que adujo que comenzó a afrontar los gastos reclamados bajo este rubro desde el
mismo día en el cual le fue restituida la unidad asegurada y que ellos continuarían
devengándose hasta el momento en que la aseguradora resultara condenada en autos. Para
sustentar su versión de los hechos, el apelante invocó los testimonios de Báez y Noriega.

En ese sentido, el testigo Marcos Ariel Báez -quien fuera vecino de Plohn (véase fs.210,
respuesta a las generales de la ley)- manifestó que, inicialmente, ".el vehículo lo tuvo el actor
en la casa." y que, luego, lo trasladó al taller de un amigo del declarante, abonando una suma
de $ 250 mensuales (véase fs. 211, respuesta a la pregunta 11). Por su parte, el testigo
Guillermo Gastón Noriega -también vecino del actor (véase fs. 212, respuesta a las generales
de la ley)-, consultado acerca de cuánto abonaba el accionante por el servicio de guarda de los
restos del vehículo (véase interrogatorio obrante a fs. 209, pregunta 12), respondió que lo
desconocía, pero que sí sabía ".que le consiguieron un lugar para guardarlo, porque lo tenía
en la puerta de la casa" -el destacado no es del

original- (véase fs. 213, respuesta a la pregunta 12).

Esas declaraciones colisionan con la versión de los hechos brindada en la demanda, dado que
mientras los testigos manifestaron que el vehículo siniestrado estuvo apostado inicialmente
"en la puerta de la casa" de Plohn -lugar de estacionamiento que, previsiblemente, debió
resultar gratuito- , hasta el momento en que éste habría contratado un espacio en un taller
para guardarlo, el actor -por el contrario- sostuvo que habría arrendado un lugar para "poder
resguardar y conservar" los restos del vehículo asegurado desde el mismo día en que le fue
restituido por la policía.

Tampoco resulta verosímil el argumento del accionante relativo a que al momento de incoar la
demanda continuaba afrontando el costo de un estacionamiento. En efecto, adviértase que en
el propio escrito de inicio -presentado el 08/09/2011 (véase cargo a fs. 87 vta.) Plohn denunció
su domicilio real en la calle "Cordero N° 3179, Localidad de Virreyes, Partido de San
Fernando, Pcia. de Buenos Aires " (véase fs. 74) y que "los restos del vehículo, en el mismo
estado en que fue encontrado por la Policía de la Provincia de Bs. As., se encuentran ubicados
en la calle Cordero N° 3179, Localidad de Virreyes, Pdo. de San Fernando, Pcia. de Bs. As." -
el destacado no es del original- (véase fs. 84, segundo párrafo). Más aún, en el escrito de fs.
170/171 (presentado el 30/07/2012) y a los efectos de que el perito ingeniero mecánico
designado en autos pudiera inspeccionar la unidad para elaborar el informe pericial pertinente,
indicó que el rodado permanecía estacionado en el lugar denunciado en la demanda, en la
calle "Cordero N° 3179, Localidad de Virreyes. Pdo. De San Fernando, Pcia. de Bs. As."
(véase fs. 170 vta., tercer párrafo). Se advierte de esta manera que -contrariamente a lo
sostenido por el accionante-, al momento de iniciar la presente demanda -08/09/2011- el
vehículo se hallaba depositado en el domicilio de aquél, permaneciendo allí -cuanto menos-
hasta el 30/07/2012, no encontrándose denunciado -ni mucho menos acreditado- en autos su
posterior traslado.

De esta manera quedan evidenciadas las graves inconsistencias que presenta el relato de los
hechos brindado por el actor -en lo atinente a los gastos de conservación en los cuales habría
incurrido- al ser contrastado tanto con otros elementos que surgen del propio escrito de
demanda, como con las declaraciones de los testigos Báez y Noriega, en virtud de lo cual no
puede tenerse por debidamente acreditada la existencia de dichas erogaciones.

Sin perjuicio de ello y sólo a mayor abundamiento, tampoco puede dejar de advertirse que el
demandante no sólo no adjuntó comprobante de pago alguno, sino que ni siquiera indicó a
quién o quiénes supuestamente le/s habría pagado para "resguardar y conservar" su vehículo,
circunstancia que también obsta a tener por demostrados los gastos invocados.

Por las razones expuestas precedentemente, no cabe sino concluir que no se halla
debidamente acreditado en autos que el accionante hubiera incurrido en los "gastos de
conservación del bien asegurado" que invocó, correspondiendo -por ende- desestimar el
agravio en cuestión y confirmar el rechazo de este rubro decidido en la sentencia apelada.

4) El daño moral.

El accionante -se recuerda- se agravió de que la sentencia apelada dispusiera el rechazode la


indemnización del "daño moral" por no encontrarse probado dicho perjuicio, omitiendo
ponderar que su existencia surgiría acreditada a partir de los incumplimientos de la
demandada y de las declaraciones de los testigos Báez y Noriega.

Sabido es que con relación al resarcimiento de este tipo de daño en materia contractual, tiene
dicho la jurisprudencia que aquél debe ser apreciado con criterio restrictivo, teniendo en
cuenta que no se trata de una reparación automática tendiente a resarcir las desilusiones,
incertidumbres y disgustos que toda inejecución contractual trae aparejados, sino solamente
determinados padecimientos espirituales que, de acuerdo con la naturaleza del hecho
generador de la responsabilidad y circunstancias del caso, así lo hagan menester -art. 522
Código Civil- (conf. esta CNCom., esta Sala A, 28/12/1981, in re: "Zanetta, Victor c/ Caja
Prendaria S.A. Argentina de Ahorro para Fines Determinados"; id., 13/07/1984, in re: "Coll
Collada, Antonio c/ Crespo S.A."; id., 28/02/1985, in re: "Vanasco, Carlos A. c/Pinet Casa"; id.,
13/03/1986, in re: "Pazos, Norberto c/ Y.P.F. y otros", y sus citas; id., 15/11/1996, in re:
"Chavey, Angela c/Empresa de Colectivos Línea 10"; id., Sala C, 19/09/1992, in re: "Farre,
Daniel c/ Gerencial Fondo Administrador S.A. de Ahorro para Fines Determinados"; id., Sala
B, 21/03/1990, in re: "Borelli, Juan c/ Omega Coop. de Seguros Ltda."; entre muchos otros).

Se ha sostenido en tal dirección que en los supuestos de responsabilidad contractual, en los


que la reparación del daño moral se encuentra regida por el art. 522 del Código Civil, la regla
de que está a cargo de quien lo reclama la acreditación de su concreta existencia cobra
especial significación.Y esto es así porque si la noción de daño moral se halla vinculada al
concepto de desmedro extrapatrimonial o lesión en los sentimientos personales, aparece como
evidente que no puede ser equiparable ni asimilable a las meras molestias, dificultades,
inquietudes o perturbaciones propias de todo incumplimiento contractual, en tanto estas
vicisitudes son propias del riesgo de cualquier contingencia negocial -conf. Borda, Guillermo,
"La Reforma al Código Civil", ED, 29-763-, razón por la cual es exigible que quien lo invoque
acredite las especiales circunstancias a las que la ley subordina la procedencia de este
resarcimiento.

Véase que si todo incumplimiento contractual fuese en principio revelador de la culpa del
deudor, no parece tampoco que esta última resulte de suyo suficiente para acoger todo
reclamo por reparación del daño en cuestión en los supuestos de responsabilidad contractual,
ya que, de ser así, no tendría razón de ser la limitación que para su procedencia se determina
en la norma antes citada, cuando supedita tal reparación a la "índole del hecho generador de la
responsabilidad y circunstancias del caso". Por tanto, en tales supuestos, el agravio solo será
procedente cuando el juez advierta una torpeza particularmente calificada del deudor en el
acaecimiento del hecho que genera su responsabilidad (conf. esta CNCom., esta Sala A,
14/03/2002, in re: "Wainstein Federico c/Citibank N.A.").

Es que en el ámbito del tráfico comercial, situaciones como las que motivan este litigio son
inherentes a las contingencias propias del mundo de los negocios, razón por la cual si no se
prueba un concreto perjuicio moral no resulta razonable que la conducta del deudor pueda dar
lugar a un resarcimiento patrimonial como el aquí perseguido por el recurrente.

Pues bien, en su escrito de inicio, el actor se limitó a fundar escuetamente el reclamo por este
concepto en el "mal trato" que le habría dispensado la compañía aseguradora luego de
efectuada la denuncia del siniestro (véase fs.80 vta., punto d, primer párrafo), afirmando que
".el incumplimiento de la demandada es malicioso, ya que nunca fueron atendidos mis justos y
reiterados reclamos, obligándome a tener que promover una acción judicial para exigir el
debido cumplimiento de las obligaciones legales de la accionada" (véase fs. 81, tercer párrafo).

De lo expuesto se advierte que el accionante no invocó que le hubiera sido irrogado


padecimiento espiritual alguno a raíz del incumplimiento del contrato de seguro por parte de la
emplazada, circunstancia que sella la suerte adversa de la pretensión resarcitoria por este
rubro.
Sin perjuicio de ello y sólo a mayor abundamiento, cuadra señalar que no parece que el obrar
de la demandada que en autos se cuestiona posea una dimensión tal que pueda haber
gravitado tan seriamente en el ánimo del accionante como para provocarle un verdadero daño,
siendo que -por lo demás- tampoco se acreditó ningún padecimiento moral específico derivado
de tal circunstancia.

Para así valorar, tengo presente que no surge de las constancias obrantes en estas
actuaciones elemento alguno que permitiese acreditar el supuesto "daño moral" que adujo
haber sufrido el actor. En efecto, adviértase que -contrariamente a lo sostenido por el
apelante- los testigos Marcos Ariel Báez (véase fs. 210/211) y Guillermo Gastón Noriega
(véase fs. 212/213) no dieron cuenta de que Plohn hubiera padecido algún tipo de afl icción de
índole espiritual a causa del incumplimiento contractual de la aseguradora.

El accionante adujo también que ".el automóvil sustraído tenía un gran valor sentimental para
mí, dado que fue mi primer auto y lo encontré luego de una exhaustiva búsqueda." (véase fs.
80 vta., anteúltimo párrafo).

En este punto cabe poner de relieve que el objeto de la presente demanda quedó circunscripto
al resarcimiento de los daños y perjuicios presuntamente derivados del incumplimiento del
contrato de seguro por parte de la aseguradora accionada (véase fs.74, punto I), motivo por el
cual esta última no puede ser responsabilizada por el supuesto "daño moral" que podría
haberle ocasionado al actor la sustracción del vehículo por terceros por los cuales aquélla no
debe responder.

En atención a las razones expuestas precedentemente, estimo que Plohn no ha acreditado


fehacientemente -cual era su carga- la existencia del alegado "daño moral", por lo que habré
de postular la desestimación de la queja del accionante sobre este punto, debiendo -por ende-
confirmar lo decidido en la sentencia apelada sobre este tópico.

5) El daño punitivo.

La parte actora se agravió porque la Juez de grado denegó la procedencia del "daño punitivo"
invocado por no hallarse demostrado que

la aseguradora demandada hubiera optado por no liquidar el siniestro para beneficiarse con la
depreciación de nuestra moneda, cuando -en realidad- resultaría evidente que a las
compañías de seguro les resultaría más eficiente no pagar antes que abonar la suma
asegurada en tiempo y forma, tal como se desprendería de la gran cantidad de juicios iniciados
contra aquéllas por graves incumplimientos contractuales.

En este estado, corresponde brindar previamente una serie de precisiones acerca del instituto
del "daño punitivo", así como de los presupuestos necesarios para la procedencia de esa
sanción en nuestro derecho y, luego -dentro de dicho marco-, establecer si resulta aplicable al
sub lite.

5.1) El reclamo en concepto de "daño punitivo":_

El llamado "daño punitivo" es un instituto de sólido predicamento en el derecho anglosajón,


donde se lo designa bajo la denominación de "punitive damages" (también, "exemplary
damages", "non compensatory damages", "penal damages", "aggravated damages", "additional
damages", etcétera) y que ha comenzado a proyectarse gradualmente, también dentro del
sistema continental europeo, en Canadá y, recientemente, entre nosotros, traducido
literalmente al español como "daños punitivos", aunque tal denominación resultaría objetable,
pues lo que se pune o sanciona son ciertos ilícitos calificados por su gravedad y no el daño en
sí mismo (conf.esta CNCom., esta Sala A, 20/12/2011, in re: "Razzini Diego c/ Ford Argentina
S.A. s/ Ordinario"; en ese mismo sentido, Pizarro, Ramón D., "Derecho de Daños", Ed. La
Rocca, Buenos Aires 1993, pág. 291, nota 7)-.

En algunos de los países anglosajones se ha interpretado que consiste en una cantidad


económica que debe desembolsar el responsable de un daño, no para compensar al
demandante -víctima del perjuicio sufrido-, sino con la finalidad de impedir y de disuadir al
demandado y a otras personas de que realicen actividades tales como las que causaron daños
al demandante, constituyendo así una especie de "pena privada" para disuadir a toda la
sociedad de la realización de actos particularmente dañosos y graves, como los daños al
medio ambiente, a la salud y a la seguridad pública (véase, P. Salvador Cordech, "Punitive
Damages", Indret, septiembre de 2001; E. D'Alessandro, "Pronunce americane di condanna al
pagamento di punitive damages e problemi di riconoscimento in Italia", Rivista di Diritto Civile,
2007, I, pág. 384 y ss.; R. Pardolesi, "Danni punitivi: frustrazione da vorrei, ma non posso?",
Rivista Critica del Diritto Privato, 2007, pág. 341 y ss.). Cabe acotar que se ha señalado,
muchas veces, que las cifras que en los Estados Unidos y en el Reino Unido se conceden
como "daños punitivos" alcanzan proporciones muy significativas y que su impacto social es
enorme, de ahí que para su reconocimiento internacional las sentencias con condenas de este
tipo hayan sido sometidas a "tests de proporcionalidad" y "tests de vinculación espacial" (conf.
esta CNCom., esta Sala A, 20/12/2011, in re: "Razzini.", cit. ut supra; véase en ese mismo
sentido: Alfonso Luis Calvo Caravaca - Javier Carrascosa González, "Las obligaciones
extracontractuales en Derecho Internacional Privado", Ed. Comares, Granada 2008,
págs.68/69).

Entre nosotros, el "daño punitivo" ha sido definido como las sumas de dinero que los tribunales
mandan pagar a la víctima de ciertos ilícitos que están destinadas a punir graves inconductas
del demandado y a prevenir hechos similares en el futuro, y que se suman a las
indemnizaciones por daños realmente experimentados por el damnificado (conf. Pizarro,
Ramón D., "Derecho.", obra sitada utsupra, pág. 291).

Dicho instituto, como se ha dicho, participa de la naturaleza de una pena privada, que se
manda a pagar por encima de los valores en los que se condene en calidad de "daños y
perjuicios" y se encuentra destinada, en nuestra regulación, en principio, al propio
damnificado. Esta pena privada está estrechamente asociada a la idea de prevención de
ciertos daños y, también, al castigo y al desbaratamiento a futuro de los efectos de ilícitos que,
por su gravedad o por sus consecuencias, requieren algo más que la mera indemnización
resarcitoria de los perjuicios causados (conf. esta CNCom., esta Sala A, 20/12/2011, in re:
"Razzini.", cit. ut supra; idem, CACiv. y Com. Mar del Plata, Sala II, 27/05/2009, in re:
"Machinandiarena Hernández Nicolás c/ Telefónica de Argentina").

Así, se ha sostenido que el instituto cumple una tríada de funciones, a saber: (a.) sancionar al
causante de un daño inadmisible; (b.) hacer desaparecer los beneficios injustamente
obtenidos a través de la actividad dañosa; y (c.) prevenir o evitar el acaecimiento de hechos
lesivos similares al que mereciera la punición (conf. Trigo Represas, Félix, "La responsabilidad
civil en la nueva ley de defensa del consumidor" , La Ley Online).
En el mismo sentido, ha sido dicho que la finalidad de los daños punitivos es: (a.) punir graves
inconductas; (b.) prevenir futuras inconductas semejantes, ante el temor de la sanción; (c.)
reestablecer el equilibrio emocional de la víctima; (d.) reflejar la desaprobación social frente a
graves inconductas; y (e.) proteger el equilibrio del mercado (conf. Pizarro, Ramón D.;
"Derecho .", obra citada utsupra, págs.302/304).

En la jurisprudencia norteamericana esta figura ha encontrado debido cauce dentro de las


llamadas "class actions", que se han convertido en un ámbito apropiado para el tratamiento de
las cuestiones relativas a casos de responsabilidad donde los daños resultan agravados por la
proyección social y la magnitud del perjuicio que causan (véase la referencia al litigio del Exxon
Valdéz en "Manual for Complex Litigation, Third", Federal Judicial Center, Washintong DC,
1995, pág. 325).

5.2) Los llamados daños punitivos en nuestra legislación:

Ahora bien, los "daños punitivos", hasta hace no mucho tiempo extraños a nuestro derecho, se
han convertido en ley positiva en el país a partir de la sanción, en el año 2008, de la Ley
26.361 (modificatoria de la Ley 24.240), normativa mediante la cual se ha incorporado el
citado instituto en el artículo 52 bis LDC.

La referida norma prevé frente "al proveedor que no cumpla sus obligaciones legales o
contractuales con el consumidor, que a instancia del damnificado, el juez podrá aplicar una
multa civil a favor del consumidor, la que se graduará en función de la gravedad del hecho y
demás circunstancias del caso, independientemente de otras indemnizaciones que
correspondan". Se dispone también que "cuando más de un proveedor sea responsable del
incumplimiento responderán todos solidariamente ante el consumidor, sin perjuicio de las
acciones de regreso que les correspondan. La multa civil que se imponga no podrá superar el
máximo de la sanción de multa prevista en el artículo 47, inciso b) de esta ley" (conf.Ley
24.240, artículo 52 bis).

Pues bien, efectuadas las breves precisiones precedentes en punto al instituto en cuestión,
cabe determinar cuáles son los presupuestos que deben requerirse como necesarios para
autorizar a conceder una indemnización adicional por dicho concepto.

En ese cometido, debe aclararse, en primer lugar, que si bien, para la procedencia del "daño
punitivo" la literalidad de la norma solo parecería exigir el incumplimiento por parte del
proveedor de sus obligaciones legales o contractuales, y así ha sido entendido en algunos
precedentes que estiman que lo único que se requiere es la existencia de dicho
incumplimiento (conf. CACiv. y Com. Mar del Plata, Sala II, in re: "Machinandiarena.", citado ut
supra), lo cierto es que tal postura no puede ser compartida, a poco que se repare en que tan
ligera apreciación resulta contraria a la propia esencia del instituto que se recoge y debe
entenderse que deviene contraria al espíritu de la norma.

Asimismo, cabe señalar que el consenso dominante sobre la materia, tanto en el derecho
comparado como en nuestra doctrina, es el de que las indemnizaciones o daños punitivos
únicamente proceden en supuestos de particular gravedad, calificados por el "dolo o la culpa
grave" del sancionado, o por la obtención de enriquecimientos derivados del ilícito, o en ciertos
casos, por un abuso de posición de poder, particularmente cuando ella evidencia un
menosprecio grave por derechos individuales o de incidencia colectiva (conf. esta CNCom.,
esta Sala A, 20/12/2011, in re:

"Razzini.", cit. ut supra; véase en esa misma línea:Trigo Represas, Félix; "La responsabilidad
civil en la nueva ley de defensa del consumidor", La Ley Online; idem, Stiglizt Rubén - Pizarro
Ramón; "Reformas a la ley de defensa del consumidor", LL, 2009-B, 949).

De otro lado, debe destacarse que, e n términos generales, cuando los precedentes se refieren
a la existencia de "culpa grave", se trata de aquella que constituye una falta grosera, esto es, la
que consiste en el hecho de no haber tomado una precaución que todo el mundo habría
juzgado necesaria. Este tipo de culpa únicamente se configura cuando media una manifiesta y
grave despreocupación, identificándose con la voluntad consciente más que con el simple
descuido (conf. esta CNCom., esta Sala A, 06/12/2007, in re: "Valiña Carlos c/ Mercantil
Andina Cía. de Seguros S.A. s/Ordinario").

Esta postura de que el "daño punitivo" no resulta aplicable en cualquier supuesto, también
puede ser observada entre los fundamentos esgrimidos durante el debate parlamentario que
precedió a la sanción de la normativa en cuestión, donde se ha expresado que "con el daño
punitivo se trata de desbaratar la perversa ecuación que aconseja dejar que se produzca un
perjuicio, pues, en sí resulta más económico repararlo en los casos singulares que prevenirlo
para la generalidad" (véase "Antecedentes Parlamentarios. Ley 26.361. Defensa del
Consumidor", Ed. La Ley, Buenos Aires, 2008, pág. 369).

En esa misma dirección, se ha sostenido que "resulta contrario a la esencia del daño punitivo y
a más de 200 años de historia, sostener que un abogado está habilitado a pedir y el juez a
concederlo ante la simple invocación de que el proveedor no ha cumplido sus obligaciones
legales o contractuales" (conf. Cám. Apel. Concepción del Uruguay, Sala Civil y Comercial,
04/06/2010, in re: "De la Cruz Mariano Ramón c/ Renault Argentina S.A. y otra"; López
Herrera, Edgardo, "Art.52 bis, Ley de Defensa del Consumidor", JA 2008-II 1201). Para
reconocer "daños punitivos" hace falta, se reitera, el elemento "doloso" o la "culpa grave".

Por otro lado, nótese que en el derecho anglosajón se ha exigido para que este resarcimiento
proceda un grave reproche subjetivo en la conducta del dañador y un particular y significativo
proceder que sea mucho más que una mera negligencia en la comisión del hecho ilícito (tort).
En efecto, deben existir circunstancias agravantes relativas a ese obrar que demuestren
temeridad, malicia, mala fe, malignidad, intencionalidad, perversión, actitud moralmente
culpable o grosera negligencia (conf. esta CNCom., esta Sala A, 20/12/2011, in re: "Razzini.",
cit. ut supra; en esa misma línea: Pizarro, Ramón, "Derecho .", obra citada ut supra, pág. 298).

En los precedentes que han gestado esta figura, se ha admitido su procedencia, por ejemplo,
cuando ha quedado demostrada la existencia de un cálculo de probabilidades de costo-
beneficio de parte del autor del ilícito, en torno a que sería más barato indemnizar a los
eventuales damnificados, que los gastos necesarios para corregir el mismo (véase "Grimshaw
vs. Ford Motor Company", 1981, 174 Cal., Rptr. 376).

En la jurisprudencia norteamericana, para la aplicación de este tipo de condena en materia de


daños causados por productos elaborados se exige para su procedencia que: (a.) existan fallas
acerca de la utilización o riesgos del producto; (b.) aparezcan fallas de fabricación después de
la venta; y (c.) se constaten deficiencias por inadecuados controles de calidad (véase
referencia a los fallos "Lipke vs. Celotex Corp.", "Grimshaw vs. Ford Motor Co." y "Deemer vs.
A. Robins Co.", en Pizarro, Ramón, "Derecho. ", obra referida ut supra, págs.326/329).
También se ha apuntado como exigencia de su procedencia la "existencia de lesión o daño",
incluso se ha dicho que deberían exigirse daños susceptibles de reparación (patrimoniales y/o
extrapatrimoniales).

En esta línea, se ha señalado que, en principio, este resarcimiento no resultaría aplicable en


cuestiones vinculadas con incumplimientos contractuales, aunque, en general, se admite su
procedencia excepcional cuando la conducta de la parte que provoca la ruptura contractual va
más allá y es acompañada por otro agravio (conf. Pizarro, Ramón, "Derecho.", obra citada ut
supra, pág. 301). En nuestro medio, este ámbito está expresamente previsto en el artículo 52
bis LDC.

En conclusión, la finalidad perseguida con este tipo de instituto debe apuntar a sancionar al
causante de un daño inadmisible con eventual proyección social y hacer desaparecer los
beneficios injustamente obtenidos a través de esa actividad dañosa, con una finalidad
ejemplificadora y disuasoria respecto de su reiteración.

5.3) Procedencia del resarcimiento en concepto de "daño punitivo" pretendido en el sub lite:

Sobre la base de todo lo hasta aquí expresado, debe concluirse, pues, que la mención que
realiza el artículo 52 bis LDC (reforma introducida por el art.25 de la Ley 26.361) relativa a la
exigencia del

"incumplimiento de una obligación legal o contractual" debe ser entendida como una condición
necesaria pero no suficiente para imponer la condena punitiva, debiendo considerarse que
dicha reparación es de interpretación restrictiva, resultando procedente, únicamente, frente a
la existencia de un grave reproche en el accionar del responsable del daño, debiendo haberse
verificado que el agente dañador ha actuado con "dolo" o "culpa grave", o con un deliberado
designio de anteponer los propios intereses y/o el propio beneficio, manteniéndose indiferente,
de modo consciente, frente a los derechos de los clientes o agentes gravemente perjudicados.

Es que no puede obviarse que la aplicación de la sanción debe presuponer los extremos
exigibles de responsabilidad y que apunta a la clara finalidad de sancionar graves inconductas
y a prevenir su repetición, a reflejar la desaprobación social frente a esas graves inconductas y
proteger al equilibrio del mercado (conf. esta CNCom., esta Sala A, 20/12/2011, in re:
"Razzini.", cit. ut supra).

De modo que el "daño punitivo" traído a nuestra legislación no puede ser desligado de la
necesaria consideración de la naturaleza misma del instituto, dado que es independiente y
funcional a la gravedad del hecho, ya que acrecienta, con todo rigor, la indemnización que ya
se haya estimado procedente. Así, pues, cabe sólo en el debido contexto que justifique
concederlo.

Alcanzada la conclusión precedente, cabe pasar a analizar si, en la especie, se han verificado
las circunstancias excepcionales que autorizan la fijación del "daño punitivo" pretendido, esto
es, si se ha acreditado la existencia del tipo de conducta que resulta exigible para la aplicación
de esa sanción.

En ese marco, debe destacarse que el accionante reconoció en su memorial el carácter


restrictivo de este resarcimiento (véase fs.318, segundo párrafo) y adujo, como fundamento
del agravio bajo análisis, que ".no escapa al curso normal y ordinario de las cosas (y mucho
menos a los agentes de justicia, donde se ve cada día gran cantidad de causas que ingresan
para juzgarse en el fuero comercial -y también civil- motivadas en ‘graves' incumplimientos de
las compañías aseguradoras), cuál sería la finalidad perseguida y buscada por las
aseguradoras" -el destacado no es del original- (véase fs. 318, tercer párrafo), añadiendo que
".la única explicación viable y fiable frente a ello es que a las compañías de seguro les ‘resulta
más eficiente' no pagar que abonar un siniestro en tiempo y forma. Ello, en primer medida,
porque frente al siniestro en particular, el porcentaje de personas afectadas que reclama no es
del cien por ciento (100%). Allí tienen el primer premio. Y, en segundo lugar, porque frente al
porcentaje de personas que reclama (alrededor del 35/40%), les conviene llevar el juicio para
largo, dado que la tasa de interés que le condenan a pagar no alcanza a mantener inalterable
el valor del daño generado y reclamado (gracias a la inflación reinante en nuestro país). Allí
tienen el segundo premio" -el destacado no es del original- (véase fs. 318, cuarto párrafo).

De lo transcripto precedentemente se advierte con claridad que el demandante pretendió


justificar la procedencia en la especie del "daño punitivo" reclamado con base en un genérico y
presunto accionar de las "compañías de seguro", en lugar de argumentar en relación al
específico

y concreto obrar de Liderar Compañía General de Seguros S.A., quien resulta ser -en
definitiva- la única parte demandada en autos.Dicha circunstancia determina, por sí sola, el
rechazo del presente agravio, pues, de lo contrario -es decir, en el hipotético supuesto de
receptarse los argumentos del accionante- podría eventualmente arribar a la injusta situación
de que la accionada, aun cuando su incumplimiento contractual no hubiera obedecido a una
conducta "dolosa" o con "culpa grave", o con un deliberado designio de anteponer los propios
intereses y/o el propio beneficio, resultara de todos modos condenada a pagar un determinado
monto por este ítem a raíz del obrar de terceros por los cuales no debe responder -esto es, las
"compañías aseguradoras" en general-.

Sin perjuicio de ello y sólo a mayor abundamiento, tampoco puede dejar de destacarse que no
se encuentran acreditados en autos los distintos extremos invocados por el demandante en su
memorial, esto es: i) que frente a la falta de liquidación de los siniestros, sólo reclamaría el
35% al 40% de los asegurados; y ii) que la tasa de interés usualmente fijada por nuestros
tribunales resultaría insuficiente para resguardar el capital de condena frente a los efectos de
la inflación.

En virtud de las razones expuestas, no se advierten

configuradas en la especie las circunstancias excepcionales que autorizan la fijación del "daño
punitivo" pretendido, correspondiendo -en consecuencia- el rechazo del agravio del actor y la
confirmación de lo decidido en la sentencia apelada sobre este puntual aspecto.

5.4) La tasa de interés aplicable:

La Juez de grado manifestó que, pese a tener por no justificada la aplicación del instituto del
"daño punitivo", sí consideró aplicable la sanción prevista por el art.622 del Código Civil, motivo
por el cual fijó la tasa de interés máxima autorizada por dicha norma, est o es, dos veces y
media la tasa que percibe el BNA en sus operaciones de descuento a treinta días, desde la
fecha de la mora -16/07/2010- y hasta el efectivo pago.
Esa decisión fue criticada por la demandada aduciendo que habría vulnerando el principio de
congruencia y su derecho de propiedad, motivo por el cual solicitó la reducción de la tasa de
interés allí establecida. Negó, a todo evento, haber incurrido en la inconducta procesal
maliciosa sancionada por el art. 622 del Código Civil.

El referido art. 622 establece en su párrafo segundo que, "si las leyes de procedimiento no
previeren sanciones para el caso de inconducta procesal maliciosa del deudor tendiente a
dilatar el cumplimiento de la obligación de sumas de dinero o que deba resolverse en el pago
de dinero, los jueces podrán imponer como sanción la obligación accesoria de pago de
intereses que, unidos a compensatorios y moratorios, podrán llegar hasta dos veces y media la
tasa de los bancos oficiales en operaciones de descuentos ordinarios".

Se advierte así que el propio texto de la norma establece que la sanción allí prevista opera sólo
en forma subsidiaria en aquéllos supuestos en los cuales las leyes de procedimiento no
previeran algún tipo de sanción para el obrar malicioso del deudor. Y dado que el art. 45
CPCCN establece que en el caso de declararse la inconducta procesal maliciosa -o temeraria-
de alguna de las partes, los jueces impondrán las multas contempladas en esa norma, ello
determina que el párrafo segundo del art. 622 del Código Civil no tenga vigencia en la Capital
Federal -ni, por ende, en este fuero comercial-, en el fuero federal y en varias jurisdicciones
provinciales (véase Belluscio, Augusto C. - Zannoni, Eduardo A., "Código Civil y leyes
complementarias. Comentado, anotado y concordado", Ed. Astrea, Buenos Aires, 2004, T° 3,
págs.130/131; en idéntico sentido, Bueres, Alberto J. - Highton, Elena I., "Código Civil y
normas complementarias. Análisis doctrinal y jurisprudencial", Ed. Hammurabi, Buenos Aires,
2008, T° 2A, págs. 485/486).

Es por ello que la sanción prevista en el art. 622, segundo párrafo, del Código Civil, no resulta
aplicable en la especie, deviniendo por ello improcedente la aplicación de dos veces y media la
tasa de interés percibida por el BNA en sus operaciones de descuento ordinarias.

Por las razones desarrolladas precedentemente, corresponde hacer lugar al agravio de la


demandada bajo análisis y -por ende- modificar la tasa de interés fijada en la sentencia
apelada, los que deberán calcularse simplemente a la tasa activa que percibe el BNA para sus
operaciones de descuento a 30 días.

Por último, resta señalar que, más allá del incumplimiento contractual en el cual incurrió la
compañía de seguros demandada, no se advierte que esta última hubiera obrado con la
"temeridad" y/o "malicia" reprochadas y sancionadas por el art. 45 CPCCN, por lo cual -y sin
perjuicio de que la aplicación de esa norma no fue invocada en autos- tampoco resulta de
aplicación en el sub lite la sanción allí prevista.

6) El régimen de costas del proceso.

Habida cuenta que lo hasta aquí expuesto determina la modificación -aunque más no sea
parcial- de la sentencia de grado, tal circunstancia determina la pérdida de virtualidad de la
distribución de costas efectuada en la anterior instancia, debiendo este Tribunal expedirse
nuevamente sobre este particular, en orden a lo previsto por el art. 279 CPCCN.

Pues bien, sabido es que en nuestro sistema procesal, los gastos del juicio deben ser
satisfechos -como regla- por la parte que ha resultado vencida en aquél. Ello así en la medida
que las costas son en nuestro régimen procesal corolario del vencimiento (arts.68, 69 y 558
CPCCN) y se imponen no como una sanción sino como resarcimiento de los gastos
provocados por el litigio, gastos que deben ser reembolsados por el vencido.

Es cierto que ésa es la regla general y que la ley también faculta al Juez a eximir de las costas
al vencido, en todo o en parte, siempre que encuentre mérito para ello (arts. 68 y ss.). Pero
ello, esto es, la imposición de las costas en el orden causado o su eximición -en su caso-, sólo
procede en los casos en que por la naturaleza de la acción deducida, la forma como se trabó la
litis, su resultado o en atención a la conducta de las partes, su regulación requiere un
apartamiento de la regla general (conf. Colombo, Carlos - Kiper, Claudio, "Código Procesal
Civil y Comercial de la Nación", T° I, pág. 491).

De los antecedentes de este litigio surge que fue el incumplimiento del contrato de seguro por
parte de la accionada Liderar lo que motivó el presente reclamo judicial y por lo cual terminó
siendo responsabilizada por los daños y perjuicios ocasionados al accionante Plohn,
habiéndose admitido como consecuencia de ello la acción incoada,

más allá de que no hayan sido reconocidos la totalidad de los rubros reclamados en la
demanda.No se advierte entonces fundamento que se aprecie suficiente a los fines de
desvirtuar el principio general antes apuntado, por lo que estimo que la imposición de costas a
la demandada en su calidad de vencida en el proceso resulta ser la solución más adecuada a
las circunstancias del sub lite.

a dicha solución no la enerva el hecho de que la demanda no haya prosperado por la totalidad
de los montos reclamados originariamente, pues, aun no habiendo progresado íntegramente la
pretensión esgrimida, las costas deben ser soportadas por la accionada ya que en definitiva
ésta ha resultado sustancialmente vencida en la contienda.

Comparto -en este sentido- el criterio jurisprudencial que propugna, en las acciones de daños
y perjuicios, la imposición de costas a la parte que con su proceder dio motivo al pedido
resarcitorio, de acuerdo a una apreciación global de la controversia y con independencia que
las reclamaciones del perjudicado hayan progresado parcialmente con relación a la totalidad de
los rubros o montos pretendidos, sin que quepa sujetarse en esta materia a rigurosos cálculos
aritméticos (conf. esta CNCom., esta Sala A, 06/10/1989, in re: "Cichelli, José c/Hilu Hnos.
S.A."; id., 31/03/1993, in re: "Pantano Ventura c/ España y Río de la Plata Cía. Argentina de
Seguros s/ Sum."; id., 08/11/2002, in re: "Stagno, Carlos Alberto c/ Banco Río de la Plata S.A.
s/ Ordinario"; id., 16/06/1992, in re: "Consevik S.A. c/ Ventura, Sebastián"; id., Sala C,
14/02/1991, in re: "Enrique R. Zenni y Cía. S.A. c/ Madefor S. R. L. y otro s/ Ordinario"; id.,
22/12/1999, in re: "Burgueño, Walter Ricardo c/ Banco Mercantil S. A. s/ Ordinario"; id.,
12/12/2003, in re: "Telearte S.A. Empresa de Radio y Televisión c/ Torneos y Competencias
S.A. s/ Ordinario"; id., 30/12/2003, in re:"Marcolín Carlos Alberto c/ Resero Sociedad Anónima
Industrial, Agropecuaria, Comercial y Financiera s/ Ordinario"; entre muchos otros).

Voto, pues, como referí ut supra, por que se impongan las costas del juicio en ambas
instancias a la demandada, dada la circunstancia de haber resultado sustancialmente vencida
en ellas, conforme al criterio expuesto en los considerandos anteriores (art. 68 y art. 279
CPCCN).

IV. CONCLUSIÓN.

Por los fundamentos del Acuerdo precedente, se resuelve:


a) Rechazar el recurso de apelación deducido por el accionante Miguel Ángel Plohn;

b) Hacer lugar parcialmente al recurso de apelación deducido por la emplazada Liderar


Compañía General de Seguros S.A. y, en consecuencia, rechazar la procedencia del rubro
"privación de uso del vehículo" reclamado en la demanda y modificar la tasa de interés
aplicable en la forma prevista en el considerando III, punto 5.4);

c) Confirmar el pronunciamiento apelado en todo lo demás que decide y ha sido materia de


agravio; y

d) Imponer las costas generadas en ambas instancias a cargo de la parte demandada, en su


condición de sustancialmente vencida (art. 68 y 279 CPCCN), con base en los fundamentos
dados en el considerando III, punto 6).

Así expido mi voto.

Por análogas razones, la Señora Juez de Cámara Dra. María Elsa Uzal adhiere al voto
precedente.

Con lo que terminó este Acuerdo que firmaron las Señoras Jueces de Cámara Doctoras:

María Elsa Uzal

Isabel Míguez

Jorge Ariel Cardama - Prosecretario de Cámara

Buenos Aires, 12 de diciembre de 2014.

VISTOS:

Por los fundamentos del Acuerdo precedente, se resuelve:

a) Rechazar el recurso de apelación deducido por el accionante Miguel Ángel Plohn;

b) Hacer lugar parcialmente al recurso de apelación deducido por la emplazada Liderar


Compañía General de Seguros S.A.y, en consecuencia, rechazar la procedencia del rubro
"privación de uso del vehículo" reclamado en la demanda y modificar la tasa de interés
aplicable en la forma prevista en el considerando III, punto 5.4);

c) Confirmar el pronunciamiento apelado en todo lo demás que decide y ha sido materia de


agravio;

d) Imponer las costas generadas en ambas instancias a cargo de la parte demandada, en su


condición de sustancialmente vencida (art. 68 y

279 CPCCN), con base en los fundamentos dados en el considerando III, punto 6);

e) En cuanto a los recursos de apelación en materia arancelaria, atento lo resuelto


precedentemente y dado que conforme lo normado por el art. 279 del Código Procesal
incumbe a este Tribunal la fijación de los respectivos estipendios, déjase sin efecto la
regulación de honorarios obrante a fs. 277/8.

En consecuencia, conforme el monto comprometido en la presente litis, atento las etapas


efectivamente cumplidas y merituando la labor profesional desarrollada por su eficacia,
extensión y calidad, se fijan en pesos ..., pesos ..., pesos cinco mil seiscientos, pesos ...,
pesos ..., pesos ... y en pesos ... los honorarios de los doctores René Osvaldo Holder, Matías
Nicolás Coll, Franco Ortolano y Eva Natalia Villanueva, de la perito contadora Laura Cintia
Victoria Moor, del perito ingeniero mecánico Osvaldo Cayetano Salini y del mediador José Luis
Rahona, respectivamente (arts. 6, 7, 9, 19, 37 y 38 de la Ley 21.839, modif. po r la Ley
24.432; art. 3 Dcto. Ley 16.638/57, modif. por la Ley 24.432; Dcto. Ley 7.887/55, modif. por la
Ley 24.432; conf. Anexo III, art. 1°, inc. e, del Dcto. 1467/11, reglamentario de la ley 26.589);

f) Notifíquese a las partes y a la Sra. Fiscal de Cámara en su despacho. Fecho, devuélvase a


primera instancia, encomendándose a la Señora Juez a quo disponer las restantes
notificaciones; y

g) A fin de cumplir con la publicidad prevista por el art. 1° de la ley 25.856, según el Punto I.3
del Protocolo anexado a la Acordada 24/13

CSJN y con el objeto de implementar esa medida evitando obstaculizar la normal circulación
de la causa, hágase saber a las partes que la publicidad de la sentencia dada en autos se
efectuará, mediante la pertinente notificación al CIJ, una vez transcurridos treinta (30) días
desde su dictado, plazo durante el cual razonablemente cabe presumir que las partes ya
habrán sido notificadas. El Señor Juez de Cámara Doctor Alfredo Arturo Kolliker Frers no
interviene en el presente Acuerdo por hallarse en uso de licencia (artículo 109 RJN).

María Elsa Uzal.

Isabel Míguez.

Ante mí, Jorge Ariel Cardama. Es copia del original que corre a fs. de los autos de la materia.

Jorge Ariel Cardama - Prosecretario de Cámara

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