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Acompañamiento SJ
Acompañamiento SJ
Resumen:
Cómo comprender teológicamente el acompañamiento humano espiritual de los jóvenes, desde
el relato de la percepción de dicha acción en la propia experiencia. Para luego analizarlo a partir
de la narrativa de los discípulos de Emaús como paradigma evangélico de acompañamiento.
Finalmente, se ofrecen orientaciones prácticas para desarrollar dicha actividad.
Teología de la Acción 2
Emmanuel Sicre
Presentación
Cuando el ser humano reflexiona sobre lo que hace o lo que vive, comprende que allí se
combinan varios elementos fundamentales: su ser en construcción; su estar en un contexto
determinado histórica y geográficamente; y los demás seres con los que convive en una
sociedad, en un grupo humano, en su familia. Pero, cuando, consciente de todo ello, encuentra,
además, que hay una especie de ‘plus’ en su actuar en el mundo, comienza a entrever que no
todo lo que hace es fruto de su capacidad como sujeto de acción, incluso colectivamente.
Surge, entonces, una pregunta más honda acerca de cómo dicha acción que lleva a cabo
puede transformar la realidad de los demás hombres en favor de ellos, dotándolos de un sentido
aún mayor del que preveía. ¿Qué es ese plus de sentido que se percibe como un caer en la cuenta
de que hay algo más allá de ellos mismos? ¿Cómo es que la manifestación de esta ‘plusvalía’ se
hace tan clara a los sentidos compartidos no sólo por él mismo? ¿Qué sostiene su compromiso
por continuar haciendo aquello que lo llena de un sentido no provocado, sino donado?
La elaboración de dicho trabajo consta de tres partes. Comienza, en primer lugar, con una
percepción cabal de la acción de acompañar tratando de escudriñar los rincones du su alcance
como actividad humana asistida por Dios. Para luego, en un segundo momento, analizarla a la
luz de la racionalidad narrativa que ofrece la Escritura en el relato de los discípulos de Emaús de
Lucas en el capítulo 24, como paradigma de acompañamiento humano espiritual desde una
perspectiva cristológica. Este análisis logra hacer emerger criterios evangélicos que orientan la
praxis cristiana tanto de los acompañantes como de los acompañados. Finalmente, en una
tercera instancia de carácter performativa, lo percibido y lo analizado se convierten en la base
para el compromiso con otros a quienes también se les ha dado la vocación de la escucha. Por
eso es que se ofrece una actividad planificada para las personas que, dentro de un contexto de
acompañamiento a estudiantes, pretenden desarrollar el papel de mayeutas de la revelación de
Dios en la vida de las demás personas.
Teología de la Acción 3
Emmanuel Sicre
I. Etapa perceptiva
El resultado inmediato de una acción como esta es la de placer y gratitud cuando logro
acompañar un proceso de liberación, por ejemplo. Muchas veces se me da como consecuencia
una experiencia de compasión cuando la situación es dolorosa y difícil, o de bronca cuando el
relato hace a la persona víctima de algún daño. O de empatía profunda cuando la persona se
siente movida por lo mismo que yo. No quedan eximidos los efectos de la frustración o del
fracaso cuando no logré ser atinado o justo en mi acción, o no pude estar a la altura del caso.
La mayoría de las conversaciones se dan en el ámbito de mi rol como jesuita. Como
decía antes, puede que ocurran en la Capilla, al aire libre, o en una sala, o en el Colegio donde
desarrollaba más específicamente la tarea de consejería, o en algún lugar acordado previamente
con la persona, o en Internet. Las circunstancias han sido y son variadas, unas veces
concertamos una cita para el acompañamiento, otras veces, dadas las características de los
jóvenes, se dan en las situaciones más insólitas o inesperadas como en un corte de clase, o en un
pasillo, o en una fiesta, o como me suele suceder con frecuencia en una coloquio por chat,
Skype, Wathsapp 1 . Considero también que hay ámbitos más dispuestos para este tipo de
acompañamiento como aquellas experiencias concretas que movilizan interiormente a la
persona: unos Ejercicios Espirituales ignacianos, o un retiro, o una convivencia, o un
campamento, una misión o una experiencia de voluntariado más de tipo social. Esto me revela
que cualquier contexto, a veces, se me puede convertir en escenario de acompañamiento
humano-espiritual.
Para esta acción siento que me sostiene una vasta red de relaciones al pertenecer a la
Compañía de Jesús, ya que nuestra función habitualmente es la de ser el “espiritual”. Esto da
legitimidad a mi actuación en tanto que forma parte de lo propio de la tradición del carisma
impregnado en las instituciones en las que me he desempeñado a lo largo de este tiempo.
Las convicciones básicas que orientan mi acción de acompañamiento humano espiritual
parten de la certeza de que la paradoja humana se comprende y se asume en esa misma
1 Éste último resulta un ámbito muy fructífero, ya que le ofrece al diálogo unas características distintivas y
complementarias respecto de la charla personal. No podría decir que uno reemplace al otro, o que sea mejor, sino
simplemente que la comunicación se efectúa con acierto dependiendo de la intención y la necesidad, entre otras
variantes. En efecto, mediante una conversación por chat muchas personas logran abrirse más y mejor que en el
´cara a cara´, la distancia funciona a veces como algo desinhibitorio (más de una vez me ha pasado que la
aproximación a situaciones difíciles, en una misma persona, se dan por chat y no en la charla personal). Otra
ventaja que descubro en la distancia es el hecho de que lo que aparentemente se pierde de gestualidad explícita en
la cercanía, se gana en la libre expresión de las emociones propias y ajenas. Por ejemplo, me ha sucedido que al
escuchar una situación que me deja anonadado, sorprendido o estupefacto y se evidencia en mis gestos o
ademanes, puede funcionar de manera “enjuiciadora” perjudicando la posibilidad de expresión lo más abiertamente
posible de la persona. En internet también veo que la comunicación cuenta con la espontaneidad y la
simultaneidad correlativa a la necesidad de hablar que tiene la persona y muy acorde al temperamento juvenil.
Quien tiene algo que decir recurre a decirlo en cualquier lugar y a cualquier hora sin acordar citas y con la certeza
de que será recibido su mensaje. En este sentido, la expresión escrita, al requerir mayor precisión discursiva, logra
en muchas oportunidades hacerme caer en la cuenta del valor de las palabras en lo que digo y del sentido del
silencio con callo. Y a la persona le ayuda a decirse con una coherencia en la que logra descubrir con mayor
claridad lo que le sucede. Esta misma escritura me resulta ventajosa porque una vez terminada la conversación
puedo volver sobre ella para descubrir cómo se dio, cómo logré o no captar e interactuar con la persona. Y
viceversa, a ella le queda, como varios han comentado, el registro de lo conversado para seguir meditando sobre el
tema. Percibo, actualmente, que este recurso comunicativo puede ser tan fecundo como una charla personal si me
animo a seguir explorando sus posibilidades. Incluso, en términos productivos puedo conversar con más de una
persona a la vez y en un mismo lugar.
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dinámica y que Dios logra comunicar, de alguna manera, lo que quiere para nosotros. Es decir,
para poder expresar lo que vivimos tenemos que hacer silencio, para reflexionar hay que dejar
de pensar tanto, para abrirse hay que haberse cerrado, para poder comunicarse con otro
tenemos que comunicarnos también con nosotros mismos, para descubrir quiénes somos
tenemos que apelar al reflejo de otro, para encontrarse con Dios hay que encontrarse con uno
mismo y con los demás, para sentirse perdonado hay que sentirse un pecador, etc. Así, pues,
creo muy importante hacer visibles tres dimensiones dentro del acompañamiento: el
autoconocimiento, el crecimiento en la relación con Dios a partir de la búsqueda espiritual, y la
interacción con otros en pos de una actividad de apertura a lo otro.
De acuerdo con lo que percibo en la realidad propia y en la de las personas, vivimos
desde hace tiempo en una constante atmósfera de agresión (pasiva o activa) que se proyecta
sobre uno mismo o sobre los demás a lo largo de una vida, y muchas veces de modo
inconsciente o sin quererlo. Esto ha llevado a que la relación con los vínculos tienda a ser el
centro de las dificultades. Sobre todo en las etapas de emancipación y autonomía propias de la
adolescencia y juventud. Por eso es necesario ejercitarse en una espiritualidad de la vincularidad
que dé pie a las cuestiones más existenciales como la relación con la familia, las amistades, los
afectos, la sociedad, la naturaleza, uno mismo y Dios. En la medida en que se restauren y
transformen esos vínculos que nos unen a la realidad que habitamos, podrá asegurarse una vida
sana, fecunda y productiva. Es ahí donde constato con regularidad que se inserta mi acción.
La estructura de mi accionar depende de una actitud de escucha centrada lo más
posible en la persona. Es importante que en el momento en que habla sienta que uno es todo
para ella y que tiene “todo el tiempo del mundo”. Para esto trato de disponerme, ambientar el
lugar, preparar el mate, desconectar el teléfono. Me parece bueno ser cuidadoso con las
distracciones o interrupciones, cuando una persona habla de su intimidad es sagrado y eso no se
toca, sólo se contempla y se “adora”. En la medida de lo posible trato de hablar poco, y sólo dar
pie a que se exprese con actos reflejos, o con comentarios de tono aclaratorio, no valorativos. Si
la persona desea un reflejo de lo que vive se lo doy, si no intuyo su disposición a acoger lo que
podría llegar a decirle, mejor callo o busco maneras amables y corteses de dirigirme sobre esto.
Cuando es necesario confortarla busco la manera de demostrar alguna contradicción en su
discurso de tal forma que juntos vayamos descubriendo un posible engaño. Si la persona busca
consejo trato de ayudarla a que ella misma se aconseje a partir de un desdoblamiento, por
ejemplo. Si la veo muy enredada trato de mostrarle cómo es que entendí las cosas y le pregunto
si eso tiene sentido para ella. Si es claro que no puede expresar lo que le pesa (o en el fondo no
quiere) y rodea el tema, intento ver hasta dónde es posible aproximarla y si no, hay que tener
paciencia porque me parece que no debo invadir. Percibo que esta puede ser la clave para que
encuentre en sí misma lo que necesita para su desarrollo. En dicho sentido acostumbro, mientas
escucho, invocar la presencia de Dios a fin de ofrecer lo que sucede durante ese momento. En
esto me considero en varias oportunidades como un “partero” que ayuda a parir su propia vida.
Por eso es fundamental hacerla tomar contacto, a partir de la expresión de sí, por un lado, con
lo que la sostiene y por otro, con aquello que le duele y que muchas veces no es posible
verbalizar. En algunos casos, se hace necesario dejar que la persona se apoye en uno y hacerle
de soporte hasta que logre encontrar en sí lo que en un momento parece oculto.
Los medios que me parecen importantes trabajar en el acompañamiento son el trato de sí
y las voces interiores. Resulta una cuestión prioritaria escuchar las voces internas que resuenan
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sobre la autoimagen, porque por lo general nadie está acostumbrado a tratarse bien a sí mismo,
y menos cuando estamos en problemas o con culpa. Esto resulta muy sanador porque a
menudo por primera vez se dan cuenta de que no es necesario castigarse para comprender lo
que les pasa. Los símbolos y las imágenes suelen ser de los medios que más me ayudan a
acompañar, y a que la persona se perciba más porque contienen una carga semántica mediadora
muy rica y expresiva. Del mismo modo las resonancias corporales que parecen sin importancia
acostumbran a ser elementos significativos en la conversación. Algunas veces pregunto en qué
parte de su cuerpo siente lo que le pasa y de allí surgen asuntos interesantes y complementarios
al diálogo. En el caso del acompañamiento específicamente espiritual, es bueno apoyar el
discernimiento de lo que la persona siente como “movimiento” (moción) de Dios o como
tentación, según su propia personalidad y el Jesús del Evangelio, la experiencia de la tradición
espiritual como la de Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús, o Juan de la Cruz, etc., por ejemplo, y
mi propia experiencia del Dios de Jesucristo, para que pueda descubrir cómo es que Dios quiere
manifestársele en ese momento de su vida. Por lo tanto, los elementos básicos del
acompañamiento humano espiritual que realizo serían la disposición, la escucha, el diálogo, la
centralidad en el otro, el habla y la confianza mutua.
Cuando acompaño procesos humano-espirituales me doy cuenta de que existen muchas
cuestiones enquistadas en la conciencia de las personas respecto de lo recibido en su historia:
mandatos paternos, religiosos, sociales y/o institucionales que se convierten en motivos de
culpa y de opresión en el desarrollo de la vida. Cada contexto en el que nos movemos nos
enseña un estado de cosas (status quo) que a medida que vamos creciendo se hace necesario
cuestionar y reelaborar para sí, de tal manera que podamos apropiarlo o transformarlo según la
originalidad de cada uno y según el mundo de relaciones al que queramos pertenecer. Muchas
veces el acompañamiento tiene la tarea de desmentir, desmitificar, criticar y liberar de
situaciones o personas que resultan impedimento a la libertad y progresión personal. En este
sentido descubro que el acompañamiento es un escenario vital de crecimiento y de modelación
de nuevos modos de pensar, creer y relacionarse con los vínculos y la realidad. Es muy
alentador ver cómo se evoluciona en comprensiones cada vez más libres y autónomas de la vida
a través del diálogo a este nivel que vengo exponiendo.
La realidad que pretendo alcanzar con esta acción es la liberación de las ataduras
internas de la persona para que pueda descubrirse en su propia potencialidad, en su saberse
criatura amada y capaz de construir el mundo que quiere habitar con sus seres queridos.
Pretendo hacerle ver la enorme riqueza de la vida y la especial dedicación que Dios tiene en su
vida, me gusta hacerle descubrir su valor inagotable más allá de lo que haga, la interminable
posibilidad de perdón, la compasión sobre el mundo y el fortalecimiento de la relación personal
con el Dios de Jesús. Me apasiona que descubra la mirada de la consolación que encuentra en la
armonía su tono vital, porque asume las paradojas de la vida con alegría y abre a la posibilidad
de enfrentarla con fortaleza y en compañía con tantos que buscan lo mismo.
Esta realidad que pretendo alcanzar con mi acción ha sido, y es, espacio de revelación de
Dios porque a partir de ella puedo experimentar la vida en su contundencia y porque cada vez
que se me da siento la presencia consoladora del Espíritu que confirma la acción con la paz, la
transformación personal y la alegría. Es cierto que mi acción muchas veces resulta afectada por
el pecado cuando intento adueñarme de la vida del otro, o cuando desplazo a la persona del
centro y asumo el espacio que le corresponde, o cuando trastoco el fino equilibrio necesario en
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el trato de temas serios y profundos, o cuando no asumo con honestidad lo que me pasa en
cada acompañamiento respecto de mí mismo.
Aún así es que vivo esta acción tan importante para mí y tan delicada de realizar como
completamente sostenida por Dios. Ya que me descubro en muchas de las veces envuelto en
algo que se dio conjuntamente por la acción de cada uno de los protagonistas: la persona, el
Espíritu y yo.
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Las preguntas de la teología cristiana surgen de las tensiones entre los contextos vitales de
los hombres y mujeres, y los textos que condensan el sentido de la experiencia humana a lo largo
de la historia en su relación con Dios. De modo más concreto, se puede afirmar que el trabajo
de la teología es ofrecer comprensiones oportunas, a la vez que parciales, de lo que acontece en
la realidad como revelación de Dios a partir de Cristo, para poder seguirla y dejar que Dios haga
historia de salvación en y a través de nosotros.
Esto exige un modo de comprender el núcleo revelación-fe como lo hizo el Concilio
Vaticano II cuando logra ver que “el plan de la revelación se realiza por obras y palabras
intrínsecamente ligadas; las obras que Dios realiza en la historia de la salvación manifiestan y
confirman la doctrina y las realidades que las palabras significan; a su vez, las palabras
proclaman las obras y explican su misterio” (DV 2). Este binomio inseparable de “hechos y
palabras” permite estructurar una propuesta teológica que no se polarice en ninguno de los dos
elementos. Es decir, que evite la tentación tanto de un “activismo irreflexivo” como de un
“discurso vacuo”.
En esta línea de comprensión de los hechos y las palabras que constituyen la
manifestación de Dios, es que se circunscribe el presente escrito de analítica y planificación de la
acción humana en perspectiva teológica. En efecto, se abordará analíticamente el
acompañamiento humano espiritual como lugar de revelación del Dios de Jesús en la vida
humana. Y para concluir, se ofrecerá una planificación de la acción de acompañar, para
personas con vocación a la escucha.
1. PROBLEMA TEOLÓGICO
2.1. Preliminares:
El marco narrativo de los discípulos de Emaús (Lc 24, 13-35), presente únicamente en el
evangelio de Lucas, servirá de apoyo para analizar cuáles son las actitudes que deben estar
presentes tanto en quien acompaña como en quien es acompañado. La perspectiva teológica
que ofrece dicha narración resulta un criterio evangélico de análisis fundamental. De esta
manera y atendiendo a una teología de la Palaba, partimos desde una racionalidad kerygmática, al
decir de Parra, que tiene como principio que “Dios se ha revelado en la palabra y por la
palabra”2.
Pero además, se hace necesario recurrir también a una racionalidad te tipo hermenéutica
para analizar dicho pasaje y responder en este sentido a “la importancia de la interpretación del
acontecer como fundamento para la comprensión del revelarse de Dios en la historia”3. En este
caso, en el acompañamiento humano espiritual de los jóvenes, presentado ya de manera
perceptiva. Se pretende, entonces, ver las actitudes de Jesús al acompañar a los discípulos de
Emaús como un paradigma de acompañamiento evangélico a seguir; y, bajo la misma lupa, las
respuestas de los discípulos en tanto acompañados. En efecto, el contexto vital percibido en
tensión con el texto evangélico paradigmático, nos permiten llevar a cabo una lectura teológica
de la realidad bajo el pretexto de una acción liberadora de la persona.
En síntesis, siguiendo la propuesta de la comunicación de las funciones kerygmática,
hermenéutica y política en teología, elaborada por Parra, se pretende hacer un análisis teológico
integrado, no segmentario, de la acción del acompañamiento que se percibe como zona del
2
PARRA, A. “Racionalidades teológicas especializadas y teoría comunicativa”. En: Textos, contextos y pretextos.
Bogotá: PUJ, 2003. p, 57.
3 Ibíd., p. 60.
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acontecer de Dios, que se analiza en sus múltiples posibilidades, y lleva al compromiso con “la
liberación real del hombre concreto en su historia y en sus particulares estructuras sociales.”4
El esquema de presentación inicia con la cita bíblica, continúa con su comentario
teológico, para concluir con las implicancias concretas derivadas tanto para el acompañante
como para el acompañado, de manera tal que se pueda ser coherente con lo que se percibe
como revelación de Dios en la Palabra y el contexto.
2.2. Análisis de la acción de acompañar de Jesús y sus implicancias teológicas y éticas en el acompañamiento
humano espiritual
2.2.1. El texto:
13 Aquel mismo día iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que dista sesenta estadios de Jerusalén, 14 y conversaban
entre sí sobre todo lo que había pasado. 15 Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó a ellos y se puso a
caminar a su lado. 16 Pero sus ojos estaban como incapacitados para reconocerle. 17 Él les preguntó: « ¿De qué vais
discutiendo por el camino?» Ellos se pararon con aire entristecido.18 Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió:”“« ¿Eres tú
el único residente en Jerusalén que no se ha enterado de lo que ha pasado allí estos días?» 19 Él les dijo: « ¿Qué ha ocurrido?»
Ellos le contestaron: «Lo de Jesús el Nazareno, un profeta poderoso en obras y palabras a los ojos de Dios y de todo el pueblo:
20 cómo nuestros sumos sacerdotes y magistrados lo condenaron a muerte y lo crucificaron. 21 Nosotros esperábamos que iba a
ser él quien liberaría a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que eso pasó. 22 El caso es que algunas
mujeres de las nuestras nos han sobresaltado, porque fueron de madrugada al sepulcro 23 y, al no hallar su cuerpo, vinieron
diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles que decían que estaba vivo. 24 Fueron también algunos de los
nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron.» 25 Él les dijo: « ¡Qué poco
perspicaces sois y qué mente más tarda tenéis para creer todo lo que dijeron los profetas! 26 ¿No era necesario que el Cristo
padeciera eso para entrar así en su gloria?» 27 “Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les fue
explicando lo que decían de él todas las Escrituras. 28 Al acercarse al pueblo a donde iban, él hizo ademán de seguir adelante.
29 Pero ellos le rogaron insistentemente: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado.» Entró, pues, y se
quedó con ellos. 30 Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. 31 Entonces
se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció de su vista. 32 Se dijeron uno a otro: « ¿No ardía nuestro corazón
en nuestro interior cuando nos hablaba en el camino y nos iba explicando las Escrituras?» 33 Levantándose al momento, se
volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, 34 que decían: « ¡Es verdad! ¡El Señor
ha resucitado y se ha aparecido a Simón!» 35 Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo lo habían
reconocido al partir el pan.”5
4 Ibíd., p. 67.
5 ESCUELA BÍBLICA DE JERUSALÉN. Biblia de Jerusalén. Desclée De Brouwer, Bilbao: 2009. Para el
análisis, la citación responde a la traducción más pastoral de la Biblia El Libro del Pueblo de Dios, San Pablo, Buenos
Aires: 1995. Y a las preferencias de traducciones propias.
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tomando la iniciativa y se pone a caminar a su lado6. Jesús sabe ya muy bien quién es él: el
Resucitado, y tiene clara su misión de consolar7. Pero también es consciente de la situación de
tristeza y desolación en la que se encontraban los discípulos de Emaús. En efecto, tomar la
iniciativa interesándose por la alteridad, tener conciencia de quién es uno y ponerse a caminar
con el otro, y tomar contacto con su situación, resulta una tríada propicia del acto revelatorio.
Involucrarse con el otro y saber preguntar: el texto sagrado dice en el versículo 17: “Él
les dijo: « ¿Qué comentaban por el camino?»”. Jesús además de sumarse al camino de los discípulos les
pregunta de qué vienen hablando. Los invita inteligentemente al diálogo como un mayeuta que
ayuda a parir la experiencia vital. Quedando abierto a las posibles respuestas, aunque al parecer
intuyera alguna de ellas. Esto, pues, supone el querer implicarse históricamente en la vida del
otro, apelando a preguntas pertinentes centradas en darle la posibilidad de que se exprese y, al
mismo tiempo, disponerse a las respuestas. Cabe aquí señalar que hay actitudes que interferirían
en la manifestación de Dios tales como la invasión de la conciencia por curiosidad insana, la
intimidación o muestra del propio talento, o los prejuicios y la pre-respuesta. Es necesario, para
no obstaculizar la presencia de Dios en el acompañamiento, evitar estas actitudes fuera de lugar.
Insistir y disponerse a escuchar: 19. “« ¿Qué cosa?», les preguntó”. Jesús ante la respuesta
de los de Emaús les vuelve a preguntar “haciéndose el que no sabía”, porque quiere escuchar su
situación vital, y no los datos concretos. Quiere saber cómo han vivido ellos la experiencia de la
cruz y deja que se expresen sin presiones ni interrupciones. No es un test de historia, es una
escucha atenta y paciente del otro. Hace silencio para escuchar el dolor ajeno en una actitud de
“escucha terapéutica” que sabe que le hará más bien al otro que a él. Así, pues, ayudar al otro a
que se exprese cuando le cuesta centrado completamente en su ritmo, disponerse a la escucha
paciente limpiando la mente de posibles interrupciones, y dejarlo liberar en el discurso su
mundo emocional y espiritual, constituyen las actitudes que permiten “hacer como Dios hace”,
comprendiendo la praxis en la lógica del proceso y no del resultado8.
Confrontar y ubicar: “25. Jesús les dijo: « ¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer
todo lo que anunciaron los profetas! 26. ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar
en su gloria?»”. Jesús escucha y lo primero que le surge es una confrontación: “¡Hombres de poca
inteligencia!”, les dice. Los pone delante de aquello que habían creído-experimentado y vivido, y
ahora lo están olvidando. Los reubica en la promesa de la resurrección, de la Vida ante los
engaños del Mal Espíritu que les robó la memoria de la consolación. Esto lleva en el análisis del
acompañamiento, a valorar la confrontación de la persona con su propia vida desde lo que
experimentó en el momento de luz y claridad. Enfrentarla con aquello que le viene dado con la
6 Cabe aquí la exhortación del Papa Francisco en sintonía con esta actitud de Jesús de “primirear” en el número
24 de Evangelii Gaudium: “La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se
involucran, que acompañan, que fructifican y festejan. «Primerear»: sepan disculpar este neologismo. La comunidad
evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso,
ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los
caminos para invitar a los excluidos. Vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber
experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva. ¡Atrevámonos un poco más a Primerear!”. En:
http://w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/papa-francesco_esortazione-
ap_20131124_evangelii-gaudium. (consultado el 8-05-2015).
7 Ver:
Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola: "Mirar el oficio de consolar que Cristo Nuestro Señor trae,
comparando cómo unos amigos suelen consolar a otros" [EE.224].
8 Ver. ROQUE JUNGES, José. Evento Cristo e ação humana. San Leopoldo Brasil: Editora Unisinos, 2001, 69-88.
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vida y que no puede conseguir por ella misma, es ayudarla a reubicarse como creatura ante la
promesa de la abundancia de la Vida (Jn 10,10).
Interpretar al otro dando testimonio: “26. ¿No era necesario que el Mesías soportara esos
sufrimientos para entrar en su gloria?». 27. Y comenzando por Moisés y continuando con todos los Profetas, les
interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él”. Jesús les habla a los discípulos desde su propia
experiencia con la palabra a él referida. Desde su comprensión vital de lo religioso en él, de su
familiaridad con Dios. No da clase de Biblia, ni expone magistralmente, ni captura la palabra
como para hacer alarde de cuánto sabe. Jesús no es un verborrágico que le teme al silencio y
piensa que al fin puede hablar de lo que le parece. Jesús es capaz de interpretar lo que a él se
refieren las Escrituras, porque ha escuchado la situación vital de los discípulos. Jesús les habla
desde la Escritura hecha vida y no de una idea abstracta y bonita, porque ahora él es la Palabra
viva, por eso los transforman sus palabras9. Siguiendo el principio de la Encarnación podemos
afirmar que Jesús ha experimentado en su vida la búsqueda del Padre en la oración y en las
personas, en el dolor y el gozo de los que confiaban en él. Esto lleva a plantear que cuando
llegue el momento de hablar en un acompañamiento se debe evitar dar “lecciones de vida”,
porque eso cae en saco roto. Ser compañero de una persona, desde la ética del seguimiento, es
compartir desde la propia comprensión de la vida interpretada a la luz del Dios de Jesús en el
Evangelio. En efecto, la tarea que contribuiría con el proceso de revelación en el
acompañamiento, consistiría entonces en ayudar con nuestras palabras a que la persona
descubra por sí misma lo que debe hacer, siguiendo la mediación de su conciencia, lugar
privilegiado de la autocomunicación de Dios10. Nunca manipular sus decisiones.
Esperar a ser invitado: “28.Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de
seguir adelante. 29 Pero ellos le insistieron: -Quédate con nosotros que está atardeciendo; ya es casi de noche.”
Algo que pareciera caracterizar a Jesús en la mayoría de los relatos evangélicos, es la paciencia
de esperar el proceso11. Quizá es de ahí de donde brota la sabiduría que Dios le va regalando.
Jesús espera los ritmos lentos de la vida, nunca arrebata girones de crecimiento. Y por eso tal
vez disimula seguir, aún sabiendo que les faltaba comprender quién era, espera a que ellos lo
inviten. Una vez que sembró, deja que los otros tomen la iniciativa. No supone lo que tienen
que hacer, ni les mendiga cariño porque habían compartido algo profundo. Jesús no se maneja
con la lógica retributiva del “te doy porque me diste”. Jesús en su pura gratuidad ofrece con
delicadeza y astucia la paz, no la impone, ni la obliga. El Resucitado se toma su tiempo para
hacer las cosas porque él ya vive en la eternidad. Aquí se evidencia lo que sostiene Junges
cuando afirma que el significado de la revelación “tiene su punto de inserción en las estructuras
de trascendencia del ser humano: la temporalidad (apertura al futuro) y la alteridad (apertura al
otro)”12. Esta característica del actuar de Jesús que rescata la comunidad lucana en el relato de
9 En este sentido, afirma Alonso Shökel, “decir que la revelación tiene la palabra como medio privilegiado,
como elemento integrante en la estructura total, es doctrina con sólido fundamento bíblico” (p. 192) pero al mismo
tiempo, “el sentido de los hechos llega a madurar en la palabra; la solidez y la densidad de la palabra procede del
hecho” (p. 197). ALONSO SCHÖKEL, Luis, “El carácter histórico de la revelación”, en La palabra de Dios en la
historia de los hombres. Bilbao: Universidad de Deusto, 1991.
10 Ver DV, 2.
11La parábola de la semilla que crece por sí sola de Mc 4, 26-34 rescata elocuentemente este paradigma de la
paciencia referido al Reino.
12 ROQUE JUNGES, Evento Cristo e ação humana, p. 91. La traducción es propia.
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La segmentación del texto sagrado en pos de descubrir los rasgos de la praxis de Jesús que
la comunidad lucana rescata, muestra una dinámica de acción paradigmática. Es decir, para
hacer un acompañamiento humano espiritual acorde a dicha dinámica puesta en acto por Jesús,
es necesario atender a las características del proceso de acompañamiento como él lo lleva y
respetar la fuerza ética de su accionar, si se pretende detonar un proceso histórico de revelación
de Dios.
Al llegar aquí, se podría plantear la pregunta por aquellas actitudes necesarias para poner
en marcha una ética del seguimiento del acto revelatorio. En efecto, ¿qué actitudes presentes en
el texto bíblico ayudan a interpretar un modo de apertura a la acción de Dios en el
acompañamiento humano espiritual? Con este cuestionamiento fijamos la reflexión en la
respuesta humana a la acción divina de alguna manera también paradigmática que destaca el
texto.
13 GONZÁLEZ, Antonio. Teología de la praxis evangélica. Santander: Sal Terrae, 1999. p, 172.
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Capacidad de amistad: “13. Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo
llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén.14. En el camino hablaban sobre lo que había
ocurrido.” Si se observa bien, se nota que es en el compartir la vida de los discípulos donde se da
el encuentro con el Señor resucitado. El Señor, al parecer, siempre visita la amistad por es el
modo en que busca acercarse al hombre14. Si bien no lo dice el texto, se podría imaginar la
situación de dos amigos que van caminando y comentando hechos tan conmovedores como la
crucifixión de su amigo Jesús. En este sentido, tener amistades profundas con las que compartir
lo que va sucediendo es un elemento vital de toda existencia porque quien no tiene amigos, no
puede saber quién es. La amistad es quizá la relación humana que Jesús valora por sobre todas
(“no hay amor más grande que dar la vida por los amigos” Jn 15,13). Lo curioso de este
acompañamiento que hace Jesús es su carácter dual, no es a una persona sola, sino a dos
caminantes. ¿Querrá Cristo poner de relieve el valor de la amistad para preparar el corazón al
diálogo con él mismo? Más allá de la suposición, lo que sí está claro es que el espacio del
acontecer de Dios se da en el vínculo humano real “porque donde están dos o tres reunidos en
mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20). Con esto se quiere decir que, si se
pretende asumir la dinámica revelatoria, es importante ayudar a quien se acompaña a que logre
diálogos profundos con amistades sinceras.
Dejarse acompañar: “Ellos se detuvieron, con el semblante triste, 18 y uno de ellos, llamado
Cleofás, le respondió: « ¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!».” Los
discípulos se detienen. No oponen resistencias al nuevo caminante que se acerca. Entran en
contacto con él fluidamente. Quizá porque la tristeza los embargaba de tal manera que no
tenían demasiadas fuerzas. Hay dos cosas que rescatar aquí en pos de abrirse a la acción de
Dios: el detenerse y el entrar en diálogo. Ambas son la sístole y la diástole de una conversación
espiritual. Detenerse a ver qué pasa por adentro y detenerse para recibir una presencia amiga.
En este sentido es necesario ayudar a la persona a detenerse, a que logre frenar el impulso de
sus emociones o la abulia del sinsentido a la hora de una conversación. A la vez que detectar
cuál es el modo amable en que la persona se abre mejor al diálogo: un reflejo, una palabra, un
gesto15.
Narrar la vida:
“Ellos respondieron: «Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de
Dios y de todo el pueblo, 20 y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo
crucificaron. 21 Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas
cosas. 22 Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro
23 y, al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo.
24 Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron»”.
14 “Dios invisible habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos, para invitarlos
Francisco Jalics, sj. Aprendiendo a compartir la fe. Diálogo y comunicación de la experiencia cristiana. Buenos Aires:
San Pablo. 2001.
Teología de la Acción 15
Emmanuel Sicre
Los discípulos cuentan lo que les pasa y a medida que van narrando van dándose cuenta
de lo que vivieron y del modo en que lo vivieron: desilusión, desesperanza, incredulidad,
impotencia. Es obvio, pues, lo fundamental de poder expresarse en un acompañamiento porque
implica tomar contacto con ello que permite identificar lo que somos en determinada situación.
No está demás considerar el valor de la narración para decirnos a nosotros mismos en lo que
vivimos porque, siguiendo la hermenéutica de la idea de revelación propuesta por Ricoeur, es
necesario atender a las modalidades más originarias del discurso, porque son la expresión e
interpretación de la comunidad de fe para sí y los demás. Se afirma con él que “la confesión
pasa por la narración. […] La marca de Dios está en la historia antes de estar en la palabra. Está
secundariamente en la palabra en cuanto que esta historia es llevada al lenguaje, a la palabra de
la narración”16. Es decir, lo esencial es que la confesión de fe pase por la narración porque
permite visualizar las huellas de Dios en el acontecimiento. En este sentido, se descubre que las
narraciones morales de la persona no son una mera decoración, sino que tienen una función
poética generativa al modelar la confesión de fe como una historia de la salvación. De allí la
importante tarea de ayudar a contar, porque permite dar espacio a que lo que está desordenado
o confuso por la acción de la desolación, se hilvane en la lógica del decir construyendo una
categoría salvadora como lo es la identidad17.
Acoger la confrontación para dar espacio al don: “32.Y se decían: « ¿No ardía acaso
nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?».” Una vez que los
discípulos se expresan reciben las palabras de Jesús que los enfrenta consigo mismos. Pero no
se enojan porque los contradice dejándolos en evidencia, sino que abren su corazón a lo que
sienten y experimentan con honestidad. Y allí comienza la transformación, con la lucha interior
por la acogida del don. Por eso sostiene Junges que “si el Reino es un don gratuito, parece que
sólo se lo puede acoger [pero] es un don que debe ser acogido constructivamente.”18. Se hace
necesario, pues, en el acompañamiento considerar el tiempo para descubrir qué signos
históricos pueden confrontar a la persona consigo misma, de tal manera que se abra espacio al
reconocimiento del don, y se dé inicio al proceso de liberación interior, porque Jesús siempre
“asume una actitud liberadora en relación con las personas con las que entra en contacto”19.
Invitar a Jesús con insistencia: “Pero ellos le insistieron: «Quédate con nosotros, porque ya es
tarde y el día se acaba». Él entró y se quedó con ellos”. La gratitud que viven los lleva a olvidarse de la
tentación de la nostalgia que sentían, para que nazca en ellos la esperanza aún encubierta que los
lleva a una acción diferente: invitar al desconocido que hace de puntapié del cambio. Es una
actitud agradecida y llena de posibilidades: invitar a Jesús con insistencia para que todo cambie.
Para poder darle pie en cada uno de nosotros al acto revelatorio de Dios, es necesario ayudar a
16 RICOEUR, Paul. “Hermenéutica de la idea de revelación”, en Fe y filosofía. Buenos Aires: Prometeo libros,
2008, p. 142.
17 Metz rescata dos categorías fundamentales de la conciencia histórica que aquí se referencian de cierto modo:
el “recuerdo” y la “narración”. Dice “recuerdo como categoría que salva la identidad amenazada” en este caso, por
la acción, en términos ignacianos, del Mal Espíritu (Ver: EE 318, donde se dice qué hacer en el tiempo de
desolación), y agrega “la formación de la identidad se inicia con el despertar de los recuerdos”. Cf. METZ, Johann
Baptist. La fe en la historia y la sociedad. Madrid: Ediciones Cristiandad, 1979. p. 83.
18 ROQUE JUNGES, Evento Cristo e ação humana, p. 98. La traducción es propia.
19 Ibíd., p. 113
Teología de la Acción 16
Emmanuel Sicre
descubrir que la esperanza se toma su tiempo para aparecer y surge especialmente cuando se
sabe agradecer la vida. Por eso hay que formar en la insistencia de invitar a Jesús al proceso.
Disponerse a creer por el anuncio de la comunidad: “33. En ese mismo momento, se
pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con
ellos, 34. Y estos les dijeron: «Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!»”. El camino de
Emaús a Jerusalén resulta el proceso necesario para abrirse a la buena noticia que trae la
Resurrección. Y el elemento clave de ese proceso es la vuelta a la comunidad. Es allí donde todo
se dispone para creer. La fe sólo se sostiene en comunidad. Quien se aísla pierde la fe, o la
transforma en una creencia susceptible de no ser buena noticia para nadie. En este sentido, se
manifiesta el carácter indiscutiblemente comunitario de la revelación divina, en plena sintonía
con la hermenéutica del testimonio20 que resulta de la confluencia entre el despojo de sí y la
exégesis de los signos exteriores que vivieron los discípulos de Emaús, y les permite volver a la
comunidad a comunicar lo vivido como revelación. La dinámica presente invita a que en el
acompañamiento se logre llevar a cabo procesos sin apuros que garanticen que la Buena Noticia
de la vida cale hondo en la interioridad hasta provocar el testimonio.
Compartir el camino abre al reconocimiento de la Buena Noticia: “35.Ellos, por su
parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan”. No sólo
reciben la fe de la comunidad sino que la acrecientan con su propia experiencia de encuentro
con el Resucitado en su camino, es decir, con su testimonio. Compartir el reconocimiento de
los signos del Dios de Jesús abre paso al anuncio y a la misión de dar a conocer aquello que trae
vida en abundancia. Por eso en el acompañamiento se hace indispensable aprender a descubrir
el valor que tiene el compartir las experiencias de fe para lograr fortalecer la dinámica del acto
revelatorio.
3. CONCLUSIONES A LA ANALÍTICA
narrativamente para que el hecho se vuelva lenguaje y pueda permanecer entre los creyentes. La
narración paradigmática resulta normativa en tanto que, para ser fieles a la acción del Dios de
Jesús en la historia, hay que concebir su participación en la vida del hombre con estos rasgos
analizados anteriormente. El texto bíblico presenta la acción de Dios como lo destacó después
el Concilio Vaticano II en Dei Verbum 2, cuando rescata la cercanía amigable de Dios a los
hombres para comunicarles su amor.
La racionalidad hermenéutica aplicada al texto logra dar con aquellos elementos teológicos
de carácter vinculante para la acción cristiana del acompañamiento humano espiritual. La
realidad percibida en este tema dio un marco especialmente fecundo para descubrir qué de
dicha acción es susceptible de ser leído teológicamente, y en consecuencia, se convierte en
acción de Dios entre los hombres. Se nota cómo es que una realidad concreta es espacio de
revelación dado que concuerda, sintoniza, con lo paradigmático del accionar de Cristo
resucitado, fijado por la narración lucana. Interpretar la simbólica de la acción ilumina la
historia, despierta la atención respecto del emerger de la revelación en la trama de la vida, y da
sentido al quehacer humano concreto. Más específicamente, el acompañamiento humano
espiritual de Jesús revela indicios para la acción responsable de quien tiene vocación a la escucha
y al acompañamiento, a la vez que muestra las actitudes que disponen para acoger la revelación
de Dios. Esto da pie, además, para distinguir las trabas que se pueden poner al acto revelatorio
correspondientes a las debilidades de la condición humana. De modo ejemplar la liturgia ha
puesto en acto ritual lo paradigmático del texto evangélico, cuando asume la explicación de la
Escritura, la fracción del pan y la misión que, en este caso no la da el Señor, en este texto por la
fracción del pan ven al invisible y de ahí surge la decisión de ir a anunciar a los hermanos que el
Señor está vivo. Es decir, hay implícita una liturgia del encuentro, de la Palabra, de la
comensalidad, y de la misión.
Por último, la racionalidad política de este hecho del acompañamiento lleva a la liberación
de lo que oprime interiormente a los hombres, tal como lo demuestra la perceptiva del hecho de
acompañar y el texto de la Escritura. Es posible hacer una lectura equivocada al considerar la
Escritura como una teoría que hay que aplicar. Algo así como que hay que copiar el modelo de
Jesús en una ‘praxis imitativa’. Esto iría en contra de lo que advierte Metz cuando dice que la
praxis no se entiende “como realización, aplicación o ‘concretización’ de una teoría previamente
elaborada”21. No es lo que ofrece el texto evangélico porque, de hecho, es la experiencia de la
comunidad lucana respecto de este tema la que se elabora narrativamente y no teóricamente. La
fuerza del la función poética del lenguaje, resaltada por Ricouer, está justamente en no cerrar
una idea de acompañamiento, sino en abrir a una dinámica revelatoria paradigmática. En este
sentido, el acompañamiento se convierte en una praxis de liberación en tanto puede ser
considerado como una práctica ética propia del cristiano en su seguimiento de Cristo.
Respecto de lo que se considera acompañamiento humano espiritual de jóvenes, se ha
dicho que ha sido percibido en diversos contextos: pobres y ricos, más vulnerados o menos
vulnerados. En tal caso, la fuerza transformadora de esta práctica, éticamente cristiana y
teológicamente reveladora, resulta ser un espacio universalizable. Es decir, la praxis de
acompañamiento no distingue sino la necesidad de todo ser humano de experimentar para su
22 “La historia de la religión bíblica narra cómo va haciéndose sujeto un pueblo, y el individuo dentro de él, en
la presencia de su Dios. ‘Sujeto’, en este contexto, no es el individuo aislado, la mónada, que sólo en un tiempo
ulterior se percató de su coexistencia con otros sujetos. Las experiencias de solidaridad y antagonismo, de
liberación y angustia, compartidas con otros sujetos, pertenecen por principio a la constitución del sujeto religioso,
con lo que preguntarse por la relación del sujeto individual con los demás resulta aquí una cuestión más bien
presuntuosa, producto de una abstracción tardía. De ahí que la ‘solidaridad universal’. Como categoría fundamental
de la teología política del sujeto, no signifique una subsunción a posteriori de sujetos religiosos individuales, sino que
es la forma en que estos sujetos existen, ante Dios y por Dios”. Ibíd., p. 77.
23 Ibíd., p. 85.
24 Ver: SANCHEZ HERNANDEZ, Olvani. ¿Qué significa afirmar que Dios habla? Del acontecer de la revelación a la
elaboración de la teología. Bogotá: editorial bonaventuriana, 2007. pp. 93-112.
Teología de la Acción 19
Emmanuel Sicre
1. Presentación
Tal como se anticipó en la presentación de este trabajo se llega, finalmente, a una tercera
instancia de carácter performativa. En este sentido, lo percibido y lo analizado se han
convertido en la base para el compromiso con otros que también ha recibido la vocación de la
escucha. Por eso es que se ofrecerá una actividad planificada para las personas que, dentro de
un contexto de acompañamiento a estudiantes, pretenden desarrollar el papel de ‘mayeutas’ de
la revelación de Dios en la vida de las demás personas.
Para poder hacer una planificación que ayude a hacer comprender la praxis del
acompañamiento humano espiritual de jóvenes, se propone una guía de apoyo que tiene como
objetivo principal desarrollar la habilidad de la escucha de manera tal que emerjan aquellos
criterios evangélicos que propician la dinámica revelatoria.
Los destinatarios concretos son aquellos docentes o acompañantes pedagógicos de
instituciones de educación formal y no formal vinculadas de alguna manera con el estilo de
compromiso ignaciano. Dicha guía de trabajo, en su fase inicial y ahora reelaborada, formó
parte de un proyecto de creación de herramientas pedagógicas y espirituales que elaboramos
con el equipo de reflexión pedagógica de FLACSI (Federación Latinoamericana de Colegios
Jesuitas) 25.
En este sentido, el esquema llevado a cabo en la presente planificación responde a lo que
se denomina en la tradición pedagógica de la Compañía de Jesús el Paradigma Pedagógico
Ignaciano (PPI), dentro del marco de la formación integral de la persona. Dicho paradigma, que
se irá presentando con la actividad, tiene la peculiaridad de ser propio y a la vez ‘universalizable’,
porque está centrado en la persona humana como modelo de acción.
El objetivo general de todo el material es asimilar, profundizar y actualizar la Propuesta
Educativa de la Compañía de Jesús 26 a partir de los videos del P. Carlos Vásquez sj,
especialista en pedagogía ignaciana, y del trabajo con las guías de orientación, para poder
confrontar los propios presupuestos pedagógicos en función de una mayor asertividad en
nuestra labor de acompañamiento de los estudiantes.
25 Las guías que se elaboraron en este equipo pueden consultarse en: http://www.flacsi.net/noticias/curso-de-
Se presenta de manera sucinta el objetivo particular de cada guía para poder comprender
en el marco general de la propuesta, qué lugar ocupa el acompañamiento que se quiere abordar:
I. VISIÓN IGNACIANA (videos 1 a 3): reconocer los pilares de la Propuesta Educativa de
la Compañía de Jesús y de la visión ignaciana para poder reorientar, iluminar y alimentar el
trabajo como educador, a la luz de la persona de Ignacio de Loyola y de la Tradición
Educativa centenaria de la Compañía de Jesús.
II. EL ENFOQUE PERSONALIZADO (videos 4 a 5): comprender e identificar el
enfoque personalizado como fundamento de la Propuesta Educativa de la Compañía de Jesús
para buscar de modo constante una formación humana integral de la persona.
III. SENTIDO Y RAZÓN (video 6): reflexionar y valorar la finalidad de la educación de la
Compañía de Jesús para formar personas competentes, conscientes, compasivas y
comprometidas para la sociedad en la que vivimos.
IV. MANUAL DEL AULA (videos 7 a 9): enriquecer la metodología propia de trabajo en el
aula con relación con el Paradigma Pedagógico Ignaciano y sus momentos (contexto,
experiencia, reflexión, acción, evaluación), para poder llevar a cabo una propuesta
metodológica de carácter integral en pos de una formación humanista pertinente al siglo
XXI.
V. ACOMPAÑAMIENTO PERSONAL (video 10): asumir la centralidad de la persona
en el proceso educativo ignaciano para poder acompañarla de manera personal y
consciente.
VI. LIDERAZGO IGNACIANO Y SUS RETOS FUTUROS (video 11): considerar las
consecuencias en la organización, el liderazgo y la gestión que implica la Propuesta
Educativa de la Compañía de Jesús para poder ser eficaces y coherentes en nuestra praxis
educativa.
ü Se recomienda aproximadamente una hora y media comprometida de trabajo con cada guía.
ü Las guías pueden ser trabajadas de manera personal o en pequeños grupos.
ü Se recomienda que la institución facilite un acompañante o tutor docente con quien
confrontar los avances personales y el ritmo de trabajo con el material propuesto, es
decir, número de guías a trabajar, respuestas a interrogantes y aplicación en el aula.
ü Cada guía, al igual que los videos, tiene algún momento de contextualización, de
referencia a la experiencia, de reflexión, de acción, de evaluación, y de repetición, de tal
manera que muestra la interactividad que tiene Paradigma Pedagógico Ignaciano.
ü Su estructura, si bien es flexible, busca ir incorporando dichos momentos del Paradigma
en la propia tarea de tal manera que se vuelva un hábito el pensar y actuar según el
Paradigma Pedagógico Ignaciano.
Teología de la Acción 21
Emmanuel Sicre
ü En algunos casos, las guías proponen un soporte de lectura adicional para enriquecer y
profundizar la temática trabajada.
Si observamos bien, notaremos la fuerte impronta evangélica de la tarea que nos remite
inmediatamente a la experiencia de los discípulos de Emaús que ya hemos analizado.
• Experiencias propias
1. ¿Cuáles son las características, según el video, de un educador que no está en la dimensión
espiritual ignaciana de la formación integral?
2. Cuáles son las exigencias del acompañamiento personalizado a nivel institucional:
a.
b.
c.
29 Como advertí anteriormente la guía está desarrollada siguiendo el modelo del paradigma pedagógico
ignaciano.
Teología de la Acción 23
Emmanuel Sicre
Camaradería
Persecución o
intrusión
Lo académico como
único criterio
No respeto a la
individualidad
• Repetición
• Experiencias propias:
1- Si imagina cómo es que Jesús acompaña a las personas según su recuerdo de lo que
sabe de él, ¿cómo lo haría? ¿Qué características tendría?
2- ¿Qué cree que Jesús nunca haría?
3- ¿Qué cree que le sucedería a una persona si se acompañara con Jesús?
4- ¿Es posible acompañar hoy como ud. cree que lo hacía Jesús?
• Reflexión y Acción
1- Lea: Lc 24, 13-35: el camino de Emaús.
2- Ordene las siguientes características según sean de Jesús o de los discípulos:
- Acercarse y caminar al lado del otro - Acoger la confrontación para dar espacio
- Compartir el camino para abrirse al al don
reconocimiento de la buena noticia. - Compartir la mesa
- Insistir y disponerse a escuchar - Capacidad de tener amigos
- Desaparecer - Disponerse a creer por el anuncio de la
- Confrontar y ubicar comunidad
- Interpretar al otro dando testimonio de sí - Dejarse acompañar
- Narrar la vida - Invitar a esús con insistencia
- Esperar a ser invitado
- ¿Cómo debe llevarse a cabo el acompañamiento personalizado para que sea un espacio
de revelación de Dios?
- ¿Cuál es la disposición básica para que se dé un acompañamiento personalizado?
- ¿Qué se debe hacer y cómo?
- ¿Qué hay que evitar?
- ¿Qué hay que fomentar?
• Repetición
Conclusiones generales
El ejercicio de teología de la acción llevado a cabo en este trabajo merece una última
valoración que ayude a destacar la dinámica desarrollada. Aquélla ‘plusvalía’ de sentido en la
actividad de acompañar jóvenes a nivel humano espiritual que mencioné al inicio de este
trabajo, resulta ser la piedra de toque que pone en movimiento la posibilidad de hacer una
lectura teológica de la acción personal. En primer lugar, hay que reconocer en la etapa
perceptiva la fundamental instancia fenomenológica que permite caer en la cuenta de que Dios
se está manifestando. Toda la narración desenvuelta hizo emerger los datos que orientarían la
lectura del acto revelatorio en la acción, a partir de preguntas concretas y situadas en un tiempo
y en un lugar determinados. Se develó así la dinámica estructural del acto de acompañar y las
implicaciones personales que tenía en sí misma. Lo destacado de esta etapa es la posibilidad de
explicitar cómo se percibe una acción que merece un tipo de atención irrenunciable, dado su
carácter complejo, comprometido y vinculante.
Por esto, la etapa planificativa, resulta de un valor indiscutible para comprometerse con
aquella preformatividad a la que convoca el texto bíblico. Tal como declaraba en algunos
momentos de la analítica, de qué nos serviría toda la reflexión si no es para transformar la praxis
del acompañar y escuchar. En este sentido, las mediaciones de la Propuesta Educativa de la
Compañía de Jesús dieron en el blanco de las necesidades de concreción. El modelo de acción
del Paradigma Pedagógico Ignaciano me dio el marco esencial de trabajo. A nivel metodológico
la planificación estuvo concentrada, gracias a las guías, en el objetivo de desarrollar la habilidad
de la escucha, de manera tal que emerjan aquellos criterios evangélicos que propician la
dinámica revelatoria primero de la experiencia, luego de la reflexión y la apropiación. Esta
última instancia hizo uso de la imaginación como vehículo de compromiso con la tarea, a la vez
que de asunción de propuestas que mejoraran la praxis de la cura personalis en contexto.
Por último, quiero destacar que este ejercicio de teología de la acción me permitió integrar
la vida, la teoría, la reflexión y la acción de tal manera que merecería una profundización aún
mayor que accediera dar cuentas de manera más cabal del acontecimiento de la revelación
después de este trabajo. Es decir, reconocer en este mismo ejercicio de teología de la acción
humana personal aquella dinámica detrás de la cual, al parecer, se nos va la vida.
Teología de la Acción 27
Emmanuel Sicre
Bibliografía
Índice
Presentación…………….…………….…………….………………….………….……….. 2
I. Etapa perceptiva. Una lectura teológico perceptiva de la acción humana de acompañar personas a nivel
humano espiritual….…..…..…..……...…..…..…..…..………………………………………... 3
II. Etapa analítica. El acompañamiento humano espiritual de jóvenes como espacio de revelación de
Dios…………………………….…………………………..………………………………. 8
1. Problema Teológico…………………………………….…………..………... 8
2. Analítica de la realidad del acompañamiento humano-espiritual………..…….. 9
2.1. Preliminares………..……………………………………..…………….......... 9
2.2. Análisis de la acción de acompañar de Jesús y sus implicancias teológicas y éticas en el
acompañamiento humano espiritual…………………………………………………………….... 10
2.2.1. El texto……………………………………………..…………..…… 10
2.2.2. Análisis y comentario…………………………………..……….............. 10
2.2.3. Valoración parcial de la actitud del acompañante……………......................... 13
2.2.4. Las actitudes de los acompañados……………………………...……….... 14
3. Conclusiones a la analítica………………………………………………..…... 16
Bibliografía……………………….…………….…………….……………………………. 27