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FACULTAD DE PSICOLOGÍA
Tesis de Licenciatura
L.U.: 39.158.433-0
D.N.I.: 22.177.555
Noviembre | 2022
Tabla de Contenido
1
Presentación del Tema
Objetivos
Objetivo General
2
Objetivos Específicos
Metodología
3
Estado del Arte
Autismo
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Con la publicación de la tercera edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los
Trastornos Mentales (DSM-III), el autismo dejó de ser incluido dentro del campo de
la psicosis y pasó a formar parte de los “Trastornos Generalizados del Desarrollo”
(TGD) denominándose “Autismo Infantil”. Años más tarde, se publicó una revisión
del DSM-III, donde se sustituyó el término autismo infantil por el de trastorno autista.
Fue a partir de la publicación del DSM-V en el año 2013 que ocurrió otro
cambio trascendente respecto a la nomenclatura del autismo, puesto que se
reemplazó el nombre de TGD y se lo ubicó dentro de los “Trastornos del
Neurodesarrollo”, denominándose Trastorno del Espectro Autista (TEA).
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comunicación. Además, se incluyen las intervenciones basadas en la familia, las
cuales aportan entrenamiento, información y soporte a todos los miembros de la
familia, enfatizando la idea de que la inclusión de la misma en el tratamiento es
fundamental para las necesidades del niño.
Debido a la complejidad del trastorno, las investigaciones respecto a su
tratamiento se han expandido a lo largo de los últimos años. Tal es así, que han
surgido nuevas alternativas para tratar diversas dificultades propias del cuadro.
Entre ellas se encuentran la Musicoterapia, la Terapia Asistida con Animales y las
Intervenciones Basadas en MF. Debido al interés particular de esta tesina, se
profundizará sobre la última en el siguiente apartado.
Marco Teórico
En esta sección, se hará mención de los conceptos principales que han sido
tomados para el desarrollo de la tesina. Ellos son: Autismo, Funciones Ejecutivas,
Mindfulness (MF) e Intervenciones Basadas en MF.
Autismo
Hoy en día, se encuentra vigente la descripción que realiza la Asociación
Americana de Psiquiatría (APA) en el DSM-V. Allí, se menciona que el TEA se
caracteriza por déficits persistentes en la comunicación y en las interacciones
sociales en múltiples contextos, incluidos los déficits de la reciprocidad social, los
comportamientos comunicativos no verbales usados para la interacción social y las
habilidades para desarrollar, mantener y entender las relaciones (APA, 2013).
Asimismo, los patrones de comportamiento, intereses o actividades son restringidos
o repetitivos. Respecto a las alteraciones nucleares del trastorno, las mismas se
agrupan en dos criterios. El criterio A refiere a los déficits persistentes tanto en la
comunicación social como en la interacción social, en diversos contextos que
pueden manifestarse como deficiencias en la reciprocidad socioemocional, en las
conductas comunicativas no verbales y en el desarrollo, mantenimiento y
comprensión de las relaciones. El criterio B alude a los patrones restrictivos y
repetitivos de comportamiento, intereses o actividades que se manifiestan como
movimientos, uso de objetos o habla estereotipados o repetitivos; insistencia en la
monotonía, gran inflexibilidad, rutinas y rituales; intereses restringidos de carácter
anormal según su intensidad o interés; híper o hipo reactividad a estímulos
sensoriales.
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Por otro lado, existen ciertas características de la población TEA que si bien no se
encuadran dentro de la sintomatología central, suelen ser compartidas en grandes
casos. Una de las características más frecuentes es la presencia de
comportamientos disruptivos. Los mismos, pueden clasificarse en conductas
restrictivas (autolesiones, agresiones a otros, destrucción de propiedades),
interferentes (obstaculizan el aprendizaje) y restrictivas (impiden utilizar las
oportunidades normalizadas del contexto) (Roch y Rubio, 2016). Por otra parte,
Achenbach y Edelbrock (1993) y Reynolds y Kamphaus (2004) (citados en Romero
et al., 2015), caracterizaron a dichos comportamientos dividiéndolos en dos grupos:
problemas de internalización y de externalización. Los problemas de internalización,
se caracterizan por comportamientos y alteraciones psicológicas del ámbito
emocional, cuyas expresiones se dirigen hacia adentro; en tanto que los problemas
de externalización, refieren a los comportamientos y alteraciones psicológicas del
ámbito conductual cuyas manifestaciones producen conflicto o daño en el entorno y
en otros actores. Leader y Mannion, en Matson (2016) mencionan que “uno de los
problemas concurrentes más comunes en el TEA son los comportamientos
desafiantes” (p. 209), los cuales incluyen el comportamiento auto agresivo, los
comportamientos estereotipados o repetitivos, los comportamientos agresivos hacia
los demás, los comportamientos destructivos y los comportamientos disruptivos. En
el 2016, se registró que casi un 28% de los jóvenes con TEA se involucró en
conductas autolesivas, incluyendo golpes en la cabeza, mordiscos, tirones de pelo,
entre otros. También, demostraron comportamientos agresivos hacia otras personas
(Soke et al., 2016, en Semple, 2018).
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clasificadas desde diversas perspectivas. Una de ellas es la de Zelazo et al. (2004),
quienes clasifican a las FE distinguiendo entre las FE cálidas (control inhibitorio,
toma de decisiones y regulación emocional) y las FE frías (procesos cognitivos –
atención, flexibilidad cognitiva, planificación, etc.-). En la misma línea se encuentran
los aportes de Anderson (2008), quien categoriza a las FE en cuatro dominios
interdependientes: procesamiento de la información, control atencional, flexibilidad
cognitiva y establecimiento de objetivos. A su vez, propone que entre los elementos
clave que comprenden las FE, se encuentran el desarrollo de la atención, control de
impulsos y autorregulación, flexibilidad mental, selección de estrategias, etc. (Zelazo
et al., 2004; Anderson, 2008, Citados en Herreras, 2014).
Hoy en día, se cuenta con numerosos estudios que han mencionado
alteraciones en diversos componentes de las FE en la población con TEA, como la
planificación, toma de decisiones, inhibición, atención, flexibilidad, entre otros. Esto,
permite concluir un perfil de afección particular, que si bien no forman parte de las
características centrales del TEA, se presentan en grandes casos. A continuación,
se detallarán sólo algunos de los componentes alterados en dicha población.
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capacidad de concentrarse exclusivamente en algún objeto de su interés durante
largos periodos de tiempo (Richaudeau, 2014). Siguiendo los aportes de la autora,
menciona que existen diferencias en el procesamiento de tres redes atencionales: la
orientación visual, la atención focalizada, y la red ejecutiva y control atencional. En
cuanto a la atención focalizada cita a Fein (2011), quien afirma que en los niños con
TEA existe una sobrefocalización de la atención y a Wang y cols. (2007), quienes en
un estudio aplicaron la tarea de Navon y encontraron que los niños fijaron su
atención en los detalles más que en los rasgos globales, lo que dio cuenta de una
predominancia del procesamiento local por sobre el procesamiento global. Merchán-
Naranjo et al. (2015) llevaron a cabo una investigación en donde buscaron evaluar
el perfil cognitivo de funcionamiento ejecutivo en niños y adolescentes con TEA,
comparándolos con un grupo control sin diagnóstico. A través del Trail Making Test
(TMT), del Test de Clasificación de Cartas de Wisconsin (WCST) y del Continuous
Performance Test-II (CPT-II), evaluaron el cambio atencional, la atención sostenida
y la atención selectiva. Los resultados arrojaron déficits en los tres dominios, en
tanto los participantes presentaron dificultades para resolver las tareas que
implicaban el uso de los mismos. Por otro lado, Seijas Gómez (2015) menciona que
varios trabajos encuentran: problemas en la atención focalizada y selectiva en niños
con TEA en comparación con sujetos control; mayor resistencia a la hora de
cambiar el foco atencional hacia otros estímulos, y un mayor tiempo de focalización
en estímulos no sociales y relacionados o no con intereses restringidos. La dificultad
para hacer un “desenganche” atencional es, para algunos autores, un marcador
fenotípico de TEA en edades tempranas.
Inhibición. Dicho término, fue definido por Miyake et al. (2000) como la
capacidad de inhibir deliberadamente las respuestas dominantes, automáticas o
prepotentes cuando sea necesario. Según Pérez y Pérez (2011), la capacidad de
inhibir es uno de los procesos mentales imprescindibles para la regulación y el
control del comportamiento, su flexibilidad y adaptación. Richaudeau (2014)
menciona a la inhibición como la habilidad de atender selectivamente a un estímulo
relevante mientras se inhibe la atención y/o respuestas a estímulos irrelevantes.
Herreras (2014) refiere que la inhibición es un proceso que se encuentra ligado a la
capacidad de autorregulación de la conducta.
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Hace ya varios años, se han llevado a cabo diversos estudios donde se han
aplicado pruebas y tareas como las de Hayling, Stroop, y Go/No-Go, para evaluar la
inhibición en el autismo. Si bien los resultados no son concluyentes, estudios han
encontrado fallas en la inhibición de la respuesta prepotente –tanto en la población
de niños como adultos con TEA- (Ozonoff et al., 1991; Hughes y Russell, 1993; Hill
y Bird, 2006, citados en Pérez y Pérez, 2011 y Richaudeau, 2014). En el estudio de
Merchán-Naranjo et al. (2015), también evaluaron la inhibición por medio del
Continuous Performance Test y el Test de Stroop. Los niños y jóvenes con TEA
presentaron dificultades para inhibir respuestas prepotentes, implicando tiempos
mayores para el procesamiento de la información y realización de tareas. Autores
como Pérez y Pérez (2011) plantearon que la alteración de los procesos inhibitorios
podría ser la base de los comportamientos repetitivos y estereotipados y del deseo
de invarianza, característicos del cuadro del TEA. Según estos autores, la
imposibilidad de inhibir pensamientos o acciones en el ejercicio de una actividad,
llevaría a las personas a la perseveración, la rigidez y la persistencia. En la misma
línea, el modelo de autorregulación de Barkley (1997) establece una relación entre
la inhibición y la regulación de la conducta, por lo que déficits inhibitorios impactan
de manera directa sobre el control de la misma. Sin embargo, existen quienes
plantean que si se observan déficits inhibitorios, estos no se encuentran asociados
con la sintomatología autista per se, sino con déficits atencionales comórbidos
(Bishop y Norbury, 2005). Por ejemplo, Kilincaslan et al. (2010), citados en Merchan-
Naranjo et al. (2015) llevaron a cabo tareas de atención sostenida en pacientes con
TEA y un grupo sin diagnóstico. En su estudio no encontraron diferencias
significativas entre grupos, pero sí encontraron cuando los pacientes con TEA
presentaban comorbilidad con Trastorno por Déficit de atención e hiperactividad
(TDAH).
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encuentra íntimamente ligado a la flexibilidad es el de atención alternante (shift),
definida como la capacidad de cambiar el foco atencional de modo flexible,
alternando entre diferentes estímulos (Soprano, 2009).
Pese a que la inflexibilidad cognitiva no sea una sintomatología única de las
personas con TEA, Ozonoff y Jensen (1999); Geurts et al. (2004); Hill (2004);
citados en Matson (2016), mencionan que los problemas en este constructo son los
más frecuentes y consistentes en el TEA, creyéndose que son la base de ciertos
síntomas característicos como la perseveración, el comportamiento estereotipado,
intereses restringidos y la inflexibilidad en la rutina y ante los cambios. Ozonoff y
Jensen (1999) han evaluado la flexibilidad cognitiva a través de la tarea de
clasificación de cartas de Wisconsin, los resultados indicaron un aumento
significativo de respuestas perseverativas en el desempeño de niños con TEA en
dicha tarea. El mismo resultado se encontró en un estudio realizado por Prior y
Hoffman (1990) y en una evaluación realizada por Veenstra et al. (2012) (citados en
Wetherby y Prizant, 2000). Por otro lado, Sinzig et al. (2008), citado en Matson
(2016) se han encontrado con dificultades en la flexibilidad cognitiva en un estudio
aplicado a niños y adolescentes con TEA. Merchán-Naranjo et al. (2015) aplicaron la
tarea de clasificación de cartas de Wisconsin, encontrándose con los mismos
resultados obtenidos por Ozonoff y Jensen en 1999.
Mindfulness
Si bien el término MF se ha expandido en la cultura occidental en los últimos
30 años, su origen se remonta a unos 2.500 años en la religión budista. MF –
concepto que suele traducirse como atención plena (AP) o conciencia plena-, es la
traducción en inglés de la palabra Sati, que significa conciencia, atención y
recuerdo.
A lo largo de los años, el MF ha sido definido de diversos modos, por lo que
su significado no se reduce únicamente a la traducción de sati. Pese a dicha
pluralidad de significados, Bishop destaca la falta de una definición operativa y
consensuada de la AP, por lo que publica junto a otros autores una definición del
MF en la que diferencia dos tipos de componentes (Bishop et al., 2004). El primero
es la autorregulación de la atención, que se encarga de mantener y redireccionar la
atención, así como de seleccionar estímulos concretos. Dicho componente incluye
tres procesos, los cuales son la atención sostenida, la conmutación de la atención y
la inhibición de la elaboración de pensamientos, sentimientos, sensaciones y
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emociones. El segundo componente es la orientación hacia la experiencia, gracias
al cual se aprende a no reaccionar automáticamente a la estimulación que se esté
percibiendo o experimentando (Mañas et al., 2014). Si bien MF suele traducirse
como meditación, dicho término no se restringe meramente a la práctica de la
misma.
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caminando, estiramientos suaves, la atención en la vida cotidiana y la revisión
atenta del cuerpo (Body Scan). El Body Scan es una forma de meditación en la cual
las personas deben concentrarse en diversas partes del cuerpo; según Pérez y
Botella (2006), su práctica aumentaría la capacidad de concentrar la atención, así
como también la flexibilidad para enfocarla.
Desde el surgimiento de tal programa, han sobrevenido prácticas
psicoterapéuticas que han incorporado la técnica del MF. Las mismas, se han
combinado con la TCC en un intento de mejorar el tratamiento de ciertos trastornos
específicos, como los Trastornos de Ansiedad, el Trastorno Límite de la
Personalidad, la Depresión, entre otros. Además, existen Intervenciones Basadas
en MF aplicables en diversos contextos y poblaciones específicas, como niños,
ancianos, pacientes hospitalizados, etc. En esta tesina, se hará hincapié en las
intervenciones basadas en MF destinadas a la población de niños y jóvenes con
TEA.
Desarrollo
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Capacitación Simultánea: Programa MYmind
En cinco de once estudios analizados (de Bruin et al., 2014; Fai-Ho et al.,
2021; Ridderinkhof et al., 2017, 2018; Salem-Guirgis et al., 2019) se aplicó un
programa basado en Mindfulness llamado MYmind (MYM). El mismo tiene una
duración de 9 semanas, con sesiones de 90 minutos. Consta de nueve sesiones
grupales semanales paralelas para niños y padres, más una sesión de refuerzo
nueve semanas después de la última sesión. Se basa en el protocolo MYM para
niños con TDAH (Van der Oord et al., 2012; Van de Weijer Bergsma et al., 2012), en
el entrenamiento de atención plena (AP) para adultos con TEA (Spek et al., 2013) y
en el libro Mindful Parenting de Bögels y Restifo (2013), incluyendo ejercicios de AP
basados en MBCT (Segal et al., 2012) y MBSR (Kabat-Zinn, 1982).
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cómo afrontar los sentimientos: alimentación consciente; espacios de respiración; y
distintos tipos de meditación: de sonidos, corporal, de respiración, caminando y de
pensamientos.
Encuadre Metodológico.
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seguimiento a los dos meses, aunque sólo un estudio incluyó línea de base y
seguimiento al año, efectuando además un análisis cualitativo.
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en los resultados obtenidos, en tanto se basaron en percepciones de los propios
sujetos.
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Por último, hallaron mejoras en la salud mental juvenil inmediatamente
después del entrenamiento, reportando un aumento en la calidad de vida, bienestar
emocional y rumiación; para los síntomas centrales de autismo y la atención plena
los resultados no fueron significativos en ninguna ocasión.
A partir de los resultados obtenidos, los autores concluyeron que pese a
ciertas limitaciones de las investigaciones, los programas basados en MF son
prometedores y factibles para los niños y jóvenes con TEA, ya que los resultados
muestran efectos positivos y respaldan a MYmind como posible programa de
entrenamiento.
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Intervención sobre Cuidadores: Efectos sobre Niños y Jóvenes
Cuatro estudios (Singh et al., 2014, 2019, 2020; Harmony & Woodard, 2020)
trabajaron exclusivamente con los adultos. El objetivo de los investigadores fue
evaluar los efectos transaccionales sobre las conductas problemáticas de jóvenes
con TEA, mediante la capacitación para madres y personal de escuela a través de
una intervención basada en MF.
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Encuadre de las Intervenciones. Todas las capacitaciones fueron
impartidas por un profesional de la salud mental que contaba con experiencia en la
práctica y enseñanza de meditación, y en el desarrollo e implementación de planes
de intervención conductual. Tres estudios (Singh et al., 2014; 2019; 2020) utilizaron
el programa de Apoyo Conductual Positivo Basado en la Atención Plena (MBPBS
por sus siglas en inglés), mientras que Harmony & Woodard (2020) utilizaron un
Entrenamiento Basado en MF. El primero, tuvo una duración de 40 semanas, en
tanto que el último duró 24 semanas.
El MBPBS, es un programa personalizado en el cual se capacita a los padres
con el fin de reducir el estrés psicológico a través de procedimientos de atención
plena, y de ayudar a los jóvenes con TEA a controlar por sí mismos sus conductas a
través de un apoyo al comportamiento positivo. Durante el entrenamiento, se les
enseña a los padres a estar en el momento presente, el compromiso cognitivo,
discusiones sobre la ira, y los principios rectores de apoyo conductual positivo.
Además se incluyen temas provenientes de algunas tradiciones budistas, entre
ellos: los cuatro inconmensurables y su visualización, los cinco obstáculos para la
meditación y los llamados tres venenos.
El entrenamiento basado en MF consistió en sesiones semanales de una
hora. Durante la fase de entrenamiento, se les enseñó a los participantes los
rudimentos de la atención plena y prácticas de meditación. Por otro lado, se animó
a los participantes a utilizar todos los conceptos y prácticas aprendidas en el hogar y
lugar de trabajo.
Al indagar sobre sus particularidades, se encontró que ambas intervenciones
presentaban características similares al programa MYmind. A los participantes
también se les enseñó a centrar la atención en el cuerpo y la respiración; a realizar
una exploración corporal en la que puedan poner atención a los estímulos
agradables y desagradables y a las emociones; y los beneficios de la alimentación
consciente. Los ejercicios también fueron similares, en tanto consistieron en la
práctica de meditación caminando, de pensamientos, de concentración y enfoque
corporal –como la respiración o la planta de los pies-, de escucha atenta, meditación
de introspección y de movimiento.
Encuadre Metodológico.
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Muestras y sus Características. Los estudios estuvieron conformados por
niños y jóvenes; el rango de edad considerado fue de 9 a 19 años. El tamaño de la
muestra fue variado. En dos estudios (Singh et al., 2014; Harmony y Woodard,
2020) contaron con una muestra pequeña de 3 y 5 participantes, mientras que en
Singh et al. (2019, 2020) tuvo un tamaño de 47 y 65 sujetos respectivamente. Para
el reclutamiento, se especificaron criterios de inclusión que comprendían un
diagnóstico TEA y la presencia de comportamientos desadaptativos. Los criterios de
exclusión no fueron mencionados. Los participantes fueron reclutados mediante
publicidad en sitios de salud mental destinados a la población de padres con hijos
con algún tipo de discapacidad o trastorno, y de boca en boca; y en una escuela
para niños con discapacidades del desarrollo en Harmony y Woodard (2020). Al
igual que en el programa MYmind, los autores tuvieron en cuenta e informaron que
una parte de los jóvenes tomaba medicación (n=51) y que algunos padres habían
recibido un programa destinado a los comportamientos problemáticos de los
jóvenes.
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fase- no se introdujo otras intervenciones más que la verificación de confiabilidad
de los datos del comportamiento desadaptativo de los estudiantes (acuerdo
interobservador).
La duración de los programas de entrenamiento también presentan grandes
variaciones: desde un programa de 3 días, otro de 8 semanas, y dos de 12
semanas.
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instrumentos de medición, y es que probablemente los resultados de estos estudios
también se hayan visto influidos por las percepciones de los sujetos.
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Capacitación de Capacitadores: Padres como Maestros de MF para sus Hijos
Dos estudios (Hwang et al., 2015 y Singh et al., 2011) capacitaron a los
padres de jóvenes con TEA para que se conviertan en maestros de atención plena
(AP) de sus propios hijos, con el objetivo de evaluar los efectos sobre las conductas
problemáticas de los jóvenes, y que los mismos pudieran usar la meditación de AP
para manejar su propio comportamiento.
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pensando en un incidente que los haya hecho enojar. El fin era que las madres
enseñen a los adolescentes a desviar su atención de la emoción u otros
desencadenantes del comportamiento agresivo a un objeto neutral: la planta de sus
pies. Los adolescentes practicaron las técnicas entre 23 a 30 semanas, y se realizó
un seguimiento de tres años.
Respecto al estudio de Hwang et al. (2015), los investigadores
implementaron una intervención llamada “Cultivando la Mente” que consistió en una
sesión semanal de 2.30 hs; esta constaba de 2 etapas: entrenamiento destinado a
las madres, y entrenamiento mediado por las madres hacia sus hijos. Durante la
primera etapa, se capacitó a las madres para lograr fluidez en la teoría y práctica de
atención plena, incluyendo un periodo de auto práctica de dos meses. Al igual que
los estudios anteriormente mencionados, cada semana se trabajó con un tema en
particular, los cuales fueron semejantes: trabajaron con el establecimiento de la
conciencia del cuerpo, prestando atención a la respiración, enseñando a ser
concientes de las sensaciones y seguir el flujo de los pensamientos. También
incluyeron los mismos tipos de meditación, como la meditación caminando, de
pensamiento y en movimiento, enseñándoles la postura. Al igual que en el programa
MBPBS, incorporaron la enseñanza de temas provenientes de ciertas tradiciones
budistas.
Durante la segunda etapa, las madres enseñaron a sus hijos 5 actividades
básicas de atención plena (“cat walking”, “figure 8”, “waving”, “lion lying” y “sounds”)
diseñadas para centrar su atención a lo largo del tiempo mediante el movimiento
corporal, los sonidos y la respiración. Un punto importante que los autores destacan
sobre esta intervención, es que no se entrenó a las madres para reproducir una
técnica de AP aprendida, sino para que puedan adaptar creativamente la meditación
en MF en situaciones específicas.
Encuadre Metodológico.
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Muestras y sus Características. Las muestras estuvieron conformadas por
6 (Hwang et al., 2015) y 3 participantes (Singh et al., 2011). El rango de edad
considerado fue de 8 a 17 años. Los participantes fueron reclutados mediante
publicidad en sitios web e instituciones destinadas a la población TEA; tres de ellos,
fueron remitidos para intervención debido a las tasas altas de comportamiento
agresivo en el hogar. Al igual que las investigaciones anteriores, los autores
informaron que tres jóvenes tomaban medicación para controlar su comportamiento
agresivo; y las familias habían recibido capacitación conductual en el manejo de las
conductas de sus hijos. Si bien los autores no mencionaron criterios de inclusión ni
de exclusión, resulta evidente que la principal característica para participar haya
sido la presencia de comportamientos problemáticos.
1
Las conductas autoagresivas incluyeron golpearse la cabeza y pellizcarse; las agresiones dirigidas a otros
fueron golpear, patear, morder y escupir; dentro de las conductas disruptivas se encontraron gritos, llanto,
romper objetos.
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semana durante la línea de base, de 4 a 6 por semana durante el entrenamiento y
tasas cero durante las últimas cuatro semanas de intervención. Durante el
seguimiento por tres años, la agresión ocurrió a una tasa de aproximadamente una
por año. Hwang et al. (2015) encontraron una reducción significativa en las
puntuaciones de problemas totales en CBCL al final del entrenamiento a nivel
grupal. Además, los últimos autores encontraron una reducción adicional en los
problemas de atención y de pensamiento, en la ansiedad y en el comportamiento de
incumplimiento de reglas.
A partir de los resultados obtenidos, los autores concluyeron que existe una
relación causal entre el procedimiento de AP y la reducción de los comportamientos
problemáticos, y que los jóvenes con autismo pueden aprender y usar de manera
efectiva un procedimiento basado en la AP para auto gestionar sus conductas.
Además, los efectos sugieren que el entrenamiento de los padres en atención plena
produjo un bienestar psicológico en ellos que pudo haber influido en el bienestar
conductual de sus hijos.
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Análisis Comparativo
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2020; Harmony y Woodard, 2020) implementaron una lista de conteo sobre la
frecuencia de ocurrencia de las conductas objetivo durante las fases de evaluación,
basándose en la recopilación de datos por parte de los adultos a cargo.
Como se puede observar, gran parte de la muestra de los estudios
seleccionados se basaron en informes de los propios participantes. Respecto a este
punto, los autores consideraron un posible sesgo de los encuestados que podría
haber afectado a los resultados. Teniendo en cuenta este factor, se podría pensar
que los resultados arrojados no reflejarían de manera directa los cambios efectivos
producidos en las áreas evaluadas, sino más bien aquello que percibieron los
participantes. Probablemente, las personas a cargo de los niños y jóvenes
esperaron en cierto punto, obtener cambios positivos gracias a las intervenciones.
En cuanto a los procedimientos de análisis de los datos obtenidos, estos
fueron muy heterogéneos; si bien en todos los casos fue de tipo cuantitativo, se
evaluaron diversas variables a través de múltiples instrumentos de medición. Las
investigaciones fueron estudios cuantitativos.
Para el reclutamiento de los participantes, gran parte utilizó como recurso la
publicidad en sitios webs o instituciones relacionadas con la salud y dirigidas hacia
la población con discapacidad. La mayoría de los autores no especificó si definieron
criterios de inclusión para la búsqueda, excepto Harmony y Woodard (2020) que
incluyeron la presencia de comportamientos desadaptativos, y los encuadrados en
el programa MYM, donde dos estudios (Ridderinkhof et al., 2017, 2018)
mencionaron un C.I ≥ 80 y uno una puntuación > 14 en SCQ o > 60 en SRS (Salem-
Guirgis et al., 2019). Respecto a los criterios de exclusión, sólo fueron especificados
por cuatro estudios del programa MYM (Ridderinkhof et al., 2017, 2018; Salem-
Guirgis et al., 2019; Fay-Ho et al., 2021). A diferencia de aquellos que buscaron
medir las conductas problemáticas, los mismos incluyeron este aspecto dentro de
los criterios de exclusión, junto con que los niños y jóvenes no presenten una
inteligencia limítrofe o que posean un dominio inadecuado del idioma. Por otro lado,
gran parte de los estudios tuvieron en cuenta si los participantes –tanto adultos
como jóvenes-- habían realizado algún tipo de tratamiento terapéutico y si estos
últimos se encontraban bajo tratamiento psicotrópico. Teniendo en cuenta estas
características, se podría pensar cierta inclinación por parte de los investigadores
hacia una muestra poblacional de niños y jóvenes con TEA con capacidades
cognitivas cercanas al promedio.
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En cuanto a las muestras, estuvieron conformadas por niños y jóvenes con
un rango de edad de 8 a 23 años. Las mismas, tuvieron una gran recurrencia de
cuadros diagnósticos, siendo los principales Asperger, TGD y en menor medida TEA
grado 1 y 2. Además, una parte de los participantes presentaron comorbilidad con
TDAH, Trastornos de Internalización 2, y enfermedades mentales no especificadas
por los autores. El tamaño de las mismas no resultó homogéneo entre los once
estudios. Cuatro de ellos (Singh et al., 2011, 2014; Hwang et al., 2015; Harmony y
Woodard, 2020), contaron con una muestra pequeña de 3 participantes en tres
estudios y 6 participantes en uno; y siete oscilaron entre 19 y 65 participantes (de
Bruin et al., 2014; Ridderinkhof et al., 2017, 2018; Salem-Guirgis et al., 2019; Singh
et al., 2019, 2020; Fay-Ho et al., 2021). Pese a esto, sí resultaron homogéneas en
los estudios que buscaron que los padres enseñen a sus hijos, en tanto ambos
incluyeron muestras pequeñas de 3 y 6 participantes.
Respecto a las particularidades de las intervenciones, un total de nueve
estudios establecieron sesiones grupales, en tanto que sólo dos estudios de
muestra pequeña (Singh et al., 2011, 2014) implementaron sesiones individuales. El
tiempo de duración de las intervenciones, teniendo en cuenta todas las fases, no
resultó homogéneo a nivel grupal, ya que oscilaron entre 8 y 40 semanas. Sin
embargo, aquellos que aplicaron los programas estandarizados MYM y MBPBS,
tuvieron una duración de 9 y 40 semanas respectivamente. En lo que respecta a la
duración de cada fase, las mismas tampoco resultaron homogéneas. Las sesiones
de entrenamiento de los participantes fueron diarias -1 a 3 días- para tres estudios
(Singh et al., 2011, 2019, 2020) y semanales para los ocho restantes, con una
duración de entre 8 y 12 semanas. Cada sesión, fluctuó en una duración de 30
minutos a 2:30 horas. Respecto a la fase de entrenamiento dictado por los padres
hacia sus hijos, en Singh et al. (2011) tuvo una duración entre 25 a 30 semanas;
mientras que en Hwang et al. (2015) no se especificó la duración, aunque los
autores solicitaron que dicha etapa tenga una duración de 12 meses. En cuanto a la
fase de práctica en aquellos estudios que capacitaron exclusivamente a las figuras a
cargo de los niños y jóvenes, la duración fue de 30 semanas en el programa
MBPBS y de 12 semanas en Harmony y Woodard (2020).
2
Los Trastornos de Internalización incluyeron: Trastorno Obsesivo Compulsivo, Trastorno de Pánico,
Trastorno de Ansiedad Generalizada, Trastorno de Estrés Postraumático, Trastorno Depresivo,
Trastorno Distímico y Trastorno de Ansiedad no especificado de otra manera.
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Los diseños utilizados fueron bastantes variables, aunque todos ellos son de
tipo experimental. El diseño de medidas repetidas fue el más utilizado, en un total de
cuatro estudios, donde los participantes fueron evaluados principalmente en el pre-
tratamiento, post-tratamiento y durante un seguimiento con duración de 2 meses en
cuatro estudios, un año en un estudio, y 3 años en otro. Por otro lado, tres estudios
emplearon un diseño de grupo control (Singh et al., 2019; Harmony y Woodard,
2020; Fay-Ho et al., 2021). Además, tres estudios utilizaron un diseño de línea de
base múltiple de 3 fases: línea de base, entrenamiento y práctica-seguimiento
(Singh et al., 2011, 2014, 2019).
Todas las capacitaciones, fueron brindadas por personal preparado en la
práctica y enseñanza de MF. Pese a que no todos los estudios implementaron las
mismas intervenciones, su estructura siguió un patrón muy similar. La mayoría
incluyó la enseñanza de teoría y práctica, para que los participantes puedan
manejar los conceptos básicos de la atención plena y meditación para poder
aplicarlos en la práctica de los ejercicios. Solo un estudio (Singh et al., 2011) no
incorporó instrucción teórica. La teoría se dividió por temas semanales o diarios,
según la duración de cada estudio. Los temas principales abordaron cuestiones
ligadas a la postura de la meditación, a focalizar la atención y a cómo afrontar y
poder lidiar con los sentimientos y pensamientos. Particularmente, los estudios
encuadrados en el programa MBPBS, SoF y MYM, se enfocaron en el sentimiento
de ira. Por otro lado, los estudios de MBPBS trataron temas pertenecientes a las
tradiciones budistas Tibetana y Mahayana. A los participantes se les enseñó a
centrar la atención en distintas partes del cuerpo, así como en la respiración. Por
ejemplo, en Singh et al. (2011) los participantes aprendieron a desviar su atención
de los pensamientos desagradables y de la emoción, focalizándose en la planta de
sus pies. Las prácticas estuvieron en sintonía con aquellos temas abordados
durante las sesiones dedicadas a la teoría. En todos los estudios, los ejercicios
consistieron en prácticas de meditación corporal y de respiración, aunque seis de
ellos también incorporaron la meditación caminando y dos estudios la meditación de
movimiento.
Aquellos estudios encuadrados en el programa MYM, incluyeron además la
aplicación de MF en situaciones que resultan estresantes para los jóvenes con TEA,
incorporando la meditación de sonido ante sonidos perturbadores y la meditación de
pensamiento ante pensamientos repetitivos. Por otro lado, tres estudios (de Bruin et
31
al., 2014; Salem-Guirgis et al., 2019; Harmony y Woodard, 2020) implementaron la
alimentación consciente. En términos generales, todos los estudios buscaron
capacitar a los participantes para que aprendan a mejorar la concentración y
aumentar la conciencia de las sensaciones corporales, los sentimientos y los
pensamientos, poniendo en práctica el manejo de la atención. Este hecho, deja en
evidencia que uno de los mecanismos centrales que se pone en juego en las
intervenciones basadas en MF, es el de la autorregulación de la atención. Por otro
lado, es importante considerar que ciertos aspectos de las intervenciones, como el
poder focalizar, desviar y sostener la atención, se relacionan directamente con
componentes de las FE tales como la flexibilidad cognitiva y el control atencional; y
que la habilidad de atender selectivamente a ciertos estímulos relevantes tienen que
ver con procesos de inhibición.
Pese a que las intervenciones fueron variadas, los resultados se encontraron
en la misma línea. Posiblemente esto se deba a que la teoría y los ejercicios de
práctica resultaron muy similares entre los once estudios. Aún así, los mismos
fueron significativos en distintas etapas del estudio. Según lo reportado, las
principales áreas evaluadas y beneficiadas fueron la conducta y el comportamiento
social; aunque en menor medida se halló además, mejoras en el funcionamiento
emocional, salud mental juvenil y la atención. Estos aspectos, resultan plausibles de
ser analizados a nivel ejecutivo, dado que ciertos componentes de las FE influyen
de manera directa sobre las conductas y las emociones. Posiblemente, mejoras
sobre la inhibición hayan generado un mejor control y regulación de la conducta y de
las emociones, hecho que se refleja en las mejoras comportamentales y
emocionales.
Aquellos estudios que evaluaron los efectos sobre las conductas
problemáticas y el cumplimiento de solicitudes, encontraron mejoras en las dos
áreas. La disminución significativa de los comportamientos problemáticos y el
aumento de cumplimiento a las solicitudes, pudieron observarse desde la fase de
práctica (Singh et al., 2014, 2020) y desde la fase control (Singh et al., 2019).
Además, las mejoras en las conductas ocurrieron ya desde el inicio del tratamiento
hasta el de mantenimiento en Harmony y Woodard (2020), desde el entrenamiento
para hijos (Singh et al., 2011) y al final del entrenamiento para padres (Hwang et al.,
2015). En aquellos estudios que incorporaron una fase de seguimiento, los
resultados se mantuvieron durante la duración de la misma. También se apreciaron
32
mejoras en el cumplimiento de solicitudes después del entrenamiento de atención
plena para niños.
Los estudios que aplicaron MYM, sólo encontraron mejoras en el
comportamiento social, funcionamiento emocional y conductual, en la atención y en
la salud mental juvenil. Respecto al comportamiento social, dos de ellos (de Bruin et
al., 2014; Fay-Ho et al., 2021) hallaron efectos significativos en la respuesta social
durante el seguimiento; y otros dos (de Bruin et al., 2014; Salem- Guirgis et al.,
2019) en la motivación social; por último, de Bruin et al. (2014), Ridderinkhof et al.
(2017) y Salem- Guirgis et al. (2019) encontraron mejoras en la comunicación social,
con un efecto significativo durante el seguimiento, al año y en el pre y post-test,
respectivamente. En cuanto al funcionamiento emocional y conductual, tres estudios
(Ridderinkhof et al., 2017; Salem- Guirgis et al., 2019; Fay-Ho et al., 2021) hallaron
mejoras en problemas de internalización y externalización, sólo uno en
comportamientos restrictivos y repetitivos, y otro en reevaluación cognitiva y
regulación emocional. Los cambios fueron advertidos en su mayoría durante las
etapas de seguimiento, aunque Salem-Guirgis et al. (2019) reportaron mejoras en
externalización y reevaluación cognitiva desde el post-test. Los efectos para la
reevaluación ya no fueron significativos en el seguimiento. Respecto a la salud
mental juvenil, los aspectos incluidos dentro de esta categoría fueron homogéneos.
Sólo dos estudios (de Bruin et al., 2014; Ridderinkhof et al., 2017) evaluaron los
efectos sobre la rumiación, los cuales fueron significativos en la fase de
seguimiento. El resto de los aspectos sólo fueron evaluados por un estudio cada
uno, siendo las habilidades adaptativas, el bienestar emocional, estrés y calidad de
vida. Los efectos fueron significativos desde la fase post-test en dos estudios y
desde el seguimiento en otros dos.
Para finalizar, sólo tres estudios buscaron evaluar aspectos relacionados a
las FE. Fay-Ho et al. (2021) indagaron los efectos del programa MYM sobre las FE
a través del BRIEF, basándose en el índice global de FE, índice de regulación
conductual y de metacognición. Los mismos, se componen de las escalas de
inhibición, supervisión de sí mismo, memoria de trabajo, planificación y
organización. El índice global es un resumen de todas las escalas clínicas del
BRIEF. Los investigadores reportaron pocas mejoras, lo que indicaría que la AP no
produciría efectos beneficiosos sobre las escalas mencionadas. Por otra parte, se
hallaron mejoras significativas en los problemas de atención a partir del pre-test, con
33
efectos que se mantuvieron durante el seguimiento (Ridderinkhof et al., 2017). Si
bien Hwang et al. (2015) no midieron dicha variable, se encontraron con una
reducción en los problemas de atención, aunque no especificaron las etapas. Por
último, Ridderinkhof et al. (2018) reportaron efectos significativos en la alerta, la
orientación y la atención ejecutiva a partir del post-test y seguimiento para la alerta,
y a los dos meses de seguimiento para los últimos.
A partir de los efectos reportados, los investigadores concluyeron que las
intervenciones basadas en MF son prometedoras a la hora de producir mejoras en
los niños y jóvenes con TEA, en tanto evidenciaron una correlación entre la
aplicación de intervenciones basadas en MF y la presencia de efectos positivos en
los aspectos que han sido mencionados. Aún así, los resultados deben ser
interpretados y generalizados con precaución, ya que los autores mencionaron
ciertas limitaciones metodológicas. Entre las más comunes se encontraron el
tamaño de la muestra, la utilización de autoinformes y evaluaciones completadas
por los padres y la falta de condiciones de control.
Conclusión
34
existencia de intervenciones basadas en MF que además de capacitar a los niños y
jóvenes con TEA, además se emplean sobre el entorno social de dicha población.
Las mismas, demostraron efectos beneficiosos sobre la población TEA de manera
indirecta, al entrenar en la práctica de la atención plena a su entorno y al
capacitarlos para que ellos mismos les enseñen a los niños y jóvenes.
Como se ha mencionado, los estudios variaron en cuanto a la metodología
de la investigación. Aún así, independientemente de los variados diseños
experimentales y modos de tratamiento empleados en las investigaciones, los
resultados arrojados en los once estudios se encontraron en sintonía; por lo que los
investigadores arribaron a la misma conclusión: las intervenciones basadas en MF
son factibles a la hora de producir mejoras en los niños y jóvenes con TEA. De
todos modos, no hay que dejar de destacar que las limitaciones propias de cada
estudio hicieron que los resultados deban interpretarse con precaución.
Un aspecto que resulta atrayente en este punto, es la similitud de los
resultados en todos los estudios pese a las diferencias respecto a los sujetos hacia
los que se dirigió la capacitación y el rol de los mismos. Esto, sería un buen
indicador a tener en cuenta a la hora de desarrollar programas basados en
Mindfulness dirigidos a la población de niños y jóvenes con TEA, ya que
independientemente del sujeto al que estén destinadas las intervenciones -sea la
población TEA, sus padres u otras personas a cargo-, los resultados arrojan efectos
similares sobre los niños y jóvenes con autismo. Lo mismo ocurre con la duración de
las sesiones, las cuales tuvieron una duración que osciló desde 30 minutos hasta
2:30 hs. A partir de esta consideración, sería lógico pensar que aquellas que
destinaron menor tiempo al entrenamiento, hayan arrojado resultados no tan
favorables respecto a los efectos de las intervenciones; sin embargo, pareciera que
la variación en la duración, no fue un factor que haya incidido en los resultados
obtenidos.
Por otro lado, cabe preguntarse ciertas cuestiones. Una de ellas es hasta qué
punto es posible generalizar los resultados reportados a todo el espectro de niños y
jóvenes con TEA, ya que las intervenciones estuvieron destinadas, en su mayoría, a
sujetos con TEA con un perfil de rendimiento superior al promedio. Así mismo, esto
lleva a cuestionarse si las intervenciones implementadas producirían los mismos
efectos sobre la población con TEA en general.
35
En lo que compete al eje principal del presente trabajo, se identificaron a la
conducta y al comportamiento social como principales áreas beneficiadas, aunque
también se reportaron mejoras a nivel emocional y en la salud mental juvenil.
Respecto a las funciones ejecutivas, durante el análisis se halló que el interés de la
mayoría de los investigadores no se centró en evaluar los efectos de las
intervenciones a nivel ejecutivo, sino que se enfocaron principalmente en evaluar el
impacto sobre las variables observables. Aun así, tres estudios sí recopilaron datos
relacionados a las FE a través de diversos instrumentos de medición, indicando
mejoras en los problemas de atención y en la alerta, orientación y atención
ejecutiva. Si bien podrían tomarse estos resultados como preliminares, de todos
modos no sería prudente arribar a una conclusión sobre la efectividad de las
intervenciones a nivel ejecutivo basándose en los resultados de tres estudios. Por
este motivo, no resultó posible llegar a conclusiones que afirmen o no si las
intervenciones basadas en la atención plena impactan a nivel ejecutivo.
Al comienzo del presente trabajo, estuvo previsto analizar los posibles
efectos de las intervenciones basadas en MF sobre las FE. Sin embargo, a lo largo
del desarrollo se encontró que poco fue lo que reportaron las investigaciones al
respecto. Más bien, se ha dado con reportes que en su mayoría, refirieron al área
comportamental.
Aún así, los resultados arrojados por los estudios abren cierto debate. El
hecho de que se hayan empleado diversos instrumentos para relevar los efectos de
las intervenciones, podría haber influenciado aquello que se ha detectado. Mientras
que la mayoría de los estudios se basó en reportes informados por los cuidadores a
cargo de los niños y jóvenes, aquellos encuadrados en el programa MYmind
utilizaron una batería de instrumentos destinados a evaluar una serie de
dimensiones específicas. Esto, podría reflejar las expectativas de los investigadores
por relevar cambios en determinadas variables evaluadas, llevando tal vez a cierto
sesgo en el reporte de los resultados. Quizás, podrían haber sucedido cambios
positivos en otras áreas, que por motivos metodológicos, no fueron detectados.
Un punto de interés del presente trabajo se centró en las características
principales de las intervenciones seleccionadas. A partir de la evaluación de las
mismas, se encontró que más allá de las diferencias propias de cada estudio, todas
incluyeron prácticas fundamentadas en los componentes principales del MF y en los
mecanismos de acción: la autorregulación y la sostenibilidad de la atención. Esto se
36
evidenció en la mayoría de los ejercicios implementados, en tanto consistieron en
prácticas de meditación diseñadas para prestar atención y concentrarse en distintas
partes del cuerpo; y para desviar la atención de aquellos estímulos distractores.
Asimismo, no debe desatenderse el hecho de que la práctica del MF
pretende que quienes la practiquen aprendan a enfocar la atención en distintas
áreas, a fin de interrumpir y desactivar la desregulación emocional (Korman y Garay,
2018, p. 138).
Considerando estos aspectos, cabría preguntarse si la práctica de los
ejercicios implementados por las intervenciones podría haber impactado a nivel
ejecutivo, ya que como se desarrolló a lo largo del trabajo, la autorregulación de la
atención incluye procesos que se encuentran íntimamente ligados con ciertos
componentes de las FE: el control inhibitorio, la flexibilidad cognitiva y el control
atencional. Teniendo en cuenta estas particularidades, resultaría evidente que los
participantes de los estudios aquí incluidos, tanto los adultos como los niños y
jóvenes con TEA, debieran poner en práctica sus capacidades de atender
selectivamente a un estímulo o parte del cuerpo, así como mantener la atención de
manera sostenida, aprendiendo a cambiar el foco atencional ante distracciones.
Otro de los motivos que lleva a inferir posibles efectos sobre las FE, son los
beneficios de las intervenciones a nivel conductual. Varios autores que han sido
mencionados en el presente trabajo, indicaron que los componentes de las FE
anteriormente nombrados, resultan indispensables para la regulación, control,
flexibilidad, adaptación de los comportamientos e inhibición de los comportamientos
automáticos.
Por lo tanto, contemplando el rol primordial de las FE a la hora del manejo de
la atención y la regulación de la conducta, no sería desatinado inferir que si bien los
resultados no arrojaron evidencia directa acerca del efecto de las intervenciones
basadas en MF sobre las FE, las mismas podrían haber impactado de manera
indirecta sobre las FE. De todos modos, dicha inferencia debe tomarse meramente
como un análisis interpretativo, ya que como se ha mencionado, los resultados del
presente trabajo no arrojan datos que permitan llegar a la conclusión planteada.
Aun así, podría servir como guía para futuras investigaciones. Para llegar a
dicha conclusión, sería necesario que se continúe con la investigación sobre el
impacto de las intervenciones basadas en MF en las FE, en la población de niños y
jóvenes con TEA. Resultaría importante aumentar la rigurosidad de los diseños
37
experimentales; contar con técnicas estandarizadas que utilicen instrumentos de
medición estandarizados que midan las FE, y que incorporen métodos de
comparación de resultados -grupo control o grupo en lista de espera-, permitiría una
mayor fidelidad en los resultados. Por otro lado, sería conveniente contar con
muestras más grandes y tener un mayor control sobre las características de los
participantes. La mayoría de los estudios analizados contaron con muestras
importantes de cuadros diagnósticos de TGD y Asperger, así como comorbilidad
con TDAH; además, incluyeron muestras de un amplio rango de edad, hechos que
podrían haber influido en la generalización de los resultados a todo el espectro de
niños y jóvenes con TEA.
En última instancia, es importante reconocer que el presente trabajo cuenta
con ciertas limitaciones. Por un lado, la búsqueda de las investigaciones consideró
varios grupos etarios; por el otro, el estudio llevado a cabo se realizó sobre reportes
que resultaron heterogéneos, tanto por la variedad de las intervenciones incluidas,
pero principalmente por las variaciones en los encuadres metodológicos. Por estas
razones, se recomienda tener en cuenta dichos aspectos a la hora de interpretar lo
que se ha concluido. Se sugiere a las futuras investigaciones establecer un recorte
del grupo etario a la hora de recopilar los estudios para delimitar la generalización
de los resultados a un sector de la población en particular. Se recomienda además,
llevar a cabo una investigación más exhaustiva de la literatura disponible, con el fin
de dar con estudios que sigan la misma línea respecto a las intervenciones y sus
encuadres metodológicos.
Finalmente, debido a que no ha podido llevarse a cabo un análisis sobre los
efectos a nivel de las funciones ejecutivas, a causa de la escasez de estudios que
aborden esta cuestión, es esperable que a medida que avance la sistematización de
las intervenciones, y con ella el conocimiento de los efectos, se pueda
progresivamente pasar de explorar los aspectos comportamentales a la exploración
de los aspectos cognitivos; y con ello obtener precisiones acerca del impacto sobre
las funciones ejecutivas.
38
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