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El proyecto se titula “Mediatización y movilización social. Configuraciones de la convocatoria y
regímenes de visibilidad a partir de operaciones discursivas en eventos de Facebook y portales de
noticias en los casos ‘Rosario Sangra’, ‘Paro Internacional de Mujeres’ y ‘Aparición con vida de Santiago
Maldonado’”, se encuentra radicado en el Doctorado en Comunicación Social de la UNR y cuenta con la
dirección de Gastón Cingolani y la co-dirección de Elizabeth Martínez de Aguirre.
acontecimientos como hechos sociales, también se han visto transformados en ese rol, en
interacción con las RSI. Si la mediatización, como sostendremos más adelante, configura
condiciones de comunicación e interacción al designar un proceso de transformación de
las relaciones entre los medios de comunicación y otros ámbitos culturales y sociales
(Hjarvard, 2016), es necesario prestar atención a la confluencia entre instituciones,
medios tradicionales y redes sociales.
Movilización social es un concepto asociado a la protesta, y en el marco de las
teorías sobre la acción social suele remitir a las prácticas ligadas a ella, y, como argumenta
Aguilera Ruiz (2016), a su escenificación. Para nosotros también involucra un proceso,
que incluye lo organizativo y la convocatoria en particular como momento clave de la
organización. Consideramos que se trata de un proceso de producción de sentido en el
cual no es posible hacer un corte -excepto a los fines del análisis- en la efectiva ocupación
del espacio público o en la conclusión de una acción concreta, sino que abarca también,
como decíamos, la convocatoria, las repercusiones y la conversación pública mediatizada,
que incluye a las RSI y los medios tradicionales. Retomaremos este punto más adelante.
En Argentina, la movilización social tiene una tradición fuerte, con hitos
fundamentales como el del 2001 en la historia reciente (aunque para Javier Auyero (2002,
p.21) el proceso de movilización que tuvo en ese momento su auge llevaba más de una
década). Es gestionada en gran parte por las organizaciones gremiales y por los
organismos de Derechos Humanos, aunque se introducen en los últimos tiempos otros
actores, como el movimiento en clave feminista Ni Una Menos, en el que convergen
varios sectores con distinto grado de institucionalización. Otro fenómeno novedoso son
las movilizaciones percibidas como espontáneas y relativamente alejadas de la
institucionalización, relacionadas con los reclamos de justicia por la violencia urbana
(representada en la categoría de “inseguridad”), y que tiene en Rosario, localización
geográfica en la que centraremos la investigación, manifestaciones muy visibilizadas
recientemente.
Los casos
Es destacable que uno de los grupos públicos desde el cual se creó un evento para
convocar a la segunda marcha, cambió su nombre inicial “Rosario de pie” por “Rosario
Sangra”. Según palabras de la administradora, Cris Souza, en un posteo del 30 de agosto,
fue "para seguir utilizando la frase con la que se difundió la marcha anterior en los medios
locales y en Capital Federal". Incluso, en la segunda movilización, Rosario Sangra figura
como una de las entidades organizadoras, como si tuviera un estatuto institucional
(Reviglio, Raimondo Anselmino y Gindín, 2017).
Las marchas fueron convocadas en los dos casos a partir de eventos en Facebook,
(con sus correlato en Twitter) donde la actividad organizadora tuvo su expresión central
y los medios locales le dedicaron enseguida especial atención, así como también a las
consecuencias en términos de reacciones políticas que tuvieron las marchas, sobre todo
la primera (el 25 de agosto), que fue la que cosechó las reacciones en el ámbito de la
política y el gobierno local y provincial, incluso el nacional.
Paro Nacional de Mujeres: Se trata de otro caso donde la convocatoria a la
movilización comenzó en las redes sociales. Tras el brutal femicidio de Lucía López, de
16 años, en Mar del Plata el 8 de octubre de 2016, una militante feminista rosarina, Itatí
Schvartzman, escribió un post que se viralizó y a partir del cual se convocó a un paro de
mujeres con movilización para el 19 de octubre. Luego la organización de la medida fue
retomada por la Multisectorial de Mujeres y convalidada por 50 agrupaciones sindicales
y organizaciones sociales.
De alguna manera, el crimen de Lucía López se percibió como “la gota que rebalsó
el vaso”. De hecho, la medida se llevó a cabo menos de una semana después del XXI
Encuentro Nacional de Mujeres, cuya sede en esa edición fue la ciudad de Rosario. En
la marcha del ENM se realizaron pintadas y ocurrieron incidentes que tuvieron mucha
más cobertura mediática que el evento en sí, y la discusión se trasladó a las redes sociales,
donde el debate se polarizó dividiendo y en muchas ocasiones enfrentando a aquellos que
repudiaban las pintadas (con distintos matices, desde la invalidación del reclamo a la
referencia de pérdida de legitimidad por las intervenciones vandalizantes de la fisonomía
urbana) y los que reivindicaban la centralidad de la consigna por sobre todo incidente
(también con matices, ya que algunos lo consideraban repudiables pero definitivamente
menos dignos de atención que el encuentro y la movilización, y otros directamente
defendían la modalidad de intervención como procedimiento revulsivo, capaz de
movilizar la discusión y la conciencia). Ambos bandos discutían no sólo posturas acerca
de las modalidades de ocupación del espacio público, sino también posiciones políticas.
Ese contexto de discusión aún estaba vigente en las redes sociales y en los medios de
comunicación masiva cuando ocurrió el crimen de Lucía López y surgió la convocatoria
al Paro Nacional de Mujeres.
La perspectiva de la mediatización
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Los autores citan al periodista árabe Emad Mekay (2011) que considera que las herramientas más
importantes de las que se valieron los árabes para la gestación de los levantamientos fueron las
oraciones musulmanas vespertinas, capaces de reunir a miles de personas, y los volantes tradicionales
para convocar a la reunión y a la protesta. También destacan a partir de Guber (2014) que “las RSI
cumplieron un rol importante en la primera etapa, fundamentalmente en los pequeños sectores de la
élite juvenil, laica y educada, pero no para las mayorías populares con bajas posibilidades de acceso a las
redes”, poniendo de relieve, además, el rol cumplido por la cadena satelital Al-Jazeera.
nuevos escenarios de configuración de subjetividades que eventualmente pueden devenir
políticas (Rueda Ortiz, p.106).