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Los invito a conocer el amor de Dios

I. Uno de sus atributos 2ª Corintios 13:11 y 1ª Juan 4:8: 

2 Cor 13:11 Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un
mismo sentir, y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros.

Hablando de Pablo:
Si hubo alguien que pudo hablar y escribir sobre el amor de Dios, ese fue Pablo.
Siendo éste uno de los perseguidores má s feroz de la iglesia primitiva, tuvo
oportunidad de conocer el amor de Dios en toda su esencia y fue transformado por ese
amor. En primera de Corintios capítulo 13 Pablo habla sobre la Preeminencia del
amor.

Hablando de Juan:
1ª Juan 4:8:  El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.
Dice la Escritura que Juan se recostaba al pecho de Jesú s. ¡Qué maravilloso sería para
él poder escuchar cada palpitar de ese corazó n tan lleno de amor por los hombres! Así
aprendió Juan sobre el amor de Dios. Le llamamos el apó stol del amor. Lo vemos en
sus epístolas, todo lo que habla es amor. Comprendiendo Juan el inmenso amor de
Dios, dijo en cierta ocasió n:

Hay muchas formas en que podemos describir el amor de Dios. Pero ¿có mo lo describe
la Biblia?.

1. El amor de Dios es soberano


Deuteronomio 7:8: Sino por cuanto Jehová os amó , y quiso guardar el juramento que
juró a vuestros padres, os ha sacado Jehová con mano poderosa, y os ha rescatado de
servidumbre, de la mano de Faraó n rey de Egipto.

Dios es el dueñ o del amor. Cuando libertó al pueblo de Israel de la esclavitud en


Egipto, le hizo ver con claridad que lo hizo por que él quiso libertarlos, por amor.
Aunque el pueblo como tal, no lo merecía, lo libertó y nada má s.

Cuando Jesú s eligió a sus discípulos, le dijo:


"Ustedes no me eligieron a mí, o los elegí a ustedes":

Juan 15:16  No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he
puesto para que vayá is y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo
que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.
É l nos ama porque le place amarnos, puesto que nosotros no merecemos ese amor por
nuestra desobediencia.

2. El amor de Dios grande


-Efesios 2:4: Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó,

Por su gran amor nos dio vida juntamente con Cristo. Por gracia somos salvos, porque
a él le plació salvarnos. No por obras para que nadie se gloríe.

3. El amor de Dios es constante


Sofonías 3:17: Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará ; se gozará sobre ti con
alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cá nticos.
El amor de Dios no se acaba jamá s. É l se derrama en misericordias por la humanidad.
Está siempre pendiente de toda la necesidad de sus hijos. Es un amor que permanece
fiel, aunque nosotros seamos infieles. 2 Timoteo 2:13:

2 Tim 2:13 Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo.

4. El amor de Dios es eterno


Jeremías 31:3: Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor
eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.

Hay una gran diferencia entre el amor de Dios y el amor del hombre. El amor de Dios
nunca se marchita, el del hombre con cualquier situació n que ocurra a su alrededor se
apaga.
Hay muchos grupos hacia los cuales se manifiesta el amor de Dios. Veamos algunos de
ellos conforme a las Escrituras:

1. El amor de Dios se manifiesta hacía los miserables pecadores--Juan 3:16: 

"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que
todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna."

El amor de Dios se manifiesta en los desvalidos----Deuteronomio 10:18: 


Deut 10:18 É l hace justicia al huérfano y a la viuda, y también ama al extranjero y le da
pan y vestido.
Una de las cosas, que Dios le pide a su pueblo es que haga justicia a los desvalidos.
Santiago 1:27 La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los
huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.

En Santiago capitulo 1:27, explica el apó stol lo que conlleva llamarse religiosos en este
mundo. Hay que visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones. En otras
palabras atender la necesidad de aquellos que vienen a nosotros buscando ayuda,
como Dios lo hace con nosotros mismos, cuando vamos a él con alguna necesidad.

Só lo guardando la Palabra de Dios, permanecemos en su amor. Un hijo que no obedece


a su padre, no puede decir que lo ama. Un creyente que no obedece a Dios no puede
decir que lo ama. Jesú s dijo en Juan 15:14:

Ahora bien, si Dios nos ha amado de tal manera. ¿Qué debería hacer el hombre ante
tanto amor? Reconocerse pecador y venir a los pies de Jesucristo por agradecimiento
a Dios por su amor.
AMEN

El Amor de Dios
 PREDICA: CHARLES STANLEY 61367

 El amor comienza y termina con Dios. El es su Autor; lo creó como expresión
de su misma naturaleza y desea que compartamos y experimentemos ese don
maravilloso con toda la humanidad.

Nosotros le amamos a El, porque El nos amó primero. 1 Juan 4:19

En los 105 versículos de 1 de Juan, el amor se menciona más de 40 veces. No


cabe duda que es un tema muy importante en esa corta epístola. Pero el apóstol
Juan condensa su enseñanza en 10 palabras: Nosotros le amamos a El, porque El
nos amó primero. Y nosotros también amamos a los demás porque El nos amó
primero.

El amor comienza y termina con Dios. El es su Autor; lo creó como expresión de


su misma naturaleza y desea que compartamos y experimentemos ese don
maravilloso con toda la humanidad.

Al pensar en esto descubrimos que como humanos tenemos poco en común con
Dios. No somos omniscientes ni omnipotentes ni omnipresentes; pero Dios es
amor y El desea que participemos de ese atributo con El y con los demás. ¡ Qué
privilegio tan hermoso! Cuando amamos a otros es cuando más nos parecemos a
Dios.

Es interesante comparar el versículo más conocido de la Biblia con otro versículo


que escribió el mismo Juan. Casi todos saben de memoria Juan 3:16, pero
conviene que veamos también 1 Juan 3:16, que dice: En esto hemos conocido el
amor, en que El puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner
nuestras vidas por los hermanos. Estos dos versículos tienen un mensaje que se
complementa: el amor es sacrificado. El mundo sabe muy poco acerca de esta
dimensión. 

Si yo le preguntara por qué es que Dios lo creó a usted, ¿que contestaría? ¿Por
qué nació usted? Usted y yo fuimos creados con el fin de que Dios pudiera
expresar su amor hacia nosotros y que nosotros, a la vez, pudiéramos
corresponder a ese amor. Debido a que El es amor y a que esa es su naturaleza
en sí, El deseó tener un objeto para su amor. Por eso creo al ser humano, a usted
y a mí. ¿Cómo expresa Dios su amor? De muchas maneras, pero veamos sólo
unas cuantas.

En primer lugar Dios expresa su amor por medio de la creación. Los árboles, las
flores hermosas y fragantes, las montañas majestuosas, las estrellas fulgurantes,
la luna en todas sus fases, todo eso es expresión de su amor. Yo disfruto mucho
de la naturaleza; me encanta salir a caminar por el campo para tomar fotografías
de toda la belleza que Dios ha creado para nuestro deleite.

Es imposible viajar y ver la belleza que existe en la naturaleza y no sentir el amor


que tiene el Creador por nosotros. Al contemplar el océano no puedo menos que
reflexionar que el que hace que las mareas suban y bajen también se preocupa
por mí. Escalo las montañas en toda su majestad y observo que Aquél que las
creó también es omnipotente en mi vida. Dios expresa su amor por medio de su
creación.

En segundo lugar, Dios expresa su amor dotándonos de libre albedrío, dándonos


libertad de escoger. Eso nos parece algo raro, ¿no es así? Acaso sería mejor
pensar que su amor es mayor si hubiera establecido límites más estrechos. No
obstante, su amor es tan grande que nos ha dado libertad para decir que no. 

A nadie le gustaría estar casado con un robot. La maravilla del amor es cuando
una persona decide amarnos. Dios se deleita cuando nosotros decidimos amarlo
gracias al libre albedrío con el cual El mismo nos dotó por su amor. Al dotar a
Adán y Eva de libre albedrío para rechazar o elegir el pecado, El demostró una
nueva dimensión de su amor: El ama a los pecadores testarudos.

En tercer lugar, Dios expresa su amor al permitirnos formar parte de una familia.
Esta verdad me fascina. Yo crecí sin poder disfrutar de la compañía y dirección de
un padre carnal por lo que pensar que tengo un Padre sobrenatural que se
preocupa por mí es algo que no puedo comprender en su totalidad. Usted y yo
somos parte de una gran familia: Dios es nuestro Padre, Jesucristo es nuestro
Hermano mayor y el Espíritu Santo es el Consolador que mora en nosotros. 
Más aún, el cuerpo de Cristo abarca a muchos hermanos y hermanas. Una señora
que es hija única me dijo que se sentía muy feliz al darse cuenta de que tiene
hermanos y hermanas que son, en realidad, hermanos de sangre. Pensemos en la
sensación de seguridad, de protección, de comunión y compañerismo que se
obtiene al formar parte de la familia de Dios.

Si ponemos poca atención a la iglesia y asistimos a sus actividades sólo


esporádicamente demostramos ingratitud hacia el que nos hizo parte de esa
familia espiritual. Es semejante a negarnos a participar en reuniones de familia
debido a nuestras ocupaciones o a que debemos atender asuntos aparentemente
más importantes.

En cuarto lugar, Dios expresó su amor al enviar al Espíritu Santo a morar en


nosotros. Cristo dijo que enviaría a una persona que fuera como El para tomar su
lugar y habitar dentro de nosotros. ¡El no sólo nos amó sino que nos invistió de
poder para amarlo y amar a los demás!

En quinto lugar, Dios expresa su amor controlando las circunstancias para nuestro
bien y para su gloria. Casi todos podemos repetir de memoria Romanos 8:28, pero
pocos captamos en realidad el significado de que El nos ama tanto como para
hacer que todas las cosas obren para nuestro bien. El está vivamente interesado e
involucrado en todo lo que nos interesa y se relaciona con nosotros. 

Dios expresa su amor hacia nosotros al estar involucrado a profundidad en todos


los detalles de nuestra vida.

En sexto lugar, Dios expresa su amor hacia nosotros abriéndonos la puerta del
cielo. Nosotros nada tuvimos que ver en el asunto, pero su Hijo continúa ocupado
preparándonos un lugar en la casa de su Padre y nosotros podemos obtenerlo por
la gracia de Dios.

En séptimo, Dios expresa su amor hacia nosotros por su presencia ininterrumpida


en nuestra vida. Uno de los escritores sagrados lo expresa de esta manera: . . .
porque El dijo: No te desampararé ni te dejaré (Hebreos 13:5). Esa Presencia nos
acompaña durante la muerte de nuestros seres queridos, durante las noches de
insomnio por un hijo descarriado, durante los momentos después de recibir malas
noticias de parte del médico, durante las épocas de necesidad económica. Con
mucha frecuencia el dolor tan intenso nos impide estar conscientes de la realidad,
pero eso no impide que El esté presente.
Un domingo en la tarde yo me sentía triste y solitario. Me puse de rodillas delante
del Señor y clamé: "Dios mío, todo indica que nos hay nadie a mi lado". En medio
de esa nube oscura el Señor Jesús me susurró al oído: "Yo estoy aquí y siempre
estaré, pase lo que pase". Yo no pude contener mi gozo al alabar su nombre por
su amor y presencia confortante. Estoy seguro que usted también podría relatar
incidentes en los que Dios le ha expresado su amor, pero lo más sobresaliente es
que El expresa su amor. Ese amor no está dormido sino que El lo expresa día tras
día.

Habiendo observado algunas de las manera en las que El expresa su amor,


necesitamos ver cómo es ese amor ya que El anhela que nosotros expresemos
esa misma calidad de amor hacia El y hacia los demás. ¿Cómo es el amor de
Dios?
Para empezar, su amor es perfecto, es todo lo que puede ser. Un domingo en la
mañana, antes de ir a la iglesia para predicar, me arrodillé junto a mi cama,
luchando en espíritu, y Dios me dijo de manera inaudible, pero muy clara:
"Charles, puedes confiar en el amor perfecto". Yo lloré de alegría y desde
entonces he echado mano de esa verdad. Usted y yo podemos confiar en el amor
perfecto. Y el amor de Dios es indiscutiblemente perfecto.

Su amor perfecto es un regalo, un obsequio. Nosotros no podemos ganárnoslo por


nuestros méritos. Si alguien obsequia un regalo y el que lo recibe trata de pagarlo
al que se lo obsequió, deja de ser un regalo. Pero Dios nos obsequia su amor y lo
hace conforme a su naturaleza. El no puede hacer menos que amarnos.

El amor perfecto que El nos obsequia es eterno. Necesitamos memorizar este


versículo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia
(Jeremías 31:3). Nosotros no podemos hacer nada para impedir que Dios siga
amándonos. ¡Magnífico! El amor de Dios jamás se extingue.
Más aún, su amor perfecto y eterno que El obsequia a todo creyente es
incondicional. Algunas personas crecieron oyendo que les decían: "Yo te amo con
una condición . . ."; o: "Te volveré a recibir cuando . . ." El amor de Dios no tiene
un si condicional, ni un quizá, ni estipulaciones ocultas, ni notas explicativas; es
totalmente incondicional. 

El jamás nos dice: "Volveré a recibirte cuando . . ." 


Pero va más allá. El amor perfecto y eterno que Dios nos obsequia
incondicionalmente es sacrificado. Allí es donde interviene la cruz: De tal manera
amó Dios al mundo que dio . . . El desea que nosotros tengamos ese mismo amor
sacrificado hacia los demás. No importa si nos desprecian o no, debemos
expresarles nuestro amor. Por supuesto que el origen sobrenatural de ese tipo de
amor es el Espíritu Santo.

Si eso no fuera suficiente, el amor perfecto, eterno, sacrificado e incondicional que


Dios nos obsequia es inconmensurable. El apóstol Pablo nos asegura que
estamos arraigados y cimentados en amor, y que necesitamos ser plenamente
capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la
profundidad y la altura de ese amor (Efesios 3:17-18). 

Más adelante añade que ese amor excede a todo conocimiento (v. 19). Estoy
convencido de que Pablo indica que aunque sea necesario captar todas las
ramificaciones de ese amor perfecto en todos los órdenes, es inconmensurable;
jamás podremos asimilar todas sus implicaciones.

Yo como abuelo que se deleita en desear que mis nietos sepan lo mucho que los
amo, no creo que ellos podrán jamás medir toda la profundidad de mi amor. Hace
tiempo escuché a un orador que dijo: "Si nuestros hijos supieran cuánto los
amamos, no sabrían cómo manejar la situación". 

No obstante, les expresamos nuestro amor de todas las maneras posibles a fin de
que logren tener al menos una idea de lo que sentimos por ellos.
Y yo digo esto con toda reverencia: Dios ha expresado su amor en formas que no
podríamos contar y aun así su amor es inconmensurable. Si lográramos captar
cuánto nos ama, nos asombraríamos a más no poder. 

Cuando me doy cuenta de todo lo que yo deseo que mis nietos comprendan mi
amor por ellos y luego me doy cuenta de que Dios quiere que yo comprenda su
amor por mí, que es superior a mi amor por mis nietos, simplemente me quedo
anonadado. Su amor es inconmensurable. Pensemos en los adjetivos que
describen su amor: perfecto, gratuito, eterno, incondicional, sacrificado,
inconmensurable. 

No es de extrañarse que su corazón se duela cuando yo no ando a la luz de su


amor ni me solazo en él.

Hemos sido llamados a amar a Dios. Los varones judíos recitaban todas las
mañanas y todas las noches el siguiente versículo: Amarás a Jehová tu Dios de
todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas (Deuteronomio 6:5).
Hemos de amarlo de todo corazón, la sede de nuestras emociones; de toda
nuestra alma, el centro de nuestra personalidad; con todas nuestras fuerzas, con
lo que bulle dentro de nosotros, consumiéndonos en amor por El.
Y, ¿cómo logramos esas metas en la vida cotidiana?
Por la obediencia. En Juan 14 el Señor nos recuerda en tres ocasiones que el
amor significa obediencia. En esencia dice: "No me digan que me aman si deciden
tolerar el pecado". Nuestro amor debe ser evidente por medio de una confesión
instantánea cuando alguien nos señale nuestro pecado o nosotros lo
descubramos. Es entonces cuando El se convierte en el centro de mi atención y
cuando toda mi energía emocional se dirige hacia El.

Pero hay más. No sólo debo amar a Dios, sino que debo amarme a mí mismo:
Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Marcos 12:31). Algunos dicen: "Eso refleja
un espíritu altivo y egoísta", pero el mundo ha corrompido el concepto del amor
propio y lo ha convertido en un lema: "Si yo no me preocupo por mí mismo, ¿quién
lo hará?" La Biblia no enseña eso, sino un amor sano y limpio debido a que somos
la obra maestra del Creador y dignos de ser amados.
¿Sabe usted cómo puede decir alguien si en verdad se ama como Dios lo
prescribe? 

Por la forma en que se trata a sí mismo. Si abusa de su cuerpo con el alcohol, el


tabaco u otras drogas, o comiendo demasiado, no se ama tanto como para cuidar
de su cuerpo. Satanás le dice: "No vale la pena que nadie te ame". Pero Dios ha
dicho: "Tú eres mi obra maestra. Te he hecho merecedor de que mi Hijo muriera
por ti; eres increíblemente valioso". 

Necesitamos vernos tal y como Dios nos ve. Nuestro concepto de cuánto valemos
no debe proceder de lo que otros piensen de nosotros sino de lo que Dios dice. Y
según El somos la niña de sus ojos.
No sólo hemos sido llamados a amar a Dios y amarnos a nosotros mismos, sino
también a nuestro prójimo. 

Quizá este sea el más difícil de los tres mandatos. En Juan 14, 15, 16 y 17 el
Señor Jesús enfatizó que debemos amar a los demás pues así el mundo se
convencerá de que somos cristianos. Cierto que algunos parecen ser más dignos
de ser amados que otros, pero el amor no es una emoción, es una decisión. 

Gracias a un acto de nuestra voluntad y con la ayuda del Espíritu Santo que mora
en nosotros y nos capacita para decidirlo, podemos amar. Debemos preguntar a
aquellos que no parecen muy dignos de nuestro amor: "¿Cómo puedo ayudarte
para que logres ser todo lo que Dios quiere que seas?"
Algunos no pueden aceptar ser amados; se sienten incómodos con todo tipo de
afecto. 
A veces están tan heridos emocionalmente que tienen temor de ser amados;
temen que demandemos amor de parte de ellos y están imposibilitados para amar
debido a los daños emocionales que han sufrido. Pero el amor genuino no espera
ser amado como respuesta, así que de todas maneras debemos amarlos.

El Señor no se limita a demandar que amemos a nuestros prójimos, sino también


a nuestros enemigos. Este es un llamado sobrenatural y debemos depender de
que el Espíritu Santo nos dé la capacidad para amarlos. Si creemos que el amor
es un sentimiento, tenemos problemas ya que nuestros sentimientos son volubles
y fluctúan. 

Pero la decisión de hacer algo por los demás puede ser firme, a pesar de nuestros
sentimientos. Cuando suena el despertador en una mañana fría y lluviosa, nos
alistamos para ir a trabajar, nos guste o no nos guste. Por medio de un acto de
nuestra voluntad hacemos a un lado las cobijas y ponemos los pies en el suelo.
Con frecuencia amar a otros demanda el mismo tipo de disciplina y determinación.

Un individuo decidió demostrar su amor por su esposa llevándola de compras.


Normalmente eso le molestaba tanto que siempre buscaba alguna excusa para
evitarlo, pero sabiendo lo mucho que ella disfrutaba de su compañía, él la
acompañó como un acto de amor. Estaba decidido a poner en primer lugar los
sentimientos de ella. Al acercarse a la sección de damas en la tienda, su esposa le
mencionó una prenda de vestir en particular, pero a él todas le parecían iguales
por lo que siguió caminando. 

De pronto su esposa le llamó una vez más a su lado pues necesitaba ayuda para
escoger la prenda correcta. El corazón se le inundó de ideas desagradables y la
cabeza se le llenó de todo tipo de palabras agresivas. Pero recordó que se había
propuesto amar a su esposa y con un acto de su voluntad se dirigió a la sección
de damas. Después de ver muchas prendas sus emociones se pusieron a tono
con su voluntad y comenzó a disfrutar del proceso. Al relatar el incidente era
evidente que había dado un paso gigante hacia su objetivo de aprender a amar a
su esposa de una manera práctica y, para él, sacrificada.

Selecciones del capítulo acerca del amor, del libro:


LA TRAVESIA GLORIOSA
por el Dr. Charles F. Stanley.

  
¿Qué tan Grande es el Amor de Dios? – Bosquejo Juan 3:16
Alberto Vega Bosquejos para Sermones

El presente estudio de “¿Qué tan Grande es el Amor de Dios?” nos mostrará lo


que es realmente el amor de Dios. Esta es una experiencia que nos llevará de
la mano a una de las partes más sublimes de la Biblia. Muchos lo hemos leído
tantas veces que lo podemos de memoria pero no hemos reflexionado en la
grandeza de este amor. 
Tema: El amor de Dios

Complemento: Porque de tal manera amó Dios al mundo.

Introducción: En este pasaje de Juan, considerado el pasaje más importante de

toda la Biblia. Juan declara la verdad más importante para todo ser humano,
porque nos enseña la grandeza del amor de Dios, que estuvo dispuesto a
darnos a su Hijo para demostrarnos que tanto nos ama.
Ilustración: La película de John Q, en esta película el artista principal está

dispuesto a que le saquen el corazón para salvar a su hijo pequeño. Esto nos
demuestra que nosotros, a lo sumo, sí podríamos dar nuestra vida por un hijo,
pero, ¿estaríamos nosotros dispuestos a dar la vida de uno de nuestros hijos
para salvar a un asesino, a alguien malo, hablemos de personas que han
cometido los pecados más grandes del mundo, ¿estaríamos dispuestos a dar la
vida de uno de nuestros hijos?
¿Por qué inicia Juan con esta frase “Porque”? ¿Qué significa “de tal manera”?

I. “¿Una afirmación gloriosa?”

Juan 3:16  “Porque de tal manera amó Dios al mundo,  que ha dado a su Hijo
unigénito,  para que todo aquel que en él cree,  no se pierda,  mas tenga vida
eterna”.
El infinito amor de Dios se manifestó de una forma infinitamente gloriosa.
Este es el tema del texto de oro que se ha hecho tan querido a los hijos de
Dios. Este versículo arroja luz sobre los siguientes aspectos de dicho amor:
1. Su carácter (Porque de tal manera amó),
2. a) Cuando Juan dice “Porque de tal manera” se está llegando a una
conclusión de lo que venía hablando Jesús anteriormente, o sea este es el
resumen del contexto de este versículo desde Juan 3:1 al 3:12, como
sabemos la lección comienza con la visita de Nicodemo de noche y por
todo lo antes dicho Juan dice: “Porque…” podemos decir llega a esta
conclusión. Quiere decir en resumidas cuentas…, y nos demuestra:
3. Su autor (Dios),
4. Su objeto (el mundo),
5. Su don (el Hijo, el unigénito), y
6. Su propósito (que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna).
La conjunción “porque” establece una relación que no es casal entre este
versículo y el anterior.
Podríamos parafrasearlo así: el hecho de que sólo por medio de Cristo se
puede obtener la vida eterna (véase versículo 15), se ve claramente en que le
plació a Dios conceder este supremo don solamente a los que ponen su
confianza en Él (versículo 16).

II. ¿Qué nos demuestra Juan en este versículo?

¿Qué quiere Dios que entendamos?

1. El carácter de Dios.

La frase “de tal manera”, teniendo en cuenta lo que sigue, debe interpretarse
con este significado: en un grado tan infinito y en forma tan
trascendentemente gloriosa. Se enfatiza mucho este pensamiento.
“De tal manera amó”. El tiempo que se usa en el original (el aoristo ἠγάπησεν)
muestra que el amor de Dios en acción, el cual se remonta hasta la eternidad y
fructifica en Belén y en el Calvario, se considera como un hecho grande,
central y único. Aquel amor era rico y verdadero, lleno de comprensión.
2. Su autor divino.

De tal manera amó Dios (en el original lleva el artículo: ὁ θεός, tal como en
1:1 donde, como dijimos, se indica al Padre). Para obtener una idea de la
deidad, nunca se debe sustraer del concepto popular tantos atributos como
sean posibles hasta que literalmente no quede nada. Dios es plenitud de vida y
plenitud de amor. Tómense todas las virtudes humanas; eléveselas entonces al
infinito, y se percibirá que por muy grande y gloriosa que sea la imagen total
que se forme en la mente, no será más que una mera sombra del amor y la vida
que existen eternamente en el corazón de Aquel cuyo mismo nombre es amor.
Y el amor de Dios siempre precede a nuestro amor (1 Jn. 4:9, 10, 19; cf. Ro.
5:8–10), y lo hace posible.
3. Su objeto.

El objeto del amor de Dios es el mundo. (Véase 1:10 y la nota 26 en donde se


han resumido los diversos significados.) ¿Qué significa exactamente aquí en
3:16 este término?
Nuestra respuesta es:
a) Las palabras “todo aquel que en el cree” indican claramente que no se
refiere a aves y plantas sino a la humanidad. Cf. también 4:42; 8:12; 1 Jn.
4:14.
b) Aquí, sin embargo, no se entiende a la humanidad como el reino del mal,
que está en rebeldía y abierta hostilidad contra Dios y Cristo (significado 6 de
la nota 26), ya que Dios no ama el mal.
c) Tal como aquí se usa, el término mundo significa la humanidad que, aunque
cargada de pecado, sujeta al juicio, y necesitada de salvación (véase versículo
16b y 17), sigue siendo objeto del cuidado de Dios. La imagen de Dios se
refleja todavía, hasta cierto punto, en los hijos de los hombres. La humanidad
es como un espejo. Originalmente este espejo era muy hermoso, una obra de
arte. Pero, sin ninguna culpa del Hacedor, ha quedado horriblemente
manchado. Su creador, no obstante, aún reconoce su propia obra.
d) Teniendo en cuenta el contexto y otros pasajes en que se expresa un
pensamiento similar, es probable que en 3:16 esta palabra indique
la humanidad caída en un sentido internacional: hombres de toda tribu y
nación; no sólo judíos sino también gentiles. Esto concuerda con el
pensamiento expresado repetidas veces en el cuarto Evangelio (incluyendo
este mismo capítulo) que revela que la ascendencia física no tiene nada que
ver con la entrada en el reino de los cielos (1:12, 13; 3:6; 8:31–39
4. Su don.

“… que dio a su Hijo, el unigénito”. El original dice literalmente: “que a su


Hijo, el unigénito, dio”. Todo el énfasis recae en la asombrosa grandeza del
don; por esa razón, en esta cláusula el complemento directo precede al verbo.
El verbo dio se debe tomar en el sentido de, dio para morir como ofrenda por
el pecado (cf. 15:13; 1 Jn. 3:16; especialmente 1 Jn. 4:10; Ro. 8:32: el dio de
Juan es el no escatimó de Pablo). Véase 1:14 para el significado de unigénito.
Téngase en cuenta que el artículo que precede a la palabra Hijo se repite
delante de unigénito. De este modo tanto el sustantivo como el adjetivo
quedan reforzados.
Parece como si oyésemos el eco de Génesis 22:2: “Toma ahora tu hijo, tu
único, Isaac, a quien amas…” El don del Hijo es la culminación del amor de
Dios (cf. Mt. 21:33–39).
5. Su propósito.

“… para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Dios no ha dejado a la humanidad abandonada. Amó al mundo de tal forma
que dio a su Hijo, al unigénito, con este propósito: que los que lo reciben con
confianza y fe permanentes tengan vida eterna. Aunque el evangelio es
anunciado a hombres de toda tribu y nación, no todo el que lo oye cree en el
Hijo. Pero todo aquel que cree—sea judío o gentil—tiene vida eterna.
Las palabras “… no se pierda” no significan simplemente: no pierda la
existencia física; ni tampoco quieren decir: no sea aniquilado. Como indica el
contexto (versículo 17), la perdición de que habla este versículo se refiere a la
condenación divina, completa y eterna, de forma que el condenado queda
expulsado de la presencia del Dios de amor y mora eternamente en la
presencia de un Dios de ira, estado que, en principio, empieza ahora aquí pero
que no alcanza su completa y terrible culminación, tanto para el cuerpo como
para el alma, hasta el día de la gran consumación. Obsérvese que perderse es
el antónimo de tener vida eterna.
“… mas tenga vida eterna”. (Sobre el significado de vida véase 1:4). La vida
que pertenece al futuro, al reino de la gloria, pasa a ser posesión del creyente
aquí y ahora; es decir, en principio. Esta vida es salvación, y se manifiesta en
la comunión con Dios en Cristo (17:3); en la participación del amor de Dios
(5:42), de su paz (16:33), y de su gozo (17:13). El adjetivo eterna (αἰώνιος)
aparece 17 veces en el cuarto Evangelio, y 6 veces en 1 Juan, siempre
acompañando al sustantivo vida. Indica, como ya hemos hecho notar, una vida
que es diferente en calidad de la vida que caracteriza a esta era presente. Sin
embargo, tal como se les usa aquí en 3:16, el nombre y el adjetivo tienen
también un sentido cuantitativo: se trata realmente de una vida eterna, que
nunca termina.
Para recibir esa vida eterna se debe creer en el unigénito Hijo de Dios. Pero es
importante darse cuenta de que Jesús menciona la necesidad de la
regeneración antes de hablar acerca de la fe (cf. 3:3, 5 con 3:12, 14–16). La
obra de Dios dentro del alma siempre precede a la obra de Dios en que el alma
coopera (véase especialmente 6:44). Y puesto que la fe es, por consiguiente, el
don de Dios (no sólo para Pablo, Ef. 2:8, sino también en el cuarto Evangelio),
su fruto, la vida eterna, es también el don de Dios (10:28). Dios dio a su Hijo;
Dios nos da la fe para aceptar al Hijo; y él nos da la vida eterna como
recompensa por el ejercicio de esa fe. ¡A él sea la gloria por siempre jamás!
II. Conclusión: ¿Que podemos decir después de todo lo expuesto en esta
expresión gloriosa?.

¿Cómo es el amor de Dios? ¿Cómo nos ha amado? ¿Qué tan grande es su


Dios? ¿De qué manera nos ama? ¿Le amamos nosotros como él nos ama?.
La respuesta es: Dios es el amor, sin Él no habría amor de parte de nadie, ya
que este es uno de los atributos comunicables de Dios, el poco amor que
nosotros tenemos es solo un eco o reflejo del amor de Dios. ¿Crees tú esto?
¿Estarías dispuesto a recibir a Jesús como tu Señor? Que es el mismo Dios que
por su amor se encarnó para darnos el regalo más grande que podemos tener
en la vida que es la salvación.
Te invito a que lo recibas hoy como tu Señor y Salvador personal.

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