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Sotelo, gracias K.

Cross & Botton


PUNISHED BY THE PRINCIPAL

AR TABOO

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Punished by the Principal

BY AR TABOO

Ser enviada a la oficina del director se supone que es un


castigo... pero esto se siente como una recompensa.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Capítulo 1
SADIE

—Si el multiplicador se divide por la suma del resto, obtenemos


el...
La Sra. Welborne empieza la lección de hoy, pero no me importa.
¿Por qué va a empezar una nueva lección cuando las clases acaban
dentro de dos días? Deja que intente torturarnos hasta el último
segundo.
¿Qué haría si me levantara y me fuera? Tengo dieciocho años,
así que técnicamente no tengo que estar aquí, pero le prometí a mi
papá que me portaría bien. Tiene planeado un regalo especial para mi
graduación y me dijo que si me metía en problemas no me lo iba a dar.
Suspiro mientras miro alrededor de la sala y veo que todo el
mundo está tomando notas o jugando con sus teléfonos donde la
señora Welborne no puede ver. Estoy en el fondo de la sala y el pupitre
de al lado está vacío. Perfecto.
A veces, cuando me aburro en clase, me gusta fantasear con
cosas sucias, y parece que así el tiempo pasa más rápido. Mis ojos se
desvían hacia la ventana que da al patio de mi colegio femenino. El sol
brilla y me pregunto cómo sería tumbarme en la hierba en topless y
que me calentara en un lugar que se supone que debo mantener
oculto. Mis pezones se endurecen al pensar en cómo podría soplar la
brisa sobre ellos justo antes de que él estuviera de pie sobre mí.

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Cierro los ojos e imagino que me observa tumbada antes de
arrodillarse a mi lado y acercarme la boca al pezón. ¿Me lo lamería
primero o lo chuparía enseguida?
—Sadie.
Abro los ojos y veo a la señora Welborne de pie, con una mezcla
de enojo y sorpresa en la cara. Mira hacia mi regazo, y entonces me
doy cuenta de que debo haber deslizado la mano entre las piernas
mientras soñaba despierta.
Tan rápida y discretamente como puedo, retiro la mano y me
enderezo, pero es inútil. Se agacha para que nadie más pueda oírla
regañarme.
— ¿Qué te he dicho de eso? — Su tono está lleno de asco y
vergüenza mientras sisea las palabras. —Se supone que las chicas
nunca deben hacer eso.
—Lo siento. — digo en voz baja, pero ella se endereza y sacude
la cabeza.
—Levántate, vamos al despacho del director.
—Pero... — Intento discutir, pero ya está cogiendo mi mochila
del suelo. Mierda, no puedo meterme en problemas. Ahora no.
—Vamos, o lo empeorarás.
Cuando consigo mirar alrededor de la habitación, solo hay unas
pocas personas mirándome mientras el resto aprovecha la distracción
de la señora Welborne. Nadie ha oído lo que me ha dicho y, por suerte,
creo que nadie me ha visto mientras soñaba.
—Señora Welborne, por favor. — Lo intento de nuevo una vez
que estamos en el pasillo.
—Sadie, he mirado hacia otro lado durante demasiado tiempo.
— Se detiene y me mira como si fuera una puta. —Puede que ahora
tengas dieciocho años y estés a punto de graduarte, y puede que no
pueda hacer nada para impedirlo porque eres una estudiante
sobresaliente, pero no voy a tolerar tal, tal... — Parece que no se le
ocurre una palabra que describa adecuadamente la repulsión que
siente, así que vuelve a intentarlo. —Se supone que las chicas buenas
no deben hacer eso. — dice finalmente.

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Quiero discutir con ella que es natural y que mi papá me dijo
que todo el mundo lo hacía, pero la señora Welborne siempre me ha
odiado. No es la primera vez que me lleva al despacho del director,
pero espero que sea la última.
Una vez en el despacho, pasamos por delante de la mesa vacía
de la secretaria y ella se dirige directamente a la puerta del director y
llama con fuerza.
—Adelante. — llama el director Smith, y la señora Welborne
sonríe con suficiencia mientras entramos.
La Sra. Welborne hace un espectáculo al tomar mi bolso y
dejarse caer en una de las sillas que están frente al escritorio del
Director Smith. Los dos nos quedamos ahí de pie mientras él frunce
el ceño y asimila lo que tiene delante.
— ¿En qué puedo ayudarla, señora Welborne?
—Una vez más, tengo un problema con la señorita Sadie
controlándose. — Cruza los brazos sobre el pecho de forma protectora
y me mira de reojo. —Es repugnante, y no lo toleraré ni un momento
más.
El director Smith vuelve los ojos hacia mí, pero su expresión no
delata nada.
—Lo entiendo. — dice y se levanta de su escritorio. —Me
aseguraré de que se ocupen de ella y no la tendrá en su clase durante
el resto del día.
La Sra. Welborne suspira aliviada y luego sonríe alegremente. —
Gracias por su comprensión, director Smith. Como siempre, aprecio
su discreción en estos asuntos tan delicados. — La forma en que lo
mira es lo verdaderamente repugnante. Actúa como un troll
enamorado que nunca ha visto a un hombre.
Cierto que el director Smith es caliente, así que no puedo decir
que se equivoque. Las canas alrededor de las sienes le hacen parecer
mayor, pero solo aumentan su atractivo. También es grande y tiene
un grueso cuerpo de papá. La mayoría de las chicas del colegio no lo
miran, pero sé que los profesores cuchichean sobre él.

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La señora Welborne pierde la sonrisa, me lanza una última
mirada de repulsión y sale del despacho. En cuanto se va, el único
sonido que queda son los pasos del director Smith, que cruza la
habitación y cierra la puerta. Me relamo los labios e intento no mirarlo
mientras se dirige a su escritorio y toma asiento.
— ¿Otra vez, Sadie? — pregunta en voz baja, y mi corazón
empieza a latir más deprisa.
—Lo siento, yo...
—Estabas soñando despierta, ¿verdad?— Su voz es uniforme y
tranquila, tan distinta a la de la Sra. Welborne. Cuando asiento, él
también lo hace porque esperaba la respuesta. — ¿Y qué hacías
soñando despierta?
No puedo mirarlo mientras juego con el borde de mi falda. —Solo
pensaba en cosas.
— ¿Algo que no pudiste controlar hasta llegar a casa?
Cuando lo miro, veo que está pasando las puntas de los dedos
por el borde de su escritorio. —No lo sé. — Me encojo de hombros y
miro hacia mis pies.
—Solo te quedan dos días, Sadie. ¿De verdad quieres terminar
así tu estancia aquí? — Su voz es tan suave y gentil, y es una de las
cosas que siempre me han gustado de él. Nunca me ha juzgado o
avergonzado por lo que me he metido en problemas.
—Lo siento. Se supone que no debo meterme en problemas, pero
se me olvidó lo que estaba haciendo. Estaba aburrida y la escuela casi
ha terminado. — Vuelvo a encogerme de hombros porque, aunque me
da vergüenza, me siento segura diciéndole esto. —Y entonces me
atrapó, y no supe qué decir.
— ¿Terminaste?
Levanto la cabeza ante la pregunta, y él parece tan relajado que
me pregunto si lo he oído bien.
— ¿Qué?— pregunto aunque sé exactamente lo que ha dicho.
—No puedes ir a tu próximo período si no te has ocupado del
problema. — Sus ojos se mueven por mi cuerpo y se detienen justo en

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mi falda, donde se queda mirando un largo momento antes de
repetirse. — ¿Terminaste?
—No. — digo rápidamente y sacudo la cabeza.
—Muy bien, entonces lo harás ahora para que puedas ir a tu
próxima clase sin distracciones.
¿Acaba de pedirme el director Smith que me frote delante de él?
Mi cara inexpresiva debe hacer la pregunta por mí porque asiente
mientras se reclina en su asiento.
—No tengo todo el día, señorita Sadie. Métase la mano en las
bragas.

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Capítulo 2
DIRECTOR SMITH

—Puedes sentarte y hacerlo. — le ordeno y Sadie solo tarda un


momento en coger la silla que hay justo delante de mi escritorio. Se
sienta en el borde y sus manos siguen jugando con su falda.
Sadie es una chica tan hermosa y, aunque se supone que un
director nunca tiene favoritos, ella siempre ha sido especial. Muy
especial. No es la primera vez que la envían a mi despacho por su
comportamiento; lo que ocurre es que es la primera vez que ocurre
desde que cumplió dieciocho años. Joder, finalmente.
—Recuéstate. — Apoyo el codo en la silla y me llevo los dedos a
los labios mientras la observo.
—Sí, director Smith. —asiente y hace lo que le ordeno.
—Cierra los ojos. — le digo suavemente. Una vez cerrados, me
paso la mano por delante de los pantalones y empiezo a frotarme la
creciente erección. —Ahora abre las piernas.
Muy despacio, se abren y su falda de cuadros, que ya se ha
subido más de lo que permite el código de vestimenta, sube por sus
suaves muslos. Veo el triangulito de bragas que cubre su coño, y hay
una mancha húmeda. No sé si es de antes o desde que se sentó.
—Dime en qué estabas pensando antes. — Mi voz es tranquila y
sosegada mientras me froto lentamente la mano por la parte delantera
del pantalón.

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—Estaba afuera. — traga saliva y se lleva la mano a la rodilla
desnuda.
— ¿Y qué hacías afuera? —Me relamo mientras sus piernas se
ensanchan y veo más de ese bonito triángulo.
—Estaba en topless.
Mis ojos se dirigen inmediatamente a sus tetas y veo el contorno
de sus duros pezones. — ¿Para qué lo viera todo el mundo?
—No. —Menea la cabeza mientras su mano recorre el interior de
sus muslos. —Me preguntaba... — Traga saliva de nuevo cuando sus
dedos tocan sus bragas. —Cómo sería que me las chuparan.
Mi mano se detiene en mi polla, y puedo sentir su pulso firme y
fuerte como si toda la sangre de mi cuerpo bombeara hacia mi polla.
—Y eso te ha mojado. — Mis dedos alcanzan el botón de mis
pantalones, y lo más silenciosamente posible abro la parte superior de
ellos. Intento resistirme, pero ya sé que no puedo.
—Sí. —gime mientras traza sobre su punto húmedo.
—Tira de ellas hacia un lado. — susurro, y justo cuando su dedo
engancha el algodón blanco, mi propia mano agarra mi polla.
Los labios de su coño están húmedos e hinchados, y su clítoris
asoma. Joder, ojalá pudiera olerlo, y se me hace agua la boca de
pensarlo.
—Enséñame cómo te tocas. — Mi voz suena muy baja en la
habitación, pero también podría resonar porque me esfuerzo por oírla
emitir el más mínimo sonido.
Sus dedos se dirigen con seguridad y rapidez a su clítoris y
empiezan a frotarlo arriba y abajo. Los mueve con rapidez, y mi polla
palpita en mi mano en respuesta. Aceptaría un polvo rápido como una
mujer adulta, y gruño al pensarlo.
Entonces la veo introducirse los dedos en el coño y casi me
vuelvo loco. Se los mete hasta el fondo y se masturba como se lo haría.
Fuerte y rápido. ¿Cómo es que esta dulce adolescente está tan ansiosa
por recibir una polla? No hace más que rogarlo. ¿Quién podría
culparme?

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Sus ojos se abren y mi mano se detiene para que no vea lo que
estoy haciendo. Por suerte, mi silla está debajo de mi escritorio, así
que mi polla está oculta. Todo esto está muy mal, y no quiero que vea
cuánto lo estoy disfrutando. Nunca antes había hecho algo así, pero
ya sé que no será la última vez que tenga a Sadie en mi despacho antes
del último día de clase.
—Necesito frotarme con algo. — dice mientras sus dedos vuelven
a su clítoris y empiezan a frotarlo arriba y abajo.
— ¿Qué...? —Me aclaro la garganta cuando me vienen a la
cabeza imágenes de ella follándome la pierna. — ¿Qué sueles usar?
—Mi almohada. —Se queja y mira hacia mi escritorio. — ¿Puedo
usarlo?
El borde de mi escritorio es de madera lisa y pulida. Asiento y se
levanta y se pone en posición. Se acerca a la esquina redondeada con
un borde decorativo. Hay una pequeña flor que nunca había tenido en
cuenta hasta este momento. Al verla ahora, me doy cuenta de que
probablemente sea perfecta para montar.
Se baja las bragas hasta las rodillas y abre las piernas para que
la esquina redondeada quede entre ellas. Pero en cuanto lo hace, se le
cae la falda y no puedo mirar.
—Sujétala. — ladro con más dureza de la que pretendía, pero la
levanta rápidamente.
Cuando se levanta la falda, veo que tiene el clítoris apretado
contra la florecilla, y sus caderas empiezan a moverse. Empuja mi
escritorio suave y lentamente, de un lado a otro, y ya puedo verla
dejando un rastro de crema resbaladiza en él.
—Eso es. — dice mientras empuja sus caderas hacia delante y
sus labios hinchados se abren.
—Mírame. — le ordeno y mantiene la mirada fija en mí mientras
la observo.
Mis manos agarran los brazos de la silla con tanta fuerza que
temo que se partan en dos, pero no me muevo ni un milímetro. Tengo
la mandíbula bien apretada y no puedo apartar los ojos de ella, que se
abalanza sobre mi escritorio mientras emite pequeños gritos de placer.

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—Sí. — Su voz suena como un gemido mientras jadea y luego
frena las caderas. Con otros dos rápidos empujones, su cuerpo cede y
veo cómo se corre. Intenta recuperar el aliento mientras retrocede a
trompicones y los dos vemos el desastre que ha dejado en mi
escritorio. —Lo siento. Lo limpiaré.
—No. — Sacudo la cabeza pero no hago ademán de levantarme
porque mis pantalones siguen abiertos. —Ya puedes volver a clase.
—Sí, señor. — dice y luego alcanza sus bragas.
—Me las quedo. — le digo y le tiendo la mano. Cuando me mira
interrogante, señalo el escritorio con la cabeza. —Para limpiar el
desorden.
—Oh.
Sus mejillas se sonrojan y asiente mientras camina a mi lado. Le
tiendo la mano y ella la coloca suavemente en la palma. Para mi
sorpresa, se inclina y me da un beso rápido en la mejilla.
—Gracias, director Smith. — dice antes de coger su mochila y
salir de mi despacho.
En cuanto se cierra la puerta, me acerco a la esquina del
escritorio que aún brilla por su liberación. Me agacho, lamo la flor y
pruebo el dulce sabor de su coño. Con sus bragas en la mano, las
acerco a la punta de mi polla y me corro sobre ellas. Estaba tan
jodidamente lleno que ni siquiera tuve que masturbarme. Todo lo que
tuve que hacer fue saborear el regalo que ella me dejó y ya estaba
bombeando una carga en el algodón blanco.
Me tambaleo hasta mi asiento y cierro los ojos mientras repito lo
que acaba de hacer la pequeña Sadie. Una sonrisa se dibuja en mi
cara porque ya tengo un plan para mañana.

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Capítulo 3
SADIE

Mañana estoy libre. Puedo aguantar hasta entonces, ¿no?


Papá me ha vuelto a recordar esta mañana que me portara bien
o no me daría mi regalo de graduación, pero aquí estoy sentada una
vez más en la clase de la señora Welborne, aburridísima.
Está de espaldas a la clase mientras enciende el proyector. Lleva
diez minutos intentándolo y, a estas alturas, resulta cómico.
Cualquiera de los presentes podría enseñarle cómo hacerlo en medio
segundo, pero todos nos hemos desentendido mentalmente. Al menos
los que quedamos. Hoy la sala está casi vacía, con los mayores
abandonando sus últimos días. Los envidio, pero mi papá me mataría,
y sé que la señora Welborne solo busca una excusa para meterme en
problemas.
Las luces de la clase están apagadas y ella tiene las persianas
bajadas. Mientras me recuesto en la silla, mi mente divaga y no puedo
evitar pensar en lo de ayer. El director Smith me dejó correrme en su
escritorio mientras miraba, y fue lo más caliente que he hecho nunca.
Me corrí tan fuerte que me sorprendí, y por la expresión de su cara, él
también se sorprendió.
Pensé en la forma en que me miró anoche cuando estaba
cenando. Apenas podía quedarme quieta en mi asiento y mi papá no
paraba de preguntarme si estaba bien. Incluso ahora me retuerzo al
pensar en mí frotándome mientras el director Smith se tocaba la polla.

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Intentó esconderla bajo el escritorio, pero vi cómo se le movía el
hombro. Le encantaba, y eso me mojaba cada vez más. Lo suficiente
como para restregarme por todo su escritorio hasta que me corrí tan
fuerte que casi se me doblan las rodillas. Por suerte, fue suficiente
para saciarme el resto del día, pero esa noche solo me hizo querer más.
Ahora mismo, estoy tan excitada pensando en lo bien que me sentí
que balanceo las caderas en mi asiento.
—Sadie. — La señora Welborne sisea y abro los ojos para verla
de pie junto a mí.
El vídeo se está reproduciendo en la pizarra, y los alumnos que
quedan están viendo lo que sea que ella haya puesto. Está oscuro aquí
detrás, así que es imposible que viera lo que estoy haciendo, a menos
que se haya escabullido a propósito al fondo del aula para espiarme.
—Pensé que después de ayer podrías controlarte, pero no tienes
autocontrol. Levántate.
Sale de la sala y no tengo más remedio que seguirla. Cuando
llega al despacho del director Smith, apenas llama antes de abrir la
puerta de golpe y soltar su enojo.
—Es una auténtica pesadilla y no voy a tolerar su
comportamiento ni un momento más. — vocifera.
—Buenas tardes, señora Welborne. — le dice amablemente el
director Smith mientras deja el libro que tenía en la mano sobre su
escritorio y se levanta. —Veo que ha vuelto a haber un incidente con
Sadie. — Antes de que la señora Welborne pueda responder, él ya la
está tranquilizando. —Ya sabes cómo pueden ser los mayores al final
de su tiempo con nosotros. Por qué no vuelves a clase y disfrutas del
resto de la tarde mientras yo me encargo de esto.
—Sí. — Toma aire y asiente. —Sería estupendo, gracias. — Se
acicala un poco y veo que le dedica una sonrisa coqueta. —Siempre
apoyas tanto a los profesores de aquí.
—Es parte del trabajo. — Le da una palmada en el hombro y la
acompaña hasta la puerta. — ¿Por qué no evitamos cualquier
agitación del último día haciendo que Sadie venga directamente a mi
despacho durante tu clase? Estoy seguro de que eso aliviaría cualquier

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estrés no deseado, y como es el último día, puedo hacer que escriba
líneas.
—Creo que sería perfecto. — La Sra. Welborne sonríe mientras
la empuja suavemente fuera de su despacho.
—Me aseguraré de que se haga. — le dice el director Smith
mientras cierra la puerta y echa el pestillo tras ella.
Hay un largo rato de silencio antes de que él se dé la vuelta y
cruce los brazos sobre el pecho. Es como si esperara a que yo hablara
primero y, a medida que se prolonga el silencio, cedo.
—Lo siento. —Intento sonar arrepentida, aunque siento que el
dolor entre mis piernas aumenta.
—Quiero que seas sincera conmigo, Sadie. — Se acerca y ahora
me mira con expresión severa y la mandíbula apretada. — ¿Te has
metido en problemas a propósito para tener que venir otra vez a mi
despacho?
Me muerdo el labio inferior mientras mis dedos juegan
nerviosamente con el borde de mi falda. Me la he subido mucho de
camino aquí. — ¿Quizá?— Respondo en forma de pregunta, y él niega.
—Sabía que pasaría esto. — Sus ojos se dirigen a donde están
mis dedos y levanta la barbilla. —Levántala.
—Pero... —Me interrumpe con un movimiento de cabeza.
Lentamente me levanto la parte delantera de la falda y, cuando
me mira, inhala bruscamente. No llevo bragas y sé que mi coño está
empapado. Llevo dolorida desde que llegué al instituto porque
esperaba que pasara esto.
— ¿Has estado así todo el día? — Su voz es mucho más grave y
no ha dejado de mirar mi coño depilado.
—Sí. — respondo con sinceridad.
Suspira mientras da un paso atrás y luego camina alrededor de
su escritorio. —Te queda un día, Sadie. Por favor, intenta controlarte.
— Abre un cajón y saca algo de él. —Te he comprado algo que te
ayudará a controlarte.

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Me quedo con la boca abierta cuando me enseña un delgado
consolador rosa con una ventosa en el extremo. Lo observo mientras
lo coloca en la esquina de su escritorio en el que me monté la última
vez y lo asegura a la madera lisa.
—Espero que te quede bien y no te apriete demasiado. Ven y
deslízate sobre él y mira cómo se siente.

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Capítulo 4
DIRECTOR SMITH

Me siento en mi silla para poder observar todos sus movimientos


mientras se acerca lentamente a la esquina y la mira. Sigue con la
falda levantada, así que puedo ver cómo le brillan los labios del coño
mientras camina y su necesidad en la cara interna de los muslos.
—Abre un poco las piernas. — le ordeno y lo hace de maravilla.
—Eso es, ahora levanta un poco y ponlo en la abertura de tu coño.
La punta rosa roza su clítoris y suelta una risita mientras lo hace
de nuevo. Me relamo los labios, deseando poder besárselo, pero
permanezco sentado. Después de unos cuantos roces rápidos, lo
coloca en su entrada.
—Ve despacio para que no te apriete.
Vacila y luego mete un poco más, y puedo ver que incluso el
tamaño delgado es casi demasiado grande.
—Con cuidado, deja que tu cuerpo se acostumbre. — Mete otro
centímetro, y entonces la oigo gemir mientras sus caderas se
balancean hacia delante. —Buena chica.
Dobla las rodillas ligeramente, y cuando finalmente lo tiene todo
dentro de ella, se retuerce contra mi escritorio. —Oh, se siente taaaan
bien. — Cierra los ojos y echa la cabeza hacia atrás.

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Me meto la mano en el bolsillo, saco el mando a distancia y
presiono el botón de vibración. En cuanto empieza a vibrar, abre los
ojos y me mira con una mezcla de sorpresa y excitación.
—Oh, Dios. — susurra mientras se frota el coño más deprisa.
Estoy tan duro que noto cómo me gotea semen en la cara interna
del muslo. Tengo que meter la mano entre las piernas para apretarme
la polla y poder mantener algún tipo de control. Ahora se mueve más
deprisa, y solo puedo pensar en cómo se sentiría si fuera mi polla la
que estuviera dentro de ella en lugar de ese juguete.
—Inclínate sobre el escritorio. — le ordeno mientras me levanto.
No vacila, se deja caer hacia delante y sigue frotándose sobre el
juguete vibrador.
La miro por detrás y veo el juguete rosa moviéndose en su coño.
Sus bonitos labios se aprietan a su alrededor y aprieta con fuerza
como si no tuviera suficiente. Mirándola así, puedo ver su culo, y ella
debe darse cuenta al mismo tiempo.
—Papi. — gime, y me pongo rígido. Tiene la cara pegada a mi
escritorio y los ojos cerrados mientras se folla este juguete y gotea
sobre mi escritorio.
El corazón me palpita en los oídos cuando todo mi control se
desvanece y me acerco a ella. No pienso en lo malo que es esto o en
que debería parar, sino en tocarla.
—Te tengo. — susurro mientras me chupo un dedo y lo coloco
suavemente entre sus mejillas. Lo empujo contra la entrada de su culo
y, cuando se tensa, lo froto. —Respira, Sadie.
Su precioso agujero rosado está jodidamente apretado, pero
consigo entrar. Mi polla palpita ahora con el vibrador mientras empujo
dentro y siento cómo su cuerpo se pone rígido. Coloco la otra mano
contra su coño y, cuando grita y se corre, no me decepciona el torrente
de líquido caliente que la recibe.
Ronronea como un gatito, se desploma contra el escritorio
cuando termina y yo deslizo el dedo fuera de su culo. Con un clic, el
vibrador se apaga y me agacho para sacárselo del coño. Mientras ella
sigue sobre el escritorio sin moverse, guardo el juguete y me siento
detrás del escritorio para que no pueda ver mi erección.

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La observo durante un buen rato y, cuando por fin recupera el
aliento, sonríe y se levanta despacio.
— ¿Está mejor? —Le pregunto, y asiente.
—Mucho mejor. —Veo que se muerde el labio y se baja la falda.
—Quizá un poco dolorida. — dice, y sus mejillas arden de vergüenza.
—Gracias por, ya sabes, ayudar.
— ¿Ya puedes volver a clase? — Miro el reloj. —La Sra. Welborne
va a terminar su lección.
Se acerca a mi escritorio y la veo mirar mi regazo. Hay una clara
mancha húmeda en la parte delantera de mis pantalones, y ella tiene
los ojos puestos en ella. — ¿Y tú?
—Esperaré hasta que te hayas ido. — digo suavemente.
—Pero, ¿y si quiero mirar? — Sus ojos oscuros son tan inocentes
mientras me mira a través de las pestañas.
—Te veré mañana, Sadie. — le respondo.
Saca el labio inferior y hace un adorable puchero mientras coge
su bolso y me deja solo en el despacho.
En cuanto cierro la puerta, me desabrocho los pantalones y
suelto la polla. Estoy tan duro que se me eriza y me duele la base,
donde se me ha acumulado todo el semen. Me llevo los dedos a la nariz
e inhalo el aroma de su coño mientras me agarro la polla y la acaricio
dos veces. Es todo lo que necesito para que el semen se derrame por
mi puño, y lo utilizo para lubricar el resto de mi miembro. Tengo que
correrme otra vez para que baje, y cuando termino mi corazón se
acelera.
Sadie es especial y mañana es su último día. Sé con cada
centímetro de mi alma que no la dejaré salir de esta escuela sin
meterla en mi polla.

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Capítulo 5
SADIE

Es mi último día de colegio para siempre, y no podría estar más


contenta. Papá quiere que piense en planes para la universidad, pero
le dije que quería tomarme un año sabático y disfrutar antes de tomar
ninguna decisión importante.
Esta mañana me ha dicho que me daría una gran sorpresa
después de clase, y no puedo contener la emoción. Solo faltan unas
horas para que acabe el día y pueda ir a casa a enterarme. Lleva
semanas molestándome, pero él es bueno manteniéndome a la
expectativa.
Asistir a todas mis clases no tiene sentido, pero hago lo que me
dice porque no quiero estropear mi sorpresa. Por suerte, cuando llega
la hora de ir a la clase de la señora Welborne, paso de largo y voy
directamente al despacho del director.
He estado pensando en este momento desde que dejé al director
Smith ayer, y anoche no podía pensar en otra cosa. No dejaba de
preguntarme si se masturbaba después de que me fuera y por qué no
me dejaba mirar. Especialmente después de haberme tocado como lo
hizo. Solo pensar en él deslizando su dedo en mi agujero trasero me
hace sonrojar. ¿Soy un bicho raro por gustarme? ¿A quién le importa?
Me sentí tan bien, y espero que lo haga de nuevo hoy.
En realidad, espero que lo haga mucho más.

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Todo al sur de mi ombligo vibra cuando empujo la puerta de su
despacho y dejo caer la mochila junto a la puerta. Llevo el uniforme
desabrochado lo suficiente como para que se me vea el sujetador y la
falda lo suficientemente subida como para que, si estiro los brazos por
encima de la cabeza, se me vea el coño.
Por la forma en que me mira el director Smith, me doy cuenta de
que aprecia los ligeros cambios en el código de vestimenta de la
escuela.
—Pasa, Sadie, y toma asiento. Tengo lápiz y papel para que
escribas líneas. — Señala la silla que tiene delante y veo los útiles
esperándome.
—Oh. — digo mientras la decepción hace que se me hunda el
estómago.
No hace ningún movimiento mientras me acerco lentamente y
me siento en la silla frente a su escritorio. Pero en cuanto me siento,
me levanto y miro el asiento. Es diferente al de antes, y algo me pincha.
— ¿Va todo bien?— pregunta el director Smith, y aprieto el cuero
liso.
—Algo afilado sobresale. — Cuando presiono el material, puedo
ver un resorte asomando, y eso debe haber sido lo que era.
—Lo siento mucho. Las sillas pueden estar un poco desgastadas.
Prueba con la de al lado. — Me señala la siguiente y voy a probarla.
En cuanto mi trasero entra en contacto con el asiento, de nuevo
me pincha un muelle metálico. —Ouch, éste también.
—Oh no, eso no es bueno. — Y cuando lo dice, hay algo en su
tono que está fuera de lugar. —Ahora, ¿dónde te sentarás?— Mira por
la habitación y lo sigo.
No hay más sillas en el despacho ni otros sitios donde pueda
sentarme. Excepto...
— ¿Por qué no vienes aquí?— ofrece y se da unas palmaditas en
el regazo. —Trae papel y lápiz.

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Aprieto los labios para ocultar mi sonrisa mientras recojo mis
cosas y camino alrededor de su gran escritorio de madera. Cuando
estoy frente a él, me mira y abre los brazos.
Dejo mis cosas sobre el escritorio, me doy la vuelta y bajo
lentamente hasta su regazo. Se queda quieto mientras me muevo un
poco para acomodarme y entonces me doy cuenta de que hay algo
largo y duro empujando justo contra mi trasero. Debo de haber soltado
un grito ahogado, porque se ríe y sus manos se posan en mis caderas.
Me quedo paralizada mientras desliza las palmas de las manos
por la parte superior de mis muslos desnudos y luego por el interior
de las rodillas. Con manos firmes, me separa las piernas y las coloca
en la parte exterior de sus rodillas, de modo que me quedo abierta.
Siento que el aire frío me besa los labios del coño e intento acordarme
de respirar.
— ¿Estás cómoda? — me pregunta, y siento cómo me sube el
borde de la falda para que mi parte inferior desnuda quede totalmente
sentada sobre él. No hay nada entre él y mi coñito excepto sus
pantalones, y sé que le estoy haciendo una mancha húmeda.
—Mucho. — le digo y me empujo un poco hacia atrás para sentir
su polla dura en el sitio adecuado.
—Quiero que me escribas algo. — me dice, y me doy cuenta de
que tiene la boca pegada a la oreja.
Está tan cerca que siento su cálido aliento en mi piel y cierro los
ojos. Sus manos en el interior de mis rodillas suben y sé que
probablemente estoy temblando. Nunca había sentido nada tan bueno
y no quiero que esto acabe nunca.
No puedo hablar cuando sus labios rozan mi oreja, así que
asiento.

—Quiero que escribas Prometo ser una buena chica. ¿Puedes hacerlo
por mí? —Vuelvo a asentir y entonces sus dientes trazan el camino de
sus labios. —Adelante, Sadie.
Tomo el lápiz y, cuando empiezo a escribir, sus manos suben por
el interior de mis muslos abiertos. Me tiemblan los dedos cuando
aprieto la punta del lápiz contra el papel y escribo la primera letra.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Justo cuando estoy a punto de escribir la palabra prometo, siento que
sus dos manos me separan y se deslizan entre mis húmedos pliegues.
—Escríbelo, Sadie, o me detendré. — Sus dedos rozan mi clítoris
y jadeo de lo bien que me siento.
Me frota el clítoris arriba y abajo como a mí me gusta, y el lápiz
casi se me cae de la mano cuando se detiene. Me apresuro a agarrarlo
con fuerza y escribo una línea lo más rápido que puedo. En cuanto
termina la primera, sus dedos se hunden dentro de mí y oigo lo mojada
que estoy. Suena obsceno, pero él tararea su aprobación mientras baja
entre mis piernas y llega a mi culo.
Garabateo otra línea igual de rápido, y sé que apenas es legible,
pero él no dijo que tuviera que ser prolijo. Mis caderas empiezan a
balancearse contra sus dedos mientras una mano juega con mi clítoris
y la otra entra y sale de mi coñito. Es mucho mejor cuando lo hace él
que cuando lo hago yo sola, y ya quiero correrme.
—Escribe una más y podrás correrte. — me dice y me lame la
oreja.
Mi respiración queda atrapada en mi garganta, y lo aprieto
mientras escribo furiosamente otra oración. Prácticamente aprieto el
lápiz y me reclino contra él justo cuando el orgasmo me sacude el
cuerpo. Es caliente y rápido, pero el subidón es como una droga y
quiero otro.
— ¿Mejor? — me pregunta, y niego. — ¿Quieres más? —Esta vez
asiento, y sonríe mientras saca sus dedos de mí y los chupa
rápidamente. —Creo que puedo hacer algo al respecto.
Para mi sorpresa, me levanta de su regazo y me sienta en su
escritorio frente a él, de modo que mis piernas quedan abiertas y mi
falda recogida. Me lleva hasta el borde y, antes de que me dé cuenta,
su cara está entre mis muslos y me está lamiendo el coño.
Los sonidos que hace son casi tan eróticos como la sensación de
su lengua en mi clítoris dolorido. Tiene hambre y, por la forma en que
me lame, debe de estar hambriento. Me balanceo contra él, y ver cómo
me chupa es suficiente para llevarme al límite, y me corro en su cara.
Justo cuando grito, se levanta, me mira con ojos desorbitados y
se lleva la mano a los pantalones. Sé exactamente lo que quiere, y

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también quiero dárselo. Cuando su polla queda libre entre nosotros,
miro hacia abajo y mis ojos se abren de par en par al verla. Está dura
e hinchada hasta el punto de que su polla es venosa y la piel está
tirante. Alargo la mano para tocarlo, pero me coge de la muñeca y me
aparta la mano.
—Este coñito ya va a estar bastante apretado, no necesito que
tu mano me haga correrme demasiado deprisa. — Me sujeta las manos
al escritorio mientras me empuja la abertura con la gorda cabeza de
su polla. —Este es nuestro secreto, ¿verdad, Sadie?
—Sí, director Smith. — acepto, y empuja dentro de mí.
Al principio me aprieta tanto que gimo, pero no se detiene
mientras se hunde profundamente en mi cuerpo, y tengo que
estirarme para dejarlo entrar. Abro la boca para decirle que es
demasiado, pero se inclina y me besa. Cuando su lengua se desliza en
mi boca, noto mi propio sabor, y es extraño y sexy.
Sus caderas retroceden y luego avanza hasta follarme con
fuerza. Tengo que contener la respiración y obligarme a relajarme
mientras me penetra con fuerza y sin parar. Reboto en su polla y, al
ver lo mucho que le gusta, me relajo. Después de unas cuantas veces
más, empiezo a sentirme bien, y al final me abro más para que pueda
follar más.
—Así me gusta. — me anima, y me mojo aún más.
Mira cómo su polla desaparece dentro de mí antes de bajarme la
copa del sujetador y chuparme el pezón. Cuando su boca se aferra,
me siento encendida hasta el clítoris, y la sensación de tenerlo dentro
de mí al mismo tiempo hace que me corra.
En cuanto palpito a su alrededor, se detiene y empuja por última
vez hasta el fondo. Siento cómo palpita su polla mientras se vacía, y
mis ojos se abren de par en par. Su semen está caliente y es tan
abundante que noto cómo sale por donde estamos unidos.
Sonríe soñoliento cuando empieza a relajarse y me besa el pezón
antes de volver a colocarme la copa del sujetador en su sitio. Suelto
una risita y me besa los labios antes de retirarse lentamente. Me duele
perderlo, pero algo me dice que aún no hemos terminado.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


—Coge la mochila. — me dice mientras vuelve a meterse en los
pantalones.
— ¿De verdad? Aún no han terminado las clases. — le digo, pero
ya me estoy bajando la falda y saltando de su mesa.
—Soy el director; yo digo cuándo se acaba. — Alcanza su
escritorio y agarra sus llaves antes de extender su mano para tomar
la mía.
Me sorprende el gesto, pero estoy deseando tomarla mientras
salimos de su despacho y empezamos a caminar por el pasillo hacia
el estacionamiento.
Justo cuando estamos a punto de llegar a la salida, veo que la
señora Welborne se pone delante de nosotros.
—Director Smith, ¿se va a casa por hoy? — Nos mira y luego baja
la mirada hacia nuestras manos unidas.
—Sí, me temo que tengo una cita a la que no puedo faltar. — Me
toma la mano con más fuerza y no hace ademán de separarnos.
— ¿Y supongo que te llevarás a la señorita Sadie contigo?
—Sí. — respondo por él y sonrío mientras me apoyo en su brazo.
—Bueno. —frunce los labios y luego suspira. —Supongo que
buena suerte para ti en el futuro entonces, Sadie. Tienes suerte de
tener un padre como el director Smith que vela por tu educación.
—Es el mejor papi del mundo. — digo, y siento que me aprieta la
mano.
—Me gusta pensar que soy el afortunado. — dice papá y luego
me guiña un ojo. —Que pase un buen verano, señora Welborne.
Cuando nos alejamos un paso, creo que lo hemos conseguido,
pero entonces oigo a la señora Welborne detrás de nosotros.
—Oh Sadie, tienes algo en la pierna. — Me señala el muslo, y
papá y yo miramos hacia abajo al mismo tiempo para ver de qué está
hablando.
—Oh, es solo un poco de crema de mi golosina de antes. — digo
mientras me paso el dedo y me la llevo a los labios.

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


La señora Welborne nos mira con expresión confusa mientras
papá tira de mí detrás de él para que podamos salir rápidamente del
edificio.
—No puedo creer que hayas dicho eso. — sisea juguetón
mientras me mete en el coche y va hacia el lado del conductor.
—No he podido evitarlo. —Me inclino y le doy un beso en los
labios. —Además, me gusta cómo sabe, papi. — Nunca me sacio de su
sabor. No desde la primera noche que me desperté con él metiéndome
la polla en la boca antes de que me inmovilizara en la cama y me
convirtiera en una mujer. Mis sábanas rosas muestran la evidencia de
lo que hizo mi travieso papi. Pero me prometió que seguiría siendo su
pequeña.
—Ya la tengo dura otra vez. No me obligues a follarte en este
estacionamiento, pequeña.
— ¿Tengo mi sorpresa ahora?— Lo miro con ojos grandes y él
mete la mano en la guantera para sacar un sobre. —Oh mi Dios,
¿hablas en serio?
—Lo que sea por ti, nena. — me dice y me pone la mano entre
las piernas mientras sale del estacionamiento.
—Los dos solos en el Caribe durante tres semanas. ¿Qué vamos
a hacer?
—Estoy seguro de que se te ocurrirá algo. — dice justo cuando
sus dedos encuentran mi húmeda raja.

Fin…

Sotelo, gracias K. Cross & Botton


Sotelo, gracias K. Cross & Botton

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