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LA GUERRA POR LAS TIERRAS

Hace muchos años, en el territorio de los Sandals gobernaba la reina Clara, era
una mujer poderosa y de clase alta que demostraba su autoridad por la forma de
regir su territorio.
Este reino llevaba años luchando contra los Sarracenos (musulmanes),
defendiendo su religión y a su Dios ya que eran católicos. Hasta que un día un
grupo de rebeldes Sarracenos se asentaron en una gran parte de las tierras de los
Sandals, demostrando que querían atacar directamente a la reina.

- Su majestad. Le traigo malas noticias – dijo un mensajero. La reina lo


fulmina con la mirada.
- Un grupo de Sarracenos se apropió de Balaclava.
- ¿Allá no es donde tenemos los objetos valiosos de la iglesia? – pregunta la
reina, y el mensajero le responde apenado.
- Sí, majestad.
- ¿Y quién fue el inútil que los dejo entrar? – Proclamó enojada la reina.
- El maestre Joaquín, su majestad. – Le responde el mensajero.
- ¡Hoy mismo lo ejecutan por incompetente! - dijo la reina exaltada.

Mientras tanto, los Sarracenos vieron como la guardia real llevaba a rastras al
maestre de Balaclava. Nadie entendía que pasaba y los Sarracenos
reaccionaron empuñando sus armas. Pero lo que hizo la guardia real los dejó
atónitos.
Pusieron al maestre de rodillas y le quitaron la cabeza, uno de los templarios
exclamo:
- ¡Esto es lo que les espera sí no abandonan nuestras tierras! - la guardia
real se fue dejando el cadáver en el piso.

Los Sarracenos planeaban atacar el pueblo de Veracruz para hacerle frente a


la reina e ignorar sus amenazas. Este pueblo estaba más próximo a Redentor,
que era la capital del territorio de los Sandals.
La estrategia de los Sarracenos era atacar lentamente ganando territorio a su
paso para acercarse cada vez más a Redentor, y esa noche inició La Lluvia de
Flechas.

En Veracruz, entrada la noche, se escucharon fuertes galopes que se dirigían


al parque Goliat y de un momento a otro todo ardió en llamas. Los jinetes
llevaban antorchas y quemaban todo su paso, mientras que los arqueros
disparaban flechas con fuego en sus puntas a los templarios, soldados de la
reina que protegían a los peregrinos y a los objetos sagrados de la iglesia.
Los templarios de Veracruz no tuvieron oportunidad contra los Sarracenos, ya
que el ataque fue totalmente inesperado. Tras su victoria, este grupo de
guerreros celebró su triunfo sin saber lo que le pasaba a quienes se quedaron
en Balaclava.

La reina estaba furiosa porque no podía creer como unos Sarracenos


cualesquiera habían entrado a su territorio tan fácilmente. Pero ella no iba a
dejar las cosas así.
En Balaclava, entrada la noche, arribaron la reina y sus templarios. La
infantería irrumpió primero, asesinando a cualquier Sarracenos que se les
atravesara. Luego procedió la caballería destruyendo los campamentos y las
provisiones de los invasores. Por último, la reina hizo acto de presencia
degollando a la mayoría de los sobrevivientes y dejando vivos a unos pocos,
para mirarlos con burla y decirles:
- La única razón por la cual los dejo vivir, es para que vayan como las ratas
que son a informarle al resto de ustedes lo siguiente: Si siguen avanzando
tendrán un destino igual o peor que el de sus compañeros.

Los sobrevivientes que dejó la reina se dirigieron a Veracruz, y cuando


encontraron a sus compañeros les dijeron:
- Esa señora es un monstruo, los mató a todos y nos ordenó irnos. – dijo
alguien llorando.
- Esto no se va a quedar así – dijo un Sarraceno y después se dirigió a todos.
- Mañana en la noche cobraremos venganza por lo que la bruja nos ha
hecho.

Al amanecer. Los Sarracenos estaban despertando y de un momento a otro se


escuchó un bullicio. Alguien gritó:
- ¡Huyan! La reina viene por nosotros.
Mientras que la caballería avanzaba por el sur, la infantería y los arqueros
esperaban a los Sarracenos por el norte.
Todos los arqueros disparaban sus flechas aniquilando a cada musulmán, se veía
el horror y se escucharon los gritos.
- Yo les advertí e ignoraron mi orden. – dijo la reina con sorna.
Después del triunfo de la corona, la reina exclamó:
- ¡Lo hicieron bien queridos templarios! Esto merece una gran celebración.

Durante dos días, Redentor fue testigo de la alegría y gozo que emanaba del
ambiente por el gran logro de la corona.

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