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En una entrevista que le concedió al diario estadounidense The Wall Sreet Journal el 30
de agosto de 2019, Alberto Fernández sostenía que la Argentina se encuentra en un
“Default Virtual”, ante las medidas unilaterales tomadas por el gobierno de Cambiemos
de “reperfilar” los vencimientos, porque no podía hacer frente a los pagos que vencían
el 28 de agosto de 2019.
Se debe tener en cuenta que muchos de los vencimientos de capital e intereses de los
primeros meses del año 2020 son justamente de la deuda reperfilada. El problema es
que recaen sobre el presupuesto público y, debido al cierre de los mercados
internacionales de crédito para nuestro país tras la irracional política de endeudamiento
del gobierno de Macri, deberán ser pagados con los recursos del Tesoro, por lo cual
habrá que recurrir a la colocación de letras intransferibles al BCRA, disminuyendo las
reservas internacionales de libre disponibilidad.
Ante la magnitud de la deuda las reservas son escasas, por lo que es imprescindible,
para construir un sendero de crecimiento estable y sustentable de la economía argentina,
reestructurarla con quita de capital y disminución sideral de la tasa de interés.
Obviamente falta el cierre y la consolidación total, pero en base a esos datos oficiales
sabemos que el 76,6% de la deuda es en divisas y solo el 23,2% en pesos. A su vez, el
59,2% de la deuda es bajo legislación extranjera y el 40,8% en jurisdicción nacional, lo
que también dificulta negociar su reestructuración.
En el periodo enero a junio del 2020 y si se excluye la deuda intra sector público por
tratarse de una deuda refinanciable, con lo que al total de vencimientos se restan
aquellos con entidades como el BCRA (adelantos transitorios), la ANSES o el Banco de
la Nación Argentina, las obligaciones ascienden de esta forma a unos 24.000 millones
de dólares, cifra que es incluso mayor que las reservas internacionales de libre
disponibilidad del Banco Central. Un monto aproximado se dilapidó tras las PASO: del
12 de agosto al 25 de octubre de 2019, el BCRA vendió, para mantener la paridad
cambiaria, 21.200 millones de dólares.
El BCRA vendió la mayor parte de esos dólares por los que se endeudó el Estado
Nacional a particulares que, a su vez, en su mayor parte, los sacaron del circuito legal
argentino. Tan es así que el mismo BCRA estima la fuga de capitales de enero de 2016
a octubre de 2019 en 85.200 millones de dólares. Obviamente los bancos saben quiénes
fueron las personas físicas y jurídicas que le dieron la orden de compra y, el BCRA sabe
cuáles son los bancos que compraron por esas órdenes o por su cuenta.
Nos preguntamos por qué el pueblo argentino tiene que pagar ese desatino (por decir
una palabra) cuando hay responsabilidades por malversación de fondos públicos de los
principales funcionarios del área del gobierno de Cambiemos, empezando por los
Ministros Prat Gay, Dujovne y Lacunza y los presidentes del BCRA Sturzenegger,
Caputo y Sandleris. A lo que se suma saber si esas adquisiciones son congruentes con
los ingresos que le declaran al Fisco.
Una vez presentada, esa propuesta debería ser aceptada por los acreedores. Seguramente
habrá una franja, exacerbada por el pago sin límites que Macri les hiciera a los fondos
buitre, que profesamente quedará afuera y tratará de dirimir su cobro en la Justicia
extranjera.
Son demasiados objetivos en forma paralela y con un instrumento por cada objetivo y
con los mismos grados de complejidad e incertidumbre, máxime que en toda la historia
argentina la deuda externa se utilizó para detraer riquezas, afianzar la dependencia al
capital extranjero y beneficiar a una minoría en desmedro de la mayoría de la población
que termina abonando la misma sobre el hambre y la sed de los argentinos como dijo en
el año 1877 el entonces Presidente, Nicolás Avellaneda.
Se espera el plan final del Ministro Guzmán, pero la carta fuerte del gobierno sigue
siendo, de complicarse la renegociación, la de declarar el default y obligar de ese modo
a los acreedores de todo tipo a aceptar la suspensión total del pago de capital e interés
por un plazo prudencial, que el mismo Ministro había estimado en dos años, para
después realizar una quita del capital adeudado y el estiramiento de los plazos, como se
hiciera en los años 2005 y 2010.
Detrás de toda la deuda están los que se beneficiaron y el pueblo argentino que debe
pagarla. Establecer un cronograma de pago posible es válido, pero tanto o más
importante es dirimir responsabilidades, única garantía de justicia y que la historia no se
repita.
[1] Y lo mismo hicieron las provincias a las que el gobierno de Macri las autorizó a endeudarse en moneda extranjera