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Aunque seguramente habrás tomado una decisión respecto al escenario en el que personalmente te gustaría encontrarte
en esta «invitación», no habrás dejado de apreciar que los tres podían tener algo de comprensible y de positivo, al menos
desde algún punto de vista.
Así, por ejemplo, podría decirse que la tercera opción es, cuanto menos, más costosa en términos económicos y requiere,
en efecto, de un anfitrión con recursos para improvisar una nueva cena.
La segunda situación no cuesta tanto, aunque puede hacer sentirse un tanto incómodo al invitado, al apreciar que recibe un
trato especial y distinto al de la mayoría.
Por último, en el primer escenario cabe pensar que siendo sólo uno el invitado especial es mejor, atenderle a él como se
merece en otra ocasión, que anular o aplazar la cena prevista para muchos que pudiera ser no tengan otra oportunidad de
encontrarse.
Participacion
Según Dyson y Milward (2000), los dilemas educativos hacen referencia a situaciones que generan alternativas de acción
contrapuestas, ninguna de las cuales es completamente favorable o deseable.
En nuestros sistemas educativos abundan los dilemas de este tipo en sus planteamientos generales.
Por ejemplo, el dilema entre el control que debe ejercer la administración educativa y la autonomía de los centros
escolares.
Es evidente, por seguir con este ejemplo, que sin un cierto nivel de control desde instancias centrales para equiparar el
trabajo de las escuelas – haciendo, por ejemplo, que todas desarrollen un plan de estudios común-, se podrían generar
enormes desigualdades entre escuelas, habida cuenta de sus diferencias iniciales (hay escuelas mejor dotadas, situadas en
mejores contextos socioeconómicos y que pueden seleccionar a su alumnado).
Pero este control también atenta contra la autonomía de los centros y sus profesores, contra su libertad para promover
iniciativas innovadoras y, en muchos casos, contra su motivación para el trabajo, pues puede percibirse que las decisiones
importantes vienen de fuera.
Los profesores más autónomos tienen que reflexionar más sobre su práctica y buscar formas de colaboración más estrechas
entre sí para llevar sus proyectos adelante.
La jornada escolar completa (mañana y tarde) – en los países en los que puede desarrollarse –, o la jornada escolar única o
intensiva – normalmente sólo por las mañanas – es otro ejemplo claro de dilema educativo cuyo planteamiento genera
incluso debates agrios entre partidarios y opositores de cada una de las alternativas.
De los dilemas debemos resaltar algunos elementos y factores que definen su naturaleza:
Los dilemas generan un problema, no siempre bien definido, que debe solucionarse a través de un proceso de resolución en
el que será determinante:
Decidir quién participará en la toma de decisiones, qué «voces» serán tenidas en cuenta y para qué.
Cuánto cabe esperar o demorar el proceso antes de tomar una decisión firme.
Siempre hay elementos positivos y negativos en todas las opciones en juego (por eso es un problema).
Lo que cabe es resolverlos puntualmente, «aquí y ahora», por un tiempo, como resultado de un proceso de toma de
decisiones en el que finalmente se opta por la que tiene más elementos a favor que en contra, o porque se tiene en
consideración aquellos aspectos que son de mayor peso, relevancia o impacto presente o futuro en la vida de los alumnos.
Los dilemas educativos no se resuelven «en vacío», sino condicionados por una serie de factores a tener en cuenta y que
están en interacción dinámica:
Las concepciones o creencias implícitas de los actores educativos, sobre el contenido en conflicto y sus valores individuales.
Los valores sociales y las ideologías mayoritarias presentes en el contexto en el que se dan.
Las políticas educativas que las administraciones centrales o locales mantienen o promueven.
La diferente influencia o «poder» que tiene particularmente el profesorado (debido a su estatus, antigüedad, cargo, etc.)
entre sí.
Los recursos económicos, humanos, didácticos o tecnológicos que, en cada caso, puedan estar especialmente relacionados
con la situación dilemática.
Los hechos anteriores confieren a los dilemas un fuerte componente emocional, vinculado a las dificultades de la
comunicación humana, las tensiones y las insatisfacciones que siempre se van a generar en los participantes (más en
algunos que en otros, más en los que consigan ver su posición aceptada que en los que la vean rechazada) y que de no
canalizarse adecuadamente pueden degenerar en animadversión, rechazo, apatía,… emociones negativas que pueden
quedar en el contexto y dificultar procesos o acciones futuras.
Finalmente, y por lo general, los elementos anteriores pueden generar decisiones relativamente poco innovadoras, pues la
tendencia a «contentar a todos» atempera la posibilidad de tomar decisiones riesgosas.
Visto desde el proceso de toma de decisiones, cualquier situación dilemática que se realice desde una amplía participación
de todos los implicados, a través de un procedimiento bien dirigido y coordinado, en el que se cuiden las relaciones y la
comunicación, y se dialogue en profundidad para buscar argumentos de valor en los que sustentar la decisión (y no sólo
argumentos de poder por quien lo ostente en un momento dado) serán buenos procesos de toma de decisiones.
Las decisiones que se alcancen por esa vía, si bien pueden no ser perfectas, tendrán un apoyo definitivo entre quienes las
acuerden.
Es fácil imaginar cursos de acciones más negativas y seguro que tienes experiencias sobre estas cuestiones.
Decisiones
Para que haya un buen proceso de toma de decisiones es fundamental cuidar las relaciones y la comunicación.
Es fácil delinear un proceso como lo acabamos de hacer pero muy distinto es que los análisis que se realicen sean
fácilmente modificables.
Más bien lo contrario: sabemos por la psicología cognitiva que nuestras concepciones o creencias profundas (no las que
«decimos», que son más superficiales y que en último término no dirigen nuestra acción educativa) son difíciles de cambiar.
De ahí la importancia radical que en todo ello tiene el conjunto de tareas, tiempos y roles que permitan «sacarlos a la luz» y
contrastar lo que decimos con lo que hacemos; todo ello tiene sus consecuencias para los que pretendemos educar, es
decir, los alumnos.
El trabajo colaborativo, el tiempo adecuado para hacerlo sin desasosiegos, el acceso a asesores o «amigos críticos» que nos
ayuden a repensar nuestras teorías en la acción (esto es, nuestras prácticas) será fundamental.
También lo será para nuestros valores que, seguramente, son en última instancia el motor de todas estas dinámicas.
De ahí que precisamente nosotros le hayamos dado preponderancia a ese contenido, situándolo como primer módulo de
este curso.
Si quieres profundizar sobre cuestiones de asesoramiento pedagógico te puede resultar interesante como manual de
referencia el trabajo de Bonals y Sánchez-Cano Manual de asesoramiento pedagógico, publicado en 2007.
Manual
En todo caso para enfrentarse al dilema de las diferencias, tal y como lo analizaremos a continuación, las condiciones, los
elementos y los procesos anteriores deben verse como ámbitos claros de intervención para la mejora.
Esto es, sin estas condiciones, las buenas intenciones de que nuestras clases, nuestras escuelas y nuestros sistemas
educativos en su conjunto sean más inclusivos serán solamente eso, buenas intenciones, pero no realidades en proceso de
transformación hacia esa meta.
Los dilemas morales
“En el presente artículo se trata el tema de los dilemas morales como recurso para desarrollar la educación en valores.
Un dilema moral es una narración breve en la que se plantea una situación problemática que presenta un conflicto de
valores, ya que el problema moral que exponen tiene varias soluciones posibles que entran en conflicto unas con otras.
Esta dificultad para elegir una conducta obliga a un razonamiento moral sobre los valores que están en juego, exigiendo una
reflexión sobre el grado de importancia que damos a nuestros valores.
Un ejemplo de dilema moral lo tenemos en el siguiente caso, bastante frecuente en la vida de todo estudiante:
En la clase se ha roto el cristal de una ventana, como consecuencia de la mala conducta de un alumno.
El profesor pregunta quién ha sido, diciendo que si el culpable no aparece toda la clase tendrá que pagar su reparación,
además de sufrir otros castigos.
Un grupo de alumnos sabe quién es el responsable, pero deciden no decir nada, porque el alumno causante del problema
es amigo de ellos, y no quieren ser acusados de “chivatos” ni “traidores”.
Además, quieren evitarse los problemas y molestias que les causaría su confesión.
Los dilemas morales son un excelente recurso para formar el criterio ético en los alumnos, a la vez que les ayudan a tomar
conciencia de su jerarquía de valores.
Al proponerles la resolución de un caso práctico, que con frecuencia podría ocurrirles –o les ha ocurrido– a ellos, la
discusión de dilemas es más motivadora y estimulante que la mera exposición de principios éticos teóricos.
Entre los objetivos del trabajo con dilemas estarían los siguientes:
Desarrollar la habilidad social de la “empatía”, que consiste en saber ponerse en el lugar de otra persona.
Respetar las opiniones y conductas ajenas, desarrollando la tolerancia ante principios y valores contrarios a los nuestros.
Formar el juicio moral, motivando el desarrollo de la lógica discursiva aplicada a la ética de la conducta.
Fomentar el cultivo de lo que viene llamándose “inteligencia emocional”, integrando razonamientos, sentimientos y
emociones en la resolución de conflictos.
Razonar las conductas y opiniones propias, utilizando la razón para estudiar la complejidad de las conductas humanas.
Clases de dilemas
Dilema de análisis:
Es aquel dilema en el que el protagonista de la historia ya ha tomado una decisión y ejecutado una conducta, y se trata de
que el participante emita juicios de valor sobre esa solución que se le ha dado al caso.
Son, pues, dilemas cerrados. Como ejemplo, transcribimos el siguiente texto de Paulo Coelho:
Un tiempo atrás, mi mujer ayudó a un turista suizo en la zona de Ipanema, que decía haber sido víctima de ladronzuelos.
Hablando un pésimo portugués con acento extranjero, afirmó estar sin pasaporte, dinero ni lugar para dormir.
Mi mujer le pagó un almuerzo y le dio el dinero necesario para que pudiera pasar la noche en un hotel hasta ponerse en
contacto con su embajada, y se fue.
Días después, un diario de la ciudad informaba que el tal “turista suizo” era en realidad un sinvergüenza muy creativo, que
fingía acento extranjero y abusaba de la buena fe de las personas.
Dilema de solución:
El problema se plantea abierto, es decir, que se limita a exponer el caso y sus circunstancias, pero sin presentar una solución
concreta, para que el participante sea el que tome la decisión sobre el curso de acción más correcto a su entender.
Hace algunos años, la prensa internacional denunció que grandes empresas multinacionales (entre ellas, algunas de las
grandes marcas de ropa y zapatillas deportiva) utilizaban a niños en sus fábricas instaladas en países del Tercer Mundo.
Según los reportajes publicados, las condiciones de explotación laboral que se producían en esas fábricas eran
escandalosas.
De esa manera, las empresas conseguían fabricar el producto a un precio mucho menor que el que tendrían que pagar si
esas prendas se hubiesen fabricado en países con legislaciones respetuosas con los Derechos Humanos y protectoras de los
derechos laborales y sindicales de los trabajadores.
Algunas de estas multinacionales se justificaron, argumentando que ellos no fabricaban directamente las prendas, puesto
que concedían la patente a empresas nacionales de esos Estados (es decir, subcontrataban la fabricación), las cuales se
encargaban de todo el proceso.
Según ellas, ignoraban que en esas fábricas trabajasen niños y que fueran vulnerados sistemáticamente los derechos
laborales; al parecer, se enteraron por la prensa de la explotación económica y personal de sus trabajadores.
Si tú tuvieras constancia de que una empresa multinacional de ropa deportiva acude a esas prácticas, ¿comprarías ropa de
esa marca, aunque fuese más barata y te gustasen especialmente las prendas que fabrica?
Justifica moralmente tu opción.
Según el mayor o menor grado de realidad que posean, los dilemas también se suelen clasificar en dos tipos fundamentales:
Dilemas hipotéticos:
Son los que plantean problemas que no es probable que les sucedan a los participantes, pues proponen situaciones
abstractas o muy generales, alejadas de la realidad.
Eres un miembro del Consejo de Seguridad de la ONU que tiene que votar en un asunto de violación sistemática de
Derechos Humanos por parte de un Estado.
Al frente de éste se encuentra un dictador que impide cualquier tipo de avance democrático en el país, y que además
persigue militarmente a ciertas minorías étnicas, contra las cuales está llevando a cabo acciones sistemáticas de genocidio.
– No intervenir, puesto que el asunto puede considerarse como interno a ese Estado, y cualquier intervención de la ONU
podría interpretarse como injerencia en asuntos internos.
– Aprobar un embargo económico, garantizado mediante una vigilancia militar de sus fronteras, aunque los efectos de
dicho embargo recaigan mayoritariamente sobre la población civil de ese Estado, gran parte de la cual no apoya al dictador.
– Aprobar una intervención militar en defensa de las minorías étnicas agredidas, aunque esa decisión implique iniciar una
guerra donde morirán miles de personas.
***
Una de las tácticas habituales de los secuestradores (de personas, de aviones con pasajeros, etc.) consiste en plantear
determinadas peticiones (dinero, liberación de presos, etc.) a cambio de soltar a los rehenes.
Los poderes públicos se ven abocados entonces a un dilema terrible: o ceden ante los secuestradores y consiguen así la
liberación de los rehenes; o no lo hacen y se arriesgan a que mueran. Habitualmente, los poderes públicos no ceden,
argumentando que si lo hicieran, esa claudicación daría pie a otros grupos o personas a utilizar la táctica del secuestro para
conseguir sus objetivos.
En el caso de que tú tuvieras que tomar una decisión de este tipo, ¿qué harías? ¿Sería la misma tu decisión si entre los
rehenes se encontraran familiares y personas muy queridas por ti?
Este tipo de dilemas son muy aptos para favorecer la lógica discursiva y las reflexiones éticas y filosóficas abstractas, pero
no son muy motivadores para los alumnos, ya que les falta la necesaria encarnación en la realidad cotidiana de nuestros
alumnos.
Plantean situaciones conflictivas sacadas de los problemas de la vida cotidiana, casos que les pueden pasar a los alumnos –
es más, sería aconsejable procurar extraer estos dilemas de casos reales que les hayan ocurrido a ellos–.
Al basarse en hechos reales, son más motivadores para el trabajo en el aula, pues los alumnos pueden hacer intervenir su
experiencia al lado de la lógica discursiva para tomar sus decisiones.
¿Le darías una limosna a un mendigo alcohólico, aunque supieras que probablemente se gastara el dinero en vino?
¿Argumentarías que el fin para el que pide dinero -emborracharse- es malo, y por tanto te abstendría de dársela?
¿O pensarías que es un enfermo que no puede evitar emborrarse, y que ese acto no hace mal a nadie salvo a él mismo, y en
razón de su adicción incurable, le darías la limosna que te solicita?
Según el grado de exhaustividad con el que presenten la información, podríamos distinguir entre:
Dilemas completos:
Son aquellos que informan con amplitud de las diversas circunstancias que influyen en el problema, con el fin de que quien
va a emitir un juicio sobre el mismo disponga de la mayor cantidad posible de información, hecho que contribuirá a que la
toma de decisión sea más ajustada a criterio.
Al tener todas o casi todas las variables, el juicio moral será más razonado y correcto.
Esta modalidad es la que deberemos utilizar al comienzo de nuestro trabajo con dilemas, por ser la más sencilla para los
participantes no familiarizados con este tipo de actividades.
Uno de los negocios más rentables en los últimos tiempos es el del periodismo sensacionalista relacionado con la llamada
“prensa rosa”.
En las revistas del corazón o en programas de radio y televisión donde intervienen famosos se venden exclusivas millonarias
por revelar secretos íntimos, asuntos sexuales o fotografías comprometedoras.
Está claro que muchas de esas exclusivas atentan directamente contra el honor y el derecho a la intimidad de algunas
personas.
Imagina que tú eres el director de una cadena de televisión y tienes que autorizar o denegar el permiso para la creación de
un programa de este tipo.
Sabes que la audiencia de estos programas es altísima (y se trata de un asunto importante para los accionistas de tu
empresa, ya que los ingresos publicitarios aumentarían), aunque personalmente consideras inmoral el vender secretos
íntimos que afecten a terceras personas.
– Autorizar el programa, argumentando que eso es lo que la opinión pública desea y, por tanto, se trata de una decisión
democrática.
– Denegar el programa con el fin de crear una imagen de cadena televisiva seria y así captar a espectadores contrarios a
este tipo de espacios.
Dilemas incompletos:
Son los que no proporcionan una información completa sobre las circunstancias concurrentes en el dilema, limitándose a
plantearlo a grandes rasgos, sin detalles.
Ante esta falta de definición, los participantes tendrán que hacer un esfuerzo reflexivo para discernir ellos mismos bajo qué
circunstancias tomarían una decisión en un sentido u otro.
Es decir, que en este tipo de dilemas el debate tiene como objetivo, además de buscar la solución, investigar las variables
que orientarían la elección en un sentido u otro.
Al suponer un mayor esfuerzo discursivo, estos dilemas habría que utilizarlos para alumnos de mayor edad, o que ya
estuvieran familiarizados con la técnica de los dilemas.
– ¿Estás de acuerdo con Robin Hood?: robar a los ricos para dárselo a los pobres.
– Torturar a una persona para sacarle información que permita detener a unos delincuentes.
– Si por alguna casualidad de la vida, sorprendieras a dos famosos en actitud íntima, cariñosa y comprometedora para su
honor, y tuvieses a mano una cámara fotográfica o de vídeo, ¿los fotografiarías e intentarías vender esas imágenes a alguna
revista que te pagase un buen montón de dinero por ellas, o al contrario, respetarías su derecho a la intimidad?
– ¿Estarías dispuesto o dispuesta a compartir parte de lo que te sobra (parte de tu paga, renunciar a comprar ropa de marca
y cara, dedicar tu tiempo libre a trabajar para una ONG, etc.) para intentar remediar la pobreza existente en el mundo? ¿O
piensas tal vez que con actitudes individuales no se resuelve nada y que esa tarea debiera ser misión exclusiva del Estado (al
fin y al cabo, los ciudadanos ya pagan impuestos, una parte de los cuales se dedican a la ayuda al desarrollo de los países
pobres)?
– ¿Serías capaz de mentir sobre tu cualificación profesional para conseguir un trabajo, aun cuando con esa mentira
perjudiques a otros candidatos al puesto de trabajo?
Si te encontraras en esa situación: ¿dirías la verdad u optarías por intentar alcanzar ese trabajo a toda costa?
Elaboración de dilemas
Para elaborar dilemas morales que podamos debatir en el aula, hemos de tener en cuenta algunas recomendaciones, en
cuanto a sus elementos, y en cuanto a las fuentes de donde podemos extraerlos.
a) Elementos
El personaje principal que protagoniza el problema debe aparecer claramente delineado, para favorecer la identificación
con él.
Las circunstancias: para que el juicio ético sea ponderado, el dilema debe explicar claramente todas que concurren en el
caso planteado, pues si el alumno no posee suficiente información, su decisión corre el peligro de ser errónea.
Clase de dilema:
Es preferible elegir dilemas reales al comienzo de nuestra práctica, ya que, al ser más cercanos a nuestros alumnos, esta
mayor implicación les facilita que puedan contar con su experiencia como elemento de juicio, al lado del razonamiento
discursivo.
Estos dilemas reales podremos sacarlos de la propia vida cotidiana de los alumnos, de los medios de comunicación, de
textos con valores como los que expusimos más arriba, etc.
Alternativas:
Naturaleza:
Los sucesos deben estar centrados claramente sobre cuestiones de valor moral.
El profesor debe asegurarse de que los alumnos entienden claramente la naturaleza del dilema, sus circunstancias y las
posibles respuestas que propone.
Toma de decisión:
Dinámicas de grupo:
Podemos utilizarlas para favorecer el intercambio de opiniones, pero teniendo en cuenta que no estamos ante una terapia
de grupo, y lo que realmente importa no es la vida personal de los participantes.
b) Fuentes
Muchos textos con valores ( cuentos, fábulas, parábolas, poemas, etc.) pueden ser utilizados como verdaderos dilemas, si
nos interrogamos por el mensaje ético que plantean.
Por ejemplo, el siguiente texto de Berthold Brecht plantea un dilema centrado en el conflicto entre dos valores igualmente
factibles y defendibles: el valor de la seguridad, y el valor de la solidaridad. La pregunta clave del texto puede ser algo así
como:
Después detuvieron a los curas, pero como yo no soy religioso, tampoco me importó.
Luego apresaron a los comunistas, pero como yo no soy comunista, tampoco me importó…
El siguiente texto de Khalil Gibran puede llevar a una reflexión sobre el valor de la generosidad, planteándonos el siguiente
interrogante:
¿Tenemos que dar a todo el mundo, aunque no tengamos la seguridad de que eso que damos vaya a ser bien empleado?
Hay quienes dan poco de lo mucho que tienen, y lo dan buscando el reconocimiento, y su deseo oculto daña sus regalos.
Es bueno dar algo cuando ha sido pedido, pero es mejor dar sin demanda, comprendiendo.
Y, para la mano abierta, la búsqueda de aquel que recibirá es mayor alegría que el dar mismo.
¿Y hay algo, acaso, que puede guardarse?
Todo lo que tienes será entregado algún día: dad, pues, ahora que la estación de dar es nuestra y no de nuestros herederos.
Los árboles en nuestro huerto no hablan de ese modo, ni los rebaños en nuestra pradera.
Todo aquel que merece recibir sus días y sus noches merece de vosotros todo lo demás.
Y aquel que mereció beber el océano de la vida merece llenar su copa en nuestra pequeña fuente.
Porque, en verdad, es la vida la que da a la vida, mientras que nosotros, te lo crees dadores, no eres más que testigos.
Si queremos hacer más “real” a nuestros alumnos el dilema propuesto en los dos textos anteriores, de manera que se
sientan más implicados y protagonistas, podemos traducirlo así:
Tras un momento de duda, decides no darle nada, porque piensas que es muy probable que se vaya a gastar el dinero que
le des en drogas o alcohol”
Indudablemente, los dilemas inspirados en hechos de la vida cotidiana, o extraídos directamente de ella, son los mejores
para plantear a nuestros alumnos, porque su cercanía emocional y sentimental, además del conocimiento previo que tienen
de estos dilemas por su propia experiencia, les favorece la necesaria “empatía” para involucrarse más en su resolución.
Un caso especial de dilemas reales son aquellos que ilustran situaciones conflictivas de la vida escolar, como el dilema que
planteábamos más arriba sobre el problema de “chivarse” o no para evitar un castigo colectivo.
Otro ejemplo podría ser el siguiente:
En el reglamento de un centro de enseñanza tenían este artículo sobre los deberes de los estudiantes:
“El alumno que sea sorprendido copiando durante un examen, será expulsado de la escuela”.
Juzgando que esta norma era demasiado estricta, la dirección quiso hacerlo más suave, y pasó una encuesta a los alumnos
para conocer su opinión…
Pero éstos se negaron a cambiarla: decían que copiar era una traición y un engaño a los alumnos que habían estudiado.
Los medios de comunicación nos pueden proporcionar también casos basados en la realidad, aunque ésta sea más lejana a
la que vivan nuestros alumnos, que en muchos casos será improbable que experimenten esos conflictos.
Sin embargo, el hecho de que hayan ocurrido realmente les añade una motivación extra sobre aquellos dilemas más
abstractos e hipotéticos.
En este sentido, la prensa puede ser una fuente de gran riqueza a la hora de proporcionarnos casos para nuestros debates
en el aula. Como ejemplo, transcribimos el siguiente caso:
Los vecinos de un barrio se han quejado repetidas veces a las autoridades de que con mucha frecuencia hay altercados y
disturbios en las calles, debido al tráfico de drogas y a la existencia de proxenetas.
Cansados de que no atiendan sus demandas, deciden hacer una patrulla ciudadana que garantice su seguridad,
especialmente por las noches.
Una cadena de televisión, enterada de que una noche esa patrulla iba a hacer una “redada” en el barrio, manda a cuatro
periodistas para que cubran la información.
Durante el transcurso de la “redada”, los vecinos agreden a algunos “camellos” y proxenetas, sin que ningún periodista haga
nada por impedirlo, ya que se limitan a cubrir la información.
Un juez, enterado de los hechos, denunció a los periodistas por no haber cumplido con el inexcusable deber, recogido en la
Constitución, de socorrer a las víctimas.
Resolución de dilemas
Como los dilemas morales muestran una serie de actos humanos cuyo juicio depende de una escala de valores, y como esta
jerarquía es algo estrictamente personal, distinta para cada participante en la resolución de un dilema, es fácil concluir no
existen reglas precisas, ni fórmulas ni recetas que puedan aplicarse a la generalidad de los dilemas.
Sin embargo, la ética, como ciencia de la conducta humana, nos puede proporcionar algunos principios válidos que nos
pueden orientar a la hora de elaborar un juicio crítico sobre un dilema, ayudándonos en la toma de una decisión lo más
ajustada posible a los criterios de lo que podemos denominar “verdad ética”.
las circunstancias: son los diversos factores o modificaciones que afectan a la conducta que se juzga, influyendo en la
decisión final que se adopta.
Se considera que un acto es bueno cuando son buenos el objeto, las circunstancias y el fin.
Por ejemplo, robar para repartir el dinero entre los pobres es un acto condenable porque, a pesar de que la intención es
buena, el objeto (robar) es siempre condenable.
En este sentido, la lógica dice que es mejor una acción buena con intención poco recta, que una mala con intención buena,
ya que lo que realmente importa es lo que se plasma en la realidad y afecta a otras personas o al que realiza la acción.
Para que un acto pueda calificarse de “humano” es decir, para que una conducta pueda calificarse de “moral: son precisas
dos condiciones:
– Vencible: por ejemplo, alguien se encuentra una cartera y no quiere enterarse quién es con el fin de apropiársela.
Ejemplo de dilema relacionado con el conocimiento: accidente causado por desconocer las normas de circulación.
Forzados: se hacen bajo coacción, sin libertad, por lo cual no tienen esponsabilidad.
Por ejemplo, ¿cómo calificarías la conducta de un soldado que mata a un enemigo durante una guerra?
¿Es lícito realizar un acto del que se siguen dos efectos, uno bueno y otro malo? Condiciones necesarias:
Que la acción sea buena en sí o indiferente: no es lícito mentir, aunque de ellos se deriven efectos buenos.
Que el efecto primero e inmediato sea el bueno, y no el malo: publicar datos para salvaguardar el bien común, aunque siga
el desprestigio de algunas personas: el bien común es superior al personal.
La conciencia:
Ejemplo de dilema: pienso que beber alcohol, aunque sea moderadamente, es malo.
Si bebo hago algo malo, porque actúo en contra de lo que dicta mi conciencia.
La ley moral:
La conciencia recta o verdadera es la que juzga de acuerdo con una norma, aplicando a la práctica la ley general.
La cultura:
Viene a ser un modo de comportarse de la sociedad en su conjunto, una manera de entender la realidad.
Esta jerarquía cultural de valores se transmite a través de las instancias educativas, y crea condicionamientos para actuar de
una manera determinada, por lo cual nos quita libertad.
La experiencia: las vivencias que experimentamos y las consecuencias de los actos que realizamos influyen en nuestras
conductas futuras.
El bien: la felicidad
La verdadera moral consiste en un sentido de la vida, en una determinada visión del mundo, más que en un código de
obligaciones.
Así como el acto humano se ejecuta en función de una finalidad o “bien”, la vida humana se vive en función de un bien
supremo, que es la felicidad que.
Presentación del dilema con: textos, imágenes, dibujos, fragmentos de programas TV o películas, dramatización de los
alumnos.
Debate general
Toma de posición
Individual Reflejar por escrito la situación individual, señalando los argumentos que la justifiquen, y haciendo constar
si la postura final que hemos adoptado, después del debate en clase, ha cambiado respecto a la que teníamos al principio.
PUIG, J.Mª. i MARTÍN, X. L’educació moral a l’escola. Teoria i pràctica. Ed. Cat.: Edebé, 2000 ( pág. 143)
Fuente: https://sapiens.ya.com
Mientras que un problema es una situación que de alguna forma u otra debe ser resuelta, un dilema plantea las dificultades
de escoger entre opciones igualmente indeseables.
El objetivo frente a un dilema es tomar la decisión que comporte el menor daño, y de ahí la complejidad de la acción.
Algunos dilemas filosóficos que hacen pensar acerca de temas muy diversos.
Dilemas-filosoficos
A lo largo de la historia varios pensadores han ido proponiendo interesantes paradojas, muy de difícil solución y que nos
hacen pensar sobre hasta qué punto nuestra percepción del mundo puede ser tomada como una verdad.
A continuación vamos a ver una selección de grandes dilemas filosóficos, algunos con nombres y apellidos de grandes
filósofos y otros hechos de forma anónima, además de ver algunas de sus posibles soluciones.
Aquí vamos a ver grandes dilemas que dan mucho que pensar.
Epicuro de Samos (341 a.C. - 270 a.C.) fue un filósofo griego que propuso el problema del mal.
Se trata de un acertijo que se ha convertido en uno de los grandes dilemas filosóficos de la historia.
Lo curioso del problema del mal es el hecho de que Epicuro, quien vivió antes de Cristo, definió muy bien el problema de
creer en el Dios cristiano, algo verdaderamente visionario.
El acertijo de Epicuro parte de que muchas religiones de su tiempo eran monoteístas, como lo es el cristianismo que todavía
no había aparecido.
Por tanto, Dios lo puede todo, lo sabe todo y siempre hace el bien.
Teniendo en cuenta todo esto, Epicuro se pregunta cómo es posible que exista el mal si Dios reúne esas características.
Teniendo en cuenta esto, estamos delante de un dilema:
Y si Dios no puede eliminar el mal y, encima, no quiere hacerlo, entonces, ¿por qué llamarlo Dios?
2. La apuesta de Pascal
Blaise Pascal fue un polímata, conocido por sus avances en matemáticas, que fue el autor de uno de los dilemas filosóficos y
teológicos más conocidos.
Su dilema, la apuesta de Pascal, tiene que ver con la existencia del Dios monoteísta, como es el caso del acertijo de Epicuro,
solo que aquí Pascal defiende el creer en su existencia.
Lo que plantea es que, en términos probabilísticos, creer en Dios es preferible a no creer en él.
Para él, aunque la existencia de Dios fuera una probabilidad minúscula, el simple hecho de creer en él y que Dios existiera
implicaría una gran ganancia, la gloria eterna, a cambio de un acto que implica poco esfuerzo.
Crees en Dios.
No crees en Dios.
Si no existe, no ganas ni pierdes nada.
No crees en Dios.
3. La mala fe de Sartre
Jean-Paul Sartre fue un filósofo francés, exponente del existencialismo y del marxismo humanista. Planteó un dilema
conocido como “La mala fe”, en el que señaló que el ser humano es absolutamente libre y, consecuentemente, responsable
de su conducta.
Pese a esto, a la hora de asumir la responsabilidad, las personas prefieren “cosificarse”, en el sentido de que prefieren decir
que fueron objetos de la voluntad y designios de otros que no responsables de sus propias acciones.
Esto suele verse en casos en los que se han cometido violaciones de derechos humanos, especialmente con los criminales
de guerra, afirmando que lo único que hacían era obedecer órdenes, que sus superiores les empujaron a cometer
barbaridades.
La paradoja es que hay un punto en el que la persona elige actuar con maldad, con lo cual, realmente, sería libre de hacer lo
que quisiera, pero al mismo tiempo, niega su libertad de elección, diciendo que le han presionado.
Según Sartre, en todas las circunstancias el ser humano es libre de elegir entre una u otra opción, pero lo que no siempre
hace es asumir las consecuencias de sus actos.
Si bien esta cuestión no tiene el nombre y apellidos de un autor, sí que es un debate filosófico presente a lo largo de la
historia de la filosofía y, en especial, de la moral.
Las mentiras piadosas son consideradas una forma de interacción social que, pese a transgredir la norma de no mentir bajo
ninguna circunstancia, una idea verdaderamente muy kantiana, con ellas se evita provocar daño diciendo una verdad
incómoda.
Por ejemplo, si un amigo nuestro nos viene con una camiseta que nos parece de muy mal gusto y nos pregunta si nos gusta
podemos serle sincero y decirle que no o podemos mentirle para que se sienta bien.
Esta mentira es, en esencia, inofensiva, sin embargo, hemos roto una norma fundamental en toda amistad y en la sociedad
en general: no hemos sido sinceros.
De acuerdo con el consecuencialismo, planteado por los utilitaristas Jeremy Bentham y John Stuart Mill, lo que importan
son los resultados de nuestros actos.
Estos actos y estos resultados pueden ser buenos o malos, pero no necesariamente unos implican a los otros.
Es decir, hacer una acción que nos parece buena puede llevar consigo consecuencias nefastas, aunque cabe decir que todo
depende de cómo se mire.
Es posible que nos fijemos en una bolsa de patatas eco y bio, cultivadas por una ONG que paga de forma justa a sus
trabajadores del tercer mundo y les ayuda a construir escuelas.
Todo esto está muy bien, a primera vista, porque estamos, aparentemente, ayudando a personas que no tienen muchos
recursos.
Sin embargo, si lo miramos por el otro lado, quizás nuestras benévolas acciones traen consigo muy malas consecuencias.
Por ejemplo, la bolsa de patatas viene en una malla que no es nada eco ni bio, el transporte desde el país de origen hasta
nuestro supermercado de confianza implica contaminar y, además, estamos pensando mucho en gente del tercer mundo
pero el dinero que nos estamos gastando no lo estamos gastando en comercio de proximidad.
La buena, que estamos siendo buena gente ayudando a gente sin recursos y la mala es que contribuimos al efecto
invernadero.
¿Cómo guiar nuestra conducta si todo lo que hacemos está, esencialmente, mal?
Es difícil prever todos los resultados de nuestras acciones, sobre todo si no disponemos de toda la información.
La paradoja del mentiroso tiene su origen en el Nuevo Testamento y en ella se hace el siguiente enunciado:
Este enunciado es autorreferencial, con una parte de lenguaje objeto y otra de metalenguaje.
Para hacer saber si la frase es verdad primero se debe partirla en dos y analizarla por separado.
Lo verdadera o falsa que sea la frase de “todos los cretenses mienten” es independiente de la verdad o la falsedad de la
primera parte del enunciado, que es metalingüístico.
En la parte de “el cretense Epiménides dice” se estudia si Epiménides dice o no que “todos los cretenses mienten”, mientras
que en la parte de “todos los cretenses mienten” se estudia si de verdad mienten o no.
Si miente, entonces, ¿los cretenses no mienten? ¿pero entonces Epiménides, que es cretense, tampoco debería mentir?
Tenemos a Pinocchio delante y nos dice que, cuando miente, le crece la nariz.
Pero ahora va y nos dice que le va a crecer ahora la nariz, y que está seguro de ello.
¿Le crecerá la nariz? Si le crece, ¿nos está mintiendo o nos dice la verdad? Realmente le ha crecido la nariz, pero no sabía si
le iba a crecer, ¿o sí?
En 1974, el filósofo y ecologista americano Garret Hardin propuso el siguiente dilema moral.
Comparó la Tierra con un bote salvavidas que llevaba 50 personas, mientras que 100 se encontraban en el agua y
necesitaban ser rescatadas.
Las personas del bote representaban a los países más desarrollados y ricos, mientras que los que estaban nadando
desesperadamente eran los países más pobres.
Se trata, pues, de una metáfora sobre la distribución de los recursos en el mundo sobrepoblado en el que vivimos.
Ante la situación, se plantean preguntas como la de que quien decide que 10 personas suben al barco, si se debe lanzar al
mar a alguien que esté a bordo pero dé señales de estar moribundo, o el criterio que se debe usar para seleccionar a quien
se rescata y a quien no.
La solución planteada por el propio Hardin es que las 50 personas que ya se encuentran en el bote no van a permitir que
nadie más suba en el barco, dado que con las 10 vacantes disponibles se tiene un margen de seguridad para nada
renunciable.
Como el dilema moral de Hardin se hizo famoso, el Northwest Association of Biomedical Research en Seattle hizo una
adaptación del mismo.
En su versión un barco se está hundiendo mientras que se está preparando los botes salvavidas, pero solo hay uno y sólo
caben seis personas, siendo 10 los pasajeros que aún están vivos.
Una mujer que piensa que podría llevar seis semanas embarazada.
Un socorrista.
Dos jóvenes adultos recién casados.
Un profesor de primaria.
¿A quiénes salvamos?
Nadie debería prohibirnos decir nuestra opinión, y mucho menos censurarnos o amenazarlos con hacernos daño si no nos
callamos.
Pero, al mismo tiempo, también somos conscientes de que hay opiniones que hacen daño a los demás.
Es aquí donde surge la cuestión de si es legítimo regular lo que las personas dicen.
Los filósofos llevan desde hace mucho tiempo debatiendo sobre qué forma de pensar se debe tolerar y cual no.
La libertad de expresión es un asunto delicado, y es difícil establecer unos criterios universales y claros que permitan
establecer una clara raya delimitante entre lo políticamente correcto y lo que no.
¿Debemos tolerar la intolerancia? ¿No tolerando la intolerancia nos hace intolerantes? ¿Qué entendemos por intolerancia?
En relación con el dilema anterior, a veces se da la situación en el que alguien nos hace algo malo.
Es entonces que, después de pasar por varios sentimientos, tenemos que decidir si perdonar o continuar resentidos,
culpando a esa persona de lo que ha hecho, aunque haya sido sin querer o sin ser consciente de las consecuencias de sus
actos.
Esto tan mundano ha sido una cuestión filosófica muy debatida a lo largo de la historia, especialmente en situaciones en las
que personas quienes han sufrido mucho, como los supervivientes del Holocausto, han perdonado a quienes les hicieron
daño, en este caso, los oficiales nazis.
¿Es correcto? ¿Está bien perdonar pese al daño hecho? ¿La culpa y el resentimiento son emociones negativas pero
necesarias? ¿Es malo el simple hecho de tener resentimiento?
Desde luego, la culpa y el perdón son dos aspectos fundamentales en nuestra cultura y en nuestra relación con las
instituciones, algo que, lamentablemente, se puede ver mucho hoy en día con la gestión gubernamental de la crisis
sanitaria.
¿Es justo culpar a nuestros gobernantes de cómo han derivado las cosas?
El dilema del tranvía es un ejemplo ya muy clásico de cómo las personas razonamos moralmente.
La situación es archiconocidísima: tenemos un tranvía que está fuera de control por la vía en la que circula.
En la vía se encuentran cinco personas que no se han dado cuenta de que viene el vehículo a gran velocidad y los va a
arrollar.
Nosotros tenemos a mano un botón con el cual podemos cambiar la trayectoria del tranvía, pero para mala suerte, en la
otra vía por la que circularía el tranvía hay una persona que tampoco se ha enterado de la situación.
¿Qué debemos hacer? ¿Pulsamos el botón y salvamos cinco personas pero matamos a una? ¿No pulsamos el botón y
permitimos que cinco personas mueran?
Un periodista viaja hasta el Amazonas para hacer un reportaje a sus pueblos indígenas.
Llegado al lugar, es secuestrado por una tropa de guerrilleros quienes lo dirigen hacia su campamento.
El jefe guerrillero le entrega una pistola al periodista y le dice que si mata a una de esas diez personas dejará libres a las
otras nueve.
Una mujer padece un cáncer que, hasta hacía bien poco, era considerado terminal.
Afortunadamente para ella se ha encontrado la cura, solo que hay un problema: la cura es extremadamente cara, valiendo
diez veces más que el valor de producción, y solo la tiene un farmacéutico.
El marido de la mujer enferma acude al farmacéutico pidiéndole una rebaja, o bien que le permita pagárselo a plazos, pero
el farmacéutico se niega.
Junto con sus amigos se fue a la casa de una mujer viuda que vivía con sus dos hijos.
El joven y sus amigos robaron el dinero del colegio de uno de los niños, varios objetos de valor y, encima, recuerdos
familiares.
El joven fue detenido y fue sentenciado a una condena de más de dos años, pero no cumple la pena porque tiene un muy
buen abogado.
Siete años después, tras haberse reinsertado, casándose y formando su propia familia además de conseguir ser miembro
productivo de la sociedad trabajando como peón de obras, la sentencia original es recurrida y se pide que el joven vuelva a
pisar la prisión.
El abogado ha pedido que se le haga un indulto, alegando que el joven se encuentra completamente reinsertado.
El dilema del erizo es una parábola escrita por el filósofo alemán Arthur Schopenhauer en 1851.
Un grupo de erizos se encuentran cerca y sienten, simultáneamente, la gran necesidad de calor corporal en un día muy frío.
Para satisfacerla, se buscan los unos con los otros y se van juntando, para así que la proximidad corporal les dé calor, pero
cuanto más cerca están, más dolor les causan sus púas.
Sin embargo, alejarse no es buena opción porque, si bien se deja de sentir dolor, más frío se siente.
La idea de la parábola es que cuanto más cercana es una relación entre dos personas más probable será que se hagan daño.
Lo ideal es intentar mantener las distancias, pero es muy difícil encontrar el punto idea para que dos seres no se lesiones ni
tampoco sientan la falta de calor humano.