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Capitulo IV

ESTO ES PROBLEMÁTICO

Un sol rojo por su paso en el horizonte dio los primeros rayos de luz del día, el anillo en el cielo antes
brillante ahora era más tenue como la nube más lejana. Todo en el mundo parecía respirar el aire fresco de un
nuevo comienzo; las plantas, animales y las personas que se levantaban temprano a sus quehaceres. La primera
en salir de la casa fue Emilia a conseguir algo de agua de un pozo cercano. Saliendo no se percató de algo
sospechoso cuando regresó rodeando la casa. Se dio cuenta de una gran figura recostada contra uno de los pocos
árboles que tenían cerca de la casa. Asustada se apresuró a entrar derramando un poco de agua en el camino.

— ¡HAY ALGUIEN AFUERA! —Gritaba Emilia.

El alboroto hizo despertar al joven Jack de su rincón y entre bostezos se fue levantando lentamente. Dejando
a Emilia adentro Romelia salió con su hacha en mano a ver qué pasaba, viendo a la lejanía recostada a un árbol
una gran figura en armadura con evidentes manchas de sangre en todo su cuerpo, era Aria aun despierta
mirando al cielo.

—«Como grita, si estuviera dormida diría algo como dejen dormir maldita sea» Pensó Aria.

Saliendo para ver el alboroto el joven vio a Aria sentada en ese lugar.

—No se preocupen la señorita me acompaña—Dijo el joven herrero para tratar de calmar la situación.

— ¿Ella? ¿Viene contigo? —Preguntó confundida Romelia percatándose ahora bien que aquello no era un
caballero sino una mujer en armadura.

—Si… pero no quiso entrar conmigo ayer, prefirió quedarse afuera—Responde Jack un poco apenado por la
situación.

El joven se apartó de las dos mujeres y se fue caminando hasta donde la pelirroja. Aria estaba concentrada
estirando sus piernas ahí sentada, sintiendo el frio de todo el metal de su armadura por haber pasado la noche a
la intemperie. Al llegar el joven esta le miró.

— ¿Te sientes mejor? —Preguntó la pelirroja.


—Bueno… mejor que ayer—Responde el joven herrero—. Dentro de lo que cabe sentir que me reordenaron los
órganos internos.

—Tu humor me lo confirma… lo siento, de nuevo.

—Tranquila mujer, aún tengo algo de escalofríos de recordarlo pero ya lo pasado se queda como dicen—
Responde el joven con una agradable sonrisa.

—Bien.

— ¿Ahora qué? —Preguntó el joven.

—Irnos, pero antes, ¿Me traes un poco de agua? Quiero limpiar esta sangre para ir al pueblo.

—Voy.

Jack se alejó de Aria regresando con las dos mujeres, estas aún estaban en alerta por la desconocida rara.

—Disculpen, ¿Me prestarían un balde de agua para mi amiga? —Dijo Jack en un tono amable.

—C-Claro, no hay problema—Responde Romelia.

Emilia fue de nuevo a buscar otro balde y ahí quedó Romelia junto a Jack. Ella no podía evitar no fijarse
mucho en la pelirroja acoraza ahí sentada.

—Y… ¿Quién es tu amiga, o es tu esposa u familiar? —Pregunta Romelia.

—Pues, ninguna de las opciones… solo estamos viajando juntos—Responde Jack un tanto incomodo por la
pregunta.

—Ummm ya, entiendo.

Las respuestas del joven solo hacían que Romelia se confundiera más. Al llegar Emilia esta le pasó un balde
de agua al joven para que se lo llevara a Aria. Cuando este fue y se lo entregó la pelirroja se puso de pie,
sorprendiendo a las dos mujeres al ver la enorme altura de Aria comparada con Jack, siendo este último solo un
poco más alto que ellas.

Durante unos minutos con un paño mojado la pelirroja se fue quitando de encima las manchas de sangre
aunque no pudo eliminar del todo el olor a sangre y quedó un poco dejado por los líquidos del Alcrodos.
Cuando terminó tiró toda el agua enrojecida a la tierra. Jack al verla el suelo notó muchas pisadas alrededor del
árbol, todas iban en una especie de espiral.
— ¿Y esto? —Preguntó el joven.

—Nada, tuve algo de insomnio anoche—Responde Aria en un tono seco.

No pudo evitar notar las mentiras en las palabras de Aria. Varias de las huellas eran de diferentes tamaños y
con ligeras diferencias en formas a sus pisadas cuando se movió en donde estaba. Alguien o un grupo habían
venido anoche, pensó el joven llegando a esa conclusión pero decidió guardarse esa pregunta para después.

—Hay que reabastecernos y seguir adelante, nuestro destino está a un día de distancia—Dijo Aria.

— ¿Comida?

—No, alcohol.

—Vale.

Juntos se dirigieron con las dos mujeres, el joven le entregó el balde a Emilia y estrechó su mano con la de
Romelia.

—Emilia, Romelia, muchas gracias por la posada. Espero que el dinero les sea de utilidad—Dijo el joven
sonriente.

—No hay de que—Responde Romelia.

Romelia miró por encima del joven a la gran pelirroja, esta miraba en otra dirección y tenía una cara con una
expresión que lo decía todo, quería irse de allí cuanto antes. Un rostro y expresión que Romelia conocía
bastante bien.

—Hola, mucho gusto—Dijo Romelia dirigiéndose a Aria.

La pelirroja se mantuvo igual, nunca haciendo contacto con ellas ni visual o verbal. Podían sentir cierto
desprecio venir de ella, cosa ya muy de costumbre de ellas dos el recibir, limitándose a entonces ignorar la
situación.

—Que les vaya bien en su viaje—Dijo Romelia.

—Gracias—Responde el joven despidiéndose de las dos mujeres.


Al irse tanto Romelia como Emilia no podían apartar su mirada de la gigante pelirroja, algo en ella les
llamaba fuerte la atención. Sin Jack darse cuenta ya que en ese momento sacó el mapa para revisarlo, Aria
volteo a mirar atrás a las dos mujeres a lo lejos. Su primer y último contacto visual. Ambas mujeres vieron unos
profundos ojos amarillos que se sentían cercanos a ellas, sintiendo un gran desprecio emanar de ellos; sus
cuerpos empezaron a temblar, su piel se erizó y palideció haciendo que cayeran al suelo de la conmoción
momentánea. Aria quitó su mirada de ellas, ambas mujeres pudieron entrar gateando a su casa cerrando la
puerta de golpe.

Sin darse cuenta de lo ocurrido Jack avanzó con a la pelirroja hasta llegar a la entrada del pueblo a tan solo 15
minutos de caminar. Cuando llegaron ocurrió lo usual, todo el mundo le llamaba Aria su atención a donde
quieran que vayan, y esta vez no estaban solos, fueron interceptados por un par de soldados revestidos en cota
de malla, montados a caballo y armados con lanzas.

— ¡Alto ahí! —Exclamó uno de los guardias.

— ¿Quiénes son y de dónde vienen? —Preguntó el otro.

Ambos sujetos tenían mala cara y en un tono al hablar que se les notaba un enorme fastidio por algo, como si
en sus mentes al ver este par caminando por ahí se olieran los problemas, más al ver frente a frente alguien que
era más grande que ellos montados a caballo, dejándolos en alerta al ver su gran espada. Jack se quedó en
silencio poniéndose nervioso, con lo que había conocido a Aria ahora solo esperaba lo peor y se preparaba para
salir corriendo o que ella lo cargue de nuevo. Pero para su sorpresa vio como la pelirroja se quitó el casco y se
puso de rodillas ante los dos hombres.

—No buscamos ningún problema, señores—Dijo la pelirroja agachando la cabeza.

El tono ten gentil con el que se postró ante ellos dejó sorprendido al joven herrero. Era la primera vez que la
escuchaba hablar con tanta delicadeza y respeto hacia alguien. Los caballeros un poco confundidos se quedaron
viéndola pero tomaron de buena manera aquel gesto de la gran mujer.

— ¿Qué tipo de provisiones? —Dijo uno de los soldados mientras observaba de arriba abajo a la joven.

—Comida y bebida para nuestro viaje, señor—Responde Aria.

—Ummm ya, entiendo, ¿Y de dónde vienen? —Preguntó el otro soldado.

—Somos mercenarios, no venimos de ningún lugar en específico, solo estamos haciendo un paro aqui—
Responde Aria levantándose erguida.
Antes las palabras mercenario los dos soldados se miraron un momento, miraron de nuevo a Aria y a su
acompañante. Ciertamente no han causado ningún problema pero eran demasiado sospechosos para los dos
soldados.

— ¿Le molesta si los acompañamos? —Dijo uno de los soldados.

—En lo más mínimo. Es más, nos podrían guiar ya que no conocemos el lugar—Responde Aria.

—Ummm ya. Vamos por aquí.

Con un soldado al frente y otro atrás Jack y Aria fueron escoltados por todo el pueblo sin separase de ellos en
ningún momento. Pasando por las casas y calles nadie podía evitar mirar aquel pequeño desfile peculiar donde
más resaltaba la alta y pelirroja mujer. Otros soldados hicieron breves apariciones para preguntar sobre los dos
extraños y los soldados escolta les susurraban la situación. Esto último hacían sentir un poco nerviosos a Jack
pero Aria estaba ahí con una sonrisa dibujada en su rostro, contenta para mayor confusión del joven herrero. Al
cabo de unos minutos caminando llegaron a a una panadería al frente del centro del pueblo.

—Ve a dentro Jack y pide un pan de roca—Dijo Aria al joven.

—Entendido—Responde Jack diligentemente tomando algo de dinero que le dio Aria antes de entrar.

Cuando la mujer quedó sola afuera los dos soldados se le acercaron un poco más.

—Disculpe señora…

—Señorita, señor—Responde Aria.

—Disculpe, señorita, ¿De casualidad podría respondernos otras preguntas? —Dijo el soldado.

—Claro no hay problema.

— ¿De dónde sacó esa armadura y espada?

Durante unos segundos la pelirroja se quedó en silencio pero como si ya le hubieran hecho la misma pregunta
muchas veces supo que responder.
—Como dije soy una mercenaria. Gano lo suficiente como para costearme esto—Dice Aria tocando su
armadura—. Pero como puede notar es algo sencillo, cota de malla y armadura de bronce.

El hombre la observó detenidamente mientras hablaba pero no podía evitar apartar su mirada en aquellos ojos
amarillos hasta que su compañero le dio un leve golpe sacándolo del trance.

—Ummm si, entiendo, señorita.

Jack salió de la tienda con un pequeño saco cargado de panes, casi todos normales y uno de roca.

—Listo con esto creo que tenemos para hoy y mañana—Dice el joven.

—Perfecto, ahora creo que pensándolo bien, algo de carne para hoy no vendría mal—Responde Aria.

— ¡Sí!

Al fin algo delicioso para el joven, de solo pensar en un trozo de carne asado ya se le podía hacer agua a la
boca después de estos dos días difíciles donde lo único ha sido esas tiras de carne de Belhor. Fueron escoltados
hasta al otro lado de la plaza donde había una taberna. Al llegar la joven quiso ser quien entrara pero ambos
soldados pusieron sus lanzas evitándole el paso. Ante esto la pelirroja como si nada entregó su espada a las
manos del joven herrero y así la dejaron entrar sola.

—«Mientras más la veo más me estoy confundiendo» Pensó Jack viendo la actitud de Aria.

—«Maldición, ni la gente de aquí es tan obediente» Pensó uno de los soldados.

Cuando salió al cabo de unos minutos Aria traía consigo un enorme saco que se escuchaba en el los sonidos
de una gran cantidad de botellas. Además de que también traía una botella en la boca que iba bebiendo sin las
manos, sosteniéndola con los dientes.

— ¿Necesitas ayuda? —Preguntó el joven.

—Ten—Responde Aria dejando caer encima del joven el saco aplastándolo contra el suelo—.uy, mejor lleva tú
las pequeñas—Dice Aria quitándole el saco de botellas al joven.
Ya con todo lo que necesitaban ambos estaba a punto de ser escoltados para irse del pueblo pero en ese
momento escucharon los gritos de la gente. Observaron a quienes gritaban y estaban esto mirando el cielo. Era
la llegada de una efigie mujer que aterrizó sobre el centro de la plaza. Más pronto que tarde mucha gente
empezó a rodear a la efigie.

— ¿Y eso? —Preguntó el joven herrero extrañado de la situación.

Donde Jack vivía era raro ver a una efigie llegar de manera tan casual. Generalmente llegaban era al lugar donde vivía
el señor del poblado para entregar cartas o cosas del Rey, mientras que aquí esta efigie llegó como si fuera una especie
de héroe.

—Es algo complicado. Por tu reacción he de suponer que eres más del centro que de la frontera—Dijo uno de
los soldados que los escolta.

La gente empezó a hacer un huevo en medio del tumulto formado alrededor de la efigie por donde fue
pasando el señor del poblado. La efigie sacó de entre su mochila un gran libro muy parecido al que Aria le había
robado a Eduard y se lo entregó al señor.

—Este bestiario es un manual de cómo lidiar con las criaturas de Ulfar. Una muestra del apoyo del Gran Reino
de Ulfar a su vecino—Dijo la efigie en un tono muy cordial y mesurado.

—Para nosotros es un placer recibir su ayuda. Se lo haremos recibir al Rey, las buenas acciones del Rey de
Ulfar no pasaran por alto—Responde el señor del pueblo.

Habiendo entregado el bestiario la efigie extiende sus alas y se va volando del lugar. Con libro en mano el señor del
pueblo se va junto a sus guardaespaldas como toda la gente del lugar; algunos de ellos decepcionados esperando algo
diferentes pero quedando ahora más en calma. El señor del pueblo vio enseguida algo peculiar a la distancia, dos de sus
soldados y una gran figura más grande que ellos dos. Enfocó su vista y no pudo dar crédito a lo que veía. Sonriente se
fue acercando al grupo y dejó el libro con uno de sus vasallos.

— ¡Oh maravilloso! ¡Un mercenario! —Dijo en un tono cordial.

Aria se le quedó observando atentamente de manera seria. El cambio de actitud puso en alerta a Jack, verla
así solo le causaba mala espina.
—Señorita mercenario, ¿Podría hacerme un pequeño favor? —Dijo el viejo juntando sus manos.

—Bueno, fuiste educado diciéndome señorita—Responde Aria

— ¿De casualidad no está buscando un trabajo por aquí?

El viejo señor intento pronunciar algo pero su garganta no era capaz de hacerlo, algo se lo impedía. Aria se
dio cuenta de eso y también intento lo mismo, ambos trataban de pronunciar una simple palabra que eran
incapaces de soltar en medio del público. De esa manera las cosas quedaron claras entre ellos dos, disimulando
bien que nada estaba pasando

—Discúlpeme pero no estoy libre ahora, ya estoy en un trabajo ahora mismo—Responde Aria.

—Oh… entiendo. Bueno, no hay problema, le diré a Ce… Ce… olvídelo. Que tengan un buen día., señorita.

Ambos grupos se van separando, el señor del pueblo con sus escoltas y vasallos y Aria con Jack junto a los
escoltas para salir del pueblo. En eso uno de los guardaespaldas se acerca a su señor un poco confundido.

— ¿Para que necesitaba una mujer caballero? Eh, viejo mañoso—Dijo entre risas el guardaespaldas.

—No no. Era por temas de seguridad… ¿Has visto la falta de gente aquí? ¡Solo tenemos soldados en servicio y
ningún caballero de ningún rango! —Responde bastante frustrado el señor del pueblo.

—Oh, eso. Disculpe mi atrevimiento—Dice algo apenado el guardaespaldas.

—Y se veía fuerte a pesar de ser mujer. Y bueno, algo me confirmó su valia.

— ¿Cómo? Señor.

—Je, no llegas a esta edad… —Dice el señor del pueblo viendo recostado a una pared por donde pasan varios
campesinos a Celare, cruzando sus miradas unos momentos en lo que el señor voltea a otro lado—.Sin saber
ciertas cosas de la gente.

Despidiéndose del dúo los soldados se retiran una vez viendo que Aria y Jack están ya a varios metros
yéndose del poblado. Estos dos cargados con nuevos suministros, en especial botellas que solo la pelirroja
tomará, van emprendiendo su camino trazado. Pero en ese momento algo ocurre, ven que la mujer efigie de
hace rato regresa volando violentamente causando una nube de polvo a paso, gritándoles algo que no pudieron
escuchar ya que ella se dirigía a toda prisa al poblado.

— ¿Qué fue eso? —Se preguntó el joven quitándose el polvo que se había metido en sus ojos.
—Esto no creo que sea nada bueno… oh, vaya.

Viendo a la lejanía pudieron ver algo escalofriante. Un gran número de Alcrodos estaban viniendo en
dirección al pueblo. Distribuidos como las casillas negras de un tablero de ajedrez. Antes de siquiera llegar a
pensar en esa comparación Aria incitó al joven de que se fueran del lugar lo antes posible.

—No… ¡NO! —Exclamo el joven quedándose parado en el lugar.

No era una parálisis por el miedo sino en saber qué hacer. El joven herrero sabia ya como lidiar con esas
criaturas o al menos explicarlo. Recordando que este poblado apenas había recibido su bestiario y el como ellos
le habían robado a Eduard uno idéntico.

— ¿Acaso… era para esto? ¿DEJAMOS A UN LUGAR SIN LA POSIBILIDAD DE DEFENDERSE? —Dijo
en voz alta el joven debatiendo si debía huir o ayudar a esta gente, sintiendo culpa de las posibles implicaciones
de tener ellos un bestiario.

Viendo al joven en un conflicto moral Aria coloca su espada en la espalda, pone sobre su hombro el saco
lleno de botellas con alcohol sobre su hombro y con el único brazo libre va y agarra al joven llevándolo sobre su
hombro libre.

—Nos vamos—Dijo Aria llevándose el joven.

— ¡NO PODEMOS! El… el libro…

—Si… ¿Sabes? Acabo de descubrir que eres rápido pensando pero tampoco muy listo. Eso va a ser un
problema.

— ¡PERO DEBEMOS! —Responde el joven pataleando

— ¿Debemos? No soy un caballero, Jack, y nos le debemos nada a esta gente. Ya tienen el libro, que lo usen,
peleen, corran o escondan. Eso no es nuestro problema.

En su desesperación Jack solo pudo observar cómo se iban alejando del lugar, sin poder liberarse del agarre
de Aria por más que lo intentara. El ejército de Alcrodos iba llegando al poblado y la gente empezaba a gritar.
Fue ahí cuando el joven herrero se dio cuenta de una cosa, las criaturas estaban viniendo en una dirección muy
cercana por donde ellos habían venido.
—¡Emilia y Romelia! —Gritó Jack.

La pelirroja se dio media vuelta para al escucharlas las palabras del joven, al no ver a nadie se dio cuenta de
lo mismo que Jack.

—No creo que…

— ¡¿Y SI?!

Con un profundo suspiro la pelirroja puso a Jack en el suelo y todos los cacos. Rápidamente Jack sacó las
antorchas para encenderla en lo que por su lado Aria estaba quitando su pechera al mismo tiempo que se bebía
algunas botellas de alcohol.

— ¿Me puedes ayudar? —Preguntó el joven tratando de encender las antorchas pero el viento no le dejaba.

—Estoy ayudando—Responde Aria para segundos después tomarse otra botella.

Fue soplando la débil braza de las antorchas para que ganaran fuerza. Mientras lo hacía pudo ver con sus
propios ojos como poco a poco el busto de la pelirroja fue creciendo hasta tomar el tamaño del día anterior.

—Ahhh…

Ya con ese tamaño Aria dejó de beber, se puso de pie y tomó su espada.

—Tú quédate aquí y cuida el saco importante, yo me encargo de rescatar a esas dos—Dijo Aria empezando a
irse.

— ¡Ten, llévate una! —Responde Jack haciendo caso al plan y ofreciéndole a aria una de las dos antorchas.

—No hace falta, déjala unos metros al frente para ver si eso evita que se te acerquen en primera instancia, no
dudes en correr—Responde Aria yéndose del lugar.

La pelirroja empezó a correr con espada en mano rodeando a una buena distancia al mar de Alcrodos que
estaban llegando. Eran muchos más de los que habían visto en primer momento.
—«Mierda… ni queriendo habría podido ayudarlos de todas formas. Igualmente con quienes estoy en deuda
son…» Pensaba Aria.

Al cabo de un minuto logró llegar hasta la cabaña cerca del bosque, ahí pudo apreciar como Alcrodos
estaban pegados a las paredes de madera tratando de atravesarlas. El crujir de la madera era enorme y podía
escuchar los gritos de las mujeres adentro implorando por ayuda.

—Bueno, al menos se escucha que están vivas las dos—Dijo Aria mientras analizaba la situación. «No les
puedo encender fuego, quemaría la casa entera con ellas adentro en segundos» Pensó por unos segundos
recordando su primer encuentro con los Alcrodos, «En fin, si sale mal al menos lo intenté».

Extendió su espada inclinándola al suelo. De su boca empeño a verter el líquido incendiario por toda la hoja
empapándola completamente. Sacó de sus bolsillos unas piedras negras las cuales chocó entre si generando una
gran cantidad de chispas que encendieron en fuego violentamente la espada.

Con espada en mano la pelirroja se acercó a los Alcrodos quienes reaccionaron lanzándole sus hileras de
material para atraparla, siendo derretidas fácilmente por el calor del fuego de la espada. Así fue cortando cada
intento de engancharla hasta llegar a una distancia segura de la masa negra flotante, rozando la punta de su
espada contra la superficie del Alcrodos, haciendo que se despegara de la pared intentando huir al sentir un
tercio de su cuerpo encendido.

—Eso fue fácil—Dijo Aria mirando al Alcrodos huir.

Sin dejar un trabajo a medias y viendo que el fuego en la criatura se había apagado al cabo de unos segundos
disparó de su boca un chorro débil del líquido rosado incendiario bañando a la criatura. Volvió a acercarse y
rozó a la criatura. Ahora si esta ardía como una gran fogata cayendo al suelo mientras se derretía, emitiendo un
sonido de viento en desesperación. Lo último hizo que todos los Alcrodos alrededor empezaran a huir.

—Oh no, no no no, esta es mi venganza—Exclamo la gigante pelirroja yendo detrás de los Alcrodos.

Como una lluvia tirada por una fuente Aria lanza un chorro del líquido al aire, rozando su espada en el cauce
lo encendió y la lluvia de torno a un fuego que devoró a los Alcrodos hasta volverlos nada. De repente ve como
algo sale de entre el bosque y este no es otra sino otro Alcrodos pero este era enorme, una esfera negra de 5 de
altura. La pelirroja sin parar concentró todo su chorro a la criatura mientras cautelosamente retrocedía. Poco a
poco su pecho se fue reduciendo hasta el tamaño natural. Una vez el Alcrodos gigante cayó al suelo como una
masa negra con capa de fuego encima Aria se detuvo.
—Al… fin… —Exclama Aria para segundos después recobrar el aliento.

No era fácil para ella hacer esto, el vomitar tanto líquido por un tiempo prolongado le lastimaba por dentro.
Tomando su segundo aire la pelirroja quiso darse la vuelta pero más Alcrodos emergieron del bosque. Usando
de nuevo su habilidad creó un muro de fuego alrededor del lugar donde podía alcanzar con la finalidad de
espantar a las criaturas y no gastar tanto alcohol de su cuerpo.

—Ya al demonio la sutiliza—Dijo Aria yendo a la casa de las mujeres.

Cuando por fin puso un pie en la madera de la entrada y sin perder tiempo pateo duro la puerta de la casa,
arrancándola de golpe y entrando al lugar. Ahí pudo ver a las dos mujeres asustadas viéndola a ella, un ser
iluminado por la luz de la entrada en medio de la oscura casa, portando una espada envuelta en fuego; pudieron
darse cuenta de quien se trataba y gritaron más fuerte que antes.

—«Veamos, ¿Cual parece la débil? Supongo que esta» Pensó Aria viendo a Emilia.

Como llevándose un costal de papas Aria tomó a Romelia del suelo y la llevó encima de su hombro, Emilia
se levantó al ver a su pareja siendo secuestrada he intentó todo lo posible: Jalar a Romelia, golpea a Aria o tratar
de bloquear su paso en la puerta pero la pelirroja le apartó con solo caminar hacia adelante. Por su lado Romelia
por más que lo intentara no se podía liberar, incluso dándole golpes directos al rostros de Aria quien ni se
inmutaba, doliéndole los puños después de unos cuantos puñetazos. Cuando estuvieron afuera vieron todo el
caos que había afuera, todo el fuego alrededor del lugar que se iba apagando.

—Tienen suerte de que el pasto sea verde, no llegara a su casa—Dijo Aria

Al cabo de unos minutos las dos mujeres dejaron de oponer resistencia al ver que la gigante espantaba a las
criaturas. Así fue hasta que llegaron a las cercanías del poblado en otro lugar lejos donde había dejado a Jack.
Justo en ese lugar dejó a las dos mujeres sin decirles nada pero Romelia estaba extrañada con la actitud de Aria.

—Por qué… ¿Por qué nos ayudaste? —Preguntó Romelia.

Aria se detuvo y les habló dándoles la espalda.


—No me gusta deberle nada a nadie. Ya están seguras, supongo, nomás no se queden dormidas y corran al ver
esas cosas—Responde Aria en un tono frio.

— ¿Deberte algo? —Preguntó confundida Emilia.

—El joven, le dieron posada. Claro, de haber intentado algo raro las habría matado pero fueron buenas
personas. Tómenlo como “Hacerme el favor de no molestarme” de más—Dijo en un tono cínico lo último.

—… nos odias, ¿Verdad? —Preguntó Romelia a pesar de saber la respuesta.

Escuchando esa pregunta Aria se dio media vuelta.

—Pues claro, las odio, pero matarlas sin una razón es demasiado. Que tengan una feliz vida, señoras—
Responde Aria dándose la vuelta y yéndose del lugar.

Ya con ese asunto resuelto Aria sintió que se quitó un peso de encima al saldar esta deuda. Para ella el deberle
algo a alguien era doloroso y peor si eran el tipo de personas que odia, mujeres que se juntan con mujeres. Al
mismo tiempo pudo recordar todo el miedo e incertidumbre que les causó, regocijándose con una sonrisa
siniestra en su rostro. Poco le duró el gusto pasando cerca del poblado, los gritos de la gente se escuchaban muy
fuertes. Casi que por acto involuntario Aria por unos segundo dobló ligeramente su reacción allí, pero tapó sus
oídos.

—«No escucho nada, no escucho nada, no escucho nada» Repetía en su cabeza mientras entonaba una melodía
a modo de tarareo.

Al llegar donde había dejado a Jack este no estaba, sino Celare sentando encima del saco que tenía el escudo.
La expresión del enmascarado era una burlona.

—Acaso él…

—Sep.

— ¿Él sigue…?

—Sep.

Aria tomo un profundo respiro.


—Ahhhhhh… ¿Cuánto me costara que cuides esto unos minutos? —Preguntó Aria.

—Dos solidos de oro—Responde Celare.

—Ja… Jajaja… ¡JAJAJAJAJA! ¡BIEN! —Exclama la pelirroja dándose media vuelta en dirección al pueblo.

El enmascarado se quedó allí custodiando el escudo viendo como la pelirroja daba pasos furiosos dejando
hoyos en el suelo.

—«Juntar a estos dos fue una decisión muy entretenida» Pensó Celare.

Cuando llegó al pueblo pudo escuchar los gritos con mayor claridad. Cruzo entre las calles matando uno a
uno los Alcrodos que veía hasta llegar al centro del poblado después de uno minutos de peleas breves y huidas.
Ahí en el centro vio a Jack junto a varios soldados peleando contras las criaturas usando improvisadas lanzas
con antorchas pegadas en el extremo donde iría la punta. Parecía que estaban controlando bien la situación pero
de pronto se escuchó un terrible crujido, la madera y piedra rompiéndose y pudieron todos notar muy fácilmente
que lo provocaba, era un Alcrodos gigante de 10 metros. La masiva criatura iba destruyendo la calle y casas
donde iba pasando, con una gran nube de mariposas flotando a su alrededor.

—«Mierda…» Pensó Aria.

Ningún soldado cedió un centímetro a pesar de lo insignificante de sus armas. Parecía que solo eran la
distracción, la gente iba huyendo del lugar como bien podía y algunos ya llevaban sus antorchas. Ante la
multitud el joven herrero se plantó de cara mirando a la colosal criatura aproximándose a unas dos calles de
ellos. Tembloroso, asustado, pero con una determinación que lo materia fijo en el lugar dándole cara a las
circunstancias.

—«Esto fue mala idea…» Pensaba Jack «Pero al menos mucha gente pudo escapar de aquí»

Sin darse cuenta de Aria hasta que esta paso caminando cerca del grupo en dirección al Alcrodos.

— ¡SEÑORITA ALEJESE ESTO ES DEMASIADO! —Gritó el soldado que había escoltado a Jack y Aria
antes.
— ¡ARIA! —Exclamó el joven herero.

Mirando a la colosal criatura Aria fue avanzando preparando su ahora tenue espada envuelta en fuego.
Calculando paso a paso cuanto le podría costar.

—Maldita sea Jack… me costara todo… espero—Dio en voz baja.

Flexionó ligeramente su espalda y unos segundos después vomito un potente chorro de líquido incendiario el
cual encendió con el fuego de su espada. Todos presentes no podían dar crédito a lo que veían. Más arriba en el
cielo estaba la mujer efigie de hace rato, observando atónita la situación.

—Es como los sifones de fuego pero hecho persona—Dijo la mujer efigie admirando el espectáculo de llamas.

El fuego que expulsaba Aria era tremendo, mientras más se acumulaba más ardía con fuerza.
Progresivamente el colosal Alcrodos fue cubierto por las llamas volviéndolo un sol incandescente, el cual las
llamas de su cuerpo se extendieron quemando también varias casas hasta alcanzar un tercio del pueblo. El fuego
era tal que columnas de 3 metros se alzaban en varios lugares. Así duró Aria durante medio minuto hasta que se
detuvo, cayendo al suelo tosiendo y babeando como perro hambriento en el suelo del esfuerzo prolongado.

—Argh… listo… se… acabo… —Decía débilmente Aria.

Con suma violencia el Alcrodos se fue retirando del pueblo y todos los demás Alcrodos que iban llegando se
fueron detrás de él, pegándose a su cuerpo como tratando de apagar las llamas que cubrían a su líder a costa de
sus propias vidas. Cuando todo el alboroto secó todos se aglomeraron alrededor de la pelirroja. Quien al ver a la
gente se limitó a ignorarlos mientras se acercaba al joven herrero.

—«A esto se refería Eduard con escupir fuego» Pensó Jack.

Ya con la gigante pelirroja frente a frente este no supo que decirle, esta se limitó a observarlos de arriba
abajo, notando algunas heridas y raspones en su cuerpo. Ante esto para la sorpresa del joven quien esperaba un
terrible regaño vio como ella sacó de uno de sus bolsillos una tira de carne de Belhor.
—Para tus heridas—Dijo Aria con una inquietante sonrisa.

Con miedo a las represalias el joven herrero se limitó a tomarse la carne. Habiéndola tragado Jack vio como
Aria le seguía sonriendo pero esta vez tenía los ojos cerrados y con las manos hacia atrás, inclinándose un poco
hacia él.

—Perdón por-

Antes de que pudiera terminar de hablar lo siguiente que sintió Jack fue como un puño impactaba contra su
cabeza, como si su mente se hubiera quedado allí congelada y luego caer arrastrada por su cuerpo al suelo. Tan
fuerte fue el golpe que Aria le propinó que el joven rebotó un poco contra el suelo como una pelota. Viendo la
escena los soldados fueron en auxilio de quien en un momento de desesperación les había ayudado pero apenas
se acercaron Aria volteo a verlos con una mirada rabiosa, sintiendo un enorme miedo paralizante peor que el
sentido contra los Alcrodos. Acto seguido la gigante se llevó al joven consigo yéndose finalmente del pueblo.

—… ¿Lo mató? —Se preguntó uno de los soldados aun petrificado del miedo.

—Es lo más seguro… solo mira como rebotó en el suelo, muerte instantánea—Le responde otro soldado al
primero.

—Terrible—Dijo otro soldado.

En lo alto la efigie anotaba todo lo visto en una especie de mini libro. Una vez terminado hecho vuelo
yéndose del lugar. A partir de este momento el pueblo fue abandonado, los Alcrodos volverían al poco tiempo y
eran demasiados y algunos tan grandes que los métodos básicos eran inútiles. Las dos mujeres que vivían afuera
del pueblo fueron rescatadas junto a los demás residentes cerca del poblado restante, se unieron a sus familias
en este desplazamiento de gente al centro del reino fuera de la frontera con Ulfar. Por fin los caballeros hicieron
presencia tratando de frenar el avance delas criaturas quienes no avanzaban persiguiendo a la gente que huía,
cosa que desconcertó incluso a las efigies que venían de Ulfar.

Mucho más tarde ese mismo día, cuando la noche volvió a caer sobre el dúo Jack se empezaba a despertar de
su letargo inducido.

—Ah… argh… mi cabeza…—Decía el joven levantándose y viendo todo borroso—¿Dónde estoy?


Antes de recibir respuesta el joven herrero recibe en sus manos un cuenco con agua el cual bebió al instante
cuando pudo ver un poco mejor. Ya con la sed saciada recibió un plato de madera lleno de comida: Pan, queso,
y una pierna de cerdo asada.

—Vaya, no recuerdo que compraras… cerdo…—Dijo Jack percatándose de un cerdo empalado por la espada de
Aria contra un árbol, siendo asado por una fogata justo abajo.

—No, pero conseguí por ahí uno—Responde la pelirroja.

El joven observó unos segundos a la pelirroja sin decir nada, recordó lo que había pasado y sintió un leve
dolor de cabeza.

—Ay

—Te dolerá el resto del día y mañana. Por ahora toma esto—Dice Aria quitándose el casco.

Le coloca su casco al joven quien aún sigue confundido por la situación apenas despertó

—Me pudiste haber matado… —Dice Jack cabizbajo.

—Sí, pero por algo te di la carne de Belhor. No importa el daño, no podías morir con eso en ese momento pero
será mejor que cuides bien tu cabeza hoy—Responde Aria acercando su dedo y tocando la media cara expuesta
de Jack

— ¡ARGH!

Casi se le cae la comida del plato a Jack pero Aria lograr sostenerle el plato.

—Estarás delicado de la cabeza en lo que la carne te termina de curar, cualquier herida causada durante el
proceso de curación hace que el proceso tarde y hasta ese entonces eres delicado.

—Entonces, ¿Al comerla soy inmortal? —Preguntó curiosos el joven herrero.

—No, solo sobrevives a heridas que te habrían matado, si te partiera en 2 o abriera tu cabeza luego del golpe
morirías. La carne solo te mantiene vivo en las peores circunstancias pero hay un límite.
Ambos comieron mirando la fogata. El joven herrero no podía comer tranquilamente, comía lentamente sin
dejar de pensar en que «Murió» en ese momento, mirando varias veces de reojo a la pelirroja sentada a unos
metros de él. Por su lado Aria estaba devorando el cerdo entero que había cazado, arrancando grandes trozos de
carne del animal de una mordida, haciendo crujir los huesos del cerdo los cuales molía con sus dientes y se
tragaba; esto le provocaba cierto miedo a Jack, sintiendo que era como un conejo al lado de un león. Aquella
sensación de incomodidad era cada vez más grande, la estoica mujer intimidante ahora parecía una bestia que si
quisiera podría acabar con su existencia de varias formas.

—Pensaba que… eras diferente a los demás mercenarios—Dijo Jack.

— ¿Hmp? ¿Cómo diferente?—Responde Jack tragando su comida y viendo al joven.

—Que me tratabas bien a diferencia de cómo eran los otros mercenarios según Celare.

—Oh, eso, ¿Sabes por qué estás conmigo?

—No… ¿Para obtener mi libertad?

— ¿Crees que alguien como nosotros se preocuparía tanto por alguien gratis? JAJAJAJAJA, no.

Sus miradas de cruzaron.

—Eres un simple beneficio, nada más. Llevarte vivo con el saco me dará casi el doble de lo que tendría de
llegar sola. Esto me ayudara mucho—Responde Aria tomando del saco una botella de vino para beber.

— ¿Beneficio?

—Sí, tú no eres el único que quiere ser libre. Yo no tengo a nadi… no tengo la opción de ser un heredar como
tú, debo ser un mercenario para el enmascarado y comprar mi libertad, la cual no es barata.

— ¿Cuánto? —Pregunta el joven intrigado.

—40 solidos, de marfil.

— ¡40 SOLIDOS DE MARFIL! —Gritó sorprendido el joven.

—Vaya que sí, ¿Una puta mierda no? Casi imposible.

Ambos se quedaron en silencio unos minutos y cada quien siguió con lo suyo comiendo. Ante esta revelación
el joven no paraba de pensar en una cifra tan absurda, aun con lo que escuchaba que ganaban los mercenarios de
boca de Celare la cifra le parecía algo exagerado, algo que solo podría tener un noble.
Ya satisfechos cada quien se preparó para dormir una vez Aria apagó el fuego. Cada uno buscó una posición
cómoda, Aria se recostó contra un árbol y el joven herrero puso unas mantas en el suelo y se arropó con varios
de los sacos vacíos, sintiéndose un poco menos presa del frio ero algo inquietaba a Jack.

— ¿Crees que nos ataquen como ayer? —Preguntaba el joven acurrucado.

—Lo dudo, ya apague el fuego y no hay nadie cerca.

— ¿Y si esas cosas vienen…?

—… tranquilo, estaré despierta.

Aun con todo y el miedo que sentía el sueño y cansancio pudieron con el joven, cayendo presa del mundo de
los sueños, quedándose allí roncando. Aria por su lado permanecía despierta, observante a todo a su alrededor,
la más mínima brisa la hacía prepararse ya con las piedras en la manos y aun bebiendo las botellas que
quedaban en el saco. Solo el alcohol en cada sorbo la hacía relajarse mientras afrontaba esta estresante situación
y paranoia. Veía de reojo al joven herrero ahí acurrucado de manera improvisada, recordando brevemente
aquella conversación que tuvo con el tío del joven donde le imploraba protegerlo. No pudo evitar pensar en lo
ocurrido estos días, los peligros que este ha corrido en tan poco tiempo y los daños que adrede ella le ha
causado, según su forma cínica y retorcida de hacer las cosas «Bien». Sintió una mezcla entre lastima y culpa.

—«Es solo un beneficio, nada más» Pensaba mirando al joven—. Es solo un beneficio, nada más—Dijo en voz
muy baja para sí misma, repitiéndose para auto convencerse.

De manera casi como de costumbre volvieron las pisadas en el suelo. Ella olio el ambiente y no detectó nada.
Para su alivio y a su vez molestia eran de nuevo «Ellos» como la noche anterior, reclamando mediante susurros
que por favor se fuera a dormir.

—« ¿Les molestaría ser más pacientes? Ya mañana dormiré para su gusto» Pensaba Aria.

—No…

—No.

— ¡NO!

Todas las voces eran impacientes con la pelirroja, querían que se fuera a dormir para intentar estrangularla ya
que solo en el reino de los sueños tenían cierto poder para dañarla o «Tocarla». Para ella solo era una molesta,
la dureza de su cuerpo hacía difícil que pudieran hacerle algo siquiera con su débil poder, pero este iba
creciendo con el tiempo, a más gente que ella matase había la posibilidad de que el daño a ella fuera mayor.
—«No importa… cuando termine este trabajo estaré mas cerca de mi libertad, ¿No les parece eso mejor que
esperar 100 años?» Pensaba para sí misma viendo las huellas aparecer a su alrededor.

En otro lado la gente del poblado estaba refugiándose en tiendas de campaña, ahora damnificados sin hogar
esperando órdenes del ejército real para ser redistribuidos por el reino. En el centro de las tiendas ardía una
fogata calentando una enorme olla de metal, cada quien iba sacando con un cucharon sopa de la olla para
comer, todos en fila con un plato de madera en sus manos. Los caballeros por fin hicieron acto de presencia y
hacían sentir seguros a estas pobres personas en medio de su pesar.

Cerca de la fogata estaba la efigie mujer hablando con un caballero de piel negra, con cabellos grises y un
parche en el ojo derecho. Un soldado con un plato de sopa se sentó junto a ellos para comer su sopa y chismear
un poco con su superior.

—Señor Evander, ¿Cuál es el estado de la situación? —Preguntó el joven soldado.

Al estar a su derecha el viejo caballero tuvo que girar su cabeza para ver quien le hablaba.

—Nada del trabajo, joven, solo aquí charlando con la señorita Efigie—Responde el señor caballero.

Ignorando al soldado entrometido la efigie como se le había pedido siguió con el pedido del caballero.

—La situación se puso difícil y traté de ayudar a tus soldados pero me fue imposible—Dice la efigie.

— ¿Por qué? —Preguntó el caballero.

—Las mariposas, si me tocasen caería dormida al suelo y seria presa fácil si me partiera algún hueso de las alas.

—Ummm ya, entiendo. Continúa con lo que me contabas—Dijo el caballero intrigado.

—Entonces llegó un joven que había visto de reojo minutos antes de la tragedia, este ayudó a los soldados con
instrucciones sobre la debilidad de los Alcrodos.

—El fuego.

—Sí. Ayudó muy bien a que la mayoría se concentrara en sacar a los habitantes del pueblo en vez de morir
inútilmente contra las criaturas.

—Lo cual es muy de agradecer, sin saber la debilidad de estas cosas suena a que es imposible ganarles, son
prácticamente invencibles a no ser que se usen métodos muy extremos—Añade el caballero.
—En efecto.

—Continua.

Sin darse cuenta de nada junto a ellos sentado sobre el aire estaba Celare, expectante y escuchando
atentamente la conversación que ocurría con bastante curiosidad.

—Y llegó la mujer en armadura que le describí al inicio. No sé cómo, y crea mis palabras además hay testigos
que son sus hombres, ella escupió fuego—Dijo con asombro la efigie.

— ¿Fuego? ¿Escupió fuego? ¿Estas segura de eso?—Preguntó escéptico el caballero.

— ¡Lo juro en nombre del Reino Armanquis! ¡La mujer escupió llamas que consumieron al Alcrodos el cual se
me olvidó mencionar que uno gigantesco, y que consumió en fuego en el proceso a un tercio del pueblo! —
Exclamaba la efigie levantando una pata al aire y poniendo la otra sobre su pecho.

—Tranquila señorita efigie, no pongo en duda sus palabras solo quiero que me cuenta los detalles bien, ¿Eso es
todo?

—Sí, sería lo más relevante, después de lo dicho la mujer se llevó al joven consigo luego de golpearlo dejándolo
tendido en el suelo.

—Hmm, es suficiente. Muchas gracias por brindarme de su tiempo señorita efigie, vaya con cuidado—
Responde con una sonrisa el caballero entregándole unos pocos solidos de plata.

—Un gusto servirle gran caballero.

La efigie una vez recibió su pago por la información extendió sus alas y se fue volando del lugar de regreso al
otro lado de la frontera. El soldado que ya se había comido su plato de sopa se acercó tímidamente a su
superior.

— ¿Hacia falta preguntarle a ella señor Evander? Todos nosotros le dijimos lo mismo—Dijo el soldado al ver
un gasto innecesario de solidos de plata así fueran pocos.

El caballero se levantó de su asiendo, ante la luz del anillo en el cielo brillaba su pulcra he impoluta armadura
plateada.

—Solo trato de confirmar bien la información, soldado. No llegas a este puesto quedándote con la primera
persona que interrogas.
—S-SI, señor.

Evander vio a la lejanía un pequeño punto negro en el horizonte, era todo lo que se alcanzaba a ver del pueblo
para en mitad de la noche. Las criaturas parecían no venir hasta la gente sino dirigirse en una dirección en
concreto, la misma que algunos vieron irse a la gran pelirroja.

— ¡Soldados! —Exclamó Evander.

Como si sus vidas dependieran de ello todos los soldados y caballeros se reunieron alrededor de Evander.
Incluso entre caballeros le guardaban un enorme respeto, no era ni más ni menos que un caballero de elite para
todos ellos. Esperando a que el viejo hombre les diera una orden que acatarían sin protestar.

—Cuiden de esta gente y sigan las instrucciones. Si ven que más criaturas no se acercan regrésenlos y empiecen
con la reconstrucción, si no es el caso llévenlos a la capital, algo se podrá hacer con ellos. Por mi parte me iré en
busca de una cosa—Dijo Evander para luego irse caminando.

Sin preguntarle a donde iba o lo que haría hicieron caso total a sus órdenes. De esa forma el viejo caballero
de elite marchó en busca de un objetivo. Ya de camino siguiendo el rastro dejado por los Alcrodos sacó un
pergamino de este su armadura, al desplegarlo contenía una ilustración tenuemente alumbrada por la luz de la
luna y el anillo, no era otra cosa sino una pintura de una gigante pelirroja con un montón de cadáveres de
caballeros a sus pies, una expresión monstruosa donde resaltaban sus ojos amarillos.

—Así que por fin se tu nombre al menos—Dijo para luego enrollar y guardar el pergamino—Aria.

Las horas pasaron volando para algunos y para otros pareció una eternidad. Jack se despertó un poco
adolorido por como durmió pero no era algo que le durase tanto después de unos estiramientos. Al despertarse
completamente y ver a su alrededor notó que Aria ya estaba despierta, pero en realidad no había dormido en
absoluto, delatándose completamente en unas visibles ojeras en sus ojos.

— ¿No dormiste ayer? —Preguntó el joven preocupado.

— ¿Sueño? ¿Qué es eso? —Responde Aria en un tono sarcástico.

—Jaja… oye… lo siento por lo de ayer.


Se podía ver una expresión de vergüenza en el joven herrero.

—Me diste una orden y no te hice caso, pero, pero, no podía quedarme ahí sentado escuchando sus gritos…

La gigante pelirroja alzó la cabeza y miró al joven.

—Dame mi casco y vámonos. Si nos apresuramos llegaremos en la noche al siguiente poblado—Responde Aria
sin responderle nada al joven evitando el tema

—Entiendo… ten—Responde el joven quitándose el casco de Aria.

Dándose golpecitos en la cabeza el joven pudo cerciorarse que su cabeza ya no le dolía en absoluto. Ambos
tomaron todas las cosas y se dispusieron en seguir adelante por la ruta que señalaba el mapa. Parecía que donde
fueran solo estaría un tiempo muy corto y donde sí podrían reposar tranquilamente seria en los puntos de
encuentro del mapa. Siempre y cuando no ocurra el mismo problema o similar como en el primer pueblo pensó
cada quien.

Unas pocas horas pasaron y era ya medio día con el sol resplandeciente quemándolos con su ardiente fulgor
celestial. Así como también los anillos adornando el cielo despejado como líneas de una brocha dejadas en un
lienzo. Durante este tiempo ninguno se habló al otro, el silencio entre ellos ahora era más profundo que antes, y
quien sabe que tan abismal se haría si las cosas seguían como hasta ahora pensaba cada uno en su mente desde
su perspectiva.

—«Esto es problemático, Jack solo hace las cosas más complicadas de lo que deberían. Y ahora están estas
cosas que por suerte solo nos hemos topado con una de ellas» Pensaba Aria mirando de reojo al joven sin que
este se diera cuenta.

—«Me puede terminar matando ella o los problemas en las que me meto…» Pensaba Jack mirando al suelo
mientras caminaba siguiendo los pasos de Aria.

Sin darse cuenta el joven puso un pie en la boca de un pozo abandonado, por poco cae pero la pelirroja lo
sostiene unos segundos en el aire por la ropa haciendo que siga derecho pasando el pozo. Unos metros mas
adelante el joven se detuvo.

—… Siento causarte tantos problemas… —Dijo el joven triste.


Aria se inclinó un poco ante el joven.

—No te lamentes, hay que seguir—Dijo Aria.

Siguieron en su silencio, Jack ahora parecía más decaído que nunca y Aria no podía evitar sentir lastima,
culpa y empatía al verlo. Podía comprender muy bien esos sentimientos pero no sabía que palabras decirle al
joven. No se sentía la más apta para subirle los ánimos, no sabiendo las cosas que le ha provocado y sabe lo que
es sentir desconfianza de quien te hace daño.

—«Quizás algo de confianza ayude… no importa si le digo esto, de todos modos no lo volveré a ver después de
esto y dudo que hable abiertamente de mi» Pensaba Aria detenidamente antes de sacar un tema de
conversación—. Así queee… ¿Quieres saber lo de mi fuego?

La curiosidad del joven emergió ahogando un poco sus penas, intrigado por esta peculiaridad de la gigante
que nunca había visto a nada o nadie.

—Sí, claro—Responde un poco menos decaído el joven herrero.

—Bien, descansemos un momento—Responde Aria.

Se detienen a la orilla de un riachuelo para escuchar lo que Aria le tiene por decir. Esto les sentó bien a
ambos, por un lado ella tenía unas ojeras visibles y una cara de cansancio mientras que Jack se le notaba
decaído pero de otra forma más emocional.

— ¿Ves esto? —Dijo Aria sacando del saco una de las botellas de alcohol.

—Sí.

—Es lo que me da vitalidad—Responde Aria tomando en un segundo todo el contenido de la botella—. Y me


da el poder de hacer esto.

Inclinando un poco su cabeza en dirección al suelo Aria dejó caer cierta cantidad de líquido el cual fue
absorbido por la tierra. Para Jack no fue la gran cosa pero le llamó la atención aquel peculiar color que tenía el
líquido, era un rosa oscuro similar al ropaje de algunos comerciantes y nobles, algo que sencillamente no era el
contenido amarillo normal de la botella que vio beberse.
—No es fuego en principio pero, arde mucho—Dice Aria.

De entre sus bolsillos la pelirroja sacó sus piedras para crear chispas, Jack al verla reconoció estas como
rocas usadas pare encender hogueras. Apenas Aria chocó las piedras y las chispas generadas tocaron el suelo
donde se había mojado con el líquido ardió una pequeña columna de fuego.

—Vaya, esto, explica como ardía con tanta violencia—Expresó Jack un poco maravillado.

A pesar de la revelación el joven seguía decaído, el dato le parecía de lo más interesante pero esto comparado
a las situaciones vividas antes solo era una explicación de algo que consideró una exageración. Al percatarse de
esto Aria se dio cuenta que la situación con el joven herrero era peor de lo que pensaba.

—«No es suficiente… espera, quizás esto sirva…» Pensó Aria.

Una a una fue sacando todas las botellas del alcohol dejándolas a sus pies. El joven pensó que la pelirroja le
iba a ofrecer alguna y apenas quiso agarrar una botella ella le golpeo suavemente las manos, cual madre
regañando a un niño pequeño.

—Hey, son mías, no tocar—Dijo Aria.

—Vale vale—Responde Jack poniéndose a la defensiva levantando las manos.

Entonces la pelirroja se fue quitando le pechera, Jack no terminaba de captar lo que iba pasar cuando Aria se
fue quitando también la cota de malla, dejando expuestos sus pechos. Fue una sorpresa muy grande para el
joven herrero, pero su mente profesional casi de forma intrusiva se puso por encima de todo pensamiento.

—«Espera, ¿No está usando nada debajo de la cota de malla? ¿Tiene todo el tiempo su piel expuesta rozando
con los anillos?» Pensaba Jack.

—«Je… quizás esto le levante el ánimo u ocupe su mente en otra cosa » Pensó Aria viendo al joven
impresionado—. Ahora bien, presta mucha atención—Dijo Aria.
Con ambas manos fue tomando y bebiendo en segundos de a dos botellas. Frente a Jack aquellos senos
fueron poco a poco creciendo hasta que Aria dejó de beber. Un vez terminado se volvió a colocar la cota de
malla encima. Jack notó que la cota era más larga de lo normal.

—«Más largo para que no le apriete el pecho y cuando no lo dobla dentro de su ropa, ingenioso» Pensó el joven
concentrado en este detalle.

—Veras, crecen según voy bebiendo.

— ¿Pero dónde va todo lo demás? No puede caber ahí todo lo que le lanzaste al Alcrodos.

—…

La reacción del joven la dejó un poco desconcertada, no había lujuria en él o algo referente a sus tetas como
si fuera lo más casual y preguntara por lo demás.

—En mi estómago y resto de mi cuerpo, mi busto es solo indicativo de que estoy cerca del límite—Responde
Aria.

— ¿Qué eres exactamente? Nunca había oído de una raza similar.

—Ni idea

—… ¿No te duelen los anillos de la cota de malla? —Preguntó el joven.

—¿Deben doler?

—… vale… entiendo…

Con más dudas que respuestas en su cabeza Jack no paraba de dar vueltas al asunto. Cuando se fueron del
riachuelo Aria estaba tranquila viendo a Jack más pensativo y reflexivo que deprimente, cosa que para ella era
suficiente. Celebrando esta buena acción terminado de beber todas las botellas que quedaban en las siguientes
horas.

Al caer la noche tuvieron que escalar una pequeña pendiente inclinada. El pueblo al que debían llegar esta
esta vez ubicado en una meseta; un gran pueblo en medio de una llanura elevada con respecto al nivel mar,
rodeado de numerosas quebradas que corren por pequeños cañones que terminan en el cauce de ríos por la zona.
Un aire fresco y frio que hacia gusto comparado al calor normal del día. Mientras subían notaron que no eran
los únicos, había gente subiendo por el lugar, dándose cuenta que eran otros mercenarios.

—Parece que perdimos nuestra ventaja de tiempo desde aquella noche—Dijo Aria.
—Lo siento—Dice Jack.

—No te disculpes.

Aria seguía adelante sin mirar atrás pero Jack iba un poco más rezagado detrás de ella, no pudiendo evitar
mirar a los mercenarios alrededor y detrás de ellos que venían llegando. Se percató viendo a la distancia la
llegada de un hombre cargando a una mujer, con la visibilidad de la noche pudo darse cuenta de quienes eran,
Edecan, el sujeto amigable con el que había comido pan en el primero poblado y la chica que era su
acompañante, heredera de la libertad como él. No pudo contener su alegría de verlos.

— ¡Hey! ¡EDECAN! —Gritó Jack.

Edecan se percató rápidamente de quienes se trataban, el joven familiar del amigable sujeto que le invitó pan
y bebida. Esbozó una sonrisa y levantando la cabeza a modo de saludo, no pudiendo levantar las manos ya que
cargaba a su ayudante. Aunque al mover su mirada de Jack hacia Aria, quien a pesar de oír su nombre gritado
por el joven no se volteo a verlo, esto puso muy triste al hombre quien ahora miraba solo al suelo frente suyo
mientras iba subiendo.

Dándose cuenta que quizás este muy cansado Jack pensó por un segundo ir a ayudarlo, después de todo era
lo más cercano a un amigable conocido hasta ahora en lo poco que compartieron antes, pero no pudo. Recordó
fugaz un dolor en su cuerpo, lugares donde Aria le había golpeado o atravesado. Esto le hizo desistir de la idea
por miedo a lo que la pelirroja sería capaz de causarle la más mínima molestia. Para su pesar siguió adelante sin
mirar atrás.

Cuando por fin llegaron a los límites del pueblo fueron detenidos por una docena de soldados los cuales
tenían retenidos a la mayoría que había llegado primero. No fue hasta la llegada de Aria y Jack que al
conglomerado de gente vino en su caballo un caballero, distinguible por su indumentaria. Este se puso en frente
de sus subordinados y se dirigió al grupo de mercenarios.

— ¿Que mierda hacen ustedes aquí? ¡Si no quieren problemas váyanse!—Dijo el caballero a través de su yelmo
a todo pulmón.

Indignados los mercenarios le empezaron a gruñir y gritar, estos solo le repetían lo mismo que a sus soldados
desde hace buen rato, que solo querían instalarse una noche en el lugar y cargar suministros. Dejando en claro
sus intenciones pacíficas pero al caballero esto no era suficiente, un gran número de gente armada era algo muy
sospechoso para él y ante todo debían salvaguardar la integridad de la gente del pueblo.

— ¡Les dos 5 minutos para largarse de mi vista!—Exclamó el caballero haciendo que sus soldados se pusieran
en guardia.
Ante tal amenaza los mercenarios se molestaban más y más, todo parecía que terminaría en un inútil
enfrentamiento. No fue hasta que Aria paso de entre los mercenarios y se puso al frente del caballero. Este se
quedó maravillado ante lo que estaba viendo, una mujer acorazada tan alta que incluso superaba su altura
montado a caballo. No hacia otra cosa sino mirarla de arriba abajo examinándola detalladamente.

—Disculpe señor caballero, sé que esto puede resultar un incordio y que es imposible que nos deje entrar al
pueblo—Dijo Aria en un tono dulce.

—Ciertamente, señorita.

—Pero quizás esto le pueda servir. Nosotros venimos escoltando a este grupo de gente, ¿Podría darle posada a
ellos? Si nosotros somos el problema podemos quedarnos aquí afuera esperando hasta mañana.

El caballero se durante varios segundos guardó silencio, observando de nuevo a los mercenarios notando que
aquellos a los que hacia la pelirroja referencia tenían todas las pintas de una persona común, sin ningún arma a
la vista. Los mercenarios viendo esta situación seguían protestando tanto en contra del caballero y de Aria
porque querían entrar. Ya habiendo meditado un poco la propuesta el caballero dio su veredicto.

—Si prometen lo que ella dijo dejaremos a sus acompañantes entrar libremente al lugar, pero deberán no dañar
a nadie que se les acerque y se quedaran en las inmediaciones, ¿Esta claro? —Dijo el caballero.

Antes de siquiera exclamaran sus gritos de disgusto al caballero Aria se dio la vuelta hacia los mercenarios.
Estos al verla quedaron congelados unos segundos en el momento que vieron su rostro, atrapados viendo
fijamente sus amarillos ojos. Sus cuerpos sintieron un miedo instintivo, uno que no habían sentido en un tiempo
sirviendo en este trabajo. Casi como niños regañados por su madre los mercenarios se retiraron del lugar
haciendo caso a todo lo dicho, dejando en el lugar a los herederos de la libertad quienes lentamente fueron
pasando uno a uno al pueblo una vez fueron examinados de arriba abajo.

La pelirroja no se despegó del caballero quien al parecer había quedado encantando por los modales de la
mujer quien ayudó a evitar un derramamiento de sangre. Viendo todo esto a la distancia estaba Jack quien aún
se preguntaba cosas.

—«¿Por qué es tan amigable con los caballeros y soldados? ¿Y los demás se apartaron sin protestarle? Bueno, si
le conocen más que yo protestarle a ella solo hará que te comas su puño» Pensaba Jack.

Justo al lado del joven herrero se paró Edecan junto a su compañera.


—No ha cambiado es nada estos años—Dijo Edecan.

— ¿Qué?

—Oye amigo… ¿podrías ayudarme? —Preguntó débilmente Edecan.

—Claro amigo.

Jack le ayudó bajando a su compañera al suelo, esta mostraba una pierna envuelta en vendas manchadas de
sangre. Preocupado el joven herrero ayudó como pudo y entre los dos la llevaron a ella saltando con una sola
pierna. Justo pasando al lado de Aria y el caballero esta los detuvo.

—H-Hola… Aria—Dijo Edecan.

—Hey Jack, ten esto—Dijo Aria hablándole a Jack he ignorado a Edecan—. Tráeme 40 botellas de lo que sea,
mientras tenga alcohol me sirve—Dice entregándole al joven una bolsa llena de solidos de plata.

Viendo la cruel indiferencia de Aria hacia su amigo Edecan, Jack por un segundo pensó en decir algo
respecto a ello pero prefirió no hacerlo. Lo último que quería era problemas con ella de nuevo.

—Entendido, ¿tu iras con ellos? —Pregunta el joven para luego mirar al grupo de mercenarios.

— ¿Con ellos? No, iré por mi propio lado—Responde Aria.

—Está bien…

Al apartarse Jack, ser examinado junto a la compañera de Edecan, pasaron directo al pueblo. No sin antes
mirar hacia atrás, notando como su amigo miraba a la pelirroja con tristeza para luego irse en dirección hacia los
demás mercenarios. Despertando más dudas sobre qué pasó entre esos dos ya que no cualquiera mostraría esas
emociones después de ver el desprecio que los demás mercenarios sienten hacia ella.

—Argh, mi pie—Dijo la compañera de Edecan.

—Lo siento, me distraje—Responde apenado el joven herrero.

habiendo la mayoría abandonado el lugar solo quedó Aria y el caballero quienes mantenían una conversación
bastante amena.
—Ja, no sabía que una campesina fuera tan habilidosa, ¿Qué llevó a una mujer como tu arriesgarse en algo así?
—Dijo el caballero.

—… Cosas de las vida, un día estas trabajando y en otro ya estas blandiente una espada, no muy diferente a un
soldado reclutado—Responde Aria.

—Si pero… eres una mujer, una muy bonita. Sería una pena que murieras a manos de bandidos con ballesta que
suele haber por ahí afuera—Dice el caballero en un tono triste.

De un momento para otro el caballero se baja de su caballo, se quita el casco y mira a la mujer con sus
propios ojos.

—Eres más alta de lo que pareces. Si fueras hombre te habría tendido la mano para salir de esta vida y unirte a
nosotros, tu familia estaría agradecida—Dice el caballero.

—Gracias…

—Pero… lo único que podría ofrecerte sería algo diferente a eso.

Aria pudo notar de inmediato un brillo en los ojos del hombre, había quedado atrapado mirando sus ojos.
Aquel caballero se había interesado en ella por alguna razón y se le notaban las intenciones fuera de ser
amigable. Ella lo podía sentir, lo podía ver, y más en especial, oler con su nariz. Sintiendo en cada respiración
de Aire junto a él que no era cualquier persona, con solo olerlo podía sentir su brío, lo suave de su cuidado
cabello despeinado, el grosor de su musculatura y cada gota de sudor cayendo en todo momento por su cuerpo
formando así un mapa de tres dimensiones en su mente. Dándose cuenta que aquel hombre era un caballero que
roza un alto rango.

—No sé si… ¿Te gustaría pasar a comer algo en el pueblo? Puedo darte el pase, te ves cansada y todo, también
podrías descansar—Dijo muy amablemente el caballero.

Se quedó ahí mirándolo al caballero, una propuesta como esa es muy tentadora para cualquiera, pero para
Aria era todo un pesar y alegría al mismo tiempo. No podía simplemente aceptar algo como esto en este
momento de su vida.

—Lo siento… no puedo—Responde Aria de manera cortante.

—Oh… entiendo, disculpe de todos modos. Si necesita algo llámeme por mi nombre a los soldados, caballero
Gregory—Responde el caballero.
—Gracias…

—Por cierto, ¿Cómo es tu nombre?

Sin responderle Aria se da la vuelta dejando al caballero solo y triste. Aquella mujer le había despertado
cierta curiosidad y quería conocerla mejor, ahora esa no era una opción. Triste también Gregory se dio la vuelta
al verla irse ya lejos de él. Lamentando aquella oportunidad perdida.

—«Maldición… justo de mi tipo… alta… ¡Y ES LA MAS ALTA QUE HE VISTO NUNCA! Mañana será mi
última oportunidad» Pensó Gregory mientras se acercaba a sus hombres—. Caballeros, requiero de su…
ayuda—Dijo el caballero a sus hombres.

Retirándose con sus compañeros el caballero se fue dejando a los reemplazos nocturnos. A la distancia yacía
Aria recostada contra un tronco podrido y viejo, mirando al caballero irse entrando al pueblo. No pudo hacer
otra cosa sino exhalar un suspiro mirando al cielo nocturno. Se quitó el casco y miró de nuevo el sitio donde
estaba antes, imaginándose que estaba agarrada del hombre y entrando al pueblo. Un sin fin de futuros pasaron
por su mente en los que se veía junto al hombre. Exhalo un suspiro aún más profundo de solo pensar en todo
eso.

—Seria problemático…

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