Está en la página 1de 2

Seminario de Lectura de la Realidad 8º Sesión 26 de Marzo de 2007

LA SAGRADA FAMILIA (1)


Vamos a detenernos a meditar sobre la Sagrada Familia, para conocer más de cerca lo que en realidad fue la familia más íntima
de Jesús, y lo que nos puede aportar a nosotros ahora.
Como todo ser humano, Jesús fue, al menos en cierta medida, un producto de su propia familia. Vivió en ella más de treinta años;
allí creció, se educó y aprendió muchas cosas (Lc 2,40 y 52). Por eso, aquella familia es para nosotros un dato de primera impor-
tancia.
Pero, por regla general, tenemos una imagen desfigurada de lo que fue la "Sagrada Familia". Poco a poco se ha ido formando una
"imagen ideal" de la Sagrada Familia: San José con sus barbas, en su taller de carpintero o quizás con una vara de nardo florecido
en la mano; la virgen María, tan inocente y tan hermosa, dedicada a sus labores; y el niño Jesús, con cara de ángel, aprendiendo el
oficio de su padre o quizás jugueteando con un pajarito; etc...
Con ello, en vez de aprender nosotros las cualidades y virtudes de la familia de Jesús, aplicamos a aquella familia las cualidades y
virtudes que nos parecen las mejores para una familia. Y así, hemos construido una imagen de la "Sagrada Familia" en la que el
marido, José, es un ciudadano ejemplar, un trabajador intachable, modesto y resignado con su suerte; y la esposa, María, es una
santa mujer de su casa, con todas las virtudes que adornan a la esposa y a la madre; y el hijo es el mejor de los hijos, sobre todo el
más obediente a sus padres. O sea, la familia ideal.
Por ello cabe preguntarnos: ¿Fue realmente así la familia de Jesús? Y ¿son ésas las cualidades y virtudes que nos enseña aquella
familia? ¿Cómo fue en realidad? Porque si aquella familia no hubiera tenido ningún tipo de problemas, de poco nos podría servir
su ejemplo, ya que nosotros estamos llenos de ellos.

1. Una familia con problemas


Tenemos que quitarnos de la cabeza la idea de que la familia de Jesús fue una
familia sin problemas. Por los datos que nos dan los Evangelios, sabemos que en
aquella casa hubo problemas y situaciones bastante serias.
Apenas comprometidos oficialmente a contraer matrimonio, José se dio cuenta de
que su mujer estaba embarazada, antes de haber vivido juntos
“La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María,
estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos,
se encontró encinta por obra del Espíritu Santo”. (Mt 1,18).

La solución de este conflicto no debió ser nada fácil. Supone mucha oración, mu-
cho diálogo y muchos malos ratos. Este incidente nos indica hasta qué punto en
aquel matrimonio hubo situaciones difíciles casi desde el primer momento.

El nacimiento de Jesús acarreó también problemas muy serios al matrimonio: la


persecución política, el exilio y el tener que verse como emigrantes en un país
extranjero
El Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma contigo al niño y a su madre y
huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle”. El se
levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes. (Mt
2,13-15).
Incluso después de la muerte del dictador Herodes, José se siguió sintiendo amenazado como persona sospechosa
ante la autoridad política (Mt 2,19-23), hasta el punto de tener que volver a un pueblo perdido, Nazaret, en la región
más pobre, Galilea (Mt 2,23).
Muerto Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le
dijo: “Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y ponte en camino de la tie-
rra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño”. El se le-
vantó, tomó consigo al niño y a su madre, y entró en tierra de Israel. Pero al ente-
rarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo mie-
do de ir allí; y avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea, y fue a vivir en
una ciudad llamada Nazaret” (Mt 2,19-23),

Un pueblo, además, que tenía mala fama: ¿De Nazaret puede haber cosa buena?.
(Jn 1,46).

Cuando llevaron al niño al templo por primera vez, un hombre de Dios inspirado
por el cielo, le dijo a la madre cosas terribles: el niño estaba destinado a ser "señal
de contradicción" y un motivo de conflictos (Lc 2,35), y ella misma se vería tras-
pasada por un sufrimiento mortal (Lc 2,34-35).
Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: “Este está puesto para caída y ele-
vación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción, ¡y a ti misma una
espada te atravesará el alma!, a fin de que queden al descubierto las intenciones
de muchos corazones”.

Recordemos también el extraño episodio del niño cuando se quedó en el templo sin decir na-
da a sus padres (Lc 2,41-51). El Evangelio de Lucas señala expresamente que ni María ni
José comprendieron lo que el joven Jesús hizo y dijo en aquella ocasión (Lc 2,48 y 51). Lo
cual quiere decir que, también desde este punto de vista, en aquella familia hubo problemas,
porque había cosas que resultaban preocupantes y que los padres no entendían.
Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de
los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupe-
factos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos,
y su madre le dijo: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustia-
dos, te andábamos buscando”. El les dijo: “Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais
que yo debía estar en la casa de mi Padre?” Pero ellos no comprendieron la respuesta
que les dio.
En resumen: una familia con problemas. Y por cierto, de todas clases: problemas matrimo-
niales, problemas políticos, problemas entre los padres y el hijo. Una familia perseguida
políticamente, desterrada, exiliada, arrinconada en un pueblo perdido, arrastrando sombrías
amenazas, y viviendo situaciones que no resultaban fáciles de entender. En definitiva, una
familia con problemas graves. Sin duda, como los problemas de tantas otras familias.

Desde el punto de vista de la fe, nosotros sabemos que en aquella familia estuvo presente
lo mejor que puede haber en una casa: el favor de Dios, su gracia y su palabra. Allí estuvo
presente JESUS. Pero esto nos viene a indicar que la presencia cercana y palpable de Jesús
no excluye los problemas, la incomprensión y hasta los conflictos. Más aún, precisamente
la presencia de Jesús fue la causa de las dificultades y las tensiones que se produjeron en
aquel hogar.

Por consiguiente, la familia ideal no es la familia donde no hay problemas, sino la familia
que escucha el Evangelio, que lo acoge y lo vive, aun a costa de tener que soportar situa-
ciones problemáticas. En eso seguramente reside la enseñanza más importante que tiene
para los creyentes la familia de Jesús.

PARA DIALOGAR
¿Nos habíamos imaginado así a la Sagrada Familia?
¿Creemos que los problemas y las dificultades son algo ajeno a una familia cristiana?
¿Qué podemos aprender de esta visión de la familia?

También podría gustarte