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U.A.B.J.O. F.A.D.U.

La Arquitectura Mexicana Después de la Revolución.

ENSAYO

Ximena Gastelum Fernández. 5°A.


ENSAYO
La Arquitectura Mexicana Después de la
Revolución.
La arquitectura mexicana después de la Revolución ha sido testigo de una profunda transformación que
refleja un conjunto de influencias sociales, políticas y culturales entrelazadas. A lo largo de las décadas,
este campo ha experimentado un proceso constante de evolución. En este ensayo, exploraremos cómo
la arquitectura en México ha evolucionado a lo largo de diferentes períodos, desde la década de los
sesenta hasta los ochenta y noventa, y cómo ha reflejado la identidad y las complejidades de la nación a
lo largo de su historia.
La Década de los Sesenta: La Imagen del Estado y las Olimpiadas MÉXICO
‘68.
En la década de los sesenta, la arquitectura mexicana se centró en la construcción de una imagen del
Estado a través de edificaciones que no solo tenían una función práctica, sino que también buscaban
proyectar el poder y prestigio internacional de México. Esto ocurrió gracias a una etapa de
autoafirmación social en la cual México buscó un proyecto en el cual se lograra estabilizar
económicamente, lo cual dio origen a proyectos arquitectónicos en sectores de educación, salubridad,
vivienda, administración, entre otros. Un periodo que se caracterizó por ser “rico” en este sentido de
desarrollar proyectos fue durante la presidencia de Adolfo López Mateos (1958-1964), un arquitecto que
destacó con proyectos de conjuntos es Enrique Yáñez, una de sus principales obras de dicha época es el
Centro Médico Nacional (1961). Otras obras destacadas de dicha época fueron el Museo de Arte
Moderno (1964) y el Museo Nacional de Antropología (1964), el último mencionado ha sido la obra
cultural más importante del sexenio de López Mateos. Otro arquitecto destacado de la década fue Juan
Sordo de Madaleno, quien desarrolló el Palacio de Justicia (1965), en el cual se logra apreciar la
inclinación hacia lo monumental en las construcciones. Un ejemplo emblemático de esta época fue la
construcción de estructuras icónicas para los Juegos Olímpicos, que sirvieron no solo como espacios
deportivos, sino como símbolos de la capacidad del país para organizar eventos a gran escala. Esta etapa
marcó el inicio de una transformación arquitectónica que buscaba mostrar al mundo una nueva cara de
México.
Los Años Setenta: Concreto, plasticidad y textura, la verticalización de las
estructuras, el regionalismo y la vivienda colectiva.
Los años setenta se caracterizaron por una profunda exploración del uso del concreto en la arquitectura
mexicana. Se destacó la plasticidad y textura de este material, lo que permitió a los arquitectos
experimentar con diseños innovadores y estructuras audaces. Además, la seguridad estructural se
convirtió en una prioridad, especialmente en un país propenso a los desastres sísmicos. El surgimiento
del regionalismo marcó un cambio significativo, promoviendo una arquitectura arraigada en la riqueza
cultural y tradicional de México. La vivienda colectiva se convirtió en una respuesta necesaria ante la
creciente urbanización y demanda de soluciones habitacionales. Dentro de las tendencias de diseño
apareció el internacionalismo, sin embargo, cabe destacar la “escuela regionalista” la cual se considera
un antecedente importante del internacionalismo, esto dado a la interpretación del carácter de los
espacios vernáculos generando un “vocabulario expresivo de gran originalidad y notable valor estético”.
Dentro de los arquitectos destacados del regionalismo se encuentran Luis Barragán, Alberto T. Arai,
Manuel Parra, Max Cetto, Antonio Attolini y Ricardo Legorreta, la mayoría desarrollando el tratamiento
de ambientes internos, siguiendo un estilo impuesto inicialmente por Luis Barragán.
Debido al crecimiento demográfico sin control, al desempleo tanto en el campo como en las ciudades de
provincia y a la concentración de la actividad industrial en centros urbanos, condujo a la sobrepoblación
de dichos centros urbanos, causando deterioro de inmuebles, infraestructura y servicios, disminuyendo
el nivel de la calidad de vida en dichos puntos de la República. Durante el periodo de presidencia de
Carlos Salinas de Gortari, la construcción y comercialización de bienes inmuebles toma un giro de lo más
productivo, el cual consistió en la creación de una aportación patronal a partir de un fondo tripartito:
Gobierno Federal, Patrón y Trabajador, el cual es administrado por INFONAVIT. Las primeras
experiencias de vivienda colectiva se presentaron entre 1950 y 1952, cuando Mario Pani diseña un par
de conjuntos multifamiliares para albergar a trabajadores del Estado. Un éxito notable de la vivienda
colectiva se dio con la construcción de la Unidad Independencia (1960), la cual fue patrocinada por el
IMSS en beneficio de sus derechohabientes. Otros arquitectos destacados en dicho rubro fueron
Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky con los conjuntos de la Patera (1960) y las Torres de
Mixcoac (1981) implementando la racionalización del espacio íntimo ahorrando en costos de edificación.
Los Años Ochenta y primeros Noventa: Modernidad, indicadores, nuevos
argumentos y la pluralidad de formas.
En la década de los ochenta y los primeros noventas, la arquitectura mexicana continuó su viaje de
autodescubrimiento. Se cuestionó la modernidad sesenta años después de la Revolución, lo que llevó a
la adopción de nuevos indicadores para evaluar el progreso arquitectónico. Los arquitectos exploraron
nuevos argumentos estéticos y conceptuales, buscando expresar la diversidad de perspectivas y
enfoques en un contexto globalizado. La diversidad de formas se convirtió en una característica
distintiva, reflejando la riqueza y complejidad de la identidad arquitectónica contemporánea en México.
A principios de los noventa, la arquitectura mexicana enfrentó un proceso de adecuación cultural,
buscaba actuar con más seguridad y confianza en sus recursos, sobre todo para tratar de tomar distancia
de los efectos de la década de los ochenta y del eventual estancamiento en el campo del periodo (1988-
1994).

Conclusión.
La arquitectura que ha surgido en México tras la Revolución se presenta como un testimonio vivo de su
historia y complejidades. Cada período, desde la construcción de una imagen estatal en los años sesenta
hasta la profunda exploración del concreto, el auge del regionalismo y la promoción de la vivienda
colectiva en los setenta, y finalmente, la reflexión sobre la modernidad y la diversidad en las décadas
posteriores ha dejado una marca única en el panorama arquitectónico del país. La arquitectura
mexicana ha experimentado una notoria evolución, adaptándose a los desafíos y oportunidades de cada
era, mientras refleja la rica identidad cultural de México. La historia arquitectónica del país constituye
una narrativa de cambio constante y adaptación, que ha dejado una profunda influencia en su paisaje y
en su identidad colectiva.

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