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a) Filosofía griega
Texto elegido: Jn 1, 1-18 (Prólogo del Evangelio)
En cambio, Juan no solamente dice que la Palabra se hizo carne (Jn. 1,14) sino que
tiene características personales (está junto a Dios – en el seno de Dios; viene a los
suyos…) Esto en Jn 1,1 y 1,9. La Palabra, para Juan, es Hijo de Dios (Jn 1,14); y ella
misma es Dios (Jn 1,1)
b) Gnosticismo
Esto cuadra perfectamente con Jesús, que es la Palabra de Dios que existía desde el
principio, se hizo carne, y retornó a Dios. Él era el camino hacia Dios. Así, Jn 1,1.9.14:
8,12 y 14,16.
Además, los gnósticos son dualistas y consideran que el mundo material es malo;
incluso que hay un dios malo.
El capítulo 3 del evangelio de Juan podría ser mal interpretado como inspirado en el
gnosticismo o pregnóstico:
-porque habla de que Jesús pre-existía (por eso dice en el versículo 13: “Nadie ha
subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el
cielo”),
-vino al mundo a salvar a los hombres (“Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a
su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna” –
versículo 16),
-y habla de nacer del espíritu, que sería lo contrario de la carne que es un principio
material, y por lo tanto, malo. Así, Jn 3, 5-6: “Jesús le respondió: «Te aseguro que el
que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de
la carne es carne, lo que nace de Espíritu es espíritu”.
Pero si se lo mira con mayor atención, Jesús habla de nacer del agua y del Espíritu, o
sea que no solamente de lo espiritual sino también de un elemento material. Eso
significa que lo material no es ontológicamente malo y, ergo, Juan no es gnóstico.
c) Judaísmo helenístico
Pero el Logos del Evangelio de Juan es distinto del Logos de Filón de Alejandría y
de la Sabiduría del Antiguo Testamento. Porque “la Palabra era Dios” y “vino al mundo
(cosa que también hace la Sabiduría) pero el mundo no la conoció”.
La Sabiduría del Antiguo Testamento no es Dios sino una obra (la primera) de Dios.
El agua viva también es el Espíritu Santo (Jn 7, 39): “Como dice la Escritura: "De su
seno brotarán manantiales de agua viva". El se refería al Espíritu que debían recibir los
que creyeran en él.”
d) Literatura hermética
Por ejemplo, en Jn 17,1-3 pareciera que Jesús es ese hombre que ha alcanzado el
conocimiento perfecto de Dios, y que ese conocimiento dará la vida eterna a todos los
que Él ilumine.
Pero no es eso lo que el evangelista quiere decir: para él, Jesús existe desde siempre
porque es Dios, y no un hombre que llegó a ser dios como Hermes Trismegistos.
Por eso dice: “He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y
permanecer sobre él” (Jn 1, 31).
Además, si se entiende que Jesús es Dios desde siempre, como dice el prólogo, es
mucho más razonable eso de que “Después de mí viene un hombre que me precede,
porque existía antes que yo”. (Jn 1, 30). Porque “él es el Hijo de Dios”.
Por último, la literatura hermética surgió por lo menos a finales del siglo II, o en el
siglo III; por lo tanto, el evangelio de Juan no puede haberse inspirado en ella.
2. En diversas ocasiones, se nota en el texto del cuarto evangelio la tensión entre
un autor “individual” y una comunidad que está “detrás” del texto. Elija dos
textos del evangelio (en su totalidad) que muestren esta tensión y proponga
alguna explicación fundamentada. ¿Quién sería ese autor?
15 Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas
más que estos?». El le respondió: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le
dijo: «Apacienta mis corderos».
16 Le volvió a decir por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». El le
respondió: «Sí, Señor, saber que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas».
17 Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Pedro se
entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, tú lo
sabes todo; sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.
18 Te aseguro que cuando eras joven tú mismo te vestías e ibas a donde querías.
Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde
no quieras».
19 De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y
después de hablar así, le dijo: «Sígueme».
20 Pedro, volviéndose, vio que lo seguía el discípulo al que Jesús amaba, el
mismo que durante la Cena se había reclinado sobre Jesús y le había preguntado:
«Señor, ¿quién es el que te va a entregar?».
21 Cuando Pedro lo vio, preguntó a Jesús: «Señor, ¿y qué será de este?».
22 Jesús le respondió: «Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué importa?
Tú sígueme».
23 Entonces se divulgó entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no
moriría, pero Jesús no había dicho a Pedro: «El no morirá», sino: «Si yo quiero
que él quede hasta mi venida, ¿qué te importa?».
24 Este mismo discípulo es el que da testimonio de estas cosas y el que las ha
escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero.
25 Jesús hizo también muchas otras cosas. Si se las relata detalladamente, pienso
que no bastaría todo el mundo para contener los libros que se escribirían.
Juan 19
Cuando dice: “este discípulo” está hablando en singular. Pero cuando dice: “sabemos
que su testimonio es verdadero”, está hablando en plural y es la comunidad que recoge
el testimonio de ese testigo privilegiado (“el que da testimonio de estas cosas”).
Y en el versículo 25 dice: “25 Jesús hizo también muchas otras cosas. Si se las relata
detalladamente, pienso que no bastaría todo el mundo para contener los libros que se
escribirían”.
Aquí el autor está hablando en singular, como si él fuera el autor del evangelio. En
efecto, dice “pienso…”; es decir que él es el que redactó el libro y está escribiendo
como un epílogo.
Entonces, surge naturalmente la pregunta sobre quién fue realmente el autor del
evangelio, y si hubo diferentes etapas de redacción.
La respuesta que se intenta dar hoy en día es la siguiente: el discípulo al que Jesús
amaba fue un testigo presencial de los hechos que están narrados en el evangelio. La
tradición decía que era el Apóstol Juan, que vivía en Éfeso rodeado por la comunidad
joánica. Este Juan Apóstol se creía que era el mismo que Juan el presbítero de la
primera carta de Juan y el Apocalipsis.
Pero Papías de Hierápolis (citado por Eusebio de Cesarea) dice que el presbítero Juan
no es el mismo que el Apóstol Juan.
Por lo tanto, la opinión más plausible sería: existió un discípulo amado (que además
en el evangelio representa a cada cristiano); ese discípulo amado vivió en Éfeso rodeado
por una comunidad, que conservó todas esas tradiciones y participó en el proceso de
redacción del evangelio y de las cartas; y por último, el presbítero Juan o un autor
anónimo realizó la redacción final del evangelio.
También, en el capítulo 19 se ve algo de la tensión entre el autor y la comunidad,
porque el versículo 35 dice: “El que vio esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y
él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean”.
Es decir: hay un testigo individual (El que vio esto), y un autor que no se sabe si es
individual o comunitario en este texto porque no escribe en primera persona; y por
último, hay una comunidad que es la destinataria directa del texto. El texto está escrito
para un grupo concreto de personas. Por eso dice: “para que también ustedes crean”.
En el Evangelio de Jn 1,1 comienza con las palabras del Génesis “En el principio (en
arjé)”. Teniendo la mirada fija en Jesucristo, se refiere a la pre-existencia antes de la
creación del mundo. En 1Jn también empieza diciendo “Lo que era desde el principio
(ap arjés)” (1Jn 1,1), pero tratando sobre la vida de la comunidad, alude al comienzo de
la predicación.
Los textos de la primera carta de Juan muestran que había habido un cisma en la
comunidad en la que se formaron estos escritos. Por ejemplo: “salieron de entre
nosotros…” (1Jn 2,19). En la época en que se escribió el evangelio, la comunidad no se
había dividido todavía –no hay ninguna alusión a cismas entre cristianos en el
evangelio.
Aunque Juan no es iluso: sabe que pueden producirse divisiones, por eso Jesús en el
evangelio dice: “Pero no ruego sólo por éstos, sino también por los que han de creer en
Mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno. Como Tú, oh Padre, estás en Mí y
Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros, para que el mundo crea que Tú Me
enviaste.”. (Jn 17, 20-23)
Por lo tanto el orden sería: primero el Evangelio y la carta como un comentario al
evangelio en temas más generales.
Por eso 1 Jn dice: “Si decimos que tenemos comunión con El, pero andamos en
tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad. Pero si andamos en la Luz, como Él
está en la Luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesús Su Hijo
nos limpia de todo pecado”. (1 Jn 1,6-7).
Tanto la primera carta de Juan como el evangelio, defienden que Jesús es un Hijo
Unigénito y que muriendo salvó a todo el mundo. En 1 Jn lo dice en 2,1-2 (“Hijitos
míos, les escribo estas cosas para que no pequen. Y si alguien peca, tenemos Abogado
(Intercesor) para con el Padre, a Jesucristo el Justo. El mismo es la propiciación por
nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero”)
Y el evangelio lo dice en 3, 16-17 ("Porque de tal manera amó Dios al mundo, que
dio a Su Hijo unigénito (único), para que todo aquél que cree en El, no se pierda, sino
que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a Su Hijo al mundo para juzgar al mundo,
sino para que el mundo sea salvo por El”).
4. Reseñe en no más de tres párrafos (de cinco renglones cada uno) las
funciones de cada uno de los dos Paráclitos en la obra joánica.
En la obra joánica hay dos Paráclitos: Jesús es el primero (1Jn 2,1) y anuncia que
enviará “otro Paráclito” (Jn 14,26). La función del segundo Paráclito (el Espíritu Santo)
es ocupar el lugar que dejó Cristo (Jn 14, 17: “no os dejaré huérfanos”), y retoma o
continúa la actividad de Jesús. El Espíritu interviene en el corazón de los creyentes,
estará siempre con ellos (Jn 14, 15-17); les enseñará todo y les recordará lo que Jesús ha
dicho (Jn 14,26); dará testimonio de Él (Jn 15,26)…
Como Jesús, el Espíritu Paráclito tiene una función forense: en el juicio contra el
mundo, da testimonio y “probará al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia
y cuál es el juicio” (Jn 16,8). Eso hace un Paráclito o Abogado. También como Jesús, el
Espíritu tiene una función reveladora: “él los introducirá en toda la verdad”, “les
anunciará lo que irá sucediendo”, y glorificará a Jesús (Jn 16, 13-15)
La función del primer Paráclito era revelar al Padre y así, darnos vida eterna (Jn
14,7-9; y Jn 17,3). Lo reveló con sus obras y sus signos, que testifican que Él está con el
Padre y quien lo ve, ve al Padre (Jn 12,45). Luego, el Abogado intercede por nosotros
ante el Padre: “Tenemos un abogado ante el Padre: a Jesucristo el justo” (1Jn 2,1). Y
principalmente, Jesús vino a salvar al mundo (Jn 3,17).
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Devoto. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina