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1. LA TEOLOGIA ESPIRITUAL
1.1. La teología espiritual y su ubicación dentro de la teología.
- SIGLO XII-XIII. La teología se separa de la teología monástica para constituirse en momento de comprensión
crítica y progresivamente se evoluciona hacia un “divorcio” entre teología y espiritualidad.
- SIGLO XIV. Se da la aparición de una literatura “espiritual” que ocupa un ámbito autónomo respecto a la
literatura “teológica”. Junto al vuelo que cobra la teología espiritual gracias a su independencia, se produce una
separación lamentable entre dogmática y espiritualidad: mutuo extrañamiento, desconfianza y sospecha,
pretensión unilateral de superioridad... Escisión que aún hoy se mantiene vigente como llamado a la reconciliación.
- SIGLO XVI-XVII. En esta etapa se encuentran posturas positivamente abiertas a dar una justificación o
fundamentación teológica de la experiencia espiritual, particularmente de la experiencia mística. Esta tendencia de
los espirituales a “teologizar” su propia experiencia alcanza en estos siglos dos cimas: Juan Ruysbroeck (s.XIV) y
Juan de la Cruz (s.XVI).
- FIN DEL SIGLO XIX. Se desarrolla un “movimiento místico” a partir de una necesidad de
interioridad, de “práctica” y de devoción. Al mismo tiempo, se descubre la importancia de dar
fundamentos a la espiritualidad y a la piedad. Aparecen además nuevos paradigmas de la experiencia
mística como se observa en Teresa de Lisieux y Carlos de Foucauld: un capítulo no extraordinario sino
normal del itinerario cristiano. Comienza a verse la “ascética” y la “mística” como dos fases de un
mismo itinerario, con lo cual el momento místico parece perder su carácter de excepcionalidad.
1
Para más detalles, cf. Moioli, art. “Teología espiritual”, 27-44 y Balthasar, Teología y santidad, en: Ensayos teológicos I,
235-268.
Con respecto a esta visión panorámica, se proponen dos textos de iluminación teológica, uno de
Balthasar2 que introduce su propio programa y otro de Guardini3 que caracteriza muy bien las
características de la espiritualidad el siglo XX:
La institución de la cátedra de ascética y mística
Obedece a una iniciativa de Pío X en 1910 y se concretiza en 1919 por aprobación de Benedicto XV.
La motivación directa es una mejor formación del clero en el ámbito de la “perfección cristiana”. En
1931 se incorporan a las facultades teológicas la “Ascética” entre las disciplinas auxiliares y la “Mística”
entre las especiales: ascética designa el estudio de los principios de la vida espiritual en su desarrollo
más ordinario, mientras que la mística se reserva a cuestiones más especiales.
En este contexto, surge la reflexión sobre su ubicación dentro de la teología. Reflexión que se ha de
adaptar a las diversas universidades y seminarios. En todo caso, esta ubicación según Périnelle está en
relación con la consideración que se tenga de la teología moral, aunque esto no signifique ni excluya de
la relación que debe mantenerse con la dogmática. Señala Moioli que: “El problema de fondo es
entonces el de la unidad de la teología, dentro del cual hay que considerar la relación de la nueva
disciplina con la teología dogmática (la “gracia”, el organismo sobrenatural) y la teología moral.”4
lado la disciplina corporal, mientras que por otro presupone ejercicios de oración mental que siguen un
método. Como este esfuerzo por purificarse y colaborar en la obra de la gracia es constante, algunos
designan toda la vida espiritual bajo el nombre de “ascética”; sin embargo, la evolución del planteo
sugiere que ha de integrarse como un momento esencial de la experiencia cristiana.
- Esfuerzo y método son dos notas esenciales de la vida ascética. En el NT, San Pablo desplaza el
acento a la realidad de lucha y combate espiritual: “¿No han aprendido nada en el estadio? Muchos
corren, pero uno solo gana el premio. Corran, pues, de manera que lo consigan, como los atletas que se
imponen un régimen muy estricto. Solamente que ellos lo hacen por una corona de laureles que se
marchita, mientras que nosotros, por una corona que no se marchita. Así corro yo, sabiendo a dónde
voy. Doy golpes, pero no en el vacío. Castigo mi cuerpo y lo someto, no sea que, después de predicar a
los otros, venga a ser eliminado.” (1Cor 9,24-27)
- MÍSTICA7: desde el punto de vista filológico, la palabra mystikós se deriva de mystés: el que se ha
iniciado en los misterios. Según el significado común de la palabra mystèrion, el campo místico implica
siempre la existencia de una regla secreta, escondida al conocimiento ordinario y que, por consiguiente,
se revela a través de una iniciación casi siempre de tipo religioso. En el ámbito de la fe cristiana existe
una realidad secreta y escondida: Dios mismo que todo lo trasciende, pero también permanecen ocultos
los diversos aspectos del misterio de la salvación (los sacramentos, la acción del Espíritu, etc.). La
mística está en relación directa con la experiencia del misterio.
LA NUEVA ASCÉTICA DE LOS LÍMITES QUE HA DE IMPONERSE UNO MISMO. Entre otros muchos
posibles rasgos que podrían concebirse en la futura espiritualidad cristiana, y que seguramente le serán
esenciales, cabe destacar un tercero, que es la transformación estructural de la ascética. (...) La ascética
activa tenía antes el carácter de lo adicional y extraordinario. Hoy tiene más bien el carácter de la
libertad responsable ante el deber. Resulta casi más difícil que la antigua, precisamente porque ha de
presentarse con el aspecto de una “racionalidad” perfectamente normal. (...) Esta nueva ascética entra de
lleno en la espiritualidad cristiana del futuro. Se la puede considerar como una nueva forma de practicar
el misterio más radical de la ascética cristiana, que consiste y nos es ofrecida en la participación en la
muerte del Crucificado, ya que la vida es y sigue siendo una incomprensible pasión. Estos límites que
uno se impone a sí mismo no pueden ser reducidos en nuestros tiempos a un esquema general
institucionalizado, en oposición a lo que antes ocurría. Pero tampoco pueden quedar en mera teoría o
mandamiento abstracto. Tienen que adoptar una forma que configure nuestra vida, y sea eficaz y
concreta. Ha de transformarse de pura moralidad en “uso moral”, en “ethos” y en buena costumbre. Y
aquí aparece de nuevo la importante misión que tienen los institutos seculares, cuyos miembros sigan
siendo realmente seglares: han de crear modelos que muestren cómo se puede vivir actualmente con
autenticidad, sin prevenciones, con suavidad y al mismo tiempo con firmeza ante sí mismo, una vida con
medidas, disciplinada, limpia; cómo se puede vencer en el fondo del corazón la angustia mortal y
desesperada, que enciende nuestras apetencias y nos hace así en último término incapaces de asumir sin
egoísmo la responsabilidad de nuestra acción temporal a favor de los demás aun a costa de renuncias
aceptadas con una sonrisa tácita.
EL CRISTIANO DEL FUTURO Y LA EXPERIENCIA DEL MISTERIO. Para tener el valor de mantener una
relación inmediata con el Dios indecible en el sentido de esa sobria espiritualidad, y también para tener el
valor de aceptar esa manifestación silenciosa de Dios como el verdadero misterio de la propia existencia,
se necesita evidentemente algo más que una toma de posición racional ante el problema teórico de Dios,
y algo más que una aceptación puramente doctrinal de la verdad cristiana. Se necesita una mistagogía 8
[introducción al misterio] o iniciación a la experiencia religiosa que muchos estiman no poder encontrar
en sí mismos, una mistagogía de tal especie que uno mismo pueda llegar a ser su propio mistagogo.
Mientras uno no haya captado la evidente indecibilidad de la referencia de su existencia, consciente o
impuesta, al misterio que llamamos “Dios” y que se nos manifiesta, no ha comprendido todavía lo más
7
Cf. art. “Mística cristiana”, en: NDE 1266-1281.
8
La Mistagogía es la Iniciación en los Misterios o iniciación en los Sacramentos. Mistagogía es la segunda parte del
Catecúmenado que es la etapa de iniciación en la vida cristiana.
elemental de esa mistagogía. Esa mistagogía debe liberar al hombre de la angustia ante la idea de que,
cuando comienza a invocar a Dios y a llamarle a Él, que es el Indecible, todo se reduzca al temor ante la
proyección de sus propios anhelos en el monstruoso vacío de la nada. Solamente para aclarar el sentido
de lo que se va diciendo, y aun a conciencia del descrédito de la palabra “mística” –que bien entendida
no implica contraposición alguna con la fe en el Espíritu Santo, sino que se identifica con ella, cabría
decir que el cristiano del futuro o será un “místico”, es decir, una persona que ha experimentado algo, o
no será cristiano. Porque la espiritualidad del futuro no se apoyará ya en una convicción unánime,
evidente y pública, ni en un ambiente religioso generalizado, previos a la experiencia y a la decisión
personales.9
- ¿Cómo precisar? Más allá de las dificultades actuales por concretar dónde hay que buscar y
reflexionar cuando se habla de mística, se puede decir que el término intenta señalar ese momento o
nivel o expresión de la experiencia religiosa en la que se vive lo religioso con interioridad e inmediatez.
Esta experiencia puede entenderse como un modo de saber no - sabiendo, como un modo de
conocimiento dado, venido de Dios. Como textos de iluminación, se proponen dos textos de Karl
Rahner que intentan clarificar la necesaria actualización de los términos:
Si existe dependencia entre ellas y cómo se plantea. Se trata de uno de los primeros aspectos que
surgen a la hora de presentar las relaciones entre dogmática y espiritualidad.
9
Cf. Espiritualidad antigua y actual, en: ET 7, 13-35.
10
Moioli, art. cit. 34.
11
Balthasar, Teología y santidad, 235.
12
Cf. Balthasar, El lugar de la teología, en: Ensayos Teológicos I, 193-207.
- Gamarra13 lo sintetiza así: a) la relación no se reduce a la valoración que la teología pueda tener de la
espiritualidad (si bien ésta es un dato cualificado): si la teología reconociera su propia dimensión
espiritual, esto no es suficiente; b) la relación no es de dependencia total, como si la teología espiritual
“rellenara” la dogmática de piedad, sino parcial: hay una dependencia interdisciplinar. El autor luego
explica las diferencias entre ambas.
- Bernard y Maroto 14 destacan una mutua dependencia, aunque no hablan directamente en estos
términos. Es de interés el señalamiento histórico de la función profética que posee la espiritualidad con
respecto a la teología, lo cual marca una cierta “precedencia” de la primera con respecto a la segunda:
“Históricamente la vida espiritual, por ejemplo en donde ha dado origen a una escuela de espiritualidad,
no depende nunca de una teología preexistente ni se presenta esquematizada en un sistema teológico.
Más aún, no es raro ver que una espiritualidad nace como reacción frente a una mentalidad teológica
predominante.”15 De alguna manera, estos autores y otros muchos tienden a “invertir la dependencia”:
sin negar que la espiritualidad se apoya en las verdades de la revelación y se orienta por medio de las
formulaciones dogmáticas, se subraya que “la teología se inspira en la espiritualidad” 16. Ésta es también
mi posición personal.
- Según el método, en síntesis se puede decir que el método propio es integral, es decir, inductivo y
deductivo al mismo tiempo. Es inductivo porque se mueve en el plano de la experiencia espiritual, de la
fe vivida, a la que debe prestar una singular atención. Pero también es deductivo porque la experiencia
espiritual se registra como cristiana, es decir, como fundamentada en la objetividad de la obra de Cristo.
- Según las fuentes, se puede mencionar una larga lista, aunque la teología espiritual las estudia desde
su objetivo propio: la Palabra de Dios, la Iglesia como mediación y como comunión de vida, la liturgia,
los sacramentos, la historia vivida por el pueblo cristiano, los documentos eclesiásticos, la historia de
salvación del cristiano, la experiencia personal, las experiencias interiores extraordinarias, las formas del
compromiso cristiano, la realidad del que sufre y del pobre.
La aclaración de esta relación merece un espacio particular, ya que hay autores que plantean la
relación de la teología espiritual con la teología a partir de la teología moral. La dificultad que se plantea
es que la diferencia entre ambas disciplinas no es tan fácil de establecer, porque las dos están referidas a
la vida concreta, al lado práctico de la vida cristiana.
La evolución reciente de la moral acentúa esta dificultad, ya que actualmente los moralistas insisten
en su tarea de estudiar el ideal de la vida cristiana en su totalidad y en conformidad con el ideal
evangélico. En este sentido, vale la pena tener presente que los moralistas, en general, son los menos
13
Cf. Teología espiritual, 11ss.
14
Cf. El camino cristiano, 53ss.
15
Bernard, Teología espiritual, 64.
16
Bernard, obra cit. 65; Maroto, El camino cristiano, 68.
- Según el objeto: no hay ninguna distinción desde el punto de vista del objeto material. Los deberes y
la perfección, los mandamientos y los consejos. La teología moral trata tanto de los fundamentos de la
vida cristiana como de su fin que es la santidad; ella tanto como la teología espiritual consideran a la
vida humana en su totalidad, son partes o aspectos de la misma antropología sobrenatural.
- Difieren por el aspecto formal de su objeto. Bernard explica esta diferencia de puntos de vista a
partir del ordo caritatis (orden de la caridad) y del commercium caritatis (intercambio o fruición de la
caridad): la teología moral considera en primer lugar la estructura y las leyes que regulan la acción, y la
teología espiritual considera ante todo la evolución existencial de la vida cristiana. 18 La aclaración de
Moioli es también muy acertada, aunque no conformará a los moralistas: para él, la moral trata de la
vida cristiana en su dimensión prevalentemente estática; la t.e., en cambio, la considera bajo el punto de
vista prevalentemente dinámico (por eso cobran relieve los temas de progreso, itinerario y crecimiento).
- Y según el método, en la teología espiritual no es posible prescindir de la experiencia ni de la
situación interior de la persona en su vida cristiana. El método de la teología moral, en cambio es más
racional, parte más de los principios y sus leyes son universales, aunque se ocupe de todas las
determinaciones concretas. Goffi distingue entre obrar ético y espiritual: señala que “lo ético” es la
norma y el precepto de observarla virtuosamente; “lo espiritual” sugiere una experiencia de comunión
inmediata (al menos en el plano intencional) con Dios.
El nexo intrínseco entre ambas disciplinas: la teología espiritual presupone necesariamente a la
teología moral, ya que el movimiento hacia la plenitud, para ser recto, implica la conformidad de la
voluntad humana con la voluntad de Dios.
tiene una función ordenadora e integradora ya que la penetración y adhesión al misterio de fe lleva a la
unificación del pensamiento teológico.
- Un modo de entender la teología: la teología espiritual como eje transversal.22 En este sentido,
quisiera rescatar el valioso ensayo de Michael Schneider sobre la Teología como biografía que, entre
otros elementos, hace pie en la comprensión de la teología que tiene San Buenaventura: “La teología es
un hábito [disposición subjetiva] afectivo, a igual distancia de los hábitos especulativo y práctico, cuya meta es
tanto la contemplación como que nos hagamos más buenos, pero sobre todo que nos hagamos más buenos (I Sent.
Proemii, q. 3)”23.
De este modo, la teología no busca sólo el conocimiento, sino la contemplación y el amor; la teología
se entiende como sabiduría, como unidad de conocimiento y amor. Personalmente, me inclino a esta
posición, porque me parece que posibilita un modo más integral tanto del quehacer teológico como de la
experiencia espiritual. En la próxima unidad, se propondrán a los teólogos Balthasar y Rahner como
exponentes cualificados del siglo XX que nos pueden ayudar en este desafío de síntesis.
No se presenta aquí una historia de los distintos nombres que ha recibido esta ciencia teológica 24;
baste advertir que términos como “ascética, mística” y aún “espiritualidad” (porque éste último no
rescata suficientemente el contenido teológico de la vida espiritual) han quedado atrás, para dar paso a
la teología espiritual: una disciplina definidamente teológica y cuyo objeto directo es la experiencia
espiritual cristiana.
22
A la hora de dar definiciones, se acerca a esta visión la síntesis de Secundino Castro (1980), quien sostiene que es “la
síntesis suprema de los otros tratados; su culmen, su meta y el principio desde donde deben ser leídos”, cf. Salvador Ros,
Definiciones de la teología espiritual en el siglo XX, 67.
23
La cita, también citada por Bernard (cf. Teología espiritual, 62), está tomada de M. Schneider, La teología como
biografía. Una fundamentación dogmática, Bilbao, Desclée, 2000, 80.
24
Para ello, cf. Moioli, art. cit. III, 1842-1844; Bernard, Teología espiritual 30ss; -, La naturaleza
de…, 81ss; A. Guerra, Introducción, 13ss.
25
Para otras definiciones, cf. S. Ros García, Definiciones de la Teología espiritual en el siglo XX. Si bien el autor no
indica fuentes, ni bibliografía, ofrece un mapa interesante y amplio de enfoques diversos.
términos de “itinerario o progreso espiritual”30, está relacionado con la doctrina tradicional de las vías o
grados de la vida espiritual, y busca recuperar una visión menos estática y fragmentaria del crecimiento
interior desde una comprensión de totalidad. Es éste, precisamente, uno de los temas centrales de la
actual reflexión de esta disciplina –como se verá más adelante.
Los santos han vivido de modo cualitativo, por eso poseen una experiencia que es modelo y norma
para la Iglesia y la historia; ellos ofrecen a la teología una verdad existencial, una nueva lectura del
Evangelio.33
- Por otro lado, no todos llegamos a la altura de los santos en la experiencia espiritual y es importante
que la teología espiritual también ofrezca elementos para el discernimiento y el crecimiento del
“cristiano medio”, en vistas a que éste pueda acercarse cada vez más a la santidad. Sobre esta etapa y
realidad de la vida espiritual nos ilustra Garrido:
Con el título Ni santo ni mediocre (Ed. Verbo Divino, 1992) quise abordar una etapa indefinida de la vida
espiritual apenas tenida en cuenta por los maestros espirituales, pero que abarca un espectro muy amplio de la
vida cristiana. Ni santos ni mediocres son los medianos. No son “los iniciados”, por usar el esquema clásico del
Pseudo-Dionisio, pues tuvieron la experiencia fundante hace tiempo, y llevan años trabajando su proceso de
integración. Tampoco son los “iluminados”, pero no sólo porque no han pasado a la “contemplación infusa”, sino
porque la vida teologal no configura habitualmente su obrar. La palabra que quizá defina mejor esta fase es la
consolidación.34
- Un tercer elemento para la especificación del sujeto de la experiencia espiritual es el que nos aporta
Guerra en su reflexión orientada a una “ampliación del objeto y del lugar de la experiencia cristiana”: 1)
la materia como todo aquello referente a nuestro origen de la tierra y de la carne (cuerpo, paternidad,
maternidad, mujer, amor humano, sexo, placer, alegría, sufrimiento, belleza, amistad...); 2) el
compromiso mundano como referencia a todo lo que es transformación del mundo de la técnica y la
transformación de las estructuras sociales o mundanas a través de la política, en su más amplia acepción
30
Cf. S. De Fiores, art. “Itinerario espiritual”, en: NDE 999-1021.
31
Cf. B. Maggioni, art. “Experiencia espiritual en la Biblia”, en: NDE 689-746.
32
Cf. Balthasar, Teología de la historia, Madrid, Encuentro, 1992, 103.
33
cf. “Teología y santidad”, en: Ensayos Teológicos.
34
Cf. J. Garrido, Proceso humano y gracia de Dios, Santander, Sal Terrae, 1996, 350.
(trabajo, economía, política, técnica, arte, derechos humanos, cultura). Recuperar estas dimensiones
como realidades cristianas es ampliar enormemente el campo de la experiencia; 3) la marginación como
realidad global de la pobreza, el hambre, la enfermedad, la impunidad... 35.
- Por último y en conexión con el aporte anterior, cabe señalar el ámbito popular de la experiencia
espiritual. Desde luego que en este contexto, pueden darse experiencias cualificadas y medianas, pero lo
que ahora queremos destacar es la peculiaridad de religiosidad popular que las caracteriza. En este
medio, los cristianos también alcanzan la vida teologal y hacen experiencia del Dios Incomprensible,
pero el modo de expresar esta vida espiritual y las mediaciones que la alimentan son diversas. Si se
piensa en la realidad de los santuarios o de las capillas en los barrios, podemos distinguir seguramente
una modalidad propia de la experiencia cristiana.
35
Cf. A. Guerra, art. “Experiencia cristiana”, en: NDE 680-688.
36
Cf. Maroto, El camino cristiano, 84-85; Bernard, Teología espiritual, 92ss.
37
Guerra, art. “Experiencia cristiana”, 685ss.
38
Cf. H.U. von Balthasar, Teresa de Lisieux. Historia de una misión, Barcelona, Herder, 1989, 21.
39
Al tema de las fuentes ya se ha aludido en relación con la vinculación entre teología espiritual y las distintas partes de la
teología, pero cabe hacer una nueva mención del tema teniendo en cuenta las precisiones anteriores acerca del método.
- La Sagrada Escritura. Al ser la espiritualidad una ciencia teológica, la Escritura es la primera fuente, pero no
la única. Sobre todo en este tiempo, la teología espiritual se ha hecho más compleja que en el período medieval y
la Escritura no resuelve todos los problemas humanos ni tampoco los espirituales.
- La Tradición y el magisterio eclesiástico. En la tradición entran los cristianos que no sólo han profundizado
científicamente la Sagrada Escritura, sino que han vivido de modo singular su ser cristiano. Es el caso típico de
los Padres de la Iglesia, en tanto maestros espirituales a la vez que teólogos y pastores. Junto a ellos es importante
el magisterio de la Iglesia, cuya función es corregir errores y establecer principios de vida espiritual.
- La experiencia de la Iglesia. Se trata sobre todo de la experiencia cualificada de los santos, ellos son al
mismo tiempo objeto de la teología espiritual y fuente del tratado. En este sentido, se ha de profundizar el planteo
a partir del ensayo programático de Balthasar titulado “Teología y Santidad”, con su propuesta metódica de una
fenomenología sobrenatural. También parece oportuno integrar la experiencia religiosa popular como un ámbito
importante a la hora de tomar aspectos significativos de la experiencia cristiana.
- Las ciencias humanas. Entre las fuentes se han de integrar además aquellas ciencias que nos ayudan a
comprender la realidad de la persona humana y su mundo. Si bien se han de reconocer los límites de la psicología
frente a la teología, también hay que valorar el aporte fundamental de esta ciencia al crecimiento de la
personalidad humana, teniendo en cuenta la correlación que existe entre éste y el progreso en el camino espiritual.
Junto a la psicología también se han de mencionar las ciencias sociales: la sociología, la psicología social, la
fenomenología de la religión, y la misma economía; ellas sirven para construir una espiritualidad encarnada y
realista, que tenga en cuenta las condiciones actuales de nuestro tiempo.
Bibliografía general: Ch. Bernard, Teología espiritual. Hacia la plenitud de la vida en el Espíritu. Madrid, Sociedad de
Educación Atenas, 1994, 23-100; -, La naturaleza de la teología espiritual. CuadMon 108 (1994) 81-106; S. Gamarra,
Teología espiritual, Madrid, BAC, 1994, 3-22.23-51; A. Guerra, Introducción a la Teología Espiritual, Burgos-Santo
Domingo, Monte Carmelo-Edeca, 1994, 67-108; D. de P. Maroto, El camino cristiano. Manual de Teología Espiritual,
Salamanca, Publicaciones Universidad Pontificia, 1996, 15-98; G. Moioli, Teología espiritual, en: NDE 1838-1850; J.
Morales, Reflexiones sobre la mística y su relación con la teología , Nova et Vetera 47 (1999) 47-62; S. Ros García,
Definiciones de la Teología espiritual en el siglo XX, Espíritu y Vida 7 (2000) 63-71; F. Ruiz Salvador, Caminos del
Espíritu. Compendio de teología espiritual, Madrid, Editorial de Espiritualidad, 1991, 4a.ed, 25-40.