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ANTES DE ESTUDIAR
Conviene elaborar un horario de estudio teniendo en cuenta las necesidades del niño/a y velar por
su cumplimiento, de tal forma que haya un momento diario establecido para la realización de las
tareas escolares que el niño/a conozca e identifique fácilmente.
Antes de empezar a estudiar, hay que contar con tiempo para que el niño descanse un
rato y haga alguna actividad extraescolar. La primera hora de la tarde es un buen momento para
instaurar la “hora de estudio”. En fin de semana, la mañana es cuando el niño está más preparado
para concentrarse tras un sueño reparador. Que no lo deje para última hora: a mediodía estará
haciendo la digestión y le entrará el sueño, y por la noche estará cansado.
DURANTE EL ESTUDIO
Como norma general, es aconsejable dedicarle al menos un tiempo diario (entre una y tres horas) y,
sobre todo, aprender a planificar las tareas: decidir cuánto nos llevará cada actividad, por cuál
comenzaremos, en qué momentos podremos descansar, etc.
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Una vez organizado el trabajo, nos retiramos diciéndole: “intenta hacerlo tú, lo que dudes, apúntalo
y lo vemos cuando acabes todo el ejercicio, avísame cuando hayas terminado”. Protestará y pondrá
mil excusas: “pues me paro y no sigo”. Nos iremos y le diremos que nos llame cuando acabe el
ejercicio. Entonces REFORZAREMOS su esfuerzo y corregiremos las dudas con él. Cada vez que
haga un ejercicio sin nuestra ayuda hay que decírselo: “has hecho tú solo el trabajo sin necesidad de
mi ayuda, eres un fenómeno”.
Organizado el trabajo, nos retiramos indicándole que intente realizar todos los ejercicios él/ella
solo/a, que apunte las dudas y nos avise cuando haya terminado.
Entonces, lo primero que haremos será reconocerle el esfuerzo realizado y después solucionar las
dudas.
Hay que responsabilizar al niño/a del cuidado, el orden y el mantenimiento del material destinado al
estudio, de forma que al terminar recoja todo y deje la mochila preparada para el día siguiente.
Los problemas de estudio se traducen en un deterioro de las relaciones en casa. Los padres suelen
estar encima del niño y él se agobia y se queja. Cuando los padres sois capaces de confiar en
vuestros hijos/as y les enseñáis a utilizar sistemáticamente un método de estudio previamente
pactado, aumenta la motivación de los niños/as.
Si se sospecha que el niño/a pueda tener dificultades que no permiten que su rendimiento sea el
esperado, hay que acudir al tutor/a para que se ponga en contacto con la orientadora y ver qué es lo
que está ocurriendo. Así se establecerá un plan de trabajo que incluya cambiar la actitud hacia el
niño para ayudarle y no hacerle culpable.
Guiar al niño/a no significa hacerle su trabajo: hay que mostrar disposición para explicarle las
dudas y atender a lo que nos pide, pero NO TENEMOS QUE HACERLE LOS DEBERES.
Reforzar sus logros aumentará su confianza en sí mismo y elevará el entusiasmo y motivación por
las tareas; se sentirá querido por sí mismo y no únicamente por sus éxitos.
Hay que establecer metas concretas y reales, sin acosarle con la idea del estudio y recordarle los
objetivos marcados: “No se ha cumplido todavía la media hora de estudio que habíamos acordado,
mejor vuelve a la mesa y ya te aviso yo”.
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Es importante que dirijáis las críticas hacia la tarea, por ejemplo: “sabes hacer mejor la letra;
cuando te esfuerzas, no haces tachones”. Nunca hacia la persona: “eres un inútil, un vago”. Si
calificamos al niño/a como mal estudiante, se lo creerá y actuará como tal.
No hay que pedirle que haga lo que a nosotros nos habría gustado haber hecho, sino que hay que
permitirle que construya su propia historia.
No hagamos comparaciones con otros niños/as ni con los hermanos/as: “Juan ya lee sin problemas,
a ver cuando lo haces tú”.
Si queremos establecer comparaciones, que sea entre las propias tareas del niño: “Cuando empezó
el curso sólo escribías tu nombre; ahora ya sabes todas las letras”.
Vuestros hijos/as imitan lo que observan en casa: si nos ven leer, si se sientan a nuestro lado
cuando hay un programa cultural en la TV, si fomentamos actividades de ocio como el deporte o
visitas a museos, si mantenemos conversaciones sobre temas que despierten nuevos intereses, si les
facilitamos experiencias donde puedan llevar a la práctica lo estudiado, motivamos su deseo por
aprender cosas nuevas y estimulamos su curiosidad y sus ganas de investigar.
Ante los fracasos hay que enseñar al niño/a a no desanimarse, ayudarle a mejorar y buscar
alternativas como, por ejemplo, aprender técnicas de estudio (subrayar, resumir, hacer esquemas,
memorizar, repasar,…)
Negociar el plan de estudios no significa que el niño decida; los límites y las consecuencias siguen
siendo función de los padres. El castigo y la amenaza como formas de solucionar el bajo
rendimiento escolar no son en absoluto eficaces; premiar el esfuerzo y los logros resulta mucho
más beneficioso.
LECTURAS RECOMENDADAS:
• Vallés Arándiga, A y Yuste Hernanz, C. Ejercicios prácticos. Cómo estudiar 1 y 2. Editorial
CEPE.
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