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Capitulo III

Vienen de la frontera

El sol irradiaba su luz en la tierra de manera benigna, ni muy caluroso ni muy frio. Una campesina cortaba los
cultivos de maíz con su oz y cerca suyo una carreta y caballo. Uno a uno fue cortando y tirando allí con el
animal. No había nada a la vista que no fuera solamente la llanura, con su enorme extensión verde y llena de
vida.

Todo parecía en calma hasta que la campesina vio algo a lo lejos, una figura negra por la distancia que poco
a poco se hacía más nítida. Muy rápidamente noto con temor el brillo del sol reflejado en el metal que tenía
encima la persona. Esto hizo que se escondiera dentro del campo de trigo, esperando que aquello
aproximándose siguiera de largo. Cuando llego la figura se hizo visible a sus ojos, casi como si pasara al lado de
ella. Vio una mujer grande en armadura, cargando varios sacos y lo que parecía un hombre mareado. Noto
enseguida que aquello era una mujer, no solo por sus curvas y largo cabello, sino también por su exuberante
busto el cual se meneaba de lado a lado. La mujer al notad esto último solo sintió un leve dolor de espalda.

Cuando Aria paso corriendo por el pequeño campo de trigo redujo un poco la velocidad, oliendo el aire a su
alrededor cuando vio la carreta con el caballo.

— ¿Vas allí atrás? —Pregunto Aria a Jack.

—No… siento… nada de la cintura No hay nadie o… es una mujer»—Pensó la pelirroja volteando levemente la
cabeza a un lado—Ah... ahhh… Hey, ¿Cómo para abajo—Responde un poco soñoliento el joven herrero.

—Oh no… déjame ver.

La gigante sujeto el saco que llevaba con la boca. Ya con la mano libre procedió a darle una nalgada al joven
herrero.

— ¡AHH! ¿¡Qué MIERDA!? —Exclamo moviendo sus piernas del dolor.

—Buenas noticias aun tienes tus piernas. En fin, haremos parada en unos kilómetros, solo aguanta—Dijo Aria.

Así siguieron un buen rato hasta llegado ya el medio día. Aún seguían en unas extensas llanuras hasta donde
llegaba la vista pero ahora estaban en una zona un tanto diferente, rodeada de numerosos lagos individuales más
pequeños y otros grandes. En mitad de varios de estos Aria fue deteniendo el paso hasta llegar a un suelo verde
y despejado.
—Al fin… —Dijo la pelirroja entre gimoteos del cansancio.

Casi de la misma manera en que una persona despreocupada lanza sus sandalias hacia direcciones aleatorias
Aria hizo lo mismo con los sacos y Jack, arrojándolos al suelo. Cayendo al suelo de espaldas, relajando los
músculos de sus piernas y brazos.

—Ahh… esto sí que me dejo cansada… ahhh—Dice Aria recobrando el aliento.

El joven con sus piernas un poco dormidas y algo adoloridas pudo ponerse de pie.

—Mierda, mujer, eres un maldito caballo—Dijo Jack mientras se acomodaba la espalda.

—Gracias—Responde Aria.

—… —« ¿Y lo toma como un cumplido?» —Pensó Jack—. Bueno, eh… ¿ahora qué?

—Ahora, descansar—Responde Aria estirando sus brazos.

Jack ya reincorporado se dispuso a ordenar los sacos. Vio la espada de Aria y se dispuso a levantarla por
curiosidad. Aquella arma era ciertamente imponente, él ya había hecho algunos modelos de espadas largas antes
pero esta era bastante particular, primero la longitud era una docena de centímetros más larga que la estándar y
su peso era bastante, con su experiencia pudo calcular un estimado de 8 kilogramos. A primera vista pudo intuir
que era un arma hecha a medida para la pelirroja. Después examino la pechera de reojo, una protección hecha
de bronce y con una silueta de pecho femeninos en ella en vez de la típica forma de domo, cosa que le llamo la
atención.

—Disculpe…

Volteo su mirada para preguntarle a Aria sobre la forma de la pechera pero al verla allí noto tranquilamente la
razón, un enrome busto que se alzaba como las montañas sobre la tierra en los alrededores por cómo estaba allí
acostada en el suelo. De una vez sus palabras se cortaron y se puso a pensar “Eso lo explica pero… tampoco
veo que eso pueda caber allí… ¿Qué carajos?”

—Hmm, ¿Pasa algo? —Dice Aria quitándose el casco y alzando un brazo.

—N-Nada, solo estaba ordenando las cosas—Responde Jack disimulando.


—Bien. Ahora que estamos más tranquilos, deberíamos descansar un poco—Propone Aria mientras deja su
casco a un lado.

—Claro—Responde Jack sentándose arriba de una roca que estaba cerca.

Ambos se quedaron varios minutos allí en silencio. Aria parecía estar cómoda con aquella paz pero el joven
herrero se sentía un tanto incómodo. Para distraerse fijo su atención al casco de la pelirroja, apreciando sus
patrones en la parte dorada pero notando algo raro, el casco lucia nuevo, comparado a la pechera y el resto de su
indumentaria.

—Disculpe señorita… ¿Puedo examinar su casco?

Aria se quedó en silencio sin responder pero tomo su casco y lo arrojo a donde estaba Jack quien lo atrapa.
Ya en sus manos el joven examina la pieza de armadura fascinado, el casco estaba totalmente impoluto, solo le
hacía falta una buena pulida y quedaría reluciente. Lo único desgastado o son signos de ello eran las tiras de
cuero, de resto eso le parecía extraño, a lo que el joven acerca la espada de Aria y froto la punta contra el casco.
Repitió esto hasta darse cuenta que no importaba cuando lo raspara no lograba hacerle siquiera un rayón. Esto le
lleno de una gran sorpresa, este casco sin duda tenía la aleación definitiva.

— ¡MARFILIUM! —Exclamo el joven cual niño encontrando un dulce.

Los gritos del joven hicieron que la pelirroja se levantara del suelo casi por reflejo. Como un gato asustado
dando un brinco del suelo y cayendo de pie.

— ¡HEY!

— ¡AH!

La tierra tembló un poco en el momento en que Aria toco el suelo, asustando a Jack quien se le cae el casco
de sus manos.

— ¡No me asustes así! —Exclamó Aria.

—Lo siento, no fue mi intención… —Responde Jack apenado.

— ¿Y que fue ese alboroto? —Pregunta Aria mirando de manera cauta su alrededor por si las dudas.
—Es que, no me esperaba esto—Dice Jack recogiendo del suelo el casco de Aria—. Es muy peculiar, oro y
acero bañados en Marfilium, ¿Dónde lo conseguiste?

Aria se acerca al joven sin decir una palabra y le quita el casco para ponérselo de nuevo.

—Se lo quité a alguien—Responde la pelirroja sentándose en el suelo.

La respuesta desconcertó al joven, dejándolo con más dudas.

—Si tú lo dices…—« ¿Como que por ahí? No te encuentras con una pieza de armadura aleada con Marfilium
así de gratis…» Pensó Jack rascándose la cabeza.

Con miedo a hondar en temas delicados Jack se guardó sus inquietudes para sí mismo. Con hambre empezó
a buscar entre uno de los sacos en donde saco una pieza de pan gris.

— ¡Oh! ¡Pan de roca! —Dice el joven curioso.

— ¿hmp? ¿Ahora el pan?—Pregunta Aria volteándose para ver al joven.

—Bueno, es la primera vez que tengo uno de estos en mis manos.

Aria se quedó en silencio descansando mientras el joven herrero comía. En su mente solo pasaban
pensamientos referentes a Jack, todo le indicaba que él nunca había salido de su pueblo, ya que el pan de roca
suele solo ser comido por viajeros o gente pobre.

—Puagh, argh, ahora entiendo por qué le llaman pan de roca, sabe parecida a una piedra y es duro—Dice Jack
intentando no ahogarse.

—Ni se te ocurra tirar lo que te metiste, será tu comida más confiable así que ve acostumbrándote—Dice Aria
conteniendo el esbozar una sonrisa viendo al joven con el pan.

— ¿No podías pedir algo más tragable? Puagh, creo que se metió algo en mi nariz que carajos.

Sin contener más una sonrisa Aria le dio la espalda al joven quien seguía ahí luchando con ese pan. Algo
había en ese joven que causaba tanta gracia.
El viento se escuchaba por la zona, moviendo el polvo y el pasto a los alrededores. Aria observaba todo a su
alrededor, mirando, oliendo. Pero su cansancio le iba ganando. Estos días fueron un tanto extenuantes física
pero sobre todo mentalmente. Mirando al cielo podía aun sentirlo todo, como si cada día a partir de ahora fuera
el ultimo. Un sentimiento tanto desolador.

—Jack… hazme un favor—Dijo Aria en un tono amable interrumpiendo al joven.

—Sí, dime, señorita—Responde Jack pasándose el pan que tenía en la garganta de golpe.

—Descansare un rato, vigila que nadie venga. Si vez una sombra aproximarse hasta donde llegue tu vista me
despiertas.

—Entendido.

Con el cuerpo que aún le pesaba volvió a echarse boca arriba en el suelo. Jack al verla se seguía degustando
el pan, dejándolo de nuevo en el saco sin mayor problema. Ya con su desayuno el joven se quedó de vigía. Un
buen rato había pasado y hasta casi se asusta al escuchar sonidos raros pero era de Aria quien roncaba, cosa que
se le hizo muy tierna al joven y a la vez un poco aterradora, como ver a un oso dormido el cual daría miedo
molestarlo.

—« ¿Así será todo el viaje?» Pensó el joven entre suspiros de aburrimiento estando allí sentando—«Bueno, al
menos no está muriendo nadie como ayer…»

Recordando lo sucedido ayer Jack se sintió un poco culpable. Si bien fue Aria quien mato a la mujer que los
había atacado, y que ella misma los agredió primero, no podía evitar sentir lastima por toda la situación. El
cómo se sentían las personas del pueblo al ver que alguien mato a una conocida del lugar. Ese sentimiento le
hizo sentir su pecho apretado.

Para distraerse el joven de manera sigilosa se marchó del lugar hasta un estanque cercano a pocos metros de
donde estaban, siempre vigilantes a sus alrededores. Al llegar se inclinó en la orilla y se mojó la cara para
quitarse el sudor y suicidad. De manera repetida lo hizo hasta que por fin se sentía “Limpio” de sus
pensamientos. Ignorando lo más que pudiera todo lo relacionado ayer en la noche.

—… Tío…—Susurro el joven—. Espero no te haya pasado nada. Solo espérame. Tú también, Amelia, no sabes
dónde estoy ni lo que hago pero volveré.

Ya un poco más centrado el joven se distrae viendo el lago detenidamente. Dándose cuenta de algo peculiar,
había muchos huesos debajo de las aguas más claras del estanque. Sacando uno de ellos nota que este aun esta
algo baboso, he identifica fácilmente el animal.
—« ¿Huesos de jabalí? » Piensa mirando a sus alrededores. «No veo granjas cerca o algo, ¿Quién o que vendría
a tirar huesos en una laguna? Son muchos»

Sin prestarle mucha atención Jack se detuvo para admirar algo bello a la distancia. Mariposas, docenas de
ellas volandas en los alrededores. Todas de un color naranja en sus alas. La escena hizo que el joven distrajera
un poco su mente de los problemas por un momento. Sentándose a las orillas del pequeño lago.

Por su parte Aria estaba acostada con los ojos cerrados descansando. Constantemente tomando profundas
respiraciones con su nariz, detectando solamente a Jack cuya presencia y olor sentía era distinguible.

—«Maldita sea… no puedo olvidar sus palabras» Pensó la pelirroja recordando la voz del viejo Alexander.
Abrió los ojos y giro su cabeza a un lado en dirección a Jack, viéndolo sentado junto al lago dándole la espalda.
«No importa, viejo, de todos modos mantenerlo vivo es un beneficio tan absurdamente bueno que una promesa
está de más»

Recordando al tío de Jack también los demás sucesos de anoche. La misión y como horas antes había matado
a una anciana fueron lo que más resonaba en su cabeza.

—«Tal vez… sea más fácil de lo que parece, he cuidado de gente antes… esto será fácil pero… Celare…
¿Dónde está la trampa? ¿La sorpresa?» Pensó y abrió los ojos mirando al cielo azula adornado por las nubes,
alzo su mano para tapar la luz del sol y se quedó observándola, recordando la sensación de romperle el cuello a
la anciana el día anterior «Esa anciana… ¿Me habrá confundido con alguien? ¿Por qué nos atacó? Creí que era
una simple bandida pero tuve mis dudas cuando no sentí a nadie además del joven cerca. Nadie mandaría a una
mujer sola de ser el caso y menos a confrontación directa» Cierra su puño lentamente recordando de manera
más nítida el sonido y la sensación «Maldita sea… debí dejarla inconsciente nada más…»

Dándose cuenta de este nuevo error Aria cerró sus ojos y siguió descansando. Sabía que el camino seria largo
y debía recuperar sus fuerzas pronto. A diferencia de Jack quien había dormido un poco durante el recorrido en
su espalda ella aún seguía despierta, cansada mas por el trote que por falta de sueño. Resintiendo aun el dolor en
su garganta de la flecha que había recibido allí.

El joven herrero seguía contemplando el lago ahora más calmado pero aun pensativo. Solo aquel extraño
espectáculo de mariposas lograba distraerlo. Fugazmente recordó la flecha que le habían clavado el día anterior
en su hombro. Moviéndolo un poco no sintió nada, la carne de Belhor que Aria le había dado curo
completamente la herida.
—«Con que así se siente que te claven una flecha» Pensó Jack tratando de recordar cuantas flechas ha hecho en
su vida. « ¿A cuántos he matado indirectamente con mi trabajo? Seria gracioso que sea una de las mías»—Jaja,
sería un buen remate—Dice sosteniendo luego una breve pausa y volviendo a sus pensamientos.

El viento sopla moviendo un poco de polvo en la tierra. Jack alza la mirada y ve algo que acaba de llegar al
lugar. A docenas de metros sobre el suelo estaba volando en círculos una Efigie. Esta tenía una mochila y estaba
anotando cosas en una libreta. Esto hizo que el joven se levantara y ver un poco mejor aquello.

—«Un sitio limpio, sin avistamiento de criaturas de la frontera» Pensaba la Efigie anotando eso mismo en el
papel «Dos individuos no identificados pero nada que sea muy importante… espera» escribió para luego tachar
rápidamente «Dos individuos no identificados, uno parece una persona común en ropa común, nada destacable.
Por otro lado, cerca del primero hay una mujer. Su tamaño parece anormal pero quizás sea solo mi vista, pero
esta armada y en armadura…» paró para mirar unos segundos más a la pelirroja dormida y siguió escribiendo.

Admirando a la efigie Jack vio como un hilo visible de mariposas se acercaba al distraído ser alado. Eso le
pareció peculiar pero su atención se desvió al sentir algo caminar sobre su brazo. Era una de aquellas mariposas.
Alzo su brazo para apreciarla de cerca y su bonito color llamativo, dándose cuenta como el animal se frotaba la
cabeza para luego expulsar un líquido sobre la piel de Jack. Al instante el joven sintió una repentina perdida d
energía y sueño, tambaleándose y casi como movimiento reflejo aun manteniendo su conciencia espanto la
mariposa con una mano quitándola de su brazo.

—Ahh… ¡AH! ¡Que mierda! —Exclamo el joven herrero poniéndose de pie.

Tantos años de trabajos contra reloj en la forma habían hecho al joven resistente al sueño, pero no era del
todo inmune. Se sacudió y espanto a cada mariposa que tratara de posarse en su cuerpo, como si estuviera
espantando avispas. Ante sus ojos vio caer cerca de la orilla al otro lado del pequeño lago a la efigie. No cabe
duda, también fue presa de las mariposas.

— ¡Oh mierda! ¡ARIA! —Grita el joven dándose la vuelta y corriendo hasta donde estaba su compañera.

Al llegar vio a Aria cubierta por más de una docena de mariposas. Ella al escuchar los gritos de Jack abrió los
ojos y se fue levantando lentamente. Se sentía más cansada que antes pero aun consiente.

—Joder… no recuerdo haber corrido tanto… —Responde Aria no pudiendo escuchar los gritos del joven frente
suyo debido al sueño que estaba sintiendo— ¿Y estas mariposas?
La gigante vio de cerca las mariposas y noto como estas escupían en cuerpo un líquido que pasaba por
encima de su ropa y armadura, filtrándose hasta llegar a su piel.

—Oye que asco—Dijo Aria dándole golpes a las mariposas aplicando fuerza con su dedo índice y pulgar.

Poco a poco fue recuperando del sentimiento soñoliento a medida que mataba a las mariposas que veía
pegadas a su cuerpo. Giró y vio al joven Jack moviéndose de manera errática usando una pedazo de tela para
espantar a las mariposas que se le acercaban.

— ¿Qué hiciste? —Preguntó Aria.

— ¿Yo? —Responde Jack mientras seguía espantando las mariposas.

—Enserio, ¿Qué hiciste? —Seguía insistiendo la pelirroja mientras ella se quitaba mariposas que veía posarse
en ella.

— ¡QUE NADA!

Aria solo estaba jugando con el joven aunque su manera de hacerlo parecían regaños. Dándose cuenta de eso
se detuvo y ayudó con los bichos al joven. Al cabo de un minuto las mariposas ya no se acercaban a ellos.
Habían matado a tantas que las mariposas detectaron que era inútil seguir insistiendo, optando por retirarse
volando de regreso al lago. Ya libres el dúo se dispuso a irse del lugar, pero cuando Jack apenas se dio la vuelta
recordó a la Efigie que había caído hace unos minutos atrás. Esto hizo que volviera al sitio y la pelirroja lo
siguió un poco angustiada. Cuando llegaron vieron a la efigie rodeada de las mariposas que volaban sobre su
cuerpo.

—Muy bien, ¿Qué mierda paso aquí mientras descansaba? —Preguntó Aria en voz alta viendo la escena.

De repente el centro del lago empezó a agitarse y llenarse de burbujas. Del agua empezó asomarse una figura
negra esférica que se hacía más grande conforme salía del agua, cuando salió por completo se mostros como
una esfera negra flotante. Nada parecía reflejar luz o reflejo en el agua que escurría de aquella cosa, como un
punto negro por donde se le mirase. Aunque no hubiera brisa en ese momento se podía escuchar el sonido de
una corriente de aire viniendo de la criatura.

—Bueno, vámonos—Dijo Aria dándose la vuelta.


— ¿¡Y la efigie!? —Exclama Jack jalando a Aria de la cota de malla.

—Bien… tu ve si puede mover a esa cosa, yo me encargo del otro.

El joven se aparta de la gigante rodeando el lago. La criatura al ver a Jack empieza a moverse en su dirección
pero Aria agarra unas piedras en el suelo y se las arroja. Al impactar se escucha una fluctuación de aquel sonido
de viento volviéndose más violento. Todas las mariposas rodean a la criatura formando unos anillos y ahora se
dirige en dirección a Aria.

Cuando llega Jack junto a la Efigie aparta las pocas mariposas que tenía encima con una tela, matando
algunas y ahuyentándolas de regreso al ser esférico que iba detrás de su compañera. La Efigie empieza a
débilmente reaccionar.

—Argh… ayuda… me…—Con una débil voz se expresa aquella cara humana empapada y soñolienta de la
Efigie.

—No hay problema—Responde Jack.

Como bien pudo el joven levanta a la Efigie del suelo para que esta pudiera ponerse de pie. Aun sin fuerzas la
Efigie depende del joven para estar a dos patas, inclinándose un poco y extendiendo sus alas un momento.

—Arghhhhh.

La Efigie trató de volar pero no pudo, su ala esquizada se había fracturado en la caída y su cuerpo aún estaba
bajo los efectos adormecedores de las mariposas como para moverse por sí solo. Jack se dispuso a moverlo lejos
en dirección opuesta a donde estaba Aria y la criatura.

Mientras tanto Aria estaba siendo atacada por la esfera, esta última había lanza hileras de negras de su cuerpo
que se pegaron al cuerpo de la pelirroja al contacto, quedándose adheridas a ella. No importaba cuanto jalara,
solo se estiraban sin ceder o romperse. Sumando las mariposas que se posaban sobre su cuerpo quitándole
fuerza pero no logrando dormirla por completo.

—Esto… parece… salido de una pesadilla—Dijo Aria.

Con solo su peso era suficiente para aguantar el jaloneo de la criatura, estando más concentrada en quitarse
las mariposas del cuerpo. La criatura por si sola noto que era incapaz de mover a la mujer y que sus esbirros le
eran inefectivos que emitió un chirrido idéntico a un soplido de viento intenso. Aria al percatarse de esto pensó
que era el viento pero notó enseguida que era la criatura al ver que su alrededor y cabello no se movían en
absoluto. Debajo de la criatura se formaron burbujas y seguidamente emergieron otras dos de esas bolas negras
flotantes. Ella vio como de entre aquella superficie negra de las criaturas se asomaba, destellos de colores
naranja, eran mariposas emergiendo de su interior las cuales apenas salir se fueron en dirección de la gigante
pelirroja.

—Ah… mierda—Exclamó Aria segundos antes de ser cubierta por el triple de hileras y ser forrada en
mariposas.

Viendo la situación de la gigante a la distancia Jack logra colocar a la efigie lo suficientemente lejos de
aquella zona. Preocupado el joven se aparta pero justo su brazo es agarrado por la larga cola de la efigie.

— ¡No vayas o esa gran cantidad de mariposas te dejara en el suelo! —Le grito al joven la Efigie.

Ante la preocupante mirada de la efigie en gratitud a su salvador Jack trató de apartar la cola que lo sujetaba.

— ¡No puedo dejarla sola! —Responde el joven con determinación.

Viendo al joven la efigie nota cierta desesperación en su respuesta, sean quien fuera aquella mujer era muy
importante para él pensó.

—Antorchas, ¿Tienes antorcharas o algo que genere fuego? —Responde la efigie deteniendo al joven para
soltar su cola del brazo de Jack.

—Sí, ¿Por qué?

—Los Alcrodos odian al calor intenso, quémalo con fuego y retroceden.

— ¡OH!

Jack dejó a la Efigie y se fue corriendo hasta llegar a los sacos que habían traído. Hurgó en ellos hasta sacar
unas antorchas de mano que clavó en el suelo, buscó unas piedras dentro de la bolsa con las cuales chocó para
generar chispas, estas últimas al tocar el algodón de las antorchas se empezaron a formar llamas que lentamente
se fueron extendiendo. Mientras las antorchas se encendían el joven miró en dirección a donde estaba Aria, ella
estaba alejándose con todas sus fuerzas del jaloneo de las criaturas con sus brazos hacia atrás, cubiertos
totalmente de hileras negras que ya formaban una enrome masa negra; el Alcrodos del centro tenía la espada de
Aria atravesándole el cuerpo de lado a lado, derritiendo el arma como si fuera una vela dejando caer en el suelo
gotas de acero fundido.

—«Maldición, si tan solo pudiera usar mis brazos» Pensaba Aria con su visión del casco tapada por las
mariposas y apretando los dientes del esfuerzo que ejercía.

Viendo la terrible situación de la pelirroja Jack sopló las antorchas para generar mayor fuego hasta que por
fin estaban listas. Corrió como pudo hasta donde estaba ella. Aria escucho unos pasos venir hacia ella y esperó
lo peor hasta que olio un aroma familiar, era Jack. De repente su brazo izquierdo fue liberado y procedió a
quitarse las mariposas de los ojos, viendo ante ella como Jack costaba cayendo de espalda debido al efecto de
las mariposas sobre su cuerpo.

— ¡Jack! —Exclamó Aria agarrando la antorcha esbozando una gran sonrisa— ¡GRACIAS!

Con el fuego de la antorcha quemó la masa negra que se había formado en su otro brazo derritiéndola casi al
instante. Siguió así quemando todos los hilos de su espalda hasta estar unos segundos libre, se dio la vuelta y las
criaturas volvieron a lanzar hileras de masa negra para jalarla hacia ellos. Aria levantó ligeramente la cabeza he
hizo un gesto en lo que su garganta se hinchaba, vomitando así un chorro de líquido rosado el cual a encendió
con la antorcha rosando la estela de aquel chorro prendiéndolo fuego, generando una luz brillante de aquel
extraño liquido incendiario. De esa manera baño en llamas a las esferas negras y estas vueltas unas bolas
incandescentes trataron de huir de vuelta al lago pero cayeron al suelo cerca de la orilla.

En la lejanía la Efigie contemplaba aquel espectáculo, fue como ver un ser humano escupir hierro fundido y
lo Alcrodos ardieron como hojas de papel acabados en tan solo segundos. Como pudo la criatura alada se puso
de pie y se fue acercando al lugar lentamente para expresarle su gratitud a quienes consideró sus salvadores,
pero cuando se fue acercando la pelirroja noto su presencia girando su cabeza, sus miradas se cruzaron. Presa
del cansancio y la adrenalina Aria solo podía sentir molestia y estrés, cosas que al momento de cruzar miradas
con la efigie este último sintió un gran miedo, todo su cuerpo se erizó y casi por instinto felino levantó
ligeramente su lomo para aparentar ser más grande.

—Hey—Dijo Aria.

A paso lento Aria se fue acercando desde la perspectiva de la efigie pero en realidad esta iba normal. Su
temor era tal que Aria se hacía cada vez más grande de lo que ya era y él más insignificante. Cuando tuvo a la
pelirroja en frente se sintió como una hormiga viendo al infinito cielo, como sol aquellos ojos amarillos que
hacían que no pudiera mirar otra cosa. Totalmente hipnotizado.
—Hey… Maldición—Dijo Aria chasqueando los dedos en frente de la mirada de la efigie.

Ante la interrupción del chasquido la Efigie salió del trance. Aun asustado trató de articular palabras pero no
podía.

—Si… mi culpa… ¿Te vas a quedar temblando como perro mojado o vendrás a ayudar a tu salvador? —Dijo
Aria girando la cabeza a un lado apartando la mirada.

—S-Sí, claro ya voy—Responde la Efigie rodeando a la gigante y yendo a donde estaba Jack.

Con la Efigie ocupada Aria observa los alrededores, olfatea el ambiente y no nota nada fuera de lo normal.
Mira hacia el lago y nota una mochila de cuero tirada allí. Deja a Jack con la efigie y se va a ese lugar.

La efigie sacude un poco a Jack quien despierta a los segundos de sentir que lo movían de lado a lado. Un
poco aturdido por el golpe de sueño repentino y un poco borroso ve a una sonriente efigie tendiéndole la mano y
lo ayuda a ponerse de pie.

—Argh, joder. Es como cuando se te pasa el efecto del café y té tiran agua fría de golpe, pero sin el agua fría—
Dice Jack sacudiendo un poco su cabeza.

—Tranquilo humano, ya lo peor pasó—Dijo la Efigie

El joven mira a su alrededor y ve que Aria esta algo alejada pero esta toma algo del lago y se da la vuelta de
regreso con ellos. Al verla la efigie retrocede un poco y se pone detrás de Jack.

— ¿De qué me perdí? —Dijo Jack mirando dos charcos negros con llamas al lado del lago—Wow, sí que el
fuego es efectivo.

Ante las palabras del joven y recordando lo que hizo Aria la efigie rio brevemente de manera nerviosa.
Cuando Aria volvió con los dos esta dejo caerla mochila de cuero al suelo y la pateo suavemente pasando por el
lado de Jack hasta los pies de la efigie.

—Supongo que son tus cosas, explorador—Dijo Aria para luego pasar por el lado de ambos—Un descanso fue
mala idea.
La efigie tomó su pertenecía la colgó en su espalda amarrada a unas correas. Enseguida noto algo extraño, su
mochila se sentía más ligera que antes. Se dispuso a revisarla para percatarse que le faltaba algo importante.

— ¡MIERDA! —Exclamó la efigie—Oye… joven—Dijo la Efigie a Jack.

— ¿hm?

—Podrías. Preguntarle a tu amiga si… no vio de casualidad un gran libro.

—Ve y pregúntale—Responde Jack un tanto confundido pero entendiendo al instante de decir esto que la efigie
le tiene cierto miedo a Aria.

—No… iré yo mismo.

Trato de levantar vuelo pero a los pocos metros cayó al suelo, su alas se habían lastimado en el choque y se
dispuso a ir corriendo en sus cuatro patas. Jack al ver esto voltea y mira a Aria acomodando los sacos para irse y
oliendo su cuerpo, los residuos dejados por el Alcrodos le hizo esbozar una mueca de desagrado que se le hizo
un poco graciosa al joven. Voltea de nuevo a ver a la Efigie quien regresa corriendo.

— ¡NO ESTA! —Exclama con preocupación la efigie.

— ¿el libro que decías verdad?

— ¡SI!

— ¿Estás seguro que no lo encontraste? Pudo caer en el lago. Si quieres te ayudo a buscarlos—Le propone Jack
a la efigie al verlo tan preocupado.

—No sabré como agradecerte, mi estimado.

—Llámame Jack, ¿Y tú te llamas?

—Eduard.

Ambos se fueron juntos de nuevo al lago donde cayó la efigie, en eso Aria los observaba a la distancia
sentada en el suelo. Junto a ella estaba Celare parado sosteniendo un grueso libro forrado en cuero un tanto
desgastado.

—Vaya, mira que robarle a una efigie es algo gravísimo—Le dice Celare a Aria.

—«Quizás le cueste un regaño o reprimenda pero mejor perder eso a su vida, ¿No te parece?» Piensa Aria
respondiéndole a Celare en sus pensamientos.
—Aun así, ¿Qué harás con él entonces? ¿No planeas matarlo? Te vio usar tu ataque secreto, sería un problema
si se esparce el rumor.

—«No… no lose… ¿Por qué me preguntas si ya lo sabes todo? Ya deberías saber cuál es mi decisión»

En ese momento Celare se mueve y coloca frente a Aria.

—Porque estas dudando, Aria.

—…

—No hay testigos, no hay pistas que dejar. A lo mucho dejarle más traumas al joven jaja.

—«Ya veré que hago» Responde Aria.

El enmascarado se da la vuelta yéndose del lugar con el libro. En el trayecto Jack y la efigie vienen
caminando de regreso con las piernas y patas mojadas por meterse al lago. Celare pasa al lado de ellos y no
notan su existencia en absoluto, como si no existiera mientras que quien si lo vio pasar al lado de ellos fue Aria.

—Nada… —Dice la Efigie preocupada.

— ¿No viste nada más cuando tomaste sus cosas? —Preguntó Jack sacudiéndose las piernas mojadas.

—Nada, ¿Era tan grande el diario del bicho? —Responde Aria haciendo que la efigie haga una leve mueca de
disgusto.

—En primera, no me llames bicho, y era un enorme libro grueso—Responde la Efigie.

—Hmp.

Eduarda había perdido el miedo que le sentía a Aria en lo que se distrajo con Jack pero solo bastó verla unos
segundos a los ojos para volver a sentir un miedo recorrer su cuerpo. Tragando su saliva l efigie retrocedió un
poco, Jack trato de darle ánimos dándole palmaditas en el lomo y Aria miró en otra dirección evitando el
contacto visual directo.

—Mejor no vernos tanto—Dijo Aria—. Es hora de irnos, Jack, hasta quien sabe, Efigie—Le dice mientras se
levanta del suelo con los sacos.

Dio unos pasos hasta que fue detenida por la Efigie.


— ¿P-Puedo ir con ustedes?

Aria no se dio la vuelta y solo se limitó a hablar.

— ¿Qué dices? —Preguntó Aria de manera despectiva.

— ¡Eduard no puede volar Aria! —Le aclara Jack a la pelirroja.

— ¿Eduard?

La Efigie se sintió un poco apenada viendo al joven encarar a la pelirroja por él.

—No sería por mucho tiempo… solo hasta el anochecer—Responde de manera un tanto temerosa la efigie.

—No importa, mantén el ritmo si puedes.

Sin esperarlos Aria tomó rumbo y ambos le siguieron. Durante el trayecto pocas veces la pelirroja ojeo el
mapa de manera celosa evitando que la efigie los viera, pero este último estaba ocupado charlando durante
horas con Jack. El joven tenía un talento natural para llevarse bien con las personas y eso era algo que llamó la
atención de ella, pero todo eso eran cosas con las que no se concentró mucho en pensarlas porque alguien les
seguía; durante todo el trayecto Celare iba caminando a unos metros de ellos sosteniendo el libro en sus manos,
esperando el momento de entregárselo a Aria.

Las horas pasaron volando y el cielo se fue tornando oscuro con solo la luz del anillo estelar en el cielo como
fuente luz. No hubo nuevos inconvenientes y una que otra vez Aria olía el ambiente sin detectar a nadie cerca o
aproximándose.

— ¿Seguros que saben a dónde van? —Preguntó la efigie.

— ¿Sabes si no hay nada en esta dirección acaso? —Preguntó Aria.

—No… solo pregunto. No conozco muy bien estas tierras y me estaba familiarizando con el reino. —Responde
la efigie.

— ¿Era tu primer día Eduard? —Preguntó Jack

—No exactamente… pero digamos que nunca me había movido por estas zonas.
Aria se detuvo un momento y ellos que iban justo detrás de ella se detuvieron para no chocar con ella al casi
darse cuenta en último momento.

—Descansemos un rato—Propuso Aria dejando caer los sacos al suelo.

Jack y la efigie algo cansados asintieron. Durante unos minutos fueron encendiendo antorchas que plantaron
alrededor del lugar donde se habían parado. De esa forma iluminando el lugar donde estaban.

— ¿Esto servirá? —Preguntó algo escéptico el joven herrero.

—Efectivamente. Yo no lo suelo ocupar ya que voy en el cielo como puedes suponer pero confía, es un método
que usan los habitantes de Ulfar para viajar por su territorio—Responde Eduard.

— ¿Tanto miedo le tiene estas cosas al fuego? Han de ser fáciles de matar con flechas—Dijo Aria.

La efigie exhaló un leve suspiro.

—Ojala fuera tan fácil. De día es sencillo, de noche… es cuando todo se complica. Y el fuego los espanta de
acercarse—Responde la efigie.

—Supongo.

—Ahora que lo pienso, ¿Que fue eso que hiciste? —Pregunta la efigie un tanto curioso y algo asustado por la
respuesta.

— ¿Qué cosa?

—Eso, escupiste fuego.

Jack no podía entender la conversación, después de todo él había caído inconsciente al suelo justo en ese
momento. Quedando solo ahí mirando a ambos en un largo silencio incómodo.

—Bueno… ¿Cómo sientes tu ala, amigo? —Pregunta Jack cambiando de tema para evitar un conflicto entre
aquellos dos. Pensando un momento que quizás Aria lo pudiese matar a Eduard.

—Ya mucho mejor—Responde la efigie entendiendo su ala.


Escuchando lo dicho Aria se reincorpora su pechera que no se había puesto desde ayer cuando bebió. Una
vez terminado se recostó en el suelo mirando plácidamente el cielo nocturno.

—Entonces vete—Dijo Aria.

Volvió una vez más aquel silencio incómodo. Eduard se sintió fastidiado y dándose se la vuelta extendió sus
alas para levantar vuelo.

—Nunca olvidare esto, joven Jack Albino—Dijo la efigie extendiendo su pata al joven.

—No hay de que Eduard—Responde Jack tomando la pata de Eduard como primero se le ocurrió simulando un
apretón de manos.

—Tengan mucho cuidado, las criaturas vienen de la frontera y por algún razón están viniendo hacia aquí.
Huyan de la frontera lo antes posible—Advirtió Eduard mirando por última vez al joven.

Apenas se despidieron la efigie levanto vuelo yendo del lugar. Poco a poco su figura fue desapareciendo a la
distancia. Una vez ya solos Jack se acercó a Aria.

—Eso fue muy grosero—Dijo el joven.

—Dudo que estuviera lastimado—Responde Aria mirando a otro lado mientras habla con Jack.

— ¿Qué?

—Quizás se hizo el tonto nomas para sacarnos información. Es una efigie después de todo.

El joven se quedó callado junto a Aria. Ambos se quedaron ahí sentados un rato para descansar después de
tantas horas. Jack estaba con más energías pero este no podía continuar sin ella. De repente ante Jack apareció
de repente Celare sosteniendo el libro.

— ¡AH!

Después de ese pequeño sobresalto Celare rodeo a Jack y se acercó a Aria. Entregándole el libro en sus
manos. Dándose cuenta de lo evidente el joven se levantó del suelo.
— ¡SE LO ROBASTE! —Exclamó Jack

Justo después de dejarle el libro en las manos de Aria la figura de Celare se desvaneció para los dos, no sin
antes aparecer de la nada una nueva espada que cayo justo al lado de la pelirroja.

—La tarifa de siempre con el extra del libro—Dijo una voz sin cuerpo de Celare que ambos podían escuchar.

Cuando ambos estaban «Solos» nuevamente Jack se puso en frente de Aria para encararla.

— ¿Por qué lo robaste?

—… Es un bestiario—Respondió Aria dándole la vuelta al libro.

La portada del grueso libro mostraba un circulo negro en el cual emergían lo que parecían diferentes cabezas
de criaturas, extremidades y cosas extrañas como venas que recorrían el cuero del exterior. Al abrir se
mostraban diferentes ilustraciones y textos, todo dibujado y escrito a mano con tintas de colores.

—Si es verdad lo que nos contó, entonces era mejor tener esto cuanto antes—Dijo Aria cerrando el libro.

—Pero eso lo dijo después, no tenías razones para robarlo en un principio y de todos modos…

—Él me lo dijo, «Quizás esto te sea de mucha utilidad»—Responde Aria.

—… ¿Así sin más?

—Así sin más. Créeme, si vivieras este trabajo lo suficiente ya no dudas cuando este cabrón te da un consejo.
Por más que te duela terminas haciéndolo.

Esas palabras hicieron sentir a Jack cierto escalofrió, tanto por lo dicho como ver brevemente los ojos de
Aria. Se acostó en el suelo al lado de ella en silencio. Y juntos estuvieron así por una hora, pero el encuentro
con los Alcrodos les había dejado un poco paranoicos; mirando atentamente si algo se acercaba lo venía en el
perímetro de las antorchas.

Ya lejos de ellos dos Eduard volaba por todo lo alto en el cielo. Su mente estaba llena de preocupaciones por
todo lo vivido estas horas.
—«MIERDA MIERDA MIERDA» Pensaba la efigie frotando sus patas delanteras sobre su cara humana, «
¿Cómo les explico mi ausencia y perdida del libro? Me van a suspender a este paso…»

Sin poder darse cuenta encima de él Celare flotaba en una pose de acostado a dos metros del aleteo de sus
alas. Se dio la vuelta y observo a la efigie. Escuchando sus pensamientos pudo hurgar en lo más profundo de su
mente. En tan solo unos segundos el enmascarado pudo ver el nacimiento y vida de Eduard hasta estos instantes
como si fueran las visiones de alguien que ve su vida a punto de morir. Se acercó un poco a la efigie y le
susurro ideas que resonaron en su cabeza pero con la voz de este.

—«Tal vez, talvez… La gigante pelirroja, podría informar sobre ella» Dijo Celare en la cabeza de Eduard con la
voz de este último, haciéndose pasar como pensamiento propio.

—«Quizás sirva, solo debo pensar mejor en el contexto de cómo se dieron las cosas, pero el libro…» Pensó
Eduard.

—«Decir que ella me lo robó» Dijo Celare.

Poco a poco Celare le fue metiendo ideas a la efigie, apelando esa breve amistad con el joven herrero y a
aquella fea impresión que la gran pelirroja le había hecho. De esa forma la efigie sin saber que estaba siendo
manipulado tomó una decisión de lo que iba a hacer.

—«Bien, solo debo decir que fui emboscado por una mujer grande, pelirroja y de ojos amarillos. Ella me robó el
libro y que fue justo después de verla matar a unos Alcrodos escupiendo fuego de su boca… y Jack... » Pensó
dudando de lo que iba a hacer.

—«Me salvó directamente. Posiblemente la gigante solo le hizo caso. No sé cuál sea su relación, dudo que sean
pareja por ese trato distante… pero creo que si no lo menciono nada le va a pasar, ¿Verdad?» Dijo Celare en la
cabeza de la efigie.

Ya con esto último Eduard siguió su vuelo ja seguro de lo que iba a contarle a sus superiores. Celare dejó de
seguirlo y se quedó fijo en el aire viéndolo a la efigie alejarse.

—Bueeeno, ese libro nunca llegara a su destino. Tuviste mucha suerte joven efigie, originalmente te iba a matar
pero no pensé que te ibas a cruzar con ellos. Se podría decir que Gavidia quiso que vivieras otro día—Dijo
Celare mientras dio una vuelta en el aire cayendo a la tierra—. Y me diste un escenario aún más desafiante para
estos dos. Se podría decir que el karma por fin llegara a esta pelirroja precavida.
Golpeando la tierra algo aburrido estaba Jack mirando en todas direcciones. No era una noche oscura para
nada pero la oscuridad a la lejanía no le hacía sino sentir mello al recordar a los Alcrodos y su peculiar color
negro absoluto. Preguntándose si esta sensación era la misma que debían sentir los habitantes de Ulfar día a día,
si era acaso posible acostumbrarse a esto tanto de día como de noche. A lo cual tomo el bestiario al lado de Aria
para buscar sobre la criatura, dándose cuenta de algo extraño, Aria acostada en el suelo estaba sacando su
lengua, moviéndola de lado a lado.

—« ¿Ahora que está haciendo?» Pensó Jack observando como la pelirroja movía su lengua de lado a lado.

De todo lo extraño que pudo conocer hasta ahora de ella, el que sacara la lengua no le era algo tan extraño
comparado a lo anterior visto, su fuerza, resistencia, tamaño y atributos se quedaban algo cortos pero ahí estaba
ella, con la lengua afuera moviéndola. Pensando que quizás sea solo una maña de esa mujer pero notó que
estaba algo concentrada haciéndolo. Decidió ignorar eso y se sentó en el suelo a ojear el libro. Era robado y
todo pero ya era muy tarde para hacer algo con eso, pensó Jack, y era mejor sacarle provecho. Su curiosidad era
más grande que la culpa.

—«Bien, veamos» Piensa Jack abriendo el bestiario. Una a una fue moviendo las hojas pero al darse cuenta de
lo detalladas de las ilustraciones y páginas para cada criatura decide pasarlas rápido. Así encontró las páginas de
los Alcrodos.

«Un punto negro y viscoso flotante. Su cuerpo es maleable y suave así que los golpes contundentes son
inefectivos. Por ninguna razón deben tocarse, su parte externa está llena de un líquido capaz de derretir a los
seres vivos y corroe todo lo demás, además al ser tan oscuro confunde al ojo humano, siendo peligrosos de
noche, la parte interna de su cuerpo no corroe y puede ser lanzada lejos del cuerpo como hileras de material
negro que se adhiere a sus víctimas. Lo único que le puede dañar y asustar es el fuego, como prender aceite con
una simple braza es suficiente para cubrirlos en llamas, pero a mayor el tamaño del Alcrodos mas fuego se
necesita para acabar con ellos»

—«Menos mal encendí las antorchas…» Piensa Jack y voltea mirando a Aria aun jugando con su lengua, « ¿A
qué se refería Eduard con escupir fuego? A este punto seria ya demasiado extravagante hasta para ella. Sería un
arma de guerra viviente de lo que ya es de por si…»

Siguió leyendo el joven hasta voltear la siguiente página luego de más descripciones físicas y anatómicas,
encontrándose a las mariposas: «Una especie de mariposa que el Alcrodos es capaz de crear. Inmunes al acido
de los Alcrodos, después de todo emergen de sus cuerpos cuando son adultos, y sirven para dormir a cualquier
presa expulsando un líquido que se absorbe casi al instante por la piel. Se alimentan únicamente de los desechos
que el Alcrodos expulsa de sus víctimas como forma de un líquido rojizo en el suelo». Esa parte le pareció un
tanto espantosa por las ilustraciones del proceso de alimentación del Alcrodos y sus mariposas. Siguió leyendo
un poco hasta toparte con un enorme círculo negro que ocupaba dos páginas enteras, con el título «Leviatán» y
con un único texto a pie de página diciendo «Huye o ruégale a Gavidia por tu vida», empezado a la siguiente
página otra criatura desconocida. De esa forma Jack cerró el libro asimilando esta información.

—«Jamás ir a Ulfar, jamás» Piensa el joven agradeciendo el haber nacido en el Reino Argentum.

Ya sin ganas de leer mira de nuevo Aria quien ahora se levanta del suelo, se quita la tierra y procede a tomar
su espada y los sacos, se acomoda el yelmo y acomoda un poco su indumentaria moviendo su cuerpo
ligeramente.

—A unos 10 kilómetros está el poblado según indicaba el mapa pero no sabía que tan lejos estaría. Será mejor
encontrar un lugar no tan abierto como este y continuar mañana—Dijo Aria.

— ¿Cómo lo sabes con tal exactitud? —Preguntó Jack.

—Pude percibirlo.

— ¿Con la lengua?

—Si

—Ah… no lo entiendo.

—Es es simple, yo…

Queriendo darle un ejemplo a Jack Aria olio con su nariz el ambiente, dándose cuenta de que había más gente
al lado de ellos. De la oscuridad escondidos pegados al suelo saltaron varias personas, una de ella tomó a Jack
por la espalda y colocó un cuchillo cerca de su cuello.

— ¡QUIETOS ALLI! —Gritó el bandido sostenido al joven con el filo de su arma rozándole el cuello.

—Mierda…—Dijo el joven sintiendo el frio acerco de la hoja y un poco de su filo.

Unos 7 hombres los rodearon, uno teniendo retenido al joven herrero y los demás tenían ballestas apuntando
a la gran pelirroja.
— ¡ENTREGUENNOS TODO LO QUE TENGAN! —Exigió el bandido que retenía a Jack amenazando a la
gigante con la vida del joven.

Aria olio el ambiente de nuevo y pudo confirmar que eran todos los bandidos que había.

—«Maldita sea, me concentre tanto en buscar algo a la lejanía que olvide mis cercanías» Pensó Aria preocupada
más por Jack que por ella misma.

— ¡NO ME HAGAS REPETIRLO! —Exigió el bandido.

La gigante soltó los sacos al suelo oyendo un chirrido de vidrio rompiéndose, eran sus botellas de alcohol que
chocaron con una piedra en el suelo. Esto le hizo molestar un poco internamente. Lo único que no soltó fue su
espada. Al ver el alcance de dicha arma el bandido no se preocupó en lo más mínimo, tenía al joven como
escudo humano y sus compañeros la tenían fácilmente en la mira aunque el arma estuviera a un simple
movimiento de ellos dos.

— ¡AHORA SUELTA TU ARMA Y DESNUDATE! ¡NOS LLEVAREMOS EL METAL DE TODO LO QUE


LLEVAS! —Seguía exigiendo el bandido a la pelirroja moviendo un poco a Jack frente a ella.

Ante la última exigencia de líder de los bandidos sus compañeros sonrieron maliciosamente al ver que Aria
era una mujer, la curvatura de su armadura en el busto solo les despertaba cierta lujuria y pensando que podrían
hacer más cosas con ella. Por su parte Aria no paraba de mirar al bandido que retenía a Jack. Poco a poco este
último sentía cierto miedo, como si fuera su primer atraco pero ya era algo más experimentado para sentir esto
de nuevo, dejándolo un poco confundido y nervioso.

— ¿Recuerdas esa carne, Jack? La que te di antes de llegar al pueblo—Le dijo la Aria al joven herrero.

—S-Si… —Responde asustado el joven.

—Trágala lo más rápido que puedas.

Apenas terminó de hablar la pelirroja avanzó unos pasos, extendió su brazo y con la hoja de su espada
atravesó a ambos por el abdomen. Todos los compañeros del bandido empalado dispararon su único proyectil
por ballesta y las flechas se incrustaron en diferentes partes de Aria pero solo en los costados; brazos, piernas y
los costados de su abdomen. Acto seguido levantó con una sola mano a ambos individuos con su espada por
encima de su cabeza. Con la otra mano sacó de uno de sus bolsos colgados a su cintura un trozo de carce de
Belhor que le pasó al débil joven.
—Atgh…

Jack resistiendo el dolor como pudo se comió la tira de carne de Belhor mientras soportaba la hoja en su
cuerpo, su propio peso levantado chocando con el filo y el peso del otro bandido atrás retorciéndose. La sangre
de ambos baño a la pelirroja tiñéndola de sangre.

— ¡MALDICION! —Gritó uno de los bandidos tirando su ballesta sin proyectil al suelo y sacando un cuchillo.

Todos los bandidos sacaron sus armas de mano, casi todos un cuchillo y uno una espada muy corta. Se
abalanzaron contra Aria golpeándola pero esta apenas solo se movía en respuesta a los impactos. Penas ella vio
que el joven con todas sus fuerzas se tragó la carne de Belhor los bajó al suelo, sacó su espada dejando a los dos
empalados agonizantes en el suelo. Ya libre de eso volteo a ver a todos los que la estaban golpeando.

—Gracias por acercarse—Dijo Aria levantando su espada ahora carmesí por el daño de sangre.

Dándose cuenta de su error los más rápidos pudieron alejarse un poco pero el rango del arma de ella era
suficiente. En un ataque giratorio con el arma agarrada a dos manos Aria cortó de gravedad a todos a su
alrededor. Algunos casi a la perfecta mitad, otros decapitados porque se resbalaron y cayeron regalando su
cuello y los últimos simplemente troceados en dos. Dejando salir leves chillidos y gemidos de dolor hasta que
ya sus cuerpos no les respondió. Aria por costumbre después de eso le dio golpecitos a su espada para verificar
su estado y utilidad para luego voltear a ver a Jack y el último bandido.

—Argh… urghhhh ¡COMO DUELE! —Exclamaba Jack retorciéndose del dolor.

Poco a poco el joven fue dejando de moverse y eso hizo que Aria soltara su espada. Se acercó al joven y soltó
un suspiro al ver la zona por donde lo había atravesado, roja y parchada por carne palpitante en donde debería ir
el agujero del corte. Solo había caído inconsciente por el dolor extremo que sintió y el esfuerzo que hizo.

—… Mierda que hice… —Dijo Aria.


Su intención era ser práctica en esa situación pero sobrestimó al joven herrero. Al menos se hallaba tranquila
al ver que aún estaba con vida. Pero levantó la mirada en donde debería estar el bandido que lo tenían de rehén
y no estaba, solo una estela de sangre. Dejó a Jack y avanzando unos metros encontró al sujeto arrastrándose.

—Una cucaracha difícil de matar—Dijo Aria de manera cínica al ya moribundo hombre en sus últimos intentos
por sobrevivir—. Nunca dejo un trabajo a medias con alguien como ustedes—Le dijo al hombre como las
últimas palabras que oiría.

Clavó su espada de nuevo en su pecho y la movió hasta salir cortando entre su cuello y hombro. El hombre
no pudo más y se terminó por desangrar ahí muriendo definitivamente. Regresando con Jack este aun estaba
inconsciente en el suelo.

—«Puedo llevar el saco más importante pero no todos los demás…» Pensó Aria unos momentos en lo que
colocó a Jack recargado sobre su hombro derecho y en el otro tenia recostada su arma, «Pero, puedo llevarme
esto»

De manera tosca sujetó con su boca la boca del saco que llevaba botellas de alcohol. Con la otra mano que
sostenía su espada tenía colgando el saco que llevaba la réplica del escudo linterna. De esta manera avanzo
varios kilómetros caminando lentamente en medio de la semioscuridad de la noche, esta vez atenta a todo lo que
le rodeaba y más por el estado en el que se encontraba el joven haciéndole estorbo.

El tiempo pasó volando y las pocas horas que fue caminado el joven herrero se fue despertando.

—Donde… ¿Dónde estoy? —Pregunta el joven herrero algo desorientado.

—Aún vivo que es lo más importante—Le responde Aria.

Quedando en silencio unos segundos el joven agarro un poco más de brío.

—Me… me atravesaste… —Dijo el joven con una voz temblorosa.

—Tranquilo, al menos no te rajaron el cuello, sino ya ni tragar la carne habrías podido… lo lamento mucho—
Responde Aria un poco incomoda pero sincerándose al joven.

—… No sé cómo reaccionar a esto—Dice el joven quedándose sin más palabras que decir.
—Yo que tu rogaría que esto sea lo peor que te pase en este viaje, porque pudiste salir airoso sin mayores
complicaciones—Dijo Aria en un tono seco pero dándose cuenta de que estaba siendo muy dura con el joven—
Tranquilo, el resto de la noche será mejor.

Al cabo de un rato el joven ya pudo reincorporarse bajándose del hombro de Aria y caminar por su cuenta.
Ninguno se dirigió la palabra por media hora en lo que siguieron la ruta que Aria había trazado horas antes.
Parecía que iba a durar así hasta que llegaran al siguiente pueblo pero se encontraron una casita en mitad de la
llanura. El pueblo ya estaba cerca pero se detuvieron allí llamando si había alguien ahí. De adentro se
escucharon ruidos y una luz iluminó la parte baja de la puerta de la casa.

— ¿Quién anda ahí? —Preguntó una voz de mujer detrás de la puerta.

Aria olio el ambiente y no pudo detectar nada en la casa, eso le pareció curioso y preocupante. De repente se
escuchó otra voz diferente de mujer preguntando lo mismo.

— ¿Qué hacemos? —Preguntó el joven.

—Tu, quédate aquí—Dijo Aria dándole unas monedas de plata al joven—Pídeles asilo. Tus heridas están
curadas pero son delicadas hasta mañana, será mejor que descanses en una cama.

— ¿Pero y tú?

—Yo…

Aria volvió a oler el ambiente, no podía percibir nadie más que no fuera Jack.

—No quiero estar aquí, además mírame—Dijo Aria señalando todo su cuerpo manchado en sangre u lleno de
flechas.

—Cierto cierto… te hubieses limpiado… y quitado esas flechas…

—Je, te terminas acostumbrando a tal punto de que se te olvida. Si ocurre algo grita lo más fuerte que puedas—
Responde Aria dándose la vuelta.

La gigante pelirroja dejó a Jack y se llevó todo lo demás. El joven se acercó a la entrada y llamó gentilmente
la puerta. De ellas salieron dos mujeres adultas jóvenes que lo miraban de arriba abajo.
—D-Disculpen señoritas… ¿Podrían darme cobijo esta noche? —Dijo Jack algo nervioso.

—Lo siento pero… —Dijo primeramente una de las mujeres mientras la otra estaba atrás de ella pero se percató
de las monedas de plata que tenía el joven en sus manos.

—Puedo pagar bien, será solo por esta noche y puede revisarme, no estoy armado—Dijo el joven extendiendo
sus manos abiertas con las monedas.

—Hmmm, Emilia mi amor revísalo.

—Voy cariño.

La otra mujer se acerca Jack, sin darse cuenta este último que la otra mujer todo el tiempo estaba sosteniendo
una hacha de mano corta detrás de su espalda. Cuando la pareja de la mujer terminó de revisar al joven tomó las
monedas de sus manos.

—No tiene nada, Romelia.

—Pasa, jovencito—Dijo la mujer.

Cuando pasó adentro al interior era bastante acogedor. De una vez Jack pudo percatarse del tipo de pareja que
eran ellas dos, el peculiar grupo de mujeres que gustan de otras mujeres como sus parejas. Algo incomodó
quedó cuando la mujer deslizo el hecha que tenía escondida mostrándola abiertamente.

—Intenta algo raro y eres un muerto—Dijo Romelia.

—Juro no hacer ni un ruido—Responde cortésmente el joven.

Ambas notaron las heridas en la ropa del joven pero viendo que solo tenía leves morados en esa zona. No le
dieron mayor importancia y lo dirigieron a una especie de cama de paja que había en un rincón.

—No tenemos nada más pero te será lo suficientemente cómodo para pasar la noche—Dijo Emilia.

—Muchas gracias—Responde Jack con buenos modales y yéndose de una a descansar ahí.

Se acurruco como pudo y acomodó la paja a su alrededor hasta hallar una posición cómoda. En eso una de las
mujeres se le acerca con un vaso con agua.
— ¿Sediento viajero?

—Gracias—Responde Jack tomando el vaso y bebiendo.

Al cabo de un rato la mujer regresa con un trozo de pan con queso y el joven la acepta gustosamente. Aunque
sería normal desconfiar Jack no sentía ninguna mala vibra de aquellas dos mujeres y poco a poco se fue
ganando la confianza de ellas al verlo tan pacifico.

Afuera a las cercanías aún seguía ahí Aria, observando pero decidiendo alejarse sin quitar su mirada del lugar,
decidiendo recostarse en un árbol cercano allí. Se sentó y puso su espalda al árbol dejando las cosas alrededor
de ella. Sacó de sus bolsillos y trozo de carne de Belhor que se tragó, poco a poco fue recuperando las energías
que gastó durante el día y sentía como el sueño se iban desvaneciendo. Ahora si se quitó las flechas que tenía
clavadas en su cuerpo tirándolas lejos.

—Bueno, pudo ser un peor día—Dijo para sí misma.

De repente escucho unos pasos, olio el ambiente y se puso en alerta agarrando su espada pero no pudo
detectar nada. Miro la fuente de los pasos y no encontró nada tampoco. Volvió a escuchar repetidas veces lo
mismo hasta que notó huellas dejadas en la tierra que iban apareciendo alrededor de ella.

—Hoy no me van a hostigar en mis sueños, tal vez mañana—Dijo la pelirroja al aire.

Un viento algo siniestro soplo moviendo las hojas del pasto. La temperatura del ambiente se volvió un poco
más frio y no paraban de aparecer huellas.

—Mañana será otro día y mi cuello por hoy podrá descansar de ustedes, ¡ASI QUE HAGANME EL FAVOR Y
VAYANSE! —Exclamó Aria.

El viento se detuvo y las dejaron de aparecer huellas de pisadas. La pelirroja sacó del otro saco una botella de
alcohol y empezó a beberla, cuando la terminó sacó una y otra más hasta acabar con todas las que no se habían
roto horas atrás. Se desajustó la pechera y dejó descansar su ahora gran busto recién formado.

—«Ahora me siento mejor» Pensó Aria exhalando un suspiro de alivio.

—Ya mañana será otro día… —Dijo en voz alta comiendo otro trozo de la tira de carne de Belhor.
Miró de vuelta la casa y recordó a las dos mujeres que vio a la distancia. También recordó las palabras que
les alcanzó escuchar decir de ellas. Esto le hizo esbozar una expresión de desagrado en su rostro.

—Ese tipo de mujeres, puagh. Al menos dudo que le hagan algo a Jack… espero—Dijo mirando atentamente a
sus alrededores pendiente de algún punto oscuro inusual, aun en alerta por los Alcrodos.

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