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“Muerte cerebral”, sus implicaciones éticas desde el personalismo


cristiano.

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vital

16 agosto 13:19
2014
👤 por Manuel Zunin
" 2 comentarios

Lo que los expertos comunican, la concepción del público. La opinión de la Iglesia Católica sobre el tema. Una
propuesta.

DIVIDIMOS ESTE INFORME EN 3 PARTES:

1. LO QUE LOS EXPERTOS COMUNICAN SOBRE LA MUERTE CEREBRAL AL PÚBLICO EN GENERAL A


TRAVÉS DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN.
2. LA OPINIÓN DE LA IGLESIA CATÓLICA SOBRE EL TEMA.

3. UNA PROPUESTA PARA REFLEXIONAR SOBRE EL DELICADO PROBLEMA ÉTICO.

PARTE 1. LA OPINIÓN PÚBLICA Y LOS MISMOS EXPERTOS DE LA MEDICINA NO ESTÁN DE


ACUERDO SOBRE EL SIGNIFICADO EXACTO DEL CONCEPTO DE «MUERTE CEREBRAL».

En relación con ello, comentamos el trabajo: Depiction of “brain death” in the media: medical and ethical
implications publicado recientemente en el Journal Medical Ethics ( 2014;40:253–259), que analiza las
diferentes interpretaciones que el término «muerte cerebral» ha tenido en los medios de comunicación de
EE.UU. y Canadá del 2005 al 2009, haciendo referencia a 904 artículos publicados en los periódicos de
mayor difusión en estos países, “con el objetivo de obtener posibles causas comunes de la confusión, sobre el
concepto de muerte determinada exclusivamente por criterios neurológicos «muerte cerebral», de los expertos y
del público en general sobre este concepto crucial.”

Leyendo esta trabajo se valora su metodología, el razonable tamaño de la


muestra y elcuidadoso análisis que cita abundante bibliografía. Después de
hacer una minuciosa evaluación los autores concluyen, “Nuestro estudio revela
una importante confusión sobre la muerte cerebral. En primer término llama la
atención que la noción de «muerte cerebral», que frecuentemente se usa
coloquialmente, carece de un significado médico claro y riguroso, tanto para el público en general como por los
expertos que se dedican a discusiones médicas y éticas.”

“En segundo lugar, señalamos la falta de sentido claro y preciso del término cuando se utiliza no coloquialmente,
lo que consideramos más grave. El criterio neurológico para la determinación de la muerte se menciona en menos
de 10% de los artículos y las pruebas para determinarla solamente en la mitad de ellos (4,8%; N = 45). Este
término también se define con poca frecuencia (2,7%, n = 14 en EE.UU. y el 3,6%; N = 15 en Canadá). Errores
importantes sobre el “diagnóstico de la muerte cerebral”, su significado y los tiempos requeridos para declarar la
muerte del paciente se encuentran solo en el 1, 2 y 5,3% de todos los artículos. Varios artículos sugieren que el
paciente cuya muerte ha sido declarada, siguiendo el criterio neurológico, realmente muere una segunda vez
cuando el corazón deja de funcionar. Algunos sugieren que la muerte realmente ocurre después de que los
órganos han sido retirados para su trasplante.”

“La falta de un sentido unívoco atribuido a la «muerte cerebral», que ha sido una fuente continua de debates y
discusiones, no puede sorprendernos, si bien existe en todo el mundo un consenso general, a nivel de las
asociaciones profesionales, varios estudios han puesto de manifiesto el escaso valor de la información de los
medios de comunicación tradicionales sobre determinadas situaciones neurológicas como el estado vegetativo y
el coma. Por eso, existe una profunda confusión acerca de la «muerte cerebral» en los medios de comunicación, lo
que cuestiona su capacidad de realizar debates sobre este tema […]. Nuestros datos sugieren, también, que la
«muerte cerebral» se utiliza con frecuencia en los medios de comunicación en relación con temas de donación de
órganos, principalmente como un requisito previo para la donación. En consecuencia, el público la adopta por
creer que esto es lo que se necesita para convertirse en un donante de órganos.”

Continúan los autores comentando dos libros diferentes, que, nos parece, terminan de describir la grave
situación, “el público y las familias aceptan implícitamente que una mera condición neurológica grave sin
posibilidad de recuperación (y no «muerte cerebral») sería un criterio suficiente para la donación de órganos, una
confusión que también se da en los médicos especialistas.” (Doig CJ, Young K, Teitelbaum J, et al. Brief survey:
determining brain death inCanadian intensive care units. Can J Anaesth 2006; 53(6): 609–12.and Joffe AR,
Anton N. Brain death: understanding of the conceptual basis by pediatric intensivists in Canada. Arch Pediatr
Adolesc Med 2006; 160 (7): 747–52).

Esta afirmación que tiene un importante contenido ético y moral, en nuestra opinión, parece trasladable,
mutatis mutandis, a la opinión del público en general y a muchos profesionales de la medicina en el mundo
de habla hispana.

Continúa el artículo tratando de explicar los asombrosos resultados de esta investigación afirmando, “Una
cuestión importante, íntimamente relacionada con nuestras observaciones, es si la confusión del público que se
observa, muestra solo una confusión en los medios de comunicación o puede ser, también, un reflejo de los
debates académicos entre los expertos.”

Los autores concluyen, apoyados en numerosas citas, que si bien las propias leyes, las guías clínicas y las
declaraciones de las asociaciones médicas, han dejado claro el concepto de «muerte cerebral», en los
últimos años, por diferentes motivos, existen personas que no aceptan el concepto de muerte cerebral como
la muerte del individuo, argumentando que la muerte de un solo órgano, aunque éste sea el cerebro, no es
suficiente para declarar muerta a una persona. En este debate interviene también las posturas religiosas y
no desdeñables problemas de conciencia de algunos profesionales de la medicina y de pacientes o
familiares. Otra fuente de discusión han sido casos como las madres que dieron a luz un hijo sano después
de haber sido declaradas muertas, lo que ha reavivado la polémica sobre la validez de la declaración de
muerte por medios exclusivamente neurológicos. Esto podría explicar el distanciamiento de lo que piensa el
público con lo que ha sido definido rigurosamente por las asociaciones médicas y los legisladores. También
las opiniones de expertos y las diferencias de criterios entre ellos no ha ayudado a crear un consenso sobre
la declaración de muerte por el exclusivo fallo del cerebro.

Por nuestra parte creemos que no es fácil de aceptar que una persona con el sistema cardiopulmonar
integro, pero diagnosticada de muerte cerebral,l pueda ser declarada muerta, es muy fuerte para los que
tienen que decidir, familiares y profesionales, que muchas veces se sienten, presionados por la demanda
urgente de órganos. Siguen los autores afirmando, “esto tal vez podría ayudar a explicar por qué en la
práctica, la declaración de muerte exclusivamente por fallo cerebral sigue siendo difícil de comprender en
todo su significado fuera de los círculos de expertos en el contexto clínico de cada día de la donación de
órganos” (el subrayado es nuestro).

Los autores proponen, como solución a este problema, comunicar adecuadamente un criterio único, bien
definido y consensuado por los expertos para la declaración de muerte, en base a la muerte cerebral y dejar
claras sus implicaciones clínicas, garantizando la total independencia de los profesionales de la medicina
encargados de la declaración de muerte de la persona, al margen de las eventuales demandas de órganos.

PARTE 2. OPINIÓN DE LA IGLESIA CATÓLICA SOBRE LA VALIDEZ ÉTICA Y MORAL DE LA


MUERTE CEREBRAL COMO ÚNICO CRITERIO DE MUERTE DE LA PERSONA.

Más allá de las creencias religiosas, la Iglesia Católica manifiesta una opinión particular sobre la naturaleza
humana, sobre los sufrimientos que acompañan al final de la vida y la defensa de la dignidad de la persona
humana en cualquier circunstancia, particularmente en su proceso de muerte. Su larga experiencia y sus
estudios sobre la condición humana, según nuestra opinión, le dan una particular autoridad o al menos es
un referente calificado.

En relación con ello, citamos a algunos pasajes de un artículo publicado en la revista Persona y Bioética de
la Universidad de La Sabana – Colombia, sobre este tema, del actual Presidente de la Pontificia Academia
para la Vida, el médico Mons. Ignacio Carrasco de Paula, titulado, Los parámetros de la muerte cerebral desde
el punto de vista de la moral católica.

En él, el autor afirma: “Desde que en 1957 Pio XII afirmó que la determinación de la muerte era competencia de
médicos especialistas, la Iglesia Católica ha seguido con atención el debate sobre la muerte cerebral,
especialmente a través de la Pontificia Academia de las Ciencias. De hecho, la muerte cerebral, entendida como
un método para el diagnóstico precoz de la condición de cadáver de un sujeto sometido a reanimación, es
éticamente aceptable a condición de que los parámetros aprobados sean aplicados con extremo rigor y
profesionalidad.”

El autor, matizando, continúa, “Pero una cosa es preguntarse qué es la muerte y otra muy distinta, cómo se
muere y cuál es el momento preciso en que se muere. Para estas cuestiones, la moral católica se ha remitido
siempre -siguiendo la común praxis médica- a los conocidos parámetros de la muerte cardíaca, es decir, a la
cesación definitiva de la función cardiorrespiratoria. Este procedimiento se considera adecuado, a pesar de que no
han faltado motivos de duda. Por ejemplo, el fenómeno de las llamadas muertes aparentes o el hecho de que los
parámetros de la muerte cardíaca tampoco señalan exactamente el momento de la defunción. Más aún,
aprovechando esta laguna, la moral católica ha autorizado la administración de sacramentos -que solo se pueden
dar a un hombre vivo- después del paro cardíaco, exigiendo únicamente que el sacerdote use la fórmula
condicional “si eres capaz -es decir, si estás vivo-, yo te perdono de tus pecados”.

“¿Por qué razón la muerte cardíaca no ha alimentado un debate crítico entre filósofos y éticos? Parece que los
motivos son dos:

El recurso a los parámetros de muerte cardíaca es el resultado de un proceso inductivo que parte de una
experiencia conocida de todos y que puede ser fácilmente comprobada: una vez que el corazón se para
irreversiblemente, cesan las funciones vitales del organismo y ya nadie vuelve a la vida. Es solo cuestión de
tiempo –de poco tiempo- la aparición de las primeras señales evidentes de descomposición del organismo.”

“Por convención social y por respeto al terrible evento de la muerte, se ha seguido la práctica de autorizar
cualquier posible intervención médica sobre un cuerpo muerto (autopsia, recogida de órganos o tejidos, etc.) y el
mismo entierro del cadáver, solo después de algún tiempo. De esta manera, se concede un margen de seguridad
que, además, facilita cumplir algunas de las costumbres familiares y sociales.”

“Con estos precedentes, parece razonable que la atención de los reanimadores se haya dirigido hacia los
parámetros de muerte cerebral para el diagnóstico de la condición de cadáver en individuos cuyo corazón
continúa contrayéndose gracias a una máquina. Desgraciadamente, la historia de este concepto resulta conectada
a circunstancias poco claras. Me refiero sobre todo a problemas de intereses de terceros (trasplantes); a la
confusión con el debate sobre la eutanasia y el ensañamiento terapéutico; a la ilegítima extrapolación del
concepto de muerte cerebral a enfermos en coma irreversible o en estado vegetativo persistente e, incluso, a niños
anencefálicos. A todo esto hay que añadir una terminología que se presta a interpretaciones inapropiadas y
falaces. Por ejemplo, ¿el morir es una realidad única o hay que admitir varias clases de muertes?; ¿quién es el que
muere: un órgano, un organismo o un paciente? Está justificado que algunos autores hayan puesto en términos
muy críticos la relación entre la ‘muerte del cerebro’ y ‘la muerte de la persona’” (el destacado es nuestro).

Citamos un párrafo más, que nos parece de particular interés, “Así, mientras el reanimador afirme que la
presencia simultánea de ciertos signos, EEG plano, midriasis, apnea, ausencia de reflejos craneales, etc.
corresponde, según una evidencia clínica rigurosamente controlada, a la pérdida irreversible de las funciones
vitales, el moralista no tendrá nada que objetar. Pero no sería lo mismo si dijera que la presencia de esos signos
son suficientes para proceder a la recogida de órganos. El reanimador debe dictar el diagnóstico de muerte, pero
establecer cuáles son las condiciones para proceder a un trasplante exige además otras competencias. El debate
en torno a la muerte encefálica, muerte cortical y muerte del tronco es un ejemplo de confusión de competencias
entre ciencia y filosofía. De una afirmación del tipo, ‘la integridad de la corteza cerebral es indispensable para la
conciencia’ no se puede pasar tout court a concluir que sin conciencia no hay persona.” (el destacado es nuestro).

Parte 3. Para concluir este delicado asunto, transcribimos el Abstrat de una interesante propuesta de una
tesis titulada: A Consensus On Death Criteria As It Pertains To Tissue And Organ Donation Can Be Achieved
By Some Criteria That Are Based On A More Comprehensive Ancillary Multiple Tissue And Organ Analysis,
cuyo autor es Cajetan I. Odunze, MA, MS, del Colegio y Seminario de los Santos Apóstoles, Cromwell,
Connecticut. www.holyapostles.edu :

“Se ha argumentado, que los donantes de órganos declarados muertos basados solo en evaluaciones de la
función neurológica, estaban vivos porque tenían la función cardiopulmonar intacta. También se ha argumentado
que donantes de órganos declarados muertos, basados solamente en la evaluación de la función cardiopulmonar,
estaban vivos porque tenía la función neurológica intacta. Este trabajo propone que la declaración de muerte
debería estar basada en el no funcionamiento de diferentes de órganos usando un más comprensible y amplio
criterio de análisis. Evaluando concomitantemente las funciones del cerebro, del corazón, el flujo de sangre,
respiración. Una evaluación basada en diferentes órganos y tejidos traduciría la pérdida de la integridad debida a
la total pérdida de las funciones del cerebro, así como el efecto de la pérdida de la función cardiopulmonar en
otros órganos y tejidos.”

Sin pretender agotar este delicado tema, hemos presentado la confusión que afecta al concepto de muerte
cerebral en la opinión pública, una visión general de la actual posición de la Iglesia Católica y una
propuesta de declaración de muerte que nos parece adecuada. Elementos que esperamos puedan ayudar a
una reflexión a los profesionales de la medicina y al público en general que tiene el derecho de estar bien
informado.
Seguiremos informando sobre este tema y otros aspectos relacionados, como los estados vegetativos, coma
irreversible, etc.

Manuel Zunín

Observatorio de Bioética

Universidad Católica de Valencia

“Muerte cerebral”, sus implicaciones éticas desde el personalismo cristiano.

Relevancia ★★★★★

SINOPSIS: El público y no pocos profesionales aceptan implícitamente que una mera condición neurológica
grave sin posibilidad de recuperación (y no «muerte cerebral») sería un criterio suficiente para la donación de
órganos, una confusión que también se da en los médicos especialistas.

Temáticas Pacientes en Coma Pacientes en Coma: Muerte Clínica Trasplante de Órganos

Trasplante de Órganos: Aspectos Éticos Trasplante de Órganos: Donación de Órganos

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Acerca del autor

MANUEL ZUNIN
Miembro del Observatorio de Bioética Coordinador de la Fundación canóncia, Ciencia, Cultura y Vida Humana

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2 comentarios

Pablo Arango agosto 31, 02:06

El artículo de Mons. Carrasco se encuentra en el siguiente link, la revista Persona y Bioética es de la Universidad de
La Sabana, Colombia.
http://personaybioetica.unisabana.edu.co/index.php/personaybioetica/article/view/798/1942

( Responder a este comentario

Manuel Zunin Autor septiembre 01, 08:52

Hemos puesto más claro la procedencia del artículo de D. Ignacio, gracias por la observación.

( Responder a este comentario

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