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14 Grandes Dilemas Filosóficos (Y Su Posible Solución)
14 Grandes Dilemas Filosóficos (Y Su Posible Solución)
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A lo largo de la historia varios pensadores han ido proponiendo interesantes paradojas, muy
de difícil solución y que nos hacen pensar sobre hasta qué punto nuestra percepción del
mundo puede ser tomada como una verdad.
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A continuación vamos a ver una selección de grandes dilemas filosóficos, algunos con Morfopsicología: tus rasgos
nombres y apellidos de grandes filósofos y otros hechos de forma anónima, además de ver faciales... ¿indican tu
algunas de sus posibles soluciones. personalidad?
Artículo relacionado: "¿En qué se parecen la Psicología y la Filosofía?" 7. Los 11 tipos de variables usados
en investigación
Epicuro de Samos (341 a.C. - 270 a.C.) fue un filósofo griego que propuso el problema del mal. 10. Coeficiente de correlación de
Se trata de un acertijo que se ha convertido en uno de los grandes dilemas filosóficos de la Pearson: qué es y cómo se usa
historia.
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Lo curioso del problema del mal es el hecho de que Epicuro, quien vivió antes de Cristo,
definió muy bien el problema de creer en el Dios cristiano, algo verdaderamente visionario.
El acertijo de Epicuro parte de que muchas religiones de su tiempo eran monoteístas, como lo
es el cristianismo que todavía no había aparecido. En la mayoría de estas religiones la figura
de Dios es la de un ser omnipotente, omnisciente y omnibenevolente. Por tanto, Dios lo
puede todo, lo sabe todo y siempre hace el bien.
Teniendo en cuenta todo esto, Epicuro se pregunta cómo es posible que exista el mal si Dios
reúne esas características. Teniendo en cuenta esto, estamos delante de un dilema:
2. La apuesta de Pascal
Blaise Pascal fue un polímata, conocido por sus avances en matemáticas, que fue el autor de
uno de los dilemas filosóficos y teológicos más conocidos.
Su dilema, la apuesta de Pascal, tiene que ver con la existencia del Dios monoteísta, como es
el caso del acertijo de Epicuro, solo que aquí Pascal defiende el creer en su existencia. Lo que
plantea es que, en términos probabilísticos, creer en Dios es preferible a no creer en él.
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Para él, aunque la existencia de Dios fuera una probabilidad minúscula, el simple hecho de
creer en él y que Dios existiera implicaría una gran ganancia, la gloria eterna, a cambio de un
acto que implica poco esfuerzo.
3. La mala fe de Sartre
Jean-Paul Sartre fue un filósofo francés, exponente del existencialismo y del marxismo
humanista. Planteó un dilema conocido como “La mala fe”, en el que señaló que el ser
humano es absolutamente libre y, consecuentemente, responsable de su conducta.
Esto suele verse en casos en los que se han cometido violaciones de derechos humanos,
especialmente con los criminales de guerra, afirmando que lo único que hacían era obedecer
órdenes, que sus superiores les empujaron a cometer barbaridades.
La paradoja es que hay un punto en el que la persona elige actuar con maldad, con lo cual,
realmente, sería libre de hacer lo que quisiera, pero al mismo tiempo, niega su libertad de
elección, diciendo que le han presionado.
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Según Sartre, en todas las circunstancias el ser humano es libre de elegir entre una u otra
opción, pero lo que no siempre hace es asumir las consecuencias de sus actos.
Las mentiras piadosas son consideradas una forma de interacción social que, pese a
transgredir la norma de no mentir bajo ninguna circunstancia, una idea verdaderamente muy
kantiana, con ellas se evita provocar daño diciendo una verdad incómoda.
Por ejemplo, si un amigo nuestro nos viene con una camiseta que nos parece de muy mal
gusto y nos pregunta si nos gusta podemos serle sincero y decirle que no o podemos mentirle
para que se sienta bien.
Esta mentira es, en esencia, inofensiva, sin embargo, hemos roto una norma fundamental en
toda amistad y en la sociedad en general: no hemos sido sinceros.
Estos actos y estos resultados pueden ser buenos o malos, pero no necesariamente unos
implican a los otros. Es decir, hacer una acción que nos parece buena puede llevar consigo
consecuencias nefastas, aunque cabe decir que todo depende de cómo se mire.
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Por ejemplo, imaginémonos que vamos a comprar al supermercado. Es posible que nos
fijemos en una bolsa de patatas eco y bio, cultivadas por una ONG que paga de forma justa a
sus trabajadores del tercer mundo y les ayuda a construir escuelas. Todo esto está muy bien,
a primera vista, porque estamos, aparentemente, ayudando a personas que no tienen
muchos recursos. Estamos siendo solidarios.
Sin embargo, si lo miramos por el otro lado, quizás nuestras benévolas acciones traen
consigo muy malas consecuencias. Por ejemplo, la bolsa de patatas viene en una malla que
no es nada eco ni bio, el transporte desde el país de origen hasta nuestro supermercado de
confianza implica contaminar y, además, estamos pensando mucho en gente del tercer
mundo pero el dinero que nos estamos gastando no lo estamos gastando en comercio de
proximidad.
Teniendo en cuenta este ejemplo, podemos plantearlo de dos formas. La buena, que estamos
siendo buena gente ayudando a gente sin recursos y la mala es que contribuimos al efecto
invernadero. ¿Cómo guiar nuestra conducta si todo lo que hacemos está, esencialmente,
mal?
Es difícil prever todos los resultados de nuestras acciones, sobre todo si no disponemos de
toda la información.
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Lo verdadera o falsa que sea la frase de “todos los cretenses mienten” es independiente de la
verdad o la falsedad de la primera parte del enunciado, que es metalingüístico. En la parte de
“el cretense Epiménides dice” se estudia si Epiménides dice o no que “todos los cretenses
mienten”, mientras que en la parte de “todos los cretenses mienten” se estudia si de verdad
mienten o no.
Tenemos a Pinocchio delante y nos dice que, cuando miente, le crece la nariz. Esto es una
verdad, así que no le crece la nariz. Pero ahora va y nos dice que le va a crecer ahora la nariz, y
que está seguro de ello. ¿Le crecerá la nariz? Si le crece, ¿nos está mintiendo o nos dice la
verdad? Realmente le ha crecido la nariz, pero no sabía si le iba a crecer, ¿o sí?
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Las personas del bote representaban a los países más desarrollados y ricos, mientras que los
que estaban nadando desesperadamente eran los países más pobres. Se trata, pues, de una
metáfora sobre la distribución de los recursos en el mundo sobrepoblado en el que vivimos.
Ante la situación, se plantean preguntas como la de que quien decide que 10 personas suben
al barco, si se debe lanzar al mar a alguien que esté a bordo pero dé señales de estar
moribundo, o el criterio que se debe usar para seleccionar a quien se rescata y a quien no.
La solución planteada por el propio Hardin es que las 50 personas que ya se encuentran en el
bote no van a permitir que nadie más suba en el barco, dado que con las 10 vacantes
disponibles se tiene un margen de seguridad para nada renunciable.
En su versión un barco se está hundiendo mientras que se está preparando los botes
salvavidas, pero solo hay uno y sólo caben seis personas, siendo 10 los pasajeros que aún
están vivos. Estos diez pasajeros son:
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Una mujer que piensa que podría llevar seis semanas embarazada.
Un socorrista.
Dos jóvenes adultos recién casados.
Un anciano que tiene 15 nietos.
Un profesor de primaria.
Dos gemelos de trece años.
Una enfermera veterana.
El capitán del barco
¿A quiénes salvamos?
Pero, al mismo tiempo, también somos conscientes de que hay opiniones que hacen daño a
los demás. Es aquí donde surge la cuestión de si es legítimo regular lo que las personas dicen.
En otras palabras, hacer callar a según qué personas en función de su opinión.
Los filósofos llevan desde hace mucho tiempo debatiendo sobre qué forma de pensar se
debe tolerar y cual no. La libertad de expresión es un asunto delicado, y es difícil establecer
unos criterios universales y claros que permitan establecer una clara raya delimitante entre lo
políticamente correcto y lo que no. ¿Debemos tolerar la intolerancia? ¿No tolerando la
intolerancia nos hace intolerantes? ¿Qué entendemos por intolerancia?
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Esto tan mundano ha sido una cuestión filosófica muy debatida a lo largo de la historia,
especialmente en situaciones en las que personas quienes han sufrido mucho, como los
supervivientes del Holocausto, han perdonado a quienes les hicieron daño, en este caso, los
oficiales nazis.
¿Es correcto? ¿Está bien perdonar pese al daño hecho? ¿La culpa y el resentimiento son
emociones negativas pero necesarias? ¿Es malo el simple hecho de tener resentimiento?
Desde luego, la culpa y el perdón son dos aspectos fundamentales en nuestra cultura y en
nuestra relación con las instituciones, algo que, lamentablemente, se puede ver mucho hoy
en día con la gestión gubernamental de la crisis sanitaria. ¿Es justo culpar a nuestros
gobernantes de cómo han derivado las cosas?
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Nosotros tenemos a mano un botón con el cual podemos cambiar la trayectoria del tranvía,
pero para mala suerte, en la otra vía por la que circularía el tranvía hay una persona que
tampoco se ha enterado de la situación.
¿Qué debemos hacer? ¿Pulsamos el botón y salvamos cinco personas pero matamos a una?
¿No pulsamos el botón y permitimos que cinco personas mueran?
Los secuestrados tienen en el zulo a 10 personas. El jefe guerrillero le entrega una pistola al
periodista y le dice que si mata a una de esas diez personas dejará libres a las otras nueve. Sin
embargo, si no mata a ninguna, se encargará de ejecutar a las 10. ¿Qué debería hacer el
periodista?
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El marido de la mujer enferma acude al farmacéutico pidiéndole una rebaja, o bien que le
permita pagárselo a plazos, pero el farmacéutico se niega. O paga todo o no tiene el
tratamiento. ¿Sería correcto que el marido robara el fármaco para curar a su mujer?
El joven fue detenido y fue sentenciado a una condena de más de dos años, pero no cumple
la pena porque tiene un muy buen abogado.
Siete años después, tras haberse reinsertado, casándose y formando su propia familia
además de conseguir ser miembro productivo de la sociedad trabajando como peón de
obras, la sentencia original es recurrida y se pide que el joven vuelva a pisar la prisión.
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¿Qué vale más? ¿Calor y dolor o frío y no dolor?La idea de la parábola es que cuanto más
cercana es una relación entre dos personas más probable será que se hagan daño. Lo ideal es
intentar mantener las distancias, pero es muy difícil encontrar el punto idea para que dos
seres no se lesiones ni tampoco sientan la falta de calor humano.
Referencias bibliográficas:
Alop, Jim (2013) Critique and Evaluation of Immanuel Kant's "Respect for Persons"
ESSAI: Vol. 11, Article 8.
Jarvis-Thomson, J. (1985) "The Trolley Problem", 94 Yale Law Journal 1395-1415.
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