Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Capítulo 1 Capítulo 19
Capítulo 2 Capítulo 20
Capítulo 3 Capítulo 21
Capítulo 4 Capítulo 22
Capítulo 5 Capítulo 23
Capítulo 6 Capítulo 24
Capítulo 7 Capítulo 25
Capítulo 8 Capítulo 26
Capítulo 9 Capítulo 27
Capítulo 10 Capítulo 28
Capítulo 11 Capítulo 29
Capítulo 12 Capítulo 30
Capítulo 13 Capítulo 31
Capítulo 14 Capítulo 32
Capítulo 15 Capítulo 33
Capítulo 16 Epílogo
Excepto que estoy de vuelta en los Hamptons por primera vez en dos
años. Estoy en una fiesta, y el Príncipe Perro está aquí también. Me digo
a mí misma que esa sonrisa no tiene ningún efecto en mí. Que su ridículo
carisma es un truco barato.
Off-limits Romance #1
CAPÍTULO 1
Lucy
Delineador.
Así… no tan grueso. Solo necesito dibujar una línea así que ahí está,
pero no muy desagradable como un disfraz de Halloween.
—¡LO SÉ!
—Mierda.
—¿Qué? —No quiero sonar tan grosera. En los últimos dos años, ser
una perra se ha convertido en mi personalidad por defecto: defensiva, con
mis dientes descubiertos y garras afuera.
Maggie y Amelia, sentadas en dos de los otros tocadores con
encimeras de mármol en mi cuarto con paredes de cristal. Miran por
encima de sus hombros desnudos hacia mí.
Han pasado casi nueve meses desde que me puse algo. Siento que
mis manos han olvidado qué hacer.
He estado buscando una razón más profunda para salir esta noche.
Algo más allá que “de vuelta en el radar” y levantando chicos con los que
no tendré sexo. Tal vez eso pueda pasar.
—¿Así que no quieres al príncipe Liam para ti? —se burla Amelia
mientras pega una línea de pestañas por encima de las mías.
—Um, infiernos no. Sin ofender —digo con mis ojos cerrados.
El príncipe Liam podría ser el primer tipo por el que mi vagina haya
tenido gusto en dos años, pero creo que es un idiota. Mi interés por él,
mi interés secreto, es puramente como un trozo de carne e inspiración
para mi pobre y desatendida vagina.
—Parece ser el idiota más grande del mundo, pero recuerda, creo
que todos los chicos son unos idiotas estos días —digo a Amelia.
Él lo haría, si supiera.
Pienso en mi gato Grey y hago una nota mental para revisarlo antes
de que nos dirijamos a la mansión Carnegie, el tema de la fiesta es “Eso”.
Si la vida va de acuerdo con el plan, tendré nueve o diez amigos felinos
más antes de tener mi primera cana.
Y ningún hombre.
Nunca de nuevo.
●●●
Solía amar esta casa. Tenía trece cuando nos trajeron aquí; y trece
era lo suficientemente joven, supongo, para sentirme como si hubiera
crecido aquí.
Algunas de las casas en Meadow Lane son raras: todas con aspecto
de fortalezas, con grandes piedras grises y rejas de hierro puntiagudas; o
cubiertas con tejas de madera, no solo en el techo, sino también en las
paredes exteriores. Algunas no están cerca al océano, así que tienes que
caminar, incluso si los dueños van hacia el océano. Otras mansiones
están rodeadas por enormes laberintos con arbustos en forma de caja.
En otras palabras; no hay casas playeras en lo absoluto.
Trato de decirlo en serio. Trato de estar feliz por salir con mis
mejores amigas; estamos de regreso en los Hamptons por varias semanas
salvajes, todas fuera de la escuela, libres de trabajo de pasantías, entre
otras vacaciones. Amelia cuelga su brazo en el mío, y estamos
balanceándonos hacia el nuevo Bey cuando el Bentley pasa junto a la
casa de los Parsons. Mis ojos se aferran a ella como un imán.
Oscuro.
Gracias a dios.
Amelia me da una mirada que dice “Te lo dije” mientras sus labios
sincronizan la canción “I ain't sorry”. Cuando Maggie sale del camino
sobre la cuneta de césped, la nariz del auto apunta hacia el agua oceánica
brillando entre las casas, me congelo.
Rio. Por años ellas me han llamado burlonamente vaca del dinero,
ya que puedo hacernos entrar en clubes y fiestas en las que no serían
capaces de entrar sin el nombre Rhodes.
Mantén tus hombros sueltos, me digo. Deja que tus brazos cuelguen
casualmente. Proyecta relajación. Tú perteneces aquí.
Mentirosa.
CAPÍTULO 2
Lucy
Y qué buena mentirosa soy.
Durante media hora, ¿o mil años?, serpenteamos a través de las
salas de estar y salones enormes de la casa, pasando un alce disecado,
dos Picasso reales-como-mierda, y un reloj de sol de tamaño de un auto
en el centro de una habitación de techo de cristal, Ya que nos mezclamos
con casi todo el mundo y su hermano.
Marcia McCormac, una muñeca que no hace nada más que correr
maratones y sentarse en el césped de la finca de su familia en el norte de
Nueva York, me pregunta dónde he estado. Le digo que he estado
entrenando caballos en Colorado.
—Ahora lo oigo.
Es tan alto como Dec, tal vez un poco más ancho de hombros.
¿Ese un moño?
Es absolutamente... regio.
Cuanto más miro, más se ajustan mis ojos a la luz brillante detrás
de él, y más detalles absorbo. Como su piel es oscura, como si viviera en
una isla. Su grueso y sedoso cabello. Y el color: cálido y rico marrón, con
toques claros por el sol.
Como que se me caen los pantis por la forma en que sus labios se
curvan lentamente mientras una chica se inclina, tocando su antebrazo.
—Es una buena cosa que ella no esté aquí —bromeo—. Podrías
disparar su presión arterial.
Los ojos de Maggie se cruzan con los míos sobre su hombro. Ella
sonríe culpablemente.
—Gracias, amigo.
—Nunca.
—Luce es genial —dice Maggie—. La cocaína no es lo
suficientemente pura para ella.
Nos condujo por el segundo piso por un largo pasillo de madera con
una alfombra oriental. Puedo decir que es auténtica por las fibras cortas
y ásperas. Las falsas son siempre un poco demasiado esponjosas.
—¡Oh Dios mío! ¡Lucy Rhodes! —Lanza sus brazos flacos alrededor
de mí, llenando mi nariz con Chanel mientras su pecho presiona mis
tetas. Cuando se aleja, todavía mirándome, siento el olor a vodka—. Eres
jodidamente mi favorita. ¡La más joven! ¡La valiente!
—Oh, Dios mío, esa vez que… —Chasquea los dedos, buscando
borracha—. La cosa con el auto.
—Oh, sí. —Chasquea los dedos de nuevo—. ¡El folló a esa otra chica!
Ella se ríe, un sonido gutural. —¡Sí! Hace dos años, en el ‘14. ¡Eso
me recuerda! ¿Podemos tomar una foto? ¿Para mi Instagram?
Me tardo un minuto para procesar lo que dice: quiere tomar una foto
conmigo para su cuenta Instagram.
1 Un actor de lista-C es un actor de personaje conocido por su rostro y no por su nombre. Por lo
general, siguen siendo buenos actores, pero reciben menos notoriedad que un actor de A o B.
2 Los actores de lista-B son generalmente actores de televisión o estrellas de cine menos exitosas.
CAPÍTULO 3
Lucy
Adrenalina recorre mi cuerpo, y hago la cosa más estúpida que
puedo: abro la puerta de las escaleras y me apresuro a subir, hacia donde
están todas las habitaciones. Al lugar de la casa que no tiene salida.
El tipo del moño. Es él, ahí en la mitad. Una chica rubia le lame el
pecho. La otra tiene la mano en sus pantalones desabrochados. Así que
no tiene mucho sentido para mí que los ojos del chico se ensanchen en
alarma. Sus manos están empujando a las chicas.
La Playmate me toca el brazo, luego trata de envolver su brazo
alrededor de mí. No puedo evitarlo, empiezo a sollozar.
Su mirada se vuelve extraña, al principio creo que tiene algo que ver
con Maggie, pero cuando se acerca a mí, tomándome los brazos con sus
manos grandes, lo olvido.
—No lo creo.
—Déjame ir.
Se ríe mientras lo pateo. —Nunca me lo das cuando quiero. Eres una
calientapollas.
—¿Príncipe Liam?
Mis ojos se encuentran con los suyos. Asiento. ¿Qué tan mal estaba
cuando entré aquí?
Veo su bulto.
Liam
Relajo la mano en el cabello de Carolina y arrastro las puntas de mis
dedos por su cuero cabelludo. Más suave. Ella está chupando mi polla,
supongo que es lo menos que puedo hacer.
Debo estar loco porque sus labios son como un maldito guante, pero
no me puedo venir. Ni con todo el whisky o cocaína en mí. Esa mierda
nunca parece perturbarme.
Sigo viéndola.
Con otro gemido, me levanto y alejo sus cabezas. Dos pares de ojos
maquillados se elevan a los míos. Mis amigas se distraen fácilmente con
la sugerencia de que nos detengamos e inhalemos unas cuantas líneas
más de coca. Dejo la bolsa en la cómoda en la habitación, diciéndoles que
volveré.
—¿Lucy?
Incluso con la mente nublada, noto su cara muy pálida, como antes.
Hacen que sus labios parezcan rojos y sus ojos muy oscuros.
Imbécil.
Veo sus hombros temblar. Esa es la única razón por la que no voy.
Eso es lo que me digo.
¿Debería irme?
Por una vez, una mujer no quiere mi polla, o peor, coca. Esta mujer
no me quiere aquí. Pero no puedo irme. Es mi cama, después de todo, mi
cuarto mientras estoy con Dec. No puedo dejarla llorar.
Tal vez.
Eso espero.
Hermosa…
Debo bajar, pero no puedo hacer que mis lágrimas dejen de caer. Me
vuelvo a cernir a través de las mantas, encuentro el whisky y tomo un
poco más. Se siente como fuego en mi garganta y estómago. Pero me
gusta. Me siento mejor. Solo un poco. Me acurruco, mi último
pensamiento anunciado con una pequeña sonrisa, el príncipe Liam, de
todas las personas. Él era agradable, pienso entumecida.
●●●
Me despierto en la oscuridad.
El príncipe Liam.
Mis ojos vuelan hacia las ventanas: oscuras. ¿Qué hora es? Mi bolso
está en algún lugar de esta habitación. No estoy segura de dónde.
Me está besando.
—¿Estás bien? —pregunta con voz baja, sus palabras salen con
acento escocés.
—Estoy bien.
—¿Estás borracho?
Arrugo la frente.
Dice algo bajo y suave, que suena como—: En nome de todo lo que
es santo...
Me muevo contra él, jadeando entre besos. Mi cuerpo arde con calor
y miedo. Mi corazón revuelto. La adrenalina casi me supera al sentir su
cuerpo duro contra el mío, su pecho bombeando, su aliento caliente. Lo
estoy perdiendo cuando su mano sale de mi pecho y se desliza alrededor
de mi cadera para acunarme contra su cuerpo.
Froto la yema del dedo sobre el bello que baja hacia sus pantalones,
y ahí es cuando veo su rígida erección.
Pero no lo hace.
Toco sus bolas y las veo erguirse bajo mis dedos. Corro mi mano
desde la base de su polla hacia la punta. Sus ojos se abren en una
respiración profunda.
—Mierda…
Dice algo más en lo que me doy cuenta de que debe ser gaélico.
Luego se estira hacia abajo y se acaricia a sí mismo. Con los dedos de su
otra mano, roza mis labios. Frota uno de sus dedos contra ellos,
haciéndome temblar.
—¡Oh, Dios! —Estoy tan llena. No creo que nunca hubiera estado
tan llena…
Es una exultación.
Me siento tan bien ahí con él, que no puedo moverme por un largo
momento. Él se acaba de correr en mi interior y se siente tan bien.
Liam
Varias horas después
—No puedo creer que hiciste eso.
Valió algo más que la pena. Sabiendo que estoy regresando a Gael,
no puedo pensar en otra cosa que me haría sentir tan bien.
CAPÍTULO 5
Lucy
Más adelante esa tarde
—¿He visto antes ese traje de baño?
Ella niega, tocando sus labios. —Te juro que... solo te ves diferente.
—Entonces su boca se abre lentamente. Sus ojos estallan—. Lucille
Sutton Rhodes... —Pone su mano sobre su boca, ahogando un chillido.
Comienza a rebotar—. ¡Estuviste con Mags la última vez que te vi! Mags
llegó a casa con la camiseta de Dec. Cuando Char y yo te buscamos
después de que vimos a Bryce, no te encontramos. No hasta como las
cinco de la madrugada. No nos preocupamos porque Mags estaba con
Dec cuando había echado a Bryce. Charley seguía pensando que te había
visto, pero estaba destrozada. —Amelia se sienta en su silla y me da una
palmada en el brazo—. ¡LO HICISTE! ¡Tuviste sexo! ¿Quién fue? ¿El primo
de Dec, Trent? ¡No! ¡Fue Stephen Reece!
—¡PERRA! —grita.
Abro los ojos bajo el agua, agarrando su parte superior del bikini. Se
lo quito y lo tiro lejos de ella. Ella agarra mi cabello y lo jala.
—Aun así, fue cosa de una noche. —Sigo en las nubes unas horas
más tarde, cuando Char y Maggie salen, con gafas de sol oscuras,
buscando Advil y Gatorade.
—Oh, Dios —dice Charley, al mismo tiempo que digo—: ¿Qué pasa?
Maggie sacude la cabeza. —Nadie lo sabe. Fue Dec el que llamó. Está
muy extraño al respecto. Pero no fue él. Quiero decir... —Se mastica el
labio.
Mi estómago se tensa.
●●●
Eso es otra cosa que me encanta tanto en casa como aquí: caballos.
Y campos, lagos y bosques. La naturaleza.
Un arroyo rocoso con agua helada fluye detrás de la casa. Puedo ver
pájaros volando desde sus perchas en los árboles mientras me estaciono
entre dos abetos.
Hogar.
Mientras hago pis, voy a Snapchat y veo un video del primo del
príncipe Liam tirándose de lo que parece ser un catamarán. Presto
atención cuando me estiro por el papel sanitario. Las puntas de mis
dedos rozan el rollo de cartón unas cuantas veces antes de bajar el
teléfono y parpadear.
Tampones…
Mi mente destella a mi maleta mientras empacaba anoche, a la caja
pequeña, sin abrir, encerrada en el compartimento de ropa interior.
¡Estoy EMBARAZADA!
—Hola, adorable.
—¿Estás bien?
—Estás… ¿qué?
—¡No! —grito.
—¡Pues siéntate! ¡Ahora mismo! Siéntate y dime cuando lo hayas
hecho.
—¿Por qué la gente siempre pregunta eso? —Mi voz se rompe—. ¡Por
supuesto que estoy segura! —Las lágrimas fluyen por mis mejillas.
—Mierda.
—¿Lo roba?
—¿Para siempre?
—¿Qué?
—Muchas. Gracias.
●●●
Me digo que solo le estoy dando al bebé un poco más de tiempo para
desarrollarse. Así que cuando vaya al médico, puedo escuchar un latido
de corazón y saber que el embarazo es viable. Tengo vitaminas
prenatales. Las he tomado por años, para el cabello y uñas.
Algo sobre el nuevo estatus del bebé siendo del tamaño de una fruta
me hace querer ver a un médico. El bebé tiene latido ahora, o debería.
Doctor Google me dice que está desarrollando “brote de orejas”, sea lo
que sea.
—¿Lucille?
Oh, Dios.
Me paso un minuto mirando fijamente la taza de pis antes de
sentarme en la pequeña cornisa metálica cortada en la pared. Entonces
le tomo una foto.
—Seguro.
—¿Sí?
—¿Ahora mismo?
—¿Demanda?
Mi corazón se detiene.
—¿Qué?
—Oh, es solo que las noticias dijeron que había traído una demanda.
Por violar un contrato. Por tantas cosas. Una de esas... —Chasquea sus
dedos—. Un acuerdo de privacidad. ¿Así se llaman? ¿Una violación del
acuerdo de privacidad?
Jodido Parsons.
—¿Qué está mal con ella? ¿Carolina me dijo que vio a Lucy dejar
caer su copa cuando vio a un heredero del mercado? ¿Rice?
—Dime —exigí.
—¿Decirte qué?
—Sabes qué. ¡Dime qué carajos le hizo a ella! No mientas, Dec. ¿Por
qué lo echaste?
—Declan.
Él asintió.
Lucy
Nunca he estado tan asustada de quedarme sola en mi casa en
Estes. Nunca. Ni una vez. Hasta esta noche.
O eso creo.
Trato de enlistar todas las razones por la que estoy segura ahora,
desde el sistema de alarma de la casa y la calibre 22 en el cajón de mi
mesa de noche, al hecho de que Bryce no querría arriesgar más su
reputación al meterse conmigo. Quizás solo me demandaría, porque su
orgullo está herido por haber conseguido que patearan su trasero.
Mis párpados finalmente caen, veo una luz. Un segundo más tarde,
mi teléfono suena.
Número desconocido.
MIERDA.
Lo dejo sonar, y sonar y sonar. Luego, al último segundo, por
razones que desconozco, respondo.
CAPÍTULO 8
Lucy
—¿Hola?
—¿Estabas durmiendo?
—¿Tienes?
—Dime.
Lo oigo exhalar. —Hice algo... impulsivamente. Algo que tenía que
hacer. Que quería. Pero estoy preocupado ahora... te traje problemas.
—Porque se lo merecía.
Así que sabe lo que pasó. Algo de ello, al menos. Envuelvo mi brazo
alrededor de mi estómago. —¿Cómo lo sabes?
No estoy segura de qué decir. Es verdad que Bryce tiene que pensar
que le dije al príncipe Liam lo que pasó.
—A todos los hombres les gusta pelear, Lucy. Solo lo hago cuando
tengo que hacerlo.
—¿Y… esto?
—¿Lucy? —murmura.
—¿Sí?
—No hay nadie aquí más que yo. —Hay algo extraño en la forma en
que lo dice. Tanto que casi le creo. Entonces lo imagino con esa chica
encima de él en la foto de Instagram, frotándole los hombros mientras
ella se balancea contra él.
Es bueno. Es encantador. Me derrite, incluso. Pero es el príncipe
Liam. Es un playboy.
—Gracias, Liam. Estoy bien aquí, sin embargo. Al menos por ahora.
—Algún día pronto, tendré que decirle mi secreto. Pero no ahora.
Inhalo lentamente.
Le doy el paquete.
Asiento.
Ella sonríe. —No hay mensajes. Continúa en ello. Supongo que eso
es todo.
5 Marca de alcohol.
CAPÍTULO 10
Lucy
Me las arreglo para sacar los problemas de mi mente el primer día
que Amelia está aquí. Tenemos una pedicura, hablando más sobre el
experimento vegano de Am que de mi drama mientras nos lavan los pies
y pintan las uñas. Después de eso, nos dirigimos hacia el Bosque
Nacional de las montañas Rocosas. Está a solo unos kilómetros del
rancho y tengo un pase de un año.
Echo la cabeza hacia atrás con una risa antes de lanzar mis brazos
alrededor de ella. —¡Amelia Frank! ¡Cómo te atreves a no decírmelo!
Ella me empuja, riendo. —Tú tenías un enamoramiento secreto por
el príncipe Liam.
—No —suspira.
Es Liam.
Oigo una risita baja de él. —Debería sentirme peor por esto. Por
despertarte.
—Temprano —corrige.
—No sientas lástima por mí, Lucy. —Su voz es áspera y suave.
—Últimamente. Sí.
—Así que, ¿dónde estás? Como, cuando vas a casa, ¿dónde está
exactamente tu casa?
—¿Lo son?
—Lo son.
—Pero cuando están allí, ¿la gente trabaja día y noche, como en
Downton Abbey? ¿El castillo es realmente grande? ¿Hay una mazmorra?
—¿Quieres que así sea? —Sus palabras son suaves y no puedo leer
el tono.
—La verdad.
—¿Por qué?
—Mmm.
—¿No crees que soy un playboy? —Suena herido, pero también como
si estuviera sonriendo.
—Cosas reales.
—¿En la tierra?
—En la tierra.
—No. Quiero decir, tal vez he visto fotos de ella. Pero últimamente
no la he buscado ni a tu familia. Como que quise hacerlo —confieso—.
Después de conocernos. Pero parecía injusto.
—¿Injusto?
Me río. —No sé por qué. Supongo que sabes todo sobre mi familia.
—Eres un misterio.
—No estoy tan segura de eso. —De nuevo, la línea está llena de
silencio mientras froto mi uña—. De todos modos, quería buscar cosas
sobre tu familia... pero no lo he hecho. Así que no sé tanto de ti. Es más
como si nos acabáramos de conocer en una fiesta.
—Lo hicimos.
—Ah. Normales.
—Cristo...
—Tú lo decides.
—¿Por desearme?
—Joder.
—Sí —susurro.
—Oh, Lucy. Eres una chica muy mala. —Él envuelve un puño
alrededor de su polla, causando que las venas de su musculoso brazo
sobresalgan—. Quiero que te enfoques en ti —dice, acariciando su
longitud—. ¿Tienes tus dedos en tu coño?
Empujo mis dedos más profundos. —Quizás —digo con voz ronca.
—Sí.
—¿Puedes usarlo?
Cierro mis ojos, sin estar segura si puedo hacerlo. —Nunca tuve sexo
telefónico.
—Sí. —La palabra sale sin aliento, reafirmando cuan trabajado está.
Dejándome saber que no estoy sola en esto.
—Jodido infierno...
—Ahhh.
—Oh, Cristo...
Me siento diferente.
—Seguro.
Miro a Am diciendo ohh y ahh sobre la joyería durante casi una hora
antes de que llenara el mostrador con cuatro collares, dos pares de
pendientes, una pulsera y un collar que vi cuando entramos, significa
algo para mí.
—¡Ay, claro que sí! ¡Vamos, Lucy, es adorable! —Am está sonriendo
cuando pasamos por la acera—. Voy a ser tía.
—Creo que necesito ver una foto de este nuevo Dash. Dijiste algo
sobre gafas de moda en Southampton, ¿no?
Oigo otro ruido y frunzo el ceño. O tal vez ese es mi teléfono. Suena
otra vez, y estoy segura de que es mi teléfono. Lo saco, es un texto de
grupo de Mags.
¿Qué hacen?
—¿Qué? —pregunto.
Eso es raro.
—¿Todo bien?
Ella lleva una cara de póker decente por una vez. Eso, o ella está
siendo honesta sobre el control de natalidad.
—Vamos a tu auto.
Puedo decir por su voz que algo está realmente mal. Me zafo de su
agarra y me detengo en la acera de los turistas emocionados. Amelia gira.
—¡Lucy, vámonos!
Cuanto más caminamos, más ojos siento sobre mí. Lo juro por Dios,
un adolescente empuja a la chica a su lado, y sus mandíbulas caen a la
vez mientras Am y yo las pasamos.
Mamá.
La sigo en el estacionamiento.
—Agárrate.
—¡Solo dilo!
Por mí.
Hago una llamada a TMZ. Una llamada que debí haber hecho hace
horas. Solo que mi furia me impidió ver correctamente.
Lucy
Debo ser un idiota superficial. Porque la cosa en que no puedo dejar
de pensar, más que cualquier otra cosa, mientras me acuesto en la cama
después de comer helado con Amelia, es que... todo el mundo sabe
ahora… cuán normal soy.
Y así la cosa más fácil para decirte tú mismo, cuando los tabloides
están publicando fotos tuyas en tu vestido de diseñador, cuando estás en
la portada de Vogue y Cosmo con tu rostro retocado, es que te escudas…
en tu propio mundo.
Y ahora he vuelto a entrar en él. Esas fotos mías... creo que tal vez
son el fragmento de Taco Bell.
Pero no quiero ser como ellos. O diferente de ellos, para el caso. ¡No
quiero tener nada que ver con ellos! Por eso dejé el programa. No por las
secuelas de lo que me pasó, dejé el espectáculo porque ser un símbolo
viviente me agotaba. Es horrible saber que todo el que pase por la acera
sabe tu nombre y tiene opiniones de ti. Es como vivir en una jaula.
Para mí, no era así. No soy artista. Nada me movió a ponerme ahí.
Lo hice por un tiempo porque mi familia lo hacía, y luego me di cuenta
de que realmente no me gustaba.
¿Quién fue? ¿Tal vez algún vigilante que escuchó que me estaba
demandando por violar el contrato, que quería que la gente supiera que
yo era la víctima?
●●●
La línea crepita.
Me vuelvo hielo.
La línea muere.
●●●
Salto tan rápido que Grey sisea desde su lugar junto a mí. Llego al
baño justo a tiempo para apuntar al fregadero. Después de eso, la
azafata, una hermosa modelo de Bangladés, me hace sostener el cubo de
hielo.
Por supuesto, voy a tener grandes estrías, por lo que tal vez tener mi
mojo de vuelta ni siquiera importa. Lo que sea. A quien le importa.
Herb regresa con galletas de soda y una lata de ginger ale. Los tomo
con gratitud, luego parpadeo mientras sostiene la bolsa de plástico, con
una ceja arqueada.
Oh.
—Gracias.
Tres galletas, comidas en los bocados más pequeños del universo, y
un puñado de galletas de jengibre bien hechas me impiden arruinar el
interior del coche de Herb. Cuando se estaciona en la estación del
transbordador, se vuelve y levanta un pulgar hacia mí antes de buscar
todo el equipaje. Lo sigo detrás, agarrando el cargador de Grey,
sintiéndome como Madeline en una excursión desde el orfanato mientras
él nos registra y me lleva al transbordador.
Ugh.
—La boto si quieres —dice, teniendo más cuidado esta vez en ocultar
su acento grueso.
—Sí, puedo —digo bruscamente—. Pero estoy mal del estómago, así
que no sería inteligente.
—Así que, ¿eres ella? ¿La pequeña? Er, la más joven, ¿verdad?
Lo sigo hasta el auto rentado y dejo que tome las llaves. Se las
arregla para llevarme y cargar mis maletas, una hazaña que no estoy
segura de cómo hace.
Pero estoy impresionada. No solo por los picos que veo desde aquí,
sino incluso por el color del cielo. Es de un azul lechoso, con tonos casi
púrpura. Mi mirada cae a la hierba en el pequeño campo detrás del
edificio de mi hotel. Es menos verde que la de Georgia en la que crecí,
con hilos amarillos y dorados, como una versión más vibrante de los
campos de Colorado. Hay piedras dispersas por el pequeño patio, algunas
del tamaño de pelotas de fútbol, e incluso una del tamaño de una pelota
de playa.
6Jet-lag: Trastorno del sueño que puede afectar a las personas que viajan y atraviesan varios husos
horarios debido a la diferencia horario con su hogar de residencia.
Cuando salgo, llamo al servicio y pido que recuperen mi bolsa del
escritorio de la recepción. Unos minutos después, tomo el bolso de un
hombre bajo, con cabello negro y ojos verdes, abro la puerta en el
albornoz del hotel y le doy diez libras de propina.
Supuse que ya sabía que Declan había ido ahí, pero lo había
olvidado.
7 Gris en inglés
Originalmente, había planeado recorrer la isla antes de hacer
cualquier otra cosa, pero me encuentro atraída hacia el norte, hacia la
ciudad de Torr.
Respiro lentamente.
Así que estoy aturdida cuando, unos cuantos kilómetros más tarde,
me acerco a la zona donde hay un pequeño símbolo de una torre negra
en el mapa, y me encuentro mirando una enorme línea de defensa de
piedra, detrás de la cual veo cuatro torres de piedras marrones.
—¡Castillo!
—Guau…
Podrías no decirle, susurra una pequeña voz. Pero sé que está mal.
Este bebé también es su hijo, y él o ella merece un padre. No estoy segura
de cuán buen padre será, el príncipe Liam, solo Liam, me corrijo. Su
propio padre es un notorio idiota que aterroriza al parlamento del país y
la manera en que reina, viola la constitución de la isla todo el tiempo.
Pero quién sabe. Ha sido muy amable conmigo.
—Cállate —murmuro.
Todo delante de mí, hay pradera. Puedo ver las luces de una ciudad
brillando débilmente en el horizonte cubierto de nubes. Lejos a mi
izquierda, juro que puedo ver el oscuro océano. Y a mí derecha, hay
montañas, mayormente envueltas en niebla.
¿Y si está de fiesta?
Me digo que lo mejor que puedo esperar es que sea educado y apoye
mi idea de que nazca y crie al bebé en algún lugar de Georgia, cerca de
mi familia, pero lejos de las cámaras.
Subo una colina y veo la aldea de Torr, con muchos árboles, riscos
y pequeñas calles viejas. Todo parece tan viejo aquí. No hay semáforos,
solo rotondas de ladrillo. Al este de la ciudad, la cordillera cae justo en el
mar.
Me detengo en una bonita estación de gasolina de ladrillo rojo con
ventanas redondas y blancas y bombas de aspecto antiguo. Después de
llenar el auto, cedo a mi estómago y compro un cruasán de queso,
además de un poco de comida para gatos para Grey, a continuación, me
quedo ahí mirando a la cajera de cabello gris, mientras mordisqueo un
bocado de mi cruasán.
—Algo así.
El cielo es blanco ahora. Blanco y sin nubes. Las gaviotas gritan por
encima de mí, buceando hacia la arena, aterrizando por un momento,
luego volando de nuevo. Las veo volar en patrones vagamente circulares.
Me pregunto de qué estarán hablando. ¿Las gaviotas se pueden
comunicar? Nunca me gustó mucho el canal de National Geographic.
—Mierda…
—¡Aaaaah!
—Yo… ¿qué?
Lucy
¡Mierda, mierda, mierda! Soy tan idiota.
Obvio que no, Einstein. Son de la realeza. Estos tienes tapa dura.
Él parpadea.
Hecho.
El Príncipe Liam.
—Lucy…
Él sacude su cabeza, riendo con esa baja, rica y sexy risa antes de
que sus cejas se frunzan pensativamente. —¿Estás bien? Luces bien. —
Aprieta sus labios—. Siéntate. —Me insta hacia el sofá, luego da una
graciosa sonrisita cuando sus ojos aterrizan en Grey—. ¿Es tu gato?
—¿Dorian Gray?
Asiento.
—Esa fue la cosa más inteligente que podrías haber hecho —dijo—.
Solo desearía que me lo hubieras dicho. Pude haber enviado un avión.
—¿Cuándo llegaste?
Tragué. —Ayer.
Me encojo de hombros.
—¿Tu?
—Ven y averígualo.
Recojo a Grey, y Liam nos lleva al pasillo, luego camina unos metros,
pasando a través de un juego de puertas dobles. A medida que las
atravieso, el espacio oscuro es iluminado, revelando una gran cocina de
aspecto industrial.
—¿De Verdad?
Asiente. —Es algo que hacemos en verano. Los llamaré para que
vuelvan mañana.
—Estas avergonzada.
—Odio como lo han puesto, ¿sabes? Creo que todo el mundo siente
que está bien verme así. La mayoría de la gente piensa que mi vida ha
sido increíble. No que no lo haya sido. Pero… sabes a lo que me refiero.
—¿Qué? —susurra.
—Cualquier cosa.
Miro a sus pies, donde Grey se frota contra los tobillos de Liam. —
Creo que mi gato está enamorado de ti.
—¿Sí?
Asiente. —Odin y Freyr.
—Sí. —Sonríe.
Puedo decir por la forma en que sus hombros se endurecen que mis
palabras estaban equivocadas. Lo que quise decir es que me gusta. De
las fotos de los paparazzi a el tipo que cocina para mí. Me gusta. Todo él.
Ni siquiera sé por qué. No lo conozco muy bien, pero lo encuentro
cautivador.
Camina hacia mí. Me toma de la barbilla. —Al igual que tú, Lucy.
Dios mío. El queso es el cielo. —Mmmm. —Cierro los ojos y los abro
para encontrarlo sonriendo.
—Eres una maldita puta. Eso es lo que eres. ¡Eso es todo lo que serás!
¿Por qué diría esas cosas? ¿Por qué hizo lo que hizo esa noche? Sé
que no era yo. Realmente lo hago. Lo que había sucedido era todo sobre
Bryce. Sobre su familia. Sobre su padre. Sobre su falta de confianza, su
necesidad de control. Sobre las drogas que estaba consumiendo.
Aun así, me curvo en una pequeña bola, porque el dolor que siento
es mío.
●●●
—Gracias.
Ella desaparece en el pasillo y regresa con una mesa y una silla, que
rápidamente coloca al lado de mi cama. La observo, sintiéndome un poco
impotente mientras mueve toda la comida sobre la mesa.
Luego se gira a la chimenea. —¿Le gustaría algo de fuego? —A mí
me suena como, ¿Le gustaría algo du fuego?
Parece que también trajo tres tipos de jugo, dos tazas de café, una
jarra de agua, con una copa de cristal, varias servilletas de lino con el
sello real cosido en ellas, y, finalmente, me doy cuenta, detrás de las otras
placas, un plato gigante de fruta fresca.
Oh, Señor.
A pesar de que duele, estar sola ahora mismo, también soy del tipo
que anhela. Tengo que averiguar cómo me siento sobre el estado actual
de mi vida, y lo que quiero hacer exactamente. Estar en el rancho no es
aceptable.
No solo por la extraña llamada telefónica y los peligros potenciales
relacionados con Bryce, sino porque tan pronto como se empiece a notar,
ya no será seguro trabajar con caballos. Montar pondría al bebé en riesgo.
Y no puedo hacer mi trabajo sin cabalgar.
No he mirado más allá del día frente a mí en más de un año, así que
no estoy segura de cuál debe ser mi plan B. Tal vez eso es algo bueno. No
pienso en cosas, solo hago planes que puedo ejecutar. Tengo esto, me
digo.
revisando
—El príncipe Liam, dice que le diga que se vista con algo adecuado
para montar si quiere montar a caballo, por supuesto. Y que llame a la
puerta cuando esté lista.
—¿De verdad?
—Sí.
—Santo Dios.
—Lo siento. Solo... —Siento que mis ojos se abren cuando mi mirada
se mueve alrededor de la habitación. El juego de dormitorio es enorme,
la cama más que de tamaño king, hecha de madera oscura y tallada. La
ropa de cama parece de seda, y está en los colores del bosque: marrones,
verdes, dorados, rojos. Lo que realmente me llama la atención es un
retrato masivo de una mujer en una pared. Una mirada a su cara, a sus
bonitos ojos, y puedo ver que debe ser la mamá de Liam.
—¿Qué cosa?
Asiente.
—Hermosa.
Estoy mirando por las ventanas mientras las pasamos, frotando mis
dedos sobre mi teléfono, dentro de mi bolso, cuando la mano de Liam
agarra mi mano libre. Sus largos y cálidos dedos se entrelazan con los
míos. Me da un apretón en la mano. Lo miro, sorprendida de nuevo por
nuestra diferencia de altura.
—Eres alto.
—¿Cuánto mides?
Asiente.
Solo tengo un momento en el lujoso pasillo por el que nos llevan las
escaleras, son por lo menos de dos pisos, decorado con elaboradas
alfombras tejidas, un muro adornado con una armadura de caballero y
un montón de cabezas de animales, antes de que tire hacia mí un
pequeño enclave donde veo una enorme y desgastada mochila de cuero
apoyada contra una pequeña puerta.
Liam deja caer mi mano, tira la mochila sobre su hombro, y abre la
puerta para mí. Y entonces estamos afuera en la luz, el aire fresco, la luz
del sol me hace entrecerrar los ojos. La mano de Liam está en la parte
baja de mi espalda.
—¿Mi qué?
—No puedo creer que hayas usado ese horrible y feo nombre.
—¿No te gusta?
—¿De verdad?
—Sabes mi nombre.
—Lo sé totalmente.
—Por supuesto.
—Gracias, Sara.
Voy a hacer más preguntas, pero estoy hipnotizada por todos los
caballos que vamos pasando.
Asiente.
Cuando era niña, pensé que los hombres educados y que nunca
harían daño a una mujer. Bryce cambió todo eso. Inhalo profundo,
notando que estamos caminando ahora. Nos estamos moviendo a través
de un campo vibrante. El bosque nos rodea, no es un bosque, más como
muchas arboledas pequeñas. Oigo a los pájaros cantar, la fuerte pisada
de las pezuñas de los caballos en el barro y la hierba mullida. Liam, me
doy cuenta con un sobresalto, está montando ligeramente detrás de mí.
—Mirándote. —Sonríe.
—¿Cómo crees?
—París.
—¿Quién es tu amigo?
—¿Rousteing?
El asiente.
—¿Es agradable?
—Sí. Impulsivo.
Si entrecierro los ojos, creo que puedo ver una isla más adelante.
—¿Muchas ovejas?
—Lo está.
—Está bien…
—¿Por qué?
—Me escribiste una carta una vez —digo con voz ronca.
—Sí.
—También el amarillo.
—Festivo —dice.
—¿Sí?
—¿Qué? —Río.
—Es verdad. Estaba enamorado de esta mujer una vez. Yo era más
joven. Era una artista de trapecistas.
—¿En serio?
—Oh sí.
—Lo sé.
—¿Lo haces?
Puedo sentir que se encoge de hombros detrás de mí. —No creo que
seas la “enérgica”. No te veo como una de la Rhodes. Entiendo lo que es
la televisión.
—Sí…
—Lo resolveré.
Siento que sus labios rozan mi sien. Luego hace un ruido y Pegasus
se aleja de Eeyore. Liam se desliza hacia abajo, luego monta su caballo y
alcanza mi cabello. Atrapa una hebra suelta. Sus ojos en los míos son
claros; pasivos. Mirándome de la misma manera que podrías mirar un
animal.
Sacudo la cabeza.
Asiente solemne.
—¿En serio?
Otro asentimiento.
Liam mira hacia atrás. —Los entrené aquí cuando tenían un año.
Él asiente.
—Sí. —asiente.
—Maldición…
—Ah, no.
—Secreto de estado.
—Ah, sí.
—Qué extraño.
—¿Cuántos? —susurro.
—¿Sí sabes?
—Ochenta y tantos.
—Guau.
—¿Para cualquiera?
Él se encoge de hombros.
—¡Trata de atraparme!
Él niega. Sus ojos en los míos están oscuros y serios. Entonces son
cálidos y sus labios con suaves; su barba áspera; el olor de su piel; su
calor, el príncipe Liam cerniéndose sobre mí, la sensación de su pecho al
levantarse y caer al mismo tiempo que el mío. Los dos, presionados juntos
en la hierba. Y solo puedo besarlo de vuelta.
Liam gime. Creo que dice mi nombre. No sé por qué mis pechos están
presionados contra él, sus manos acariciándome, sus dedos encuentran
el punto a pesar de mis pantalones.
—Lucy… Cristo.
Bueno, mierda…
—¿Cómo?
—A mí también —miento.
—¿Tuya?
—Culpable.
8En la Edad Media se denominó justa al combate singular que se hacía entre dos
contendientes, a caballo y con lanza, para justificar el derecho de alguno.
—Oh sí.
Liam
No sé qué estoy haciendo con esta chica. Algo que nunca he hecho
antes, eso es seguro. Cuando doy vuelta a la esquina de la pared trasera
del castillo, me inclino sobre el hombro, flechas en mano, me detengo ahí
para observarla. Está comiendo una manzana verde, y juro a Cristo que
parece salida de una visión. De un sueño.
Lucy
Lo admito: estoy tratando de hacerlo reír. Estoy tratando de
encantarlo. ¿Y por qué no? No es como si estuviera intentando meterme
en sus pantalones. Solo estoy tratando de estar segura de que el tiempo
que pasa conmigo es divertido.
En cuanto a mí, le doy una sonrisa mientras tiro mis flechas hacia
el cuello del ciervo de poliestireno, y me pavoneo mientras atravieso los
cincuenta metros hasta donde él está de pie con los brazos cruzados.
Él sonríe.
—Eres mejor que yo. —Sus ojos son amplios, sus cejas levantadas.
Ríe. —He tomado lecciones desde que era bebé. He estado cazando
desde que tenía edad suficiente para caminar.
—Ya veo, Lucy Rhodes. —Su mano grande alisa mi cabello otra vez;
Mis labios se esfuerzan a contener una sonrisa—. Eres muy buena.
—Besarme.
—Sí.
CAPÍTULO 19
Lucy
Sus ojos son ardientes y serios. Queman. Todo lo que quiero es
inclinarme y poner su boca con la mía. Y también sé que no puedo.
Necesito decírselo primero. El mero pensamiento hace que un toque de
terror me recorra. Retrocedo un paso y tomo una lenta respiración. Cruzo
mis brazos.
Liam ríe.
Liam se ríe, su cabeza cayendo hacia atrás, así que puedo ver su
deliciosa garganta. Quiero morderla como un vampiro. Cuando me mira
de nuevo, sus ojos son calientes.
—Será mejor que dejes de usar esa palabra sucia, o usaré la tuya.
Asiento. —Sí.
—En algún lugar que no sea el castillo —bromeo—. Esto suena como
un acertijo. ¿A dónde iríamos?
—Vivo entre el océano y un… lago. En el lago, hay una isla. Mi madre
solía llamarla Isla Pirata. Tomaríamos una canoa e iríamos a hacer un
picnic.
—Por eso el nombre. —Sonrío, atrapando sus ojos mientras pone las
flechas de nuevo en la aljaba de cuero.
Sus labios se curvan hacia arriba, un poco más lento que otras
veces. —Por eso el nombre —dice de nuevo, encogiéndose de hombros.
—¿Gaélico? —sonríe.
—¿Así se llama?
—Dios, el olor.
—Hola, Liam —dice mientras pasamos. Sus ojos saltan a mí—. Eres
la chica de la tele. Los Rhodes de Concordia —dice que en lo que me doy
cuenta es un acento inglés.
Asiento.
—Está bien.
—Lo dije en serio cuando te dije que pasarán un buen rato aquí. Sin
preocupaciones, Lucy Su. —Sus ojos encuentran los míos mientras
nuestros dedos se entrelazan, y le doy una mirada divertida.
—¿Cómo supiste llamarme así?
Asiento.
—¿Televisión?
—¿Pero tú?
—¿Aburrido? —pregunto.
—Algo así.
CAPÍTULO 20
Liam
—¿Es estresante, todas las cosas reales?
—¿Lo hice?
—No.
—Bueno, creo que me voy a acostar con los pájaros. ¡Apuesto a que
se siente increíble! Me encanta la brisa fresca. No se lo digas a nadie, pero
odio el calor.
—Sí.
—¿Oreos fritas?
—¿No?
Ella sacude la cabeza. —Me sorprende un poco que estés en las
redes sociales, aunque creo que no debería.
—Pero tú no.
Y ahora, lo que está pasando tiene que hacerla huir a otro lado.
Le doy un guiño cursi y rezo para que no baje la mirada esta vez.
Cuando nos separamos, accediendo a reunirnos en el pasillo en diez
minutos, me apresuro a ir a mi habitación, preguntándome qué tan
rápido puedo masturbarme.
Lucy
Entonces, ¿¿¿¿cómo están las cosas????
¿Respuesta honesta?
Sí, pícara.
¿Es un coqueto?
Sí.
De acuerdo. XOXO.
Tonta.
Divertida.
—Lo siento.
—No. —Agarro mis cosas y lo sigo, y unos minutos más tarde estoy
en una silla reclinada, sorbiendo mi agua y comiendo uvas en relativo
silencio. El viento fresco baña mi cuerpo y me eriza la piel. Se siente
increíble en contraste con el cálido resplandor del sol.
Me siento un poco con náuseas, así que devoro casi todas las uvas
y la mayor parte del agua. No mucho tiempo después, necesito un baño,
pero antes, pretendo tomar un sorbo del Martini, luego camino a la pared
y vierto la mayor parte de él por un lado. De esta manera si hay cámaras
aquí y alguien mira, pensarán que no me gustó la bebida.
—Sabes que nunca haré eso, Dru. —Su tono es firme, su voz es baja
y dura.
—Todo —dice.
—¿De verdad crees que hay alguien más? No pondría un puto perro
a través de esta mierda. —Su voz baja un volumen—. No estoy seguro de
cuánto tiempo voy a seguir poniéndome en eso.
Luego otra pausa antes de que diga—: Tal vez eso sea lo mejor.
—Hola —dice cuando salgo. Sus labios llenos suben en las esquinas
en una diminuta sonrisa.
—Hola tú.
—¿Todo bien?
Él voltea hacia mí, enseñando esa pequeña sonrisa de nuevo. Se
desvanece rápido, y luego, está mirando hacia sus pies.
Sonrío. —Hola.
—Hola.
—Nada.
—¿Mi esmalte?
—Sí.
Él asiente.
A varios pies de distancia en el césped, veo una Range Rover negra.
Liam abre mi puerta, lanza la mochila en la parte trasera y conduce hacia
un camino que nunca había notado.
—¡Una zorra!
—Um, ¿todas tus cuentas en las redes sociales? ¿Página Seis y todos
los otros tabloides?
—Lo compras. ¿Ves? —Él agita sus cejas, sonriendo—. No dije roba
o consigue tu leche gratis.
—Lo hacen. —Las palabras son suaves. Sus ojos están sobre mí
brevemente, solo lo suficiente para hacer vibrar mi cuerpo; entonces
regresan al camino.
El auto está lleno con una extraña tensión. Bajo la mirada a mis
manos en mi regazo, y trato de pensar en algo para cortarla.
—¿Miras TV?
—A veces.
—No.
—La dejé.
—Lo estaba.
—Sí.
—¿Qué?
—Ya me oíste.
¿Está diciendo que él no puede leer? Gracias a Dios no dejo salir esa
pregunta. —¿Qué… significa eso para ti? —Honestamente no sé mucho
sobre ello.
—Sí.
—¿Cómo?
—No sé.
—Ese no es el punto.
Su boca se aprieta.
—Así es.
—Alguien me dijo una vez, Maggie, creo, que manejas una fundación
de caridad.
—¿Qué haces?
—Hago aplicaciones.
—¿Eh?
—¿Tú hiciste Fireside? —Es una aplicación para citas británica. Una
de las más grandes—. ¿Los mismos no hicieron también Fairgrub y
Autopawn?
Liam
No planeaba decirle. Solamente le he dicho a dos personas en el
mundo que no trabajan para mí, labios cerrados por el acuerdo de
confidencialidad. La compañía se llama S.G. Enterprises, por mi madre
Sarah Gael.
—¿Son todos?
Niego.
—¿Lo haces?
Le doy una risa hueca. —Creo que podría deberte unos de los míos.
—Solamente nosotros.
—Esto es hermoso.
Asiento.
—Eso se siente bien —gruño. ¿Por qué está jugando con mi cabello?
Lucy
—Entonces, ¿quieres hacer un picnic? ¿Allá en la roca, o en los
árboles? —Señala.
—Por supuesto.
Especialmente embarazada.
—¡Guau!
—Gracias.
—Sí.
—Lo siento.
Veo sus ojos en mí, y luego cierro los míos, gimiendo suavemente
mientras pasa una mano sobre mi columna. Siento que cambia de cadera
y gime de nuevo, anticipando su dureza contra mí.
Quiero esto.
Necesito esto.
—¿Lucy? —dice.
—¿Sí?
—No lo hagas.
—Yo también.
Liam niega, luego se inclina hacia atrás y cierra los ojos. —Mi madre
murió aquí —dice, frotándose el cuello.
—¿Lo hizo?
Entonces es su turno.
—Siéntate
—Hazlo.
Liam se ríe, pero hace lo que te pido. Se inclina contra un brazo del
sofá, las piernas en el frente. Sus pantalones todavía están entreabiertos,
y puedo ver su polla dura a través del algodón de sus bóxers.
—Te quiero —respiro.
—¿Quieres ir?
—No vengo muy a menudo, pero quería traerte. —Es algo incómodo
confesar eso, pero es la verdad. Quería que Lucy viera este lugar.
En el pasado, si alguna vez vine aquí, fue solo por un par de horas,
y estaba solo. Vengo aquí para pensar en mamá y sentirme solo. Solo lo
hago cada dos años o algo así.
Asiente.
Aprieto su mano. —Me gusta que seas así conmigo. —Me hace sentir
diferente, también. Como si no tuviera que ser alguien en específico
cuando estoy con ella—. Muchas chicas no son así.
—Joder, sí.
—¿Eso es cierto?
—Muy cierto.
—¡Ay!
—Sí.
—No mucha.
Me doy cuenta de que tengo los labios apretados, algo por lo que mis
representantes están constantemente regañándome, pero que he hecho
tan a menudo, que los medios de comunicación han aprendido a
convertir en un escándalo. Hace que mis hoyuelos se muestren.
Mis ojos se cierran brevemente por sí solos. Los hago abrir, forzando
mi rostro a permanecer neutral. —Solo un accidente. Nada emocionante.
Eso fue lo que él dijo. Trato de pasar saliva y descubro que no puedo,
así que me doy la vuelta.
—Mierda, ¿eso era un pez? —digo ahogadamente.
—Oh Dios, ¿hay peces aquí? ¿De los grandes? ¿Cómo el monstruo
del Lago Ness?
No.
—Si.
—¿Renunciaste?
Asiento.
Asiento. Mentiroso.
Me salpica. —Coqueto.
Pero puedo decir que le gusto. Puedo decir que me desea. Nado
detrás de ella y luego envuelvo mis brazos alrededor de su cintura. —Te
gusta. —Siento su trasero moverse contra mi polla y trago un gemido.
—Abajo, Luce.
—Dime algo sobre ti, Lucille Rhodes. Algo que nadie sabe.
—¿Sí?
—¿Cuándo es tu cumpleaños?
—Por supuesto.
Rueda los ojos. —Eres cortejado duramente, ¿eh?
—Quieren ser una princesa o una reina. —Hace una cara, por la
cual su nariz se arruga—. Culpa a Disney.
Miro el velo de los árboles que bordean el borde más cercano del
agua, considerando y no por primera vez quién o qué tiene la culpa. Por
supuesto, la respuesta es nadie y nada. Es solo la naturaleza humana
querer lo que no puedes tener.
—Me sorprende que mucha gente quiera que esas cosas sean parte
de su vida real —digo finalmente.
—Lo sé, de verdad. Es tan extraño, cómo la gente ve algo así, como
la realeza, o un programa de televisión, y quieren que sea totalmente real.
Como si realmente fuera solo un cuento de hadas. Es una fantasía.
Tuvimos nuestros momentos con el espectáculo. Creo que mi familia
todavía lo hace, por supuesto, pero tiene que ser peor cuando eres
honesto. —Patalea de espalda, y me estiro y pataleo, Así puedo
mantenerme a su lado—. ¿Cómo llegó tu familia al poder de todos modos?
¿Aconsejados por las hadas?
»La leyenda dice que, mi gran abuelo, el líder del clan, cruzó un
puente a caballo, lideró un ejército y derrotó al pequeño grupo de
ingleses. Mira, no estaban necesariamente aquí para luchar. —Arqueo
mis cejas, y Lucy sacude su cabeza, sonriendo apenas un poco como si
encontrara todo esto divertido—. Hay un volcán en la cordillera, no sé si
lo notaste, pero nadie sabía que en ese momento estaba inactivo. Mi
abuelo y su equipo se quejaron de los ingleses y luego se retiraron,
gritando por el volcán en erupción. Así que la leyenda dice que, era un
día oscuro, con nubes muy oscuras. Los ingleses lo creyeron, y salieron
precipitadamente. A partir de ese momento, los otros clanes lo
reverenciaban. Y así llegó a ser el rey de Gael. Su hijo perpetuó el mito
sugiriendo a las potencias religiosas regionales, que para el siglo XV
incluían a algunos católicos.
Nos besamos hasta que casi nos ahogamos, hasta que nuestras
piernas están enredadas. Hasta que estoy duro y quiero enterrarme en
ella. Cristo, la necesito.
Llevo su mano a mi boca y beso sus dedos. —No lo sé, Lucy. ¿Por
qué?
Nada bien.
En absoluto.
Eres como las demás idiotas. Quieres el cuento de hadas. Pero lo has
hecho al revés.
Y con lo rara y patética que soy, eso me hizo sentir tan horrible. Casi
peor de lo que sentía sabiendo que fui violada.
—¿Estás bien?
●●●
Aun así, mis palabras resuenan en mis oídos. Cuando regreso del
baño, encuentro a Liam lavando nuestros platos. Los estoy secando
cuando me los pasa cuando su teléfono suena. Su cara se contrae
mientras mira hacia la pantalla.
Nos dormimos. Cada vez que me muevo esa noche, mi cuerpo vibra
como si el viento de la isla se moviera por mis venas.
CAPÍTULO 24
Liam
Volvemos al castillo alrededor del mediodía.
—¿Era ella?
—¿Qué crees?
—¿Solo?
—¿Qué?
—Jódete.
—Mora, has que Pete le muestre a Lucy los alrededores cuando haya
terminado. —Tomo una chuleta de la lámpara del mostrador, sonriendo
mientras la envuelvo en una toalla de papel—. Una para el camino —digo
al personal de la cocina y a Lucy. Me inclino y planto un rápido beso en
su cabeza—. Volveré en unas horas.
—Jódete.
Lucy
Hay un calabozo en el castillo. Me enteré de ello por Peter, el
estudiante de secundaria que también resulta ser el sobrino de Mora. Le
ruego que me lleve allí, pero dice que la entrada principal fue bloqueada
hace mucho tiempo, y la única que queda está en una de las
“habitaciones privadas”, lo que sea que eso signifique.
Lo abro, y en grande con una torpe escritura, dice—: ¡TE AMO, MAMI!
¡Eres mi faforita!
Para el momento en que logro salir al jardín del castillo, mis ojos
están húmedos de llorar. En el césped lateral, encuentro de entre todas
las cosas posibles, un columpio de neumático, y pruebo la cuerda antes
de sentarme y empezar a balancearme.
Liam
—No voy a hacer que Lucy se vaya, aún no —digo a Heath, y
eventualmente lo aceptó, diciendo—: No lo sé, hermano.
—¿Qué?
Se encoge de hombros.
—Eso es lo que pensé. —Le doy una mirada, y Heath arquea sus
cejas.
—Esa chica...
—¿O?
—Lo dice el imbécil que casi se le pidió que dejara el baile por
tropezar con Kate Middleton tres veces el año pasado.
Le doy una mala mirada, y Heath tiene el don para cerrar el tema.
Cuando el auto está en silencio de nuevo, solo llenado el ruido de Drake
que mi primo ama, me doy cuenta de que me siento casi bien.
—Está bien.
Stacy, una de las asistentes, trae una toalla y un poco de agua para
Lucy.
—Los mató.
—Lo hizo.
—¿Ya te he asustado?
—No. —Agarra mi mano—. ¿Qué clase de rey crees que serías, Liam?
—¿Sería?
—Sí.
—¿Sí qué?
Quiero preguntarle por qué pensaba que no era feliz antes, pero no
es inteligente cambiar de tema de esa manera: a mi infelicidad.
Hago una nota mental para practicar mi discreción, luego rodeo sus
hombros con un brazo. —Subamos. —murmuro, tirando de ella contra
mí.
—Bueno. —Sus brazos rodean mi cintura por un momento.
Entonces inclina su frente contra mi pecho y me acaricia.
—Me gusta estar cerca. —Ella me besa la garganta. —Es mejor para
hacer esto... —Besa mi mejilla, y luego mis labios. Puedo sentirme
reaccionando. Poniéndome duro para ella.
—Oh, mierda…
—Liam —jadea.
—Acuéstate, Lucille.
—¿Y?
No puede decir más, porque jadea cuando mis dedos encuentran sus
pliegues suaves y resbaladizos.
—Oh Dios…
—Eso es.
—¿Qué es gracioso?
Sonríe, radiante. —¡Nunca he sido tan ruidosa! Me vuelves loca.
Oh, sí
¿A qué hora?
8ó9
¿Los de siempre?
Ha pasado una jodida eternidad desde que Heath hizo una gran
fiesta. Él se mete en estos humores donde le gusta estar cerca de la gente
todo el maldito tiempo, y le toma por siempre poner los pies en la tierra.
Después de que el equipo de polo gana, se quiere dejar ir. Más de lo
habitual. Nuestro habitual. Porque suelo ser yo también, ¿no?
—¡Sí! Son tan lindos y pequeños, pero tienen estos dientes... —Se
estremece, tira la sábana alrededor de sí misma.
—¿Tú sí?
—¿Guau en serio?
Sus ojos están en los míos, pero cuando hago la pregunta, él cambia
su mirada a la superficie del agua.
—¿Espacio?
—Oh, ¿no-ficción?
—Sí.
Sacude su cabeza.
—¿Tu mamá la tenía?
—¿De follar con mujeres que no son recíprocas? Porque con mucho
gusto lo haré...
—Porque es mía.
—No. —Sus labios forman una delgada línea. Inclina su cabeza, por
lo que respecta a mí—. ¿Has planeado esto, Lucy?
Veo sus ojos brillar. Solo estoy empezando a acariciarlo cuando hay
un golpe en la puerta.
—Estás…
Una mujer está ahí, sosteniendo dos vestidos. Noto que sus ojos
nunca viran hacia mí mientras le dice algo a Liam en francés. Siempre
he apestado en francés, así que no sé qué dice.
—Eso pensé.
—¿Son de mi talla?
—Como supiste?
Liam
Es lo que quiero. Así que envío a Heath una lista de personas que
deberían ser rechazadas esta noche. Es una lista en mensaje. Estoy
duchándome cuando escucho su respuesta.
Lo cual me recuerda.
Hm. Bueno.
—Jaja. ¿Trenzas?
—Sí.
Paso junto a ella hacia la planta baja, atravesando una enorme sala
de invernadero con paredes de vidrio.
Hablo y bailo con Lucy, y luego paso al vestíbulo para tomar otra
copa. Huelo a Dru antes de verla: Chanel Grand Extrait. Siento sus
manos alrededor de mis codos.
—Liam. Que adorable.
—Algún auto. ¿Un Ferrari? ¿El Lambo de tu prima? ¿Qué crees que
es correcto para mí?
—Será mejor que no vuelvas. Será mejor que no vuelvas nunca aquí.
—No te rompas una uña —me burlo. Entonces, cuando puedo decir
que sus brazos están estirados y está colgando, empujo sus yemas con
las mías hasta que cae.
—No te preocupes.
Ugh.
Solo he estado aquí casi una hora, pero estoy agotada. Me duele un
poco el estómago, aunque he sacado unas galletas de jengibre de mi
bolso. Solo quiero irme a dormir.
Tal vez fue un error aceptar ir a la fiesta. Podría estar pasando por
muchas más horas. Tal vez pueda encontrar un buen sillón y
acurrucarme ahí, y a Liam ni siquiera le importará. Me pregunto si está
borracho. Me pregunto cuán duro realmente se va de fiesta.
—Lucy.
Aún luce infeliz. Solo quiero besar esos labios fruncidos. Camino
alrededor del escritorio y paso mi mano sobre la silla. —Esta cosa es
enorme. —Caigo en su regazo y huelo el alcohol. Corro mi mano sobre la
ligera barba en sus mejillas. Siento su pecho levantarse y caer con una
respiración profunda—. ¿Estás bien?
—Sé cuánto trabajo es eso. Los barcos son mucho trabajo. Tal vez
deberíamos levantar una tienda en algún sitio. ¿Tienes una?
—Sí.
—¿Sí? —No puedo evitar pasar mi mano por entre sus piernas,
donde definitivamente hay una tienda.
—Cristo, Lucy.
—Sí.
—¿Lo mataste? ¿Eres asesino, Liamie? —Le doy una ligera bofetada
en la mejilla.
—¿Por qué están tan lejos del castillo? ¿Es una forma de protección
contra incendios?
—Sí.
—¿Por la escuela?
Asiente.
Dile, Lucy.
—Diablos, sí.
—Liam...
—Por favor…
—Oh Dios…
—Por favor…
Besa mi clítoris unos minutos más, gimiendo tanto como yo. Luego
se mueve. Se apoya con una mano y con la otra, acaricia mi cuello.
—Sí, por favor. —Me agarro de su nuca y lo empujo hacia mí. Liam
besa mis pechos, entonces se levanta y se arrastra hacia mí. Puedo
sentirlo alcanzar algo, veo el brillo de la luz de la luna en la envoltura del
condón, escucho el suave pop mientras se lo pone.
—Jesús, Lucy...
—Eres fabulosa.
Él se merece la verdad.
—¿Te gusta? Quiero decir, ¿es aquí donde vas a vivir a tiempo
completo?
—¿Te gusta?
—Sí.
—Liam. Lo siento.
—No quiero hablar contigo sobre eso. —Me doy la vuelta y empiezo
a llorar.
—Lo siento. Jesucristo. Oh, mier… oh, Cristo. Lucy. —Sus manos
se cierran alrededor de mis hombros, y me vuelve hacia él—. ¿Por cuánto
tiempo has sabido? —pregunta con más suavidad.
—No.
—Sí.
—Estaba bien.
—Bastante.
—¿Y dijeron que todo está bien? —No paso por alto el momento en
que lo golpea: lo que creo que debe ser un recuerdo de su madre. El rostro
de Liam se vuelve blanco; se balancea un poco. Entonces se levanta a
trompicones y se dirige al arroyo.
—¿Crees que estoy molesto por el bebé? —Sus ojos son serios y
redondos.
—No. —Sus manos están sobre mis hombros una vez más,
volviéndome para enfrentarme a él. Cuando ve mis lágrimas, su cara
cae—. No. No, Lucy... no te estoy pidiendo que te vayas. —Empecé a llorar
más fuerte, y Liam me envuelve en sus brazos.
»Tienes que saber que eres más que eso para mí. Estoy medio
enamorado de ti, sabes que sí. —Aprieto los ojos—. Seguramente puedes
sentirlo. ¿Crees que hago todo esto con alguien más que tú? Nunca he
estado en la isla Pirata con nadie. Nadie, Lucy. Solo tú. Te dije que no
podía leer, y aún estás aquí, y todavía te quiero. Ni siquiera es raro porque
está bien. Haces que todo sea mejor. —Me pone suavemente contra su
pecho y envuelve sus brazos alrededor de mi espalda y cabeza—. Odiaría
si te fueras, así que por favor no lo hagas. Quédate.
Lo veo luchando por tragar, ver sus ojos ligeramente rojos y sus
hombros tensos.
—Eres un pervertido.
—Tú también.
—JÓDEME, Lucy…
Noto que está reteniendo algo, así que la pellizco y digo—: ¿Qué?
—¿Yo? Nada.
—Vamos. Te conozco.
—Tienes cabello. Nadie lo verá. Así que dime, Lucy. ¿Qué no estás
diciéndome? Si no me lo dices, empezaré a adivinar.
—¿Las mujeres?
—¡Tus mujeres! De todo ese viaje. Eso fue todo tu Instagram, por lo
menos durante ese tiempo. Solo tú y un puñado de modelos y chicas
locales.
—¿Y ahora?
—No quería que sucediera —me las arreglo para decir en un tono
tranquilo.
Ni siquiera sabía que era verdad hasta que oigo las palabras.
Entonces siento que algo me tiene por la garganta.
—No eres solo tú. Me siento de la misma manera —dice en una voz
cercana a un susurro. Peg se detiene cerca de las fangosas franjas de El
Pozo, y Lucy mira por encima de su hombro, sus ojos serios en los míos.
—Estaba nerviosa porque era solo yo. Me alegra saber que no. —Ella
sonríe, y toda la presión en mi pecho parece disiparse
Nos besamos tanto y duro, primero contra el árbol, luego sobre una
manta que arreglo para nosotros, cuando Lucy se aleja jadeando, me
siento mareado. Su mano regresa a entre mis piernas.
—A mí también me gusta.
—Oye… no me quejo.
Entramos no tanto como Lucy quiere, pero estoy más pendiente con
respecto al bebé. —No quiero que te calientes demasiado —digo mientras
la seco con una toalla grande.
Me río entre dientes. —Lucy Su. ¿Así es cómo te llaman tus amigos?
—¿Buenos padres?
—¿En serio?
—Lo que quieras, Luce. Somos los padres. Te respeto, me gusta estar
contigo. Todo irá bien.
—¿Estás bien?
Trato de asentir.
—A veces
—Gracias.
—¡Liam!
Estoy pasando una pierna por encima de la silla antes de que sacuda
las riendas de Peg, así que cuando desmonte, aterrizaré en la hierba con
rebotando un poco.
Sus cejas bajan sobre sus ojos entrecerrados. Las esquinas de sus
labios se inclinan hacia abajo. Noto que su rostro está blanco, tan blanco
que es casi gris.
—¿Estamos cerca?
—Sí. —Frota una mano sobre sus ojos, luego cambia su atención a
mi rostro—. ¿Estás bien?
Resulta que Liam tiene razón. No estamos muy lejos del castillo.
Caminamos lado a lado todo el camino de vuelta, con Peg siguiendo
detrás de Liam como una especie de enorme y obediente perro.
—Si tú lo dices.
—De acuerdo. —¿Es por eso que quieres que me vaya, o hay alguna
otra razón?
—Seguro.
—Gracias.
Nos besamos una vez más, es corto y dulce, antes de que Liam
desaparezca en sus habitaciones. Me paro fuera de su puerta por unos
minutos, deseando que fuéramos lo suficientemente cercanos para poder
entrar y acurrucarme con él. No me gusta irme sabiendo que está
enfermo.
Heath dice que estos son los lugares favoritos de Liam. –Pete
●●●
—Bueno…
—¿No?
—No. Lo prometo.
—Voy a enviar a alguien. —Hay una breve pausa, seguido con—: Por
favor, sé discreta. Mi primo no necesita ninguna mierda ahora mismo. No
estoy seguro de si te hizo firmar el acuerdo de confidencialidad, pero…
—Nunca lo haría.
Resopla. —Sí.
—Yo no haría eso. Y, ¿Heath?
—¿Liam?
Liam cubre su rostro con mi mano y la suya. Observo cómo los ojos
del hombre se ensanchan ligeramente cuando se da cuenta de que Liam
se siente demasiado mal para hablar.
—Se refieres a…
—Drogas.
Asiento. —Anoche.
—¿Dónde le viste?
Asiento. —Sé que era el padre de Drucilla. Cada vez que lo veo, me
da una mirada de mal humor.
La boca de mi madre está fuertemente cerrada, así que puedo ver sus
hoyuelos y su ceño fruncido. —Ronald Gibson es un amigo de la familia,
Liam. Es uno de los mejores amigos de tu padre. No estuvo aquí anoche.
—¿Viste a quién?
—Es tu fiesta. Está bien. —Creo que la huelo: Lucy. Siento sus labios
contra mi mejilla, y se siente tan bien. Casi aleja el miedo que golpea mi
pecho. La alcanzo, pero mi hombro grita de dolor. Me hace jadear.
—¿Recuerdas lo que dijo el doctor? —susurra—. Trata de no mover
el hombro, ¿de acuerdo? Por eso lo tiene así, envuelto. ¿Recuerdas cómo
dijo que lo dislocaste?
—¿Lucy?
—Estoy aquí.
Trato de abrir los ojos, a pesar del terrible martilleo que siento en mi
cabeza. —No luzco como él. Era suyo. Ese era suyo, ese bebé era... —Mis
ojos se están cerrando, pero veo su cara preocupada. El rostro de mi
madre es blanco y muerto. La cara de mi Lucy está desconcertada.
—Desintoxicarme...
—Dijo que tenías que tomarlo por tal vez unos días, y entonces
podrías disminuir la dosis. No te preocupes. Te ayudará a sentirte mejor.
Ven aquí... —Se envuelve a mi alrededor, instándome a apoyar mi mejilla
contra la suavidad de su cuello.
Lucy
Ver a Liam así, temblando, agarrándose la cabeza y murmurando
tonterías, es mucho más difícil, mucho más extraño de lo que jamás
habría sabido. No es como si lo conociera desde hace mucho tiempo, pero
en el tiempo que lo conozco, supongo que me he acostumbrado a su
sonrisa fácil, a la manera cuidadosa con que se mantuvo alejado de mí el
primer día que estuve aquí, antes de que poco a poco estuviéramos juntos
como un par de imanes.
Mierda. Un centro.
—¿Por qué?
—Por… ti.
—Estoy bien.
Sacude su cabeza.
—No quiero estar así para ti. —Descansa su brazo sobre la cara.
Liam
—La gente se enteró de alguna manera que estoy embarazada. No sé
cómo los paparazis se enteraron. Algunos piensan que es tuyo, pero nadie
está seguro. Ese es solo un lado de la historia poco creíble y sin pruebas
de los tabloides de chismes.
Lucy rueda los ojos, coloca su mano sobre su estómago aún plano.
Se ve hermosa con un vestido estampado color rosa y blanco. Tiene el
cabello suelto alrededor de sus hombros.
—El doctor Burns dijo que ya podías dejar de tomar las pastillas a
partir de hoy. La intravenosa también se ha ido.
Miro mi brazo. ¿Había una intravenosa? Jesús, soy un desastre. Me
froto los ojos.
Supongo que siente mi mirada en ella, porque sus ojos vuelan hacia
mí. Cuando encuentran mi rostro, se ensanchan y en su boca se forma
una gran sonrisa.
—Mierda
—Tu hombro, sí… ¿cómo lo sientes?
—Está bien.
Asiento.
—Te puedes ir cuando quieras. —Me escucho decir con una voz
ronca—. Estaré bien.
—Sé que sí. ¿Piensas que estoy aquí porque pienso que podrías
morir sin mí? Sé que eres un príncipe, Liam. Hay personas haciendo fila
para cuidar de ti y ayudarte. Gente que conoces y en la que confías.
Personas que han firmado sus contratos de confidencialidad, así que no
te preocupes. No he dejado entrar a ninguno de ellos porque quería estar
contigo.
Y aun así…
—¿Tú crees?
—Liam...
—¿No es esto lo que querías? ¿Te quedaste aquí para que te follara
una vez más?
Antes de que lo sepa, nos voltea, y estoy debajo de él. Liam está
entrando en mí con fuerza y me hace gritar, me hace enterrar mis uñas
en su piel.
—Sí lo hago.
Que cuando le diga lo mal que me siento por lo que dije hace un
rato, verá que lo digo en serio y me perdonará. Puedo explicar el naufragio
que es mi vida y ella no me verá de la manera que estoy seguro de que
todo el mundo lo haría. Débil. Patético.
Mi mejor conjetura es que encontró que quizás él es… ¿un hijo que
su madre tuvo con alguien aparte del Rey Gregory? Eso se ajusta a
algunos de sus susurros sobre alguien llamado Drucilla, a quien llamó
“repugnante” y a la que se refirió en una ocasión como “mi jodida
hermana”; sobre la necesidad de darle dinero a alguien; sobre “cuando
todo el mundo descubra mi nombre”.
Dejo de caminar y cierro los ojos. Pobre Liam. Cuando entre al auto
con él, espero que diga las cosas correctas.
El rostro que veo a través del parabrisas está enojado. Tan, tan
enojado, que el miedo se enciende en mi pecho. Tengo miedo de Liam.
Excepto que a medida que se acerca, me doy cuenta de que no es Liam.
No sé quién es, no sé por qué está aquí, pero cuando me doy cuenta
de que no es Liam quien está detrás del volante de mi Range Rover
alquilado, algo muy dentro de mí grita: ¡CORRE!
Corro hacia los árboles, lejos del castillo y los establos. Corro hacia
el océano y me siento bien hasta que noto la ausencia del sonido del
motor. Hasta que escucho el ruido de pisadas en el suelo cubierto de
hierba detrás de mí.
Escucho un gruñido. —Tú, maldita perra. —Antes de que un gran
peso me golpee, llevándome al suelo. Golpeo el suelo del bosque con tanta
fuerza que el aliento es expulsado de mis pulmones.
¡El bebé!
●●●
—Ese texto para Heath fue una bendición —dice una voz más baja.
—Eso me dicen.
Escucho una silla crujir. —Supongo que sí. Serás una excelente
representante, Drucilla. Haces que tu padre se sienta muy orgulloso.
Trato de abrir los ojos y encuentro que hay algo puesto sobre ellos,
manteniéndome a ciegas. Intento mover los brazos, pero están atados
firmemente a mi espalda. Trato de mover los pies, pero por supuesto,
también están atados.
Bien.
¡Grey!
—¿Jugando al gusanito?
No hablo ni me muevo.
No la culpo.
●●●
—¿Y?
—¿Qué cuerda?
—No estoy diciendo que lo tenga, hombre. Solo quería ver si podía
despertarte con una llamada. Iba a llamar a Mora si no lo hacías tú, para
hacer que fuera a levantarte.
—¿Qué?
—¿Dónde estás?
Lucy
Arena. Está en mi boca y ojos, está en mi cabello y en cada parte de
mi cuerpo. Creo que es la peor cosa que puede pasar. Eso es hasta que
oigo una puerta crujir, y soy arrastrada por unas escaleras... a una
piscina poco profunda.
—¿De quién?
Me siento frío. Tan jodidamente frío y asustado por Lucy. —No lo sé.
Podría. Necesito un trago esta noche —miento.
—¿Mal día?
—Tal vez en una de las playas. O el castillo. Algo fácil para ti. He
oído que te estás desintoxicado.
—¿Qué?
Cuelgo, salgo del auto y golpeo mi puño contra una de las ventanas.
—¡A LA MIERDA! ¡JODER!
Lucy
Sé dónde estoy. Al menos eso creo. El agua se está elevando. Estoy
sola, y he gritado tanto que para cuando el agua sube hasta mis hombros,
ya ni siquiera puedo oír mi propia voz.
Liam
Salgo de la Range Rover, su gato en mis brazos, y empiezo dirigirme
hacía mi Jeep. Soy golpeado fuerte en la espalda, dejo caer al gato y me
tambaleo, casi cayéndome sobre mi culo mientras un borrón de
oscuridad interrumpe mi visión.
—¿Qué? —ronco.
Me sacudo bajo el peso por encima de mí, pateo y trato de usar mis
brazos, y él está fuera de mí. Soy libre por el tiempo suficiente para
ponerme de pie, me encuentro frente a un hombre con una máscara de
esquí negra, y recibo un gancho derecho a mi mandíbula con los ojos
amplios.
●●●
Estoy tan aturdido por la visión de él que casi la dejo caer. Mis
manos la sostienen más fuertemente por reflejo. —No.
—No saldrás de esta isla, Liam. ¿Quieres que Lucy esté contigo?
Lucy
Todavía estoy embarazada. No sé cómo lo sé, pero lo puedo sentir.
Era la única cosa que me mantuvo flotando anoche cuando apenas podía
mover mis manos y pies todavía atados. A veces, ponía la cabeza contra
una de las escaleras superiores, así que eso ayudó.
Mi mente se siente un poco más clara de lo que ha estado sintiendo
últimamente, a pesar de que estoy temblando contra Liam y siento como
si estuviera a punto de llorar.
—No debería estar aquí. Lucy no tiene nada que ver con esto —dice
Liam al hombre que está frente a nosotros.
El hombre ríe entre dientes. —Tú no haces las reglas aquí, yo las
hago. Y sabes por qué. Podría haber sido un buen padre para ti. Un buen
padre para el capullito que cargaba. Le pedí a tu madre que eligiera, y
ella lo eligió a él. ¿Te he dicho eso? No creo que Dru lo sepa, no la historia
completa. Fuimos amantes desde que éramos niños, pero ella eligió el
trono en lugar de a mí.
Liam tiene los dedos envueltos alrededor del cañón de la pistola. Sus
ojos vuelan a los míos por un momento, diciéndome que me vaya. En
cambio, me inclino, mordiendo el cuello de Ronald tan fuerte como
puedo. Cuando el hombre intenta sacudirme, Liam toma el arma.
—¡MUÉVETE!
—Regresaré a la costa.
—Puedo hacerlo.
—Yo también.
Creo que todavía está hablando, pero no puedo oír sus palabras. No
sobre el rugido de un helicóptero. Blanco y azul marino, al igual que el
avión privado de Liam.
Liam salta tan rápido que mis ojos no pueden seguirlo, toma el barco
roto y corre hacia la orilla. Lo empuja al agua, y el helicóptero vuela sobre
él.
—¿Apellido Clary?
Me río. —Le diré eso a Liam. Tal vez cuando se haga cargo de los
deberes que va a asumir, puede presentar una petición para cambiar el
apellido real. —Entonces bufo, porque por supuesto que no va a pasar.
Sonrío —Sí.
—Solo bromeo.
—No completamente.
Pude decir poco sobre Bryce porque resulta que el propio Bryce hizo
que nuestro Acuerdo de Confidencialidad estuviera nulo y sin valor; él
dio mis fotos. Un reportero amable en TMZ, bien, tal vez más codicioso
que amable, dado lo que Liam pagó al chico, gritó la dirección de correo
electrónico desde que las imágenes se enviaron.
Resulta que Ronald Gibson era un hijo bastardo del padre del rey
Gregory, el primer Gregory. Había estado guardando sus ambiciones
reales desde su infancia. ¿Lo más triste? El rey Gregory sabía todo sobre
el lunático, pero él y Liam no son tan cercanos, el propio Liam fue dejado
desprotegido ante el chantaje. No sentía que pudiera acercarse a su padre
y preguntar sobre su nacimiento.
—No. Aún pienso que nos mudaremos al castillo de Haugr. Tal vez
visitaremos este lugar los fines de semana.
—No —admito.
—Estás distraída.
—Sí.
Liam está caminando por el camino desde el agua del lago hasta
nuestra cabaña. Envuelto en la niebla y el sudor que gotea luce bastante
delicioso como para lamerlo.
—¡Pícara!
—Siempre.
Liam lleva pantalones cortos de baloncesto y zapatos para kayak
afilados. Su cabello, todavía corto, se le pega un poco en la frente,
húmedo de donde probablemente lo alejó de su cara. Sus labios se curvan
cuando sus ojos se cruzan con los míos. Cuando me sonríe
completamente, sus barbudas mejillas se redondean.
—¿Qué?
—¿Qué?
Increíblemente terrible.
Increíblemente asombrosa.
Nos lleva cuatro días llegar ahí. La primera vez que Lucy se mete en
el baño, dejando a Ollie en mis brazos para que pueda darse una ducha,
saco la nota doblada y también la esmeralda de mi madre.
Quiero inventar una divertida sorpresa para Luce, pero no soy bueno
en cosas así. Cuando Ollie se queda dormido, lo acuesto en la cuna y
meto la nota contra su suave, trajecito azul. Sostengo el anillo en su
mano, curioso por ver si es lo suficientemente grande como para deslizar
sobre su diminuta muñeca.
Lucy sale con un nuevo traje rojo, una suave sonrisa en su boca.
Mi corazón late tan fuerte cuando se acerca que tengo que dar media
vuelta y fingir mirar a Grey mientras se estira en el alfeizar de la ventana.
—Oh Dios. —Se echa a reír mientras se mueve para mí—. ¡Liam…
oh Dios! ¡Oh Dios!
—¡SÍ!
Fin.
SIGUIENTE
LIBRO
El chico de al lado. Eso es lo
que era. Dash Frasier: mi héroe
desde el día en que nos
conocimos, cuando yo tenía seis
años y él tenía nueve. Su hermana
era mi mejor amiga, nosotros tres,
una tripulación feliz. Luego, una
noche de verano sudada cambió
todo.