BREVES ANOTACIONES SOCIO-JURÍDICAS SOBRE EL ORIGEN DEL
PLURALISMO JURÍDICO
Héctor Eduardo Pepinosa Bravo
RESUMEN En este artículo, el autor pretende hacer un recorrido por los orígenes del modelo pluralista, desde el contexto socio-jurídico, a fin de escudriñar si en realidad son verdaderos formatos de convivencia en la sociedad actual, o, por el contrario, obedecen a expresiones formales, normativas, inmiscuidas en los pactos constitucionales, como referentes de estados liberales, pero sin ninguna aplicación práctica.
EL MONISMO Y PLURALISMO JURÍDICO
Pensemos en Nicolás Maquiavelo (1469-1527), el Barón de Montesquieu (1689-1755), Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), Thomas Hobbes (1588- 1679), John Locke (1632-1704) y Hugo Grocio (1583-1645) entre otros, quienes retoman con gran propiedad las estructuras de las nuevas teorías sobre el Estado, basados seguramente en las experiencias de las generaciones pasadas. El monismo jurídico contempla un sistema jurídico y político centralizado y jerarquizado para cada estado-nación, en donde existe un solo concepto de soberanía, de ordenamiento jurídico, unidad política y norma jurídica, se sensibiliza con la idea de que en un Estado debe existir un soberano indivisible, esto es, un solo individuo o grupo de individuos con poder creador de derecho y fuente única del poder político que garantice la cohesión y el carácter unitario de la nación.
LA PRAXIS DEL PLURALISMO JURÍDICO
Concretamente en el caso de Colombia el reconocimiento del pluralismo jurídico en su constitución de 1991 ha marcado una nueva simbología interpretativa. La adherencia de varios artículos y su reconocimiento constitucional, sin duda logran alterar algunas situaciones interesantes que sirven de marco lógico y teórico para entender los efectos de sistemas normativos pluralistas. Caso similar sucede con la constitución ecuatoriana de 2008 celebrada en Montecristi, la cual imprime el reconocimiento del pluralismo jurídico, siendo este uno de los elementos más importantes del nuevo estado constitucional de derechos. La materialización de este principio constitucional recae en varias comunidades beneficiarias las cuales eran marginales hasta hace algunos años. Algunas de ellas son sin duda las comunidades campesinas e indígenas, de igual manera a las comunidades afrodescendientes y pueblo gitano a quienes el pluralismo les dio el reconocimiento jurídico como pueblos autónomos para que se rijan por sus propias costumbres, autoridades y establecimientos. Como lo advierte Ángel Oquendo, los pueblos indígenas, optan por convivir dentro de un mismo territorio o país, y buscan se les respete los principios de igualdad y diferencia. Estas comunidades gozarían de los derechos tanto como ciudadanos nacionales, como también del derecho a la autodeterminación de sus pueblos, podrían integrarse a la sociedad que habitan, sin tener que sacrificar su identidad, sin contrapartida alguna. Están en condiciones óptimas para contribuir espléndidamente a una república pluralista. El desarrollo del pluralismo jurídico ha ido avanzando de manera lenta pero segura. Cada día recobra más importancia y cada vez se reconoce con mayor ahínco, sus normas y desarrollo jurisprudencial. Actualmente los estados asumen una jurisdicción ordinaria que se aplica a todos los ciudadanos del país. De igual manera, reconocen jurisdicciones especiales con sus propios métodos y procedimientos y finalmente, establecen un estado unitario que coordina y controla las dos jurisdicciones, es decir, delegan una autonomía, pero limitada a las normas nacionales. El pluralismo jurídico implica la vigencia de varios órdenes normativos o sistemas de derechos que tiene como característica el ser diferentes y complementarios como veremos. La legislación general, aplicable a todos los nacionales, y en tal virtud a miembros de pueblos indígenas considerados individualmente en su calidad de ciudadanos, gozan de todos los derechos y están sujetos a similares obligaciones de similares nacionales, es decir, estamos hablando de la aplicación del derecho general, con un relativo grado de educación cultural. TEORÍA DEL DERECHO Y PLURALISMO JURÍDICO
Jairo Vladimir Llano
Entre las distintas problemáticas que se explican, o por lo menos se intentan comprender desde la compleja producción teórica e interdisciplinaria del derecho, se encuentra la diversidad cultural y jurídica a la que se asiste en las sociedades y Estados contemporáneos, situación que es innegable en la realidad y que adquiere dimensiones de complejidad por sucesos como las confrontaciones étnicas que ocurren en todo el mundo. Claramente, encontramos que en Latinoamérica las confrontaciones étnicas han sido más limitadas y se concentran en las luchas por el reconocimiento de la diversidad de comunidades, pueblos y nacionalidades indígenas, afroamericanos, campesinos y pobladores urbanos en la marginalidad. A continuación, analizaremos lo que manifiesta el autor Jairo Llano: Este diálogo teórico logra que la hipótesis de relacionar los modelos de Estado con el pluralismo jurídico se plasme sin mayores dificultades, realizando ruptura con las concepciones tradicionales tanto de los que defienden el pluralismo jurídico que consideran al Estado y su derecho como el eje de cuestionamientos y críticas sin posibilidades de incorporarlo a la concepción del pluralismo jurídico. La complicada diversidad jurídica y cultural que existe en las naciones latinoamericanas generan mucha complejidad, no se trata de un tema actual sino más bien de un sinnúmero de sucesos que se han venido dando a lo largo de la historia.
De acuerdo con Llano (2012) la concepción del pluralismo jurídico realiza
una ruptura con las distintas tendencias que hacen parte de la teoría del positivismo jurídico, por ello es por lo que durante la historia reciente todavía se han creado varias teorías con estructura y teorías formales que conciben al derecho estatal y al derecho entre los Estados como el postulado central de las prácticas jurídicas. En Latinoamérica las teorías, corrientes, movimientos críticos del derecho que se han producido en el contexto anglosajón y europeo continental han sido recibidas marginalmente, con interesantes avances en los últimos años en ciertos países de la región. Brasil se ha caracterizado por consolidar movimientos, organizaciones que promueven la crítica desde la teoría y la práctica, incluso se han configurado ciertas tendencias al interior de esta percepción de teoría jurídica, teniendo el mayor desarrollo de la región que se plasma en los aportes en concepciones como el pluralismo jurídico. LAS TEORÍAS DEL DERECHO PREDOMINANTES Y EL PLURALISMO JURÍDICO Definitivamente, la concepción del pluralismo jurídico realiza una ruptura con las distintas tendencias que hacen parte de la teoría del positivismo jurídico. Es así como, en el curso del siglo XIX, se desarrollaron todavía numerosas teorías positivistas del derecho: el positivismo lógico de Rudolf Stammler; la teoría general del derecho, que se ocupa todavía solo con las estructuras y conceptos formales del derecho; y el modelo más consecuente y científicamente fundado de estas teorías jurídicas puramente formales que fue, sin duda, la teoría pura del derecho fundada por Hans Kelsen (Kaufmman, 1999: 74-75). Estas disímiles tendencias del positivismo jurídico conciben al derecho estatal y al derecho entre los Estados como el postulado central de las prácticas jurídicas que regulan las relaciones y los conflictos sociales que aparecen en la cotidianidad contemporánea. El postulado pluralista también se encuentra distante de las posiciones teóricas que se han configurado desde el iusnaturalismo que se limita en la innovadora versión de los derechos inalienables e imprescriptibles. El derecho natural es influyente en el constitucionalismo moderno, pero sus efectos son negativos para la teoría del derecho y la teoría constitucional. Esta afirmación se explica porque, por un lado, el iusnaturalismo sigue estando presente en el texto, la interpretación y aplicación constitucional, mientras que, por el otro, su teoría epistemológica no logra suministrar una base convincente para la teoría y la práctica constitucional. Es así como las doctrinas constitucionales del “núcleo esencial de los derechos fundamentales”, “naturaleza de la cosa”, o de los derechos inalienables, si bien ocupan un lugar importante en la jurisprudencia actual, revisten inevitablemente una resonancia metafísica que no se concilia con los desarrollos de la teoría jurídica moderna. PLURALISMO JURÍDICO FUNDAMENTOS DE UNA NUEVA CULTURA DEL DERECHO
ANTONIO CARLOS WOLKMER
CAPÍTULO I ORIGEN, EVOLUCIÓN Y DECLIVE DE LA CULTURA JURÍDICA ESTATAL
EL MONISMO COMO PROYECTO DE LA MODERNIDAD BURGUÉS–
CAPITALISTA La correcta comprensión del proceso de conocimiento sobre las construcciones de las ordenaciones valorativas no se fundamenta en esquemas interpretativos ideales a priori y en proposiciones técnicas lógico- formales, sino, esencialmente, en la praxis cotidiana interactiva de un todo concreto que se organiza para engendrar la vida social. La totalidad de las estructuras de una determinada organización social reflejará siempre el conjunto de la relación de fuerzas, el grado de desarrollo de su riqueza material y los intereses y las necesidades humanas fundamentales. No se puede captar la plena dimensión de una sociedad, de un sistema político y de una cultura, sin la constatación de múltiples factores causales inherentes a la cotidianidad humana. De esta manera, parece claro que no se puede tener una visión amplia de una determinada forma positiva de Derecho (el caso particular, aquí, del Derecho estatal occidental) sin identificar a qué tipo de organización social está vinculado y, además, qué especie de relaciones estructurales de poder, de valores epistémicos y de intereses materiales reproduce. Cada contexto cultural de una época que incluya la integración de hechos sociales, económicos, políticos y jurídicos comprende, igualmente, un proceso cíclico de emergencia, de desarrollo, de crisis y de rupturas. Los modelos culturales, que constituyen paradigmas en el tiempo y en el espacio, impregnados por la experiencia humana histórica y sistematizados por los procesos de racionalización, reflejan concepciones, significados y valores específicos del mundo. Frente a esas premisas, se pretende señalar en este primer capítulo, que la construcción normativa que florecerá en la moderna cultura europea occidental a partir de los siglos XVII y XVIII, corresponderá a la visión del mundo predominante en el ámbito de la formación social burguesa, del modo de producción capitalista, de la ideología liberal-individualista y de la centralización política, a través de la figura de un Estado Nacional Soberano. Al concebirse el Derecho como expresión de las relaciones sociales procedentes de las necesidades, se constata que, en cada período histórico de la civilización occidental, domina un cierto tipo de ordenamiento jurídico.
CRISIS DE HEGEMONÍA Y DISFUNCIONES DEL PARADIGMA
JURÍDICO Se constató que en la evolución histórico-política de Occidente prevaleció una cultura jurídica unitaria que reprodujo idealizaciones normativas, montajes y representaciones fetichizadas, reveladoras de cierto tipo de racionalidad formal y de legalidad estatal propias de un modo particular de producción económico-social. Por otro lado, tanto el racionalismo filosófico como el iluminismo político favorecieron los horizontes específicos del Estado liberal de base burgués-capitalista que, como fuente única de validez, fue capaz de expresar en normas jurídicas, las ideas, los objetivos, las necesidades y las relaciones sociales de segmentos exclusivos y dominantes de la sociedad. En el transcurso de los grandes “ciclos” del moderno Derecho estatal etnocéntrico, representados por su formación, su sistematización y su apogeo, se pueden visualizar dos paradigmas político-ideológicos hegemónicos: primeramente, el iusnaturalismo –fundado en el racionalismo metafísico-natural– y, posteriormente, el positivismo jurídico dogmático, basado en el racionalismo lógico-instrumental. La concepción iusnaturalista, producto del liberal-contractualismo y del racionalismo del siglo XVIII, reflejó, como ya fue descrito, las condiciones sociales y económicas de la burguesía capitalista ascendente. La función ideológica del iusnaturalismo, en cuanto proposición defensora de un ideal eterno y universal, no hizo más que esconder su real objetivo, o sea, posibilitar la transposición para otro tipo de relación política, social y económica, sin revelar los verdaderos actores beneficiados. Los principios enunciados por este iusnaturalismo se mostraron extremadamente falsos, al clamar por una retórica formalista de la igualdad, de la libertad y de la fraternidad de todos los ciudadanos. El proceso desencadenado por la Revolución Industrial (siglo XIX) y sus consecuencias en la modernidad técnico-científica, así como los vastos movimientos de codificación y consolidación sociopolítica de la burguesía, acabaron propiciando la expresión máxima del racionalismo formal moderno, o sea, el positivismo. El positivismo no sólo se transforma en la verdadera ciencia de las sociedades industriales avanzadas, sino que también acaba convirtiéndose en una conducta y en una forma de vida en donde los valores esenciales son: la competencia, el materialismo, el orden, la seguridad, el progreso, la libertad y el pragmatismo utilitario. El desarrollo del capitalismo desencadenó la racionalidad positivista como fenómeno generalizado y complejo que, si bien, por un lado, libera, por otro lado, reprime. En su crítica al positivismo, Jürgen Habermas asegura que el tecnicismo no es más que una ideología que intenta poner en práctica, bajo cualquier precio, el conocimiento técnico y la ilusión objetivista de las ciencias. Alusión semejante mereció el aprecio de Adorno y Horkheimer, para quienes, en el flujo de la racionalidad positivista y de su inserción en una cultura de masas que automatiza, aliena y manipula, la ideología tecnicista de la industria cultural acaba posibilitando que el “conformismo substituya la conciencia. Jamás la orden por ella transmitida es confrontada con la que ella pretende ser con los reales intereses de los hombres”. La representación dogmática del positivismo jurídico que se manifiesta a través de un riguroso formalismo normativista con pretensiones de “ciencia”, se transforma en el auténtico producto de una sociedad burguesa sólidamente edificada en el progreso industrial, técnico y científico. Ese formalismo legal esconde los orígenes sociales y económicos de la estructura de poder, armonizando las relaciones entre capital y trabajo, y eternizando, a través de las reglas de control, la cultura liberal-individualista dominante. La principal contribución científica de la dogmática jurídica fue el hecho de haber ofrecido respuestas “previsibles” y “regulares” para los tipos de conflictos tradicionales, lo que permitía el funcionamiento del sistema de forma eficaz: mantenía la “certeza” y la “seguridad” de las relaciones porque garantizaba las expectativas. En cambio, ahora, la dogmática jurídica concebida en cuanto saber positivado autosuficiente e práctica normativa universal, comienza a experimentar una profunda crisis por permanecer rigurosamente presa de la legalidad formal escrita, del tecnicismo de un conocimiento abstracto y estático y del monopolio de la producción estatal, alejándose de las prácticas sociales cotidianas, desconsiderando la pluralidad de nuevos conflictos colectivos complejos, despreciando las manifestaciones extra legislativas y las diversas normatividades autonómicas revelándose desajustada a las nuevas y flexibles formas del sistema productivo representado por el capitalismo globalizado, dando poca atención a las contradicciones de las sociedades liberal-burguesas (principalmente aquellas provenientes de necesidades materiales de los polos periféricos) y, finalmente, siendo omisa y sin ningún tipo de compromiso con las más amplias y consolidadas investigaciones interdisciplinares. La crisis epistemológica engendrada por la dogmática jurídica estatal en cuanto paradigma científico hegemónico reside en el hecho de que sus reglas vigentes no sólo dejan de resolver los problemas, sino que “no consiguen ofrecer más orientaciones, directrices y normas capaces de guiar” la convivencia social. Entonces, al no lograr ofrecer soluciones funcionales, el modelo técnico de positivismo normativista etnocéntrico se revela como la propia fuente causante de la crisis, de las incongruencias y de las incertidumbres. Se afirma, de este modo, la propuesta por un pluralismo normativo (designado comunitario-participativo) configurado a través de un espacio público abierto y compartido democráticamente, privilegiando la participación directa de sociabilidades excluidas y subalternas en la regulación de las instituciones claves de la sociedad, y posibilitando que el proceso histórico se encamine por voluntad y bajo el control de las bases comunitarias. Se reitera en esa tendencia, antes que nada, la propensión segura de ver el Derecho como fenómeno resultante de relaciones sociales y valoraciones deseadas, de comprobar cómo se instaurar otra legalidad a partir de la multiplicidad de fuentes normativas no necesariamente estatales, de destacar una legitimidad basada en las “justas” exigencias fundamentales de sociabilidades insurgentes y, finalmente, de abordar la institución de la sociedad como una estructura descentralizada, pluralista y participativa. Espero les sirva. Atentamente,