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LA DIMENSIÓN
MÍSTICA
LA
DIMENSIÓN
MÍSTICA
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LA DIMENSIÓN
MÍSTICA
Introducción
LA DIMENSIÓN MÍSTICA
Introducción
■ Hasta qué punto la palabra "mística" y por tanto la
expresión "teología mística" carecen de precisión.
Nacidas en un contexto espiritual no cristiano, se
introdujeron sin embargo en el lenguaje teológico
cristiano y se aplican habitualmente a un estado de
la vida espiritual caracterizado por una cierta
plenitud, unida a la simplicidad de la operación
espiritual.
LA DIMENSIÓN MÍSTICA
Introducción
■ Después de haber presentado el problema de la evolución general de la vida
espiritual, hay que reflexionar ahora sobre su fase mística, que ya hemos
subrayado al comentar el esquema de san Juan de la Cruz y que se atribuye
generalmente al último periodo, la vía •unitiva, del itinerario espiritual.
■ Sin embargo, al proponer la expresión "dimensión mística' , dejábamos
abierta la cuestión tan importante de la colocación exacta de la mística en
la vida cristiana: ¿ constituye su desarrollo más completo o es tan sólo una
modalidad de la misma, por muy privilegiada que se la quiera considerar?
Los autores espirituales no están de acuerdo en este punto; muchos,
siguiendo la tradición tomista, consideran la mística como el estado normal
de la vida espiritual perfecta; otros tienden a punturalizar su valor intrínseco
y no la vinculan necesariamente a la noción de plenitud de la vida
espiritual, ni siquiera a la perfección de la unión con Dios.
LA DIMENSIÓN MÍSTICA
Introducción
■ En este capítulo no pretendemos resolver todos los problemas
que plantea la mística a la reflexión teológica; nos limitaremos a
presentar nuestras observaciones personales sobre un tema
tan vasto y delicado. Para orientarnos en este terreno,
intentaremos poner de relieve las enseñanzas de la experiencia
espiritual y, para seguir un camino seguro, nos atendremos a la
doctrina de los grandes doctores místicos, con especial atención
a san Juan de la Cruz y a santa Teresa de Avila.
■ El hilo conductor de nuestras reflexiones parte de la noción más
comprensiva, la de vida mística, para pasar a las nociones más
específicas: la oración mística, la actividad mística, la
percepción de los misterios y finalmente el condicionamiento
psicológico.
1. LA VIDA MÍSTICA
2. Tipología de la vida mística
a. Mística centrada en el objeto.
b. Mística centrada en la acción.
c. Mística centrada en el sujeto.
LA VIDA MÍSTICA
■ Digamos, pues, que la oración mística es un don de Dios, que presupone el don
fundamental del Espíritu Santo; gracias a él, los siete dones del Espíritu se
reparten con gran abundancia y crean un nuevo estado de conciencia. Así pues,
por "místico en el sentido estricto de la palabra, entendemos a aquel para quien
ese estado de conciencia resulta habitual (esta observación admite
implícitamente que en la vida cristiana, como demuestra la experiencia, son muy
frecuentes los "momentos" místicos; sin embargo, semejantes a "bocados de
contemplación", según la expresión de san Juan de la Cruz, no bastan para
definir como "místicos" a los cristianos que gozan de vez en cuando de ellos; el
grado mínimo de estos momentos místicos está representado por la inspiración,
conocida prácticamente por todos).
La naturaleza teológica de la oración
mística.
La problemática se hace más incisiva cuando se trata de definir su naturaleza
teológica.
b).- la oración mística supone un cierto tipo de conciencia
■ Queriendo evitar todo peligro de "psicologismo" y reafirmando con fuerza la importancia primaria de la
vida en el Espíritu, Royo Marín opone a la definición más psicológica de la mística el hecho de que, en
la noche del 'espíritu, la conciencia no sólo no experimenta la presencia de Dios, sino que se siente
reprobada por él. Esta objeción ignora la clave de interpretación indispensable para la comprensión
de la experiencia mística, es decir, que la conciencia mística vive en dos niveles: en el ápice de la
mente permanece el sentimiento de presencia y el deseo de Dios, mientras que en la conciencia
ordinaria y empírica el alma padece por sentirse impura, indigna de Dios.
■ Por consiguiente, no debemos contraponer el aspecto teológico y el psicológico de la experiencia
mística. Al poner el acento en la función de los dones del Espíritu, el primero insiste en la sustancia de
la vida mística, mientras que el segundo intenta dar cuenta de la modalidad de conciencia que viven
los místicos.
La naturaleza teológica de la oración
mística.
La problemática se hace más incisiva cuando se trata de definir su naturaleza
teológica.
b).- la oración mística supone un cierto tipo de conciencia
■ "Y porque esta doctrina no quede confusa, convendrá en este capítulo dar a entender a
qué tiempo y razón convendrá que el espiritual deje la obra del discursivo meditar por
las dichas imaginaciones, y formas, y figuras, por que no se dejen antes o después que
Io pide el espíritu" (S. M. C. II, 13, 1).
■ Por consiguiente, no se puede abandonar sin discernimiento el ejercicio de la
meditación, hasta que llegue el momento debido. Esta observación vale para nuestros
tiempos lo mismo que para los tiempos de santa Teresa de Avila:
■ "Si Su Majestad no ha comenzado a embebernos (esto es, a suspender nuestras
oraciones discursivas), no puedo acabar de entender cómo se pueda detener el
pensamiento de manera que no haga más daños que provecho, aunque ha sido
contienda bien platicada entre algunas personas espirituales; y de mí confieso mi poca
humildad que nunca me han dado razón para que yo me rinda a lo que dicen" (Castillo
interior IV, 3, 4).
El paso a la contemplación.
a. El problema en el contexto de la oración mental.
■ Teniendo en cuenta precisamente este proceso de unificación interior, podemos comprender las
siguientes expresiones de san Juan de la Cruz: "Son toques substanciales de divina unión entre el
alma y Dios", "divinos toques en la substancia del alma de la amorosa substancia de Dios" (N. O. II,
23, 11 y 12).
■ Tampoco en este caso nos preguntamos cómo ocurren estos contactos de substancia a substancia,
sino que advertimos solamente que ellos presuponen la unificación del alma y la confluencia
concreta de las potencias espirituales en el centro del alma en donde hunden sus raíces. Puesto que,
siguiendo las indicaciones de la experiencia nos hemos visto llevados a insistir en la unidad de la
conciencia mística, parece posible y legítimo introducir un nuevo concepto, más comprensivo que
aquellos a los que hemos recurrido hasta ahora: el concepto de percepción vital. Ya hemos visto la
dificultad que encierra una interpretación de la experiencia mística exclusivamente en términos de
conocimiento, como si Dios fuese un objeto más entre los muchos que conocemos, o bien en
términos afectivos, lo cual significaría olvidar su aspecto noético; la experiencia mística se vive
siempre como experiencia de una presencia personal total, ofrecida al conocimiento y
al amor y que requiere a su vez el compromiso total del místico, que se adhiere a Dios y
a sus misterios con todo su ser: inteligencia, voluntad, memoria y hasta sensibilidad.
De este continuo intercambio entre Dios que se comunica y el alma que vive esta
comunicación, nace y se desarrolla la experiencia mística cristiana.
III. EL ACTO MÍSTICO
¿Cómo se articulan la experiencia y el amor en la experiencia mística?
■ Para explicar la existencia de estos fenómenos, algunos teólogos han presentado una explicación
de tipo puramente teológico. Así, A. Royo Marín afirma:
■ "La primera fuente de los fenómenos místicos -la única y exclusiva de los verdaderos- es el mismo
Dios como autor del orden sobrenatural... (aun admitiendo) una especie de redundancia y efecto
connatural del grado sublime de espiritualización a que han llegado las almas místicas" (Teología
de la perfección cristiana, BAC, Madrid 1955, 790791).
■ Pero, de hecho, estas dos explicaciones son totalmente distintas: la primera hace del fenómeno
paranormal un fenómeno gratuito, sin una estructura prestablecida; la segunda ve en él el efecto
psico-orgánico o psicológico de una vida elevada, lo cual presupone la presencia de estructuras
psíquicas preexistentes.
■ No se puede negar a priori la posibilidad de una intervención directa de Dios a modo de "gratia
gratis data", que sirva de señal extraordinaria y milagrosa. Pero hay que considerar que ningún
hecho preternatural (ni siquiera la incorrupción del cuer po) pertenece exclusivamente a la vida
mística cristiana. Esto vale, con mayor razón, para las manifestaciones psico-somáticas como la
insensibilidad al fuego o la abstinencia de toda comida. Por tanto, la explicación tendrá que
responder a esta doble pregunta: ¿por qué los fenómenos paranormales manifiestan por todas
partes las mismas formas y por qué se encuentran más a menudo en la vida mística?
V. LA PSICOLOGÍA DE LOS MÍSTICOS
2. Los fenómenos paranormales.
■ Por otro lado, en cuanto a los fenómenos psico-somáticos (llagas, incendio de amor,
lágrimas de sangre, palabras, visiones, insensibilidad al fuego, inedia), hay que
atribuir una parte importante de los mismos a la autosugestión. Más aún, se puede
decir que esta última (aunque no voluntaria) representa un papel importante.
Ciertamente, es difícil decir cómo hay que concebir las relaciones entre la psiqué y
el cuerpo; sin embargo, no faltan experiencias (tipo yoga) que demuestran la
existencia de capacidades psíquicas escondidas y poderosas. El desgarramiento
que lleva a cabo la vida elevada intensa despierta o libera esas capacidades
psíquicas, de forma análoga a lo que hacen las disciplinas del yoga, que producen
también un desgarramiento de la conciencia.
■ Finalmente, en lo relativo a los efectos físicos (levitación, agilidad), no sé si se
puede seguir apelando todavía a capacidades psicosomáticas, que permanecen
totalmente inconscientes.
Dimension mistica examen