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Los mosquitos tienen un olfato infalible

para encontrar a quién picar


Investigadoras de EE UU descubren que las hembras del
‘Aedes aegypti’ tienen varios receptores en sus neuronas
olfatorias, cuando el resto de animales solo tienen uno, lo
que les proporciona una “atracción inquebrantable” hacia
los humanos

Un mosquito picaba a una persona.

Es una de las preguntas recurrentes del verano: ¿por qué es casi


imposible escapar de la persecución de un mosquito? Otra es ¿por qué
me pican más a mí? Los científicos y los fabricantes de repelentes
saben desde hace tiempo que el dióxido de carbono (CO₂) exhalado al
respirar o el octanol, un volátil presente en el sudor, forman autopistas
en el aire para que los zancudos lleguen hasta la víctima. Lo que no
sabían y acaba de ser descubierto es que los mosquitos tienen más de
un receptor de olores y sabores en cada una de sus miles de neuronas
olfatorias. Y esto los hace únicos en el reino animal.

En 2004, los investigadores Richard Axel y Linda Buck recibieron el


Nobel de Medicina por sus descubrimientos sobre el sentido del olfato.
Una década antes habían comprobado que hay unos 1.000 genes que
intervienen en el proceso de oler y que dan lugar a un número similar de
receptores olfativos. Sus trabajos también vieron que cada neurona
olfatoria expresaba solo uno de estos receptores, cuya información
percibida del exterior enviaba como señal eléctrica al bulbo olfatorio, la
parte del cerebro de los mamíferos que procesa e interpreta el mundo
de los aromas. La responsable del Laboratorio de Neurogenética y
Conducta de la Universidad Rockefeller (EE UU), Leslie Vosshall, que fue
alumna de Richard Axel, dice ahora que “los mosquitos han tirado a la
basura todas las reglas de Axel y Buck”.

Vosshall dirige una investigación iniciada hace años centrada en cómo


es el sistema olfatorio de los mosquitos. En su caso se han centrado en la
especie Aedes aegypti, comúnmente conocida como mosquito del
dengue, por ser vector del virus que causa esta enfermedad. Pero sus
picotazos también pueden inocular los patógenos que provocan la fiebre
amarilla, la chikunguña, la fiebre de Zika o el virus Mayaro. Bloquear la
percepción de los olores de las hembras, las únicas que pican,
del aegypti también sería merecedor de un Nobel. Pero ese bloqueo no
va a ser fácil.

Los últimos resultados de la investigación de Vosshall y sus colegas,


publicados en la revista científica Cell, muestran que los mosquitos
tienen, como el resto de animales, un único receptor en algunas de sus
neuronas. Pero al menos los de esta especie pueden tener hasta otros
dos receptores en la mayoría de las neuronas. “Si eres un ser humano y
pierdes un solo receptor de olor, todas las neuronas que expresan ese
receptor perderán la capacidad de percibir ese olor”, explica la
investigadora. “Se necesita algo más para acabar con los mosquitos
porque deshacerse de un solo receptor no tiene ningún efecto”, añade.
“Cualquier intento futuro de controlar los mosquitos con repelentes o
cualquier otra cosa debe tener en cuenta cuán inquebrantable es su
atracción por nosotros”, completa.

Una vez secuenciado el genoma del mosquito e identificados los genes


que expresan los receptores olfatorios, las investigadoras usaron varias
técnicas para rastrearlos y localizarlos en las neuronas. Con la moderna
técnica de edición genética CRISPR, por ejemplo, lograron introducir
proteínas fluorescentes de distintos colores para diferentes receptores.
Así pudieron ver que en muchas neuronas se activaban más de uno.
Comprobaron que las neuronas estimuladas por el octenol del olor
humano también eran activadas por otros compuestos químicos
derivados del amoníaco, las aminas, que atraen igualmente a los
insectos.
“Los mosquitos tienen un plan b para su plan b de su plan b. Para mí, el sistema es
irrompible”
Leslie Vosshall, responsable del Laboratorio de Neurogenética y Conducta de la
Universidad Rockefeller (Estados Unidos)

La investigadora de la Universidad de Boston (EE UU) y coautora del


estudio Meg Younger detalla el hallazgo: “Sorprendentemente, las
neuronas para detectar humanos a través de 1-octen-3-ol [octenol] y los
receptores de aminas no eran poblaciones separadas”. En un correo, su
colega Margo Herre, de la Universidad Rockefeller, amplía esto: “Los
mosquitos también usan aldehídos decanales y undecanales [dos
compuestos químicos volátiles] y hay que investigar más para saber la
composición exacta del olor humano y cuáles de los olores detectan los
mosquitos”.

La imagen que describen estos descubrimientos es que


los aegypti cuentan con sistema de doble o triple redundancia en el que
si no logran percibir un aroma, detectan otro o un tercero. Y si detectan
todos, la señal se amplifica. Como dice Vosshall en una nota: “Los
mosquitos tienen un plan b para su plan b de su plan b. Para mí, el
sistema es irrompible”.

El hallazgo podría tener implicaciones de gran calado. Por un lado,


explicaría los repetidos fracasos en el control de estos mosquitos como
vectores de diversos patógenos. Como recuerda Younger, las hembras
son hematófagas “porque necesitan las proteínas presentes en la sangre
para que maduren sus huevos”. Hay millones de años de evolución que
respaldan su afán de picar.

Hasta ahora, los diferentes intentos de bloquear sus receptores


olfatorios por modificación genética han fracasado, quizá porque
partían de la idea aceptada de la especificidad de que un gen concreto
expresaba solo un determinado receptor para cada tipo de neurona. El
mismo enfoque explicaría la relativa eficacia del DEET, el repelente
descubierto por los militares estadounidenses en 1946 y que está en la
composición de la inmensa mayoría de repelentes químicos. Aunque su
mecanismo no está aún claro, se cree que la N,N-Dietil-meta-toluamida
(DEET) inhibe los receptores del CO₂ o el ácido láctico, pero aún
quedarían otros en la misma neurona en el supuesto de que dejáramos
de respirar o de sudar para tratar de pasar desapercibidos. La parte
buena de la mala noticia de esta investigación es que ahora se sabe que
hay que centrar los esfuerzos en varios receptores a la vez, y no en uno
solo.

Queda también por saber si también pasa con otras especies de


zancudos picadores, como el Aedes albopictus, las diversas especies de
anófeles, que transmiten la malaria, o los culex, como el mosquito común
o el tigre que, salvo raras ocasiones, solo provocan la molestia del picor.
El neurocientífico de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns
Hopkins (EE UU) Christopher Potter teme que sí. En 2019, en su
laboratorio, comprobaron que la mosca de la fruta (Drosophila
melanogaster, usada en laboratorios) también tenía esta expresión
doble o triple de receptores en una neurona. Y en la primavera de este
año publicaron que habían encontrado lo mismo en una especie de
mosquitos anófeles.

Potter, que no está relacionado con la actual investigación, cree que “esta
redundancia podría ser algo habitual entre los insectos”. Y destaca del
trabajo de su colega que “el dogma anterior a esto era que una neurona
olfativa solo expresaría un tipo de receptor olfativo; esa era la regla
hasta donde sabíamos”. Pero, concluye, “el trabajo de la doctora Vosshall
sugiere ahora que las neuronas olfativas de un mosquito podrían ser
mucho más adaptables, especialmente hacia olores importantes como
los que desprenden los humanos que necesitan para localizar a sus
huéspedes”.

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