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DIARIO ILUSTRA:

DO DE 1NFQRMA- DQ DE INFORMA-
(stQN GENERAL. TION GENERAL,
25 (SENTIMOS *a 25 GENTIMOS £
—"humilde albergue mío"—, y a la que
«A MIS SOLEDADES diputa y proclama:
en románticas tinieblas. Esta es la leyenda
de heroína sacrificada—muy al gusto folle-
VO Y...» Norte dé todo, estado,
segura po^ea'.ón de la. prudencia,
tinesco de Pérez Escrich—que había llegado
hasta nosotros.
(Poesía de la soledad) alma del hombre, g-ioria de la Ciencia... Pero, más tarde, un ilustre erudito y. es-
En esta Soledad, "alma del hombre", halla critor, apasionado de Zorrilla, escribió su
A soledad es piadoso Cirineo que nos

L ayuda a llevar la Cruz en la Via


Amarga. En la soledad no estarnos
solos, sino'en compaña de.nosotros mismos;
la más cierta, la menos falaz, aquella que
la Poesía el hombre de alma. Poesía de la
soledad, linfa para el sediento, yenda para
mejor' biografía, laureada con el premio
Fastenjath. Don Narciso Alonso Cortés,
el malherido, piadoso Cirineo para el'caído catedrático
co,n la Cruz en la Vía Amarga...
en Valladolid, .nos ha descifrado
el enigma. Seguirá siendo Leila para los
fantásticos y íos poetas, al incorporarse al
reúne nuestros pensamientos en legión ás CRISTÓBAL D E CASTRO parnasillo de las musas del romanticismo,
honor y adelanta 'por los senderos del espí- tan fascinadora? y tan apasionante—tan le-
ritu con el bordón del peregrino, como Lope: * gendaria ya—como Teresa y Lola. Poro el
A mis solednde.3 voy, LEYENDA Y REALIDAD verdadero nombre de Leila es Emilia Serra-
da mis soledades vengo, no. Aquí empieza la realidad: Emilia fue
porque -para estar conmigo • • DE LEÍLA una distinguida escritora—el adjetivo más
m« bastan mis (pensamiento?.
IENE razón el insigne y erudito cro- triste para cualquier enamorado de la glo-
El otro día evocábamos la Horaciaiia,
como refugio y sede rústica del hombre ator-
mentado de ambición e inquietud, fatigado
por !a ciudad, reposado eit la soledad de la
T nista Andrés Révesz cuando, en su ria—. Firmó sus libros, en cuya portada iba
amable. alusión a mi anterior artícu- siempre un retrato suyo—no quiso abdicar
lo acerca de Leila^publicado en A B C, dice de su coquetería ni aun en la decadencia—,
que tengo una despreocupación ante las rea- con el nombra- de Baronesa de Wilson. So-
Poesía. Hoy hemos de invocar la Poesía da lidades con cifras y con fechas. Ciertamente brevivió a su poeta treinta y un años y mu-
la soledad, como asilo del hombre traspasado prefiero la leyenda bella a la realidad sin rió en 1923 en Barcelona.
por la saeta del-Ensueño, sediento de las lin- poesía, y esto es lo que me ha ocurrido con Cuando la conoció Zorrilla era una ado-
fas de ese manantial, sereno y casi subte- la amada misteriosa de Zorrilla. En alas de lescente de catorce-años, con ia doble hechi-
rráneo, del "quietismo",, tal y como lo acri- la fantasía, soñé un tipo de mujer más abne- cería de su belleza y de la sensibilidad artís-
sola y decáhta "Kail Vossler con su magis- gado y más simpático que como lo fue de tica. Fue la enorme pasión que era preciso
tral Evangeliario La soledad en la poesía es- verdad. Vi a Leila entre las nieblas románti^ ocultar; acaso fue por eso más hondo el sen-
pañola. , . * cas con rpe su-poeta-la envolvía en Recuer- timieríto. •; •
El plan, vanísimo y complejo, exigía la dos del. tiempo viejo. En la biografía de> Ra- El poeta no era feliz con su esposa, die-
doble aportación del investigador y del eru- mírez Ángel tampoco se descifra el enigma ciochp años mayor que él, y tan celosa, que
dito,* tan cimentadas y equilibradas en Voss- de Lejía, hasta que, por fin cayó en mis ma- Zorrilla dejó de escribir para el teatro por-
ler, cuya excursión, desde el siglo XIII a nos la admirable biografía de Zorrilla de que doña Matilde no podía soportar—-tris-
fines del x v n , por la selva lírica, está eriza- don Narciso Alonso Cortés. Inmediatamente tezas del crepúsculo del amor—que estuviera
da de peligros, como las de nuestros con- me propuse escribir una rectificación contra cerca de las actrices hermosas. La persecu-
quistadores en las selvas del Yucatán. , la poesía, en nombre de una minuciosidad de ción convugal cuando el viaje.de Zorrilla a
Siguiéndole en sus arduas rutas, nos lleva, notario, indispensable, lo reconozco, en un Méjico áió origen al siguiente epigrama de
en unas, al paraje solitario de trovadores y artículo biográfico. El artículo de Révesz, Manuel del Palacio:
juglares, en la, pcesía popular; en otras, a t-an documentado, se me ha- anticipado sólo Negra melena, pálido rostrtf,
los poetas cortesanos, concertistas de Pe- en unas cuantas horas. Después de este obli- él. era un vatn'todo ideal;
o proemio a la gentileza de Révesz, vuel- ave agorera de viejas ruinas,
trarca; en otras, a los pastoriles, narrad no hallando espacio» donde volar ^ *
res y dramaturgos; en otras, a las Soledades a hablar de Leila, cen la esperanza de y harto de ruinas y harto de viejas,
porarla, con su leyenda y con su reali- se fue a La Habana,., sin su mitad.
de Góngora; en otras, al Quietismo, de
guel- de Molinos, "tan seductor y abunda al florilegio de las amantes famosas. Al año de estar Zorrilla en Méjico, Leila
de sentimientos como-'pobre de ideas". r , la de la leyenda, es la mujer pálida, se casó. Este episodio defraudará a los espí-
Sina niña, en los brazos, que da su adiós ritus románticos que aun creen en los jura-
Pero donde Vossler penetra más profun¿J jsóeta Zorrilla—ninguno de los amantes mentos de eternidad amorosa, a los que. era
damente el tema de la soledad en n.uesüa*' sabía que era el último adiós—cuando em- tan aficionado el Romanticismo. Pero fuá
ipoesía es en "El recogimiento religioso y prendió la aventura de Méjico. Esta es la así. Emilia Serrano se transformó en la ba-
autos sacramentales", desde la concentración estampa romántica de la amada misteriosa ronesa de Wilson, valiente y fantástica'
de fray Luis, los rasgos barrocos de Virués, del poeta, a quien, como un celoso príncipe corno una Walkyria, que vivió con intensi-
las- honduras de Francisco de Aldana, las al- nazarita, tenía escondida en algún madrile- dad una larga existencia de aspiraciones in-
turas de San Juan de la Cruz, las elegías de ño mirador de Lindaraja. Leila pasa como telectuales y de viajes. En la biografía de
Pedro dé Espinosa y señaladamente, los un fantasma doloroso por-la biografía del don Narciso Alonso Cortés se publican dos
"complejos líricos" de Calderón. trovador católico.- Su-rostro se oculta tras retratos de Emilia Serrano: uno representa
Más adelante nos sorprende el docto y de un velo.de hurí, bajo este nombre de Lei- una interesante mujer* de ojos profundos,
ameno capítijlo «obre "la soléSad en el'Arte la, como la sultana misteriosa de una Orien- dormidos en terciopelos .apasionados. Esta
plástico", con las Dclorosasi de juaní de tal. Nadie vio nunca sus ojos, y el enigma es la musa: Leila. La que debía tener ese
Mena y los ciegos d? José Ribera, que for- de su_ encantadora persona es un perfume misterioso magnetismo de las mujeres que
man un Tratado patético... Después, retor- desvaído en el tiempo. Leila es la amada des- dejan un rastro profundo en el alma de ¡os
na al medio lírico, con una exhubeiraccia de conocida, la que dejó su huella astral en El hombres. El otro retrato es el de una vieje-
investigación y una finura de erudición álbum de v.n loco y en La flor del recuerdo. cita. l i a bastado el arado de algunos lustros
asombrosa. Sobre todo, con un sentido crí- La Serenata de,Leila está dramatizada de para transformar en la señora doña Emilia
tico tan moderno que alcanza los "comple- amante exaltación en aquella hora que Zo- Serrano, viuda de Wilson, con su capota y
jos" del psicoanálisis. ' rrilla cruza el mar con la esperanza, de vol- su manteleta do abalorios, a la enigmática y
Así, estudia la "magia" en los autos de ver rico de América, por aquella criatura hermosa Leila. El enigma de la amada des-
Calderón; la "desilusión", en los Tratados que la misteriosa amada tenía en sus brazos. conocida de Zorrilla lo ha revelado el señor
ds Gracián. Y el singular desfile de "malhu- A ¡as Indias me voy, ;oh, Leila m í a ! ;
Alonso Cortés,*que la conoció personalmen-
morados y desengañados" (Lobo, Mira de si en la mar o en la América, me pierdo te y que con ella mantuvo correspondencia,
Mescua, Villamediara, Esquiladle) ; de "ex- guarda el tesoro de mi amor y fía siempre, acerca de Leila y de Zorrilla.
que al apagarse mi postrero día
travagantes" (Tirso), de perseguidos (León será tu nombre mi postrer recuerdo. La biografía del gran trovador católico
Hebreo)... Y con ellos, "el misionero v ra- "Me fui el 55 a América, por p'esrres y tenía derecho a ver el auténtico rostro y a
cionalista" Raimundo Lulio, cuya figura co- desventuras que nadie sabrá hasta después saber el nombre de la mujer a la que más
losal empareja con una especie de "soldado de mi muerte", escribe Zorrilla en Recuer- amó. Ya está desmenuzada en realidades la
desconocido", filósofo entre bíblico y estoico, dos del tiempo viejo. Esta desventura tenía existencia física de la mujer; era indispen-
de nombre sencillo y corriente: Enrique un nombre árabe de mujer: Leila. A la par- sable para la biografía; pero me parece,
Gómez. tidadel poeta se esfuma en un, mundo irreal. amigo Révesz, que la verdad le ha dado un
En este llano Enrique Gómez, encuentra El destino humano de esta pobre alondra, ce- hachazo a la leyenda.'
yossler un altísimo poeta de la soledad gada por el resplandor de Zorrilla, se pierde ' • ' '", EMILIO CARRERE

ABC (Madrid) - 14/04/1945, Página 3


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