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Karla Cisterna P.
Alejandro Corales Z.
Nicolás García A.
Carolina Ríos P.
Alfonso Riquelme A.
A menudo los seres humanos se encuentran con una actividad común, conocer a otras
personas, no suena como algo complicado, pero puede serlo, hay una variedad de factores
que pueden impedir esto, por ejemplo, la comunicación o timidez. El proceso de las
relaciones interpersonales común a todos los seres humanos es la formación de una imagen,
es decir, compilar la información disponible de la persona y así entender, que esta, es otra
persona, no es yo, sino, un “otro”. El proceso hace un énfasis masivo en lo visible, en la
corporalidad de los entes ajenos, a partir de sus rasgos físicos, formas de hablar y el
pensamiento que el otro presenta, nos lleva a un proceso cognitivo de sistematización,
generalización y distribución en donde realizaron las operaciones de clasificación,
diferenciación y ordenamiento jerárquico de esta persona dentro de un marco
sociodemográfico trazado en filtros categóricos de clase, raza y género. En base a estos tres
criterios, se determinan otras categorías más complejas como la orientación sexual, posición
político - ideológica o nacionalidad, y en consecuencia, se genera una expectativa primaria
sobre caracteres discursivos y conductuales del otro.
Esto es un recurso común en todos los seres humanos, para facilitarse la comprensión
del mundo, considerando que todas las personas son distintas, el hecho de formar imágenes
facilita el entendimiento de un entorno complejo, pero puede tener connotaciones negativas
como por ejemplo los estereotipos, algo que Cook y Cusack (2009) desarrollan en
“Estereotipos de Género: Perspectivas legales transnacionales” dentro de la óptica del género,
pero que podemos extrapolar hacia la imagen del otro ya que: “cuando estereotipamos, no
tenemos en consideración las características de una persona en particular.”(p. 13)
¿Qué relación tiene la formación de imágenes del otro con los estereotipos? Que al
llevarlas a cabo podemos diluir la individualidad del otro, es decir, que la imagen que se
conforma, se establece como una verdad, pero no es objetiva y al final, es uno mismo quien
determina al otro y sin cavilaciones más complejas, no se da espacio para la individualidad
del otro y por tanto puede dar paso a que haya trabas en el entendiendo de otras personas, así
como la creación de expectativas que recaen en una idea sobre la persona y no en los hechos.
Si le damos una escala mayor a esto, se vuelve mucho más grave, si de por si entre dos
personas, esto suena problemático dado a que complica el entendimiento, si esta dinámica se
plantea entre un grupo hegemónico o dominante y uno más pequeño es donde vemos reales
problemas. Una clara aplicación de esto la hace Achille Mbembe en “Crítica de la Razón
Negra” (2013) respecto al racismo:
El filósofo camerunés Achille Mbembe hace énfasis en que el racismo, es una forma
de representación primaria, ya que se queda con la imagen simplemente, hace una
exploración de un grupo a través de un elemento superficial y no se da el espacio para que los
humanos afirmen su individualidad y como ya sabemos, el racismo fue el principal canal para
justificar actos inhumanos como la esclavitud a lo largo de la historia, la cual fue dirigida en
su mayoría, a la población afro - descendiente, donde la clase dominante: compuesta por
hombres de piel blanca, tomaron ventaja de ideas denigrantes como que los hombres de color
son inferiores, con el objetivo de asignarles trabajos pesados sin remuneración y en
condiciones deplorables, es aquí en donde se genera una deshumanización total del otro .
Entonces tenemos un precedente de que estas imágenes pueden depurarse en ideas que son
canalizadas por sujetos que están en una esfera dominante.
Hay una instancia en donde vemos cómo esta constitución del otro afecta la
individualidad: los migrantes. Usualmente se pueden oír afirmaciones como “los migrantes
son todos criminales” o “vienen a quitarnos el trabajo”, como una consecuencia de hechos
particulares, el problema, es que definimos a un grupo de personas, a partir de la
nacionalidad, que es una identidad atribuida a nacer dentro de una determinada posición
geográfica, la cual es visible en la forma de hablar y en algunos casos en los rasgos físicos, el
problema es que a partir de esto los definimos de maneras denigrantes, además de quitarles su
individualidad y lo más es grave es que puede desencadenar actos e ideas xenófobas, como el
pensar que todos los migrantes de un país son criminales o que los migrantes deben ser
deportados, ignorando las historias y posiciones de cada una de estas personas, simplificamos
el proceso de conocerlos a partir de nuestras preconcepciones, y nos privamos de la
capacidad de alcanzar el diálogo y entendimiento real entre personas variadas.
Sin embargo, cabe destacar que la imagen del “otro” en el migrante no es fomentada
siempre por su condición de migrante únicamente, sino que al conformarse en la opinión
pública hacen uso de los discursos político - identitarios de género, nacionalidad, etnicidad,
sexualidad, raza y de rasgos físicos. Ya que las imágenes politizadas se dirigen a poblaciones
específicas que en el ejemplo de Costa Rica mencionado por Voorend y Rivers-Moore (2020)
se dirigen a la población que se caracterizaba dentro del debate político referente a los
servicios médicos públicos y a la crisis de seguridad social en el 2011, este debate generaba
una opinión pública negativa de los migrantes nicaragüenses, y se les percibía erróneamente
por el 75% de la población como el grupo que más utilizaba los servicios sociales, sin
embargo los hechos demostraban que los servicios médicos eran incluso utilizados más por la
población migrante norteamericana (un 50% lo utilizaba frente a un 24.6% de población
nicaragüense) y que los migrantes nicaragüenses eran percibidos negativamente por ser el
grupo de migrantes más numeroso en el país además de ser en su mayoría de clase media -
baja e inmigrantes ilegales.
El mencionado debate respecto a los derechos sociales para los migrantes ejemplifica
también la mayoría de casos en la politización de la imagen de los migrantes en
Latinoamérica. Esto respecto a los efectos de las olas de migración que ha experimentado la
región en la última década, causando indirectamente que la imagen en la opinión pública de
determinados grupos de personas migrantes sea casi siempre politizada en la región, lo que
significó en la década de los 2010’s que la “creciente popularidad de los partidos populistas
de derecha y los sentimientos antiinmigrantes se basen en gran medida en el debate sobre los
derechos sociales de las personas migrantes y su acceso a los servicios sociales” (Voorend y
Rivers-Moore, 2020), raíz política del discurso antiinmigración.
Este tema, contrario a revocarse sólo desde la metodología económica del trabajo y
sus variantes del dueño y signatario del trabajo que realiza al dueño y al sistema en concreto,
también ha sido abordado históricamente por la antropología y las relaciones interétnicas
entre mestizos e indígenas (o también llamados aborígenes en otros países) (Soto &
Contreras, 2010) así como nociones de asimilación e integración, conjeturando otro precepto
que en Latinoamérica se asume bastante en las élites regentes: la aculturación. Esta, como se
menciona y se ha visto en reiteración, tiene sus propios intersticios explicativos, pero
básicamente “Alude a una relación cultural dominical de un grupo cultural “dominante” sobre
otro; obviamente tan presunción ha sido ampliamente criticada desde el ámbito de la
antropología ante la imposibilidad de hablar de culturas superiores e inferiores”. (Soto &
Contreras, 2010).
IV. Género y migración: Separación, desapropiación y envilecimiento
Muchas de las mujeres migrantes se ven obligadas a ejercer el comercio sexual como
único medio de subsistencia en el país de destino en que habitan, se someten a condiciones
infrahumanas en los lugares de trabajo a los que pueden acceder de forma legal y también se
ven mayormente afectadas por la desprotección del sistema frente a la violencia patriarcal
presente en la sociedad. Sumado a lo anterior, las pocas opciones que tienen para trabajar y
subsistir en el país de destino exacerban y perpetúan formas de dominación heteropatriarcal
en las que se terminan legitimando como víctimas (comercio sexual, trabajo doméstico,
comercio ambulante). Sufren discriminaciones y sometimientos en los guetos que se han
formado en los sectores periféricos de la ciudad (por ejemplo, los campamentos, algunos de
los cuáles se constituyen casi exclusivamente de migrantes) además de las experiencias de
migrantes mujeres que han sufrido violencia gineco-obstétrica en la asistencia de sus partos
en el país de destino (Lozada, 2020), entre otros.
Conclusión
Bibliografía
- LOZADA, M. (2020, 1 marzo). Madres migrantes: dar a luz lejos de casa y padecer
la xenofobia. Salud con lupa. Disponible en: https://bit.ly/3jXoz1d