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El inicio del estudio de una obra musical es una etapa difícil y complicada para todo
músico. Por ello, a lo largo del tema, se van a desvelar cómo las actuales aportaciones
en el ámbito de la práctica interpretativa, la pedagogía y la investigación pueden ser
aplicadas a la formación musical por medio de cinco estrategias que presentan gran
relevancia al comienzo del estudio de nuevo repertorio. Cabe destacar que la eficacia
de dichas estrategias viene avalada por testimonios de grandes intérpretes, docentes
y actuales investigaciones.
Conocer las estrategias de práctica musical más eficaces al inicio del estudio de
una nueva obra musical.
Fundamentar su eficacia por medio de testimonios de valor en al ámbito de la
pedagogía musical y actuales investigaciones.
Valorar su necesidad de implementación en proyectos de innovación relativos al
ámbito musical.
Sin embargo, «el gesto exige que no haya ninguna contracción muscular inútil que
impida el libre transcurso de la energía a través del cuerpo» (Martenot, 1993, p. 24).
De este modo, la primera preocupación debe centrarse en entender que las técnicas
musicales tan solo son posibles como resultado de la naturalidad corporal.
La edad.
El curso.
La dedicación.
Los resultados evidenciaron que todos los clarinetistas levantaron sus dedos
excesivamente, a pesar de la ausencia de una relación intensidad-altura del dedo.
Documentan la importancia de la adecuación ergonómica, es decir, de las
limitaciones biomecánicas en el movimiento del cuerpo durante la interpretación
musical, ya que, como puede observarse, dicha adecuación puede no ser intuitiva y
diferir de las perspectivas de conservación de energía.
Todas las articulaciones de los brazos y los dedos están siempre involucradas al tocar
un instrumento como el piano. De modo que, cualquier intento de impedir el juego
de una determinada articulación provocaría un exceso de tensión innecesario y un
desequilibrio ergonómico (Parncutt y Trouop, 2002).
Desde hace décadas se conoce que la audiencia puede detectar con precisión
información detallada acerca de la expresión musical (agógica, afinación,
modificaciones dinámicas…) y la intención musical (es decir, la atmósfera emocional),
a partir de los movimientos corporales que se efectúan al tocar. De hecho, se llegó a
la conclusión de que los gestos son el indicador más relevante de la intención
expresiva, más que el propio sonido, por lo que usar el cuerpo de una forma cómoda
y natural es fundamental para el alumnado de música (Davidson, 1993).
Se concluyó que la información visual se utiliza tanto para incrementar como para
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Por ello, propone como primer objetivo «cuestionar esa obsesión por un conjunto de
normas rígidas cuyo único resultado es la supresión del principio de la naturalidad»
(Galamian, 1998, p. 14).
«Desde los primeros pasos, el maestro cuidará la estética del pequeño alumno
habituándolo a una posición natural y tranquila» ya que, según estos violinistas, «el
arte solo se explica con naturalidad» (Pascuali y Príncipe, 1982, p. 109).
mismo tiempo. Sin embargo, quien permanezca relajado, será libre de moverse
fácilmente y de expresarse con claridad, por lo que realmente cometerá menos
errores (Bruser, 1997). En este sentido, «la rigidez ha de eliminarse de todo el
Los jóvenes músicos de América fueron impulsados a luchar por la naturalidad (Sauer,
1913).
Carola Grindea fue una de las docentes de piano más influyentes de Gran Bretaña,
cuya preocupación por la tensión le llevó a fundar la Sociedad Internacional para el
Estudio de la Tensión en la Ejecución. Uno de sus objetivos era «lograr una técnica
instrumental basada en movimientos naturales con el equilibrio adecuado de la
tensión muscular y la liberación de la tensión» (Grindea, 1991, p. 17).
Esta propuesta se define como la «realización del objetivo de la forma más práctica y
eficaz con el mínimo de energía». O lo que es lo mismo: «confort físico y economía
en los medios empleados» (Arizcuren, 1985, p. 18).
Sin embargo, no siempre es fácil encontrar para cada objetivo la forma más
económica de obtenerlo, aunque hay que preocuparse permanentemente de ello
(Arizcuren, 1985).
Hay que tener presente que toda la fuerza de cualquier músico está concentrada en
un punto, un foco irradiante de su centro de gravedad, situado a nivel de la tercera
vértebra lumbar, en la región que los orientales denominan “hara”, y de la que
emana toda energía.
Esto puede significar que las interpretaciones que resultan naturales a la audiencia
imitan el comportamiento de los objetos en movimiento en el mundo real.
Puede apoyar el desarrollo rítmico (p. ej., al inspirar antes de una anacrusa).
Puede tomar parte de la estructura musical (p. ej., en un crescendo y decrescendo,
un accelerando y ritardando, un sforzato o un piano súbito…).
La inspiración puede ser señal de entrada cuando el intérprete se integra en un
conjunto.
La inspiración puede suponer la preparación del comienzo cuando se actúa de
solista.
Según el violonchelista Arizcuren, si existe una mala relación entre las dos fases de
la respiración, la inspiración y la espiración, se acelera la fatiga muscular y puede
ocasionar trastornos en el equilibrio ergonómico, que pueden exteriorizarse
(hormigueo, punzadas, etc.) (Arizucen, 1981).
«En el “dejar hacer” de la inspiración, en la disponibilidad a ese aire que penetra por
sí mismo, podemos introducir la idea de una receptividad a la inspiración en su
sentido creativo» (Hoppenot, 2000, p. 134).
Para esta violinista, es «ese estado de privilegio que vivimos en ciertos momentos
de la acción cuando abandonamos el terreno del «hacer» para experimentar el de
“dejar hacer”» (Hoppenot, 2000, p. 134).
Tanto si se toca de pie como sentado, en ambos casos el equilibrio se crea a partir de
la verticalidad del cuerpo (Hoppenot, 2000).
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El primer objetivo debe establecer un eje sólido de cabeza a pies según un precepto
japonés: «Cuando la verticalidad del cuerpo está sólidamente establecida, también
lo está el espíritu. Es ahí donde emprenden su vuelo el sosiego exento de pasión y
la fuerza intrépida» (Hoppenot, 2000, p. 30).
En este sentido, hay que tener presente que «los estados musculares y nerviosos
tienen una estrecha repercusión en nuestro estado psíquico» (Martenot, 1993, p.
122).
Todo músico, sea de una u otra especialidad, trabaja la adecuación ergonómica con
algún tipo de apoyo. Sin embargo, absolutamente todos ellos necesitan los mismos
apoyos, es decir, aquellos que son imprescindibles para vivir con la sensación de
seguridad necesaria, aunque se permanezca fuera del escenario (Ruiz, 1999).
Según Ruiz, para mantenerse seguro hay que percibir apoyo en cuatro zonas:
La persona se afianza con una sensación plena de aliento bajo que, junto al apoyo
de esa faja constituida por los grandes dorsales y los abdominales, le permitirá
sentir totalmente libre la cintura escapular, aunque se trabaje con los brazos en
alto (p. ej., dirección, danza), o sujetando un instrumento (p. ej., píccolo, tuba,
contrafagot…).
De este modo, «la persona que hace música se vive a sí misma como vibración física
a través del ritmo, como vibración afectiva a través de la melodía y como vibración
intelectual a través de la armonía y la estructura musical» (Pérez Sánchez, 2003, p.
78). En definitiva, la escucha no es únicamente una función localizada en el oído, es
también una disponibilidad íntegra de todo el cuerpo.
A nivel docente solo es necesario tocar una sola nota y detenerse a observar el efecto
que posee sobre el cuerpo antes de tocar la siguiente. Se podrá descubrir un nuevo
nivel de sensibilidad a medida que se absorbe el sonido puro, más allá de la
concepción sobre cómo debería ser tocado.
Habrá que ir muy despacio al principio, pero esta práctica lenta puede llegar a ser
muy placentera. Progresivamente, se puede aumentar velocidad sin perder la
sensación vívida de cómo las vibraciones sonoras entran en el sistema. De este modo,
la audición no se detiene en el pabellón auditivo, sino que tiene lugar en todo el
cuerpo (Bruser, 1997).
Resumiendo, una de las grandes figuras francesas de la música en el siglo XX, afirma
que «ser músico es disponer de unas facultades de receptividad que permiten a
todos los aspectos del ser entrar en resonancia con las vibraciones sonoras y con el
mensaje del que estas no son más que el soporte» (Martenot, 1993, p. 32). Y «la
comunicación del artista con el público es esencialmente física, la puesta en
vibración de ambas epidermis es lo que provoca su verdadero y recíproco goce y
agudiza su sensibilidad, simultaneada con el mensaje musical» (Hoppenot, 2000, p.
100).
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Esta violinista considera que la sonoridad física es, naturalmente, la que interesa en
primer lugar a cualquier intérprete, ya que se sitúa en línea directa con la
investigación acerca de la unidad psico-física del artista.
Pero ¿cómo corregir los defectos de ejecución? Existen tres tácticas fundamentales
para corregir errores de lectura resumidos en la tabla 3 (Jørgensen, 2004).
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Primera: consiste en ignorar el error y seguir tocando con la esperanza de que el defecto
desaparecerá al repetir la ejecución.
Tercera: consiste en practicar pequeñas secciones prestando una especial atención a evitar el
error y, si se produce, realizar su corrección en esta precisa sección.
En cuanto a la primera propuesta, los errores, una vez cometidos, tienden a ser
fijados en vez de desaparecer.
Los músicos de cuerda poseen poca autonomía con respecto a los músicos de jazz,
sobre todo en lo referente a la partitura y, en cambio, están sometidos a grandes
exigencias de precisión total al texto musical (Dobson, 2010).
mostró que, a diferencia de las personas dedicadas al deporte cuyo valor se estima
en el porcentaje de aciertos (sin tener en cuenta el número de ensayos fallidos), se
espera que todo músico de una orquesta sinfónica sea perfecto en cada nota y es
juzgado por la estimación del número de errores en sus actuaciones (Brodsky,
2006). Es decir, si en un concierto cualquier instrumentista puede decodificar
por medio de la lectura precisa los pasajes difíciles hasta conseguir dominarlos, antes
de continuar tocando (Gruson, 1988).
En la práctica musical, así como en otras facetas de la vida, «los primeros gestos
inscritos en la memoria se graban en ella con una intensidad considerablemente
superior a la de las repeticiones ulteriores» (Martenot, 1993, p. 79).
Todo músico ha sido testigo de la persistencia del primer gesto en el caso de una
digitación incorrecta, una imprecisión rítmica o de una nota equivocada, tan difíciles
de corregir.
Las rutinas que se han practicado, con independencia de que sean deseadas o no,
válidas o inválidas, permanecen almacenadas como programas (Mechner, 1995).
Estos programas, una vez creados, son difíciles o imposibles de erradicar por
completo. De modo que, los errores pueden resurgir de forma inesperada, a
menudo cuando no se desean, y especialmente en condiciones de tensión, estrés o
ansiedad.
Por ejemplo, un defecto de lectura, corregido hace largo tiempo, no suele producirse
en condiciones de práctica sosegada y, sin embargo, puede volver a aparecer en las
condiciones de estrés de una actuación pública.
de la edad o por enfermedad) (Bengtsson et al., 2005; Fields, 2006, 2008; Coyle,
2009:49).
Esto explica por qué los hábitos son tan difíciles de romper y la importancia de
realizar bien la actividad la primera vez, ya que tan solo será posible sustituirla
De ahí surge la necesidad de que el alumnado toque con corrección desde el inicio
y prepare, siempre que sea posible, «cualquier forma nueva de gesto para que este
se acerque desde el primer momento a la fórmula ideal que exige el contenido
expresivo» (Ramos, 1981, p. 109).
El pianista Dale Reubart describe esta propuesta bajo el lema de «hazlo bien la
primera vez» (Reid, 2006, p. 129) y, para conseguir tocar con corrección desde el
inicio, sugiere usar la práctica lenta durante las primeras fases del aprendizaje de
una obra para ayudar a prevenir errores innecesarios.
En resumen, como señala el pianista: «no debéis olvidar que una falta no cometida
es oro, una falta cometida y corregida es cobre, una falta cometida y no corregida…
¡adivinadlo!» (Neuhaus, 1987, p. 105).
David Soyer, violonchelista del Cuarteto Guarneri, estudió con Diran Alexanian (Blum,
2000). Este profesor también señalaba la importancia de evitar arreglar defectos con
soluciones provisionales para economizar medios y tiempo de práctica.
Los errores son parte necesaria del aprendizaje y, en la medida en que el alumnado
posea una relación más amable con ellos, los procesará con mayor eficacia y su
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Aislar la dificultad
Imagina […] que tienes que hacer hervir una cacerola de agua. Para ello es
necesario poner la cacerola sobre el fuego y no quitarla antes de la ebullición.
[…]
Cuanta más sean la voluntad y atención puestas en este proceso, tanto más
espectaculares son los resultados. (Neuhaus, 1987, p. 17)
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«Cada dificultad debe ser aislada y reducida a sus términos más sencillos para que
resulte más fácil diseñar y aplicar un mecanismo de estudio con el objetivo de
resolverla» (Galamian, 1998, p. 132).
Pues, «es indispensable aprender a razonar con orden sobre cualquier dificultad»
(Ramos, 1981, 85). David Soyer, violonchelista del Cuarteto Guarneri, relata su
experiencia con el profesor Diran Alexanian (Blum, 2000). Enfocaba las dificultades
con preguntas: «¿qué es lo que no está bien? ¿cómo debería ser? ¿cómo lo haces?»
(Blum, 2000, p. 126).
Siempre que surgieran problemas técnicos con el violín era preciso «analizarlos para
determinar la naturaleza de la dificultad: afinación, desplazamiento, ritmo, velocidad,
un accionamiento particular del arco, la coordinación de las manos, y así
sucesivamente, o una combinación de varios de los factores mencionados»
(Galamian, 132).
Muchos intérpretes en ocasiones tienen la sensación de que por más que trabajen
en busca de la excelencia, siempre estarán lejos de cumplir con los criterios ideales.
De hecho, según el pianista Gordon, quizás deban comprender que uno de sus
destinos profesionales supone vivir con la sensación de que nunca llegarán a dominar
el arte de aprender eficazmente.
Las interpretaciones musicales rara vez son impecables, por lo que el alumnado debe
esforzarse en obtener un rendimiento óptimo y no en conseguir una interpretación
perfecta; debe procesar eficazmente los defectos de lectura sin buscar
irremediablemente la perfección.
En definitiva, el fallo hay que asumirlo con naturalidad (Dalia y Pozo, 2006).
El alumnado debe prepararse todo lo que el tiempo le permita, pero sin excederse
en la práctica, ya que, dentro de unos límites de sentido común, si se descansa más
y se practica menos, generalmente se toca mejor (Bruser, 1997).
Cualquier intérprete desearía tener más tiempo para preparar su actuación, pero,
cuando el momento interpretativo llega, hay que abandonar el idealismo de la
perfección con el fin de poder expresarse libremente (Bruser, 1997).
Dividir la complejidad es una máxima que tanto las familias como las personas que
se dedican a la preparación deportiva repiten continuamente durante el desarrollo
de un individuo: «Solo hay que ir paso a paso» (Coyle, 2009, p. 84).
Para que la práctica musical repetitiva sea eficaz, es preciso seccionar la tarea
compleja en tareas más pequeñas y sencillas, un procedimiento denominado en al
ámbito psicológico como chunking (Miller, 1956) y en el que «el dominio completo
es la consecuencia de los diversos dominios parciales» (Carlevaro, 2000, p. 32) (Reid,
2006).
«Existe un instinto universal de ralentizar las acciones y separar las habilidades en sus
componentes básicos» (Coyle, 2009, p. 84).
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Explorar
Preparar la
Pulir
interpretación
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Volver a
Escuchar
trabajar
Figura 1. Etapas de práctica musical, según Chaffin, Lisboa, Logan y Begosh (2010).
Esto fue también evidenciado por otro estudio, que registró la práctica pianística de
la concertista Gabriela Imreh con el tercer movimiento del Concierto Italiano de J. S.
Bach y en el que se observó de nuevo su eficacia (Chaffin e Imreh, 2001).
Las secciones pueden ser progresivamente más largas a medida que se avanza en la
práctica y que dicho proceso se ha vinculado a la producción de interpretaciones de
mayor calidad musical, comunicativa y técnica (Williamon y Valentine, 2000).
Sin embargo, cuando los errores o lapsos de memoria dan como resultado un retorno
repetido al comienzo de la pieza, en lugar de intentar llegar hasta el final, el
procedimiento se denomina serial (Mishra, 2005). Veamos los dos procedimientos
más recomendados.
Para el violonchelista Bunting, resulta muy útil practicar el pasaje de mayor dificultad
(dividir lo complejo) para, después, integrar el funcionamiento mejorado en su
conjunto. Lo denomina el principio de «divide y vencerás» (Bunting, 1999, p. 43).
En cuanto a las características de las divisiones, deben efectuarse bajo criterio del
intérprete, manteniendo el sentido musical (Coso, 1992).
Según Hill (2006), estas son las ventajas inherentes a la práctica indirecta:
Sin embargo, es curioso comprobar que la práctica lenta puede contener más
errores que la ejecución a tempo real (Jørgensen, 2004).
A la hora de decidirse por una de ellas (estudio lento, estudio a tempo real o
alternando tempo lento y real), Jørgensen manifiesta que la regla general es que una
propuesta de tempo se debe elegir tan solo después de una cuidadosa
consideración de lo que esa propuesta sea capaz de lograr (Jørgensen, 2004).
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A su vez, el colectivo estudiado por Hallam desveló, como estrategia eficaz, la práctica
por secciones lentamente y repitiendo pasajes difíciles, primero despacio y después
con progresiva aceleración (Hallam, 2004).
Lo que coincide con los datos del estudio sobre guitarristas, en el que una de las
estrategias aplicadas al aprendizaje y la memorización es el manejo de la «práctica
lenta en pasajes complejos» (Eguilaz, 2009, p. 13).
Primera, practicar lentamente permite prestar más atención a los errores, lo que
conlleva un mayor grado de precisión con cada activación de los circuitos
neuronales. Y, cuando se trata de cultivar la mielina, la precisión es lo más
importante (Coyle, 2009).
Ejemplo pianístico.
David Soyer asegura que «con frecuencia no se entiende que practicar lentamente es
un ejercicio mental; permite al cerebro asimilar qué es lo que hay que hacer cuando
el pasaje se toque después en el tempo normal» (Blum, 2000, p. 67).
Esta propuesta implica que el alumnado genere nuevos problemas para resolver,
encuentre nuevas combinaciones rítmicas y fusione en uno o varios los ejercicios
ofrecidos. «El número de posibilidades es infinito, y no puede abarcarse en el margen
de una vida» (Galamian, 1998, p. 131).
Sin embargo, «el objetivo no es simplemente tocar todas las combinaciones posibles,
sino más bien dominar unas cuantas nuevas cada día para mejorar y perfeccionar
gradualmente» (Galamian, 1998, p. 131).
De este modo, «se consigue ir al núcleo del problema, no solo desde una dirección,
sino desde muchas direcciones diferentes» (Galamian, 1998, p. 132) por lo que
resulta posible alcanzar un mayor grado de seguridad.
«Es muy positivo complicar la situación real para crear un margen de seguridad»
(Arizucen, 1985, p. 107).
Bengtsson, S. L., Nagy, Z., Skare, S., Forsman, L., Forssberg, H. y Ullén, F. (2005).
Extensive piano practicing has regionally specific effects on white matter
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