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ÍNDICE
Sinopsis Capítulo 18

Capítulo 1 Capítulo 19
Capítulo 2 Capítulo 20

Capítulo 3 Capítulo 21

Capítulo 4 Capítulo 22

Capítulo 5 Capítulo 23

Capítulo 6 Capítulo 24

Capítulo 7 Capítulo 25

Capítulo 8 Capítulo 26
Capítulo 9 Capítulo 27

Capítulo 10 Capítulo 28

Capítulo 11 Capítulo 29
Capítulo 12 Capítulo 30

Capítulo 13 Capítulo 31
Capítulo 14 Capítulo 32

Capítulo 15 Capítulo 33

Capítulo 16 Epílogo

Capítulo 17 Siguiente libro


SINOPSIS
Después de un primer plano de su paquete en un velero en
Marruecos, TMZ comenzó a llamarlo Joyas de la Corona.

No es que lleve un registro del príncipe Liam. Definitivamente no lo


acecho por internet como mis amigos.

Ahora estoy fuera de esa imagen. El reality show de mi familia


todavía podría estar al aire, pero he estado fuera de la pantalla por un
tiempo. Cuando la gente pasa por la acera, pueden echarme un vistazo,
pero la mayoría de ellos no gritan “Lucy Rhodes” y preguntan sobre de mi
amor por amuletos de la suerte o cómo se curó mi dedo del pie roto.

El príncipe Liam, y yo revisando su Instagram, eso es solo por


diversión. Es mi pequeño y sucio secreto. Confía en mí, soy la única mujer
en el mundo que en realidad no lo quiere.

Excepto que estoy de vuelta en los Hamptons por primera vez en dos
años. Estoy en una fiesta, y el Príncipe Perro está aquí también. Me digo
a mí misma que esa sonrisa no tiene ningún efecto en mí. Que su ridículo
carisma es un truco barato.

Después de nuestra noche juntos, nadie sabe que sucumbí.

No importa. No significaba nada.

No hasta ver esas dos líneas rosas.

Off-limits Romance #1
CAPÍTULO 1
Lucy
Delineador.

¿El párpado superior primero? Tal vez en la parte inferior…

—Bueno, ¿quién le dijo?

Así… no tan grueso. Solo necesito dibujar una línea así que ahí está,
pero no muy desagradable como un disfraz de Halloween.

—¡Era el señor Vernon, en la choza de los cangrejos!

Hmm. Me inclino hacia el espejo, ensanchando ambos ojos para que


mis pestañas sobresalgan. Eso se ve bien. Puede ser necesario limpiar un
poco con un hisopo.

—¡El señor Vernon! ¿Lo habrá visto?

—No lo sé. Heidi no lo dijo. Me acaba de enviar un texto y me dijo que


“era un rumor”, le pregunté y fue cuando dijo que lo había oído del señor
Vernon.

El delineador está fantástico. Ahora reviso la sombra de ojos. Tal vez


un poco más de marrón aquí en el párpado…

—Hmm, eso puede ser cierto. Dios mío, y si ES…

—¡LO SÉ!

Giro el tubo del rímel abriéndolo y estoy sacando el aplicador cuando


Charley golpea su cadera contra mi hombro.

—Mierda.

Miro los nudillos de mi mano izquierda, coronados por una gruesa


línea negra, y luego hacia Charley.

—¿Qué? —No quiero sonar tan grosera. En los últimos dos años, ser
una perra se ha convertido en mi personalidad por defecto: defensiva, con
mis dientes descubiertos y garras afuera.
Maggie y Amelia, sentadas en dos de los otros tocadores con
encimeras de mármol en mi cuarto con paredes de cristal. Miran por
encima de sus hombros desnudos hacia mí.

—¿Qué? —repito—. ¿Son mis ojos? —Pestañeo—. ¿El delineador


está mal?

Han pasado casi nueve meses desde que me puse algo. Siento que
mis manos han olvidado qué hacer.

—Tus ojos se ven geniales —dice Charley, todavía de pie con su


mano la cadera. Engancha su dedo alrededor de la correa lateral de su
tanga y menea el culo un poco, dándome una mirada divertida todo el
tiempo. Una mirada que dice que me está mirando, igual que todas ellas.

Miro suplicante hacia Mags, está desnuda en la parte superior,


trabajando en extensiones de cabello marrón-miel y Amelia está usando
un sujetador rosa de encaje sin tirante a juego con su braga y está
trabajando en sus labios.

Maggie menea sus cejas gruesas y oscuras. —Estamos hablando de


tu conejillo de miel.

Amelia se emociona, y Charley me entrega un trozo de pañuelo


desechable para limpiar mi mano.

—Querido Señor. —Froto el rímel en mis nudillos—. ¿Quién es? ¿Me


atrevo siquiera a preguntar?

Charley se inclina y envuelve un brazo mi alrededor, sus enormes


tetas presionando contra mi espalda. Pone un mechón de mi cabello
detrás de mi oreja y susurra, con su voz para sexo telefónico. —Las Joyas
de la Corona.

—¿Huh? —Me alejo y frunzo el ceño.

—El príncipe Liam —grita Mags—. ¿Estabas escuchando?

—No, no lo estaba. —Ruedo mis ojos. Me vuelvo hacia el espejo,


ajustando la correa de mi sedoso camisón color verde menta.

Hace años, arreglarse para una noche de verano en esta hermosa


habitación era básicamente el significado de la vida. En los Hamptons,
todos saben dónde está la casa de los demás. Durante los últimos tres
años, he visto docenas de guías electrónicas con nuestra casa blanca de
madera arremolinada y enrejada, una pequeña flecha señalándola, con
un texto llamativo: ¡Los Rhodes de Concordia!
El reality show de mi familia, lanzado por Seacret para E! como el de
las Kardashians en el antiguo sur, comenzó a filmarse en septiembre en
mi primer año de secundaria. Yo estuve ahí hasta hace dos veranos.
Todos los demás miembros de mi familia: mi mamá, mi papá y mis
hermanos mayores, Belle, Celia, Tripp y Bryant, todavía están
involucrados.

La mayoría de las veces, puedo olvidarme de LRdC, pero la mención


del nombre del Príncipe Liam me lleva de nuevo a la época en que estaba
comiendo claras de huevo, pavo y brócoli en cada comida y sonriendo en
las portadas de revista.

¿La hermana menor Rhodes, y la más caliente? Tú decides.

Miro mi pecho, cubierto por mi camisón, luego muevo mi mirada a


las paredes de la habitación con ventanales por paredes, como si tal vez
el príncipe estuviera en la playa con todos los demás borrachos,
viéndonos vestirnos.

Mi mamá diseñó mi habitación, en la esquina posterior el segundo


piso de la casa, con grandiosas paredes de cristal, pensando que podría
ver mejor mi maquillaje con mucha luz. Charley, Maggie, Amelia y yo
teníamos diecisiete años el verano que comenzamos a desnudarnos hasta
nuestra ropa interior, mientras nos vestíamos después del anochecer.
Notamos un montón de pequeñas luces en la playa y nos dimos cuenta
de que eran celulares. Habíamos hecho una multitud, todos hombres. Y
siempre desde entonces, los chicos se reúnen en la playa detrás de la
casa con binoculares y celulares cada noche que estamos aquí en
Southampton.

Me imagino la pandilla del príncipe Liam acechando en nuestro


césped y trago saliva por mi garganta seca.

—No estaba escuchando —digo otra vez, sacando el aplicador del


rímel lentamente—. ¿Qué dijeron?

—Deberías dejarme hacerte algo —interrumpe Amelia.

Suspiro. —Bueno. Si vuelves a hacer el resto. —Hago un gesto hacia


mi sombra y delineador.

—No hay problema —dice ella.

Muevo mi mirada hacia Mags. —El príncipe Liam no es mi hombre.

Veo su paquete envuelto en licra, allí se fue mi mente, antes hacer


un gesto con mi mano hacia Amelia. —La Señorita Acosadora se lo pidió,
no yo. Y de todos modos, ¿no está en África o algo así?
—Estuvo en África, luego Australia y después Sudamérica. —Los
labios de Mags sonríen cuando una extensión de cabello largo y recto cae
sobre su hombro—. Olvidé que no tienes Snapchat.

—Nop. —No tengo esa necesidad en Estes Park, Colorado, donde he


estado trabajando en un rancho de caballos desde el noviembre pasado.

—Pero en serio —dice Amelia mientras se acerca al tocador a mi


lado—. Estábamos diciendo que él está aquí. Y a diferencia de algunas de
nosotras… —Se sienta suavemente en una silla, pasando una mano por
su cabello rojo cobre—. Tienes la oportunidad de llegar a eso.

Charley se pone un sujetador, pareciéndose a Marilyn Monroe en el


reflejo de la ventana frente a mí. —Lo que Am quiere decir es que le tomó
pantallazo a la foto que le tomaron en el yate la semana pasada a su gran
bulto, así que si pudieras hacer a ser de chaperona para ella cuando lo
veamos, eso sería jodidamente asombroso.

Amelia se sonroja. —Eso no es lo que quise decir, Charley. —Abre el


estuche de pestañas, dejando que su mirada se detenga en las filas de
falsas pestañas y los pequeños tubos de pegamento.

Realmente me las arreglo para reír, porque mi mejor amiga es


adorable cuando está nerviosa. —Quieres que trate de llamarlo si lo
vemos, ¿verdad?

He estado buscando una razón más profunda para salir esta noche.
Algo más allá que “de vuelta en el radar” y levantando chicos con los que
no tendré sexo. Tal vez eso pueda pasar.

Amelia cierra sus labios, mirando brevemente en mis ojos antes de


que su mirada vuelva a su regazo. —Estoy segura de que él no estará ahí.

—¿Dónde más puede estar? —demanda Charley.

Mags hace pop al separar sus labios, embarrándose su labial


mientras asiente. —Es verdad —dice—. Todo el mundo estará en lo de
Carnegie.

Mi estómago se revuelve. Cierro mis ojos y escuché a mis amigas


cotillear mientras Amelia hace mis pestañas. Declan Carnegie, un
jugador de béisbol profesional que es un poco mayor que nosotras, se
supone que sea un adicto a las drogas a escondidas (“Fuera de control”
dice Charley); Kendall Jenner y alguna modelo con la que tuvo una pelea
de gatas, ambas estarán ahí esta noche (¡jadeo!) una mucama de la casa
de Taylor Swiff le dijo a alguien que trabaja para nosotras que ella estará
saliendo mañana.

Todos. Estarán. Ahí.


Clavo mis uñas en las palmas de mis manos y me pregunto por qué
demonios dejé la reclusión. Hace meses que no me han fotografiado. No
necesito llamar la atención ahora. ¿Por qué los Hamptons?

Porque eres jodidamente valiente, intento decirme a mí misma.

Amelia se da cuenta de mi cara y me da un besito en la frente. —No


todo el mundo estará ahí esta noche, Luce. Solo los chicos buenos.

Muerdo mi labio, Mags y Charley están enfocadas en los detalles de


la fiesta de putas en la noche.

—¿Así que no quieres al príncipe Liam para ti? —se burla Amelia
mientras pega una línea de pestañas por encima de las mías.

—Um, infiernos no. Sin ofender —digo con mis ojos cerrados.

—Crees que es un idiota, ¿verdad?

Abro un ojo. —¿Realmente quieres saber?

—Ya lo sé. Te conozco, mujer.

Mi estómago se aprieta mientras recuerdo esa caliente y ardiente


fotografía del paquete del príncipe.

El príncipe Liam podría ser el primer tipo por el que mi vagina haya
tenido gusto en dos años, pero creo que es un idiota. Mi interés por él,
mi interés secreto, es puramente como un trozo de carne e inspiración
para mi pobre y desatendida vagina.

—Parece ser el idiota más grande del mundo, pero recuerda, creo
que todos los chicos son unos idiotas estos días —digo a Amelia.

Sus dedos son amables en mi rostro mientras me pega las pestañas.


En el silencio antes de hablar, puedo sentir su simpatía. —Lo sé. Así que
alguien va a tener que demostrar que estás equivocada.

Exhalo aliento lentamente mientras ella frota las puntas de sus


dedos a lo largo de mi párpado. —Bueno, te lo digo ahora, no va a ser un
real idiota cubierto con modelos alborotadoras en licra.

El cuerpo de Amelia se endurece. —¿Licra? ¿Qué quieres decir?

—Eso es lo que él tenía puesto, ¿no?

—Lucille... mi querida Lucille... —A través de mis pestañas, alcanzo


a ver el rostro de Amelia mientras comienza a reír—. Chicas —chilla, sus
ojos brillando mientras me sonríe brillantemente—. ¡Nuestra niña aquí
es una sucia pequeña mentirosa!
—Ni siquiera sé lo que significa eso. —Le doy una mirada
inapropiada.

—Dijiste que él estaba usando licra. La foto de Instagram, la foto del


paquete, ya sabes: la que TMZ nombró Joyas de la Corona como titular.
Lucía como un speedo. Pero era un bóxer corto, todo unido alrededor de
sus joyas cuando salió del océano. Lo que no sabías, pero que viste
totalmente. Miraste el tiempo suficiente para pensar que era licra. —
Amelia sonríe brillantemente a Maggie y Char—. Estaba leyendo TMZ.
Allá en la pequeña cuidad de Colorado. Nuestra chica estaba leyendo
TMZ.

Resoplo, mordiendo la punta de mi lengua para intentar evitar que


mis mejillas se volvieran rojo culpable. —Tú conoces mi opinión sobre
esa mierda de farándula.

Pero no sirve de nada. Mis amigas están carcajeándose como un


puñado de chimpancés hiperactivos.

—¡Ella quiere sus joyas!

—¡Alguien necesita un movimiento real!

—¡Demonios, espero que él esté allí!

—Todos lo desean —interrumpe Amelia, sonriendo—. No es tan raro,


Lucy Su.

Suspiro, sintiéndome como un chico de octavo grado atrapado con


mi mano dentro de mis bóxeres.

—Creo que él es desagradable. No hay nada impresionante sobre la


realeza en la era de presidentes y primeros ministros. Especialmente, no
Liam el mujeriego. Probablemente tiene verrugas genitales.

Mantengo mi diatriba fluyendo mientras Amelia perfecciona mis


pestañas falsas.

Él es un imbécil. Puedo decirlo. Un hermoso mujeriego rico con la


moral de un idiota y la consciencia de una mosca. Si esa imagen de él
con dos modelos en su regazo y un dólar enrollado detrás de su oreja no
lo probó, la que tiene a Liam consiguiendo su espalda frotada por esa
chica francesa sentada desnuda sobre él lo hizo. Recuerdo la mirada en
el rostro de ella mientras hundía sus manos en esos gruesos hombros:
como si hubiese ganado un premio. Las Joyas de la Corona mi trasero.
Apuesto que ni siquiera le crece. Podía lucir grande estando flácido, pero
probablemente ahí estaba duro. La realeza es endogámica. Todos lo
saben.
Es esa sonrisa suya lo que me atrapa; secretamente, por supuesto.
Es solo tan... engreída. Y deshonesta. Y encantadora. Y real. Su rostro es
deslumbrante, todo pómulos majestuosos y labios principescos, pero
cuando sonríe, luce mayormente lindo. Bueno, lindo como un tipo lindo.

Me digo a mi misma, mientras Maggie hace mis labios, que esa es la


única razón por la que acoso su cuenta de Instagram. Porque estoy
procesándolo. Así es como mi terapeuta, Paul, lo llamaría. Tratando de
decidir si hay algún sujeto lindo restante. Así que supongo que tiene
sentido si escojo al príncipe que me escribió como admirador esa vez, en
el pasado cuando era una novata universitaria. Paul diría que esta es una
señal de que me estoy acercando más a las citas de nuevo.

Él lo haría, si supiera.

No necesita saberlo, sin embargo.

El príncipe Liam podría ser caliente como el infierno, pero es solo un


placer para los ojos. Estoy segura de que la correspondencia de fanático
fue una movida para entrar en mis pantalones, en ese entonces cuando
el espectáculo era nuevo y la ingenua Lucy Rhodes era la cosa más
caliente en la televisión.

Pienso en mi gato Grey y hago una nota mental para revisarlo antes
de que nos dirijamos a la mansión Carnegie, el tema de la fiesta es “Eso”.
Si la vida va de acuerdo con el plan, tendré nueve o diez amigos felinos
más antes de tener mi primera cana.

Y ningún hombre.

Nunca de nuevo.

●●●

Solía amar esta casa. Tenía trece cuando nos trajeron aquí; y trece
era lo suficientemente joven, supongo, para sentirme como si hubiera
crecido aquí.

Algunas de las casas en Meadow Lane son raras: todas con aspecto
de fortalezas, con grandes piedras grises y rejas de hierro puntiagudas; o
cubiertas con tejas de madera, no solo en el techo, sino también en las
paredes exteriores. Algunas no están cerca al océano, así que tienes que
caminar, incluso si los dueños van hacia el océano. Otras mansiones
están rodeadas por enormes laberintos con arbustos en forma de caja.
En otras palabras; no hay casas playeras en lo absoluto.

Nuestra casa en Southampton es perfecta. Paredes de tablillas


blancas, suelo de madera, acres de césped. Solo abundante césped verde,
dotado por el ocasional sauce llorón. En el jardín al lado sur de la casa
crecen solo rosas blancas. Detrás de la casa, hay una enorme piscina con
una cascada en el medio, y un trampolín que mamá y papá añadieron
cuando Tripp se partió la cabeza haciendo un clavado desde el lado de la
piscina.

Cuando pienso en este lugar, puedo saborear el palo de madera de


una paleta, sentirlo en mis labios, pegajosos y brillantes por la delicia
congelada. Recuerdo cuan lleno solía estar mi armario, en su mayoría
con sandalias, de cuando éramos adolescentes. Docenas y docenas; un
verano más de doscientos pares de sandalias. Pantallas solares, oleos
bronceadores, la esencia de trajes de baño tostados por el sol. Todas
nosotras alineadas en frente del espejo de pared en mi baño, comparando
líneas de bronceado.

Charley, Mags, Amelia y yo habríamos pasado la mayor parte de julio


aquí en Southampton. Mis hermanas mayores solo llevaban un amigo
cada una, pero comenzando ese primer verano, yo llevé a Charley, Mags
y Amelia. Mamá incluso tuvo al diseñador remodelando mi habitación
para nosotras cuatro. Es por lo que, hasta este día, tengo dos conjuntos
de literas lilas.

Y es por eso que regresé este verano.

Porque no voy a rendirme con los Hamptons. Me niego a hacerlo.

Me repito eso mientras entramos en el Bentley azul turquesa de


Maggie. Charley se sienta en el asiento de pasajero. Amelia va a atrás
para poder sentarse conmigo.

—El jodido cuarteto fabuloso —canta Charley mientras Mags


comienza a rodear el estacionamiento.

Charley, Amelia, Mags y yo nos conocimos en Brandon Hall, una


escuela privada en el área Riverside/Dunwoody de Atlanta. Nos hicimos
mejores amigas desde segundo grado. Pero Amelia y yo somos
ligeramente más cercanas que con Mags y Charley. No estoy segura
cuando pasó (con el tiempo, supongo) pero estoy agradecida de ello
cuando Mags enciende la música y Amelia se inclina sobre la consola
entre nuestros asientos.

—Entonces... ¿estás lista para ayudarme a conseguir un acostón?

Las palabras indecentes suenan ridículas saliendo de la dulce boca


sureña de Amelia. No puedo evitar sonreír. —Siempre.

Trato de decirlo en serio. Trato de estar feliz por salir con mis
mejores amigas; estamos de regreso en los Hamptons por varias semanas
salvajes, todas fuera de la escuela, libres de trabajo de pasantías, entre
otras vacaciones. Amelia cuelga su brazo en el mío, y estamos
balanceándonos hacia el nuevo Bey cuando el Bentley pasa junto a la
casa de los Parsons. Mis ojos se aferran a ella como un imán.

Oscuro.

Gracias a dios.

Amelia me da una mirada que dice “Te lo dije” mientras sus labios
sincronizan la canción “I ain't sorry”. Cuando Maggie sale del camino
sobre la cuneta de césped, la nariz del auto apunta hacia el agua oceánica
brillando entre las casas, me congelo.

—¡Asiento del copiloto, asiento del copiloto! —apura Charley,


chasqueando sus dedos—. ¡Muu, muu! ¡Muu-évanse!

Rio. Por años ellas me han llamado burlonamente vaca del dinero,
ya que puedo hacernos entrar en clubes y fiestas en las que no serían
capaces de entrar sin el nombre Rhodes.

Pero esta noche, vamos a divertirnos. Me reviso en el espejo mientras


estacionamos al final de la línea de autos fuera de las puertas de la casa
de verano de los Carnegies. Detrás de una puerta de acero negra, la casa
estilo renacimiento griego blanca y con columnas está toda iluminada.
Las ventanas destellan como diamantes. El césped es un mar de luces
tintineantes y sombras. Mirando de cerca, puedo ver a los invitados
asomados en los balcones, vagando a través de los jardines del techo.

Una mirada al Bentley y la seguridad nos hace seña para que


entremos. El padre de Maggie es un famoso abogado defensor, y ella
misma ha ganado algo de notoriedad trabajando en la revista Vogue y
ocasionalmente paseando gatos en shows de moda. Su carrera es
reconocible.

—Ahora, ¿quién es la vaca de dinero? —me burlo.

Mags saca su lengua y sacude la cabeza, las extensiones de cabello


rebotando fuera de sus hombros huesudos.

Varios minutos más tarde, el aparcacoches tiene el auto y estamos


de pie en el amplio patio, iluminado por fogatas y linternas que cuelgan
de los árboles alineados en el camino para autos. Hacia la parte trasera
izquierda de la casa, un laberinto de setos guiña cien ojos. Pequeñas
burbujas de cristal descansan en la cima del follaje finamente arreglado,
derramando luz ámbar.

Flexiono mis manos y resisto la urgencia de limpiarlas sobre mi


vestido de chiffon de seda rosa coral. Fluye en capas, la tela ondeando en
la suave brisa. También es Gucci, y cuesta más de diez mil dólares.
Mis palmas continúan sudando mientras mis ojos recorren las
mesas blancas y redondas esparcidas en el patio.

Él no está aquí, me digo a mí misma. La casa de los Parsons estaba


oscura. Aun así, siento como si una roca estuviese atorada en mi
garganta.

Siento un cosquilleo en mi oreja y salto.

—Vaya, detente —dice Amelia con una suave sonrisa—. Tienes un


cabello suelto.

Otra urgencia: la de correr mis manos sobre mi grueso cabello color


castaño, el cual Charley arregló en un medio recogido. Pero veo a la gente
moviéndose hacia nosotros. Puedo sentir sus ojos. Mantengo mi cabeza
alta y mis hombros derechos, y actúo. No es tan difícil cuando has estado
haciéndolo tanto tiempo como yo.

La mano de Maggie me rodea. —Entremos. Necesito saludar a


Homer.

Homer es el apodo de Declan Carnegie. Él juega para los Red Sox y


en algún punto a lo largo de su camino, la gente comenzó a llamarlo
Homer por todos los home-run que consigue. Maggie lo conoce de la
universidad. Ambos fueron a Cornell.

Amelia, Charley y yo la seguimos hacia el porche y a través de las


gigantes puertas frontales, acunadas entre las gruesas columnas de la
casa. Los camareros se mueven rápidamente por el recibidor, ofreciendo
bebidas y aperitivos (oigo “postre helado de caviar” y algo más con la
palabra “salmón” de los camareros).

Pasamos a Cal Hawthorne y a su nueva chica, Rose algo. Cal folla a


Amelia con la mirada, lo que seriamente no tiene clase.

Miro alrededor, observando un mural del océano sobre una pared.


Han pasado varios años desde que estuve aquí, y no creo recordar verlo
la última vez.

Pasamos a través de los salones y bibliotecas, una muy formal área


de sala hecha en variantes de crema y color tostado. Puedo oler langosta
y algo mantecado viniendo de la dirección de la cocina. Puedo sentir los
ojos de las personas a nuestro alrededor; ojos sobre mí.

Mantén tus hombros sueltos, me digo. Deja que tus brazos cuelguen
casualmente. Proyecta relajación. Tú perteneces aquí.

Es cierto, lo hago. Pero no me siento de esa forma. Ya no.


Fue mala idea venir aquí.

Estoy luchando por respirar profundo cuando Amelia y Charley se


retiran al baño. Gracias a dios, Mags no nota que estoy enloqueciendo.
Ella no es egocéntrica, solo es fácil de distraer y naturalmente obvia.
Golpea mi hombro mientras vamos en busca de Dec.

—Estoy feliz de que estés aquí, chica —dice sonriendo.

Me las arreglo para devolvérsela. —Yo también.

Mentirosa.
CAPÍTULO 2
Lucy
Y qué buena mentirosa soy.
Durante media hora, ¿o mil años?, serpenteamos a través de las
salas de estar y salones enormes de la casa, pasando un alce disecado,
dos Picasso reales-como-mierda, y un reloj de sol de tamaño de un auto
en el centro de una habitación de techo de cristal, Ya que nos mezclamos
con casi todo el mundo y su hermano.

Marcia McCormac, una muñeca que no hace nada más que correr
maratones y sentarse en el césped de la finca de su familia en el norte de
Nueva York, me pregunta dónde he estado. Le digo que he estado
entrenando caballos en Colorado.

—Eso suena emocionante.

Ignoro el sarcasmo en su voz y asiento. —Es realmente divertido.

Felix Bridger, un descendiente de Jim Bridger, de Fort Bridger, uno


de los grandes puestos comerciales del Oeste Salvaje, se dirige a mí y
quiere hablar de política, suponiendo que soy un buen contacto, supongo
que es porque ahora vivo en el “oeste” y soy de Georgia, donde hay mucha
gente con puntos de vista similares a los suyos.

Es un chico guapo: alto, con cabello negro corto, gafas de gimnasia


y un buen cuerpo superior. Solo puedo manejar unos minutos de charla
política antes de informarle, lamentablemente, que soy apolítica.

Su boca se abre como un pez, y Mags entra en el momento justo,


habiendo terminado una conversación con uno de los primos de Hilton.

—Felix. ¡Hola! —Da un beso al aire, luego me arrastra por un delgado


pasillo, color naranja-amarillo, con hojas de hierba enmarcadas, pinos y
plumas de pájaro.

—Dios, los Carnegies son extraños —murmura mientras pasamos


junto a altas puertas de caoba.

—Dec no, sin embargo.

Mira por encima de su hombro, sonriendo astutamente. —Olvidé a


ese.
Ruedo los ojos. —¿No es eso lo que me hablan del príncipe Liam?
¿Todos piensan que es caliente? —pregunto con aire de suficiencia.
Ruedo los ojos de nuevo—. “Todos” piensan que Declan Carnegie es
caliente. Incluso mi bisabuela.

Esto es cierto. Mi abuela Zelda está obsesionada con el béisbol y


piensa que “Homer” es la segunda venida de Cristo en pantalones
ajustados.

—Ahora lo oigo.

Yo también. Puedo escuchar la voz rica y en auge de Dec cuando


pasamos a través de las puertas de... un acuario.

Parpadeo en la escena ante mí: docenas de personas se mezclan,


servidores pasando entre gestos de manos y cuerpos oscilantes, todo en
el contexto de un tanque de peces de tamaño de pared.

—¿Es un medregal? —murmura Mags.

—¿Es un bebé delfín?

La cosa de aspecto delfín se hunde desde la superficie, cerca del


techo, hacia abajo hacia lo que parece coral, atrayendo mi atención a una
cabeza alta, ligeramente sombreada por el resplandor del acuario. Asumo
que es Dec hasta que otro tipo alto se levanta a su lado, y me doy cuenta
de que ese tipo es definitivamente Declan Carnegie. Se había inclinado
por alguna razón. Cuando dos chicas se acercan a él, mis ojos vuelven al
otro tipo alto.

Es tan alto como Dec, tal vez un poco más ancho de hombros.

¿Ese un moño?

Se vuelve un poco, hablando con un grupo, y mi estómago se


contrae. Oh. Dios mío. Ese perfil.

Es absolutamente... regio.

Incluso en la sombra del resplandor del acuario, puedo decir que


tiene un frente fuerte, pómulos altos, e increíbles labios besables. Lo
observo sin temor. Calor construye entre mis piernas, corriendo a través
de mi cuerpo en lo que tiene que ser la reacción más visceral que una
mujer puede tener a cualquier hombre.

Cuanto más miro, más se ajustan mis ojos a la luz brillante detrás
de él, y más detalles absorbo. Como su piel es oscura, como si viviera en
una isla. Su grueso y sedoso cabello. Y el color: cálido y rico marrón, con
toques claros por el sol.
Como que se me caen los pantis por la forma en que sus labios se
curvan lentamente mientras una chica se inclina, tocando su antebrazo.

Mi cuerpo se derrite un poco más y Mags agarra mi mano.

—Jesús, Luce. Creí que habías dicho que no te gustaba.

Mi cerebro apenas procesa sus palabras antes de que Dec esté


moviéndose por la multitud hacia nosotras, sosteniendo un vaso ámbar
en una mano mientras alcanza cortésmente a Maggie con la otra. Observo
su palma abierta tocar su hombro, observo el calor en sus ojos mientras
él la saluda. Echo de menos tener amigos chicos, el intercambiar
palabras. Los seguidores de Dec nos rodean mientras él se mueve de
Mags a mí.

—Lucy Rhodes. —Me da su radiante sonrisa y, en vez de hacer un


chiste sobre el programa o decir que soy su hermana Rhodes favorita, él
solo pregunta—: ¿Cómo has estado?

Dec tiene hoyuelos. Me distraen por un segundo, sus hoyuelos y


cabello oscuro y rizado. Finalmente, mi cerebro procesa la pregunta.

—Bien. —Le sonrío—. ¿Tú qué tal?

Él asiente educadamente. —Me alegro de tener un descanso.

—Apuesto a que sí. Te he visto jugar. Mi abuela es tu mayor


admiradora.

Dec escucha con aparente interés cuando le cuento que mi abuela


Zelda lo veía jugar desde su silla eléctrica, con su tablet en el regazo,
mirándole el culo.

—Es una buena cosa que ella no esté aquí —bromeo—. Podrías
disparar su presión arterial.

—¿Quieres una pelota firmada para ella?

—Oh, Dios mío, ¿en serio? Eso sería sorprendente.

Una chica con el cabello marrón rizado está colgando en el brazo de


Dec mientras él se endereza un poco y mira alrededor de la habitación.
Se vuelve hacia ella. —Sarah, disculpa, ¿te importaría?

Y así, el novio de la pelota nos está conduciendo a Mags y a mí por


las puertas dobles de la habitación y de vuelta por el pasillo, disparando
mierda sobre la naturaleza enmarcada, un subproducto de la obsesión
de Walden por la vida de su abuelo, y nos conduce a una esquina, a una
puerta cerrada.
Él mira a su alrededor antes de abrirla, y luego gesticula a Mags y a
mí a una escalera.

—No las llevo a la planta baja.

—¿Estás seguro de que no te importa? —pregunto.

Él hace un murmullo despectivo. —Me alegro de escapar.

—Sí, es agotador —dice Maggie, jugando con sus Valentino.

Declan baja su bebida y la pone en una escalera. —Recuérdame


hacerlo de camino.

Mis ojos permanecen en su trasero, que realmente es increíble. La


abuela Zelda siempre dice que puedes equilibrar un centavo en él, y creo
que tiene razón.

Estoy pensando en lo que le diré cuando choco con la espalda de


Maggie.

Oh. Así que nos detuvimos.

Supongo que estaba perdida en mis pensamientos, porque todo lo


que entiendo de lo que está diciendo es—: Un poco reabastecimiento...

—Demonios, sí —dice Dec, asintiendo.

Los ojos de Maggie se cruzan con los míos sobre su hombro. Ella
sonríe culpablemente.

—Entiendo. —Asiento. Maggie y la coca. Sé que lo hace para


mantenerse flaca, que supongo que es el porqué me molesta. Es delgada
y naturalmente en forma de Barbie. Barbie de los ochenta. Es más,
Barbie parecería gorda comparada con Mags.

Saca una bolsa, luego corre hasta el rellano, donde el barandal es


plano. La veo extender el polvo con su tarjeta Visa, y Declan le entrega
un billete enrollado.

—Gracias, amigo.

Y luego veo a Maggie y Dec Carnegie inhalar algunas líneas. Dios.


Supongo que no debería estar sorprendida. Es un hombre en sus veinte
con una jodida tonelada desechable, mejor que sean aspirables, pero es
extraño porque él es un jugador de béisbol profesional.

Me llama la atención, me da una triste sonrisa. — No le digas a la


abuela.

—Nunca.
—Luce es genial —dice Maggie—. La cocaína no es lo
suficientemente pura para ella.

Dec inhala, su gran pecho se expande. Parpadea lentamente. —


Mierda. Esto es limpio, Mags. ¿De quién la compraste?

Los sigo por las escaleras, sintiéndome como un niño mientras


discuten la conexión de esta área con el polvo de calidad.

Nos condujo por el segundo piso por un largo pasillo de madera con
una alfombra oriental. Puedo decir que es auténtica por las fibras cortas
y ásperas. Las falsas son siempre un poco demasiado esponjosas.

Dec va a la derecha, llevándonos por varios dormitorios bellamente


decorados, todos con camas king-size, varias con ropa de mujer dispersa.
Las dos puertas al final del pasillo se abren un poco.

Dec empuja una antes de dar vuelta, sacudiendo la cabeza como si


se diera cuenta de que es la puerta equivocada. Se vuelve hacia la puerta
del otro lado del pasillo, pero no antes de echar un vistazo al dormitorio
más elaborado de todos, con dos mujeres en topless descansando en la
cama.

Tengo que trabajar para parpadear mientras nos lleva a lo que


resulta ser una biblioteca.

Maggie entra primero, y Dec se inclina más cerca de ella. —Hueles


bien, Mags.

Ella se pavonea. —Es personalizado. Roja. Sabes, Roja Dove, la


diseñadora que usa perfiles de olores.

Dec me muestra una sonrisa, como si ambos estuviéramos


confundidos y encantados, y Maggie le golpea en el brazo. —No te burles
de mí. Dijiste que te gustaba.

Declan levanta las manos. —Oh, sí.

Unos minutos más tarde, tiene una cesta de pelotas llenas de


suciedad en el escritorio y está garabateando. —Para Zelda. —Me doy
cuenta de que la firma—. De Homer Carnegie.

—¿Te gusta tu apodo?

Él guiña un ojo. —Nadie preguntó.

—Lo has conseguido de un reportero deportivo, ¿verdad?

El asiente. —Buena memoria. Ustedes, chicas del sur y los deportes.


—Nos gusta jugar —dice Maggie con una sonrisa.

Dec me da la pelota y la guardo. Tiende una bolsita a Maggie. —


¿Intercambiamos?

Miro sus músculos ondular a través de la tela de su camisa cuando


se inclina e inhala una línea en su escritorio. Le ofrece algo a Maggie,
pero ella niega. —Soy peso ligero.

Él sonríe. —Ojalá yo lo fuese.

Todavía me siento un poco decepcionada, y estúpidamente ingenua,


cuando entramos en el pasillo de abajo. ¿Qué vería? ¿Que los jugadores
de béisbol estaban todos atrapados en la década de 1920 con Babe Ruth?

Declan probablemente puede hacer lo que quiera. ¿Quién le haría


una prueba de drogas? Es demasiado importante para los Medias Rojas.

Mags y Dec se pierden en la conversación, apuntando a una pintura


en la pared, cuando una chica rubia con coletas y un vestido rojo muy
corto camina por el pasillo hacia mí.

—¡Oh Dios mío! ¡Lucy Rhodes! —Lanza sus brazos flacos alrededor
de mí, llenando mi nariz con Chanel mientras su pecho presiona mis
tetas. Cuando se aleja, todavía mirándome, siento el olor a vodka—. Eres
jodidamente mi favorita. ¡La más joven! ¡La valiente!

Asiento con educación. —Esa soy yo.

—Oh, Dios mío, esa vez que… —Chasquea los dedos, buscando
borracha—. La cosa con el auto.

Asiento de nuevo, todavía sonriendo falsamente. —Golpeé al novio


de mi hermana Celia, Chad.

—Oh, sí. —Chasquea los dedos de nuevo—. ¡El folló a esa otra chica!

—Lo hizo. —Dejó a otra chica embarazada. Golpearlo era totalmente


para la cámara, pero esta chica borracha no entendió el mensaje.

—Eso fue jodidamente increíble —dice. Extiende una mano—. Soy


Jules. De Playboy.

Correcto. De ahí es donde la conozco. —¿Fuiste Playmate del Año


hace un rato?

Ella se ríe, un sonido gutural. —¡Sí! Hace dos años, en el ‘14. ¡Eso
me recuerda! ¿Podemos tomar una foto? ¿Para mi Instagram?
Me tardo un minuto para procesar lo que dice: quiere tomar una foto
conmigo para su cuenta Instagram.

Si es ella lista-C1, supongo que soy lista-B2, pienso cínicamente.

Mi boca está pegada en una sonrisa purgatoria cuando llega un


camarero, entregándonos las dos copas de chardonnay. Tomo un largo
sorbo, luego otro y otro mientras ella habla sobre lo mucho que ama el
show. Mis dedos están cruzados en mis Louboutins para que olvide la
foto.

No tengo suerte. Sus pestañas revolotean como si pudiera


desmayarse, pero luego se espabila, chocando conmigo. —¡Oh, Dios mío,
la foto! Bueno.

Levanta su iPhone, y rezo por alguna distracción. Cualquier cosa.


Aprieto los dientes.

Y entrando al pasillo está Bryce Parsons.

Parpadeo hacia su rostro familiar cuando el cristal se rompe y siento


algo líquido derramándose sobre mis dedos.

1 Un actor de lista-C es un actor de personaje conocido por su rostro y no por su nombre. Por lo
general, siguen siendo buenos actores, pero reciben menos notoriedad que un actor de A o B.
2 Los actores de lista-B son generalmente actores de televisión o estrellas de cine menos exitosas.
CAPÍTULO 3
Lucy
Adrenalina recorre mi cuerpo, y hago la cosa más estúpida que
puedo: abro la puerta de las escaleras y me apresuro a subir, hacia donde
están todas las habitaciones. Al lugar de la casa que no tiene salida.

Todo el dolor y terror de esa noche, cosas que no sentía, se precipitan


a mí dos años más tarde. Difícilmente puedo subir las escaleras, mis
zapatos resbalan y mi mano agarra el barandal. Cuando estoy cerca de
la puerta del segundo piso, escucho pasos en la escalera detrás de mí, mi
cabeza y pecho están frenéticos y rápidamente me congelo, como en una
pesadilla.

Un golpe de aire fresco toca mis mejillas mientras me meto en el


vestíbulo del piso de arriba. Derecha, luego izquierda. ¡No sé a dónde ir!
Corro a toda velocidad derecho. Hay chicas en la cama de Dec. Y el tiempo
se ralentiza mientras mi corazón late y mis manos buscan a tientas el
pomo de la puerta.

Estoy tan perdida en mi horror, que no me doy cuenta de que hay


alguien detrás de mí hasta que escucho una voz y me volteo.

—Wow… —Es la chica de abajo, la Playmate borracha. Saca sus


brazos como si quisiera agarrarme. Se detiene mientras sus ojos se
estrechan—. ¿Estás bien?

No puedo pensar, solo quiero alejarme, llegar a una habitación


segura. Asiento de forma automática, luego me apresuro dentro de la
habitación de Dec. Donde parpadeo ante una maraña de cuerpos
desnudos en la cama.

Este tipo no es Dec.

La Playmate me toca, diciendo algo. Me aparto, mis pies moviéndome


hacia la pared mientras miro la escena delante de mí.

El tipo del moño. Es él, ahí en la mitad. Una chica rubia le lame el
pecho. La otra tiene la mano en sus pantalones desabrochados. Así que
no tiene mucho sentido para mí que los ojos del chico se ensanchen en
alarma. Sus manos están empujando a las chicas.
La Playmate me toca el brazo, luego trata de envolver su brazo
alrededor de mí. No puedo evitarlo, empiezo a sollozar.

A lo lejos, soy consciente de gente moviéndose. Más que ver al tipo


del moño lo siento moviéndose hacia mí, y por alguna razón, eso me hace
llorar más fuerte.

Oigo su voz baja vibrar a través del aire y escucho a la Playmate


decir algo. Pero no estoy procesando. Caigo en los recuerdos.

—Estoy tan cansada —murmuro tirando de la mano de él—. Vamos


a sentarnos por un minuto.

—Hay una fiesta en la planta baja.

—Lo sé... pero eres el anfitrión. Seguramente puedes tomarte un


minuto libre. ¿No quieres acurrucarte con tu novia?

—No. No quiero. —Envuelve los brazos alrededor de mí, tirándome


contra su pecho antes de arrojarme sobre su cama grande—. Quiero follar
a mi novia.

Caigo sobre mi espalda y reboto, me levanto y coloco las manos en


mis rodillas.

—Bryce, estoy cansada, estuve toda la noche hablando con Maggie


sobre Benjamin.

Su mirada se vuelve extraña, al principio creo que tiene algo que ver
con Maggie, pero cuando se acerca a mí, tomándome los brazos con sus
manos grandes, lo olvido.

—Mucho mejor. —Bryce aprieta mis muñecas.

—¿Qué quieres decir con mucho mejor? —Trato de alejarme, pero


Bryce no me deja. Él hace esto a veces, como si estuviera jugando, pero
es… raro. Aprieta con más fuerza—. ¡Bryce eso duele! Acuéstate y te daré
una mamada si estás tan caliente.

—No necesito eso Lucy. Tengo mis propias manos.

Mi corazón late con fuerza mientras lucho contra él.

—Tengo boca. —Mi voz está temblando, su mirada sigue siendo


extraña. Como… un poco exagerado—. Bryce… esto no es divertido. Suelta
mis brazos ahora.

—No lo creo.

—Déjame ir.
Se ríe mientras lo pateo. —Nunca me lo das cuando quiero. Eres una
calientapollas.

—No, no lo soy. Me estás volviendo loca.

Se acerca más. —Soy tu novio, Lucy… —Sus manos caen a mis


brazos. Huele a sudor y jabón.

Apurada, vuelvo a la realidad, con el tipo del moño frente a mí. Su


cara es amable. Preocupada. Sus ojos color avellana son cuidadosos.
Gentiles. Mis ojos se deslizan por su grueso pecho.

Presiono mi espalda contra la pared. Ese tatuaje en su pecho… el


que tiene el pájaro. La corona.

Inhalo profundo mientras mi cuerpo comienza a dudar. —Eres… tú.


—Parpadeo. Su rostro es familiar. Mi mente aún está confusa. ¿Me estoy
volviendo loca?

Sus labios se curvan con una sonrisa juguetona. —¿Quién soy?

—¿Príncipe Liam?

La sonrisa en su rostro con una ligera barba es tan radiante como


me habría imaginado o tal vez mejor.

—Me encontraste —murmura.

Parpadeo hacia él. Príncipe Liam. Pero es raro porque su cabello es


más claro y largo, y tiene una barba descuidada.

—Eres tú… —Trago fuerte, para calmar mi garganta seca—. ¿Qué


le hiciste a tu cabello? —digo con una voz suave.

Se ríe. —¿No te gusta?

Pasa su mano sobre él, revelando su gran bíceps y bellos bajo el


brazo.

—Está largo —susurro.

—Sí. —Sonríe y es esa sonrisa. La triste, dulce y tímida sonrisa. La


que siempre pensé que había imaginado cuando la vi en línea—. Lo dejé
crecer mientras viajaba.

Asiento. La gira mundial del príncipe Liam. Siento la atracción de mi


mirada hacia su cuerpo como un imán. No la dejo ir allí, así que no miro,
no realmente, pero veo la oscuridad de sus calzoncillos. Son negros
carbón. Las Joyas de la Corona. Sigo asintiendo mientras mi cara se
sonroja.
—¿Lucy?

Tomo una respiración temblorosa para poner conciencia sobre mí.


Parpadeo por la habitación, está vacía ahora, solo él y yo.

Su mano toma mi codo, llevando mi atención su antebrazo


musculoso. —Oye… ¿estás bien?

Mis ojos se encuentran con los suyos. Asiento. ¿Qué tan mal estaba
cuando entré aquí?

Mis mejillas arden cuando comprendo cuan avergonzada debería


estar. Entré cuando hacían un trío. Los interrumpí con mi histeria.

Lágrimas me pinchan los ojos. Parpadeo rápidamente y tomo una


respiración profunda.

—Estoy bien. —Doy otro fuerte asentimiento.

Asiente lentamente. Sus ojos en mí son serios, como si lo supiera.

Camina hacia la cama y agarra un par de vaqueros. No puedo evitar


verlo mientras se los pone.

Querido Señor, su cuerpo es asombroso. Trato de no mirar allí, pero


mis ojos no obedecen.

Veo su bulto.

Las Joyas de la Corona. Creo que estaba equivocada sobre el tamaño


de las cosas. Probablemente sí se pone mejor.

Distraigo mi maltratada mente con pensamientos sucios mientras él


toma una camisa y se la pone. Camina hacia la cama, toma un trozo fino
de tela rosa y la mete en su bolsillo. Dios mío, guardó una tanga.

La vergüenza se apodera de mí, pesada y sofocante.

Me vio tener un ataque de pánico.

En el que me rompí absolutamente.

Me da una sonrisa amable mientras se inclina hacia la puerta.

—Te daré un minuto. Parece que la fiesta se acabó de todas


maneras.

Se detiene un momento antes de abrir la puerta.

Parece que tal vez se va a disculpar, pero… ¿por qué?


¿De qué tiene que avergonzarse? Finalmente inclina la cabeza un
poco. Con sus ojos en los míos y en el último segundo entra al pasillo.

La puerta se cierra detrás de él.

Cuando estoy segura de que no regresará, bloqueo la puerta.

Liam
Relajo la mano en el cabello de Carolina y arrastro las puntas de mis
dedos por su cuero cabelludo. Más suave. Ella está chupando mi polla,
supongo que es lo menos que puedo hacer.

Debo estar loco porque sus labios son como un maldito guante, pero
no me puedo venir. Ni con todo el whisky o cocaína en mí. Esa mierda
nunca parece perturbarme.

Dejo que me chupe de nuevo con su garganta caliente y apretada y


flexiono mis piernas, gimiendo mientras Suzie me muerde el pezón.

Mierda. Mis bolas están apretadas, mi polla late...

Sigo viéndola.

Exhalo mientras la lengua de Suzie avanza hacia mi ombligo. Dios,


esto se siente tan jodidamente bien, pero...

La suave mano de Carolina me cubre las bolas, y sé que en ese


momento no sucederá.

Con otro gemido, me levanto y alejo sus cabezas. Dos pares de ojos
maquillados se elevan a los míos. Mis amigas se distraen fácilmente con
la sugerencia de que nos detengamos e inhalemos unas cuantas líneas
más de coca. Dejo la bolsa en la cómoda en la habitación, diciéndoles que
volveré.

Poniéndome los pantalones en la sala oscura, miro hacia la puerta


de la habitación de Dec, la que he estado usando. Todavía estoy muy
duro. Corro mi mano sobre mis abdominales desnudos, tratando de
pensar en lo único que sé que matará una erección, la razón por la que
soy una porquería y estoy viviendo una larga resaca. Solo tarda unos
segundos en funcionar.

Ella no está aquí, me digo. Ya no. Pero no descansaré hasta que la


revise.
Por razones que no puedo explicar, soy silencioso y cuidadoso
mientras giro el pomo de la puerta para abrirla. La oigo antes de verla,
pequeños resoplidos mezclaos con suaves y tristes quejidos: secuelas de
lágrimas.

La encuentro acurrucada en la cama, frente a una pared, de


espaldas a mí. Algo caliente penetra mi pecho. Mi primer pensamiento es
que debería irme, dejarla en paz, pero estoy moviéndome, caminando
hacia ella, mi cuerpo tenso, agitado y acalorado.

—¿Lucy?

Se mueve tan rápido, que me sorprendo, en un momento está


acurrucada a un lado, al siguiente, está erguida con los brazos afuera y
la sabana cayendo a sus caderas.

Incluso con la mente nublada, noto su cara muy pálida, como antes.
Hacen que sus labios parezcan rojos y sus ojos muy oscuros.

Su bonito cabello negro cuelga alrededor de su rostro. Mi polla se


mueve.

Imbécil.

A pesar de la buena disposición de mi cuerpo, me siento inseguro.


Es una sensación inusual. Me quedo allí mirándola fijamente. Eso es lo
que estoy haciendo cuando pone las manos sobre sus ojos, vuelve a
desplomarse y esconde la cara en la almohada.

Veo sus hombros temblar. Esa es la única razón por la que no voy.
Eso es lo que me digo.

Nunca he sido bueno en dejar a una mujer. No si tiene algún tipo de


necesidad. Y Lucy Rhodes necesita... algo.

Dudo un momento más antes de acercarme a la cama. Mi mirada


baja por mi pecho desnudo. Debo apestar a alcohol y sexo, pero aun así...

Le toco el hombro. Su cuerpo se dobla, la veo a través de las sábanas


y exhalo lentamente.

¿Debería irme?

¿Qué puedo ofrecerle?

Por una vez, una mujer no quiere mi polla, o peor, coca. Esta mujer
no me quiere aquí. Pero no puedo irme. Es mi cama, después de todo, mi
cuarto mientras estoy con Dec. No puedo dejarla llorar.

—¿Luce? —intento. Soy un idiota. Como si fuéramos amigos.


Sus hombros tiemblan de nuevo, y no puedo detenerme, me inclino
sobre la cama. Miro como mi mano va a su cabello oscuro. Mierda,
siempre me ha gustado el cabello de una mujer. Es jodidamente suave...
miro sus sedosas trenzas, todo mi cuerpo quieto, menos mis dedos,
sintiendo algún movimiento de ella. Si se pone nerviosa, me digo, me iré.

Pero... Lucy no lo hace. En todo caso, creo que la siento calmarse


mientras juego con sus gruesos y brillantes mechones y le froto el cuero
cabelludo. No tiene que saber que es un movimiento que perfeccioné para
las mujeres que chuparan mi polla. No le pregunté si le gusta, pero debe
ser agradable, porque siento que sus músculos se relajan. Siento que se
hunde un poco más en el colchón.

—No te preocupes, no estoy aquí para molestarte. —No sé por qué


digo eso. No sé por qué salen tan malditamente escocesas. Cursé la mayor
parte de mi educación en América, luego en Londres un poco antes de
irme. Pero yo soy de Gael. Supongo que tenemos el sonido escocés…

Puedo sentir sus hombros hundirse con su baja exhalación.

Así que la alivié.

Tal vez.

Eso espero.

Aparto el cabello de su cara y soy recompensado por un vistazo de


su delicado oído. Es tan pequeño, tan... bonito, si un oído puede serlo.
Es una lucha no besarla allí, besar su lechosa garganta. Estoy duro otra
vez, y me siento como un bastardo.

Hermosa…

Quiero decir la palabra, pero espero. No importa ahora mismo. Lo


que sea que haya pasado, ser hermosa no está en su mente.

Y, sin embargo, lo es. Es tan hermosa como cuando estaba en mi


pantalla plana, de vuelta a cuando yo solía ser un idiota con ella en su
traje de baño en la piscina de su familia.

Trato de compensarlo ahora con su cabello. No se mueve y no retiro


mi mano. Me siento un poco orgulloso. La tengo tranquila. Tal vez se
sienta mejor ahora. Su nombre está en mi lengua, voy a preguntarle qué
le molesta, cuando oigo un pequeño resoplido.

Me quedo quieto y escucho, siento el movimiento de su respiración.

Y allí está de nuevo: otro diminuto ronquido.

Lucy Rhodes se quedó dormida en mi cama.


CAPÍTULO 4
Lucy
Después de que el príncipe Liam se fue, me acurruqué en la cama.
Tiré del edredón sobre mí, así nadie que entrara a la habitación vería mi
vestido si se levantaba, revelando mi tanga negra. Así que, si Bryce me
seguía aquí, esta vez habría una pequeña barrera entre nosotros.

Entonces me quedo allí, con el corazón latiendo tan rápido que


puedo sentirlo en mis ojos palpitantes, mis manos temblando tanto que
las enredo y las meto contra mi pecho. No podía respirar, en absoluto.
Era peor que cuando el príncipe y sus mujeres se quedaron
boquiabiertos. Mucho peor estar sola.

Y justo entonces, como si Dios estuviera cuidándome, sentí algo


duro contra mi sien. Mis manos temblorosas buscaron entre las sábanas,
encontrando una botella de... ¿whisky? No pude leer la etiqueta. Ni
siquiera estaba segura del idioma. Retiré la parte superior y confirmé mis
sospechas. Entonces tomé unos cuantos tragos largos.

Normalmente, no solía beber para alejar la tristeza, pero me ayudó


a sentirme más estable. Segura y tranquila como para arrastrarme hasta
las almohadas, presionar mi mejilla en la seda fría y llorar.

Todo es cálido y turbio ahora. Incluso mi miedo...

Debo bajar, pero no puedo hacer que mis lágrimas dejen de caer. Me
vuelvo a cernir a través de las mantas, encuentro el whisky y tomo un
poco más. Se siente como fuego en mi garganta y estómago. Pero me
gusta. Me siento mejor. Solo un poco. Me acurruco, mi último
pensamiento anunciado con una pequeña sonrisa, el príncipe Liam, de
todas las personas. Él era agradable, pienso entumecida.

Y cuando me despierto, al principio creo que estoy soñando. Él está


aquí en la habitación conmigo, solo. Mirando hacia su pecho. Sus brazos
son más gruesos de lo que creía que serían. Y su cabello... tiene cabello
largo y ligero. Una barba desaliñada. Se ve moreno, como un pirata.
Como un viajero.

La humillación enfría mi lujuria. Que él me viera tan asustada. Que


cualquiera me viera. No puedo mirarlo. Saber que él solía verme en
televisión lo hace mucho peor. No soy esa chica. Y esa es la verdadera
razón, la razón por la que me he alejado. Me mudé a Colorado. Porque
no, nunca volveré a ser esa chica. No puedo volver. Creen que me
conocen, pero no lo saben. Mi mente gira. Aún estoy borrosa por el
whisky.

No siento miedo cuando él se hunde a mi lado en el colchón. Su


mano toca mi cabello. Mi corazón late fuerte, pero no hay miedo. Su voz
es suave. Su voz es hermosa. Y no me importa. No me importa nada.

Las lágrimas caen de mis ojos mientras su mano me acaricia. Es


gentil, oh, tan gentil, y no lo sabe. No sabe de mí. En qué se está
metiendo, incluso estando en esta habitación conmigo. Ya no soy una
chica normal, ya no. Y él es un príncipe.

Estoy borracha. Con ese pensamiento, me duermo.

●●●

Me despierto en la oscuridad.

La habitación es negra, y el brazo de alguien está a mí alrededor. Por


un ciego y espantoso segundo, el miedo se aprieta mi corazón, tan duro
y doloroso que jadeo.

Y luego lo huelo. No estoy segura exactamente dónde estoy en este


momento. Pero huelo loción después de afeitar y jabón, un poco de
protector solar y un poco de sudor, y mi cuerpo sabe que es él.

El príncipe Liam.

Liam, príncipe de la Isla de Gael, está acostado en esta cama detrás


de mí. Unas cuantas respiraciones cuidadosas y tranquilas y estoy
bastante segura... que está durmiendo.

Santo Hello Kitty. El príncipe Liam está durmiendo junto a mí. Mi


cuerpo se enrojece de felicidad y horror.

¿Cómo llegamos aquí? ¿Qué diablos está pasando? Y luego siento


sus dedos en mi cabello. ¡Su mano está en mi cabello, ahora mismo! Se
durmió frotándome el cabello.

Mis ojos vuelan hacia las ventanas: oscuras. ¿Qué hora es? Mi bolso
está en algún lugar de esta habitación. No estoy segura de dónde.

Cierro los ojos y trato de mantener mi respiración incluso mientras


recuerdo los acontecimientos de la noche. Abajo, hablando con la
Playmate. Bryce. Mi cuerpo se sacude por el recuerdo, y puedo sentir el
cuerpo del príncipe Liam duro como una roca contra el mío. Grande,
ancho y duro. Él se envuelve a mi alrededor como un escudo.
El calor florece entre mis piernas.

Me asusté, y él me vio. Me avergoncé y entré a una especie de trío.

¿Por qué regresó?

Es su cuarto, imbécil. Probablemente estoy en su habitación de


invitados. Respiro profundamente y siento su fuerte brazo apretándome.
Siento su cara contra mi cuello, la aspereza de su barba desaliñada. El
calor se extiende a través de mí. Luego se agita un poco más y hace un
sonido bajo en su garganta. Y luego siento su boca contra mi cuello. Sus
labios…

Me está besando.

No quiero hacer un sonido, pero luego siento que se presiona contra


mi espalda. El terror burbujea en mí. —¡Detente!

Me alejo, y él está despierto. Sus ojos, los veo en la oscuridad. Están


amplios. Él se empuja hacia arriba en su brazo y levanta su mano.

Lo miro frotar sus ojos. Mirar alrededor. Luce confundido.

—Te quedaste dormido —ofrezco.

Parpadea como si no entendiera mis palabras. Luego las procesa. Él


toma mi mano y la cuna en las suyas mirándome a los ojos.

—¿Estás bien? —pregunta con voz baja, sus palabras salen con
acento escocés.

—Estoy bien.

Sacude la cabeza lentamente, al menos creo que lo veo hacer eso.


Entonces simplemente me está mirando. Con esos ojos avellana.

Dios mío, es maravilloso.

Sus manos resaltan la mía. Luego se acuesta y me tira a su lado. Me


envuelve contra su cuerpo, y noto que ya no está empujando su polla
contra mí.

—Hueles bien —murmura—. Tienes buen cabello.

—¿Estás borracho?

Creo que veo sus labios temblar. —No me emborracho.

Me doy la vuelta para enfrentarme a él. Me saca el pelo de la frente.


Luego me besa. Es tan suave, tan cuidadoso, que no puedo evitar
responder. Sabe a canela, como el licor. Su boca explora la mía, su lengua
deslizándose más allá de la mía, su gran mano en mi cabello otra vez.

Me besa hasta que no puedo respirar, y luego se aleja. —Tá tú


álainn3.

Arrugo la frente.

Él sonríe, esa sonrisa suave y hermosa. —Gaélico. —Inclina su


frente a la mía. Él dice otra cosa que no entiendo, luego besa el lado de
mi boca, sus labios tocando suavemente los míos.

Siento que su rodilla moverse, como si estuviera moviendo sus


caderas, y no puedo evitar acercarme para otro beso. Le toco los hombros
mientras, y puedo sentir su cuerpo tenso bajo mis manos. Su lengua se
desliza a mi boca y él gime.

Mierda. Lo beso más profundo y su cuerpo duro contra el mío. Sus


manos están sobre mi cabeza; me jala más cerca, hasta que estamos
presionados juntos, del pecho a las caderas.

Dice algo bajo y suave, que suena como—: En nome de todo lo que
es santo...

Luego su mano está sobre mi hombro, apretando. Su mano está


apretando, y entonces él está agarrando mi pecho.

Me muevo contra él, jadeando entre besos. Mi cuerpo arde con calor
y miedo. Mi corazón revuelto. La adrenalina casi me supera al sentir su
cuerpo duro contra el mío, su pecho bombeando, su aliento caliente. Lo
estoy perdiendo cuando su mano sale de mi pecho y se desliza alrededor
de mi cadera para acunarme contra su cuerpo.

Dios, nunca me han manejado de esta manera, como si... yo fuera


todo. Es duro y luego suave, firme y luego tierno, desesperado todo el
tiempo. Puedo sentir la calidez de su respiración, puedo oír el patrón de
sus inhalaciones irregulares.

Su mejilla se presiona contra la mía, y puedo sentir el calor de su


cuerpo. Se inclina, su pecho todavía bombeando. Pongo mi mano entre
sus pectorales. No puedo evitarlo. Es tan perfecto. Mis dedos vagan hasta
la marca por encima de su corazón, el tatuaje que se hizo cuando era
más joven.

Trazo el dedo por su pecho, y su abdomen se endurece. —Cristo. —


Creo que se encoge contra mí.

3 Es gaélico-irlandés, significa “eres hermosa”


Lo juro por Dios, puedo sentir el pulso de calor entre mis piernas.
Algo me supera, algo grande e imprudente: poder.

Froto la yema del dedo sobre el bello que baja hacia sus pantalones,
y ahí es cuando veo su rígida erección.

Mi cerebro explota con recuerdos de perfección envueltos en


calzoncillos húmedos. No estoy pensando. Solo toco.

Él aspira una respiración aguda. Toco la cabeza regordeta y perfecta,


odiando la barrera de tela entre mi mano y su piel. Liam gime, su longitud
apunta hacia mí.

Lo miro a los ojos y los encuentro nublados. —Lucy…

—¿Quieres que lo toque? —Mi voz es sensual, no es mi voz en


absoluto.

Lo estoy frotando antes de que tenga la oportunidad de responder.


Su aliento se atasca. Entonces gime bajo en su garganta y comienza a
jadear. Sus ojos están cerrados, los encuentro mientras froto su gruesa
polla a través de sus pantalones. Su mano se cierne sobre la mía como si
quisiera agarrarme. Sus largos dedos se curvan en un puño.

Llevo mis dedos a lo largo de él, sorprendida de encontrar que es


aún más grande de lo que pensaba. Sus pesados párpados se elevan un
poco. Señor, es jodidamente guapo. No creo haber visto nunca a un
hombre más perfecto, y este, sin camisa, jadeando mientras se presiona
contra mi mano, me excita tanto que quiero follarlo.

Santo infierno, quiero follar al príncipe Liam.

Trato de agarrarlo a través de sus pantalones, acariciar sus pelotas,


esperando a que salte sobre mí y me tire en la cama. Esperando que me
asuste.

Pero no lo hace.

Solo termina de cerrar su gran puño sobre mi brazo e inclina la


cabeza hacia atrás sobre la almohada, gimiendo a través de su mandíbula
cerrada mientras desabrocho sus pantalones y alcanzo sus calzoncillos
negros. Puedo ver la cabeza de su polla muy bien. Veo el borde de esta.
Froto la yema de mi dedo sobre ella y él murmura una maldición.

Su mano se desenrolla, el costado de sus dedos tocando mi muñeca.


Llego al interior de sus calzoncillos y envuelvo mi mano alrededor de él.
Aun así, no detiene mi brazo. Observo su rostro mientras aprieto mi mano
y lo acaricio. Puedo sentir sus caderas temblar. Doblo el borde de sus
calzoncillos e intento tirar de ellos hacia abajo. Él levanta sus caderas y
tira de ellos hacia abajo por sí mismo. Miro con los ojos muy abiertos a
lo que tiene que ser una polla de veinte centímetros y las pesadas bolas
debajo. Joyas de la Corona.

Toco sus bolas y las veo erguirse bajo mis dedos. Corro mi mano
desde la base de su polla hacia la punta. Sus ojos se abren en una
respiración profunda.

—Mierda…

Oh, Dios mío, ¿eso es un poco de líquido pre-seminal? Siento una


ráfaga de calor entre mis propias piernas cuando parpadeo. Por primera
vez en dos años, me aprieto. Me siento ávida. Necesitada.

Santo infierno, tengo que tenerlo.

Mi cabeza da vueltas mientras me subo encima de él, montando sus


caderas mientras sus ojos se alzan para encontrarse con los míos. Se
flexiona debajo de mí, y un silbido de miedo me atraviesa. Miedo de que
me tirará y se pondrá encima de mí. Que tomará mis muñecas y las
apretará. En cambio, el príncipe Liam me mira con ojos oscuros,
sonriendo como un pirata mientras su mano me frota la rodilla.

Tiro de mi vestido hacia arriba y lucho con mi tanga. Mis manos


están temblando demasiado para sacarla. Me froto contra él, jadeando.
Liam gime.

—Cristo Todopoderoso… —Su mandíbula se aprieta mientras


gruñe—: Lucy. —Luego arranca mi tanga.

Dice algo más en lo que me doy cuenta de que debe ser gaélico.
Luego se estira hacia abajo y se acaricia a sí mismo. Con los dedos de su
otra mano, roza mis labios. Frota uno de sus dedos contra ellos,
haciéndome temblar.

—Joder, eres hermosa…

No sé cómo lo sabe porque sus ojos están cerrados, pero me encanta


cómo luce su rostro. De repente es todo lo que puedo hacer para
permanecer quieta. Y entonces no puedo más. Estoy temblando mientras
tiro de su polla lejos de sus increíbles abdominales. Mis piernas tiemblan
cuando me levanto, sosteniendo su eje, empujando su gruesa cabeza
contra mi entrada.

Sus labios están separados ahora, sus ojos todavía cerrados. Me


hundo lentamente en él y lo veo retorcerse, sus rodillas elevándose hacia
mí mientras lo llevo más profundo, tanto que no puedo dejar de
lloriquear.
Sus manos aprietan mis caderas, no demasiado duro. Y entonces
me está levantando, sus musculosos brazos tensionándose de modo que
mis piernas no tienen que hacerlo. Sus poderosos abdominales
ondulando con cada empuje: se levanta un poco, dejándome hundirme
en él. Pongo mis manos sobre las suyas y uso mis piernas para elevarme
y dejarme caer, tomando el control de las cosas. Tomando el control
porque tengo que hacerlo.

Él no me lo permite completamente. Liam marca el paso, sus


grandes respiraciones señalando el ritmo de nuestro empuje. Me estoy
empujando, utilizando los músculos bien afilados de mis muslos, pero
sus manos alrededor de mis caderas están presionando también.

Cuando me hundo, me inclino, pellizcando sus pezones en


ocasiones, extendiéndome detrás de mí para alcanzar y cubrir sus bolas.
Sus gemidos son fuertes y rotos. Su rostro está tenso, casi dolorido, y me
encanta cuando siento la piel de gallina en su piel.

Luego algo cambia… cambia el ángulo. Cuando me llena… pierdo el


control. No puedo evitar que los sonidos salgan de mi garganta. No puedo
detener la forma en que me inclino de lado contra su rodilla, aferrándome
con mi brazo. Escucho nuestros gemidos.

—¡Oh, Dios! —Estoy tan llena. No creo que nunca hubiera estado
tan llena…

—Eso es —murmura, empujando con más fuerza.

Cuando me levanta, estoy desesperada por él, luchando para volver


a enterrarme en esa enorme polla. Mi piel hormiguea con sudor. Mi boca
está abierta; no puedo respirar…

Siento que se endurece más, se hincha y se tensa, estirándome.


Cuando estoy otra vez llena de él, me muelo a su alrededor.

—¡Oh, Dios mío!

Estoy justo en el borde. Me saca de encima y me apresuro a


agarrarme de sus brazos y a presionarme de nuevo hacia abajo. Mis
dedos rozan sus caderas, y luego me empuja hacia abajo con fuerza.
Estoy tan profundamente llena, mi cuerpo empieza a temblar. Mi
estómago se estremece, y mis ojos se abren justo a tiempo para descubrir
que me está mirando.

Sus labios están curvados, sus ojos llenos de lujuria.

Hago la única cosa en la que puedo pensar para igualar la situación,


bajando para alcanzar y rodar sus enormes bolas en mis dedos
temblorosos. Una caricia, seguida de un tirón suave. Siento que su polla
late fuerte dentro de mí, haciendo que me incline sobre él. Ahí es donde
me encuentro cuando exploto: justo encima de su impecable pecho. Por
solo un segundo, sus manos acarician mi rostro. Sus ojos se posan en
los míos, su boca todavía abierta con placer, sus gruesos pectorales
moviéndose debajo de mí.

—Luce. Maldita sea.

Es una exultación.

Me siento tan bien ahí con él, que no puedo moverme por un largo
momento. Él se acaba de correr en mi interior y se siente tan bien.

Me maravillo de lo… bien que me siento. Cuán cansada y bien y…


bien.

Deslizo mis uñas por sus costados. —Mmm. —Sonrío.

Liam se ríe, un sonido gutural.

Siento sus labios en mi frente mientras se inclina hacia arriba, el


rápido golpecito de su palma sobre mi cabello. —Eres jodidamente
perfecta, Lucy Rhodes.

Se empuja sobre uno de sus codos, sosteniéndome contra él por un


momento, un gran brazo alrededor de mí.

Entonces lo dejo ir, y se aleja de la cama. —Déjame traerte algo.

Me hundo en las sábanas, esperando la tormenta: un


estremecimiento o un sollozo. Pero nada viene.

Regresa sonriendo, y sonríe más ampliamente cuando nuestros ojos


se encuentran. En vez de entregarme el paño caliente y húmedo, se mete
bajo las sábanas, sus nudillos rozando mi vientre mientras estira la tela
sobre mí y pone su mano ahí, como si ofreciera alguna bendición sin
palabras sobre mi vagina.

Empiezo a reír, y se ríe conmigo. —Eres un verdadero príncipe, Liam.

Sonríe. —Me lo han dicho.

Y es tan natural, no me siento ridícula limpiándome bajo las


sábanas con él ahí a mi lado.

Me estiro sobre mi espalda, recuperando el aliento. Estoy pensando


en lo triste que voy a estar de tener que levantarme cuando se acuesta a
mi lado, su gran hombro golpeando el mío. —Estuviste increíble —dice
con voz grave. Y de alguna manera, no es condescendiente o extraño. Solo
muy, muy genuino.
Me río como una adolescente tonta.

Se vuelve sobre uno de sus costados, apoyando la cabeza en su


mano mientras me mira. Luego se acuesta de espaldas, envuelve un
brazo alrededor de mí, me acerca, y me besa justo debajo de la oreja. Una
de sus piernas frota la mía. Hace un sonido suave y masculino, y luego
cae dormido como si lo hiciéramos todas las noches. Me acuesto despierta
mirándolo en la oscuridad. ¿Quién es este hombre? Corro mi palma
abierta sobre su cabello, el cual soltó en algún momento cuando yo no
estaba mirando. Se relaja un poco más contra mí, y me gusta. Ese es el
último pensamiento que tengo antes de despertar en una cama vacía.

Liam
Varias horas después
—No puedo creer que hiciste eso.

Me encojo de hombros, pasando mi antebrazo por mi boca


reventada.

—Sabes que tenemos que irnos ahora, ¿verdad? —pregunta mi


primo Heath.

Aprieto los ojos. Veo pequeños destellos de estrellas amarillas,


pulsando al mismo tiempo que el latido de mi corazón. —No tenemos que
hacerlo.

Él suspira, presionando el Range Rover. —Ain dice que sí.

—Que se joda Ain. —Mi jefe de seguridad es un militar de clase


mundial. Estoy seguro de que se estará cagando en los pantalones si sabe
lo que acaba de caer.

—Este es el momento equivocado para una mierda como esta, y lo


sabes. —Para drama, se refiere Heath.

Tiene razón. Definitivamente es el peor momento para drama. No es


que me importe una mierda.

—Ain tiene nuestras cosas en el jet.

Cierro los ojos mientras gira a la derecha, conduciendo demasiado


rápido en dirección al aeropuerto privado.

—Espero que esto valiera la pena —dice Heath.


Sonrío, incluso aunque eso me abre el labio sangrante.

Valió algo más que la pena. Sabiendo que estoy regresando a Gael,
no puedo pensar en otra cosa que me haría sentir tan bien.
CAPÍTULO 5
Lucy
Más adelante esa tarde
—¿He visto antes ese traje de baño?

Bajo mi iPhone, donde estoy perdida en un e-book. Incluso con mis


gafas puestas, tengo que entrecerrar los ojos para mirar a Amelia, que
está acostada en la silla a mi lado, a pocos centímetros de la piscina de
mi familia.

Le doy una mirada divertida. —Um, ¿ayer?

—¿Es ese? ¿El amarillo?

Sonrío. —Sí. Ese mismo. —Pongo mi teléfono sobre la mesa a mi


lado y alcanzo mi Martini de limón—. Debes de haber estado más
borracha de lo que pensaba.

—¿Tenía los pequeños ojales? —Amelia tira de su bikini blanco,


como para reforzar que está hablando de mi traje de baño.

—Síii —digo riéndome.

Ella niega, tocando sus labios. —Te juro que... solo te ves diferente.
—Entonces su boca se abre lentamente. Sus ojos estallan—. Lucille
Sutton Rhodes... —Pone su mano sobre su boca, ahogando un chillido.
Comienza a rebotar—. ¡Estuviste con Mags la última vez que te vi! Mags
llegó a casa con la camiseta de Dec. Cuando Char y yo te buscamos
después de que vimos a Bryce, no te encontramos. No hasta como las
cinco de la madrugada. No nos preocupamos porque Mags estaba con
Dec cuando había echado a Bryce. Charley seguía pensando que te había
visto, pero estaba destrozada. —Amelia se sienta en su silla y me da una
palmada en el brazo—. ¡LO HICISTE! ¡Tuviste sexo! ¿Quién fue? ¿El primo
de Dec, Trent? ¡No! ¡Fue Stephen Reece!

La golpeo. —Es grosero y tiene los dientes raros.

—¡Oh, mi maldito Dios, Luce! ¿Quién fue?

No puedo dejar de reír. —Nunca lo adivinaráaaaas.

—¡Es mejor que me lo digas, perra! ¡Soy tu mejor amiga!


No puedo evitar la amplia sonrisa en la cara. —Por eso no puedo —
susurro.

—Noooooo, no lo hiciste. ¡No, no lo hiciste! ¡Dios mío, no me lo dijiste!


¡LUCYYYYY!

Salto de mi silla, y me lanzo en bola de cañón en la piscina. Siento


los dedos de Amelia deslizarse en mi brazo antes de llegar a la superficie.

—¡PERRA! —grita.

Abro los ojos bajo el agua, agarrando su parte superior del bikini. Se
lo quito y lo tiro lejos de ella. Ella agarra mi cabello y lo jala.

—Más te vale... —jadea mientras tratamos de no hundirnos—… ¡que


me digas todo!

—De verdad es grande —grito.

No estoy segura de quién es más ruidosa, Am o yo. Llegamos a las


escaleras de la piscina, golpeándonos, doblándonos en risas histéricas,
avergonzadas y exaltadas, Amelia partiéndose de risa sin razón alguna.

—¡Jesucristo en una galleta! ¡Lucy Rhodes! ¿Viste a Joyas de la


Corona con tus propios ojos?

—Los ojos de mi vagina. De primera mano —cubro mi cara con


ambas manos, apoyando mi espalda contra el escalón superior mientras
me río.

—¡Estás sonriendo como el gato Cheshire!

—¿De verdad? —Estoy sonrojada también.

—Así que fue bueno. Asombroso. ¿Cómo demonios…?

Me encojo de hombros, luego salto hacia arriba, prácticamente


saltando a mi silla. —Solo sucedió.

—¡Santa maldita vaca! Necesito detalles. ¡Ahora mismo!

Me sorprende que me alegre dárselos. Se siente bien tener una


historia propia por una vez. Se siente bien... vivir... supongo que es lo
que hice anoche. Que Bryce estuviera allí, bueno, fue para mejor.

Cuando salí de la habitación de Liam, descubrí que estaba siendo


vigilada por su equipo de seguridad.

—Fue un poco como un cuento de hadas —digo con presunción.

—¡Qué perra suertuda!


Le saco la lengua, pero no puedo evitar sonreír.

Paso la siguiente hora contando cada detalle, desde enloqueciendo


por Bryce hasta la forma en que el príncipe Liam jugó con mi cabello.

—Sé que suena loco. Sin embargo, se sintió bien. Simplemente... no


lo sé. Me hizo sentir segura.

Amelia sonríe sobre el borde de su Manhattan. —Esto hace mi día.

—Aun así, fue cosa de una noche. —Sigo en las nubes unas horas
más tarde, cuando Char y Maggie salen, con gafas de sol oscuras,
buscando Advil y Gatorade.

A los cinco minutos de su llegada, todo el mundo sabe casi todo. Es


vergonzoso. Ridículo. Fabuloso.

—Casi quiero ver tu coño, Luce. Como, conseguir su autógrafo o algo


así. —Charley sonríe.

—Eso es súper desagradable y de ninguna manera.

Mientras me levanto para dar la vuelta en mi silla, Maggie salta de


su asiento, caminando al borde del césped con su teléfono presionado en
su oreja. Todavía estamos discutiendo cuán hermosas son las Joyas de
la Corona cuando ella se vuelve hacia nosotros, teléfono en la mano. Su
rostro es un poco pálido, con la boca abierta.

—Oh, Dios —dice Charley, al mismo tiempo que digo—: ¿Qué pasa?

Ella sacude la cabeza, agitando su teléfono. —Siéntense. Y no se


preocupen. No es tan malo. Solo... —parpadea—, sorprendente. Luce,
siéntate.

Me hundo en mi silla. —¿Qué?

Las cejas de Maggie se disparan. —Bryce —dice bruscamente—, está


en cuidados intensivos. Le patearon el culo anoche. En la playa detrás de
la casa de los Parsons.

Mi corazón salta a mi garganta, donde gira por un enfermo segundo,


luego se hunde lentamente en mi estómago. —¿Qué pasó?

Maggie sacude la cabeza. —Nadie lo sabe. Fue Dec el que llamó. Está
muy extraño al respecto. Pero no fue él. Quiero decir... —Se mastica el
labio.

—Supongo que eres su testigo —murmura Amelia.


—¿Lucy, estabas con el príncipe Liam para entonces? —me pregunta
Mags.

Asiento, y no las corrijo cuando me doy cuenta de que no lo estaba.


No toda la noche, de todos modos. Me desperté a las cuatro y quince sola
en la habitación de Liam y no salí hasta casi las 5. Cuando entré en el
vestíbulo, uno de sus guardias me dijo que surgió algo urgente y que
sentía que tuviera que irse. Me imaginé que era probablemente lo que
decía a las chicas de una noche, pero no afectó mi ánimo.

—Escuché que Bryce ha estado apostando —dice Charley—. Desde


que estuvo aquí, desde que llegó ayer. Me pregunto si perdió una mano.

Amelia se encoge de hombros, sus labios inclinados hacia abajo. —


Lo que va, regresa. —Así es cómo sé que me ama, que mi súper dulce
mejor amiga diría algo así—. Me alegro de que no haya sido yo, porque
podría haber sido yo.

—El karma es una perra. —Charley está de acuerdo, mirando sus


uñas.

Maggie sigue mirando su teléfono, ahora envía mensajes. —Luce. —


Levanta la mirada—. Dec dice que la policía puede hacerte preguntas.
Solo porque... —Se encoge de hombros.

No hay necesidad de decirlo; todos sabemos por qué.

Asiento, y Maggie vuelve a bajar la cabeza.

—Dice que las imágenes de seguridad te tienen con “tu invitado” …


—Gira los ojos—. Hasta las seis y diez de la mañana

—Pero eso no está bien —dice Amelia.

Mi estómago se tensa.

Los ojos de Maggie encuentran los míos.

—¿Viste a Bryce? —pregunta Charley—. ¿El príncipe Liam te vio ver


a Bryce?

Sacudo la cabeza. Pero él me había visto perder mi mierda.

—Sabía algo, ¿verdad? —pregunta Amelia. Esa chica puede leerme


como un libro.

—¿Tiene un jet azul y blanco? —pregunta Maggie.

—¿Cómo voy a saber? —Me levanto, presionando mi Martini contra


mi mejilla caliente.
—Uno se fue hoy temprano. Con destino al este —dice Mags. Para
entonces dejaba la casa de Dec. Fue entonces cuando lo vi. ¿No es la
bandera de la Isla de Gael blanca y azul marino?

Mi mente está girando.

—No voy a decir que eso sería romántico —comienza Maggie.

—Tampoco voy a decir caballero con brillante armadura —interviene


Amelia.

—Lucy, ¿le diste a un asesino... o como... qué pasó? —Char no


puede evitar que la sonrisa se extienda por su rostro.

Aprieto mis ojos cerrados, frotándome las sienes. —Chicas. Necesito


una siesta, creo.

—Creo que el príncipe acaba de vengar tu honor, querida —dijo


Maggie.

No sé qué pensar. Pero sé cómo me siento. Esa noche, sueño con él


cubriéndome, su cuerpo como un escudo. Cuando me despierto por la
mañana, me doy cuenta de que no tomé mi Zolpidem4. Dormí toda la
noche.

●●●

Pasamos tres semanas en Southampton, como en los viejos tiempos.


Unos días después de que nos enteramos de lo de Bryce, Maggie me dice
que la policía no vendrá a mí, y Bryce se va a recuperar. Nadie lo
menciona de nuevo, y no pienso demasiado en eso. Solo pienso en el
príncipe Liam.

No puedo imaginar un propósito cósmico detrás de nuestro


encuentro en la fiesta de Dec, aparte de mi propia curación. Apenas
hablamos, y sin embargo dormimos juntos y compartimos sexo increíble.
Fue dominante pero no controlador, gentil pero no condescendiente,
amable pero no falso. Dejó a sus guardias junto a mi puerta y se fue a
hacer algo que nadie más habría podido hacer: le dio una patada en el
trasero a Bryce.

¿Quién haría pagar al Liam? ¿Las autoridades de su país? Sí, claro.

La prensa todavía no se ha dado cuenta de la historia, pero en


nuestro círculo, todo el mundo sabe que el príncipe Liam lo hizo.

Mientras camino al Aeropuerto Internacional de Denver, agarrando


el portador de gatos de Grey a mi pecho mientras camino a lo largo de

4 El zolpidem se usa para tratar problemas de sueño (insomnio) en adultos.


una de esas bandas transportadoras, paso a un hombre sosteniendo lo
que juro que es una foto del príncipe Liam. Me giro un poco mientras su
transportadora lo lleva rápidamente en dirección opuesta, y noto que hay
un animal en el fondo. ¿Un caballo? Debe ser una revista de caballos. La
isla de Gael es conocida por la cría de caballos.

Probablemente tengo casi todas las populares revistas de caballos


esperándome en el buzón de correo en mi casa de East, pero de todas
formas me detengo en una librería del aeropuerto. Resulta que hay una
pared entera dedicada a revistas. Encuentro el magnífico rostro de Liam
sonriéndome desde debajo de un sombrero de vaquero en la cubierta de
La Competencia Ecuestre.

Así que sí, tendré me llevaré. Y estoy totalmente comprándola aquí


y ahora.

Encuentro un carrito para equipaje, agarro mis maletas busco mis


maletas, y amarro el portador de Grey a la parte superior, y camino
lentamente a mi coche sonriendo a la portada de la revista todo el camino.

Podría haberme unido a Snapchat con un casual nombre de usuario


encubierto y seguirlo. Y sí, tal vez revise su Instagram tres o cuatro veces
al día. ¿Y qué? No estoy lastimando a nadie. Es un enamoramiento, y es
divertido, y se siente bien.

Merezco sentirme bien, ¿no?

Sí, me digo mientras saco mi 4Runner negra del estacionamiento.


Merezco totalmente sentirme bien.

No estoy siendo irracional ni rara. No espero que me llame. Ni


siquiera sé si volveré a verlo. Estoy agradecida de haberme ayudado a
restaurar mis partes de dama.

El viaje a Estes Park toma alrededor de una hora y media desde el


aeropuerto. Conduzco un buen pedazo de ella en la interestatal
veinticinco, cortando hacia el norte. Sonrío a la portada de mi revista una
o dos veces y a un tranquilo Grey que está despertando de su sedante
para gatitos. Paso el resto del tiempo escuchando a Taylor Swift. Nunca
fui realmente fan de ella antes de Southampton este año, cuando Charley
de todas las personas me enganchó. Encontrándome con Taylor una o
dos veces en las fiestas no lastimó.

Doy vuelta a la izquierda en la autopista sesenta y seis y sonrío


mientras me dirijo a partes más rurales. Los osos tallados en madera en
los estantes de la carretera, las tiendas de marihuana y estos adorables
puestos de helados para el verano me saludan como viejos amigos. La
pequeña ciudad de Lyons está llena de turistas bebiendo café frío,
escuchando música en vivo bajo las sombras de las montañas Rocosas,
revisando el arte Nativo Americano. Bajo mi ventana y dejo mi cabello
suelto porque maldición, se siente bien regresar.

Es cierto que hui de Georgia, hui de todo el sur de Estados Unidos,


cuando vine aquí, pero también es cierto que estoy hecha para un lugar
como este. Es rural como mi nativa Georgia, pero sin el terrible calor. Es
más tranquilo aquí sin el juicio que obtendría allá. Y es hippie. Siempre
hay puntos por lo hippie.

La carretera entre Lyons y Estes es tortuosa y espesa con el tráfico


turístico. Maldigo a los de estados lejanos como Massachusetts y Texas.

—¡Solo váyanse, maldición!

Paso un par de ellos, acelerando la 4Runner, amando el tirón de la


gravedad contra la velocidad del coche, justo apenas manteniéndome en
mi carril mientras vuelo. Montar a caballo es así para mí, también
imprudente y liberador y solo un poco peligroso.

Eso es otra cosa que me encanta tanto en casa como aquí: caballos.
Y campos, lagos y bosques. La naturaleza.

El sol se está poniendo mientras subo la última colina ante de la


señal de Estes Park y el mirador donde se pueden ver las Rocosas, y el
valle de abajo. Dios, este es un lugar precioso. El cielo sin nubes, añil
oscuro. Las montañas han perdido la nieve que tenían hace tres
semanas. Se ven tan verdes y exuberantes. Al igual que el paisaje de la
isla de Gael, que he descubierto que está justo al noreste de Escocia.

Sonrío de nuevo hacia mi revista y sigo conduciendo, a través del


adorable centro de la ciudad, con su mezcla de caramelo fresco,
restaurantes orgánicos, cervecerías de mamá y papá, joyerías, galerías de
arte, y lugares donde se fabrican pasteles caseros. Me dirijo hacia el
Bosque Nacional de las montañas Rocosas, pasando por el emblemático
Hotel Stanley y subiendo unas cuantas colinas antes de ver el cartel a mi
derecha para el Rancho Flagstaff.

El rancho está bordeado de una cerca hecha con troncos de madera,


hay un camino delgado pavimentado pasando por debajo de un arco con
un letrero hecho de hierro forjado negro donde se lee RANCHO
FLAGSTAFF. Doblo la curva, entrando en una arboleda de álamos, y
desviándome a la derecha para revisar mi buzón, uno de seis. El azul.

Es una caja grande, lo cual es bueno, porque tengo un montón de


correo.
Le subo a la música y comienza la canción “This Love” del álbum
1989 de TaySwift cuando paso lo que nosotras las chicas de Georgia
llamamos “la casa grande” a mi derecha. Es una casa de rancho de dos
pisos que pertenece a Frank y Frieda Smith, un equipo que cría caballos
campeones y buenos amigos de mi papá desde la universidad.

Maurice, una de los empleados del rancho, vive en la cabaña más


cercana a ellos. Paso las casas de Bucking Bill, el cocinero; Sheila
Adamson, una persona que habla con los caballos y a tiempo parcial te
lee la mano; y Juan Fernández, un gurú de ganado, antes de serpentear
hacia delante por el camino, entre los árboles en la base de la ladera, a
mi propio lugar: Flagstaff Inn, una mansión de la época de la fiebre del
oro a finales de 1800, un descanso para personas con enfermedades
pulmonares.

Un arroyo rocoso con agua helada fluye detrás de la casa. Puedo ver
pájaros volando desde sus perchas en los árboles mientras me estaciono
entre dos abetos.

Más recientemente, la casa era una posada, pero Frank y Frieda lo


cerraron después de que mamá y papá les contaran en el verano del 15
que yo no estaba bien (me habían transferido de Rhodes a UGA para
compartir habitación con Amelia, y todavía no podía hacerme salir de la
cama) y habían mencionado el deseo de trabajar con caballos.

Había montado en el Rancho Flagstaff unas cuantas veces durante


las vacaciones y competir en competencias de caballos desde que tenía 8
años, así que creo que mi familia se sintió aliviada cuando lo mencioné.
Amelia y yo salimos de UGA en las vacaciones de primavera y manejamos
hasta aquí juntas, y ella se quedó una semana extra conmigo,
asegurándose de que estaba bien antes de regresarse.

Desde entonces, he pasado la mayor parte de los días con Frank,


Frieda, o ambos, aprendiendo los puntos finos de las épocas atractivas
ecuestres, la entrega del potro, y el entrenamiento. Un poco sobre las
carreras también. Este verano tenemos a Dear Abby (Ayuda, por favor)
en el rancho. Ella fue una de las corredoras de Belmont en el 2014.

Subo los escalones del porche lentamente, arrastrando mis maletas,


casi siendo estrangulada por la bolsa de viaje Vuitton colgada sobre mi
brazo y alrededor de mi cuello. Bajo el guacal de Grey, luego dejo caer
todo en el porche, desbloqueo la puerta y tecleo el código de acceso en el
sistema de seguridad.

Entro e inhalo profundamente. Esta casa huele increíble, como a


lavanda que tengo en una de las ventanas, madera vieja, gamuza y
chimenea. Es el retiro “occidental” perfecto, y me siento afortunada de
poder alquilarlo por un tiempo más.

Algunas personas podrían pensar que se siente solo, pero para mí


es perfecto. Armé grandes rompecabezas en una mesa junto a la
chimenea en un salón delantero. Pasé horas en la antigua biblioteca,
bebiendo whisky en un vaso de cristal.

Hay un pequeño rincón debajo de las escaleras, con un banco


cubierto de terciopelo, un montón de almohadas y una lámpara de pared,
que está empapelada con un patrón de hojas. No tengo ni idea de lo que
es exactamente, pero a veces cuando quiero sentirme cómoda, tomo un
libro y me siento con las piernas cruzadas en una de las almohadas.

La cocina es enorme y no es moderna en la más encantadora de las


maneras. Dado que los huéspedes de la posada nunca iban, todo es de
madera dura astillada y fregaderos hondos y grandes. La nevera es
aguamarina pálida, hecha en 1974, si la etiqueta engomada dentro de la
puerta es correcta.

Arrastro mi equipaje dentro del vestíbulo, luego me siento sobre la


alfombra en el vestíbulo de entrada y libero a Grey. Me da una mirada
enojada, luego se escabulle.

—Bienvenido a casa a ti también.

Paso los siguientes pocos minutos recorriendo las escaleras, tocando


las pequeñas cosas que extrañé ver y observando la forma en que la luz
solar cae a través de las ventanas.

Hogar.

Esto se siente como hogar para mí justo ahora.

Voy al baño de la acogedora sala de estar y sonrío ante el reflejo.


Luzco tranquila. Saludable. Me siento bien. Es… raro. E impresionante.

Mientras hago pis, voy a Snapchat y veo un video del primo del
príncipe Liam tirándose de lo que parece ser un catamarán. Presto
atención cuando me estiro por el papel sanitario. Las puntas de mis
dedos rozan el rollo de cartón unas cuantas veces antes de bajar el
teléfono y parpadear.

—Hmm. —Me inclino hacia adelante, abriendo el gabinete justo


delante de mí. No hay nada en mi alcance, salvo una caja de tampones.

Tampones…
Mi mente destella a mi maleta mientras empacaba anoche, a la caja
pequeña, sin abrir, encerrada en el compartimento de ropa interior.

En el espejo, veo mi cara contorsionarse.

Creo que me voy a enfermar.


CAPÍTULO 6
Lucy
Dos líneas.

Dos malditas líneas.

Dos pequeñas líneas rosadas en el palito.

Oh, Dios mío.

Simplemente. Oh, Dios mío.

¡Estoy EMBARAZADA!

Dejo caer el palito en el mostrador en el baño de arriba y retrocedo


lentamente lejos del espejo. Pongo mi mano en mi rostro, solo para
confirmar que esto es real. Mis dedos tiemblan contra mi mejilla.

Me paseo entumecida en mi habitación y me quedo de pie al lado de


la cama. Ni siquiera me doy cuenta de que he llamado a Am hasta que el
teléfono comienza a sonar en mi oído.

—Hola, adorable.

—¿Amelia? —Sueno entrecortada.

—¿Luce? ¿Qué pasa?

Empiezo a reírme maniacamente. —Amelia, oh, Dios mío. Mi jodido


Dios.

—¿Estás bien?

—¡Para nada! ¡Estoy EMBARAZADA!

—Estás… ¿qué?

—Embarazada —me lamento—. ¡Del bebé del príncipe Liam! Oh,


Dios mío estoy…

—Siéntate. Lucy, ¿estás sentada?

—¡No! —grito.
—¡Pues siéntate! ¡Ahora mismo! Siéntate y dime cuando lo hayas
hecho.

Me subo a la cama, lágrimas de pánico brotando en mis ojos.

—¡Estoy embarazada! ¡Estoy embarazada, estoy embarazada, estoy


jodidamente embarazada! ¡Mierda, jodida! ¡Jodida mierda!

—Vamos a respirar hondo. ¿Estás segura?

—¿Por qué la gente siempre pregunta eso? —Mi voz se rompe—. ¡Por
supuesto que estoy segura! —Las lágrimas fluyen por mis mejillas.

—Había dos líneas…

—¡SÍ! Llevo dos semanas de retraso. No me había dado cuenta.

—Mierda.

—¡Voy a tener un niño de la realeza! Un bastardo de la realeza. Oh,


Dios, Am ¿y si él lo roba?

—¿Lo roba?

—¡Sí! ¡Es un niño de la realeza! ¡Sangre azul! ¿Qué pasa si lo


secuestra para que crezca en el castillo?

Amelia ríe. —Lucy, cálmate. El príncipe Liam ni siquiera creció en el


castillo. Fue a K-12 en América.

—Bien —susurro, limpiando mis ojos.

—Asumo que quieres conservar al bebé.

—Sí. —Trago fuerte—. Es mío. —Siento la presión de las lágrimas


detrás de mis ojos, pero no puedo dejarlas salir. Están atascadas.
Extiendo mi mano sobre mi vientre—. Estoy embarazada. Amelia, estoy
jodidamente embarazada.

—Suena como que lo estás.

Nadie dice nada.

—Voy a ir —dice—. Ahora. Puedo conseguir algo de tiempo libre si…

—¡No! No tienes que tomar tiempo libre de la pasantía. —Parpadeo


alrededor de mi dormitorio, con sus muebles antiguos de roble y papel
desteñido de flores. Me siento como si estuviera en un lugar nuevo. En
otro planeta.
—Oh, Dios mío, Amelia, ¿y qué con los paparazzi? ¿Cuándo vean mi
vientre?

—Usa camisas holgadas.

—¿Para siempre?

—Muy holgadas. ¡Chaquetas!

—Me convertiré en una ermitaña.

—Las tiendas de comestibles hacen entregas. Incluso ahí, creo.

—Necesito privacidad. ¡Necesito queso!

—¿Qué?

—Queso. Necesito un poco de queso. —Con una última mirada al


palito de orina en la mesita de noche, empiezo a bajar—. Mis piernas
están temblando.

—¡Agárrate a la baranda! ¿Hay una baranda en las escaleras? No me


acuerdo.

—Sí. —Dejé salir otro pequeño medio sollozo.

—Oh, cariño. Está bien. Vas a estar bien.

Abro el refrigerador, sintiéndome vacía mientras parpadeo hacia los


estantes vacíos. —Mierda. No tengo queso. No he estado aquí. ¡Este
paquete de queso tiene moho!

—No necesitas queso mohoso.

—No tengo comestibles. —Mi voz se rompe—. ¡Mi bebé morirá de


hambre!

—Oh, Dios, Luce. ¿Estás bastante segura de que es suyo?

—¿Estoy bastante segura? ¿Con cuántos chicos crees que me acosté


en Southampton?

—No lo sabía. Solo comprobando.

—Muchas. Gracias.

—Aww, Luce. Un bebé —arrulla ella.

—Sí. —Enciendo la luz de la cocina y abro la despensa—. ¿Comen


palomitas? ¿Frijoles verdes enlatados? ¿Guisantes negros enlatados?

—Nada de cosas enlatadas. Por la listeria.


—¿Eso no es un lavado de boca?

—No. Oh. Dios, Luce. Necesitas ver a un médico. Como de


inmediato.

●●●

A medida que pasa el tiempo, me paso una semana viviendo lo que


solía ser mi vida, despertando al amanecer para cuidar de los caballos,
trabajando a Dear Abby (Por Favor, Ayuda) la mayoría de los días, incluso
corriéndola y saltándola. Internet dice que a menos que tu estómago
sobresalga más allá de los huesos de la cadera, caerse de un caballo no
debería herir al bebé. No a menos que te golpees la cabeza y yo estoy
usando un casco.

Me digo que solo le estoy dando al bebé un poco más de tiempo para
desarrollarse. Así que cuando vaya al médico, puedo escuchar un latido
de corazón y saber que el embarazo es viable. Tengo vitaminas
prenatales. Las he tomado por años, para el cabello y uñas.

En la noche, hago maratón de Netflix en mi iPad y miro mi estómago


mientras duele inferior baja, algo como el bebé pateando en mi interior.
¿El bebé es lo suficientemente grande para patear? Una búsqueda rápida
de Google revela que no, el bebé no es lo suficientemente grande para
patear todavía. Él o ella solo es del tamaño de arándanos.

Le envió un mensaje a Amelia. —El BBR es del tamaño de


arándanos.

Sé que es horrible: BBR significa Bebé Bastardo Real. Lo juro, es con


cariño.

Algo sobre el nuevo estatus del bebé siendo del tamaño de una fruta
me hace querer ver a un médico. El bebé tiene latido ahora, o debería.
Doctor Google me dice que está desarrollando “brote de orejas”, sea lo
que sea.

Necesito ver a este bebé. Quiero escuchar sus latidos.

A la mañana siguiente, llamo al obstetra más brillante y cercano,


mientras Grey mira desde su posición elevada en el mostrador de la
cocina, lamiendo petulantemente sus patas. Una recepcionista amable,
que espero que no conozca a nadie en Hollywood o Georgia, me dice que
ha habido una cancelación: puedo ir a la una y treinta de esta tarde.

—Claro —digo. Me sorprende el tono de mi propia voz. Sueno tan


indiferente, como si estuviera bien con todo esto.
Recojo mi cabello con una gorra y uso pantalones de entrenamiento
con una camiseta larga y tenis. Mis Raybans no salen hasta que llego y
a salvo dentro del elevador. Mientras entro en la gran sala de espera,
dividida por la mitad por una librería gigante, lucho por ver las barrigas
de las otras mujeres evitando el contacto visual.

Qué manera de ser rara, Lucy.

Debato usar un nombre falso por un minuto antes de comenzar todo


el papeleo. Garabateo “Lucille” tan mal como sea posible, esperando que
quien tenga que introducirlo en la computadora pueda leerlo, mientras
que cualquier otro que la vea sea un completo despistado.

Las preguntas sobre ETS hacen que mi corazón salte a mi garganta.


Me pregunto por décima vez por qué no me importó lo suficiente como
para preocuparme por un condón esa noche. Pero lo sé, si soy honesta.
Es porque estaba tan borracha. Me subí a su polla como un paseo en la
feria. No pensé dos veces.

Froto mis cejas recién sacadas, cavando mis dedos en mi frente.

Al menos el sexo fue bueno.

Unos minutos más tarde, entrego mi portapapeles y el pequeño


bolígrafo cuando una de las puertas al lado del escritorio de la
recepcionista se abre, y una enfermera pequeña con el cabello negro y
rosado puntiagudo escanea la sala de espera.

—¿Lucille?

Bendita sea esta mujer por no decir “Rhodes”. Me abalanzo hacia


ella, sonriendo en lugar de usar palabras reales, ya que las mías son
obviamente sureñas. A pesar de que mi familia se quejaba de que perdiera
mi acento desde que me mudé aquí, los de Colorado lo piden todo el
tiempo.

La mujer me pesa, toma mi presión arterial, y escucha mis latidos


mientras evito respirar en su rostro y rezo para que mi desodorante esté
aguantando. Odio que me examinen. Nunca fue cómodo con los artistas
de maquillaje y los peluqueros en LRdC.

Julie, según su nombre en su placa, me da una pequeña taza y un


pequeño cuadrado que, después de encerrarme en el baño, veo que es
una toallita húmeda empapada en alcohol.

Oh, Dios.
Me paso un minuto mirando fijamente la taza de pis antes de
sentarme en la pequeña cornisa metálica cortada en la pared. Entonces
le tomo una foto.

Salgo de nuevo al pasillo y voy a la habitación que Julie me dijo que


sería mía. No espero a nadie por al menos quince minutos, así que le
envío la foto a Amelia. ¡Espero un Asqueroso! En su lugar ella responde
¡JUGO DE BEBÉ! Y yo respondo con ¡ASQUEROSO!

Mientras miro la pequeña burbuja en mi teléfono, mostrándome que


ella está escribiendo, la puerta se abre y Julie vuelve a aparecer, luciendo
una gran sonrisa y sosteniendo un pequeño palo rosado.

—¡Aquí está! —Lo sostiene hacia mí—. Estás embarazada.

El palillo muestra dos líneas, más una lectura digital:


EMBARAZADA.

—Pensé que podrías querer guardarlo. —Sigue sonriendo como si


hubiera ganado la lotería. Mi sonrisa en respuesta es reflexiva.

—Seguro.

Siento una confusa calidez mientras deslizo el palito en mi bolso, a


pesar de que técnicamente tiene pis.

Me inclino sobre mis brazos, haciendo que la mesa con papel


cubriéndola se arrugue.

La enfermera me da una sonrisa fruncida. —¿Te conozco de algún


lado?

Me encojo de hombros, actuando tranquila mientras mi corazón


corre. —No lo sé. ¿Lo haces?

Sus ojos se ensanchan mientras su mano vuela a su boca.

—Estabas en E! ¡En las noticias!

—¿Sí?

Asiente con vehemencia.

—¡Esta mañana! Estaba desayunando. Lo veo todos los días


mientras desayuno —confiesa—. Eres una de las chicas Rhodes. —
Sacude su cabeza mientras sonríe—. Debería haberlo notado cuando vi
su historial médico. Dice Lucille, pero a ti te gusta Lucy.

Asiento, tratando de sonreír cortésmente.

—Pero dejaste el espectáculo, ¿y ahora estás viviendo aquí?


Asiento, arqueando una ceja.

Ella recibe el mensaje entonces, gracias a Dios: que no quiero hablar


de LRdC. —Voy a sacarte unos frascos de sangre y te sacaremos de aquí.
—Toma varios paquetes de plástico de un gabinete, mirando por encima
del hombro mientras pregunta—: ¿Tienes preguntas?

Mi corazón hace un salto lento, que termina cerca de mi garganta.


—¿Cuál es la tasa de aborto espontáneo?

—Basándome en tu último período, te pondría en alrededor de…


demonios, vamos a hacer una ecografía.

—¿Ahora mismo?

—¿Por qué no? —Sonríe, colocando su palma sobre una pantalla de


TV que está encima de un carro rodante.

Inhalo lentamente. —Sí. Bien.

—Primera vez, ¿eh?

Asiento, sintiéndome agradecida cuando no pide más detalles.

Unos minutos más tarde, mi vientre inferior está cubierto de gel


fresco y es pinchado con una varita, y estoy mirando fijamente a una
pequeña mancha en la pequeña máquina de ultrasonido portátil.

—Oh, Dios mío. Un bebé —murmuro—. ¡Es un bebé de verdad! Mi


bebé…

Ella ríe. —Ese es tu bebé. ¿Ves esto? —pregunta, señalando a la


línea blanca irregular corriendo a lo largo de la parte inferior de la
pantalla—. Eso significa que el bebé tiene un latido. Lo que significa que
—dice ella—, las probabilidades de dar a luz mejoraron. —Toma algunas
notas, luego dice—: Parece que estás de siete semanas y tres días más o
menos.

—Así que si quiero sentirme menos preocupada —digo mientras


limpia el gel de mi estómago—, ¿necesito llegar a las doce semanas?

Asiente. Su rostro es simpático. —Estoy segura de que debes tener


mucho en tu mente. Doce semanas pasarán antes de que te des cuenta
si te mantienes ocupada. Y creo que lo harás.

Bajo mi camisa. ¿Qué significa eso? Mi mirada viaja a mi dedo


anular, y decido que debe ser eso.

—No estoy casada, pero está bien —aseguro—. No soy ultra


conservadora como algunos sureños.
—Oh no, querida. Estar casada no era lo que quería decir.

Frunzo el ceño mientras me siento.

Ella me da una mirada inquisitiva, como si se preguntara dónde dejé


mi cerebro. —La demanda —dice en voz baja.

—¿Demanda?

Su rostro se apretuja mientras sacude su cabeza. —Tú no… —Tiene


la buena gracia de bajar la mirada a sus zapatillas. La veo temblar
mientras sus ojos regresan a los míos—. ¿El chico Parsons?

Mi corazón se detiene.

—¿Qué?

—Oh, es solo que las noticias dijeron que había traído una demanda.
Por violar un contrato. Por tantas cosas. Una de esas... —Chasquea sus
dedos—. Un acuerdo de privacidad. ¿Así se llaman? ¿Una violación del
acuerdo de privacidad?

Creo que estoy asintiendo. Lo siguiente que sé es que varios rostros


están mirando por encima de mí.
CAPÍTULO 7
Liam
Es mi culpa.

Aprieto mis dientes en el interior de mi mejilla mientras miro mi


teléfono.

Rhodes es demandada por ex-prometido, heredero de la tienda


de comestibles Parsons.

En el silencio de la biblioteca del castillo, el iPhone hace clic


mientras deslizo mi pulgar sobre la pantalla otra vez. Varios nuevos
tweets en el último minuto. Twitter está explotando por la historia de E!
Noticias. Explotando como desearía explotar el cráneo de ese hijo de puta.

Tomo el resto de mi whisky y vierto otro vaso lleno. Después de solo


un momento de vacilación, lo bajo, también.

Solo entonces dejo salir un largo suspiro. Puedo sentir mi ritmo


cardíaco calmarse, mis hombros aflojarse.

El rugido de estrés que ha tomado residencia en mi cabeza estos


últimos seis meses se calma un poco, así que puedo ignorarlo si lo
intento. Incluso esta nueva furia, hacia Bryce Parsons, por lo que hacía
entonces y lo que está haciendo ahora—ha perdido su ventaja.

Me froto los labios, contemplando los riesgos y beneficios de matar


al hijo de puta. Me encanta este sentimiento: la extraña y fría rabia de
emociones fuertes distorsionadas por el licor. Me río en la oscuridad. No
la oscuridad exactamente. Más justo... azul.

Me levanto y camino hasta una de las ventanas, mirando hacia Cold


Sound. En la oscura luz azul, el océano parece negro y engañosamente
plano. En la luz brillante, puedes ver los casquillos blancos pequeños de
la corriente que acomete entre el borde del norte de la isla de Gael y la
minúscula isla Sheep de treinta metros hacia fuera. La corriente allí es
brutal: inaccesible por la mayoría de los barcos.

En épocas pasadas, cuando Gael estaba bajo amenaza, la familia


real sería llevada lejos por el barco especial y ocultada allí entre la oveja.
Siento un leve golpe de anhelo de un escape tan limpio antes de que mi
mente vaya a Lucy.
Lucy Rhodes.

Reviso Twitter de nuevo. Dejo salir el aliento que he estado


sostenido.

Jodido Parsons.

Cuando Lucy se quedó dormida aquella noche, su cuerpo se apoyó


contra mi pecho, su suave rostro presionado contra mi garganta, lo
primero que hice fue quedarme allí, inhalando su dulce aroma y sintiendo
sus cálidas curvas contra mí. Pero después de eso, dejé un guardia en su
puerta y fui a buscar a mi viejo amigo Dec.

Observó mi cremallera desabrochada y sonrió, pero cuando se dio


cuenta de lo enojado que estaba, sabía que no podía engañarme.

—¿Qué está mal con ella? ¿Carolina me dijo que vio a Lucy dejar
caer su copa cuando vio a un heredero del mercado? ¿Rice?

—Bryce. —Él asintió—. Bryce Parsons. Su familia posee Parsons


Grocers. El señor Parsons ha sido escoltado fuera de las instalaciones.

—Dime —exigí.

—¿Decirte qué?

—Sabes qué. ¡Dime qué carajos le hizo a ella! No mientas, Dec. ¿Por
qué lo echaste?

Sacudió la cabeza, frotándose la mandíbula mientras miraba a su


vaso medio drenado.

—Declan.

—No es mi asunto para decirlo.

—Ella subió... jodida. Angustiada, no borracha sino asustada. Traté


de calmarla. —Sacudo la cabeza. Eso no es verdad. La dejé allí al
principio. Me siento como una mierda por eso ahora. Dejé mi irritación
descargarse con Declan—. Lo averiguaré de alguna manera. Y cuando lo
haga, lo perseguiré.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Me refiero a patear su jodido culo. Dec, no la viste. Estaba


temblando. Se tranquilizó, pero por un segundo te iba a buscar. Pensé
que tendríamos que llevarla a alguna parte.

—Maldita sea. —Se frota la frente.


Y así, Dec me dijo todo. Lo que se enteró por Maggie. Lo que la
mayoría de la gente en su círculo sabía, pero nunca se decía. Que Bryce
y Lucy habían estado comprometidos, y el desgraciado la había violado.
Consiguió excitarla con algo y la lastimó en una fiesta de los Hamptons
hace dos veranos.

Sus familias se habían arreglado fuera de la corte, algo que no


permitimos en Gael en casos de abuso, y después de eso, Lucy había
dejado Los Rhodes de Concordia. Se mudó a Colorado.

—¿Estás seguro? —pregunté—. ¿Todo es verdad?

Él asintió.

Media hora más tarde, estábamos en la playa Parsons. Primero


llegué al hijo de puta, le tiré una bolsa a la cabeza. Declan me ayudó.
Cuando terminó, pensó que había ido demasiado lejos. Me reí.

—Demasiado lejos es que no estuviera respirando.

Dec y yo regresamos. Hemos sido amigos desde que llevábamos


pañales, desde que mi madre estaba viva.

Es un verdadero amigo. Realmente más como un hermano. Le


escribo ahora y obtengo una respuesta en segundos. Sí, es verdad.
Parsons escuchó que follé a Lucy esa noche, y la está demandando por
incumplimiento de contrato, por haber violado el acuerdo de no
revelación que los estadounidenses hacen con sus cobardes acuerdos
extrajudiciales. Está asumiendo que Lucy me habló de su pasado con él.

Descanso mi frente en la ventana. Suelto una exhalación. Miro la


niebla. No puedo decirle a Parsons que no fue Lucy quien me dijo sin
vincularme más en su paliza. Pero si no digo nada, si no le digo que no
es un secreto muy bien guardado; si no le digo que Dec me dijo; si no le
digo algo para limpiar a Lucy, ese bastardo la demandará. Deslizo mi
teléfono en mi bolsillo y sirvo otro vaso.

Lucy
Nunca he estado tan asustada de quedarme sola en mi casa en
Estes. Nunca. Ni una vez. Hasta esta noche.

Amelia volará mañana en la noche. Le dije que no necesitaba


hacerlo. Ella dijo que nada podría detenerla. Mencionó que Charley
quería venir la siguiente semana, y Mags también podría venir algunos
días. Como si fuera coincidencia y yo no supiera que ellas planearon algo.

Paso la tarde haciendo llamadas a mi equipo legal, mi familia y mi


terapeuta, quien se está tomando la libertad de dejarme discursos
motivacionales en el buzón de voz. Aun la veo cada tres semanas, ella
está aquí, en Estes, pero decidí no devolverle la llamada aún. Necesito
hacer las paces esto.

O eso creo.

El timbre suena justo luego del atardecer, y me sobresalta mucho,


lanzo mi teléfono a mitad de la mesa del comedor, haciendo que Grey
salte sobre el marco de la chimenea.

Espía hacia el porche a través de la cortina en la formal sala de estar


y siento mi cuerpo aflojarse cuando veo que solo es Frieda.

¿Quién pensaste que sería?

Pienso en la pregunta después de que Frieda se va, me dio algo de


miel de la colmena detrás su casa y confirmando por mi mamá que estoy
bien.

¿Quién pensé que sería? Quién pienso que estará en la puerta o en


una de las ventanas esta noche, me pregunto a mí misma mientras me
siento en la habitación del billar, jugando al solitario con dedos
temblorosos.

No Bryce. Pero quizás alguien enviado por él.

Racionalmente, suena ridículo que esté asustada de que él vaya a


herirme o incluso matarme. Pero el miedo no es racional.

Me perdí de miles de señales de advertencia con Bryce mientras


salíamos. La forma en que solía sujetar sus dedos alrededor en mi nuca
cuando estábamos en preparatoria, bajo mi cabello, y me guiaba por ahí
en las fiestas. La forma en la que siempre quería solo sexo al estilo perrito,
y envolvía algo alrededor de mi cuello, jalando de ello y llamándome
“zorra”. La forma en la que me decía qué debía y qué no debía usar, y
algunas veces sugería que me cambiara la camiseta, pantalones o falda,
así luciría mejor. La forma en que, en la primavera del 2014, cuando las
cosas finalmente comenzaron a fallar, me dijo que rompería nuestro
compromiso si los productores del show no lo escribían en el argumento
y me dejó usar mi anillo en cámara. Y finalmente, la forma en que su
personalidad cambió cuando comenzó a inhalar lo que al principio creí
que era coca, pero aparentemente era algo más que coca y otras veces,
otra droga llamada ketamina.
Entonces, estaba el trío. Parecía lo suficientemente normal para mí.
Seguro, no lo quería, y él sabía eso, pero ¿no muchos sujetos presionan
a sus novias a cosas como esas? Prometida en mi caso, pero ¿quién
estaba contando? Cuando la chica fue a la prensa... estuve enojada, pero
parecía error mío, no de Bryce.

Y luego esa semana, la semana justo antes del Cuatro de julio. El


padre de Bryce vino a Southampton por primera vez, y Bryce no quiso
verme por dos días. Descubrí que él había estado ambas noches con otras
chicas. Cuando lo confronté sobre ello, me abofeteó. Luego, sollozó y cayó
de rodillas, diciéndome que me abofeteó porque su padre solía golpearlo.
Aún estaba recuperándome de eso, aun procesándolo, aun tratando de
hacer que mi cerebro creyera que Bryce era un buen sujeto, la noche en
que quise acurrucarme durante su fiesta.

La noche en que aprendí lo que significaba miedo real.

No puedo razonar con ese miedo. No he sido capaz de hacerlo desde


que eso pasó. Cuando lo vi este verano en casa de Declan, por supuesto
que el miedo me inundó. Y hui, como si estuviera corriendo por mi vida.
Mi terapeuta dice que es normal, y que el tiempo me sanará, al menos un
poco.

Ya no tengo muchas pesadillas, y usualmente nunca miro sobre mi


hombro. No siento miedo aquí en Colorado. O no lo hacía, cuando mi
familia y los Parsons estaban aquí, y pensé que Bryce probablemente solo
esperaba olvidarse de mí.

Ahora, él está enojado.

Ahora, cree que estoy buscando venganza.

Sé cómo es Bryce. Él solía pensar que todos estaban intentando


atraparlo. Intentando arruinarlo. Incluso yo, a veces. Debí de haber
sabido, después de lo que le pasó en la playa con Liam... por supuesto,
él es paranoico y está furioso. Se siente traicionado, cuando lo que pasó
no es mi culpa. Incluso cuando no dije nada.

Mi teléfono vibra sobre la mesa, y salto. —Oh, mierda.

Cuando veo un número desconocido en la pantalla, mis tripas se


vuelven un bloque de hielo. Mis ojos devoran las palabras mientras mis
dedos agarran el teléfono.

Hola, Lucy. Soy Dec Carnegie. Vi las noticias. Quería checarte


y ofrecerte mi apoyo. Si necesitas algo...

Dejo salir mi respiración. Mi cabeza palpita.


Mis yemas están sudorosas sobre la pantalla del iPhone.

Muchas gracias, Dec. Estoy bien. Embarazada y paranoica. Me


embaracé en tu fiesta, hago una mueca para mí y luego añado: Gracias
por preguntar. Espero que tú estés bien.

No puedo quejarme. Grita si me necesitas.

Le envió una cara sonriente lanzando un beso y bajo mi teléfono.


Dios, tengo que calmarme. Hasta hace poco, Xanax o alcohol podría
haber sido mi caja de herramientas para una circunstancia similar, pero
ya no.

Paso las siguientes horas horneando galletas de chispas de


chocolate, caminando todo el primer piso de la casa, y preparando un
baño que no puedo convencerme de tomar, porque no quiero quitarme la
ropa y sentarme desnuda, solo esperando que algo suceda.

Recuerdo, mientras me paro junto a la bañera, que mi pequeña hoja


de información de Obstetricia y ginecología dice que los baños calientes
están fuera de los límites, así que me digo a mí que ese es el porqué solo
me remojo.

Sé de los meses después de esa noche que mi dormitorio solo me


hará sentir peor, más inepta, más asustada, menos tranquila, pero no
estoy segura de donde más intentar ir a dormir. Vistiéndome en
pantalones sueltos y una camiseta de la UGA, sujetador y bragas
sencillas, me deslizo en mi cama, pongo mi teléfono encima del cobertor
a un alcance fácil, y doblo mis manos sobre mi vientre bajo.

Hola, allí, bebé...

Miro fijamente al techo: alto, tanto que si alguna vez hubiera un


incendio que trajera humo a esta área, se amontonaría arriba, más que
irritar los pulmones de los invitados.

Trato de enlistar todas las razones por la que estoy segura ahora,
desde el sistema de alarma de la casa y la calibre 22 en el cajón de mi
mesa de noche, al hecho de que Bryce no querría arriesgar más su
reputación al meterse conmigo. Quizás solo me demandaría, porque su
orgullo está herido por haber conseguido que patearan su trasero.

Mis párpados finalmente caen, veo una luz. Un segundo más tarde,
mi teléfono suena.

Número desconocido.

MIERDA.
Lo dejo sonar, y sonar y sonar. Luego, al último segundo, por
razones que desconozco, respondo.
CAPÍTULO 8
Lucy
—¿Hola?

Tras la jadeante palabra, el silencio ahoga la línea.

—¿Lucy? —La voz es profunda y suave. Masculina.

—¿Quién es? —pregunto bruscamente.

—Liam. De Gael —añade después de un silencio.

El calor comienza en mi cabeza y se extiende por todo mi cuerpo. —


¿Liam?

—¿Estabas durmiendo?

—Estaba acostada. —Aferro el teléfono—. Pero no durmiendo.

Oh, mi jodido infierno, ¿lo sabe de alguna manera? Me siento


mareada mientras me levanto sobre mi codo, parpadeando en la
oscuridad de mi habitación.

—Es tarde, ¿verdad?

Su acento. Es tan jodidamente sexy. No exactamente escocés, pero


hay un montón de eso en algunas palabras. El sonido aleja algo del
pánico, al menos un poco.

—¿Qué tan tarde es dónde estás? —digo en un tono bastante


normal.

Oigo su sonrisa cuando dice—: Temprano. —Hay otra pausa,


después de lo cual dice—: Necesito decirte algo, Lucy.

—¿Tienes?

—Sí. —Su voz es baja y oscura: casi un susurro—. ¿Estás sola?

Mi pecho se aprieta. —¿Por qué?

—Quiero decirte algo —dice con voz suave y áspera.

—Dime.
Lo oigo exhalar. —Hice algo... impulsivamente. Algo que tenía que
hacer. Que quería. Pero estoy preocupado ahora... te traje problemas.

—¿Qué quieres decir? —Mi corazón late, aunque sé exactamente lo


que dirá a continuación.

—Golpeé a Parsons. Lo noqueé. En la playa... después... ahí fue a


donde fui aquella noche.

Su voz es baja y suave, como si me estuviera diciendo que se


preocupa por mí, no que casi mató a mi ex.

—¿Por qué? —digo en un susurro. Ha estado en mi mente durante


semanas. ¿Por qué haría eso?

—Porque se lo merecía.

Así que sabe lo que pasó. Algo de ello, al menos. Envuelvo mi brazo
alrededor de mi estómago. —¿Cómo lo sabes?

—Esa parte no es importante.

—Era privado. —No quiero decir esas palabras, simplemente salen.


Porque estoy apenada. Estoy avergonzada. Una parte de mí está enojada
que él sepa. Enojada con Bryce. Enojada conmigo. Todavía estoy enojada
que pasó en absoluto.

—Está seguro conmigo —murmura—. Lo que odio es que crea que


me lo dijiste. Y por eso lo siento.

No estoy segura de qué decir. Es verdad que Bryce tiene que pensar
que le dije al príncipe Liam lo que pasó.

—Todavía... no lo sé. Simplemente no entiendo... ¿por qué? ¿Te


gusta pelear o algo así?

—A todos los hombres les gusta pelear, Lucy. Solo lo hago cuando
tengo que hacerlo.

—¿Y… esto?

—Escuché que estaba allí, en casa de Dec. —Preguntó. Eso es lo que


no está diciendo. El príncipe Liam preguntó a alguien lo que pasó entre
Bryce y yo. Y después de eso—. No podía no hacerlo —dice—. ¿Y, Lucy?
No estaba solo. A veces la violencia es justa.

—Hablado como un verdadero miembro de la realeza —suelto, luego


río, porque no quise decir eso. Mi gran boca se adelantó.
Lo escucho sonreír. —Tal vez. Los hombres han estado vengando a
mujeres hermosas durante milenios.

No encuentro nada para decir. Tengo la garganta apretada. Mis


labios pegados.

—Hazme saber si necesitas algo, Lucy. Puedo estar allí en ocho


horas. Puedo tenerte aquí en ese mismo tiempo.

Mi estómago revolotea ante sus palabras, ante la sinceridad detrás


de ellas. Me hace sentir desenmascarada. Expuesta de alguna manera.

—No es necesario que te sientas responsable. —Me mordí los labios


y cerré los ojos.

—Me alegro de haber hecho lo que hice. Soy responsable.

Una vez más, no sé cómo sentirme ni qué pensar. La forma en que


actúa... como si estuviera... invirtiendo. Como si le importara. Es difícil
para mí de comprender. Es abrumador. Bonito. Pero me hace querer
mantener mi distancia.

El silencio llena la línea.

—¿Lucy? —murmura.

—¿Sí?

—¿Quieres venir a Gael?

—¿Por qué? —digo ahogadamente.

—¿Por qué no?

Mis ojos se cerraron. —¿Está al otro lado del océano?

Comparado con mi alta y temblorosa voz, su voz es muy baja cuando


pregunta—: ¿Tienes miedo de volar?

—No. Realmente no.

—¿Tienes miedo de mí? —Creo que escucho una sonrisa en su voz.

—Tal vez. —Sacudo mi cabello de mi cuello caliente—. Creo que tu


harén está suficiente lleno sin otra mujer.

—No hay nadie aquí más que yo. —Hay algo extraño en la forma en
que lo dice. Tanto que casi le creo. Entonces lo imagino con esa chica
encima de él en la foto de Instagram, frotándole los hombros mientras
ella se balancea contra él.
Es bueno. Es encantador. Me derrite, incluso. Pero es el príncipe
Liam. Es un playboy.

—Gracias, Liam. Estoy bien aquí, sin embargo. Al menos por ahora.
—Algún día pronto, tendré que decirle mi secreto. Pero no ahora.

—La oferta sigue en pie. Escape y entretenimiento.

—Gracias. —Mis intestinos se aprietan.

—Buenas noches, Lucy.

—Buenas noches, Liam.


CAPÍTULO 9
Liam
El Reino de Gael tiene cuatro mil setecientas millas cuadradas: un
poco más pequeño que Irlanda del Norte o el estado de Indiana. Hace
varios millones de años, su costa oeste estaba conectada a Escocia,
encajando como una pieza de rompecabezas en Linne Foirthe, la entrada
del mar del Norte que besa a Edimburgo.

Un montón de terremotos submarinos más tarde, el viaje en


transbordador de Edimburgo a Clary, Gael, es de sesenta y nueve millas
náuticas, o casi la distancia desde Baton Rouge hasta Nueva Orleans.
Gael tiene silueta de la cabeza de un pájaro, hacia los lados. Nuestra
capital, Clary, está en la cima del pico, apuntando hacia Escocia. Torr,
donde vivo en el castillo de Haugr, está en la cima de la cabeza del pájaro.
El viaje desde su cabeza hasta la punta de su pico me lleva exactamente
una hora y veintisiete minutos. Más si le digo a Ain que ignore la
discreción y conduzca rápido.

No sería inteligente tomar un vehículo fuera de la flota real. Sería


demasiado peligroso si nos agarran. Nos pondría en riesgo de ser
detenidos por la guardia, la policía de Gael. Así que Ain conduce un
Bentley negro con las placas reales. Más allá de Dalr y Vestur, por
caminos de dos carriles que atraviesan el campo cubierto de hierba y
rocas y se arquean por encima de los lagos.

Hoy hace mucho viento, más que de costumbre. Cuando el viento


toca las planicies de Gael, es una fuerza. Miro a Ain tirar del volante
contra la bofetada del viento y desearía ser yo el que esté manejando. Una
de las muchas cosas que no me gusta de mi patria: un príncipe al volante
sería un sacrilegio. Comenzaría rumores sobre las finanzas reales.

Trato de no pensar en eso mientras Ain conduce y me siento con las


puntas de mis zapatos contra el paquete debajo del asiento del pasajero
delantero.

Ain tiene la radio en rock clásico, y no mira hacia mí mientras


conduce. Sé que siente simpatía por mí, tal vez incluso lástima, pero
también está enojado conmigo. Por poner la corona en peligro. Por no
detenerlo todo antes.
Me ha dicho más de una vez que esto no puede continuar. Sé que
tiene razón. Simplemente no sé cómo terminarlo. Hay una solución que
no creo que pueda lograr. Para la que no estoy listo. Me pregunto si él
piensa que soy un cobarde por no estar listo. El pensamiento hace que
mis manos suden, que mi garganta se apriete. Como si hubiera una soga
alrededor de mi cuello más que metafóricamente.

Dejo que mis dedos floten sobre el frasco en el bolsillo, pero no lo


toco a través de la tela de mis pantalones. Tenerlo contra mi pierna es
suficiente. Tiene que serlo. No lo hago delante de Ain.

Estudio el cabello negro que se enrolla en su nuca. Se está volviendo


blanco en algunos lugares. Recuerdo cuando era adolescente, la forma
en que envidiaba la barba de Ain. Yo pensaba que era genial, pero
también lo odiaba por seguirme a todas partes y por hacerme parecer
débil y protegido. No estuvo conmigo durante la mayor parte del último
año y medio. Me gustó mucho. Pienso brevemente en despedirlo por
completo, y cómo sería, antes de sentir un golpe de culpabilidad.

Levanto la mirada a la ventana, hacia donde los edificios han


empezado a salir del paisaje rocoso. Gasolineras, restaurantes, edificios
de oficinas, apartamentos... Clary se parece un poco a Edimburgo, pero
más limpia y un poco menos moderna. Trescientas mil personas viven
aquí. Mis ojos los siguen mientras caminan, en bicicleta y esperan en los
autobuses.

Gael tiene un gran sistema de autobuses. Pensar en eso hace que


mi mente avance, catalogando lo que sé sobre el sistema de transporte
de la nación, cualquier controversia con su financiamiento, fallas en la
planificación. Aprieto los dientes y alejo esos pensamientos.

Cierro los ojos, intentando imaginar la ciudad capital de Clary hace


doscientos años: nada más que una fortaleza de piedra y chozas para los
agricultores y comerciantes.

Hay montañas en la costa norte de la isla, y una pequeña cresta en


el noreste. Pero no aquí. Clary está situado en un punto alto, con vistas
a un vasto valle. Ojalá pudiera regresar el tiempo y ver cómo el viento
azotaría las hierbas. La manera en que el océano golpearía la costa
rocosa. Caballos, carrosas, y tal vez incluso pollos en los caminos
rocosos.

Inhalo lentamente.

En aquel entonces, los reyes matarían a un disidente.

En mi memoria, oigo gorgoteo. Hace que mi pecho y mi cabeza se


sientan calientes. Escucho las palabras del bastardo. Veo la cara
quebrada de Bryce. Aprieto mis dedos. Ojalá lo hubiera matado. Pienso
en ella curvada sobre su lado, todo ese suave cabello alrededor de ella, y
mis dedos acariciándolo. Puedo escuchar su voz tranquila a través del
teléfono. Y Cristo, estoy duro. Ahora mismo.

Me río, no hay rastro de humor en ello.

Veo la mirada de Ain en el espejo retrovisor: allí, luego se fue.

Los edificios comienzan a estrangular el camino. El cual se


ensancha. Cruzamos un puente y giramos a la derecha, y terminamos en
un viejo camino de piedra que corre a lo largo de una de las muchas
veletas de la ciudad. Puedo sentir mi espalda y hombros tensos. Puedo
sentir la vieja tensión familiar de mis pulmones.

Nuevamente, los ojos de Ain. No sé si lo amo por eso, o si lo odio.

A la izquierda por una calle corta y unidireccional, luego a la derecha


en un callejón. Se detiene donde siempre lo hace, y recojo el paquete. Se
siente suave en mi mano, solo un paquete envuelto en papel marrón. Le
hago un gesto con la cabeza y, sin mirarlo a los ojos, salgo del coche y
me voy al gimnasio por una puerta de acero. Mis dedos saben la
contraseña ahora sin siquiera mirar.

En el interior, los altavoces estallan de música techno. Lejos, en


varios pasillos, oigo el tintineo de las pesas. Una rubia bonita se apoya
contra la pared verde del pasillo. Sonríe mientras camino por su camino,
y cuando estoy a poca distancia, sus manos me alcanzan. Me atrae de
cerca, como si fuéramos buenos amigos.

Ella ríe. —Liam.

Asiento y sonrío para cualquier cámara. —Dru.

Le doy el paquete.

—Ah. Qué amable de tu parte.

Asiento.

Ella sonríe. —No hay mensajes. Continúa en ello. Supongo que eso
es todo.

Asiento de nuevo y mantengo la cabeza en alto, como debería hacer


un miembro de la realeza. Y luego me voy, con solo una breve parada
mientras alcanzo la puerta de acero del callejón. Solo un sorbo, no, dos,
de Everclear5. Después de su cáncer de esófago hace siete años, y la
radiación resultante, Ain no puede olerlo.

Me contoneo de regreso en el callejón, entro en el coche. De nuevo,


él me mira. Es más de lo que normalmente obtengo. Me pregunto por qué
parece que le importa más esta vez. Luego cierro los ojos y dejo que el
ruido del camino y el zumbido en mis venas me lleven.

5 Marca de alcohol.
CAPÍTULO 10
Lucy
Me las arreglo para sacar los problemas de mi mente el primer día
que Amelia está aquí. Tenemos una pedicura, hablando más sobre el
experimento vegano de Am que de mi drama mientras nos lavan los pies
y pintan las uñas. Después de eso, nos dirigimos hacia el Bosque
Nacional de las montañas Rocosas. Está a solo unos kilómetros del
rancho y tengo un pase de un año.

Deslizamos mi pase en la cabina de entrada, serpenteamos por los


campos con ovejas, y subimos por el Trail Ridge Road, esta súper hilera
de asfalto va hasta picos realmente altos. Abrimos nuestras ventanas
para poder sentir el aire fresco mientras Am habla de su pasantía en
Imagine Luxe Animation Studios, una compañía de Pixar que acaba de
ser comprada por Disney.

La pasantía es súper exclusiva y sorprendente, llevando a los


artistas y escritores internos, o los artesanos de la historia, como llaman
a los escritores, y emparejándolos con un escritor o artista que trabaja a
tiempo completo en Luxe o Disney. El dúo de pasante/personal tiene que
crear el primer cuarto de una película animada para la compañía. Todo
suena como un sueño, y estoy tan orgullosa de Am, no estoy segura de
lo que está “mal” hasta que hemos bajamos de la montaña y caminamos
alrededor de Sprague Lake.

—¿Mi compañero? ¿El artista? —Sus ojos se ensanchan, luego se


cierran con fuerza—. Es Dash. Frasier.

Dash, el hermano mayor de nuestra amiga Lexie. Dash y Lexie vivían


al lado de Am. Debido a cosas que sucedieron en el verano que Lexie, Am,
y yo teníamos dieciséis, la historia de Am con Dash es complicada en el
mejor de los casos.

Puedo sentir mi mandíbula golpear el suelo. —Dash Frasier. Es tu


compañero de proyecto.

Ella asiente con frenesí, como un mimo.

Echo la cabeza hacia atrás con una risa antes de lanzar mis brazos
alrededor de ella. —¡Amelia Frank! ¡Cómo te atreves a no decírmelo!
Ella me empuja, riendo. —Tú tenías un enamoramiento secreto por
el príncipe Liam.

—¡Eso es diferente! ¡Mucho más diferente! ¡Dash es un bastardo! ¿Le


pateaste las pelotas?

Y toda la tarde y noche es sobre Dash. Dios mío, está en lo profundo,


pobre Amelia. No me lo dice en tantas palabras, y esa es la señal más
grande.

En cierto modo, es bueno pasar el resto del día hablando de Dash.

Brindo en la cena, guiñando un ojo. —Por lo menos no soy la única


con una vida amorosa completamente mala.

—No —suspira.

—Bebe más vino, cariño.

Y lo hace. La llevo a casa desde el restaurante italiano, y está


dormida dentro de una hora. Bien, me digo. Probablemente lo necesitaba.
Suena como que Dash la ha estado haciendo trabajar hasta la muerte.

Tomo un largo baño, después me enrollo en mi cama con un libro


en mi iPhone. No recuerdo haber dormido, así que estoy confundida
cuando me despierto, la lámpara encendida, mi teléfono en la mano. La
pantalla parpadea. Entrecierro mis ojos antes de notar el extraño
número. Entonces mi estómago cae.

Es Liam.

Dudo un momento. Entonces hablo con voz ronca. —¿Hola?

Oigo una risita baja de él. —Debería sentirme peor por esto. Por
despertarte.

—¿Qué hora es? —pregunto, sonriendo contra mi almohada a pesar


de mis nervios.

—Para ti... las diez y cuarenta y cinco.

—Oh. Bueno, no es tan tarde. No espera, lo es. Aún es muy tarde


para ti.

—Temprano —corrige.

Un destello de calor se apodera de mí. Que Liam llamara de nuevo.


Mi sistema lo procesa con adrenalina pura. Me siento, extrañamente
energizada e incluso un poco confiada. —Creo que te voy a enviar algo de
zolpidem.
—¿Tratando de deshacerte de mí?

—Todavía no —bromeo—. Solo siento lástima por ti.

—No sientas lástima por mí, Lucy. —Su voz es áspera y suave.

Mientras sus palabras se extienden en silencio, mi corazón da otro


pequeño golpe. —Tienes un horario muy raro, ¿eh?

—Últimamente. Sí.

—¿Eres un durmiente de mierda? ¿Cómo insomnio y esas cosas?

—No lo creo, pero...

Quiero fisgonear. Preguntar qué está pasando. Pero no lo conozco lo


suficiente. A pesar de nuestra extraña conexión, mi mano va a mi vientre,
no conozco al príncipe Liam.

—Así que, ¿dónde estás? Como, cuando vas a casa, ¿dónde está
exactamente tu casa?

—Estoy en mi residencia, en la ciudad de Torr. Está en la parte norte


de la isla.

—Residencia. —Sonrío—. ¿Te refieres al castillo?

—¿Tú qué crees?

—Creo que los castillos son impresionantes.

Liam se ríe entre dientes.

—¿Lo son?

—Lo son.

—¿Tienes un personal muy grande?

—Eso depende de lo que quieras decir con el personal, Lucy. —Su


voz es inexpresiva, me hace reír nerviosamente como una idiota—. No, no
muchos en este momento —continúa—. A veces se van durante el verano.

—Pero cuando están allí, ¿la gente trabaja día y noche, como en
Downton Abbey? ¿El castillo es realmente grande? ¿Hay una mazmorra?

Oigo la sonrisa en su voz cuando dice—: Nunca te lo diré.

—¡Lo buscaré en Wikipedia!

—No tenemos información en el internet, señorita Rhodes. Eso no


sería seguro.
Bufo. —No estoy exactamente preocupada por tu capacidad para
mantenerte a salvo.

—¿Cómo estás? —pregunta bruscamente.

—Mmm, estoy bien. —Solo embarazada. Siento el impulso de


decirle, pero mis instintos me dicen que es demasiado pronto. Quiero
terminar el primer trimestre antes de derramar los frijoles. Si voy a
cambiar drásticamente su vida con noticias de bebé, parece considerado
estar segura primero.

—¿Por eso llamaste? —digo sin pensar—. ¿Para checarme?

—¿Quieres que así sea? —Sus palabras son suaves y no puedo leer
el tono.

—De todos modos, no tengo un querer.

Él hace un sonido que es como un suspiro. —¿La verdad? —me


pregunta.

—La verdad.

—No pude dormir.

—¿Por qué?

—Mmm.

—Ustedes los hombres y sus ruidos sin significado. —Río—. Eres


una persona enfurruñada, ¿no? Eres una persona enfurruñada con
insomnio tratando de hacerse para por fiestero/playboy.

—¿No crees que soy un playboy? —Suena herido, pero también como
si estuviera sonriendo.

—Podrías serlo. Simplemente no me importa esa parte. —Suavizo


las mantas sobre mi regazo—. Quiero saber algunas cosas sobre ti. Sobre
el verdadero Liam.

—El verdadero Liam. —Ríe—. ¿Qué clase de cosas?

—Cosas reales.

—¿Entonces no soy una persona real? Esto sigue empeorando.

—¿Conoces el cereal favorito de Lucy Rhodes? ¿Color favorito? Creo


que todo el mundo sabe acerca de mi obsesión con Lucky Charms y
adoración del color rojo. Me han visto vestida para fiestas, dando
entrevistas en estrenos de cine. Pero la Lucy de los tabloides no es real.
—Ya veo —dice suavemente.

—Entonces, ¿dónde está tu lugar favorito? En la tierra.

—¿En la tierra?

—En la tierra.

Hace otro sonido suave. —Me encanta África. Kili… el Monte


Kilimanjaro en Tanzania. Egipto y Tanzania son increíbles.

—¿Hay un lugar específico? ¿Cómo un lugar en particular que es


realmente hermoso o impresionante, al que te gusta ir?

Está callado por tanto tiempo que me pregunto si se durmió.


Entonces lo oigo cambiar. —Vivo entre el océano y un... lago. En el lago
hay una isla. Mi mamá solía llamarlo Isla Pirata. Tomaríamos una canoa
e iríamos a hacer un picnic.

Oírle mencionar a su mamá hace que mi pecho se apriete. Murió


cuando era pequeño, pero no recuerdo cómo. Algún tipo de enfermedad
repentina.

—Eso suena hermoso. ¿Cómo era tu madre? ¿Se parecía a ti?

—¿No sabes cómo era?

—No. Quiero decir, tal vez he visto fotos de ella. Pero últimamente
no la he buscado ni a tu familia. Como que quise hacerlo —confieso—.
Después de conocernos. Pero parecía injusto.

—¿Injusto?

Me río. —No sé por qué. Supongo que sabes todo sobre mi familia.

—Sobre el implante dental de tu padre. —Se ríe entre dientes.

—Exacto. —Casi todos los matices de la vida de mi familia han sido


televisados en los últimos años.

—Nunca hubo tanto sobre ti —dice.

Sonrío. —No los dejaba.

—Eres un misterio.

—No estoy tan segura de eso. —De nuevo, la línea está llena de
silencio mientras froto mi uña—. De todos modos, quería buscar cosas
sobre tu familia... pero no lo he hecho. Así que no sé tanto de ti. Es más
como si nos acabáramos de conocer en una fiesta.
—Lo hicimos.

—Bueno, es más como si fuéramos personas normales.

—Ah. Normales.

—¿Estás burlándote? ¿Y volviéndote pseudo-filosófico? —Suelto un


bufido.

—¿Demasiado? —Su voz se baja—. Quítate las bragas, Lucy —dice


él en un brusco susurro.

Mis latidos estallan, incluso mientras me oigo a mí misma decir—:


¿Cómo sabes si estoy usando alguna?

El calor florece sobre mi piel. Mis mejillas arden. Comienzo a sudar.


Y más cuando oigo a Liam dejar salir un bajo gruñido.

—No lo hago —susurro.

—Cristo...

¿Qué estoy haciendo?

—¿Y tú eres un sujeto de bóxer? ¿O de calzoncillos?

—Bóxer corto. —Su voz es tensa, poniéndome cálida entre las


piernas.

—¿Vas a quitártelos? —pregunto.

—¿Quieres que lo haga?

—Tú lo decides.

—Ahora es cuando se supone que digas “sí”, Lucy. ¿No estás


interesada?

—Más bien, algo avergonzada —digo, sonando sin aliento.

—¿Por desearme?

—¿Es eso bastante raro? ¿Tener un poco de vergüenza?

—Por supuesto. —Suelta una risa ronca.

—¿Todas las damas te desean, príncipe Liam?

—Siempre —dice él.

—Estoy segura de que lo hacen. —Uso un tono que hace me difícil


decir si estoy burlándome o siendo sarcástica, y me ayuda a regresar a
mi posición—. ¿Tienes tu bóxer corto puestos aún? ¿De qué color son?
—Negro. Me los quitaré... por ti.

—Solo por mí. Que amable.

—¿Comentario desdeñosos mientras estoy desnudándome, Lucy?


Eso es duro.

—Eso me han dicho.

—¿Qué me harías si estuvieses aquí? —murmura él.

—Te tocaría. Te acariciaría. Quizás te lamería si eres bueno.

—Joder.

—¿Te gustaría eso? ¿Si te lamiera?

—Oh, sí. —Puedo oír su respiración pesada—. Lucy...

—Sí —susurro.

—¿Qué quieres que haga?

Puedo decir que él está disfrutando de esto. Se divierte con que le dé


órdenes. Él probablemente nunca ha estado en el lado receptor de ellas
antes. Distantemente, sé que perdí la cabeza, pero... parece que no puedo
detenerme. Amo la sensación de control mientras digo—: Toca tus bolas
primero. Ligeramente. Y luego pon tu mano alrededor de tu polla.
Agárrala y acaríciala de arriba abajo.

Su voz brusca parece agrietarse a través de la línea. —Separa tus


piernas, Lucy. Toca tu clítoris. Solo por un momento. Luego quiero tus
dedos en tu coño.

Dudo un momento antes de frotarme a través de la tela de mis


bragas. —Corre la punta de tu dedo alrededor de tu cabeza —susurro—,
e imagina que es mi dedo.

Lo oigo respirar. —Empuja tus dedos dentro. Humedécelos. Luego


sácalos y rodea tu clítoris. Cierra tus ojos. Imagina que es mi lengua.

Su voz es tan malditamente sexy. Aún lo oigo respirar.

—Desearía poder ver tu rostro —murmuro.

—¿Quieres ver mi rostro?

—Por supuesto —susurro.


La línea se muere. Mi teléfono suena y es un FaceTime. Respondo
con mi mano izquierda, sosteniendo el teléfono sobre mi rostro y mirando
hacia la cámara, incluso cuando mi otra mano se mueve sobre mi coño.

Veo el precioso rostro de Liam, sus párpados pesados, su boca


curvada ligeramente mientras mira fijamente hacia el teléfono. Sonríe, y
es una sonrisa derrite bragas.

Observo sus mejillas ligeramente con barba, su gruesa garganta... y


luego obtengo un vistazo de su desnudo pecho hermoso. Puedo ver su
tatuaje. Los pequeños guijarros duros de sus pezones, pectorales
perfectos, un paquete de seis que es dolorosamente perfecto. Y un camino
feliz que desaparece bajo el elástico de su bóxer corto.

Él mueve la cámara un poco más. Veo una enorme erección


presionando contra el algodón de su bóxer. Es tan larga, está atascada
dentro de la ropa interior, curvada un poco por el elástico. Miro su pulgar
acariciar sobre algo, y cuando se mueve, puedo ver que el punto está
húmedo.

—Oh, Dios. Eso es...

Trago mientras empujo mi ropa interior a un lado y acomodo dos


dedos dentro de mi coño resbaladizo.

—Dios. —No pudo evitar el pequeño gemido que sale de mi


garganta—. Jálalos hacia abajo. Quiero ver tu mano alrededor de ella.

Él debe poner su teléfono sobre su pecho, porque por un largo


momento, veo una capa de tela parecida a un toldo.

Luego, la cámara está en movimiento, dándome un vistazo de sus


abdominales duros como rocas antes de... las Joyas de la Corona. Señor,
es absolutamente perfecto. Su larga polla gruesa está apuntando hacia
su ombligo, dándome una perfecta vista de la punta con forma de ciruela.

Dejo salir un pequeño suspiro, imaginándolo frotándola contra mi


hendidura.

—Oh, Lucy. Eres una chica muy mala. —Él envuelve un puño
alrededor de su polla, causando que las venas de su musculoso brazo
sobresalgan—. Quiero que te enfoques en ti —dice, acariciando su
longitud—. ¿Tienes tus dedos en tu coño?

Empujo mis dedos más profundos. —Quizás —digo con voz ronca.

—¿Te sientes llena?


Muevo mis dedos, hipnotizada por el movimiento de arriba abajo de
su mano mientras bombea su polla. —Juega con tu clítoris. ¿Tienes un
juguete? Quiero verlo dentro de ti, donde yo debería estar si estuviese allí.

Deslizo otro dedo dentro de mí, inhalando profundamente.

Liam comienza a acariciarse un poco más rápido, y me aprieto


alrededor de mis dedos. Su mano va sobre su cabeza, acunándola con la
palma.

—Me gusta eso —murmuro.

—Enfócate en tu clítoris. Suave, y luego más duro. ¿Tienes un


vibrador?

—Sí.

—¿Puedes usarlo?

—Me vendré rápido. —Mi rostro se sonroja por el susurro.

—Me vendré cuando tú lo hagas. Entonces, puedes ir a dormir.


Quiero ver tu rostro cuando lo hagas.

Cierro mis ojos, sin estar segura si puedo hacerlo. —Nunca tuve sexo
telefónico.

—Has estado perdiéndotelo. No te preocupes. Seré cuidadoso con el


video.

—¿Lo prometes? —pregunto mientras él trabaja en su polla.

—Sí. —La palabra sale sin aliento, reafirmando cuan trabajado está.
Dejándome saber que no estoy sola en esto.

Así que... lo hago. Me inclino hacia mi mesa de noche y abro el cajón,


revelando mi pequeño vibrador bala plateado.

Lo posiciono sobre mi clítoris y miro hacia el teléfono. Encuentro los


pesados párpados de Liam. —Muéstrame, Lucy.

Entonces, apunto la cámara del iPhone hacia la parte inferior de mi


cuerpo, enciendo la bala, y soy recompensada por un gemido
estrangulado.

—Jodido infierno...

La cámara se mueve de su polla a su rostro. Luce ebrio y mareado.


—Eres hermosa —dice con voz ronca. Me da una dulce sonrisa torcida
antes de que la vista de la cámara regrese a su polla. Puedo ver que está
solo un poco más larga, más gruesa, más oscura. Su mano aprieta
mientras la bombea, dedos fuertes a su alrededor. Apenas puedo ver sus
bolas desde este ángulo. Lucen llenas y tensas, rebotando mientras se
acaricia.

Imagino cómo se sentiría si tuviera todo eso dentro de mí. Dios. La


visión de él trabajando en sí mismo me hace retorcerme bajo la bala. Liam
gime de nuevo, apresurándome a ir más adelante. No puedo evitar mi
propio pequeño gemido. Empujo mis dedos más profundos, sacudo la
bala sobre mi clítoris.

—Ahhh.

—Oh, Cristo...

Veo sus abdominales sacudirse, observo sus manos parar. Mientras


su pecho se expande, hace un bajo sonido ronco; y luego, sucede:
cremoso semen se derrama a través de sus dedos.

La visión de eso, combinado con sus respiraciones, me envían a mi


propio borde. Aprieto mis ojos cerrados, jadeando mientras el placer me
consume. Oigo un bajo murmullo y arrastro mis piernas arriba, alrededor
de mi mano.

—Oh, Dios. —Río.

Él mueve su teléfono hacia su rostro, parpadeando hacia la cámara.


—Lucy Rhodes. Eres asombrosa.

Muevo el teléfono hacia mi propio rostro, un segundo más tarde. Le


doy una tímida sonrisa. —Esa fue la cosa más caliente que he visto en
mi vida.

—Tú fuiste más caliente. —Él sonríe suavemente.

—Ve a dormir, príncipe Liam. —Lanzo un beso hacia la cámara y


cuelgo, mientras mi corazón aún golpetea.
CAPÍTULO 11
Lucy
Me quedo mirando al espejo durante mucho tiempo. Mis mejillas
están rosadas. Mi cabello salvaje alrededor de mi cara. Dejo que mis ojos
recorran por mi cuerpo desnudo. No parece diferente.

Me siento diferente.

—No puedo hacer eso de nuevo —murmuro mientras empiezo la


ducha.

Es bueno que Amelia esté aquí. Tengo un plan antes de terminar de


lavarme: ir de compras a la avenida Elkhorn. Amelia tiene algo por la
joyería nativa americana. Además, estoy obsesionada con el caramelo de
agua y maíz caramelizado. Tienen ambos recién salidos, voy al centro
todos los días.

De vuelta en mi habitación, desvío mi mirada de la cama y me pongo


un vestido Missoni holgado con rayas coloridas y verticales que se
abanican un poco en la parte inferior. Me deslizo sobre unas sandalias
de plataforma y agarro un bolso de mano color verde lima, luego bajo
pisoteando por la escalera de atrás: la madera es estrecha y pulida
terminando en un pequeño vestíbulo de la parte trasera de la casa cerca
de la cocina.

Amelia acaba de terminar un plato de tostadas de canela crujiente,


y acepta inmediatamente mi sugerencia de compras, saltando a su
habitación en el primer piso para vestirse.

Una hora y media más tarde, estamos comiendo tortillas un


desayuno tardío en el centro.

—Puedo ser vegana por esto —dice Am entre mordidas.

—Sin duda. —Aunque no puedo evitar reírme de ella. Si la memoria


no me falla, Dash era uno de esos veganos que tenían algún problema
espiritual con matar animales. Lo cual es sexy. Puedo ver por qué estaría
inspirada. Pero… es una tortilla.

A pesar de nuestra charla, puedo oír el fantasma de la voz de Liam


en mi oído. Puedo ver su mano alrededor de su polla gruesa, y quiero
decirle a Amelia.
Pero no puedo.

Y es verdad, me convenzo a mí misma cuando pisamos la joyería


nativa, no hay razón para hacerlo. No volverá a suceder. Dudo que el
príncipe Liam vuelva a llamar. Y si lo hace... me froto los labios.

Si lo hace, ignoraré la llamada. Simple.

—¿Es allá? —pregunta Amelia, interrumpiendo mis pensamientos


apuntando hacia una tienda en la esquina de la adorable avenida
Elkhorn.

—Seguro.

Mi mejor amiga está obsesionada con la cultura nativa americana.


Estoy bastante segura de que tiene algo que ver con su amor por las
novelas románticas de temas occidentales. Ella afirma que su bisabuela
era una india Creek, pero eso es lo que dice todo el mundo en Georgia.
Es básicamente una especie de leyenda urbana colectivamente
modificada.

Miro a Am diciendo ohh y ahh sobre la joyería durante casi una hora
antes de que llenara el mostrador con cuatro collares, dos pares de
pendientes, una pulsera y un collar que vi cuando entramos, significa
algo para mí.

—Mira —dice, señalando a la pequeña tortuga que cuelga de la


cadena—. La tortuga tiene la intención de mantenerte tranquila y en la
tierra. Y esta piedra en su espalda… —Es color verde esmeralda—… es
malaquita. Los pueblos antiguos lo usaban como un encanto de buena
suerte para evitar la enfermedad y mantener la mente estable.

Mi mandíbula se abre, incluso cuando le arranco la pequeña


tortuga. —¿Crees que no soy estable?

Se encoge de hombros. —Ahora estás embarazada. Esa es la parte


de la enfermedad. Esta tortuga ayudará a mantenerte a ti y a Galletita
sanos.

Me deslizo el collar sobre mi cabeza. —Estás llamando mi engendro


real Galletita, ¿verdad?

—¡Ay, claro que sí! ¡Vamos, Lucy, es adorable! —Am está sonriendo
cuando pasamos por la acera—. Voy a ser tía.

La empujo en las costillas. —¡Shh! Alguien podría oír.

—Vaya, tienes razón. Lo siento. —Se inclina para susurrar—:


Probablemente deberías evitar el término engendro real.
Me estoy riendo cuando pasamos por una tienda de arte y mis
pensamientos vuelven a Dash, cómo lo recuerdo. Trato de agregar sexy
barba incipiente lentes hípster, pero no puedo imaginarlo crecido. Mis
ojos se levantan a los de Amelia.

—¿Tu jefe te está echando de menos?

Inhala, haciendo una cara miserable que sé que tiene la intención


de ser un rostro neutral. Amelia es terrible ocultando sentimientos. —No
tengo idea. —Rueda sus ojos en sí misma, creo.

—Bueno, ¿te ha enviado mensajes?

Me mira raro: ojos levemente ensanchados y una boca contraída. —


¿Por qué lo haría?

Casi me lo creo, hasta que veo sus fosas nasales abrirse.

— ¡Am! ¡Te está enviando mensajes!

Ella sonríe, sacudiendo la cabeza; la sonrisa desaparece


rápidamente, su expresión cae. —Soy una tonta —suspira.

—Creo que necesito ver una foto de este nuevo Dash. Dijiste algo
sobre gafas de moda en Southampton, ¿no?

Se detiene en la mitad de la acera, desplazándose por el teléfono.


Sus ojos azules parpadean hacia los míos. Luego, con sus labios
retorcidos, medio sonrisa, medio fruncidos, me entrega el teléfono.

—Oh, guau. Eso es como... realmente guau. —Muerdo mi labio


inferior mientras miro a un Dash adulto. Está inclinado sobre un
escritorio grande, con un lápiz en la mano y líneas de carbón en el papel
blanco. Tiene lentes negros, y ondulado cabello café, un rostro
absolutamente jodidamente hermoso con barba incipiente—. Señor.
Tienes mi sangre bombeando.

Ella asiente. —Él es bueno con sus manos. —Arquea su ceja


mientras le devuelvo su teléfono.

—Bueno, entiendo tu aventura en villa idiota un poco más.

Amelia realmente se avergüenza de sí misma, lo que me hace querer


hacer más preguntas. No tengo oportunidad antes de golpearme con una.
—¿Qué hace Liam? No tiene un trabajo exactamente, ¿verdad?

Sacudo la cabeza. —Bueno, hice un poco de lectura en línea anoche


y leí que cuando cumpla cierta edad, comenzará a participar en el
gobierno de Gael. Hay una posición esperando con su nombre, pero hasta
que sea lo suficientemente mayor para llenar el papel, otras personas lo
hacen. Además, de su papá. Cuando Liam tenga cuarenta años, no
importa la edad de su padre o lo que esté pasando con él, aunque sea el
mejor rey de todos, Liam se convertirá en rey.

Oigo el teléfono de Amelia en su bolso y lo agarro. —¿Es Dash?

Me lo arrebata, sonrojándose mientras se aleja de mí, para que


pueda examinar su pantalla en privado.

Oigo otro ruido y frunzo el ceño. O tal vez ese es mi teléfono. Suena
otra vez, y estoy segura de que es mi teléfono. Lo saco, es un texto de
grupo de Mags.

¿Qué hacen?

El teléfono de Amelia también vuelve a sonar. La miro para


encontrarla frunciendo el ceño, con un pliegue entre sus cejas. Veo sus
labios fruncidos.

—¿Qué? —pregunto.

Sus amplios ojos suben a los míos, luego se precipitan de vuelta a


la pantalla de su teléfono.

Mi teléfono suena otra vez.

¿Qué pasa? Esta vez es Charley.

Eso es raro.

Envío un mensaje. Caminando por el centro con Am. ¿Qué


sucede?

Copio el texto y lo pego como respuesta para Mags también. Y


encuentro a Amelia todavía pegada a su teléfono.

—¿Todo bien?

Asiente, pero parece preocupada.

—Alarma de control de la natalidad —murmura.

—¿Eso es lo que sigue sonando?

Ella deja caer su teléfono en su bolso y asiente. —¿Así que... tienda


de dulces?

Paso por delante. —Necesito caramelos. Y soda de crema de vainilla


—suspiro, sonriendo.

—¿Y después de eso, tu casa? —pregunta—. Olvidé mi píldora.


—Uh-oh. Sí. Podemos irnos ahora si quieres.

—Nah. —Sonríe, luce se ve rara. Distraída.

Reduzco mi caminar y caigo en el paso con ella. —Entonces, ¿quién


estaba enviando mensajes de textos?

—Nadie —dice rápidamente—. Esos pitidos eran de mi alarma de


control de natalidad.

Ella lleva una cara de póker decente por una vez. Eso, o ella está
siendo honesta sobre el control de natalidad.

—Espera un segundo… estabas en el mismo grupo de mensajes que


yo. Así que sí recibiste mensajes de textos.

—Oh, ¿en serio?

Redondeamos una esquina, y puedo oler azúcar. Empujo la puerta


roja de la tienda de caramelos y aspiro el aire. —Ahhhhh. ¡El olor es aquí!

Detrás del mostrador, un hombre levanta la cabeza de donde está


mirando un libro y me da una mirada extraña, que devuelvo.
Normalmente, una chica llamada Holly está detrás del mostrador. Somos
prácticamente las mejores amigas, nos habíamos hecho amigas por maíz
caramelizado y el dulce de fresa. No sé quién es este tipo, pero necesita
aprender que las miradas de muerte no venden caramelos.

Paso el resto de nuestro tiempo en la tienda ignorando al tipo grosero


y abasteciéndome de maíz caramelizado, dulce de leche, dulces de fresa
y Pop Rocks.

Amelia me molesta sobre las Pop Rocks. Le digo que es aburrida.


Estoy mordisqueando un trozo de maíz caramelizado fresco mientras
pasamos a través de la puerta hacia la acera, así que al principio no me
doy cuenta cuando Amelia da un paso delante de mí. Miro alrededor de
su brazo y la encuentro cavando en su bolso.

—¿Otro texto del chico amante?

Sacude su cabeza, y ahí es cuando veo a la gente al otro lado de la


calle. Son visibles a través del tráfico: cinco o seis chicas, más jóvenes
que nosotras, sosteniendo sus teléfonos de una manera que supongo
significa que están jugando Pokemón.

Entonces empiezan a señalar en nuestra dirección.

Paso alrededor de Amelia. —No estás cazando Pokemons, ¿verdad?


La cabeza de Amelia se levanta. Ella agarra mi mano y me arrastra,
muy fuerte, hacia la derecha, impulsándome por la acera que casi disloca
mi hombro. —¡Vamos!

Tiro contra ella. —¿Qué te pasa?

—Vamos a tu auto.

Puedo decir por su voz que algo está realmente mal. Me zafo de su
agarra y me detengo en la acera de los turistas emocionados. Amelia gira.

—¡Lucy, vámonos!

Una mujer se detiene junto a nosotras: cabello corto, rubio; gafas de


lectura; aretes en forma de flecha. —Oh, pobre muñeca.

Me preparo, asintiendo y dándole una sonrisa falsa, incluso


mientras intento dar un paso a su alrededor. Así que ella se enteró de la
demanda.

—Luces saludable. —La escucho decir detrás de mí.

Hay momentos en que mi cerebro y mi boca están demasiado


conectados. Me giro hacia ella. —¿Qué has dicho? —espeto.

Ella frunció sus labios arrugados y magenta. Detrás de sus lentes,


sus ojos brillan. —Lo conoces —dice ella con un movimiento de puño.

La mano de Amelia se aferra alrededor de mi muñeca. —Vamos. —


Me arrastra.

¿He aterrizado en una zona desconocida?

Cuanto más caminamos, más ojos siento sobre mí. Lo juro por Dios,
un adolescente empuja a la chica a su lado, y sus mandíbulas caen a la
vez mientras Am y yo las pasamos.

El teléfono de Amelia comienza a sonar: no es un pitido esta vez, es


un verdadero sonido. Ella lo ignora, arrastrándome hacia el
estacionamiento al otro lado de la calle. Mientras caminamos por el cruce
de peatones, mi teléfono suena. Me libero de Amelia y lucho con mi bolso.

Mamá.

Antes de que pueda responder, Amelia me lo arrebata.

—¿Qué diablos te pasa? —chasqueo.

La sigo en el estacionamiento.

—Nada. Solo tengo prisa por mi píldora.


—Eres la peor mentirosa. —Mi auto emite pitidos y sus luces
parpadean, dejándome saber que Amelia tiene mis llaves en mano.
¿Cuándo las agarró?

—Solo entra en el auto, Lucy.

—¡Me estás asustando! —Incluso a mis propios oídos, mi voz suena


llorona. Am vuela fuera del lugar de aparcamiento antes de que incluso
tenga la oportunidad de ponerme el cinturón—. Será mejor que me digas
qué pasa. Me estás asustando.

Mi 4Runner se sacude mientras se detiene para pagar la máquina


de peaje. Y entonces alguien está en mi ventana. Es un hombre: no un
mendigo; está bien vestido. Justo cuando su nudillo golpea la ventana,
el brazo mecánico sube y Amelia arranca.

Mi teléfono suena de nuevo, o tal vez ese es el de Amelia.

—No contestes —chilla.

—¿Por qué? —Mi pecho se siente apretado, mi cabeza hueca—.


Amelia...

—Agárrate.

Pasa a toda velocidad a través de dos luces verdes, fijándonos en


dirección a mi casa. Entonces ella ralentiza el coche y vuelve sus ojos
amplios en mí.

—No sé cómo decir esto, Luce.

—¡Solo dilo!

Su boca se aprieta. —Alguien recibió tus fotos de la policía de esa


noche. Están en TMZ. Las de tus brazos y tu cara magullada. Todo el
mundo lo sabe ahora, sobre el acuerdo. TMZ citó a alguien diciendo que
él era abusivo.

Un auto negro nos pasa, gira, conduciendo en el otro carril


ilegalmente. Veo una cámara sobresaliendo por la ventana. Amelia
arranca, y nos persiguen: unas cuantas docenas de metros que se sienten
como kilómetros.

Y solo así, mi vida cambia.


CAPÍTULO 12
Liam
Deslizo mi teléfono en mi bolsillo y golpeo la bolsa de boxeo tan duro
que un poco de musgo se desploma de la rama del árbol de tejo donde
está colgada.

No importa cuántas veces golpee la maldita cosa. No puedo sacar


sus amplios ojos de mi mente. En la foto donde su amiga la está
empujando por la acera. En la foto donde ella está hablando con la mujer
con el lápiz labial y los aretes raros. En el asiento del pasajero de su auto,
desde la ventana de un auto que asumo que se había puesto delante del
de ella.

Parecía angustiada. Asustada.

Por mí.

Si yo no hubiera pateado el trasero de ese cabrón, él no la habría


demandado por incumplimiento de contrato, erróneamente asumiendo lo
que ella me había dicho que había pasado. Si él no la hubiera
demandado... no estoy seguro. No sé quién filtró esas malditas fotos de
ella.

¿Por qué alguien haría algo así?

Froto mis ojos, mis hombros agitados con mis respiraciones


pesadas. No puedo pensar en las fotos en este momento. Simplemente no
puedo.

Me que en la bolsa un rato más antes de sentarme en una roca cerca


de la antigua muralla del castillo y llamo a Heath. Él está en Alemania en
este momento, practicando polo con el equipo de nuestro país. Un equipo
del que yo era parte hasta hace unos meses, cuando dejé que todos
asumieran que una lesión en el hombro me dejó fuera.

En el tercer timbre, mi primo responde.

—¡A la orden, capitán!

Froto mi frente palpitante mientras el fondo ruge a su alrededor. —


¿Estás en un pub?

—¿Qué crees? —Se ríe.


—Adiós, Heath.

Hago una llamada a TMZ. Una llamada que debí haber hecho hace
horas. Solo que mi furia me impidió ver correctamente.

Veintiséis minutos más tarde, estoy fuera del teléfono, y doscientas


libras más ligero. Navego en ese pozo negro en mi iPhone. Haciendo clic
en el enlace.

La historia sigue ahí, pero las imágenes se han ido.

Vuelvo a la bolsa de boxeo. Debería sentirme mejor, pero no.

Lucy
Debo ser un idiota superficial. Porque la cosa en que no puedo dejar
de pensar, más que cualquier otra cosa, mientras me acuesto en la cama
después de comer helado con Amelia, es que... todo el mundo sabe
ahora… cuán normal soy.

Cuando pones toda tu vida en exhibición, como lo hice por un


tiempo, empiezas a sentirte como si necesitaras un escudo contra los ojos
entrometidos, contra los juicios. De esos idiotas que dijeron que tus tetas
parecían extrañas y puntiagudas en ese traje de baño en la segunda
temporada.

Y así la cosa más fácil para decirte tú mismo, cuando los tabloides
están publicando fotos tuyas en tu vestido de diseñador, cuando estás en
la portada de Vogue y Cosmo con tu rostro retocado, es que te escudas…
en tu propio mundo.

Supongo que incluso cuando sales del espectáculo y te mudas a


Colorado, todavía te apoyas en eso un poco. O lo hacía. Si alguien me
reconocía, bueno, soy Lucy Rhodes. ¿Y quién eres tú?

No es como realmente me siento. Es una postura defensiva, una


diseñada para alejar esa horrible sensación de desnudez, cuando parece
que todo el maldito universo está mirando y no puedes escapar.

Y no puedo escapar ahora.

De los juicios. De la compasión. Cierro mis ojos e intento dormir,


pero solo puedo pensar en esa mujer con el horrible lápiz labial. La
lástima en su rostro. A mí me da lástima su tono de lápiz labial. Pero ella
no lo sabe. Esa señora ahora me ve como una “mujer maltratada”.
Todos pensarán que estoy dañada. Que soy débil. Algunas personas
incluso pensarán que es mi culpa: esos mismos cretinos que no pueden
llegar a un acuerdo con la realidad de que a veces la mierda mala le pasa
a la gente no-mala. Así que crean una narrativa que hace que se sienta
más justo. “Él probablemente la golpeó porque es una perra esnob”.

¿En cuántas reuniones de productores me senté y los escuché


hablar de la audiencia?

—Es 5:1. El público quiere cinco partes de bolsas de maquillaje de


diseñador y mascarillas químicas y que el asistente personal restablezca
el estante de papel higiénico en el baño principal, y luego una foto donde
Lucy y Amelia conduzcan a Taco Bell a la una de la madrugada.

Nadie quiere ver lo normal en la tele.

Construimos toda esa historia para ellos. Porque lo quieren. Ese es


el negocio del entretenimiento: entretenido.

Y ahora he vuelto a entrar en él. Esas fotos mías... creo que tal vez
son el fragmento de Taco Bell.

“Mira a Lucy Rhodes. Ella es como nosotros”.

Pero no quiero ser como ellos. O diferente de ellos, para el caso. ¡No
quiero tener nada que ver con ellos! Por eso dejé el programa. No por las
secuelas de lo que me pasó, dejé el espectáculo porque ser un símbolo
viviente me agotaba. Es horrible saber que todo el que pase por la acera
sabe tu nombre y tiene opiniones de ti. Es como vivir en una jaula.

He hablado con estrellas reales como Rihanna en ese baño en el


Grammy una vez, y puedo decir que todo el mundo se siente de la misma
manera. Pero mira, para ellos, para los actores y músicos, creo que vale
la pena. Porque están actuando. Se sienten obligados a compartir su
trabajo, su arte.

Para mí, no era así. No soy artista. Nada me movió a ponerme ahí.
Lo hice por un tiempo porque mi familia lo hacía, y luego me di cuenta
de que realmente no me gustaba.

Me pongo de lado en la cama y vuelvo a atormentar mi cerebro por


quién filtró las malditas fotos. ¿Alguien del departamento de policía?

He hablado varias veces con la oficina de mis abogados. No fueron


ellos. No necesitábamos que las fotos se filtraran para enfrentar a Bryce
en una demanda. Él no tiene pruebas contundentes de que violé el
Acuerdo de Confidencialidad, y si le guste o no, había otras personas allí
esa noche. La gente sabía lo que pasó. Todo nuestro círculo sabe lo que
pasó.
Mis abogados tampoco pensaban que el equipo de Bryce filtrara las
fotos. Harían un juicio más comprensivo conmigo. Me ayudarían. Al
menos desde una perspectiva legal.

¿Quién fue? ¿Tal vez algún vigilante que escuchó que me estaba
demandando por violar el contrato, que quería que la gente supiera que
yo era la víctima?

No puedo darle sentido a eso. Mis párpados caen. No quiero ir a


dormir, pero...

●●●

Incluso en la tierra de los sueños, observo el teléfono sonando y


siento una pequeña burbuja de emoción.

Mis torpes dedos hurgan por la pantalla. Llevo el teléfono a mi oreja,


mis ojos medio cerrados, mi boca curvándose.

Susurro—: Hola. —Y veo la sonrisa del príncipe Liam. La dulce.

La línea crepita.

—Eso no fue inteligente.

Me vuelvo hielo.

—Eso no fue inteligente, Lucy.

La línea muere.

●●●

Tenemos que ir a la comisaría para presentar el informe policial. Eso


es lo que le dicen a Amelia cuando llama un poco antes del amanecer.

Tengo mis dedos envueltos alrededor de mi arma en mi bolso


mientras caminamos del porche al auto. Mientras las ruedas de mi
4Runner rebotan sobre el camino de tierra abarrotado de rocas, me siento
enfurecida. Avergonzada.

Amelia le da voz a mis pensamientos. —No puedo creer que esté


haciendo esto. Es bastante bajo, incluso para Bryce.

Le decimos a la policía lo que pasó. Prometen ponerse en contacto


con mi proveedor de servicio para ver si pueden rastrear la llamada, y me
aconsejan que me vaya de aquí. Que consiga un nuevo teléfono.

—¿Dónde puedes ir? ¿Algún lugar dónde nadie te buscaría?


Muerdo mi labio y noto los ojos del oficial en Amelia. Ella asiente. —
Podemos ir a alguna parte —asegura.

A medida que salimos de la estación, ella agarra mi mano y golpea


mi hombro suavemente con el suyo. —Creo que es tiempo de Gael, chica.

De alguna manera, sabía que diría eso. —Necesitas volver a tu


pasantía. Sé que tienes que hacerlo —digo.

—Podría pedir un poco más de tiempo. Dash es un imbécil, pero


podría dármelo.

—De ninguna manera. —Tomo las llaves de la mano de Amelia y


cabeceo hacia el lado del pasajero. Necesito conducir ahora mismo.
Necesito sentir que estoy en control. Me dirijo hacia mi casa y ella golpea
mi codo.

—Otro camino, ¿recuerdas? No queremos volver a casa hasta que


tengamos un plan, y la compañía de seguridad tenga la oportunidad de
reunirse con nosotras allí.

Suspiro, volviéndome hacia el pueblito de Lyon.

—Tienes que decírselo en algún momento, Lucy Su. ¿Cuántas


semanas tienes?

El camino se desdibuja mientras mis ojos caen. —Ocho o algo así.

—Así que irás a Canadá primero, y te quedarás con mi abuela Elinor.


Sabes que le encantaría tenerte. Quédate una semana. Ve de excursión
como te gusta hacer. Entonces tendrás nueve semanas. Eso es lo
suficientemente lejos que puedas volar a Gael y decirle. Esto tiene sentido
—dice con entusiasmo—. ¿No crees que debería saberlo en persona de
todos modos?

Sacudo mi cabeza. No puedo pensar en eso. No en este momento.

Pero puedo proteger a mi bebé.

Una hora más tarde, llamo a una compañía chárter y me arreglo


para volar a Edimburgo. Luego visitaré a la abuela de Amelia, Elinor. Tal
vez de camino a casa. Primero, voy a visitar Escocia y Gael. Me llevaré a
diez semanas. Entonces se lo diré.
CAPÍTULO 13
Lucy
¿Sabes esas bolsas que todavía tienen en algunos vuelos
comerciales? No tienen esos cachorritos en aviones. Si te enfermas, es en
el cubo de hielo o el inodoro.

Para mí, comienza sobre Islandia.

He tenido chuletas de cordero y espárragos, además de esas


pequeñas patatas rojas, y un poco de agua con limón después de que
rechacé una copa de vino. Me desplazo a través de mi biblioteca en el
Kindle, tratando de elegir algo para leer, pensando en lo mucho que mi
historia parece ficción, triste, ridícula ficción, cuando me golpea.

Salto tan rápido que Grey sisea desde su lugar junto a mí. Llego al
baño justo a tiempo para apuntar al fregadero. Después de eso, la
azafata, una hermosa modelo de Bangladés, me hace sostener el cubo de
hielo.

Por lo menos una vez, me atrapa riendo. Porque, en serio, ¿qué


podría ser peor que esto?

El príncipe Liam, no me ha llamado ni me ha vuelto a enviar


mensajes. No estoy realmente sorprendida. Chicos como él son como mi
abuela, un viñero de carrera turística y todos los jueves por la noche y a
veces viernes también van a la barra de vino. A Liam le gusta probar un
poco de todo. Me probó, se llenó y cambió de sabor.

¿Qué hará cuando aparezca en su puerta?

Decido mientras el avión aterriza en Edimburgo que no importa.


Amelia tiene razón. Debo decirle la gran noticia en persona. Es un
príncipe. No lo sé con certeza, por supuesto, pero me imagino que saber
que embarazó a alguien, especialmente a alguien que está al ojo público,
como yo, no será una buena noticia.

Miro mi estómago, invisible debajo de la blusa roja que estoy usando


con vaqueros color carbón y zapatos negros. No asumo que el bebé
demande el trono de Gael. Espero que no. Suena como un gran dolor en
el culo, si me preguntas. No quiero que Gael se lleve a mi bebé.
Me río un poco, recordando los ojos marrones de la azafata una vez
más mientras el avión se detiene. ¿Cómo me llamaría? ¿Cómo... amante
del príncipe? Ni siquiera amante, en realidad. Fui cosa de una noche. El
pensamiento es un poco deprimente, hasta que recuerdo la seriedad del
sexo. Cómo me ayudó a superar mi hechizo de sequía. Si ser golpeada
por los medios de comunicación por tener un hijo con el príncipe Liam es
el precio que tengo que pagar para recuperar mi mojo, supongo que vale
la pena.

Por supuesto, voy a tener grandes estrías, por lo que tal vez tener mi
mojo de vuelta ni siquiera importa. Lo que sea. A quien le importa.

He decidido ir primero a Gael, y luego a Escocia. Pensé que podría


ser útil cuando le comunicara las noticias a Liam si aprendo un poco más
sobre su país primero. Tengo una escolta desde el aeropuerto a mi
transbordador porque el avión de Edimburgo a Gael iba a ser muy
pequeño, como de dos plazas. No gracias, señora. No quiero sacar una
Amelia Earhart.

Me estremezco en el asiento trasero del Mercedes, en el camino


desde el aeropuerto a la costa este de Escocia. Después de enviar
mensajes prácticamente a todo mi directorio telefónico, dejando a todos
saber que todavía estoy viva, trato de distraerme de mi estómago revuelto
acariciando la nariz de Grey a través del guacal, luego miro por la ventana
al centro de Edimburgo. Es una ciudad hermosa, una que siempre me ha
gustado, con muchos edificios de piedra; calles limpias y arboladas; y un
aspecto “escocés” general: ordenado y limpio, y exuberante y majestuoso
al mismo tiempo.

Mi escolta/guardia se llama Herb. Es pelirrojo, de piel pálida y


pecas, quizás cinco o seis años mayor que yo, ojos azules claros, labios
finos, grandes orejas y un cuerpo voluminoso que no va con esas
características. Es como el hijo de Chris Hemsworth y Rupert Grint.

Supongo que está prestándome atención detrás de sus gafas de sol,


porque justo en el momento en que empiezo a sentirme bastante segura
de que voy a gritar, se detiene en una gasolinera, no, estación de gasolina,
levanta un dedo y me encierra en el coche.

—¿Qué mierda? —gimo en el silencioso auto.

Herb regresa con galletas de soda y una lata de ginger ale. Los tomo
con gratitud, luego parpadeo mientras sostiene la bolsa de plástico, con
una ceja arqueada.

Oh.

—Gracias.
Tres galletas, comidas en los bocados más pequeños del universo, y
un puñado de galletas de jengibre bien hechas me impiden arruinar el
interior del coche de Herb. Cuando se estaciona en la estación del
transbordador, se vuelve y levanta un pulgar hacia mí antes de buscar
todo el equipaje. Lo sigo detrás, agarrando el cargador de Grey,
sintiéndome como Madeline en una excursión desde el orfanato mientras
él nos registra y me lleva al transbordador.

Debimos haber abordado temprano, porque nadie más está


alrededor. Y parece que tenemos algún tipo de apartamento en el
transbordador. Tenemos que subir un montón de escaleras para llegar.
Es solo una sala con paredes de cristal oscuro y una vista al mar y se me
revuelve el estómago.

Ugh.

Estoy agradecida cuando Herb se excusa, sobre todo para poder


vomitar en paz en el pequeño cuarto de baño. Busco en mi bolso la
pequeña botella de agua de rosas que mantengo a mano y rocío el baño,
luego la habitación. Cuando todavía no regresa, rápidamente me cepillo
los dientes y me lavo la cara, botando el paño porque no voy a poner eso
en mi bolsa. Estoy murmurando a Grey, cuyo guacal está en mi regazo,
y me siento como la muerte cuando Herb regresa.

—¡Eres de ese espectáculo Rhodes! —dice el momento en que entra


con una bebida en mano.

—¿Es una cerveza?

Agarra el mango de una de esas gigantescas tazas de vidrio y tiene


la gracia de parecer avergonzado. —¿Te importa?

—¿Importa? —Me río, medio en shock.

—La boto si quieres —dice, teniendo más cuidado esta vez en ocultar
su acento grueso.

Rodé los ojos. —Bebe, capitán. Bebe por los dos.

—¿No puedes beber?

—Sí, puedo —digo bruscamente—. Pero estoy mal del estómago, así
que no sería inteligente.

—Así que, ¿eres ella? ¿La pequeña? Er, la más joven, ¿verdad?

Apoyo la cabeza en la pared, mirando el techo, que está hecho de


chapas cuadradas de metal, soldadas y luego pintadas de blanco. —La
pequeña —me burlo—. ¿Cómo conseguiste un trabajo con mi seguridad
sin saber quién soy?

Él se encoge de hombros. —Mi jefe no me lo dice. Los escoceses


valoramos la discreción.

Alrededor de una hora más tarde, cuando Herb está en su tercera


taza gigante de cerveza, sus pies apoyados en la pared, sus grandes
brazos detrás de su cabeza, estoy empezando a dudar de esto.

—¿Te gustó el espectáculo? ¿Por qué lo dejaste?

Me encogí de hombros. —Quería privacidad.

—Has salido con ese bastardo, ¿sí? ¿Bryce? ¿El verdulero?

Me froto la frente. —Sí —murmuro.

—¡Puedes hacerlo mejor que él!

Me pellizco el puente de la nariz. —¿Gracias?

Después de eso, trato de centrarme en la aplicación Kindle de mi


iPhone. Después, estoy enferma otra vez. Cuando el transbordador atraca
en el muelle una hora más tarde y Herb hace su camino por el puente del
barco hasta muelle, tomo una decisión rápida.

Lo sigo hasta el auto rentado y dejo que tome las llaves. Se las
arregla para llevarme y cargar mis maletas, una hazaña que no estoy
segura de cómo hace.

Le quito las llaves antes de que lo note.

—Muchas gracias, Herb. Traeré el coche de vuelta en dos semanas,


como dijo la compañía. Solo finge que estás conmigo. Toma tus propias
vacaciones. —Con un guiño rápido, salto en el coche, acelerando,
entonces giro hacia la carretera cuando me doy cuenta de que estoy en
el maldito camino equivocado.
CAPÍTULO 14
Lucy
Estoy completamente molida por el jet-lag6, así que me detengo en
el primer hotel que veo en Clary, utilizando una identificación falsa que
me proclama como Sarah Alabaster, pago en efectivo, y caigo de cara
sobre la cama. Entonces recuerdo que no le he puesto la caja de arena a
Grey, y tengo que arrastrar mi deprimente alma y hacer eso. Paso un
minuto observándolo antes de decidir que parece estar bien y colapsar.

No estoy segura qué hora es cuando despierto, y no puedo recordar


cuándo me fui a la cama. Pero las cortinas oscuras de la habitación están
filtrando la luz del sol, así que cojeo hasta la ventana, empujo para abrirla
y echo un vistazo a la… magnificencia.

Todavía estoy en la ciudad, mi ventana da a un pequeño campo entre


edificios de ladrillo, pero más allá de eso… más allá de los altos
rascacielos y las catedrales de piedra, detrás de las calles estrechas e
interestatales transitadas, veo montañas. Montañas grandes y verdes
cubiertas de niebla. Montañas que me hacen pensar en el Señor de los
Anillos. Es como si estuviera en un valle ahora mismo. Diablos, tal vez lo
estoy. Realmente no me tomé el tiempo de aprender la geografía de Gael
antes de despegar, así que no lo sé.

Pero estoy impresionada. No solo por los picos que veo desde aquí,
sino incluso por el color del cielo. Es de un azul lechoso, con tonos casi
púrpura. Mi mirada cae a la hierba en el pequeño campo detrás del
edificio de mi hotel. Es menos verde que la de Georgia en la que crecí,
con hilos amarillos y dorados, como una versión más vibrante de los
campos de Colorado. Hay piedras dispersas por el pequeño patio, algunas
del tamaño de pelotas de fútbol, e incluso una del tamaño de una pelota
de playa.

A pesar de mi inquietud por ver a Liam y decirle lo que sucede, no


puedo esperar a ver el campo. Me ducho rápidamente, tarareando
mientras Grey camina sobre el mostrador del baño.

—Hmm, necesito mi bolsa —digo, como si le importara.

6Jet-lag: Trastorno del sueño que puede afectar a las personas que viajan y atraviesan varios husos
horarios debido a la diferencia horario con su hogar de residencia.
Cuando salgo, llamo al servicio y pido que recuperen mi bolsa del
escritorio de la recepción. Unos minutos después, tomo el bolso de un
hombre bajo, con cabello negro y ojos verdes, abro la puerta en el
albornoz del hotel y le doy diez libras de propina.

Pienso en su acento cuando cierro la puerta y me dirijo hacia el


baño. Es como el de Liam… solo diferente. Y me doy cuenta de que eso
es porque el de Liam es más parecido al mío. Más americano, noto. Me
pregunto cómo conoce a Declan Carnegie. No quiero abrir mi
computadora para investigar antes de secarme el cabello, en caso de que
pase por la costa norte de la ciudad de Torr, donde está el Castillo Haugr,
yo necesite lucir viva, así que lidio con mi cabello y maquillaje primero,
luego me estiro en la cama para hacer algo de investigación en Google a
través con el plan internacional que adquirí para mi teléfono antes de
despegar. Y claro, descubro que Liam y Dec fueron a un internado en
Lawrenceville, Nueva Jersey. Conocido formalmente como la Escuela de
Lawrenceville, en Lawrenceville, Nueva Jersey.

Supuse que ya sabía que Declan había ido ahí, pero lo había
olvidado.

Liam por otro lado… estoy sorprendida.

¿No quiere un país que su príncipe sea educado dentro de sus


propias fronteras? Haciendo una nota mental para preguntar acerca
sobre ello si alguna vez tengo la oportunidad, meto mi ropa sucia en mi
bolsa de seda, y tiro de un vestido gris oscuro a media pierna sobre mi
cabeza. Es grueso como el lino, suave como el algodón, y solo un poco
suelto. Lo combino con unas sandalias marrones de Tory Burch y un
suéter cárdigan de un suave color crema, luego amarro mi cabello en una
cola de cabello suelta, que ato con un trozo corto de cinta de terciopelo
rojo.

Entonces me rocío con la anticuada agua de rosas que hace a mis


hermanas burlarse tanto de mí por mandarla a hacer personalmente.

Cuando estoy segura de que me veo lo suficientemente bien como


para un ataque sorpresa de los paparazzi que probablemente nunca
sucederá en la Isla de Gael, vuelvo a empacar mi maleta, la tomo junto
con el guacal de Grey, y subo al ascensor para bajar tres plantas.

Con el guacal para gatos a mis pies, compro un mapa plegable en el


mostrador de la recepción, y veo el crepitar del fuego en la enorme
chimenea mientras el servicio de aparcacoches busca mi auto.
Es un Range Rover color gris, que me hace sentir un poco tonta
cuando me acerco hacia este sosteniendo el portador de mi gato Grey7 y
usando un vestido gris: como si el gris fuese mi color del día o algo así.
Tal vez debería serlo, pienso mientras me siento enfermar junto a la
puerta trasera izquierda.

—Dios. —Tengo que encontrar una farmacia. Como, ayer. O por lo


menos una estación de gasolina con bocadillos de jengibre o algo así—.
Mierda.

Esto es simplemente asqueroso. Ni siquiera lo vi venir. Ahora tengo


que cepillarme los dientes. Doy una mirada culpable a la piscina de baba
que dejé en el asfalto, tomo un trago de la botella de agua que tomé de
mi habitación y sigo el GPS del vehículo hacia una calle muy concurrida.

—Jódeme —murmuro mientras mi estómago se revuelve.

Grey se mueve en su guacal.

Me toma mucho esfuerzo conducir correctamente, en el lado correcto


de la carretera, siguiendo la línea sin ir demasiado rápido ni demasiado
lento, e incluso más esfuerzo para encontrar una estación de
abastecimiento. Pero, finalmente, la encuentro, en lo que parece ser el
lado norte, y más gastado, de la ciudad.

Compro tres botellas de cerveza de jengibre, una caja pequeña de


bocadillos de jengibre, una caja de Pepto Bismol, ¿eso funciona siquiera
para embarazadas?, y una enorme bolsa de algo que parece un cruce
entre una galleta, oblea y bocadillo.

Durante la siguiente media hora, mientras navego por Clary, la


capital de Gael, mis nervios zumban como un enjambre de abejas en mis
oídos. No tengo la energía mental para tener pensamientos cohesivos, así
que es solo el estrés aquí arriba, pensamientos vagos sobre mí como
madre, sobre la posibilidad de que cada auto detrás de mí sea alguien
que Bryce envió para asesinarme, (sí, estoy loca), y sobre dónde pasaré
esta noche.

El guardia/escolta que dejé en el puerto tenía mi itinerario, y


supongo que siempre podría tratar de llamar a su compañía y buscarlo,
pero por alguna razón, no quiero hacerlo. Siento que necesito hacer esto
por mi cuenta. Así que, ¿qué si pierdo un poco de dinero en habitaciones
pre-reservadas? Tiene que haber algún punto en ser ridículamente rico,
para equilibrar los puntos bajos que vienen con el escrutinio público y
las críticas. Este tipo de espontaneidad lo es, me digo.

7 Gris en inglés
Originalmente, había planeado recorrer la isla antes de hacer
cualquier otra cosa, pero me encuentro atraída hacia el norte, hacia la
ciudad de Torr.

Durante un largo tiempo, mientras me dirijo fuera de la ciudad, hay


tráfico denso alrededor de mí. Entonces me encuentro en un camino largo
y sinuoso que se inclina hacia arriba, conduciendo hacia campos rocosos
y césped tan alto que se ondula entre los lagos. La niebla se esparce por
el camino y va hacia las colinas haciéndolas nebulosas, incluso en el
dorado sol. Veo un arcoíris, algunas casas solitarias y finalmente un
pequeño pueblo.

Detrás de los edificios blancos alrededor de una catedral de piedra


que parece una iglesia católica, veo montañas, las que eran visibles desde
el centro de Clary. Mi mapa dice que se llaman An Ocht.

Conduciendo en sus sombras, me siento ligeramente mareada. Son


tan… grandes. No son tan anchas como las montañas rocosas de
Colorado. Son más escarpadas. Y más verdes. Posiblemente más altas.
Cuando la niebla se aclara momentáneamente en un estrecho paso de
montaña, veo un pico y es blanco como la nieve.

Las rocas caídas se apiñan en el pequeño camino en el que estoy, y


me quedo cerca de la furgoneta azul marino frente a mí. Es alta y delgada,
no como las camionetas para madres en los Estados Unidos. Bajo mi
ventanilla, inhalo el aire fresco y como uno de los bocadillos de jengibre.

Cuando empiezo a sentirme enferma otra vez, como algunas de las


cosas extrañas que parecen galletas y bajo con un poco de cerveza de
jengibre.

Respiro lentamente.

Puedes hacer esto.

Me doy cuenta de que no tengo señal en mi teléfono y me preocupa


que no volverá mientras me dirijo hacia la costa norte de Gael.

—Está bien —digo a Grey—. Tomaremos prestado el teléfono de


alguien o nos detendremos en un cibercafé. ¿Todavía existen? Creo que
sí.

Noto que no tengo ni la más mínima idea de qué ciudades o pueblos


están entre Torr y yo, así que, en un punto de observación, saco y
despliego mi mapa.

Veo algunos puntos en el mapa, pero son todos bastante pequeños.


Los más grandes como Clary están a lo largo de la costa, especialmente
en la costa occidental de la isla, que señala hacia Escocia. Hay algunos
puntos más grandes a lo largo de la costa sureste, pero solo uno grande
hacia el norte y ese es Torr.

Así que estoy aturdida cuando, unos cuantos kilómetros más tarde,
me acerco a la zona donde hay un pequeño símbolo de una torre negra
en el mapa, y me encuentro mirando una enorme línea de defensa de
piedra, detrás de la cual veo cuatro torres de piedras marrones.

—¡Castillo!

Estoy tan sorprendida, que de hecho golpeo los frenos, y


rápidamente me salgo de la carretera, hacia el lado cubierto de hierba.

—Lo siento, Grey.

Él maúlla, y decido dejarlo salir. Lo sostengo por un minuto,


frotándole la cabeza y el lomo mientras se restriega en mi regazo.

—Guau…

Es grande. Mi mirada baja por la línea de la cerca. La cerca es alta,


casi tan alta como una casa de dos pisos, y el castillo detrás de ella es
aún más grande. Lo extraño es que las piedras no parecen estar
desgastadas, ni nada.

El castillo no está frente a la carretera, está mirando a otra dirección,


como si el camino de la carretera cerca de él fuera mera coincidencia,
pero puedo ver algunas banderas grandes, incluyendo la de Gael, con su
fondo crema y dos leones azul marino. Miro a través de la hierba del lado
de la carretera donde estoy, y la cerca, que es más una pared.

Probablemente está a doscientos metros de distancia. No estoy


segura de lo que me podría pasar si me acerco a la pared, y no estoy
realmente segura de que quiera averiguarlo. Unos cuantos minutos más
mirando revelan pequeñas torres de guardia a lo largo de la pared. Torres
de guardia reales. ¡Qué locura!

Pongo el guacal de Grey en el tablero del lado del pasajero y lo dejo


en el asiento, donde parece estar bastante cómodo.

Entonces abro mi bolsa y saco la gruesa pila de papeles que imprimí


antes de salir del país, busco… esto. Extiendo el artículo. Es una historia
del Guardián de hace unos meses donde dice que el antiguo castillo
gaélico en Torr ha estado siendo completamente renovado en los últimos
años para el uso del príncipe Liam, cuyo nombre real es, me estremezco,
Willahelm. No estoy segura de cómo sacas el nombre Liam de Willahelm,
pero estoy segura de que lo haces. Pobre tipo.

Mi estómago se revuelve mientras lo pienso.


Pobre príncipe Liam mi trasero. Pobre de mí.

Vuelvo al auto y comienzo mi viaje, mirando con asombro las


escarpadas montañas cubiertas de musgo con sus bordes irregulares y
su niebla. Estoy fascinada por la alfombra verde puro de Irlanda que
recorre sus laderas, lo que supongo, por mi época en Colorado, es quizás
debido a mucha lluvia y nieve en los picos de las montañas, que corre los
arroyos alrededor de las laderas. En cualquier caso, las tierras alrededor
de la base de las montañas se ven mucho más verdes si las ves desde
arriba, en uno de los caminos de la montaña.

Hace frío aquí arriba, y conduzco por varias ráfagas de nieve.


Entonces empiezo a descender, y cuando tengo otra oportunidad de bajar
y mirar hacia uno de los lagos, me doy cuenta de que he pasado justo
sobre la cordillera, que se extiende desde la esquina de la isla hacia el
noreste, con las cumbres hacia el este de Torr.

Mientras conduzco lentamente con las luces de mi auto encendidas,


atravieso la niebla, brillando contra la brumosa tarde gris, pienso en lo
que le diré a Liam cuando lo vea.

Paso unos minutos preocupándome por cómo se puede criar al bebé.


Liam no intentaría quitármelo, ¿verdad? ¿Criarlo en la isla? Seguramente
no, especialmente si fue educado en América. Me digo a mí misma que
obviamente tiene muchos amigos americanos, muchas mujeres en todo
el mundo, mucho dinero.

No estamos casados, así que el niño es en su mayoría mío...


¿verdad?

Cuando me detengo en una ciudad a la sombra de la montaña para


orinar en una gasolinera, me siento casi hostil hacia el príncipe Liam.

Podrías no decirle, susurra una pequeña voz. Pero sé que está mal.
Este bebé también es su hijo, y él o ella merece un padre. No estoy segura
de cuán buen padre será, el príncipe Liam, solo Liam, me corrijo. Su
propio padre es un notorio idiota que aterroriza al parlamento del país y
la manera en que reina, viola la constitución de la isla todo el tiempo.
Pero quién sabe. Ha sido muy amable conmigo.

Para tener sexo.

—Cállate —murmuro.

Me pregunto cuándo me atreveré a acercarme a su castillo. Me


pregunto qué castillo acabo de pasar. ¿Creo que quizás es el de su padre?
¿El castillo de Liam será más pequeño? Recuerdo de mis lecturas que se
encuentra contra el mar. Eso debería ser bonito.
Me pregunto cuánto tiempo me quedaré. Tal vez solo el tiempo
suficiente para decir a los guardias de la puerta que estoy aquí para verlo
(sobre algo importante, si me presionan) y sentarme junto al trono donde
puedo hacerle saber que soy la mamá de su bebé.

Miro mi estómago. Luce normal. Es difícil creer que estoy


embarazada.

Tomo otro trago de cerveza de jengibre y como unas pocas galletas


antes de darme cuenta de que me estoy muriendo de hambre. Por comida
real.

Paso un auto en el camino estrecho y noto cómo brillan las luces. El


sol se ha vuelto un poco más tenue. El cielo está nublado ahora. Uno o
dos kilómetros después, una lluvia constante empieza a golpear mi
parabrisas. Seguido de granizo. Caray, es como si estuviera en Colorado.

Todo delante de mí, hay pradera. Puedo ver las luces de una ciudad
brillando débilmente en el horizonte cubierto de nubes. Lejos a mi
izquierda, juro que puedo ver el oscuro océano. Y a mí derecha, hay
montañas, mayormente envueltas en niebla.

¿Y si no está en casa cuando llegue?

¿Y si tiene una chica con él?

¿Y si está de fiesta?

Cuando llego a la pequeña ciudad que vi en la línea del horizonte,


pienso en aplicarme delineador, pero... no quiero. Solo quiero conducir la
siguiente hora a Torr, subir al castillo y dejar esta experiencia detrás de
mí.

Me digo que lo mejor que puedo esperar es que sea educado y apoye
mi idea de que nazca y crie al bebé en algún lugar de Georgia, cerca de
mi familia, pero lejos de las cámaras.

Ya he decidido que no voy a decirle a nadie quién es el padre, si eso


es lo que él prefiere. En realidad, no quiero apoyo financiero ni nada, pero
sería bueno que mi hijo lo conociera en privado. Siento una punzada de
pena por mi futuro hijo y espero que Liam quiera hacer eso. Tal vez podría
pagarle.

Subo una colina y veo la aldea de Torr, con muchos árboles, riscos
y pequeñas calles viejas. Todo parece tan viejo aquí. No hay semáforos,
solo rotondas de ladrillo. Al este de la ciudad, la cordillera cae justo en el
mar.
Me detengo en una bonita estación de gasolina de ladrillo rojo con
ventanas redondas y blancas y bombas de aspecto antiguo. Después de
llenar el auto, cedo a mi estómago y compro un cruasán de queso,
además de un poco de comida para gatos para Grey, a continuación, me
quedo ahí mirando a la cajera de cabello gris, mientras mordisqueo un
bocado de mi cruasán.

—Entonces... ¿el príncipe vive ahí? ¿En el castillo?

La señora ríe entre dientes. —¿Estás esperando verlo, querida?

—Algo así.

—Vive aquí a veces, cuando no está en el extranjero —dice,


apoyándose en el mostrador.

—¿Está abierto el castillo para recorridos?

—Ya no, no desde que ha estado viviendo allí. Desde el septiembre


pasado. Lo mantiene privado. Pueden hacer una demostración en
navidad este año. Eso fue lo que oí.

Asiento. —Gracias por la información.

—¿De dónde eres? —pregunta mientras me dirijo hacia la puerta.

—De Estados Unidos —respondo—. Georgia.

Ella asiente, sonriendo.

De vuelta en el auto, me limpio del cruasán y lamo mis labios.


Maldición, tenía hambre. Todavía tengo hambre.

—¿También tienes hambre?

Pongo la comida de Grey en el suelo, muevo su guacal y espero


mientras come y bebe un poco de agua que echo en un tazón que traje
para este propósito. Cuando termina y parece calmado en el asiento del
pasajero, conduzco por las calles de ladrillo de la ciudad buscando
hoteles. Termino en una playa, una playa rocosa con violentas olas.
Estaciono mi auto al lado del único otro a la vista: un Saab pequeño y
blanco, bebo cerveza de jengibre, bajo un poco las ventanas para que la
brisa mantenga a Grey fresco y salgo. El viento es una locura aquí, a
pesar de que esta playa está entre un puñado de casas. Azota mi cabello
por toda mi cara, aflojando mi cola de caballo, y hace que mi falda larga
se enrede contra mis espinillas.

El cielo es blanco ahora. Blanco y sin nubes. Las gaviotas gritan por
encima de mí, buceando hacia la arena, aterrizando por un momento,
luego volando de nuevo. Las veo volar en patrones vagamente circulares.
Me pregunto de qué estarán hablando. ¿Las gaviotas se pueden
comunicar? Nunca me gustó mucho el canal de National Geographic.

Me siento en una roca grande y negra, unas cuantas piedras detrás


de las que están rompiendo las olas. Puedo sentir el rocío contra mis
mejillas. Inhalo el olor salado.

Luego pongo mi cara en mis manos. Dios. Pensé que estaba


ordenando mi vida, pero supongo que estaba equivocada. De repente me
siento tan perdida. Y abrumada. Apenas puedo hacer un sándwich de
queso a la parrilla y recordar comprar papel higiénico. ¿Cómo voy a
cuidar a un bebé? No creo que pueda encontrar a un hombre ahora, no
es que me importe tanto. Llevo sola dos años. He estado bien. Estaré bien
por más años. Puedo conocer a alguien cuando el bebé sea mayor. Nunca
se sabe.

Pienso en las manos del príncipe Liam en mi cabello en la casa de


Declan esa noche, y me deprimo. No estaba siendo amable. Estaba
tratando de meterse en mis bragas. Ahora que estoy embarazada, ya no
le importará, y tampoco se preocupará por mí.

Miro el mar e intento decirme que no importa. Puedo manejar la vida


a mis propios términos. Soy una chica grande. Y seré una buena mamá.
Solo sé que lo haré. Miro el cielo blanco y el mar gris hasta que pequeñas
gotas de agua fría empiezan a golpear mi cabello. Entonces me apresuro
a mi auto, donde Grey se levanta sobre el tablero.

No puedo evitar reírme de él cuando regreso.

Le froto la cabeza. Él ronronea, haciéndome sentir un poco menos


culpable por arrastrarlo a este viaje conmigo.

Saco el mapa de nuevo, y luego continuo el viaje hacia el oeste por


las diminutas calles. Varios minutos más tarde, dejo el pintoresco
vecindario por el que había pasado y me dirijo hacia el bosque. El camino
es pavimentado, pero estrecho, girando a través de los árboles. Bajo la
ventanilla para sentir el aire, para calmarme. Echo un vistazo a mi mapa
una vez, pero parece que estoy en el camino correcto.

Y luego los árboles se despejan y puedo ver el castillo. Maldita sea.


Es espectacular. Nada como el que vi hoy. Este está hecho de piedras de
aspecto antiguo, de color gris oscuro y parece tan viejo como el tiempo, o
por lo menos como la edad media, con manchas de musgo en algunos
lugares. Mientras me acerco, noto algo que destella...

¡Oh, cielos, es un foso! Rodea el castillo. No hay puerta ni muro, solo


este foso y lo que, desde aquí, parece un puente. La hierba alrededor del
castillo es de un verde vibrante, con arboledas. Noto algo a mi izquierda
y ralentizo, encontrando que es un pedazo de un viejo muro. Así que el
castillo estaba rodeado por una pared. Ahora está caído.

Estoy un poco desorientada, insegura de dónde debería estar el


océano, pero creo que lo oigo a través de mi ventana. La lluvia está
cayendo como niebla fina.

—Mierda…

Me aparto el cabello de la cara y exhalo lentamente, todavía


presionando los frenos. Ya es tarde. Tal vez debería volver mañana.

Estoy mirando el camino que conduce al foso, preguntándome si


podría hacer un giro sin conducir sobre la bonita hierba, cuando veo un
bulto en la ventana de mi auto.

—¡Aaaaah!

Mi cabeza gira a la izquierda, donde hay un hombre barbudo


usando... algún tipo de uniforme. Mi pulso se ralentiza, lentamente.

—Mierda. —Bajo mi ventana y me doy cuenta de que hay un


pequeño edificio detrás de él.

—¿Puedo ayudarla? —pregunta con un acento escocés.

—Dios. Lo siento. Me asustó. —Río.

—Lo siento. No era mi intención. ¿Está perdida?

Sacudo la cabeza. —No realmente.

Sus cejas gruesas se estrechan.

—Me preguntaba... um... ¿el príncipe Liam vive aquí?

—¿Y quién es usted?

—Soy Lucy Rhodes. Una amiga suya.


CAPÍTULO 15
Liam
No he visto otro ser humano en días, desde que Ain me llevó de
vuelta desde Clary. Cuando llegamos, le pedí que se tomara un par de
días libres y que la mayoría del personal doméstico hiciera lo mismo. Con
paga, por supuesto. Tenía un equipo estructurado: un jardinero de medio
tiempo, dos guardias de seguridad, dos vigilantes que monitorean el
tráfico.

Desde entonces me he sentido… extraño.

No puedo sé qué es. No tengo hambre. No puedo dormir. No quiero


bañarme, levantarme, montar, disparar, o incluso revisar mi teléfono. He
estado recibiendo textos, Snaps, y emails, y he estado ignorándolos todos.

Dejo caer la toalla alrededor de mi cintura y me pongo los pantalones


de pijama. Pienso en Lucy cuando alcanzo la botella en el mostrador del
baño.

Veo su rostro moreteado mientras tomo un buen y largo trago de


whiskey. Es Maith, una marca local y es mi favorita. No puedo sentirlo
realmente, pero el tic en de mi ojo izquierdo se calma, así que supongo
que está haciendo su trabajo.

Froto la toalla sobre mi cabello, entrando en la habitación, y me


acuesto de espaldas a través de la cama, frente al dosel. Es verde oscuro,
como un bosque. Cierro mis ojos y trato de visualizar un bosque, no su
rostro.

Realmente debería tratar de dormir…

En su lugar, escucho el fantasma de la voz de Lucy en mi oído. Es


extraño como la echo de menos. Como si la conociera. Como si ella me
conociera. La soledad es extraña, sin embargo.

No la voy a llamar. Ya no. Con lo que está pasando, es mejor no


hacerlo.

En lugar de contacto humano, navego por la aplicación Audible y


selecciono un libro: La Muerte Necesaria de Lewis Winter por Malcolm
Mackay. Es un alivio escuchar la voz de otra persona, después de horas
de nada más que pájaros fuera de mi ventana y el roce de la tela. Le
permito a mis parpados cerrarse mientras sigo las palabras del narrador.
Estoy confundido cuando escucho la voz de alguien más sonar por
encima de la suya.

Me levanto sobre mis codos. Mis ojos se asientan en el altavoz en la


pared detrás del vestidor. Escucho estática, pero lo que sea que me
dijeron me lo perdí.

Me acuesto en la cama y presiono el botón. —¿Sí? —pregunto. Mi


voz está áspera por no usarla.

—Príncipe Liam. ¡Aquí está! Tiene una visita.

—Yo… ¿qué?

—Una señorita. Ella dice que son amigos.

Lucy
¡Mierda, mierda, mierda! Soy tan idiota.

¿Por qué estoy aquí?

¿Qué estoy haciendo?

Te diré que estoy haciendo: estoy bebiendo té en una delicada taza


blanca mientras Grey lame sus patas en la alfombra a mi lado.

Sí, es cierto. Mi gato y yo, simplemente relajados aquí en el Castillo


Haugr. ¿Por qué se llama así de todos modos? ¿Qué demonios significa?
Suena como la guarida de una gárgola diabólica.

Miro alrededor de la habitación, la cual tiene techos obscenamente


altos, ventanas de piso a techo adornadas con cortinas doradas, y, en
medio de las ventanas, hay estanterías ornamentadas. He estado
mirándolas fijamente y no he podido ver el lomo de un libro de bolsillo
todavía.

Obvio que no, Einstein. Son de la realeza. Estos tienes tapa dura.

Tomo un sorbo de té, que el hombre con pantalones azul marino y


una camisa rígida y almidonada me dijo que era con sabor a miel local.

Debería irme ahora. ¿Me dejarían irme? Probablemente. Le doy a


Grey una mirada de ojos amplios, y él maúlla.
No estoy muy segura de por qué, pero eso me hace reír. Suena
extraño y sobrecargado en el punzante silencio. Froto mi frente,
sintiéndome como una lunática, y fijo mi mirada en la alfombra. Es
oriental. Real, por supuesto. Me gustan los colores: azul turquesa, crema,
marrón y rojo. No luce tan nueva, pero sus hilos, ¿qué demonios son esas
cosas? No es cabello. ¿Fibras?, lucen brillantes y suaves, como si
hubieran sido bien cuidadas.

Grey se mueve, curvándose en una bola, y me encojo un poco.


Cuando, si, Liam llega, ¿estaría molesto porque traje mi gato?

Él se veía tan agradable esa noche, pero realmente no lo conozco. No


del todo.

Es por eso que no tienes encuentros de una noche. No sin un


anticonceptivo. Imbécil.

Froto mi palma húmeda en mi vestido y dejo que mi mirada se eleve


al techo. Hay un hermoso candelabro de cristal, o diamante, colgando en
el centro de la habitación. Mis ojos recorren las paredes de nuevo,
notando que las estanterías de los libros no están ancladas. Son reales:
gruesas y robustas, hechas de caoba brillante. Justo encima de ellas está
la moldura de la corona: gruesa y gris pálido.

Mientras mi corazón comienza a latir de nuevo, Grey salta sobre el


sofá, arqueando su espalda.

—¿Te quieres ir? —murmuro.

Él parpadea.

Hecho.

Lo recojo. Bajo mi taza de té. Regresaré otro día. Puedo decirle a


Liam… algo. Es demasiado pronto para decirle que estoy embarazada.

Inhalo. Mi cabeza gira. Cuando doy un paso hacia la hilera de


puertas abiertas que me llevaron al pasillo a esta habitación, escucho
pasos.

Me giro justo a tiempo para verlo entrar por la puerta trasera.

El Príncipe Liam.

Un rayo de calor me atraviesa mientras mis ojos lo recorren.


Hermoso cuerpo. Pantalones sueltos negros colgando desde sus caderas,
una camiseta blanca estirándose por su pecho. Y ese rostro. Ese rostro
real y perfecto. Sus deliciosos labios abiertos con sorpresa, pesadas cejas
cayendo sobre sus hermosos ojos. Su cabello está revuelto en su cabeza,
aun largo, con ese hermoso color canela veteado con miel.

Después del ceño confundido, sus ojos se amplían con sorpresa.


Sacude su cabeza, caminando hacia mí mientras una sonrisa de extiende
sobre su rostro.

—Lucy…

Se ríe, una carcajada que reverbera a través de la biblioteca. Luego


viene hacia mí y estoy demasiado sorprendida como para moverme. Él
envuelve un brazo alrededor de mi espalda y me hala hacia él. Huelo algo
picante, casi como licor, antes de sentir su firme calor. Su apretón es
suave. Cuidadoso. Siento su rostro contra mi cabello, siento su baja voz
baja resonar por mi vientre cuando murmura—: Hueles bien.

Sus dedos pasan por mi cabello, la punta de sus dedos


presionándose ligeramente contra la parte trasera de mi cabeza. Cuando
se aleja, está sonriendo como si acabar de ser coronado rey.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí, Lucy?

Siento mi rostro en llamas. —¿Yo… estaba en el vecindario?

Él sacude su cabeza, riendo con esa baja, rica y sexy risa antes de
que sus cejas se frunzan pensativamente. —¿Estás bien? Luces bien. —
Aprieta sus labios—. Siéntate. —Me insta hacia el sofá, luego da una
graciosa sonrisita cuando sus ojos aterrizan en Grey—. ¿Es tu gato?

—Um… sí. Lo siento. Espero que no seas alérgico a los gatos.

—No. —Se arrodilla, extiende su mano hacia Grey—. ¿Chica o chico?

—Chico. Su nombre es Grey.

Sus ojos parpadearon hacia mí. —¿El libro?

—El de Oscar Wilde.

—¿Dorian Gray?

Asiento.

Sus cejas se levantan, y no puedo evitar reírme. —No. Es por el libro


de Cincuentas Sombras de Grey.

Él sacude su cabeza, pareciendo divertido. —Eres una sorpresa,


Lucille Rhodes.

—Una sorpresa visitante. —Le doy una temblorosa sonrisa mientras


Grey se arquea contra la gran mano de Liam—. Quería dejar la ciudad
por un tiempo. Pensé en ir a Irlanda y Escocia, pero decidí visitar Gael
primero. Pensé que podría ser un poco más de bajo perfil.

El asiente, su rostro pensativo. —Esa fue una buena idea. Y tienes


razón. Puedo protegerte de todo eso.

Asiento, sintiéndome expuesta. No me gusta que piense que yo


quería venir a verlo solo por diversión. Pero cuando abro mi boca para
decir más, nada sale.

—Esa fue la cosa más inteligente que podrías haber hecho —dijo—.
Solo desearía que me lo hubieras dicho. Pude haber enviado un avión.

—Volé en privado. Está bien.

—¿Volaste hasta aquí?

Negué con la cabeza. —A Escocia primero.

—¿Cuándo llegaste?

Tragué. —Ayer.

Yyyyy ahora piensa que corrí directamente hacia él. Perfecto.

Liam no parece perturbado, sin embargo. Todavía agachado con


Grey en la alfombra, se vuelve un poco más hacia mí, todo corpulento y
hombros anchos, mirándome a través de sus gruesas y oscuras pestañas.
—¿Tienes hambre?

Me encojo de hombros.

Se pone de pie y extiende su mano. —Vamos. Te conseguiré algo.

—¿Tu?

Inclina su cabeza, sonriendo. —No crees que sea capaz de prepararte


comida?

—Um… ¿no estoy segura? ¿Puedes?

—Ven y averígualo.

Recojo a Grey, y Liam nos lleva al pasillo, luego camina unos metros,
pasando a través de un juego de puertas dobles. A medida que las
atravieso, el espacio oscuro es iluminado, revelando una gran cocina de
aspecto industrial.

Miro desde una fila de refrigeradores hacia el Príncipe Liam. —¿En


serio tienes permitido estar aquí? Eres el príncipe, ¿recuerdas?
Se ríe. —¿Crees que me sacarían de la cocina?

—¿Dónde está la ayuda? ¿Recuerdas mi fantasía de Downton


Abbey?

Doblando sus gruesos brazos, se apoya en la encimera de granito.


—Les di un tiempo libre.

—¿De Verdad?

Asiente. —Es algo que hacemos en verano. Los llamaré para que
vuelvan mañana.

—¿Por qué mañana?

—Para que puedas disfrutar de tu fantasía de Downton Abbey.

—¿Y acortar sus vacaciones? —Sacudo la cabeza—. ¡De ninguna


manera! No por mí. Eres un tirano.

Sonríe. —No les importará.

Saca una silla de la barra y se vuelve hacia los gabinetes, sacando


unas cuantas cosas, luego se vuelve hacia mí mientras me subo a la silla.

— ¿Qué quieres, Lucille?

—No me llames así. Es extraño y antiguo.

Sonríe, desafiante. —¿Te gustan los macarrones con queso, Lucille?


¿Qué hay de comida de desayuno?

Saco mi lengua y no puedo evitar sonreír tímidamente. —


Macarrones con queso suena increíble.

Miro su espalda moverse mientras llena la olla con agua, enciende


la estufa, pones la pasta. Y luego la tapa.

Se vuelve hacia mí con una expresión pensativa que oscurece


lentamente. —Lamento lo que ocurrió. Con las fotos.

Mi estómago se contrae, estoy tan avergonzada que no puedo


mirarlo. —Gracias. —Trazo una grieta en la encimera de mármol, luego
veo hacia mi uña color esmeralda.

—Estas avergonzada.

—Sí. —Me obligo a encontrar su mirada mientras digo—: Es


vergonzoso. ¿Cómo te sentirías si alguien te viera todo golpeado y
supieran todo acerca de cómo te sucedió? ¿Y te vieran como la víctima?
—La palabra está ahogada en veneno. Veneno que siento por Bryce, y por
mí misma también, si soy honesta.

Su boca se presiona en una línea. —Lo odiaría. Sin duda.

—Bueno, lo entiendes. —Suspiro.

—Voy a decirte algo, sin embargo, Lucy.

Se mueve y camina alrededor del bar frente a mí. Apoyando sus


codos en el mármol, inclinándose mientras una hebra de su cabello cae
en su cara. Veo sus hombros levantarse, su pecho subir mientras toma
una larga respiración. Sostiene mi mirada y con sus ojos puestos en mí
se quita la camisa.

Me da la espalda y señala su espalda. —Durante años esta cicatriz.


—Puedo verla justo debajo de su omoplato—. Ha sido explicada como un
accidente en caballo. Y lo fue —dice, girándose. Y su rostro se oscurece.

Mi estómago se llena de una burbuja de aire que flota hasta mi


garganta.

—Primero fui a la escuela en la isla. Cuando era un niño.

Sus ojos me mantuvieron en los míos, confesándose sin ningún


sonido.

—¿Alguien te golpeo? —susurro.

Se aleja de nuevo y tira de la cintura de sus vaqueros. Los baja un


poco, y veo otra cicatriz. Esta es de unos siete centímetros de largo y
horizontal. Gruesa. Se vuelve lentamente hacia mí.

—También hay otra un poco más abajo.

Mi corazón se siente como si se tuviera encogiendo.

—De un cinturón de cuero.

—Santa mierda. ¿Quién fue?

Su boca se tensa. —Eso no importa ahora. —Deja salir un suspiro—


. Solo mis viejos amigos lo saben. Pero quería que tú las vieras. —Inhala—
. Lo entiendo, al menos un poco. Con el elemento público. Odio cuando
todos saben sobre mí. Siento que me están quitando algo.

—Lo hacen —susurro—. Dignidad y privacidad.

Su lengua envuelve su labio inferior. Luego su camisa esta sobre su


cabeza, y se vuelve para revolver la olla.
Puedo ver la tensión en su espalda a través de su delgada camiseta.
La forma de sus antebrazos mientras se mueve alrededor de la estufa. La
fuerza de sus manos, sus largos dedos. Cuando se vuelve hacia mí, sus
ojos están ardiendo.

—Él es el malo, Lucy, la gente lo sabe. Tú lo dejaste. Lo saben. ¿Te


preocupas por cómo se ve? Se ve como si él fuera monstro y escapaste.

Miro hacia mi regazo. Se siente surrealista estar aquí, hablando de


esto. Alejo mi miedo y torpeza por el pasado y trato de hablar francamente
con él. Siento que es lo menos que puedo hacer después de lo que acaba
de confiar en mí.

—Odio como lo han puesto, ¿sabes? Creo que todo el mundo siente
que está bien verme así. La mayoría de la gente piensa que mi vida ha
sido increíble. No que no lo haya sido. Pero… sabes a lo que me refiero.

Se apoya contra el mostrador, con sus grandes manos curvadas


alrededor del borde. —Lo sé.

Asiento, sintiéndome de nuevo demasiado tímida para mirarlo a la


cara.

Siento que se acerca a mí. Siento su mano contra mi mejilla mientras


pone un mechón de cabello detrás de mí oreja. —No lo harán, Lucy —
dice en voz baja—. A la mierda cualquiera que quiera eso, de todos
modos. Y mientras estés aquí —dice mientras se endereza—, te
mantendré distraída.

Las campanas de alarma resuenan en mi cabeza, sintiendo lo


amable que es él. —No tienes que hacerlo. Si estás ocupado. Solo vine un
rato... —Mi corazón tiembla—, para Hablar.

La mano de Liam baja por mi brazo. Toma mi mano vagamente. —


Podemos hablar. —Sus dedos juegan con los míos, y me da una sonrisa
sexy—. Dime algo.

—¿Qué? —susurra.

—Cualquier cosa.

Miro a sus pies, donde Grey se frota contra los tobillos de Liam. —
Creo que mi gato está enamorado de ti.

Sonríe. —Sucede todo el tiempo. —Se arrodilla y frota la cabeza de


Grey. Grey se arquea en la mano de Liam.

—Mi madre tiene gatos —dice.

—¿Sí?
Asiente. —Odin y Freyr.

—¿Son dioses nórdicos?

—Sí. —Sonríe.

—Los tabloides tienen razón, ¿sabes? Sonríes mucho.

—¿Eso es lo que dicen? —Finge una mirada severa.

—Ya lo sabes. Te aman.

—Aman la riqueza y la novedad. —Se vuelve a la estufa.

Parpadeo hacia su espalda musculosa. De todos los tipos de


comentarios que no esperaba oír del Príncipe Puta...

Me froto los labios, tratando de pensar en qué decir. Llegando a un


acuerdo con el hecho de que realmente no conozco a este tipo en
absoluto. Que incluso las caricaturas sobre él podrían muy bien estar
equivocadas. Y tal vez está mal, luce más serio de lo que se proyecta en
los medios, pero en el centro de toda la cobertura del príncipe Liam está
el príncipe Liam.

Inclino mi mejilla en mi palma. —Creo que tú también les gustas.

Puedo decir por la forma en que sus hombros se endurecen que mis
palabras estaban equivocadas. Lo que quise decir es que me gusta. De
las fotos de los paparazzi a el tipo que cocina para mí. Me gusta. Todo él.
Ni siquiera sé por qué. No lo conozco muy bien, pero lo encuentro
cautivador.

Mira sobre su hombro, la cara tensa. —Ellos no me conocen.

—Bueno, ellos saben que eres encantador.

Camina hacia mí. Me toma de la barbilla. —Al igual que tú, Lucy.

Mi sangre arde mientras sus dedos van un poco hacia mi cara. Su


agarre es firme pero suave.

Cuando sus labios me cepillan la frente, no me muevo ni siquiera


respiro. Luego se gira hacia la estufa, cocinando en un silencio
melancólico mientras miro mis uñas y pienso en cuáles necesitan ser
limadas.

Los próximos minutos pasan en silencio excepto con el tintineo de


los utensilios de cocina y el roce de su ropa mientras se mueve. Entonces
está llenando dos tazones con macarrones, vertiendo dos vasos de vino y
dos vasos de agua.
Finalmente está frente a mí otra vez y no puedo leer sus emociones
perfectamente educadas. Pone lo mío delante de mí, agarra dos servilletas
de tela, y toma el taburete a mi lado.

Él extiende mi servilleta en mi regazo y me observa tomar el primer


bocado mientras él toma un poco de su vino.

Dios mío. El queso es el cielo. —Mmmm. —Cierro los ojos y los abro
para encontrarlo sonriendo.

—Habrá más de esto mañana cuando los chefs regresen. —A mi


aspecto confundido, él responde—: Te quedarás esta noche. Y más a
menos que no quieras. Tengo un cuarto de huéspedes solo para ti. Con
paredes rojas. —Guiña el ojo.

Hablamos de cosas aleatorias, como la práctica gaélica de “acechar”


y cazar ciervos rojos; la calidad del agua en los arroyos locales (excelente);
quién hace la ropa de cama del castillo (una compañía local); y cuántos
intrusos tiene el Castillo Grounds (unos pocos cada semana).

Mis macarrones se terminan rápido, y antes de terminarlos, me


parece que mis párpados se sienten pesados.

—¿Sin vino, Lucy?

Parpadeo. —Oh. Me olvidé de eso. Lo siento.

Él choca mi hombro, entonces baja la copa. —No te preocupes. —


Observo en silenciosa sorpresa mientras lleva nuestros platos al
fregadero y los lava. Habría pensado que los dejaría para la gente
mañana.

Mientras se vuelve hacia mí, arquea sus cejas.

—También puedo usar el fregadero. —Sonríe.

Me ayuda a bajar del taburete. Tomo a Grey en mis brazos, y Liam


lleva todas mis maletas. Lo sigo, lo que se siente como varios siglos. La
sala es amplia, con techos increíblemente altos, hay velas en la pared, y
un agradable olor a limón. Las paredes están hechas de piedra y el suelo
de una madera muy vieja y oscura. Las puertas son de madera gruesa,
anchas y altas, imponentes.

Lo sigo por encima de alfombras tejidas tipo tapices, pinturas al óleo


y retratos pasados, hasta que por fin el pasillo termina. Él golpea una
puerta en el pasillo derecho. —Aquí. —Y luego la atraviesa—. Esta es para
ti.

Tengo que luchar para no jadear mientras empuja la puerta abierta.


La habitación es impresionante, enorme como una cueva, con los
mismos techos altos que parece tener todo el castillo. Las paredes son de
color carmesí oscuro, las cortinas de piso a techo color beige y con
motivos de amapolas. Hay dos asientos grandes y redondos apoyados a
pared larga, hechos en una tela color oro. En el centro de la habitación
hay una enorme cama con dosel redondo; la madera es de color cereza,
lisa y fina. La extensión de la cama es de oro con toques de marrón, y
suficientes almohadas para un ejército.

Mis ojos recorren el vasto espacio, bebiendo en la hermosa alfombra


oriental color oro, marrón y blanco; la tarima en una hilera de estanterías
que lleva una bañera con patas en forma de garra.

—Para remojarse, no bañarse —dice Liam cuando mis ojos capturan


los suyos; un aparador alto y delgado en una esquina, lleno de joyería, y
una pintura en óleo que debe ser de casi dos pisos de altura, cubriendo
una pared casi hasta el techo. Es de un bosque, con un ciervo grande en
el centro, mirando directamente fuera de la pintura.

—Solo para remojarse. —Río, ondeando hacia la bañera—. Santo


cielo, ¿de quién es esta habitación?

Sonríe con fuerza. —De la Reina.


CAPÍTULO 16
Liam
Los errores son peores cuando ves que los cometes.

Sé que no debería dejarla quedarse… pero no la puedo echar. La


guío a la habitación escarlata, la habitación de mi madre, porque soy
incapaz de hacer otra cosa. Nací en esa habitación, una noche de luna
llena, los cuartos iluminados solo por velas, o eso se me han dicho. Según
la historia, fue un nacimiento sencillo, así que mis padres no tuvieron
reservas en agregar a mi hermanita a la familia más tarde.

Le muestro a Lucy el espacioso baño y la nevera dentro de uno de


los libreros. Incluso saco el edredón para ella, manteniendo una sonrisa
la cual espero encuentre encantadora.

Luego me voy. No a mi habitación, sé que no puedo dormir, sino al


jardín en la terraza y al laberinto.

Esta noche hay luna llena. Su luz brilla contra mi piel. Mi


respiración hace pequeñas nubes pálidas en la noche negra.

Eres un impostor, mi conciencia grita. Le estás mintiendo.

Trato de decirme que no importa. Ella estará aquí y se habrá ido,


otra follada, porque eso es todo lo que puedo permitirme ahora. Hasta
que todo salga bien, no puedo acercarme a alguien nuevo. No estaría
bien.

No deberías permitir que se quede en absoluto, susurra una pequeña


voz.

Pienso en su cabello. La forma en que se sentía. La forma en que olía


esa noche. Pienso en su piel lisa y sedosa. Su boca. Que sé que se sentirá
jodidamente bien solo perderse en ella, en Lucille Rhodes.

Ella nunca lo sabrá. Nunca sabrá lo mucho que estoy reteniendo.


No la pondré en peligro.

Solo pocos días.

Me agacho junto a la pared de piedra y saco mi frasco de mi bolsillo.


Lucy
Estoy cansada, pero no puedo dormir.

Sé que tengo que decirle… pronto. No puedo solo quedarme aquí, en


esta grandiosa habitación, justo al otro lado del pasillo del sexy como el
infierno príncipe Liam, pretendiendo que solo somos amigos o algo peor,
amigos de folladas.

Las primeras horas después de que la puerta se cerró, me ocupo


duchándome, mandándoles mensajes de texto a Amelia y a mi familia, y
finalmente leyendo TMZ. Estoy tan mentalmente exhausta, no puedo
convocar mucho sentimientos sobre las historias de Lucy Rhodes,
excepto una vaga gratitud a los hijos de puta en TZM que quitaron las
imágenes.

Me siento en uno de los asientos de la ventana, Grey se alzó a mi


lado en una pequeña bola dormida, y trenzo mechones en mi cabello
mientras la luna se alza en el cielo. La fresca brisa ondula a través del
gigantesco abeto que está fuera de mi ventana. A lo lejos, veo un pequeño
resplandor de brillo: el agua del océano.

En un punto, escucho pisadas en el pasillo. El calor me corre


mientras pienso en Liam abriendo mi puerta. La decepción me enfría
cuando no lo hace.

Pienso en cómo desearía que me dijeran el secreto que mantengo si


yo fuera un chico. Lejos del castillo, tal vez. No sé qué clase de seguridad
tienen aquí en el palacio, pero si hay cámaras, y estoy segura de que las
hay, al menos en ciertos puntos, probablemente hay algún empleado
para verlas y escucharlas.

Me froto loción en mis piernas y me digo que, en la mañana, después


del desayuno, sugeriré que tomemos un paseo. Entonces le diré.

Levanto TMZ de nuevo y miro la imagen. Es de Bryce, relajándose


en una silla al lado de una piscina. La piscina de su familia, en los
Hamptons. Está sin camisa, sus brazos parecen fuertes y magros en el
resplandor de la luz del sol, su cabello rubio azotado por una briza
veraniega.

Recuerdo ese traje de baño. El azul marino. Creo que incluso yo


podría haberlo escogido. Recuerdo una conversación que él y yo tuvimos
en el día sobre la ropa de diseñador. Cuán necesaria era. Recuerdo haber
destacado una o dos veces el color de mi esmalte de uñas. También
necesitaba ser diseñado. Los productos del programa siempre decían
algo. ¿Qué era? Me froto la sien. “Es un cuento de hadas” Eso es lo que
les solía gustar decir.

—Ellos quieren un cuento de hadas. ¡Entonces dales un cuento de


hadas! —Sonrío mientras recuerdo a ese productor en particular—. ¡No
puedes comprar nada en Target, Lucy! Ni siquiera manejes por allí —dijo.

Miro alrededor de la enorme y oscura habitación. Hay una chimenea


llena de velas blancas. Miro el dosel sobre la cama redonda, en los
listones de vidrio en el techo. Parece vidrio pintado. Vidrio manchado. No
puedo decirlo con seguridad porque ahora está muy oscuro, pero creo
que hay vidrios en el techo.

Me acerco a uno de los aparadores adornados y paso mi mano sobre


la madera brillante. Hay un espejo de mano encima de él. Parece de plata,
o tal vez de platino. Me doy cuenta de que es brillante porque tiene
incrustaciones de diamantes.

Miro mi rostro en el espejo.

No es el rostro de una reina.

Mi reflejo se pone borroso, y puedo sentir sus manos alrededor de


mis muñecas. Puedo escuchar sus palabras. Las cosas que dijo esa
noche…

—Eres una maldita puta. Eso es lo que eres. ¡Eso es todo lo que serás!

Doblo la palma de mi mano sobre mi vientre cuando una lágrima


cae por mi mejilla.

Sé que no es cierto. Sé que es mi cerebro. Pero mi corazón todavía


duele. Pensé que él me amaba. Yo lo amaba. Eso es lo que todos olvidan,
lo que recuerdo de esos momentos, tristes momentos. Amé a Bryce. Solía
cocinar para él. Solía desnudarme para él. Solía gustarle que lo besara
en la mandíbula. Algunas veces si lo hacía bien, lo haría estremecerse.

¿Por qué diría esas cosas? ¿Por qué hizo lo que hizo esa noche? Sé
que no era yo. Realmente lo hago. Lo que había sucedido era todo sobre
Bryce. Sobre su familia. Sobre su padre. Sobre su falta de confianza, su
necesidad de control. Sobre las drogas que estaba consumiendo.

Aun así, me curvo en una pequeña bola, porque el dolor que siento
es mío.

●●●

Me despierto a un sonido de agua corriendo. ¿Un arroyo? Levanto la


cabeza y me sobresalto cuando me doy cuenta de dónde estoy. Estoy en
un cuarto grande. La habitación de la reina. ¿Significa que era la
habitación de la mamá de Liam?

Me levanto y parpadeo. Ahí es cuando noto la luz del sol entrando


desde un lugar en la pared. Una puerta corredera. ¿Cómo no vi eso? La
puerta está abierta ahora, las cortinas puestas a un lado. Me deslizo de
la cama y paseo por lo que resulta ser un balcón. En realidad, no está
abierta, tiene una puerta, que empujo hacia atrás, dando una mirada a
la cama, donde Grey está acurrucado.

Salgo al aire fresco de la mañana, y sí, puedo ver una corriente o


arroyo espumoso, y también lo oigo. Está como a cincuenta metros del
castillo, rodeado de hierba espesa y árboles.

Un pájaro vuela. Levanto mis ojos hasta el cielo azul.

¿Quién abrió la puerta?

Me quedo allí en la cálida luz del sol, tratando de no averiguar qué


hora es. Aún estoy un poco cansada por el viaje. Protejo mis ojos y miro
hacia el sol. No creo que sea mediodía todavía.

Mi estómago hace un sonido brutal. Dios, necesito decirle. Hoy.

Oigo un fuerte sonido y me vuelvo hacia mi habitación gigante. No,


un golpe de puerta. Regreso a la habitación, me miro y agarro la bata que
dejé encima de un sillón. Me la pongo.

—Adelante —digo mientras la ato y Grey salta de la cama.

Estoy esperando a Liam. En cambio, veo los ojos castaños de una


mujer. Su piel es pálida, y hay pecas en su nariz. Lo siguiente que noto
es su ropa; Es un uniforme antiguo de criada negro y blanco.

Sus zapatos chasquean mientras empuja un carro gigante de


madera hacia mí. Está cargado con las comidas más asombrosas del
desayuno.

—Traje un poco de desayuno —dice. Su acento es marcado, mucho


más grueso que el del príncipe Liam, y muy escocés.

Sonrío y envuelvo mis brazos a mi alrededor, mi “incomodidad” hacía


que los productores siempre me estuvieran regañando.

—Gracias.

Ella desaparece en el pasillo y regresa con una mesa y una silla, que
rápidamente coloca al lado de mi cama. La observo, sintiéndome un poco
impotente mientras mueve toda la comida sobre la mesa.
Luego se gira a la chimenea. —¿Le gustaría algo de fuego? —A mí
me suena como, ¿Le gustaría algo du fuego?

Sacudo mi cabeza. —No. Estoy bien.

Ella hace una pequeña inclinación, entonces, mientras retrocede


hacia la puerta, se vuelve a girar.

—Olvidé decirle, soy Belinda. Le ayudaré durante su estancia aquí.


Si me necesita, pulsa este botón. —Agita su mano en un panel justo al
lado de mi puerta—. Lo que necesite, se lo traeré.

Y luego se va, y estoy sola con una montaña de comida increíble.


Hay un montón de algo que se ve y huele a jamón en rodajas, rociado con
canela; un montón de tocino crujiente; una pila de magdalenas inglesas
que parecen fritas gotean mantequilla; algunos tomates cortados a la
mitad; tres huevos cocidos; un plato de huevos revueltos; y un plato con
seis panqueques gruesos y empapados de jarabe.

Parece que también trajo tres tipos de jugo, dos tazas de café, una
jarra de agua, con una copa de cristal, varias servilletas de lino con el
sello real cosido en ellas, y, finalmente, me doy cuenta, detrás de las otras
placas, un plato gigante de fruta fresca.

Paso mi mirada sobre toda la comida, preocupándome por lo que se


harán con las sobras. ¿Voy a parecer grosera si no como todo? Porque no
hay manera que pueda. Tan pronto como ese pensamiento pasa por mi
mente, mi estómago se revuelve un poco.

Oh, Señor.

Grey da vueltas alrededor de mis pies, ronroneando.

—No es para ti —murmuro.

Recojo un pedazo de tocino y lo mordisqueo, luego intento comer


unos pequeños bocados de panqueques. Está muy bueno. Mi estómago
se calma un poco, y me gustaría tener un poco de ginger ale. Eso no va a
suceder, me recuerdo. Tan pronto como vayamos a nuestro paseo y le
diga mi secreto, me iré. Probablemente recorreré Gael, pasaré unos días
aquí, y luego de regreso a Escocia. Tal vez incluso vaya Irlanda antes de
ir a casa.

A pesar de que duele, estar sola ahora mismo, también soy del tipo
que anhela. Tengo que averiguar cómo me siento sobre el estado actual
de mi vida, y lo que quiero hacer exactamente. Estar en el rancho no es
aceptable.
No solo por la extraña llamada telefónica y los peligros potenciales
relacionados con Bryce, sino porque tan pronto como se empiece a notar,
ya no será seguro trabajar con caballos. Montar pondría al bebé en riesgo.
Y no puedo hacer mi trabajo sin cabalgar.

No he mirado más allá del día frente a mí en más de un año, así que
no estoy segura de cuál debe ser mi plan B. Tal vez eso es algo bueno. No
pienso en cosas, solo hago planes que puedo ejecutar. Tengo esto, me
digo.

Me doy cuenta de una pequeña tina de crema batida y algunas fresas


en rodajas y las vierto sobre mis panqueques. Con una mirada culpable
a todos los otros alimentos, me pongo en ellos y panqueque y medio antes
de que mi estómago haga otro giro, decido que es hora de tomar un poco
de agua y terminar.

Toco mi boca, pongo mi servilleta, y luego hay otro golpe.

—Adelante. —Mi cabeza zumba un poco con una sensación de


ligereza por los nervios.

Es la chica de nuevo, Belinda. Mi asistente personal.

revisando

—Estoy bien. Yo... terminé. —Espero alguna protesta, pero


simplemente menea la cabeza y empieza a cargar los platos de nuevo en
el carro.

—El príncipe Liam, dice que le diga que se vista con algo adecuado
para montar si quiere montar a caballo, por supuesto. Y que llame a la
puerta cuando esté lista.

Mueve toda la comida hacia el vestíbulo, y luego me sorprende


volviendo cuando me quito la bata para darme una pila de ropa.

—Un equipo de equitación, si lo necesita.

Frunzo el ceño, luego recuerdo mis modales y le doy a la chica una


sonrisa educada. —Gracias.

Estoy segura de que no es mi talla, pero... de hecho, es, me doy


cuenta de que lo es. La parte superior, los pantalones y las botas son
todos de mi talla.

No estoy segura de si eso es genial o espeluznante. Me ducho


rápidamente, me seco el cabello, trabajo en una trenza francesa, me
aplico delineador y rímel, retiro un poco de maquillaje, y me pongo labial.
Luego me cambio: pantalones de montar, una camisa azul pálida, un
cinturón de cuero y zapatos de montar, todo de diseñador. Me quedan
perfectamente. Saco un suéter rojo de mi bolso y lo pongo sobre la camisa
azul. Está bien, porque la camisa es pálida, casi blanca.

Me pongo otra capa de labial para la buena suerte, froto algo de mi


loción de vainilla favorita en mis manos, y me echo agua de rosas.

Puedes hacer esto, le digo mi reflejo en el espejo. Relleno la comida


y el agua de Grey, acariciándolo un poco y le doy una charla antes de
revisar mi teléfono, son las diez y diez, hora local, y pongo mi bolso a
través de mí pecho. Luego camino por el pasillo y llamo a la puerta de
Liam.
CAPÍTULO 17
Lucy
Contesta con una ceja levantada. En cuestión de segundos, su
hermoso rostro se curva en una sonrisa.

—Lucy... —Se acerca a mí, la punta de sus dedos cerrándose


alrededor del dobladillo abierto de mi suéter abotonado.

Durante esos primeros segundos, estoy consumida por la suave


mirada en su rostro. Por sus ojos avellana. ¿Qué es lo que pasa con esos
ojos? Son tan... amables. Tan cálidos. Todo lo que le rodea parece tan
abierto mientras él está allí en su puerta, con su sonrisa y cabello hacia
abajo, colgando casi en sus hombros.

Su cuerpo se mueve un poco más cerca del mío. —¿Dormiste bien?

Siento que mi cara se calienta por su proximidad. Por el hecho de


que puedo olerlo. Puedo sentir su calor. Mi mirada lo recorre, mirando su
camiseta color carbón y sus vaqueros desteñidos y desgarrados. Trago.
Asiento.

—Bien. Mejor que bien. Esa habitación es increíble.

Retrocede un poco y se mete las manos en los bolsillos. —Bien. ¿El


desayuno estuvo bien?

—Por supuesto. Pero era mucha comida.

Él frunce una ceja. —¿Demasiada comida? —Su cara es escéptica.


Bromeando, me doy cuenta.

Me encogí de hombros. —Me sentí un poco mal de no poder comerme


todo.

—Vamos. —Me golpea con el codo—. No te sientas mal por eso.

—La cultura sureña no es muy derrochadora.

Guiña un ojo. —Probablemente la cocina está comiendo tus sobras.

—¿De verdad?

Sonríe con suficiencia.


—Lo estás diciendo por decir.

Se encoge de hombros. —¿Lo estoy?

—Sí.

Me da una cara de póker, luego retrocede y se vuelve ligeramente, y


es entonces cuando noto la habitación a su alrededor.

—Santo Dios.

Con una chaqueta en la mano, una que acaba de agarrar de una


mesa, se vuelve hacia mí con las cejas levantadas.

—Lo siento. Solo... —Siento que mis ojos se abren cuando mi mirada
se mueve alrededor de la habitación. El juego de dormitorio es enorme,
la cama más que de tamaño king, hecha de madera oscura y tallada. La
ropa de cama parece de seda, y está en los colores del bosque: marrones,
verdes, dorados, rojos. Lo que realmente me llama la atención es un
retrato masivo de una mujer en una pared. Una mirada a su cara, a sus
bonitos ojos, y puedo ver que debe ser la mamá de Liam.

—Guau. —Sacudo la cabeza lentamente. Mi mirada se aferra a la


suya—. Liam, eso es hermoso.

—¿Qué cosa?

—El retrato. —Hago una seña hacia él—. ¿Esa es tu madre?

Asiente.

—Hermosa.

Sus labios se presionan en una delgada línea, y sus cejas se arquean


de nuevo. —¿Lista? —pregunta, saliendo al pasillo. Su tono es
ligeramente brusco.

Asiento. —Por supuesto.

Cuando cierra la puerta, me doy cuenta de lo que pienso, y luego me


digo que lo deje estar. No es mi culpa que sea sensible sobre su madre.
Puedo captar la indirecta y no mencionarla de nuevo, pero no hay
necesidad de sentirse culpable que lo hice esta vez.

Estoy mirando por las ventanas mientras las pasamos, frotando mis
dedos sobre mi teléfono, dentro de mi bolso, cuando la mano de Liam
agarra mi mano libre. Sus largos y cálidos dedos se entrelazan con los
míos. Me da un apretón en la mano. Lo miro, sorprendida de nuevo por
nuestra diferencia de altura.
—Eres alto.

Él sonríe. —Tú eres baja.

—¿Cuánto mides?

—¿Cuánto mides tú?

—Listillo. —Le doy a su mano un apretón juguetón—. Mido metro


sesenta y cinco.

—¿Y cinco? —Sonríe.

—Bueno, sí. No sé si debo subirlo o bajarlo, así que digo mi altura


real.

—Creo que te aferras a ese cinco —bromea.

Quiero sacar la lengua. —¿Tú cuánto mides, señor Alto?

—Un metro con noventa.

Le golpeo con el hombro cuando llegamos a una hermosa escalera


tallada en madera. Entonces traigo nuestras manos juntas delante de mí.
Su mano es grande, dedos largos, piel todavía bronceada, como si pasara
todos los días en una cubierta de piscina en los Hamptons. Hay varias
cicatrices en sus nudillos y el dorso de su mano.

Como que sueño despierta con besarlos, él levanta nuestras manos


más alto, plantando un suave beso en mis nudillos.

Sonríe. —Tienes manos pequeñas.

—Tú tienes unas grandes.

Le doy lo que sé es una mirada incómoda mientras empezamos a


bajar las escaleras. Nuestras pisadas son el único sonido, al menos creo
que es cierto hasta que nos acercamos al primer piso y empiezo a
escuchar sonidos vivos: pasos, charla tranquila, el crujido de una puerta.

—Así que el personal está de vuelta.

Asiente.

Solo tengo un momento en el lujoso pasillo por el que nos llevan las
escaleras, son por lo menos de dos pisos, decorado con elaboradas
alfombras tejidas, un muro adornado con una armadura de caballero y
un montón de cabezas de animales, antes de que tire hacia mí un
pequeño enclave donde veo una enorme y desgastada mochila de cuero
apoyada contra una pequeña puerta.
Liam deja caer mi mano, tira la mochila sobre su hombro, y abre la
puerta para mí. Y entonces estamos afuera en la luz, el aire fresco, la luz
del sol me hace entrecerrar los ojos. La mano de Liam está en la parte
baja de mi espalda.

—¿Olvidaste tus gafas de sol?

—Sí. Supongo que las dejé en mi auto.

Sus dedos me frotan la espalda. —Tengo un par extra.

—¿De veras? —pregunto mientras se arrodilla y abre su mochila.

Saca dos estuches, dándome un par de lo que resultan ser Aviadores


Ray-Ban. Él está usando su propio par.

—¿Estos son tus Aviadores de ligue?

—¿Mi qué?

—Ya sabes, para tus amigas. —digo mientras lo sigo a través de la


hierba verde brillante.

Me mira con seriedad. —No eres un ligue, Lucille.

—No puedo creer que hayas usado ese horrible y feo nombre.

—¿No te gusta?

—Demonios no, no me gusta. Es nombre de anciana. Me recuerda a


Lucille Bluth. ¿Sabes quién es?

—Por supuesto. —Sonríe.

—¿De verdad?

—Veo televisión, Lucille.

—Será mejor que te cuides, o empezaré a llamarte Willahelm.

—Sabes mi nombre.

—Lo sé totalmente.

—Te estás burlando. —Envuelve un brazo a mi alrededor, tirándome


más cerca mientras nos acercamos a un pequeño puente sobre el arroyo.

—Lucille y Willahelm. —Me apoyo contra él mientras caminamos—.


Creo que encaja.
Me da un apretón en el hombro, luego asiente hacia un inmenso
edificio de piedra con forma de caja. —Nos dirigimos a los establos. ¿Eso
está bien?

—Por supuesto.

—Pensé que podríamos ir a la playa.

—Perfecto. —digo, incluso mientras mi estómago da volteretas, luego


las volteretas van a alguna parte entre mis muslos.

—Hice que empacaran comida y trajes de buceo.

—Guau, ¿es así frío?

Asiente. —El agua aquí siempre está fría.

Nos encontramos en la entrada del establo con una mujer de


mediana edad con un uniforme gris pálido. Lleva su cabello en rastas y
tiene una sonrisa amistosa.

—Tengo a Peg y a Eeyore listas para ti.

—Gracias, Sara.

Ella asiente, y desaparece detrás de una gran puerta de madera.

—¿Ella maneja los establos? —pregunto mientras sigo a Liam por


un pasillo con heno esparcido.

—Sí. Su padre lo hizo antes que ella.

Voy a hacer más preguntas, pero estoy hipnotizada por todos los
caballos que vamos pasando.

—Tienes un hermoso establo. Casi uno de cada tipo. —Me maravillo.

—Sabes que los criamos.

—Sí. Eso escuché.

—Mi caballo, Pegasus, es un árabe blanco-gris. Tú montarás a


Eeyore, un anglo-árabe.

—¿Es eso un cruce entre un árabe y... un pura sangre?

Asiente.

—¿De qué color es…?


Me detengo cuando llegamos a un corral donde veo un gran árabe
blanco-gris con una silla de montar y un magnífico caballo marrón
castaño que debe ser Eeyore; está ensillado de manera similar.

—Guau. Siento que eso es todo lo que digo aquí. —Río.

—Los dos son míos. Y de Sara. Tengo un equipo supervisando la


cría. Sara es la abuela de todos. Supongo que eso me convierte en el tío
extraño.

Me río. —Sí... no eres el padre, supongo.

—Definitivamente no. Así que Eeyore es un poco perezoso, necesita


ser empujado a veces. Pero tiene buen temperamento. Y es rápido. Peg es
rápido para ser árabe, pero creo que Eey es un poco más rápido.

Llevamos a los caballos fuera del establo, y Liam observa mientras


monto Eeyore antes de subir a Pegasus.

Tan pronto como estoy en Eeyore, empiezo a sentir náuseas y un


poco mareada.

Puedes hacer esto, Lucy. En la playa, solo díselo.

Me digo que no se asustará demasiado. No me criticará ni dirá cosas


malas.

Recuerda cómo estuvo esa noche. Lo amable que fue.

Cuando era niña, pensé que los hombres educados y que nunca
harían daño a una mujer. Bryce cambió todo eso. Inhalo profundo,
notando que estamos caminando ahora. Nos estamos moviendo a través
de un campo vibrante. El bosque nos rodea, no es un bosque, más como
muchas arboledas pequeñas. Oigo a los pájaros cantar, la fuerte pisada
de las pezuñas de los caballos en el barro y la hierba mullida. Liam, me
doy cuenta con un sobresalto, está montando ligeramente detrás de mí.

Me vuelvo hacia él.

—¿Qué estás haciendo ahí atrás?

—Mirándote. —Sonríe.

—¿La manera en que monto cumple tus estándares?

Sonríe. —Eso no es lo que estoy viendo.

Siento que mi cara se sonroja.

—¿Te estás sonrojando, Lucy Rhodes?


—Estoy avergonzada por ti.

Ríe. —¿Por mí? ¿Y por qué?

—Eres tan... atrevido.

—¿Me acabas de llamar “atrevido”? —Está sonriendo.

—Tal vez. Es un Lucille-ismo.

Él consigue otra buena risa con eso.

—¿Cómo supiste mi talla, de todos modos?

—¿Cómo crees?

—Voy a adivinar que no es tu buen ojo.

Pone una mano en su gran pecho, como si lo hubiera herido.

—¿Le has preguntado a alguien?

Sonríe. —Tengo un amigo en Balmain. La casa de la moda.

—¿En qué lugar?

—París.

—Estuve allí hace unos años.

—Eso escuché —dice.

—¿Quién es tu amigo?

—Olivier —dijo casi con tristeza.

—¿Rousteing?

El asiente.

Olivier Rousteing es el jefe de la casa de moda francesa, que es


notable en parte porque solo tiene nuestra edad. — ¿Cómo lo conociste?

—En una fiesta hace un par de años.

—¿Es agradable?

—Sí. Impulsivo.

Se adelanta así que estamos montando lado a lado y apunta a un


bosque sombreado delante de nosotros. —La playa está a través de esos
árboles y por un pequeño sendero.
Liam me deja ir primero, lo cual no me importa, porque no estoy
nerviosa por atravesar la costa rocosa a caballo.

La playa es preciosa, con ámbar y granos casi negros de arena. La


orilla está cubierta de grandes rocas marrones y negras. El océano choca
con la arena en ondas frenéticas, enviando un rocío que hace que el sabor
del aire sea salado.

Si entrecierro los ojos, creo que puedo ver una isla más adelante.

—La Isla de las Ovejas —dice Liam.

—¿Muchas ovejas?

—No hay ovejas. Ya no. Hace generaciones, si la isla, Gael, estaba


bajo amenaza, las familias serían trasladadas allí y se esconderían con
las ovejas. Mujeres y niños, de todos modos.

— ¿Qué le pasó a las ovejas?

—Las familias que las criaron, o más bien la familia, se trasladó al


interior.

—¿Entonces ahora está desierta?

—Lo está.

—Genial. Cuánta historia tiene tu familia. —Me siento mareada al


pensar en la relevancia de mi declaración. Sé que debería decírselo.
¡Díselo ahora!

Me pregunto cuántas amantes han tenido otros príncipes y reyes.


Me pregunto si alguno de ellos fue golpeado. Me pregunto qué va a decir
cuando le diga.

—¿Lucy? —Su caballo se acerca al mío, y su mano me roza—. Oye,


¿estás bien?

Asiento, jadeando. Maldición, no puedo respirar.

—¿Quieres bajar del caballo?

Contengo el aliento y cierro los ojos, sacudiendo la cabeza.


Maldición. ¿Qué demonios me sucede?

Levanto mi mano en señal de que estoy bien y solo necesito un


minuto. Todavía me preocupa que pueda desmayarme cuando siento algo
pesado en mi lado izquierdo, luego un peso detrás de mí, luego un brazo
alrededor de mi cintura.
—Lucy... Lucy, Lucy... —Su voz al lado de mi oreja es suave y
delicada. Profunda y baja.

Su brazo alrededor de mi cintura es pesado y seguro. Él envuelve su


otro brazo alrededor de mis hombros, bloqueándome contra él.

—Está bien…

Siento su barbilla contra mi hombro, siento su frente contra mi


cabello mientras sus brazos me aprietan suavemente.

Durante un largo segundo, todo dentro de mí se inclina contra él y


las olas de horror se elevan. Entonces se siente tan bien que no puedo
luchar contra él. Mis músculos se relajan y yo me relajo contra él,
dejándome ir en sus palabras susurradas y fuertes caricias de sus manos
a lo largo de mi brazo y cadera.

—Lucy Rhodes... no puedo creer que estés aquí. Estarás bien. Lo


que sea malo...

Cierro los ojos. —¿Por qué te gusto?

Su cuerpo se sorprende, pero no se endurece.

—¿Por qué?

—¿Qué quieres decir, Lucy?

—Me escribiste una carta una vez —digo con voz ronca.

—Sí.

¿Por qué lo hiciste? Mi garganta está tan apretada, que no puedo


sacar las palabras.

—¿Por qué te gusta el rojo, Lucille? El color rojo.

—Porque es alegre —gruño. Mi voz es inestable. Que embarazoso.

—También el amarillo.

Sacudo la cabeza. —No, el amarillo es brillante.

—Festivo —dice.

—Alegre. Hay una diferencia.

—¿Sí?

—Sí. —Me río, porque es tan ridículo, esta conversación. El lugar de


donde estamos, y las circunstancias—. ¿Te bajaste de tu caballo y estas
en el mío? —pregunto, aunque está claro que lo hizo.
—Lo aprendí en el circo.

—¿Qué? —Río.

—Es verdad. Estaba enamorado de esta mujer una vez. Yo era más
joven. Era una artista de trapecistas.

—¿En serio?

—Oh sí.

Apoyo la cabeza hacia atrás, siento su mejilla contra la mía. Luego


sus labios contra mi mejilla. El beso es suave. Poco exigente. Y, sin
embargo, me hace temblar.

Pongo mi mano sobre la suya, sobre la que está en mi cadera. —El


amarillo es diferente al rojo —murmuro.

—Lo sé.

—¿Lo haces?

—Claro. Ese es el punto que estaba haciendo, Lucy. Te gusta el rojo


porque te gusta. Y no te gusta el amarillo. No de la misma manera. —Su
voz es ronca, enviando escalofríos sobre mis brazos—. Me gustas porque
me gustas. Me gusta que comas tu cereal seco y uses esas pequeñas
cintas en tu cabello. Me gusta que montes bien y tu piel huela dulce. Me
gusta que comas demasiados caramelos en Halloween.

—Ya lo sabes por el programa.

—¿Y? —Sus dedos rozan mi cadera.

—Eso es hacer trampa.

Puedo sentir que se encoge de hombros detrás de mí. —No creo que
seas la “enérgica”. No te veo como una de la Rhodes. Entiendo lo que es
la televisión.

—Sí…

—No te preocupes. No aquí, mientras estás conmigo. Yo me ocuparé


de ti. Te daré lo que necesites si puedes decirme qué es.

Mis ojos escocen por las lágrimas— ¿Y si no puedo? —susurro.

—Lo resolveré.

Siento que sus labios rozan mi sien. Luego hace un ruido y Pegasus
se aleja de Eeyore. Liam se desliza hacia abajo, luego monta su caballo y
alcanza mi cabello. Atrapa una hebra suelta. Sus ojos en los míos son
claros; pasivos. Mirándome de la misma manera que podrías mirar un
animal.

—¿Quieres correr en los caballos?

—Bueno. —Me limpio los ojos.

Y corremos. En la playa, como en una película. Los cascos del


caballo levantan la arena que cubre nuestras mejillas. Mi caballo es tan
rápido, mis ojos ven el agua contra el rocío de las olas y el látigo del
viento. Las gaviotas graznan por encima de nosotros. El horizonte se
inclina mientras navego por la arena del mar. Me siento como si estuviera
viviendo en un caleidoscopio.

Y luego se detiene. Liam y Peg están frente a Eeyore y yo. Antes de


notarlo, Liam se ha vuelto hacia mí. Está esperando en una costa rocosa.
Su cabello está desordenado, volando alrededor de su cara. Sus labios se
ven increíblemente hermosos; esos pómulos rígidos; cara bronceada. Sus
ojos parpadean, como ojos de un búho, hermosos porque no piden nada.

Sonrío. Liam me devuelve la sonrisa.

—Caballos en la playa —digo.

—Una de las mejores cosas.

—Sí. —Paso una mano por mi cabello desordenado por el viento,


sintiéndome suave, desnuda y tímida.

—¿Tienes frío? —pregunta.

Sacudo la cabeza.

Liam levanta la mano. —Quédate ahí, ¿de acuerdo? —Saca su


teléfono de su bolsillo. Toma una foto. No sonrío. No hasta que termina.

—¿Por qué hiciste eso?

Me sonríe, no responde. El teléfono vuelve a su bolsillo. Entonces


él... mira fijamente.

—Me estás mirando fijamente —digo, sintiéndome consciente de mí


misma.

Sonríe de nuevo, suavemente. —Lo sé.

—¿Miras a todos tus invitados?

Su labio se contrae. —Nunca los miro.

—¿Demasiado ocupado siendo mirado fijamente?


Se encoge de hombros, y de alguna manera no es el momento en que
debe ser. Se ve un poco triste, algo que no sé cómo nombrar. No parece
un hombre. Mi corazón late nuevamente porque, de nuevo, me doy
cuenta de lo poco que sé de él.

—¿Quieres ver algo horrible, Lucy?

No puedo evitar reír. — ¿Algo horrible?

Asiente solemne.

—¿En serio?

Otro asentimiento.

Camino a Eeyore hacia Peg y me estiro para golpear a Liam, aunque


no puedo alcanzarlo.

Sus labios se contraen, haciéndolo lucir más joven. —¿Qué significa


eso?

—Tienes muchas miradas intensas y serias. No puedo imaginar


cómo terminaste con un personaje de chico fiestero.

—Ya sabes lo que dicen sobre los tranquilos. —Guiña un ojo.

—¿Te consideras tranquilo?

Se encoge de hombros. Vuelve a su caballo, se mueve un poco


delante de mí, y mira por encima de su hombro. —¿Quieres ver?

—No puedo decir “no” a eso.

Él asiente una vez, luego comienza a caminar a Peg alrededor de la


curva rocosa de la orilla. Lo sigo, yendo despacio sobre Eeyore, aunque
no parece que las rocas sean inestables.

Liam mira hacia atrás. —Los entrené aquí cuando tenían un año.

—Quiero saber cómo los entrenaste... más tarde —digo sobre el


viento. El asiente.

Lo sigo por un tramo largo y recto de la costa, hacia una arboleda


de grandes árboles musgosos extrañamente justo al lado del océano.
También extraña la forma en que una hierba gruesa, beige-verde está en
la arena alrededor de ellos.

Liam se baja de Peg. Ata el caballo a un tronco de árbol, luego se


acerca y lleva Eeyore a otro. Se para junto a Eey mientras me bajo, luego
toma mi brazo.
—Es rocoso —dice, aunque no es tan rocoso.

Le estrecho la mano; entrelazamos nuestros dedos sin una palabra,


y Liam me conduce a los árboles.

—Tengo que decirte, hasta ahora no están tan mal.

Él me da una pequeña y sombría sonrisa. —Todavía no hemos


llegado.
CAPÍTULO 18
Lucy
—¿Debo estar asustada?

—Si no estuvieras conmigo, tal vez. Si fueras un enemigo de la


corona. —Sus espesas cejas se menean.

—Vaya, ahora tengo curiosidad.

Lo sigo subiendo unos escalones de piedra, construidos en el suelo


pastoso. Cuando llegamos a una meseta de hierba. Liam mueve un tronco
y se mete en la hierba y me mira y luego está tirando del suelo. Está
levantando una puerta, revelando escalones de piedra que nos conducen
hacia abajo.

—¡Oh, mi Jesús! Liam…

—Yo iré primero. Ni siquiera tienes que bajar si eres claustrofóbica.


En realidad… —Cierra la puerta. Su boca tiene una mueca—. No debería
llevarte ahí. —Su mirada se encuentra con la mía, sosteniéndola—. Lo
dije en serio cuando dije que es horrible.

—Es una mazmorra.

Él asiente.

—Lo único en lo que puedo pensar, sobre una mazmorra en la


playa… —Trago.

—Sí. —asiente.

—Maldición…

—Usaron el agua del océano —dice, dando voz a mi teoría.

—La mazmorra es claramente subterránea. ¿Se inundaría durante


la marea alta?

—Lo haría. Barbárico —agrega tranquilamente.

—¿Hace cuánto se usó esto?

—Hace doscientos años. Principalmente para traidores. Aquellos


que fueron puestos ahí fue por envenenar al rey o intentaron robar a uno
de los príncipes siendo bebés. Un caníbal fue asesinado aquí. Alguien que
le disparó a mi tatarabuelo con una flecha en el hombro; había estado
apuntando a su garganta.

—¿Así que no era para mendigos, putas y cosas así?

—Ah, no.

—Ellos no sabían cómo iban a morir.

—Así es —dice él. Él sacude su brazo alrededor—. No hay grilletes.

—No es necesario. Dios mío.

—Lo sé. —Se levanta, alcanzando mi mano—. Lamento haberte


traído. —Me mira serio, casi curioso—. Me haces hacer cosas extrañas,
Lucille Rhodes.

Me levanto. —Espero que una de esas sea ir a una mazmorra, porque


sabes que tenemos que hacerlo ahora. No puedo resistirme a algo como
esto. ¡Mientras estés seguro de que nadie vaya a cerrar la puerta!

Él mete la mano en su bolsillo, sacando una pequeña pieza de


bronce que me recuerda a un destornillador.

—Secreto de estado.

—Tienes una llave para esta puerta.

—Por supuesto. —Sonríe satisfecho—. A la gente todavía le


encantaría la idea de encerrarnos dentro. Tenía un amigo me puso ahí
cuando era pequeño. Hay una llave como esta en una de las paredes. Yo
sabía dónde estaba. Fuera para cenar. —Me guiña un ojo.

—¿La marea comenzó a subir?

—Sí. Se estaba alzando un poco. Como recuerdo, mis zapatos


estaban mojados. Tuve que quitármelos.

—¡Me sorprende que vuelvas a entrar!

Se encoge de hombros. —No puedo tener miedo por siempre.

Abre la puerta y vuelve para entrar. —¿Estás segura de esto?

—Ah, sí.

Sigo a Liam por unas escaleras, a una habitación individual del


tamaño de un dormitorio principal en una casa americana. La arena está
por todo el suelo, crujiendo debajo de mis zapatos. Las paredes, muy
altas, quizá más de seis metros, están hechas de piedra manchada de
musgo y moho. En la parte superior de las paredes hay pequeñas
ventanas con barrotes y arena cayendo dentro de la habitación.

Mientras estoy de pie mirando fijamente a una de ellas, una pequeña


pila de arena marrón oscuro cae sobre el suelo.

—Qué extraño.

Miro alrededor de la habitación. Solo es piedra y arena. No hay forma


de decir si alguien murió aquí.

—¿Cuántos? —susurro.

Se para más cerca de mí, colocando su mano en la parte baja de mi


espalda. —No lo sé.

Miro hacia él sobre mi hombro.

—Eso no es verdad —dice.

—¿Sí sabes?

—Ochenta y tantos.

—Guau.

Él asiente hacia las escaleras, y volvemos a subir y salimos. Él cierra


fuerte la puerta, y noto que el césped sobre la tapa es falso.

Cruza sus brazos. —Es desagradable.

—¿Sí? ¿Qué posición tienes sobre la pena de muerte?

—No estoy a favor.

—¿Para cualquiera?

Él se encoge de hombros.

—¿Te hace sentir incómodo? ¿El pasado de tu familia?

Él me da una sonrisa de aspecto miserable.

Me acerco a él en un capricho y envuelvo mis brazos alrededor de su


cintura dura, apretándolo suavemente. —Pobre Liam. —Me inclino un
poco hacia atrás para poder ver su cara. Me está dando una sonrisa
divertida y triste.

Corro una mano sobre su cabello, que, en algún momento, se lo


soltó. —Para tu información, no sé exactamente cuan conservadores son
tus puntos de vista sobre la pena de muerte, pero los míos son “anti”
también. Digo que pongan a todos los tipos a trabajar. Que hagan cosas,
como un taller clandestino.

El príncipe Liam se ríe. —¿Cómo un taller clandestino? Será mejor


no decir eso en televisión, Lucy. —Sus manos recorren de mis brazos
mientras sonrío.

—Es por lo que no estoy en televisión. No puedo censurarlo. —Meneo


mi culo antes de pensar en lo que estoy haciendo. Liam echa la cabeza
hacia atrás riendo. Luego me golpea el culo.

Chasqueo mis dedos en su rostro. —Sé que no lo hiciste.

Me golpea nuevamente, con un aspecto sonriente y presumido.

—¡Trata de atraparme!

Comienzo a correr y Liam está detrás de mí en unos segundos,


envolviendo sus brazos a mi alrededor por detrás y me sostiene, así puedo
sentirlo duro contra mi culo. Luego me deja en el suelo y me rueda sobre
mi espalda, así que lo estoy enfrentando. Me monta a horcajadas.

Cuando siento un disparo de pánico, él debe sentirlo, porque se


mueve, así está enseguida de mí… tomando mi rostro en sus manos y
besándome amablemente.

—Ni siquiera… —dice él—, quiero una chica. No quiero a nadie.


Salvo a ti, Lucy Rhodes…

Él niega. Sus ojos en los míos están oscuros y serios. Entonces son
cálidos y sus labios con suaves; su barba áspera; el olor de su piel; su
calor, el príncipe Liam cerniéndose sobre mí, la sensación de su pecho al
levantarse y caer al mismo tiempo que el mío. Los dos, presionados juntos
en la hierba. Y solo puedo besarlo de vuelta.

La sensación de él, su sabor… es todo lo que quiero. La forma en


que me acaricia con las yemas de sus dedos en mi cabello y envuelve una
mano detrás de mi cabeza sosteniéndome contra él. Es tan suave.
Entonces uno de sus brazos está envuelto alrededor de mi espalda, estoy
siendo levantada sobre su regazo. Estoy hecha de gelatina excepto por
mis manos aferrándose a su camisa mientras nos devoramos.

Empiezo a tener que separarme para recuperar el aliento. Ni siquiera


lo hará. Cuanto más nos besamos, más rápido late mi pecho, cuando
más fuerte es su respiración, más temblorosas sus manos.

¿Realmente estoy besando al príncipe Liam y sus manos están


temblando?
Él se mueve y lo siento a través de sus pantalones. Siento lo duro,
grueso y largo que es. Mi mano se arrastra por su pecho, por encima de
la cintura de sus pantalones, hasta que lo estoy acunando. Estoy
presionada contra él, curvando mi pulgar y dedo índice alrededor de su
cabeza grande y regordeta. Y Liam me besa el cuello con fuerza. La
presión y el placer me hacen gritar, mi voz áspera contra las olas.

Liam gime. Creo que dice mi nombre. No sé por qué mis pechos están
presionados contra él, sus manos acariciándome, sus dedos encuentran
el punto a pesar de mis pantalones.

Y entonces sus dedos mágicos desaparecen. Él tiene sus manos


alrededor de mi cabeza, mi frente presionada contra la suya. Sus ojos
están en los míos. Sus párpados están caídos y puedo ver las manchas
amarillas dentro del mar avellana.

—Lucy… Cristo.

Siento sus dedos apretarse contra mi cuero cabelludo antes de


dejarme ir. Tiene la boca ligeramente abierta y los ojos muy abiertos.

Liam se apoya sobre sus gruesos brazos y se aleja, arrastra sus


piernas para que sus rodillas estén casi en su pecho. Luego se levanta.
Se aleja de mí.

Bueno, mierda…

Me froto las manos sobre mis ojos e intento calmarme.

Calma, Lucy… calma.

Maldita sea, no puedo mirarlo. Me da vergüenza.

—Lucy. Joder. Lo siento.

Algo en su voz me permite levantar la cabeza. Lo miro a los ojos,


encontrándolos amplios y llenos de remordimiento. Supongo que eso es
lo que es, luce casi asustado.

—¿Por qué lo lamentas? —pregunto suavemente.

Se mete una mano en el cabello, sacude la cabeza mientras mira la


hierba.

—En serio —ofrezco—. No fuiste solo tú.

Hace un bajo sonido de disgusto. —No quiero ser así contigo.

—¿Cómo?

Liam suspira. —Voy a controlarme. Para pasar un buen rato aquí.


Dios. Así que soy una amiga de la lista. ¿Por qué es tan deprimente?
Empujo mi propio cabello fuera de mi cara y asiento, haciendo todo lo
posible para mantener mi cara neutral.

—Me estoy divirtiendo. Sin preocupaciones. De verdad.

Se inclina y me ayuda a ponerme de pie. Me atrae a él por un


momento, y puedo sentir sus labios en mi cabello. Entonces sus manos
están frotando mis brazos. —Me alegra que estés aquí.

—A mí también —miento.

Volvemos a los caballos, bajando por la playa hacia el camino de


regreso al castillo, me digo que olvide lo que acaba de suceder. Está
tratando de ser un buen anfitrión. No quiere que sienta... ¿qué?

¿Se trata de sentirse demasiado agresivo? Tal vez sea eso. Es un


hombre tan grande. A pesar de que también es muy agradable, y muy
cuidadoso, ¿Quizás se avergüenza de eso? No quiere que sienta que se
está aprovechando. Probablemente sea eso. Cuando llegamos a los
campos de hierba alrededor del castillo, tengo los sentimientos heridos.

Esto es bueno, me digo. Solo necesito intentar conocerlo más, quizás


pasar un día más o menos, si no hay ninguna amenaza de que me
entregue a él, ¿cuál es el peligro? y luego le diré de la manera que parece
mejor.

Regresamos al castillo y almorzamos en una mesa afuera, bajo


algunos árboles cubiertos de musgo. Pavo y sándwiches de queso y vino.

—¿Es una bolsa de boxeo? —pregunto, señalando a uno colgado en


un árbol.

Liam me da una sonrisa torcida. —Puede ser.

—¿Tuya?

—Culpable.

—Eso es un poco gracioso.

—Un patio del castillo siempre ha tenido muchos equipos


deportivos.

—¿Quieres decir como una justa y otras cosas?

Él sonríe. —¿Quieres verme haciendo justa8?

8En la Edad Media se denominó justa al combate singular que se hacía entre dos
contendientes, a caballo y con lanza, para justificar el derecho de alguno.
—Oh sí.

Su media sonrisa se convierte en una sonrisa completa.

—No lo haces, ¿verdad? —Arqueo una ceja.

—¿Qué piensas, Lucy Rhodes?

—Creo que, si no lo haces, al menos dispara un arco o algo para mí.


Quiero entretenimiento —bromeo.

Guiña un ojo. —Tu deseo es mi deseo.

Lo observo mientras se aleja.

Liam
No sé qué estoy haciendo con esta chica. Algo que nunca he hecho
antes, eso es seguro. Cuando doy vuelta a la esquina de la pared trasera
del castillo, me inclino sobre el hombro, flechas en mano, me detengo ahí
para observarla. Está comiendo una manzana verde, y juro a Cristo que
parece salida de una visión. De un sueño.

Su cabello oscuro está suelto, fluyendo alrededor de sus hombros


mientras la brisa lo golpea. Quiero volver a tocarlo, sentir su cuerpo
suave y cálido contra el mío. Por lo general, tomaría lo que quiero. Ella
también lo querría, por supuesto. La mayoría de chicas lo hacen. Quieren
decirles a sus amigas que follaron a un príncipe. Soy un premio tan
grande como la maravilla de caballo de doce puntos en el castillo.

Pero... Lucy no es así. No le importa el color de mi sangre. No se


jactaría de nadie. Declan me dijo que Mags le dijo que Lucy afirmó que ni
siquiera me gustaba como persona antes de esa noche en los Hamptons.
Ella pensó que yo era un jugador o algo de mierda. No he oído esa palabra
desde la secundaria, pero eso es lo que Dec dijo.

¿Me quiere ahora?

Me gusta pensar que sí. La hago sonreír. Trato de hacerla sonreír.


Mientras esté aquí, eso es todo lo que está en mi mente, o todo lo que
tiene que ser. Quiero mostrarle todas las mejores cosas de la isla,
mantener su mente fuera de la mierda TMZ. No puedo hacerla feliz si
trato de meterme en sus pantalones. Si pienso en ese cuerpo precioso.
Ella no vino aquí por eso. No sé cómo, pero lo sé.

Luce distraída. Preocupada.


Sé que puedo quitarle el peso si lo intento. Puedo ser un buen tipo.
Solo un amigo. Ajusto mis pantalones antes de caminar hacia ella.

Lucy
Lo admito: estoy tratando de hacerlo reír. Estoy tratando de
encantarlo. ¿Y por qué no? No es como si estuviera intentando meterme
en sus pantalones. Solo estoy tratando de estar segura de que el tiempo
que pasa conmigo es divertido.

Si puedo mostrar mis habilidades de tiro al arco, mucho mejor,


¿verdad?

Justo después de que reapareció con dos arcos y algunas flechas,


Liam tiró de un punto en forma de ciervo de un punto bajo la pared
inferior del castillo. Alguien, alguna vez, había dibujado una polla en el
ciervo, y Liam dijo que su primo Heath llama al ciervo Don Juan.

—No tengo ni idea de porqué.

—Bueno, es claramente un ciervo playboy. Solo míralo. —No pude


evitar reír.

Tenía un lápiz en mi bolso, así que dibujé una pequeña sonrisa en


la cara del ciervo cuando Liam no estaba mirando. Eso me hizo reír.

Estoy empezando a darme cuenta de que me encanta cuando se ríe.


Es tan... fuerte. Él deja caer su cabeza hacia atrás, así que la luz del sol
baila en su hermoso rostro. Su gran pecho se estremece, y solo quiero
envolver mis brazos alrededor de él.

Por supuesto, no lo hago. No lo haría. No es por lo que estoy aquí.


Pero el príncipe de Clary, Gael, es definitivamente magnético. Puedo ver
por qué las mujeres tiran sus bragas al viento cuando él está alrededor.

En cuanto a mí, le doy una sonrisa mientras tiro mis flechas hacia
el cuello del ciervo de poliestireno, y me pavoneo mientras atravieso los
cincuenta metros hasta donde él está de pie con los brazos cruzados.

—Tengo uno nuevo —dice, masticando el lado de ese delicioso labio


inferior.

Meneo las cejas. —Habla.

Él sonríe. —El ojo.


—¿Huh?

—Quiero ver si puedes disparar a Don Juan a los ojos.

—¿En el ojo? ¿Cómo conseguirá chicas si le disparo el ojo?

Las esquinas de la boca de Liam se contraen. —Creo que la palabra


clave, señorita Rhodes, es si.

Dejo que mi propia se boca abra lentamente. —Oh, bueno. Al


infierno con el ojo de don Juan. Necesitará un parche de piratas después
de que haya terminado.

Escucho la risa sexy de Liam mientras saco mi flecha. Halo la cuerda


del arco atrás, luego giro para encontrarme con sus ojos. —¿Estás listo
para esto?

Él sonríe.

Me vuelvo hacia Don Juan, apoyado contra un grueso tronco de


árbol, concentrado en su pequeño ojo negro mientras anclo, sostengo, y
luego suelto.

La flecha se dirige hacia Don Juan con un grito satisfecho, y como


sabía que lo haría, golpea justo en su pequeño ojo. Creo que atravesó casi
toda su cabeza.

Le doy una mirada de complacencia a Liam, luego agito de nuevo las


caderas y apunto alrededor de él.

—Eres mejor que yo. —Sus ojos son amplios, sus cejas levantadas.

Le golpeo en el hombro. —Lo dices como si estuvieras sorprendido.

Ríe. —He tomado lecciones desde que era bebé. He estado cazando
desde que tenía edad suficiente para caminar.

Me detengo justo frente a él, dándome una visión completa de su


impresionante rostro. Me acerco para golpear su mejilla, pero me
conformo con su barbilla porque es menos íntimo. —También. —Toco
una vez—. Yo. —Dos veces.

Le doy una sonrisa ganadora. Y, aun así, no estoy preparada cuando


su mano viene a la parte de atrás de mi cabeza, alisando mi cabello
despeinado por el viento.

—Ya veo, Lucy Rhodes. —Su mano grande alisa mi cabello otra vez;
Mis labios se esfuerzan a contener una sonrisa—. Eres muy buena.

Me lamo los labios.


—Demasiado buena —dice en voz baja y suave.

No puedo moverme. Solo puedo mirarlo a los ojos. Parpadean. Su


cara está floja. Siento que su cuerpo se inclina hacia el mío y de alguna
manera sé que Liam está a punto de besarme. Siento un zumbido entre
mis piernas y me separo. Mis ojos se mueven sobre él frenéticamente,
deseando su garganta lisa y gruesa, la curva de sus pectorales que puedo
ver a través de su camisa.

No pienso primero. Le agarro el cuello.

—No lo hagas —susurro.

Sus ojos se amplían un poco. — ¿No haga qué?

—Besarme.

Bueno, ahora se amplían más. ¡Jódeme! miro su boca formar una


línea nerviosa, luego se transforma en una sonrisa divertida, después
luce encantado, entonces juega mi juego y sonríe con suficiencia. —¿Qué
te hace pensar que te iba a besar, Lucy?

—Podía sentirlo. —No es demasiado fuera de carácter para mí tirar


mi cabello sobre mi hombro y enarcar una ceja hacia él. Hemos estado
flirteando durante la última hora. Estoy en la zona. Lamo mis labios de
nuevo, un movimiento practicado, y luego arrastro mi mirada por su
cuerpo duro. Encuentro lo que esperaba: una tienda en sus pantalones.

Él sonríe tristemente mientras mis ojos lo miran. Su mano va a mi


hombro. —Lucille Rhodes. No es justo.

Me río suavemente. —¿Justo? ¿Desde cuándo fue justo, príncipe


Liam?

Cierra los ojos, su mano caliente en mi hombro. —Eres tú. —Veo su


mandíbula apretarse después de decir las palabras. Sus ojos permanecen
cerrados—. Eres como una puta droga, Lucy.

Dios mío, quiero tocarlo ahora mismo.

—¿Lo soy? —Susurro.

Sus párpados se elevan un poco, así que nos miramos.

—Sí.
CAPÍTULO 19
Lucy
Sus ojos son ardientes y serios. Queman. Todo lo que quiero es
inclinarme y poner su boca con la mía. Y también sé que no puedo.
Necesito decírselo primero. El mero pensamiento hace que un toque de
terror me recorra. Retrocedo un paso y tomo una lenta respiración. Cruzo
mis brazos.

—No estás tan mal.

Liam ríe.

—Soy genial con elogios. Lo sé. —Vuelvo a tirar de mi cabello sobre


mi hombro; esta vez sí me molesta—. Tengo una buena idea. —Las
palabras salen sin pensarlo—. ¿Qué tal si me quedo dos noches más: esta
y mañana por la noche? Y pasamos el rato, como amigos. Puramente
platónicos, amigos amigables, como... no lo sé. Gente platónica.
Estudiantes de secundaria.

Liam esnifa, luego sonríe.

Sonrío de regreso. —Bueno, tal vez no como estudiantes de


secundaria, pero llegar a conocernos. Ni siquiera nos conocemos tan
bien, ¿verdad?

Él asiente lentamente. Mientras lo hace, dobla sus brazos sobre su


pecho: algo que me he dado cuenta de que hace cuando se reserva.

—Entonces llegamos a conocernos. Todo sobre el otro. Excepto...


eso. Entonces pasado mañana, si todavía nos... —Arqueo mis cejas—. Si
estamos bien. Entonces podemos. Ambos estaremos entrando con los ojos
abiertos. No será solo una conexión aleatoria.

—Sin conexiones aleatorias para Lucille Rhodes, ¿eh? —Sus


párpados caen otra vez. Tengo que obligar a mis ojos a permanecer en su
cara cuando realmente quieren bajar.

Sacudo mi cabeza. —Nosotras las chicas del sur somos más


exigentes.

Se ríe. —¿Los son? —Su boca se tuerce escépticamente.


—¿Estás diciendo que no me crees? ¿Estás cuestionando mi virtud,
Príncipe Liam? —Apuñalo un dedo en su pecho.

Sus ojos se cierran. Siento que su esternón se eleva y cae debajo de


mi dedo. —Nada de tocar —finalmente respira.

—Así que... nada de esto. —Arrastro mi dedo por sus marcados


abdominales. Exhala profundamente. Puedo ver cómo su rostro se
tensa—. Provocar es cruel —susurro, acariciando justo debajo de sus
pectorales.

Sus ojos se abren. Retrocede lentamente, dándome una mirada


confusa. —Sí —dice con voz áspera—. Es malo.

No puedo detener la risita que sale de mi boca. —Lo siento. No sé lo


que me poseyó.

Sus cejas se levantan mientras su boca se curva. —Estás


encontrando esto más difícil que yo.

—Oh, es difícil. —Me río.

Liam se ríe, su cabeza cayendo hacia atrás, así que puedo ver su
deliciosa garganta. Quiero morderla como un vampiro. Cuando me mira
de nuevo, sus ojos son calientes.

Mis mejillas también.

—Normalmente no soy así —digo, doblando mis propios brazos.

Se acerca a mí, deteniéndose con un pie de distancia entre nosotros.


Puedo sentir que quiere tocarme, pero no lo hace. Solo sonríe, la sonrisa
suave que me gusta casi tanto como su risa bulliciosa.

—Sé que no, Lucille. —La forma en que suena… es como si


realmente lo supiera. Es como si me conociera.

—Será mejor que dejes de usar esa palabra sucia, o usaré la tuya.

—¿Willahelm? —Y bendice a mi acelerado con esa voz que lo hace


sonar sexy.

Asiento. —Sí.

—Lucille y Willahelm. —Sonríe otra vez. Sonrío de regreso.

—Tal vez deberíamos tallarlo en un árbol.

—Deberíamos. Hablando de árboles... —Mira el castillo—. Heath


está programado para volver esta noche, del polo. Va a ser un imbécil y
tendrá resaca y puede que tenga algunas amigas con él. Le envié un
mensaje para decirle que no trajera gente, pero no ha respondido.
¿Quisieras ir a alguna parte? ¿Dormir en algún lugar que no sea el
castillo?

—En algún lugar que no sea el castillo —bromeo—. Esto suena como
un acertijo. ¿A dónde iríamos?

Sus labios se aplanan. Desliza sus manos en sus bolsillos. —A una


isla cerca de aquí. Tiene cabañas y algunas casas del árbol. A veces lo
usamos para entretenernos. También tiene aguas termales —dice. Su voz
es baja.

Algo me pincha en la parte de atrás de mi mente, encendiéndose por


un momento antes de que dispare mi memoria.

—Vivo entre el océano y un… lago. En el lago, hay una isla. Mi madre
solía llamarla Isla Pirata. Tomaríamos una canoa e iríamos a hacer un
picnic.

Mi pecho y mi garganta calientan. —¿Es esa la isla que mencionaste


por teléfono?

Se encoge de hombros. —Es la más cercana. En Loch Haar.

Él empieza a caminar hacia Don Juan, y lo sigo. —¿Qué significa


Haar? Loch significa lago, creo que tengo razón en eso.

—La tienes —dice, recogiendo mis flechas—. Haar significa niebla, o


bruma del mar. Este lago a menudo está nublado, por eso el nombre.

—Por eso el nombre. —Sonrío, atrapando sus ojos mientras pone las
flechas de nuevo en la aljaba de cuero.

Sus labios se curvan hacia arriba, un poco más lento que otras
veces. —Por eso el nombre —dice de nuevo, encogiéndose de hombros.

—Sabes, tu acento no es tan grueso como algunos de los que he


oído, pero a veces dices pequeñas cosas que suenan realmente Galicio.

—¿Gaélico? —sonríe.

—Galicio. Porque no quiero decir gaélico como la lengua. Quiero


decir Galicio, como tu país. ¿Alguna vez fueron parte de Escocia? No lo
fueron, ¿verdad?

—No. El pueblo gaélico fue colonizado por la gente a la que


podríamos llamar irlandeses —corrige—, en el siglo doce. Personas
viviendo en Irlanda Celta que huyeron después de la invasión normanda
y todos esos problemas. Técnicamente, había algunos escoceses aquí en
ese momento también.
Me avergüenza admitir que no recuerdo los detalles históricos de la
invasión Normanda de Irlanda, pero Liam continúa.

—El rey Enrique II respaldó la invasión anglo-Normana y el combate


que le siguió. Razones religiosas y otras cosas. Enrique y su gente quería
controlar la Iglesia irlandesa. También, se piensa en ella como edificio del
Imperio. ¿Por qué no querría Enrique añadir Irlanda a su imperio?

—Supongo que lo querría.

—Por supuesto —dice Liam—. Y Enrique tenía el respaldo del Papa.


Fue un momento difícil para Irlanda. Las personas que terminaron aquí
eran pacíficas.

—¿Tus antepasados eran pacíficos? —Me burlo.

—Algunos sí. Algunos no. —Liam se detiene para guardar su arco


en un rincón dentro de la base del castillo, luego me lleva a una entrada
lateral—. ¿Y bien? —pregunta mientras abre la puerta—. ¿Quieres pasar
la noche en la Isla Pirata?

—¿Así se llama?

Asiente, y mientras entramos, un delicioso olor me llena. Voy a


preguntar si hay piratas, pero estamos en la cocina. No en un comedor,
sino en la cocina, igual que anoche. Solo que hoy, está bullendo con
gente, incluyendo una mujer alta, de huesos grandes y cabello gris que
marcha hasta Liam y yo con un cucharón en la mano, mirándome
primero, y luego a Liam.

—Así que es ella, la razón por la que nuestras vacaciones se


cortaron.

Mi boca cae abierta, y Liam se extiende y le da una palmada a la


mujer en el brazo. —Mora. —Se ríe—. Está bromeando, Lucy. Mora,
vuelve a tu guiso.

—¿Es esa una orden, pequeño rey?

—Es una orden, gran Mora.

Es una lucha evitar que mi boca cuelgue abierta.

—Grande y hermosa. —La mujer sonríe.

—Por supuesto —dice Liam. Él me mira, mientras Mora retrocede


hacia la estufa, donde hay tres ollas hirviendo. La veo dar órdenes a otras
personas en la cocina mientras Liam se vuelve hacia mí—. Mora es como
una madre para mí, aunque no lo creas.
—¿Qué edad tiene?

—Cincuenta el mes pasado. Mi madre la contrató cuando era mucho


más joven. Nunca la dejamos ir. Está entrenada en todo el mundo en este
momento. Una de las mejores chefs en cualquier lugar.

—Dios, el olor.

—Es un toque de estofado de carne irlandesa, pero Mora añade


queso.

—Dios. Me encanta el queso.

Liam sonríe. Su brazo va a mi alrededor, y me lleva más allá de la


zona del bar donde nos sentamos anoche. Hoy, dos chicos de aspecto
joven están cortando verduras allí. Una chica rubia que se ve un poco
más joven que nosotros les está contando una animada historia mientras
trabaja en lo que parece masa.

—Hola, Liam —dice mientras pasamos. Sus ojos saltan a mí—. Eres
la chica de la tele. Los Rhodes de Concordia —dice que en lo que me doy
cuenta es un acento inglés.

Asiento.

—Solo Lucy mientras esté aquí, Beth.

—Bien. —La chica asiente, luego me da un guiño—. No te preocupes.


Liam cortará mi cabeza si violo el acuerdo de confidencialidad. Lo dice
allí mismo en el contrato.

Liam esnifa. —Beth es un poco dramática, aunque no lo creas.

Ella levanta sus brazos. —Soy emocionante. A diferencia de Liam.

Él sacude su cabeza, y entramos en el pasillo. —Beth es la hija


adoptiva de Mora. Mora la encontró en un callejón en Londres cuando
tenía cuatro años. Ahora tiene quince. Y no te preocupes, de verdad
firman acuerdos de confidencialidad. Nadie sabrá que estás aquí.

—Está bien.

Me sorprende cuando la mano de Liam se cierra alrededor de la mía.


Su brazo se presiona contra el mío mientras me conduce hacia las
escaleras que tomamos anoche.

—Lo dije en serio cuando te dije que pasarán un buen rato aquí. Sin
preocupaciones, Lucy Su. —Sus ojos encuentran los míos mientras
nuestros dedos se entrelazan, y le doy una mirada divertida.
—¿Cómo supiste llamarme así?

—¿Cómo? ¿Lucy Su?

Asiento.

—Lucille Sutton Rhodes. Ese es tu nombre, ¿no?

—Sí, pero ¿Lucy Su?

Él sonríe. —¿Cómo crees?

—¿Televisión?

—Culpable. —Su mano aprieta la mía.

—¿Eso realmente estuvo en el show? No me di cuenta.

—En algún momento de la segunda temporada, creo.

—¿Has visto más de una temporada?

—¿No lo ha hecho todo el mundo?

—¿Pero tú?

—¿Qué es tan especial acerca de mí?

Se detiene cuando llegamos al descansadillo del segundo piso,


dándome una sonrisa cursi que hace que mi corazón lata un poco más.

—No lo sé. —Sonrío en respuesta—. Simplemente parece que


siempre estás ocupado viajando y cosas así.

—Solo este verano. Quería escapar —dice mientras caminamos por


el espléndido pasillo

—¿Aburrido? —pregunto.

—Algo así.
CAPÍTULO 20
Liam
—¿Es estresante, todas las cosas reales?

Miro hacia Lucy, encontrando sus ojos brillantes y curiosos, sus


labios fruncidos ligeramente... quiero besarlos.

¿Es estresante? Mi pulso corre por la pregunta. Tengo que luchar


contra el deseo de cerrar los ojos y tomar una respiración profunda y
lenta. Una de las que aprendí en el video de yoga que he visto unas
cuantas veces en mis aposentos.

—A veces. —Me las arreglo para decir.

Su pulgar acaricia la parte superior de mi mano. —Recuerdo que


dijiste que tuviste problemas para dormir.

—¿Lo hice?

—Bueno, me llamaste a medianoche. Creo que dijiste eso. —Apoya


su cabeza en mi brazo—. Cada familia tiene sus tensiones. Solo pensé
que la tuya podría tener más que los demás. La mía también, de alguna
manera.

—Estoy seguro. —No puedo evitar inclinarme, así mi mejilla está


presionada contra la parte superior de su cabeza. Maldita sea, huele tan
bien.

—¿Me estás oliendo el cabello? —Me pregunta en tono burlón.

—¿Qué te echas? —Mi propia voz es baja y áspera.

—Una poción de amor mágica. ¿Funciona? —Me mira, batiendo sus


pestañas.

—No.

Sus ojos se ensanchan en fingido dolor. Le doy una sonrisa que le


permite saber que estoy mintiendo. Entonces me alejo de ella y le suelto
la mano.

—¿Quieres tomar una siesta o algo así? ¿Leer un libro? Voy a


trabajar. Podrías venir conmigo. Hay un gimnasio arriba, justo debajo del
jardín de la azotea. Paredes de vidrio y cosas así.
—¿Jardín en el techo? De eso estoy hablando. ¿Hay alguien ahí?

—Solo los pájaros. —Sonrío de nuevo, una sonrisa estúpida que no


puedo detener. ¿Por qué no puedo dejar de sonreírle?

—Bueno, creo que me voy a acostar con los pájaros. ¡Apuesto a que
se siente increíble! Me encanta la brisa fresca. No se lo digas a nadie, pero
odio el calor.

—¿Por qué no puedo decirlo? —Le doy vuelta a un mechón de su


cabello. Lucy agarra mi mano, enrollando sus dedos alrededor de ella.

—Porque soy de Georgia.

—¿Eres una traidora de la Confederación?

—Sí, totalmente una traidora en secreto. Tampoco hago té dulce o


sémola, pero eso es secreto también.

No puedo evitar reírme de eso. Más aún, porque realmente parece


culpable.

—¿Okra frita? —pregunto.

—Ahora eso me gusta. —Sus cejas se fruncen y su cabeza se inclina


ligeramente—. ¿Cómo sabes sobre la okra frita?

Me golpeo la sien. —Así de inteligente soy. ¿Y tomates verdes fritos?

—Sí.

—¿Oreos fritas?

—De ninguna manera. —Su cara se agita—. Eso no es una comida


sureña.

—Creo que lo es, señorita Rhodes.

Frunce la nariz. —Es una obstrucción de arterias. Un asesino.


¿Alguien te las ofreció en un viaje al Sur?

Sacudo la cabeza. —Lo vi en Instagram.

—¿De verdad te metes ahí? —Lucy luce escéptica.

—No tengo a nadie que haga mis publicaciones, si eso es lo que me


estás preguntando.

Se encoge de hombros. —Supongo que no te visualizo usando


Instagram, leyendo sobre oreos fritas.

—¿No?
Ella sacude la cabeza. —Me sorprende un poco que estés en las
redes sociales, aunque creo que no debería.

—Cuando era más joven, la gente empezó a hacer cuentas falsas.


Así es como hice la mía.

—Te gusta atraer a tus fans.

No lo dice de una manera despectiva, pero me hace sentir a la


defensiva.

Me encogí de hombros. Me gustaría decirle que no, ¿pero no es eso


lo que he estado haciendo los últimos dos años? ¿Jugando al “Príncipe
Liam”?

—No te veas tan triste. —Golpea mi hombro suavemente con su


mano y sonríe—. Conozco a mucha gente que piensa que las redes
sociales son lo máximo.

—Pero tú no.

—Creo que son una atadura. —Se encoge de hombros—. Es probable


que haya tenido una sobredosis de ellas.

Y ahora, lo que está pasando tiene que hacerla huir a otro lado.

—Quédate aquí. —Me oigo decirle—. Quédate aquí conmigo. Te haré


olvidarlo.

Ni siquiera me doy cuenta hasta que he dicho las palabras y de cómo


malditamente sexis suenan. Cuan baja está mi voz. Lo duro que estoy.

Le doy un guiño cursi y rezo para que no baje la mirada esta vez.
Cuando nos separamos, accediendo a reunirnos en el pasillo en diez
minutos, me apresuro a ir a mi habitación, preguntándome qué tan
rápido puedo masturbarme.

Lucy
Entonces, ¿¿¿¿cómo están las cosas????

¡¡¡¡¡Me estoy divirtiendo más de lo que pensé!!!!!

Los excesivos signos de exclamación son mi manera de burlarme de


sus cuatro signos de interrogación. Para una escritora profesional,
Amelia no tiene nada de gramática cuando envía mensajes de texto.
Ella responde con el símbolo del dedo medio. Entonces veo los
puntos que indican que está escribiendo.

Así que no se lo has dicho.

Aún no. Pensé en pasar algo de tiempo a su alrededor primero.


Conocerlo más. Antes de que me eche, añado, sintiéndome pesada.

¿Por cuánto tiempo te quedas? ¿Hay mucha gente allí?

Le mandé un mensaje a Amelia anoche, pero no le di ningún detalle.

En realidad no. Es raro. No hay nadie aquí. Su primo Heath regresa


esta noche.

Dejo de lado la parte acerca de cómo Liam y yo pasaremos la noche


en una isla en medio de un lago de niebla. Nada desagradable ocurrirá
entre nosotros, pero no estoy segura de poder transmitir adecuadamente
eso en un mensaje.

¿Entonces no es una gran y salvaje fiesta?

Nope. Solo Liam aquí, y todo el personal.

¿Cómo es? Añade un Emoji con ojos de corazón. Le respondo con


uno.

¿Respuesta honesta?

Sí, pícara.

Es muy sexy. Puedo ver por qué la gente gusta de él.

Bueno, eso no es una sorpresa, mamá.

Oh Dios, va a enloquecer cuando se lo diga. ¿Cómo podría no hacerlo?

¿Cuándo vas a decirle?

Mañana o al día siguiente.

¿Qué vas a hacer hasta entonces?

Explorar el castillo y esas cosas.

¿Es un coqueto?

Sí.

¿Está siendo súper amable contigo?

De verdad que sí.


Estoy tan contenta. Te lo mereces, Lucy Su.

Gracias, Ammie Lu. Te amo.

Te amo más. Actualízame, ¿bueno?

De acuerdo. XOXO.

Me puse mi bikini rojo favorito antes de empezar a enviar mensajes


a Am, así que todo lo que tengo que hacer ahora es escoger algo para
cubrirme y poner mi cabello en coletas. Me parece que es más fácil
colocarlo de esa manera.

En el último minuto, decido continuar y colocarme un poco de


protector solar, por si acaso alguien está por ahí arriba en la cubierta.
Odio ponerme loción frente a otras personas. Soy un poco tímida con mi
cuerpo, y algo sobre eso me hace sentir expuesta.

Mientras me froto la loción, siento ese revoloteo en mi vientre que


recuerdo de la escuela. Liam está al otro lado del pasillo… ¡y estoy a punto
de volver a verlo!

Tonta.

Sonrío para mí en el espejo.

Divertida.

Mi sonrisa desaparece cuando pienso en lo que dirá cuando se lo


diga. ¿Se sentirá traicionado porque pasé tiempo con él mientras
guardaba este secreto? ¿Y si de alguna manera cree que me he
embarazado a propósito? No me puedo imaginar que lo haría, no necesito
buscar oro cuando tengo mi propio oro, después de todo, pero... aun así.

Entro al pasillo sintiéndome ansiosa e infeliz. Unos segundos


después de cerrar la puerta, Grey me mira desde sus patas traseras, la
puerta de Liam se abre y él avanza con shorts de baloncesto negro y una
camiseta blanca con mangas cortas. Mis ojos lo recorren rápidamente,
viendo sus medias negras a la altura de tobillo y sus Nikes grises, pero
sobre todo la forma de sus piernas musculosas.

Cuando mi mirada llega a su rostro de nuevo, lo encuentro


sonriendo.

—Lo siento.

—No te disculpes, Luce. Me gusta cuando me miras. Me da tiempo


de mirarte. —Se estira y toca una de mis coletas—. Me gustan. —Sonríe,
sus mejillas moviéndose para formar otra sonrisa—. Te ves caliente con
coletas.
—¿Estás tratando de seducirme?

—¿Está funcionando? —Suelta mi cabello—. Lo digo en serio, sin


embargo. Es un buen aspecto.

Doblo mis brazos. —Gracias.

Liam empuja suavemente sobre mi hombro de mi sencilla cubierta


blanca. —¿Te has vuelto tímida, Lucille?

Me encojo de hombros. —Tal vez.

Me da una sonrisa de disculpa. —Te dejaré en paz. Vamos, te voy a


mostrar a dónde vamos.

Estoy perfecta mientras lo sigo a un camino estrecho en la sala y


luego otro más estrecho dando a una escalera de madera que conduce
primero a un corto techo tipo pent-house o espacio de trabajo con
paredes de vidrio, luego, hasta una puerta de acero gruesa a través de la
cual pasa Liam. Él la sostiene para mí, y siento el látigo de viento
mientras paso sobre la cubierta.

—Guau... —El lugar es precioso. Pastoso, con una variedad de


pequeños y medianos árboles, y enmarcado por una gruesa pared de
piedra color gris verdoso que cae tal vez un metro.

Deslizo mis gafas de sol de mi cabeza a mi nariz y sigo a Liam en la


afelpada y verde hierba—. Esto es una locura.

—Más patio que jardín supongo.

—Dios... —Estiro mi toalla y me acomodo en ella, mirando el cielo


azul pálido a través de mis gafas de sol—. Bueno, simplemente voy a estar
aquí. —Sonrío—. Tú diviértete haciendo ejercicio.

Sonríe. —Lo haré. —Y luego se ha ido, demasiado pronto. Unos


minutos más tarde, un hombre alto con cabello negro corto viene saliendo
por la puerta, y me siento. Lleva una bandeja con un Martini con limón,
una botella de agua y un tazón de uvas.

Me levanto así puedo tomarlo. —Gracias. —Tomo la bebida por


costumbre, y el tipo asiente hacia algo sobre mi hombro.

—Sabe, hay algunas sillas allí, con mesas.

—No. —Agarro mis cosas y lo sigo, y unos minutos más tarde estoy
en una silla reclinada, sorbiendo mi agua y comiendo uvas en relativo
silencio. El viento fresco baña mi cuerpo y me eriza la piel. Se siente
increíble en contraste con el cálido resplandor del sol.
Me siento un poco con náuseas, así que devoro casi todas las uvas
y la mayor parte del agua. No mucho tiempo después, necesito un baño,
pero antes, pretendo tomar un sorbo del Martini, luego camino a la pared
y vierto la mayor parte de él por un lado. De esta manera si hay cámaras
aquí y alguien mira, pensarán que no me gustó la bebida.

Mejor eso que Liam preguntando por qué no lo probé.

Dejo mi maleta y me voy por las escaleras en busca de un baño.


Mientras estoy pasando por el pequeño descansillo para el ático de Liam,
oigo su voz y me detengo.

—Sabes que nunca haré eso, Dru. —Su tono es firme, su voz es baja
y dura.

—Todo —dice.

Espero oír la voz de una mujer, y cuando no lo hago, me doy cuenta


de que Liam está al teléfono.

—Nadie dijo que lo eras. No en el exterior. —Suena enojado. Algo


cansado, también.

—¿De verdad crees que hay alguien más? No pondría un puto perro
a través de esta mierda. —Su voz baja un volumen—. No estoy seguro de
cuánto tiempo voy a seguir poniéndome en eso.

Trago mientras escucho sus pasos en el piso de madera del


gimnasio. —Tal vez no me importa, Drucilla.

Luego otra pausa antes de que diga—: Tal vez eso sea lo mejor.

Cuando lo oigo respirando duro, pienso lo peor, y no puedo evitar


escucharlo. La puerta de la escalera al gimnasio está abierta. Me arrastro
más cerca y miro adentro. No puedo ver a Liam desde aquí, pero puedo
verlo en el espejo. Para mi conmoción, no tiene su pene en la mano.

Está arrodillado con la espalda contra una pared de espejos y su


frente sobre sus rodillas. Sus manos están dobladas sobre su cabeza.
Puedo ver sus hombros moviéndose con la profundidad de sus duras
respiraciones.

Mierda. No es fácil quedarse donde estoy. Solo quiero ir con él. A


hablarle. Quiero tocarlo, acariciar las cálidas líneas de su rostro y tirar
de él contra mí.

De repente, se pone de pie, y lo veo caminar a una pequeña franja


de la barra. Saca un frasco de proteína de suero y luego un vaso. Y
luego... ¿un vaso de licor? Observo mientras vierte líquido dorado en el
vaso. Sus hombros se detienen mientras lo mira fijamente durante un
largo momento. Entonces se toma toda la cosa.

Sacude su cabeza una vez. Alcanza un interruptor giratorio en una


fila de interruptores de luz. La música llena la habitación: los Rolling
Stones. Me apresuro a bajar, sintiéndome extrañamente en carne viva
mientras me dirijo a mi habitación.
CAPÍTULO 21
Lucy
Permanezco en el techo por casi dos horas más después de mi
descanso para el baño, esperando que Liam aparezca y me diga qué
haremos a continuación y cuándo. Cuando él no llega, tomo mis cosas y
camino lentamente hacia las estrechas escaleras de madera lustrosa.

Encuentro la sala de ejercicios vacía.

Un rápido vistazo alrededor del segundo piso revela que la puerta


del dormitorio de Liam está cerrada. No puedo oír nada dentro de su
habitación, y más que buscarlo, paso algo de tiempo con Grey, luego tomo
una ducha, lavando el protector solar y enjabonando mi cuerpo con
exfoliante de baño.

Estoy sentada en el mostrador del tocador, frotando loción sobre mis


mejillas cuando mi teléfono vibra.

¿Quieres irte en aproximadamente media hora?

Escribo de regreso: Seguro.

Colgué una mochila en la perilla de tu puerta. Empaca algo


caliente para la noche. Avísame si necesitas ropa y conseguiré algo.

Le envío una sonrisa cursi. Príncipe Encantador.

Varios minutos más tarde, vestida con mi par favorito de vaqueros


gastados de diseñador, un suéter delgado azul índigo, y botas marrones,
abro mi puerta y agarro una gran mochila de senderismo de gamuza, que
está colgando en la perilla de la puerta. Está pesada con... algo. Meto mi
rostro en la cima del bolso. Ropa de Liam.

Dios, huelen tan malditamente bien. Fresco, como loción para


después afeitarse y... silvestre.

Parece que no puedo detenerme de ver el interior. Mis dedos tocan


suave algodón y saco lo que resulta ser una camiseta blanca con cuello
en V. Hay dos diminutos hoyos cerca del hombro, lo cual encuentro
interesante. Liam definitivamente podría permitirse una camiseta nueva,
pero supongo que él es como yo: le gusta sus cosas viejas y familiares.
Después de un olisqueo final, guardo la camiseta y empaco mi
propia ropa.

Relleno el contenedor con dispensador de comida y agua de Grey, y


luego paso varios minutos con él al pie de la cama, rascándolo bajo su
barbilla y frotando la cima de su cabeza de la forma en que le gusta.
Enciendo la TV en un armario, viendo un canal que no parece estar
orientado en la naturaleza, el National Geographic lo asusta como la
mierda, y le digo que regresaré mañana.

Mi teléfono celular muestra que tengo cinco minutos antes de que


sea hora de encontrarme con Liam en el pasillo, así que vago de regreso
dentro del baño, sacando un pequeño vial de perfume de mi bolso y pongo
un poco tras mis orejas. Sé que está mal tentarlo, pero es algo divertido.
¿Es tan terrible tener un poco de diversión?

Siento una pequeña ola de nausea mientras regreso al dormitorio.

Duh. Tengo que empacar algunas galletas saladas. Devoro tres


galletas de jengibre y tomo un trago de agua, luego pongo la caja de
galletas en la cima de mi bolso. Tendré que crear alguna historia de
mierda sobre cuánto amo las cosas de jengibre. No es completamente
mentira. Realmente tengo una enorme cosa por el pan de jengibre.

Encuentro a Liam apoyado contra la pared del pasillo, usando una


sudadera roja oscura con capucha y mangas largas, pantalones negros y
botas a juego. Luce increíble. Tiene su cabello peinado hacia atrás.

—Hola —dice cuando salgo. Sus labios llenos suben en las esquinas
en una diminuta sonrisa.

—Hola tú.

Él toma la mochila de mí y la cuelga sobre su hombro, entonces, con


un rápido vistazo a mi rostro, comienza a caminar hacia las escaleras. Lo
sigo. Noto que no lo he visto desde que oí su llamada telefónica. Como
que olvidé la llamada, pero ahora tengo curiosidad. ¿Qué fue eso?

Él no pondría a un perro a través de qué mierda. Y luego dijo que no


quería ponerse a sí mismo a través de eso. ¿Qué quiso decir con eso? ¿Él
estaba hablándole a una mujer? Sentí como que sí. Olvidé el nombre con
el que llamó a la otra persona, pero sonaba como nombre de mujer.

Robo un vistazo de él. No puedo evitar notar que todo el coqueteo


que él estuvo lanzándome antes se ha ido. Parece... sombrío. Mientras
bajamos las escaleras, jala la gorra azul oscura sobre su cabeza. Lo veo
jalar su coleta un poco hacia abajo para que encaje bien.

—¿Todo bien?
Él voltea hacia mí, enseñando esa pequeña sonrisa de nuevo. Se
desvanece rápido, y luego, está mirando hacia sus pies.

Mientras bajamos fuera de las escaleras hacia el primer piso, lo


golpeo con mi codo. Sus cejas se elevan.

Sonrío. —Hola.

—Hola.

Envuelvo un brazo alrededor de su cintura y me acurruco contra él.

El brazo de Liam va a mí alrededor también, apretándome por solo


un segundo antes de soltarme. Levanto mi cabeza fuera de su brazo y lo
encuentro dándome una sonrisa torcida. —¿Por qué fue eso? —pregunta.

—Nada.

—Eres una persona extraña, Lucille Rhodes.

Cuando comenzamos a caminar de nuevo, agarra mi mano. La


levanta. —Me gusta esto.

—¿Mi esmalte?

Él asiente. La yema de su dedo frota mis uñas verdes. —¿Te las


hiciste tú misma?

—Lo hago últimamente. Realmente no es tan difícil. Además, en


Estes como que he intentado de mantenerme por mi cuenta y esas cosas.

—¿Lo has hecho? —Sus dedos se cierran gentilmente alrededor de


los míos mientras me guía hacia lo que luce como una pequeña
biblioteca.

—Sí.

Hay una puerta en un rincón. Liam sostiene mi mano mientras


empuja con el hombro para pasar, luego me libera así puede sostener la
puerta para mí.

Sonrío. —Buenos modales, chico Gael.

Él me devuelve la sonrisa. —Oí que es lo que les gusta a ustedes las


chicas.

—¿Las chicas sureñas?

Él asiente.
A varios pies de distancia en el césped, veo una Range Rover negra.
Liam abre mi puerta, lanza la mochila en la parte trasera y conduce hacia
un camino que nunca había notado.

—¿Qué tan lejos está el lugar?

Él me da una sonrisa de superioridad. —¿Asustada de estar a solas


conmigo?

—Pfff. Ni siquiera un poco.

Sacude su cabeza. —Ni siquiera un poco. Estoy perdiendo mi juego.

—No lo tenías. No conmigo.

Miro con deleite mientras su mandíbula cae abierta, luego su rostro


se divide en una sonrisa. —No lo tuve, ¿verdad? —pregunta, mientras
gira hacia un pequeño camino empedrado.

—Nop —digo orgullosamente.

—¿Y por qué es eso?

—Porque eres una zorra.

—¡Una zorra!

—Una muy grande zorra.

—¿Qué pruebas tienes de esto, señorita Rhodes?

—Um, ¿todas tus cuentas en las redes sociales? ¿Página Seis y todos
los otros tabloides?

—Tabloides. No creemos lo que los tabloides dicen.

Me encojo de hombros. —Si te queda el zapato...

—Lo compras. ¿Ves? —Él agita sus cejas, sonriendo—. No dije roba
o consigue tu leche gratis.

Rio. —Creo que conseguiste uno de cada par.

—Eso no es cierto. Solo el par correcto. —Me da una sonrisa


traviesa.

—¿Y si no encuentras el par correcto? ¿Solo sigues buscando?

Liam se encoge de hombros. —Estoy usando un par ahora.

—¿Qué clase? ¿Zapatillas de cristal?

—Zapatillas que se sienten bien.


Mi corazón se voltea. Por un largo segundo, es una lucha respirar.
Finalmente, consigo decir—: Bueno, espero que funcionen.

—Lo hacen. —Las palabras son suaves. Sus ojos están sobre mí
brevemente, solo lo suficiente para hacer vibrar mi cuerpo; entonces
regresan al camino.

El auto está lleno con una extraña tensión. Bajo la mirada a mis
manos en mi regazo, y trato de pensar en algo para cortarla.

—Entonces, dime más sobre ti, acaparador de zapatos.

Se ríe. —Acaparador. Lucy, Lucy...

—Digo lo que veo —me burlo.

Él se encoge de hombros mientras gira hacia otro pequeño camino


obstruido por árboles. —¿Qué quieres saber?

—Mmm... no sé, ¿qué haces por aquí cuando no estás de viaje?

Otro encogimiento. —No mucho. No estoy aquí tanto tiempo.


Cuando estoy... cazo. Navego a veces. Corro.

—¿Miras TV?

—A veces.

—¿Te gusta leer?

Miro mientras su rostro se afloja... entonces se endurece. —No es mi


cosa favorita.

—¿No es tan emocionante como Los Rhodes de Concordia?

—No.

—Entonces, ¿estás tomando un descanso de la escuela?

—La dejé.

—¿Crees que regresarás algún día?

—No lo sé. —Suena molesto—. Lo dudo.

—¿No eres fanático de ella?

Sus labios se aplanan. Todo a nuestro alrededor, las laderas se


elevan. Noto que estamos conduciendo lejos del océano, hacia la cadena
de montañas.

—No soy una persona de escuela.


—¿A qué te refieres?

Me da una mirada extraña y seria. —Haces muchas preguntas, ¿no


es así, Lucy?

—Eso creo. —Cuando no dice nada más, pregunto—. ¿Estabas en


Oxford?

—Lo estaba.

—¿Y fuiste a la preparatoria con Declan?

—Sí.

—Lo siento si mis preguntas te molestan. —Mi corazón palpita


fuerte.

—Soy disléxico, Lucy.

—¿Qué?

—Ya me oíste.

¿Está diciendo que él no puede leer? Gracias a Dios no dejo salir esa
pregunta. —¿Qué… significa eso para ti? —Honestamente no sé mucho
sobre ello.

Fuera del rabillo de mi ojo, veo a Liam tomar una profunda


respiración lenta. —Significa que no puedo leer consistentemente. Todas
las letras… se mueven.

—¿Entonces como me mandas mensajes de texto?

—Lo dicto. —Sus ojos lucen culpables—. Nadie sabe.

Guau. Digiero mi sorpresa, entonces intento seguir, actuando


casual. —¿No es algo de lo que hablas?

—Es un secreto de estado. —Suena amargado.

—Quieres decir que te metiste en algunos problemas para


esconderlo.

—Sí.

—¿Cómo?

Él resopla. —¿Por qué crees, Lucy?

—No sé.

—Un rey tiene que leer.


—Seguramente por ahí hay aplicaciones y cosas… como, ayudas
para eso.

—Ese no es el punto.

—¿Cuál es? —pregunto.

Él mira fijamente la calle mientras conduce, entre dos grandes lagos,


sus hombros tirantes, su boca más apretada.

—Es una vergüenza. Para la familia.

—¿Alguien te dijo eso?

—No tuvieron que hacerlo. Fue ocultado desde el momento en que


entré en la escuela. Dec era el único en la escuela que lo sabía. Nos daban
a ambos sesiones de tutorías privadas, y todos pensaron que era por
quiénes éramos. Nuestros apellidos.

—Dios. Eso debe haber sido estresante.

Su boca se aprieta.

—¿Las materias eran más fáciles?

—Matemáticas y ciencias. Seguro. Puedo memorizar solo de


escuchar cualquier cosa. Así que eso es bueno, supongo.

—Sin embargo, ¿por eso dejaste Oxford? ¿Porque era demasiado,


con la dislexia?

Asiente. —No necesito una habilidad remarcable. Sabes como es.

—Sí, pero es aburrido solo sentarse y vivir del dinero de tu familia.

—Así es.

—Alguien me dijo una vez, Maggie, creo, que manejas una fundación
de caridad.

Su boca cae. —No exactamente.

—¿Qué haces?

—Hago aplicaciones.

—¿Eh?

—Hago y distribuyo aplicaciones, o mejor dicho las hago y otros la


distribuyen por mí. La mayoría del dinero va a la caridad.

Él gira hacia un enorme, lago azul y apaga el auto.


—¿Aplicaciones? ¿De verdad ¿Puedo verlas?

Él me da una mirada extraña. Entonces me entrega su teléfono.

—¿Tú hiciste Fireside? —Es una aplicación para citas británica. Una
de las más grandes—. ¿Los mismos no hicieron también Fairgrub y
Autopawn?

Él enarca una ceja, y mi boca se abre. —Santo infierno.

Liam
No planeaba decirle. Solamente le he dicho a dos personas en el
mundo que no trabajan para mí, labios cerrados por el acuerdo de
confidencialidad. La compañía se llama S.G. Enterprises, por mi madre
Sarah Gael.

Cuando comencé con ella, era un estudiante de último año en


Lawrenceville y apenas pasé mi clase de literatura. El profesor, un
hombre pequeño e intenso llamado Dr. Faar, insistía en que me quedara
después de clases dos veces por semana con él para practicar la
escritura. Había firmado el acuerdo como todos mis otros profesores, y
por supuesto, conocía los detalles de mi discapacidad.

A diferencia de la mayoría de los demás, él pensó que era algo que


podía superar con el tipo de ayuda adecuada. Podría haber ido al decano
a protestar, pero… no lo hice. No sé muy bien por qué. Recuerdo que
pasaba esas cuatro horas a la semana con el sudor goteando por mi
espalda, las yemas de mis dedos apretados alrededor del lápiz para que
no pudiera verlos temblar. No era que no pudiera componer un
pensamiento o un ensayo razonable.

Simplemente no podía, no puedo, escribirlo de mi propia mano. Lo


intenté tan jodidamente duro esos días, y por supuesto, el esfuerzo no se
suma. Nunca lo hace, y nunca lo hará. Me iba de ahí con tal vez un
párrafo escrito. Un párrafo imperfecto. Un párrafo que el Dr. Faar siempre
leía en voz alta.

Y primero golpeaba la sala de boxeo en el gimnasio. Cuando no fue


suficiente, corría por una hora. Cuando eso no era suficiente, y en
momentos en que no tenía práctica de polo o béisbol, programaba. Había
tenido una clase en mi segundo año, y había sido bueno en eso. La
diferencia entre el código y el idioma inglés, ¿cómo podía hacer uno, pero
no el otro? Me intriga. Codificar me hacía sentir más capaz.
Ahora miro a Lucy y descubro que quiero decírselo. —Tuve un
tiempo difícil en la secundaria. Apenas puedo escribir, pero puedo
programar códigos. —Asiente y me oigo decir—: Me hizo sentir mejor,
supongo.

—Eso es en serio impresionante. Estoy honrada que me hayas


contado.

—Declan sabe y Heath.

—¿Son todos?

—Los que no trabajan conmigo o para mí.

—Guau. ¿Cuántas personas trabajan para ti?

—Veintidós. La mayoría no saben que trabajan para mí —digo—. Un


chico de mi clase de Lawrenceville llamado Todd hace algo de
programación para mí, y la mayoría de la mercadotecnia. Él maneja las
cosas del día a día. Yo solamente estoy tras bambalinas.

Levanto la vista de mis manos, todavía tomando el volante, y


encuentro a Lucy sacudiendo su cabeza. —Eso es realmente loco.
Entonces tú eres como… el hombre de negocios y nadie ni siquiera sabe.

Me encojo de hombros. —Nadie lo necesita. Saco algo de dinero, pero


mucho de ello va a la caridad. No lo necesito. Todos en el equipo están lo
suficientemente bien pagados, así… eso es todo.

—¿Tu papá no tiene idea?

Niego.

—¿No crees que estará orgulloso?

Lucho con la urgencia de resoplar. —No creo.

—¿Porque no quiere que trabajes?

—Sí. El trabajo no es para la realeza. —Eso es lo que piensa su


generación—. Pero también porque el que yo esté haciendo esto podría
hacerlo pensar que no quiero mi rol en el gobierno.

—¿Lo haces?

—No lo sé —digo honestamente.

—¿Pero… tienes que hacerlo?

—Eso es lo que la tradición es. —La tradición puede no aplicar en


mí, pero Lucy no necesita saber eso.
—Maldición, Liam. Tienes un montón de secretos interesantes.

Le doy una risa hueca. —Creo que podría deberte unos de los míos.

Abro un poco mi puerta.

—Creo que definitivamente lo haces. —Le doy una mirada sobre mi


hombro, entonces agarro nuestra mochila y camino alrededor a su lado
del auto. Iba a abrir la puerta para ella, pero ya está afuera, sonriéndome.

—¿Por qué esa mirada? —pregunto.

—Por nada. Solo que siento que te conozco más ahora.

Meneo mis cejas, porque no puedo decirle exactamente que no lo


hace. La guío hacia el cobertizo entre algunos árboles.

Tecleo un código para desbloquearlo, saco una canoa y un par de


bolsas que nos dejaron aquí hace una hora.

Ayudo a Lucy a entrar en la canoa y la observo mientras mira


alrededor del lago. Hay niebla a lo largo de la orilla, pero el agua es
tranquila como cristal. —Es precioso, Liam. Con las montañas… —Hace
señas hacia los picos que rodean el lago.

Señalo la isla delante de nosotros. —Esa es la isla Pirata. Está a


unos kilómetros de distancia. Propiedad de la Corona.

—¿Así que no hay piratas?

—Solamente nosotros.

Hacemos silencio por un rato. Todo en lo que puedo pesar, al mirar


la isla, con su costa rocosa y pequeños picos gemelos, cascadas y árboles
gruesos, es mi madre. No puedo creer que traiga a Lucy aquí. Han pasado
años desde que estuve cerca de este lugar.

Salimos a la orilla del lado sur de la isla de dos kilómetros de largo,


pequeñas rocas crujen bajo nuestros pies. El agua azul profunda del lago
es cristalina en la orilla, rozando nuestras botas.

Cuando me vuelvo y agarro la primera de nuestras bolsas, Lucy


extiende sus brazos hacia afuera, y me doy cuenta de que los va a tomar
de mí una vez más, y los pongo en tierra seca.

Cuando dudo, ella resopla. —No se va a romper.

Entonces juntos descargamos la canoa. Luego la levanto hasta la


orilla rocosa y la arrastro hasta un pequeño terraplén.
Vuelvo a la playa y encuentro a Lucy levantando las dos bolsas.
Agarro lo demás y nos dirigimos a los árboles, hacia un afloramiento que
sobre el agua. Se sienta en el suelo rocoso. Me siento a su lado.

—Esto es hermoso.

Asiento.

Viento azota un poco de mi cabello a mi cara, y pienso en cómo


necesito cortarlo. No estoy seguro de por qué lo he dejado crecer así, o
por qué me dejé la barba.

Supongo que es porque me hace sentir alguien más.

Soy otra persona, pienso.

Entonces siento la mano de Lucy en mi mejilla. Volteo hacia ella, su


rostro está justo junto al mío, sonriendo suavemente. Me quita la gorra,
todavía sonriendo mientras amarra mi cabello y vuelve a ponerme la
gorra. Mis ojos se cierran en la cálida y pálida luz del sol que se filtra a
través de las nubes.

—Eso se siente bien —gruño. ¿Por qué está jugando con mi cabello?

Ella se quita el sombrero, y de alguna manera termino acostado en


su regazo con los ojos cerrados, sus dedos acariciando mi cabello.

—Me gusta tu cabello. Es realmente bonito, un poco color canela.

Quiero decirle que es más oscuro en el invierno, pero estoy


demasiado cansado para decir una palabra. Me quedo allí, medio
dormido, pensando en el montón de cosas que no puedo captar y
escuchando el suave baile del agua.

Cuando despierto, me encuentro solo en la roca, mi mejilla


presionada en algo suave y rojo que huele como ella. Parpadeo en la luz
del sol. Miro a mí alrededor. Me siento lentamente, y me doy cuenta de
que hay un suéter puesto sobre mis piernas.

Veo a Lucy en la orilla. Tiene sus pantalones enrollados hasta los


tobillos y está caminando en el agua fría.

La veo agacharse con sus manos ahuecadas, y verla levantarse


riendo. Su cabello fluye alrededor de sus hombros.

La observo mientras hace lo mismo de nuevo, y me doy cuenta de


que está tratando de atrapar un pez. Sonrío, pensando en la cabaña de
pesca al otro lado de la isla. Tal vez deberíamos pasar la noche allí en vez
de las casas del árbol.
Cojo el paquete que dejó a mi lado, lo arrojo sobre mi hombro y
camino alrededor de la pila de bolsas en la parte superior de la canoa,
dirigiéndome lentamente por el plano cubierto de hierba.

Lucy me ve cuando llego a la orilla. Me sonríe y da vueltas.

No puedo evitar reír mientras me acerco a ella. —Parece que te estás


divirtiendo.

Ella inclina la cabeza, todavía sonriendo. —Lo estoy. Es precioso


aquí. Paraíso.

La agarro de la mano, pero no cruzo mis dedos a través de los de


ella. Paso mi pulgar sobre sus nudillos, deseando tanto llevar sus dedos
a mis labios.

Pienso en Dru y en todas sus promesas. Acerca de Ronald. La


realidad a mí alrededor es como una tela pegajosa de la que no puedo
salir. Sé que no puedo. Y nunca querría que ella se quedara atascada
conmigo.

Suelto su mano y me escucho decir—: Me alegra que te guste.

Sueno hueco. Lejos.

Esta noche, necesito mantener mi distancia. Es malo tener a Lucy


aquí, pero es mucho peor enredarse con ella.

Lucy
—Entonces, ¿quieres hacer un picnic? ¿Allá en la roca, o en los
árboles? —Señala.

—Por supuesto.

Subimos la colina juntos, y no puedo dejar de notar el estado de


ánimo de Liam. Parece reservado. Incluso sus hombros están rígidos.
Cuando me mira, sus ojos no lucen vivos.

En el agua, cuando me agarró la mano, sentí que iba a besarla.


Ahora parece estar tan lejos.

Nos sentamos en la roca de nuevo, el mismo lugar que en el que


jugué con su cabello, y almorzamos salchicha ahumada, queso y pan de
romero. Liam mira el agua tanto como mira mi cara mientras bebe su
vino y me escucha hablar de mi trabajo en Estes.
—Probablemente estoy aburriendo el infierno de ti.

—No. —dice rápidamente, terminando su vino. Se vierte un poco


más, y una vez más, me ofrece un poco.

—Está bien. Realmente no soy una bebedora.

Especialmente embarazada.

La adrenalina se dispara a través de mí, pero me digo que ya he


decidido que no le diré ni hoy ni esta noche. Dirijo la conversación a la
isla, y Liam me dice que es propiedad privada de su familia, una escapada
con casas de árboles, aguas termales, un pabellón de pesca gigante y
tirolesas.

—Hay personal aquí cuando alguien de la familia tiene un gran


retiro. Aunque no los llamé.

—Bien. Te ayudaré si hay algo que tengamos que hacer —digo.

Él asiente, luciendo distraído. En el momento en que cargamos y


caminamos fuera de la roca, el interés de Liam en hablar conmigo parece
haber disminuido.

Nos lleva a una cuatrimoto aparcada entre dos árboles y carga


nuestras maletas. Me siento detrás de él y envuelvo mis brazos alrededor
de su cintura. Liam se pone en marcha, conduciendo lentamente sobre
el paisaje rocoso y herboso de la isla.

Trato de decirme que no hay nada mal. Debería sentirme contenta


de estar aquí, que él ha sido tan amable, conocerlo antes de decirle que
llevo a su hijo.

¿A quién le importa si él ha decidido ya no coquetear conmigo?

Conducimos quizás cinco minutos más, dirigiéndonos hacia el


espeso bosque. Veo a un pájaro volar de un árbol a otro, perdida en mis
pensamientos, cuando Liam se detiene. Miro a mi alrededor, pero nada
me llama la atención... hasta que echo otra mirada hacia las copas de los
árboles.

—¡Guau!

Postradas en gruesas ramas a unos sesenta centímetros sobre


nuestras cabezas, hay siete magníficas casas del árbol geodésicas. Sus
techos semi-redondos son ligeramente puntiagudos en la punta. Sus
paredes y pasillos están hechos de madera rica, roja. Noto que una es
más grande que las otras, y que varias de ellas parecen conectarse con
puentes, cuerdas y senderos.
Liam se baja del vehículo, colocando una mano en su cadera
mientras levanta la vista. —Este es un lugar donde podríamos pasar la
noche. Otra es la cabaña de pesca.

—¡Aquí! Totalmente aquí. Si te parece bien.

—Por supuesto. Hay cuerdas para escalar, puentes para cruzar, y


tirolesas abajo. ¿Eso funciona para ti?

—Sí. —Digo después de pensar por un momento—. No tengo miedo


de las alturas ni nada.

Insiste en que espere en el suelo mientras lleva nuestras cosas a la


casa más grande del árbol, y me quedo mirando, sintiéndome enferma.
Para cuando vuelve a bajar, estoy apoyada contra la cuatrimoto y
sintiéndome terrible.

—Mierda, Lucy. ¿Qué sucede?

Alejo mi cabello de mi frente. —No me siento bien. Me duele el


estómago.

Mientras Liam me ayuda a subir las escaleras más resistentes, me


maldigo por venir aquí con él. Pensando que podríamos conectar antes
de soltar la bomba: eso es estúpido. Doy una mirada a una gran sala de
estar abierta y comedor decorado con cortinas de arpillera, piezas de
madera rústica, y una acogedora manta, mientras Liam me lleva a un
dormitorio. Su cama de dos plazas se remata con una colcha azul polvo,
las cortinas largas y color crema adornadas con un patrón de pájaros.

—Bonita habitación —murmuro mientras él acomoda las almohadas


y yo me estiro en el colchón.

Liam hace uno de esos ruidos masculinos incomprensibles, luego


desaparece, volviendo con un trapo frío. Me siento un poco mejor con él
sobre mi cara. Supongo que me distrae de mis náuseas.

—¿Quieres un baño? —pregunta—. Aquí hay una bañera grande.

Me froto la sien. —No lo sé.

—Mierda, lo siento. ¿Fue la comida?

Sacudo la cabeza, agradecida por la toallita cubriendo mi cara de


mentiros con mejillas rojas. —A veces tengo problemas estomacales. No
fue la comida.

Liam me acaricia el cabello, y mi mente corre cuando me pregunto


qué pasará cuando le diga. Me siento culpable por ocultar cosas y de
repente miserable sabiendo que me podría odiar cuando se entere. Detrás
de la toalla, mis ojos se llenan de lágrimas. Entonces me doy cuenta...
probablemente debo comer.

—Tengo galletas de jengibre en mi bolsa. ¿Te importaría


pasármelos? —pregunto con una voz que espero que suene firme.

—Sí, no hay problema.

Vuelve en un momento con un tazón de galletas de jengibre y una


botella de agua. Me siento cuando escucho sus pisadas, sacando de mala
gana la toalla húmeda de mi cara.

—Gracias.

Acomoda las almohadas detrás de mí. —Por supuesto.

¿Por qué es tan agradable? Pensé que era un mujeriego. Corrección:


Tal vez es un mujeriego, pero también es un caballero. Sé que
probablemente son las hormonas, pero me siento como una mierda
cuando se sienta en una silla al lado de la cama y me mira como si
realmente se preocupara de cómo me siento.

—Me sentiré mejor en un minuto. —digo, para llenar el silencio.

La mano de Liam cubre mi espinilla. —¿Quieres volver al castillo?


Puedo remar de vuelta, envolverte y puedes sentarte en el fondo del bote.

—Está bien. —Me hundo en las almohadas y bebo agua—. Me siento


un poco mejor.

El agua embotellada es tan fría, un escalofrío recorre mis hombros.


Liam dobla las mantas sobre mí, y luego me sorprende subiendo a la
cama a mi lado. Sin decir una palabra, se extiende y cuando me acuesto
más contra las almohadas, se coloca más cerca de mí, envuelve un brazo
alrededor de mi cadera y se dobla detrás de mí.

—¿Esto está bien? —Su voz es baja y ronca.

—Sí.

Se siente bien tener su cuerpo presionado contra el mío. No me he


sentido tan segura y acariciada en mucho tiempo, tal vez nunca. Y sería
él. No sabrías que el hermético príncipe playboy tratándome como a una
princesa es la única persona en el planeta que realmente no puedo
impresionar, el hombre de quien mantengo un secreto que cambia vidas.

Las lágrimas se acumulan en mis ojos otra vez cuando siento su


boca en mi cabello. Una lágrima cae por mi mejilla. Vuelvo mi cara a su
pecho, mis labios dejan un beso contra su fuerte garganta antes de
controlar mis emociones fugitivas.
Siento su cuerpo tensarse. —Lucy...

—Lo siento.

—No lo estés. —Las palabras son quejidos. Entonces sus manos


están en mi cabello, sus dedos en mi cara; gira mi cara y lleva mis labios
a los suyos. Me sorprende la tensión en sus besos. Puedo sentirlo
conteniéndose mientras su boca se mueve sobre la mía deliciosamente,
en besos suaves y cuidadosos que me hacen jadear mientras me alejo
para respirar.

Veo sus ojos en mí, y luego cierro los míos, gimiendo suavemente
mientras pasa una mano sobre mi columna. Siento que cambia de cadera
y gime de nuevo, anticipando su dureza contra mí.

Quiero esto.

Necesito esto.

Aunque esté mal, necesito sentir esto.

Los brazos de Liam van a mí alrededor y su boca descansa en mi


sien. —Jesús Lucy.

Se frota la cabeza, como si tratara de orientarse. Pero no quiero eso.


Me acurruco contra su pecho, luego envuelvo un brazo alrededor de su
cintura, pasando mi mano por su camisa, para poder acariciar el cálido
y duro músculo de su espalda. Puedo sentir escalofríos bajo mis dedos.

Liam gime. —Me estás volviendo loco.

—Lo mismo aquí —susurro.

—¿Lucy? —dice.

—¿Sí?

No responde en un rato, solo respira profundamente con su cara


contra mi hombro. Paso mi mano sobre su cadera y hasta su duro
abdomen bajo, y mi muñeca roza la erección en sus pantalones. Ahora
que está así, tan quieto y sombrío, todo lo que quiero hacer es hacerlo
gemir.

Mi corazón corre mientras le acaricio los pantalones, y la respiración


de Liam se vuelve más pesada. Con su cara todavía contra mi clavícula,
deja salir otro gemido. Mi mano libre encuentra su pezón a través de su
camisa y pellizco.

—Joder. —Su cuerpo tiembla, entonces en un segundo con sus


manos fuertes estoy sobre mi espalda, con Liam entre mis piernas,
besando mi garganta tan fuerte que grito. Entre besos—: Cristo, Lucy.
Dime que pare.

Todo lo que puedo hacer es gemir mientras su boca me tortura. Me


arqueo debajo de él, rezando para que luego me saque la ropa. Tiró de su
cabello y Liam suelta unas cuantas respiraciones pesadas antes de que
su boca encuentre mi pezón duro a través de mi camisa y sostén.

—No puedo parar —gime

—No lo hagas.

Aprieta la frente contra mi pecho. Envuelvo mis brazos alrededor de


su cabeza. Es delicioso, su enorme cuerpo encima del mío, sostenido por
sus fuertes brazos, sus piernas pesadas entre las mías, el pecho y los
hombros agitados con el peso de las respiraciones jadeantes.

Estoy envolviendo un brazo alrededor de sus grandes y gruesos


hombros cuando Liam se aleja de mí. Su cara tensa, sus ojos en ninguna
parte cerca de los míos cuando se baja de la cama y sale de la habitación.

Lo encuentro en un balcón de la sala, apoyado en el riel de madera.


Se cabello suelto. Una de sus manos está en puños.

—Lo siento —dice mientras me paso en el porche. No me mira.

—Yo también.

Se frota la cara y suspira.

—No es eres solo tú —digo en voz baja.

No dice nada por un largo momento. Cuando se gira a enfrentarme,


sus ojos arden de deseo, pero se ve cansado. Agotado. —Normalmente no
soy así.

No estoy segura de lo que quiere decir exactamente, pero siento la


necesidad de tranquilizarlo, así que levanto un hombro y digo—: Está
bien. Yo por lo general tampoco soy así.

Liam niega, luego se inclina hacia atrás y cierra los ojos. —Mi madre
murió aquí —dice, frotándose el cuello.

—¿Lo hizo?

Sus labios forman una línea mientras mira fijamente a algo a mi


lado. —La prensa dijo “en una de las islas privadas de la familia”, pero
fue en esta. —Me da una sonrisa amarga—. Este era la favorita de mis
padres. No vengo aquí a menudo ahora.
—Por supuesto que no. —Sus ojos finalmente van a los míos, y
parece perdido. Mi corazón sangra—. Liam... ¿Qué le pasó?

—Estaba embarazada. —Su mano se mueve sobre su boca mientras


sus ojos sombríos sostienen los míos—. Tuvo un aneurisma.

—Dios. Lo siento. Lo siento mucho.

Mira sus botas, su cara es una máscara. —Fue inesperado, por


supuesto. Ain, el jefe del personal de mi madre, me trajo aquí. Cerca de
donde aparcamos hoy. Creo que mi padre lo había llamado, y esperaban
que aún pudiera vivir. Se suponía que debía sentarme en el coche hasta
que me sacó para verla, pero salté al tiempo que se llevaron a mamá en
un helicóptero. —Miro su garganta mientras traga—. Ya estaba muerta.

En el largo segundo de silencio que sigue, casi lo puedo ver: el


pequeño Liam, mirando al cielo mientras un helicóptero se va con su
madre… nunca para traerla. Qué cosa horrible para cualquier niño.

Doy un pequeño paso, y estoy lo suficientemente cerca como para


envolver mis brazos alrededor de su cintura. Los arrastro para arriba, así
que puedo exprimir la parte inferior de su espalda. La barbilla de Liam
está en mi cabello. Él se mueve y descansa su mejilla en la parte superior
de mi cabeza.

Siento que toma un fuerte aliento, y lo sostiene. Estamos congelados


allí durante mucho tiempo. Entonces, con un murmullo de “gracias",
Liam se aleja. Está mira todas partes excepto mis ojos mientras
retrocede.

Me acerco, y estira su brazo. Creo que es para alcanzarme, pero me


doy cuenta de que se estira y mira hacia afuera, como si me quisiera
detener.

—Te voy a besar de nuevo si... —Sacude la cabeza.

—¿Soy tentadora? —Es una estupidez decirlo, pero soy la reina de


las estupideces cuando estoy nerviosa.

Liam asiente. —Si. Tan jodidamente tentadora, Lucille Rhodes. —Me


agarra y acerca—. Te necesito contra mí. —Sus labios encuentran mi
cuello—. Todo sobre ti... —Me besa el cuello tan fuerte que gimoteo—. Te
necesito debajo de mí, Lucy…

No puedo evitarlo. Lo tiro devuelta a la casa. Nos acostamos en el


sofá. Estoy debajo de él y Liam está encima de mí. Pesado, necesitado,
respirando duro y besándonos más fuerte; tirando de mi cabello mientras
su boca castiga la mía. Puedo sentirlo duro y largo contra mi pierna.
Levanto mi rodilla entre sus piernas y Liam se muele en mí, gimiendo.
—Jesús, Lucy...

No puedo evitar frotarlo. Sus ojos se cierran empuja en mi mano.


Trato de frotarlo a través de sus pantalones, y cuando no puedo, alcanzo
dentro de ellos, hurgando más allá del elástico de su Boxer, Liam se
deshace el botón de su pantalón.

Entonces lo alcanzo, mis dedos rodeándolo. Bombeo y el gime. Está


tirando de sus pantalones; voy a por sus bolas. Lo tomo en mi mano,
luego tiro suavemente.

Puedo sentirlo temblando, sintiendo su polla temblar.

Liam trabaja mi pecho, luego baja para frotarme a través de mis


pantalones. Está temblando como si se fuera a venir. Su polla se
endurece más en mi mano. Luego separa las caderas un poco.

Estoy sosteniéndolo cuando su mano invade en mis pantalones,


empujando mi ropa interior a un lado para que pueda acariciarme a
través de mi hendidura: arriba y abajo, hasta que estoy jadeando. Luego
pasa un dedo alrededor de mi clítoris. Mi cuerpo tiembla.

—Así es, Lucy...

Me sujeto las rodillas alrededor de sus hombros.

—¡Oh, Dios! ¡Dios!

Siento que un dedo se desliza dentro de mí, entonces su pulgar traza


mi clítoris en suaves y lentos círculos. Se inclina, y puedo sentir mi
cuerpo derritiéndose antes de que su boca se esté en mí. Veo la parte
superior de su cabeza, y sé lo que está por venir. Estoy gritando antes de
que su lengua esté completamente sobre mí, ondas de placer recorren mi
cuerpo.

Entonces es su turno.

Le jalo el cabello, que en algún momento agarré y lo tomo por los


hombros.

—Siéntate

Se lame los labios, sonriendo.

—Hazlo.

Liam se ríe, pero hace lo que te pido. Se inclina contra un brazo del
sofá, las piernas en el frente. Sus pantalones todavía están entreabiertos,
y puedo ver su polla dura a través del algodón de sus bóxers.
—Te quiero —respiro.

Cuando me acerco a él, sus manos cubren mis hombros. Mientras


me inclino, bajando sus calzoncillos alejándolos de sus increíbles Joyas
de la Corona, sus manos juegan suavemente a través de mi cabello.

Estoy acariciando su cálida y dura roca cuando gime. —Luce…no


tienes que...

Contesto con mi boca alrededor de su cabeza. Lo llevo a lo profundo


de mi garganta y amo cada movimiento de sus caderas, cada sonido
áspero de su garganta apretada, la forma en que sus manos se aprietan
en mi cabello, y entonces dice mi nombre. Lo dice una y otra vez,
moviendo sus manos a mis hombros, exprimiéndolos mientras siento su
polla ponerse más dura, más larga, mientras provoco sus bolas y Liam
gime como un hombre deshecho.

Todo su cuerpo se tensa justo antes de explotar. Sé que tratará de


alejarme, así que pongo mi mano alrededor de su cadera; cuando se
corre, presiono y trago.

—Maldita sea, Lucy.

Me encantan todos los temblores de su cuerpo, y la forma en que


sus manos se aflojan en mis hombros, como lo he agotado.

Cuando levanto la cabeza, me sorprende verlo reír. —Eso fue


increíble. —Su voz es ronca, sincera; sus ojos encendidos. Los cierra y
sacude la cabeza, sonriendo—. Lucy. Estoy tratando de ser tu amigo.

Esto me hace reír. —¿Amigos con beneficios?

—Verdaderos amigos. —Se frota la frente, luciendo gradualmente


más preocupado—. No quiero follar en el camino a eso.

—¿Siempre lo haces? —Sonrío, pero no puedo contenerlo; mis labios


se curvan, porque él es tan malditamente lindo.

Liam asiente. Luce tan solemne, como si realmente se preocupara y


quiere hacer las cosas bien conmigo.

Estrecho su mano con la mía. —Podemos hacerlo mejor.

—¿Podemos? —Luce reflexivo. Afligido. Es ridículamente guapo.

—Primero la amistad. —Guiño.

Sacude la cabeza. —¿Qué me estás haciendo, Lucy?


Me encojo de hombros y luego extiendo mis manos. —¿Ayudándote
a levantarte para que puedas mostrarme este lugar un poco más?

Sonríe. —No necesito tu ayuda, mujer.

En forma de cavernícola dramático, me lanza y me tira sobre su


hombro. Y así, todo el peso se ha ido entre nosotros.
CAPÍTULO 22
Liam
No puedo mantener mis manos fuera de ella. Caminamos hacia el
pabellón de pesca, el que tiene el muelle gigante y cubierto, que está a
solo un par de minutos a pie de las aguas termales en el pico más grande
de la isla, e incluso ahora, su mano está entrelazada en la mía.

Durante unos minutos, ella estuvo caminando un paso o dos por


delante de mí, y yo estuve mirando su culo. Luego mis ojos se movieron
por su estrecha espalda, luego a sus hombros, por su brazo y hacia su
mano. Quería tocarla, así que la tomé.

Estúpido. Pero ella me hace sentir tan jodidamente bien.

Deberíamos encontrar algo para beber en el albergue cuando


lleguemos ahí. Todo con Lucy es tan jodidamente agradable y relajante.
Me hace querer beber, un escocés sería la cereza en el pastel.

He notado que Lucy nunca toma, pero no parece importarle que yo


lo haga. Relajarse es más divertido cuando ella está cerca, porque no
necesito el alcohol de la manera en que lo necesitaba antes de que ella
apareciera. No siento como si no pudiera respirar cuando está aquí. Me
siento…esperanzado.

De repente, mi lado lógico me recuerda el otro lado estúpido.

Pero entonces, Lucy se detiene en nuestro sendero arbolado y


apunta a un pequeño letrero pintado. —¿Aguas termales? ¿Podemos ir a
las aguas termales? —Está sonriendo como un maldito niño. Me
encuentro a mí mismo asintiendo, sonriéndole de vuelta.

—¿Quieres ir?

—¡Demonios, sí! —Su frente se arruga—. Espera, ¿qué tan calientes


están?

—En realidad no están muy calientes. Un poco más caliente que


tibio. Como un tipo de baño, pero no como una bañera de hidromasaje.
Tal vez deberían llamarse cálidos manantiales.

—No… eso es perfecto. —Sonríe mientras me arrastra por el sendero


de las aguas termales. Sus cejas se fruncen—. ¿Podemos entrar? Nos
vamos a comportar y simplemente nos relajaremos y veremos la puesta
de sol. Oh, Dios mío, ¿están allá arriba? —Señala el terreno encima de
nosotros—. ¿Esa pequeña vena de agua cerca de la cima de esa montaña?

Asiento. —Rodea la punta y hace una piscina.

—Oh, Dios mío, ¡eso es increíble! Esto es verdaderamente un


paraíso. —Veo una sombra atravesar sus rasgos cuando las palabras
salen de su boca. Como si me molestara que llamara a la isla donde perdí
a mi madre, un paraíso.

—Es hermoso. —Lo arregla, apretando mi mano—. Estoy agradecida


de que me trajeras aquí.

—No vengo muy a menudo, pero quería traerte. —Es algo incómodo
confesar eso, pero es la verdad. Quería que Lucy viera este lugar.

En el pasado, si alguna vez vine aquí, fue solo por un par de horas,
y estaba solo. Vengo aquí para pensar en mamá y sentirme solo. Solo lo
hago cada dos años o algo así.

Lucy me acerca más, hasta estar casi hombro con hombro.

—Me preguntaba al principio si era aquí donde trajiste a todas las


damas. Imagino que tienes chicas yendo y viniendo a pasar el rato por el
castillo.

Presiono mis labios en una línea, dándole una cara de póker, no


porque no sea verdad, sino porque lo es. De repente, deseo que no fuera
así.

—Algunas veces —evado.

—Está bien. —Su mano aprieta la mía—. Sé que te llamé mujeriego,


y pensé en ti de esa manera. Y no sé cómo eres con ellas… tal vez lo seas.
Pero me gustas, Liam. Eso no es todo lo que hay de ti, y ahora que somos
amigos puedo darme cuenta de ello.

Me hace sentir tan jodidamente bien, la forma en que lo dice. Los


dedos de Lucy acarician mi mano, y se apoya en mi brazo mientras
caminamos.

—No he tenido un amigo hombre en mucho tiempo —dice


suavemente.

Mierda. Quiero preguntar si eso es por culpa de él, ese maldito


enfermo, Bryce Parsons, pero tengo miedo de molestarla.

—Eso me sorprende un poco —digo en su lugar.

—¿Porque soy muy divertida? —Me da una sonrisa tonta.


—Sí. Porque eres divertida. Y hermosa. Tienes todo esto… esta cosa
yendo. —Parece tan real—. Es como… eres sincera. No lo sé. No puedo
explicarlo.

—Contigo lo soy. No estoy tratando de impresionarte o parecer ser


alguien que no soy. Probablemente debido a cómo empezaron las cosas
entre nosotros.

—¿Esa noche donde Dec?

Asiente.

Aprieto su mano. —Me gusta que seas así conmigo. —Me hace sentir
diferente, también. Como si no tuviera que ser alguien en específico
cuando estoy con ella—. Muchas chicas no son así.

—Estoy segura de que no. ¿Todas quieren ser tu princesa?

Me encojo de hombros. —Supongo.

—Estoy segura de que eso tiene que ser agotador.

—Lo es —digo, y me sorprende saber cuánto. He tratado de hacerlo


divertido estos últimos años, vivirlo, sobre todo después de lo que sucedió
a principios de este año, pero…—. Es agotador.

Lucy se acurruca de nuevo contra mi brazo. —Eres un verdadero


chico, Liam, no solo un príncipe. ¿Está bien? —Suena como si estuviera
bromeando, pero su rostro es simpático y sincero.

—Soy un hombre —digo con una sonrisa.

—Mejor corta los comentarios sexys. Estoy tratando de mantener mi


castidad intacta, ya sabes.

—Y yo pensé que yo era la puta aquí.

Su boca se abre. Me da un puñetazo en el brazo. —No puedo creer


lo que estás diciendo. Sin modales, Príncipe Liam. En lo absoluto.

Me encojo de hombros. —¿No es ese tu fuerte? Chica sureña.

—Lo es. Y tengo excelentes modales.

—¿Los tienes? —pregunto.

—Joder, sí.

Hemos estado caminando cuesta arriba por un tiempo. Puedo ver la


cumbre claramente ahora. —¿Mantienes la compostura en todas y cada
una de las situaciones? ¿Te mantienes cortés?
—Por supuesto que sí. Soy una belleza sureña.

—¿Eso es cierto?

—Muy cierto.

—De acuerdo. —Sonrío, y le doy una mirada que le permite saber


que algo viene. Cuando llegamos a la cumbre del sendero un minuto
después, viendo las aguas termales y la montaña detrás de ellas, alzo a
Lucy, tirándola por encima de mi hombro y bajo por el sendero hacia el
agua.

Lucy está chillando, golpeándome la espalda. Me aferro a ella con


fuerza, llevándola a mis brazos cuando alcanzamos el muelle y
balanceándola en círculos.

—Noooo —se queja, agarrando mis hombros—. ¡No puedes tirarme!

Me río. Entonces la lanzo.

Las aguas termales se sienten geniales. Sé que lo hacen. Siempre


están a la misma temperatura, y las hacemos revisar regularmente por
bacterias y cosas así.

Lucy vuelve con un jadeo, luego comienza a agitarse a un lado del


muelle, chillando como una niña y luchando por levantarse. Puedo decir
que está bien, así que empiezo a quitarme la camisa y los pantalones.

Estoy en calzoncillos cuando ella llega al muelle y me abraza. Pienso


en moverme en el último segundo para que caiga de vuelta en el agua,
pero no puedo hacer que mis pies obedezcan, así que ella se aferra a mis
abdominales, envolviendo sus brazos alrededor de mi espalda baja y me
empuja tan fuerte como puede.

No puedo evitar soltar una risita.

—¡Vamos, hijo de puta pesado! —Empuja con más fuerza, y ambos


caemos al agua.

La dejo ir tan pronto como los dos estamos sumergidos, y luego


empiezo a tantear por ella con mis manos. Está usando ropa; la vi nadar
en la tele, así que sé es una nadadora fuerte, pero… ahí está.

Rozo su brazo, parpadeo, y la veo escurriendo agua frente a mí,


largos mechones de cabello pegados a sus mejillas y frente, y su boca en
una “o” de fingida furia.

—Liam, ¡bastardo de mierda!


Algo sobre escucharla decir “hijo de puta” y “bastardo” en esa dulce
y arrastrada voz me hace reír como el infierno.

—¿Te estás riendo de mí?

Me salpica agua a la cara.

No puedo evitar sonreír.

—¡Dime por qué! ¿Porque estoy mojada…? —Me vuelve a salpicar


agua—. ¿Y mi ropa también?

Me río. —Tal vez.

Se acerca más a mí, alcanzando mi cabello; entonces sus dedos


atrapan un mechón y tira de él.

—¡Ay!

Me salpica otra vez, entonces nada con furia. Luego se vuelve y


levanta ambas cejas, dándome una mirada de furia fingida. —Esta
amistad está terminada.

Sé que solo está bromeando, pero mi pecho se aprieta un poco.

—No digas eso ahora.

—Oh, se acabó. ¡Me has emboscado!

—Por una buena causa.

—¿Y cuál es esa, por favor?

Sonrío lentamente. —Así puedo verte cuando salgas.

—¡Me llevaré tu ropa seca!

—Es por eso que me la quité.

Ella arquea una ceja.

—¿Qué? Soy un caballero.

Nada un poco más cerca, salpicándome de nuevo. —No voy a caer


por eso de nuevo.

Y ahora es mi turno: me aproximo a ella, lo suficientemente cerca


para poder tocarla; mis dedos caen ligeramente sobre su clavícula. —No
digas eso, Lucille.

—¿Estoy hiriendo tus sentimientos? —Me lanza una mirada


escéptica.
—Tal vez —digo con suavidad. Pero estoy sonriendo. Porque estar
con ella me hace malditamente sonreír. No puedo controlarlo.

Ahora es el turno de Lucy de acercarse. Siento que su pie roza mi


pantorrilla, luego su dedo está arrastrándose ligeramente por el puente
de mi nariz. —No te sientas triste. —Pasa su dedo sobre mi nariz una vez
más—. ¿Te la rompiste?

—Sí.

—¿Qué edad tenías? —Mueve su dedo; puedo sentir el eco de su


tacto después de que se ha ido.

—No mucha.

—¿Fue en algún deporte?

Camino en el agua un poco más fuerte. —No exactamente.

—Hay una historia aquí. Puedo decirlo.

Jódeme, pero no soy lo suficientemente rápido para una excusa. No


con Lucy tirando de mí de la manera en que lo hace.

Me doy cuenta de que tengo los labios apretados, algo por lo que mis
representantes están constantemente regañándome, pero que he hecho
tan a menudo, que los medios de comunicación han aprendido a
convertir en un escándalo. Hace que mis hoyuelos se muestren.

—Oh, no es una historia divertida —dice suavemente.

Está justo frente a mí, ni siquiera a dos pies de distancia. Formando


pequeñas ondulaciones de sus brazos bajo la cresta de agua sobre mis
pectorales. Y de repente, quiero empujarla más cerca. Lo suficientemente
como para que no pueda ver mi cara, y que yo pueda sentir la suavidad
de sus pechos contra mí.

En su lugar, retrocedo solo un poco, e intento dar lo mejor de mí


para ofrecerle una pequeña sonrisa.

—Espera, dijiste que eras pequeño. No podría haber sido una


divertida escapada sexual. ¿Cierto?

Mis ojos se cierran brevemente por sí solos. Los hago abrir, forzando
mi rostro a permanecer neutral. —Solo un accidente. Nada emocionante.

—Entonces, ¿qué pasó?

Eso fue lo que él dijo. Trato de pasar saliva y descubro que no puedo,
así que me doy la vuelta.
—Mierda, ¿eso era un pez? —digo ahogadamente.

—Oh Dios, ¿hay peces aquí? ¿De los grandes? ¿Cómo el monstruo
del Lago Ness?

Ahí tengo mi salvación. Me sumerjo, nadando a lo profundo y


parpadeando en el agua verde hasta que veo sus pies moviéndose.
Entonces, por supuesto, agarro uno de sus dedos del pie. Observo su
cuerpo moverse, como si estuviera tratando de saltar fuera del agua. Para
el momento que vuelvo a la superficie, riendo, esa sensación caliente en
mi cabeza se ha ido.

Lucy me golpea en el hombro, el movimiento golpeando también mi


mejilla.

—Voy a atraparte, Liam. Voy a hacerlo muy bien, cuando menos lo


esperes.

—Lo estaré esperando. —Sonrío.

Lucy me salpica. Estoy sonriendo mientras froto mi muñeca sobre


mis ojos.

—Te volviste guerrera.

—No me llames guerrera, señor Príncipe.

Eso me hace reír. Me encuentro cerrando la distancia entre nosotros,


extendiéndome hacia ella y envolviendo ambas manos alrededor de sus
antebrazos.

—Tienes brazos pequeños.

—Tal vez solo tienes manos grandes —murmura.

Puedo decir que me desea por la forma en que su rostro se relaja;


casi puedo ver sus ojos cerrados, su lengua sobre sus labios. Estoy duro
como el infierno y solo quiero llevarla al muelle y follarla.

No.

La dejo ir. Lucy parece un poco nerviosa por un minuto, un poco


incómoda, como si estar cerca de mí la hubiera puesto nerviosa.

Bien, dice la parte de mí que necesito silenciar.

La observo mientras pisa el agua, moviéndose en un círculo para


que su espalda esté lejos de mí y ella pueda ver la cima.

—Entonces, dime más sobre hacer aplicaciones. —Se gira para


enfrentarme—. ¿Te toma mucho tiempo?
Sacudo la cabeza. —Hago la mayor parte de la codificación y el
diseño en la primera fase por mí mismo, Todd ayuda a veces. El
desarrollo, las cosas más amplias para preparar algo para la distribución,
no es mi parte. No pruebo ni empaco nada. Es hecho por los equipos que
Todd maneja.

—Pero esa primera fase, ¿te gusta?

—Me gusta construir cosas.

—¿Tu primo está impresionado?

Me encojo de hombros. —Siempre supo que me gustaba ese tipo de


mierda.

Lucy asiente lentamente, extendiéndose sobre su espalda. —¿Por lo


general vive en el castillo? ¿Heath?

—Ambos viajamos mucho, pero él está allí.

—¿Dónde está ahora, de nuevo?

Le cuento que jugaba para el equipo de polo del país.

—Espera, solías jugar también, ¿verdad? —Se da vuelta, de modo


que se sumerge de nuevo en los manantiales.

—Si.

—¿Renunciaste?

Asiento.

—¿Te cansaste de eso?

Asiento. Mentiroso.

—Así que este verano viajaron mucho.

—Sí. A todos lados.

—¿Y desde entonces has estado en el castillo? ¿Solo? Te juro que


siempre imaginé que tenías un harén.

Arqueo una ceja, haciendo una cara misteriosa.

Apuesto a que ha habido uno, en un momento dado.

—Prefiero solo una. —Sonrío.

Me salpica. —Coqueto.

—Pensé que era una puta.


Me vuelve a salpicar. —Lo eres. Una puta coqueta.

Pero puedo decir que le gusto. Puedo decir que me desea. Nado
detrás de ella y luego envuelvo mis brazos alrededor de su cintura. —Te
gusta. —Siento su trasero moverse contra mi polla y trago un gemido.

Antes de perder el control y frotarme contra ella, me alejo, pisando


el agua mientras suelto la cola de caballo que todavía tiene amarrada. Mi
mano cubre su nuca, y me inclino más cerca de su oído.

—Abajo, Luce.

Ella lo hace, y cuando vuelve, su cabello está flotando a su alrededor.


Froto una palma sobre la sábana de seda.

Luego, antes de encontrar su boca con la mía, nado alrededor de ella


otra vez y cambio de modo que estoy flotando sobre mi espalda.

—Dime algo sobre ti, Lucille Rhodes. Algo que nadie sabe.

Se acerca a mí, apretando sus labios cuidadosamente. —Hmmm.


Bien. Monté en mi bicicleta sin ruedas de entrenamiento en el primer
intento. —Me da una sonrisa brillante.

—¿Sí?

—Sí. —Asiente—. Era una niña muy atlética. No sé qué pasó.

Nada. Vi bastante Rhodes en televisión para saber eso. En este


episodio, ella estaba en monopatín, nunca lo había probado antes. En
lugar de preguntar sobre y revelar exactamente cuántos episodios vi,
cambio un poco el tema. —¿Cómo fue ser la más joven?

—Molesto. Levaba ropa de los demás, especialmente Celia, ya que


tenemos la tez similar, y nacimos con un mes de diferencia.

—¿Cuándo es tu cumpleaños?

—El veinticinco de mayo.

—¿Entonces tú eres... Tauro?

Sacude la cabeza. —Géminis. ¿Qué hay de ti?

—¿No conoces mi cumpleaños?

—No. —Me salpica—. Idiota. ¿Todas las otras chicas lo saben?


¿Envían flores?

—Por supuesto.
Rueda los ojos. —Eres cortejado duramente, ¿eh?

Sonrío, porque tengo una polla y ella dijo duro.

—¡Oh! dame un descanso. Pero realmente lo haces, ¿no? Apuesto a


que toda tu vida ha sido una larga línea de mujeres lanzándose a ti.
Probablemente conozcan tu cumpleaños y tu color favorito, tu historia
familiar y todas tus viejas estadísticas de polo.

—Sabes que es verdad.

—Quieren ser una princesa o una reina. —Hace una cara, por la
cual su nariz se arruga—. Culpa a Disney.

Miro el velo de los árboles que bordean el borde más cercano del
agua, considerando y no por primera vez quién o qué tiene la culpa. Por
supuesto, la respuesta es nadie y nada. Es solo la naturaleza humana
querer lo que no puedes tener.

—Me sorprende que mucha gente quiera que esas cosas sean parte
de su vida real —digo finalmente.

—Lo sé, de verdad. Es tan extraño, cómo la gente ve algo así, como
la realeza, o un programa de televisión, y quieren que sea totalmente real.
Como si realmente fuera solo un cuento de hadas. Es una fantasía.
Tuvimos nuestros momentos con el espectáculo. Creo que mi familia
todavía lo hace, por supuesto, pero tiene que ser peor cuando eres
honesto. —Patalea de espalda, y me estiro y pataleo, Así puedo
mantenerme a su lado—. ¿Cómo llegó tu familia al poder de todos modos?
¿Aconsejados por las hadas?

No puedo evitar sonreír. —¿Qué piensas?

Extiende la mano y golpea mi bíceps. —Dime. No lo sé, idiota.

—Una guerra —digo, sonriendo ante la audacia de ser llamado


idiota—. En 1494, la isla estaba escasamente poblada. Unas pocas
docenas de lo que podríamos llamar irlandés vivían aquí, descendientes
de los que vinieron en el siglo XII. Había también varios clanes escoceses,
guerreros como grupos de personas que habían estado aquí cuando los
irlandeses llegaron, huyeron de Escocia, la mayoría. Pero los irlandeses
y gaélicos-escoceses hicieron la paz, e incluso algunos se casaron. Y
luego, a finales de 1494, los ingleses vinieron bajo Enrique VII. El clan de
mi familia, los de Gael, era una mezcla de escoceses salvajes e irlandeses
inmigrantes que se había casado. Se establecieron cerca de Clary.

»La leyenda dice que, mi gran abuelo, el líder del clan, cruzó un
puente a caballo, lideró un ejército y derrotó al pequeño grupo de
ingleses. Mira, no estaban necesariamente aquí para luchar. —Arqueo
mis cejas, y Lucy sacude su cabeza, sonriendo apenas un poco como si
encontrara todo esto divertido—. Hay un volcán en la cordillera, no sé si
lo notaste, pero nadie sabía que en ese momento estaba inactivo. Mi
abuelo y su equipo se quejaron de los ingleses y luego se retiraron,
gritando por el volcán en erupción. Así que la leyenda dice que, era un
día oscuro, con nubes muy oscuras. Los ingleses lo creyeron, y salieron
precipitadamente. A partir de ese momento, los otros clanes lo
reverenciaban. Y así llegó a ser el rey de Gael. Su hijo perpetuó el mito
sugiriendo a las potencias religiosas regionales, que para el siglo XV
incluían a algunos católicos.

—Así que eso es todo lo que eres entonces —digo, sonriendo un


poco—. Eres el descendiente de un guerrero inteligente.

—¿Me estás diciendo que no estás impresionada?

—Oh, estoy impresionada. Pero no por tu árbol genealógico. —Se


acerca, nadando justo delante de mí. Su boca rosada está tan cerca,
parece tan suave. Sus ojos están fijos en los míos, inquebrantables e...
interesados. Como si encontrara todo sobre mí digno de su
contemplación. Como si quisiera que la besara.

No puedo evitar inclinarme y cerrar la distancia entre nosotros.

Mi boca en la suya es suave al principio, hasta que siento su mano


deslizarse por mi hombro. Entonces no puedo contenerme. Se siente tan
bien. Ella sabe tan bien.

Nos besamos hasta que casi nos ahogamos, hasta que nuestras
piernas están enredadas. Hasta que estoy duro y quiero enterrarme en
ella. Cristo, la necesito.

Pero soy yo quien se aleja. Estoy adolorido, mi polla empuja contra


la prisión de mis calzoncillos. Apenas puedo mantenerme a flote.

Las mejillas de Lucy están enrojecidas, su cabello oscuro enredado


alrededor de su cara. Ella respira con dificultad. Eso es todo lo que oigo
mientras flotamos a dos pies de distancia, solo el suave roce del agua en
nuestros hombros y nuestras respiraciones pesadas.

Empujo un mechón de mi propio cabello fuera de mi cara y sacudo


mi cabeza, tratando de pensar en algo que desinfle mi polla. Una gota de
agua rueda por la garganta de Lucy, y mi polla se contrae. —Joder, sí.

Me alcanza, sus manos se cierran sobre mis bíceps. —Te alejaste


flotando. —Ríe.

Me río junto con ella, a pesar de que es tensa.


Pasa su mano por mi pecho y me mira a los ojos. —No debería ser
así contigo. Dije que no lo sería —me dice en una voz ronca—. ¿Y por qué
lo hago?

Llevo su mano a mi boca y beso sus dedos. —No lo sé, Lucy. ¿Por
qué?

—Me gustas... creo. —Luce pensativa. Tan pensativa y cautelosa, su


cara me hace querer hacerla sonreír.

Extiendo la mano, golpeando su pequeña nariz. —¿Crees?

Sus mejillas enrojecen, y es la cosa más linda que he visto. Le


acaricio la mejilla. —Entonces déjame ver si puedo hacerte saber.

Tomo su boca de nuevo, envolviendo mis brazos alrededor de su


espalda mientras pataleo, impulsándonos a ambos hacia el muelle.
CAPÍTULO 23
Lucy
Esto no está bien.

Nada bien.

En absoluto.

Eso es todo lo que puedo pensar cuando Liam y yo caminamos de la


mano hacia las casas del árbol. Su bíceps me roza el hombro mientras
nos movemos.

Llevo su camisa, y Liam lleva sus pantalones. Mis ropas están


colgadas sobre su hombro derecho, goteando por su pecho y espalda.
Tenía la ropa interior puesta, pero estaban húmedas y frías, y Liam me
convenció de que me las quitara. Su camisa es tan larga que cubre todo
y, de todos modos, promete que no hay nadie en esta isla en este
momento, solo nosotros dos.

Cuando salimos del muelle me noto actuando con timidez, supongo,


y en vez de burlarse de mi modestia, me miró a los ojos y me besó
ligeramente en los labios, y desde entonces, juro que ha sido un poco más
suave: la forma en que su gran mano se curva alrededor de la mía, la
forma en que su mirada me examina la cara cada cierto tiempo,
comprobándome... o así se siente.

Cuando volvemos al muelle, me tiende sobre mi espalda y pone su


cara entre mis piernas. Y lo dejo. Dejo que me complazca... porque soy
débil. Porque sus ojos, cuando subieron de mi cuerpo a mi cara, eran
ardientes y serios y parecía importarle. Realmente parece que le importa,
y me gusta.

Todo lo que quiero en la vida ahora es seguir caminando a través de


estos bosques con él, sentir sus ojos en mí, saber que alguien me está
mirando y le importa que estoy haciendo. No un amigo. Un hombre.
Porque nunca me había sentido así antes. Nunca he estado con ningún
hombre que me hiciera sentir tan cuidada.

Así es Liam... todavía estoy aturdida.


Siento náuseas cuando nos acercamos a las casas del árbol, y puedo
decir que se da cuenta, porque se detiene, presiona sus labios sobre mi
cabello, luego me recoge y me lleva.

Todo el camino de vuelta, casi ni hablamos, y sin embargo se


siente... familiar. Cómodo.

No puedo contener más mi náusea, y no tengo tiempo para abrir una


ginger ale, así que vomito antes de tomar una ducha rápida. Gracias a
Dios él no lo sabe. Se está duchando también, en el otro extremo de la
casa del árbol.

Me miro en el espejo, el estómago aún plano, ojos oscuros, luego


paso a la ducha y me apoyo contra la pared.

¿Qué crees que estás haciendo, Lucy? ¿Crees que se sentiría de la


misma manera que ahora si lo supiera? ¿Qué sepa que lo sabías y que no
le habías dicho?

Me muevo en la esquina, envolviendo mis brazos alrededor de mí


mientras el vapor fluye a mi alrededor.

Eres como las demás idiotas. Quieres el cuento de hadas. Pero lo has
hecho al revés.

Así es como sabes que estás hormonal, y eres un caso perdido. Te


haces llorar con tus propias palabras, sobre todo porque son verdad.

Me pongo un vestido y un suéter, y me digo que tengo que decírselo.


Cena. Dile en la cena, y deja de mentir, Lucy.

Me froto loción en mis brazos y piernas y me digo: Realmente no le


gustas. Esto es normal para él. Probablemente hace este tipo de cosas con
las mujeres todo el tiempo.

Lo peor es que no lo creo. Sé que rara vez viene aquí; él mismo lo


dijo. La forma en que me siento cuando me mira… cierro los ojos,
encontrando imposible creer realmente que es así con todo el mundo.

Te habló de las aplicaciones. Dijo que nadie lo sabe.

¿Y qué?, me pregunto. ¿Confía en ti? Eres digna de confianza. No


una interesada. No significa que esté loco por ti de la forma en que estás
por él.

Lágrimas llenan en mis ojos, posponiendo cualquier maquillaje que


me quiera poner. Cedo y como un trozo de jengibre y permito que la voz
dentro de mi cabeza me diga que él no me querría si supiera. No eres un
premio. Eres la mamá de su bebé.
Por alguna razón, veo a Bryce en mi mente. Recuerdo algo de los
correos electrónicos que fluyeron entre los abogados de nuestra familia
durante meses antes del arreglo.

“Mi cliente sostiene que no violó a la señorita Rhodes. Él ya la


había superado y estaba activamente comprometido con otras
mujeres”

Y con lo rara y patética que soy, eso me hizo sentir tan horrible. Casi
peor de lo que sentía sabiendo que fui violada.

Estuve con Bryce durante años, y él se preocupó por mí tan poco.


Me acostumbré, me lastimó y me desechó. ¿Qué me hace pensar que de
nuevo vez no voy a ser usada y tirada a un lado?

En toda mi vida, nadie nunca me ha amado realmente, no


románticamente. De la forma en que algunas personas me idolatran y las
revistas con mi cara en ellas: esas cosas casi hacen que duela más. Lucy
Rhodes de LRdC, no soy yo. Ella es solo un producto. Una proyección.
Nada más que un archivo bajo el hashtag de Instagram #LifeGoals.

Mis ojos se secan, y me coloco algo de sombra clara de ojos. Mi


cabello se seca alrededor de mis hombros, suelto y ondulado. Le envío un
mensaje a Am para hacerle saber que todavía estoy viva y bien.

Como otros trozos de jengibre y luego oigo un suave golpe en la


puerta de mi dormitorio.

—Hola —dice mientras estoy allí en la puerta. Su mirada se desplaza


sobre mí, luego retrocede—. Te ves increíble, Luce.

Sus amables palabras, pronunciadas suavemente con esa voz baja,


me dan ganas de envolver mis brazos alrededor de mí, correr y ocultarme.
Y dado que eso no es una opción, le doy una sonrisa. Finge hasta que sea
real: ¿no es eso lo que todo el mundo dice?

El brazo de Liam rodea mis hombros, y me acerca a él.

—¿Estás bien?

Asiento, dejando que mis ojos se deslicen por sus abultados


hombros, cubiertos con una camisa abotonada de mangas largas y luego
hasta sus pantalones cortos color caqui. Huele bien. Su olor llena mi
cabeza mientras su cuerpo grande y duro roza el mío, mientras
caminamos hacia el salón y la cocina.

Huelo... —Mmmm. ¿Es bistec?


—Kabobs —dice, mirándome mientras entramos al salón—. No los
cociné. Solo los calenté. —Él guiña un ojo.

Puedo ver la curiosidad en su cara mientras me mira. Nunca


respondí a su pregunta... y se da cuenta. Maldito sea. Puedo ver el
momento en que se dice a sí mismo que lo olvide.

Quita su brazo, toma mi mano, y me lleva a una puerta deslizante


que no habia notado, llevándome en una cubierta acogedora entre
árboles, a nueve o diez metros sobre el suelo.

Y allí encuentro un juego de mesa, completo con una vela y


servilletas de tela.

—Maldición. —Le doy al príncipe Liam una gran sonrisa mientras


evalúo la escena—. Papas dulces, pan y carne. Kabobs de carne —corrijo
a mi cerebro cansado—. Esto es bastante impresionante, no me importa
quién cocinara.

Él me da esta sonrisa adorable que hace que sus hoyuelos se


muestren, luego se encoge de hombros y me lleva a mi silla.

Mientras comemos, siento calor y me siento enferma por un minuto,


pero mi estómago se calma. Me pregunto, ya que hablamos de la Isla
Pirata y los animales aquí, y la caza, si es una señal de mi cuerpo que
debería seguir adelante y decirle.

... pero no lo hago.

Yo como, y miro a Liam comer, y lo observo, él me observa; nuestras


piernas se rozan debajo de la mesa. Observamos a los pájaros y las
ardillas y las sombras recorrer la mesa con el sol poniente. Liam bebe su
vino, y me aseguro de dejar que me vea tomar por lo menos un sorbo del
mío, y él observa que no debe gustarme el vino, y miento y digo que no lo
hago.

Digo que en realidad no me gusta, sobre todo porque él realmente


no me conoce. Amo el vino.

Hay una suave brisa. El susurro de las hojas. Después de comer, me


siento cansada. Entramos y vemos una película. ET, porque a ambos nos
encantaba de niños y Liam me cubre con una manta, y me estoy
volviendo loca, dividida entre querer descansar mi cabeza contra su
hombro caliente y fuerte y correr a mi propia cobardía tranquila.

Dile, me animo mientras su brazo me rodea. Él tiene sus piernas en


el sofá, y estoy acostada entre ellos, acurrucada de costado, mi mejilla
contra su pecho. —¿Estás cómoda? —Su voz es tranquila y ronca.
Asiento. —Mucho.

Su pecho se eleva. Cae. Él murmura, —Bien.

Y esa es nuestra noche.

●●●

Liam se queda dormido debajo de mí, temblando unas cuantas veces


y en un momento hace un sonido extraño mientras termino la película
acurrucada contra su pecho grande y caliente.

Cuando se acaba y me desplazo cuidadosamente fuera de él, para ir


a orinar, su cuerpo se estremece y sus ojos se abren.

Parpadea dos veces, tres, antes de que su pesada mirada me


encuentre. —Lucy.

—Síp. —Sonrío—. Soy yo.

Sus ojos se dirigen a la televisión, viendo los créditos antes de


regresar a mi cara. —Lo siento —dice.

—¿Por quedarte dormido? —Se encoge de hombros, luego se rodea


la cintura. Sonrío por lo adorable que es. Casi puedo verlo viendo ET de
pequeño—. Me divertí acurrucándome. No necesitas estar despierto para
que siga siendo impresionante.

Dejé que mis pensamientos salieran de mi boca; cuando me


escucho, sueno tonta y... demasiado familiar, supongo. ¿Quién soy yo
para acurrucarme con este tipo que casi no conozco?

Aun así, mis palabras resuenan en mis oídos. Cuando regreso del
baño, encuentro a Liam lavando nuestros platos. Los estoy secando
cuando me los pasa cuando su teléfono suena. Su cara se contrae
mientras mira hacia la pantalla.

Levanta un dedo. —Vuelvo enseguida.

Me doy cuenta de que no responde mientras camina hacia el porche.


Cierra la puerta parcialmente y se apoya contra el pasamano de madera.

Siempre he sido entrometida, y supongo que todavía lo soy, mientras


cierro el fregadero y me hago delante de la televisión, pretendiendo mirar
la caja de películas. Por el rabillo del ojo, puedo verlo al teléfono. Me
esfuerzo para escuchar sus palabras cuando dice—:... mañana.
Demonios, mañana. No esta noche. —Seguido por un—: Sí. Me di cuenta.

Y luego cuelga. Miro disimuladamente mientras gira, hacia la mesa,


donde queda la botella de vino, y da un largo sorbo, seguido por otro. Él
reclina la cabeza y lo veo cerrar los ojos a la luz de la luna. Frota sus
sienes. Parece estresado. Infeliz.

No lo conozco en absoluto, me doy cuenta, no por primera vez. Pero


quiero hacerlo. Tanto que me duele el estómago.

Cuando él no entra directamente, voy a mi habitación y me estiro en


mi acogedora cama con una edición 2013 del New Yorker. En algún
momento, mucho más tarde, creo que escucho vidrio destrozarse, pero
tengo tanto sueño que solo logro rodar antes de regresar a la tierra de los
sueños. Tiempo después, siento que me muevo hacia las almohadas,
siento las mantas alrededor de mi cuerpo. No sé qué hora es cuando el
colchón se hunde y siento fuertes brazos rodearme. Me despierto lo
suficiente para darme cuenta de que es Liam sosteniéndome fuertemente.
En la oscuridad, escucho su respiración, la siento rápida y fuerte.

Me vuelvo hacia él y me acurruco en su pecho.

Le acaricio el cabello. —¿Estás bien?

Desde lejos, escucho su—: Sí.

Nos dormimos. Cada vez que me muevo esa noche, mi cuerpo vibra
como si el viento de la isla se moviera por mis venas.
CAPÍTULO 24
Liam
Volvemos al castillo alrededor del mediodía.

Tengo que ir a Clary, y no puedo llevarla conmigo. Siento una


punzada ante el pensamiento de dejarla aquí y me doy cuenta de que
probablemente debería dejarla salir del castillo. Ya estoy muy apegado a
ella. Y definitivamente no puedo retenerla.

El deseo me dice que puedo. Que estaría bien. Que podría


mantenerla a salvo, y que no le importaría una vez que se entere. Sigo
pensando en la forma en que envolvió sus brazos y piernas a mí alrededor
en su cama anoche. Cuán condenadamente bien se sintió. Cuando el sol
se elevó, no quería irme… así que intenté con mi boca y manos
mantenerla allí para siempre.

En un momento, las cosas se volvieron tan pesadas, que me


preocupé que fuéramos a follar. Pero Lucy se detuvo también.

Me digo a mí mismo, al desbloquear el auto, que mis sentimientos


por ella son unilaterales. Ella no está tan desesperada como yo. No está
tan jodida. Podría estar triste, pudo haber sido herida por ese maldito
Parsons, pero es fuerte. Tan diferente a mí.

No la merezco. Eso es lo que tengo que seguir diciéndome, hasta que


sea hora de que se vaya.

Por ahora, le enseño la cocina, nos encontramos a Mora, la dejo allí


comiendo mis chuletas de cordero favoritas y ese maldito puré de papas
que Mora hace tan bien, y subo para llamar a mi primo.

Heath contesta al segundo tono. Cuando le pregunto dónde está,


dice—: Estoy aquí. Afuera. Acabo de verte, ¿y esa era Lucy Rhodes?

—Hablaremos más tarde.

—¿Era ella?

—¿Qué crees?

—Creo que eres jodidamente estúpido.


—Jódete. Voy a ir a Clary. Volveré más tarde. Si la ves, Heath, es
mejor que…

—¿Solo?

—¿Qué?

—¿Va a ir a Clary solo? —pregunta.

—Solo —digo en un tono burlón—, como un chico grande.

—Como el infierno que lo eres. Conduciré.

—Jódete.

—Muchas damas lo quieren —dice Heath.

—Estoy sorprendido de que no haya nadie aquí.

—Esta noche. Gran fiesta. Dale a tu chica un buen momento, justo


antes de enviar su culo a volar.

Le cuelgo a Heath y regreso a la cocina, donde Lucy parece estar


más complacida de lo que la he visto hasta ahora. La visión de su dicha
por mi comida favorita me hace incapaz de contener una sonrisa

—Mora, has que Pete le muestre a Lucy los alrededores cuando haya
terminado. —Tomo una chuleta de la lámpara del mostrador, sonriendo
mientras la envuelvo en una toalla de papel—. Una para el camino —digo
al personal de la cocina y a Lucy. Me inclino y planto un rápido beso en
su cabeza—. Volveré en unas horas.

Afuera, encuentro a Heath apoyado en un lado de su Lamborghini


gris. Él frunce me el ceño mientras camino hacia él. Cuando entro, me
da una maldita mirada.

—¿Realmente tienes a Lucy Rhodes aquí?

—No la invité, Heath. Ella está visitando la zona.

—No deberías haberla dejado pasar por las puertas.

—Jódete.

—Esto no es inteligente, Liam.

—¿Quién te preguntó? —gruño.

Heath arranca, girando antes de que ir a la derecha y se acerque


hacia el borde sur de nuestra propiedad. Desenrosco la tapa de mi frasco.
Bebo la mitad. Heath también toma, entonces nos acercamos hacia
Clary.

Lucy
Hay un calabozo en el castillo. Me enteré de ello por Peter, el
estudiante de secundaria que también resulta ser el sobrino de Mora. Le
ruego que me lleve allí, pero dice que la entrada principal fue bloqueada
hace mucho tiempo, y la única que queda está en una de las
“habitaciones privadas”, lo que sea que eso signifique.

Termino mi increíble comida y luego Pete me muestra cuales áreas


puedo recorrer. Paso un tiempo en el gran piano de cola en uno de los
salones, luego mirando las cabezas de animales en la sala de caza. No
estoy segura de si estoy horrorizada o intrigada de ver la cabeza de un
León, y de lo que estoy bastante segura es una cabeza de leopardo.
Probablemente horrorizada.

Me paseo a través de una enorme biblioteca que nunca he visto, con


muy altos estantes de piso a techo, tienes que subir escaleras gigantes
para llegar a todos los libros. Me pregunto qué libros raros se alojan aquí,
pero es imposible decirlo con solo un vistazo.

En otra de las habitaciones con aspecto de oficina, encuentro un


estante con los trofeos deportivos de Liam. De vuelta en la planta
superior, me quedo fuera de su habitación por unos minutos antes de ir
a la mía. Me encantaría ir a acostarme en su cama y oler el aroma a Liam,
pero no voy a invadir su intimidad.

En mi propia cama, me acurruco con Grey y contemplo llamar a


Amelia. Al final, no lo hago. No estoy segura de qué podría decirle.

Estoy bordeando la obsesión con Liam, y estoy pensando en solo salir


con él sin decirle una palabra sobre este niño hasta que empiece a
mostrarse. Para entonces él estará enamorado de mí, y entonces todos
viviremos felices para siempre.

Síiii. Perdí algunos tornillos en la Isla Pirata.

En un momento de debilidad, sigo las instrucciones garabateadas


en una hoja en mi mesita de noche y conecto mi celular al Wi-Fi del
castillo. Luego navego por mi teléfono a TMZ. No puedo soportar leer los
artículos con mi nombre en el titular, pero estoy allí el tiempo suficiente
para notar la ausencia de esas fotos.
Bien.

Me pregunto si el bebé es una niña, qué le diré sobre lo que pasó


entre Bryce y yo. Lo triste es que sé que ella lo sabrá. Con los medios
siendo cómo son, y mi familia siendo el centro de atención, nada puede
permanecer oculto. Si el bebé es un niño, es igual de malo. Desearía que
la historia no existiera en absoluto. Que nunca hubiera sucedido.

Suspiro, y Grey me lame el brazo.

—Necesito decirle a Liam, ¿no?

Grey lame sus patas.

Me levanto de la cama y camino hacia el balcón, oliendo el aire


fragante del océano y sintiéndome perdida y un poco de asustada.

No importa lo que él diga, me digo a mí misma. Podría correr hacia


otra dirección, y eso está bien. Lo haré sola. Soy fuerte. Puedo manejar a
los medios. Puedo criar a un niño para ser un buen adulto.

Debería decírselo a Liam esta noche, creo. Solo hazlo.

En mi ansiedad, pinto mis uñas de las manos y de los pies color


verde menta, depilo mis cejas, tomo un poco de Ginger Ale, y camino por
la habitación observando detalles como los libros budistas en la
estantería de la mamá de Liam y la pequeña tarjeta que descansa debajo
de una taza de té sobre una mesa

Lo abro, y en grande con una torpe escritura, dice—: ¡TE AMO, MAMI!
¡Eres mi faforita!

Para el momento en que logro salir al jardín del castillo, mis ojos
están húmedos de llorar. En el césped lateral, encuentro de entre todas
las cosas posibles, un columpio de neumático, y pruebo la cuerda antes
de sentarme y empezar a balancearme.

Liam
—No voy a hacer que Lucy se vaya, aún no —digo a Heath, y
eventualmente lo aceptó, diciendo—: No lo sé, hermano.

Mientras conducimos de vuelta a las tierras del castillo, lo atrapo


mirándome fijamente.

—¿Qué?
Se encoge de hombros.

—Eso es lo que pensé. —Le doy una mirada, y Heath arquea sus
cejas.

—Esa chica...

—Es mejor que la trates bien.

—¿O?

Aprieto mis dientes, y mi primo se ríe. —Como decía, esa chica. Te


tiene jodido.

—Lo dice el imbécil que casi se le pidió que dejara el baile por
tropezar con Kate Middleton tres veces el año pasado.

—Lo que sea, hombre. No tropecé voluntariamente.

Le doy una mala mirada, y Heath tiene el don para cerrar el tema.
Cuando el auto está en silencio de nuevo, solo llenado el ruido de Drake
que mi primo ama, me doy cuenta de que me siento casi bien.

He hecho mi última obra sucia, así que me siento un poco mejor.


Por ahora, de todos modos.

Heath y yo salimos del auto y nos dirigimos en diferentes


direcciones. Él se va a alistarse para la fiesta que tiene aquí esta noche.
Y yo voy a buscar a Lucy.

La encuentro golpeando mi bolsa de boxeo y la miro por un minuto


desde los árboles. Es feroz. Feroz y hermosa. Me acerco a ella, observando
su cabello oscuro volando alrededor de sus hombros.

—Realmente vas en eso.

Ella salta, luego gira, gritando.

La esquivo, sosteniendo mis manos en alto.

—¡Lo siento! —Se ríe—. Estaba en mi zona.

—Ya veo. —Sonrío, y ella salta juguetonamente a mi alrededor con


las manos levantadas en posición de lucha. Luego se endereza y se limpia
la frente—. Así que... ¿tu cosa fue bien?

—Está bien.

—Bueno, bienvenido a casa. —Ella guiña el ojo.

—Recibí un mensaje de Peter. ¿Quieres ver el calabozo del castillo?


—¡Sí! Sabes que quiero.

Stacy, una de las asistentes, trae una toalla y un poco de agua para
Lucy.

—Estoy tan desagradable y sudorosa. —Se queja mientras Stacy se


aleja.

—Sudorosa, sí. Desagradable, definitivamente no.

Tomo la mano de Lucy y la llevo adentro. Subimos y pasamos mi


habitación, el estudio por el baño, luego a través de la pequeña puerta de
madera y bajamos por dos tramos de gruesos escalones de piedra antes
de llegar a un enorme techo dividido por paredes parciales con grilletes y
cadenas.

—¡Oh, Dios mío! —La mandíbula de Lucy cae—. Realmente es un


calabozo.

—Pensé en cerrarlo por completo.

—Oh, de ninguna manera. —Da unos pasos hacia algunas cadenas


de aspecto oxidado—. Esto es histórico.

—La historia del lugar es terrible.

—¿Me atrevo a preguntar?

Levanto mis cejas. —¿Lo haces?

—Como que quiero saber. Es escalofriante, pero es interesante.


Vamos —insiste—. Dímelo.

Suspiro. —¿Recuerdas cuando te conté la historia de mi familia?


¿En cómo había unos cuantos clanes diferentes? Bueno, hubo un
enfrentamiento no mucho después de que mi familia se designara como
realeza, y el hijo mayor del rey, Winston, un niño de cinco años, fue
asesinado. El rey encarceló a cinco hombres adultos de este otro grupo
aquí y los torturó durante cinco semanas, una semana por cada año de
la vida de su hijo muerto.

—Santa Hello Kitty. —Sus ojos examinan la habitación—. ¿Entonces


los dejó ir?

Bajo mi mirada antes de sostener la suya. —Por supuesto que no.

—Los mató.

—Lo hizo.

—Eso es bastante terrible.


—No me gusta que esté aquí abajo. Cuando niño que tenía sueños
sobre esto.

—Dios, por supuesto que sí.

Señalo a la pared más cercana. —¿Ves estas líneas en la piedra? El


agua corría por el sistema de riego de arriba, manteniendo vivos a los
prisioneros.

Ella se acerca al muro de piedra. —Guau…

—¿Ya te he asustado?

—No. —Agarra mi mano—. ¿Qué clase de rey crees que serías, Liam?

—¿Sería?

—Serás. Pero si tuvieras todo el poder como esos primeros reyes.

Me encogí de hombros. —Probablemente uno aburrido. ¿Alguna vez


has oído hablar de “Ennui”?

—Creo que sí, en realidad. Es cuando la gente rica se aburre,


¿verdad? Pero me refiero a, ¿crees que serías un buen rey o uno malo?

Levanto mis hombros. —¿Qué piensas?

—Serías bueno. Realmente lo creo.

Su mano aprieta la mía, luego me deja ir y camina detrás de mí.


Siento sus dedos en mi cabello, y luego saca la banda elástica. Pasa sus
dedos a través de mi melena demasiado larga y se da una vuelta alrededor
de mí hasta quedar en frente mío.

—Sí.

—¿Sí qué?

Ella inclina la cabeza. —Puedo decir que eres bueno de corazón.

—¿Por mi cabello? —Estoy sonriendo mientras aplasto mi mano


sobre su cara. Lucy la toma en sus propias pequeñas manos, luego la
lleva a su boca para que pueda besarme la palma—. Luces más feliz que
esta mañana —dice mientras me mira a los ojos.

Quiero preguntarle por qué pensaba que no era feliz antes, pero no
es inteligente cambiar de tema de esa manera: a mi infelicidad.

Hago una nota mental para practicar mi discreción, luego rodeo sus
hombros con un brazo. —Subamos. —murmuro, tirando de ella contra
mí.
—Bueno. —Sus brazos rodean mi cintura por un momento.
Entonces inclina su frente contra mi pecho y me acaricia.

Primero llevo a Lucy por las escaleras. A medida que se mueve, no


estoy seguro de dónde mirar. Su culo es perfecto. Su espalda es tan
pequeña y estrecha. Su cuello es suave y sedoso, su nuca suplicando por
mis dientes y lengua.

Ella pasa unos minutos mirando alrededor del estudio, pasando su


mano sobre los lomos de libros antiguos y apoyándose ligeramente contra
la parte de atrás de un gigantesco sillón de cuero antes de entrar en mi
habitación.

Acabamos besándonos, con ella encaramada en el lado de mi cama


y yo de pie entre sus piernas. Cuando retrocede para recuperar el aliento,
me acerco más y tiro su delgado torso contra mí.

—Dios, eres hermosa. —Mis ojos se cierran mientras inhalo en su


cuello—. Me encanta tenerte cerca.

Me detengo cuando las palabras salen. ¿Realmente dije eso?

—Me gusta estar cerca. —Ella me besa la garganta. —Es mejor para
hacer esto... —Besa mi mejilla, y luego mis labios. Puedo sentirme
reaccionando. Poniéndome duro para ella.

Ella frota su mano sobre mí. —Las Joyas de la Corona. —murmura,


sonriendo socarronamente.

—Ese soy yo.

—Me gusta más eso.

Nos quedamos enredados en mi cama, la mano de Lucy en mis


pantalones, mis ojos cerrados mientras trato de follar sus dedos.

—Oh, mierda…

—Quiero hacerte venir así —susurra—. Solo un trabajo manual...

Así que eso es lo que hace.

Me vengo en su mano y me acuesto ahí con los ojos cerrados,


sintiéndome... extraño. Ella está en el baño cuando me doy cuenta de por
qué.

Ha pasado un tiempo desde que follé con la misma mujer más de


una vez o dos veces seguidas. Todo el verano evité repetir. Porque sabía
que no necesitaba enredarme.
Pero aquí estoy, acostado en mi propia cama, cómodo y saciado,
escuchando el agua correr dentro de mi cuarto de baño, esperando verla
salir.

Me empujo sobre los codos, como si cambiar posiciones me haría


sentir menos... raro.

Lucy sale del cuarto de baño en ese momento, luciendo satisfecha y


feliz.

—No me he divertido mucho con mis manos en mucho tiempo.

No puedo evitar sonreírle de nuevo. —Ven acá…

Sube a mi cama y se sienta con las piernas cruzadas delante de mí.


Me inclino hacia adelante, metiendo la mano en su camisa para poder
provocar su pezón.

—Liam —jadea.

—Acuéstate, Lucille.

Sus pechos son perfectos. Cremosos y llenos, con los pezones


sensibles endureciéndose mientras corro mi lengua sobre ellos. Me tomo
mi tiempo chupándolos, luego deslizo mi mano dentro de sus pantalones.

—Liam... —Su mano se cierra alrededor de mi muñeca—. Acabo de


ejercitarme.

—¿Y?

No puede decir más, porque jadea cuando mis dedos encuentran sus
pliegues suaves y resbaladizos.

Froto mi pulgar sobre su clítoris y empujo un dedo, luego otro, en


su coño caliente. Me encanta la forma en que sus rodillas se levantan y
presionan contra mí, cómo ella gime y levanta sus caderas.

—Oh Dios…

—Eso es.

Veo el color subiendo en sus mejillas... la forma en que inclina su


cabeza hacia atrás. Dios, quiero besarla en la garganta. En su lugar, le
doy lo que sé que realmente necesita, bombeando dentro y fuera mientras
Lucy empuja contra mí, y luego se viene mientras grita mi nombre.

Se sienta riendo, antes de sacar mi mano de sus pantalones.

—¿Qué es gracioso?
Sonríe, radiante. —¡Nunca he sido tan ruidosa! Me vuelves loca.

—Me gustas de esa manera.

Me aparto de ella y ella abraza sus piernas juntas. —Dios. Es tan


cierto. —Cierra sus ojos y se encoge en su lado. Bosteza—. Necesito
levantarme...

En cambio, se queda dormida. Le preparo un baño y coloco una


sábana sobre su cuerpo, bajando para tomar algunas sales de baño antes
de escribir a Heath.

¿Todavía vas a traer gente?

Oh, sí

¿A qué hora?

8ó9

¿Los de siempre?

Sí. No te preocupes, tengo el personal preparado.

Já, no estoy preocupado.

Ha pasado una jodida eternidad desde que Heath hizo una gran
fiesta. Él se mete en estos humores donde le gusta estar cerca de la gente
todo el maldito tiempo, y le toma por siempre poner los pies en la tierra.
Después de que el equipo de polo gana, se quiere dejar ir. Más de lo
habitual. Nuestro habitual. Porque suelo ser yo también, ¿no?

No parece tan atractivo con Lucy aquí.

Pienso en la lista de invitados, desde el equipo de polo hasta las


muchas mujeres que vendrán aquí más tarde esta noche, tratando de
pensar en si alguien causará problemas. No solo a mí, sino también a
Lucy.

Me pregunto si debo llevarla a otro lugar por la noche. En algún


lugar donde puede ser solo nosotros dos. Me pongo mi bata justo cuando
Beth llama a mi puerta, entregándome las sales de baño cuando abro.
Veo su mirada ir hacia la cama, a Lucy, todavía acurrucada dormida. Me
sorprende cuando me mira con una sonrisa sabia. No puedo evitar
fruncir el ceño.

¿Qué sabe ella?

—Lucy... —Sacudo su hombro.

Ella salta con un jadeo.


—Oye... —sonrío—. Solo soy yo.

—¡Santo infierno! —Cubre sus ojos. —Estaba soñando con perros


de la pradera.

No puedo evitar una carcajada. —¿Perros de la pradera?

—¡Sí! Son tan lindos y pequeños, pero tienen estos dientes... —Se
estremece, tira la sábana alrededor de sí misma.

Le pellizco el brazo. —¿Pequeños dientes mordedores?

—Sí. —Se encoge en una pelota. —No me muerdas con dientes de


perro de pradera. —Me río, y ella bosteza.

La tiro por encima de mi hombro y la llevo al baño.

—¿Crees que estoy sucia?

—Oh, yo sé que lo eres.

La dejo en la bañera, y Lucy se hunde en las burbujas, revolviendo


vientos de vapor. Con su cabello oscuro ondeando alrededor de sus
hombros, luce como una diosa o una bruja.

Le entrego las sales de baño, y ella vierte un poco en el agua.

—Mmmm. —Inhala lentamente—. Huelen increíble. ¿Son de


lavanda? —Toma la botella y mira la etiqueta—. Lavanda y vainilla. Mejor.

Trago, forzando una sonrisa. —Así que... esta noche. Mi primo va a


hacer una fiesta aquí esta noche. ¿Quieres ir a otro lugar?

—¿Tú sí?

—Es tu elección. Eres mi invitada.

Ella me salpica. —Entra en la bañera conmigo. Mantendremos


nuestras manos quietas. Solo hablaremos como si fuéramos amigos.

Arqueo una ceja, no estando seguro de si creemos que podemos


manejarlo. Sé que no debería entrar, pero por supuesto, lo hago. Salgo
de mis calzoncillos, dejo la bata a un lado y me hundo en la bañera
gigante frente a ella.

—Creo que esta es la primera solicitud que he recibido para entrar


en un baño con una mujer.

Me salpica. Y luego quiere lavarme el cabello. Cuando termina, me


siento caliente y borracho de la relajación, hace preguntas. Muchas
preguntas.
¿Qué edad tenía cuando hice mi primera fiesta? (Trece, en el
internado).

¿Cuántos años tenía cuando perdí mi virginidad? (También trece, y


también en la escuela).

¿Cuál es mi comida favorita? (Chuletas de cordero).

¿Dulce favorito? (Caramelo de azúcar con mantequilla).

¿Banda favorita? (Rolling Stones).

¿Estación favorita? (Otoño).

¿Recuerdo favorito de la secundaria? (Shots de whisky en mi


dormitorio con Dec y algunos otros chicos).

¿Animal favorito? (Elefante).

—¿Guau en serio?

Sonrío. —En serio. ¿Por qué?

—No lo sé. Pensé que dirías el guepardo o tigre o algo así.

—Los elefantes son inteligentes. Son empáticos.

—¿Lo son? —pregunta.

—Sí. Son animales muy hermosos. Deberías conocer alguno en


algún momento.

Lucy se burla de eso. En el momento en que salimos del baño, mis


manos y pies parecen pasas, y le dije a Lucy casi todo sobre mí, excepto
lo único que no puedo decirle.
CAPÍTULO 25
Lucy
—¿Libro favorito?

Comencé esta sesión masiva de preguntas y respuestas como una


forma de trabajar mi camino para preguntar si alguna vez tuvo un susto
de embarazo. Así puedo aprender la mejor manera de presentar nuestra
realidad del embarazo.

No pienso antes de preguntarle su libro favorito.

Sus ojos están en los míos, pero cuando hago la pregunta, él cambia
su mirada a la superficie del agua.

—Realmente no sé —dice, mirándome a los ojos después de un


momento—. Recientemente comencé a usar Audible. Me gustan los
thrillers políticos, creo. Y libros sobre el espacio.

—¿Espacio?

Él asiente. —Como el espacio exterior y naves espaciales.

—Oh, ¿no-ficción?

—Sí.

Eso me hace sonreír. —Eso es bastante tonto, chico fiestero.

Levanta sus cejas. —¿Y qué te gusta, Lucille?

Mientras pregunta, estira su pierna para poder frotar el exterior de


mi muslo con su pie.

—Me gusta el romance. A veces misterio. Ficción femenina. A veces


incluso ciencia ficción o ficción especulativa. He estado leyendo como un
escape desde que era pequeña. Concordia es tan pequeño, no había
mucho que hacer.

Él asiente, y me siento lo suficientemente cómoda como para


preguntar algo que me he estado preguntando. —¿La dislexia es
genética? Como... ¿tu padre la tiene?

Sacude su cabeza.
—¿Tu mamá la tenía?

—No sé. Yo realmente... no sabía mucho de ella —dice con obvia


dificultad.

—Maldita sea. Lo siento, Liam.

Inhala lentamente. Retiene su aliento. —En el internado, tuve


tutores. Hice matemáticas y ciencias con todos los demás, pero tenían
una historia de mierda de por qué para inglés e historia y esas cosas,
estudiaba solo, o con Dec. Me aceptaron en Oxford por quién soy.
Realmente no tenía las calificaciones. Estuve allí dos semestres antes
de... —Sacude su cabeza—. No hay suficientes tutores en el mundo.

—Pero luego... las aplicaciones. Te enseñaste a hacerlas. Increíble.

—No es inusual —dice fríamente.

—¿No lo es? ¿Cuántas aplicaciones exitosas crees que hay, Liam?

—Entre dos y tres docenas, en un momento dado.

Me muevo en el agua. —¿Te tomó mucho? ¿Enseñarte a ti mismo?

Se encoge de hombros. —Solo son matemáticas.

Resoplo. —Puedo hacer matemáticas. No puedo hacer aplicaciones.

—¿Estás tratando de hacerme sentir mejor por no poder leer? —Tal


vez me veo sorprendida, porque él levanta sus cejas.

Busco una respuesta antes de decir un patético—: No.

Él salpica su cara con agua. Pasa un rato masajeando sus sienes,


agua gotea de su barbilla, una mano cubriendo su rostro, me doy cuenta
de que está avergonzado... o molesto.

—No puedo tragar pastillas.

Levanta la mirada, claramente confundido.

—Bueno, quiero decir, puedo. No hay nada malo con mi garganta.


Pero tengo miedo de hacerlo. Me ahogué con una vitamina cuando era
pequeña y desde entonces, simplemente... no tomo pastillas. Además,
fuiste mi primer Gran O en años. Me ayudó a recuperar mi confianza.

Sus cejas se arquean, y no estoy segura de cómo leer su rostro. Me


da una mirada escéptica, y me imagino que va a preguntar por el
orgasmo. En vez de eso, dice—: ¿Me estás diciendo estas cosas para
hacerme sentir mejor, Lucy?
Siento mi rostro enrojecer. —¿Funcionó?

Se ríe, y es un tipo de risa indefensa. —Eso es amable —dice


mientras se acerca. Sus manos corren mis antebrazos, son ligeras y
suaves—. ¿Por qué eres tan agradable? —susurra.

—No lo sé. ¿Debido a que tú lo eres? Solo soy recíproca.

Sus labios encuentran los míos, y antes de que lo sepa, le estoy


devolviendo eso también.

Me sienta en el lado de la bañera y se arrodilla entre mis piernas,


lamiendo mi coño con tanto fervor que mis gritos hacen eco en las
paredes. Cuando termina, me recoge y me lleva a su cama, donde me
cubre y se queda ahí, desnudo, goteando y mirándome fijamente.

—No hago un hábito de esto —dice en voz baja.

—¿De follar con mujeres que no son recíprocas? Porque con mucho
gusto lo haré...

Sus labios se tuercen. —De dejar mujeres en mi cama.

Resoplo, y su mano se cierra alrededor de uno de los gruesos postes


de la cama. —Me refiero a mi cama. Aquí en mi habitación.

—¿Por qué no?

—Porque es mía.

—¿No eres muy generoso? —pregunto.

—No. —Sus labios forman una delgada línea. Inclina su cabeza, por
lo que respecta a mí—. ¿Has planeado esto, Lucy?

—¿Planear qué? ¿Mi golpe de estado dramático en el dormitorio?

Traga. Sacude su cabeza. Se recoge su cabello en su mano. Veo que


sus hombros se levantan un poco mientras respira.

—Me estás poniendo fuera de balance. —Me arrebata las sábanas,


sus ojos exploran mi cuerpo de una manera que solo puede ser descrita
como posesiva.

—Lo mismo para ti, Liam.

—Nunca Príncipe Liam —murmura, arrastrando un dedo por el


exterior de mi muslo—. ¿Por qué no? —Sus ojos sostienen los míos.

—Porque no eres un príncipe. No lo eres. Tu sangre lo es. Tu posición


lo es. No soy una mujer del “primer mundo”, o inherentemente una
estrella de la televisión. —Me empujo sobre mi codo—. Castígueme si
quiere, príncipe Liam, pero usted no es su título más de lo que yo soy un
crédito al final de Los Rhodes de Concordia. Solo eres un tipo. —Alcanzo
su pecho desnudo. Mis dedos recorren sus abdominales—. Un tipo muy
sexy. Uno que me gusta. Pero solo eres Liam para mí. No hago
reverencias. —Paso mis dedos por su camino feliz—. No a menos que
esto… —Mis dedos se cierran alrededor de su pene—, sea a lo que quiera
que haga reverencia.

Veo sus ojos brillar. Solo estoy empezando a acariciarlo cuando hay
un golpe en la puerta.

—Mierda. —Con mi mano todavía alrededor de su pene, tira las


sabanas encima de mí y se pavonea hacia la puerta.

—Estás…

Él saca una bata de la parte posterior de la puerta y mira sobre sus


hombros con las cejas arqueadas.

—No desnudo ahora —susurro.

Él sonríe mientras se desliza en ella, luego tira de la puerta abierta.

Una mujer está ahí, sosteniendo dos vestidos. Noto que sus ojos
nunca viran hacia mí mientras le dice algo a Liam en francés. Siempre
he apestado en francés, así que no sé qué dice.

Él responde algo. Creo que reconozco la palabra “gracias” antes de


que ella se vaya, y él cierre la puerta.

—Ese rojo... —Sonrío y asiento hacia el vestido en su mano


derecha—. Totalmente tú.

—Eso pensé.

Entonces se acuesta en la cama a mi lado. —No estoy seguro de si


alguno servirá.

—¿Son de mi talla?

—¿Eres talla seis?

—Como supiste?

Él me da una sonrisa torcida. —Tendrías que preguntarle a un


verdadero príncipe. Solo soy Liam, ¿recuerdas?

—En serio. —Me siento completamente y paso mis dedos sobre el


vestido rojo—. Dime cómo.
—Llamé la noche que llegaste. Es algo que hago por mis primas y
por cualquiera que esté aquí por un tiempo.

—OMG, eso es tan Downton Abbey.

—¿Acabas de decir OMG?

Aferro los vestidos a mi pecho, riendo. —Me gustan los vestidos


bonitos. ¿Es un crimen, príncipe Liam?

Él me da una pequeña sonrisa peculiar. —Eres graciosa, Lucille


Rhodes. ¿Quieres probártelos e ir a alguna parte? ¿O quieres quedarte
aquí?

—Puedo quedarme aquí un rato, si quieres. Realmente no me


importa.

—Nos quedaremos aquí por un tiempo, y luego nos iremos. Mientras


estés bien, seremos vistos juntos. Hablarán de nosotros. Por eso
mencioné salir. Quiero que estés cómoda.

—No me importa. Me siento bien y segura aquí.

—Bueno. Eso es lo que quiero.

Liam
Es lo que quiero. Así que envío a Heath una lista de personas que
deberían ser rechazadas esta noche. Es una lista en mensaje. Estoy
duchándome cuando escucho su respuesta.

¿Hablas jodidamente en serio? Son todos los que conocemos.

No. Es cada mujer que conocemos. Y no son todas las mujeres.

¡Casi la mayoría de ellas!

Le mando el emoticono del dedo medio y me pongo unos pantalones


oscuros y camisa de botones. Me miro en el espejo y desearía haber
pensado cortarme el cabello. Demasiado ocupado.

Lo cual me recuerda.

Haz que el personal revise a quienes no quiero aquí.

Hm. Bueno.

Heath sabe lo que quiero decir... o más bien, a quién me refiero.


Paso la siguiente media hora bebiendo whisky, paseando alrededor
de mi habitación, y tratando de resistir molestar a Lucy. Finalmente, no
puedo evitarlo. Llamo a su puerta, y ella me deja entrar. Sus pechos caen
de un vestido verde cazador.

Me inclino para besarla y se aleja.

—No antes de la fiesta. Quiero estar bien.

—Verte bien no es un problema para ti.

Ella rueda los ojos, y noto que tiene maquillaje.

—Te ves genial. —Su cabello está arreglado en un montón de


pequeñas trenzas—. Me gusta tu cabello.

—Jaja. ¿Trenzas?

—Sí.

Me toca el cabello. —Me gusta el tuyo también. ¿Es molesto?

Lo levanto en un puño. —Quiero cortarlo. No he tenido tiempo.

—Te ves bien con el cabello largo.

Paso junto a ella hacia la planta baja, atravesando una enorme sala
de invernadero con paredes de vidrio.

—He oído hablar de tu sala de vidrio —me burlo—, en los Hamptons.

—¡Oye! ¡Te lo haré saber, esa fue idea de mamá!

Bufo, y luego dejamos de hablar porque el rugido de las voces de la


fiesta llega a nuestros oídos. Camino hacia el área del vestíbulo con ella,
y la encuentro llena. En el momento en que aparecemos en una puerta,
todos los ojos se dirigen a Lucy y a mí. Tengo que trabajar duro para no
encogerme mientras algunos sacan sus celulares para tomar fotos.
Entonces soy distraído por la banda de covers de los Beatles que está
tocando en la sala de juegos.

Consigo bebidas para nosotros, y bebo rápido la mía. Eventos como


este me ponen nervioso últimamente. Quién sabe qué podría suceder.

Nos movemos más hacia el vestíbulo y salones y somos abordados


por un futbolista profesional inglés, Fergie, y Emma Watson, quien nos
dicen que están aquí en la isla por una boda.

Hablo y bailo con Lucy, y luego paso al vestíbulo para tomar otra
copa. Huelo a Dru antes de verla: Chanel Grand Extrait. Siento sus
manos alrededor de mis codos.
—Liam. Que adorable.

Mi cuerpo se endurece y mi corazón empieza a latir fuerte, pero no


me retiro de inmediato; Me niego a dejar que vea lo mucho que su toque
me repele. —¿Qué quieres?

—Algún auto. ¿Un Ferrari? ¿El Lambo de tu prima? ¿Qué crees que
es correcto para mí?

—Vete a la mierda, Dru. —Aparto mis brazos de ella—. Seguridad


puede sacarte de aquí en el momento en que diga la palabra.

—¿Vas a enviar un mensaje de voz?

—Jódete. —Siento que mi cuello y pecho se calientan.

—Estoy hablando en serio, príncipe Liam. Tengo necesidades.

—No esta noche. No deberías estar aquí, y lo sabes.

—Solo dame lo que necesito, y me iré.

Mi corazón late. Mis sienes laten. Si la hago sacar, ¿qué gritará


mientras la arrastran?

En segundos, me tiro hacia ella. Cierro mi palma sobre su boca y mi


otro brazo alrededor de su espalda huesuda, y la empujo a uno de los
dormitorios en el primer piso. Puedo sentir sus dientes y lengua contra
mi palma mientras se vuelve loca, pero apenas puedo oír sus gritos
amortiguados. La empujo sobre la cama y la sujeto con el peso de mi
cuerpo mientras abro la ventana con un brazo, todavía cubriendo su boca
con la otra.

—Será mejor que no vuelvas. Será mejor que no vuelvas nunca aquí.

Siento sus dientes, tratando de morder mi palma. La empujo y


empujo su cabeza debajo de la ventana abierta. Entonces la sacudo de
nuevo.

—Pies primero —gruño—. Es una buena caída.

He salido estas ventanas muchas veces. Es una buena caída, por


supuesto, pero Dru es alta. Podría torcerse el tobillo, pero no será grave.
No es que me importe.

—Voy a gritar cuando me pongas en el césped.

—Un guardia te encontrará allí. Tengo el mensaje cubierto.


La alzo de nuevo, apuntando sus piernas por la ventana, y Dru se
apresura a agarrar el alféizar de la ventana. Me burlo de sus largas y
perfectas uñas rojas.

—No te rompas una uña —me burlo. Entonces, cuando puedo decir
que sus brazos están estirados y está colgando, empujo sus yemas con
las mías hasta que cae.

Esta habitación, como todas las demás, tiene un intercomunicador.


Puedo introducir el código de emergencia y contactar a mi jefe de
seguridad.

—Hay una mujer en el césped. Es alta y con un vestido negro y acaba


de salir por una ventana en la sala de leones. Escóltenla amablemente de
la propiedad, recuerden su compañía y vehículo. No quiero volver a verla
aquí.

—Sí. Sí señor. Me discu…

—No te preocupes.

Suelto el botón del intercomunicador, mis ojos se aferran a la


enorme cabeza de león montada en la pared mientras me giro para irme.
Antes de encontrar a Lucy, me detengo en mi biblioteca y bebo un gran
sorbo de whisky.
CAPÍTULO 26
Lucy
Veo a Liam desaparecer detrás de una puerta alta de madera. Luce
gruesa y vieja y fuerte, como muchas de las puertas de abajo. Cuando la
alcanzo, está cerrada.

por encima de mi hombro, mi corazón está palpitando en mis oídos.


Uno de los compañeros de la secundaria de Liam está aquí, y me estaba
contando cómo él y Liam solían hablar de mí. Cómo querían conocerme
después de ver el show. Me ofreció una copa de vino y cuando no quise,
vi sus ojos bajar hasta mi estómago.

Ugh.

Solo he estado aquí casi una hora, pero estoy agotada. Me duele un
poco el estómago, aunque he sacado unas galletas de jengibre de mi
bolso. Solo quiero irme a dormir.

Tal vez fue un error aceptar ir a la fiesta. Podría estar pasando por
muchas más horas. Tal vez pueda encontrar un buen sillón y
acurrucarme ahí, y a Liam ni siquiera le importará. Me pregunto si está
borracho. Me pregunto cuán duro realmente se va de fiesta.

Toco suavemente tres veces. Oigo pasos pesados, luego la puerta se


abre y veo su cara cautelosa. Sus ojos se suavizan una vez que se
encuentran con los míos.

—Lucy.

—Soy yo. Me cansé y te vi entrar aquí.

La puerta se abre un poco más. —Adelante.

Me da una pequeña sonrisa antes de regresar a la gran silla que luce


como un trono detrás de su escritorio. Gesticula hacia un sillón que está
frente a él.

—Siéntese, señorita Rhodes. —Se hunde en su silla. —¿Cómo puedo


ayudarla?

Me lanzo en el sillón. —Perdí mi toque. Tengo sueño. —Ahogo un


bostezo.
—¿Quieres acostarte? Estoy un poco cansado de esto. —Su rostro
se ve tenso. Me doy cuenta de que se ve infeliz.

—¿No te estás divirtiendo?

Se frota la frente. —Solo tengo mucho con lo que lidiar.

—¿A qué te refrieres?

—No lo sé. —sacude la cabeza—. No me gusta tener gente aquí. Algo


siempre termina perdiéndose, no importa cuántos guardias haya entre la
gente. Si hay un paria en cualquier parte, los encontrarás aquí.

—Me sorprende que tengas fiestas aquí.

—Yo no. Es Heath.

—¿Tiene la capacidad de hacer eso?

—Yo nunca rechazaría la idea.

Aún luce infeliz. Solo quiero besar esos labios fruncidos. Camino
alrededor del escritorio y paso mi mano sobre la silla. —Esta cosa es
enorme. —Caigo en su regazo y huelo el alcohol. Corro mi mano sobre la
ligera barba en sus mejillas. Siento su pecho levantarse y caer con una
respiración profunda—. ¿Estás bien?

—Sí. —cierra sus ojos.

Le beso la barbilla. —Tal vez deberíamos irnos.

—¿Quieres pasar la noche en el barco?

—Sé cuánto trabajo es eso. Los barcos son mucho trabajo. Tal vez
deberíamos levantar una tienda en algún sitio. ¿Tienes una?

Ríe. —¿Una tienda?

—Sí. He vivido en Colorado, ¿recuerdas? Las tiendas son algo que


todos tienen.

Su boca se curva lentamente. —¿Quieres pasar la noche en una


tienda?

—Sí.

—Tengo una tienda.

—¿Sí? —No puedo evitar pasar mi mano por entre sus piernas,
donde definitivamente hay una tienda.

—Mmm. —Sus ojos se cierran.


—Quiero ver esta tienda. Quiero entrar y ver lo que hay dentro de
esta tienda. —Lo acaricio, y Liam gime.

—Cristo, Lucy.

Cuando sus ojos miran a los míos, sonrío. —Te gusta.

—Sí.

Me pone de pie y se levanta. —Vamos. —Sonríe. Se ríe, sus manos


en mis hombros, mirando hacia sus pantalones, que todavía son una
tienda—. Dime algo terrible, Lucy.

La primera cosa que me viene a la mente, la alejo. Miro alrededor de


la habitación.

—Hay una cabeza de alce en la pared. Un alce que fue asesinado, su


cabeza está rellena, y ahora su está en tu pared.

Se ríe, volviéndose para mirar la cabeza. —Supongo que eso es


cierto.

—¿Lo mataste? ¿Eres asesino, Liamie? —Le doy una ligera bofetada
en la mejilla.

—¿Me llamaste Liamie?

Me encogí de hombros. —Funciona.

Su mano toma la mía. —Eres rara, Lucy Rhodes.

—Lo sé. —Sonrío. Él sonríe de vuelta. Miro hacia abajo.

—Deja de mirar. Eso solo lo empeora.

—Ese alce tenía probablemente una esposa, ya sabes. —Después de


unos segundos, Liam se ríe de nuevo y sacude la cabeza, y estamos listos
para irnos.

Pasamos un montón de gente y Liam es educado y amable con todos.


Me presenta una o dos veces, y en otras, la gente sabe quién soy.

Arriba, usa el intercomunicador para decirle a alguien que prepare


las cosas para acampar para nosotros y las pusiera en el Jeep. Luego
llama a la cocina, pidiendo una cesta de comida y agua embotellada
también para guardar en el Jeep.

—¿Quieres viajar? —dice cuando se vuelve hacia mí—. Puedo hacer


que conduzcan el Jeep.

—Hmmm. Caballos por la noche podría ser divertido.


Él llama y pasa el mensaje, entonces tiene los caballos ensillados.

No puedo evitar reírme.

—¿Qué? —pregunta, golpeándome.

—Es una vida difícil, coordinar tantas cosas.

Me revuelve el cabello, y grito. —Estoy bonita. ¡No me estropees!

—No podría estropearte si lo intentara.

Nos besamos durante unos largos y calurosos momentos, donde mi


corazón late y la sangre corre a través de mi cuerpo. Envuelvo mis brazos
alrededor de él.

—Dios. Me estoy enganchando en esto.

—Yo también —dice contra mi cabello. Me abraza fuerte—. ¿Quieres


cambiarte?

—Sí. ¿Hace frío?

—Tal vez un poco. Ponte una chaqueta, o te llevaré una.

Regreso a su habitación media hora más tarde, vestida con botas de


montar, pantalones de gamuza, y una capa Burberry de lana color ciruela
perfecta para un paseo nocturno a caballo.

Él sonríe tan pronto me ve. Tiene unos pantalones vaqueros viejos y


descoloridos con un agujero en una rodilla, botas de excursión y un
suéter grueso y gris.

Agarra su mochila y la mía, y salgo de su habitación, bajando las


escaleras. Me lleva de otra manera.

—Tomaremos las escaleras de ayuda. Cuando era pequeño,


solíamos llamarlas escaleras de “ayuda”, porque son muy empinadas.

Salimos donde la gente está en el césped. Pasamos por las sombras


en un gran jardín, luego pasamos por un bosque, hacia los establos.

—¿Por qué están tan lejos del castillo? ¿Es una forma de protección
contra incendios?

—Sí.

Lo veo llegar a Pegaso, luego ambos subimos y montamos a la luz de


la luna, sobre la hierba verde, verde, el olor del mar en mi nariz, un viento
suave en mis mejillas.
—¡Esto es increíble!

Él toma la iniciativa, y lo sigo a través del bosque. Entonces estamos


en el borde de un campo grande, y hay un arroyo a través de él.

Veo algo brillante en la distancia y me doy cuenta de que es el coche.

—Oh, guau. ¿Quién lo trajo?

—Uno de los empleados. Va a montar a uno de los caballos de


regreso.

—¿Cómo vamos a volver?

—En el otro caballo. —Sonríe—. ¿No quieres montarte en la parte


trasera?

—¿En el culo del caballo? ¡De ninguna manera!

Se ríe, y subimos hasta donde la tienda ya está montada. Entrega


su caballo, pero el chico no lo toma. Ondea una mano y se va. Liam tiene
que perseguirlo y convencerlo de subir al caballo.

Miro las estrellas. —Esto es realmente increíble.

—Siempre me gustó afuera.

—¿Pudiste hacer esto a menudo mientras crecías?

—Algunas veces. Muchas cosas en grupos.

—¿Por la escuela?

Asiente.

—¿Así que estuviste en Gael en los pasados diez años?

—No realmente, no.

—Eso es un poco triste.

—¿Sí? —Abre la entrada de la tienda—. ¿Qué hay de ti? Pasaste tu


infancia al aire libre, ¿no?

—Sí. Fue bastante impresionante. Siempre tuve un caballo, y había


bosques alrededor de nuestra casa. Cazábamos ciervos con arcos y
pescábamos en los estanques. Lo has visto todo en la televisión.

—¿Tu familia era feliz? —pregunta.

Puedo leer entre líneas; me está preguntando si es real, en


contraposición a hacerlo para la televisión. Asiento. —Bastante feliz. Mis
padres tenían una que otra discusión, pero siempre éramos felices. Yo
diría que están muy felices ahora. A veces mi papá se cansa del
espectáculo. Mi mamá también, honestamente. Ya no creo que lo hagan.
Pero ha sido toda una experiencia.

Liam abre la tienda y nos metemos dentro de los sacos de dormir. Él


enciende una linterna, y me acuesto en mi espalda, mirando el cielo negro
y todas las estrellas brillantes.

Dile, Lucy.

Cierro los ojos. Todavía están cerrados cuando siento su mano


jugando en el dobladillo de mi camisa. Sus dedos se deslizan dentro, fríos
contra mi vientre caliente. Hago “brrr” y me doblo alrededor de su brazo
para calentar sus yemas de los dedos contra mi piel.

—¿Demasiado frío? —Se ríe entre dientes.

—Diablos, sí.

Froto mis manos en las suyas a través de la tela de mi camisa, y


luego se desplaza hacia abajo, dedos llegando a la parte superior de mis
pantalones. Me quedo allí, muy quieta, mientras los desabrocha.

No debería... lo sé, pero lo único que pienso es que esta es la última


vez. Esta es la última vez, y lo quiero.

Liam se encuentra de lado, observando mi rostro mientras sus


largos dedos me acarician a través de las bragas de seda. No puedo evitar
levantar mis caderas, esa es su señal para pasar por la cintura elástica y
entrar. Está jugando conmigo muy ligeramente, acariciándome cuando
necesito que se sumerja. Me hace gemir. Después de unas cuantas veces
de su dedo alrededor de mi clítoris, muevo mis caderas y agarro su
muñeca.

—Liam...

Él ríe, un sonido bajo y oscuro. —¿Sí? —dice mientras juega


conmigo.

—Dentro. —Me las arreglo para decir.

Él abre mis labios y se adentra, lentamente, suavemente,


burlándose en donde estoy resbaladiza y lo necesito más.

—Por favor…

—¿Me quieres dentro?

Me presiono contra él, gimiendo.


—Quiero entrar, Lucy. —Él saca su mano de mi ropa interior y se
mueve encima de mí.

Estoy debajo de él, trabajando mis pantalones y bragas. Y luego se


frota contra mí; está provocándome.

—Oh Dios…

Su cabeza se mueve arriba y abajo en mi hendidura palpitante,


empujando ligeramente cuando alcanza mi entrada, pero no lo suficiente
para entrar. Empujo contra él.

—Por favor…

Se arrastra en mí, frotando su cabeza en mi clítoris hasta que estoy


gimiendo y temblando.

—Te quiero dentro de mí. Por favor…

Besa mi clítoris unos minutos más, gimiendo tanto como yo. Luego
se mueve. Se apoya con una mano y con la otra, acaricia mi cuello.

—¿Estás segura? —Su voz es apenas más fuerte que un susurro.

—Sí, por favor. —Me agarro de su nuca y lo empujo hacia mí. Liam
besa mis pechos, entonces se levanta y se arrastra hacia mí. Puedo
sentirlo alcanzar algo, veo el brillo de la luz de la luna en la envoltura del
condón, escucho el suave pop mientras se lo pone.

Luego está allí de nuevo, alineado conmigo. Nuestros ojos se


encuentran y empujamos al mismo tiempo, luego gemimos juntos.

—Jesús, Lucy...

Puedo sentir su placer cuando su cuerpo se tensa y tiembla. Se


queda allí durante el momento más largo, con las yemas de sus dedos
agarrando la manga de mi camisa mientras sus ojos se cierran y lo siento
latir dentro de mí.

Me aprieto a su alrededor, y hace un sonido bajo y ronco... y luego


se mueve. Lentamente hacia adelante y hacia atrás, hacia dentro, hacia
fuera entonces dentro, llenándome, entonces dejándome vacía y
arqueada.

Todo lo que siento es placer abrumador, y la sensación de sus brazos


fuertes debajo de mis manos. Se mueve dentro de mí como si hubiésemos
nacido para estar así, gemidos y jadeos y gruñidos salen de mí como
música, hasta que estoy temblando y él está respirando ruidosamente y
su pulgar está en mi clítoris y luego me estoy corriendo.
Liam golpea fuerte dentro de mí, su codo se dobla de modo que está
medio colapsando en mi pecho mientras su pene se hincha para llenarme
y sus músculos se estremecen y él jadea.

—Lucy... querido Cristo.

Su frente se golpea contra mis costillas. Deja un beso en mi brazo,


a través de mi manga, y luego se retira. Me doblo a mi lado, sorprendida
al descubrir que hay lágrimas en mis ojos. Ni siquiera estoy segura de
por qué.

Minutos más tarde, escucho un cierre y él está poniendo mantas


sobre mí; se hace a mi lado, curvándose a mí alrededor.

Me abraza y me besa en la mejilla. —Gracias.

—Gracias a ti también —digo con sueño.

—Eres fabulosa.

Me despierto en medio de la noche para encontrarlo envuelto a mi


alrededor. Es cálido, muy cálido, lo cual es bueno porque el aire está frío.
Me acurruco contra él y lo empujo hacia mí, y él envuelve sus brazos
alrededor de mí. Su cabeza termina encima de mi estómago, y sé que
estoy lista.

Él se merece la verdad.

Mañana por la mañana.


CAPÍTULO 27
Lucy
Me despierto con Liam besando mi hombro. El sexo que tenemos
antes de que el sol esté completamente levantado es tan intenso que me
duele el pecho cuando terminamos y estamos sentados junto a un arroyo
cercano. Estoy envuelta en una de nuestras mantas. Con el brazo de Liam
alrededor de mi espalda, sosteniéndome cerca de él.

Ambos bebemos sidra que calentó sobre el fuego detrás de nosotros.


Y siento que podría estar enferma.

Aun así... —Me encanta aquí.

—Me alegra —dice.

—¿Te gusta? Quiero decir, ¿es aquí donde vas a vivir a tiempo
completo?

—Vivo aquí. —Sonríe.

—¿Te gusta?

—Sí.

—No te creo —digo suavemente—. No pareces tan tranquilo aquí


como yo me siento. Cuando me llamabas, no estabas durmiendo.
Háblame de tus próximos años. ¿Qué pasará a medida que envejezcas?
¿Qué necesitas hacer... como, por el país?

—¿Es esto un intercambio? —Sonríe débilmente—. ¿Mis cosas por


las tuyas?

—Puede ser un intercambio. —Sonrío de vuelta—. Confío en ti. Me


puedes preguntar lo que sea.

—Me gusta aquí. —dice. Sus palabras son suaves—. Pero... no se


siente como en casa.

Me duele la garganta cuando sus ojos se cruzan brevemente con los


míos y luego vuelven al agua. —No crecí aquí. Mi madre murió y... no
mucho después, yo estaba en la escuela. Y en otra escuela. Crecí en los
Estados Unidos, y tampoco ahí me sentí en casa. Mi padre se volvió a
casar, tiene otros hijos, ya sabes. A veces me invitaban a pasar las
vacaciones, pero otras veces no. Si pensaban que podían sobrevivir sin
que los tabloides tomaran el control, es decir, si mis planes alternativos
implicaban que estuviera aislado en alguna parte, no fotografiado, o
viceversa, y no serían fotografiados, no me invitaban. Este país... la tierra,
el océano, es jodidamente hermoso. Me encanta. Pero no sé si viviré aquí
para siempre. No sé si me haré cargo después de mi papá.

—Guau, ¿en serio? ¿Por qué no?

Se encoge de hombros. Tiene la mandíbula apretada.

—¿Sabes ya con certeza que no vas a hacerlo?

Su boca hace varios pequeños movimientos en el lapso de un


segundo, y puedo decirlo. Está guardando algo para sí mismo.

—Liam. Lo siento.

Presiona sus labios y sacude la cabeza, y mi mente corre con las


posibilidades. Su padre tiene una hija y dos hijos con su nueva esposa.
¿Uno de ellos se hará cargo? ¿El papá de Liam está cambiando las reglas
que dicen que él necesita ceder después de un cierto tiempo? ¿Es porque
Liam no puede leer bien?

Envuelvo mi brazo alrededor de él.

Espero que se tense contra mí, porque está obviamente molesto. En


su lugar puedo sentir su cuerpo relajarse.

—A veces me pregunto cómo sería si ella hubiera vivido —dice


suavemente en mi cabello. Escucho las cosas que no está diciendo.
Habría crecido como un príncipe, un príncipe de verdad, y no un
desechado. Habría crecido con el amor de sus padres. Tendría una
hermana pequeña.

—Dios. Lo siento. —Cuando no habla, divago—: No entiendo por qué


suceden esas cosas.

—No hay un por qué.

—¿Qué quieres decir?

—No hay manera de entender. Eso nunca puede ser mi objetivo,


porque nunca sucederá. Solo tengo que vivir con ello.

—Ojalá no lo hicieras. —Tomo su mano y acaricio los dedos largos y


fuertes—. Creo que tu mamá estaría encantada de ver lo que estás
haciendo. Estaría orgullosa de ti.

—¿Qué estoy haciendo?


—Haciendo un buen negocio. Ser un buen tipo. Rescatando damas
embarazadas en peligro.

Siento que su cuerpo se congela antes de que me golpee. —¿Qué


dijiste?

—¿Qué? —Pero siento que el calor corre por mi cabeza. Escucho el


eco de mis palabras. ¡Mierda!

—¿Embarazada? —Me deja ir, inclinándose hacia atrás en un brazo


mientras sus ojos se salen hechos platillos—. Lucy, ¿dijiste embarazada?

Lágrimas llenan mis ojos. Salto, caminando hacia la tienda. Me toma


del brazo. —Lucy, ¿qué mierda? ¿Estás embarazada? ¡Mírame! —Agarra
mi barbilla—. Lucy, ¿estás embarazada?

—No quiero hablar contigo sobre eso. —Me doy la vuelta y empiezo
a llorar.

¡Jesús! ¡Soy tan, tan, tan estúpida!

—Lo harás. ¡Mierda! ¡Estás jodidamente embarazada! ¿Por eso


viniste aquí? Mierda, por supuesto que sí. Te dejé embarazada.

—¡Deja de decir la palabra con M!

—Lo siento. Jesucristo. Oh, mier… oh, Cristo. Lucy. —Sus manos
se cierran alrededor de mis hombros, y me vuelve hacia él—. ¿Por cuánto
tiempo has sabido? —pregunta con más suavidad.

—¿Cuánto tiempo piensas? —Estoy sollozando ahora, cubriéndome


la cara y tratando de alejarme. Liam me encierra contra él, con los brazos
alrededor de mi espalda.

Siento que su pecho latir debajo de mi mejilla con su respiración


dura. —¿Es mío? ¿El bebé es mío?

Levanto la cabeza para poder mirarlo. —¡Sí, es tuyo!

—Estás embarazada. Y es mío. —Me deja ir y se hunde en la hierba


húmeda, las rodillas levantadas, sus ojos se cierran. —Dios. Dios. Lucy...
Jesús.

Se agarra la cabeza como si fuera a explotar. Caigo a su lado. —Lo


siento. No quise dejarlo salir así. No quería quedar embarazada. —Me
cubro la cara, dejando que las lágrimas salgan—. Siento mucho el solo
haberlo dicho. Iba a decirte...
—¿Cuándo? —Levanta la cabeza; sus ojos son calientes—. ¿Después
de volver a cabalgar o beber agua de manantial? Cristo, Lucy, ¡podría
haberte hecho daño!

—No hemos hecho nada tan peligroso.

Se señala el pecho. —Yo podría haberte lastimado.

Le levanto las cejas. —Así no es cómo funciona —digo en voz baja.

—¿No? ¿No es así?

—No.

Él sostiene su cabeza, sus ojos enterrados en la hierba. —Maldita


sea. ¿Sabías cuándo viniste aquí?

—Sí.

—Podría haber ido a buscarte.

—Estaba bien.

—Viajaste aquí sola. Intenté meterte alcohol. ¡Maldita sea! —Sus


ojos vuelan hacia los míos. Su mano sale, se une con mi rodilla—. ¿Estás
bien? ¿Te sientes... bien?

—Bastante.

—¿Has visto a un médico?

—Sí. Por supuesto.

—¿Y dijeron que todo está bien? —No paso por alto el momento en
que lo golpea: lo que creo que debe ser un recuerdo de su madre. El rostro
de Liam se vuelve blanco; se balancea un poco. Entonces se levanta a
trompicones y se dirige al arroyo.

Desde detrás de él, y luego de un lado, veo que su cabeza cae. Me


quedo a su lado, deseando tocarlo más que nada, no estoy segura de si
dejarlo en paz. Entonces veo su hombro temblar una vez, y no puedo
evitar que mi brazo se envuelva a su alrededor. Envuelvo mi otro brazo
sobre lo que puedo alcanzar de él, y lo empujo contra mí. Liam no se
resiste.

Medio segundo después, tiene sus brazos a mi alrededor. Su cara en


mi cabello. Me abraza tan fuertemente que apenas puedo respirar.

—Jesús. Solo... no puedo creer que estés embarazada.


Dejo escapar una gran respiración. Me inclino boca arriba, besando
el primer punto que mis labios alcanzan en su cara, justo debajo de su
sien. —Está bien —susurro en su oído—. Puedes estar molesto por el
bebé, pero todo lo demás está bien. Estoy bi…

—¿Crees que estoy molesto por el bebé? —Sus ojos son serios y
redondos.

Me encojo de hombros. —No sería raro que lo estuvieras.

Sus ojos se cierran, y lo observo tragar. —No sé cómo me siento con


el bebé —gruñe. Sus ojos se abren, manteniendo mi mirada—. Sé lo que
siento por ti, Lucy, y me asusta. No me gusta.

Luce miserable. Tanto así, que me vuelvo y empiezo a llorar de


nuevo. —¡Volveré a casa ahora mismo!

—No. —Sus manos están sobre mis hombros una vez más,
volviéndome para enfrentarme a él. Cuando ve mis lágrimas, su cara
cae—. No. No, Lucy... no te estoy pidiendo que te vayas. —Empecé a llorar
más fuerte, y Liam me envuelve en sus brazos.

—Shhhhh. —Su mano alisa mi cabello. Siento sus labios contra mi


frente—. No llores. Lo siento.

—¿Por qué me quieres aquí? ¡Soy... nada más que portadora de


malas noticias! —Lloro en su suéter, incapaz de detenerme. Nunca me he
sentido tan perdida y sola. Tan derrotada. Parecía que le gustaba antes
de ahora…

—Lucy Rhodes, mírame.

Sacudo la cabeza, todavía llorando.

Las manos de Liam encuentran mis mejillas, obligándome a levantar


la mirada. —No sé cuán malas noticias hay todavía, pero eso no es todo
lo que eres. No lo eres. —dice de nuevo cuando las lágrimas caen por mis
mejillas.

»Tienes que saber que eres más que eso para mí. Estoy medio
enamorado de ti, sabes que sí. —Aprieto los ojos—. Seguramente puedes
sentirlo. ¿Crees que hago todo esto con alguien más que tú? Nunca he
estado en la isla Pirata con nadie. Nadie, Lucy. Solo tú. Te dije que no
podía leer, y aún estás aquí, y todavía te quiero. Ni siquiera es raro porque
está bien. Haces que todo sea mejor. —Me pone suavemente contra su
pecho y envuelve sus brazos alrededor de mi espalda y cabeza—. Odiaría
si te fueras, así que por favor no lo hagas. Quédate.

—No quise hacerlo —lloro.


—¿Hacer qué, acushla9?

Me detengo ante la extraña palabra. —¿Qué significa eso?

Sus brazos alrededor de mí se aprietan, y siento su mejilla contra mi


cabello. —Cushlamachree —respira—. Es como... es una palabra para
amantes, Lucy.

Lágrimas caen por mis mejillas. —¿Somos amantes? —susurro, tan


bajo que ni siquiera puedo oírlo.

Sus labios se aprietan contra la parte superior de mi cabeza. Puedo


sentirlo respirar profundo y tenso antes de susurrar—: Sí.

Y durante mucho tiempo, eso es todo lo que es dicho. Nos quedamos


ahí, las manos de Liam acariciando mi espalda y mi cabello, mi mejilla
aplastada contra su suéter gris tan fuerte que puedo oír su corazón.

—No pedí esto. No lo quería —dice finalmente. Cuando me tenso,


extiende su palma detrás de mi cabeza—. No sabía que lo quería. —Su
voz es ronca. No habla de nuevo, pero puedo sentir el frenesí en el latido
de su corazón, y puedo sentir sus sentimientos surgir, corriendo
desenfrenados. Sus respiraciones se tensan, sus brazos alrededor de mí
pesan—. No sé si puedo hacerlo bien. —Siento que su mejilla roza con la
mía, nuestras cabezas juntas mientras murmura en mi cabello.

»Tomé esta clase en la universidad, era algo de psicología. El maestro


enseñaba todo; no había notas. Una de las cosas que dijo —confiesa
tranquilamente—, fue que no puedes... aprender a amar a alguien... si
no lo hacer. Todo eso se... aprende. —Inhala profundamente, y envuelvo
mi mano alrededor de su cálida nuca, presionando su cara a mi hombro.
Puedo sentir que deja suelta el aliento. Entonces su cuerpo se estremece
ligeramente—. Si no puedo... Lucy... —Se aleja de mí, para poder mirarme
a los ojos mientras dice—: Te mereces a alguien que pueda.

Lo veo luchando por tragar, ver sus ojos ligeramente rojos y sus
hombros tensos.

—No tienes que quedarte conmigo —dice en un tono fuerte, claro y


neutral—. Todas las decisiones aquí son tuyas.

Y ese es el momento en que sé que lo amo.

9 Del irlandés chuisle que traduce literalmente “pulso de mi corazón”.


CAPÍTULO 28
Lucy
Liam y yo nos sentamos junto al arroyo hablando por un largo
tiempo. Tiene mi mano entre las suyas y está sentado lo suficientemente
cerca que casi estoy en su regazo.

Le cuento toda la historia sobre el descubriendo mi embarazo,


sabiendo que debía decírselo, pero no queriendo hacerlo porque pensé
que cambiaría todo. Le digo que no quiero ser una obligación; tengo
medios, apoyo y mi propia fuerza, y no necesito que él esté más
involucrado de lo que quiera estar. Los labios de Liam rozan suavemente
mi oído, y con esa voz baja y sexy, dice—: No te preocupes por mí, Lucille.

Me hace preguntas. Muchas preguntas. ¿Estoy segura de que me


siento bien? ¿Estoy nerviosa? ¿Conozco el sexo del bebé? ¿Ya puedo
sentir cómo se mueve? Me cuenta cómo un amigo suyo y de Dec se casó
con una modelo hace varios meses; habían tenido a su hijo a finales del
año pasado.

—Fui a la boda, así que lo sé: son felices.

—Eso es bueno. Realmente bueno. Pero no espero nada. ¿De


acuerdo? Lo digo en serio. Creo que es por eso que seguía postergando el
decírtelo. Se sentía tan bien estar aquí y salir… —Me encojo de hombros,
y el brazo de Liam me rodea la espalda.

—No querías cambiar eso, ¿eh?

Sonrío ante su acento, engrosado por la emoción, supongo. Asiento.


—Sí.

—Nada va a cambiar —dice en voz baja, y luego agrega—: Me alegra


de no haber ido a la tirolesa en la isla. Y los caballos… —Sacude la
cabeza—. No estoy seguro…

—Leí que está bien. Hasta que mi estómago empiece a… mostrarse.

Levanto la mirada para encontrar sus labios fruncidos y sus ojos


entrecerrados. Una sonrisa burlona se extiende sobre su rostro mientras
me mira a los ojos. —Te encontraremos un pony.

Me río. —¡No, no lo haremos! Me quedo con un caballo real. Soy una


jinete experta, ¿sabes?
Liam ríe entre dientes. —Encontraré un pony profesional para ti.

Le doy un puño en el brazo. Me sonríe por primera vez en varias


horas. —¿Si quieres algo más grande para montar? —Se encoge de
hombros, y grito ante la mirada perversa en su rostro.

—Eres un pervertido.

—Tú también.

Y de alguna manera ambos terminamos en la hierba, y Liam está


encima de mí hasta que doy vuelta a las tablas. Entonces estoy
montándolo. Nos besamos y besamos y besamos hasta que estoy cómoda
y no nerviosa, hasta que estoy mojada y palpitante. Luego él me despoja
de mi ropa y trabajo en quitar sus pantalones. Juego con su polla dura a
través de la tela de su ropa interior, amando la forma en que aprieta sus
dientes y gime; amando el control.

Quito sus calzoncillos y lo tomo en mi boca, burlándome de la


ranura bajo su cabeza cuando se tensa y parece alarmado por tenerme a
punto de chupar su polla.

—Está bien —susurro. Luego lamo alrededor de la cabeza de su polla


y lo tomo más profundo en mi boca, hacia mi garganta. Voy a hacer que
se corra así, porque quiero, necesito, verlo indefenso para poder sentirme
a cargo.

Por la misma razón, me detengo cuando está en la cima. Sus bolas


están tensas y duras, su polla hinchada y sacudiéndose cuando la lamo,
sus abdominales temblando con cada respiración.

Tiro de su polla de nuevo y trabajo mi camino encima de él, amando


la forma en que gime cuando me sitúo a horcajadas sobre él,
provocándolo con mi entrada, de la forma en que él me provocó.

—JÓDEME, Lucy…

—Si estás seguro de que es lo que quieres. —Sonrío, luego me hundo


en él.

Se siente tan asombroso, toda la presión reprimida dentro de mí se


desborda mientras me muevo contra él y Liam empuja en el mismo
momento. Me vengo con ese delicioso movimiento, temblando a su
alrededor mientras grito.

La barbilla de Liam y sus abdominales se aprietan mientras hace un


sonido torturado. Entonces siento una ráfaga de calor dentro de mí.
Liam
Decidimos quedarnos otra noche.

Hay un lugar cerca de donde estamos acampando, llamado El Pozo.


Es un termal caliente, pero como la de la isla Pirata, no es tan caliente,
así que creo que Lucy podría entrar en él. Pasamos el día pescando en
un estanque que desciende al arroyo, hacia algunas de las tierras bajas
alrededor del castillo. Luego ambos montamos en Pegaso a las aguas
termales. Es el período más largo de tiempo que he estado en los terrenos
del castillo en años. Diablos, uno de mis períodos más largos fuera en
años, con la excepción de algunas excursiones en vela, y la semana de
este verano, cuando acampamos en la Patagonia.

Mientras montamos a Pegaso rumbo a El Pozo, Lucy en la silla de


montar, yo detrás de ella, me encuentro contándole todo sobre el verano.
Cómo Heath, nuestro primo Arden, su amigo Bart, Ethan Lucas, un
muchacho de veinte años ex miembro de una banda famosa del Reino
Unido, y de vez en cuando Dec, recorrimos todos los continentes hasta la
Antártida en once semanas.

Noto que está reteniendo algo, así que la pellizco y digo—: ¿Qué?

—¿Qué quieres decir con qué?

—¿Qué es lo que no me estás diciendo, Luce?

—¿Yo? Nada.

—Vamos. Te conozco.

—¿Lo haces? —Su espalda se endurece, y se sienta ligeramente más


recta en la silla.

Levanto su cabello y muerdo su cuello. —Sí. Creo que sí. —Siento


su estremecimiento. Solo por ser un imbécil, la vuelvo a morder—. Dime.

—¡Estás dejando un chupetón!

—Tienes cabello. Nadie lo verá. Así que dime, Lucy. ¿Qué no estás
diciéndome? Si no me lo dices, empezaré a adivinar.

Ella hace un sonido de pssh. —Me gustaría escuchar eso.

—Muy bien. —La beso ligeramente en la nuca, luego deslizo


suavemente su cabello hacia abajo—. Creo que es algo relacionado con
mi cuenta de Instagram. Te quedaste callada después de que dije que
Ethan había publicado esa foto del loro.
Suspira, justo cuando veo la plata de El Pozo, entrecruzada con el
reflejo de las ramas de los árboles.

—No es el loro. Son las mujeres.

—¿Las mujeres?

—No las mujeres de Ethan. Las tuyas, Liam.

—Estoy un poco perdido.

—¡Tus mujeres! De todo ese viaje. Eso fue todo tu Instagram, por lo
menos durante ese tiempo. Solo tú y un puñado de modelos y chicas
locales.

—¿No te gusta eso?

No tiene sentido. Lucy no parece ser del tipo celosa, ni insegura.

—No me importó en absoluto antes de conocerte.

—¿Y ahora?

Suelta otro profundo suspiro. —Ahora me pregunto si todo esto es


un error.

—¿Qué es todo? ¿Te refieres a esto ahora? ¿Nosotros?

—Supongo que ni siquiera es una cosa. No realmente.

Puedo sentir sus costillas expandirse con otra respiración profunda.


No puedo ver su cara, pero puedo sentir su miseria.

—Lucy... —Envuelvo mis brazos alrededor de su cintura,


extendiendo una mano sobre su vientre—. Es una cosa. —Aprieto mis
dientes, tratando de pensar en cómo carajo explicarme. Nunca he sido
bueno en esta mierda. Pienso en todas las chicas que me han perseguido
desde mi adolescencia y no puedo evitar reírme—. Ni siquiera sé por qué,
Lucy. El momento... —Sacudo la cabeza, pensando en Drucilla y
Ronald—. Basta con decir que no pensé en esto. No en esto, —aclaro,
acariciando su vientre—, sino... en esta cosa con nosotros.

Decirlo en voz alta hace que mi pecho se sienta apretado. Como si


poner palabras en cómo me siento que me hará desmoronar. La hará
desaparecer.

—No quería que sucediera —me las arreglo para decir en un tono
tranquilo.

—¿No querías que pasara qué?


Apoyo mi frente contra su hombro, respirando profundamente
mientras el mundo que me rodea se inclina.

—No quise que me importaras de esta manera. Nunca quise que


nadie me importara de esta manera.

Ni siquiera sabía que era verdad hasta que oigo las palabras.
Entonces siento que algo me tiene por la garganta.

La mano de Lucy se arrastra por encima de la mía, todavía a su


cintura. Sus dedos acarician la parte superior de mis nudillos.

—No eres solo tú. Me siento de la misma manera —dice en una voz
cercana a un susurro. Peg se detiene cerca de las fangosas franjas de El
Pozo, y Lucy mira por encima de su hombro, sus ojos serios en los míos.

—Estaba nerviosa porque era solo yo. Me alegra saber que no. —Ella
sonríe, y toda la presión en mi pecho parece disiparse

—No. Maldita sea, Lucy. —La aprieto, besándola en la mejilla—. No,


lo digo en serio, acushla.

Ayudo a Lucy a bajar del caballo, y segundos más tarde, su espalda


está presionada contra un tronco de árbol y estoy besando arriba y abajo
en su garganta. No puedo evitarlo. La necesito. Lo odio, y lo encanta.

—Eres tan hermosa.

Nos besamos tanto y duro, primero contra el árbol, luego sobre una
manta que arreglo para nosotros, cuando Lucy se aleja jadeando, me
siento mareado. Su mano regresa a entre mis piernas.

—Quiero sacarte de nuevo. —Ella sonríe—. Me gusta.

—A mí también me gusta.

—Pero tal vez deberíamos entrar a los manantiales. Se está haciendo


de noche.

Ella está en lo correcto; está oscuro. ¿A dónde se fue el día?

—Tienes razón —digo—. Entremos, luego regresaremos al castillo.

—¿Alguien más recogerá el campamento?

Sonrío, ligeramente avergonzado. —Por supuesto.

—Oye… no me quejo.
Entramos no tanto como Lucy quiere, pero estoy más pendiente con
respecto al bebé. —No quiero que te calientes demasiado —digo mientras
la seco con una toalla grande.

Ella ríe. —Es demasiado tarde para eso.

Me río entre dientes. —Lucy Su. ¿Así es cómo te llaman tus amigos?

—Sí. Por Lucille Sutton, mi segundo nombre.

—Me gusta. —Beso su cuello, y luego oscurece más. La luna está


brillando el momento en que dejamos el bosque, Luce usa una de mis
sudaderas grandes de los Sox, un par de pantalones y botas.

Mientras envuelvo mis brazos alrededor de su cintura y nos


balanceamos ligeramente con el paso de Peg, me veo obligado a
admitirme que algo anda mal. Durante la última mitad del día, he estado
sintiendo un poco de náuseas, como Lucy dice que siente a veces.
Mientras volvemos al castillo, me pregunto si sus hormonas podrían
hacerme sentirlo también. O estoy teniendo algún tipo de ataque de
ansiedad. Mis brazos y mis manos se sienten débiles, y mi corazón corre
lo suficientemente rápido como para hacerme sudar. Tengo un palpitante
dolor de cabeza, tan fuerte que inclino mi cabeza contra el hombro de
Lucy por un minuto.

—¿Estás bien, jinete de traseros?

Sonrío débilmente, asintiendo. —Dolor de cabeza.

La apreté ligeramente, envolviéndome más cerca de ella.

—Me gusta —susurro cerca de su oído.

—¿Qué? ¿Tener dolor de cabeza?

—Me gusta que tengas a mi bebé.

—¿Sí? —dice ella.

Pongo mi mano en su vientre. —Seremos buenos.

—¿Buenos padres?

Asiento. —No tenemos que vivir aquí. Podemos criarlo en América.


Lo que sea que queramos.

—¿En serio?

Asiento. Así de tanto le puedo prometer.

—¿Quieres que criemos al bebé juntos?


Asiento contra su hombro.

—¿Qué tal si… no estamos juntos?

—Lo que quieras, Luce. Somos los padres. Te respeto, me gusta estar
contigo. Todo irá bien.

Pongo mi mirada en las estrellas. Están brillantes esta noche. Me


hacen sentir tan jodidamente pequeño. Espero poder ser bueno con el
bebé. Nada como mi padre.

Pensar en él hace que me duela más la cabeza. La vuelvo a apoyar


contra su hombro.

—¿Estás bien?

Trato de asentir.

—¿Tienes migrañas? —pregunta.

—A veces

—Lo siento. Voy a ir más lento.

—Gracias.

Aflojo mi agarre en su abdomen e intento mantener mi respiración


mientras mi mente corre.

Esto está mal, me dice mi conciencia. Haz que se vaya. No importa


si cree que le gustas. Piensa en su seguridad y en la del bebé.

Ahora que sé que está embarazada, ¿qué clase de persona sería si


dejara a Lucy cerca de mí y del veneno que es mi vida ahora mismo?

Puedo sentir mi pulso en mis oídos mientras mis hombros empiezan


a temblar junto con mis manos.

Calma, trato de decirme. Ese es el último pensamiento que recuerdo.


CAPÍTULO 29
Lucy
Todo pasa tan rápido. En una fracción de segundo, me doy cuenta
de lo fuerte que se desploma contra mi espalda. Medio latido más tarde,
algo me golpea el hombro, y me doy cuenta de que Liam está cayendo al
suelo.

Al principio creo que saltó, pero un parpadeo frenético me muestra


que está acurrucado en la hierba.

—¡Liam!

Estoy pasando una pierna por encima de la silla antes de que sacuda
las riendas de Peg, así que cuando desmonte, aterrizaré en la hierba con
rebotando un poco.

—Liam... —Me estiro varios pasos antes de estar lo suficientemente


cerca para caer a su lado. En el momento en que mis rodillas golpean la
hierba, Liam rueda desde su lado a su espalda, gimiendo mientras sus
ojos parpadean.

—Oh, Dios mío, ¿estás bien?

Sus cejas bajan sobre sus ojos entrecerrados. Las esquinas de sus
labios se inclinan hacia abajo. Noto que su rostro está blanco, tan blanco
que es casi gris.

—Oh Dios, Liam… ¿puedes moverte? —Mi voz se agrieta cuando mi


mano derecha se cierne sobre su frente.

Finalmente, su mirada encuentra la mía. Sus párpados son pesados


y sus ojos vidriosos, pero me siento mejor con él mirándome. Agarro su
mano y la dejo ir porque si él no puede moverse, podría herirlo.

—Yo... puedo. —Las palabras son gruñidas en voz baja. Él mueve


sus hombros, entonces, antes de que pueda protestar, se sienta. Lleva la
mano hasta su frente, inclinándose solo un poco. Su boca todavía está
apretada.

—¿Qué pasó? ¿Debo llamar a alguien?

—No. —Comienza a sacudir la cabeza, luego se detiene


bruscamente, mirando desde entre sus dedos—. No. Estoy bien.
Él comienza a levantarse, y lo sujeto por el bíceps, ayudándolo a
equilibrarse lo mejor que puedo, considerando que soy mucho más
pequeña. Cuando está completamente sobre sus pies, gime de nuevo, y
se estremece… y me doy cuenta de que está sosteniendo su brazo derecho
en un ángulo extraño.

—¿Estás seguro de que no debería llamar a alguien? —Mi voz


tiembla. Mi cuerpo está temblando—. Estoy preocupada.

Su mano alcanza mi hombro. —Lo siento. No sé… —Sacude la


cabeza lentamente. Lo observo mirar su brazo derecho, su boca se
aplasta en una línea cuando él lo endereza—. No sé lo que pasó —dice en
voz baja.

—Creo que deberías dejarme llamar a alguien. No creo que debas


volver al caballo.

—Puedo caminar de regreso. —Su mirada se mueve hacia los árboles


que nos rodean.

—¿Estamos cerca?

—Sí. —Frota una mano sobre sus ojos, luego cambia su atención a
mi rostro—. ¿Estás bien?

—¡Por supuesto! Yo estoy bien. ¿Estás seguro de que estás bien?


¿Qué fue eso?

—Mi cabeza a… —Parpadea lentamente—. Solo necesito llegar a


casa. —Sus ojos se cierran por un momento—. Deberías montar a Peg de
nuevo.

—¿Estás bromeando? De ninguna manera.

—Es solo... por allí.

Resulta que Liam tiene razón. No estamos muy lejos del castillo.
Caminamos lado a lado todo el camino de vuelta, con Peg siguiendo
detrás de Liam como una especie de enorme y obediente perro.

Unas cuantas veces, creo sentir a Liam estremecerse, pero


probablemente estoy imaginando cosas. Él camina y habla bien, y dice
que su cabeza no duele, al menos no como una conmoción cerebral.
Obviamente, aterrizó sobre su brazo. Me dice que a veces tiene migrañas;
no es nada nuevo.

Aun así, tengo la sensación de que está tratando de minimizar lo


mucho que duele su hombro. Sé que tengo razón cuando llegamos al
jardín del castillo. Dejo la luz baja, su rostro se aprieta cuando mueve su
brazo derecho.

—Debes haber aterrizado sobre ese lado.

Él asiente. Cuando Liam me nota mirándolo fijamente, me golpea


con su hombro izquierdo. —Lucy... —Sonríe débilmente, luego arquea las
cejas. Su rostro luce cansado; todavía está pálido, pero sonríe un poco
mientras me mira y me dice—: Estoy bien.

—Si tú lo dices.

Él saca su brazo de donde está enlazado a través de mi codo y toma


mi mano. La suya está cálida y ligeramente húmeda, pero sus dedos
parecen saber exactamente lo que están haciendo, acariciando la mía con
cuidado. Entramos por una puerta que nunca había visto, que nos lleva
a lo que parece ser una sala grande de almacenamiento.

—Cosas de cocina —dice mientras me guía entre los altos estantes.

En el otro extremo de la habitación, Liam deja ir mi mano y abre una


amplia puerta. Poniéndonos en la parte inferior de la estrecha escalera
del personal.

—¿Puedes subir las escaleras? —susurro.

Liam sonríe. —Lucy.

—Oye, solo estoy comprobando. —Le saco la lengua, y Liam me da


una de sus dulces sonrisas.

Pasamos a una mujer del personal de ayuda, vestida con un


conjunto de delantal blanco y negro, mientras caminamos hacia nuestras
habitaciones. Ella asiente hacia nosotros, y Liam asiente en respuesta.
Cuando lleguemos a su habitación, se detiene en la puerta y agarra mi
hombro.

—Luce... —Me empuja contra él, con más fuerza de la que


esperaba—. Gracias —susurra en mi cabello.

Me alejo un poco, así puedo mirarlo a los ojos. —¿Vas a llamar a un


doctor? ¿Para tu hombro?

—Sí, el castillo tiene a alguien. —Sus ojos exploran la pared detrás


de mí por un pequeño momento antes de volver a mis ojos—. ¿Quieres
tomarte unos días? ¿Viajar? Puedo enviar un guardia.

Me doy cuenta con un sobresalto que debe querer que me vaya.

—¿Crees que tendrás migraña por un tiempo?


—Sí.

—¿Estás bastante seguro de que es eso? Todavía estoy preocupada,


ya sabes.

Sonríe torcido. —Sí, estoy seguro. No te preocupes, Lucy Su. Solo


voy a dormir.

—De acuerdo. —¿Es por eso que quieres que me vaya, o hay alguna
otra razón?

—Haré que Mora te recomiende algunos lugares, y que Heath o Ain


consigan algunas reservaciones para ti, a donde sea que quieras ir.

Las lágrimas llenan mis ojos. Tengo que parpadear rápidamente


para esconderlas. Mantengo mi voz firme mientas digo—: No tengo que
volver después de eso. Solo hazme saber lo que está en tu horario.

—Lucy… —Cierra los ojos, inhalando profundamente antes de


abrirlos—. Te quiero a ti.

No puedo evitar una pequeña sonrisa. —De acuerdo.

—¿Me envías un mensaje?

—Seguro.

Él se inclina para un beso ligero. Cuando se queda allí, su boca a


centímetros de la mía, paso mi mano sobre su mandíbula. —Cuídate,
Liam. ¿Seguro que no necesitas nada?

Él asiente, la mitad de su boca tira hacia arriba en una pequeña


sonrisa tensa. —Gracias, Lucy.

—Gracias.

Nos besamos una vez más, es corto y dulce, antes de que Liam
desaparezca en sus habitaciones. Me paro fuera de su puerta por unos
minutos, deseando que fuéramos lo suficientemente cercanos para poder
entrar y acurrucarme con él. No me gusta irme sabiendo que está
enfermo.

Eventualmente, cedo ante la razón y entro a mi propia habitación,


donde me siento sobre una de las sillas y le envió un texto a Amelia.

¡ODM Am! ¡Se lo dije! ¡Y fue MARAVILLOSO! El príncipe Liam es el


mejor hombre de la historia. Ni siquiera estoy bromeando. #Desmayándose
<3
Me acuesto en mi cama, con Grey ronroneando a mis pies, por horas
mientras Amelia y yo nos seguimos texteando. Sobre Liam y yo. Sobre
Am y Dash. Sobre el dulce olor de madera en el aire aquí y lo molesto de
trabajar en una película animada. En algún momento alrededor de las
diez de la noche, noto un largo texto de Heath que, con un vistazo, parece
ser sobre B&Bs10. Decido leerlo más tarde. En la mañana.

Por ahora, lleno mi bañera gigante y me hundo en ella, poniendo


agua tibia con burbujas para el bebé, y es un poco divertido.

Cuando salgo, me envuelvo en mi bata, encuentro leche y galletas


en la mesa junto a mi cama, junto con un itinerario impreso.

Heath dice que estos son los lugares favoritos de Liam. –Pete

No es hasta que me despierto alrededor de las tres de la mañana


para usar el baño que me doy cuenta: Grey se ha ido.

●●●

Una hora y media después, he revisado casi todo el maldito castillo,


así que estoy bastante segura de que Grey está en las habitaciones de
Liam. Al menos, espero que lo esté.

Me quedo de pie fuera de la puerta de Liam por mucho tiempo,


escuchando el ruido, tratando de ver si está dormido. Su gran y gruesa
puerta está ligeramente entreabierta, lo que me hace sentir más segura
de que Grey debe estar ahí.

Supongo que quien trajo el itinerario y las galletas debe haberlo


dejado salir por casualidad. Si trajeron algo a Liam al mismo tiempo, y
dejó la puerta abierta, tiene sentido que Grey haya corrido al otro lado
del pasillo.

No quiero molestar a Liam, especialmente cuando piensa que no me


verá por varios días, pero si no puedo encontrar a Grey...

Empujo la puerta para abrirla lentamente, entrando en un triángulo


de luz dorada en la habitación oscura.

¡Mierda! Voy a despertar a Liam. Me agacho y camino para entrar en


la habitación, rezando para que si Grey está aquí, él... no sé, me huela o
algo así y salga. Mientras me deslizo por la alfombra, noto movimiento a
lo largo de una de las paredes. Me detengo lo suficiente para darme
cuenta de que es la brisa de la noche a través de las cortinas.

10 El Bed and Breakfast, es un establecimiento hotelero que ofrece precios


moderados. La expresión inglesa, se traduce como “cama y desayuno” algo como
trivago.
Antes de que pueda moverme de nuevo, doy una mirada a la cama
y miro un par de brillantes ojos de gato verdes. En el momento en que
veo a Grey, él baja de la cama y sale por la puerta. Me levanto
rápidamente, volviéndome hacia la puerta. A pesar de mi necesidad de
seguir a Grey y meterlo en mi habitación, mi mirada cae en la cama.

Si la visión no me falla, Liam está acostado de lado, su cuerpo


enrollado debajo de las sábanas. Después de un segundo mirándolo con
una mezcla de hambre y preocupación, me doy cuenta de que está
cubriendo su cara con ambas manos.

—¿Liam? —No quiero hablar, al igual que no quiero acercarme a la


cama. Pero aquí estoy. Estoy justo a su lado. Puedo ver que está sin
camisa debajo de las sábanas, puedo ver sus hombros encogidos. Puedo
verlo... ¿temblar?

—¿Liam? ¿Estás bien?

Su cuerpo se tensa. Entonces, en voz baja y tensa, dice—: Duele…

—¿Qué duele? —Mi voz suena sin aliento. Mi corazón se acelera. Me


inclino para acercarme y ver el dolor en su rostro.

—¿Es la luz? —susurro.

—Sí. —Sostiene su frente con su mano, y quiero patearme por dejar


la puerta abierta.

—Oh maldita sea, déjame cerrarla. —Cierro la puerta y vuelvo a la


cama. Él tiene ambas manos sobre su cara otra vez, y a través de sus
dedos puedo oírlo respirar pesadamente.

—Oye, Liam... ¿qué pasa?

—Tengo dolor de cabeza —gime—. Muy fuerte.

—¿Es una migraña?

—No lo sé. —Las palabras salen casi en un lloriqueo.

Miro alrededor buscando su teléfono o un intercomunicador, mis


ojos caen en un vaso en la mesita de noche. —¿Es licor? —Lo huelo, y
Liam deja escapar un suspiro que ni siquiera sabía que había estado
sosteniendo.

Me quedo allí, escuchando sus respiraciones, y me pregunto qué


diablos es lo correcto para hacer.

—Voy a llamar a alguien —susurro—. Creo que necesitas algún


medicamento o algo así.
—Heath.

Estoy sacando mi teléfono del bolsillo de mi bata cuando Liam dice


con voz rasposa—: Cinco-dos-dos. En el intercomunicador.

Marco los números, veo a Liam estremecerse ante el crujido suave y


contengo la respiración hasta que su primo responde. —¿Sí?

—¿Heath? Hola. Es Lucy. Rodhes. Um... me estaba preguntando,


¿has visto a Liam esta noche?

—No —contesta—. ¿Por qué?

—Tiene mucho dolor de cabeza.

—Bueno…

—Creo que necesita un médico.

Heath hace un sonido que no puedo identificar si es una risa o un


resoplido. —¿Un médico? ¿Por un dolor de cabeza?

—Sí. ¿Hay un médico del castillo? ¿Por sus migrañas?

—¿Por sus migrañas? —Heath suena incrédulo—. Liam no tiene


migrañas.

—¿No?

Liam agarra su cabeza, sus dedos se entierran en su cráneo, y mi


cuerpo se queda helado. Lo miro fijamente mientras Heath dice—: Joder
no. No hay nada malo con Liam. ¿Qué has estado haciendo con él?

—¿Haciendo? Nada. Estábamos acampando y cayó de su caballo.

—¿Liam se cayó de un caballo? ¿Está jodido o algo?

—No. Lo prometo.

Heath suspira. —De acuerdo, Lucy Rhodes. Será mejor que no me


mientas.

—No estoy mintiendo.

—Voy a enviar a alguien. —Hay una breve pausa, seguido con—: Por
favor, sé discreta. Mi primo no necesita ninguna mierda ahora mismo. No
estoy seguro de si te hizo firmar el acuerdo de confidencialidad, pero…

—Nunca lo haría.

Resopla. —Sí.
—Yo no haría eso. Y, ¿Heath?

—¿Sí? —suena exasperado.

—Di a quién sea que llames que se apure.

Oigo el chasquido de Heath al colgar el teléfono o el


intercomunicador, o lo que sea que esté haciendo. Entonces estoy otra
vez en la oscuridad con Liam. Respira con dificultad y suena como si
tuviera un dolor terrible.

Me inclino cuidadosamente sobre él, atreviéndome a descansar las


yemas de mis dedos en su frente. —Oye... —acaricio suavemente un
mechón de cabello—. Lo siento. ¿Hay algo que pueda hacer?

Sus labios se aplanan mientras sacude la cabeza, y veo una lágrima


caer por su mejilla. Me hace sentir mal verlo así.

—Lo siento mucho. —En la habitación oscura y silenciosa, mi voz


suena fuerte.

Tomo una de sus manos en la mía y le acaricio sus dedos largos y


fuertes mientras se retuerce y jadea.

—Lo siento —gruñe.

—No, no lo sientas. Si el médico no llega pronto, llamaré de nuevo.


Y si sabes algo que podría hacer para ayudar, dímelo. —Me inclino y le
beso la frente—. Estoy aquí contigo. Siento mucho que tengas dolor.

Mientras me inclino contra la cama, mis ojos vuelven a la mesita de


noche. Miro fijamente el líquido en el vaso, pensando en lo terrible que
debe sentirse para tomar licor por su dolor de cabeza. ¿Qué podría estar
mal?

Ha estado quieto durante unos minutos cuando levanto una mano


de su cabello. Su mano aprieta la mía. Presiono un beso en sus nudillos,
luego subo con cuidado hasta la cama a su lado. No puedo evitar pensar
en lo mucho que esto me recuerda la primera noche que nos conocimos.
Él se quedó conmigo; yo me voy a quedar con él.

En algún momento, no mucho más tarde, oigo un pequeño


chasquido, y me doy vuelta y encuentro a un hombre en un pantalón
caqui y una camisa a cuadros de pie en la puerta. Tiene cabello gris y
anteojos negros, que lucen extraños en su rostro. Cuando entra, toma
una linterna de lo que parece ser un maletín.

—¿Liam?
Liam cubre su rostro con mi mano y la suya. Observo cómo los ojos
del hombre se ensanchan ligeramente cuando se da cuenta de que Liam
se siente demasiado mal para hablar.

Su mirada se encuentra con la mía. —¿Qué es esto?

Recuento lo que pasó en el caballo y lo que Liam me contó sobre las


migrañas. Cuando digo ese pedacito particular, sus cejas se estrechan.

—Soy el Doctor Burns —dice mientras enciende la lámpara de la


mesita de noche. Sus ojos barren la habitación, permaneciendo en la
mesa junto a la cama. Levanta la bebida y le da un trago.

Su boca está apretada mientras me aleja de Liam, que está acostado


sobre su espalda ahora. El médico toma un estetoscopio y toma los
latidos de Liam y enciende una linterna.

—Mierda —gime Liam, retrocediendo.

La mirada del doctor se mueve de Liam hacia mí. —¿Qué tiene?

—Se refieres a…

—Drogas.

—Uhm, nada. Nada que yo sepa. Nosotros no...

El doctor ni siquiera me mira mientras dejo de hablar; él busca algo


en su bolsa, eventualmente saca un brazalete presión arterial. Los ojos
de Liam permanecen cerrados, su rostro todavía pálido, mientras el
doctor Burns envuelve el brazalete alrededor de su bíceps y presiona un
pequeño botón negro en la caja, haciendo que el brazalete se infle.

Liam cambia a medida que se pone más apretado. —¿Lucy?

—Aquí estoy. —Suavemente toco la mano en el brazalete—. Oh


espera... ¡es su brazo derecho! Cayó de su caballo y aterrizó en él.

—¿Se cayó de un caballo?

Asiento. —Sí. Le dije eso a su primo. Fue como si fuera a


desmayarse.

—¿A qué hora fue eso?

—Más temprano. Hace cinco o seis horas. O siete.

El doctor toma otro trago de la bebida de Liam, y me sorprende que


esté bebiendo en el trabajo. Cuando el brazalete de presión arterial emite
un pitido y se desinfla, miro el número, aunque sé que es curioso, me
sorprendo al ver la lectura: 220/111.
Puedo sentir mi boca abierta. —Eso es realmente alto, ¿verdad?

El rostro del doctor está tenso, su frente arrugada, su boca


presionada en una línea delgada.

—¿Cuánto tiempo, Liam?

Frunzo el ceño hacia Liam, agarrando su cabeza con su mano libre,


el brazalete todavía alrededor de su bíceps.

—¿Cuánto tiempo? —pregunta de nuevo el médico.

—Quizá desde abril.

Arrugo la frente. Estamos en la primera semana de septiembre.


¿Qué están hablando de abril?

—¿Firmaste el contrato de confidencialidad? —Me pregunta el


médico.

Asiento por impulso, mis intenciones sinceras.

Sus ojos azules se mueven de Liam a la mesita de noche, y


finalmente a mí. Levanta el vaso mientras mira a mis ojos. —Parece que
Liam está en abstinencia de alcohol.
CAPÍTULO 30
Liam
—¿Quién es ese hombre, mami?

—¿Cuál hombre, mi amor?

—El de cabello largo y oscuro.

Mi mamá suaviza el edredón sobre mi pecho, mi lámpara en forma de


estrella ilumina su cara bonita en la oscuridad de mi dormitorio. —¿Has
visto a un hombre de cabello largo y oscuro, cariño?

Asiento. —Anoche.

—¿Dónde le viste?

—Me levanté para buscar un poco de agua.

Las cejas de mamá se arrugan como las orugas. —¿Anoche?

—Sí... lo vi entrar en tu habitación. El padre de Drucilla Gibson.

—No creo que viste al padre de Drucilla Gibson, querido. No aquí.

Asiento. —Sé que era el padre de Drucilla. Cada vez que lo veo, me
da una mirada de mal humor.

La boca de mi madre está fuertemente cerrada, así que puedo ver sus
hoyuelos y su ceño fruncido. —Ronald Gibson es un amigo de la familia,
Liam. Es uno de los mejores amigos de tu padre. No estuvo aquí anoche.

Me tiro las cubiertas sobre mi cabeza. No quiero ver la cara de mi


mamá cuando luce así de molesta...

—Sé que lo vi.

—¿Viste a quién?

—Vi al hombre. El hombre con el cabello oscuro. —Siento una mano


fría en mi frente, siento sus dedos acariciando—. ¿Dónde está? La
dejaron entrar a ella... se supone que era... mi fiesta.

—Es tu fiesta. Está bien. —Creo que la huelo: Lucy. Siento sus labios
contra mi mejilla, y se siente tan bien. Casi aleja el miedo que golpea mi
pecho. La alcanzo, pero mi hombro grita de dolor. Me hace jadear.
—¿Recuerdas lo que dijo el doctor? —susurra—. Trata de no mover
el hombro, ¿de acuerdo? Por eso lo tiene así, envuelto. ¿Recuerdas cómo
dijo que lo dislocaste?

Bizqueo para mirarla. —Vi al hombre.

La huelo. Puedo oler lo bien que huele. Vainilla.

—Sé que lo hiciste —susurra. Tiene manos suaves. Las siento en mi


cabello. Por qué está tan largo, me pregunto.

—¿Lucy?

—Estoy aquí.

Un gemido que no espero derrama de mis labios, porque me duele


tanto. —Me duele la cabeza —jadeo—. ¿Puedes... cortarme el cabello?

—Cortarte el cabello… ¿ahora mismo?

Intento sentarme, gruñendo por el dolor en mi hombro. Me apoyo


contra su hombro, Lucy está tumbada contra mí, y miro a su alrededor.
La habitación está oscura. Borrosa.

—Córtame el cabello —digo. Cada palabra, cada uno de mis


movimientos, duele demasiado—. Solo quiero... no más cabello largo.

—Liam, ¿estás seguro?

—Por favor, Lucy... córtalo, por favor.

Siento su mano en mi mejilla. —El doctor Burns volverá pronto con


algún medicamento para ti. ¿Recuerdas lo que dijo?

Trato de abrir los ojos, a pesar del terrible martilleo que siento en mi
cabeza. —No luzco como él. Era suyo. Ese era suyo, ese bebé era... —Mis
ojos se están cerrando, pero veo su cara preocupada. El rostro de mi
madre es blanco y muerto. La cara de mi Lucy está desconcertada.

—No conozco al bebé. —Trato de decirle con mi voz rota. Nunca


conocí al bebé de mi madre, mi hermana, porque murió.

También voy a morir. Puedo sentirlo.

—Lucy... ¿me abrazas?

—Seguro. Por supuesto. Pobre Liam.

Estamos acostándonos otra vez, y Lucy me abraza. —Mi cabeza


duele... mucho.
—Dijo que es porque tu presión sanguínea es alta. El doctor te dio
algo para eso. ¿Recuerdas? Ha pasado casi una hora desde que lo
tomaste. Te dio una inyección de analgésicos también. Así el dolor de
cabeza se aliviaría.

—Todavía duele —murmuro. Su mano acaricia mi cabello—. Aunque


eso... —Lo que está haciendo me hace sentir mejor. Mi Lucy.

—Va a volver con algo que ayudará a desintoxicarte.

—Desintoxicarme...

—Dijo que tenías que tomarlo por tal vez unos días, y entonces
podrías disminuir la dosis. No te preocupes. Te ayudará a sentirte mejor.
Ven aquí... —Se envuelve a mi alrededor, instándome a apoyar mi mejilla
contra la suavidad de su cuello.

Lucy
Ver a Liam así, temblando, agarrándose la cabeza y murmurando
tonterías, es mucho más difícil, mucho más extraño de lo que jamás
habría sabido. No es como si lo conociera desde hace mucho tiempo, pero
en el tiempo que lo conozco, supongo que me he acostumbrado a su
sonrisa fácil, a la manera cuidadosa con que se mantuvo alejado de mí el
primer día que estuve aquí, antes de que poco a poco estuviéramos juntos
como un par de imanes.

Antes de que el médico saliera la primera vez, reprendió a Liam,


diciendo—: Podrías haberlo disminuido.

Liam, con los ojos cerrados, apretó la mandíbula y sacudió la cabeza,


y sé por qué. Sé por qué dejó de beber de una vez.

—Recetaré Librium. No por unos días, si no más. Veremos cómo le


va con eso. —dijo el doctor Burns.

Entonces el médico se fue, diciendo que volvería pronto. Tan pronto


como se cerró la puerta, Liam susurró—: Deberías irte, Lucy.

Pero todavía se aferra a mí. Parece que le gusta presionar su cara


contra mi garganta y ocultarse en mi cabello.

En este momento, está murmurando algo sobre pagarle a alguien.


Le acaricio el cabello. —Está bien…
El Dr. Burns regresa poco tiempo después con un poste intravenoso
que hace que mi estómago se revuelva cuando lo veo. —Quiero dar la
primera dosis de Librium de esta manera, junto con algunos electrolitos
y vitaminas. Cosas que conseguiría si estuviera en un centro.

Mierda. Un centro.

Sostengo a Liam cerca mientras el doctor limpia el interior de su


codo con un hisopo de alcohol. Cuando entierra la aguja, él se tensa un
poco. Cuando el doctor le conecta la bolsa intravenosa, lo siento temblar.

Sé que el doctor está aquí para ayudar, pero me alegro cuando se


va. Nos dice que regresará en dos horas y me da instrucciones de llamarle
si ocurre cualquier cosa. Cuando la puerta se cierra, empujo al pobre y
quieto Liam más cerca de mí.

—¿Tu dolor de cabeza está mejor?

No contesta, así que juego con su cabello. —Estás bien. Pronto te


sentirás mejor. ¿Hay algo que pueda hacer por ti ahora mismo?

—Estoy preocupado —Susurra.

—¿Por qué?

—Por… ti.

—Estoy bien.

—El bebé —gruñe.

—El bebé también está bien. Lo prometo.

Él sacude su cabeza, rodando ligeramente los ojos.

Durante las siguientes horas, lo sostengo mientras tiembla y suda.


Le coloco un trapo frío en la frente y garganta, mientras acaricio su
cabello. Finalmente, lo que sea que hubiese en la intravenosa, parece
funcionar.

Siento como su cuerpo se relaja, se queda quieto y se duerme con


su brazo a mi alrededor. Murmura toda la noche. Habla sobre su madre
y él bebe. Me besa y una vez, me pide que me vaya, que mantenga al bebé
lejos de él.

—Estás bien, así que el bebé también.

Lo sostengo, es todo lo que puedo hacer. En algún punto de la media


mañana, se despierta y parpadea lentamente por la habitación. Luce
perplejo, infeliz.
—¿Estás bien? —Acaricio su frente—. ¿Te sientes mal?

Él cierra los ojos.

—Avergonzado —dice con voz ronca.

—No te sientas así, está bien.

Sacude su cabeza.

—Somos amigos… y amantes también, ¿recuerdas? —bromeo.

—No quiero estar así para ti. —Descansa su brazo sobre la cara.

—No tienes que estar de ninguna manera para mí.

—No sabía… no pude parar.

—No, por supuesto que no. Lo sé cariño, no te preocupes. Todo


estará bien, solo duérmete.

Liam
—La gente se enteró de alguna manera que estoy embarazada. No sé
cómo los paparazis se enteraron. Algunos piensan que es tuyo, pero nadie
está seguro. Ese es solo un lado de la historia poco creíble y sin pruebas
de los tabloides de chismes.

Lucy rueda los ojos, coloca su mano sobre su estómago aún plano.
Se ve hermosa con un vestido estampado color rosa y blanco. Tiene el
cabello suelto alrededor de sus hombros.

—Voy a conseguirte algo de pollo y postre de manzana —dice las


últimas palabras con un suave acento—. Solo quiero que comas, al
menos un poco.

Antes de irse, se apoya sobre la cama y toma una almohada. La miro


de frente mientras la coloca detrás de mí. Bajo la mirada y ahí es cuando
me doy cuenta. —Mi cabello…

Ella se muerde el labio. —Querías que te lo cortará. ¿Está bien?

Inclino mi cabeza. Miro como Lucy pone las sabanas y el edredón a


mi alrededor. Recuesto la cabeza sobre la almohada y cierro los ojos. Me
siento pesado, lo detesto.

—El doctor Burns dijo que ya podías dejar de tomar las pastillas a
partir de hoy. La intravenosa también se ha ido.
Miro mi brazo. ¿Había una intravenosa? Jesús, soy un desastre. Me
froto los ojos.

—Clary. Necesito… ir a Clary. —Ahora que no estoy ahogado en


whisky, y que Lucy está en la foto, no puedo dejar que esta mierda
continúe así.

—¿Qué tal mañana? No creo que el doctor te deje viajar hoy.

Asiento. Es demasiado penoso explicar por qué no conduzco por mi


cuenta. Y es mucho trabajo hacer cualquier cosa más que tumbarme en
una cama y mirar la luz detrás de las cortinas.

Cuando despierto alguna otra mañana, mi mente está nublada con


imágenes de Lucy en la cama conmigo, sus labios en mi mejilla y su risa
cerca de mi oído. La encuentro sentada con las piernas cruzadas en un
asiento conjunto a la ventana, leyendo un libro de tapa dura y tomando
pequeños sorbos de una botella de vidrio marrón. Veo sus labios curvarse
en una pequeña sonrisa. Me doy cuenta de Grey sobre sus pies descalzos.

Mis ojos se deslizan por sus tobillos, por sus pantorrillas


descubiertas, por sus cremosos y curvos muslos, de los cuales me doy
cuenta y están desnudos porque lleva una bata y con las rodillas
entrecruzadas, se le sube un poco.

Jesucristo, es grandiosa. ¿Por qué sigue aquí?

Supongo que siente mi mirada en ella, porque sus ojos vuelan hacia
mí. Cuando encuentran mi rostro, se ensanchan y en su boca se forma
una gran sonrisa.

—¡Hola! Estás despierto.

—Eso parece —Me recuesto sobre uno de mis codos, entrecerrando


mis secos ojos por un segundo antes de mirar la habitación. Luce
normal… creo. Hay algunas flores en una mesa de la esquina: tulipanes
rojos.

Noto un portátil desconocido en otra mesa pequeña. Y un labial en


la mesa de noche.

—Has estado un poco fuera de ti durante los últimos dos días.

Parpadeo hacia ella, sintiéndome como un estúpido de mierda. ¿Un


poco? si ni siquiera recuerdo el día pasando a ser noche.

Trago saliva y me siento mejor, volteo mí…

—Mierda
—Tu hombro, sí… ¿cómo lo sientes?

Lo pruebo con un pequeño movimiento, tanteando.

—Está bien.

—Bien. —Camina acercándose a la cama, metiendo sus manos en


los grandes bolsillos de la bata—. El doctor dijo que deberías estar
sintiéndote mejor.

Asiento.

Hay un momento en el que nos miramos fijamente. Lucy se ve un


poco tímida y siento que lo mejor que puedo hacer es huir. Maldición, me
siento jodidamente avergonzado. Así que, me cubro los ojos con una
mano, con la esperanza de que piense que lo hago por la luz de la ventana
que me lastima la vista.

Siento su cuerpo hundirse en el colchón, seguido por sus brazos


alrededor de mis hombros, luego, su boca contra mi sien. —Por favor, no
actúes raro conmigo. No seas tímido y todo eso. Has sido un perfecto
caballero y un sexy embustero vestido solamente en pequeños bóxers. He
visto un montón de esas joyas.

Siento su mejilla curvarse, presionando sobre la mía. Se aparta


ligeramente y puedo ver su sonrisa sincera. Mueve las cejas, luciendo
bella y burlona.

Mis ojos se cierran. No quiero hacerlo, pero actúan por su cuenta.


Simplemente, no puedo mirarla.

—Te puedes ir cuando quieras. —Me escucho decir con una voz
ronca—. Estaré bien.

Golpea el hombro. Abro mis ojos de golpe. —Liam Clary. No puedo


creer que tires esa mierda sobre mí.

—¿Qué? ¿Qué estaré bien? —Mi temperamento se eleva como una


maldita ola. Me encuentro apretando los dientes, mi pulso latiendo en mi
sien—. Estoy bien.

—Sé que sí. ¿Piensas que estoy aquí porque pienso que podrías
morir sin mí? Sé que eres un príncipe, Liam. Hay personas haciendo fila
para cuidar de ti y ayudarte. Gente que conoces y en la que confías.
Personas que han firmado sus contratos de confidencialidad, así que no
te preocupes. No he dejado entrar a ninguno de ellos porque quería estar
contigo.

—¿Asegurándote de que sigo en pie por él bebe?


El rostro de Lucy se oscurece. Su boca forma una línea. Luego,
mastica su labio. Espero que hable... o se vaya.
CAPÍTULO 31
Lucy
No estoy realmente sorprendida. Pensé que se sentiría avergonzado
cuando se despertara. Alguien como Liam, por supuesto que lo estaría.

No soy idiota. Sé que probablemente se ve a sí mismo como un tipo


soltero fresco. A pesar de las cosas que me dijo en nuestro breve tiempo
juntos, Liam es joven y asquerosamente rico y encantador. No sé si puedo
confiar en las cosas que dijo acerca de sus sentimientos por mí ahora que
está sobrio, pero sabía que estaría avergonzado cuando se diera cuenta
de que me había quedado y cuidado durante sus primeros días de
desintoxicación.

Lógicamente, sé que no debería estar sorprendida o herida.

Y aun así…

Suspiro y subo al pie de su cama.

—Estás de mal humor.

—¿Tú crees?

No puedo evitar sonreír un poco a este Liam gruñón con el cabello


corto y una hermosa boca hosca.

—Creo que sí. —Arqueo una ceja, y noto la contracción de su


mejilla—. No sonrías, Liamie. No lo hagas. Lo digo en serio. Si sonríes,
tendré que saltar sobre ti y patearte el culo por ser un idiota gruñón.

Un lado de su boca sube. Con esfuerzo, lo aplana.

—Tal vez tenga que besarte para la sonrisa de tu boca. Si sonríes.

Y allí va. Le sonrío, triunfante, y luego me lanzo a su pecho desnudo.

El Liam que envuelve sus brazos alrededor de mí es tan glorioso y


cálido, el músculo duro bajo la piel suave y aterciopelada todavía
bronceada por su verano salvaje.

Su boca, primero en mi frente, se siente tan bien. Entonces sus


labios se deslizan por mi mejilla. Su lengua se desliza en mi boca, y
nuestro beso se profundiza. Liam gruñe, el sonido se pierde contra mi
piel aunque siento el eco de la opresión en su cuerpo.
—Cristo…

Y entonces caemos. Mis manos llegan a su cabello al principio, luego


se agarran a su cuello mientras lo beso tan fuerte como puedo, tan duro
como he querido en los últimos días. Liam me jala tan cerca que mis
pechos están contra su pecho. Me toca el culo, luego me da la vuelta, me
presiona en sus almohadas mientras sube encima de mí.

—Lucy... Lucy, Lucy. —Miro mientras su cuerpo se curva, su


hermoso rostro se acerca más cuando besa… me muerde la garganta. Su
boca es dura y cálida, esparciendo escalofríos en mi cuerpo, haciéndome
jadear, luego gemir mientras sus dientes muerden... y luego su lengua
lame. Terciopelo cálido y suave.

—¿Crees que puedes quedarte aquí y escapar de esto? —Su boca se


mueve por mi mandíbula, haciendo que mi cuerpo se sacuda de placer;
entonces sus labios están de vuelta en los míos. Es áspero, casi furioso
mientras domina mi boca y me acaricia el cuerpo, metiéndose debajo de
mi bata, entre mis piernas. Sus dedos me tantean, me llenan
deliciosamente, haciéndome gemir y arquearme contra él.

—Liam...

—¿No es esto lo que querías? ¿Te quedaste aquí para que te follara
una vez más?

Se inclina hacia abajo entre mis piernas, sus amplios hombros


forzando mis rodillas a separarse mientras su boca está más cerca de mi
coño. —Me alegraré de follarte.

Mientras su lengua golpea mi clítoris y mi cuerpo se sacude, estoy


agarrando su cabello más fuerte. Me presiono contra su cara, impulsada
por pura necesidad, tratando de hablar, para decirle que está lleno de
mierda. Pero no soy rival para su lengua y sus dedos.

Termino gimiendo, casi gritando, mientras se deleita en mi tierna


piel. Me vengo dos veces, antes de levantarme de la cama. Ahora está
acostado, sin calzoncillos, su larga polla dura, su mano bombeándose.

—Ponte encima de mí, Lucy. Necesito ese cuerpo... necesito estar


dentro de ti.

Sus ojos brillan, pero lucen duros... y diferentes. No estoy segura de


lo que está buscando probar, pero no me importa. Lo quiero tanto, me
importa tanto, no puedo hacer nada más que ponerme sobre él y
extenderme para poder tomar su polla larga y gruesa. Me siento sobre él
lentamente, observando la tensión en su rostro mientras lo cubro poco a
poco lentamente, gloriosamente.
Entonces estoy tan llena que no puedo evitar gritar. Liam se está
moviendo, tomándome y empujando. Miro su cara y veo su mandíbula
tensa, sus ojos cerrados firmemente. Noto sus pezones duros y quiero
pellizcar uno, así que lo hago, y sus ojos se abren.

—Niña mala, Lucy.

Antes de que lo sepa, nos voltea, y estoy debajo de él. Liam está
entrando en mí con fuerza y me hace gritar, me hace enterrar mis uñas
en su piel.

Me folla como si quisiera castigarme, corriéndose tan duro como yo


al final. Observo su rostro cuando se viene, su polla pulsando dentro de
mí, sus gruesos brazos sobre mí. Sus ojos están cerrados mientras se
retira y se da la vuelta.

Permanece allí, sentado sobre sus rodillas, mi vista de los surcos


musculosos de su increíble culo. Miro su mano se arrastra hacia atrás,
buscando su cabello. Miro sus dedos mientras se aprieta el cuello.

Cuando se vuelve hacia mí, su cara es dura y fría, y me siento


enferma antes de que incluso hable.

—Bebo, Lucy, debido al... estrés. No me di cuenta de que no podía


parar, pero tal vez es porque no quería darme cuenta. Es mi culpa. Todo
depende de mí. Y es una debilidad. Nada más y nada menos. —Abro la
boca, pero la expresión de su rostro me tranquiliza—. No sabes quién soy,
Lucy. No realmente.

—Sí lo hago.

Su mandíbula se contrae mientras me mira fijamente. Sacude su


cabeza.

—No soy real. No soy un príncipe. Y no quiero una princesa.

Cuando no respondo, porque estoy demasiado confundida, se


arrastra hacia mí, me levanta y me pone en la alfombra junto a su cama.

Me pasa mi bata. —Quiero un tiempo a solas, por favor. Podemos


hablar en otro momento. —Sin otra mirada, se baja de la cama y
desaparece en el baño. Poco después, oigo el agua de la ducha.

Santo jodido infierno. Tomo a Grey en mis brazos y camino


lentamente por el pasillo.
Liam
No estoy seguro de haberme sentido jamás tan querido, ni haberme
odiado tanto. Me quedo en mi baño hasta que hay tanto vapor que me
ahoga. Porque sé que estará en mi cuarto cuando salga. Conozco a Lucy.
Ella estará allí con los brazos abiertos, porque ella es así. Es buena y
amable y perfecta. No es lo que merezco en absoluto.

Me siento tan seguro de que estará allí esperando en una silla o en


mi cama, hago algo que no he hecho en años: me hundo en el suelo, hago
la cruz y hago una oración silenciosa.

Que cuando le diga lo mal que me siento por lo que dije hace un
rato, verá que lo digo en serio y me perdonará. Puedo explicar el naufragio
que es mi vida y ella no me verá de la manera que estoy seguro de que
todo el mundo lo haría. Débil. Patético.

No es sorpresa que yo no sea rey. Nunca he tenido los rasgos que se


necesitan para gobernar. Ni siquiera puedo controlarme. Pero puedo
controlar la forma en que trato a Lucy.

Puedo darle todo lo que tengo. A ella y a nuestro bebé.

Puedo ponerme de rodillas y decir que siento haberla tratado tan


mal después de que me dio tanta bondad.

Me parece apropiado que la única ropa que tengo a mi disposición


es una bata negra. Desnudo. Cubierto de oscuridad.

El momento en que tengo el coraje de abrir la puerta del baño y


entrar en mi habitación, me siento enfermo y tembloroso, avergonzado y
necesitado. Dios, la quiero tanto.

Cuando salgo, mi habitación está vacía.


CAPÍTULO 32
Lucy
Estoy caminando en el bosque más allá de los establos cuando
escucho el crujido de unos neumáticos detrás de mí. Ni siquiera me doy
la vuelta al principio, pero me caliento: desde la cabeza al estómago, todo
de una vez.

Gracias a Dios. Imaginé que Liam me encontraría. Ha pasado casi


una hora. Si no se presentaba pronto, iba a volver a su habitación y le
exigiría que hablara conmigo. Que se explicara.

Mientras vagaba, he estado tratando de dar sentido a lo que me dijo.


Que no es de la realeza. No es un príncipe.

Estresado. Borracho. No es un príncipe.

¿Qué significa eso?

Mi mejor conjetura es que encontró que quizás él es… ¿un hijo que
su madre tuvo con alguien aparte del Rey Gregory? Eso se ajusta a
algunos de sus susurros sobre alguien llamado Drucilla, a quien llamó
“repugnante” y a la que se refirió en una ocasión como “mi jodida
hermana”; sobre la necesidad de darle dinero a alguien; sobre “cuando
todo el mundo descubra mi nombre”.

Dejo de caminar y cierro los ojos. Pobre Liam. Cuando entre al auto
con él, espero que diga las cosas correctas.

Me vuelvo despacio, controlando mi rostro para que no luzca enojado


o demasiado disgustado, o como si le tuviera lástima.

El rostro que veo a través del parabrisas está enojado. Tan, tan
enojado, que el miedo se enciende en mi pecho. Tengo miedo de Liam.
Excepto que a medida que se acerca, me doy cuenta de que no es Liam.

No sé quién es, no sé por qué está aquí, pero cuando me doy cuenta
de que no es Liam quien está detrás del volante de mi Range Rover
alquilado, algo muy dentro de mí grita: ¡CORRE!

Corro hacia los árboles, lejos del castillo y los establos. Corro hacia
el océano y me siento bien hasta que noto la ausencia del sonido del
motor. Hasta que escucho el ruido de pisadas en el suelo cubierto de
hierba detrás de mí.
Escucho un gruñido. —Tú, maldita perra. —Antes de que un gran
peso me golpee, llevándome al suelo. Golpeo el suelo del bosque con tanta
fuerza que el aliento es expulsado de mis pulmones.

¡El bebé!

Antes de que recupere la respiración y la fuerza para rodar sobre mi


espalda, estoy siendo tirada sobre un hombro grueso y llevada en
dirección a mi auto. Me doy cuenta de que debería gritar así que empiezo
a hacerlo.

Algo duro me golpea en la parte posterior de la cabeza.

Escucho la risa gutural de una mujer.

En algún lugar distante, soy consciente de que estoy acostada y en


movimiento. Veo que los árboles se mueven a través de la ventana del
auto. Tal vez escucho el chirrido de los neumáticos.

—¿Conseguiste al gato? —pregunta una voz masculina.

—Claro que sí —dice la voz fémina—. Qué buen chico eres…

Estoy confundida. Y cansada. ¿Quién querría a mi gato y a mí?


Escucho el nombre de “Dru” y una bombilla se enciende dentro de mi
cabeza. Se extingue rápidamente.

●●●

—Puedo ver la atracción. —dice una voz femenina con acento


británico—. Definitivamente es la más bonita de las tres.

—Ese texto para Heath fue una bendición —dice una voz más baja.

Escucho la risa de una mujer. —Solo Liam. Tan frenético. Siempre


fue del tipo de asentarse y jugar a la casita.

—Con ambos buscándola… no estoy seguro de que será lo mejor


para hacer —dice el hombre después de un momento.

—Todavía voto a favor de simplemente llamarlo. Que se reúna


conmigo aquí con el dinero, que por cierto no ha entregado, y no
menciones a Lucille Rhodes para nada. Él viene aquí, tú y Briggs lo atan.
Le damos a Lucille la inyección, la dejamos “saltar” del acantilado, Liam
va tras ella en su estado drogado y se ahoga. Dejamos correr la historia
a través de mi contacto en la Guardia de que él estaba casi desheredado
debido a cuestiones de paternidad, había estado bebiendo, tal vez
deprimido…
—¿Y cuándo se descubra que soy realmente el medio hermano del
rey? —pregunta el hombre.

—Eres el hijo de Gregory Primero, con tanto derecho al trono como


nuestro actual rey imbécil. Sin importar de quién fuera tu madre. La
muerte de Liam solo se reflejará pobremente en el Rey Gregory. Tengo un
punto de acceso a fuentes más que dispuestas verificar que nuestro
querido rey golpeó al pobre Liam cuando era joven. Así que tenemos a un
rey abusivo, un hijo muerto y ahogado, y eso estará por encima de un
escándalo internacional de celebridades. Gregory se verá horrible. Tú
impecable, liderando un cambio muy popular en el parlamento, y
promulgando el voto como lo hemos planeado todo el tiempo. Nadie
sospechará de ti nada desagradable, padre. Uno de los beneficios de
mantener la nariz limpia y no ser un idiota abrasivo.

El hombre ríe entre dientes. —Supongo que es bastante duro. Eres


muy parecida a mí, Drucilla. Por mucho la hija de tu padre.

—Eso me dicen.

—¿Y estás de acuerdo en que nadie sabe, nadie se ha enterado, de


este… escenario?

—¿Cómo lo sabrían? —pregunta Drucilla—. Liam está muerto. Sin


duda será incinerado rápidamente. Sabes que Gregory no querrá que a
su cuerpo se le hagan exámenes de drogas. No sabrá que Liam no es
realmente tu hijo. No lo sabrá; ni de aquí, ni de ahí. Él asume que Liam
es tu bastardo, siempre lo ha hecho, como todos. Sea como sea, ¿qué
razón tendrías para matarlo? ¿Tu propio hijo? Si Liam era tu hijo, no te
quitaría el trono.

—Es verdad —dice la voz profunda—. Gregory siempre ha pensado


que Liam era mío. Y no sabe que tengo conocimiento de que sus hijos con
esa puta que tiene de esposa son ilegítimos, pues vienen de tubos de
ensayo. Así que, si piensa que Liam es mi hijo, y no sabe que sé que sus
hijos vivos no pueden subir al trono, tienes razón: mi nariz está limpia.

—La has mantenido limpia durante años. Esta es tu recompensa,


papi.

Escucho una silla crujir. —Supongo que sí. Serás una excelente
representante, Drucilla. Haces que tu padre se sienta muy orgulloso.

—¿Entonces debería llamarlo?

—Sí. Estoy de acuerdo, sin mensajes de texto.

Mientras sus palabras se alargan y borran juntas, lo que he


aprendido nada a través de mi mente.
¿El padre de Liam lo golpeaba? ¿Eso fue lo que le dejó esas
cicatrices? ¿El rey de Gael es un abusador de niños?

¿Y no cree que Liam es su verdadero hijo? ¿Cree que la madre de


Liam lo engañó? ¿Es este tipo, el padre de Drucilla, realmente de la
realeza o no? Ese detalle me elude, por cortesía de cualquier droga que
me haya sido…

¡Oh, Dios mío, EL BEBÉ!

¡Mierda! ¡Me dieron drogas!

Tan pronto como el pensamiento golpea mi mente, siento un


pinchazo de dolor entre mis piernas. Oh Dios mío, ¡tengo cólicos! ¿Voy a
perder al bebé?

Los detalles rugen en mi mente: algo sobre mí cayendo de algunas


rocas y Liam ahogándose.

El miedo enfermizo me inunda. Apenas puedo respirar.

Trato de abrir los ojos y encuentro que hay algo puesto sobre ellos,
manteniéndome a ciegas. Intento mover los brazos, pero están atados
firmemente a mi espalda. Trato de mover los pies, pero por supuesto,
también están atados.

Respiro fuerte cuando me doy cuenta de que necesito calmarme de


alguna manera. Visualiza. No necesito mostrarles que estoy despierta.

Inhalo por la nariz y exhalo a través de la boca e intento imaginar


una isla tranquila, mi habitual visualización. Todo lo que puedo ver es a
mí saltando de un acantilado y a Liam ahogándose, así que me imagino
las montañas alzándose en mi casa en Estes.

Puedes hacer esto, Lucy. Solo mantén la calma y piensa.

Trato de recordar todo lo que he aprendido en terapia desde lo que


Bryce hizo. Cómo hacer un chequeo mental sobre mi cuerpo y reconocer
todo el dolor, y aceptarlo para que pueda pensar a pesar de él. Me duele
la cabeza, me duele la boca, me duelen las muñecas, el vientre bajo
también, me duelen las piernas, me duelen los tobillos…

Bien.

Estoy acostada en un colchón o en una cama; creo. Un sofá, tal vez.


Es algo suave. Puedo sentir aire cerca de una de mis manos. ¿Tal vez una
ventila de aire? ¿Estoy en un colchón en el suelo? ¿Un futón?
Me doy cuenta como un comienzo de que debería estar escuchando
más conversación. Pero… no hay nada. Todo está tranquilo ahora, como
si se hubieran ido.

Dios, mi cerebro está revuelto. Me pregunto qué me dieron…

¡Oh, no, no lo harás!

No puedo pensar en eso, porque me llevará a pensar en el bebé.


Pensar en no pensar en el bebé envía un rayo de horror a través de mí.
Lo reconozco y luego lo dejo a un lado.

Necesito enumerar mentalmente lo que he aprendido.

Alguien llamada Drucilla me tiene, y su padre está con ella. Es


abogada, creo que eso es a lo que se refieren cuando dicen
“representante” y su padre es… del parlamento, ¿creo que lo dijeron?

Él tiene una buena reputación. No sería sospechoso de un doble


homicidio.

Drucilla ha conocido a Liam desde hace un tiempo. Al menos eso


pensé. No puedo recordar por qué ahora…

El padre de Liam, el rey, lo sospecha, pero no sabe a ciencia cierta


si Liam es realmente un hijo bastardo. Lo que explica por qué Liam me
dijo que no es un príncipe.

Liam no es un hijo bastardo.

¿Tal vez estas dos personas lo han estado chantajeando?


¿Amenazándolo con resultados una prueba de paternidad, y revelar que
no es de la realeza?

Dios. Pobre Liam.

Siento algo suave contra mi tobillo, y mi corazón da un salto.


Entonces siento la textura rugosa y áspera de la lengua de un gato.

¡Grey!

Mientras Grey me lame, pienso en todas esas historias de internet


sobre las personas y sus mascotas. Freddy, el pitbull que despertó a una
mamá de su sueño cuando la recién nacida Laura dejó de respirar. Ese
león que corre y salta a los brazos de su antiguo guardián. El gato que
murió en una casa en llamas junto a su dueña, acurrucado junto a ella.

Mi estómago se revuelve con náuseas.


Noto el olor a… ¿canela? Es un olor a casa, como del tipo que viene
de un Glade.

Estoy en la casa de alguien.

Grey me lame, y tengo deseos fútiles de que él pudiera hablar o


desatar cosas o empuñar un cuchillo en mi defensa. Me pregunto cuánto
tiempo pasará antes de que mis secuestradores noten que Grey está en
aquí conmigo. Me pregunto si se darán cuenta de que estoy despierta.

Pongo un poco de esfuerzo en regular mi respiración. Pienso en los


leones abrazando a la gente y ese video en Internet de un perezoso
rascando la cabeza de un gato.

Entonces escucho una puerta abrirse, y sus voces son lo


suficientemente ruidosas como para decirme que están en mi habitación.

—Oh, ahí está. Ven aquí, gatito. Ven con mami.

Brazos duros me recogen. Escucho una risa mientras soy arrojada


sobre un hombro dolorosamente duro.

—¿Jugando al gusanito?

No hablo ni me muevo.

—Tenemos un nuevo plan para ti. —Me siento esperanzada, rezando


para que me lleven a algún lugar más público que una habitación dentro
de una casa.

Eso es hasta que escucho el océano. Siento el suelo áspero de lo que


huele como un barco.
CAPÍTULO 33
Liam
Se fue… sin decir una palabra.

No la culpo.

Debió haber estado molesta, porque aunque se llevó a su gato y la


mayoría de sus pertenencias pero dejó varias cosas, como si se fuera ido
con prisa sin pensarlo.

Lo primero que hago cuando me doy cuenta es envíale un mensaje


a Heath. Tengo que encontrarla.

Estoy en ello, hermano. Eso es lo que me responde.

Heath le dice a Ain, y Ain regresa de vacaciones unas horas después


de que noto que ella se ha ido. Él me revisa, diciéndome que está
orgulloso de mí, al parecer su sentido del olfato era mejor de lo que creía,
y va a su oficina para buscar su auto alquilado y planes de vuelo.

Mientras tanto, ignoro dos llamadas de Drucilla.

Sé que debo responder, pero me siento como una mierda, y no quiero


ir a verla ahora mismo. Si le dicen a la prensa, que así sea. Ya le dije a la
única persona cuya opinión importa. ¿Qué es el resto del mundo?

En algún momento, la historia saldrá: no soy un príncipe. Mi madre


engañó a mi padre con un viejo amigo de la familia, el amigo de mi padre,
un tal Ronald Gibson, que en este momento es líder en el Parlamento de
nuestro país. Él y su hija, Drucilla, mi media hermana secreta y
compañera de juego de la infancia, me han estado chantajeando por más
de medio año, amenazando con hacer que mi padre biológico, Ronald, se
haga una prueba de ADN demostrando que es mi padre e ir a la prensa
a contarlo.

Le pregunté el por qué hace mucho tiempo a Dru.

Ella sonrió y dijo—: ¿Por qué no?

Dru y yo nos enganchamos una vez cuando éramos más jóvenes, y


en lugar de estar disgustada como lo estoy yo ahora que sé quién es ella
realmente, parece amar nuestra perversa historia.
La odio más de lo que nunca he odiado a nadie, excepto a mi padre
biológico, Ronald. Lo cual es decir algo, dado cómo el Rey Gregory empezó
a tratarme después de que mi madre y mi hermana murieran.

He pasado mucho tiempo considerando mis opciones, una de las


cuales siempre ha sido simplemente hacer que Dru y Ronald mueran. Sé
que es lo que mucha gente en mi posición haría, si bien no en los tiempos
modernos, pero ciertamente en siglos anteriores. Y al menos un momento
o dos he deseado poder hacerlo. Poder solo poner mi conciencia en un
estante y dejarla acumular polvo.

Nunca pude. Y así he hecho mi paz mentar hasta ahora. Pronto, la


gente lo sabrá. Perderé el Castillo de Haugr, la Isla Pirata, todos los otros
lugares donde hice recuerdos de mi infancia.

Me digo, mientras me siento detrás de mi escritorio y bebo agua de


limón, que va a estar bien. Todo estará bien una vez que encuentre a
Lucy y me disculpe.

●●●

La llamada llega un poco después de medianoche. Estoy durmiendo


en mi escritorio, pesado por la pequeña dosis de Librium que todavía
estaré tomando durante los próximos dos días y babeando sobre el codo.

La pantalla de mi teléfono dice HEATH.

—Oye, hombre. Malas noticias. Rastreamos el auto alquilado de


Lucy hasta esa franja de playa pública a un par de kilómetros.

Mi mente zumba. —¿Y?

—El gato se está volviendo loco.

—¿Y?

—Ella no está allí. Ain ha tenido a gente buscando por hora,


ignoraste las llamadas de él; está ahí abajo ahora, pero nadie la ha
encontrado. Liam... luce como si ella hubiera tenido un barco atado a la
parte superior de su vehículo.

—¿Un barco? ¿A qué te refieres?

—Una especie de canoa, basado en la forma en que la cuerda está


atada.

—¿Qué cuerda?

—Hay una cuerda alrededor de la parrilla en la parte superior de su


Range Rover.
Cierro los ojos, frotándolos con fuerza. —¿De qué estás hablando,
Heath? Eso no tiene ningún jodido sentido.

—No estoy diciendo que lo tenga, hombre. Solo quería ver si podía
despertarte con una llamada. Iba a llamar a Mora si no lo hacías tú, para
hacer que fuera a levantarte.

—¿Tienes al gato? —pregunto.

—¿Qué?

Me siento. —¿Sacaste a su gato del auto? No puedes dejar a los gatos


en el auto.

—No lo sé. No estoy allí.

—¿Dónde estás?

—Ain y yo vamos a la guardia. Para informar de su desaparición.

—¿Su coche está desbloqueado?

—No creo —dice.

Agarro mi kit de herramientas y me dirijo fuera del castillo,


sosteniéndolo en una mano mientras que le marco al teléfono de Lucy
con la otra.

Cuando llego a la playa que Heath describió, me siento mal. Ese es


su auto. No me toma mucho tiempo romper una ventana y entrar. Pongo
al gato en mi regazo.

—¿Dónde está, gatito? ¿A dónde fue tu madre?

Grey sube a mi hombro, luego acaricia mi mejilla. Y lo huelo: Chanel


Grand Extrait. Odio jodidamente ese olor. Lo reconocería en cualquier
parte. Incluso en el infierno, donde parece que estoy ahora.

Lucy
Arena. Está en mi boca y ojos, está en mi cabello y en cada parte de
mi cuerpo. Creo que es la peor cosa que puede pasar. Eso es hasta que
oigo una puerta crujir, y soy arrastrada por unas escaleras... a una
piscina poco profunda.

Dios mío. Me van a ahogar


Liam
—Quería encontrarme contigo, pero ahora estoy ocupada —dice
Dru.

—¿Ocupada haciendo qué?

—Estoy en una fiesta aquí en Clary.

—¿De quién?

—Estoy en un club, Liam. ¿Estás solo? ¿Quieres venir y unirte a mí?

Me siento frío. Tan jodidamente frío y asustado por Lucy. —No lo sé.
Podría. Necesito un trago esta noche —miento.

—¿Mal día?

—No tienes ni idea —digo, pescando algún comentario que me


muestre que ella sabe que Lucy se fue.

—Mi pobre hermano. No te va muy bien en estos días. ¿Te


arrepientes de haberme echado de tu fiesta la otra noche? Eso no fue
muy agradable. Pude haberte arruinado entonces, pero te di otra
oportunidad.

—Muy amable de tu parte, Dru.

—Vamos a encontrarnos en algún lugar nuevo mañana. Estaré cerca


de Haugr. Me vendría bien un cambio de ritmo.

Mi corazón se dispara. —¿Dónde?

—Tal vez en una de las playas. O el castillo. Algo fácil para ti. He
oído que te estás desintoxicado.

—¿Qué?

—Lo sé, lo sé. Es un secreto. Puedo guardar un secreto.

¿Quién le dijo? La única persona que lo sabe, además del doctor, es


Heath.

—¿Dónde estás esta noche? —pregunto—. Podría ir a Clary.

—Estaba en el bar de Pike, pero ahora me voy. No estoy segura de


adónde. ¿Por qué no me llamas si vienes aquí? Podríamos vernos esta
noche, supongo. Terminar de una vez.

Cuelgo, salgo del auto y golpeo mi puño contra una de las ventanas.
—¡A LA MIERDA! ¡JODER!

Algo está pasando, y Dru está involucrada. No sé qué es. No sé cómo


encontrar a Lucy.

Lucy
Sé dónde estoy. Al menos eso creo. El agua se está elevando. Estoy
sola, y he gritado tanto que para cuando el agua sube hasta mis hombros,
ya ni siquiera puedo oír mi propia voz.

Liam
Salgo de la Range Rover, su gato en mis brazos, y empiezo dirigirme
hacía mi Jeep. Soy golpeado fuerte en la espalda, dejo caer al gato y me
tambaleo, casi cayéndome sobre mi culo mientras un borrón de
oscuridad interrumpe mi visión.

Entonces estoy boca abajo en el pavimento con mis brazos tras mi


espalda. Alguien está a horacadas sobre mi espalda. Siento una mano en
mi bolsillo trasero, me doy cuenta de que mi teléfono está siendo robado.

—¿Qué? —ronco.

Es el Librium. Tiene que ser el maldito Librium que me vuelve tan


pesado.

Me sacudo bajo el peso por encima de mí, pateo y trato de usar mis
brazos, y él está fuera de mí. Soy libre por el tiempo suficiente para
ponerme de pie, me encuentro frente a un hombre con una máscara de
esquí negra, y recibo un gancho derecho a mi mandíbula con los ojos
amplios.

El último pensamiento que tengo antes de caer es puto alcohol.

●●●

Me despierto con el sonido de olas océano, con el olor de una isla.


Está iluminado afuera. Más iluminado que la noche. Me despierto en un
barco: una de mis canoas, una verde que guardo en la Isla Oveja. Por
como luce el cielo ante mis ojos soñolientos, no es mucho antes del
amanecer.
Miro mi cuerpo. Borroso. Pesado. Recuerdo al hombre enmascarado
en el estacionamiento y busco mi teléfono. Y... ¿lo tengo?

Pongo la contraseña, igual que siempre, y miro mis textos. El último


enviado, a Heath, dice: No puedo creer que me esté haciendo esto. Tengo
un plan, sin embargo. Algo que ella y yo discutimos antes de que
enloqueciera.

¿Envié ese texto? No lo hice. Lo sé porque la función de voz a texto


no puntualiza así.

Después de un momento de mirar la pantalla de mi teléfono, salto.


Ahí es cuando me doy cuenta: mi canoa está rota, y es arrastrada... hacia
la puerta que conduce a la mazmorra. Estoy en la Isla Oveja. ¿Qué mierda
está pasando?

Tiro la canoa a un lado e intento abrir la parte superior de la


mazmorra. No se abre. ¡Mierda!

—¡Lucy! —Me inclino contra ella—. ¿Estás ahí?

Finalmente, la puerta se abre, bajo las escaleras... y Lucy está


flotando. Oh Dios. Lucy está flotando de espaldas. Tan pronto como me
ve, hace un sonido de llanto. La saco y noto que tiene la cabeza
ensangrentada. Sus pupilas están dilatadas. Sus manos atadas, pero
sueltas. Sus muñecas sangran, y está tosiendo como si tragara agua.

Cierro la puerta detrás de nosotros, la empujo contra mí,


murmurando su nombre. Y ahí está Ronald. —¿No creíste que iba a
dejarte escapar? Llévala abajo, Liam. Tal vez Lucy viva.

Estoy tan aturdido por la visión de él que casi la dejo caer. Mis
manos la sostienen más fuertemente por reflejo. —No.

—No saldrás de esta isla, Liam. ¿Quieres que Lucy esté contigo?

Lucy
Todavía estoy embarazada. No sé cómo lo sé, pero lo puedo sentir.
Era la única cosa que me mantuvo flotando anoche cuando apenas podía
mover mis manos y pies todavía atados. A veces, ponía la cabeza contra
una de las escaleras superiores, así que eso ayudó.
Mi mente se siente un poco más clara de lo que ha estado sintiendo
últimamente, a pesar de que estoy temblando contra Liam y siento como
si estuviera a punto de llorar.

—No debería estar aquí. Lucy no tiene nada que ver con esto —dice
Liam al hombre que está frente a nosotros.

Él se encoge de hombros. —En cualquier caso, tienes dos opciones.


Baja a Lucy. La pondremos en el bote. Le inyectaré de nuevo con
ketamina. No recordará nada. Y luego empujaré el bote a tierra firme. Tú
saltarás desde las rocas en al norte de la isla, vete y no vuelvas. —Mi
estómago se congela ante las horribles palabras del hombre—. Haré una
llamada anónima a la guardia costera y vendrán a rescatar a Lucy.

—¿Cuál es mi otra opción? —pregunta Liam en voz baja.

—Tú y Lucy salen corriendo, y yo les dispararé a ambos.

Liam sacude lentamente la cabeza. —No.

—¿Quieres volver al interior de la mazmorra? ¿Te doy tiempo para


decidir?

Todo mi cuerpo se endurece con la necesidad de gritar “no”, así que


estoy atónita cuando Liam dice—: La mazmorra no. Quiero sentarme con
Lucy en la playa para poder hablar con ella. Así puedo prepararla para el
barco... si decido enviarla.

El hombre ríe entre dientes. —Tú no haces las reglas aquí, yo las
hago. Y sabes por qué. Podría haber sido un buen padre para ti. Un buen
padre para el capullito que cargaba. Le pedí a tu madre que eligiera, y
ella lo eligió a él. ¿Te he dicho eso? No creo que Dru lo sepa, no la historia
completa. Fuimos amantes desde que éramos niños, pero ella eligió el
trono en lugar de a mí.

El cuerpo de Liam no se mueve mientras la cara del hombre se pone


roja y su boca se tensa. —Yo la habría amado. Le hubiera dado el mundo.
Mírame ahora —dice, levantando los brazos—. Soy ambicioso. ¡Exitoso!
Tu padre, tu padre falso, ¡es un chiste! El pueblo de Gael no puede
esperar a verlo fuera del poder. Yo… soy muy popular.

—Eso es discutible —dice Liam divertido.

El hombre se ríe. —Sal y discute. Yo…

Un segundo estoy en los brazos de Liam y al siguiente golpeo el suelo


duro. Oigo gruñidos, golpes de carne contra carne. Oigo una maldición
que no viene de Liam... y luego escucho la voz de Liam diciendo mi
nombre. —¡Ve, Lucy!
Me toma un largo momento darme cuenta de que mis pies todavía
están atados, pero mis manos no. Tengo que enfocarme duro en liberar
mis tobillos de la cuerda que los rodea. Tengo que bloquear a Liam y a
Ronald, incluso cuando veo al hombre mayor encima de Liam. Veo un
brillo de metal, y salto sin pensar. Mis piernas todavía están un poco
atadas, pero puedo moverme lo suficiente para arrojarme sobre los
hombros de Ronald.

Envuelvo mis piernas alrededor de su cintura y mis dedos débiles


alrededor de su cuello. Él lanza sus manos hacia arriba y hacia atrás,
tratando de agarrarme o sacudirme, y es algo bueno; ¡había llevado una
pistola a la cabeza de Liam!

La distracción le permite a Liam darle un puñetazo. Ronald ladra y


golpea el arma contra la sien de Liam.

La sangre brota de la herida, y agarro a Ronald por la oreja. Tiro tan


fuerte que espero arrancarla.

—No eres mi padre —oigo que gruñe Liam. Él retrocede de Ronald,


que intenta golpear de nuevo a Liam con su arma. Liam le agarra la
muñeca derecha. Trato de cambiar mi peso corporal hacia el hombro
derecho de Ronald, incluso cuando intenta sacudirme.

—No eres nada —gruñe Ronald.

Liam tiene los dedos envueltos alrededor del cañón de la pistola. Sus
ojos vuelan a los míos por un momento, diciéndome que me vaya. En
cambio, me inclino, mordiendo el cuello de Ronald tan fuerte como
puedo. Cuando el hombre intenta sacudirme, Liam toma el arma.

—¡MUÉVETE!

Sé que es conmigo, y así me desprendo de Ronald. La pistola es


disparada rápidamente, y es tan fuerte que estoy aturdida y en mi culo
durante un largo momento.

Entonces me doy cuenta de Ronald tirado en la hierba con sangre


brotando de su pecho. El rostro de Liam también está ensangrentado.
Está mirando el arma. Él parpadea.

—¿Lucy? —Su voz suena baja e inestable—. Esta es mi arma —dice,


empezando a jadear—. La conozco. —dice mientras mira a Ronald—. No
tengo servicio aquí. No tengo servicio telefónico.

—Mi teléfono está mojado.


Leo el pánico en la pálida cara de Liam. Puedo ver el terror en sus
temblorosos hombros. Mientras cierra la distancia entre nosotros, Ronald
comienza a gorgotear.

—Lucy. —Soy tirada contra su pecho, y entonces nos estamos


moviendo. Liam me aleja de Ronald—. Mierda. Lucy. Lo siento. Lo siento
mucho.

Envuelve sus brazos a mí alrededor, besándome mientras la sangre


sale de su sien. Puedo sentirlo temblando fuerte. O tal vez soy yo.

—¿Estás herida? ¿Estás sangrando, Lucy?

—No lo creo. —Empiezo a sollozar. Me aferro a su cuello—. Pensé


que me iba a ahogar.

Todavía estoy embarazada, no lo sé con seguridad... creo.

—Acushla. Lo siento jodidamente tanto...

—Él no es tu verdadero padre. —Es todo lo que puedo pensar. Siento


que el cuerpo de Liam se queda inmóvil ante las palabras—. Él y su hija
estaban hablando. Fuiste el cómo se sintió traicionado por tu madre.
Supongo... que estar con tu padre... lo hizo enojar.

Gemidos flotan en la brisa fresca desde donde está Ronald. Las


manos de Liam cubren mis oídos, presionando mi cabeza contra su
pecho.

—Lo siento, Lucy. Lo siento mucho. —Repite las palabras mientras


nos abrazamos—. Tenemos que salir de la isla, pero el barco está dañado.

—Su hija puede estar por aquí.

—Regresaré a la costa.

—Creí que dijiste que era una corriente fuerte.

—Puedo hacerlo.

—De ninguna manera. Liam, eso parece una mala idea.

—Mierda. Tengo que sacarte de aquí.

—Tal vez deberíamos intentar tomar el bote —sugiero.

Liam me envuelve fuertemente en sus brazos y me sostiene contra


él. —Lucy, lo siento. Lo siento mucho.

—No... no es tu culpa. —acaricio sus brazos y toco su labio


sangrante—. No es tu culpa, Liam. Nada de esto es tu culpa.
—Eso es lo que no sabes.

—Lo sé. Tuve que escuchar a esos idiotas durante horas.

Liam está temblando. —Estaba tan asustado…

—Yo también.

—De haberte perdido —gruñe—. Tan asustado. Lucy... vamos a


sentarnos. Me iré en un minuto. Puedo encontrar un lugar donde
esconderte aquí.

Creo que todavía está hablando, pero no puedo oír sus palabras. No
sobre el rugido de un helicóptero. Blanco y azul marino, al igual que el
avión privado de Liam.

Liam salta tan rápido que mis ojos no pueden seguirlo, toma el barco
roto y corre hacia la orilla. Lo empuja al agua, y el helicóptero vuela sobre
él.

Me doy cuenta de que está tratando de llamar su atención.

Me apresuro por la playa detrás de él. Cuando el helicóptero deja


caer una cuerda, Liam sacude la cabeza y agita sus brazos.

—Puedo hacerlo —grito.

—¡No puedo arriesgarme! Espera, ¿bueno? —Besa mi mejilla—. Solo


espera, Lucy.

La escalera es tomada de regreso. Un minuto después, un arnés


baja.

—¡No me voy a colgar y subir a un helicóptero!

—¿Y si subo contigo?

—¿Podemos hacer eso? —Ahora estoy llorando de puro agotamiento.

—Sí, Lucy. —Me sostiene contra su pecho—. Podemos. Aquí, te


mostraré cómo.

Veo la parte de abajo del helicóptero con su insignia de Gael, en mis


sueños, y oigo sus fuertes aletas. Siento los brazos de Liam envueltos a
mí alrededor, y nunca sabré si era un sueño o la vida real.
EPÍLOGO
Lucy
—Cuando estás a punto de dar a luz a un pequeño príncipe,
¡necesitas mucha ropa!

—Estamos viviendo en una cabaña, Am, al lado de un lago. Casi


nunca salimos a menos que vayamos a navegar. No creo que necesite
cuatro versiones del mismo vestido. A pesar de que es muy hermoso y
considerado —agrego suavemente.

Amelia hace un ruido pensativo en la línea telefónica. —Bueno,


tendré dos, por la venta BOGO. Ahí tienes. Uno azul, otro blanco.

No puedo evitar reírme de mi mejor amiga. Se fue de compras como


loca ya que descubrimos a las veinte semanas que Ollie es un niño.

—¿Aún vas con Oliver Willahelm?

—Lamentablemente para el pobre Ollie, sí. —Sonrío—. Quiero darle


el nombre de Liam.

—¿Apellido Clary?

—Sabes que sí.

—Solo siento que debería ser Gael.

Me río. —Le diré eso a Liam. Tal vez cuando se haga cargo de los
deberes que va a asumir, puede presentar una petición para cambiar el
apellido real. —Entonces bufo, porque por supuesto que no va a pasar.

Amelia suspira. —¿Cuándo volverán? Quiero verte con mis ojos y no


en una foto.

—Estamos pensando en volar una última vez cuando tenga treinta


y dos semanas.

—¿Entonces en dos semanas?

Sonrío —Sí.

—¡Es mejor que envíes una foto nueva de tu panza!

—Si me envías más del guion para la película, es un trato.


—Trato —dice Amelia.

Empujo la mesa al lado de mi mecedora frente a mí, y pongo los pies


en alto, mirando hacia el lago donde Liam está navegando en kayak.
Había ido con él todos los días hasta esta semana. Estoy tan cansada...
y enorme.

—¿Y cómo van las cosas? —pregunta Amelia.

—Todavía muy buenas. Lo sabrías si salieras de ese estudio tuyo en


un momento en que ambos estamos despiertos.

—Lo sé. Lo siento.

—Solo bromeo.

—No completamente.

—Cierto —admito—. Te extraño.

Tres semanas después de que las noticias sobre el tiroteo en la Isla


Oveja salieran, rompió Twitter y provocó una obsesión mundial con Liam
y conmigo. Liam y yo dijimos un “adiós” temporal y él se mudó a la casa
más grande en los árboles en la Isla Pirata. Llevó un pequeño personal
con él, enfermeras de rehabilitación, un terapeuta y un gurú de atención
plena, y se quedó allí con ellos durante tres semanas mientras yo visitaba
a mi familia en Concordia y aparecía como invitada en Los Rhodes de
Concordia, contando todo lo que podía, desde Bryce hasta el bebé Clary
hasta mi nuevo romance con Liam.

Los asesores de prensa de mi familia teorizaron correctamente que


cuanto más sabía el público a raíz de la Isla Oveja, menos querrían saber.
Se sentaron en círculo. Gracias a Dios por Liam y por mí, resultaron ser
correctos.

Pude decir poco sobre Bryce porque resulta que el propio Bryce hizo
que nuestro Acuerdo de Confidencialidad estuviera nulo y sin valor; él
dio mis fotos. Un reportero amable en TMZ, bien, tal vez más codicioso
que amable, dado lo que Liam pagó al chico, gritó la dirección de correo
electrónico desde que las imágenes se enviaron.

No fue difícil para el ojo privado de mis abogados rastrearlo de vuelta


a Bryce. Al parecer, pensó que “no me veía tan mal” en las imágenes, y
estaba apostando a que, si la gente me veía lucir desaliñada, asumirían
que habíamos tenido una pelea, una pelea en la que lo había golpeado
también.

Y es por lo que Bryce ha estado en un centro psiquiátrico en los


últimos meses.
Después de la rehabilitación de Liam, él y yo nos quedamos en Gael
hasta mediados del embarazo, dando la bienvenida a mis padres al
castillo de Haugr, Frank y Frieda del rancho de Estes, seguidos de
Amelia, y luego Mags y Charley. Despues, pasamos unas semanas en
Georgia.

Durante todo este tiempo, el parlamento de Gael estaba organizando


la reforma real, y llegando a enfrentarse con la compañía de Liam.
Después de lo que pasó, Liam tenía muchos procesos que hacer, y una
cosa que su nuevo terapeuta aconsejaba era ser tan honesto como era
lógico y posible sobre su vida y sus deseos.

No hay necesidad de decir que desde el día en que Liam reclamó


públicamente su compañía, las aplicaciones se han estado vendiendo
como locas. La semana pasada, lanzaron una nueva que utiliza señal de
satélite para rastrear teléfonos celulares, incluso después de haber sido
rotos o sumergidos en agua.

Es un simple giro sobre el tipo de tecnología que Heath usó para


rastrear el teléfono de Liam hasta la Isla Oveja después de que recibiera
el texto. Al parecer, algo sobre la puntuación lo desconcertó y le hizo
pensar que el texto fue enviado a mano, y no al comando de voz que Liam
usa. El hombre enmascarado que Ronald y Drucilla Gibson contrataron
para asaltar a Liam en el estacionamiento junto a la playa ignoró las
instrucciones que también le habían dado para usar la función de voz a
texto. Y gracias a Dios que lo hizo.

Resulta que Ronald Gibson era un hijo bastardo del padre del rey
Gregory, el primer Gregory. Había estado guardando sus ambiciones
reales desde su infancia. ¿Lo más triste? El rey Gregory sabía todo sobre
el lunático, pero él y Liam no son tan cercanos, el propio Liam fue dejado
desprotegido ante el chantaje. No sentía que pudiera acercarse a su padre
y preguntar sobre su nacimiento.

Incluso ahora, después de varios meses de terapia, su relación es


tensa. Pero Liam está trabajando en ello. Trabajando en su final de las
cosas nada más. Después de la muerte de la mamá de Liam y antes de
que el rey Gregory se casara con su nueva esposa, él tenía un problema
de alcohol. Y luego un problema de drogas. Y al parecer, ha tenido
problemas con ambos durante toda su vida real. La prensa los ha
ocultado, pero los tenía...

El que tratara al pequeño Liam como lo hizo no es sorprendente, al


menos objetivamente. Pero todavía me hace sentir muy, muy triste.
Le doy a Am la actualización de Liam sin dar demasiados detalles
privados. Es cierto que lo está haciendo muy bien, al igual que tiene sus
momentos en los que está muy triste, o enojado, por sus primeros años.

—Sobre todo, simplemente está avanzando, ¿sabes?

—Eso es bueno. Eso es realmente bueno.

Creo que es más fácil con Oliver y conmigo. —Además, estar en la


Isla Pirata por un tiempo. Creo que eso nos mantiene centrados en lo
básico.

—¿Crees que estarán allí después de que llegue Ollie? —pregunta.

—No. Aún pienso que nos mudaremos al castillo de Haugr. Tal vez
visitaremos este lugar los fines de semana.

—¿Pero no América? —Amelia me pregunta en un tono lamentable.

—No hasta que el parlamento decida con seguridad cuándo


finalizará el mandato de Gregory y comenzará el de Liam. Pero cuando lo
hagan, hablamos de venir a los Estados Unidos durante seis meses o así.
Así todos pueden relacionarse con Ollie.

—Bueno. Eso me hace feliz.

Miro a Liam salir de su canoa verde brillante y tirar su camisa sobre


su cabeza. Maldita sea, y ahora también estoy feliz.

—¿Estás escuchando, niña?

—No —admito.

—Estás distraída.

—Sí.

Liam está caminando por el camino desde el agua del lago hasta
nuestra cabaña. Envuelto en la niebla y el sudor que gotea luce bastante
delicioso como para lamerlo.

—¿Terminó con la canoa? —pregunta Amelia.

—Kayak. Y tal vez. Creo que sí.

—¡Pícara!

—¿Te hablo luego?

Am suspira. —Por supuesto. Diviértete. Y llámame pronto.

—Siempre.
Liam lleva pantalones cortos de baloncesto y zapatos para kayak
afilados. Su cabello, todavía corto, se le pega un poco en la frente,
húmedo de donde probablemente lo alejó de su cara. Sus labios se curvan
cuando sus ojos se cruzan con los míos. Cuando me sonríe
completamente, sus barbudas mejillas se redondean.

Sonrío de nuevo, tanto a su cara como a su increíble pecho y


hombros.

Para ser un príncipe, luce mucho como un leñador.

Cuando llega al porche, me da una sonrisa arrogante y se inclina,


besando mi cabello. Quiero un beso en los labios, así que le agarro la
parte posterior de su cuello. Liam sabe lo que quiero y se agacha para
mí.

—Estoy sudoroso —advierte, inclinándose. Sus labios rozan la


esquina de mi boca.

—Lo dices como si fuera malo, señor Clary...

—¿No debería ser príncipe? —bromea. Su barba me hace cosquillas


en la mejilla, haciendo que mi cuerpo hormiguee.

—Príncipe Liam. —Presiono mis labios suavemente a los suyos, y


Liam me saca de mi silla, así estoy de pie delante de él. Está agachado y
sosteniendo mis manos.

—Tienes un príncipe de rodillas, Lucille...

—Justo donde lo quiero. —Mientras su boca me cubre a través de la


tela de mi falda, agarro su cabello corto, agarro su hombro.

—Liam... oh, Dios.

—Solo soy un príncipe, Luce. No un dios. —Levanta mi falda, empuja


mis bragas a un lado, y desafía su propia afirmación, adorando mi cuerpo
con sus labios y lengua, rascando mis muslos blandos con su barba

No puedo ponerme de pie, mis rodillas se doblan. Liam me levanta y


me carga, estilo cordero, a nuestra modesta, cama tamaño queen, la que
él ama porque dice que tengo que dormir muy cerca de él.

Me pone sobre el edredón como comida sobre la mesa, escalando


entre mis piernas, donde se toma su tiempo quitándome la ropa, prenda
por prenda. Entonces me pone de costado, acomoda una almohada
detrás de mí, y lame mi coño como un hombre hambriento.
Me vengo dos veces, duro y ruidoso, y lo dejo sonriendo, con una
erección gigante. Me estiro por ella, acariciando sobre la tela de sus
pantalones cortos de básquet.

—¿Qué tenemos aquí? —murmuro.

Tomo mi tiempo provocándolo a través de sus pantalones,


moviéndome a su cintura desnuda así puedo rozar hacia rozarlo con el
lado de mi mano. Para el momento en que bajo sus pantalones y su bóxer,
Liam está duro como una roca, la cabeza apunta hacia su ombligo y sus
bolas están ligeramente levantadas.

—Las Joyas de la Corona —me burlo, acunándolas.

—Todas tuyas —dice en su respiración.

En los siguientes dos meses, él me enseña que eso es verdad. Liam


me trae flores, cocina mi comida favorita, incluso limpia nuestra pequeña
cabaña, o lo intenta, cuando me siento súper cansada.

Nos mudamos a una casa en Clary para los últimos meses de mi


embarazo, así podemos estar cerca de un ginecólogo real. Marzo en la
costa Gael es más soleado de lo que esperé, frío, pero no demasiado. Liam
me mima con vestidos de diseñador y chaquetas a medida solo para mí y
para mi bebé.

El mes pasa con constante visitas, desde Amelia hasta mis


hermanas. Una semana antes de que me vaya, Liam y yo vamos a las
montañas en una excursión misteriosa, que termina conmigo escogiendo
un potro de los establos reales cerca del castillo de su padre.

Cuando entramos en el coche, nos sorprendió al golpear la ventana


de Liam. En el lapso de un latido de corazón, sé que es el padre de Liam,
el rey Gregory, Se parece mucho a Liam, excepto con los ojos gris
azulados y el cabello más oscuro, salteado de canas.

Liam murmura algo, pero baja la ventana. —Padre.

—Liam y Lucille. ¿Cómo están?

Creo que el rey está interesado en compensar a Liam antes de que


venga el bebé. Sé que nos invitó a participar en las festividades de
navidad, pero fuimos a Estado Unidos en su lugar.

—No mal —dice Liam—. Simplemente escogí un potro para Lucy.

—¿Cuál te gustó? —pregunta para mí.

Mis mejillas se calientan con nervios. —El marrón. El árabe.


—Buena elección. —Él mira de Liam a mí—. ¿Aerá de Oliver?

Liam asiente. —Como te dije. Lucy quiere a Eeyore. —Sonríe hacia


mí.

—¿Qué? Es un buen caballo.

Me doy cuenta lentamente, mientras hablamos, que Liam ha estado


en contacto con su padre. Cuando nos vamos, dos horas más tarde,
después de tomar el té en un salón bellamente decorado con la madrastra
de Liam, Liam me da una sonrisa tímida.

—No me dijiste que habías hablado con él.

Se encoge de hombros. —Solo unas cuantas veces por teléfono. Nada


importante. —Tamborilea con los dedos sobre el volante mientras nos
dirigimos hacia Clary—. Dijo que lo sentía.

—Lo hizo. —Liam asiente—. ¿Y?

Se encoge de hombros. —Parecía sincero, supongo.

—Vaya. Eso es bueno. Me alegra.

Liam toma mi mano y escuchamos música en la parte posterior. Esa


noche, cuando estamos acostados en la cama, los labios de Liam en mi
nuca, su longitud contra mi muslo desnudo, susurra—: Es tu culpa.

—¿Qué?

—Que hablara con él. Lo hice por ti.

—¿Qué?

Envuelve un brazo a mi alrededor, acomodándolo debajo de mis


pechos y encima de mi protuberancia. —Lucy… me haces querer ser…
mejor. Mas valiente.

Me volteo hacia él, riéndome del esfuerzo requerido. Le acaricio el


rostro y le beso la mandíbula. —Eres valiente. No creo que eso sea un
problema. O lo haya sido alguna vez.

Mas tarde esa noche, después de un baño a media noche, recuerdo


lo que le dije en la cama y espero tener razón, que ambos seamos
valientes.

Porque… —Rompí fuente.


Liam
Lucy en labor es increíble.

Increíblemente terrible.

Increíblemente asombrosa.

Tenemos un conductor esperando para llevarnos al hospital, a pocas


cuadras de donde nos vamos a quedar. En el camino, pasamos el
apartamento vacío de una Drucilla Gibson. Me consuela saber que ella
está en prisión, entregada no mucho después de lo de su padre,
finalmente liberado de rehabilitación por el disparo en su pecho.

Hubo un tiempo en que me sentía asustado conduciendo por su


piso. Avergonzado que todo saliera: la forma en cómo fui manipulado. Me
doy cuenta de que ya no me importa mientras sostengo las manos de
Lucy y la ayudo con su respiración.

No estoy seguro si estoy sorprendido o no… pero Lucy trabaja


rápido. Y duro. Solo hemos estado en la sala de parto por cinco horas
cuando el doctor está de acuerdo en que es hora de pujar.

Ella aprieta la mano y siento que la sangre se escurre por mi rostro.

—Liam, está bien.

—Va bien —dice el doctor—. Está haciendo un gran trabajo.

Lo que significa que no hay posibilidad de que muera embarazada,


como lo hizo mi madre. Asiento e intento alejar mis nervios. Cierro mis
ojos y le pido a mi madre, como un santo patrón, que cuide el nacimiento
de mi hijo.

En una hora, miro fijamente a Lucy mientras acuna un recién


nacido rosado y con las mejillas regordetas en su pecho desnudo. Tiene
el cabello oscuro, un poco ondulado como el de su madre y los hoyuelos
de su padre.

Lucy se ríe cuando me mira.

—Oh Dios mío. ¡Tuve un bebé!

Me inclino y beso su mejilla. —Tengo un regalo para ti… alguna vez.


Tal vez cuando lleguemos a casa.

—¿Qué? No puedes hacerme eso. —Sonríe hacia Oliver—. Solo estoy


bromeando —murmura ella—. Puedes. No necesito otro regalo.
Esa noche, mientras duerme con nuestro hijo, espero y rezo para
que no lo diga en serio.

En mi bolsillo, tengo algo pensado. Algo que recibí de mi padre un


par de días antes de que nos lo encontráramos en los establos. No puedo
dormir porque el peso aplastante. El peso de la respuesta de Lucy. He
esperado mucho para preguntarle. Pero sentí que necesitábamos tiempo.

Esa noche, antes de que irme a la deriva, me tomo el tiempo para


escribir tres borradores de una breve carta. Usando comando de voz
dentro del minúsculo baño del hospital, consigo un mapa de cómo las
palabras deben lucir, y tengo la suerte digna de imitarlos: Pensé que
terminaría esto de la manera en que comenzó; con las Joyas de la Corona.
Te quiero Lucy. ¿Te casarías conmigo?

Quiero preguntarle en la privacidad del Castillo de Haugr.

Nos lleva cuatro días llegar ahí. La primera vez que Lucy se mete en
el baño, dejando a Ollie en mis brazos para que pueda darse una ducha,
saco la nota doblada y también la esmeralda de mi madre.

Ella y Lucy comparten mes de nacimiento. El anillo ovalado es uno


que elegí para ella, un regalo para su último cumpleaños.

Quiero inventar una divertida sorpresa para Luce, pero no soy bueno
en cosas así. Cuando Ollie se queda dormido, lo acuesto en la cuna y
meto la nota contra su suave, trajecito azul. Sostengo el anillo en su
mano, curioso por ver si es lo suficientemente grande como para deslizar
sobre su diminuta muñeca.

No. Pero Ollie se extiende y lo agarra. Se queda dormido con el añillo


en su puño. No puedo evitar reír.

Lucy sale con un nuevo traje rojo, una suave sonrisa en su boca.

—¿Qué es tan gracioso?

No puedo dejar de sonreír, luego río de nuevo pero por nerviosismo.

—Oh, nada. Solo el bebé.

—Oh, quiero verlo.

Mi corazón late tan fuerte cuando se acerca que tengo que dar media
vuelta y fingir mirar a Grey mientras se estira en el alfeizar de la ventana.

Oigo un leve roce de papel.

—¿Qué hay en su…?


Lucy jadea. Me doy la vuelta a tiempo para encontrarla mirando a
Ollie, con enormes lágrimas rodando por su rostro.

—Oh Dios. —Se echa a reír mientras se mueve para mí—. ¡Liam…
oh Dios! ¡Oh Dios!

Tiro de ella contra mí. —¿Viste lo que tiene Ollie?

Hay chillidos, lamentos, y luego llanto cuando abre la mano de


nuestro bebé y toma el anillo.

—Lucy Rhodes… —Me pongo de rodillas—. Sé que todavía es un


poco pronto, pero no puedo esperar. ¿Te casarías conmigo?

El bebé llora. Lucy envuelve sus brazos alrededor de mi cuello,


presionando mi mejilla contras su vientre más plano.

—¡SÍ!

No es así como termina nuestra historia. Es el principio.

Fin.
SIGUIENTE
LIBRO
El chico de al lado. Eso es lo
que era. Dash Frasier: mi héroe
desde el día en que nos
conocimos, cuando yo tenía seis
años y él tenía nueve. Su hermana
era mi mejor amiga, nosotros tres,
una tripulación feliz. Luego, una
noche de verano sudada cambió
todo.

Nadie me entendió como


Dash. Nadie me hizo sentir tan
amado. Por eso, cuando se saltó la
ciudad, me destrozó.

Ahora soy mayor. Más sabio


Acabo de engancharme en el
trabajo de mis sueños,
escribiendo en un estudio de cine.
¿El animador principal de mi proyecto? Lo adivinaste.

Él no es el chico de al lado. Ya no.

Voy a proteger mi corazón esta vez.

Pero Dash tiene secretos que podrían separarnos a los dos.


REALIZADO SIN FINES DE LUCRO PARA PROMOVER LA
LECTURA. APOYEMOS A LOS AUTORES COMPRANDO EL
ORIGINAL.

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