Está en la página 1de 14

CLASE 3

LA FORMACIÓN DE LAS NORMAS Y OBLIGACIONES INTERNACIONALES

1. LOS ACTOS UNILATERALES DE LOS ESTADOS

Son actos y comportamientos realizados por un Estado (un órgano de ese Estado con capacidad para
comprometerle en el plano internacional) de los que se derivan obligaciones intenracionales exigibles a ese
Estado.

1.2. MODALIDADES

Existen tres tipos diferentes de comportamientos unilaterales:


1.- Actos unilaterales en el propio sentido, manifestaciones de voluntad de un sólo Estado que le crean
obligaciones jurídicamente exigibles en el plano del DI.
2.- Estoppel, por el que ciertos comportamientos de un Estado suponen una privación o pérdida de derechos.
3.- Aquiescencia, esto es, el silencio o pasividad de un Estado frente a comportamientos de otro Estado
merecedores de protesta, lo que supone consentimiento.
La nota común a los tres es el principio de buena fé.

1.2.1. Actos unilaterales en sentido propio

En otras fuentes, como la costumbre o el tratado, también se producen una serie de actos unilaterales, pero
en ellos estos actos van a producir efectos jurídicos en relación con uno u otros actos. No son actos
unilaterales autónomos o independientes.
Pero existen además actos unilaterales de los Estados que producen efectos jurídicos obligatorios con
independencia de otros actos. No son actos que crean normas generales, sino obligaciones particulares para
el Estado emisor. ej: sentencia CIJ de 1974 en el caso de los Ensayos nucleares. Estos actos unilaterales
cuentan con una serie de elementos:
a) El acto debe emanar de un sólo sujeto de derecho.
b) Su eficacia no puede depender de otro acto jurídico.
c) No produce obligaciones para terceros Estados.
d) Produce efectos jurídicos obligatorios exigibles para el Estado emisor.
e) El acto unilateral debe tener un objeto lícito. La obligación asumida por el Estado no puede ser contraria
al ius cogens.
Los actos unilaterales deben cumplir una serie de requisitos:
a) El acto debe emanar de un órgano del Estado con capacidad para comprometerle en el plano
internacional: se aplica por analogía lo mencionado por el artículo 7 de la Convención de Viena sobre
derecho de los tratados: Jefes de Estado, Jefes de Gobierno y Ministros de Asuntos Exteriores –o en quien
deleguen-, que tienen competencia propia para todos los actos de celebración de un tratado.
b) La manisfestación de la voluntad del Estado debe ser pública, pero no se exige ningún otro requisito
formal. No es necesario que sea un acto por escrito. Por ejemplo, puede ser emitido en el curso de una
conferencia de prensa. ej: caso de los Ensayos nucleares, sentencia de la CIJ de 1974.
c) Es necesario que el Estado emisor del acto quiera realmente comprometerse.

¿Son revocables los actos unilaterales? En este terreno deben tenerse en cuenta el principio de buena fé y el
criterio de razonabilidad. ej: retirada de la declaración facultativa de Estados Unidos de 1946 en 1984
(sentencia de la CIJ de 1984 en el asunto Nicaragua).

Veámos la definición de ciertos actos que puede realizar un Estado:

1
- Protesta: acto por el que un sujeto de derecho manifiesta que no considerará conforme a derecho un
determinado hecho, salvaguardando así sus derchos violados o amenazados.
- Notificación: acto por el que se comunica a un tercero un hecho, situación o acción del que se pueden
derivar efectos jurídicos.
- Promesa: manifestación de la voluntad del Estado para observar un determinado comportamiento de acción
u omisión respecto de una situación concreta.
- Renuncia: manifestación de voluntad dirigida a no hacer valer una pretensión jurídica o un derecho.
- Reconocimiento: manifestación de voluntad de aceptar las consecuencias jurídicas de un hecho o situación
creado por otro sujeto internacional.

La protesta y la notificación no son actos unilaterales en sí, porque el Estado del que emanan no tiene la
intención de obligarse. La promesa, el reconocimiento y la renuncia, por contra, sí lo son.

1.2.2. El estoppel

Son comportamientos estatales -incluso de abstención o silencio- que impiden al Estado del que provienen el
derecho a actuar contra sus propios actos anteriores, cuando al actuar así lesiona derechos o expectativas de
otros Estados generados por aquellos comportamientos (doctrina de los hechos propios, forclusion o
estoppel). Se entiende en DI que un Estado está obligado por sus propios actos, por el principio de buena fé
y el derecho de los demás Estados a fiarse de la conducta del primero.
Tres elementos concurren en la noción de estoppel:
a) Situación creada por la actitud de un Estado (actitud primaria).
b) Conducta seguida por otro Estado basada directamente en la primera actitud (actitud secundaria).
c) Imposibilidad del Estado autor de la actitud primaria de realizar alegaciones contra su actitud primaria o
manifestarse en sentido contrario.

El estoppel tiene un carácter de límite, de restricción. Cumple una función de privación o pérdida de
derechos. La jurisprudencia del Tribunal de La Haya ha utilizado en distintos casos la figura del estoppel:
sentencias del Tribunal de 1929 en el caso de los empréstitos servios y brasileños, de 1960 en el asunto de la
sentencia arbitral del Rey de España de 1906, y de 1962 en el caso del Templo de Preah Vihear.

1.2.3. La aquiescencia o silencio

Frecuentemente empleada en la práctica y la jurisprudencia, aparece como una inacción calificada


jurídicamente de la que se derivan efectos en DI. El Estado que calla ante una reclamación o
comportamiento de otro Estado normalmente merecedor de protesta o acción similar para preservar los
derechos impugnados, se entiende que consiente la situación, y que ésta le resulta oponible.
Por ello, la aquiescencia requiere:
- notoriedad de los hechos.
- tolerancia general de la s.i.
- abstención prolongada del Estado en cuestión.
Se diferencia la aquiescencia del estoppel en que la actitud primaria tiene que consistir en silencio o
inactividad (lo que no es necesario en el estoppel), y además en la aquiescencia no es necesaria la actitud
secundaria (que sí lo es en el estoppel). Normalmente, la aquiescencia suele presentarse en los contenciosos
de soberanía territorial.

2
2. LOS TRATADOS INTERNACIONALES

2.1. DEFINICION Y SUJETOS

El artículo 2.1.a) de la Convención de Viena de 1969 dice que "se entiende por tratado un acuerdo
internacional celebrado por escrito entre Estados y regido por el Derecho internacional, ya conste en un
instrumento único o en dos o más instrumentos conexos y cualquiera que sea su denominación particular".
Por ello, en esta CV 69 se regulan los tratados entre Estados, no entre Estados y O.I. o de O.I. entre sí,
aunque eso no significa que dichos acuerdos no sean tratados internacionales, sólo que están regulados en
otra convención de 1986 (aún no en vigor).
Para REMIRO BROTONS, es tratado la manifestación por escrito de voluntades concordantes imputables a
dos o más sujetos de DI de los que derivan derechos y obligaciones para las partes según el DI.
Un acuerdo entre un gobierno y un particular extranjero no es un tratado internacional, como lo demostró la
sentencia de la CIJ en el caso de la Anglo-Iranian Oil Co. entre el Reino Unido e Irán (1952). En los Estados
de estructura compleja, el DI reenvía a los derechos constitucionales internos la cuestión de si los entes
territoriales pueden concluir acuerdos internacionales, para que sean aquéllos quienes decidan. En España,
existen comunidades autónomas, pero sólo el Estado español tiene el ius ad tractatum, porque según el
art.149.1.3 de la Constitución, las relaciones internacionales son competencia exclusiva del Estado.
Pero casi todos los Estatutos de autonomía contienen alguna disposición sobre la situación de las
comunidades autónomas en relación con los tratados internacionales. Así, algunos Estatutos se refieren a la
iniciativa de las comunidades autónomas para pedir al Estado la celebración de determinados tratados
(art.27.4 Estatuto de Cataluña; arts.7.3 y 35.3 de Galicia; arts.23.2 y 72.5 de andalucia; art.8 de Asturias;
art.8 de Cantabria; art.40.3 de Castilla-La Mancha; art.40.1 de Aragón), o se refieren al derecho de las
comunidades a ser informadas de la elaboración de tratados que afecten a materias de su interés (Cataluña,
País Vasco, Andalucia, Asturias, Navarra, Canarias y Murcia). La obligación de las comunidades autónomas
de adoptar las medidas necesarias para la ejecución de los tratados en lo que afecte a materias atribuidas a su
competencia (Cataluña, País Vasco, Andalucia, Asturias, Canarias, Navarra, Aragón y Murcia) resulta una
"lógica consecuencia de la organización territorial del Estado sin que pueda poner en peligro la unidad de
interpretación que incumbe al Estado, único responsable internacionalmente de la ejecución de los tratados
de que es parte".
El artículo 20.3 del Estatuto del País Vasco dice que "ningún tratado puede afectar a las competencias del
País Vasco si no es mediante el procedimiento del art.152.2 de la Constitución". Esto es, que los tratados
internacionales sólo pueden afectar a las competencias atribuidas estatutariamente al País Vasco mediante la
reforma de sus Estatutos. Esto resulta dudoso, porque es cuestionable si cabe imponer limitaciones
materiales no previstas en la Constitución a la capacidad del Estado para concluir tratados, por medio de un
Estatuto de autonomía que formalmente es una Ley orgánica.
Pero las comunidades autónomas, aunque no pueden concluir tratados, ni tienen derecho de legación activo
ni pasivo, ni pueden participar en O.I. intergubernamentales, sin embargo pueden participar en mecanismos
de concertación de la cooperación transfronteriza mediante acuerdos no jurídicos.

- Un acuerdo internacional, para ser tratado, debe celebrarse por escrito. Así, la CV 69 excluye de su ámbito
de aplicación los acuerdos verbales por razones de claridad y sencillez.

- Sólo son tratados los acuerdos entre Estados regidos por el DI. Se excluye así del ámbito de aplicación de
la CV 69 a los acuerdos entre Estados regulados por un derecho interno. Se entiende que los tratados
internacionales son acuerdos que producen efectos jurídicos, crean derechos y obligaciones. Se presume que
son acuerdos de carácter jurídicamente obligatorios, y que si existe la intención de desproveerles de tales
efectos debe recogerse en sus disposiciones, aunque sea de forma implícita.

- Tras la CV 69 no se distingue entre tratados y acuerdos en forma simplificada (acuerdos que se concluían
por el Ministro de Asuntos Exteriores o el jefe de la misión diplomática, y no estaban sujetos a posterior

3
ratificación pues obligaban por la firma, y podían recogerse en más de un instrumento jurídico (como el
canje de notas). Estos acuerdos son regulados de la misma forma en la CV 69.

- La denominación (tratado, convención, memorándum) es irrelevante en DI, aunque puede tener


importancia en derecho interno (en Estados Unidos se distingue entre tratados y acuerdos ejecutivos). En
España no hay distinción legal por la denominación que reciba el tratado, si bien la Constitución y otras
normas jurídicas suelen emplear los términos tratado, convenio o acuerdo.

En 1972 en España se aprobó el Decreto 801/72, de 24 de marzo, que siguió las líneas maestras de la
regulación de la CV 69. Sus títulos V y VI fueron posteriormente derogados por la Constitución de 1978.
Décadas despuñés, fue aprobada Ley 25/2014, de 27 de noviembre, de Tratados y otros Acuerdos
Internacionales.

2.2. DERECHO DE LOS TRATADOS

Es el conjunto de normas, tanto internacionales como internas, que rigen la vida de los tratados desde su
formación a su terminación, pasando por todos sus efectos y alteraciones. En el proceso de codificación de
esta materia debe destacarse que la CDI se ocupa desde 1949 de la codificación del derecho de los tratados.
En 1960 se llegó a un Proyecto de artículos sobre derecho de los tratados, recomendando a la AGNU la
convocatoria de una Conferencia internacional para adoptar una Convención. La Conferencia se reunió en
Viena en 1968 y 1969, y adoptó la Convención de Viena sobre derecho de los tratados entre Estados el 23 de
mayo de 1969 (CV 69). Está CV entró en vigor en 1980. La CV 69 se aplica sólo a los tratados entre
Estados. Los tratados celebrados entre Estados y O.I., o por O.I. entre sí fueron estudiados aparte. La CDI
llegó en esta última materia a un proyecto de artículos en 1982; la Conferencia internacional se reunió en
1986 y se adoptó la Convención el 21 de marzo de 1986. Tampoco se aplica la CV 69 a los acuerdos
internacionales en forma no escrita. Ni regula los efectos de la guerra sobre los tratados, ni la sucesión de
Estados en materia de tratados, ni los efectos de la extinción de la personalidad internacional del Estado en
la terminación de los tratados, ni la responsabilidad internacional de un Estado por incumplimiento de
obligaciones internacionales.
La CV 69 ya ha entrado en vigor, y además representa el DI gral consuetudinario en la materia. España se
adhirió a ella en 1972.

2.3. CAPACIDAD PARA CELEBRAR TRATADOS

Esta capacidad la tienen los Estados, que pueden consentir diversos límites, entregando su representación en
las relaciones exteriores a otros Estados (ej: ciertos Estados europeos exiguos), o a otras entidades (O.I. de
integración). En el caso de la Comunidad Europea (hoy Unión Europea), y al suponer una transferencia de
competencias soberanas, se entiende que corresponde a los órganos comunitarios la dimensión interna y
externa de las competencias transferidas y, por tanto, también del ius ad tractatum.
Tan sólo una minoría de Estados federales ha reconocido el ius ad tractatum de los miembros de la
Federación (Estados Unidos, Suiza), sometido eso sí al control de los órganos centrales del Estado.
El derecho de celebrar tratados por parte de los beligerantes, gobiernos en el exilio, movimientos de
liberación nacional, se otorga en la medida en que son reconocidos por terceros como sujetos de DI, lo que
suele acontecer cuando son reconocidos por O.I. regionales, como la OUA, la Liga de Estados Arabes, etc.
Las O.I., al ser sujetos secundarios y funcionales de DI, creados por los Estados para la satisfacción de unos
determinados intereses, no disfrutan de la capacidad plenaria de los Estados, y no todas ellas disponen de la
misma capacidad convencional, pues ésta, el treaty-making power, depende de las reglas de esa O.I. (art.6
CV 86), entendiendo por tales tanto su tratado constitutivo como sus decisiones y resoluciones orgánicas
(poderes implícitos) y su práctica establecida.
Por último, se plantea el problema de los contratos de Estado (state contracts): la sumisión al DI de ciertos
acuerdos entre Estados y personas privadas o compañías extranjeras ha de entenderse como actos jurídicos

4
peculiares, distintos de los tratados.

2.4. LOS ACUERDOS NO NORMATIVOS (O NO JURÍDICOS)

Los acuerdos políticos, no normativos o pactos entre caballeros, son acuerdos firmados por los Estados que
no tienen fuerza vinculante para los Estados firmantes a diferencia de los tratados internacionales. ej:
declaraciones programáticas como el Acta Final de Helsinki. En España, el fundamento jurídico de la
celebración de estos acuerdos no normativos se encuentra en el artículo 97 de la Constitución y en la Ley
25/2014, de 27 de noviembre, de Tratados y otros Acuerdos Internacionales (arts.43-48). La celebración de
estos acuerdos en principio requiere la autorización del Consejo de Ministros.
En España, nuestra Constitución y nuestra Ley de Tratados (arts.43-48) no impide a las Comunidades
Autónomas la firma de acuerdos no normativos con otros entes territoriales extranjeros sobre una materia de
interés común en el campo de sus propias competencias. Pero no resulta tan fácil distinguir en la práctica
entre los tratados y los acuerdos políticos, porque a menudo los tratados contienen imprecisiones y
generalidades, así como cláusulas con fuerza legal imprecisa o dudosa. ej: en tratados culturales o en
tratados "constitucionales", como la Carta de la ONU. Para distinguir en estos casos un tratado con
imprecisiones de un acuerdo no normativo hay que fijarse en cual fue la intención de las partes, en el
lenguaje utilizado en el texto, u otros indicios como si se ha publicado en las colecciones de tratados
nacionales, si ha sido registrado por el SGNU (art.102 de la Carta NN.UU.), si es descrito como tratado de
carácter legal en su presentación a los Parlamentos o tribunales nacionales, el nivel de los representantes
personales que firman el acuerdo, etc.
No todos los acuerdos políticos son generales, sino más concretos. Por ejemplo, los pactos entre caballeros
(como las Declaraciones de Lisboa de 1980 y de Bruselas de 1984 entre el Reino Unido y España sobre
Gibraltar), y pueden ser firmados por los Jefes de Estado, de Gobierno o los Ministros de Asuntos
Exteriores. Estos acuerdos no son vinculantes, pero existe una expectativa de cumplimiento por las partes.
Un acuerdo no normativo no compromete la responsabilidad legal del Estado, por lo que su no
cumplimiento por una parte no puede dar pie a una reclamación de reparación ni a un recurso judicial. Esto
no significa que el acuerdo no necesite ser observado por las partes, o que las partes puedan actuar como si
no existiera tal acuerdo.
Estos acuerdos no están gobernados por el DI. No se les aplica la Convención de Viena sobre derecho de los
tratados de 1969. Pero eso no significa que el acuerdo no normativo no pueda tener implicaciones legales.
ej: puede utilizarse como prueba de conducta primaria en el estoppel. Además, para la interpretación y
aplicación de tales acuerdos podría resultar útil recurrir a las reglas de DI generalmente aplicables a los
tratados. ej: en cuestiones como el alcance territorial del acuerdo no normativo, la no retroactividad, la
aplicación de acuerdos sucesivos, etc.
Por otra parte, el compromiso que subyace en los acuerdos no normativos se suele incorporar en el
ordenamiento interno estatal como una instrucción a sus funcionarios, es decir, que el compromiso político
implica una respuesta legislativa o administrativa interna.
Aunque no sean regidos por el DI, y no vinculen a las partes legalmente, ello no significa que no tengan que
ser observados en un plano político. También denominados declaraciones de intenciones o pactos políticos,
se basan en la buena fé y no suponen compromisos jurídicos regidos por el DI, sino que entrañan tan sólo
obligaciones políticas y exigibles en ese plano.

3. LAS RESOLUCIONES DE LAS ORGANIZACIONES INTERNACIONALES

Las organizaciones internacionales son creadas por los Estados soberanos y sus competencias son siempre
competencias de atribución porque derivan del acuerdo de voluntades expresado en el Tratado fundacional y
están limitadas por lo dispuesto en él.
Por esta razón, las Organizaciones Internacionales carecen en numerosas ocasiones de competencias
legislativas, esto es, de la facultad de crear normas obligatorias para los Estados.

5
Las organizaciones internacionales se ven afectadas en su vida institucional por dos tipos de normas
diferentes:
1) Normas generales del ordenamiento internacional.
2) Normas particulares de su propio derecho interno.

Las normas jurídicas internacionales no son establecidas por un legislador internacional, porque este no
existe ni puede existir, ya que la creación, modificación y desarrollo de las normas jurídicas internacionales
es tarea de los Estados miembros de la comundad intenracional, que son plenamente soberanos.
Es innegable que la voluntad del Estado miembro se ve influida por el desarrollo del fenómeno de las
organizaciones internacionales, pues los procedimientos tradicionales de elaboración del Derecho
nternacional (la costumbre y el tratado) conservan su valor y no han perdido su importancia, pero han
quedado modificados y a ellos han venido a añadirse nuevos procedimientos de elaboración del Derecho
como consecuencia del proceso anteriormente nombrado: el surgimiento y expansión de las organizaciones
internacionales.
Este fenómeno presupone la progresiva importancia de las resoluciones de las organizaciones
internacionales en el Derecho internacional contemporáneo, porque implican un elemento importante de
institucionalización en la elaboración de las normas internacionales. Tales resoluciones obtienen su
autoridad normativa del Tratado instituyente de la Organización, la cual posee un ordenamiento interno
propio que abarca diferentes planos:

1) Normas que regulan la actividad de los órganos deliberantes: el Parlamento.


2) Normas que regulan el régimen jurídico de la Organización.
3) Normas que rigen el régimen financiero de la misma.

Por todo ello, el ordenamiento jurídico de las organizaciones internacionales presenta al mismo tiempo una
doble dimensión: una interna ("ad intra") y otra externa ("ad extra"). Y ambas resultan relevantes para la
formación del Derecho internacional.
Debido al fenómeno de creciente importancia de las resoluciones de las organizaciones internacionales, se
producen cuatro cuestiones fundamentales:

1) Influencia de las organizaciones Internacionales en la cristalización de prácticas aceptadas como derecho,


esto es, en la formación de costumbres internacionales; por ejemplo, numerosas resoluciones de la Asamblea
General de las Naciones Unidas.
2) Relevancia de las organizaciones internacionales en la adopción de tratados multilaterales, y en la
codificación y desarrollo progresivo del derecho internacional contemporáneo; por ejemplo, la Comisión de
Derecho Internacional en el seno de las Naciones Unidas.
3) Competencia de las organizaciones internacionales para adoptar actos de contenido normativo.
4) Relevancia de las resoluciones de la AGNU en la elaboración de Derecho internacional contemporáneo.
1) En cuanto al desarrollo del primer problema, las organizaciones internacionales, en especial las
universales, facilitan la cristalización de un consenso general de los Estados a través de las deliberaciones,
votaciones, etc. que tienen lugar en el seno de sus órganos (principales y subsidiarios) o en el de
Conferencias diplomáticas preparadas y convocadas por una organización internacional.
La actividad de las organizaciones internacionales universales facilita tanto la prueba de la existencia de una
práctica generalmente aceptada como derecho, como la conciencia jurídica universal sobre la obligatoriedad
jurídica de esa práctica (opinio iuris).
Tenemos el ejemplo de la III Conferencia de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (entre 1973 y
1982), en relación a la noción jurídica de plataforma continental o de zona económica exclusiva. El
problema no había sido resuelto en anteriores Conferencias al no lograrse un consenso general; sin embargo,
dicho consenso fue posteriormente alcanzado a lo largo del desarrollo de la III Conferencia de las Naciones
Unidas sobre el Derecho del Mar.

6
Además en el seno de la AGNU, la inmensa mayoría de los Estados que hoy integran la comunidad
internacional tienen la posibilidad de expresar sus opiniones respecto a los principios y normas que deben
regir las relaciones entre Estados cuando éstos están de acuerdo con una determinada norma de conducta,
muestran su aceptación y dicha norma se convierte en regla positiva de Derecho internacional, puesto que
los Estados son los verdaderos legisladores internacionales.
Por tanto, la cristalización y general aceptación de una práctica se ha visto facilitada por la existencia de
foros políticos y diplomáticos, en los que los Estados tienen múltiples oportunidades de expresar sus puntos
de vista y sus opiniones.
De este modo, mientras que en otras épocas era preciso deducir la existencia de una práctica de multitud de
elementos dispersos, hoy se dispone no sólo de esos datos, sino también y sobre todo, de la frecuencia con
que los Estados tienen la oportunidad de expresar sus puntos de vista jurídicos en Conferencias
diplomáticas.
La Asamblea General, por consiguiente, sirve en todos esos aspectos de foro prácticamente universal que
facilita la cristalización de un consenso general entre los Estados, y de una práctica generalmente aceptada
como Derecho.

2) Por lo que se refiere al segundo problema, las organizaciones internacionales llevan a cabo una
importante función en el proceso de elaboración del Derecho internacional a través de la preparación y
adopción de proyectos de tratados multilaterales. Las convenciones adoptadas por una organización
internacional no vinculan jurídicamente a los Estados hasta que éstos no manifiestan su voluntad de quedar
obligados por la norma convencional. El acuerdo estaba basado en el principio de unanimidad de los Estados
negociadores. Pero frente a la regla tradicional de la unanimidad, hoy se va imponiendo en los tratados
multilaterales la regla de la adopción por mayoría de dos tercios, a menos que los Estados participantes
decidan otra cosa.
Un tratado adoptado en el seno de una organización internacional, no obliga en cuanto tal hasta que no entra
en vigor, y entonces, sólo respecto de los Estados que lleguen a ser partes del mismo. Ciertos tratados
fundacionales imponen a los Estados miembros algunas obligaciones jurídicas.
La adopción de tratados multilaterales puede ser uno de los medios mediante los que una Organización
Internacional cumple los fines y objetivos previstos en su tratado fundacional.
Pero donde la influencia de las Organizaciones Internacionales en la elaboración de las normas
internacionales se hace más intensa es en el esfuerzo de codificación y desarrollo progresivo del Derecho
internacional mediante la adopción de convenios multilaterales de contenido normativo, esenciales para
restar indeterminación a las normas jurídicas internacionales consuetudinarias, y para hacer progresar el
Derecho internacional.
Las Naciones Unidas han impulsado este esfuerzo a través de Conferencias diplomáticas para adoptar
convenciones internacionales multilaterales. En el proceso de formación de estas convenciones, la influencia
de la Organización de las Naciones Unidas se hace sentir en todas las etapas del proceso codificador.
Los tratados de codificación y desarrollo progresivo del Derecho internacional constituyen un tipo particular
de los tratados multilaterales. La negociación de los mismos se lleva a cabo a través del procedimiento del
consenso, que significa ausencia de objeción formulada por un Estado.
Los Tratados multilaterales generales de codificación aspiran a regular adecuadamente intereses de la
comunidad internacional en su conjunto a través de normas que son aceptables para el conjunto de los
Estados.
La elaboración de los convenios generales de codificación y desarrollo progresivo de Derecho internacional
ofrece a todos los Estados una amplia oportunidad para tomar parte activa en el proceso de elaboración de la
norma jurídica internacional.

3) Con respecto al tercer problema, existen supuestos en que los tratados constitutivos de distintas
organizaciones internacionales les confieren innegables competencias normativas. Pero se trata de
excepciones, aún cuando éstas sean muy importantes:

7
1.- Organizaciones internacionales técnicas: en ellas la regulación de intereses comunes ha sido confiada por
los Estados a la propia organización internacional. Ejemplo, la OIT (Organización Internacional del
Trabajo).
2.- Organizaciones internacionales políticas: los órganos plenarios de éstas, como la AGNU, no tienen, salvo
escasas excepciones expresamente previstas en la Carta de las Naciones Unidas, el poder de adoptar
decisiones jurídicamente vinculantes para los Estados miembros.
3.- Organizaciones internacionales de integración: en ellas, las competencias normativas son mayores. Por
ejemplo, en el seno de la Unión Europea, los Estados miembros suelen dotar de competencias normativas a
las instituciones comunitarias, cuyos actos de contenido normativo integran lo que se llama el Derecho
comunitario derivado, parte de cuyas normas resultan directamente aplicables a los ordenamientos jurídicos
de los Estados miembros, e incluso a veces con rango jerárquico superior al derecho interno de los Estados
miembros. Pero estas organizaciones internacionales de integración no son precisamente las predominantes
en la comunidad internacional.

4) En cuanto al cuarto problema, ocurre que a la mayor parte de las resoluciones de las organizaciones
internacionales sus tratados instituyentes no les reconocen obligatoriedad para con sus Estados miembros;
las resoluciones en cuestión no constituyen fuentes independientes y autónomas del Derecho internacional.
Existe de todos modos un tipo especial de resoluciones que requiere de nosotros un examen más profundo.
Se trata de las resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Si la obligatoriedad de las resoluciones de las organizaciones internacionales depende de lo dispuesto por su
tratado instituyente, hay que afirmar que las resoluciones de la Asamblea General no son per se obligatorias
para los Estados miembros. La Asamblea General no es un poder legislativo mundial. Pero ello no supone
que las resoluciones en cuestión no produzcan ningún tipo de efectos en la formación de Derecho
internacional general. Para saber en cada caso cuales pueden ser aquellos efectos, hay que distinguir por lo
pronto tres tipos entre las citadas resoluciones de la Asamblea General:

1) Resoluciones declarativas o confirmatorias de normas consuetudinarias en vigor (efecto declarativo).


2) Resoluciones que desarrollan y precisan alguno de los grandes principios de la Carta (efecto
cristalizador).
3) Resoluciones que contienen nuevos principios de Derecho internacional (efecto generador).

Pues bien, las resoluciones del primer tipo tienen en Derecho internacional general un valor similar al de las
convenciones declarativas. Es decir, si de una parte pueden contribuir a la precisión del sentido de la
práctica o elemento material de la costumbre, de otra parte su adopción por unanimidad o amplia mayoría
pueden ser prueba de la opinio iuris o elemento espiritual de la costumbre.
¿Cabría equiparar del mismo modo las resoluciones del segundo y tercer tipo a las resoluciones
innovadoras? ¿Constituyen el punto de partida de nuevas normas consuetudinarias? Si bien es cierto que las
resoluciones en cuestión pueden dar lugar al nacimiento de normas consuetudinarias, esto es, pueden ser el
punto de partida de las mismas, ocurre que aquellas resoluciones pueden ser también el punto final en la
formación del Derecho consuetudinario. Es decir, pueden cristalizar una regla consuetudinaria de Derecho
internacional que hasta entonces se encontrase en estado emergente o in status nascendi. Es muy
significativo a este respecto lo que ha ocurrido con la formación del Derecho del espacio ultraterrestre. Para
la consolidación de estas normas consuetudinarias no importó la falta de antigüedad y generalidad de la
practica. Lo esencial fue el consenso de la comunidad internacional, o lo que es lo mismo, el elemento
espiritual de la costumbre u opinio iuris colectiva, manifestada a través de un foro universal.

Mas para saber si una resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas refleja la opinio iuris
general hay que tener en cuenta las condiciones de su adopción. Sólo una adopción unánime, o mayoritaria
pero suficientemente representativa, daría lugar a la formación de esa clase de opinio iuris.

La mayor incidencia de las resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas en las fuentes del

8
Derecho internacional ha consistido en un desplazamiento del centro de gravedad en el proceso de
formación de la costumbre internacional hacia el elemento espiritual u opinio iuris. Hoy, lo importante ya no
es siempre la practica o elemento material de la costumbre, que en ocasiones solo está al alcance de Estados
poderosos y superdesarrollados. En la actualidad lo decisivo es la opinio iuris vel necessitatis o convicción
jurídica universal. Y esta opinio iuris se manifiesta de manera adecuada a través de las resoluciones de la
Asamblea General de las Naciones Unidas.

4. LAS COSTUMBRES INTERNACIONALES

4.1. CUESTIONES GENERALES

En DI existen normas creadas mediante costumbre, que es una fuente de derecho para una sociedad tan
descentralizada como la internacional. No obstante las OI –en especial la ONU- han acelerado su proceso de
formación, a través de los tratados de codificación y desarrollo progresivo de las normas consuetudinarias y las
resoluciones de órganos plenarios, sobre todo la Asamblea General de Naciones Unidas.
Las más importantes costumbres se han consolidado como principios (por ej. la célebre Declaración sobre los
principios de DI referentes a las relaciones de mistad y a la cooperación entre los Estados de conformidad con la
Carta de NU -res.2625 AGNU de 1970-). Dichos principios pueden reflejar normas imperativas –ius cogens-,
tienen carácter fundamental y corresponden a los valores más importantes del DI.
No deben ser confundidos con los denominados "principios generales del Derecho", cuya operatividad es
admitida por los propios Estados y que el Estatuto de la CIJ cita como una de las fuentes a las que acudir para
decidir controversias interestatales -art.38.1.c-. Se trata de los principios generales recogidos por todas las
naciones en sus derechos internos, tales como ciertos principios de procedimiento, los principios de buena fe,
cosa juzgada, abuso de derecho, etc.
Los principios generales del derecho son comunes al DI y a los ordenamientos estatales, y debido al mayor
desarrollo de éstos últimos, el sentido de la transposición es siempre el mismo: son principios formulados antes
en los Derechos internos y luego, cuando surgen problemas y necesidades similares en DI, son aplicados en
éste. Por tanto, los principios generales del derecho no son una fuente propia del DI.

4.2. CONCEPTO Y ELEMENTOS DE LA COSTUMBRE

Como indica Antonio Remiro, la costumbre puede definirse como “la norma resultante de una práctica general,
uniforme y duradera llevada a cabo por los sujetos de Derecho internacional y realizada con la convicción de ser
socialmente necesaria hasta el punto de ser jurídicamente obligatoria” (p.206). El Estatuto de la CIJ indica que
la Corte deberá aplicar la costumbre internacional para decidir conforme al Derecho internacional las
controversias que le sean sometidas –art.38.1.b-.

La costumbre internacional ha de contar con dos elementos: un elemento material o práctica constante y
uniforme de los Estados; y el elemento psicológico u opinio iuris, o convicción de la obligatoriedad jurídica de
la práctica. Tradicionalmente, la práctica precedía a la opinio iuris, pero en la actualidad es posible que la
opinio iuris preceda a la práctica y la impulse.

4.2.1. Elemento material

La práctica repetida de comportamientos por los Estados (y OI) debe ser general, uniforme y duradera, pero no
se exige que sea absolutamente unánime, por parte de todos (ej: ZEE o la inmunidad del Estado extranjero y de
sus agentes). Dicha práctica ha de ser general en el sentido de que sea seguida por un número amplio y
representativos de sujetos (incluyendo a los Estados interesados), y si es una costumbre regional la práctica ha
de ser general en esa región; uniforme, es decir que los comportamientos de los Estados sobre esa cuestión sean
esencialmente coincidentes, idénticos; y duradera, pues la práctica debe prolongarse durante un período de

9
tiempo, lo que depende de las circunstancias.
Si es una costumbre general (o norma de DI general), obliga a todos los Estados, hayan o no contribuido a su
formación, mientras que éstos no demuestren que la han rechazado de forma permanente e inequívoca durante
su período de formación (es decir, tienen que demostrar que han sido objetores persistentes). Los nuevos
Estados pueden oponerse a las normas consuetudinarias en cuya formación no participaron en un plazo
razonable desde su independencia; si no manifiestan su oposición, se entiende que estarán obligados por tales
normas.
También se admiten en DI las costumbres negativas, formadas a base de abstenciones y que obliguen a una
abstención, siempre que concurra "la conciencia del deber de abstenerse", es decir, el elemento psicológico de la
costumbre.

4.2.2. Elemento psicológico/espiritual u opinio iuris

Es la convicción de que dicha práctica se ha convertido en una norma jurídica de obligado cumplimiento. Este
elemento diferencia la costumbre como fuente de DI de los simples usos y reglas de cortesía.
La jurisprudencia internacional la ha reconocido, sobre todo en sus consecuencias negativas, esto es, no dando
vigencia a una costumbre si en la práctica de los Estados no aparece esa convicción jurídica obligatoria. ej:
sentencia CIJ de 1969 en el asunto de la Plataforma Continental del Mar del Norte.
En DI contemporáneo, y por las modificaciones de la s.i. actual, ha aumentado la importancia del elemento
espiritual, al tiempo que han disminuido las exigencias sobre la antigüedad de la práctica. ej: la ZEE en Derecho
del Mar; al principio se opusieron vivamente las Grandes Potencias marítimas, pero en el seno de la III
Conferencia se fue alcanzando una opinio iuris favorable a la misma, que a su vez impulsó la práctica de los
Estados. La ZEE es un ejemplo de norma consuetudinaria formada rápidamente, y en la que el factor decisivo
fue el elemento psicológico.
¿Cómo probar la existencia de la opinio iuris? Es difícil: a través de los precedentes, los actos y declaraciones
de los Estados, las decisiones judiciales nacionales, la correspondencia diplomática, resoluciones de OI, en
particular de la AGNU.

4.2.3. La costumbre particular

Es admitida en DI. Puede ser de dos tipos:


a) costumbre bilateral, formada entre dos Estados y obligatoria para ambos.
b) costumbre regional, que regula las relaciones entre un número de Estados superiores a dos en una región
geográfica determinada. Ejemplo de gran importancia es el DI americano, cuya existencia es aceptada por la
CIJ. ej: caso Haya de la Torre (Colombia c. Perú).
En la costumbre particular se produce la inversión de la carga de la prueba con respecto a la costumbre general.
Si la costumbre general obliga a todos los Estados, excepto a aquéllos que demuestran haber sido objetores
persistentes, es decir que se han opuesto a ella durante su proceso de formación, la costumbre particular vincula
tan sólo a los Estados que hayan participado efectivamente en la gestación de la misma. Mientras el Estado que
no quiere que se le aplique una costumbre general debe probar que la ha rechazado en su período de formación,
el Estado que alega frente a otro la existencia de una costumbre particular tiene que demostrar que éste último
ha contribuido con sus actos al nacimiento de la regla consuetudinaria regional.
La costumbre ha sabido amoldarse a las exigencias de la s.i. actual. Así, en su sentencia de 1986 en el asunto
Nicaragua, la CIJ aplicó normas consuetudinarias que también tenían formulación convencional, como la
prohibición de la amenaza y uso de la fuerza, porque Estados Unidos hizo una reserva en su declaración
unilateral de aceptación de la jurisdicción en la que excluía la aplicación de tratados multilaterales.
Las costumbres se consolidan hoy en muy poco tiempo, en muy pocos años, y el requisito de antigüedad de la
práctica se ha suavizado notablemente.
Por el peso de la opinio iuris y el impulso de los nuevos Estados surgidos de la descolonización, la costumbre
actualmente tiene en cuenta las exigencias de universalización y democratización del DI contemporáneo. Hoy,
la costumbre ya no es sólo la obra de unos pocos, las grandes potencias europeas, sino de todos los Estados de

10
la sociedad internacional. Mientras la sociedad internacional mantenga sus características actuales y la
costumbre siga siendo capaz de adaptarse a los cambios operados, mantendrá su relevancia como fuente
normativa del DI.

5. LA JURISPRUDENCIA INTERNACIONAL COMO MEDIO AUXILIAR

Es recogida en el art.38.1.d. del Estatuto CIJ, que habla de "las decisiones judiciales como medio auxiliar para
la determinación de las reglas de Derecho". Hoy se entiende por jurisprudencia el conjunto de reglas jurídicas
que se desprenden de las decisiones judiciales. Para la mayoría de autores, la jurisprudencia no es fuente
normativa del DI, sino un medio auxiliar para la determinación de las mismas. Los tribunales internacionales no
crean normas nuevas sino que aplican las vigentes.
La jurisprudencia internacional está compuesta las decisiones de la CIJ, los laudos arbitrales y decisiones de los
tribunales internacionales sectoriales sobre Derecho del Mar, Derechos Humanos o Derecho penal
internacional, de los tribunales de los procesos regionales de integración (como el TJUE) e incluso de
instituciones cuasi-judiciales como el Órgano de Solución de Diferencias de la OMC.
La jurisprudencia internacional ha resultado decisiva para determinar la existencia, contenido y aplicación del
DI, muy en especial con respecto a normas no escritas como son las consuetudinarias. Pero las decisiones
judiciales internacionales no crean precedentes vinculantes, pues obligan solo a las partes y respecto del caso
decidido, a pesar de la práctica habitual de dichos tribunales de referirse a sus decisiones anteriores para reforzar
su motivación jurídica.
La jurisprudencia, sobre todo de la CIJ, ha sido relevante en el desarrollo progresivo del DI –al acelerar el
surgimiento de normas consuetudinarias-, pero su importancia práctica y la de otros órganos judiciales y
arbitrales en la resolución de la controversias internacionales es muy pequeña debido al principio de
voluntariedad de acceso a las jurisdicciones internacionales, derivado de la no existencia de una auténtica
jurisdicción obligatoria. La CIJ no goza del favor de la mayoría de los Estados.

6. CODIFICACIÓN Y DESARROLLO PROGRESIVO DE LAS NORMAS DE DI

Una de las funciones más importantes que desempeñan los tratados multilaterales de vocación normativa es
precisamente la codificación del DI consuetudinario, para dotarle de mayor precisión y certeza. Hablaremos
aquí de la codificación oficial o por tratado, que genera directamente normas positivas de DI que pueden
producir efectos declarativos, cristalizadores o generadores de la costumbre. También las resoluciones de las OI
-sobre todo las de la AGNU- juegan un papel importante en la codificación del DI, combinándose en muchas
ocasiones con los tratados multilaterales en esa labor: p.ej. la Declaración Universal de Derechos Humanos –
res.217 AGNU-, sirvió como origen de la mayoría de los posteriores tratados multilaterales de derechos
humanos.

6.1. LA CODIFICACIÓN DEL D.I. A TRAVÉS DE TRATADOS MULTILATERALES

En el seno de la ONU, su Asamblea General se encarga de impulsar la codificación y el desarrollo progresivo


del DI (art.13.1.a. Carta NN.UU.). En 1947, la AGNU creó la Comisión de Derecho Internacional (CDI), que es
el principal órgano de codificación y desarrollo progresivo del DI. Sobre la base de los trabajos de la CDI, de
sus proyectos, se emprende la tarea codificadora a nivel mundial, en la formación y aplicación del DI (actos
unilaterales, Derecho de los Tratados, responsabilidad internacional), sucesión de Estados, relaciones
interestatales (relaciones diplomáticas y consulares, misiones especiales), la dimensión personal de la soberanía
(protección diplomática), el Derecho del Mar en una primera fase, etc.
La codificación consiste en la sistematización y formulación más precisa de las normas de DI en aquellas

11
materias en que ya existía una amplia práctica de los Estados, así como precedentes y doctrina. Por su parte, el
desarrollo progresivo es la elaboración de proyectos de convenciones sobre temas que no hayan sido regulados
todavía por el DI, o respecto de los que los Estados no hayan aplicado en la práctica normas suficientemente
desarrolladas. En realidad, son dos formas de codificación en sentido amplio, y la CDI en la práctica ha seguido
un procedimiento único consolidado para ambos casos.

En el proceso de codificación en el ámbito de las Naciones Unidas existen varias fases:


1) Selección y determinación de la prioridad de los temas. La CDI somete sus recomendaciones a la Asamblea
General, que decide a través de su Sexta Comisión.
2) Preparación de proyectos de artículos, lo que realiza la CDI. Tras una discusión general, se nombra un relator
especial o ponente, que presenta informes periódicos a la CDI, y ésta presenta un proyecto provisional de
artículos a la AGNU. Este proyecto se comunica a los gobiernos, que emiten sus opiniones, y con ellas la CDI
realiza un segundo examen de la cuestión y redacta un proyecto definitivo de convención, que somete a la
AGNU. Ésta puede comunicar el proyecto a los Estados y convocar una conferencia internacional de
plenipotenciarios para la adopción de la convención, o puede trasmitirlo a la comisión jurídica para la adopción
de la convención en su seno.
3) En la Conferencia multilateral, un amplio número de Estados negocian el proyecto de tratado y lo adoptan
habitualmente por una amplia mayoría de dos tercios. La Conferencia codificadora es un foro idóneo para la
expresión de la opinio iuris. Además, una convención codificadora puede producir efectos declarativos,
cristalizadores y generadores de la costumbre, incluso con independencia de su entrada en vigor.

6.2. LA INTERACCIÓN ENTRE LA COSTUMBRE Y LOS TRATADOS

Los tratados codificadores pueden producir efectos declarativos, cristalizadores o generadores de la costumbre:
- Un tratado tiene efecto declarativo sobre el DI consuetudinario cuando codifica formalmente normas
consuetudinarias preexistentes, constata su existencia y fija su contenido. Los órganos de aplicación son los que
deciden qué es declarativo en un tratado, fijándose en el texto, la doctrina y los trabajos preparatorios. La
jurisprudencia de la CIJ ha atribuido efecto declarativo a numerosos tratados multilaterales, e incluso a
proyectos de artículos de la CDI, como el de responsabilidad internacional de los Estados por hechos
internacionalmente ilícitos.
- Un tratado codificador tiene efecto cristalizador sobre la costumbre cuando consolida una norma
consuetudinaria emergente, cuando la adopción de esa convención codificadora constituye el nacimiento de una
norma consuetudinaria, salvo que sea una regla sin consenso o susceptible de reservas.
- Una convención codificadora puede tener un efecto generador cuando promueve el proceso de formación de
una norma consuetudinaria. Para tener ese efecto generador, la CIJ exige que la disposición convencional tenga
carácter normativo y que en efecto genere los elementos de la costumbre, lo que se verifica con una
participación muy amplia y representativa en la Convención –incluidos los Estados particularmente
interesados-, o con una posterior práctica frecuente y uniforme en el sentido de la disposición convencional, de
forma que establezca un reconocimiento general de que se trata de una regla de derecho.

6.3. LA EXISTENCIA INDEPENDIENTE DE COSTUMBRE Y TRATADO

Aunque una regla convencional sea expresión de una norma consuetudinaria, las costumbres no quedan
suplantadas por los tratados, pues las normas consuetudinarias mantienen su existencia y aplicabilidad
autónoma respecto a las normas de DI convencional, aún en el caso de que ambas tengan un contenido idéntico
-CV sobre Derecho de los tratados (art.43) y jurisprudencia de la CIJ (casos Personal diplomático de Estados
Unidos en Teherán, Nicaragua y Actividades armadas en el Congo).

6.4. LA ASAMBLEA GENERAL DE NACIONES UNIDAS Y SUS RESOLUCIONES

La actividad de las organizaciones internacionales universales facilita tanto la prueba de la existencia de una

12
práctica generalmente aceptada como derecho, como la conciencia jurídica universal sobre la obligatoriedad
jurídica de esa práctica (opinio iuris).
Además en el seno de la AGNU, la inmensa mayoría de los Estados que hoy integran la comunidad
internacional tienen la posibilidad de expresar sus opiniones respecto a los principios y normas que deben
regir las relaciones entre Estados cuando éstos están de acuerdo con una determinada norma de conducta,
muestran su aceptación y dicha norma se convierte en regla positiva de Derecho internacional, puesto que
los Estados son los verdaderos legisladores internacionales.
Por tanto, la cristalización y general aceptación de una práctica se ha visto facilitada por la existencia de
foros políticos y diplomáticos, en los que los Estados tienen múltiples oportunidades de expresar sus puntos
de vista y sus opiniones.
La Asamblea General de Naciones Unidas -organización donde están representados casi todos los Estados
de la s.i.-, sirve en todos esos aspectos de foro prácticamente universal que facilita la cristalización de un
consenso general entre los Estados, y de una práctica generalmente aceptada como Derecho.
Las resoluciones de la Asamblea General de Naciones Unidas no son obligatorias por si mosimas para los
Estados miembros –salvo las de funcionamiento interno-, sino recomendatorias, pues la AGNU no es un
pdoer legislativo mundial. Pero ello no impide que sus resoluciones puedan producir efectos en la formación
del Derecho internacional consuetudinario, de modo similar a los de los tratados codificadores: efectos
declarativos, cristalizadores y generadores. Puede haber:

1) Resoluciones declarativas o confirmatorias de normas consuetudinarias en vigor, con un valor similar al


de las convenciones declarativas. Es decir, si de una parte pueden contribuir a la precisión del sentido de la
práctica o elemento material de la costumbre, de otra parte su adopción por unanimidad o amplia mayoría
pueden ser prueba de la opinio iuris o elemento espiritual de la costumbre.
2) Resoluciones que desarrollan y precisan alguno de los grandes principios de la Carta, cuando esas
resoluciones pueden ser el punto final en la formación del Derecho consuetudinario, y con ello cristalizan
una regla consuetudinaria de Derecho internacional que hasta entonces se encontraba en estado emergente.
3) Resoluciones que contienen nuevos principios de Derecho internacional, cuando tales resoluciones dan
lugar al nacimiento de normas consuetudinarias, esto es, son el punto de partida de las mismas.

Mas para que una resolución de la AGNU refleje la opinio iuris de una costumbre general debe reunir dos
condiciones:
1) que tenga contenido normativo, es decir que se haya creado con la pretensión de que recoja principios
jurídicos, lo que es claro en las denominadas Declaraciones, que enuncian de modo solemne principios de
especial importancia con una gran expectativa de ser cumplidos por los miembros de la s.i . (como la
Declaración Universal de Derechos Humanos –res.217-, y la Declaración sobre los Principios de DI –
res.2625-); y ,
2) Las condiciones de su aprobación: el nivel de apoyo recibido por la resolución es decisivo para evaluar su
autoridad moral. Se exige una adopción unánime, o mayoritaria pero suficientemente representativa, de esa
resolución.

La mayor incidencia de las resoluciones de la AGNU en las fuentes del Derecho internacional ha consistido
en un desplazamiento del centro de gravedad en el proceso de formación de la costumbre internacional hacia
el elemento espiritual u opinio iuris. Hoy, lo importante ya no es siempre la practica o elemento material de
la costumbre, que en ocasiones solo está al alcance de Estados poderosos y superdesarrollados. En la
actualidad lo decisivo es la opinio iuris o convicción jurídica universal, que se manifiesta de manera
adecuada a través de las resoluciones de la AGNU.

7. LAS NORMAS IMPERATIVAS DE DERECHO INTERNACIONAL (IUS COGENS)

Existe en DI una serie de normas cualificadas, que se conocen como normas imperativas de DI general, o de ius
cogens. Según el artículo 53 de la Convención de 1969 sobre el Derecho de los Tratados, "una norma

13
imperativa de derecho internacional general es una norma aceptada y reconocida por la comunidad
internacional de Estados en su conjunto como norma que no admite acuerdo en contrario y que sólo puede ser
modificada por una norma ulterior de derecho internacional general que tenga el mismo carácter". Las normas
imperativas son las más importantes en DI y prevalecen siempre sobre las normas dispositivas. Pero entre las
normas de ius cogens no existe en principio una jerarquización.
En principio, las normas de DI general o normas consuetudinarias generales, generan obligaciones erga omnes
–a diferencia de los tratados, que tienen efecto relativo pues sólo vinculan a los Estados partes, que son los que
voluntariamente se han incorporado a ellos-. Las obligaciones erga omnes están conectadas con valores y
objetivos fundamentales de la s.i., lo que las relaciona con las normas imperativas; éstas siempre generan
obligaciones erga omnes, pero no todas las obligaciones erga omnes se convierten en normas imperativas (ej: la
ZEE en Derecho del Mar). En ocasiones, se ha podido producir cierta confusión entre ambos conceptos por el
tenor literal de la JP de la CIJ (como en los casos Barcelona Traction o Timor Oriental).
La comunidad internacional actual no está aun suficientemente institucionalizada para determinar cuáles son las
normas imperativas (ni siquiera la ONU), pero la jurisprudencia, doctrina, CDI -con sus trabajos de
codificación- han combinado sus esfuerzos; y sobre todo la comunidad internacional de Estados en su conjunto
ha establecido una lista de principios fundamentales del DI en diversas declaraciones solemnes, que pueden
considerarse como normas de ius cogens (Declaración sobre los principios de DI –res.2625, de 1970-,
Declaración del Milenio –res.55/2 de 2000-, documento final de la Cumbre Mundial de 2005 –res.60/1-):
igualdad soberana de los Estados; no intervención en los asuntos internos de los Estados; prohibición de la
amenaza y uso de la fuerza armada de modo incompatible con los propósitos de Naciones Unidas; solución
pacífica de las controversias; libre determinación de los pueblos bajo dominación colonial o extranjera;
protección de los derechos humanos; cooperación internacional para la solución de los problemas
internacionales; y cumplimiento de buena fe de las obligaciones contraídas de conformidad con la Carta de
Naciones Unidas: se trata de normas sustantivas de comportamiento frente a las amenazas a la supervivencia de
Estados y sus pueblos y a los valores humanos más fundamentales.
Además, la institución del ius cogens, que supone un desarrollo progresivo del DI, es abierta y dinámica; y así,
creemos que la protección internacional del medio ambiente se ha consolidado en las últimas décadas como una
norma imperativa más.
La existencia de normas de este tipo tiene varias consecuencias en DI: todo tratado (ya sea un tratado en vigor o
en el proceso de celebración) que esté en oposición con una norma de ius cogens es nulo o terminará. Además,
en el terreno de la responsabilidad internacional de los Estados, las violaciones graves de normas imperativas
agravan la responsabilidad del Estado infractor, y no se pueden alegar ante ellas ciertas circunstancias de
exclusión de la ilicitud del hecho, como el consentimiento del Estado lesionado o el estado de necesidad
(Proyecto de artículos de la CDI).
Pero la presencia de normas de ius cogens es apreciada en cada caso concreto, pues se trata de principios
jurídicos abstractos que pueden chocar con una realidad a menudo contradictoria.

14

También podría gustarte