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Los muchos en movimiento: algunas líneas

de reflexión sobre acción colectiva y


mediatización

Doctoranda: Cecilia Echecopar


Doctorado en Comunicación Social
Seminario: “Representaciones Políticas e interfaces en la esfera
público/digital en América Latina durante el siglo XXI”
Profesores: Sebastián Castro Rojas- Esteban Iglesias

El objeto de este trabajo es reflexionar acerca de la movilización social y sus


condiciones de emergencia y de visibilidad, especialmente en relación a las redes sociales
en Internet (en adelante RSI) y también a los medios tradicionales. Nos proponemos
explorar brevemente las posibilidades de inteligibilidad de la problemática que brindan
las teorías tradicionales sobre la acción colectiva y aquellas que se abren a partir de las
perspectivas teóricas que consideran a la mediatización como una dimensión no
escindible de los fenómenos sociales y como condición de construcción de lo público.
La reflexión que presentaremos no pretende ser exhaustiva, sino plantear qué se
puede pensar a partir de estas perspectivas acerca de la movilización social partiendo a
modo de ejemplos de una serie de casos alrededor de los que se construye el proyecto de
tesis de la doctoranda.

En cuanto a la movilización social como acción colectiva ligada a la


protesta, parece haberse dado un hito en la primera década del siglo XXI, signada por
fuertes reclamos, reivindicaciones y luchas en respuesta a las crisis atravesadas por
distintos países, con continuidad en las rebeliones que se producen a en el mundo a partir
de 2010 (de los “Indignados” en España, en la Primavera Árabe, en el movimiento
estudiantil chileno, etc). Pero en estas manifestaciones, como plantea Silvia Lago
Martínez (2015, p. 119), “la fronteras entre el mundo on- line y offline son difusas en
estas formas de intervención política”. Han entrado en juego las RSI, que matizarán las
interacciones cara a cara en el espacio urbano y las redes sociales del territorio con las
que se dan mediadas por plataformas electrónicas.

Nos interesa especialmente, en el proceso involucrado por la movilización social,


la cuestión de la convocatoria. Se trata de un aspecto que en las teorías sociológicas sobre
la acción colectiva suele perderse en la categoría de “organización”, pero que tiene como
particularidad que pone de manifiesto una delimitación del colectivo ligado a la
movilización, su denominación, quiénes pueden/deben sumarse, quiénes quedan afuera,
cómo se define la adversatividad. La otra cuestión en la que se enfoca la investigación
planteada en el proyecto de tesis1 es la de la visibilidad -que consideramos con Steimberg
y Traversa (1997) una construcción de carácter discursivo- nos remite a las formas de
aparecer de los colectivos, implicando por su parte políticas de visibilidad que se expresan
en estrategias. Sin embargo, la visibilidad no solo se gestiona desde los colectivos. En ese
sentido, retomamos la idea de regímenes de visibilidad de Raimondo Anselmino y
Reviglio (2017), en referencia “a ciertos modos en que esa visibilidad ha sido —y es—
social e históricamente circunscripta y clasificada”. A los regímenes clásicos en los que
Thompson plantea que se hacía visible la opinión sobre lo público – el de la “visibilidad
situada en la co-presencia” y el de la “visibilidad mediática”- Raimondo y Reviglio
suman la de las redes sociales, en las que “la opinión de los actores individuales emerge
sin mediación directa”. Por nuestra parte agregamos la hipótesis de que estos regímenes
de visibilidad existen en un entramado, que se suponen unos a los otros y sus lógicas se
interpenetran (sobre todo entre los medios tradicionales y lo que Castells (2009) llama
“autocomunicación de masas”). La convocatoria, e incluso la posibilidad misma de una
convocatoria, ha sido afectada por las transformaciones operadas por las RSI, pero
gradualmente transformadas por la utilización de plataformas tecnológicas anteriores
como el e-mail, los SMS, los blogs y los servicios de mensajería on line. Se trata de
cambios, sí, en la posibilidad de adquirir visibilidad y en las modalidades y políticas de
visibilización, pero también en las formas de producir multitud, representadas por nuevas
gramáticas del lazo social. Es posible pensar también que los medios de comunicación
masiva, agentes de visibilización tradicionales, y, claro, de la construcción de los

1
El proyecto se titula “Mediatización y movilización social. Configuraciones de la convocatoria y
regímenes de visibilidad a partir de operaciones discursivas en eventos de Facebook y portales de
noticias en los casos ‘Rosario Sangra’, ‘Paro Internacional de Mujeres’ y ‘Aparición con vida de Santiago
Maldonado’”, se encuentra radicado en el Doctorado en Comunicación Social de la UNR y cuenta con la
dirección de Gastón Cingolani y la co-dirección de Elizabeth Martínez de Aguirre.
acontecimientos como hechos sociales, también se han visto transformados en ese rol, en
interacción con las RSI. Si la mediatización, como sostendremos más adelante, configura
condiciones de comunicación e interacción al designar un proceso de transformación de
las relaciones entre los medios de comunicación y otros ámbitos culturales y sociales
(Hjarvard, 2016), es necesario prestar atención a la confluencia entre instituciones,
medios tradicionales y redes sociales.
Movilización social es un concepto asociado a la protesta, y en el marco de las
teorías sobre la acción social suele remitir a las prácticas ligadas a ella, y, como argumenta
Aguilera Ruiz (2016), a su escenificación. Para nosotros también involucra un proceso,
que incluye lo organizativo y la convocatoria en particular como momento clave de la
organización. Consideramos que se trata de un proceso de producción de sentido en el
cual no es posible hacer un corte -excepto a los fines del análisis- en la efectiva ocupación
del espacio público o en la conclusión de una acción concreta, sino que abarca también,
como decíamos, la convocatoria, las repercusiones y la conversación pública mediatizada,
que incluye a las RSI y los medios tradicionales. Retomaremos este punto más adelante.
En Argentina, la movilización social tiene una tradición fuerte, con hitos
fundamentales como el del 2001 en la historia reciente (aunque para Javier Auyero (2002,
p.21) el proceso de movilización que tuvo en ese momento su auge llevaba más de una
década). Es gestionada en gran parte por las organizaciones gremiales y por los
organismos de Derechos Humanos, aunque se introducen en los últimos tiempos otros
actores, como el movimiento en clave feminista Ni Una Menos, en el que convergen
varios sectores con distinto grado de institucionalización. Otro fenómeno novedoso son
las movilizaciones percibidas como espontáneas y relativamente alejadas de la
institucionalización, relacionadas con los reclamos de justicia por la violencia urbana
(representada en la categoría de “inseguridad”), y que tiene en Rosario, localización
geográfica en la que centraremos la investigación, manifestaciones muy visibilizadas
recientemente.

Los casos

Presentaremos brevemente una serie de casos de movilización social, motivados


por acontecimientos fuertemente significados social y mediáticamente que tuvieron lugar
en el período 2016-2017. Uno de ellos fue local y los otros dos tuvieron proyección
nacional, pero abordaremos estas manifestaciones centrándonos en los tres casos en la
ciudad de Rosario.

Rosario Sangra: En el segundo semestre de 2016 tuvo lugar una serie de


movilizaciones a partir del reclamo de seguridad y justicia, de manera general. Ocurrió
luego de tres asesinatos de víctimas pertenecientes a la clase media urbana rosarina,
profusamente cubiertos por los medios de comunicación de la ciudad, que fueron
percibidos como corolario de un proceso de instalación de inseguridad y la violencia
urbana que las distintas instancias gubernamentales, especialmente la municipal, no se
mostraban capaces de revertir. La convocatoria se realizó en principio en redes sociales,
fundamentalmente en Facebook, y fue encabezada por familiares de víctimas, y otros
actores involucrados en la llamada problemática de la inseguridad. En realidad, entre los
meses de agosto y noviembre de 2016 se llevaron a cabo nueve marchas y/o
concentraciones, compartimos el criterio de Reviglio, Raimondo Anselmino y Gindín
(2017) al seleccionar dos que no se convocaron a partir de un caso particular, sino como
ya se dijo anteriormente, a partir de un reclamo general de seguridad y justicia. Además,
unificaron la convocatoria a partir de un hashtag, #RosarioSangra, que funcionó tanto
como aglutinante para la organización como “marca” reconocible por los medios de
comunicación locales, y también para los nacionales.

Es destacable que uno de los grupos públicos desde el cual se creó un evento para
convocar a la segunda marcha, cambió su nombre inicial “Rosario de pie” por “Rosario
Sangra”. Según palabras de la administradora, Cris Souza, en un posteo del 30 de agosto,
fue "para seguir utilizando la frase con la que se difundió la marcha anterior en los medios
locales y en Capital Federal". Incluso, en la segunda movilización, Rosario Sangra figura
como una de las entidades organizadoras, como si tuviera un estatuto institucional
(Reviglio, Raimondo Anselmino y Gindín, 2017).

Las marchas fueron convocadas en los dos casos a partir de eventos en Facebook,
(con sus correlato en Twitter) donde la actividad organizadora tuvo su expresión central
y los medios locales le dedicaron enseguida especial atención, así como también a las
consecuencias en términos de reacciones políticas que tuvieron las marchas, sobre todo
la primera (el 25 de agosto), que fue la que cosechó las reacciones en el ámbito de la
política y el gobierno local y provincial, incluso el nacional.
Paro Nacional de Mujeres: Se trata de otro caso donde la convocatoria a la
movilización comenzó en las redes sociales. Tras el brutal femicidio de Lucía López, de
16 años, en Mar del Plata el 8 de octubre de 2016, una militante feminista rosarina, Itatí
Schvartzman, escribió un post que se viralizó y a partir del cual se convocó a un paro de
mujeres con movilización para el 19 de octubre. Luego la organización de la medida fue
retomada por la Multisectorial de Mujeres y convalidada por 50 agrupaciones sindicales
y organizaciones sociales.

De alguna manera, el crimen de Lucía López se percibió como “la gota que rebalsó
el vaso”. De hecho, la medida se llevó a cabo menos de una semana después del XXI
Encuentro Nacional de Mujeres, cuya sede en esa edición fue la ciudad de Rosario. En
la marcha del ENM se realizaron pintadas y ocurrieron incidentes que tuvieron mucha
más cobertura mediática que el evento en sí, y la discusión se trasladó a las redes sociales,
donde el debate se polarizó dividiendo y en muchas ocasiones enfrentando a aquellos que
repudiaban las pintadas (con distintos matices, desde la invalidación del reclamo a la
referencia de pérdida de legitimidad por las intervenciones vandalizantes de la fisonomía
urbana) y los que reivindicaban la centralidad de la consigna por sobre todo incidente
(también con matices, ya que algunos lo consideraban repudiables pero definitivamente
menos dignos de atención que el encuentro y la movilización, y otros directamente
defendían la modalidad de intervención como procedimiento revulsivo, capaz de
movilizar la discusión y la conciencia). Ambos bandos discutían no sólo posturas acerca
de las modalidades de ocupación del espacio público, sino también posiciones políticas.
Ese contexto de discusión aún estaba vigente en las redes sociales y en los medios de
comunicación masiva cuando ocurrió el crimen de Lucía López y surgió la convocatoria
al Paro Nacional de Mujeres.

En Rosario, el paro de mujeres se planteó de 13 a 14, con diferentes modalidades


en cada rubro laboral, incluyendo a los cuidados familiares, y recibió el apoyo de los
principales sindicatos, inclusive de la CGT. La movilización confluyó en tribunales, con
el luto como consigna (de ahí la denominación alternativa “Miércoles negro”).

Aparición con vida de Santiago Maldonado. Tras la desaparición del joven


artesano Santiago Maldonado el 1° de agosto en comunidad mapuche de la Pu Lof de
Cushamen, provincia de Chubut, en medio de un allanamiento no autorizado, y cuando
los medios de comunicación masivos aún no hacían una cobertura intensiva de lo que en
las RSI ya era un tópico ampliamente presente, la Multisectorial de Rosario (un conjunto
de organizaciones sociales, políticas, gremiales y de derechos humanos de la ciudad)
convocaron a una asamblea pública en el Centro Cultural La Toma para definir acciones
en el marco del reclamo de la aparición con vida de Santiago Maldonado. Lo hicieron
coordinación con los familiares del joven y los organismos de Derechos Humanos de
Capital Federal. Se decidió convocar a una movilización el 10 de agosto, en la ronda de
las Madres de Plaza 25 de Mayo, que resultó multitudinaria.

Las movilizaciones a un mes de la desaparición de Maldonado en distintos lugares


del país fueron contundentes, y la de Rosario igualó en cantidad de manifestantes a la
Marcha por la Memoria del 24 de marzo, que en la edición de 2017 congregó a 40.000
personas. Además, también la modalidad de la movilización fue similar, con columnas
ordenadas de diferentes expresiones partidarias, sindicatos y organizaciones sociales, con
murgas y batucadas, con el mismo recorrido desde la Plaza san Martín hasta el
Monumento Nacional a la Bandera. Retomando la consigna de “Aparición con vida de
Santiago Maldonado” y con igual modalidad, en el aniversario del segundo mes de la
desaparición se organizó otra marcha, multitudinaria también, aunque se calcula que
menor a la de septiembre. La presencia del tópico en las redes sociales decayó a su vez,
pero estuvo lejos de perder visibilidad. Tomamos estas dos movilizaciones porque en
octubre la denominación del acontecimiento marcha y la propia consigna del reclamo
cambió a “Justicia por Santiago”, incluso antes de que el 17 de ese mismo mes se
encontrara el cuerpo sin vida del joven en el río Chubut.

Enfoques teóricos sobre la acción colectiva y la multitud

En el contexto de las ciencias sociales son recurrentes las preguntas alrededor de


las condiciones de surgimiento y de permanencia de las acciones colectivas, sobre todo
de la que se enmarca en la protesta social ¿Qué es lo que dispara la acción colectiva?
¿Qué es lo que hace que adopte determinadas características, qué es lo que hace que logre
o no trascendencia en el tiempo? ¿Cómo se establecen las relaciones entre las
modalidades de la lucha a través de la historia? Dos grandes corrientes del pensamiento
sociológico han intentado dar respuesta a esos interrogantes, desde puntos de partida
teóricos distintos, aunque ambas intentan salir de las interpretaciones reduccionistas sobre
la acción social (Iglesias, 2017, p.151). Una de estas corrientes es la de la movilización
de recursos, que busca averiguar el modo en que las estructuras sociales subyacentes y el
potencial de movilización llegan a transformarse en acción (p.153). Enfatizan en aquellas
dimensiones objetivables y otorgan elementos para estudiar la acción social desde una
lógica instrumental (lo que se espera conseguir) y de tipo expresiva (las modalidades que
adoptan las acciones colectivas) (Aguilera Ruiz, p.267). La movilización de recursos hace
hincapié en las oportunidades políticas para la acción colectiva, pero en estrecha
dependencia con el Estado y sus estructuras institucionales.
Por otra parte, a partir de la noción de “repertorios de contención” (Tilly, 1990)
busca explicar las formas que asume la protesta, sujetas a las fluctuaciones que en el corto
plazo sufren los intereses, las oportunidades y la organización de los grupos. Iglesias
(2017) plantea que esta perspectiva no atiende la influencia de la historia de la protesta
en una sociedad dada. Si bien se sostiene que los repertorios son creaciones culturales
aprendidas, ese planteo se reduce al corto plazo, y aunque permite, como plantea Auyero
(2002, p.13), “examinar las regularidades en las maneras de actuar colectivamente en la
defensa o prosecusión de intereses compartidos”, no enfoca en las tradiciones (a veces de
muy larga data) particulares de cada colectivo, que a partir de una identidad construida
pueden ser retomados a través del tiempo por los mismos colectivos u otros similares. De
hecho, la corriente de la movilización de recursos ha tenido dificultades para incorporar
la cuestión de la identidad, que considera dependiente y posterior a la organización. Sin
embargo, un planteo cuya potencia explicativa resulta interesante desde esta perspectiva
es que las condiciones económicas, de opresión, de vulneración del medio ambiente, etc.
no disparan por sí solas la protesta, sino que hay que considerar el ensamble de
mecanismos y procesos que se hallan en la raíz de la formulación de reclamos colectivos,
y que funciona como prisma que refracta los determinantes externos. Auyero ( p.14) llama
a ese ensamble campo de protesta.
Por su parte, la perspectiva de los movimientos sociales enfatiza en los aspectos
culturales, porque considera que lo político no puede reducirse a lo institucional u
organizativo. La identidad, aquí, es un punto de partida teórico, y se desarrolla en espacios
conflictuales; es decir, no son previos ni son resultado de lo político en términos
institucionales (Iglesias, p. 161). Por otro lado, se considera que las formas que adquiere
la protesta no pueden explicarse sino en relación a las tradiciones de lucha de una sociedad
dada.
La marcha y la concentración son formas típicas de la protesta en Argentina (cuya
característica distintiva es la consecución de la masividad y la ocupación extensiva del
territorio, a diferencia de otras modalidades como los acampes y los cortes de ruta) y es
interesante observar las modalidades que asumen en cada momento y con respecto a cada
reclamo, así como en relación con otras manifestaciones de la vida social que les son
contemporáneas. En el caso Rosario Sangra, las modalidades de la marcha (sobre todo de
la segunda, cuando ya se suponía la masividad) se promovieron y visibilizaron desde las
RSI y los eventos de convocatoria y desde los medios tradicionales con características
típicas de las marchas del silencio. De hecho los medios insistieron mucho en estas
características (sin banderas ni consignas políticas, con velas, con carteles de las víctimas,
pacíficas, apartidarías, con clima de duelo y liturgia).

El antecedente más antiguo de este tipo de marcha es el de las movilizaciones


encabezadas por Marta Pelloni en Catamarca tras el crimen de María Soledad Morales.
Pero el más cercano e inmediato es el de las marchas convocadas por Juan Carlos
Bloomberg tras el secuestro y asesinato de su hijo Axel en 2004. No solo es un
antecedente por las características de la convocatoria, sino porque las movilizaciones
hacen serie por el tipo de reclamo y el posicionamiento frente al Estado. Sin embargo, la
modalidad de la protesta no puede explicarse solo por lo que la conecta con otras
movilizaciones del pasado, sino por lo que la distingue de otras contemporáneas. Según
Raimondo Anselmino, Reviglio y Echecopar (2018), con respecto a la caracterización
que hacen los medios gráficos:

Esta caracterización está presente desde el anuncio mismo de la marcha, en


algunos casos, en la voz de los convocantes. Aquí se advierte la constitución de un
binomio violento–pacífico y en donde lo pacífico parece otorgarles legitimidad y
ubicarlas, como también sucede con las marchas de silencio (Galar, 2016), como
antítesis de los “repertorios disruptivos” que tienen una valoración social negativa de
la que, en el caso aquí estudiado, los medios se hacen eco; los violentos son los otros,
los infiltrados, los que no son parte. (p. 17)

La diferenciación es explicable con respecto a los repertorios propios de otros


reclamos -posicionados frente al Estado pero no solamente- como los del colectivo Ni
Una Menos, cuyas modalidades de convocatoria y de ocupación del espacio público no
eluden lo partidario y lo gremial sino que lo incluyen; incorporan manifestaciones
festivas, vestimentas coloridas, música y performances, y hasta la inscripción de marcas
en el propio territorio. Las referencias cruzadas se evidencian, por ejemplo, en la imagen
de la convocatoria a la primera marcha de Rosario Sangra en uno de los eventos de
Facebook, donde se ve a una mujer en plano medio llevando un cartel que reza “Ni uno
menos”.
En el caso del Paro de Mujeres, también se puede explicar la modalidad en
relación, a la vez, a la naturaleza del reclamo y a la historia de las movilizaciones previas,
enhebradas por una identidad en plena construcción. Las mujeres asisten a la marcha
vestidas de negro, en señal de luto. Esta distinción se plantea a la vez en los eventos de
convocatoria y en la asamblea multisectorial que finalmente decide la fisonomía final de
la movilización. No hay antecedentes en este sentido, y se define en medio del proceso
de organización. A la vez, la exclusión de lo partidario no es un tópico central, ni en las
redes ni en los medios, pero se impone. Y, finalmente, se decide la incorporación de
performaces, que son una marca visual potente en la difusión simultánea y posterior de
marcha (y pensadas en pos de ella), que se recupera de las movilizaciones en clave
feminista previas. Otro dato muy relevante es que la modalidad de protesta representada
por el paro de mujeres se toma de la primera experiencia en ese sentido, que se dio el 3
de octubre de 2016 en Polonia. La movilización, de corte feminista, como otras relativas
a la defensa del medio ambiente o a las luchas anticapitalistas, por ejemplo, toman una
proyección global; aunque se presentan reclamos puntuales a los estados de cada país -
como la reciente movilización por el aborto legal en Argentina y otros países de
Latinoamérica- los planteos tienen una trascendencia mayor y se tejen muchas veces en
red. Las identidades ya no son solo locales, y, como veremos más adelante, tampoco
homogéneas.
En cuanto a las marchas por la “Aparición con vida de Santiago Maldonado”, su
emparentamiento con las otras movilizaciones organizadas por los movimientos de
DD.HH y la inclusión inicial del reclamo en la propia ronda de las Madres de Plaza 25 de
Mayo vuelve innegable la necesidad de pensar la movilización en el marco de la historia
de las luchas sociales.
Más allá de lo histórico, y retomando nuestro planteo, la relación entre una
movilización y sus contemporáneas no solo explica aspectos de las formas que adquieren,
sino también de su posibilidad de emergencia y visibilización. De hecho, estos casos que
exponemos pertenecen al período 2016-2017, en el que hubo varias movilizaciones de
gran envergadura, como la del “No al 2x1” y la “Marcha Federal Docente”. Retomando
la corriente de la movilización de recursos, la emergencia de estos fenómenos donde miles
de personas se vuelcan a las calles, a veces más de una vez por reclamo, podría explicarse
por la emergencia de nuevos actores (como en el caso del Paro Nacional de Mujeres, a
partir de la emergencia del colectivo Ni Una Menos); por la presencia de aliados
influyentes (como ocurre con el liderazgo de la protesta en el reclamo por la aparición de
Santiago Maldonado, o incluso en ese caso la presuposición de una alianza entre la
derecha y las fuerzas públicas); o por la aparición de líderes influyentes (en Rosario
Sangra, si bien no hubo una organización formal en términos institucionales, personajes
reconocidos en la ciudad y la región, como el empresario Enrique Bertini, el pastor
Eduardo Trasante y el periodista Pablo Procopio, fueron visibilizados por los medios
como apoyando y convocando a las movilizaciones, sobre todo a la segunda). En la
estructura de oportunidades podríamos incluir también, entonces, al clima de
movilización presente en general en una sociedad, que, en todo caso, en la Argentina
imperó en un período que ni siquiera fue el del peor desempeño visible o visibilizado del
gobierno de Cambiemos. Está claro, entonces, que una perspectiva que explica al
surgimiento de la protesta centrando su enfoque en el Estado es insuficiente para dar
cuenta de estos fenómenos, aunque la noción de campo de protesta que antes citamos
pueda servir en parte para explicar al menos la posibilidad emergencia de la masividad
en la protesta, ya que las características de los acontecimientos no pueden pensarse como
disparadores directos de los procesos de movilización (y es posible pensar en la
centralidad de la dimensión discursiva y de la mediatización en ese “ensamble de
mecanismos y procesos”). Parece también evidente que un abordaje que tenga en cuenta
a las identidades, al espacio dialógico que se abre entre ellas y al juego de las diferencias,
es indispensable ¿Es entonces adecuada y suficiente para la explicación que buscamos la
perspectiva de los movimientos sociales?
Rocío Rueda Ortiz (2012, p.104) reconoce que la teoría de los movimientos
sociales abre la posibilidad de recuperar para el análisis prácticas democráticas
alternativas a las convencionales, pero considera que la identidad que enfocan como eje
para la posible organización de la lucha se presupone en gran medida homogénea. Esa es
una dificultad para observar prácticas políticas incidentales, por parte de “un nuevo
‘socius’, de una multitud que actúa movilizada por afectos y que conforma una unidad
parcial y de corta duración (…)” (p.103), aunque con potencialidades políticas
insospechadas. Frente a otros conceptos que pueden tomar relevo de los fenómenos
analizados (como los de pueblo o ciudadanía, ligados al monopolio de la decisión del
Estado), la noción de multitud cobra potencia analítica. Para Paolo Virno, que recupera la
perspectiva de Spinoza, los muchos “no son esquirlas diseminadas sino un modo de
existencia político social, que habilita lo diverso”, y la categoría de multitud, que implica
“una pluralidad que persiste como tal” (Virno, 2003 p.21), ayuda a explicar un cierto
número de comportamientos sociales contempráneos como los que estamos abordando.
“La multitud, según Hobbes, rehúye de la unidad política, es refractaria a la obediencia,
no establece pactos durables, no consigue jamás el estatuto de persona jurídica porque
nunca transfiere los propios derechos naturales al soberano” (p.23). Según retoma la
noción Rueda Ortiz (2012)

La multitud no es ni el individuo, ni el colectivo o grupo, sino una tensión entre


ambos y una multiplicidad de singularidades. La multitud articula afectos y
experiencias que son la base para la acción política. Es algo situado “en medio”, es
múltiple y al mismo tiempo conforma un cuerpo singular constituido por diversos
intereses, experiencias, afectos y relaciones, sin una unidad homogénea. La
relacionalidad y la cooperación establecen lo “común” que a su vez enfrenta el reto
político de la diferencia. (p. 105)

La perspectiva de la mediatización

Las actuales observaciones sobre movilizaciones y movimientos tienen en cuenta,


e incluso otorgan un rol central y de reconfiguración de las prácticas, a los medios de
comunicación y a las (no tan) nuevas tecnologías de la información y la comunicación.
Sin embargo, fluctúan entre los determinismos tecnológicos y los escepticismos, porque
las preguntas centrales siguen girando alrededor de las razones por las cuáles puede surgir
y sostenerse la acción colectiva. A partir de allí, o se ha sobrevalorado el papel de los
medios de comunicación y luego de Internet en ese sentido -como señalan Reviglio,
Raimondo Anselmino y Diviani (p.12)2 acerca del rol de las RSI en el caso de la llamada
primavera árabe-, o se ha relativizado la importancia de su influencia frente a prácticas,
discursos e identidades ya gestados en las redes sociales no virtuales. La cuestión merece
un desarrollo que no podemos hacer en este trabajo, aunque señalamos como enfoque a
agregar en la discusión así planteada el que considera a las nuevas tecnologías como

2
Los autores citan al periodista árabe Emad Mekay (2011) que considera que las herramientas más
importantes de las que se valieron los árabes para la gestación de los levantamientos fueron las
oraciones musulmanas vespertinas, capaces de reunir a miles de personas, y los volantes tradicionales
para convocar a la reunión y a la protesta. También destacan a partir de Guber (2014) que “las RSI
cumplieron un rol importante en la primera etapa, fundamentalmente en los pequeños sectores de la
élite juvenil, laica y educada, pero no para las mayorías populares con bajas posibilidades de acceso a las
redes”, poniendo de relieve, además, el rol cumplido por la cadena satelital Al-Jazeera.
nuevos escenarios de configuración de subjetividades que eventualmente pueden devenir
políticas (Rueda Ortiz, p.106).

Nuestro trabajo parte de la convicción teórica de que una manera de avanzar en la


indagación acerca de la emergencia de la movilización social y sus formas, sin entrar en
disyuntivas acerca de las preminencias de los roles de las redes sociales del territorio, las
RSI y otros medios de más larga data, masivos o no, es enfocar el asunto desde la
perspectiva de la mediatización.

Los estudios en mediatizaciones tienen un lugar consolidado en el campo


disciplinar de la comunicación. Esto se evidencia particularmente en campo de la
sociosemiótica, donde se enfoca específicamente la materialidad del sentido. Es decir,
sus objetos se ubican en los intercambios discursivos mediado por dispositivos técnicos
que permiten la modalización espacio-temporal de esos intercambios (Fernández, J.L en
Busso y Camusso, 2017, p.22).
Para Cingolani (2013), también dentro de la perspectiva sociosemiótica, la
especificidad de la noción de mediatización se define en relación con lo mediático. Este
último concepto implica cualquier proceso por el cual se producen y/o se reconocen textos
o mensajes, con algún grado de desfase temporal y/o espacial entre las instancias de
producción y reconocimiento (p. 91). Por ejemplo, una fotografía, un diario íntimo, un
mensaje instantáneo personal. Por mediatización, en cambio, entendemos a estos mismos
procesos, pero producidos en escala, y cuando las condiciones de reconocimiento
involucran lo colectivo: todos los productos de los medios que se dirigen a un público,
incluidas las RSI, y también los afiches, los volantes, el mensaje sonoro transmitido por
una propaladora, etc. La invocación puede ser a muchos o a uno, siempre y cuando sea
como parte de un colectivo, ya que “implica un gesto generalizante” (p.92). Por otra parte,
la mediatización prevé unos usos estabilizados de los dispositivos técnicos: por ejemplo,
los eventos de Facebook utilizados para la convocatoria.
Esta perspectiva implica que en las sociedades posindutriales y mediatizadas lo
público se construye en la mediatización. Quiere decir que la mediatización es su
condición de posibilidad, porque no podemos considerar a lo público como algo
establecido formalmente, ni creer que “responde a una inherencia independiente de sus
condiciones empíricas de circulación social (…)” porque “proceso de mediatización no
es sinónimo de lo público, sino su condición de posibilidad; pero en las sociedades
mediatizadas, lo público es lo colectivo comprendido así, en sentido cualitativo y
mediatizado” (p.93).
Es posible que en el entusiasmo inicial supuesto por la llamada Primavera Árabe
o el 15M español se haya exagerado la importancia de las RSI para su emergencia, pero
la mediatización no deja de ser lo que la posibilitó, porque la circulación de la palabra
pública, incluso de aquella que se levanta desde las redes sociales informales y al
principio poco visibles del territorio, está mediatizada: un volante es un dispositivo no
poco sofisticado y de larga tradición, que implica mediatización. Una performance
callejera en una marcha es otro dispositivo preparado tanto para la expectación directa
como diferida, con interpelación a un colectivo. Y cada dispositivo no solo amplifica sino
que modela los intercambios: los eventos de Facebook posibilitan la visibilización de
coordenadas y consignas (al igual que otros previstos para la convocatoria a la
movilización social, como el afiche), y además amplifican, permiten la participación en
la distribución de actores no directamente responsables de la convocatoria, al igual que el
resto de la plataforma y como otras RSI mediatizan la comunicación interpersonal
(Fernández, M., 2018, p.94) y ponen desde el principio el eje en el crecimiento del
número, a medida que crece el contador de interesados y asistentes (Busso y Echecopar,
2019). De hecho, los eventos permiten la construcción del acontecimiento movilización
antes de que la movilización efectivamente se lleve a cabo. Eso nos mueve a pensar, como
dijimos anteriormente, en la movilización como un proceso de producción de sentido que
comienza con la convocatoria y que las diferentes mediatizaciones van configurando en
cada instancia, con las múltiples posibilidades de análisis que de esa concepción se
derivan.
Según Mario Carlón, cuyas teorizaciones también se ubican en el ámbito de la
sociosemiótica, no encontramos en una etapa en la que podemos hablar de sociedad
hipermediatizada, en la cual “se desarrollan fenómenos de relaciones entre el sistema de
medios masivos y el sistema de medios con base en Internet. Las prácticas políticas se
ven influidas así por las nuevas condiciones de circulación de los discursos” (Slimovich,
2017, p.14). Si bien los medios masivos siguen teniendo preponderancia en el
establecimiento de la agenda de discusión pública, a partir del surgimiento de las RSI nos
encontramos a veces con “colectivos de comunicación a través de procesos ascendentes”
a los medios masivos, en tanto que “Los sujetos pasaron de estar en reconocimiento
(frente a los discursos de los medios masivos) a estar tanto en reconocimiento como en
producción” (Carlón, 2015, citado en Slimovich, 2017, p.14).
Es el caso de Rosario Sangra, un colectivo precario y diverso surgido de las redes
sociales con una convocatoria que allí comenzó. El acontecimiento fue después co-
construido con los medios masivos, una afirmación sobre la cual hay que hacer algunas
observaciones. Por un lado, en este caso había una predisposición de los medios a hacerse
cargo de esa co-construcción, en tanto venían haciendo un tratamiento intensivo de la
serie de crímenes que terminó por disparar la movilización en términos de reclamos
generales, según se ha podido reconstruir (Raimondo Anselmino, Reviglio y Gindin,
2017). En segundo lugar, es preciso destacar que incluso la misma denominación
“Rosario Sangra” se cristalizó en negociación con los medios, no solo locales sino
también nacionales.
Lo anterior nos lleva a completar la definición de la movilización social,
agregando que en tanto proceso de producción de sentido, está orientado a producir una
multitud (en el sentido que antes definimos a partir de Virno). La delimitación del
colectivo implicado en la movilización –su designación, sus límites, su volumen y su
visibilidad- es discursiva, y, en tanto pública, es mediatizada. Para completar, la cuestión
del volumen de ese colectivo, que, como planteamos, en la modalidad de protesta
representada por la marcha es fundamental, también hay una construcción que involucra
varias mediatizaciones. En el caso de los medios de comunicación masivos, la
cuantificación es central a la hora de construir el acontecimiento. La multitud se nombra,
casi siempre se cuantifica (a mayor cantidad de personas ocupando el espacio público,
más precisiones sobre el número) y se representa en las imágenes de la muchedumbre
(que siempre son similares a otras tantas que han circulado y por eso nos parecen
familiares). Por otra parte, las mediatizaciones que suponen las redes sociales están de
por sí orientadas a hacer del crecimiento del número (likes, favs, compartidos, asistentes,
interesados) y del volumen una cuestión central en la producción de sentido.
En general, podemos encuadrar los planteos anteriores relacionados con la
mediatización en la sociosemiótica, definida como una "teoría global de la sociedad y de
la cultura, localizada en la producción de sentido" (Verón, 1997, p.68), que constituye un
“abordaje empírico, material, situado y lógico de la circulación social del sentido (…)”
(Valdettaro, 2015, p.147). Pero el problema de la mediatización es abordado en
actualidad por distintas corrientes teóricas relacionadas con la comunicación, la cultura y
los medios. Valdettaro y Biselli (2004) rescatan un conjunto de perspectivas (entre las
que se encuentran las de Benjamin, McLuhan, Eco, Verón, Virilio o Debray) que escapan
a la consideración de los efectos de los medios a partir de los contenidos que vehiculizan,
y en cambio se refieren a “las potencialidades cognitivas, perceptivas, socializantes,
inherentes a los distintos soportes o tecnologías de la comunicación de las que se serviría
cada medio en particular (…)” (Biselli y Valdettaro, 2004, en Valdettaro, 2016, p.187).
Esta hipótesis “constructivista” plantea que los medios construyen lo real en vez de
representarlo, y son leguajes o ambientes que metaforizan lo real de modos particulares
(p.188).
La consideración de los medios en general como ambientes o entonos en los que
se vive, más que de los que uno se sirve o utiliza es clave, por ejemplo, en la teoría de las
interfaces que desarrolla Carlos Scolari (2018). En Las leyes de la interfaz, Scolari plantea
que se trata “del lugar donde se produce la interacción, una zona de frontera entre el
mundo virtual y real, o, mejor, un entorno de traducción entre los usuarios, los
diseñadores y los artefactos tecnológicos” (p. 26). La mejor metáfora para la interfaz
entonces es la de espacio de interacción, y “la mejor interfaz es aquella en la que los
intercambios y movimientos se realizan de la forma más simple y natural” (p. 27). Eso da
una aparente transparencia a la interfaz, pero en realidad nunca es neutra: las interfaces
proponen gramáticas de interacción, la cual, por otra parte, de ninguna manera puede
pensarse natural, sino más bien como un juego interpretativo (p.35). Por eso, una reflexión
acerca del proceso de la movilización social que se construye a través de múltiples
mediatizaciones (sobre algunas tenemos mucho conocimiento construido y sobre otras
solo hemos proyectado pocas capas analíticas) necesita ir más allá de pensar la expansión
de los movimientos y la mayor visibilidad de las acciones, sino de las configuraciones
que las mediatizaciones operan sobre la movilización, de manera dinámica y en
redefinición permanente ¿Qué nuevas características adquiere la organización cuando es
en línea e involucra actores y modos de interacción que arbitran modos contactos y
subjetividades distintos a los tradicionales? ¿qué lugar ocupan y cómo hacen sentido los
acontecimientos antes del acontecimiento que plantean los eventos de convocatoria en
Facebook, por ejemplo, y que comienzan con el proceso de producción de una multitud
que ya no puede identificarse plenamente (ni hace falta) con la que ocupará el territorio?
Es sobre estos tipos de interrogantes que queríamos puntualmente llamar la
atención, sin pretensiones de exhaustividad sobre lo que puede preguntarse y los
abordajes posibles. Pretendimos con este panorama dar cuanta de la complejidad del
objeto, como punto de partida para una investigación que pueda hacerse cargo de esa
complejidad.
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