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REALISTAS
ALEMANES
DEL SIGLO XIX
Traducción castellana de
JACOBO M UÑOZ
EDICIONES GRIJALBO, S. A.
BARCELONA-MÉXICO, D. F.
Título original
DEUTSCHE RE ALISTEN DES 19. JAHRHUNDERTS
Traducido por
1ACOBO MUÑOZ
© 1964, H e r m a n n L u c h t e r h a n d V e r l a g G m b H
© 1970, E d i c i o n e s G r ija l b o S. A.
Aragón, 386, Barcelona, 9 (España)
IMPRESO EN ESPAÑA
PRINTRD IN SPA1N
¡Jardín maldito! En él
no había, ay, lugar
en el que mi corazón no hubiera sido herido
ni lugar en el que m is ojos no hubieran llorado.
II
ocasión llega a decir que los Rothschild son los más fuertes impul
sores de la Revolución. «Veo en Rothschild uno de los máximos
representantes de ese espíritu revolucionario al que debemos la
moderna democracia. Richelieu, Robespierre y Rothschild son para
m í tres nombres terroríficos que significan la gradual eliminación
de la vieja aristocracia. Richelieu, Robespierre y Rothschild son
los tres niveladores más terribles de Europa.»
La crítica de Heine a la sociedad capitalista y a su cultura está
cada vez más penetrada en la seguridad de que sus días están
contados. «La sociedad neoburguesa quiere agotar febrilm ente la
últim a copa en el vértigo de los placeres, al igual que la vieja no
bleza de los años inm ediatamente anteriores a 1789, también ella
escucha ya en el corredor los pasos marmóreos de los nuevos
dioses, que entrarán en la gran sala de fiestas sin llamar a la puerta,
y volcarán las mesas.» El odio y el desprecio de Heine a la bur
guesía son tan grandes, que infravalora su capacidad de resistencia
en el caso de una revolución proletaria. «La burguesía todavía ofre
cerá m enos resistencia que la antigua aristocracia; porque incluso
en sus más terribles flaquezas, en la depravación de su total ausen
cia de moral, en la degeneración de su entrega a la vaciedad cor
tesana, la vieja nobleza estaba espiritualmente poseída de un cierto
point d ’honneur, que a nuestra burguesía le falta por completo, una
burguesía florecida al calor de la industria, pero tocada ya también
por la decadencia.» A la burguesía, opina Heine, le falta la fe en
sus derechos, le falta la consideración hacia sí misma: su soledad
se desmoronará fácilmente.
Heine llegó a sem ejante infravaloración de las dificultades inhe
rentes a un posible derrocamiento de la burguesía llevado no sólo
de su justificado desprecio hacia aquellos representantes de esta
clase que tan de cerca podía observar, sino también com o conse
cuencia del entusiasmo que despertaban en él los únicos héroes
reales de aquel período, es decir, los revolucionarios demócrata-
plebeyos y proletarios. La defensa de la Asamblea de Saint-Méry
es, a los ojos de Heine, el único acto verdaderamente heroico ocu
rrido en su tiempo; algo después se entusiasmó de igual manera
con el heroico levantamiento de los tejedores silesianos, y en los
años de su gran decepción ante la revolución de febrero subrayó
una y otra vez el heroísmo de los obreros. Consideraba a estos
héroes como los únicos dignos sucesores de las grandes figuras
del período heroico.
Su sano instinto histórico, sin embargo, así com o su fina re
ceptividad de escritor le hicieron reflexionar negativamente sobre
los intentos de algunos revolucionarios democrático-burgueses de
Realistas alemanes del siglo XIX 111
III
IV
Heine ve, en segundo lugar, mucho más claram ente que sus res
tantes contemporáneos alemanes, la relación interna existente entre
el Romanticismo y el movim iento literario moderno (también a
este respecto es muy notable la influencia de la concepción hege
liana de la historia sobre Heine). Pertenece, por ejem plo, al escaso
número de los que han comprendido la importancia doctrinal y
metodológica de la filosofía natural alemana. Es consciente, asimis
m o, de que el retorno impulsado por el Romanticism o a lo popular,
a pesar de todas las tendencias reaccionarias im plícitas en este
proceso, no ha dejado de significar un m ovim iento de ineludible
importancia para la moderna evolución literaria y cultural de la
Alemania. En el Romanticism o se evidencian en un principio de
terminadas tendencias confusas, incomprendidas por los propios
románticos, que sólo a lo largo de su evolución ulterior llegan a
convertirse en ideologías abierta y decididamente reaccionarias.
«De hecho, nuestros primeros románticos actuaban guiados por un
instinto panteísta que ellos m ismos eran incapaces de comprender.
E se sentimiento suyo que ellos interpretaban com o nostalgia de la
Madre Iglesia Católica, procedía de una fuente más profunda de
lo que les era dado suponer... todo era en ellos una inclinación
invencible, súbita, pero apenas comprendida, hacia el panteísmo
de los antiguos germ anos...»
H eine recurre por últim o al concepto filosófico-literario básico
de los primeros románticos alemanes, a la ironía romántica. Puri
fica el concepto de ironía, y con él, asimismo, a su posible utiliza
ción, de los elem entos lúdicos meramente artísticos que la ironía
había ido cobrando entre los propios románticos, Tieck, sobre todo,
situando este concepto en el centro mismo del dominio crítico y
artístico de la realidad moderna. La ironía se convierte en manos
de H eine en un instrum ento destinado a destruir las ilusiones bur
guesas de una pretendida armonía de la realidad. En el prólogo a
la segunda edición de sus «Reisebilder», escrito ya en París, desta
ca con toda claridad el contraste existente entre él m ism o y el
romanticismo tardío representado por Uhland: «Evidentemente,
todos los tonos santurrones y caballerescos, esos ecos de la Edad
Media que hace poco aún resonaban en todas partes durante el
periodo de la miopía patriótica, se dispersan ahora en el barullo
de las más recientes guerras de liberación, en el ruido de una her
mandad general de los pueblos europeos y en el agudo júbilo dolo
roso de esas canciones modernas que no quieren fingir armonía
Realistas alemanes del siglo XIX 137
apologética. Crea, por lo tanto, una nueva forma, en la que las con
tradicciones quedan petrificadas com o tales contradicciones, del
m ism o modo que en la forma antigua quedaban petrificadas com o
armonía.
Heine está situado en el centro mismo de esta evolución, en su
punto crítico. Combate cualquier armonía ilusoria. Destruye a tra
vés de su poesía cualquier posible unidad engañosa de este tipo.
Busca la belleza en el movim iento de las contradicciones, busca la
belleza de la era burguesa de transición anterior a la Revolución,
busca la belleza del dolor, de la tristeza, de la esperanza, de las ilu
siones que necesariam ente han de surgir y ser destruidas. De ahí
que Friedrich Hebbel, el importante dramaturgo alemán contem
poráneo de Heine, caracterice de la manera siguiente la producción
artística de éste, con tanta belleza como exactitud: «Heine supo
dar en el dominio de la lírica con una forma de la que, coincidiendo
agudamente en ella los tonos más desesperados y la expresión de
un mundo conmovido, acababa por desprenderse una música en
cantadora; su conjunto de canciones hace pensar en aquel fabuloso
toro de bronce de Falaris que, según reza la leyenda estaba dis
puesto de tal manera que ios gritos de desesperación del esclavo
condenado a m orir en sus entrañas de fuego, se convertían en una
aduladora armonía capaz de hacer gozar al rey; gozo doblemente
posible en este caso, en el que la víctima y el verdugo coinciden en
la mism a persona». Este movim iento vivo de las contradicciones es
lo que distingue la lírica de Heine de la lírica burguesa tardía, a
cuyo umbral se acerca, sobre todo en su últim o periodo. Dicho
m ovimiento surge de la perspectiva que H eine tiene de la revo
lución como posible liberación de la humanidad de los sufrimientos
del presente. Y aunque esta perspectiva concreta quedó disuelta
casi en la nada en el últim o periodo de Heine, com o ya hemos
visto, aún queda viva com o elemento negativo, com o factor de
ruptura de la tranquilidad e incitación de una indignación social
concreta, sin permitir la rigidificación de las contradicciones en un
pesim ism o apologético ni en una vacía declaración contra el «eter
no e inmutable destino humano». Pero no existe duda alguna de
que el último H eine se encuentra a las puertas de esta evolución.
Esta coincidencia es lo que convierte a Nietzsche, por ejemplo, en
un admirador tan decidido de Heine, al que celebra com o el último
poeta alemán de talla europea. Desde el punto de vista de Nietzsche
no es del todo casual, a pesar de lo equívoco, que el enjuiciar el
últim o Heine lo equipare necesariamente a Baudelaire.
Nuestra anterior equiparación de Heine con Balzac se refiere
únicam ente al lugar que ambos ocupan en la evolución de la lite
Realistas alemanes del siglo XIX 141
sentim entales y ridiculas del burgués. Pero sus poemas más pro
fundos se nutren de la dialéctica existente entre el nacimiento,
históricamente necesario, y la destrucción, no menos necesaria h is
tóricamente, de todos esos espejism os. Los poemas de Heine reci
ben su legitim idad lírica y su inim itable encanto precisamente de
esa fuente, y precisamente, también, porque Heine mism o está
imbuido de esas ilusiones que con tanta crueldad acaba siempre
por destruir. Al ir avanzando su evolución, al ir ganando en pro
fundidad y amplitud su visión de las relaciones sociales, sus ilu
siones van apagándose más decididamente, perdiendo su propia
fe en ellas el poeta con fuerza creciente, pero sin ser jamás arran
cadas por com pleto de su corazón. La peculiaridad del últim o pe
riodo del poeta radica precisamente en el aumento de intensidad
sufrido por ambas tendencias contradictorias, a consecuencia de
su desesperación política e ideológica. Las ilusiones se apagan cada
vez más, son vividas cada vez más sim plem ente como lo que son,
ilusiones, y, sin embargo, el desesperado poeta se aferra al m ism o
tiempo a ellas con fuerza creciente, a pesar de haber perdido su
fe, a pesar de saberlas conscientem ente destruidas desde la raíz
por su poesía. De ahí el creciente proceso de interiorización de su
irónica destrucción de todos los espejism os. Porque esta destruc
ción ya no se realiza súbitamente, por la vía de un efecto repentino,
como ocurre en el joven Heine, sino que viene contenida de ma
nera inmediata en el amargo tono incrédulo que emplea al configu
rarlas. E sto es lo que confiere a los últim os poemas de Heine ese
tono tan especial e inimitable, cuya cifra más alta acaso podam os
encontrar en el poema «Bimini»:
Me estremezco, asustado
y sacudo m is enfermos miembros
con tal fuerza, que las costuras
de mi traje de bufón revientan.
11 - REALISTAS
154 Georg Lukács