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MARÍA DE NAZARET: MODELO BÍBLICO PARA HOY

Luis Rafael Fajardo


Facultad Adventista de Teología de Sagunto

Palabras clave: Personaje bíblico, María, mujer, madre, Jesús, José, Evangelios, Biblia,
historia de conversión.

—¡Mamá, mamá, allá vienen los adventistas!


—¡Corre hijo, trae un paño, voy a limpiar el cuadro de la virgen!
Así respondió la señora al aviso de su hijo. Ella comenzaba a dudar acerca de si
había sido una buena idea haber aceptado el ofrecimiento de estudiar la Biblia con estos
protestantes. Realmente, no estaba interesada, solo quería parecer amable.
—Buenas tardes, doña Tomasina —así se llamaba—. ¿Cómo está usted?
—Hola, don Martínez, estoy muy bien, gracias a Dios y a la virgen por supuesto.
Esto lo decía mientras limpiaba y besaba el cuadro de la virgen María que colgaba
en un lugar especial de la casa. En realidad, era una estrategia dirigida a provocar una
discusión con sus visitantes que le diera la oportunidad de anular su acuerdo de estudiar
la Biblia con ellos. No obstante, su plan se vio frustrado con la respuesta del señor
Martínez y su acompañante.
—Nos alegra saber que usted es una mujer devota de la virgen María. ¡Ojalá todos
aceptáramos el plan de Dios, así como ella!
—¡Así es, don Martínez! —contestó Tomasina con una mezcla de chasco y
sorpresa, pues se suponía que esa sería una estrategia infalible para librarse de esos
protestantes que, según había escuchado en la misa, odiaban a la virgen María, la “madre
de Dios”—.
El señor Martínez mostró una gran madurez espiritual al respetar las creencias de
esta señora. Esto le permitió no cerrar la oportunidad que se presentaba de mostrar el
mensaje bíblico. Quizás no lo conocía, pero puso en práctica el principio de evangelismo
que escuché del veterano pastor Rafael Calonge: “Contacto, con tacto”.
Acerca de María de Nazaret “pocos datos tenemos de su carácter, pero el ser
elegida de entre todas las mujeres para servir de madre al Mesías, deja suponer que
destacaba por una serie de virtudes que la hacían idónea para esa grave responsabilidad”.1
“En Palestina, el lugar que ocupaban las mujeres era inferior. En la oración de la
mañana, el judío le daba gracias a Dios porque no le había hecho ‘gentil, o esclavo, o
mujer’”.2 En algunas familias, una mujer judía era poco más que un esclavo.3 De hecho,
“la mujer estaba obligada a obedecer a su marido como a su dueño”.4
Este fue el contexto social en el que nació María, una descendiente de la tribu de

1
Roberto D. Badenas, “La familia de Jesús”, en Vida y enseñanzas de Jesús, ed. por Roberto Badenas y
Davide Sciarabba (Berrien Springs, MI: CHADT, 2020), 141.
2
William Barclay, Comentario Al Nuevo Testamento, Tomo 4 (Barcelona, España: Editorial CLIE, 1994),
15.
3
Ver Joachim Jeremías, Jerusalén en tiempos de Jesús (Madrid, España: Ediciones Cristiandad, 2017),
460.
4
Ibídem.

1
Judá de la familia de David. Nada se sabe acerca de sus primeros años en Nazaret de
Galilea. De todos modos, así como el árbol se conoce por los frutos, al estudiar el registro
bíblico podemos advertir algunos rasgos de su personalidad que dejan ver las virtudes que
adornaban su carácter y son una ventana a la comprensión de su persona y legado.
Este artículo tiene como propósito iluminar la historia de María, tal cual nos la
muestra la Escritura, resaltando sus virtudes; a fin de aumentar la comprensión de su
testimonio. Se pretende fortalecer la equidad y ponderación en el trato de este tema frente
a otros cristianos y deducir de su ejemplo lecciones válidas para la vida espiritual.
La responsabilidad de un gran privilegio
El primer relato que la Biblia nos cuenta acerca de María se ha llegado a conocer
como “La Anunciación”. Este evento, registrado en Lucas 1, ocurrió en algún momento
del último lustro del siglo I a. C. El ángel Gabriel, quien siglos antes había explicado la
profecía a Daniel (Daniel 9,21-22), había sido designado para anunciar el cumplimiento
de la promesa mesiánica. “¡Alégrate, favorecida de Dios! ¡El Señor está contigo!” (Lucas
1,28) fueron las primeras palabras del divino emisario.
El mensaje del ángel demuestra la alta estima en la que Dios tenía a esta joven
anónima de Nazaret, pueblo del cual se decía entre los judíos: “¿Acaso de Nazaret puede
salir algo bueno?” (Juan 1,46). Es que “la gente sólo presta atención al aspecto de las
personas, pero el SEÑOR ve su corazón” (1 Samuel 16,7; PDT).
Quizás compartes con María no ser reconocida/o por tu fama o riqueza. No
obstante, puedes tener la certeza de que eres muy amada/o a los ojos Dios. De la misma
manera que Dios nos mira, la Escritura nos quiere enseñar a mirar a los demás, a no
considerar a nadie como inferior por su apariencia u origen.
Las palabras del ángel dejaron perpleja a María. Quizás, como el resto de las
mujeres judías de la época, no estaba acostumbrada a los halagos. De todos modos, la
indicación del ángel logró disipar cualquier sentimiento de inferioridad o temor: “María,
no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios” (Lucas 1,30; DHH).
Las siguientes palabras del ángel trasformarían para siempre a esta joven
campesina. “Vas a quedar embarazada, y darás a luz un hijo, al cual pondrás por nombre
Jesús. Un hijo que será grande, será Hijo del Altísimo. Dios, el Señor, le entregará el
trono de su antepasado David, reinará eternamente sobre la casa de Jacob y su reinado
no tendrá fin” (Lucas 1,31-33; BLPH).
Asombrada, María preguntó: “Yo no tengo relaciones conyugales con nadie;
¿cómo, pues, podrá sucederme esto?” (Lucas 1,34; BLPH). Las lógicas palabras de María
fueron respondidas por el ángel con una explicación más o menos detallada de la forma
en la que Dios obraría la milagrosa concepción.
El cuidado de Jesús en sus años de infancia, que es probablemente la más relevante
responsabilidad otorgada a persona alguna, fue confiada a una mujer desconocida para la
opinión pública, pero que había demostrado su fidelidad en lo secreto, en las cosas
pequeñas. Nos recuerda las palabras de Jesús: “El que es fiel en lo muy poco también es
fiel en lo mucho, y el que en lo muy poco es injusto también es injusto en lo mucho”
(Lucas 16,10).
Ser fiel en lo poco es un principio que debemos aplicar no solo en el aspecto
espiritual, sino también en todos los ámbitos de nuestra vida. Cada día se presentan
microoportunidades que, al ser aprovechadas, desarrollarán actitudes y habilidades que
nos prepararán para tareas mayores. A menos que nos acostumbremos a identificar y a

2
explotar estas microoportunidades que Dios nos ofrece, no seremos capaces de reconocer
y mucho menos aprovechar otras mayores.
“He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas
1,38), fue la espontánea respuesta de la joven virgen. Esta aparente espontaneidad fue el
resultado de un corazón ejercitado en el servicio. María había desarrollado una fidelidad
anónima, aquella que no espera ser reconocida, que no busca el aplauso de los demás, esa
que trabaja en lo secreto, pero que Dios recompensa en público.
¡Un terrible descuido!
No cabe duda de que el relato de María que recoge el registro bíblico nos muestra
a una mujer virtuosa. Aun así, como toda hija de Adán, era imperfecta y dependiente de
la gracia del Espíritu para cumplir con su divino encargo. Un ejemplo de su humanidad
lo encontramos en el capítulo 2 del Evangelio de Lucas donde se registra el extravío de
Jesús en Jerusalén. Para comprender la magnitud de la gravedad de este hecho, debemos
conocer los peligros que podían enfrentar los asistentes a las fiestas anuales en Jerusalén.
Cada año, judíos de toda la nación, y de la diáspora, peregrinaban a Jerusalén para
celebrar alguna de las tres fiestas religiosas: la Pascua, el Pentecostés y los Tabernáculos,
según se establecía en la Torah (Éxodo 23,14-17; Deuteronomio 16,16; Levítico 23,4-
8).5
José de Nazaret, padre terrenal de Jesús, subía en la fecha marcada a Jerusalén
para celebrar la Pascua. No obstante, aquella ocasión no era como las demás, la felicidad
característica del peregrinaje6 era acentuada esta vez por la presencia de Jesús, quien,
cumplidos sus doce años, se sumaba por vez primera a la compañía a la edad en la que la
tradición judía celebra el Bar Mitzvá.7 Además, los acompañaba María, quién, aunque no
tenía la obligación de asistir a las fiestas anuales en Jerusalén,8 no se perdería la
oportunidad de acompañar a su hijo en su paso a la adultez religiosa.
Sin embargo, el regocijo, que de seguro marcaba aquellos días de peregrinación,
fue repentinamente interrumpido durante la marcha de regreso al percatarse José y María
de que el querido iniciado no estaba entre ellos. ¡Terrible descuido! Horribles presagios
se apoderaron de los desconcertados padres. El niño cuya vida había sido objeto de
persecución desde su infancia, ahora se encontraba vulnerable a las ignominiosas
intenciones de cualquier malhechor.9
Sus temores eran bien fundados. “Familias enteras iban a Jerusalén”.10 Multitudes
abarrotaban la ciudad. El teólogo Joachim Jeremías estima en 125.000 los peregrinos que
asistían a Jerusalén para celebrar la Pascua. Esto unido a los 55.000 habitantes de
Jerusalén en aquel momento, sumaban 180.000 personas que se apretujaban en la ciudad

5
Las fiestas son las siguientes: 1) La de los panes sin levadura (Éxodo12,15–20; Levítico 23,5–8), que
celebra el éxodo de Egipto [primavera]; 2) la de la siega, llamada generalmente fiesta de las semanas [...] o
Pentecostés [verano][...] y 3) la de la cosecha final, llamada la fiesta de los tabernáculos o de las enramadas
[otoño] (Levítico 23,34–43). Ver comentario de Éxodo 23,14 en La Biblia de las Américas de estudio 2000.
6
Ver Jeremías, “Jerusalén en tiempos de Jesús”, 120.
7
Al respecto el profesor Badenas indica: “Se supone, a partir de la tradición de la celebración de la mayoría
de edad espiritual a los 12-13 años, que Jesús asume allí por primera vez su condición de ‘hijo del
mandamiento’ (Bar Mitzvá), y se responsabiliza personalmente de sus deberes religiosos (Lucas 2,41-42)”.
Badenas, "La familia de Jesús", 143, nota 9.
8
Ver Jeremías, “Jerusalén en tiempos de Jesús”, 464.
9
Ver Lucas 2,43-46.
10
G.J. Wenham et al., Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno (El Paso, Tx: Casa Bautista de
Publicaciones, 2003), 1022.

3
santa durante la festividad.11 De esta manera se daban las condiciones para “los
desórdenes que fácilmente pueden generarse en las grandes aglomeraciones”.12
Entre los peligros que asaltaron la cabeza de los angustiados padres podemos
mencionar: muertes a causa de estampidas.13 Disturbios provocados por extremistas,14
entre ellos los zelotes quienes concebían como un deber ineludible celebrar las santas
festividades.15 El bandolerismo que reinaba en los caminos de acceso a la ciudad y que
provocaba frecuentes noticias acerca de atracos a los comerciantes. 16 También cabe
destacar la realidad topográfica de Jerusalén que estaba caracterizada por profundos
barrancos.17 Además, debemos mencionar el peligro de ser raptado y vendido como
esclavo.18 “En Roma los esclavos [...] apuestos, bien enseñados y educados alcanzaban
los 4.000 dólares”.19
Después de tres días angustiosos de búsqueda, finalmente hallaron el niño sano y
salvo “en el templo sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles
preguntas” (Lucas 2,46). El relato muestra las palabras de reproche de María, una madre
angustiada que intentaba entender lo que había pasado.
El cuidado de Jesús en sus años de infancia, como en toda familia, era un deber
sagrado para sus padres. José y María, con su actitud negligente, habían expuesto a Jesús
a graves peligros,20 por lo tanto, este descuido de su deber podría considerarse un pecado
de José y María.
En medio de aquella situación de peligro, el niño comprendió que no había mejor
y más seguro lugar para estar, que en el templo. Hago mía la oración del profesor Roberto
Badenas: “Si alguna vez pierdes a tu hijo, deseo que lo encuentres en el templo”.
Cada cristiano comparte con María su responsabilidad de no ‘perder’ a Jesús en
su recorrido por el camino de sombra y de muerte que muchas veces es esta vida, porque,
como bien dijo el Maestro: “Separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15,5).
El pecado en nuestra vida, el poco deseo de leer la Biblia y orar, entre otras, son
evidencias de que hemos perdido a Jesús en el camino. Es por esto por lo que quizás más
de una vez tengamos que hacernos la pregunta: ¿Dónde habré dejado a Jesús? Pese a todo,
de María aprendemos que debemos volver a buscar su presencia. Como bien apunta Elena
White, aunque pueden pasar varios días de búsqueda angustiosa, seguramente le
hallaremos, y recobraremos la paz perdida.21
El gran legado de María

11
Ver Jeremías, “Jerusalén en tiempos de Jesús”, 114.
12
Flavio Josefo, “Las guerras de los Judíos”, Libro II (Barcelona: Editorial CLIE, 2003), 125-126.
13
En una Pascua celebrada entre los años 48 y 52 d. C., debido al pánico, fueron aplastados 30.000 personas.
Ver Jeremías, “Jerusalén en tiempos de Jesús”, 120.
14
En la Pascua del año 4 a. C., los soldados de Arquelao mataron a 3.000 personas. Ver Jeremías, “Jerusalén
en tiempos de Jesús”, 120.
15
Ver Ibíd., 108.
16
Ver Ibíd., 54.
17
Ver Ibíd., 80.
18
El comercio de esclavos era común, tener un esclavo instruido era considerado un lujo. Ver Jeremías,
“Jerusalén en tiempos de Jesús”, 55, 78, 435 y 436.
19
Harold W. Johnston, La vida en la antigua Roma (Madrid: Alianza Editorial, 2010), 104.
20
Ver Elena de White, El Deseado de todas las gentes (Buenos Aires, Argentina: ACES, 2007), 43.
21
White, "El Deseado de todas las gentes", 45.

4
Dieciocho años después, en las bodas de Caná de Galilea,22 una situación de
necesidad hizo resaltar otra vez la fe de María, quien quizás ya era conocida como “la
viuda de José”.23 “Y como faltó el vino, la madre de Jesús le dijo: —No tienen vino” (Juan
2,3). María además manifestó ser una mujer solícita ante las necesidades ajenas. Aunque
quizás “un poco impaciente en su natural orgullo materno de que su hijo muestre que es
el Ungido de Dios”.24
Ante la petición de su madre, Jesús respondió:
—Qué tiene que ver eso conmigo y contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi
hora” (Juan 2,4). Para muchos, el hecho de que Jesús se refiriera a su madre con la
expresión “mujer” es estimado como una desconsideración, sin embargo,
el término [griego] γύναι (‘gynai’), “mujer” […] es usualmente un título de
respeto. Está en armonía con la importancia asignada en el judaísmo al honor
debido a los padres”. Al usar esa expresión, Jesús, establece un grado de
distancia entre él y su madre tal y como se muestra en… [los evangelios].25
No obstante, a la aparente negativa de Jesús, María obró por fe como si la
respuesta de Jesús hubiese sido positiva. En su mandato a los que servían, encontramos
la mayor enseñanza de esta mujer, y lo que viene a ser su gran legado: “Hagan todo lo
que él les diga” (Juan 2,5).
Deja claro que ella, como madre, no puede ordenar un favor de Jesús
simplemente en virtud de su relación de parentesco con él. Tal vez, como Agustín
[de Hipona] sugiere, ella tenía que aprender que su relación con Jesús como
discípula era más importante que su relación con él como madre.26
Las palabras de María a los que servían, “hagan todo lo que él les diga”, nos
recuerda la Gran Comisión evangélica dada por Jesús: “Vayan y hagan discípulos de todas
las naciones […], enseñándoles que guarden todas las cosas que les he mandado…” (Mateo
28,19-20). El corazón de la Gran Comisión es la enseñanza a los demás de la fidelidad
total a Jesús.
Como María, también es nuestro llamado indicar a otros que muestren su amor a
Jesús siendo fieles en todo lo que Jesús ha mandado a observar (Juan 14,15) incluyendo
los diez mandamientos (Mateo 5,17-19). El cristiano sabio encontrará en Juan 2,5 la
oportunidad para mostrar a los que profesan gran respeto por María, la necesidad de ser
fieles a toda la enseñanza del gran Maestro, no olvidando, que el “tacto es la habilidad de
lograr que el otro vea la luz sin hacerle sentir el rayo”.27

22
Se piensa que se trata de ‘Kirbet Qana’, a unos 13 km al norte de Nazaret […]. Caná significa “el lugar
de cañas”. Abundan las cañas en pantanos cerca de Kirbet Qana, y allí se han encontrado fragmentos de
alfarería que datan de los tiempos romanos. CBA Juan 2:1
23
Al respecto, en su reseña de Lucas 2,51, el Comentario Bíblico Adventista establece: “Durante aquellos
18 años Jesús [entre la edad 12 a 30 años] fue conocido por los vecinos como “el carpintero” de Nazaret
(Marcos 6,3) y el “hijo del carpintero” (Mateo 13,55). José murió en algún momento de los 18 años
mencionados, pues al terminar ese tiempo se habla de la “carpintería que había sido de José” (DTG 84; cf.
118-119). La última referencia bíblica indirecta a José en el relato de la vida de Cristo se halla en Lucas
2,51”.
24
Badenas, “La familia de Jesús”, 144.
25
Héctor O. Martín F., “El ministerio de Jesús en Judea”, en Vida y enseñanzas de Jesús, ed. por Roberto
Badenas y Davide Sciarabba (Berrien Springs, MI: CHADT, 2020), 269.
26
Ibíd., 270.
27
Esta frase se atribuye a Henry Kissinger.

5
Una fiel discípula
María estuvo presente al pie de la cruz (Juan 19,25). ¿Dónde quedaron las palabras
del ángel?: “Un hijo que será grande […]. Dios, el Señor, le entregará el trono de su
antepasado David, reinará eternamente sobre la casa de Jacob y su reinado no tendrá
fin” (Lucas 1,32-33; BLPH). Más bien, este era el cumplimento de las palabras del
anciano Simeón quien, cuarenta días después del nacimiento del niño, le dijo a la madre:
“una espada traspasará tu misma alma” (Lucas 2,35). ¿Cómo podían comprenderse estas
dos profecías aparentemente irreconciliables?
La resurrección y ascensión, lo mismo que para los discípulos y los hijos de José,
marcaron un punto de inflexión en la comprensión de María del ministerio mesiánico de
Jesús. Ya no lo consideraba tan solo como su hijo, lo aceptaba como su Salvador. Este
era el último eslabón de una larga cadena de eventos que esta madre de Nazaret atesoraba
en su corazón desde el día del anuncio del ángel Gabriel.
Así llegamos a la última mención de María que hace la Biblia28. Fue con ocasión
de otra de las fiestas anuales judías, esta vez la de Pentecostés cuando, junto a otros ciento
veinte discípulos y discípulas de Jesús, María esperaba el cumplimiento de la promesa
del Espíritu Santo. “Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las
mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos” (Hechos 1,14). Era una
mujer de oración y llegó a ser una fiel seguidora de Jesús.
Aquella mujer que en algún momento se unió a los hijos de José para intentar
disuadir a Jesús de su misión (Marcos 3,31), ahora se unía a estos y a sus discípulos para
esperar el cumplimiento de la promesa del derramamiento del Espíritu Santo.
En este relato, María “es distinguida de las otras ‘mujeres’ [al ser la única
mencionada por nombre], pero de una manera que excluye la idea de que ella tuviese
preeminencia alguna sobre los discípulos. La hallamos con los demás en oración dirigida
a su Hijo glorificado”.29
Conclusión
Al finalizar nuestro estudio sobre la vida de María reconocemos su fidelidad
anónima, su espontanea disposición al servicio, su fe decidida y su entrega total a la
misión del Maestro. Estas virtudes eran y siguen siendo altamente valoradas por Dios. Su
ejemplo, al igual que José, el hijo de Jacob, Daniel, Ester y muchos otros, es motivo de
inspiración y un modelo a seguir para todos hoy.
Es importante profundizar en una comprensión integral del mensaje bíblico. La
Biblia nos motiva a seguir el legado cristocéntrico que encontramos en María, un llamado
muy especial: “Hagan todo lo que él [Jesús] les diga” (Juan 2,5).
Volviendo a nuestra historia inicial, el tacto y sabiduría que mostró el señor
Martínez abrieron las puertas del mensaje adventista a toda una familia. Poco tiempo
después de finalizar los estudios bíblicos, por la gracia de Dios, la señora Tomasina, junto
a su esposo y sus doce hijos se bautizaron en la iglesia adventista local.
Tengo que confesar como autor que me identifico totalmente con esta historia y el
trabajo misionero del señor Martínez, pues la señora Tomasina fue mi abuela y aquel niño

28
Es digno señalar que el Evangelio de Lucas es el libro de la Biblia que más hace referencia a María. No
es de sorprender que la última mención a la madre de Jesús también aparezca en un libro del mismo autor.
29
Roberto Jamieson, A. R. Fausset y David Brown, Comentario exegético y explicativo de la Biblia tomo
II: El Nuevo Testamento (1
7ª ed., El Paso, Texas: Casa Bautista de Publicaciones, 2002), 238.

6
que dio el aviso es mi padre.

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