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Díaz Cobacho et al.

Filosofía, Ética y Humanidades en Medicina https:// (2023) 18:10
Filosofía, Ética y
doi.org/10.1186/s13010­023­00139­3 Humanidades en Medicina

INVESTIGACIÓN Acceso abierto

Pluralismo de la muerte: una propuesta

Gonzalo Díaz Cobacho1* , Alberto Molina Pérez2* y David Rodríguez Arias1

Abstracto
El debate sobre la determinación de la muerte lleva más de cincuenta años. Desde entonces, las objeciones contra el diagnóstico
de muerte cerebral por parte de familiares de personas diagnosticadas como muertas han aumentado y están provocando que algunos
países adopten medidas novedosas para adaptarse a las creencias y preferencias de las personas en la determinación.
ción de la muerte. Esto, junto con las críticas de algunos académicos al criterio de muerte cerebral, plantea algunas preguntas sobre
las cuestiones que rodean la determinación de la muerte. En este artículo, analizamos algunos de los principales enfoques para la
determinación de la muerte que se han propuesto teóricamente o se han puesto en práctica actualmente y proponemos un nuevo
enfoque para la determinación de la muerte llamado "pluralismo débil" como una alternativa ética y política razonable para respetar la
diversidad en la determinación de la muerte. .
Palabras clave Pluralismo, Muerte cerebral, Acomodación, Bioética, Religión

Fondo desarrolló un nuevo concepto para la determinación de la muerte

El criterio neurológico de la muerte.
A finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, los
avances en las técnicas de reanimación ayudaron a recuperar a
pacientes en condiciones cada vez más espantosas, aunque
algunos de ellos sólo podían sobrevivir con graves secuelas
neurológicas. Los profesionales de la salud se enfrentaban a un
número cada vez mayor de pacientes con daño cerebral irreversible
y sin posibilidades de recuperación significativa. El término que
utilizaron los médicos franceses Mollaret y Goulon para referirse
a este fenómeno fue coma depassé [33], un estado de inconsciencia antes de que el corazón dejara de latir, abriendo la posibilidad de
irreversible que se utilizaría durante algunos años como diagnóstico obtener y trasplantar órganos vitales, incluido el propio corazón,
para estos pacientes.
A finales de la década de 1960, importantes instituciones en el
campo de las ciencias médicas, como el Colegio Francés de
Médicos [1], la Asociación Médica Mundial [28] y el Comité Ad
Hoc sobre Muerte Cerebral de la Escuela de Medicina de Harvard [4] 65% de los trasplantes se realizan con órganos procedentes de
*Correspondencia:
Gonzalo Díaz Cobacho
gdc@ugr.es
Alberto Molina Pérez
amolina@iesa.csic.es
1
Departamento de Filosofía I, Universidad de Granada, Granada, España
2
Instituto de Estudios Sociales Avanzados (IESA), CSIC, IESA­CSIC,
Córdoba, España
de una persona: la llamada “muerte cerebral” (ME), es decir, la
determinación de la muerte por criterios neurológicos. Este nuevo
concepto pronto sería adoptado por la comunidad médica en
general –además del tradicional criterio cardiorrespiratorio– e
implementado en las leyes de muchos países desarrollados.
Actualmente, al menos 83 países en todo el mundo cuentan con
protocolos para la determinación de muerte cerebral/muerte
mediante criterios neurológicos [23].
BD permitió a los médicos declarar la muerte de un paciente
en condiciones óptimas. Por ello, BD se convirtió en un elemento
fundamental en el éxito de los sistemas de trasplante que cada
año salvan y mejoran la vida de miles de pacientes en lista de
espera. En España, país líder en donación de fallecidos, más del
donantes BD [9]. Por el contrario, en otros países europeos como
Dinamarca, el 100% de las donaciones de órganos de fallecidos
proceden de pacientes con TB [9].
La controversia sobre la muerte cerebral entre los académicos
Aunque está firmemente establecida en la práctica clínica y
aceptada en muchas jurisdicciones, la razón principal para
equiparar el BD con la muerte (que los individuos con BD tienen

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integración perdida irreversiblemente– ha sido cuestionada desde
diferentes perspectivas [6, 7, 11, 13, 14, 16, 24, 32, 43, 50 , 52, 60,
63, 65, 69, 72, 73]. La evidencia muestra que varias funciones
integradoras del organismo (como el sistema endocrino) pueden
continuar en individuos con BD [39], DA
[54]. Además, los individuos con TB pueden mantenerse
artificialmente durante años (DA [55], como lo muestra el caso de
Jahi McMath. En 2008, el Consejo Presidencial de Bioética de
Estados Unidos rechazó las “falsas suposiciones de que el cerebro
es el 'integrador' de funciones vitales” al tiempo que justifica la
muerte cerebral basándose en un nuevo razonamiento [62].
En 2018, el Centro Hastings publicó un informe especial en
conmemoración del quincuagésimo aniversario del artículo
fundamental del Comité de Harvard sobre la muerte cerebral [15].
Este informe demuestra que el debate entre expertos sobre qué es
la muerte y cómo determinarla nunca ha cesado y sigue muy activo.
Las fuentes de desacuerdo y controversia son muchas y variadas,
y está fuera del alcance de este artículo revisarlas todas (para una
breve descripción de las diferentes posiciones sobre este tema,
ver DA [56, 75]. Baste con Dicen que los debates tienen lugar en
ámbitos metafísicos y éticos, y en menor medida en ámbitos
científico y de filosofía de la ciencia [30, 37].
Por ejemplo, una de las cuestiones filosóficas en juego es si la
muerte humana es principalmente un fenómeno biológico. Por un
lado, entre quienes creen que la muerte es un fenómeno biológico,
existen opiniones divergentes sobre su naturaleza. Aunque la
mayoría defiende la idea de que la muerte es el cese del
funcionamiento del organismo como un todo (en lugar del organismo
completo), existen muchas interpretaciones diferentes de esta
noción.
Los contradictorios fundamentos del criterio cerebral de muerte
propuestos por la Comisión Presidencial [44] y el Consejo
Presidencial [62] son un buen ejemplo de ello, defendiendo el
primero una concepción sistémica o cibernética del organismo
como un todo. , mientras que este último propuso una concepción
fenomenológica (ver [49].
La fuente de estas disputas sobre una cuestión que todas las
partes coinciden en que es biológica, es decir, científica, a menudo
se encuentra en sus supuestos metafísicos subyacentes. Sin
embargo, incluso los autores que comparten la idea de que la
muerte es un fenómeno biológico, y que también comparten una
posición metafísica subyacente común, ya sea materialismo,
hilemorfismo u otro, no necesariamente están de acuerdo en
cuanto a si la muerte cerebral es equivalente a la muerte del
cerebro. el organismo en su conjunto.
Por otro lado, entre quienes cuestionan la afirmación de que la
muerte es principalmente un fenómeno biológico, algunos sostienen
que lo que importa no es la muerte del animal humano (el
organismo), sino la pérdida de lo que constituye un ser humano, o
la pérdida de lo que uno considera más importante (moralmente)
en la vida humana, como la personalidad
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o la identidad personal, o el alma entendida en términos religiosos
o no religiosos [25, 26, 31]. Otros sostienen que la muerte, la
muerte que nos importa, es ante todo una construcción social o
una función jurídica, que son independientes de la realidad biológica
de la muerte, si es que existe tal cosa.
Estos autores no niegan necesariamente los fenómenos biológicos
asociados con la muerte, ni que estos fenómenos biológicos sean
relevantes para determinar la muerte humana, ni que los biólogos
y médicos sean capaces de evaluar correctamente el estado
biológico vital de un organismo determinado.
Sin embargo, ya sea por razones metafísicas, éticas, jurídicas o
antropológicas, consideran que la muerte humana es un concepto
distinto e irreductible a estos fenómenos biológicos. Respecto a si
se debe utilizar o no el criterio del cerebro para determinar la
muerte de un ser humano, también hay opiniones contradictorias.
Lo anterior es sólo una visión general limitada de algunas de las
cuestiones filosóficas que se han discutido desde 1968. .
Estas discusiones pueden hacer uso y aprovechar los datos
científicos, pero son independientes de ellos. Por ejemplo, hasta
donde sabemos, nadie negaría que la actividad hipotalámica,
incluida la producción de hormona antidiurética, puede permanecer
en personas con muerte cerebral. Sin embargo, existe un debate
sobre si esta actividad es funcional o no; de ser así, si esta función
cerebral restante es relevante, significativa o crítica para la
determinación de la muerte cerebral; y en caso afirmativo, si estos
individuos están realmente vivos según la ley (que en EE.UU. exige
el cese irreversible de todas las funciones de todo el cerebro,
incluido el tronco encefálico) o, por el contrario, si se debe respetar
el criterio médico­legal del cerebro. revisado para excluir la función
hipotalámica. En otras palabras, los datos científcos por sí solos
no son suficientes para determinar qué es la muerte ni la ciencia
por sí sola puede poner fin a las controversias sobre este tema.
La controversia sobre la muerte cerebral entre los profesionales de la
salud y el público
Las controversias asociadas al concepto de BD no se limitan a los
foros académicos. Si tomamos en cuenta los conocimientos y
creencias de los profesionales de la salud y del público en general
en relación a este concepto, observamos que no hay consenso
sobre qué es o qué implica el TB: estas afirmaciones pueden ser
comprobadas mediante encuestas. de profesionales de la salud y
público en general en los que muestran desconocimiento o
desacuerdo con el criterio BD [74, 75].
Algunas personas se muestran reacias a aceptar el BD como
equivalente a la muerte. Un estudio reciente en Australia mostró
que una proporción sustancial del público en general no está
seguro o no considera que un paciente descrito como "TB" esté
realmente muerto (29,8%) [59] . Se pueden extraer conclusiones
similares de estudios del público en los EE.UU. [40, 58]. Más generalmente,
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Una revisión de la literatura que incluyó 43 estudios con 18,603
participantes mostró que “los participantes generalmente no
comprenden tres cuestiones clave: (1) hechos biológicos no
controvertidos sobre la BD, (2) el estatus legal de la BD y (3) que
los órganos se obtienen de pacientes con muerte cerebral
mientras sus corazones aún están latiendo y antes de ser
retirados de los ventiladores”. [51].
No es raro que neurólogos y médicos de cuidados intensivos
se encuentren con familias que se oponen a la interrupción del
soporte vital después de la declaración de muerte por criterios
neurológicos [ 20, 64]. Esta oposición queda ilustrada por casos
controvertidos, incluido el caso de Jahi McMath (DA [55], donde
los padres se opusieron a la retirada del tratamiento, iniciando
así una demanda legal [21].
Entre los motivos invocados por las familias contra el BD,
algunos son de naturaleza religiosa [67]. Se han citado tradiciones
culturales y religiosas para explicar por qué varios países
orientales, incluidos China y Japón, se han mostrado reacios a
incorporar la BD en la legislación y la práctica médica [27, 61,
70].
Puede haber razones no religiosas para rechazar BD entre el
público en general, incluidas razones filosóficas y de "sentido
común", como las hay entre los académicos.
Sin embargo, faltan datos empíricos que respalden o refuten esta
hipótesis. Además, en aquellas jurisdicciones donde es legal
oponerse a la determinación de BD, hasta donde sabemos, sólo
se consideran motivos religiosos y culturales. Por lo tanto, a
continuación nos centraremos en la religión y la cultura para
describir las actitudes negativas de las personas hacia el BD,
aunque esto puede ser sólo una parte del panorama.
En los EE.UU., una encuesta reciente encontró que en el 20%
de los casos que implicaban una objeción religiosa, el paciente
era budista, hindú, judío o musulmán [22]. Algunos protestantes
evangélicos, sintoístas japoneses y nativos americanos también
han planteado objeciones religiosas a la determinación de BD
[42]. Una encuesta entre líderes religiosos judíos encontró que,
aunque el 97% de los rabinos saben que la BD y la muerte
cardiopulmonar son médica y legalmente equivalentes, uno de
cada cuatro cree que la BD no es equivalente a la muerte y casi
uno de cada cinco está de acuerdo con la continuación del
soporte vital después. Determinación de BD [19]. La oposición a
la BD y a la interrupción del soporte vital está particularmente
extendida entre los judíos ultraortodoxos [10]. Entre los líderes discreción de los propios hospitales. Israel y el estado de Nueva
religiosos musulmanes, aunque la mayoría de los académicos y
las organizaciones médicas aceptan la BD como una muerte
verdadera, el consenso no es unánime [8, 29]. Algunos
académicos destacados en el debate académico sobre BD
incluso afirman que la aplicación de la ley a una determinación
no consensual de BD viola los derechos religiosos de los musulmanessepracticantes
Además, también existen numerosas encuestas en las que,
cuando se pregunta a los profesionales de la salud sobre la
determinación de la muerte, muestran desconocimiento o rechazo. la ley establece un sistema dualista de elegibilidad en el
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de ello [17, 20]. Aunque la mayoría de los profesionales de la
salud involucrados en el cuidado de personas con BD creen que
la BD es un estándar confiable para determinar la muerte [47], la
mitad de ellos (49%), según una encuesta realizada en Francia,
Estados Unidos y España, cree que la ventilación mecánica no
debe suspenderse en contra de los deseos familiares o las
preferencias expresadas anteriormente por el fallecido, e incluso
muchos profesionales (41%) estarían de acuerdo en que no se
debe declarar la muerte en contra de sus deseos [46].
Solicitudes de alojamiento
En enero de 2019, la Asociación Estadounidense de Neurología
(AAN) publicó una declaración de posición para brindar
orientación a sus miembros “sobre cómo responder a las
objeciones a la determinación de la muerte mediante criterios
neurológicos y las solicitudes de adaptación temporal o indefinida”.
[48]. La AAN reconoce que los médicos pueden enfrentar
solicitudes de adaptación por parte de familiares y sustitutos de
pacientes que incluyen objeciones a la determinación de BD o
la retirada de tecnología de mantenimiento de órganos.
Estas solicitudes pueden originarse, según la AAN, ya sea por
una falta de comprensión o por un desacuerdo real sobre las
determinaciones de muerte basadas en el cerebro. Aunque la
AAN respalda firmemente la opinión de que BD es muerte y que
no existe una obligación ética de brindar tratamiento médico a
una persona fallecida, sugiere que se debe lograr cierto grado de
acomodación basada en “razones sociales, morales y culturales
razonables y sinceras”. y consideraciones religiosas” pueden ser
necesarias por razones pragmáticas. La declaración de la AAN
describe su propia solución como temporal y éticamente
infundada. En resumen, desempeñan el papel de un recurso
provisional para evitar iniciar procedimientos legales con las
familias de personas con muerte cerebral (por ejemplo, el caso
de Jahi McMath) y para evitar comprometer el trabajo y la
integridad de los profesionales de la salud.
En otros contextos, sin embargo, puede haber más espacio
para la negociación y el compromiso basado en orientación
institucional, como la declaración de la AAN antes mencionada.
En EE.UU., los estados de Nueva York, California e Illinois van
un paso más allá al incluir cláusulas de adaptación en sus
reglamentos o leyes, cuyo alcance y duración suelen dejarse a la
Jersey van aún más lejos al incluir en la ley una opción para la
disidencia por motivos religiosos, lo que significa que un individuo
que sería considerado muerto según los estándares médicos
puede permanecer legalmente vivo si sus familiares vetan la
determinación de BD por motivos religiosos [ 10, 18]. De hecho,
trata de una[45].
forma de pluralismo con respecto a la
determinación legal de la muerte.
Una forma aún más fuerte de pluralismo existe en Japón, donde
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determinación de la muerte, lo que significa que los individuos
pueden elegir, de acuerdo con su familia, según cuál de los dos
criterios (cardiorrespiratorio o neurológico) desean ser declarados
muertos [3].1
Hay varios grados de adaptabilidad legal a creencias religiosas
o no religiosas con respecto a la determinación de BD, desde
ninguna adaptación en absoluto hasta la presunción de que BD
no equivale a muerte a menos que el individuo o sus familiares
acepten ese concepto. Las medidas recomendadas por la AAN
en los EE. UU. pueden resolver un problema práctico en un
entorno clínico donde una mayor desconfianza puede ser
particularmente dañina y contraproducente (por ejemplo, en
términos de obtención de órganos), pero no abordan el problema
teórico y político de si las personas deberían tener derecho a
oponerse a un diagnóstico de BD. De hecho, estas formas de
acomodación plantean, pero dejan sin resolver, la cuestión
fundamental de quién tiene autoridad –y sobre qué fundamentos–
para trazar la línea entre la vida y la muerte.
Algunas distinciones filosóficas importantes
Cuatro niveles diferentes de descripción
La muerte humana puede abordarse desde al menos cuatro
perspectivas o niveles de descripción diferentes: ontológica o
metafísica, conceptual, epistemológica y jurídica. El orden de
estos niveles no es arbitrario, ya que creemos que cada nivel
puede tener implicaciones teóricas para el siguiente.
Primero, debemos definir la naturaleza de la muerte misma. La
pregunta es: ¿qué es la muerte? Esta es una cuestión ontológica/
metafísica porque se refiere a la realidad misma, su naturaleza y
composición. Una pregunta corolaria sería: ¿cuándo ocurre la
muerte?, que también es una pregunta ontológica que se refiere
a las causas o condiciones del paso de la vida a la muerte. Por
ejemplo, la opinión predominante es que la muerte es un
fenómeno biológico que ocurre cuando el organismo deja de
funcionar como un todo.
Sin embargo, la interpretación del concepto de organismo como
un todo puede diferir dependiendo del trasfondo metafísico
subyacente que tengamos (por ejemplo, materialismo/
mecanicismo, aristotélico/hilemorfismo, etc.).
En segundo lugar, está la cuestión de cómo definir la muerte autopsia, entierro, sucesión, seguro). reclamaciones, etc.) que
una vez que hemos llegado a una conclusión en el plano ontológico/ están permitidas o prohibidas dependiendo de si el individuo
nivel metafísico. Por ejemplo, quienes creen que la muerte es una
cuestión biológica deben aclarar su concepto de muerte desde
una perspectiva biológica. Varios autores creen que la muerte es
la pérdida del funcionamiento integrado del organismo en su
conjunto, aunque algunos sostienen que requiere el cese
irreversible de la función cerebral en su conjunto [5], algunos
sostienen que requiere en cambio el cese irreversible de la
circulación sistémica ,
1
En este momento, las objeciones a la muerte cerebral no se aceptan por
motivos filosóficos. Hay diferentes maneras de abordar la muerte desde la
perspectiva metafísica y en algunas de ellas, por ejemplo la metafísica
aristotélica o tomista, no está del todo claro si la muerte cerebral es aceptable.
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rechazando así el criterio cerebral (DA [57], y otros sostienen
que sería suficiente una pérdida irreversible de las funciones
corticales responsables de la conciencia y la cognición, que según
ellos son capacidades específicas del ser humano [12]. Otros
conceptos de la muerte incluyen la tesis de que morimos cuando
la entropía excede la homeostasis [38], todas ellas coinciden en
la base biológica de la ontología de la muerte, pero ninguna
maneja el mismo concepto de muerte biológica, por lo que
podemos decir que hay un desacuerdo conceptual entre ellos.
En tercer lugar, está la cuestión de determinar si se ha producido
o no la muerte (en otras palabras, si se cumplen o no los criterios
para cumplir con la definición) y cómo se puede determinar esto.
En otras palabras, ¿cómo sabemos si un individuo ha muerto?
Esta es una cuestión epistemológica porque concierne a nuestro
conocimiento sobre la ocurrencia de la muerte. Imaginemos que
varios expertos coinciden en la naturaleza ontológica/metafísica
de la muerte y en su definición conceptual. En este caso, parecería
lógico que también se pusieran de acuerdo sobre cómo
diagnosticar la muerte nasal. Sin embargo, también hay
desacuerdos sobre este punto. Son muchos los expertos que
expresan su rechazo a algunas pruebas para evaluar si alguien
está muerto o no. Un caso que ejemplifica este desacuerdo es el
de Jahi McMath. El caso en sí está muy bien explicado en el
informe realizado en 2018 por el Centro Hastings [15]. Lo que nos
interesa de este caso es que algunos expertos aludieron a
argumentos epistemológicos para decir que, independientemente
de cómo entendamos la muerte, este caso es polémico porque la
muerte encefálica de esta niña fue mal diagnosticada. Es decir,
las pruebas no fueron suficientes ni adecuadas.
En cuarto lugar, está la cuestión de declarar que un individuo
ha fallecido. La pregunta correspondiente sería: ¿cuándo debemos
declarar la muerte? Se trata de una cuestión jurídica en la medida
en que se refiere a las consecuencias de la muerte en términos
de derechos, deberes y responsabilidades (por ejemplo, en caso
de homicidio o asesinato), así como a las prácticas (por ejemplo,
está legalmente vivo o muerto.
Los enfoques ontológico, conceptual, epistemológico y jurídico
son independientes entre sí. Por ejemplo, para determinar si un
individuo está vivo o muerto, algo que algunos animales no
humanos también son capaces de hacer [34], no es necesario
tener una definición, concepción o teoría previa de lo que es. la
muerte es. Esto significa que las personas pueden estar de
acuerdo sobre el hecho de que alguien está muerto incluso si
tienen concepciones diferentes e incompatibles sobre la
naturaleza y el significado de la muerte. De la misma manera,
para declarar que un individuo está muerto, para efectos sociales
y legales, no es necesario saber qué es la muerte o
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incluso para saber si ese individuo está realmente muerto (como
entendamos aquí por realidad de muerte). Aparte de los casos de
errores de diagnóstico y administrativos, es posible y lícito declarar la
muerte de una persona a pesar de la ausencia de cualquier prueba
directa, como el hallazgo de restos (por ejemplo, un cadáver), cuando
esa persona ha estado desaparecida durante un tiempo. período
prolongado y/o cuando hay buenas razones para creer que la persona
ha muerto (por ejemplo, un accidente aéreo).
Monismo ontológico y pluralismo
Las personas pueden estar de acuerdo en la idea de que existe una
respuesta correcta a la pregunta “¿qué es la muerte?”, incluso si no
están de acuerdo sobre cuál es la respuesta correcta. Algunos creen
que su propia respuesta es correcta y que las otras respuestas están
equivocadas. Otros creen que hay una respuesta pero que aún no la
hemos encontrado. Esta idea de que existe una y sólo una respuesta
verdadera a la pregunta sobre la naturaleza de la muerte es lo que
llamaremos monismo ontológico.
Una idea alternativa sería que el mismo término, "muerte", se utilice
para referirse a diferentes fenómenos, de modo que la pregunta ¿Qué
es la muerte? Puede tener varias respuestas correctas diferentes. Por
ejemplo, se puede considerar desde una perspectiva ontológica que
la muerte es simultáneamente un fenómeno espiritual (por ejemplo,
la separación entre cuerpo y alma), un fenómeno psicológico (por
ejemplo, la extinción de la capacidad de conciencia, de la identidad
personal y de las relaciones significativas con los demás). ), un
fenómeno social (p. ej., la desaparición de un ciudadano, es decir,
una persona física con derechos y deberes en la esfera pública, o la
desaparición de un nodo en la red de interacciones interpersonales),
y un fenómeno biológico. (por ejemplo, la desintegración del organismo
en su conjunto).
Estas respuestas entran en conflicto cuando un mismo individuo
puede ser considerado vivo o muerto dependiendo del fenómeno
que se considere. Esta idea de que hay varias respuestas
simultáneamente correctas pero no equivalentes (es decir,
potencialmente contradictorias) a la pregunta sobre la naturaleza de
la muerte –o del estado vital de un individuo– es lo que llamamos
pluralismo ontológico.
Monismo jurídico y pluralismo
Desde la primera mitad del siglo XX, varios países han exigido que
las muertes sean certificadas médicamente por médicos antes de
ser pronunciadas legalmente.
Sin embargo, como se mencionó anteriormente, la muerte también
puede declararse legalmente sin ninguna evidencia médica cuando
se cumplen ciertas condiciones (por ejemplo, un accidente aéreo). En
ambos casos, la ley establece las disposiciones bajo las cuales puede
y debe declararse la muerte.
Lo que aquí llamaremos pluralismo jurídico es una situación en la
que existen dos o más no equivalentes (es decir,
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potencialmente contradictorios) conjuntos de reglas para pronunciar
legalmente la muerte y los ciudadanos pueden elegir cuál se les
aplica. Para decirlo de otra manera, el pluralismo jurídico en relación
con la muerte es una situación en la que las personas pueden
oponerse legalmente o eludir ciertas disposiciones legales para
pronunciar la muerte, cuando se trata de ellos mismos o de la muerte
de un ser querido, por razones religiosas, filosóficas o de otro tipo. .
Por ejemplo, la ley permitiría a las personas decidir si aceptan o no
los criterios neurológicos de muerte, determinados por los estándares
médicos, para ellos y sus familiares. Esto significa que, a efectos
legales, el estado vital de un paciente con TB dependería de la
decisión del paciente y/o de su familia. Por el contrario, lo que aquí
llamaremos monismo legal es (la mayoría de las veces) la situación
en la que las personas no pueden tomar ninguna decisión sobre cómo
se pronunciará legalmente su muerte porque sólo hay un conjunto de
reglas que se aplican a todos por igual.
Monismo y pluralismo conceptual y epistemológico
Si, como hemos mencionado anteriormente, compartimos la misma
idea de qué es la muerte desde una perspectiva ontológica (monismo
ontológico), podemos no estar de acuerdo con nuestro concepto de lo
que significa estar muerto. En este caso, estaríamos ante un
pluralismo conceptual. Finalmente, si compartimos la misma
perspectiva ontológica (monismo ontológico) y también compartimos
la misma perspectiva conceptual (monismo conceptual), podríamos
no estar de acuerdo sobre cómo diagnosticar la muerte de un ser
humano y estaríamos ante un pluralismo epistemológico. . Para
comprender estos conceptos en la práctica, será útil enumerar los
principales enfoques que, de facto, existen actualmente en nuestras
sociedades para determinar si una persona está muerta o no.
Discusión
Enfoques sobre las formas prácticas de determinar la muerte.
Monismo fuerte
La primera posición, la más común en la mayoría de los países, no
cuestiona los preceptos establecidos por la Comisión Presidencial de
1981 [44]. Estos preceptos establecen que sólo existen dos criterios
para determinar la muerte humana (cardiorrespiratoria y neurológica).
De hecho, la legislación de la mayoría de los países occidentales ni
siquiera cuestiona la posibilidad de aceptar a alguien como vivo en el
caso de una de estas dos situaciones. A esta posición la llamaremos
monismo fuerte. Este enfoque se basa en la idea de que los criterios
neurológicos y cardiorrespiratorios para determinar la muerte se
basan en hechos científicos (biológicos) objetivos e incuestionables,
que además tienen una base ontológica clara y que se traducen en
una articulación jurídica en la que la muerte sólo puede ser
determinado de una manera. Así, nos enfrentaríamos al monismo en
todos los niveles: en el nivel ontológico (desde la muerte
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es un fenómeno biológico), en el nivel conceptual (porque sabemos
definirlo), en el nivel epistemológico (porque también sabemos
identificarlo) y en el nivel jurídico (ya que sólo una forma de
determinar la muerte es aceptado, representado por dos criterios:
neurológico y cardiorrespiratorio).
Límites del monismo fuerte
La visión monista fuerte suele tomar la forma de monismo
biológico: la muerte sólo puede basarse en organismos porque la
vida y la muerte son fenómenos biológicos.
Según este punto de vista, la pérdida irreversible de función de
órganos vitales, como el cerebro o el corazón, significa la muerte.
La implicación es que los científicos­biólogos tienen la autoridad
epistémica no sólo para confirmar la pérdida de función del órgano,
sino también para interpretar esa observación en términos de vida
y muerte y describir el evento de la muerte (es decir, la fisiología
de la muerte). el hecho de que un órgano (por ejemplo, el cerebro
o el corazón) haya dejado de funcionar de forma irreversible se
trata como un hecho inobjetable. Según la versión más frecuente
del monismo fuerte, el cese de un órgano implica la muerte en la
medida en que el órgano (cerebro, corazón) es necesario para la
integración del organismo en su conjunto.
Cuando la muerte de un órgano vital es total e irreversible, la
muerte es incuestionable. Sin embargo, es importante señalar que
los expertos que coinciden en la idea de que la muerte es un
fenómeno biológico y que comparten la definición de muerte como
una pérdida de integración pueden aún no estar de acuerdo sobre
el estado vital de esos individuos. Por lo tanto, los desacuerdos
dentro de la posición del fuerte monismo biológico pueden surgir
de: (a) la creencia de que las pruebas estándar para evaluar la
pérdida de función de órganos vitales no son confiables; (b) la
creencia de que el órgano en cuestión –por ejemplo, el cerebro–
no es esencial para la integración, es decir, que su pérdida
funcional no implicaría necesariamente la muerte (biológicamente
entendida como una pérdida de integración).
Pero no sólo hay desacuerdos conceptuales o epistemológicos
sobre la validez de la posición monista, sino que también hay
desacuerdos ontológicos. Este tipo de desacuerdo difiere de la
posición del monismo fuerte en cuestiones relacionadas con la
naturaleza del fenómeno y puede dividirse principalmente en dos
categorías: (a) En primer lugar, hay quienes sostienen que la
muerte no es un fenómeno estrictamente biológico, sino más bien
un fenómeno híbrido, con un pie en la biología y el otro en la
cultura; (b) en segundo lugar, hay quienes sostienen que la muerte
es una construcción social y que, por tanto, la ciencia no tiene
especial relevancia para la toma de decisiones relacionadas con
ella. Dentro de esta idea de construcción social, en la medida en
que la muerte no es algo biológico, podemos encontrar diferentes
corrientes: algunos defienden que la construcción social de la
muerte se refiere a la religión, otros dicen que se refiere a la cultura
mientras que otros dicen que la muerte responde a consideraciones
filosóficas. postulados. En este último lugar encontramos aquellos
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quienes defienden que no podemos definir la muerte sin hablar de
metafísica.2
monismo débil
La segunda posición, el monismo débil, comparte con el enfoque
del monismo fuerte la idea de que sólo hay una manera correcta
de interpretar el estado vital de los individuos con TB como muertos
y sólo una base ontológica para determinar la muerte. Sin embargo,
este punto de vista añade una cláusula por la cual los pacientes o
sus familiares pueden rechazar las declaraciones de muerte (en
diagnósticos de TB) por razones pragmáticas (por ejemplo, para
evitar demandas o preservar la confianza en los profesionales de la salud).
En la práctica, tal cláusula permite a los individuos mantener un
estado de vida incluso si cualquier otra persona en las mismas
condiciones sería considerada muerta. Si bien este enfoque permite
respetar los deseos de las familias, presupone que éstas carecen
de razones válidas para estar en desacuerdo con la declaración de
muerte de su familiar. En esencia, la postura acomodaticia no es
más que un recurso provisional para silenciar las voces de quienes
no están de acuerdo con los criterios neurológicos para la
determinación de la muerte, sin cuestionar la solidez de sus
objeciones al verdadero problema subyacente.
Un ejemplo de este tipo de postura lo encontramos en muchos
estados de Estados Unidos, donde por razones prácticas y por
respeto a las creencias religiosas de muchas personas, se permite
acomodar a determinadas personas.
Es decir, se les trata como si estuvieran vivos a pesar de estar en
estado BD. Podríamos decir que este tipo de monismo se encuadra
en el mismo nivel ontológico, conceptual y epistémico que el
monismo fuerte pero que ampliaría su marco de opciones en el
plano jurídico para dar cabida a estas adaptaciones.
Límites del monismo débil
El monismo débil difiere en la práctica del monismo fuerte en que
tolera objeciones a la determinación de BD al permitir procedimientos
de acomodación. Sin embargo, ambas formas de monismo rechazan
que las razones de tales objeciones puedan ser aceptables, ya
que se basan exclusivamente en motivos extrabiológicos y no
científicos. En otras palabras, aunque el monismo débil es un
mecanismo práctico para abordar los desacuerdos religiosos y
culturales, comparte con el monismo fuerte el supuesto fundamental
de que los desacuerdos sobre la determinación de la muerte no
tienen credibilidad epistémica.
Ambas formas de monismo también enfrentan la objeción de
que, si bien los médicos ciertamente tienen la autoridad experta
para describir el estado de una parte del cuerpo como el cerebro,
2
Algunos autores han resaltado la importancia de la metafísica en la
determinación de la muerte y la.
concepto de muerte cerebral. Véase Josef Seifert y Alan Shewmon [50], A. [53].
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no tenemos la capacidad similar de demostrar que el cerebro es
vital. Afirmar esto implica la imposición de una definición biológica
de muerte.
Pero no sólo hay desacuerdos conceptuales sobre la validez de
la posición del monismo, sino también desacuerdos ontológicos.
El monismo débil cae en el mismo error que el monismo fuerte al
aceptar que las razones por las que un paciente hace uso de
estas adaptaciones residen exclusivamente en cuestiones no
científicas. En otras palabras, si bien responde a desacuerdos
religiosos y culturales, comete el mismo error que una de las
posiciones del monismo fuerte: no considera desacuerdos
conceptuales.
Fuerte pluralismo
Un fuerte pluralismo permite a los individuos elegir si quieren ser
considerados vivos o muertos, independientemente de cuestiones
científicas. En Japón, por ejemplo, la ley prevé un sistema
pluralista de elegibilidad en la determinación de la muerte
mediante el cual las personas o sus familiares pueden elegir
según cuál de dos criterios (cardiorrespiratorio o neurológico)
desean ser declarados muertos.
Ni el monismo fuerte ni el débil cuestionan la validez conceptual
de los criterios de BD; simplemente equiparan dicha validez
conceptual con otros valores como los religiosos o culturales,
dándoles el peso suficiente para que el criterio neurológico pueda
ser rechazado sobre la base de tales valores.
Lo que este tipo de pluralismo añade a la simple adaptación
es que la muerte se concibe, no como un tipo natural que puede
descubrirse mediante simple observación, sino como un fenómeno
socialmente construido sobre el cual los médicos no tienen
experiencia particular y no deberían tener la última palabra. Japón
y Nueva Jersey son territorios donde se ha discutido este enfoque
[2, 36, 41]. En ambos, la respuesta de las autoridades ha sido
buscar una posición que salvaguarde, por un lado, los criterios
para determinar la muerte propuestos por la comunidad médica
y hasta ahora aceptados en casi todos los países, y por el otro, la
voces de quienes no comparten esos criterios. Esta tarea se ha
logrado mediante la aplicación de un modelo dualista en la
determinación de la muerte, que permite a los individuos decidir,
en casos de TB completo, si deben ser considerados vivos o
muertos. Situando el pluralismo fuerte en los diferentes niveles
que hemos utilizado anteriormente, podríamos decir que este tipo
de pluralismo se sitúa en un pluralismo ontológico (en la medida
en que ninguna de las dos concepciones predomina) y puede
situarse en un plano conceptual y pluralismo epistemológico o
monismo. Finalmente, a nivel jurídico también se situaría en el
pluralismo. Se trata, pues, de una forma de pluralismo ontológico
y jurídico.
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Límites del pluralismo fuerte
El pluralismo fuerte puede criticarse, fundamentalmente, desde
dos perspectivas. En primer lugar, se le puede criticar por su falta
de rigor conceptual. Si abordamos la determinación de la muerte
desde una perspectiva en la que el peso que le damos a la
evidencia empírica es alto, el Pluralismo Fuerte carece de
argumentos que lo respalden ya que sus principios se basan en el
derecho y la ontología. Podríamos cuestionar este tipo de
pluralismo desde la perspectiva de que las razones morales,
culturales y religiosas no deberían tener el mismo peso en la
determinación de la muerte. Sin embargo, esta crítica podría
presuponer una falsa dicotomía entre ciencia e ideas culturales
o religiosas, cuando en realidad la cuestión ontológica (metafísica)
está inevitablemente implicada en el debate sobre la determinación
de la muerte. Ya sea implícita o explícitamente, todas las partes
operan con suposiciones ontológicas, y es injusto describir a todos
aquellos que no están de acuerdo con el consenso científico (que
por supuesto tiene una presuposición ontológica en su base)
como si operaran desde un punto de vista "cultural o religioso".
suposiciones. Ciertamente, una objeción contra el Monismo Fuerte
que justifique un Pluralismo Fuerte (es decir, ajeno o al menos no
justificado por cuestiones científicas) puede originarse en una
metafísica diferente que sea en sí misma compatible con los datos
científicos utilizados por los defensores del Monismo Fuerte.
El segundo gran problema de este tipo de pluralismo radica en
la dificultad de imponer límites legales a una cuestión de naturaleza
ontológica. A diferencia del pluralismo débil que defenderemos a
continuación, es mucho más complejo limitar el concepto de
muerte basándose únicamente en cuestiones sociales, culturales
o religiosas que el concepto de muerte basado en cuestiones
principalmente biológicas.
Nuestra propuesta
Hasta ahora hemos intentado describir de forma estructurada los
diferentes niveles que existen para describir el fenómeno de la
muerte (Ontológico, Conceptual, Epistemológico y Jurídico). Esta
estructura también nos ha ayudado a categorizar las formas de
determinar la muerte en la práctica (monismo fuerte, monismo
débil y pluralismo fuerte). También hemos utilizado esta
categorización para mencionar algunas de las objeciones o
problemas que puede tener cada uno de estos enfoques prácticos.
Nuestro principal objetivo en este artículo es esbozar una
alternativa práctica a las mencionadas anteriormente que sea
coherente con los niveles de descripción y permita conciliar las
posiciones de quienes no están de acuerdo sobre lo que se
considera muerte. Para ello, primero debemos aclarar qué
entendemos por muerte.
Algunos autores han argumentado que la muerte es un
fenómeno social, cultural o religioso [3, 66] y que debe ser la
sociedad la que esté de acuerdo cuando podemos definir a una persona como
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vivo o muerto. Esta sería una propuesta que podría enmarcarse
dentro del Pluralismo Fuerte desde diferentes perspectivas –
jurídica, ontológica, conceptual e incluso social–.
Nuestra concepción de la muerte, sin embargo, no parte de esta
premisa y, de hecho, creemos que es un error no conceder a la
biología la autoridad que merece. Por otro lado, una propuesta
de esta magnitud presenta una dificultad práctica (casi
imposibilidad) para establecer un conjunto (limitado) de
definiciones de muerte basadas únicamente en consideraciones
sociales.
Otros autores, como ya hemos comentado anteriormente,
consideran la muerte como un fenómeno estrictamente biológico
(defienden un Monismo Ontológico) y crean o no que existe un
concepto biológico único de lo que es la muerte, sí defienden que
no debemos tener en cuenta, en todo caso, valores extrabiológicos
para determinar qué es estar muerto.
En nuestro caso, entendemos la muerte como el cese
irreversible de las funciones vitales de un individuo. Un fenómeno
que tiene una fuerte base biológica pero que también está
marcado por una serie de cuestiones que van más allá de la
biología (creencias, cultura, sociedad). Podríamos decir que la
muerte tiene un pie grande en la biología y un pie pequeño en la culturaA[71].
Si partimos de nuestra definición de lo que significa ser
muertos, la solución para poner fin a la controversia en la
determinación de la muerte pasará necesariamente por la
búsqueda de un consenso normativo sobre lo que entendemos
por muerte como sociedad bajo un marco biológico. Como hemos
mostrado en el apartado de controversias, muchos bioeticistas
han criticado, desde distintos enfoques, que la ME sea equiparable
a la muerte humana. Por el contrario, quienes creen que el BD
es comparable a la muerte humana consideran que este
fenómeno está sólidamente establecido. Algunos de estos
expertos han propuesto otras alternativas para aclarar este
criterio de BD o cambiarlo por otro criterio. Alan Shewmon
enumeró algunas de las principales alternativas para la
determinación de BD (DA [56].3
Aunque estas propuestas son de gran interés, creemos que
son soluciones que no tienen en cuenta todos los aspectos de
este problema. Nuestra propuesta, sin embargo, no pretende
solucionar el problema per se (ya que para ello es necesario
pasar por un debate previo y buscar un consenso colectivo), sino
que pretende permitir que desacuerdos fundados no queden
desatendidos mientras dure esta controversia. tiene una duración.
Para ello creemos que articular
un pluralismo débil es la mejor solución teórica y práctica.
El pluralismo débil basa su fundamento en el siguiente
razonamiento: hay desacuerdo entre los expertos sobre qué
concepto biológico es el mejor para determinar la muerte y,
además, la elección de lo que significa estar muerto implica no
sólo cuestiones fácticas. Debido a que es complejo alcanzar un
consenso sobre qué definiciones biológicas mediadas
normativamente son más apropiadas, debemos permitir que las
personas que tienen desacuerdos legítimos con el modelo actual
para determinar la muerte se opongan a ser tratadas bajo ese
parámetro mientras la controversia permanezca abierta.
Para lograrlo, proponemos utilizar el Pluralismo Débil: un
concepto que otorga capacidad práctica a estas personas para
elegir el criterio (cardiorrespiratorio o neurológico) por el cual
quieren ser considerados muertos. Así, una persona que cree
que la forma en que se puede determinar que está muerta no es
realmente muerte –ya que basa su razonamiento en la idea de
que el cerebro no es necesariamente el órgano integrante de
nuestro cuerpo– podría considerarse viva hasta que sufra una
muerte cardiorrespiratoria.
primera vista, esta propuesta no parece muy diferente del
pluralismo fuerte o del monismo débil. Sin embargo, la principal
diferencia no radica en cómo se aplicaría el pluralismo débil, sino
en su fundamento y justificación.
Como hemos señalado anteriormente, la justificación del
Pluralismo Débil surge de la necesidad de dar una respuesta
global a un problema en el nivel ontológico, conceptual, epistémico
y jurídico de nuestro esquema inicial. Las personas deberían
tener derecho a decidir según qué criterios quieren ser declaradas
muertas porque, de hecho, no existe un consenso de expertos
sobre si una persona en estado de BD total está muerta o no.
Si estos desacuerdos sobre cuándo una persona está muerta
o no se resuelven (en una deliberación colectiva mediada por la
biología), creemos que se debe utilizar la definición que se ha
leer nota
acordado por defecto, permitiendo que las personas que aún no
están de acuerdo con esa decisión aprovechen esa decisión. a
sí mismos de una especie de monismo débil en el que pueden
ser tratados como vivos incluso si, de facto, la sociedad no los
considera como tales. Los límites de estas adaptaciones estarían
mediados, de nuevo, por la biología y por el rango de desacuerdo
que los expertos consideran razonable (en general, no aceptar
BD y ser diagnosticado de muerte cardiorrespiratoria).

3
En este artículo, Alan Shewmon propone cuatro alternativas a la "estructura
bifurcada de la UDDA de 1981": 1. El concepto biológico de la muerte, 2. Un
concepto de muerte no biológico, basado en la conciencia y del "cerebro
superior", 3 .El híbrido fisiológico­psicológico de la inconsciencia apneica
irreversible y, 4. Reconocer el BD explícitamente como una función jurídica o
estatus jurídico. Todas estas alternativas se recogen y explican en el artículo
Declaración a favor de la revisión de la Ley de Determinación Uniforme de
Muerte y en oposición a una revisión propuesta (DA [56].
¿Límites, viabilidad y riesgo del pluralismo?
Por sus implicaciones éticas, legales, conceptuales y biológicas,
somos conscientes de que esta propuesta no puede escapar a
algunas disputas, enfoques complejos y preguntas incómodas.
Lejos de esquivarlas, creemos que es intelectualmente maduro
abordar
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posibles objeciones a nuestra propuesta e intentar resolverlas o
al menos desmantelarlas en la medida de lo posible.
¿Sería aceptable que consideráramos como vivo un cuerpo en
avanzado y generalizado estado de descomposición, sólo porque
esa persona, hace mucho tiempo, dijo que debía ser tratado
como vivo? O por el contrario, ¿sería aceptable considerar muerta
a una persona aparentemente sana, en su juventud, sólo porque
consideraba que su existencia no era una forma de estar vivo?
¿Sería aceptable que los padres consideraran muerto a su bebé
recién nacido? ¿Son los límites establecidos por el Comité Ad
Hoc de Harvard para la determinación del BD igualmente válidos
para un país profundamente religioso (como Israel o Irán) que
para un país donde el secularismo está firmemente arraigado
(como Francia)? ¿Japón o el estado de Nueva Jersey suponen
una anomalía al aceptar el desacuerdo en el diagnóstico del TB?
¿Hay algún problema al hacerlo? Estas son algunas de las
preguntas que podrían plantearse en relación con cuáles son los
límites del pluralismo.
Sin duda, es una cuestión problemática para esta propuesta a la
que debemos buscar una respuesta.
Uno de los mayores problemas a la hora de fijar límites al
pluralismo radica en decidir hasta qué punto creemos que es
sensato ampliar los márgenes. Si bien es cierto, como se
mencionó anteriormente, que existen países de facto que han
bordeado al menos uno de los dos criterios para determinar BD,
también lo es que en ningún caso se ha decidido ir más allá para
ampliar los criterios, por ejemplo, para incluir a personas que se
encuentran en un estado de BD superior.
El estándar de muerte del “cerebro superior” define la
muerte como la pérdida irreversible de la función del
cerebro superior, que implica la incapacidad permanente
de volver a la conciencia (a diferencia de una incapacidad
temporal de volver a la conciencia, por ejemplo, durante
el sueño). Ninguna jurisdicción ha adoptado el estándar del
“cerebro superior”, pero varios académicos lo han defendido
como la mejor manera de reconceptualizar la muerte en la
medicina moderna […] Los defensores del estándar de
muerte del “cerebro superior” comúnmente argumentan
que la esencia de la vida humana reside en ser una
persona con cierta conciencia o comprensión básica de sí
mismo. Desde este punto de vista, la muerte ocurre cuando
la personalidad se pierde permanentemente [35].
Una posible solución a este problema fue formulada por Robert
Veatch y Laine Ross en su libro Defn­ing Death: Te Case for
Choice, en el que abogan por acordar una serie de posiciones
razonables dentro de lo que es plausible. Estas son las tres
posiciones aquí mencionadas respecto a la determinación de la
muerte, que si bien generan disenso entre los expertos, son las
únicas consideradas discutibles (muerte cardiorrespiratoria, ME
y muerte cerebral superior) [68] .
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El argumento empleado por Veatch y Ross es precisamente
el que evitaría que nuestro argumento cayera por un terreno
resbaladizo: desde una perspectiva conceptual, no tenemos el
conocimiento necesario para establecer cuándo una persona
está muerta según ciertos criterios. . Sin embargo, sí tenemos la
capacidad de determinar cuáles de esos criterios son los que
están al margen del pluralismo (por exceso: criterios
cardiorrespiratorios, por defecto: mayor muerte encefálica).
Finalmente, es importante señalar que el hecho de que una
persona pueda elegir una u otra definición de muerte no implica
que de hecho deba elegirla, sólo que si quisiera elegirla podría
hacerlo. Es decir, independientemente de los límites establecidos
por los expertos, nadie puede obligar a otra persona a elegir un
determinado criterio de muerte, sólo pueden ofrecerle la opción.
Otras críticas comunes al pluralismo están relacionadas con
su inviabilidad. Sin embargo, en este artículo se han planteado
dos cuestiones claves para defender el pluralismo frente a esta
crítica: por un lado, se ha demostrado que, en determinadas
comunidades, ya existe de facto un sistema jurídico pluralista, lo
que invalida tesis relacionadas con el caos que se puede generar
extrayendo este debate del ámbito puramente médico (Japón y
Nueva Jersey). Por otro lado, el mero hecho de que la teoría esté
formulada en términos jurídicos implica que en un país
democrático no deberían existir obstáculos insuperables para la
deliberación y la posterior implementación de las decisiones
tomadas en esa deliberación.
La forma de corroborar que una persona quiere ser tratada de
manera diferente en la determinación de su muerte puede ser
fácilmente reflejada a través de su propio testamento anticipado
en vida o a través de sus familiares. Como ocurre en algunos
casos con la donación de órganos, el procedimiento para saber
si alguien desea ser tratado de forma excepcional no debería
complicar la situación.
Los problemas que surgen de un cambio en el estado de vida
de una persona podrían incluso agravarse en el caso de un
sistema pluralista. Así, podríamos pensar que un hijo egoísta y
malicioso (o quizás un hijo desatendido por la sociedad y en
circunstancias sociales nefastas) apostaría por mantener a su
padre vinculado a una serie de artificios al considerarlo legalmente
vivo para poder cobrar. su pensión por un período de tiempo
más largo. También podríamos pensar en el caso contrario,
donde este mismo hijo decide, creyendo firmemente que su padre
está vivo, proceder a desconectarlo para recibir en herencia una
lujosa casa.
Por estas razones, algunos autores han tenido cuidado de
protegerse de tales críticas en relación con el pluralismo (o
alternativas similares) en la muerte, tratando de contrarrestar
tales acusaciones con argumentos que muestran que, si bien
algunos podrían tratar de aprovecharse de
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Los resquicios de una posible implementación de un sistema pluralista, no
habría diferencias sustantivas con los problemas que existen hoy en día en
relación a quienes son diagnosticados en coma irreversible o en estado de
mínima conciencia [68] .
Así como asumimos que puede haber abusos en materias como la eutanasia
o la obstinación terapéutica, también debemos asumir que puede haber abusos
si aplicáramos un modelo pluralista. Si bien es cierto que la sociedad puede
imponer mecanismos para prevenir estos abusos, nunca podremos eliminarlos
por completo, sólo luchar vigorosamente para tratar de mantenerlos al mínimo.
Conclusiones
En este artículo hemos intentado ofrecer una respuesta novedosa a un
problema que se está convirtiendo en un clásico de la literatura bioética y que
sigue haciendo correr ríos de tinta entre académicos, profesionales de la salud
y todos los implicados en general.
Nuestros objetivos al inicio de este trabajo eran dos: por un lado, queríamos
conceptualizar los diferentes niveles de discusión sobre esta cuestión –
ontológico, conceptual, epistémico y jurídico–. Por otro lado, nos hemos
propuesto esbozar lo que podría ser una solución práctica a un problema
teórico de difícil solución.
Ciertamente, creemos que encontrar un consenso o una solución a este
debate es una tarea ardua e increíblemente compleja. Sin embargo, creemos
que es imperativo brindar un refugio a todas aquellas personas que tienen
desacuerdos legítimos y razonables con la forma en que se determina
actualmente la muerte humana. Para ello hemos diseñado esta propuesta que
esperamos sirva para resolver los problemas prácticos derivados de la
controversia teórica, permitiendo que todas las partes se sientan satisfechas
durante el tiempo que lleva encontrar una solución razonable y razonada.
Abreviatura
Muerte cerebral por TB
Agradecimientos
Agradecemos a Mar Díaz Millón por la asistencia en la traducción.
Contribuciones de los autores
Todos los autores contribuyeron a la concepción y diseño del artículo. El primer borrador del
manuscrito fue escrito por Gonzalo Díaz­Cobacho y todos los autores comentaron versiones
anteriores del manuscrito. Todos los autores leyeron y aprobaron el manuscrito final.
Fondos
Este trabajo ha sido financiado por el proyecto INEDyTO II PID2020­118729RB­I00, por el proyecto
Dead Bodies PID2020­119717GA­I00 y por la fundación Banc Sabadell.
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Conflicto de intereses
Los autores no tienen intereses en competencia que declarar que sean relevantes para el contenido
de este artículo.
Recibido: 7 de octubre de 2022 Aceptado: 19 de junio de 2023
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