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Reflexión viernes 7 de mayo 2021

Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he
amado”.
1. Es un imperativo, no una opción. Y un imperativo se debe cumplir, si realmente
seguimos a Jesús con coherencia y sinceridad.
2. Además, pone la medida: “como yo los he amado”. Y Cristo nos ha amado con
un amor de entrega, de sacrificio, de renuncia, hasta dar la vida por nosotros. Un
amor hecho perdón y misericordia. No nos ha amado con un amor de palabra,
solamente, sino con un amor hecho obras. Ni tampoco nos ha amado con un amor
sentimentaloide, sino con un amor sacrificado, lleno de espinas. Nos dice el papa
Francisco: “Esta palabra "amor" es una palabra que se usa muchas veces y no se
sabe, cuando se dice, qué significa exactamente. Pensamos en el amor de las
telenovelas: no, eso no se parece al amor. Eso que parece amor es en realidad
entusiasmo por una persona y después se apaga. ¿De dónde proviene el
verdadero amor? Escribe san Juan: "Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce
a Dios, porque Dios es amor”. El apóstol no dice todo amor es Dios. Lo que dice
es «Dios es amor». Y continúa Juan, "Dios nos ha amado tanto que envió a su
Hijo unigénito, para que vivamos por medio de él". Por ello, es Dios quien da su
vida en Jesús, para darnos a nosotros la vida. El amor es hermoso, amar es
hermoso y en el cielo habrá sólo amor, la caridad: lo dice Pablo. Y si el amor es
hermoso, se hace siempre fuerte y crece en el don de la propia vida: crece en el
darse a los demás (Homilía de S.S. Francisco, 15 de enero de 2016).
3. ¿Cómo estoy viviendo yo el mandamiento de la caridad? El amor no es fácil,
porque todos cargamos dentro con un gran enemigo: el egoísmo. Los papás
tienen que amar a sus hijos, como Cristo los amaría. Los hijos tienen que amar a
los papás, como Jesús amaba a José y a María. Y debemos amar a todos,
también a los que nos hicieron el mal o nos humillaron. El amor cristiano no tiene
límites. Es un amor que busca el bien, que piensa el bien, que desea el bien para
todos. Un amor, como nos dice san Pablo en el himno de la Caridad en la primera
carta a los corintios, capítulo 13: comprensivo, paciente, tolerante, generoso.
Al final de nuestra vida lo que llevaremos en nuestras manos será las obras de
amor que hemos hecho con nuestros hermanos. Repasemos el capítulo 25 de
Mateo: “Porque tuve hambre y me diste de comer…tuve sed y me diste de
beber…desnudo y me vestiste…”. Al final de la vida nos examinarán del amor, nos
dijo el místico español san Juan de la Cruz. Y cuando vamos a comulgar no
podemos decir “AMÉN”, si no amamos a nuestro hermano que tenemos cerca, con
el que vivimos, aunque tenga temperamento distinto o incluso insoportable. No
podemos comulgar con Cristo y a Cristo, si no estamos dispuestos a crecer en
fraternidad con los demás.

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