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Mirelle era una joven francesa del siglo veinte que además de ser muy hermosa, era inteligente.

A
diferencia de los demás quería explorar mucho más profundo los temas que los hombres más
sabios de su pueblo hablaban. Poner a desafiar sus creencias e ideologías y uno de los tantos
temas que quería investigar era la paz humana y sus valores. Tenía en mente que este mundo
podría ser un lugar mejor para vivir, que la guerra no sea la primera y mejor opción para arreglar
desacuerdos. Quitando hasta lo más preciado.

En una tarde, llegó a la pequeña biblioteca de su pueblo. Saludó amablemente al encargado y fue
en busca de los libros que más le parecían interesantes. Después, con un pilar de libros se fue a
sentar en una mesas disponibles para darle comienzo a su lectura.

Al paso de las horas su vista empezó a cansarse y los bostezos no tardaron en aparecer. Pronto, sin
medir sus actos, fue quedándose dormida poco a poco. Sin importarle nada más que descansar,
pues, no veía problema alguno.

No había pasado más de un minuto cuando de un solo golpe despertó, miró a su alrededor
dándose cuenta que no había nadie, ni siquiera el encargado del lugar. Observó la calle por el
ventanal, no podía ver a nadie pasar. Mirelle se asustó. Se puso de pie y ordenó los libros para salir
del lugar, veía a todos lados confirmando la ausencia de la gente.

Giró la manilla de la puerta esperando que estuviera cerrada pero para su sorpresa seguía abierta.

Al salir, fue en busca de alguien que la ayudara en su desorientación, y una vez más, confirmó que
no había ninguna señal humana, ni siquiera un animal. Le parecía tan irreal, aquello no era normal.
Una idea se le vino a la cabeza. Caminó hasta el parque que quedaba a unas cuadras de la
biblioteca, ahí había un gran reloj de manecilla. Puede verificar que hora era y en una tienda de
por ahí, ver que día.

Al llegar ante el reloj, tuvo la sorpresa de que no había tiempo. Volteó hacía todos lados y como si
fuera un milagro, pudo notar la silueta de un hombre sentado en una de las bancas del parque.
Estaba de espaldas así que no podía verlo bien. Se acercó y pudo confirmar que si era una persona.

Mientras se acercaba a él, trató de entablar una conversación con él, quería saber lo que pasaba,
pero no tenía la respuesta deseada. Lo intentó varias veces, pero no logró lo que quería. Mirelle,
apunto de rendirse, el hombre habló:

—A veces, la historia nos hace olvidar de lo que realmente debemos optar. Aunque la misma nos
recuerda quiénes somos en realidad.

—¿Eh? —respondió con voz vacilante

—Le puedo asegurar señorita, que el humano es el ser más tonto que ha pisado esta tierra. ¿Usted
cree que con miles de declaraciones de justicia nos salvará de nuestra incredulidad? —preguntó

—Claro que no señor, pero no hay que perder la esperanza— respondió —. Es malo querer que su
mente esté encarcelada en el pasado, ¿no lo cree?

—Tal vez sí, pero recuerde ese día que en nuestro país inició esa guerra hace un siglo. Tal vez se
calmó un poco, pero sigue habiendo manifestaciones e injusticias.
Mirelle suspiró profundamente, no sabía por dónde iba esta conversación.

—Es claro eso, el ser humano no fue creado para ser perfecto. Si hubiera sido así, con ese
propósito nosotros no hubiéramos existido— dijo sentándose a un lado del hombre, quien tenía
apariencia de alguien de setenta y tantos años—. Y con referencia a los manifestaciones, es
depende. Hay peleas muy tontas como peleas que tienen un por qué que vale la pena. Hay que
luchar por nuestros derechos y libertad, ¿no? Merecemos respeto con el simple hecho de existir.

El hombre al oírlo sonrió de lado. —Tiene toda la razón, jovencita.

Mirelle bajó la cabeza complacida y enseguida se puso de pie para buscar la salida o alguna
persona que en verdad le pudiera orientar. El hombre la detuvo, se puso delante de ella y caminó
a su lado hasta la salida del parque.

—Jovencita, discúlpeme por lo que haré pero será necesario….

—¿Qué cosa?

El hombre puso un pie delante de ella haciendo que se cayera al suelo de frente, y de repente
volvió a despertar en la biblioteca...

Todo volvió a su normalidad.

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