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Formación permanente: un camino sin fin

Bienvenidos todos los esfuerzos por lograr que la gracia encuentre en la naturaleza un material
inmejorable para lograr la cristalización del proyecto de consagración.

Por: Germán Sánchez | Fuente: USMI

Hoy en la Iglesia se habla mucho de formación. Se habla de la formación inicial y de la formación


permanente. Y qué bueno que sea de esta manera. Bienvenidos todos los esfuerzos por lograr que la
gracia encuentre en la naturaleza un material inmejorable para lograr la cristalización del proyecto de
consagración, es decir, la donación total y totalizante de la persona a Cristo1.

Desde los escritos del Magisterio de la Iglesia2 hasta los autores más reconocidos de la vida
consagrada, no cesan de repetirnos la importancia de la formación permanente, "como la disponibilidad
constante a aprender que se expresa en una serie de actividades ordinarias, y luego también
extraordinarias, de vigilancia y discernimiento, de ascesis y de oración, de estudio y apostolado, de
verificación personal y comunitaria, etc., que ayudan cotidianamente a madurar la identidad creyente y
en la fidelidad creativa a la propia vocación en las diversas circunstancias y fases de la vida. Hasta el
último día".

Si un alma consagrada toma con seriedad el proyecto de su vida consagrada, no puede abandonarse a la
rutina, al adocenamiento, al pasar la vida, sin un constante esfuerzo por configurar su ser con Aquella
persona a la cual ha dado su vida. Se habla entonces de un proyecto de vida, no de un modus vivendi

Es este proyecto de vida al que de una manera invita Juan Pablo II a seguir al pedirnos la programación
de nuestra santidad, sin tener miedo a ponernos este "alto grado de la vida cristiana ordinaria",
respetando una pedagogía de la santidad verdadera y propia. No es por lo tanto patrimonio de unas
cuantas almas aspirar a la santidad. Las mujeres que han consagrado su vida a Dios cuentan con medios
eficacísimos dentro de su Congregación que les pueden ayudar con una relativa facilidad a alcanzar
esta santidad. Si la regla de vida y las Constituciones trazan el estilo de vida de la religiosa, quien la
sigue con amor, entera dedicación y con una apertura de corazón, hallará la senda justa para alcanzar la
santidad. No se trata por tanto de pensar en cosas extraordinarias a lo ya marcado por el Fundador/a,
sino más bien decidirse a vivir con magnanimidad todo lo que el carisma nos dice a través de los
diversos medios que propone en las Constituciones, las directrices de los Capítulos Generales, les
cartas circulares del Consejo General o provincial y todas aquella comunicaciones que emanan de la
autoridad competente.

Pero no debemos olvidar que las mujeres consagradas no son robots y que como cualquier ser humano
son influenciadas por innumerables factores externos que pueden poner en entredicho el ideal de la
santidad al que deben aspirar6. Estar atentas al desarrollo de la vida es estar atentas a lograr cada día
una configuración más plena con Cristo. Y esto se logra cuando la persona consagrada vive atenta a
todas las circunstancias que la rodean, no para dejarse llevar por ellas, sino para aprovechar de ellas los
elementos propicios para lograr su configuración con Cristo.

Es por tanto importante que la formación permanente recaiga primordialmente en la mujer consagrada.
Su vida adulta, sus años en religión, deben ser vistos como circunstancias que la lleven a aprovechar
todos los medios a su alcance para lograr cada día su identificación con Cristo, como dice el Prof.
Cencini: "Toca en concreto al interesado buscar las ayudas necesarias para llevar a cabo este camino
personal, ante todo por lo que respecta a la vida espiritual (el acompañamiento personal) y en relación
con los diferentes ámbitos de su vida como consagrado o sacerdote (desde el apostólico al cultural),
para participar luego activa y responsablemente en las iniciativas comunitarias7.
La gama de medios que la formación permanente ofrece a la mujer consagrada para que ésta lleve a la
consecución del ideal, que es la identificación con la persona de Cristo, es vastísima, ya que toda
actividad, puede ser un medio de formación. El contenido por tanto de la formación permanente, será
siempre bueno recordarlo, halla su síntesis en cuatro aspectos fundamentales: la vida espiritual o vida
según el Espíritu; la participación en la vida de la Iglesia, según el carisma de cada Instituto; el ponerse
al día desde el punto de vista doctrinal y profesional; la fidelidad al propio carisma8.

Es cierto que a las superioras, de acuerdo a lo marcado por en Código de Derecho Canónico en el c.
6619, les compete ofrecer a las religiosas los medios y los tiempos adecuados para seguir avanzando en
la formación. Pero sin la voluntad personal de cada religiosa por formarse no se logrará llevar adelante
el proyecto de la vida consagrada. Sin esta voluntad, la vida consagrada cae automáticamente en la
rutina, en la tibieza o en la mediocridad. Sentenciada a la repetición de ciertos actos meramente
mecánicos y externos, el alma está condenada a asfixiarse en la vaciedad de la acción o en la aparente
satisfacción personal de la oración.

La formación permanente no es la colección de libros leídos, simposiums en los que se ha participado,


o colecciones de especializaciones y cursos que se han frecuentado. Esto es tan sólo parte de la
formación intelectual o del ponerse al día desde el punto de vista doctrinal o profesional. La formación
permanente es aprovechar las oportunidades que nos brinda la vida ordinaria para crecer más como
persona consagrada. No cabe duda que este "estar atento" a las oportunidades diarias -el carpe diem de
los latinos- es posible realizarlo cuando se tiene una base de formación que lleva a detectar las
posibilidades diarias para aumentar la conformación con Cristo, como persona consagrada. Así, la
participación litúrgica en comunidad, lleva a ser más Cristo, en la medida que se aprovecha ese acto de
comunidad para un crecimiento espiritual, o que lleva a tener antes una base de conocimientos
litúrgicos sobre dicho acto comunitario. Y a la vez este crecimiento lleva a estar más atento a otras
realidades cotidianas. Entramos así en un círculo virtuoso en dónde una actividad lleva a crecer, este
crecimiento significa una apertura para más oportunidades, estas oportunidades ayudan a seguir
creciendo más.

Este crecimiento si queremos que en verdad sea parte de la formación permanente, deberá llevar a un
crecimiento integral. Es decir la mujer consagrada deberá vigilar y estar atenta a cada una de las partes
fundamentales que comportan su ser, para lograr la más completa transformación de su ser en Cristo.
Por lo tanto no debe dejar ningún aspecto de su ser a la deriva. Todos y cada uno de los aspectos que
conforman su ser son aspectos para formar, para transformar en Cristo.

Sabemos que hablar de cada uno de los aspectos de la personalidad de la mujer consagrada es un
campo enorme y en el que podemos correr el peligro de perdernos. Si todo forma parte de la formación,
la mujer consagrada que en verdad quiera transformarse en Cristo cuidará todos los aspectos de su
personalidad. Hablaremos por tanto, siguiendo las directrices antes citadas en el documento Potissimus
institutioni de algunos aspectos esenciales: la vida espiritual o vida según el Espíritu; la participación
en la vida de la Iglesia, según el carisma de cada Instituto; el ponerse al día desde el punto de vista
doctrinal y profesional; la fidelidad al propio carisma.
¿Cómo llevar a cabo la formación permanente en cada uno de estos aspectos? Nos queda claro que
cumpliendo con todos estos aspectos de la formación, la mujer consagrada alcanzará la santidad de vida
a la que está llamada por su consagración, no sólo religiosa, sino por su consagración bautismal, si bien
en forma específica de acuerdo al carisma del Instituto religioso a la que Dios la ha querido llamar.

Es necesario por tanto recordar el concepto ya antes visto de la "programación de la santidad", urgido
por Juan Pablo II en la Carta Apostólica Novo Millennio Ineunte: "¿Acaso se puede programar la
santidad?... Pero también es evidente que los caminos de la santidad son personales y exigen una
pedagogía de la santidad verdadera y propia, que sea capaz de adaptarse a los ritmos de cada persona.
Esta pedagogía debe enriquecer la propuesta dirigida a todos con formas tradicionales de ayuda
personal y de grupo, y con las formas más recientes ofrecidas en las asociaciones y en los movimientos
reconocidos por la Iglesia".

La religiosa posee una herramienta valiosísima para programar su propia santidad y por lo tanto
recorrer un camino seguro en su formación permanente: el carisma de su Congregación. El carisma no
es sino la síntesis de lo que Dios ha inspirado para cada religiosa a través del Fundador: "Il carisma
diventa luce dell´intera esistenza d´un uomo o di una donna, fonda inoltre l´esperienza spirituale e l
´apostolato specifico di molti seguaci, innalza le anime e ne favorisce la santificazione". En el carisma,
por tanto, están contenidos todos los elementos para llevar a cabo la formación permanente, requerida
por el magisterio de la Iglesia: la vida espiritual, trazada en las prácticas de piedad, en la vida interior
que debe desarrollar la mujer consagrada en cada Instituto, sus relaciones con Dios y con los hombres,
como parte del amor de Dios. La participación en la vida de la Iglesia, de acuerdo al apostolado que
Dios infundió al Fundador/a. El ponerse al día desde el punto de vista doctrinal y profesional como
expresiones del Instituto por ser parte viva de la Iglesia y no vivir apartados en su mundo. Y en fin, la
fidelidad al propio carisma expresado como un conocimiento cada día más vivencial del estilo de vida
querido por el Fundador/a.

Si bien esta el carisma de cada Instituto contiene los elementos básicos de la formación permanente, no
se llegan a cumplir sólo con los buenos deseos. Es necesario que la mujer consagrada programe su
formación permanente basada en estos aspectos y guiada por el espíritu del su Fundador/a, es decir por
el carisma de la congregación.

En el siguiente apartado de este artículo, trataremos de dar unas coordenadas de trabajo para la mujer
consagrada, tomando como pie la necesidad de la programación. Muchas veces se piensa que en la vida
consagrada todo debe nacer por la gracia de Dios. "Cuando Dios lo quiera" se interpreta como un dejar
que las cosas sucedan de acuerdo con los planes de Dios. Pero bien podemos hacernos la siguiente
reflexión. Dios quiere de cada mujer consagrada su santificación y la quiere, lógicamente, en forma
gradual. Él sabe hacia dónde la debe llevar en cada momento de su vida. Tiene para ella reservada
gracias especiales para que alcance esos grados de santidad. Pero, "la gracia no elimina la naturaleza,
antes bien, la presupone". Es necesario por tanto que la mujer consagrada se ponga en acción para
alcanzar las metas a las que Dos le ha destinado. Sin duda alguna, Dios es el autor de la santidad. Es él
quien dará los frutos, pero no sin antes haber contado con la colaboración activa de la mujer
consagrada.

NOTAS
1 "Debemos ser suficientemente generosos para dedicar el tiempo y las mejores energías a la
formación... (sin ésta) todos los planes formativos y apostólicos quedan en teoría, en puros deseos
ineficaces". (Ripartire da Cristo, 18)
2 Podemos recordar aquí varios escritos como Vita consecrata, Potissimum institutioni, hasta el mismo
Códice de Derecho Canónico

3 Amedeo Cencini, La formación permanente, San Pablo, Madrid, 2002. p. 40

4 "El proyecto religioso se construye en torno a esta certeza vivida: vale la pena arriesgar toda nuestra
existencia por la persona y el Evangelio de Cristo. Se trata propiamente de esto. Porque, para el
religioso fiel a su proyecto, no es posible escudarse en coartada alguna. No puede enmascarar la
profunda opción de su vida: todo el peso de su existencia gravita no sobre sí mismo, con sus sueños de
poder, riqueza, felicidad, consuelo, sino sobre Dios. Su vida se convierte de este modo en un riesgo. Un
riesgo absoluto. El de una pobreza existencial viviente -ni mujer, ni hijos, ni riqueza personal, ni
independencia- que obliga a convencerse a sí mismo que sin el Dios del Evangelio no hay esperanza
para él." J.M.R. Tillard, Religiosi perché? , EDB, Bologna, 1973, pp.22-23
5 Juan Pablo II, El nuevo milenio, San Pablo, Madrid, 2001 n. 30, 31.
6"Mentre la formazione iniziale era ordinata all´acquisto da parte della persona di una sufficiente
autonomia per vivere in fedeltà i propri impegni religiosi, la fomrazione continua aiuta il religioso a
integrare la creatività nella fedeltà, poichè la vocazione cristiana e religiosa richiede una criescita
dinamica e una fedeltà nelle circostanze cocrete dell´esistenza. Cioè esige una formazione spirituale
interiormente unificante, ma duttile e attenta agli avvenimenti quotidiani della vita personale e del
mondo." Giovanni Paolo II, Direttive Potissimum institutioni, 2.2.1990 n. 67, 68
7 Amedeo Cencini, op. cit, p. 54
8 Giovanni Paolo II, Direttive Potissimun institutioni, 2.2.1990, n. 68
9 N. del E. Para una mejor comprensión de este canon se recomienda la lectura del artículo "El qué,
cómo, cuándo, por qué y para qué de la formación de la mujer consagrada en los albores del III
milenio".
10 "Se questo è lo scopo della vita consacrata, il metodo che ad essa prepara dovrà assumere ed
esprimere la caratteristica della totalità. Dovrá essere formazione di tutta la persona, in ogni aspetto
della sua individualità, nei comportamenti come nelle intenzioni. È chiaro che, proprio per il suo
tendere alla trasformazione di tutta la persona, l´impegno formativo non cessa mai. Occorre, infatti,
che alle persone consecrate siano offerte sino alla fine opportunità di crescita nell´adesione al carisma
e alla missione del proprio istituto.
11 Juan Pablo II, El nuevo milenio, San Pablo, Madrid, 2001 n. 31.
12 Luigi di Carluccio, Il Rischio dell´amore. Madre Anselma Viola, Editrice Rogate. Roma, 1991

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