Está en la página 1de 4

2.

ACTIVIDADES COMPLEMENTARIAS
1. Lee el siguiente texto sobre la literatura del siglo XVIII y contesta a las cuestiones.

Por su especial carácter [...], el XVIII desatendió particularmente los géneros en


que la Época Áurea había sobresalido: novela, teatro, lírica. Colocados detrás de
los gigantes del Renacimiento y del Barroco, los novelistas, dramaturgos y líricos
del Setecientos son casi raquíticos, y la inevitable comparación –cómoda y fácil,
por lo demás– los reduce a la nada. Pero el parangón es reversible y podría alum-
brar sorpresas; porque si atendemos a los géneros de contenido ideológico, el Si-
glo Barroco es casi un vacío en el dominio del pensamiento filosófico, teológico,
político y social, de la crítica y erudición literaria, de la investigación histórica,
del quehacer científico en cualquiera de sus ramas. Bajo el criterio de estos géne-
ros, que no parecen despreciables, el siglo XVII representa el mismo fracaso que se
atribuye al XVIII en orden a sus novelistas y dramaturgos. Podría, pues, preguntar-
se, imitando los cargos que se le hacen al Siglo de la Ilustración, solo que a la in-
versa, qué filósofo, qué pensador político, qué sociólogo o científico de proyec-
ción universal alumbró nuestro Barroco. El prestigio y la popularidad de los
géneros de creación son propicios al mito. Sería, por tanto, necesaria una cierta
audacia, un olvido –aunque fuera momentáneo– de los grandes tabúes, para pre-
guntarse –¿y quién se atrevería a intentarlo?– qué es lo que está más vivo en nues-
tros días, los dramas de honor o el pensamiento de Jovellanos, las sátiras de Que-
vedo a sastres y cornudos o la gigantesca tarea depuradora de Feijoo, las
«Empresas» de Saavedra Fajardo o las «Cartas Económico-Políticas» de León de
Arroyal.
Juan Luis Alborg, Historia de la literatura española, Siglo XVIII, Gredos.

a) De qué trata el texto.


b) Al final del texto, el autor lanza una pregunta: se plantea de modo general qué literatura
esta más vigente en nuestros días, la del Barroco o la del XVIII. Parcialmente se pregunta
qué es lo que está más vivo en nuestros días, los dramas de honor o el pensamiento de Jovella-
nos. Qué opinas tú respecto de esto último. Justifica tu respuesta.

Literatura del siglo XVIII


2. Tras leer la Oda II de «La paloma de Filis», de Meléndez Valdés, responde a las cuestiones.

Donosa palomita,
así tu pichón bello
cada amoroso arrullo
te pague con un beso,
que me digas, pues moras
de Filis en el seno,
si entre su nieve sientes
de amor el dulce fuego.
Dime, dime si gusta
del néctar de Lïeo1,
o si sus labios tocan
la copa con recelo.
Tú a sus gratos convites
asistes, y a sus juegos,
en su seno te duermes
y respiras su aliento.
¿Se querella, turbada?
¿Suspira? ¿En el silencio
del valle con frecuencia
los ojos vuelve al cielo?
Cuando con blandas alas
te enlazas a su cuello,
ave feliz, di, ¿sientes
su corazón inquieto?
¡Ay! dímelo, paloma;
¡así tu pichón bello
cada amoroso arrullo
te pague con un beso!

Juan Meléndez Valdés,


Poesías, Alhambra.

a) ¿De qué trata este delicado poema de Meléndez Valdés?


b) Realiza un análisis métrico.
c) Explica las metáforas y la antítesis que aparecen en los versos séptimo y octavo.
d) Señala y comenta otros recursos poéticos empleados por el autor.

1
Lïeo: deidad del vino.

Literatura del siglo XVIII


3. Las Noches lúgubres, de Cadalso, comienzan con estas reflexiones del protagonista, Tediato,
que ha quedado con el sepulturero, Lorenzo, para desenterrar a su amada. Léelas y contesta des-
pués a las preguntas.

¡Qué noche! La oscuridad, el silencio pavoroso, interrumpido por los lamen-


tos que se oyen en la vecina cárcel, completan la tristeza de mi corazón. El cielo
también se conjura contra mi quietud, si alguna me quedara. El nublado crece.
La luz de los relámpagos..., ¡qué horrorosa! Ya truena. Cada trueno es mayor que
el que le antecede, y parece producir otro más cruel. El sueño, dulce intervalo en
las fatigas de los hombres, se turba. El lecho conyugal, teatro de delicias; la cuna
en que se cría la esperanza de las casas; la descansada cama de los ancianos vene-
rables; todo se inunda en llanto..., todo tiembla. No hay hombre que no se crea
mortal en este instante... ¡Ay, si fuese el último de mi vida, cuán grato sería para
mí! ¡Cuán horrible ahora! ¡Cuán horrible! Más lo fue el día, el triste día que fue
causa de la escena en que ahora me hallo.
José Cadalso, Noches lúgubres, Cátedra.

a) En las Noches lúgubres, obra prerromántica, alientan ya tonos y motivos que prenderán en
el cercano Romanticismo. ¿Cuáles puedes apreciar en este fragmento?
b) En el texto aparecen dos aposiciones metafóricas, señálalas.

Literatura del siglo XVIII


4. En El sí de las niñas, en el comienzo del acto II, hablan Paquita y su madre, doña Irene. Lee
el fragmento y contesta a las preguntas.

ESCENA I
(Teatro oscuro).
DOÑA FRANCISCA.–Nadie aparece aún... (DOÑA FRANCISCA se acerca a la puerta
del foro y vuelve). ¡Qué impaciencia tengo!... Y dice mi madre que soy una
simple, que solo pienso en jugar y reír, y que no sé lo que es amor... Sí, dieci-
siete años, y no cumplidos; pero ya sé lo que es querer bien, y la inquietud y
las lágrimas que cuesta.

ESCENA II
DOÑA IRENE, DOÑA FRANCISCA
DOÑA IRENE.–Sola y a oscuras me habéis dejado allí.
DOÑA FRANCISCA.–Como estaba usted acabando su carta, mamá, por no estor-
barla me he venido aquí, que está mucho más fresco.
DOÑA IRENE.–Pero aquella muchacha, ¿qué hace que no trae una luz? Para cual-
quiera cosa se está un año. Y yo que tengo un genio como una pólvora. (Sién-
tase). Sea todo por Dios... ¿Y don Diego? ¿No ha venido?
DOÑA FRANCISCA.–Me parece que no.
DOÑA IRENE.–Pues cuenta, niña, con lo que te he dicho ya. Y mira que no gusto de
repetir una cosa dos veces. Este caballero está sentido, y con muchísima razón.
DOÑA FRANCISCA.–Bien; sí, señora, ya sé. No me riña usted más.
DOÑA IRENE.–No es esto reñirte, hija mía, esto es aconsejarte. Porque como tú no
tienes conocimiento para considerar el bien que se nos ha entrado en las puer-
tas... Y lo atrasada que me coge, que yo no sé lo que hubiera sido de tu pobre
madre... Siempre cayendo y levantando... Médicos, botica... Que se dejaba pe-
dir aquel caribe1 de don Bruno (Dios le haya coronado de Gloria) los veinte y
los treinta reales por papelillos de píldoras de coloquíntida2 y asafétida3... Mira
que un casamiento como el que vas a hacer, muy pocas lo consiguen. Bien que a
las oraciones de tus tías, que son unas bienaventuradas, debemos agradecer esta
fortuna, y no a tus méritos ni a mi diligencia... ¿qué dices?
DOÑA FRANCISCA.–Yo, nada, mamá.
DOÑA IRENE.–Pues nunca dices nada. ¡Válgame Dios, señor! En hablándote de
esto, no te ocurre nada que decir.
Leandro Fernández de Moratín, El sí de las niñas, Cátedra.
a) Estructura el contenido del fragmento.
b) Señala cuál es la actitud de Paquita cuando está sola y cuando está con su madre.
c) En el texto también se critica y se evidencia un aspecto que censuraron todos los ilustra-
dos: la religiosidad superficial de las gentes. ¿Dónde se aprecia en este fragmento?

1
Caribe: referido a alguien cruel. 2 Coloquíntida: purgante. 3 Asafétida: planta antiespasmódica.

Literatura del siglo XVIII

También podría gustarte