Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Jesús, sabía que la hora de su muerte se acercaba y Él los dejaría por un tiempo y, durante su
ausencia física, ellos debían manifestar la misma calidad de amor, unos con otros, con que
él les había amado. Este amor mutuo que los cristianos debemos mostrar es el resultado del
amor de Jesús por nosotros…
A. LAS IMPLICANCIAS DE ESTE MANDAMIENTO.
Amarse unos a otros no significa solamente amar a aquellos creyentes por quienes
sentimos una simpatía espontánea. Significa amar a todo creyente. El apóstol Juan
dijo que amarse unos a otros es la prueba de que hemos nacido de nuevo. 1 Juan
3:14, “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los
hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte”
Filipenses 2:3-8, “3 Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con
humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; 4 no
mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los
otros. 5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6 el
cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que
aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho
semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí
mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” Hasta en el amor
humano más noble hay algo de egoísmo. A menudo pensamos, a veces
inconscientemente, en lo que vamos a obtener. Pensamos en la felicidad que
disfrutaremos, o en la soledad en que quedaremos si el amor falla o se nos niega. A
menudo estamos pensando: ¿Qué me reportará este amor? Por detrás de todo, es
nuestra felicidad lo que estamos buscando. Pero Jesús no pensaba nunca en Sí
mismo. Su único deseo era darse a Sí mismo y todo lo que tenía por los que amaba.
Romanos 5:8, “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún
pecadores, Cristo murió por nosotros.” No había límite a lo que su amor pudiera
hacer o dar. Ninguna demanda era excesiva. Si el amor requería que muera en la
Cruz, Jesús la aceptaba. A veces cometemos el error de pensar que el amor está para
darnos la felicidad. A fin de cuentas, así es; pero también puede traer dolor, y
demandar una cruz.
Juan 21:15-17, “15 Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo
de Jonás, ¿me amas más que estos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él
le dijo: Apacienta mis corderos. 16 Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de
Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo:
Pastorea mis ovejas. 17 Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?
Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió:
Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis
ovejas.” Pedro le había negado. Todos le abandonarían cuando más los necesitaba.
Nunca, en toda Su vida, le comprendieron realmente. Eran ciegos e insensibles,
lentos para aprender y faltos de comprensión. Al final, todos se portaron como unos
cobardes. Pero Jesús nunca les tuvo rencor; no había falta que Él no pudiera
perdonar. El amor que no ha aprendido a perdonar no puede hacer más que
marchitarse y morir. Somos pobres criaturas; y hay una especie de fatalidad en las
cosas que nos hace herir más a los que más nos aman. Por esa misma razón todo
amor duradero ha de edificarse sobre el cimiento del perdón; porque, sin perdón, está
destinado fatalmente a morir.
CONCLUSIÓN.