Está en la página 1de 89

EL MISTERIO DE

DIOS PADRE Y DE
CRISTO
LECCIÓN 1

“Grande es este misterio;


mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia”.

(Efesios 5. 32)

Mostrando la unión que hay en un pacto matrimonial, Pablo nos afirma la unión
mística espiritual y real que hay entre Cristo y la iglesia tomada del esposo y la
esposa. Y ahora, la consideración es que hay un cuerpo, esa es la palabra que
queremos tomar como clave. Su cuerpo, y Pablo lo plantea como un misterio. ¡El
cuerpo es un misterio! Porque el cuerpo de Cristo, que es la iglesia, es el misterio
escondido en el Hijo, así como el cuerpo del Hijo es el misterio escondido en el
Padre.

La idea de una sola carne está indicando la fusión, la integración, de una unión
inseparable y orgánica que expresa una realidad, donde ya dos partes se han
fusionado, se han integrado y es imposible separarlas, ¿Por qué? Porque ahora ya
no son dos sino uno. Entonces, es las dos sustancias fusionadas, mezcladas, unidas,
que ahora entienden que no hay distinción de lo uno y lo otro porque son una sola.

Una ilustración sería como el café y la leche. Dos sustancias, si están separadas
son fáciles de identificar, pero si las mezclamos, ¿qué es lo que vamos a tener?
Café con leche. Café con leche ya es una sola sustancia, pero es la mezcla de dos,
que separadas tienen distinción pero al ser integradas, mezcladas, ellas no pueden
hallar distinción. No podemos decir, ¡Oh, que rica está la leche, o que rico está el
café! Disfrutamos las dos en una.

Es la idea de como Pablo quiere que nosotros veamos a la iglesia. Si vemos al Hijo,
él es una realidad misma de Dios. Y si vemos a la iglesia como cuerpo, vemos otra
expresión de la realidad del Hijo, pero, al estar mezcladas, fundidas, son dos
expresiones, que ahora hallan una sola, están mezcladas, están fundidas y no hay
forma de distinguirlas, por eso, quien ve en esa unión a Cristo ve a la iglesia. Fue lo
que Dios le reveló a Pablo cuando le dijo: “¿quién eres?” – ¿quién dijo que era? –
Cristo. ¿A quién vio? A Cristo. Pero cuando vio el cuerpo vio la expresión de él... A
quien tú persigues, y Pablo ¿perseguía a Jesús? No, a la iglesia. (Hechos 9. 5) – “Él
dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues” – Es
en esta visión que Pablo encontró, esa unión, esa mezcla, donde ya es una sustancia
inseparable que ver al uno es identificar al otro. Es la razón por la cual él se
dedicó a edificar el cuerpo de Cristo. Porque él reconoce que los ministerios son
dados para la edificación del cuerpo de Cristo, haciéndolo cómo, en la capacitación
de cada uno de sus miembros, en sus distintas gracias y expresiones de esa misma
realidad de vida.

Ahora, ya se nos dijo que esa unión es posible en el espíritu (1ª de Corintios 6. 17)
– “Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él”. Cristo como Espíritu
vivificante es impartido a nuestro espíritu vivificado. Y ese espíritu es uno. El que
se une a Cristo es ahora un espíritu. Ahora no vemos dos espíritus, es Cristo como
espíritu vivificante mezclado, unido a este espíritu vivificado, y los dos son uno, es
la misma expresión de la misma sustancia, que separadas serían dos pero unidas
son una sola. ¡Esta es la unidad del cuerpo de Cristo!

Y aquí es donde nosotros podemos ver como de manera reiterativa Pablo en todas
las cartas está afirmando de esa unión y una de las figuras que él más ilustra para
crear una realidad es el cuerpo. El cuerpo de Cristo se presenta en Romanos,
Corintios, Efesios, Colosenses, donde vemos las distintas expresiones de ese
cuerpo y está mostrando un asunto obvio… El cuerpo tiene expresión porque está
unido a la cabeza. ¿Podrá el cuerpo tener expresión sin la cabeza? No. ¿Podrá la
cabeza sin el cuerpo tener una expresión? Tampoco.

Entonces, notemos que así como la cabeza no puede por sí misma expresarse,
porque requiere de un cuerpo, de igual forma el cuerpo no puede expresar la vida
que la cabeza le imparte, y aquí es donde vemos un asunto de misterio. ¿Y en
donde está el misterio? Que Dios siendo todopoderoso y que puede hacer las
cosas sin nosotros, él se restringe a que su expresión sea a través de nosotros. En
otras palabras, para que Dios llevara a cabo su plan, su perfecto diseño y orden, él
podía de forma soberana, si lo quisiera, ahora mismo presentarse, revelarse y
darse a conocer en su máxima expresión él solo.

Pero él pudiéndolo hacer no lo hace, porque él ha establecido precisamente que


ese misterio que estaba en él fuera dado a revelar en el Hijo y el misterio que
estaba escondido en el Hijo fuera dado a revelar por el cuerpo. En otras palabras,
Dios ahora no tiene otra manera de expresarse sino como lo ha establecido, en el
Hijo a través del cuerpo. Que es lo maravillosos de esto, que la clave de este
misterio está en esa frase “porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y
de sus huesos” (Efesios 5. 30) – Esto es un asunto grandioso. Y aquí es donde el
Espíritu nos tiene que llevar a comprender esta realidad, no desde un plano
conceptual sino experimental, y es obra del Espíritu dándolo a conocer, para que
esta realidad tenga una practicidad en cada uno de nosotros.
Ahora, quiero que nos detengamos por un momento en esa frase “de su carne y
de sus hueso” ¿Por qué no dice Pablo de su carne y de su sangre sino de su carne y
de sus huesos? – Para entender esto usaremos una llave de la hermenéutica
llamada la ley de la primera mención. Cuando escuche una frase o término en la
Escritura y quiera conocer que es lo que ello significa tiene que ir a hacer un
recorrido desde donde se mencionó por primera vez esa palabra o ese término.

Usando esto como referencia, entonces vamos a ver que esa frase carne de mi
carne, hueso de mi hueso, ¿Dónde fue la primera vez que se apareció? En
Génesis. Se habla de lo que se extrajo de Adán, de lo que estaba dentro de Adán,
la mujer, que ahora es carne de su carne, hueso de sus huesos, de su misma
naturaleza, compartiendo su misma genética… De igual forma la iglesia que es
extraída de Cristo (porque está escondida en él) ahora es presentada como carne
de su carne y hueso de sus huesos. Pongamos en escena las dos cosas.

Adán en el Edén. ¿Cuándo se le presentó esa mujer que era carne de su carne y
hueso de sus huesos? No fue fuera del huerto. La mujer es presentada sin
relación al pecado. No había pecado. La iglesia es presentada sin relación al
pecado. Recuerde que el pecado fue cometido por el hombre ya después que tenía
a la mujer ¿Correcto? – Sin relación al pecado fue presentada la mujer. Pero como
por la transgresión de ellos hay destitución del orden divino, ahora Dios envía a su
Hijo en semejanza nuestra, carne. Él que es el Espíritu eterno ahora se hace
carne. Él que nunca fue hombre, porque en el principio era el Verbo, el Verbo era
con Dios, y el Verbo era Dios, ese Verbo que es el Hijo eterno nunca fue hombre
pero se hizo hombre.

En esa semejanza viene y ofrece su cuerpo y ahora en su cuerpo se hizo pecado


(2ª de Corintios 5.21). Aquel que tampoco había conocido pecado se hizo. Y ahí en
la cruz, en su cuerpo fue quebrantado, herido para precisamente perdonar
nuestros pecados. Y dos cosas se hizo en la obra de la cruz: el despojo del pecado
(porque el pecado fue quitado – el cordero de Dios que quita el pecado – y lo pone
en singular, porque el pecado es de naturaleza) por eso el Hijo en su cuerpo quitó
el pecado como naturaleza y perdonó los pecados como acciones por su sangre. Y
ahora que él presenta la iglesia o el Padre se la presenta es por el poder de la
resurrección.

Esta iglesia que él se presenta a sí mismo… Gloriosa, sin mancha, sin arruga no
tiene relación con el pecado. Es para que veamos que la edificación de la
iglesia no es para corregir las acciones pecaminosas de los santos, ni cambiar
la naturaleza pecaminosa de pecadores convertidos al Señor. Nosotros somos
hijos engendrados en Cristo, no pecadores perdonados. ¡Hijos!
La edificación de la iglesia es de los hijos que son engendrados, no de carne ni
sangre, sino por el Espíritu de Dios. Ahora, ese trabajo es para que nosotros
pongamos en perspectiva lo que es la verdadera edificación de su cuerpo.

Entonces, entendiendo que esta acción del pecado y la transgresión de Adán fue
solo un paréntesis en el propósito eterno (eso no fue un accidente, no fue algo que
a Dios se le salió de sus manos) era un paréntesis en tratar de revelar el propósito
eterno, o sea, este paréntesis ya Cristo lo quitó y está diciendo: “la historia
continúa, el propósito sigue en marcha”. Y lo que era una aparente interrupción lo
que trajo fue una más grande y mayor expresión. Porque la realidad estaba era en
Cristo no en el hombre y la mujer, por eso dice Pablo GRANDE ES ESTE
MISTERIO, más yo digo esto de Cristo y la iglesia.

Le pregunto ¿El matrimonio, o el pacto de los dos en una sola carne comenzó con
Adán y Eva? No. Había comenzado con Cristo y la iglesia. Cristo y la iglesia es la
realidad. Adán y Eva son una figura pero la realidad era lo que estaba ya echo en
Cristo, y desde esta perspectiva nosotros vamos a entender algo maravilloso, y es
que precisamente ahora esto se manifiesta en un hecho que Pablo declara en
Corintios 15. 50 – “Carne y sangre no pueden heredar el reino de Dios” – note
que aquí ya la expresión cambia. No dice carne y huesos, sino carne y sangre.
Porque aquí está mostrando precisamente que es aquello que se nace del hombre
mismo (sangre) vida humana y se relaciona con todos esos rasgos genéticos que
corresponden a esa naturaleza adámica, corrupta que no puede alcanzar el reino
de Dios, no puede heredar el reino de Dios.

Pero cuando se habla de la carne y sus huesos se refiere a otro tipo de vida,
distinta a la que conocemos biológicamente, en el Espíritu ¿por qué? Porque esta
expresión de carne y huesos es una expresión dada por el Cristo resucitado.
Recuerdan cuando él se les aparece a sus discípulos y ellos lo ven en un cuerpo,
pero la sorpresa es que él les dice: “mirad que yo soy” mirad mi carne y mis
huesos. Vuelve esa expresión a repetirse. Tres veces en la Escritura se menciona
esa frase (en Génesis, cuando Jesús resucita en un cuerpo no encarnado sino
resucitado y la tercera cuando Pablo explica el misterio de lo que es Cristo y la
iglesia).

Entonces, al hacer este recorrido, podemos decir que es por el poder de la


resurrección que la expresión del cuerpo de Cristo tiene una realidad. ¡La
resurrección! Porque es en la resurrección donde se ha logrado la justificación
(Romanos 4. 25) – “el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y
resucitado para nuestra justificación” por eso hablamos que la edificación de la
iglesia como cuerpo de Cristo se da en el poder de la resurrección y basado en la
obra de la justificación. ¿Por qué? Porque no es modificar conductas pecaminosas,
sino desarrollar hijos engendrados que son espíritus vivificados. Nosotros
queremos tener creyentes justos, santificados, corrigiéndoles sus acciones
pecaminosas y el Señor dice: para que ustedes puedan tener hijos santificados
tienen que edificar hijos justificados , en otras palabras, comienza a
desarrollar lo que en el espíritu ellos son (espíritus vivificados) y somos un
espíritu con él. O sea, el desarrollo de la verdadera vida en el Espíritu no es
cambiar al creyente pecador, es desarrollar al hijo justificado. Entender esto
nos facilita mucho más el trabajo. Nos hemos gastado tratando de que algunos
hijos de Dios vivan la vida de Cristo dándoles reglas, creándoles normas,
estableciéndoles disciplinas, correctivos, para que ellos muestren lo que en
naturaleza ya tienen. (Naturaleza divina y un espíritu vivificado).

Si ese espíritu vivificado desarrolla y manifiesta la vida del Espíritu vivificante


con la que está mezclado, con la que está unido, esta tarea es más fácil de
realizar. ¡El trabajo en el Señor es ligero! Es un asunto que no va ser desgastante
si lo hacemos en el orden que él ha establecido.

¿Qué es lo que experimenta cuando él presenta su carne y sus huesos? Dos


realidades que están comprometidas o pactadas en el Hijo.

1. Dios dijo, que aunque recibió cuerpo semejante al nuestro no vería, su


carne no vería corrupción (Salmo 16.10).

Ese cuerpo, en el que él se fue manifestado no vio corrupción, o sea, si


experimentó la muerte pero no la corrupción de la muerte. ¿Qué es lo que hace la
muerte en un cuerpo sin vida? Lo corrompe, por eso empieza el mal olor. En el
cuerpo de Cristo hay fragancia de vida.

2. La profecía también dijo que no sería posible que fuese quebrado hueso
suyo.

¿Por qué? Porque la iglesia es su cuerpo. ¿Estamos entendiendo el cuerpo de


Cristo? – La iglesia es el cuerpo de Cristo que opera en el poder de la resurrección
donde hay dos cosas (estas dos cosas usted las puede ver en la congregación, no
en el cuerpo de Cristo).

1. Ni Corrupción ni División. Cuando a usted le digan: “Es que hay mucha


corrupción en la iglesia” – No, no, no… En la iglesia no hay corrupción que es
el cuerpo de Cristo. Veremos corrupción en la organización cristiana, en la
congregación cristiana, pero en el cuerpo de Cristo no hay corrupción. ¡Noo!
Es que la iglesia del Señor está muy dividida… ¿Dividida? – si su hueso no
pudo fracturarse, no se pudo romper, no se pudo dividir, es una unidad
inseparable e indivisible porque la iglesia es su cuerpo. Veremos divididos
los concilios, las denominaciones, las congregaciones, pero cuando vemos la
iglesia como el cuerpo de Cristo, lo vemos como se presenta, perfectamente
unido, bien concertado.

¡Qué lejos estamos de edificar el cuerpo, sino lo hemos visto como Dios se lo
presenta así mismo!

Una cosa es que bíblicamente hablando sepamos el texto, teológicamente


expliquemos el texto, a que esa realidad sea en nuestras vidas revelada. Una cosa
es lo que Pablo dice y otra la que nosotros podamos decir del texto. Para nosotros
es realidad cuando esa verdad es probada, es experimentada. Podemos asegurar
que todavía estamos muy lejos de la edificación del cuerpo de Cristo.

Porque si nosotros todavía vemos división, contienda, conflicto, disensiones, por


doctrinas… arandelas que les queremos poner al cuerpo de Cristo, entonces
nosotros no estamos haciendo la verdadera edificación. ¿Para qué son los santos
edificados? para la edificación del cuerpo de Cristo. Con honestidad
preguntémonos ¿De verdad lo que estamos haciendo tiene que ver con la
edificación del cuerpo de Cristo – Todavía nos falta.

Y lo primero que nos falta es ver lo que Pablo vio “A Cristo expresado en un
cuerpo” – Por eso la discusión sobre doctrinas nos lleva a que la edificación del
cuerpo de Cristo no se vea. Hay gente que pelea por rudimentos. Ejemplo: “unos
les pelean a otros porque no toman la santa cena” – Yo les pregunto, realmente,
¿qué es el cuerpo de Cristo? ¿Es el símbolo de esa copa y ese pan que se toma? O
¿Tú y yo? ¡Nosotros! - ¿Y cómo es posible que algunos discutan por un símbolo y
ataquen y agredan a otros hermanos y no disciernan el verdadero cuerpo de
Cristo, y estén defendiendo un pan que es un símbolo?

Por eso decimos que la discusión de estas cosas nos quita la edificación de lo que
realmente es el cuerpo. El día en que sepamos y veamos que en verdad este es el
cuerpo de Cristo, vamos a honrarlo, vamos a edificarlo a valorarlo y nunca
haríamos nada, porque es Cristo en un cuerpo expresándose.

¡Lo que nos edifica es discernir la realidad! – Uso este caso porque son otros
muchos casos, nosotros nos vemos divididos por doctrinas, por cosas que nos son la
verdadera edificación, porque nunca se nos ha revelado Cristo en un cuerpo, ni
menos el cuerpo de Cristo como la realidad que estamos llamados a edificar.

Miremos lo que dice el apóstol Pablo, veamos esta cita para mostrarle la cosa más
poderosa en lo que esta expresión se da. Veamos en 1ª de Corintios 12. 12-13, que
es otro de los capítulos que él usa… “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene
muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un
solo cuerpo, así también Cristo. Porque por un solo Espíritu fuimos todos
bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a
todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. – Diga, el cuerpo es uno – las
congregaciones son muchas pero el cuerpo es uno. Las denominaciones pueden ser
muchas pero la iglesia es una - y el cuerpo tiene muchos miembros pero todos los
miembros del cuerpo, aunque son muchos, constituyen un solo cuerpo. Y no dijo:
“así también es la iglesia! ¿Qué fue lo que dijo? Así también es Cristo, y note
usted que está hablando del cuerpo, no se refirió que así también es la iglesia, sino
que así también ¿es qué? Cristo.

Pues… y da la razón… “Por un mismo Espíritu todos fuimos bautizados en un solo


cuerpo” – A todos se nos dio a beber del mismo Espíritu. No existe un Espíritu
Bautista, Pentecostal, ni carismático. Diga: Hay un solo Espíritu, un solo cuerpo, un
solo bautismo, un solo Señor, un solo Dios y Padre, el cual es sobre todos, en
todos, por todos y para todos, los que son miembros. No de todos los hombres sino
de todos los miembros del cuerpo de Cristo. ¿Estamos entendiendo esto?
¡Maravilloso!

Como Pablo entonces relaciona que Cristo tiene una expresión real y notoria en la
vida de sus miembros, que aunque son muchos, son un solo cuerpo. ¿Y qué tiene que
ver esto con lo que estamos hablando? De que no podemos tener la verdadera
edificación de la iglesia sino es revelado el cuerpo. Porque cuerpo, no es una
analogía. Cuerpo es una expresión de una realidad ya dada. Cuerpo no es una
metáfora, dice: “así es Cristo” – Está mostrando es que Cristo es la realidad.
Realmente, este cuerpo (el humano) es la metáfora, pero no Cristo. Cristo es la
realidad. Entonces, ver a la iglesia como el cuerpo de Cristo, es verlo en su
realidad, no es una analogía ni nada por el estilo, es una expresión misma de él. Por
eso en la iglesia no se define quienes se congregan sino quién es él.

Porque está hablando que cada uno de sus miembros tiene esa expresión en él. Y
de quien, en el poder de su resurrección. Por eso hemos definido que la iglesia es
Cristo expresado en un cuerpo resucitado. “Mirad, este es mi cuerpo, palpad”
¿Presentó a cuál? ¿El cuerpo encarnado o resucitado? – Si queremos saber la
edificación de la iglesia, no es que los santos imiten la vida de Jesús de Nazaret.
Porque algunos quieren edificar a los santos llevándoles a que ellos se parezcan a
Jesús de Nazaret. Jesús de Nazaret es el cuerpo encarnado. Pero la iglesia es la
expresión del cuerpo resucitado. Cuando habló de su cuerpo es la iglesia en la vida
resucitada. Por eso la iglesia lo que expresa es la vida del resucitado.
No es una imitación del encarnado, es una impartición del resucitado. ¡Cristo
en nosotros! Por eso debemos edificar a la iglesia como su cuerpo porque vemos la
realidad de lo que él expresa. En este cuerpo resucitado ya no hay judíos, griegos,
esclavos o libres, varón o mujer… que nivel de madurez, de criterio y capacidad de
discernimiento debemos tener para separar eso. Yo pregunto: ¿Tenemos la
capacidad todavía de separar en la edificación del cuerpo al varón a la hembra?
Quizá todavía no estamos en esa capacidad. En esa madurez de ver a la iglesia
como el cuerpo de Cristo donde no hay varón ni hembra. ¿Todavía damos reglas
para la iglesia? Los varones se sientan a la derecha las damas a la izquierda.
Todavía decimos, no puede la mujer predicar en la iglesia… ¡Todavía no entendemos
la edificación del cuerpo de Cristo! Donde no hay varón ni hembra. Porque todavía
le traemos cultura o gentil o judía a la iglesia. Porque todavía vemos separación de
clase, porque todavía tenemos distinciones sexuales. No estamos viendo espíritus
vivificados que son morada y unión indivisible con el Espíritu vivificante.

A veces no logramos separar qué es la iglesia, como cuerpo de Cristo, la que es la


familia de los redimidos. Ejemplo: La esposa es esposa en la casa, en el hogar, en el
cuerpo de Cristo no es tu esposa. Por no tener esa capacidad, no diferenciamos
cuando son normas dentro de la casa (esposa sometida) pero en el cuerpo no.
Cuando está edificando el cuerpo de Cristo no es tu esposa. Nos falta todavía
mucho para poder traer el verdadero orden celestial, la verdadera expresión de la
iglesia de Cristo, que él se presenta a sí mismo.

Por eso no es lo que nosotros hacemos para presentarle al Señor, es lo que él hace
en nosotros para presentársela a sí mismo. Esa expresión poderosa que Pablo
utiliza es la que nos lleva a comprender esto. El cuerpo se define por la vida que la
cabeza tiene. Y es una expresión precisamente orgánica, genética, natural, y el
hecho de que él se haya fundido en nosotros, está indicando entonces, que aquí es
él expresándose, por eso la iglesia no es a donde yo voy ni lo que yo le doy al Señor
de mí mismo. La iglesia es lo que él da a sí mismo, por eso se la presenta y se da a
sí mismo a ella, y lo está hablando, que él se dio así mismo, la sustancia que la
sustenta y la cuida. Aquí la importancia es entonces, de que debemos comprender
que la iglesia no se edifica por imaginación humana sino por revelación divina.
Cuando el Padre le reveló a Pablo lo que era el cuerpo de Cristo, fue que él
entonces se dedicó a edificarlo. Porque era en esa realidad de que Cristo es en
quien se edifica. Él mismo dijo: “Yo edificaré mi iglesia” – el mismo la edifica, el
mismo se la presenta, es Cristo definiéndose en su realidad. Cristo expresándose
en su sustancia, Cristo fundiéndose en su vida.

Las verdaderas expresiones, límites y parámetros de lo que la iglesia es lo define


el Señor. Por eso no podemos cuando estamos edificando el cuerpo decir: “Yo
opino, yo creo, a mí me parece” - sino, el Señor dice. La iglesia se edifica es con lo
que él establece, con lo que él define. En la iglesia tienes prohibido opinar. Eso lo
podemos hacer en la congregación, en el cuerpo de Cristo no opinamos. Solo
recibimos la vida del Hijo y la expresamos, la mente de Cristo con sus ideas y
diseños y los damos a conocer. ¡Prohibido opinar! Le dije en la iglesia, en la
congregación lo puede hacer.

No tenemos la capacidad ni tampoco la autoridad para añadirle, opinar o decir algo


a la iglesia de Cristo que Cristo no haya dicho. Por eso es dar a conocer su
realidad. Ahora bien, si la iglesia se define es por la vida por la presencia real de
Cristo en ella. Si la iglesia se expresa por la manifestación de la sustancia de ella,
entonces dice que la sustenta y la cuida. ¿Cómo la puede sustentar, cuidar, nutrir?
Por la unión de la cabeza con el cuerpo. ¿Porque es nutrido este cuerpo? Porque
tiene una cabeza que le da ese suministro. La nutrición del cuerpo es por la vida de
la cabeza, y en la cabeza están los ojos, sentidos, en la cabeza es donde está la
boca por donde entran los alimentos que el cuerpo procesa.

La cabeza es la que le da definición al cuerpo. En otras palabras, ese cuerpo tiene


expresión por la cabeza que lo representa. Cuando Dios quiere dar a conocer el
cuerpo ¿Qué es lo primero que presenta? A Cristo, la cabeza, a Cristo la primicia
y luego muestra el cuerpo. Porque el cuerpo le da la expresión de lo que la cabeza
representa. Por eso el Padre lo constituyó como cabeza, porque en Cristo volvió a
restituir, reunir, reconciliar, restaurar, encabezar todas las cosas. Y es en Cristo
donde le da expresión a todo lo creado.

Solo Cristo puede ser expresado por el cuerpo que contiene su vida. Ya sabemos
que la iglesia no es ninguna organización, ni una institución social, ella es el
organismo vivo del Cristo resucitado. ¡Organismo vivo!

Aunque hay distintos miembros ¿Qué es lo que nos hace a nosotros iguales? ¿La
función en el cuerpo? No. La vida del cuerpo. La naturaleza del cuerpo. Las
funciones en el cuerpo son distintas pero no la naturaleza. Somos muchos
miembros pero un solo cuerpo. Vemos es el cuerpo de Cristo en su vida, en su
naturaleza y reconocemos la diferencia en cuanto a su función pero no la distinción
en su naturaleza. ¡Eres el cuerpo de Cristo! – Cada miembro tiene una medida de
esa vida y naturaleza y por eso expresa la realidad de lo que ya tiene. Por eso
cuando estamos edificando la iglesia, está prohibido contar los miembros. Así
como está prohibido opinar también lo está el contar los miembros.

La iglesia no es los miembros que contamos es los miembros que edificamos.


Porque esos miembros expresan la realidad de la vida. ¡Prohibido contar! Por eso
no podemos decir: “Mi iglesia tiene tantos miembros” – Quizá estemos hablando
de congregados, el cuerpo somos muchos, pero él no los contó. De echo, cuando se
presenta ese cuerpo, la congregación de los primogénitos, (Hebreos 12. 23 – “a
la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el
Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos”) que son
millones de millones…. ¡Prohibido contar!

Por eso cuando te pregunten por la eficacia de tu ministerio y si lo quieren poner


en números… Comprende que los números no define la edificación que hacemos. La
edificación está definida por el cuerpo que edificamos. Entender esto nos quita
competencia en cuanto a logro de números. Entonces, cuando miramos la
edificación del cuerpo de Cristo, la parte más importante, el elemento de mayor
trascendencia en nuestra función no es lo que hacemos sino lo que somos como
iglesia. !Lo que somos! Y como iglesia somos la expresión de Cristo en su cuerpo y
la expresión de esa vida para los demás. Por eso se nos llama a crecer en la
realidad de su plenitud donde experimentamos lo que en la realidad ella es.
EL EVANGELIO
DEL REINO Y DE
LA GRACIA
LECCIÓN 2

“Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo,
con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor
Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios”

(Hechos 20. 24)

Introducción

Es preocupante ver el estado en el que se encuentran muchos creyentes que


profesan ser libres, pero viven consumidos por la culpa e inseguridad. Es
inquietante la falta de gozo, la inseguridad de la salvación, las frustraciones
internas, la falta de compasión, la actitud continua de juicio y crítica, la
hipocresía, la intolerancia y la falsa espiritualidad e inflexibilidad. Estas
condiciones que muchas veces se disfrazan detrás de la religiosidad y
espiritualidad superficial producen una búsqueda de aceptación a través de las
obras de la carne producto de las enseñanzas y predicaciones que se emiten desde
nuestros pulpitos.

Lo ideal es que cada hijo pueda vivir en libertad y que sean productivos, pero
muchos viven en vergüenza, temor e intimidación. El Señor mismo tuvo que
confrontar a los maestros y predicadores de su tiempo (a los fariseos) que eran
«Talibanes encubiertos tras la falsa piedad ». Su sistema promovía una
espiritualidad externa y un sistema de reglas y dogmas donde el «NO» sustituye
al «SI» de Dios y la libertad en Cristo. A través de este libro Dios tratará con
nuestro «fariseísmo» y nos enseñará a disfrutar la gloriosa experiencia de ser
libres por causa de la verdad.

Sacará a la luz aquellas cosas que nos han contaminado y que en el proceso hemos
mezclado con la gracia del Señor. Dios nos libertará para que podamos disfrutar
de la experiencia maravillosa de conocer el maravilloso evangelio de la gracia de
nuestro Señor Jesucristo. Grandes son las expectativas al poder estudiar este
tema. En este caso espero que sucedan cuatro cosas a lo largo de estas páginas:

1. Espero una mayor apreciación del regalo de la gracia de Dios. Que


comprenda lo que significa para nosotros y también para los demás.

2. Espero que aprenda a pasar menos tiempo y energía preocupado y


criticando las decisiones de los otros en vez de concentrarse en la obra del
Espíritu en su vida.
3. Espero que aprenda a tener una mayor compasión por los demás y no entre
en juicios hacia ellos.

4. Y que este libro lo ayude a dar pasos gigantescos ante la madurez y hasta
la madurez que el Señor quiere que experimente en su vida.

La gracia de Dios nos da permiso para disfrutar quienes somos y lo que tenemos.
Nos da la oportunidad de ser libres y de disfrutar de la vida. Al leer los Evangelios
descubrimos a un Cristo del cual emanaba el «SÍ», el permiso para celebrar la
vida. Diferente a los que le rodeaban, hombres doctos en la letra de la ley,
religiosos, profesionales en la aplicación de ella , piadosos por fuera pero asesinos
por dentro. Sin embargo, el veneno del legalismo no penetró en la vida de Cristo.
Estaba tan lleno de gracia y verdad que no había lugar para el veneno del legalismo
en Él. Si al finalizar las páginas de esta lección usted comienza a amar y a
comprender la gracia de Dios para con nosotros, hemos logrado el objetivo. Porque
la Gracia de Dios es maravillosa.

Primera Parte

Gracia sobre gracia

Solemos pensar en un Cristo muriendo en la cruz o como un niño entre los brazos
de su madre. Sin embargo Cristo es la expresión máxima de la gracia de Dios, la
alegría ante el ser humano. Él le daba permiso a la gente para celebrar la vida, a
diferencia de los que le rodeaban, hombres doctos en las letras de la ley,
religiosos, profesionales en la aplicación de las reglas, piadosos por fuera pero
asesinos espirituales por dentro. ¿Qué había en el Señor que no permitió que
nada de esto lo contamine? Él estaba tan lleno de gracia y de verdad que no
tenía un lugar vacío para el veneno del legalismo. Juan, uno de los doce discípulos
capturó en cinco versos la esencia de lo que hacía al Señor tan atractivo a las
masas. «Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su
gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. Juan
dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que
viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo. Porque de
su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. Pues la ley por medio de
Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él
le ha dado a conocer» (Juan 1:14-18).
El creyente no es atractivo por su sistema religioso ni por su rigidez espiritual,
sino por la cantidad de gracia que permita que emane de él por causa de una
relación viva con el Cristo resucitado. Cristo representa la imagen misma de la
presencia del Dios. Se caracterizaba porque estaba lleno de gracia y de verdad.
Su gloria estaba mezclada con la gracia y la verdad, que lo distinguía de un mundo
de tinieblas y demandas, de reglas y reglamentaciones, de requisitos y
expectativas demandadas por los líderes religiosos de aquel tiempo. De esta
forma aparece el Señor en escena, lleno de gracia y verdad. Así lo introduce Juan,
ministrando en una forma totalmente diferente.

Un Cristo viviendo en una forma distinta, impactando a las personas de una manera
extraordinaria. Él introdujo un estilo revolucionario de vida, por eso es que el
verso 16 dice: «Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia ».
Aquella plenitud en Cristo marcó la vida de los primeros discípulos, los marco de
tal manera que quienes lo aceptaron, recibieron también su compasión. El estilo de
Cristo se convirtió en su propio estilo. Absorbieron su amor y su misericordia.
Esto fue tan poderoso que a fines del siglo primero, doce hombres con quienes
nadie hubiera podido hacer nada, fueron transformados poderosamente por la
potencia de la gracia de Dios.

Tal era la potencia que ellos tenían que transformaron la Roma imperial de aquel
momento. ¡Qué gracia maravillosa! Los discípulos no solamente tomaron de su
plenitud, sino que Juan nos dice que además recibieron gracia sobre gracia.
«Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. Pues la ley por
medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de
Jesucristo» (v.17). Usualmente tenemos una mentalidad dual, parte con la ley del
antiguo testamento y parte neo-testamentaria. Nos cuesta entender si somos
aceptos o si todavía nos falta algo para recibir de Dios. No sabemos si en Él
estamos completos o incompletos. Juan dijo que la gracia que hemos recibido en
Cristo es una gracia sobre gracia. Esto explica que la gracia que Cristo trajo e
impartió es superlativa. En otras palabras, no se puede medir, no se puede
cuantificar, porque la gracia del evangelio de Jesucristo es grande y más
excelente que la gracia que trajo la ley por medio de Moisés. Ya que la ley exigía
reglas y requisitos.

Todo era condición y templo. Todo era acondicionado. Usted tenía que hacer algo
para recibir, para ser aceptado, porque bajo la Ley de Moisés el servicio a Dios no
era el resultado de amor, sino de culpa y vergüenza. Esto producía ridículas
expectativas que incrementaban el fuego de los fariseos y satisfacía su orgullo
que se concentraba en la conducta externa y una constante vigilancia del bien y el
mal, especialmente en otros. El sistema legalista era tan rígido que llevaba a
juicios crueles, inflexibles, intolerantes e incapaces de amar legítimamente. La
obediencia era un asunto de compulsión en vez del fluir motivado por amor. Pero la
gracia que el Señor nos vino a impartir consiste en perdón, bendición, paz,
prosperidad, santificación, redención. La gracia de Dios que vino por medio de
Jesucristo, es transformadora. Al ser más excelente y superior la gracia de
Cristo absorbe lo que proveía la ley que vino por medio de Moisés. Gracia sobre
gracia es compasión. Es un favor superior a la ley y no se puede medir. Entonces,
cuando llegó la gracia y la verdad a través de Cristo, comenzó una revolución que
libertaba los cautivos de la religión. El temor motivado por la culpa fue remplazado
por una simple motivación de seguirlo y amarlo. En vez de concentrarse en los
logros de la carne, hablaban del corazón.

En lugar de demandar que el pecador cumpliera con una larga lista de requisitos,
enfatizaba en la fe, aunque fuera del tamaño de una semilla de mostaza. La
religión rígida y estéril fue remplazada por una relación motivada por la gracia.
Porque la gracia y la verdad trajeron libertad. «Y conoceréis la verdad, y la
verdad os hará libres» (Juan 8:32). Hay gracia suficiente para que usted sea
transportado del legalismo farisaico que los sistemas religiosos lo han metido, a la
gracia maravillosa. Dentro del sistema legalista muchos viven inseguros de su
salvación.

Acusados por sus propias conciencias no saben que más hacer para sentirse
amados y aceptados por el Señor. Sin embargo, usted necesita saber que todo lo
que usted necesita ya Dios se lo ha provisto a través de la persona de Jesucristo y
hemos recibido de Él gracia sobre gracia. La ley creó en los israelitas una
mentalidad de negocio: «Yo hago, tú me das, tú dices, yo hago». Era un canje.
Por esa razón muchas veces nos encontramos negociando con Dios. Los fariseos se
alimentaban de la inseguridad de la gente, por esa razón, Cristo los confrontó
llamándolos: «Tumbas blanqueadas, nubes sin agua, hipócritas, serpientes».
Porque el resultado de su servicio era motivado por la culpa y la vergüenza, y no
por el fluir de un corazón agradecido por lo que Dios había hecho por ellos. Los
satisfacía el orgullo farisaico que se concentraba en la constante vigilancia del
bien y del mal. Por esa razón el sistema legalista siempre señala, mide su
espiritualidad con la del otro. Si ora más que él, y va al culto más que él, entonces
él es más espiritual, porque está haciendo más.

Esto no tiene nada que ver con el corazón ni con una transformación interna. La
vara de nuestra medida es Cristo. Cuando me mido con Él me doy cuenta de lo
lejos que estoy del carácter, la santidad, la perfección de Aquel que me amó. Pero
como tampoco podemos alcanzar tal medida con las fuerzas de la carne, entonces
jamás podría llegar a ser como Él. Es así que por cuánto todo eso era imposible
para la ley, lo impartirá en nosotros por gracia. “Mas por él estáis vosotros en
Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación,
santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría,
gloríese en el Señor.” (1 Corintios 1:30-31)

Cuando Cristo les enseñaba a sus discípulos acerca de los fariseos, les decía:
«Miren lo que ellos hacen, y así no harán ustedes. Cuando oren enciérrense
para que lo que se logró en secreto se vea en público. Tengan cuidado de los
que se paran en las orillas de las plazas a sonar flauta, a hacer ruido para
que la atracción sea hacia ellos. Tengan de vosotros cuidado porque mi Padre
ve en lo secreto». Cristo siempre enfatizó en lo hecho desde el corazón. Cuando
encuentra este sistema de medidas que declara: «Soy más que otro porque hago
más», no lo acepta. Para Cristo no es relevante cuántas almas usted alcanza para
salvación o cuánta gente se convierte cuando les predica, Mientras que eso tiene
cierto grado de nobleza y reconocimiento entre los hombres la verdad del asunto
es que no lo hace más espirituales que otros.

No es importante a quién usted conoce, quienes son sus contactos, recursos o


dónde estudió. Eso, en el reino, es irrelevante para la salvación. El gran apóstol
Pablo fue fariseo de fariseos, circuncidado al octavo día, de la tribu de Benjamín,
y en cuánto a celo más que todos los demás, tuvo que entender que todo aquello
debía dejarlo como basura con tal de ganarse el conocimiento de aquél que lo había
amado, lo había abrazado, de aquél que por gracia lo salvó. ¡Maravillosa gracia!

El sistema legalista es tan rígido que no da espacio para el gozo. A causa de esto
muchas familias han sido destruidas, matrimonios quebrados, hijos que hoy están
en el mundo como consecuencia del legalismo, que reprimen, que son inflexibles y
que no permiten disfrutar la vida. En el tiempo del Señor no solo existían los
mandamientos dados por Dios a través de Moisés, sino que también, los fariseos
agregaron la dogmática de la interpretación de cada uno de ellos. De esa forma
comenzaron a limitar la alegría de disfrutar de la naturaleza, de los hijos, de los
nietos, de la vida misma porque para ellos todo era pecado. Lamentablemente, aun
en nuestro tiempo hay algunos que todavía están envenenados por el legalismo y no
pueden disfrutar de sus familias por estar envueltos en el ministerio. Eso es
legalismo.

Dios quiere que usted disfrute tanto de la familia como del ministerio. Cuando la
motivación no es el agradecimiento sino pagar de alguna forma el favor de la
gracia, eso es legalismo. Hay sistemas donde todos los domingos la congregación
recibe una palabra de condenación por no haber orado una hora cada día de la
semana o porque no le hablaron a diez personas de Cristo durante esos días.
¿Sabe usted por qué los mormones andan en bicicleta por las calles
predicando de puerta en puerta? Porque eso le acumula puntos en su cuenta del
cielo. ¿Sabe usted por qué los testigos de Jehová van predicando puerta por
puerta? Porque su salvación está condicionada por las obras. Pero usted debe
entender que no puede añadirle nada a su salvación, que lo que hace es
simplemente por amor. Si yo le preguntara: ¿Por qué cree que Dios lo ama?
Muchos dirían:

 Yo creo que me ama porque voy a la iglesia.


 Yo creo que me ama porque lo busco.
 Yo creo que Dios me ama porque doy mucho dinero a la iglesia.

Si usted cree tener una razón por la cual Dios lo ama, dejó de ser amor. Dios lo
ama porque lo ama. Eso se llama amor ágape, que es amar sin esperar nada a
cambio. Ése es el amor que el Espíritu Santo derramó sobre nosotros. Si usted le
dijera a su esposa: «Yo te amo porque tú… ». Le puso una condición y eso no es
amor sino cariño. Cuando le dice a su esposo: «Yo te amo porque me
comprendes», entonces ¿qué sucederá cuando no lo entienda? Cuando Pablo
comprendió la profundidad, la anchura, la inmensidad de este amor exclamó: «Y él
os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y
pecados» (Efesios 2:1).

El sistema legalista ha instalado en nosotros la creencia de que la salvación


depende de todo lo que hacemos. Pero su salvación no depende de lo que usted
haga sino de lo que Él hizo en la cruz del Calvario cuando entregó su vida por
nosotros y nos rescató. Si usted va a la iglesia por temor a perderse, o a buscar
una bendición más de Dios, no sirve que haya ido. No se congregue para cubrir su
cuota. Pero si usted va al lugar donde todos los que aman a Dios se congregan
semanalmente y va porque quiere expresarle su amor, bien hace. El amor de Dios
es tan grande que nos ama siempre. Nos ama cuando tenemos dinero para dar el
diezmo y cuando no tenemos. Nos ama cuando estoy gozoso sirviéndole con una
devoción extraordinaria, y cuando mis emociones me traicionan y estoy deprimido.
Me ama cuando estoy en salud como cuando estoy en enfermedad.

Muchas personas, en especial nosotros los latinoamericanos, que venimos al Señor


en muchas ocasiones con una gran influencia de la iglesia católica romana que no
permite cuestionamientos, se congregan para pagar por sus pecados y culpas.
Cuando no estamos maduros en la gracia pensamos que atravesar por una prueba
es un castigo resultado de algún pecado que cometimos hace muchos años. Pero
cuando llegue ante la presencia de Dios y le pregunte: «Señor, ¿tú te acuerdas
del pecado que cometí en aquella oportunidad?». Él le dirá: «¿Cuál? ¿De qué
pecado me hablas?». Lamentablemente, tenemos la capacidad de guardar el
recuerdo de nuestros propios pecados con fecha. Le ponemos anotaciones, y
sabemos quién estaba y quién no. Recordamos la hora del día en que pecó y qué era
lo que estaba sucediendo en su vida en esos momentos. Pero cuando usted va a
Dios con todos esos detalles, Él le dice: «¿De qué me hablas? Porque no
solamente dije que te iba a perdonar sino que no me iba a acordar de ellos.
No tengo memoria de ellos. Te dije que iba a limpiar tu corazón y que
quedaría como blanca lana. Que serías tan santo que tú mismo te
sorprenderías de la obra que iba a hacer en ti». Es difícil entender esto con
una mentalidad legalista, porque somos seres que estamos acostumbrados a
trabajar por lo que tenemos. Pero esto no depende de voluntad de hombre sino de
la gracia maravillosa y extraordinaria del Cristo resucitado. Él me ama como soy,
con imperfecciones, con inseguridades, con temores. En los sistemas rígidos las
personas no disfrutan la salvación, pelean por ella en lugar de recibirla. Nunca
están seguros de ellos.

Cuando le preguntan: «¿Cómo estás?». Responden: «Ahí estoy. Tratando de


servir al Señor». Si está tratando de servirlo con la fuerza de su carne, nunca
podrá alcanzar el nivel. Si le sirve por amor y disfruta el hacerlo, celebre su
salvación. Si es parte de un sistema religioso donde no puede ser usted mismo,
donde reírse mucho es pecado y si no se ríe también lo es, entonces algo extraño
ocurre. Por eso, el texto comienza diciendo: «a los que le recibieron», para dejar
bien en claro que a éstos se les dio el derecho, la potestad, la autoridad de ser
hechos hijos de Dios.

MENTALIDAD DE GRACIA

Cuando llegó la gracia y la verdad a través de Cristo comenzó una revolución para
liberar a los cautivos de la religiosidad. El temor motivado por la culpa fue
reemplazado por una simple motivación de seguirlo y amarlo. Imagine a Cristo
cuando llamó a los discípulos y le dijo: «Síganme». En ese momento los fariseos
hubieran puesto cientos de condiciones para poder calificar la calidad de
discípulos, pero Cristo los llamó por gracia. Porque en lugar de concentrarse en los
logros de la carne, les hablaba del corazón.

En lugar de demandar que cumplieran con una serie de requisitos, Cristo


enfatizaba en la fe. La religión rígida y estéril fue reemplazada por una relación
motivada por la gracia. La gracia y la verdad que Él trajo eran libertadoras.
Interesante es notar que el Señor nunca utilizó la palabra «gracia» como parte de
sus enseñanzas, sin embargo, la enseñó y la vivió al máximo, desde la práctica. Por
ejemplo, a la mujer sorprendida en adulterio, le extendió gracia. Al joven rico lo
confrontó con su propia ley, exponiéndolo de esa forma a la gracia. Al leproso le
manifestó gracia al tocarlo. El término bíblico de la palabra «gracia», expresa la
idea de «doblarse, descender» por gracia. Se entiende la idea de «favor
condescendiente».

Quizás podemos comprender mejor la idea al pensar en un hombre que recruza en


el camino del carruaje del rey quien detiene su marcha y desciende con su corona
y vestidura para tocarlo y bendecirlo. El rey tocó a uno de menos rango, eso es
gracia. Es extenderle favor a uno que no se lo merece y nunca podrá ganárselo.
Esta gracia es absolutamente gratuita. Nunca se pedirá que la pague. Aun si
tratara, no podría. Es más, tratar de pagarla es un insulto al que la da. Lo que Dios
hizo fue doblarse hacia nosotros al tomar nuestra forma humana para ser parte
de nosotros, para sufrir y padecer lo de nosotros, para que fuera por absoluta
gracia. Misericordia y verdad «Pero Dios, que es rico en misericordia, por su
gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos
dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)» (Efesios 2:4-5).

Al inicio de este texto, el Señor nombra la misericordia, que es la compasión con la


que nos amó para proveer un Salvador al perdido. Si solo la misericordia hubiera
podido salvar, la muerte de Cristo hubiera sido innecesaria. Dios tiene suficiente
misericordia para poder salvar a toda una humanidad sin la necesidad de una
muerte. Pero la misericordia no era suficiente, tenía que estar mezclada con amor,
que era lo que movilizaba el plan que Dios trazado para la salvación. Pero a la
misericordia y al amor todavía le faltaba algo, porque la santidad de Dios
demandaba que quien ocupara el lugar de la salvación del hombre fuera
absolutamente perfecto y santo. Y cuando buscaron quién, nadie calificaba para
tal requisito. Por lo tanto, Dios con su misericordia y su amor no podía hacer nada
porque no había quién reunieran los requisitos para ocupar ese lugar. Pero un día,
en la eternidad, en el eterno pasado, en la corte celestial, el Hijo se levantó y dijo:
«Yo ocuparé el lugar de los pecadores», por eso es que 2 Corintios 5:21 dice:
«Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros
fuésemos hechos justicia de Dios en él». Este texto revolucionó mi vida cuando
me respondí al llamado de salvación. Cuando enfrenté la realidad de que Él no
cometió pecado pero pagó por los míos en la cruz del Calvario, me estremecí.

No había nadie para que tomara ese lugar, pero el Hijo se dio a sí mismo. Fue así
que por amor inició un proceso en su economía divina y comienza a trazar un plan
para señalar un tiempo, un lugar en la historia, donde el Emmanuel habría de venir.
Dios con nosotros haría su aparición. Entraría en la historia, rompería tiempo y
espacio para llegar a nosotros. El apóstol tratando de comprender esto dijo: «El
cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que
aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho
semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a
sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz»
(Filipenses 2:6-8).

En aquel momento, hace más de dos mil años, Cristo apareció en la historia. Nadie
reunía los requisitos para hacerlo. Nosotros éramos los que debíamos ser
castigados, los que tendríamos que haber pagado por nuestra paz y haber sido
enjuiciados, pero allí estaba el Hijo. Él tomó nuestro lugar. Él fue la propiciación
por mi pecado. Y aquel bendito día, después que resucitó al tercer día, introdujo la
gracia maravillosa. Entonces el Padre dijo: «Todos los que a ti te reciban,
tienen el derecho, la potestad, el honor, de ser hechos hijos míos. Ahora
todo lo tuyo será de ellos y todo lo de ellos será tuyo». Cuando usted abrazó
a Cristo alcanzó salvación y santidad imputada, porque todo lo que Él hizo y lo que
Él era, se le imputó a usted en aquel día en que lo recibió. Porque el amor y la
misericordia no podrían operar en gracia hasta que hubiera una completa provisión
por el pecado que solo se encuentra en Cristo y quien hace posible que la gracia
sea extendida. Porque la gracia elimina todo mérito humano, sólo se requiere fe en
el Salvador. Porque no solo provee salvación, sino seguridad y preservación para el
que la recibe, a pesar de sus imperfecciones humanas. Porque la gracia
perfecciona al que la recibe. Isaías 53 dice: «Despreciado y desechado entre los
hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que
escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos.
Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y
nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido
fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de
nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos
nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino;
mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y
afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como
oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. Por
cárcel y por juicio fue quitado; y su generación, ¿quién la contará? Porque
fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue
herido. Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su
muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca. Con todo eso,
Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento. Cuando haya puesto
su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la
voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Verá el fruto de la aflicción
de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo
justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos» (v.3-11).

Fuimos marcados por el toque de Dios, esto no significa que somos perfectos, sino
que somos separados. Solemos usar la típica frase de: «Pero... yo no soy ningún
santo». Sin embargo Pablo escribe: «A todos los santos...», cuando hace
referencia a nosotros. Es que algo importante sucede al momento de la salvación,
no solamente fuimos salvos sino también «justificados». Aunque no sea perfecto,
soy justificado por la fe del que murió por mí. Pablo entonces dice que fuimos
«Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de
nuestro Señor Jesucristo, por quien también tenemos entrada por la fe a
esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la
gloria de Dios» (Romanos 5:1-2). «Gloriarnos en la esperanza» es celebrar lo
que vendrá. Usted ya está gloriándose desde ahora, que es salvo y que está
completo en Él. Usted no tiene que hacer nada para sentirse así, Él lo hizo todo.

Lo único que debe hacer es recibir lo que hizo por usted, nada más. Por eso es
gracia sobre gracia. Si usted trata de pagar el favor de la gracia, la contamina.
Solamente sírvale, no para pagar lo que Dios hizo, sino porque lo ama por lo que Él
hizo. El secreto de la salvación El secreto de una vida santa, gozosa, libre,
productiva, descansa en el conocimiento de la gracia y en la fe en nuestra gloriosa
posición en Cristo. Si está apartado de eso usted vivirá inseguro, y condenado. Ya
no estamos en Adán sino en Cristo. Tendremos recompensa por fidelidad y
santidad práctica, usted puede ser recompensado por su devoción y práctica, pero
esto no se puede confundir con nuestra eterna e inmerecida salvación. Su
salvación es eterna, de lo contrario Cristo tendría que volver a morir en la cruz, y
Él ya vino una vez. Usted es salvo. A la falta de santidad, Él le imputa santidad. A
su falta de misericordia, Él le imputa su misericordia. Una vez que es salvo en Él,
siempre lo será. Usted solo preocúpese por cuidar esta salvación y por seguir
creciendo en el conocimiento y la gracia del Señor. Viva sin temor. Imagino que su
pregunta es: «¿Y… si vuelvo al mundo a pecar?». Si yo fuera usted, no me
tomaría ese atrevimiento. Si eso ocurre, arréglese con Dios, yo no puedo juzgarlo.

Pero si usted está en Cristo, si no le sirve por temor y vergüenza, si su devoción


es santa, sencilla, simple y de agradecimiento de amor por lo que Él hizo, ¡gloríese!
Si usted sabe que no es más por lo hace, sino por lo que Él hizo y que no le puede
añadir nada a su salvación con su oración, y no ora para ser más, sino para estar
con Él. ¡Alégrese! Si está en Cristo, ni la vida ni la muerte, ni lo alto ni lo bajo, ni
los ángeles ni las potestades, ni ninguna cosa creada, podrá separarlo del amor de
Dios que es en Cristo Jesús. ¡Celebre su salvación! En Él estamos completos porque
Dios anticipó su próximo pecado y proveyó Abogado antes de la falta, por eso es:
«gracia sobre gracia». En Él fuimos perdonados. Cuando usted entiende el valor
de esta salvación tan grande, cualquier cosa que quiera dañarla no lo permitirá,
porque si usted tiene que sufrir en la gracia, la gracia lo sostendrá. Si tiene que
padecer en la gracia, la gracia lo preservará. Si tiene que ser perseguido por la
gracia, la gracia lo cubrirá. Si tiene que morir por la gracia, la gracia lo cubrirá.

Segunda Parte

Justificados por la fe

La justificación es el acto soberano de Dios por medio del cual declara justo al
pecador que cree, aun cuando todavía está en su condición de pecador. Dios
declaró justo a Abraham, aun cuando Él sabía que le iba a fallar. Una cosa era
pecar antes de la gracia, y otra, pecar después de ser declarado justo. El que
pecaba antes de la gracia no padecía de remordimiento de pecado porque no tenía
relación con Dios. Pero cuando usted peca, y seguramente tiene en mente no
hacerlo, hay gracia suficiente para cubrirlo, porque Dios lo ha justificado porque
usted creyó en Cristo.

Cada día que usted se levanta por la mañana y va a trabajar sabe que al final de la
semana o del mes, recibirá su paga por lo que ha trabajado. Cuando llega el día de
cobro, ¿se acerca usted a la oficina del jefe y le dice: «Gracias. ¡Mil gracias por
este pago! ¡No sé qué haría si no fuera por usted!»? No, usted no hace eso.
Simplemente le agradece con amabilidad, pero en su interior sabe que su paga es
lo que merece por el esfuerzo de su trabajo y que si no le pagan, debe accionar
judicialmente. En Dios esto no funciona así.

Todo lo que hemos trabajado y nos hemos esforzado, nos trajo muerte y
separación de Dios. No importa cuán difícil haya sido la obra ni cuántas buenas
intenciones haya tenido. No importa sus buenas acciones, ni las velas que haya
encendido. No importa los rosarios que haya rezado, ni la cantidad de veces que
fue a misa. No importa lo poco o lo mucho que haya hecho, porque cuando usted se
presenta ante Dios, Él le dice: «Eres un reo de muerte. Esa es tu paga. Eso es
lo que mereces. Ese es el castigo por causa de tu pecado». Pero, cuando
acepta lo que Jesús hizo en la cruz del Calvario, se da cuenta que no puede pagar
lo que Él hizo. Eso es gracia, que me atribuye a mí lo que otro hizo, para que yo
pueda estar delante de Dios, por pura gracia. Cristo pagó la deuda, y yo recibo el
beneficio solamente por creer. El pueblo hispano ha trabajado mucho para
obtener logros, recompensas económicas y reconocimiento. Por esa razón es muy
difícil para ellos comprender esto, ya que ha trabajado mucho para tener lo que
lograron, han sudado para alcanzarlo, por eso les cuesta comprender que la gracia
es un don inmerecido. Esa experiencia resultado del trabajo diario se transfiere a
nuestra experiencia con Dios. Hay quienes dicen: «Tengo que hacer algo para
Dios. Tengo que trabajar para Él, porque ¿cómo voy a pagarle mis deudas?».
Usted debe entender que nunca podremos pagarle nada, porque Jesús ya pagó el
precio por nosotros. Él justificó nuestras faltas delante de su Padre para que
seamos aceptos. Justificación es el acto soberano de Dios por medio del cual nos
declara justos. Él pagó la deuda y yo recibo el beneficio por creer en lo que Él
hizo.

Hay una barrera que se llama pecado de la cual nadie es inmune. No hay educación,
logros, lectura, dinero, religiosidad que lo quite. El mundo está contaminado con él
y todos necesitamos ayuda, perdón, y salvación. Cualquiera que haya alcanzado
logros puede gloriarse ante la gente porque los seres humanos nos impresionan con
sus logros. Nos impresionan las cosas que se han hecho, por eso le ponemos su
nombre a calles, pueblos y ciudades. Levantamos estatuas en su honor, y le damos
nombres a edificios de gobierno y escuelas públicas. Una persona que ha trabajado
mucho y que logró algo en la vida, tiene de qué gloriarse ante otros seres humanos,
pero ante Dios no importa el logro humano.

Ni aún Abraham pudo alcanzar la bendición y el favor de Dios en sus propios


méritos. No fue lo que él tenía ni lo que él logró, sino lo que Dios hizo por medio de
su gracia. Abraham era un hombre vacío, espiritualmente muerto, criado por una
idólatra. De acuerdo al capítulo 24 del libro de Josué, Abraham se casó con una
mujer que vivía en una región idólatra por nacimiento, por naturaleza y por
decisión. Él era un pecador, sin embargo Dios traspasó toda esa idolatría, toda esa
muerte espiritual, todo lo que lo separaba de Él, y por gracia se acercó a Abraham.
Cuando creyó todo lo que Dios había dicho le fue contado por justicia, y eso en la
Biblia se llama: «Justificación».

El problema del pecado

«Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el


pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos
pecaron. Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay
ley, no se inculpa de pecado» (Romanos 5:12-13). «Por cuanto todos pecaron»
significa que nadie es inmune. El problema del pecado no se maneja con mejor
educación, ni con altos logros. El problema del pecado no se soluciona con más
lectura, con dinero, ni con religiosidad. Nada de eso sirve. Todos fuimos
contaminados con ese pecado. Todos necesitábamos ayuda. Todos necesitábamos
perdón. Todos necesitábamos un Salvador. «Así que, como por la transgresión
de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la
justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque así
como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos
pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán
constituidos justos. Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase;
mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el
pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para
vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro» (Romanos 5:18-21). La
salvación es un regalo gratuito que no se le puede atribuir a méritos humanos.
Usted no es más salvo después de cuarenta días de ayuno, ni más salvo después de
haber dado mucho dinero a la iglesia.

No es más salvo porque ora tres horas al día ni por colaborar con el ministerio de
los desamparados y enfermos. Sus buenas obras no le añaden una pizca a su
salvación. En otras palabras, usted no está haciendo nada que Dios no quiera que
haga. Por lo tanto, lo que usted está haciendo es una demostración de que por
gracia, Dios se ha inclinado hacia usted y lo está dirigiendo hacia el camino que Él
quiere que usted vaya. No es porque usted es más espiritual que otra persona, ni
porque tiene más gracia, simplemente esa era la obra que Él había preparado
desde antes de la fundación del mundo para que nosotros caminemos en ella.

Es por eso que Cristo mientras hablaba de esto en un contexto de gracia dijo:
«¿Acaso da gracias al siervo porque hizo lo que se le había mandado? Pienso
que no. Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido
ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer,
hicimos» (Lucas 17:9-11). Declaró esto porque en verdad solamente hicimos lo que
se nos dijo. Por lo tanto, yo no puedo gloriarme de lo que estoy haciendo hoy, ni
creer que soy más que usted, simplemente estoy haciendo lo que por gracia se me
encomendó.

El propósito de la ley

La gracia es un regalo gratuito y para que pudiera ser manifiesta, la ley tenía que
ser enviada, por eso es que el texto bíblico dice: «Pero la ley se introdujo para que
el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia» (v.20).

El primer propósito de la ley era identificar el pecado y confrontarlo. Luego lo


acusará de tal manera que usted tendría que buscar a quien pudiera darle libertad.
El segundo propósito de la ley era intensificar la culpa, porque todo lo que decía la
ley era «no». Esta declaraba lo que se necesitaba para cumplir con los requisitos
de la justicia de Dios, pero no tenía provisión para poder cumplirlos, porque en sí
misma la ley es incapaz de justificar al pecador. La ley demandaba de la
perfección, pero no ofrecía ayuda o motivación para lograrla. Lo único que hacía
era identificar el pecado para que se diera cuenta de lo terrible que era delante
de Dios y buscara la provisión para poder manejar aquella culpa. Todavía es igual.
La ley nos hace conscientes de nuestra falta. ¿Se ha detenido usted frente a
una pared que tiene un cartel de advertencia que indica: «No toque, pintura
fresca»? Antes, usted nunca había visto ese muro, ni hubiera notado la pintura.
Tal vez pasó por ese lugar siempre, pero recién cuando pusieron el cartel de
advertencia y lo leyó, algo se le despertó dentro de usted con curiosidad. Algunas
personas más controladas, pasaron allí, leyeron el cartel, sintieron la tentación de
tocar la pared recién pintada, pero no lo hicieron. Con relación al pecado, la ley no
ayuda, porque el propósito de la ley es señalar.

Cuando usted sabe acerca de la ley se descubre el pecado que está en usted,
entonces comprende lo perverso y malo que es. Aun haciéndole tanto bien a la
gente, está lleno de odio, rencor, amargura, envidia, celo, contienda. Aunque asista
a su iglesia los siete días de la semana, cuando trate de vivir por la ley, jamás
podrá satisfacer la demanda de una santidad perfecta, de un Dios excelente, que
no juega con el pecado. Él tiene demandas y exigencias divinas. La ley decía:
«Esto es santidad: honren mi nombre obedeciendo mi ley», pero nadie lo podía
hacer. La ley se introdujo para que el pecado se manifieste. Entonces, cuando el
pecado abundó, la esperanza era que la gracia sobreabundara. Aunque el pecado se
podía medir, la gracia no.

Cuando el pecado era mucho, la gracia era infinita. Cuando el pecado juzgaba, la
gracia decía: «Eres justificado porque creíste en lo que Dios proveyó a través
la persona de Jesucristo». Cuando el pecado condenaba, la ley justificaba.
Cuando el pecado acusaba, la gracia bendecía.

El propósito de la gracia

La gracia excedió las expectativas naturales. Hasta que usted no entienda el


significado y propósito de la gracia, será un juguete del mismo infierno. El diablo
va a jugar con su mente, con su pasado, con lo que usted hizo hace más de veinte
años atrás. El enemigo lo acusará, lo culpará. Pero si usted entiende el propósito
de la gracia, dirá ante la acusación: «Está equivocado. En verdad yo era un
pecador, un adúltero, un borracho. En verdad hice cosas de las cuales me
avergüenzan aún hablar de ellas, pero la gracia cubrió cada una de mis faltas. La
gracia cubrió cada uno de mis pecados. Porque cuando el pecado abundó, la gracia
sobreabundó». Un día, miré a la cruz del calvario y comprendí que el que tendría
que estar colgando en ese madreo, era yo.
Él tomó mi lugar y por gracia soy salvo, no por las obras de la carne, sino por la
justicia de mi Dios. La ley reveló lo malo que éramos, pero la gracia nos revela lo
bueno que es Dios. «Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a
su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que
estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por
cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el
cual clama: ¡Abba, Padre!» (Gálatas 4: 4-6).

Dios nos ha dado el Espíritu de su Hijo por el cuál clamamos: «¡Abba Padre!».
Moisés no pudo decirlo. Isaías y José tampoco, ya que el término más cercano y
afectuosos que pudieron decirle a Dios fue: «Jehová». Moisés, Abraham y Adán,
desearían estar en la dimensión que estamos viviendo. Ellos tenían que ir a un lugar
para encontrarse con Dios, usted camina con Dios donde quiera que vaya. Ellos
necesitaban ofrecer sacrificio para poder ser aceptado, pero yo no tengo que
esperar por el sacrificio, porque Cristo murió una vez y para siempre, y en aquella
muerte perfeccionó a todos los que creen en su justicia para siempre. Usted es
justificado.

La perfección que Él demostró es la misma que nos han imputado a nosotros.


Cuando Dios mira su vida no lo ve a usted, sino a Jesús. Las debilidades que usted
tiene, la ley se las resalta, pero si le aplica gracia, la mirada de Dios sobre su vida
es otra. La ley cumplió con su trabajo: exponer el pecado. Pero la gracia nos
habilita para agradar a Dios, porque no me dejó solo y no tengo que inventar cómo
agradar a Dios, sino que el Espíritu del Hijo está en mí. Así como Jesús pudo
agradar al Padre a plena perfección, la gracia me motiva a acercarme a Él. «Y él
os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y
pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de
este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que
ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos
nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la
voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de
ira, lo mismo que los demás. Pero Dios, que es rico en misericordia, por su
gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos
dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)» (Efesios 2:1-5).

No es por mérito humano

Es maravilloso pensar que «justificación» es declararnos justos y santos, aun


cuando todavía estamos muertos en delitos y pecados. Este es el resultado de que
Dios nos haya dado vida juntamente con Cristo. «Pero Dios, que es rico en
misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros
muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois
salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los
lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las
abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo
Jesús» (Efesios 2:4-7). Somos salvos por gracia. Cuando estemos ante Él en ese
glorioso día, usted sabrá que no está ante la presencia de Dios por sus obras ni
por haber nacido en un hogar cristiano. La única respuesta del por qué estamos
ahí, es: «Por pura gracia». Cristo lo hizo por usted y por mí. Nosotros solo
recibimos los beneficios, agradecidos por la maravillosa gracia del Evangelio. En
esa gracia hemos sido sostenidos. La gracia vivifica, fortalece, levanta, y elimina la
conciencia de la ley y nos lleva a vivir en la cruz. Por eso Pablo decía : «Con Cristo
estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí» (Gálatas
2:20). Porque lo que para la ley era imposible, la gracia lo logró. En la gracia no hay
logros humanos, no puede atribuirse nada propio.

Asesinos de la gracia

Solemos repetir la típica frase: «Buscar a Dios». Pero no puede buscar lo que ya
está dentro de usted. No podemos buscarlo porque Él ya nos encontró. No busque
a Dios, relaciónese en intimidad con Él. La palabra dice: « He aquí, yo estoy a la
puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré
con él, y él conmigo» (Apocalipsis 3:20). Cuando nos sentamos a la mesa con
alguien, estamos intimando con esa persona, nos relacionamos en intimidad con
ella. Esa es la forma y la expresión bíblica más profunda de tener una relación.
Cuando usted invita a alguien a su casa, y lo hace con el propósito de venderle algo,
eso no es gracia, es manipulación.

La gracia me lleva a intimar con Dios. Pero hay personas encargadas de que usted
no logre esa relación especial con Dios. A ellos decidí llamarlos: Asesinos de la
gracia. Los encontramos cada generación. Sus argumentos son: «Tienes que seguir
intentando y esforzándote para ser salvo. Antes que puedas hacer esto en tu vida,
tienes que dejar algunas cosas para luego ganártelo». Pero la gracia ofrece perdón
a través de la fe, después que usted lo recibe, el Señor le dará fortaleza para
dejar, poner, quitarse cosas de encima, y empezar otra vez. Después de recibirlo
comprenderá que es por gracia.

Él le dará el poder para eliminar de usted lo que no le agrada. Pero cuando eso
ocurra, no diga: «Yo dejé esto porque hice aquello». Declare que dejó eso
solamente por gracia, porque en sus fuerzas no hubiera podido abandonarlo nunca.
Por gracia de Dios recibió la habilidad sobrenatural para que pueda quebrar con
todo lo que lo alejaba, lo separaba, obstruía y contamina su relación de intimidad
con Él. ¿Es la gracia la licencia para pecar? ¿Pecaremos para qué la gracia abunde?
En ninguna manera, porque los que hemos muerto al pecado ¿cómo viviremos aún en
Él? Es por gracia para que nadie se gloríe. No se olvide que su salvación, no es lo
que usted le hace a Dios, sino lo que Dios ha hecho por usted. Él nos ha dado su
provisión. Su matrimonio se restaura por gracia, se fortalece por gracia. Su vida
se sostiene por gracia. Tal vez usted convive con un sentido de culpa violento,
porque de acuerdo a las reglas religiosas que le habían estipulado, usted no estaba
cumpliendo ninguna o solo unas pocas de esas reglas.

El problema es que cuando uno vive por la ley, con un solo mandamiento que no haya
cumplido, es culpable de todos las restantes también. Una ley violada crea la
misma intensidad de pecado de cien leyes no cumplidas, porque el castigo o el
precio de cada una es la muerte.

A medida que usted comprende el verdadero sentido y propósito de la gracia,


usted puede expresar, vivir y disfrutar lo glorioso de una salvación tan grande.
Cuando Dios nos dice: «¡Cuídala!». No es caminar con temor a perderla, sino
apreciarla en gran manera por el alto costó, el precio que se pagó. Si usted
realmente entiende la salvación, no tendrá deseos de pecar. Si vive en un sistema
legalista religioso, seguramente sentirá culpa y no disfrutará de la salvación.

Se alegra durante el servicio del culto pero no puede adorar con libertad. Su vida
es a medias. A una iglesia que ha sido inundada por la gracia, no hay que decirle
cuándo adorar. No es necesario animarlos a hacer ejercicios religiosos: «Levanten
las manos o bajen las manos». Pero cuando usted entiende esto, hay un
agradecimiento continuo en su interior que se expresa en la alabanza y la
adoración. Si tal vez usted tiene temor a apartarse y a volver atrás, le aseguro
que al conocer la gracia de Dios, no disfrutará más del pecado del mundo.

Descubrirá entonces que el pecado es un estado miserable. Dios le asegura que su


fe puesta en Él, le será contada por justicia. Cuando el Juez del cielo levante su
martillo y golpee su escritorio, dirá: « _____________ (ponga su nombre en el
paréntesis), exonerado de todas sus culpas, de todas sus faltas, de todos sus
pecados. Queda libre por mi gracia, porque puso toda tu confianza en lo que mi
Hijo hizo en la cruz del Calvario».

Cuando el pecado se podía medir, la gracia no tenía medida. Cuando el pecado era
infinito, la gracia era infinita. Cuando el pecado juzgaba, la gracia justificaba.
Cuando el pecado condenaba, la gracia libertaba. Cuando el pecado acusaba, la
gracia bendecía.
Tercera Parte

¿Misericordia o sacrificio?

«Dios, rico en misericordia y bondad, nos dio vida cuando estábamos muertos
en nuestros delitos y pecados. Por gracia nos salvó por medio de la fe; y por
el gran amor con que nos amó, juntamente con Cristo Jesús nos resucitó y
nos sentó en lugares celestiales para mostrar en los siglos por venir las
abundantes riquezas de su gracia. Sabemos que esto no es nuestro, sino don
de Dios; pues no es por obras, para que nadie se gloríe» (Efesios 2: 1-10)

En la actualidad conviven algunos sistemas que debilitan, inutilizan y finalmente


destruyen el gozo y la efectividad que la Iglesia tiene; no por mérito de ella
misma, sino por don de Dios. Si observamos analíticamente la mayoría de las
predicaciones de los últimos tiempos, concluiremos que están impregnadas de
humanismo disfrazado de religiosidad. Los heraldos de este tipo de evangelio
proclaman propuestas como: «Tienes que ser mejor», «tienes que intentar aún
más”, «tienes que estar más comprometido», «tienes que amar más
profundamente», «tienes que ser bueno». De ahí que muchos hayan acuñado la
expresión: «Ayúdate que Dios te ayudará». Es decir: «Usted tiene que hacer
algo para que Dios entonces se mueva y responda a su iniciativa». El problema
radica en que la persona que tiene una conciencia de pecado y está tratando de
hacer todo lo posible para ser libre y agradar a Dios, recibe un mensaje con leyes
sin verdadero poder.

Como portadora del evangelio, la iglesia se ha comprometido con las personas


ofreciendo más expectativas de lo que realmente ha enseñado. Tampoco ha
provisto las herramientas necesarias para alcanzar esas promesas. Se ha ocupado
en cumplir las reglas, observar las actividades y mantener el trabajo. Por lo que el
resultado obtenido ha sido miles de creyentes frustrados y desanimados, que no
pudiendo hallar alivio a su tormento, terminan rechazando la iglesia y todo lo que
Dios tenía para ellos.

Roy Heisson, respetado y reconocido predicador de Gran Bretaña, pronunció: «La


mayoría de los mensajes son buenos avisos, pero no buenas noticias». ¡Qué
contraste con el Señor Jesucristo y su calidad de vida! Todos sus actos
emergieron de lo que atesoraba y guardaba en su interior. Nunca fue víctima de
las circunstancias, sino que decidió vivir cada instante conforme la voluntad del
Padre que así lo había predestinado. Su corazón jamás fue preso de amarguras,
odios, celos, temores o envidias; ni la ansiedad gobernó su mente. No manipuló ni
reprimió a nadie para obtener algo. Aquellos que caminaron con Él simplemente
siguieron al Maestro. Vino a dar vida en abundancia, a proclamar libertad a los
cautivos, a sanar a los enfermos, a echar fuera demonios. Se lo conocía como
amigo de pecadores, pues delante de su presencia los criminales y las prostitutas
no eran condenados ni rechazados, sino amados. Vivió sin egoísmo. Su relación con
el Padre era más que suficiente. Enfrentó al diablo y no fracasó, porque su
confianza siempre estuvo en Aquel que lo había enviado. Jesús fue el hijo amado
en quien Dios tuvo complacencia. Él se deleitaba en las cosas que su Padre le había
encomendado cumplir, y las vivía con pasión y devoción.

Religión vs el evangelio de la libertad

¿Quién no anhela la vida de Cristo, libre del control de las circunstancias, y


siempre un paso al frente? Justamente esto no es lo que la gente rechaza cuando
se le habla del Señor, sino el sustituto que se le presenta como evangelio: una vida
de religiosidad. Mientras que la religión es un sistema complejo de conceptos
teológicos y requisitos de comportamiento, el evangelio de Jesucristo es el
anuncio de las Buenas Nuevas de Salvación, de la Buena Noticia. El anuncio del
evangelio de la Paz nos habla de calidad de vida en Cristo. No por lo que hagamos,
intentemos o dejemos de hacer; sino porque Dios nos ama y somos sus hijos.

Esta clase de vida que las Sagradas Escrituras describen como eterna, no se limita
al tiempo biológico ni cronológico; sino que es Dios el Eterno quien le da a nuestra
vida eternidad en Él. Esto trasciende toda limitación humana. Algunos viven esta
vida esperando la muerte para experimentar su eternidad en Dios. Sin embargo,
Jesús dijo: «... y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie (los)
arrebatará de mi mano» (Juan 10: 28). No se trata de que nos dará la vida
eterna, Él ya nos la dio. Por años nos hemos aferrado y enfatizado a que la paga
del pecado es muerte. Y esto es así; pero también es cierto y nos hemos olvidamos
que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro (Romanos
6:23). El regalo, el don, la dádiva, el derecho, el privilegio, la bendición de Dios
para usted y para mí es la vida eterna en Cristo Jesús.

Eso es la gracia, es Dios mismo diciéndonos: «Deja de intentar una y otra vez. Yo
ya hice el trabajo por ti. Ahora es tiempo de descansar y solo trabajar con el
poder de mi fuerza. Y recuerda que si después de haber realizado absolutamente
todo lo que podías hacer, aún fracasaras, yo te amo. No hay nada que pueda
impedir que te siga amando. En mi gracia no importa de dónde vienes, cuál haya
sido tu experiencia de vida o qué concepto tengas de ti mismo. Simplemente con
amor eterno te amé y te prolongué mi misericordia». Los fariseos nunca pudieron
comprender esta dinámica de Cristo, de cómo Él se sentaba a la mesa con los
pecadores sin contaminarse. Su religiosidad los cegó de tal manera, que se
convirtieron en personas inflexibles, arrogantes, carentes de amor y misericordia,
con una actitud siempre a la defensiva y abusiva de su prójimo. Estas
características, aún están vigentes en medio nuestro. El evangelio que
presentamos no es otra cosa que fariseísmo cargado de legalismo. Estos
paradigmas también caracterizan a los fariseos de este siglo. No estoy
refiriéndome a los fariseos del tiempo de Cristo nada más, estoy hablando de
nosotros hoy. Mucho de nuestro llamado evangelio, no es otra cosa que fariseísmo
moderno o legalismo religioso envuelto en alguna frase de gracia.

Sin embargo, nosotros estamos peor que los fariseos de la época de Jesús. Hoy
por hoy, es más que una secta religiosa, es una actitud, una mentalidad, una forma
de vida. Es un conjunto de doctrinas e institucionalismo puramente religioso y
saturado de apariencias. Este sistema con una concepción legalista de las cosas
reduce a Dios a nuestra humana y limitada interpretación. En reiteradas
oportunidades, Jesús confrontó a los fariseos con sus propias leyes. Pero ellos
nunca asimilaron la diferencia entre la verdadera misericordia y el sacrificio. Por
eso nosotros debemos conocer y creer que la gracia de Dios elimina por completo
el legalismo de nuestras vidas.

Fariseo vs legalista

Veamos entonces, dos pasajes de la Escritura que nos ayudarán a diferenciar la


misericordia del sacrificio y cómo opera la gracia en esto. «Pasando Jesús de
allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los
tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió. Y aconteció
que estando él sentado a la mesa en la casa, he aquí que muchos publicanos y
pecadores, que habían venido, se sentaron juntamente a la mesa con Jesús y
sus discípulos. Cuando vieron esto los fariseos, dijeron a los discípulos: ¿Por
qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecadores? Al oír esto Jesús,
les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id,
pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque
no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento» (Mateo
9:9-13). En este pasaje, Jesús estaba sentado a la mesa con Mateo, un cobrador
de impuestos. Aquellos que recaudaban los tributos públicos no eran bien vistos
por el pueblo, pues literalmente cobraban lo que no debían haciendo pagar a la
gente más dinero del que realmente correspondía. Pero allí estaban los fariseos
observándolo todo, quienes no podían evitar hacer comentarios entre los discípulos
de Jesús. Para los legalistas, asociarse con un impío significaba una tragedia, más
aún resultaba inconcebible ver a Jesús comiendo de la misma mesa con publicanos
y pecadores. Y en medio de ese cuadro aparece la respuesta inmediata del Señor
mostrando cuál es la actitud que Dios quiere que tengamos hacia la vida: «Los
sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y
aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he
venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento». «En aquel
tiempo iba Jesús por los sembrados en un día de reposo; y sus discípulos
tuvieron hambre, y comenzaron a arrancar espigas y a comer. Viéndolo los
fariseos, le dijeron: He aquí tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en
el día de reposo. Pero él les dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando
él y los que con él estaban tuvieron hambre; cómo entró en la casa de Dios,
y comió los panes de la proposición, que no les era lícito comer ni a él ni a los
que con él estaban, sino solamente a los sacerdotes? ¿O no habéis leído en la
ley, cómo en el día de reposo los sacerdotes en el templo profanan el día de
reposo, y son sin culpa? Pues os digo que uno mayor que el templo está aquí.
Y si supieseis qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no
condenarías a los inocentes; porque el Hijo del Hombre es Señor del día de
reposo» (Mateo 12:1-8). Aquí vemos otro suceso glorioso. Nuevamente los fariseos
escandalizados, pues según sus leyes los discípulos de Jesús no respetaban el día
de reposo. A lo que el Maestro, refiriéndose al libro del profeta Oseas 6:6, les
dijo: «Y si supieseis qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no
condenarías a los inocentes; porque el Hijo del Hombre es Señor del día de
reposo». El término «sacrificio» es bien conocido por todas las religiones del
mundo. Apela al holocausto, muerte, ofrenda y abnegación. Tiene un amplio
espectro: desde carbonizar niños como ofrenda para aplacar la furia de algún dios,
hasta inmolarse con bombas en nombre de Alá asesinando así una comunidad
completa, un autobús con personas, líderes políticos, etc.

La idea implícita que representa ese sacrificio es que si hacemos algo, solo
entonces Dios se moverá a nuestro favor. La realidad es que Dios mismo trajo
este concepto de consagración y ofrenda cuando hizo sacrificar un cordero en
expiación y remisión por los pecados de los hombres. En este acto de oblación
ofrecemos algo que nos pertenece por otra cosa aún más importante y valiosa.
Ésta era la práctica conocida en los tiempos bíblicos; y exigía derramamiento de
sangre. De ahí que las ofrendas fueran siempre de seres vivos.

Pero cuando entendemos el concepto de sacrificio en los parámetros del nuevo


pacto a través de Jesucristo, ninguno de nosotros puede entregar una ofrenda
verdadera. Dios Padre es el único dueño absoluto de todas las cosas. Cada uno de
nosotros somos meros administradores, mayordomos de lo que Él en su gracia y
amor nos confía. Por eso, nuestro sacrificio siempre será incompleto. ¿O acaso
alguno de nosotros sopló aliento de vida a su cuerpo? Lo que podemos ofrecer es el
resultado de lo que Dios primero nos concedió. El Señor sabía que nunca podríamos
celebrarle un sacrificio perfecto; por eso se dio a sí mismo en la Cruz del Calvario.
Jesús fue el Cordero inmolado para perdón de todos nuestros pecados. Su sangre
derramada selló nuestra salvación. Cristo fue el sacrificio perfecto, el mediador
de un nuevo pacto. Y sin derramamiento de sangre no hay remisión. Somos
santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez y para
siempre. (Hebreos 9: 22; 10: 10) El error de los fariseos fue pensar que sus
sacrificios pagaban sus bendiciones. Su filosofía de vida solo reconocía el lema:
«Mientras yo haga, Dios responde».

Siempre y cuando ofrecieran el sacrificio indicado, ellos creían en su teología que


actuaban correctamente. De ahí que en la Parábola del fariseo y el publicano se
mencione a dos hombres que subieron al templo a orar. El fariseo, puesto en pie
oraba consigo mismo y daba gracias a Dios porque no era como los demás,
ladrones, injustos, adúlteros, ni aún como el publicano que se hallaba con él en el
templo. Ayunaba dos veces a la semana y daba los diezmos de todo cuanto ganaba.
En cambio el publicano, estando lejos, no quería siquiera alzar sus ojos al cielo; así
que se golpeaba el pecho pidiendo a Dios su favor, pues se reconocía a sí mismo
como pecador. Jesús dijo entonces que ese publicano había sido justificado antes
que el fariseo, pues cualquiera que se enalteciera sería humillado (Lucas 18:9-14).

Nosotros muchas veces actuamos de ese modo. Asistimos a la Iglesia, nos


congregamos, participamos de algunas disciplinas espirituales, diezmamos, oramos,
y creemos que por esas actitudes Dios no nos rechazará. Por el contrario, nos
aprobará y permaneceremos en su redil. Otros, maltratan sus cuerpos en señal de
sacrificio y aceptación para Dios. En Semana Santa caminan de rodillas, descalzos,
haciendo oraciones y promesas con un rosario en la mano o persignándose con un
escapulario, para que la ira de Dios se apacigüe. Y allí está Cristo diciéndonos:
«No, ustedes no entienden la enseñanza que mi Padre les está dando a través
del sacrificio».

El sistema sacrificial fue instituido por Dios; pero no para enseñarnos que Él se
complace en los sacrificios, sino para que comprendamos que ya no debemos
ofrecernos en sacrificio vivo para obtener la salvación. La deuda está
completamente saldada. Ese fue el sacrificio más excelente que el Señor mismo
haya provisto para que usted y yo pudiéramos disfrutar el regalo de la salvación.
No se trata de lesionar, golpear o lacerar nuestros cuerpos para sosegar el enojo
de Dios. Él no está airado con sus hijos. Dios nos ama profundamente. El sacrificio
evidenció la seriedad del pecado; y solo con el derramamiento de sangre inocente
podía tratarse con él. El hecho de que Dios recibiera el sacrificio fue un acto de
pura misericordia. El Señor nos amó primero proveyendo el medio que nos
reconciliara con Él: su propio Hijo. No era aceptable cualquier cosa, solo el
Cordero de Dios podía quitar los pecados de toda la humanidad. Los fariseos
invalidaron su fe con sus pensamientos legalistas. No lograron entender que
misericordia es antes que sacrificio.

Un sistema de vida errado

El Legalismo como sistema de vida produce conceptos erróneos en el pensamiento


de las personas. Existen tres características que identifican tanto a los fariseos
de la época de Jesús como a nuestros contemporáneos. Ellos evitan estar en
contacto con los pecadores, concientizan a sus seguidores que la institución es
más importante que las personas y reducen la comunión con Dios a un simple y
superficial formulismo.

1) El contacto con los pecadores

Los fariseos desarrollaron por años esta corriente filosófica: las tinieblas
derrotan la luz, la suciedad contamina la limpieza, la muerte es más fuerte que la
vida, el pecado arruina la justicia . Se han hecho tan expertos de lo exterior y
rigurosos de guardar la ley, que perdieron de vista el objetivo; es decir, el espíritu
de la ley. Hoy por hoy, el legalismo no es otra cosa que fariseísmo moderno. Este
patrón de pensamientos tergiversados lleva a las personas a evitar estar
relacionados con la gente del mundo, con los pecadores.

Quizás usted provenga de ese submundo seudo religioso, en el que le arrebataron


de en medio de la sociedad para incluirlo en un templo a cantar coros, mientras
hay miles que marchan minuto a minuto hacia el infierno. Se niegan a reírse con
ellos, porque considera que ni siquiera son dignos de esbozarles su sonrisa. O
incluso, ha considerado la posibilidad de cambiar de ámbito laboral, pues está
rodeado de pecadores. Necesita un lugar donde todos sean creyentes. ¡Qué
pensamiento tan bello y espiritual parece éste! El único problema es que todo eso
no es más que fariseísmo puro y legalismo religioso. La pregunta es: ¿Cómo
entonces vamos a ganar a aquellos que todavía no conocen a Cristo?

Nuestro idioma evangélico y religioso se limita a vocablos como: «Amén, gloria a


Dios, bendito sea el Señor y aleluya». Nos sentimos tan incómodos entre la gente
del mundo que ya no sabemos cómo expresarnos ni cómo comportarnos en su
presencia. Jesús no tenía ningún tipo de prejuicio. Le agradaba estar entre el
pueblo, con los pecadores, los enfermos, los quebrantados, las prostitutas, los
ladrones. Nosotros, en cambio, estamos tan pendientes y concentrados en evitar
el mal que tampoco hacemos el bien. Lo que en verdad nos contamina es no conocer
al Dios de la gracia. El Señor es el que nos ha colocado precisamente en el lugar
donde nos encontramos. Somos luz, pero también somos la sal que este mundo
necesita para no continuar corrompiéndose. Es una trasgresión a la gran comisión
que Cristo nos encomendó. Debemos ser luz a las naciones, pues somos la luz del
mundo y la sal de la tierra (Mateo 5: 13-16). La Palabra de Dios nos dice a través
del apóstol Juan en su primera carta: «Hijitos, vosotros sois de Dios, y los
habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en
el mundo» (1 Juan 4:4). Usted tiene que saber quién es en Cristo y dar testimonio
de la obra que Dios ha hecho en usted.

2) La institución es más importante que las personas

Muchos creen que Dios no está en las escuelas por la promulgación de leyes
humanas. Pero en realidad, mientras nuestros hijos continúen cursando su
escolaridad, Dios seguirá estando entre nuestros pequeños y jóvenes. No
entendemos que en nuestro sistema democrático dar espacio a Dios significa que
el espiritismo, la brujería, la Nueva Era, la pornografía y la perversión tengan
también su lugar. Es tiempo de enseñar a nuestros hijos a proclamar y anunciar lo
que ellos tienen dentro. No hay maestro que pueda prohibirles orar y servir al
Señor.

Es el momento de incluirnos en aquellas esferas donde realmente debemos estar.


La luz brilla afuera, en el colegio, en el trabajo, en su casa, con su familia. El
evangelio de la gracia prioriza a las personas, no a la institución. Si no tenemos
nuestra identidad fundamentada en Cristo y no reconocemos la obra de Dios en
nuestras vidas, no podemos pretender afectar nuestra sociedad. Una iglesia
atemorizada nunca podrá conmover e influenciar este mundo positivamente. El
régimen legalista reduce a Dios a reglas, regulaciones y restricciones. Pero Dios
no está interesado en defender la reputación de una institución; muy por el
contrario, su celo y su pasión están en dar cumplimiento a su propósito eterno. En
nombre de la institución se han levantado voces que en vez de dar vida, han
provocado muerte y dolor en lugar de sanidad.

Entonces observamos a personas divorciadas ser tratadas como de segunda


categoría; a mujeres casadas sometidas a situaciones extremas; o a personas con
capacidades diferentes, ser rechazadas y marginadas. Se las critica, juzga y
señala sin ningún tipo de miramiento. Nuestros pensamientos y caminos están tan
lejos de los pensamientos y caminos de Dios, que no logramos comprender el
corazón del Señor. Vivimos balanceándonos de un extremo al otro, rindiendo más
tributo a la organización que honrando a Aquel que merece toda nuestra honra y
adoración. Sin embargo, debemos tener presente que todo el institucionalismo de
los fariseos nunca evitó que Jesús viviera entre el pueblo y conociera las
necesidades de las personas.

3) La trivialidad en la relación con Dios

El pensamiento legalista restringe la relación con el Señor y la intimidad con Él, a


una mera fórmula completamente vacía. Esto lo hace extensivo a todos sus
seguidores, enfatizando que la gracia es la licencia que la gente necesita para
pecar. Algunos creyentes solo asisten los domingos a sus congregaciones
procurando hallar respuestas para sus situaciones, y no escuchan la voz del Señor.
Dios no puede circunscribirse a normas o interpretaciones humanas que se activan
conforme el usuario y la circunstancia así lo requieran.

Se pretende experimentar la vida sin mayores dificultades. Pero esto es idolatría.


Dios se convierte así en el medio por el cual se logran objetivos netamente
egoístas: librarnos de todos nuestros males y sufrimientos. De esta manera, nunca
se está seguro de haber hecho y ofrecido lo suficiente. El gozo es puro artificio, y
fluctúa en intensidad y calidad de acuerdo a la cantidad de obras. Es similar a lo
que ocurre en un concurso de belleza. De las cincuenta finalistas iniciales, solo
quedan tres; aunque todas se han esforzado en las mismas disciplinas. Se toman
de las manos fingiendo alegría y se desean buenos augurios para la final del
certamen.

Todas parecen felices; y cuando el jurado anuncia el nombre de la ganadora, se


abrazan y festejan. No es más que una parodia. Se consuelan pensando que aunque
no ganaron, no son tan malas como las demás que no llegaron a término. Esta clase
de creyentes se dice a sí mismos que no son buenos como el pastor, pero tampoco
viles como los adictos. En este orden de cosas no existe ninguna diferencia entre
un creyente y un pecador. Lo que los hace distintos es la gracia de Dios. Ésta es
una invitación completa a la comunión con Aquel que lo creó, donde la solución al
pecado no es sacrificio sino misericordia. En la relación con Dios profundizo mi
intimidad con Él y el conocimiento de su persona.

Todo lo que recibo de parte del Señor es por fe. Es Dios mismo quien nos
encuentra y nos ama. Esto produce gozo y regocijo en nuestro corazón; porque ya
no depende de lo que nosotros hagamos, sino de lo que Cristo hizo por cada uno de
nosotros en la Cruz. Las Escrituras dicen que somos más que vencedores por medio
de Aquel que nos amó. Y que si perseveramos y permanecemos fieles en Él,
obtendremos la corona de la vida. Somos linaje escogido, real sacerdocio, nación
santa, pueblo adquirido por Dios para anunciar las virtudes de Aquel que nos llamó
de las tinieblas a su luz admirable (1 Pedro 2:9) Solo por su gracia, cada uno de
nosotros tendrá el gran premio. No por nuestro mérito, sino por la victoria de
Jesucristo en la Cruz. Somos vencedores no por lo que hagamos, sino porque
confiamos en lo que Jesús ya hizo. Y eso no se compara absolutamente con nada de
lo que usted y yo podamos hacer. ¿Entendemos acaso que es por misericordia y
no por sacrificio? Por su gran amor con que nos amó es que hasta aquí hemos
llegado. Dios nos ama y quiere darnos la oportunidad que le conozcamos en su
gracia.

Con verdad el apóstol Pablo decía que no se gloriaría más que en la Cruz de Cristo,
pues los latigazos, la corona de espinas, los clavos, la lanza, y todos los
padecimientos de Jesús tendrían que haber sido para él. El profeta Isaías también
dijo que el castigo de nuestra paz fue sobre el Señor, y que por su llaga fuimos
sanados. Es tiempo de pedir perdón si creyó que merecía su gracia, su amor y su
misericordia. Lo único que podemos hacer es descansar en la obra redentora y
expiatoria de la Cruz, sabiendo que el poder de Dios se perfecciona en nuestra
debilidad y que su bendita gracia nos sostiene.
EL NUEVO PACTO
LECCIÓN 3

“Al decir: Nuevo Pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo
y se envejece, está próximo a desaparecer"

(Hebreos 8. 13)

La diferencia entre pactos

Si como iglesia vamos a vivir en un nuevo entendimiento de propósito tendremos


que cambiar la mentalidad del viejo pacto por la del nuevo pacto.

Muchos son los creyentes que quieren la gloria del nuevo pacto, pero no quieren
cambiar la mentalidad del viejo pacto.

El primer pacto, fue un primer orden que preparó el camino a la gloria que sería
revelada en Cristo.

Hebreos 10. 1 - “Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes


venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos
sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que
se acercan”

Sombra = Expresión simbólica - imperfecta – una imagen oscura de algo. Una


sombra limita y distorsiona el tamaño de lo que está tratando de representar.

 Falta de claridad debida a la intercepción de los rayos de luz por un cuerpo


opaco
 Zona o lugar donde se produce esta falta de claridad
 Proyección o imagen oscura que se produce por la interposición de un cuerpo
ante el Sol o un foco luminoso
 Espectro o aparición ilusoria de la imagen de una persona ausente o difunta
 Condición desde la que una persona puede actuar de modo encubierto
 Apariencia o parecido de una cosa.

Notemos cómo dice: "Bienes venideros"

Eran venideros en relación a la sombra - una vez pasa el primer pacto (la sombra) -
dejan de ser futuros y son ya presentes. La promesa, la bendición, la autoridad, el
poder y la gloria de un futuro glorioso - para los que caminan y viven en la realidad
de un nuevo y mejor pacto – es en el presente.
Esta gente ya pasó la interpretación religiosa de que todo es en el futuro - Esta
gente vive en el glorioso presente de Dios.

La siguiente ilustración nos ayudará a ver la GRAN diferencia entre el PRIMER


PACTO y el NUEVO PACTO.

VIEJO PACTO NUEVO PACTO

1. Carne 1.Espíritu
2. Ley 2.Gracia
3. Muerte 3.Vida
4. Promesa 4.Herencia
5. Futuro 5.Presente
6. Sombra 6.Realidad
7. Temor 7.Confianza
8. Juicio 8.Paz
9. Maldición 9.Bendición
10. Un pueblo 10.Todas las naciones
11. Templo de piedra 11.Templo de piedras vivas
12. Leyes en tabla 12.Leyes en el corazón
13. Dios visitaba 13.Dios habita
14. Se buscaba a Dios 14.Dios nos encontró
15. Dar para recibir 15.Damos porque hemos recibido
16. Reino futuro 16.Reino presente
17. Uno solo carga la unción 17.Todos tenemos unción

El viejo y el nuevo pacto son diametralmente opuestos. Según Pablo, el viejo pacto
está basado en reglas, regulaciones, ritos y ceremonias. Estas ordenanzas
externas no podían cambiar el corazón. Producían esclavitud, no libertad. En
realidad, según Romanos 5. 20ª, la ley causa que el pecado aumente, “ pero la ley
se introdujo para que el pecado abundase”. La ley amplifica nuestra rebelión.

La ley empeora nuestra condición caída – y no hace nada para aliviarla, ¿significa
esto que la ley es mala? En ninguna manera. La ley es buena, santa y justa
(Romanos 7. 12). Pero su propósito no era salvar a nadie. La intención era enfocar
la inhabilidad de mantener nuestra propia espiritualidad – la ley estaba diseñada
para apuntar hacia la necesidad de un Salvador.

El término “viejo pacto” describe el acuerdo que Dios hizo con Israel, escrito en
piedras en la ley de Moisés. El viejo pacto está basado en el “ rendimiento humano”
mientras que en el nuevo pacto está fundamentado en el “ poder de una vida
indestructible” (Hebreos 7. 16).

Aunque ambos pactos son opuestos, debemos ver ambos pactos como un solo plan
de Dios. Todos los pactos y acuerdos del pasado encuentran cumplimiento en
Cristo. En el Antiguo Testamento no había un Dios airado que luego se convirtió en
un Dios alegre en el Nuevo Testamento.

Todo el viejo pacto fue una gran preparación para el gran final en el nuevo pacto.
Dios siempre estuvo orquestando detrás del telón, cómo iba a eliminar el problema
del pecado y la condición del ser humano.

Toda la historia era una preparación para el plan A, el cual Dios e habría propuesto
desde antes de la fundación del mundo. El plan siempre fue que Cristo tomaría
condición humana, en la descendencia de la genealogía de Abraham para reconciliar
todas las cosas en Él.

2ª de Corintios 5. 19 – “Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al


mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a
nosotros la palabra de la reconciliación”

El evangelio es la respuesta al problema del pecado que fue resuelto aún antes que
comenzara.

Dios no estaba experimentando con varios programas y planes para ver cuál le
funcionaba. Muchos creen que Jesús era la última opción que le quedaba a Dios
para recuperar lo más que pudiera después de muchos intentos fallidos.

El viejo pacto no fue uno de los muchos intentos fallidos para salvar a la
humanidad. La encarnación, crucifixión y resurrección siempre fue el centro y la
culminación de toda la actividad soberana de Dios en la historia.

Los pactos y la ley eran solamente unos preámbulos que señalaban el acto final. El
viejo pacto fue un precursor al nuevo pacto – el único plan que Dios siempre ha
tenido.

La ley tenía que encontrar su cumplimiento perfecto en Cristo y solo en él, para
que nosotros siempre confiáramos en él y no en nosotros. Solo de esta manera
dejaríamos de buscar el “Cómo” de la vida y nos centraríamos en el “ Quién”.

Seguro que la ley tenía sus beneficios temporeros. Como un sistema de manejo de
pecados para una humanidad caída era muy buena en enseñarnos a cómo
identificar el comportamiento que merecía castigo. La ley también tenía gloria,
pero era una gloria temporera, la cual aún, lo que fue glorioso, no es glorioso en
este respecto, en comparación con la gloria más eminente (2ª de Corintios 3. 10).
Aunque gran parte de la iglesia todavía está “ encantada” en la ley y sus varias
formas, ya no es la manera en cómo los hijos del Padre viven sus vidas. Si en la ley
es que te glorias, de Cristo te desligaste y de la gracia has caído (Gálatas 5.4).

Existe una gran cantidad de “creyentes en el nuevo pacto” que dicen no vivir por
las leyes del viejo pacto, sin embargo, están atados en un legalismo interno que los
tiene sofocados. La ley con todas sus demandas era simplemente una incubadora
que nos estaba preparando para lo nuevo.

El plan de Dios siempre fue una maravillosa idea que ahora se ha revelado en
Cristo. La sustancia es Cristo. Una vez la sustancia aparece, la sombra desaparece.
La sombra tuvo su propósito en toda la implementación del plan.

Cristo y su obra redentora siempre fue el plan eterno de Dios desde antes de la
fundación del mundo. Cristo estaba presente aun desde el inicio de la vieja
creación.

Juan 1. 1-3 – “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el
Verbo era Dios.  Este era en el principio con Dios.   Todas las cosas por él
fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”.

Así como el viejo pacto fue establecido para preparar el camino al nuevo pacto, así
también la vieja creación prepararía el camino para la nueva creación. Un solo
propósito expresado de diferentes maneras.

Desde antes de la fundación del mundo, la reconciliación de todas las cosas


siempre estuvo tejida en la fibra del eterno plan y sería la consumación de la
estrategia divina de Dios para reconciliarnos con Él.

Colosenses 1. 15-20 – “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de


toda creación.  Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los
cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean
dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él
y para él.  Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él
subsisten;  y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio,
el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la
preeminencia;  por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud,   y
por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la
tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de
su cruz”.

Esta idea de que todo estaba reconciliado en Cristo gobernaba la vida y ministerio
del apóstol Pablo. Pablo, era un hombre poseído por el amor de Dios porque él
reconocía que “si uno murió por todos, luego todos murieron” (2ª de Corintios 5.
14). Unos cuantos versos después declara: “ de modo que si alguno está en Cristo,
nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas ” (5.
17).

Algo que debemos comprender es que Cristo no le dio otra oportunidad al viejo yo.
Nosotros no somos una versión remodelada del viejo adán. Hemos sido
completamente transformados en algo nuevo. En el griego hay varios términos
para la palabra “nuevo”. Una de esas palabras es “neos”. Esta palabra sugiere algo
que es nuevo en relación al tiempo.

Ejemplo:

Yo tenía una computadora vieja. Se me dañó. Ahora tengo una computadora (neos)
nueva.

En este sentido “nuevo” está relacionado a lo antiguo versus lo moderno. La nueva


computadora es igual a la vieja excepto que es más moderna y todo funciona. Sin
embargo, esto no es lo que Pablo está diciendo cuando se refiere a que los que
están en Cristo son una nueva criatura o nueva creación. No somos nuevos en
relación al tiempo. No somos una versión actualizada de la vieja criatura que
éramos antes de estar en Cristo. Nosotros somos algo totalmente diferente a lo
que éramos antes.

El evangelio no es un programa de rehabilitación para que “ comencemos otra vez” o


“una segunda oportunidad” para que le probemos a Dios que ahora sí lo vamos a
hacer bien. Eso en realidad no son buenas noticias. Cristo no nos perdonó y nos dio
una segunda oportunidad para que lo hagamos mejor. Lo que Él hizo fue que
transformó la misma esencia de lo que nosotros éramos. Él nos hizo
completamente una nueva creación.

La palabra que Pablo usa en 2ª de Corintios 5. 17 para describir a los que están en
Cristo es “Kainos” que significa, “una nueva clase, novedoso, sin precedente, nunca
antes visto, una nueva clase de sustancia ” tú eres una creación Kainos. La misma
creación nunca ha visto algo así, por eso gime por la manifestación de los hijos de
Dios (Romanos 8. 19). Tú eres d una clase diferente. Tú no eres una versión
mejorada de quien eras, tú eres parte de una nueva humanidad. Algo inimaginable
para la mente humana, sin precedentes.

Esta perspectiva de lo que es “nuevo” en Cristo, cambia totalmente el


entendimiento entre la vieja y la nueva naturaleza. No tiene que ver con dos
tiempos diferentes, sino dos clases diferentes.

Como una creación Kainos, tú eres una nueva clase de humano, en realidad la clase
de humano que Dios siempre quiso que fuéramos. Somos una creación autentica, en
su estado original. No nueva en relación al tiempo. En lo natural nacimos en el
tiempo, pero en Cristo fuimos concebidos antes del tiempo, donde el tiempo y la
geografía no existen.

Efesios 1. 4-5 – “Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo ,


para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos
predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según
el puro afecto de su voluntad”
Cristo nos reconectó con nuestra verdadera identidad en su Imagen, por lo cual,
Pablo dice en 2ª de Corintios 5. 16: “ De manera que nosotros de aquí en adelante a
nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no
lo conocemos así” – En Cristo hemos sido restaurados a la vida como seres
espirituales.

Kainos, no solo se refiere a la “nueva criatura” sino también al “nuevo pacto”.


Aunque el viejo pacto fue un precursor del nuevo. El nuevo (Kainos) es un pacto
totalmente diferente. No es una nueva ley, sino algo totalmente diferente a la ley
escrita. Esta nueva ley se escribe en cartas de amor, en el corazón humano.

Ezequiel 36. 26 – “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro
de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un
corazón de carne”
Los dos pactos y las dos creaciones están conectados de la misma manera que la
sombra está conectada a un ser humano. En la sombra puedes ver la silueta, pero
no puedes explicar a qué se parece la persona. Tú no pasaste de ser una sombra
vieja a una sombra más nueva. Tú pasaste de ser una sombra para convertirte en
un auténtico ser humano.

Las implicaciones de esta palabra “ Kainos”, son aún más profundas. La raíz de esta
palabra tiene que ver con algo “corporativo”. No solo se relaciona con una vieja
naturaleza que fue reemplazada por una nueva. Más bien, infiere que tú has sido
injertado en algo mucho más grande (Cristo) - (Romanos 11. 17 – “ Pues si algunas
de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en
lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo ”).
Hemos sido ligados con una entidad corporativa. Hemos sido introducidos a un
nuevo mundo.

Consideremos lo que Pablo le escribió a las iglesias en Galacia…

Gálatas 6. 14 – 15 – “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de


nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al
mundo.  Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la
incircuncisión, sino una nueva creación”. 
No solo fuimos crucificados con Cristo (Romanos 6. 8), sino que el mundo también
nos fue crucificado a nosotros, “por quien el mundo me es crucificado a mí ”. Todos
los sistemas del mundo también estaban siendo crucificados en la cruz.

Ahora podemos entender lo que Pablo quiso decir en 2ª de Corintios 5. 19…

“que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo , no tomándoles en


cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la
reconciliación”
La vieja creación que fue representada por Adán y la humanidad caída, ha sido
reemplazada por una nueva creación en Cristo y su Reino. En Cristo hemos sido
trasladados a una esfera totalmente diferente. Hemos sido injertados en algo
mucho más grande que nosotros. Pero no solo nosotros, sino toda la humanidad, ha
sido injertada también; solamente que ellos no lo saben. ¿Cuál es la diferencia
entre un creyente y un no creyente? Que el creyente cree a la buena noticia del
Evangelio.

1ª de Timoteo 4. 10 – “que por esto mismo trabajamos y sufrimos


oprobios, porque esperamos en el Dios viviente, que es el Salvador de todos
los hombres, mayormente de los que creen”
Ya somos una nueva creación, aun si todavía no lo hemos reconocido
completamente. La transición de lo viejo a lo nuevo no se originó con nuestra
“decisión”, cuando “aceptamos a Cristo como nuestro exclusivo y personal
Salvador” (estos son términos evangélicos saturados con la mentalidad
individualista de nuestra cultura) – sino que, en la muerte y resurrección de
Cristo, él absorbió la humanidad en sí mismo.

Ser una nueva criatura no tiene nada que ver con tu decisión de aceptar a Cristo.
Esto es mucho más grande que una decisión individual. Cuando Pablo escribe a los
Corintios y les dice: “que si uno murió por todos, luego todos murieron ” (2ª de
Corintios 5.14b) procede con el famoso “ de modo que, si alguno está en Cristo,
nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, todas son hechas nuevas ” (5.
17).

Nuestro gran reto es que pensamos muy individualista. Por ejemplo, cuando la
Biblia habla de la vieja y nueva criatura, nuestra tendencia es a relacionarlo solo
con nosotros como individuos. Un ejemplo de esto es cuando decimos “el viejo yo
que fumaba, el nuevo yo que ahora es cristiano y no fuma”.

Quien tú eras antes, no solo trata con tu “vieja naturaleza de pecado”, la cual fue
juzgada en la cruz y fue sumada a “una nueva criatura”. La “vieja criatura” es lo
que eran los creyentes en “Adán”. Lo viejo se refiere a todo lo que está conectado
con la humanidad caída, y está sujeta a la angustia y muerte de una vida que está
separa de Dios.
Lo glorioso de las buenas noticias del evangelio, es que en Cristo toda la humanidad
fue incluida en esta renovación, y la vieja era adámica, enfrentó su fin en el
postrer Adán.

Ahora los que hemos creído, estamos disfrutando y viviendo en una nueva y
maravillosa existencia sobre natural, o por decirlo de otra manera, “una nueva
era”, “un nuevo orden”, “una nueva criatura”, “una nueva humanidad”, “el reino” etc.

Romanos 6. 4 = “Porque somos sepultados juntamente con él para muerte


por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la
gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”
Aunque usemos diferente terminología, el significado es el mismo: “ nueva
creación, redención, reconciliación, nuevo nacimiento, regeneración, salvación,
etc.” Son palabras que comunican la obra de Cristo entrando a nuestra humanidad
para regresarnos al estado original, destruyendo la corrupción en su propia
muerte, y regresando a la vida.

Juan 1. 4 = “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres ”

Con esto, ya puedes entender que en la Biblia “lo viejo” se refiere a la creación en
su estado de deterioro, limitaciones, separación y ceguera. Lo “nuevo” es la misma
creación, pero totalmente limpia y depurada de corrupción. Ha sido restaurada a
su diseño original y aún mejor.

Razones del por qué el Nuevo Pacto es nuevo

1. Es un pacto de GRACIA

En el pacto basado en la ley, tú cosechabas lo que sembrabas, pero en el Nuevo


Pacto, cosechamos lo que Cristo ha sembrado – SU PROPIA VIDA. En el Viejo
Pacto, tú hacías cosas para recibir cosas; en el Nuevo Pacto, recibimos porque
Cristo ya lo hizo. Eso es gracia y la gracia declara que todo es un regalo. Tú ya
estás bendecido con toda bendición espiritual. (Efesios 1. 3) – (Gálatas 3. 5 =
“Aquel, pues, que os suministra el Espíritu, y hace maravillas entre vosotros, ¿lo
hace por las obras de la ley, o por el oír con fe?”)
2. Es un Pacto de REPOSO

En el Viejo Pacto era HACER, HACER, HACER… Pero en el Nuevo Pacto, es


HECHO ESTÁ, HECHO ESTÁ, HECHO ESTÁ – Fe es descanso, no una obra.
Solo cuando descansamos en la perfecta obra de la cruz, el Padre puede hacer su
obra en nosotros. Cuando su gracia abunda nosotros abundamos en buenas obras
(2ª de Corintios 9. 8). Las buenas obras no producen fe, pero la fe produce buenas
obras. El Nuevo Pacto es reposo y paz en el Espíritu Santo.
(Romanos 10. 3-13 = “Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando
establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; porque el
fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree. Porque de la
justicia que es por la ley Moisés escribe así: El hombre que haga estas
cosas, vivirá por ellas. Pero la justicia que es por la fe dice así: No digas en
tu corazón: ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o,
¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los
muertos). Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu
corazón.  Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu
boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de
los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero
con la boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: Todo aquel que
en él creyere, no será avergonzado. Porque no hay diferencia entre judío y
griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que
le invocan; porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo ”

Gálatas 3. 6-14 = “Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia.
Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. Y la
Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio
de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas
las naciones. De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente
Abraham. Porque todos los que dependen de las obras de la ley están
bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no
permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para
hacerlas. Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente,
porque: El justo por la fe vivirá; y la ley no es de fe, sino que dice: El que
hiciere estas cosas vivirá por ellas. Cristo nos redimió de la maldición de la
ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que
es colgado en un madero, para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham
alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del
Espíritu”.

Hebreos 13. 20-21 = “ Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a
nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del
pacto eterno, os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su
voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por
Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén ”.

3. Es un Pacto de NUEVA VIDA


La predicación del Nuevo Pacto te quita el velo y te revela la gloria del Señor para
ser transformado de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del
Señor (2ª de Corintios 3. 18). En el Nuevo Pacto tú no mejoras tu comportamiento
por un tiempo, sino que eres una nueva criatura. En Cristo estás completamente
nuevo, con un nuevo corazón y un nuevo espíritu. Nacido del Espíritu ya no eres
prisionero del pecado, sino un coheredero con Cristo.

4. Es un Pacto de UNIÓN

En el Antiguo Pacto Dios vivía en un templo hecho de manos de hombres, pero en el


Nuevo Pacto tú eres el templo del Espíritu Santo (1ª de Corintios 3.16). Eres uno
con el Señor – santo, justo, perfecto para siempre – así eres en este mundo (1ª de
Juan 4. 17).

Tú no necesitas más unción, o más fe o más de Dios. Eso es mentalidad del Antiguo
Pacto. En Cristo tú estás COMPLETO(A) (Colosenses 2. 10). En el Nuevo Pacto el
crecimiento sucede mientras reconocemos todas las cosas buenas que ya son
nuestras en Cristo (Filipenses 1. 6).

5. Es un Pacto que tú no puedes ROMPER.

El Nuevo Pacto descansa en las “mejores promesas” de Dios mismo (Hebreos 8. 6).
El Viejo Pacto fue entre Dios e Israel, pero en Nuevo Pacto es entre Dios Padre y
Dios Hijo. Dios juró por sí mismo y nos dio su Espíritu como garantía de lo que ha
de venir (2ª de Corintios 1.22). En el Antiguo Pacto eras bendecido si obedecías,
en el Nuevo Pacto, eres bendecido porque Cristo obedeció. (Romanos 5. 19 =
“Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron
constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán
constituidos justos”)

6. Es un Pacto que revela el CORAZÓN de tu PADRE.

La razón por la cual tantos creyentes tienen una distorsión de quién es Dios, es
por el énfasis de las predicaciones que han escuchado casi toda su vida es sobre
un Dios que está llevando cuenta de todos tus pecados, fallas y debilidades para
castigarte. Sirven a Dios para evitar juicio, no por agradecimiento por lo que en
Cristo ya han recibido.

Cristo vino a revelar el corazón del Padre y su eterno amor por sus hijos. En el
Nuevo Pacto no tienes que trabajar por lo que ya es tuyo, sino que como hijo, el
Espíritu Santo nos quiere enseñar a cómo ser buenos mayordomos de los bienes
del Padre para ser confiados con los tesoros de la sabiduría de Dios en Cristo.
Antes de Jesús, nadie llamó a Dios Padre. Después de Jesús, todo escritor del
Nuevo Testamento lo llamó Padre. Jesús vino a revelar a tu Padre, y esto es lo que
hace el Nuevo Pacto, Nuevo.

EL SERVICIO
LECCIÓN 4

“Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud,


y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con
temor y reverencia”

(Hebreos 12.28)

Cómo servir en armonía con la voluntad de Dios

Principalmente estaremos aprendiendo acerca de cómo deben servir las personas a


Dios en su fe en Él, qué condiciones deben cumplirse y qué verdades deben
entender los que sirven a Dios, y en dónde podemos estarnos desviando en nuestro
servicio.

Deberíamos entender todo esto. Estos asuntos afectan nuestra forma de creer en
Dios, cómo caminamos por la senda de la dirección del Espíritu Santo y cómo nos
sometemos a las disposiciones de Dios en todas las cosas, y nos permitirán
conocer cada paso de Su obra en nosotros.

Cuando alcancemos ese punto, apreciaremos qué es la fe en Dios, cómo creer


apropiadamente en Él y qué debemos hacer para actuar en armonía con la voluntad
de Dios. Esto nos hará completa y totalmente obedientes a la obra de Dios y no
tendremos quejas ni juzgaremos o analizaremos y, mucho menos, investigaremos.

Además, seremos todos capaces de obedecer a Dios hasta la muerte,


permitiéndole dirigirnos y sacrificarnos como a una oveja, de forma que todos
podamos ser los Pedros de los años noventa y podamos amar a Dios al máximo,
incluso en la cruz, sin la más mínima queja.

Todo aquel que así lo haya decidido puede servir a Dios; sin embargo, debe ocurrir
que sólo aquellos que le presten toda la atención a la voluntad de Dios y la
entiendan están calificados y facultados para servirle. Muchas personas creen que
siempre que difundan con fervor el evangelio para Dios, recorran los caminos, se
entreguen y se sacrifiquen por Dios, y así sucesivamente, eso es servir a Dios;
incluso las personas más religiosas creen que servir a Dios significa correr de un
lado para otro con una Biblia en las manos, difundir el evangelio del reino celestial
y salvar a las personas haciendo que se arrepientan y se confiesen; existen
muchos oficiales religiosos que piensan que servir a Dios es predicar en capillas
después de estudiar en el seminario, enseñar a las personas leyendo capítulos de la
Biblia; también hay personas en regiones pobres que creen que servir a Dios
significa sanar a los enfermos y echar fuera demonios u orar por los hermanos y
hermanas o servirlos; entre vosotros puede haber alguno que cree que servir a
Dios significa comer y beber Sus palabras, orar a Dios cada día, así como visitar
iglesias y realizar obra en las iglesias en todas partes; hay otros hermanos y
hermanas que creen que servir a Dios significa no casarse nunca o no tener una
familia y dedicar todo su ser a Dios. No obstante, pocas personas saben lo que
significa realmente servir a Dios. Aunque hay tantas personas que sirven a Dios
como estrellas en el cielo, el número de los que pueden servir directamente y que
pueden servir de acuerdo con la voluntad de Dios es insignificante,
extremadamente pequeño. ¿Por qué digo esto? Lo digo porque no entendemos la
esencia de la expresión “servicio a Dios” y comprendemos muy poco de cómo
servir de acuerdo con la voluntad de Dios.

Estoy hablando principalmente de cómo servir según la voluntad de Dios y de


cómo hacerlo para cumplir Su voluntad . (Hechos 13. 36) – “Porque a la verdad
David, habiendo servido a su propia generación según la voluntad de Dios…”Si
deseamos servir de acuerdo con la voluntad de Dios, debemos entender primero
qué tipo de personas son agradables para Dios, a qué tipo de personas aborrece
Dios, a qué tipo de personas perfecciona Dios y qué tipo de personas están
capacitadas para servir a Dios. Esto es lo mínimo con lo que deberíamos estar
equipados.

Además, deberíamos conocer los objetivos de la obra de Dios y la obra que Dios
hará aquí y ahora. Después de entender esto, y a través de la dirección de sus
palabras, primero entraremos y recibiremos la comisión de Dios. Cuando
experimentéis realmente con base en sus palabras, y cuando conozcamos
verdaderamente su obra, estaremos capacitados para servir a Dios. Y es cuando le
servimos que Dios esclarece nuestros ojos espirituales, nos permite tener un
mayor entendimiento de su obra y ver con más claridad.

Cuando entremos en esta realidad, nuestras experiencias serán más profundas y


reales, y todos aquellos de nosotros que hayamos tenido esas experiencias
seremos capaces de caminar por la iglesia y proveer a los hermanos y hermanas,
de modo que cada uno pueda aprovechar las fortalezas del otro para compensar
vuestras propias deficiencias y obtener un conocimiento más rico en vuestro
espíritu. Sólo después de lograr este efecto seremos capaces de servir de
acuerdo con la voluntad de Dios y ser perfeccionados por Él en el transcurso de
vuestro servicio.

Los que sirven a Dios deben ser íntimos con Él; deben ser agradables para
Dios y ser capaces de mostrar lealtad absoluta hacia Dios.
Independientemente de si actúas a espaldas de las personas o delante de ellas,
eres capaz de obtener el gozo de Dios delante de Él, de mantenerte firme delante
de Él, e independientemente de cómo te traten otras personas, siempre caminarás
por tu propia senda, y consideras la responsabilidad de Dios. Sólo así se es un
íntimo de Dios. Que los íntimos de Dios sean capaces de servirle directamente se
debe a que se les ha dado la gran comisión de Dios y la carga de Dios, a que son
capaces de tomar el corazón de Dios como suyo y la carga de Dios como suya, y no
analizan si ganan o pierden perspectiva: aun cuando no tengan expectativas ni
obtengan nada, siempre creerán en Dios con un corazón amoroso. Por tanto, este
tipo de persona es un íntimo de Dios.

Los íntimos de Dios son también Sus confidentes; (Salmo 25. 14) – “La comunión
íntima del Señor es con los que le temen, y a ellos hará conocer su pacto” –
(1ª de Corintios 1. 9) – “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión
con su Hijo…” – (Génesis 5. 24) – “Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció,
porque le llevó Dios” - sólo estos podrán compartir su inquietud, y sus
necesidades, y aunque su carne es dolorosa y débil, son capaces de soportar el
dolor y abandonar lo que aman para satisfacer a Dios (Salmo 40. 8) – “El hacer tu
voluntad, Dios mío, me ha agradado” - Dios da más cargas a esas personas y lo
que Él hará se expresa por medio de ellas. Así, estas personas son agradables para
Dios, son siervos de Dios según su corazón y sólo ellos pueden gobernar junto a Él.
Cuando hayamos llegado a ser de verdad un íntimo de Dios será precisamente
entonces cuando gobernaremos junto a Él.

Jesús fue capaz de completar la comisión de Dios —la obra de la redención de


toda la humanidad—, porque Él se preocupaba mucho por la voluntad de Dios, sin
sus propios planes ni consideraciones personales. Él también era el íntimo de Dios,
Dios mismo, algo que todos entendemos muy bien. (De hecho, era el Dios mismo,
del que Dios dio testimonio; menciono esto aquí para ilustrar la cuestión mediante
la realidad de Jesús). Él fue capaz de poner el plan de gestión de Dios como el
centro mismo, y siempre oró al Padre celestial y buscó Su voluntad. Él oró,
diciendo: “¡Dios Padre! Cumple lo que sea Tu voluntad, y no actúes según Mis
propósitos; hazlo según Tu plan. El hombre puede ser débil, ¿pero por qué
deberías preocuparte por él? ¿Cómo podría el hombre ser digno de Tu
preocupación, el ser humano que es como una hormiga en Tu mano? En Mi corazón
sólo deseo cumplir Tu voluntad, y quisiera que pudieras hacer lo que desearas en
Mí, según Tus propios propósitos”. En el camino hacia Jerusalén, Jesús se sintió
angustiado, como si le estuvieran retorciendo un cuchillo en el corazón, pero no
tenía la más mínima intención de volverse atrás en su palabra; siempre había una
poderosa fuerza que lo empujaba hacia adelante hacia el lugar de su crucifixión.
Finalmente, fue clavado en la cruz y se convirtió en la semejanza de la carne
pecaminosa, completando esa obra de redención de la humanidad, y levantándose
por encima de los grilletes de la muerte y el Hades. Delante de Él, la mortalidad,
el infierno y el Hades perdieron su poder, y Él los venció. Vivió treinta y tres años
en los que siempre hizo todo lo que pudo para cumplir la voluntad de Dios, según la
obra de Dios en ese momento, no considerando nunca su propia ganancia o pérdida
personal y pensando siempre en la voluntad de Dios Padre . Por ello, después de ser
bautizado, Dios dijo de Él: “Este es Mi Hijo amado, en quien me regocijo
grandemente”.

Por Su servicio delante de Dios, que estaba en armonía con la voluntad de Dios,
Dios colocó sobre sus hombros la pesada carga de redimir a toda la humanidad y le
hizo ir a cumplirla, y Él estaba calificado y autorizado para llevar a cabo esta
importante tarea. A lo largo de Su vida, soportó un sufrimiento inconmensurable
por Dios, y Satanás lo tentó innumerables veces; pero nunca se descorazonó. Dios
le encomendó esa tarea porque confiaba en Él, y lo amaba, y por eso dijo
personalmente: “Este es Mi Hijo amado, en quien me regocijo grandemente”. En
ese momento, sólo Jesús podía cumplir esta comisión, y esta era una parte de la
terminación de Dios de Su obra de redención de toda la humanidad en la Era de la
Gracia. Miremos algunas escrituras donde el único interés de nuestro Señor era
hacer la voluntad del Padre (Juan 4.34; 5-30; 6.38-40; 9. 31)

Si, como Jesús, podemos preocuparnos por las cargas de Dios y darle la espalda a
nuestra carne, Él nos confiará sus importantes tareas, de forma que cumplamos
las condiciones de servir a Dios. Sólo bajo tales circunstancias nos atreveríamos a
decir que estamos haciendo la voluntad de Dios y completando su comisión; sólo
entonces nos atreveríamos a decir que estamos sirviendo verdaderamente a Dios.

En comparación con el ejemplo de Jesús, ¿te atreves a decir que eres un íntimo
de Dios? ¿Te atreves a decir que estás haciendo la voluntad de Dios? ¿Te
atreves a decir que estás sirviendo realmente a Dios? Hoy, no entiendes cómo
servir a Dios, ¿te atreverías a decir que eres íntimo de Dios? Si dices que
sirves a Dios, ¿no blasfemas contra Él? Piensa en ello: ¿estás sirviendo a Dios o
a ti mismo? Sirves a Satanás, pero dices obstinadamente que estás sirviendo a
Dios. ¿No estás blasfemando contra Dios en esto? Muchas personas codician la
“bendición” del estatus, se dan atracones de comida, aman dormir y prestan toda
la atención a la carne, siempre temerosos de que no haya salida de ella.
No desarrollan su función correcta en la iglesia, sino que se aprovechan de la
iglesia, o bien amonestan a los hermanos y hermanas con fuertes palabras, tratan
despóticamente a los demás desde posiciones de autoridad. Estas personas siguen
diciendo que están haciendo la voluntad de Dios, siempre dicen que son los íntimos
de Dios, ¿no es esto absurdo? Si tienes las motivaciones correctas, pero eres
incapaz de servir de acuerdo con la voluntad de Dios, estás siendo insensato; pero
si tus motivaciones no son correctas, y sigues diciendo que sirves a Dios, eres
alguien que se opone a Dios, ¡No hay simpatía por tales personas! En la obra de
Dios, algunos andan codiciando siempre las comodidades de la carne, y no
consideran los intereses de Dios; siempre buscan lo que es bueno para ellos, no
prestan atención a la voluntad de Dios, el Espíritu de Dios no escudriña todo lo que
hacen, siempre están maquinando y engañando contra los hermanos y hermanas, y
tienen dos caras, como un zorro en una viña, siempre robando uvas y pisoteando la
misma. (Filipenses 1. 15) – “Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y
contienda” - ¿Pueden ser tales personas los íntimos de Dios? ¿Eres apto para
administrar las bendiciones de Dios? No asumes responsabilidades para tu vida y
la iglesia, ¿eres apto para recibir la comisión de Dios? ¿Quién se atrevería a
confiar en alguien como tú? Cuando sirves así, ¿podría atreverse Dios a
confiarte una tarea mayor? ¿No estás retrasando las cosas?

Hablamos esto para que podamos saber qué condiciones deben cumplirse a fin de
servir en armonía con la voluntad de Dios. Si no damos nuestro corazón a Dios, si
no nos preocupamos por la voluntad de Dios como lo hizo Jesús, entonces Dios no
puede confiar en vosotros y acabará juzgándoos. Quizás hoy, en tu servicio a Dios,
albergas el propósito de engañarlo, pero Él seguirá tomando nota de ti. En
resumen, independientemente de todo lo demás, si engañamos a Dios... ¡Eso
también recogeremos!. (Gálatas 6.7).

Deberíamos aprovecharnos de haber entrado en el camino correcto del


servicio a Dios para darle en primer lugar vuestro corazón, sin lealtades
divididas. Independientemente de si estas delante de Dios o delante de otras
personas, tu corazón siempre debería mirar a Dios, y tendrías que estar decidido
a amarlo tal como lo hizo Jesús. De esta forma, Dios te hará perfecto, de forma
que te conviertas en un siervo suyo que sea conforme a Su corazón (Hebreos 13.
20-21) – “Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor
Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, os
haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en
vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la
gloria por los siglos de los siglos. Amén”. Si deseas sinceramente que Dios te
perfeccione, y que tu servicio esté en armonía con Su voluntad, deberías cambiar
tus opiniones anteriores acerca de la fe en Él, y la forma en que le servías, de
manera que Él pueda perfeccionar más de ti; así, Dios no te abandonará y, como
Pedro, estarás a la vanguardia de aquellos que le aman. Si sigues sin arrepentirte,
tendrás el mismo final que Judas. Todos los que creen en Dios deberían entender
esto. Terminemos haciendo esta petición (Salmo 143. 10).

LA HONRA DE
GENEROSIDAD A
DIOS
LECCIÓN 5
“Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a
vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis
enriquecidos”.

(2ª de Corintios 8.9)

“El alma generosa será prosperada;


Y el que saciare, él también será saciado”

(Proverbios 11. 25)

Comencemos a estudiar este tema leyendo la siguiente historia…

El hombre de la bicicleta

Había una vez un hombre de casi 70 años que casi no tenía dinero, y se ganaba la
vida vendiendo ropa. Salía todos los días a trabajar y llegaba con algo de dinero a
casa y así mantenía a su esposa. De vez en cuando llegaba algo de dinero por parte
de sus hijos, pero sus hijos eran pobres también.

Sin embargo, las carencias y la dificultad de las cosas no derrotaban al hombre.


Seguía trabajando y siempre tenía buen ánimo para hacer las cosas. Y el hombre
en verdad quería una bicicleta. Así que un día compró una que estaba en un
depósito de chatarra. Cuando llegó a casa, de inmediato comenzó a trabajar para
repararla. Pasaron varios meses y la bicicleta estaba a punto de quedar lista para
el primer paseo.  ¡El hombre estaba muy emocionado y tenía toda la ilusión del
mundo en probar su bici!

Y un día el hombre se encontró a un amigo.

-¡Hola, Juan! ¡Pero qué milagro! ¿Cómo has estado?- Preguntó con el característico
ánimo.
Juan sólo lo miró y se le nublaron los ojos.

-Muy mal.- Respondió con tristeza. -Unos ladrones entraron a mi casa y robaron mi
bicicleta, con la que me iba a vender mis tacos. También se llevaron mi estufa, los
tanques de gas y hasta mi ropa. Ahora ya no tengo con qué trabajar. Por suerte mi
primo me prestó una estufa chiquita y con eso podré hacer mis tacos, aunque sea
saldré a vender cargando la canasta en los hombros.

Juan era uno de los muchos hombres que se ganan la vida vendiendo tacos (comida
tradicional mexicana), por las calles de la Ciudad de México. El hombre viejo
escuchó toda la historia de su amigo. Suspiró.

-Juan, yo tengo una bicicleta que te puede servir. Te la regalo. Ve por ella a la
casa cuando puedas. Pero el lunes quiero que comiences a trabajar con ella.
Con lágrimas en los ojos, Juan aceptó.

Y el hombre cedió su bicicleta a alguien que la necesitaba más, sin importarle lo


mucho que había trabajado en ella.

Definamos la Generosidad y veamos algunas connotaciones importantes…

 Una cosa es una persona generosa y otra cosa es la generosidad.


 La generosidad es la sustancia de los generosos.
 La generosidad es una sustancia espiritual, es Dios mismo manifestado para
nosotros.
 ¿Por qué la llamamos generosidad? Porque la generosidad es una dinámica de
dar y recibir. Es difícil creer que una persona diga que conoce a Dios y no
sea generosa.
 La generosidad tiene dos columnas {El dar y el recibir} y ambas funcionan
de manera sinérgica, juntas. Son engranajes, no compiten, no son dos cosas
diferentes.
 Los generosos son personas que deben de aprender a dar y a recibir de la
misma manera.
 Es posible que muchos de nosotros hayamos sido violentados en la
enseñanza de la generosidad, y es muy probable que si se nos habla de
generosidad estemos pensando en ofrendas, diezmos.
 La generosidad no es el arte de poner dinero en un sobre nada más.
 La generosidad es el carácter de Dios hacia el hombre. Dios es generoso
con el hombre.

Hay seis actividades en la generosidad espiritual y que tienen un orden:

1. Dios es Generoso.

Mientras nosotros le damos nuestros pecados, él nos da su gracia y perdón.


(Romanos 5. 20) – “… mas cuando el pecado abundó, sobre abundó la gracia ” –
Debemos ser generosos con Dios dándole todos nuestros pecados, confesándolos,
y no guardándolos ni ocultándolos (Proverbios 28. 13) – “El que encubre sus
pecados no prosperará;  Mas el que los confiesa y se aparta alcanzará
misericordia”. – Si algo Dios recibe con agrado es cuando nosotros confesamos
nuestro pecado. Nosotros confesamos nuestros pecados y para todo el mundo a
nuestro alrededor es una vergüenza, pero para Dios es una ofrenda, porque él no
recibe el olor de nuestro pecado, él recibe el sacrificio de Cristo cada vez que el
hombre confiesa su pecado; el sacrificio de Cristo es recordado y anunciado en la
eternidad.

Cuando confesamos nuestro pecado, ponemos serio a todo el mundo a nuestro


alrededor, pero pedimos perdón al Señor y de él viene gracia y perdón.
Las tinieblas son avergonzadas cuando los hombres, los santos, confiesan su
pecado. ¿Dónde comienza la generosidad? Dándole a Dios nuestros pecados en
términos de confesión y nosotros recibimos gracia y perdón.

Cuando alguien en la familia confiesa su pecado, la familia se entristece mucho,


porque el pecado hace pedazos a la familia, pero que bueno que para Dios no es así.
¿Cuál sería la tragedia si oyéramos que alguien en la familia ha pecado
violentamente? Lo que a nosotros nos entristece y parece una tragedia, a Dios le
contenta, regocija (Lucas 15. 7, 10) – “Os digo que así habrá más gozo en el
cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no
necesitan de arrepentimiento… Así os digo que hay gozo delante de los
ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente” – Consideremos la siguiente
pregunta: ¿Será que los pecados se ocultan, porque los hombres no somos
generosos en dar amor, gracia y misericordia?

Nuestros pecados solo escandalizan a los hombres religiosos, pero hacen feliz a
Dios quien es amplio en perdonar (Isaías 55. 7) – “Deje el impío su camino, y el
hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él
misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar”

Dios es tan generoso, que ahora solo guía con riquezas (de benignidad, paciencia y
longanimidad) al hombre al arrepentimiento (Romanos 2. 4) – “¿O menosprecias
las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su
benignidad te guía al arrepentimiento?”

2. Nosotros le damos a Dios el gobierno de nuestra alma

Cuando nosotros le decimos a Dios: “te doy el gobierno de mi alma, de mis


sentimientos, ideas y pensamientos”, el Señor recibe esa confesión de gobierno y
nos da un nuevo corazón y una nueva vida en abundancia. Si yo doy entonces
recibo. Si yo le doy a Dios el gobierno de mi alma recibo un corazón que es
gobernado por Dios, donde él tiene los códigos para gobernar ese corazón.
Nuestro Padre es generoso, pero si no activamos el dar, entonces no se activará el
recibir.
Le confieso mis pecados pero no como un acto de condenación sino para
permanecer limpio y santificado para su propósito. Entregarle nuestro corazón a
Dios es renunciar a la toma de decisiones de forma humana y natural. Si el
hombre hace esto desde su juventud será prosperado en todos los órdenes de su
vida.

Hay que darle prioridad a la generosidad, porque debemos tener la convicción que
si nuestra primera ofrenda al Señor es una vida sin tener cosas ocultas en el
corazón, solo esperamos el tiempo donde él traerá todos los recursos para lo que
necesitamos. (Proverbios 23.26) – “Dame, hijo mío, tu corazón, Y miren tus
ojos por mis caminos”.

3. Nosotros le entregamos a Dios nuestras habilidades

Pensemos en todas la habilidades que hay… Todas ellas, ofrendándoselas al Señor.


El Señor toma nuestras habilidades como ofrenda y él mismo les da propósito y
destino eterno.

4. Nosotros le damos a Dios nuestro estilo de vida.

Romanos 12. 1 – “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios,
que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios,
que es vuestro culto racional” - ¿Sabía que usted tiene su propio estilo de vida?
– nuestro estilo de vida puede está gobernado por uno de los “demonios” más
grande que puede existir en nuestras casas, se llama “la AGENDA”…

Cada uno dirá: “Yo tengo mi estilo de vida” – pero lo que no sabemos es como huele
esa ofrenda a Dios. ¡Señor, yo quiero verdaderamente que mi estilo de vida sea
tomado en tu presencia!

Cuando le ofrecemos a Dios nuestro estilo de vida él nos da contentamiento. Toda


tristeza y angustia que masticamos en nuestro corazón es el producto de nuestro
estilo de vida que no tenemos gobernado y diseñado por Dios (Jeremías 29.13;
Mateo 16. 25; Lucas 12.15; Efesios 2.10; 1ª de Timoteo 6.10; Hebreos 13.5)

¿Quién quiere un nivel mayor de contentamiento? – El contentamiento es el


regalo que Dios da cuando se ha renunciado a tener un estilo de vida basado en
nuestra humanidad.
5. Nosotros le damos a Dios nuestra influencia.

Todos influenciamos personas ¿Sabías eso? – Si usted se metiera en un cuarto por


50 años donde nadie viera su rostro, 80 personas son afectadas por su vida. No
nos podemos librar de influenciar a personas.

La pregunta es: ¿cómo yo las estoy influenciando? Los niños influencian


tremendamente la vida de sus padres. La mayoría de los padres que se vuelven
manipuladores o son manipulados es porque no han logrado entender cómo los niños
los manipulan a ellos.

¿Qué pide el Señor? Dame la influencia que tienes, tu manera de influenciar a las
personas y te voy a dar gozo y comunión. La falta de gozo y de comunión es propio
de no haber consagrado nuestra influencia a Dios. ¿Cuándo habíamos visto la
generosidad desde esta dinámica?

6. Nosotros le damos a Dios nuestros bienes (Proverbios 3. 9)

¿Qué significa darle a Dios bienes? ¿Qué es un bien? – Un bien es algo que
tenemos y administramos, y donde tenemos todo el poder para decidir – eso es un
bien. Un bien es todo lo que yo tengo de forma natural y que tengo poder de
decisión. ¿De cuantas maneras puedo yo darle a Dios bienes? Hay muchas maneras,
pero la espiritual, primero, es saber que todo lo que tengo no es mío y esto se hace
en el espíritu y en la cruz, porque Dios nos hizo administradores de sus bienes. Es
como si fuéramos dueños pero no lo somos, solo lo administramos. (1ª de Corintios
4. 1 – “Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y
administradores de los misterios de Dios” (1ª de Pedro 4.10) – “Cada uno según
el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores
de la multiforme gracia de Dios”.

Cuando le entregamos a Dios nuestros bienes él nos da un legado y una recompensa


generacional. (1er libro de Crónicas 29) (Mateo 6. 19-21) (1ª de Timoteo 6. 16-19).

 La generosidad es el arte espiritual en donde Dios y el hombre se


encuentran en una dinámica eterna.
 La salvación pertenece a la generosidad, por lo tanto, si alguien no confiesa
sus pecados y no disfruta de la gracia y el perdón de Dios, recibir una
ofrenda financiera de esa persona, puede llegar a ser la maldición más
grande para un proyecto eterno.
 Nuestras ofrendas financieras o de bienes es la expresión física de lo antes
visto, que claramente está funcionando en nuestras vidas.
 Cuando el pecado reina en el corazón del hombre, las personas son tacañas
para con las cosas del reino.
 Cuando el pecado en toda su dimensión (errar al blanco), que no estamos
dando en el blanco de los asuntos eternos de Dios, todo eso produce en
nosotros un espíritu de retener… Cuando nuestro corazón está desviado del
propósito eterno de Dios, recogemos nuestras manos hacia los pobres y
hacia todo lo que necesite recursos en la manifestación del propósito de
Dios. Es por eso que son tan buenos esos momentos en los que podemos dar.
 Algo que hay que cambiar y que se violentó es el dar porque necesitamos (2ª
de Corintios 9. 7) – “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con
tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre” – Damos
porque si no cortamos el ciclo de todas estas realidades, las cuales
necesitamos funcionen en nuestras vidas.

Algo más sobre la generosidad…

 Debemos ser generosos con Dios, echando toda nuestra ansiedad sobre él,
porque él es generoso teniendo cuidado de nosotros (1ª de Pedro 5. 7). Todo
tipo de ansiedad en nosotros, es porque no estamos siendo generosos con
Dios echándosela toda a él.

(Salmo 55. 22) – “Echa sobre el Señor tu carga, y él te sustentará, no dejará


para siempre caído al justo ” – Toda ansiedad y carga en nuestras vidas, es
ignorancia de que Dios tiene cuidado de nosotros y nos sustenta.

Nuestro Padre Celestial SABE que tenemos necesidad de todas estas cosas
(Mateo 6. 32). Todas estas cosas os serán añadidas (Mateo 6. 33b). Nuestro
Padre Celestial SABE DAR buenas cosas a los que se las pidan (Mateo 7. 11b).

Estar humillados bajo la poderosa mano de Dios, es llevar y vivir una vida carente,
vaciada, desprovista de toda ansiedad.

Mi mejor forma de humillarme ante Dios, es echando (siendo generoso) toda mi


ansiedad sobre él.

El ansioso (no generoso) no está humillado ante el Señor, es solo un soberbio que
solo enfrenta la resistencia del Señor. ¡ES MEJOR SER GENEROSOS!
ESCATOLOGÍA
LECCIÓN 6

Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el
cielo, ni el Hijo, sino el Padre. Mirad, velad y orad;
porque no sabéis cuándo será el tiempo.

INTRODUCCIÓN

El término “escatología” viene de dos palabras griegas, eschatos, que significa


“último” y “logos” que significa “materia, tema”; de allí que, la escatología es el
estudio doctrinario que trata con los últimos eventos de la historia sagrada,
incluyendo todo lo que está más allá de esta vida y era, además de los eventos
finales de esta era presente. Sin embargo, el término “escatológico” se aplica
frecuentemente a esta era en su totalidad, porque:

 Pedro, en el día de Pentecostés, declaró que el derramamiento del Espíritu


cumplía la profecía de Joel respecto a los “postreros días” (Hechos 2. 16-
21)

 La iglesia ya disfruta ciertos poderes de la era del reino y del mundo (la
era) por venir (Lucas 17. 21; Mateo 16. 19; Hebreos 6. 5)

 Ya que la iglesia espera en cualquier momento la venida del Señor, todo


momento es “escatológico” (Romanos 8. 18-25; 1ª de Corintios 1. 7-8; Lucas
12. 35-36; 1ª de Tesalonicenses 1. 10)

 Ya que Cristo, el Hijo de Dios, es el “fin” o la “meta” de todas las cosas en el


plan de redención de Dios, la venida del Hijo encarnado introdujo los
“postreros días” – (Hebreos 1. 2) – “… En estos postreros días, nos ha
hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo …”
 Debido a que el espíritu del Anticristo ya está obrando en anticipación al
conflicto final, Juan dijo: “Hijitos, ya es el último tiempo; y según
vosotros oísteis que el Anticristo viene, así ahora han surgido muchos
anticristos; por eso conocemos que es el último tiempo ” (1ª de Juan 2.
18)
Aunque es importante notar que esta era es en un sentido real una era
“escatológica”, el estudio en esta sección incluirá la era presente solamente en dos
aspectos: la del estado presente de los muertos, y la de las señales de los últimos
tiempos de la venida del Señor.

1. LA MUERTE

Las Escrituras hablan de tres clases de muerte: (1) La muerte física, (2) La
muerte espiritual y (3) La muerte segunda o muerte eterna.

La Muerte Física

La muerte física es cuando se separa el alma del cuerpo y constituye la transición


del mundo visible al invisible. Para el creyente, marca su entrada al paraíso y a la
presencia de Cristo (2ª de Corintios 5. 1-8; Filipenses 1.23); para el incrédulo,
la muerte es su entrada al Hades (Lucas 16. 22-23; Mateo 10. 28; Apocalipsis
20. 13). La muerte física no es el final de la existencia, sino solamente un cambio
en el estado de existencia. Para el creyente, la muerte física es el efecto final del
pecado y el último efecto del pecado a ser cancelado por la obra redentora de
Cristo (Romanos 5. 12-15; 1ª de Corintios 15. 26). Aunque todos los hombres
mueren físicamente, para el creyente la muerte y resurrección de Cristo le robó a
la muerte su aguijón (1ª de Corintios 15. 54-57; 2ª de Timoteo 1. 10;
Hebreos 2. 9, 14-15; 9. 15), y más aún, el creyente puede triunfantemente
declarar que para él “el morir es ganancia” (Filipenses 1. 21).

La Muerte Espiritual

La muerte espiritual es la separación de Dios, tanto en este mundo como en el


mundo venidero. Por ejemplo, adán “murió” como resultado de su desobediencia de
acuerdo con la advertencia de Dios: “…porque el día que tú comas, ese día
morirás” (Génesis 2. 17). Sin embargo, su muerte (excluido del jardín) no consistió
en su muerte física inmediata (pues Adán vivó novecientos treinta años, Génesis 5.
5, después de lo ocurrido), pese a que su estado de mortalidad comenzó, su
muerte fue muerte espiritual. (Todo ser humano que nace físicamente, nace
muerto espiritualmente, Romanos 3. 23; 5. 12).
Cuando Jesús dijo: “Dejad que los muertos entierren a sus muertos” (Mateo 8.
22), quiso decir: “deja que los espiritualmente muertos entierren a los físicamente
muertos”. Por espiritualmente muerto hizo referencia a aquellos separados de
Dios por la incredulidad. Pablo, escribiendo a los efesios, dijo: “ Y él os dio vida a
vosotros, cuando estabais muertos y vuestros delitos y pecados ” (Efesios 2.1).
Anteriormente como pecadores, ellos existían en la muerte espiritual; mas cuando
vinieron a conocer a Cristo, fueron hechos vivos. Cuando uno viene a la comunión
con Dios por medio de la fe en Cristo, pasa de muerte a vida (1ª de Juan 3. 14).
En el juicio final de los incrédulos ante “ el Gran Trono Blanco”, el cual toma lugar
después de los mil años (milenio), los muertos malvados todavía existirán y estarán
ante Dios en juicio; y aunque podrán estar en juicio, su estado se llama de
“muerte” porque están enajenados (separados) de Dios (Apocalipsis 20. 13-15).

Muerte Eterna

Cuando aquellos que están “ muertos en… delitos y pecados ” mueren físicamente y
no se arrepienten, entran al estado de muerte eterna. Santiago se refiere a esta
muerte, explicando cómo puede ser prevenida: “ sepa que el que haga volver al
pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma ” (Santiago 5. 20).
Claramente, la muerte eterna no es el fin de la existencia; es un castigo eterno.
Pablo advierte de esta eventualidad en 2ª de Tesalonicenses 1. 7-10:

“ y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se
manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en
llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni
obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena
de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su
poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser
admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido
creído entre vosotros)”

En el juicio del “gran trono blanco” todos los muertos malvados serán echados en
el lago de fuego lo cual es llamado “la muerte segunda” (Apocalipsis 20. 13-15). La
muerte eterna es descrita en la Palabra de Dios como el “fuego eterno” (Judas 7;
Mateo 18. 8; 25. 41); el castigo eterno (Mateo 25. 46); el juicio eterno (Hebreos
6. 2); y la eterna perdición (2ª de Tesalonicenses 1. 9).

2. EL ESTADO INTERMEDIO

El estado intermedio es el estado del alma entre la muerte física y la


resurrección. Para el creyente, la resurrección ocurrirá con la venida de Cristo;
para el incrédulo, no ocurrirá hasta después del milenio en el juicio final.
a. De los malvados

Cuando los incrédulos mueren van de inmediato al Hades que es la morada de los
muertos malvados. Antes de Cristo, los justos y los malvados iban al Seol el cual
tenía dos compartimentos separados por un golfo infranqueable (Lucas 16. 22-
31) (Génesis 37. 35) (Deuteronomio 32. 22) (Ezequiel 32. 23-24). En el
Antiguo Testamento, la palabra hebrea Seol es traducida variablemente “infierno”
y “sepulcro”. En el Nuevo Testamento, la “parte más baja del Seol” se llama en
griego el Hades. Esto viene de la versión de la “septuaginta” donde la palabra
hebrea Seol es traducida por la palabra griega Hades. La palabra hebrea para el
estado final de perdición o “lago de fuego” era Gehenna, traducida correctamente
como “infierno” (Marcos 9. 43). (El nombre Gehenna era un término figurativo
tomado de los fuegos perpetuos que quemaban los desechos en el valle de Hinom
cerca de Jerusalén).

Ya que los malvados no van a su perdición final hasta después del juicio final
cuando sean echados al lago de fuego, la palabra “infierno” no debería ser usada
para describir el estado presente de los muertos incrédulos. Por lo que es sabido,
nadie en el presente está en el infierno, que es el lago de fuego. Los malvados
están en el hades, esperando la resurrección de juicio. El hades es, sin embargo,
un lugar de sufrimiento como se ve en la narración del hombre rico y lázaro (Lucas
16. 23; 1ª de Pedro 3. 19).

b. De los justos

El estado intermedio de los justos se llama “Paraíso”. Jesús le dijo al ladrón


agonizante, “… hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23. 43). Después de la
resurrección de Jesús, la morada de los justos fue transferida del Hades al
Paraíso. Jesús personalmente descendió al Hades para “llevar cautiva la
cautividad” (Efesios 4. 8). Él estuvo “…en el corazón de la tierra tres días y
tres noches” (Mateo 12.40) (Aparentemente el Seol – Hades, se encuentra en el
centro de la tierra” (Números 16. 3; Efesios 4. 9-10). Jesús no fue a la
morada de los malvados en el Hades, sino a la parte conocida como “el Seno de
Abraham”. Sacó del Hades a los justos, llevándoselos con él al paraíso. (Salmo 16.
10; Hechos 2. 27).

Cuando los justos mueren van inmediatamente a estar en la presencia de Cristo.


Pablo hablo de “… teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es
muchísimo mejor” (Filipenses 1. 23). Está confirmando por sus inspiradas palabras
a los corintios que Pablo esperaba en su muerte ir de inmediato a la presencia del
Señor: “Pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y
presentes al Señor” (2ª de Corintios 5.8). Cuando Lázaro murió, fue
inmediatamente al Seno de Abraham, el cual era el nombre que los judíos le daban
a la morada de los fieles que habían partido. Lázaro estaba consciente y
“consolado”. El hombre rico quería que Abraham enviara a Lázaro a testificar a sus
hermanos vivos, mostrando que ambos estaban en un estado de actividad
consciente. Quizá ningún pensamiento es más confortante a los creyentes que
saber que al morir irán inmediatamente a estar con Cristo. El apóstol habló las
siguientes palabras de esperanza: “Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino
para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, que murió por
nosotros para que… vivamos juntamente con él. Por lo cual, animaos unos a
otros, y edificaos unos a otros” (1ª de Tesalonicenses 5. 9-11).

c. Falsos puntos de vista sobre el estado intermedio

Hay varias posiciones falsas sobre el estado intermedio que son ampliamente
sostenidas; algunas no tienen ninguna base, fundamento escritural, otras están
basadas en una interpretación incorrecta de las Escrituras. Trataremos aquí a
tres de estas.

1. Purgatorio

La creencia Católica Romana y griega ortodoxa enseñan que aquellos miembros que
han vivido vidas imperfectas deben pasar algún tiempo en “el purgatorio” a fin que
sus pecados puedan ser purgados. Dependiendo de la seriedad de sus ofensas, la
longitud de tiempo a pasar en el purgatorio puede durar algunas horas o siglos,
determinado solamente por el juicio final.

Según la creencia Católica, el tiempo en el purgatorio puede ser acortado por


regalos o servicios rendidos a la iglesia o por oraciones o misas patrocinadas por
familiares. La doctrina está basada por un pasaje tomado de los apócrifos, hallado
en 2 de Macabeos 12. 41-42: (Entonces todos alabaron a Dios, quien juzga con
justicia y conoce todos los secretos. Además, le pidieron que perdonara por
completo ese pecado que habían cometido. Y como todos habían visto lo que
pasó con aquellos que habían ofendido a Dios, el valiente Judas Macabeo
aprovechó para pedirles que no pecaran ni ofendieran a Dios. También recogió
unas dos mil monedas de plata y las envió a Jerusalén, para que se ofreciera
a Dios un sacrificio por el perdón de los pecados. Hizo esta justa y buena
obra, porque estaba pensando en la resurrección) – los libros apócrifos no son
una parte del canon de las Escrituras. Están incluidos en las Biblias católicas,
quizás por su apoyo a doctrinas no respaldadas por las Escrituras canónicas.
Ninguna referencia en la Escritura con respecto al estado intermedio hace alguna
referencia a los sufrimientos purgatorios. Además, el concepto de purgatorio viola
la clara enseñanza de la Escritura de la suficiencia de la Sangre de Cristo para
limpiar el pecado, y de salvación mediante la fe (Hebreos 10. 10-23; Efesios 2.
8-10; Romanos 3. 24-28; 5. 1-2, 9-10; 8. 1, 31-39; 10. 8-11; 1ª de
Juan 2. 1-2; 3. 1-2).

2. El dormir del alma

Esta es la enseñanza que afirma que después de la muerte el alma descansa en un


estado inconsciente hasta la resurrección. Esta doctrina es sostenida por los
adventistas del séptimo día, los testigos de Jehová y varios grupos menores. Los
argumentos presentados para afirmar esta doctrina del sueño del alma son:

- La Escritura se refiere a menudo a la muerte como un sueño (Juan 11. 11-14;


1ª de Tesalonicenses 4. 13-14)
- Se asume que el alma no puede funcionar fuera del cuerpo, y entonces, no
despertará hasta que sea unida con el cuerpo en la resurrección.
- Parece inapropiado que los justos disfruten gozo celestial, o los injustos
sufran en el Hades hasta después del juicio (Hebreos 9. 27)

Los argumentos para el sueño del alma anunciados anteriormente serán


contestados en el mismo orden.

2.1 Uso metafórico

El uso del término “dormir” para describir a la muerte es una expresión figurativa
y un eufemismo para enfatizar el hecho de que la persona muerta todavía vive.
(Los eufemismos son los términos que se usan para reemplazar algo que queremos
expresar pero que puede resultar un tanto duro o malsonante a los oídos de las
demás personas. Por ejemplo: reducción de personal (despido). Los eufemismos se
utilizan entonces para suavizar o matizar la carga negativa, despectiva u ofensiva
que pueden tener ciertas palabras. Hacemos esto al tener que referirnos,
fundamentalmente, a cuestiones sexuales, fisiológicas o escatológicas y a toda
realidad desagradable o vulgar que por delicadeza se evita nombrar ).

W. E. Vine explica: [El uso metafórico de la palabra “dormir” es apropiado, por la


similitud en apariencia de un cuerpo dormido y un cuerpo muerto; descanso y paz
normalmente caracterizan a ambos. El objeto de la metáfora es sugerir que, al
igual que el que duerme no cesa de existir mientras su cuerpo duerme, así también
la persona muerta continua existiendo a pesar de su ausencia en la región en la
cual aquellos que quedan pueden comunicarse con él].

Además, la narración dada por Jesús del estado del hombre rico y Lázaro
inmediatamente después de la muerte demuestra que sus almas no estaban
durmiendo en inconsciencia.

2.2. El espíritu puede funcionar fuera del cuerpo

Es hecho claro por el tratado de Pablo sobre “la muerte” en 2ª de Corintios 5. 6-9,
que el espíritu puede funcionar fuera del cuerpo:

“Así que vivimos confiados siempre, y sabiendo que entre tanto que
estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe
andamos, no por vista); pero confiamos, y más quisiéramos estar
ausentes del cuerpo, y presentes al Señor. Por tanto procuramos
también, o ausentes o presentes, serle agradables”

Él declara que estar “presentes al Señor” significa ausencia del cuerpo. Además, lo
que el apóstol procuraba era serle agradable al Señor, presente o ausente del
cuerpo. Si estar ausente del cuerpo significara “sueño del alma” ¿ Por qué debería
preocuparse de serle agradable al Señor después de la muerte ?. Uno que duerme
difícilmente podría serle agradable. Si Pablo esperaba dormir después de la
muerte, su ambición de agradarle hubiera sido aplicada solamente a la existencia
antes de la muerte. Ya que esperaba estar consiente después de la muerte,
esperaba agradar al Señor adorándole (Apocalipsis 6. 9-11; 7. 9-10;
Eclesiastés 12. 7).

2.3. El Juicio del Creyente

Respondiendo a la suposición que dice que los hombres deben esperar el juicio
antes de disfrutar gozo o sufrir castigo, Louis Berkhof comenta: “El día de juicio
no es necesario para alcanzar una decisión respecto a la recompensa o castigo de
cada hombre, sino solo el solemne anuncio de la sentencia, y para la revelación de
la justicia de Dios en la presencia de los hombres y los ángeles ”. Jesús dijo: “El
que en él creyere no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido
condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”
(Juan 3.18). (Condenado es equivalente a Juzgado, ya que hace falta un juicio para
poder condenar a alguien). Habrá un juicio de creyentes con respecto a
recompensas por servicio, pero no con respecto a su salvación; la salvación de uno
está condicionada por la fe en Cristo Jesús (2ª de Corintios 5. 10; 1ª de
Corintios3. 12-15).

3. Espiritismo

El espiritismo enseña que los vivos pueden comunicarse con los muertos, y los
muertos con los vivos, generalmente a través de un “médium” No hay ninguna
evidencia en las Escrituras para sugerir que pueda haber comunicación legítima
entre los vivos y los muertos. De hecho, las Escrituras inequívocamente prohíben
cualquier intento de hacerlo (Levítico 19.31; 20. 6, 27; Deuteronomio 18. 9-
12; Isaías 8. 19-20; 1º de Crónicas 10. 13-14).

Hay dos explicaciones para el fenómeno espiritista: (1) son producidos por
manipulaciones engañosas, como ha sido probado a menudo, (2) son producidos por
“espíritus de mentira” (1º de Reyes 22. 22-23; 1ª de Timoteo 4. 1). En Hechos
capítulo 16, Pablo liberó a una joven con un espíritu de adivinación (phyton) por el
cual podía traer mucha ganancia a sus explotadores (16. 16-19). Sin duda, los
espíritus malignos a menudo engañan a la gente que consulta a un médium imitando
la voz de seres queridos muertos.

Buscando apoyo bíblico, los espiritistas a menudo citan el caso de la adivina de


Endor trayendo al espíritu de Samuel (1º de Samuel 28. 7-20). Sin embargo,
ese caso no puede animar al espiritismo, porque Saúl fue castigado con la muerte
por desobedecer al Señor consultando a un espíritu familiar (1º de Crónicas 10.
13-14). Algunos doctos creen que Samuel realmente se apareció ante Saúl; pero
si lo hizo, fue por un permiso especial del Señor para pronunciar juicio sobre Saúl
por su desobediencia.

Moisés y Elías también aparecieron sobre el monte de la transfiguración; pero


nuevamente, por un permiso especial, a fin de representar a la ley y los profetas y
para confirmar que Cristo Jesús era la meta de la ley y la profecía del Antiguo
Testamento: “Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran
Moisés y Elías; quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su
partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén” (Lucas 9. 30-31).

La palabra griega para “partida” es exodon, nuestro “éxodo”. Al igual que Moisés
quien por el éxodo de Egipto libero a Israel de la esclavitud, así también Cristo
por el éxodo de la cruz y resurrección liberó a la humanidad de la esclavitud del
pecado. La aparición de Moisés y Elías era una señal del cumplimiento mesiánico
(Mateo 17. 1-8). La Escritura no alimenta, en ninguna manera a consultar a los
muertos. Cristo es “Señor así de los muertos como de los que viven” (Romanos
14.9). Si alguna vez él permite que aparezcan los muertos, será para señalar algún
evento estratégico de la historia sagrada. Si necesitamos consolación y guía
tenemos la Palabra de Dios y el Espíritu de Dios.

EL RAPTO DE LA IGLESIA

1. Puede acontecer en cualquier momento.

Un número de eventos está asociado con el fin del siglo. Jesús prometió a sus
discípulos, “Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo
estoy, vosotros también estéis” (Juan 14.3). Pablo escribió: “… los muertos en
Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hallamos
quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir
al Señor en el aire…” (1ª de Tesalonicenses 4. 16b-17). Jesús habló también de la
gran tribulación, “Porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido
desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mateo 24. 21).

Esta gran tribulación está escrita en detalle en el libro de Apocalipsis, capítulos 6


al 19 (podemos ver también Daniel 12. 1). La tribulación será causada por Satanás,
mediante la acción de uno llamado variadamente: “ La Bestia” (Apocalipsis 13.1), “el
Anticristo” (1ª de Juan 2. 18), “el hombre de pecado”, “el hijo de perdición” (2ª
de Tesalonicenses 2. 3), y “el cuerno pequeño” (Daniel 7.8). La gran tribulación
será concluida por la batalla de Armagedón y la revelación de Cristo como Rey de
Reyes, quien vendrá con sus ejércitos de santos para traer juicio sobre la bestia y
sus seguidores (Apocalipsis 19. 11-21). La gran tribulación es seguida por el reino
milenial de Cristo, el juicio final, y el estado eterno (Apocalipsis 20. 22).

¿Cuál de estos dos eventos ocurrirá primero? ¿Será la venida del Señor o la
revelación del Anticristo? Si la Escritura ha de ser tomada en un sentido natural,
parece que el primer evento que el creyente espera es la “esperanza
bienaventurada” (Tito 2.13), o el rapto de la iglesia – “aguardando la esperanza
bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador
Jesucristo” – (1ª de Tesalonicenses 4. 15-17) – “Por lo cual os decimos esto en
palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la
venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor
mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios,
descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego
nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados
juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así
estaremos siempre con el Señor”
Al apóstol Pablo, ya que él fue el apóstol a la iglesia de los gentiles, fue dada una
revelación especial del Señor mismo respecto a los detalles del rapto y su relación
con su resurrección.

En un pasaje en 1ª de Corintios, Pablo habla de nuevo del rapto de la iglesia junto


con la resurrección corporal de los creyentes muertos: “He aquí, os digo un
misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un
momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará
la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros
seremos transformados” (15. 51-52) – Cuando el Señor venga por su iglesia no solo
serán raptados los santos vivos, sus cuerpos serán cambiados a cuerpos
incorruptibles. El creyente, en un cuerpo y espíritu, se tornará como Cristo (1ª de
Juan 3. 2-3).

Otra referencia al rapto, por Pablo, se halla en 2ª de Tesalonicenses 2. 1 “Pero


con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con
él, os rogamos hermanos…” – Hay una probable referencia adicional al rapto en el
mismo pasaje: “porque no vendrá [el día del Señor] sin que antes venga la
apostasía…” (v.3). En el griego. “apostasía” puede también ser traducido como
“partida”. La palabra en griego tiene un artículo definido, por lo tanto se refiere a
un evento conocido por los destinatarios. Ya que todo el tema es con respecto al
“rapto” y la preocupación de los tesalonicenses que ya estaba en la tribulación, la
traducción “partida” es razonable.

Sin duda, el Nuevo Testamento, especialmente los escritos de Pablo, muestran con
mucha claridad a un “rapto” de los creyentes vivos en la venida de Cristo. Todos
los creyentes están de acuerdo en que ocurrirá un rapto; no están de acuerdo de
cuándo ocurrirá el rapto con relación al periodo de la tribulación descrita en el
libro de Apocalipsis. Aunque este libro se identificará con la posición de pre-
tribulación del rapto, los autores se abstienen de un dogmatismo radical en la
presentación de esta posición, reconociendo el hecho que muchos maestros santos
y eruditos toman tras posiciones.

2. Varias teorías del rapto.

2.1. La teoría del rapto Post-tribulatorio. Aquellos que mantienen esta teoría
creen que los creyentes pasarán por la tribulación y que el rapto ocurrirá
simultáneamente, o inmediatamente antes, de la venida del Señor en juicio. Ellos
afirman que el rapto de la iglesia y el regreso de Cristo para gobernar son
simplemente aspectos diferentes de un solo evento que ocurrirá al final de la gran
tribulación, y justo antes de la derrota de la Bestia y sus seguidores y el comienzo
del milenio.
2.1.1. Argumentos a favor. Los principales argumentos propuestos en favor de
la posición del rapto posttribulatorio son los siguientes:

 La venida de Cristo está variadamente descrita, pero en ningún lado se dice


que sean dos eventos separados por un intervalo de siete (o tres y medio)
años de tribulación.

 La respuesta de Jesús a sus discípulos respecto a las señales de los últimos


tiempos indican que un período de tribulación desigual (Mt. 24:3–22)
precedería su venida. Otros pasajes también predicen la tribulación para el
pueblo de Dios (Juan. 15:18, 19; 16:33).

 La resurrección está identificada con el rapto, sin embargo, Apocalipsis


20:4–6 pone a la “primera resurrección” después del regreso de Cristo a
gobernar y justo antes del milenio, por lo tanto el rapto y la revelación
deben ocurrir juntos. (Vea también Daniel. 12:1, 2).

2.1.2. Argumentos en contra. Los siguientes son argumentos en contra de la


posición del rapto posttribulatorio:

 El período de tribulación no es un período de la iglesia, sino la última semana


de la visión de Daniel respecto al trato de Dios con Israel: “Setenta
semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad para
terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para
traer la justicia perdurable… (Daniel. 9:24; también 25–27). Es un tiempo
de trato de Dios con Israel y de su ira sobre las naciones paganas (Ap.
6:15–17). Jeremías llama al período de tribulación la “angustia para Jacob”
(Jeremías. 30:4–7).

 Pablo declara respecto a la iglesia: “Porque no nos ha puesto Dios para


ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor
Jesucristo…” (1ª de Tesalonicenses. 5:9). La iglesia ha sufrido y sufrirá
muchas pruebas y tribulaciones, pero no el gran día de su ira.

 El Señor ha prometido a los fieles que serán guardados de esa hora de ira:
“Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te
guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo
entero, para probar a los que moran sobre la tierra” (Ap. 3:10). (Vea
también 2ª de Pedro. 2:9; Lucas. 21:34–36).
 En ninguna parte del libro de Apocalipsis, después del capítulo cuatro, se
menciona específicamente a la iglesia, hasta el capítulo diecinueve, donde la
iglesia es vista en el cielo como la novia de Cristo. Muchos doctos
identifican a la iglesia con los veinticuatro ancianos que están en el cielo a
través del Apocalipsis. Los veinticuatro ancianos están vestidos de blanco
con coronas de victoria sobre sus cabezas, símbolos de los redimidos. Los
santos de la tribulación (aquellos que son salvados durante la tribulación y
martirizados) son vistos como grupo solamente en el cielo. Los justos que
son vistos sobre la tierra son los 144.000, que se dice son judíos (Ap. 7:1–8;
14:1–5). Además, si la iglesia ha de estar sobre la tierra durante la
tribulación, ¿por qué se le asigna la tarea de testificar a dos testigos
que aparentemente son judíos (Moisés y Elías)? (Ap. 11:1–14).

 El rapto y la venida final no pueden ocurrir simultáneamente, ni siquiera en


el mismo día, porque dos eventos importantes separan el rapto y la
resurrección de los santos de la venida a la tierra para gobernar. Los dos
eventos son el tribunal de las recompensas de los creyentes, y la cena de las
bodas del Cordero (Ap. 19:5–9; 1ª de Corintios. 3:11–15; 2ª de Corintios.
5:9–11).

 Ya que la era de la iglesia termina con el comienzo de la tribulación (la


septuagésima semana de Daniel, Daniel. 9:27; “la plenitud de los gentiles”
(Romanos. 11:12, 25, 26, 27), La iglesia no cumple ningún otro papel en los
negocios de la tierra hasta el milenio.

 Respecto a la resurrección registrada en Apocalipsis el capítulo veinte, y


referida como la “primera resurrección”, una lectura cuidadosa revelará que
los resucitados mencionados aquí son aquellos que han sido degollados
durante la tribulación; no se hace ninguna mención de los santos de la era de
la iglesia que deben haber sido levantados en el momento del rapto antes de
la gran tribulación. Daniel (12:1, 2) coloca la resurrección de los santos del
Antiguo Testamento al final de la tribulación, pero Juan no la menciona en
Apocalipsis capítulo veinte. Cristo es llamado “primicias de los que
durmieron”; en la resurrección de Cristo, un número de 328 santos se
levantaron de los muertos (Mt. 27:52, 53).

En Apocalipsis 11:11, 12, son resucitados los dos testigos; en Apocalipsis 7:12–17,
está registrada la resurrección de los santos de la tribulación. Aparentemente
todos aquellos que son resucitados antes del milenio son una parte de la “primera
resurrección”; aquellos que son levantados después del milenio son levantados para
juicio y perdición (Ap. 20:13–15).
 El argumento más fuerte para un rapto pre-tribulatorio es el hecho que a
través del Nuevo Testamento se da la exhortación de buscar y aguardar la
venida de Jesús (Mt. 24:42, 43; 25:13; Mr. 13:35; 1ª de Tesalonicenses.
5:6; Tito. 2:13; I Juan. 3:3; Hebreos. 9:28; Juan. 14:3). Jesús prometió, “Y
si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí
mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan. 14:3).
Aquí la venida de Jesús es con el propósito de recibir a la iglesia para sí
mismo y llevarla a un lugar en la casa del Padre; esta venida no puede ser la
misma que su venida con la iglesia a la tierra como afirman los post-
tribulatoristas.
La esperanza bienaventurada de una inminente venida de Jesús es uno de los
incentivos más fuertes a la santidad práctica y al servicio diligente (Tito. 2:12–14;
1ª de Juan. 3:3). Si la tribulación debe venir primero, con la manifestación del
Anticristo, antes del rapto, ¿quién buscará una venida de Jesús hasta que hayan
pasado muchos de los eventos del Apocalipsis? La parábola de los siervos fieles e
infieles en Mateo capítulo veinticuatro enseña el trágico resultado de decir. “Mi
señor tarda en venir” (24:44–51).

2.1.3. Los principales proponentes de la posición Pre-tribulatoria son: Dr. C.


I. Scofield, Scofield Study Bible (Biblia de Estudio Scofield), notas al pie
(Oxford University Press, 1967); Dr. Juan F. Walvoord, The Rapture Question
(La Cuestión del Rapto) (Dunham, 1957); The Revelation of Jesus Christ (La
Revelación de Jesucristo) (Moody Press, 1972); Dr. Kenneth S. Wuest, Prophetic
Light in the Present Darkness (Luz Profética en la Presente Oscuridad)
(Eerdmans, 1956); Dr. J. Dwight Pentecost, Prophecy for Today [p 572]
(Profecía para Hoy) (Zondervan, 1961); Dr. Enrique C. Thiessen, Lectures in
Systematic Theology (Discursos en Teología Sistemática (Eerdmans, 1961); Dr.
Marcos G. Cambron, Bible Doctrines (Doctrinas Bíblicas) (Zondervan, 1973); W.E.
Vine, The Epistle to the Thessalonians (La Epístola a los Tesalonicenses)
(Pickering & Inglis), Herbert Lockyer, All the Doctrines of the Bible (Todas las
Doctrinas de la Biblia) (Zondervan, 1964); Dr. Gerald B. Stanton, Kept from the
Hour (Guardado de la Hora) (Zondervan, 1956); Dr. Charles C. Ryrie, The Ryrie
Study Bible (La Biblia de Estudio Ryrie) (Moody Press, 1978); Dispensationalism
Today (El Dispensacionalismo Hoy en Día) (Prensa Moody, 1981).

2.2. La teoría del rapto en la mitad de la tribulación. Esto revela la posición


de aquellos que enseñan que la iglesia será raptada después de la primera mitad de
la septuagésima (70) semana de Daniel (Daniel. 9:27). La mayoría de los que
sostienen esta posición, sin embargo, dicen ser rapturistas pre-tribulatorios,
porque no interpretan la primera mitad del período tribulatorio de siete años
como ser un tiempo de gran tribulación o de ira.
2.2.1. Los puntos principales de esta teoría son:

 La última trompeta, mencionada en conexión con el rapto en I Corintios


15:52, está identificada con la séptima trompeta que suena en Apocalipsis
11:15 lo cual ocurre en el medio de la tribulación (Ap. 11:2, 3). Si las dos
trompetas son idénticas, entonces el rapto ocurre a la mitad de la
tribulación.

 Ya que la iglesia es raptada antes de la “gran tribulación” (las últimas tres


semanas y media), la iglesia escapa de la “ira” de I Tesalonicenses 5:9, y la
“hora de prueba” de Apocalipsis 3:10).

 La resurrección de los dos testigos en Apocalipsis 11:11, 12 está declarada


como una referencia al rapto y la resurrección de la iglesia, o a ocurrir
simultáneamente con el rapto.

2.2.2. Argumentos en contra. Los siguientes argumentos pueden ser


presentados en oposición a la posición del rapto a la mitad de la tribulación:

 Las trompetas en I Corintios capítulo quince y Apocalipsis once no son las


mismas. La “final trompeta” de Pablo es un llamado de trompeta de victoria
sobre la muerte; la séptima trompeta de Juan es el séptimo en una serie de
anuncios del juicio sobre los malvados y triunfo final sobre el reino de
Satanás.

 La septuagésima semana completa de Daniel es judía en carácter, por lo


tanto la iglesia no pertenece en ninguna manera a ella. La ira de Dios
también es derramada en la primera mitad del período tribulatorio (Ap.
6:12–17). (También 1ª de Tesalonicenses. 5:9; Apocalipsis. 3:10; 2ª de
Pedro. 2:9).

 Los dos testigos parecen ser judíos por los símbolos del Antiguo
Testamento; el templo, los olivos y candelabros (Zacarías. 4:3, 14),
conteniendo lluvias, y castigando con plagas (Ex. 7:20; 8:1–12:29; I R. 17:1;
18:1–45; 2º de Reyes. 1:10–12; Santiago. 5:17, 18). Si la iglesia estuviera
sobre la tierra, Hasta el final de la era de la iglesia, es la misión de la
iglesia testificar a todas las naciones. El Dr. Buswell cree, sin embargo, que
la era de la iglesia y el período de tribulación se extenderán el uno sobre el
otro durante tres años y medio.231

 La misma objeción que puede hacerse a la posición del rapto a la mitad de la


tribulación se le hace a la posición Post-tribulatoria; esto es, que dicha
posición remueve la expectativa de la venida de Cristo en cualquier
momento. El período de tribulación comienza con el Anticristo haciendo un
pacto con los judíos, un evento que no podría ser escondido. Si la iglesia va a
pasar por cualquier parte del período tribulatorio, Cristo no puede venir por
la iglesia hasta que haya comenzado la tribulación con el pacto del
Anticristo de restablecer el sacrificio diario (Daniel. 9:27).

Ambas de las teorías discutidas anteriormente requieren que busquemos la venida


del Anticristo antes que la venida de Cristo. 2.3. La teoría del rapto parcial.
Aquellos que sostienen un rapto parcial basan su creencia en pasajes tales como
Hebreos 9:28; Lucas 21:36; I Juan 2:28; y Mateo 25:1–1, cuya interpretación es
que los creyentes que no “le esperan”, que no son “tenidos por dignos”, que tienen
algo en su vida que pueda hacer que “en su venida” se alejen “de él avergonzados”,
o que no tienen aceite (la plenitud del Espíritu) serán dejados para pasar por la
tribulación. Los partidarios de esta teoría creen que sólo aquellos creyentes que
sean completamente dignos se irán en el rapto. Las siguientes consideraciones se
argumentan en contra de la teoría de rapto parcial:

 Primera de Tesalonicenses 4:16 dice: “Los muertos en Cristo resucitarán


primero.” Si todos los que han muerto en Cristo serán resucitados,
ciertamente todos los que están vivos “en Cristo” serán raptados.
Ciertamente el Señor no esperará hasta la generación que esté viva en el
tiempo de su venida para hacer la distinción entre los creyentes que son
“dignos” y aquellos que no los son.

 Además, en 1ª de Corintios 15:51, Pablo dice: “He aquí, os digo un


misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados.”
Todos los que están en Cristo serán transformados en su venida. Esto por
supuesto no incluye a los no regenerados que sólo son cristianos
profesantes.

 Si solamente serán llevados los “dignos”, ¿quién irá? ¿Quién puede reclamar
dignidad en sí mismo? Nuestra posición con Dios está basada sobre la
justicia de Cristo, no en nuestras justicias que son “trapos de inmundicia”
(Isaías. 64:6).

 Todo creyente debería ser lleno del Espíritu, pero el propósito de esa
plenitud no es hacernos dignos, lo cual se logra por la sangre de Jesús, sino
equiparnos con poder para servicio (Hechos. 1:8). Interpretar el “aceite” en
la parábola de las diez vírgenes como simbólico de la “plenitud del Espíritu”
viola principios sanos para la interpretación de parábolas (tanto las sabias
como las imprudentes tenían aceite al principio).
 Los proponentes de la teoría del rapto parcial al igual que aquellos que creen
que la iglesia debe pasar por parte, o por toda la tribulación, argumentan
que la tribulación es necesaria para purificar la iglesia y alistarla para el
Novio. Esta creencia argumenta a favor de una clase de purgatorio
protestante. Y si los santos vivos al final de la era necesitan purificación
por la tribulación, parecería que el Señor necesitaría resucitar a los santos
muertos para un período de tribulación previo a su rapto. ¡Un pensamiento
absurdo, por supuesto!

EL REGRESO DE CRISTO PARA GOBERNAR—LA REVELACIÓN.

En el rapto, Cristo viene por sus santos; en su revelación, Él viene con sus santos.
En el rapto, Él viene en el aire; en su revelación, Él viene a la tierra a gobernar en
poder y gloria. El rapto es seguido por el juicio de la recompensa a los creyentes y
la cena de las bodas del Cordero; la revelación es seguida por la derrota del
Anticristo y las naciones malvadas, y el establecimiento de su reino milenial (Ap.
19:20). “De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He
aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares” (Judas. 14). (Daniel.
7:9, 10, 21, 22; Isaías. 11:1–4; 63:1–3.) Según Apocalipsis el capítulo diecinueve, el
proceso del regreso de Cristo a gobernar es:

 El cielo es abierto y Cristo aparece montado en un caballo blanco con una


corona sobre su cabeza y con ropa teñida en sangre; su nombre es
anunciado como “El Verbo de Dios” (v 11–13; también Juan. 1:1).

 Es acompañado por ejércitos de santos, también montados en caballos


blancos. Una aguda espada sale de su boca para herir a las naciones
malvadas. Su título es revelado como “Rey de Reyes y Señor de Señores” (v
14–16).

 Un ángel anuncia su prontitud para la batalla contra la Bestia y sus


ejércitos que se reúnen para oponerse al Señor. Los ejércitos de la Bestia
son aplastados; la Bestia, el falso profeta y todos aquellos que han tomado
la marca de la Bestia o adorado su imagen son echados en el lago de fuego (v
19–21; Daniel. 8:25).

 Un ángel del cielo arroja a Satanás, llamado “la serpiente antigua”, el


“dragón” y el “diablo” al abismo donde es encarcelado por mil años (Ap. 20:1–
3).
 Los santos de la tribulación son levantados y, juntamente con los santos de
la iglesia, reinan con Cristo por mil años (Ap. 20:4; Mt. 25:21; 2ª de
Timoteo. 2:12; Apocalipsis. 5:9, 10).

LA TRIBULACION

A. La palabra “tribulación” en la Escritura.

En la Escritura, la palabra “tribulación” es usada en, por lo menos, tres maneras


diferentes:

1. Pruebas y persecuciones.

El término “tribulación” se usa para aplicarse a las pruebas y persecuciones que


sufrirán los creyentes cristianos a través de la era de la iglesia como resultado de
su identificación con Cristo. “Confirmando los ánimos de los discípulos,
exhortándolos a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a
través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios” (Hechos. 14:22).

Juan, en su primera epístola, explica por qué sufrimos con Cristo en este mundo:
“Por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él” (1ª de Juan. 3:1b).
(Veamos también 1ª de Corintios. 3:4; 2ª de Tesalonicenses. 1:4; Hechos. 14:22;
Romanos. 12:12; Efesios. 3:13; 2ª de Corintios. 7:4.)

2. Periodo especial de tribulación.

El término “tribulación” se usa para aplicarse a un período especial de tribulación


para Israel profetizado por Daniel (9:24–27). Jeremías también hace referencia
al mismo período llamándolo “angustia para Jacob” (Jeremías. 30:7–9). Jesús
describe la gran tribulación (Mateo. 24:21) y confirma su aplicación a Israel por el
uso de términos tales como “Judea”, “día de reposo”, y “la abominación desoladora”
(Daniel. 9:27) lo cual se refiere a la profanación del altar del templo judío por el
Anticristo.

3. El Gran día de la ira de Dios.


El término “tribulación” se usa para aplicarse a la ira final de Dios sobre el
Anticristo y las naciones gentiles que los sigan (Ap. 6:12–17), llamado el “Gran día
de su ira.”

4. Distinciones entre las diferentes aplicaciones.

Es muy importante que las tres aplicaciones diferentes de la palabra “tribulación”


sean claramente distinguidas. El hecho que los creyentes deben estar listos para
sufrir pruebas y tribulación a través de la era de la iglesia (Hechos. 14:22) no
significa que la iglesia debe pasar por la “Gran tribulación” y la hora final de la
“Ira de Dios.” Dios ha prometido guardar a los santos de la iglesia de (gr., ek,
“fuera de”) el período de tribulación (Apocalipsis. 3:10, 1ª de Tesalonicenses. 5:9).
Además, la “Gran Tribulación”, que es la “septuagésima semana” de Daniel del
período de setenta semanas determinado para tratar con Israel (Daniel. 9:24–27;
12:8–13), no es una parte de la edad de la iglesia; cuando venga “la plenitud de los
gentiles”, como explica Pablo en Romanos 11:25, la iglesia será raptada, y Dios se
volverá nuevamente para efectuar la salvación de la nación de Israel (Romanos.
11:24, 26; Apocalipsis 7:4–8; Apocalipsis. 11–12).

B. El sueño y la visión de Daniel.

Daniel también profetizó acerca de tiempos de dominio del mundo por naciones
gentiles. (La imagen de Nabucodonosor, Daniel. 2:31–44; el sueño de Daniel de las
cuatro Bestias, Daniel. 7:1–14). Las cuatro partes de la imagen y las cuatro Bestias
representaban cuatro imperios gentiles sucesivos, el último de los cuales fue el
Imperio romano. Según el sueño de la imagen, el Imperio romano sería reavivado
en la forma de diez reinos, representados por los diez dedos de los pies de la
imagen. Según la visión de las cuatro Bestias, la cuarta tendría diez cuernos de los
cuales saldría un “cuerno pequeño”, simbolizando al Anticristo. Tanto en el sueño
como en la visión, el Hijo del Hombre vendrá en el tiempo del cuarto imperio para
castigar a las naciones y establecer su eterno reino (Daniel. 2:31–35; 7:8–14; 12:1–
3). En Mateo veinticuatro y Lucas veintiuno, Jesús hace claro que la “gran
tribulación” incluirá la septuagésima semana de Daniel del trato de Dios con
Israel, su ira final contra Satanás y las naciones gentiles malvadas que le sirven
(Vea también Zacarías. 14:1–4; Apocalipsis. 14:20; 16:14–16; 19:19).

C. Eventos principales de la Tribulación.

1. El arrebatamiento de la iglesia y la destrucción del enemigo (2ª de


Tesalonicenses. 2:1, 7, 8).
2. Restauración del sacrificio diario en un templo reconstruido al hacer pacto con
el Anticristo (Daniel. 9:27).

3. Derramamiento de juicios como resultado de la apertura de los siete sellos


(Apocalipsis. 6:1–8:1).

4. Derramamiento de juicios por el resonar de las siete trompetas (Apocalipsis.


8:6–11:15).

5. La abolición del sacrificio diario por el Anticristo, y la preparación para la


abominación desoladora (Daniel. 9:27; 12:10, 11; Mateo. 25:15). Esto ocurre en el
medio de los siete años, que están divididos en dos partes de tres años y medio:
Apocalipsis. 11:2, 3; Daniel. 9:27; 12:11; Apocalipsis. 12:14. La última mitad es
considerada la “gran tribulación.”

6. Incremento en la persecución a Israel (Ap. 12); son sellados 144.000 judíos de


las doce tribus (Ap. 7:1–8); una innumerable compañía de santos de la tribulación,
de todas las naciones, convertidos durante la tribulación, son llevados al cielo (Ap.
7:9–17).

7. Control total por la Bestia y el falso Profeta; la introducción de la marca de la


Bestia y su número, con adoración obligatoria a la imagen de la Bestia (Ap. 13).

8. Los juicios resultantes del derramamiento de las siete copas de ira (Ap. 15–16).

9. Juicio sobre la ramera, la misteriosa Babilonia (Ap. 17–18), quien probablemente


representa la religión apóstata. Después del rapto de la verdadera iglesia, la
religión organizada incrementará su corrupción con una “ apariencia de piedad,
pero negarán la eficacia de ella”, llegando a alinearse con el gobierno de la Bestia.

10. Reunión de los reyes del Oriente y los ejércitos del Anticristo (Bestia) para
hacer guerra contra el remanente de Israel, resultando en la batalla de
Armagedón (Ap. 12:17; 16:12–16).

11. Celebración de la cena de las bodas del Cordero (Ap. 19:6–9).

12. Cristo regresa con sus ejércitos de santos para enfrentar a la Bestia y sus
ejércitos, y los ejércitos de la Bestia son derrotados por el resplandor de la
venida de Cristo (Apocalipsis. 19:14–21; II Tesalonicenses. 2:8).

13. La Bestia y el falso profeta son lanzados al lago de fuego (Ap. 19:20).
14. Satanás es arrojado al abismo por mil años (Ap. 20:1–3).

EL ANTICRISTO

A. La palabra “Anticristo” en la Escritura.

La palabra “Anticristo” viene de dos palabras griegas, christos que significa


“Cristo” o “el ungido;” y anti que significa en esta combinación “en contra;” por lo
tanto, “el que está en contra de Cristo, el ungido de Dios.” El nombre “Anticristo”
es hallado solamente en las epístolas de Juan (1ª de Juan. 2:18, 22; 4:3; 2ª de
Juan. 7), donde se le describe como uno que vendrá en el último tiempo, y uno cuyo
espíritu ya está en el mundo. El espíritu del Anticristo será incorporado en la
“Bestia” descrito en Apocalipsis 13:1; 11:7. La primera referencia profética al
Anticristo es hallada probablemente en Génesis 3:15: “Y pondré enemistad entre
ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya…” Cristo es la simiente de
la mujer y el Anticristo es la simiente de Satanás o el “diablo”, cuyo nombre
significa “acusador”, quien habla contra Cristo y sus redimidos.

B. La identidad del Anticristo.

El espíritu del Anticristo ha poseído muchos enemigos de Dios a través de las


edades, tales como “los reyes de Babilonia”, un tipo de Satanás (Isaías 14:4–7). El
nombre “Babilonia Misteriosa” es llevado por la “gran ramera” de Apocalipsis 17:5,
porque ella es la incorporación de la religión anti-Dios. Muchos gobernadores
anticristianos y hombres de poder malvados han sido identificados con el
“Anticristo” a través de la historia, tales como: Nerón, Napoleón, Kaiser Wilhelm,
Mussolini, Hitler, Stalin, etc. Algunos de éstos sin duda fueron motivados por el
espíritu del Anticristo, pero el Anticristo aún ha de venir. Puede estar en alguna
parte del mundo ahora, pero no será revelado hasta después del rapto de la
iglesia; así que es un tanto inútil tratar de identificarlo. El espíritu del Anticristo
continuará poseyendo cualquier vehículo cedido a Satanás.

C. Los títulos del Anticristo.

1. La Bestia - Apocalipsis 13:1–4, 12–18; 15:2; 16:2; 17:8; 19:19; 20:4–10.

2. El cuerno pequeño - Daniel 7:8; 8:9. Se levantará de entre los gobernadores


del reavivado Imperio romano. El “cuerno pequeño” de Daniel 8:9 es Antíoco
Epifanes (170 a.C.), el gobernador sirio que persiguió a los judíos y violó el templo
en el tiempo de Macabeo (Mac. 1:10–47); por lo tanto, él es un tipo de Anticristo.
3. El hombre de pecado - 2ª de Tesalonicenses. 2:3. Él será la corporación más
vil de pecado y rebelión de la historia.

4. El hijo de perdición – 2ª de Tesalonicenses. 2:3. Otro título del Hombre de


Pecado. El instrumento de Satanás para seducir a los hombres y consignarlos al
reino de perdición es el pecado.

5. El inicuo – 2ª de Tesalonicenses. 2:8. “Inicuo” es del griego, anomos, que


significa “aquel sin ley” Se opone totalmente a toda ley de Dios.

6. El rey de su voluntad - Daniel 11:36–45. Jesús oró, “No se haga mi voluntad,


sino la tuya”; el Anticristo se opondrá a la voluntad de Dios y hará su propia
voluntad; él es el inspirador de todos aquellos que “hacen lo suyo.”

7. El pastor insensato - Zacarías 11:15–17. Jesús es el Buen Pastor que preserva;


Anticristo es el pastor sin valor que devora.
D. Las obras del Anticristo.

1. Él es el último gobernante del imperio romano reavivado, Daniel 7:8; Apocalipsis


13:1.

2. Él aparecerá en escena como un proponente de paz, tolerante de religión,


Daniel. 9:27; Apocalipsis 6:2; Daniel. 8:25; 1ª de Tesalonicenses 5:3.

3. Él se levantará después del rapto de la iglesia y al comienzo de la septuagésima


semana de Daniel, cuando Dios pone su mano nuevamente para tratar con la nación
de Israel, y él hará un pacto con los judíos para restaurar el sacrificio diario,
Daniel. 9:24–27.

4. Después de tres años y medio, en la mitad de la tribulación, se deshará de toda


pretensión de tolerancia, romperá su pacto con los judíos, causará que cese el
sacrificio diario, y comenzará su persecución a Israel, Apocalipsis 12; 13:7, 8.

5. Una de sus cabezas recibirá una herida fatal, luego será milagrosamente sanada
causando el asombro y adoración del mundo entero, Apocalipsis 13:3, 4.

6. Como hombre de pecado e inicuo, blasfemará a Dios, luego requerirá la


adoración de todos los hombres con amenaza de muerte, Apocalipsis 13:7, 8.

7. El tercer miembro de la trinidad satánica que son el dragón, la Bestia y el falso


profeta. Este falso profeta se levantará con poder milagroso para engañar,
causando que los hombres adoren a la Bestia, creando una imagen de la Bestia a la
que le da vida, y haciendo que todos los hombres tomen una marca o número de la
Bestia a fin de comprar o vender, Apocalipsis 13:11–18.

8. Durante la tribulación, la Bestia patrocina a la gran ramera quien representa la


religión apóstata, pero finalmente la Bestia juntamente con los diez reyes que
gobiernan con ella destruyen completamente a la mujer escarlata, Apocalipsis 17.
Se dice que la mujer es “la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra”
(Apocalipsis 17:18); la ciudad está ubicada sobre “siete montes” (17:9). (Los
eruditos están divididos en cuanto a si la ciudad es Roma o Babilonia.)

9. La Bestia reúne a las naciones sujetas a ella para hacer guerra contra el
Cordero en la batalla de Armagedón, donde es totalmente derrotado y lanzado,
juntamente con el falso profeta, al lago de fuego, Apocalipsis 16:16; 17:14; 19:19,
20.

EL MILENIO

La palabra “milenio” no se halla en la Escritura; sin embargo, el período de mil años


del reino de Cristo sobre la tierra es mencionado seis (6) veces en el capítulo
veinte de Apocalipsis. La palabra “milenio” se deriva de las palabras latinas que
simplemente significan “mil años.” El milenio será un período durante el cual
Satanás será atado en el abismo: “Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que
es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años” (Apocalipsis 20:2). La atadura de
Satanás prepara a la tierra para el reino milenial de Cristo, que viene a la tierra,
como es descrito en Apocalipsis capítulo diecinueve, como Rey de Reyes y Señor
de Señores (v 15, 16). Los santos resucitados de la iglesia juntamente con los
santos de la tribulación reinarán con Cristo en su reino del milenio: “Y vivieron y
reinaron con Cristo mil años” (Apocalipsis. 20:6b). (Vea también 19:7–10, 14.)

A. la relación entre el milenio y la segunda venida.

Hay tres teorías sobre la relación de tiempo entre el milenio y la segunda venida:

1. Post-milenialismo.

Esta teoría pone al milenio antes de la venida de Jesús. Según esta teoría, basada
sobre una interpretación de las parábolas de la “levadura” y la “semilla de
mostaza”, la iglesia gradualmente, a través de la predicación del evangelio y la
promoción de justicia social, vencerán la guerra y maldad en el mundo; después de
lo cual, Cristo vendrá. Los post-milenarios creen que la paz y justicia universal
serán logradas gradualmente por la iglesia, en vez de la venida de Cristo en poder.
Dos guerras mundiales en este siglo, juntamente con el incremento de crimen,
violencia y la amenaza de un holocausto nuclear han desaprobado en gran parte
esta teoría optimista.

2. Amilenialismo.

Los amilenialistas espiritualizan todas las referencias relativas al reinado de


Cristo y las aplican a su gobierno espiritual sobre los corazones de los creyentes.
Las profecías del Antiguo Testamento respecto al gobierno de Cristo en el trono
de David se aplican igualmente a la iglesia. Todas las promesas a Israel son
cumplidas por bendiciones sobre la iglesia, en tanto que la iglesia sea la Israel
espiritual. Según la teoría Amilenial, un Israel nacional no tiene un destino futuro
que difiera de aquel de las otras naciones. La enseñanza de

Pablo acerca de las ramas naturales y silvestres del olivo en Romanos capítulo once
contradice con bastante claridad la interpretación espiritual o figurativa de
Israel.

3. Pre-milenialismo.

Los pre-milenarios interpretan la escritura literalmente, o aún mejor,


naturalmente. Las diferencias en el método de interpretación de la profecía lleva
a diferencias en la teoría. Cuando uno se sale de una interpretación natural de la
profecía bíblica, entonces sólo puede especular. Si todo es un símbolo antes que un
evento verdadero, los símbolos pueden significar cualquier cosa que el intérprete
quiera que signifiquen. Tomando naturalmente al libro de Apocalipsis y las
profecías del reino, el pre-milenario cree que cuando Cristo venga otra vez,
entonces, y sólo entonces, establecerá su reino de paz y justicia sobre la tierra.
Ellos creen en un reinado literal de Cristo en el trono prometido de David, cuando
Él, juntamente con los redimidos de la era de la iglesia, reinarán sobre el
remanente de Israel reunido y salvado y las naciones gentiles justas. El pre-
milenario no confunde a Israel con la iglesia, ni la era de la iglesia con la era del
milenio; para ellos el orden de eventos proféticos futuros es:

 El rapto
 La tribulación
 La venida final de Cristo como rey
 El reino del milenio de Cristo sobre la tierra
 El estado eterno de un nuevo cielo y una tierra nueva

B. La relación del milenio con Israel.


Entre la familia milenial de naciones, la nación de Israel ocupará el lugar central:
“Cuando el Altísimo hizo heredar a las naciones, cuando hizo dividir a los hijos
de los hombres, estableció los límites de los pueblos según el número de los
hijos de Israel. Porque la porción de Jehová es su pueblo; Jacob la heredad
que le tocó. Le halló… lo trajo alrededor, lo instruyó, lo guardó como a la
niña de su ojo” (Deuteronomio. 32:8–10).

A María le fue revelado, por el ángel, que Jesús estaba destinado, como el Mesías
prometido, a reinar sobre el trono de David: “Este será grande, y será llamado
Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; y
reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin” (Lucas
1:32, 33).

Es verdad que la iglesia ha entrado en las bendiciones espirituales dadas


primeramente a Israel (Efesios. 1:18; 3:6; 1ª de Pedro. 2:9, 10); pero ese hecho no
cambia el propósito de Dios para la nación de Israel (Isaías 61:1–62:4; 66:7– 24;
Romanos 11:13–28). Parece claro que de Israel provendrán los ministros y
misioneros que irán a todas las naciones durante el milenio, dirigiendo a los
habitantes gentiles de la tierra a servir y adorar al Señor (Isaías 61:4–11). Aunque
Israel tendrá la preeminencia entre las naciones durante el reino milenial de
Cristo, la iglesia en su estado glorificado se sentará en juicio sobre las tribus de
Israel (Mateo. 19:28; Lucas 22:29, 30).

C. La relación del milenio con las naciones.

En la venida de Cristo a reinar, habrá un juicio a las naciones gentiles, a las que se
refiere en Mateo como las naciones de “ovejas” y “cabritos” (Mateo. 25:31–36).
Las naciones de ovejas son juzgadas aptas para la bendición del reino con base en
su trato a los “hermanos” del Señor (Israel). Que habrá naciones gentiles sobre la
tierra del milenio está claro en Apocalipsis 20:7, 8; Isaías 21:1–5; 11:5–10; 60:1–5;
Y Zacarías 14:16–21. Fue revelado a Daniel en una visión, que Cristo tendría
dominio sobre un reino que incluiría a todas las naciones: Miraba yo en la visión
de la noche, y he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de
hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de
él. Y le fue dado dominio, gloria y REINO, para que todos los pueblos,
NACIONES y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca
pasará… (Daniel. 7:13, 14).

D. La relación del milenio con la iglesia

La iglesia tendrá una relación diferente con el reino de la nación restaurada de


Israel así también como con las naciones gentiles. Estos últimos serán pueblos
terrenales; y aunque vivirán bajo las condiciones ideales de una tierra librada de la
maldición, tendrán cuerpos mortales y seguirán con ocupaciones terrenales
normales. Habrá paz, justicia y santidad universal a causa del reino soberano de
Cristo, pero no habrá absoluta perfección en los habitantes terrenales (Isaías
11:4; 65:20; Zacarías. 14:10–17). Por otro lado, la iglesia y todos los santos que han
tenido parte en la primera resurrección gobernarán y reinarán con Cristo
(Apocalipsis 2:26, 27; 3:21; 5:9, 10; 20:6). No serán confinados a la tierra, porque
tendrán cuerpos glorificados y tendrán acceso al cielo y a la tierra (Apocalipsis
19:6–14; Mt. 22:30, 31; Lucas. 20:35, 36). Jesús dijo a sus discípulos, “En la casa
de mi Padre muchas moradas hay”; luego agregó, “Voy, pues, a preparar
lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y
os tomaré a mí mismo…” (Juan. 14:3).

Pablo habló de su esperanza de un lugar mejor que esta tierra: “… Teniendo deseo
de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor …” (Filipenses 1:23).
Cuando el apóstol dijo “para mí… el morir es ganancia “, quiso decir “ganancia”
sobre la vida en su apogeo, no en su peor momento; porque recién había declarado,
“para mí el vivir es Cristo.” El creyente, aun ahora, está sentado con Cristo en
lugares celestiales (Efesios 2:6); por lo tanto, en nuestro estado resucitado
ocuparemos siempre lugares celestiales aun mientras estemos compartiendo el
gobierno sobre la tierra con Cristo (Mateo. 25:21; Lucas 19:17–19).

Es sugerido por tres cosas que los santos de la iglesia serán equipados para
ambientes tanto celestiales como terrenales: (1) Los santos en el estado
resucitado serán como los ángeles (Lucas 20:35–38); y los ángeles a menudo
ministraban a los hombres en la tierra. (2) Jesús, después de su resurrección, se
apareció a sus seguidores sobre la tierra durante cuarenta días. (3) En la muerte
de Jesús, muchos santos se levantaron de sus tumbas y se aparecieron a muchas
personas (Mt. 27:52, 53).

E. Vida y condiciones sobre la tierra milenial.

1. El reino milenial de Cristo estará caracterizado por la justicia y rectitud


universal (Jeremías. 23:5, 6; Isaías 11:3–5; 52:1, 16; Sal. 72:1–8).

2. Toda la tierra estará bajo la disciplina justa del Rey Jesús; y todos aquellos que
desobedezcan serán disciplinados (Zacarías 14:16–21).

3. Habrá paz entre todas las naciones durante el gobierno milenial de Cristo
(Salmo 72; Isaías 2:4; 9:5, 6; 32:1, 17, 18; Miqueas 5:4, 5).

4. Habrá alegría y gozo en su reino (Isaías 9:2–4; 25:6–9; 35:10).


5. En el reino de Cristo, la gente de la nación de Israel gozará salud y longevidad
(Isaías 35:5, 6; 65:20–22).

6. En la tierra milenial habrá gran prosperidad material (Salmo 72:15, 16; Amós
9:13–15; Zacarías 3:10; 8:12).

7. Bajo el reino de Cristo, la tierra será librada de la maldición (Romanos 8:19–22;


Isaías 55:13; 41:18, 19).

Eliminada la maldición, los animales salvajes perderán su ferocidad (Isaías 11:6–9;


65:25; Ezequiel 34:25, 28; Oseas 2:18).

También podría gustarte