Está en la página 1de 4

Serie: Jesús a través del Evangelio de Juan.

AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS


Juan 13:31-35

A lo largo de la historia las personas han tratado de identificarse como seguidores de


Jesucristo por medio de señales externas: vestimenta, cortes de cabello, uso de algún objeto
(cruces), alguna etiqueta en la vestimenta, casa, auto, etc. Pero esos símbolos superficiales y
externos no son los que caracterizan a los seguidores verdaderos de Jesucristo; sino, son las
actitudes internas del corazón. Mateo 7:16-20, “16 Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se
recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? 17 Así, todo buen árbol da buenos
frutos, pero el árbol malo da frutos malos. 18 No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el
árbol malo dar frutos buenos. 19 Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el
fuego. 20 Así que, por sus frutos los conoceréis.” Son aquellos cuyos corazones han sido
trasformados por la gracia redentora de Dios. 1 Pedro 1:3, 23, “3 Bendito el Dios y Padre
de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una
esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, 23 siendo renacidos, no de
simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece
para siempre.” Esa transformación interna produce vidas cambiadas cuyo fruto se hace
visible en el comportamiento del creyente, en actitudes y acciones. En Gálatas 5:22-23,
“22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad,
fe, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”. Se detalla este fruto que, en
su nivel más básico, puede resumirse, en una palabra: amor. Por lo tanto, la marca
inconfundible que distingue a los seguidores de Cristo, es la práctica constante de esa clase
de amor unos por otros. En sus epístolas, el apóstol Juan dice categóricamente, el que no
ama a su hermano no ha nacido de Dios. 1 Juan 4:7-8, 20-21, “7 Amados, amémonos unos
a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a
Dios. 8 El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. 20 Si alguno dice: Yo
amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a
quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? 21 Y nosotros tenemos este
mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.” Tertuliano decía que
los paganos, al referirse a los seguidores de Jesús, decían: “Mirad como se aman”. El amor
no sólo se expresa con palabras sino, principalmente, con hechos: un pequeño obsequio, un
gesto cariñoso, una visita al enfermo, ánimo al desanimado, una promesa bíblica al
descarriado, un espíritu perdonador, ternura, cariño, paciencia; todos gestos que demuestran
amor y comunión en Cristo.

Jesús, sabía que la hora de su muerte se acercaba y Él los dejaría por un tiempo y, durante su
ausencia física, ellos debían manifestar la misma calidad de amor, unos con otros, con que
él les había amado. Este amor mutuo que los cristianos debemos mostrar es el resultado del
amor de Jesús por nosotros…
A. LAS IMPLICANCIAS DE ESTE MANDAMIENTO.

1. Amarse unos a otros no es una opción.

A los cristianos se nos manda amarnos unos a otros. No es una cuestión de si


queremos o no amar a los otros creyentes. Es el mandamiento de nuestro Señor. No
amar a otro creyente es desobedecerle. El Señor Jesús dijo: “Esto os mando: Que os
améis unos a otros” Juan 15:17.

2. Amarse unos a otros es amar a todo creyente.

Amarse unos a otros no significa solamente amar a aquellos creyentes por quienes
sentimos una simpatía espontánea. Significa amar a todo creyente. El apóstol Juan
dijo que amarse unos a otros es la prueba de que hemos nacido de nuevo. 1 Juan
3:14, “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los
hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte”

B. ¿CÓMO AMÓ JESÚS A SUS DISCÍPULOS?

1. Los amó sin el menor egoísmo.

Filipenses 2:3-8, “3 Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con
humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; 4 no
mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los
otros. 5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6 el
cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que
aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho
semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí
mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” Hasta en el amor
humano más noble hay algo de egoísmo. A menudo pensamos, a veces
inconscientemente, en lo que vamos a obtener. Pensamos en la felicidad que
disfrutaremos, o en la soledad en que quedaremos si el amor falla o se nos niega. A
menudo estamos pensando: ¿Qué me reportará este amor? Por detrás de todo, es
nuestra felicidad lo que estamos buscando. Pero Jesús no pensaba nunca en Sí
mismo. Su único deseo era darse a Sí mismo y todo lo que tenía por los que amaba.

2. Jesús amaba a Sus discípulos sacrificialmente.

Romanos 5:8, “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún
pecadores, Cristo murió por nosotros.” No había límite a lo que su amor pudiera
hacer o dar. Ninguna demanda era excesiva. Si el amor requería que muera en la
Cruz, Jesús la aceptaba. A veces cometemos el error de pensar que el amor está para
darnos la felicidad. A fin de cuentas, así es; pero también puede traer dolor, y
demandar una cruz.

3. Jesús amaba a Sus discípulos comprensivamente.

Juan 21:9-13, “9 Al descender a tierra, vieron brasas puestas, y un pez encima de


ellas, y pan. 10 Jesús les dijo: Traed de los peces que acabáis de pescar. 11 Subió
Simón Pedro, y sacó la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres;
y aun siendo tantos, la red no se rompió. 12 Les dijo Jesús: Venid, comed. Y ninguno
de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Tú, quién eres? sabiendo que era el
Señor. 13 Vino, pues, Jesús, y tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado.”
Conocía íntima y totalmente a Sus discípulos. No conocemos a una persona a menos
que hayamos vivido con tal persona. Si se trata de un encuentro casual, vemos en su
mejor faceta. Es después de vivir con alguien cuando conocemos sus defectos o
debilidades. Jesús había convivido con Sus discípulos día tras día durante muchos
meses y sabía todo lo que había que saber de ellos, y, sin embargo, los amaba. A
veces decimos que el amor es ciego. No hay tal cosa, porque el amor que es ciego
pronto se queda en nada, en desilusión y desencanto. El amor verdadero tiene los
ojos bien abiertos. Ama, no lo que se imagina, sino lo que es. El corazón de Jesús es
lo bastante grande como para amarnos tal como somos.

4. Jesús amaba a Sus discípulos perdonándolos.

Juan 21:15-17, “15 Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo
de Jonás, ¿me amas más que estos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él
le dijo: Apacienta mis corderos. 16 Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de
Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo:
Pastorea mis ovejas. 17 Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?
Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió:
Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis
ovejas.” Pedro le había negado. Todos le abandonarían cuando más los necesitaba.
Nunca, en toda Su vida, le comprendieron realmente. Eran ciegos e insensibles,
lentos para aprender y faltos de comprensión. Al final, todos se portaron como unos
cobardes. Pero Jesús nunca les tuvo rencor; no había falta que Él no pudiera
perdonar. El amor que no ha aprendido a perdonar no puede hacer más que
marchitarse y morir. Somos pobres criaturas; y hay una especie de fatalidad en las
cosas que nos hace herir más a los que más nos aman. Por esa misma razón todo
amor duradero ha de edificarse sobre el cimiento del perdón; porque, sin perdón, está
destinado fatalmente a morir.
CONCLUSIÓN.

1. Debemos amar sin egoísmo.


2. Debemos amar sacrificialmente.
3. Debemos amar comprensivamente.
4. Debemos amar perdonando.

También podría gustarte