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La rana que quería ser una rana auténtica del autor Augusto Monterroso

Había una vez una rana que quería ser una Rana auténtica, y todos los días se esforzaba en ello.
Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad.
Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en
un baúl.
Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a
desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una Rana auténtica.
Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer
sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la aplaudían.
Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una Rana auténtica, se dejaba
arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena rana, que
parecía pollo.
En la Lectura literal el lector debe reconocer:
1. ¿Quiénes son los personajes de la narración?
2. ¿Dónde tienen ocurrencia los hechos del relato?
3. ¿Cuál es la idea principal del texto?
4. ¿Cuándo tienen lugar los acontecimientos narrados?
5. El concepto de la palabra AUTÉNTICA.
En la Lectura inferencial el lector debe deducir:
1. ¿Cuáles son los hechos que determinan esta actitud en el personaje?
2. ¿Qué esperaba la Rana ser considerada por los demás?
3. ¿Quiénes eran los posibles admiradores de la Rana?
4. Si la Rana hubiera conseguido ser admirada por la gente qué hubiera ocurrido.
En la Lectura crítica, contextual o propositiva el lector debe argumentar sobre:
1. ¿Qué opinas respecto a la historia presentada en el texto. ocurre en la vida cotidiana, por qué?
2. ¿Cómo crees que se presentan este tipo de situaciones en la cotidianidad?
3. Realiza un comentario crítico o reflexivo sobre el tema, analizando las posibles causas de esta conducta.

COMPRENSIÓN LECTORA
Aspectos a tener en cuenta en el nivel literal:
 ¿Quiénes son los personajes de la narración?
 ¿Cómo son los personajes del texto?
 ¿Qué dicen los personajes?
 ¿Dónde ocurren los hechos del relato?
 ¿Cuándo sucedieron los acontecimientos narrados?
 ¿Cómo es la estructura del texto o la organización del texto?
 ¿Cuál es la historia del texto?
 El concepto de las palabras desconocidas.
 Signos de puntuación.

Aspectos a tener en cuenta en el nivel linferncial:

 ¿Cuáles son los hechos que determinan la actitud en el personaje?


 ¿Qué esperaba el personaje?
 ¿Quiénes eran los posibles admiradores del personaje?
 ¿Qué hubiera ocurrido si?
 ¿Por qué paso?
 ¿Qué diferencias encuentras en?
 ¿Qué semejanzas hallas en?
 ¿Qué conclusiones puedo deducir de?
 Creo que se podría …
 ¿Por qué?
 ¿A qué se refiere cuándo?
 Repetición de palabras o frases en el texto.
 Descubrir el significado de metáforas, símiles, hipérboles y otras figuras literarias.
 Los signos de puntuación permiten inferir estados y situaciones.
Aspectos a tener en cuenta en el nivel crítico intertextual:
 ¿Qué opinas respecto a la historia presentada en el texto. ocurre en la vida cotidiana, por qué?
 ¿Cómo crees que se presentan este tipo de situaciones en la cotidianidad?
 Realiza un comentario crítico sobre el tema, analizando las posibles causas de esta conducta.
 Me parece que…
 creo que es…
 ¿Qué opinas de?
 ¿Cómo podrías calificar?
 ¿Qué hubieras hecho?
 ¿Cómo te parece?
 ¿Cómo debería ser?
 Qué piensas de?
 Si estuvieras en el lugar de X yo …

Detrás del muro


Pobre niño, después del accidente quedó sólo. Sus sueños son recurrentes. Está en un descampado donde hay una tapia, la trepa,
del otro lado ve a los muertos: sus padres y su hermanita lo llaman desesperados. Vuelve a casa de su abuela muy triste. Esa noche
el niño no sueña y en la mañana no despierta.  Allá en el descampado, detrás de la tapia, hay cuatro almas felices festejando su
incorpóreo reencuentro.
Jorge Lavezzari
Falsos positivos

NOTA DEL AUTOR: Falso positivo: Es como se conoce a las revelaciones hechas a finales del año 2008 que involucran a miembros del
Ejército de Colombia con el asesinato de civiles inocentes para hacerlos pasar como guerrilleros muertos en combate dentro del
marco del conflicto armado que vive el país. Estos asesinatos tenían como objetivo presentar resultados por parte de las brigadas de
combate.1 A estos casos se les conoce en el Derecho Internacional Humanitario como ejecuciones extrajudiciales y en el Derecho
Penal Colombiano como homicidios en persona protegida.

La mañana abrió sus ojos a otro día de lucha. Recorrió la casa despacio deteniéndose de manera inconsciente en cada objeto, en las
imperfecciones de las paredes, en las grietas abiertas por el tiempo, en cada retrato que evocaba el pasado, acariciando todo con la
mirada, acariciando la memoria.

- Mire que este café le hubiera gustado, es un poquito amargo pero así le gustaba a usted ¿se acuerda?

Sus manos reconocieron las sabanas buscando esa silueta perdida. Un ritual repetido mil veces para organizar la vida en torno a los
recuerdos, sin llanto, sin palabras, sólo precisando que el aliento de su hijo no se perdiera para siempre.

- Ayer encontraron a su amigo Gonzalo en la fosa del cementerio central, también lo mataron por la espalda. La comadre Diana tuvo
problemas con los militares, casi no se lo dejan sacar.

Cinco años atrás, cuando Antonio tomó su camino, en su mente había más hambre que ilusión, era ese dolor que lo acompañaba
desde niño: la pesadez, el desaliento, eso que anima los sentidos acallando las ideas. La plaga de los condenados de la tierra. Se fue a
recoger café, buscando en esas lejanas montañas un poco de dignidad. Ahora lo único que le quedaba a María era su sombra
atrapada en los objetos, restos de una vida cegada por una guerra que nunca decidió pelear.

- Hoy me toca terminar más tarde, mire que llegaron unas compañeras de lejos.

Ese día la plaza estaba llena, innumerables mujeres sostenían retratos de sus hijos muertos. Parecían infinitos, pero no obstante cada
una de ellas tenía una cifra exacta: 3.796. Civiles inocentes, llevados bajo engaños a zonas de combate, asesinados a sangre fría y
presentados como bajas enemigas, presentados como trofeos de guerra.
Todos eran pobres, a todos les habían prometido un trabajo, todos ejecutados y declarados como guerrilleros. Ahora recorrían la
plaza los jueves en la tarde, sus imágenes recordaban al mundo que en una guerra sin sentido los absurdos pueden multiplicarse en
los cuerpos de aquellos que nunca sostuvieron un fusil.

- A mi hijo me lo mataron hace cinco años, le dispararon y le pusieron un arma en las manos. Después cobraron la recompensa.

María le hablaba a un grupo de mujeres recién llegadas, sus rostros asustados mostraban la extrañeza ante una ciudad que no les
pertenecía. Ahora ella era fuerte, había aprendido a serlo gritando la verdad todos los días.

Las abrazó largamente con la ternura que viene del intenso dolor. Todas eran una sola persona, las unía un pasado en común, la de
ser las madres de los falsos positivos.

Álvaro Lozano Gutiérrez

Ella, él, yo
Él siempre fue, en lo que podría llamar nuestra relación, la mujer. Yo, el hombre. Estuve ahí cuando me
necesitó. ¿Un problema económico? Le deposité dinero esa misma noche. ¿Una operación urgente o dentro de
tres meses? Le llamé al otro día y le pedí que me avisara cuándo le iba bien que le hiciera una visita, después de
su familia y sus novios —perdón, novias—, de quienes nunca me contaba nada para seguir contando conmigo.
Me invitaba a huir juntos para realizar viajes absurdos, aventuras infantiles, fantasías sexuales enternecedoras.
Me trataba mal, pues yo era el hombre. No me dejaba acercarme si notaba que olía a sudor. Yo, entonces,
pagaba las cuentas con satisfacción, pues el dinero que gastaba era fruto de ese sudor. Si tardaba en llamar, me
contestaba feliz; si le hablaba con regularidad, sus padres me informaban aburridos que no estaba y no sabían a
qué hora regresaría.
Eso que podría llamar nuestra relación terminó cuando bailamos por primera vez. Él cree que baila bien, pero lo
hace fatal: no sabe llevar. Y me di cuenta porque yo soy la mujer. Adriana Azucena Rodríguez.
El detective palimpsesto

Escrutó la habitación con su lupa en busca de pista, paseando por todos sus recovecos un ojo
inmenso enmarcado en una circunferencia metálica.
No encontró huellas. La mesa de despacho estaba ordenada y limpia. No había polvo ni
papeles ni carpetas ni libros. El flexo estaba apagado. Lo encendió: proyectó una luz amarilla sobre el tapete
verde. Lo observó de perfil, inclinado, y se convenció de que no había polvo allí. Ni papeles ni carpetas ni
libros, claro. Se sintió imbécil por ese pensamiento .
El sillón de cuero estaba caliente cuando se levantó de él. Pasó la lupa sobre el asiento y no halló
pelos ni trozos de uña ni cualquier otro objeto de interés para la investigación . Las
librerías que vestían las paredes no tenían libros.
La alfombra estaba impoluta .La puerta, cerrada por dentro.
–Qué formidable misterio –se dijo en un susurro– sería si aquí hubiese un muerto.
José Carlos Martínez

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