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Introducción del narcisismo

(1914)
El término narcicismo, proviene de la descripción clínica y fue acogido por Nacke en 1899
para designar aquella conducta por la cual cada individuo da a su cuerpo propio un trato
parecido al que daría al cuerpo de un objeto sexual; vale decir, la mira con complacencia
sexual, lo acaricia, lo mima, hasta que gracias a estos manejos alcanza la satisfacción plena.
Según esta concepción el narcicismo es una forma de perversión.

Pero Freud hace del narcisismo un rasgo de conducta que aparece en muchas personas,
dentro del desarrollo sexual regular del hombre. Es una etapa intermedia entre el
autoerotismo y la elección de objeto. Hay una oposición entre la libido yoica y la libido de
objeto. Cuanto más gasta una, tanto más se empobrece la otra. Al comienzo en el estado de
narcicismo están juntas y luego se diferencian.

Incluso dice que los pueblos primitivos ya presentaban como rasgos los delirios de
grandeza, actitud análoga a la de los niños de hoy en día. Nos formamos así la imagen de
una originaria investidura libidinal del yo, cedida después a los objetos;

El narcicismo primario es el paso del autoerotismo a la elección de objeto, pero para


producirse es necesario que el niño invista primero una representación unitaria de sí,
constituyendo de esta manera su yo. Ya que en el individuo no está presente desde el
comienzo el yo, este debe desarrollarse. Es necesario que se le agregue al autoerotismo un
nuevo acto psíquico, es decir una identificación con el otro. En el narcicismo primario toda
la libido inviste al yo.

Entonces, se va a diferenciar entre autoerotismo y narcisismo porque para que haya


narcisismo tiene que haber un yo constituido. El yo, entonces, posibilita apropiarse de una
imagen y establecer un límite: yo-no yo.

El narcisismo primario que suponemos en el niño es la reproducción del narcicismo de


los padres:

Esto lo vemos en la actitud de padres tiernos hacia sus hijos, reproducción del narcisismo
propio. La sobrestimación, marca inequívoca que apreciamos como estigma narcisista ya en
el caso de la elección de objeto, gobierna, como todos saben, este vínculo afectivo. Así
prevalece una compulsión a atribuir al niño toda clase de perfecciones y a encubrir y
olvidar todos sus defectos. El niño debe tener mejor suerte que sus padres; enfermedad,
muerte, renuncia al goce, restricción de la voluntad propia no han de tener vigencia para el
niño, las leyes de la naturaleza y de la sociedad han de cesar ante él, y realmente debe ser
de nuevo el centro y el núcleo de la creación. El niño debe cumplir los sueños, los
irrealizados deseos de sus padres; el varón será un grande hombre y un héroe en lugar del
padre, y la niña se casará con un príncipe como tardía recompensa para la madre.

El conmovedor amor parental, tan infantil en el fondo, no es otra cosa que el narcisismo
revivido de los padres.
El narcisismo del niño es la reproducción del narcisismo de los padres: ¿cómo podría
amarse el niño a sí mismo si antes no es amado por los padres? El narcisismo del niño es
nada más que una reproducción del narcisismo de los padres, la híper estimación afectiva,
la falta de toda imperfección y la voluntad de que el hijo sufra menos que los padres, que
no pasen por las mismas necesidades, convierten al niño en un nódulo narcisístico,
alimentado por el antiguo narcisismo de los padres que ahora resurge para depositarse en el
niño. Semejante situación coloca al niño en una posición de aislamiento con respecto a todo
aquello considerado negativo o malo por los padres. De ahí la frase de Freud de "su
majestad el bebé" pero luego, su majestad deberá realizar todos los anhelos no realizado por
los padres. Es por esto que todo el amor parental, tan conmovedor y tan infantil, no es más
que la resurrección del narcisismo de los padres, que revela su antigua naturaleza en ésta
transformación en amor objetal.

*Neurosis: el sujeto resigna el vínculo con la realidad, sin que se cancelen los vínculos
eróticos con las personas y las cosas, ya que este vínculo los neuróticos lo siguen
conservando en la fantasía; “vale decir: han sustituido los objetos reales por objetos
imaginarios de su recuerdo o los han mezclado con estos”, estado al cual Freud llama
INTROVERSION DE LA LIBIDO. La libido sustraída del mundo externo retorna a la
FANTASÍA.

*Psicosis/Parafrénicos: dementia precox o esquizofrenia: Los psicóticos o parafrénicos »–,


sucede que “retiran realmente su libido de las personas y cosas del mundo exterior, pero sin
sustituirlas por otras en su fantasía”, entonces la libido sustraída del mundo externo (de las
personas y las cosas) retorna al yo. Dice Freud que los parafrenicos son inmunes al
psicoanálisis, incurables.

Presentan 2 rasgos:

1. Delirio de grandeza.
2. Extrañamiento de su interés respecto del mundo exterior (personas y cosas)
Ahora bien, el delirio de grandeza no es una creación nueva, sino, como sabemos, la
amplificación y el despliegue de un estado que ya antes había existido.

Narcicismo Secundario: narcisismo que nace por replegamiento de las investiduras de


objeto, que se edifica sobre la base del narcicismo primario. Retorno de la libido que antes
estaba colocada a los objetos al yo, presente tanto en los estados patológicos de la psicosis
(parafrenias) como en la normalidad, como en el caso del sueño o la enfermedad orgánica.
La principal vía de acceso al narcisismo es el análisis de las parafrenias pero también hay
otras tres vías de acceso.

Para aproximarse aún más al conocimiento del narcisismo, tomará tres caminos: la
enfermedad orgánica, la hipocondría y la vida amorosa de los sexos.
1. Enfermedad orgánica: la persona afligida por un dolor orgánico y por sensaciones
penosas resigna su interés por todas las cosas del mundo exterior que no se relacionen con
su sufrimiento. La persona que sufre, retira de sus objetos de amor el interés libidinal, deja
de amar. La libido vuelve al yo.
2. La hipocondría se exterioriza, al igual que la enfermedad orgánica, “en sensaciones
corporales penosas y dolorosas, el hipocondríaco retira interés y libido –esta última de
manera particularmente nítida– de los objetos del mundo exterior y los concentra sobre el
órgano que le atarea” (También hay otra diferencia entre hipocondría y enfermedad
orgánica: las alteraciones son comprobables en los casos de enfermedad orgánica; en la
hipocondría, no. Libido sustraída de los objetos va hacia el órgano.
3. Vida amorosa de los sexos: todo ser humano tiene abiertos frente a sí ambos caminos
para la elección de objeto, pudiendo preferir uno o el otro. Decimos que tiene dos objetos
sexuales originarios: él mismo y la mujer que lo crio.

2 TIPOS DE ELECCION DE OBJETO:

* APUNTALAMIENTO O ANACLITICO: La persona elige sus objetos sexuales


tomándolos de sus primeras vivencias de satisfacción. Las personas encargadas de la
nutrición, el cuidado y la protección del niño devienen los primeros objetos sexuales: son,
sobre todo, la madre o su sustituto. Entonces la persona va a elegir su objeto sexual de
acuerdo al modelo de su madre nutricia o padre protector.

* TIPO NARCICISTA: no eligen su posterior objeto de amor según el modelo de la


madre, sino según el de su persona propia. Manifiestamente se buscan a sí mismos como
objeto de amor.

Sobrestimación sexual del objeto, que sin duda proviene del narcisismo originario del
niño y, así, corresponde a la trasferencia de ese narcisismo, de esa libido puesta en el
yo sobre el objeto sexual. Empobrecimiento de la libido del yo en beneficio del
objeto.

Se ama:
1. Según el tipo narcisista:
a. A lo que uno mismo es (a sí mismo),
b. A lo que uno mismo fue,
c. A lo que uno querría ser, y
d. A la persona que fue una parte del sí-mismo, propio
2. Según el tipo del apuntalamiento: la mujer nutricia, y el hombre protector

ENAMORAMIENTO: El enamoramiento consiste en un desborde de la libido yoica sobre


el objeto. Eleva el objeto sexual a ideal sexual. El que ama ha sacrificado, por así decir, un
fragmento de su narcisismo y sólo puede restituírselo a trueque de ser-amado. En todos
estos vínculos el sentimiento de sí parece guardar relación con el componente narcisista de
la vida amorosa. Las investiduras libidinales se sustraen del yo y se colocan sobre el objeto,
empobreciéndose el yo.

Relación ideal sexual con ideal del yo:

Donde la satisfacción narcisista tropieza con impedimentos reales, el ideal sexual puede ser
usado como satisfacción sustitutiva. Entonces se ama, siguiendo el tipo de la elección
narcisista de objeto, lo que uno fue y ha perdido, o lo que posee los méritos que uno no
tiene. Se ama a lo que posee el mérito que falta al yo para alcanzar el ideal.

III:
Tenemos sabido que mociones pulsionales libidinosas sucumben al destino de la
represión patógena cuando entran en conflicto con las representaciones culturales y
éticas del individuo. Cuando el ideal no coincide con el yo hay represión.

IDEAL DEL YO:


El hombre se ha mostrado incapaz de renunciar a la satisfacción de que gozó una vez.
No quiere privarse de la perfección narcisista de su infancia, entonces procura
recobrarla en la nueva forma del ideal del yo. Lo que él proyecta frente así como su
ideal es el sustituto del narcisismo perdido de su infancia, en la que él fue su propio
ideal. La incitación para formar el ideal del yo, cuya tutela se confía' a la conciencia
moral, partió en una primera parte de la influencia los padres, y a la que en el curso del
tiempo se sumaron los educadores, los maestros y, como enjambre indeterminado e
inabarcable, todas las otras personas del medio (los prójimos, la opinión pública).
Para que haya represión debe haberse formado el ideal del yo. Es desde ahí de dónde
sale la energía para mantener alejada de la conciencia a todo aquello que aleje al yo
de su ideal. A su vez hay que diferenciar sublimación de idealización, son dos cosas
independientes una de otra.

Sublimación: la pulsión se lanza a otra meta, distante de la satisfacción sexual; el acento


recae entonces en la desviación respecto de lo sexual.
Idealización: proceso por el cual el objeto es engrandecido y realzado
psíquicamente. Por ejemplo, la sobrestimación sexual del objeto es una
idealización de este.

La sublimación describe algo que sucede con la pulsión, y la idealización algo que
sucede con el objeto. La formación del ideal aumenta las exigencias del yo y es el más
fuerte favorecedor de la represión. La sublimación en cambio, constituye aquella vía de
escape que permite cumplir esa exigencia sin dar lugar a la represión.
Hay una instancia psíquica particular, la conciencia moral, que se preocupa del
aseguramiento de la satisfacción narcisista proveniente del ideal del yo, y con ese propósito
observa de manera continua al yo actual midiéndolo con el ideal.; un poder así, que observa
todas nuestras intenciones, se entera de ellas y las critica, existe de hecho, y por cierto en
todos nosotros dentro de la vida normal.
Tres ensayos de teoría sexual
(1905)

Tres Ensayos para una teoría sexual es una obra de lectura indispensable para toda aquella
persona interesada en el psicoanálisis freudiano y un referente en el estudio psicoanalítico
de la sexualidad. Tras La interpretación de los sueños (Freud, 1900/1981a), obra en la que
Freud se adentra en el conocimiento del Inconsciente, cinco años más tarde, con Tres
Ensayos, nos acerca a otro de sus conceptos fundamentales: La sexualidad.
Se trata de una obra valiente y transgresora escrita en tiempos de cultura victoriana donde
Freud ensancha la noción de sexualidad más allá de los estrechos límites del pensamiento
convencional de la época. Sus proposiciones acerca de la sexualidad se toparon con las
resistencias y prejuicios del mundo médico y científico. Fue tachado de “pan-sexualista”
por aquellos que aducían que el psicoanálisis pretendía explicarlo todo a partir de la
sexualidad. Freud, sin embargo, siempre fiel a su espíritu científico, más allá de los
prejuicios morales y de las críticas, buscará en estos ensayos el triunfo del conocimiento
sobre el oscurantismo.

La apreciación de un impulso sexual y de sus efectos en la vida, tanto normal como


patológica, databa de la década de 1890 y lo fue plasmando en diversos artículos. Sus
proposiciones sobre la libido eran para él mismo casi tan escandalosas como para la
mayoría de sus lectores. Esta resistencia del propio Freud hará que la teoría de la libido
fuera desplegándose con lentitud hasta llegar a tomar forma en los Tres Ensayos; obra que
constituye la primera elaboración teórica sistemática de sus hipótesis. Dichas hipótesis se
le imponen fundamentalmente a través del trabajo clínico con los pacientes aquejados de
psiconeurosis y serán las que le llevarán al estudio de la sexualidad infantil y de la
perversión.

En 1905, año en que Freud publica esta obra, una serie de sexólogos publican monografías
y alegatos sobre temas sexuales que hasta ese momento habían quedado relegados a los
chistes y novelas pornográficas. Freud, conocedor de los mismos, les rinde tributo y cita en
la primera página los “bien conocidos escritos” refiriéndose a pioneros como Krafft –
Ebing y Haverlock Ellis; autores que sacaron a la luz cuestiones secretas tales como la
homosexualidad y la perversión.

Es importante leer el texto contextualizando el momento histórico en que fue escrito y el


momento en el que se encontraba la construcción del edificio teórico psicoanalítico pues en
él, hay algunas ideas difícilmente sostenibles en el siglo XXI. El propio Freud introdujo a
lo largo de sucesivas ediciones, entre 1905 y 1925, numerosas modificaciones y agregados.
Empezó siendo, en su primera edición, un pequeño libro de poco más de ochenta páginas;
mientras en la sexta edición, la última publicada en vida del autor, el libro había aumentado
a 120 páginas. Esto permite al lector hacerse una idea del interés del autor a lo largo de su
vida y su obra por el tema de la sexualidad, así como también, su capacidad para rectificar
y desechar ideas erróneas respetando el valor de otros enunciados. Esperemos que el lector
al leer esta obra tenga el mismo espíritu abierto que el autor tuvo al escribirla.

El texto consta de tres apartados.

I. Las aberraciones sexuales

Freud en su estudio sobre sexualidad no comienza abordando la vida erótica normal sino
poniendo la patología en primer plano. Lleva a cabo una amplia investigación de la
sexualidad empezando por presentar, con tono neutro, clínico y sin ningún tipo de censura,
una rica colección de inclinaciones eróticas a las que trata de poner orden y que divide en
dos grandes grupos.
Desviaciones respecto al objeto sexual

En este apartado incluye la inversión (homosexualidad), la paidofilia, y el bestialismo. Se


detiene en la inversión dando cuenta en un primer apartado de la conducta de los
invertidos. Considera que no se puede reunir bajo un solo grupo todos los casos
imponiéndose más bien la idea de una serie gradual. Dos ideas le servirán de guía para su
estudio: la disposición bisexual y el que se trate de perturbaciones que atacan el instinto
sexual desde la infancia. (Si bien en esta traducción se habla de instinto sexual hay que
entender el concepto como pulsión sexual. Se trata del alemán trieb y no instinkt. El
concepto de pulsión aparece ampliamente expuesto en otra de las obras de Freud, Los
instintos y sus destinos (Freud, 1915/ 1981d).

Desviaciones respecto al fin sexual

En estos casos el fin sexual normal consistente en la unión de los genitales en el coito
queda desviado. Se dan entonces lo que él llama “transgresiones anatómicas” donde sitúa
entre otras, el empleo sexual de las mucosas bucales y labiales como fin sexual último, la
sexualidad anal o el fetichismo; y la “fijación de los fines sexuales preliminares” donde
sitúa el tocamiento y contemplación, y el sadismo-masoquismo.

Descarta la doctrina imperante del momento que consideraba las perversiones como
“degeneraciones nerviosas” y, siguiendo una dirección completamente distinta, plantea la
hipótesis de que la disposición a la perversión es la norma primitiva y general del instinto
sexual en la infancia partiendo de la cual se desarrollará la conducta sexual normal. Así, lo
sexual perverso, según se deduce del texto, pasa a quedar en el centro de la sexualidad
humana. Idea novedosa y realmente escandalosa.

En estos apartados sobre las aberraciones sexuales se incluyen importantes notas a pie de
página en las que Freud completa y rectifica algunas ideas conforme va avanzando la
evolución de su pensamiento.

En el apartado El instinto sexual de los neuróticos sostiene la misma idea que en estudios
anteriores según la cual las psiconeurosis, según su experiencia clínica, reposan sobre
fuerzas instintivas de carácter sexual, de manera que la vida sexual de dichas personas se
exterioriza exclusiva, predominante o parcialmente en sus síntomas, lo que le lleva a
considerar que los síntomas no son sino la expresión de su vida sexual.

Muestra seguidamente la relación entre neurosis y perversión. Para Freud, la neurosis es


una consecuencia de conflictos infantiles no resueltos, de un desarrollo incompleto. El
enfermo regresa a sus más antiguos conflictos tratando de poner fin a un asunto inconcluso.
Añade que los síntomas neuróticos no se originan a costa del instinto sexual denominado
normal, sino que representan una exteriorización de aquellos instintos que se considerarían
perversos, o sea, que se desarrollan a costa de la sexualidad anormal. Es desde aquí desde
donde formulará la conocida frase de “la neurosis es el negativo de la perversión” (Freud
1905/1981b, p.1190). El psiconeurótico alberga en su inconsciente tendencias sexuales
semejantes a las que se observan en las desviaciones de la vida sexual normal, sólo que
permanecen reprimidas.
En el último apartado, Indicación del infantilismo de la sexualidad, frente a la discusión de
si las perversiones dependen de condiciones congénitas o tienen su origen en impresiones
casuales, Freud aduce que en las perversiones existe, desde luego, algo congénito, pero
algo que es congénito a todos los hombres: una disposición general a la perversión, que
puede acentuarse por influencias exteriores. Se trata de las raíces innatas del instinto
sexual.

Según Freud, en cada aberración sexual lo que se da es una obstrucción del desarrollo y un
cierto infantilismo. Los diques de repugnancia, vergüenza y moral o compasión, poderes
limitadores del instinto sexual que se levantan en la infancia, no se dan suficientemente.

Se concluye de este ensayo que el instinto sexual normal, esto es, la sexualidad adulta, se
originará por la reunión de muy diversos impulsos de la vida sexual infantil en una unidad
orientada hacia un único fin.

II. La sexualidad infantil

Viendo el predominio de las inclinaciones perversas del psiconeurótico y teniendo en


cuenta la detención del desarrollo sexual observada en las perversiones; Freud se vuelve
hacia el estudio de la vida sexual infantil. Si bien, vaciló durante años antes de aceptarla
totalmente.

Constituye la pieza central del conjunto. El punto de partida de este segundo ensayo está en
mostrar el rechazo sostenido por parte de los adultos a hablar de sexualidad infantil, así
como la negligencia en los numerosos trabajos sobre el desarrollo del niño que no incluyen
ningún capítulo relativo al desarrollo sexual y, si hacen alguna observación sobre alguna
actividad sexual prematura, lo hacen como casos curiosos por su excepcionalidad. Esta
omisión, además de explicarla por la educación tradicional de los autores, considera que se
debe a la represión y la amnesia consiguiente, enormemente eficaz, que los adultos ejercen
sobre los primeros años de la infancia de los que nada se retiene en la memoria, salvo
algunos recuerdos incomprensibles y fraccionados. Ante dicha situación, Freud se
adentrará en un penetrante estudio de las manifestaciones sexuales infantiles.

Ofrece una visión bastante organicista de la sexualidad infantil centrada en el estudio de los
fenómenos corporales y de sus manifestaciones visibles. El niño, dirá, trae al mundo
gérmenes de actividad sexual. Pero la sexualidad infantil no se manifiesta exactamente
como la sexualidad adulta. No lo permitirían ni el estado físico ni el estado psicológico del
niño. Al contrario, las emociones y los deseos sexuales infantiles asumen variadas formas,
no todas claramente eróticas: la succión del pulgar, primera forma de obtención de placer,
ligada a la absorción de alimentos; la retención de las heces, la rivalidad entre hermanos o
la masturbación. Añade que cualquier parte del cuerpo puede ser susceptible de
proporcionar una satisfacción sexual.

Habla de que la excitación sexual del niño proviene de muy distintas fuentes a las que
denomina “zonas erógenas”, algunas de ellas predestinadas biológicamente, que variarán
según el momento del desarrollo. Estas zonas son partes del cuerpo que en el curso del
desarrollo se convierten en focos de gratificación sexual. Cada una perseguirá un placer
concreto al que denomina placer de órgano. El instinto sexual pasará por distintas fases
como la oral o la anal. La fase fálica no la introducirá hasta 1923 en un artículo titulado La
organización genital infantil (Freud, 1923/1981e) considerado una adición a la teoría
sexual planteada en estos Tres ensayos.

En la infancia la pulsión sexual, dirá, no está unificada. Se origina apoyada en alguna de


las funciones fisiológicas de más importancia vital, inicialmente no conoce ningún objeto
sexual, es autoerótica y su fin sexual se halla bajo el dominio de una zona erógena.

La sexualidad para Freud no es una fuerza biológica simple y unitaria que empieza en la
pubertad. Al contrario, delimita el desarrollo de la sexualidad en dos tiempos. Un primer
tiempo de florecimiento y turbulencia sexual hasta los 5 años, tras el cual se entra en un
periodo de latencia en el que la actividad sexual, si bien, no cesa, sí sufre una detención.
Durante la latencia el niño realiza grandes progresos intelectuales y morales, relegando a
un segundo plano la expresión de los sentimientos sexuales. Vendrá después un segundo
tiempo de turbulencia que llegará con la pubertad. Lo que llamamos “normal” en la
sexualidad, es en realidad, el punto final de un largo camino, a menudo interrumpido y no
siempre logrado.

Expone en este apartado la disposición perversa polimórfica del niño. Dirá que el niño bajo
la influencia de la seducción puede ser inducido a toda clase de extralimitaciones sexuales
porque en su disposición infantil trae consigo una capacidad para ello y carece aún de
diques anímicos suficientes.

La edición de 1915 se caracteriza por algunos añadidos de gran envergadura. El primero


hace referencia a “la investigación sexual infantil” y en él aporta ideas novedosas. Con
anterioridad a este momento Freud apenas se había ocupado del niño como tal. Ahora,
relaciona el instinto de saber con la curiosidad sexual infantil. Considera que intereses
prácticos en torno a la aparición real o sospechada de un nuevo niño, así como la cuestión
de las diferencias, se le imponen a modo de enigmas y ponen en marcha la actividad
investigadora del niño, actividad que le llevará a forjarse una serie de teorías en torno a la
diferencia de sexos, al nacimiento, o al comercio sexual de los padres. En esta revisión,
Freud articula las teorías sexuales infantiles con el resto de la vida infantil, algo que no
había podido hacer en su artículo de 1908, “Teorías sexuales infantiles” (Freud,
1908/1981c).

Otro añadido de 1915 es el recogido en la sección “Fases evolutivas de la organización


sexual”. En él, hablará de las organizaciones pregenitales, que son aquellas organizaciones
de la vida sexual en las cuales las zonas genitales no han llegado todavía a su papel
predominante. Una primera fase muy temprana es la fase oral o caníbal, en la que se sitúa
el erotismo oral. Una segunda organización “pregenital” está caracterizada por el
predominio del sadismo y del erotismo anal; hablará también de la ambivalencia y de los
dos tiempos de la elección de objeto.

Freud mantendrá a lo largo de este segundo ensayo un posicionamiento que podríamos


llamar “endogenista” respecto a la sexualidad infantil, al considerar que la vida sexual
infantil presenta desde un principio indicios de una organización de los componentes
instintivos sexuales, con fases predeterminadas que dependen mucho de lo constitucional.
Sin embargo, el planteamiento incluye cierta ambigüedad pues, aunque lo endógeno prima
en gran medida, introduce también al objeto al decir que desde el comienzo al niño le
envuelven personas en calidad de objetos sexuales. En 1910, cinco años más tarde de la
primera edición y tras haber estudiado el caso Juanito, niño de 5 años con una fobia a los
caballos, hace una revisión en la que dice que los niños de 3 a 5 años son capaces de una
muy clara elección de objeto con gran afecto, con lo cual amplia la idea del autoerotismo
propio de la infancia que venía defendiendo en 1905.

Otra idea que se desprende de este ensayo es que las dos fases del desarrollo sexual
humano son la condición de la evolución hacia la civilización, pero también la condición
que predispone a la neurosis.

Es, sin duda, un ensayo central en el que expone ordenadamente, importantes conceptos
sobre los que volverá en años posteriores.

III. La metamorfosis de la pubertad

La psicosexualidad sólo aparece como fruto de la pubertad. Ésta acarrea importantes


transformaciones. Dos son las ideas clave que Freud destaca: una, la subordinación de las
excitaciones sexuales parciales y de las zonas erógenas a la primacía de lo genital y; dos,
que el instinto sexual, hasta entonces predominantemente autoerótico, encuentra por fin el
objeto sexual. Ambas transformaciones vienen predeterminadas en la infancia.

Hasta ese momento la sexualidad actuaba partiendo de pulsiones y zonas erógenas


singulares independientes que buscaban como único fin sexual un determinado placer.
Ahora aparece una nueva meta sexual, de modo que todas las pulsiones cooperan para
alcanzarla, a la vez que las zonas erógenas se subordinan a la primacía de la zona genital.
La subordinación de las excitaciones sexuales se lleva a cabo de un modo tal que lo que
antes eran placeres parciales e independientes unos de otros, ahora se convierten en actos
preparativos del nuevo fin sexual. Este nuevo fin sexual, consistente en el ser humano en la
descarga de los productos sexuales, lo que se acompaña del máximo placer; se pone ahora
al servicio de la función reproductiva. Esto es, para Freud la sexualidad adulta sería una
sexualidad reproductiva, el deseo y el placer surgen de las pulsiones parciales infantiles.

Es interesante la sección tercera, añadida en 1915, en la que expone la teoría de la libido.


Llamará libido a la energía de la pulsión sexual. Libido que cuando inviste al Yo la llamará
libido del Yo o libido narcisista, y cuando se dirige a los objetos, la llamará libido de
objeto. Igualmente interesante resulta el matiz que introduce a la idea propuesta en 1905
según la cual “la libido es regularmente de naturaleza masculina, aparezca en el hombre o
la mujer e independientemente de su objeto, sea éste el hombre o la mujer” (Freud,
1915/1981d, p. 1223), idea equívoca y confusa que modifica matizando que los conceptos
de masculino y femenino que tan unívocos parecen a nivel coloquial, son desde el punto de
vista científico extraordinariamente complejos, y que el psicoanálisis, al hablar del par
masculino-femenino, está refiriéndose a una de sus posibles acepciones, concretamente, a
los conceptos de actividad y pasividad. Aclara entonces, que “el instinto es siempre activo,
aun en aquellos casos en que se propone un fin pasivo” (Freud, 1915/1981d, p. 1223, nota
a pie de página).

Otra idea clave de este tercer ensayo aparece en la sección quinta titulada “El hallazgo del
objeto” en la que dirá que, en realidad, el hallazgo del objeto propio de la pubertad, no es
sino un reencuentro con el objeto sexual infantil, un retorno al pasado. Ahonda, también,
en la importancia del encuentro con el otro estableciendo que la madre es una fuente
constante de excitación y de satisfacción sexual a partir de las zonas erógenas y, tanto más,
cuanto que ella dirige al niño sentimientos que brotan de su vida sexual inconsciente. La
madre con su ternura despierta el instinto sexual del niño y prepara su posterior intensidad.
Aunque para la madre es un puro amor asexual, ella será para Freud la primera seductora.

Parece este tercer ensayo estar más abierto a la influencia del objeto desde la primera
infancia y ser menos organicista que el segundo.

En la síntesis final que el propio autor realiza vuelve sobre el tema de lo constitucional y la
innata diversidad de dicha constitución sexual que, si bien condiciona el carácter de la vida
sexual, deja abiertas posibilidades diferentes según elaboraciones ulteriores. Una misma
constitución, dirá, puede conducir a tres resultados distintos: a una vida sexual perversa
cuando se produce una fijación a componentes de la sexualidad infantil que se fortifican
con la maduración; a la neurosis, fruto de un proceso de represión de las actividades
sexuales perversas infantiles que en un periodo posterior, en muchos casos a partir de la
pubertad, se transforman en síntomas; o a una elevación de la capacidad de rendimiento
psíquico, a través de un proceso de sublimación, en el cual las excitaciones procedentes de
las diversas fuentes de la sexualidad se utilizan para fines más elevados.

Explica, también, cómo el carácter de una persona está construido en gran parte con
material de excitaciones sexuales y se compone de instintos fijados desde la niñez, de
construcciones dadas por sublimación y de construcciones destinadas al sometimiento
efectivo de los impulsos perversos. Otorga también un papel a los sucesos accidentales que
están en interrelación con lo constitucional. El factor constitucional, dirá, debe esperar
sucesos que le hagan entrar en acción, y el factor accidental necesita apoyarse en lo
constitucional para empezar a actuar.

En las últimas líneas de la síntesis del ensayo resalta la importancia de los procesos
biológicos a los que considera la esencia de la sexualidad. Considera que el resultado de
sus investigaciones sobre las perturbaciones de la vida sexual es poco satisfactorio debido
al desconocimiento de dichos procesos biológicos que no le han permitido explicar
suficientemente los caracteres, tanto normales como patológicos, de la actividad sexual.

Los Tres ensayos abren un nuevo dominio de la sexualidad, un dominio que linda con la
biología, una sexualidad pulsional presente en germen desde el inicio de la vida. Freud, a
lo largo del texto va a oscilar constantemente entre dar prioridad al papel de lo endógeno o
al papel de lo exógeno, al que siempre tiene presente sin concederle la exclusividad. A
pesar de la fuerza que ejercen las zonas erógenas, muestra cómo desde el inicio ciertas
personas son vividas por el niño en calidad de objetos sexuales. Lo vemos hablando de
fases y zonas corporales que siguen una secuencia predeterminada en el desarrollo sexual
infantil, y a la vez, de la madre como ese primer objeto que activa el instinto sexual del
niño. Habla, asimismo, de autoerotismo, pero también de que el niño llega a alcanzar a
muy corta edad un interés sexual orientado claramente hacia uno de sus primeros objetos.
De lo constitucional y de un desarrollo abierto a sucesos accidentales que pueden marcar
direcciones diferentes.

Algunos ven en esta obra incoherencias y contradicciones en la construcción teórico-


clínica freudiana. Ven un desvarío biologicista en el que Freud queda encerrado tras
abandonar su teoría de la seducción traumática; otros en cambio, ven en ella al Freud
creando teoría, manteniendo una actitud abierta a los cambios, sin pretender construirla
sobre conceptos básicos claros y definidos con precisión, pues ninguna ciencia, ni la más
exacta, empieza con tales definiciones.

Freud se adentra en un tema complejo, el de la sexualidad. Se apoya en la pulsión,


concepto límite entre lo psíquico y lo somático, para construir una teoría de la sexualidad
cuyo centro neurálgico coloca en la sexualidad infantil concebida como matriz y motor del
desarrollo psíquico. Atribuye al placer un alcance sin precedentes, hace retroceder los
orígenes de los sentimientos sexuales hasta los primeros años de vida, desentrañando así,
las enmarañadas raíces del amor adulto.

La novedad que Freud anuncia en esta obra no es tanto la existencia de una sexualidad
infantil como el hecho de que ésta es universal e intrínsecamente perversa, enunciando una
predisposición originaria y universal a la perversión, así como que toda la sexualidad
adulta, normal o perversa, procede de ella.

Su ideología es profundamente subversiva al separarse del ideal de monogamia que


presidía la época en la que le tocó vivir. No menos subversiva es su postura neutral y no
censora con respecto a las perversiones al estar convencido de que eran el resultado de
fijaciones sexuales a los objetos tempranos que no habían podido superarse. No las
consideraba crímenes, ni pecados, ni enfermedades; todo lo cual convierte al pensamiento
freudiano en un pensamiento muy moderno.

Aun reconociendo las limitaciones, vaivenes e impases de ciertos postulados que no


pueden permanecer intactos a lo largo del tiempo, el texto sigue teniendo un valor teórico
muy importante. La genialidad del pensamiento freudiano está en contener lo plural y lo
heterogéneo. Sus planteamientos agudos y creativos hacen de esta obra, aun cuando el
discurso psicoanalítico actual difiera en mucho, una obra vigente y muy viva en muchos
aspectos.

Referencias
Freud, S. (1981a). La interpretación de los sueños (L. López-Ballesteros, Trad.). En Obras
Completas (Tomo I, pp. 343-731). Biblioteca Nueva. (Obra original publicada en 1900).

Freud, S. (1981b). Tres Ensayos para una Teoría sexual (L. López -Ballesteros, Trad.). En
Obras Completas (Tomo II, pp. 1169-1237). Biblioteca Nueva (obra original publicada en
1905).

Freud, S. (1981c). Teorías sexuales infantiles (L. López -Ballesteros, Trad). En Obras
Completas (Tomo II, pp. 1262-1271). Biblioteca Nueva. (Obra original publicada en 1908).

Freud, S. (1981d). Los instintos y sus destinos (L. López -Ballesteros, Trad.). En Obras
Completas (Tomo II, pp. 2039-2052). Biblioteca Nueva. (Obra original publicada en 1915).
Freud, S. (1981e).

La organización genital infantil (Adición a la teoría sexual) (L. López -Ballesteros, Trad.).
En Obras Completas (Tomo III, pp. 2698-2700). Biblioteca Nueva.

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