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6.12.

Profundización acerca de la comprensión de la presencia real

En la eucaristía los distintos aspectos están intrínsecamente unidos. La


presencia eucarística es en orden a la comunión, procede del sacrificio
que orienta a la comunión. La presencia de Jesús en el sacramento se
orienta ante todo a esto: que yo me alimente, y al alimentarme con la
eucaristía el efecto que se espera es que se abran los ojos de la mente para
descubrir otros modos de presencia de Jesús. Entonces, no equiparamos, no
da lo mismo una u otra presencia, pero sí las vinculamos.

Creación, aniquilación, sustitución


Ahora vamos a comparar el cambio eucarístico con la obra divina de la
creación, el concepto de aniquilación y también sustitución.
a) ¿Se puede comparar la conversión eucarística con la creación? Sí,
descubrimos alguna similitud: el sujeto, Dios es el sujeto único, sólo Dios
es Creador y sólo Dios puede convertir el pan en su Cuerpo y el vino en
su Sangre; en ambos casos está en juego la omnipotencia divina.

b) También en el caso que se diera la aniquilación, la vuelta a la nada.


Pero hay una diferencia esencial porque la creación no supone un sujeto
en el cual se ejerce la acción divina, no hay nada previamente, no hay
nada en el principio (en la aniquilación sería al revés).

c)En cambio, en la sustitución hay un cambio de sujeto, pero en la


eucaristía hablamos además de conversión, transubstanciación; eso indica
que hay algo al comienzo, un sujeto que recibe la acción divina y hay
algo distinto en el término.

Entonces, la conversión eucarística no es como la obra divina creadora ni


tampoco hablamos de la aniquilación de la creación, tampoco de sustitución;
hablamos de conversión total, toda la sustancia del pan y del vino se
convierten en Cuerpo y Sangre de Cristo.

Cambios naturales:
• cambios locales: espaciales, cambios de lugar que son accidentales y
extrínsecos.
• cambios accidentales intrínsecos: enflaquecimiento, volverse más alto
o más petiso, desarrollo de la inteligencia.
• cambios sustanciales: por corrupción o evolución o generación, por ej:
un lobo que se come un cordero ya no existe más el cordero, pero queda
algo de él en el lobo; o H2+O2= H2O.
Todos los cambios sustanciales que nosotros conocemos en la experiencia
son formales, pues siempre queda algo de la materia anterior, aunque sea
transformada.
En el cambio que se da en la eucaristía hay algo específico que no coincide
con ninguno de estos cambios. Pues si bien hablamos de un cambio
sustancial, no es como los otros cambios substanciales que conocemos.

En todo cambio accidental, sea extrínseco o intrínseco permanece el


mismo sujeto.
En los cambios sustanciales permanece al menos la materia.
Para poder hablar de cambio por conversión hay un término «a quo» y un
término «ad quem» y un término «manens» (lo que permanece en común
entre uno y otro término; generalmente se trata de la materia prima en la
mayoría de los cambios).
En la eucaristía, sin embargo, toda la sustancia del pan y del vino cambia.
Nada queda de la sustancia, ni siquiera de la materia (aquí la filosofía
no tiene conceptos). No hay cambio donde nada substantivo queda en el
término. Nos preguntamos cómo hablar de cambio sin una continuidad
(en el cambio accidental el sujeto es la forma; en el sustancial el sujeto es la
materia). Es algo más que un cambio sustancial formal. Si no es
sustitución, para que haya conversión hay que buscar punto de continuidad,
¿cómo pensarlo?
En una realidad que se convierte en otra, esta segunda no existe al
principio. Pero en la conversión eucarística, decimos que se convierten
en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que son preexistentes a ese cambio.
Además, en los cambios sustanciales los accidentes sufren variación, en
la Eucaristía ninguno (la sola razón no llega nunca a verlo). Para las
ciencias exactas no hay cambio sustancial (la noción de sustancia es
distinta a la filosófica o a la teológica); no hay cambios físicos, químicos,
experimentables. Del pan y del vino permanecen todas sus propiedades,
del pan está el accidente (todos) sin su sustancia; de Cristo lo decimos al
revés, está toda la sustancia y no los accidentes.

La razón puede comprobar que no contradice la razón, se puede mostrar


que es razonable (aunque no se pueda demostrar). El cambio sustancial es
total por conversión, lo que se convierte en otra cosa pasa a ser otra cosa. En
el cambio y en la conversión tiene que haber un sujeto común.
El sujeto receptor de la acción divina es el pan y el vino. El pan cambia, el
Cuerpo de Cristo no es resultado de la conversión porque ya existe, el
resultado es una nueva modalidad de este ser, la transustanciación no
hace que exista el cuerpo (que ya existe), sino que tenga presencia
sacramental.
El Cuerpo del Señor no recibe la acción transfiguradora, el Cuerpo
glorioso del Señor no puede sufrir mutación.

Ver ST III Q 75, a. 4


¿Puede el pan convertirse en el cuerpo deCristo?

Objeciones por las que parece que el pan no puede convertirse en el cuerpo
de Cristo.
1. La conversión es una mutación. Pero toda mutación requiere un sujeto,
que primeramente está en potencia, y después en acto, porque, como se dice
en III Physic.21, el movimiento es el acto de un ser en potencia. Ahora bien,
no se puede asignar otro sujeto a la sustancia del pan y del cuerpo de Cristo,
ya que es propio de la sustancia no estar en un sujeto, como se dice en
Praedicamentis22. Luego toda la sustancia del pan se convierte en el cuerpo
de Cristo.
2. Aún más: la forma resultante de una conversión comienza a existir en la
materia que sostenía la forma precedente, como es el caso del aire que, al
convertirse en fuego, fuego que antes no existía, la forma de fuego comienza
a estar en la materia del aire. Igualmente, cuando el alimento se convierte en
hombre, un hombre que antes no existía, la forma de hombre comienza a
estar en la materia del alimento. Luego si el pan se convierte en el cuerpo de
Cristo, es necesario que la forma del cuerpo de Cristo comience a estar en la
materia del pan, lo cual es falso. Luego el pan no se convierte en la sustancia
del cuerpo de Cristo.
3. Y también: cuando dos cosas son radicalmente opuestas, nunca se
transforma una en otra, como por ej., la blancura nunca se transforma en
negritud, sino que el sujeto de la blancura deviene sujeto de la negritud, como
se dice en I Physic. 23. Ahora bien, de la misma manera que dos formas
contrarias son radicalmente opuestas, como principios que son de diferencia
formal, así dos materias determinadas son radicalmente opuestas, por ser
principios de diferencia material. Luego es imposible que esta materia
determinada de pan se transforme en otra materia por la que el cuerpo de
Cristo es individuo. Por consiguiente, es imposible que la sustancia de este
pan se convierta en la sustancia del cuerpo de Cristo.
En cambio, dice Eusebio Emiseno 24: No tiene que resultarte extraño
ni imposible el hecho de que lo terreno y mortal se convierta en la sustancia
de Cristo.
Solución. Hay que decir: Puesto que, como se ha dicho ya (a.2), en
este sacramento está realmente el cuerpo de Cristo, y no comienza a
estar en él por movimiento local, ya que el cuerpo de Cristo tampoco está
allí localizado, como se deduce de lo dicho (a.l ad 3), es necesario decir que
comienza a estar en el sacramento por conversión de la sustancia del pan
en él. Esta conversión, sin embargo, no es como las conversiones naturales,
sino que es totalmente sobrenatural y realizada por el solo poder de Dios.
Por lo que dice San Ambrosio en su libro De Sacramentes25: Es claro que
la Virgen engendró al margen del orden natural. Y lo que consagramos es
el cuerpo nacido de la Virgen. Por consiguiente, ¿a qué buscas orden
natural en el cuerpo de Cristo, cuando el mismo Señor Jesús ha nacido de
la Virgen al margen del orden natural? Y San Juan Crisóstomo 26
comentando aquello de Jn 6,64: Las palabras que os he dicho, o sea, a
propósito de este sacramento, son espíritu y vida, dice: Es decir, son
palabras espirituales que nada tienen de carnal, ni siguen un proceso
natural, y a que están libres de toda necesidad terrena y de las leyes que
rigen aquí abajo. Es claro, efectivamente, que todo agente actúa en cuanto
que él tiene su ser en acto.
Pero todo agente creado está determinado en su obrar, ya que él pertenece
a un determinado género y a una determinada especie. De ahí que su acción
esté también limitada a un determinado acto. Ahora bien, la determinación
de una cosa cualquiera en su ser actual es por la forma. Por consiguiente,
ningún agente natural o creado tiene un poder superior al de cambiar
una forma. Por eso, las conversiones que tienen lugar siguiendo el proceso
de la naturaleza son formales. Pero Dios es acto infinito, como se ha
demostrado en la Primera Parte (q.7 a.l; q.25 a.2). Luego su acción abarca
todos los niveles del ser. Por tanto, no sólo puede producir conversiones
formales, por las que diversas formas se suceden en un mismo sujeto, sino
que puede producir la conversión de todo el ser por la que toda sustancia
de un ser se convierte en toda la sustancia de otro. Y esto es lo que sucede
por el poder divino en este sacramento. Porque toda la sustancia del pan
se convierte en toda la sustancia del cuerpo de Cristo, y toda la sustancia del
vino, en toda la sustancia de la sangre de Cristo. Por donde se ve que esta
conversión no es formal, sino sustancial, y no está contenida entre las
conversiones que siguen el curso de la naturaleza, por lo que puede decirse
que su nombre propio es el de transustanciación.
Respuesta a las objeciones:
1. A la primera hay que decir: La objeción se refiere a la mutación
formal, porque es propio de la forma estar en la materia o sujeto. Pero no es
esto lo que sucede en la conversión de toda la sustancia. Por tanto, como esta
conversión sustancial lleva consigo un cierto orden entre las sustancias,
convirtiéndose una en otra, tiene en cierto modo su sujeto en cada una de las
sustancias, como ocurre entre el orden y el número.
2. A la segunda hay que decir. También esta objeción se refiere a la
conversión formal o mutación, ya que como acabamos de decir (ad 1), es
necesario que la forma esté en la materia o sujeto. Sin embargo, no es esto
lo que tiene lugar en la conversión de toda sustancia, bajo la cual no hay
ningún otro sujeto.
3. A- la tercera hay que decir: La virtud de un agente finito no puede
cambiar una forma en otra ni una materia en otra. Pero la virtud del agente
infinito, cuyo poder abarca todos los niveles del ser, sí puede realizar
esta conversión, porque tanto las dos formas como las dos materias
tienen algo en común: su pertenencia al ser. Y el autor del ser puede
cambiar lo que hay de ser en una a lo que hay de ser en otra, eliminando
lo que distinguía a una de otra. (Quia utrique formae et utrique materiae
est communis natura entis; et id quod entitatis est in una, potest auctor
entis convertere ad id quod est entitatis in altera, sublato eo per quod ab
illa distinguebatur.)

Está el Cuerpo de Cristo, pero no está localmente, y el cambio no es


natural sino sobrenatural. Toda conversión es cambio formal, pero Dios
puede hacer que la conversión total se dé por su virtud divina.
Se habla de cambio, de conversión. Esto tiene sentido si hay continuidad,
sino habría que hablar de sustitución y no de conversión.

Trataremos de entender qué elementos puede haber en común entre el pan


y el vino y el Cuerpo y la Sangre de Cristo: nada sustancial, nada
sustantivo. Entonces, donde estaría la base que nos permite hablar de
conversión, de cambio de una sustancia en otra. En q. 75 a 4 Santo Tomás
hace algunas afirmaciones en el cuerpo del artículo (ver) y en la tercera
dificultad va a responder así: la virtud de un agente finito no puede
cambiar de una forma en otra ni de una materia en otra… su acción
llega a todo el ser y la razón de ser es común a las dos materias y a las
dos formas: pan - vino / cuerpo - sangre. La communis natura entis, lo
común entre el pan y el vino y el Cuerpo y la Sangre es esta razón de ser,
el ser concreto que existe. El autor del ser puede hacer que lo que tiene
razón de ser en un caso se convierta en lo que tiene razón de ser en otro
haciendo desaparecer lo que las distinguía. El pan y el vino se convierten en
el Cuerpo y la Sangre de Cristo, pero se trata de una conversión total, nada
sustancial queda del pan, por tanto ni la forma ni tampoco la materia
porque el Cuerpo de Cristo no experimenta alteración. Entonces, ¿qué
es lo que hay de común entre el pan - vino y el Cuerpo y Sangre de
Cristo? [Seguimos la interpretación de la Synthèse Dogmatique - de J. H.
Nicolas]. Lo que todos los seres tienen en común es el esse, vale decir la
perfección de existir, el acto de existir, la existencia. Y el ser, según el
cual dos realidades son semejantes, se verifica en forma distinta en cada
realidad.
En la creación no encontramos el paso de un término a otro.
En la transubstanciación los términos (pan y vino, por un lado, Cuerpo y
Sangre, por otro) tienen en común la noción de ser. Cuando hablamos de
ens decimos: sustancia, accidentes y, en la filosofía tomista como algo
realmente distinto de la sustancia, el esse, la perfección última, el acto de
existir. Y hay distinción real entre estos elementos, distinguimos sin
separar en lo que es: la sustancia, los accidentes y la existencia. El esse
no es el ipsum esse per se subsistens que es Dios, existencia no limitada,
Acto puro, Existencia pura, su esencia se identifica sin más con su
existencia. En cambio, todas las otras realidades nosotros distinguimos
con distinción real entre esencia y existencia. La esencia de las realidades
creadas no es existir, tienen la existencia y la tienen participada, la tienen
dada. Esta existencia está siempre con el límite ontológico de su esencia, es
existir de esta manera, no de cualquier modo ni sólo existir. Lo que
distingue el esse o la existencia es este límite ontológico que le impone
una esencia o naturaleza determinada. Y hay distinción real de la
existencia y la sustancia (naturaleza o esencia). Dios es causa soberana en
cada ente, en cada ser de la perfectio essendi, del acto de existir, en las
condiciones de límite que le son propias. Y Dios puede, con su
omnipotencia, conducir una perfectio essendi ya otorgada a una realidad,
a un ente, conducirlo más allá de los límites ontológicos de este hasta
hacerlo alcanzar la perfectio essendi de otro ente ya existente, de otro
ser; y confundirse con ella.
En la transubstanciación, la perfectio essendi o el acto de existir realizado
en el pan es arrancada por la acción divina de los límites ontológicos de
esta realización para alcanzar la perfectio essendi realizada en el Cuerpo
de Cristo y confundirse con ella. Entonces, el elemento común es la
existencia que antes estaba limitada por el límite ontológico de una
sustancia, naturaleza o esencia y ahora, liberada de ese límite, coincide con
otro: el de la humanidad de Cristo, su Cuerpo y Sangre. El elemento común,
el esse, es lo que asegura la continuidad entre lo que estaba en el punto de
partida y lo que está en el punto de llegada.
Como ahondamiento de esta reflexión decimos ahora esto: lo que constituye
la cosa en su realidad es la substancia, lo que hace que esta cosa sea tal cosa;
y lo que la hace aparecer son los accidentes. Nosotros vemos, si procedemos
de forma inductiva que en una realidad pueden modificarse las apariencias
exteriores y sin embargo mantenerse la identidad del sujeto. Esto nos permite
captar la permanencia de la sustancia distinguiéndola de los accidentes sin
que desaparezca la sustancia. En una muchedumbre de individuos distintos
(personas u otras realidades) podemos distinguir un principio de semejanza
ontológica que es la naturaleza o esencia, en la cual podemos entender o
distinguir determinaciones ontológicas propias a cada individuo, son las
formas accidentales. La sustancia, de suyo no es perceptible, visible, no es
extensa ni divisible en sí misma, lo es a través de los accidentes. Exige como
condición de existencia tener cantidad y calidad (en la realidad no
conocemos ninguna sustancia no cuantificada ni sin los accidentes que la
califican; pero distinguimos la no identidad entre la sustancia y los
accidentes, aunque sea imposible separar; también es imposible confundir).
La sustancia tampoco es individualizada, la misma sustancia puede realizarse
en distintos individuos, pero como condición de existencia la sustancia tiene
siempre una cantidad y tiene cualidades, existe individualizada, aunque en sí
misma no sea individual de manera que puede darse en diversos individuos.
Existe también situada, localizada. La sustancia, entonces, es cualificada,
cuantificada, extensa, etc. a través de los accidentes que son formas sin
existencia propia, pero que no se identifican con la sustancia. Pueden
cambiar los accidentes y no por ello cambia la realidad en la cual están, no
deja de ser. Los accidentes manifiestan la sustancia y yo la conozco a través
de ellos (la sustancia -en sentido filosófico- nadie la puede ver porque es
invisible; lo que se ve son los accidentes). La sustancia es inteligible, yo la
entiendo, la conozco, pero no la veo ni la toco. De suyo no es divisible ni
está situada, lo está mediante los accidentes. Por los accidentes
conocemos la sustancia.

Relación de los accidentes respecto de la sustancia


Son los accidentes los que vuelven a la sustancia localizada. No pueden
existir fuera de la sustancia. Desaparece la sustancia del pan y los
accidentes quedan sin su sustancia, y no podemos decir que pasan a ser
accidentes del Cuerpo de Cristo. Estos accidentes no pueden tener
sustentación en el Cuerpo de Cristo y aquí se presenta una dificultad, no
pasan a ser los accidentes del Cuerpo de Cristo. Éste queda inmutable y
existe con sus accidentes propios. Habrá entonces que admitir que son
mantenidos en el ser por la omnipotencia divina sin el soporte ontológico
de una sustancia. Dios sigue dando el ser a los accidentes sin la mediación
de la sustancia y es la parte de prodigio o milagro que debemos aceptar en el
misterio eucarístico. Ver q. 75 a 8 ad 3. Están los accidentes del pan y del
vino, pero no están sustentados por la sustancia sino mantenidos en la
existencia por la omnipotencia divina.

Relación de los accidentes con Cristo después de realizada la


transubstanciación
Allí donde están los accidentes está el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Los
accidentes manifiestan el Cuerpo de Cristo y lo sitúan.

Ver q.77 a 1. ¿Permanecen los accidentes en este sacramento?

Objeciones por las que parece que en este sacramento los accidentes
permanecen sin sujeto.
1. Nada fuera de orden o falso debe haber en este sacramento, que es el
sacramento de la verdad. Pero estar los accidentes sin su propio sujeto es
algo que está contra el orden fijado por Dios a la naturaleza. Parece, además,
que es una especie de engaño, puesto que los accidentes son el signo de la
naturaleza del sujeto. Luego en este sacramento no están los accidentes sin
sujeto.
2. Aún más: ni milagrosamente puede suceder que a una cosa se la prive de
su definición o que la definición de una cosa sea adecuada para definir otra,
como, por ej., que el hombre, permaneciendo hombre, sea animal irracional.
De aquí se seguiría la simultaneidad de cosas contradictorias, pues, como se
dice en IV Metaphys. \ lo que significa el nombre de una cosa es su
definición. Ahora bien, la definición del accidente implica el estar en un
sujeto, mientras que la definición de la sustancia implica el subsistir por sí
misma, y no en un sujeto. Luego en este sacramento no puede suceder que
los accidentes estén sin sujeto ni milagrosamente.
3. Y también: el accidente queda individuado por su sujeto. Luego si los
accidentes permanecen en este sacramento sin sujeto no serán realidades
individuadas, sino universales. Lo cual es claramente falso, porque en ese
caso no serían realidades sensibles, sino solamente inteligibles.
4. Todavía más: la consagración de este sacramento no confiere a los
accidentes ninguna composición. Pero antes de la consagración no estaban
compuestos ni de materia ni de forma, ni de naturaleza y realidad
individuada. Luego después de la consagración tampoco estarán compuestos
de ninguno de estos modos. Pero esto es insostenible, porque si estuviesen
así tendrían una naturaleza más simple que la de los ángeles, aun cuando son
accidentes sensibles. Luego estos accidentes no permanecen sin sujeto.
En cambio, dice San Gregorio en una Homilía Pascual2: Las especies
sacramentales conservan el nombre de las cosas que hubo antes, o sea, de
pan y vino. Y, como no permanece la sustancia del pan y del vino, parece
que estas especies están sin sujeto.
Solución. Hay que decir: Los accidentes de pan y vino, cuya
permanencia después de la consagración atestiguan los sentidos, no
tienen por sujeto la sustancia del pan y del vino, que no permanece,
como queda dicho (q.75 a.2). Tampoco la forma sustancial, que
desaparece (Ib., a.6); y, aunque permaneciese, no podría ser sujeto, como
demuestra Boecio en su libro De Trin.3. Es obvio que tampoco tienen por
sujeto la sustancia del cuerpo y de la sangre de Cristo, porque la
sustancia del cuerpo humano no puede, en modo alguno, ser
determinada por estos accidentes; ni tampoco es posible que el cuerpo
de Cristo, glorioso e impasible como es su estado actual, sea alterado
para recibir estos accidentes.
Algunos dicen que tienen como sujeto el aire circundante. Pero tampoco
esto es posible. Primero, porque el aire es incapaz de recibirlos como
accidentes. Segundo, porque estos accidentes no están donde está el aire. Es
más, al movimiento de estas especies, el aire se contrae. Tercero, porque los
accidentes no pasan de un sujeto a otro, de tal manera que un accidente,
numéricamente el mismo, primero esté en un sujeto y después en otro, pues
el accidente toma categoría de número por el sujeto. Por lo que no puede ser
que, numéricamente el mismo, unas veces esté numéricamente en uno, y
otras, en otro sujeto. Cuarto, porque al no perder el aire sus propios
accidentes, tendría al mismo tiempo los accidentes propios y los ajenos. Y
tampoco puede afirmarse que esto suceda milagrosamente en virtud de la
consagración, porque las palabras de la consagración no lo significan, y sólo
realizan lo que significan. Por consiguiente, hay que concluir que los
accidentes en este sacramento permanecen sin sujeto. Lo cual puede
realizarse por virtud divina. Pues, como el efecto depende más de la
causa primera que de la causa segunda, Dios, que es la causa primera de
la sustancia y del accidente, puede, por su infinita virtud, conservar el
ser del accidente cuando desaparece la sustancia, que es la que le
conservaba como causa propia, de la misma manera que puede producir
otros efectos de causas naturales sin esas mismas causas, como formó el
cuerpo humano en el seno de la Virgen sin semen viril.
Respuesta a las objeciones:
1. A la primera hay que decir: No hay inconveniente en que una cosa
esté ordenada según la ley común de la naturaleza, y que su contraria esté
ordenada según un privilegio especial de la gracia, como ocurre en la
resurrección de los muertos y en la devolución de la vista a los ciegos, de la
misma manera que en las relaciones humanas a algunos se les conceden
ciertas cosas por especial privilegio, al margen de la ley común. Y así,
aunque, según el orden común de la naturaleza, los accidentes subsistan en
un sujeto, por una especial razón, según el orden de la gracia, los accidentes
subsisten en este sacramento sin sujeto, por las razones en otro lugar
indicadas (q.75 a.5)".
2. A la segunda hay que decir. Puesto que el ente no es un género, el
ser no puede constituir la esencia de la sustancia o del accidente. Luego la
definición de la sustancia no es un ente que existe por sí mismo sin sujeto, ni
la definición del accidente: un ente que existe en un sujeto, sino más bien,
que a la quididad o esencia de la sustancia le compete existir sin sujeto, y a
la quididad o esencia del accidente le compete existir en un sujeto. Ahora
bien, en este sacramento no se concede a los accidentes existir sin sujeto
en virtud de su esencia, sino que les sustenta la virtud divina. Y, por tanto,
no dejan de ser accidentes, porque no se les priva de la definición de
accidentes, ni tampoco se les da la definición de sustancia.
3. A la tercera hay que decir: Estos accidentes adquirieron su
individualidad en la sustancia del pan y del vino, y, una vez que ésta se ha
convertido en el cuerpo y en la sangre de Cristo, permanecen los accidentes,
por virtud divina, en el ser individuado que antes tenían. Por lo que
siguen siendo singulares y sensibles.
4. A la cuarta hay que decir: Estos accidentes, como todos los demás,
mientras permanecía la sustancia del pan y del vino, no tenían un ser
autónomo, sino que existían con el ser de la sustancia, como la nieve es
blanca por la blancura. Pero después de la consagración los accidentes que
permanecen tienen ser. Luego están compuestos de existencia y de lo que
existe, como se dijo en la Primera Parte5, hablando de los ángeles. Y están
compuestos, además, de partes cuantitativas.

6.11. El modo de presencia de Cristo en el sacramento

Ver. q.76.
Es necesario confesar que Cristo entero está en el sacramento, pero
de dos modos: por virtud del sacramento y por natural concomitancia
(ex vi sacramenti - ex naturali concomitantia). En virtud del sacramento
está bajo las especies aquello en lo que se convierte la sustancia del pan
y del vino: el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Por natural concomitancia
está lo que realmente está unido a lo que aquí se pone por conversión:
cuando dos cosas están realmente unidas, donde está una es preciso que esté
la otra y solo el pensamiento las separa. Por tanto, en el pan consagrado
está sacramentalmente el Cuerpo de Cristo, pero realmente está la
Sangre, el Alma, la Divinidad. En el vino consagrado sacramentalmente
está la Sangre de Cristo, pero por natural concomitancia está también
el Cuerpo, el Alma, la Divinidad. Está todo Cristo en las dos especies, pero
de modo distinto. El pan consagrado es sacramento del Cuerpo de Cristo, el
vino consagrado es sacramento de la Sangre de Cristo; pero por natural
concomitancia está todo Cristo en ambas especies y en cada una.
Pero si todo Cristo está en ambas especies, ¿para qué dos? ¿no
sería suficiente una sola? Ver: q.76 a 2 ad 1. Está así para representar su
pasión en la que la sangre estuvo separada del cuerpo. El pan está
significando el cuerpo entregado y el vino la sangre derramada y la
celebración eucarística es representación de la pasión y muerte de
Cristo. Por eso en la consagración de la sangre se menciona la efusión.

Además, esto es así conveniente para ofrecer a los fieles el Cuerpo en


comida y la Sangre en bebida. La eucaristía, además de sacrifico, es
banquete.
Se nos ofrece así, entonces, como comida y bebida.

Por la consagración toda la sustancia del pan y del vino se convierten


en Cuerpo y Sangre. Hay una conversión de una sustancia en otra sustancia.
Las dimensiones siguen siendo las mismas. El Cuerpo de Cristo no dice
relación al sacramento por la cantidad dimensiva sino por la razón que
tiene de substancia. Está substancialmente Cristo, pero no está según
sus accidentes propios, y viceversa: están los accidentes del pan pero no
la substancia del pan. No está Cristo con sus dimensiones propias sino en
las dimensiones del pan. (Ver. q.76 a 3.) El Cuerpo está del modo como está
la substancia y no por la cantidad dimensiva. Nosotros no conocemos la
substancia sino por la cantidad, pero no calificamos sin más a la materia
prima por la cantidad. De suyo la substancia no es extensa ni es divisible,
no está localizada, lo es a través de sus accidentes. Entonces, del Cuerpo
de Cristo está la substancia, los accidentes del Cuerpo de Cristo están
por concomitancia. Del pan y del vino están los accidentes, no la substancia.
Del Cuerpo de Cristo está la substancia, no los accidentes.

Presencia indivisible (cuando parto el pan no parto a Cristo),


no extensiva (la extensión es la de los accidentes del pan),
no local (no podemos decir que el Cuerpo glorioso de Cristo está en la
eucaristía como están los cuerpos en un lugar; si yo traslado la eucaristía no
traslado a Cristo de un lado a otro, traslado el sacramento de su Cuerpo, pero
Cristo está en todas partes, y sin embargo está en la eucaristía con presencia
real, substancial.

Santo Tomás condensó su teología eucarística también en Himnos. El Papa


encarga a Tomás de Aquino que componga las oraciones e himnos para el
oficio de Corpus. Aquí se pone en evidencia la genialidad de Tomás
poniendo toda su teología en himnos de gran valor estético. Por ej: el Tantum
ergo son las estrofas finales de un himno de Tomás: el Pange lingua; también
Sacris sollemnis (la parte más conocida es Panis angelicus). Otro es el
Adoro te devote, la secuencia de la misa de Corpus: Lauda Sion. Otro himno:
Verbum supermum, la parte más conocida es “O salutaris hostia”.
Tomamos un trozo de Lauda Sion:

“Nulla rei fit scissura


signi tantum fit fractura
qua, nec status nec statura
signati minuitur”

“No hay ninguna división de la realidad,


solamente del signo se hace la fractura
por la cual (fractura), ni el estado ni la estatura
de la realidad significada se disminuye”
Es la estrofa que precisa el modo de presencia real de Cristo en la eucaristía
que forma parte de un todo doxológico. En estos himnos aparecen todas las
dimensiones de la eucaristía, no solo la de la presencia. Poesía, devoción y
doctrina íntimamente vinculadas

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