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CAPITULO II

NUNCA FUE FACIL

Horas habían pasado desde que Jack y Aria partieron del refugio en la cascada, lo suficiente para ver como el
cielo en el horizonte se tornaba rojizo anunciando la noche. El joven traía consigo un mapa que Celare le había
dado, con el tuvieron una ruta exacta a donde ir pero el mismo tenía más camino, una ruta que debían seguir y
donde debían llegar era solo la primera parada.

Durante el trayecto ambos se hablaron muy poco, solo lo suficiente como para seguir las indicaciones del
mapa. El joven herrero no sabía que decir u opinar, su situación le era bastante extraña y aun le costaba
asimilarlo. Por su lado Aria lo miraba de reojo cada vez que podía, examinándolo, cada detalle en sus palabras y
gestos corporales. Llegando a la conclusión de que el pobre muchacho era una persona de lo más común y
normal, puesta en una situación como esta.

—Oye, ¿Cómo era que dijiste que te llamabas? — Preguntó Aria.

—Mi nombre… Soy Jack Albino—Responde de manera educada pero un poco nerviosa el joven.

—Bonito nombre—Le dijo Aria

El joven sonrió sintiéndose halagado. Aria lo había hecho para ver como reaccionaba y darle un estímulo
positivo al muchacho. Podía entender que aquella situación adversa a la cual había sido metido a la fuerza era
algo difícil. Sentía empatía porque ha pasado por lo mismo desde hace mucho.

— ¿Y tu nombre completo? —Preguntó curioso el joven.

—Yo me llamo Aria Aberfeld—Respondió Aria.

—Bonito nombre y apellido.

—Gracias…

Trato de ignorarlo como si nada pero dentro suyo Aria sintió u poco de alegría. El halago y el hablar de
manera normal con alguien que no fuera de otro asunto se sentía como un soplo de aire fresco, sin órdenes,
amenazas, o hablar de cómo asesinar personas.

— ¿Qué eres? ¿Una mujer soldado, caballero o…?—Preguntó curioso el joven.

— ¿Yo? Bueno…
Dentro de sí misma la respuesta se quedó ahogada. Ser un mercenario no era algo digno de presumir y que no
le hacía sentir orgullosa. No como los otros miembros de Merces los cuales presumían sus hazañas con gran
grandilocuencia.

—Solo soy una humilde granjera—Respondió Aria.

— ¿Granjera?

—Sí.

Jack había tenido amigos del campo fuera del pueblo. Las mujeres de los rancho variaban en tamaños pero
tenía cierta referencia. Anchas o grandes, pero frente suyo estaba alguien que se excedía. Verla envuelta en una
armadura y casco le hacía verse imponente ante él. Sintiendo un poco de nerviosismo al alzar la mirada al
hablarle y verla a ella, con un rostro inexpresivo con esos grandes ojos amarillos mirándolo desde las alturas.
Esto le hizo ser muy mesurado para hablar, lo último que quería era provocar a la mujer cuyo aspecto decía que
podía destrozarlo en cualquier momento. Sintiéndose raro al respecto.

Ambos iban cruzando un pequeño bosque. A la vista podían ver que mucho más delante de ellos acaba el
mismo y empieza una extensa llanura. El viento corría haciendo sonar las copas de los árboles y el único ruido
además de ese era el que hacia Aria al caminar.

—Oye que espada más grande usas, digo, conozco el modelo pero el suyo es peculiarmente más largo—
Comento Jack buscando un tema de conversación. Como herrero y persona curiosa que era el no podía evitar
fijarse en aquello.

— ¿Esto? Es algo que mande hacer según mis medidas. Tengo varias de repuesto—Respondió Aria.

—Entiendo… ¿Y ese casco suyo que lleva? —Pregunto curioso Jack.

— ¿No habías visto un casco o qué? —Respondió Aria confundida.

—No no, a lo que me refiero es que, conozco el modelo pero nunca he visto uno con esa rara víscera que solo
protege media cara, sumado a las tiras de cuero de atrás y a los lados.

—Ah, esto. Pues lo conseguí hace unos años. Es bastante útil y resistente—Responde Aria dándose golpecitos
en el casco.

Una vez respondió a Jack Aria fue interrumpida. De la nada una flecha impacto en su garganta. Esto le hizo
retroceder unos pasos y apretarse el cuello justo donde estaba enterrada la flecha.

—¡SEÑORA! —Grito Jack.


—Se… ño… rita… te dije… argh—Respondió débilmente Aria.

La gran pelirroja se desplomo en el suelo. El joven entro en pánico pero apenas intento ver de dónde venían
los ataques recibió una flecha justo en el hombro. Esto se hizo caer de espalda contra el suelo. Agitado y
confundido mientras aguantaba su primera vez con una flecha encajada en el cuerpo trato de levantarse y vio a
la atacante llegar ante ellos.

—Vaya vaya parece que atrape a dos sucias ratas por aquí.

Frente Jack se mostró una mujer de estatura promedio, un poco más bajita que el propio Jack. Las arrugas en
todo su cuerpo delataban su edad sumado al pelo blanco y una mirada caída. Los ojos estaban notablemente
rojos y al hablare revelaba una enorme falta de diente con algunos pocos medio verde o amarillos.

— ¿¡S-Señora que le pasa!? — Exclamo Jack.

—¿Qué que me pasa? Solo me encargo de la escoria, ustedes, ¡Viles bandidos! —Gritaba la anciana.

Aquella señora portaba una ballesta de repetición algo vieja y desgastada. Aunque pesada la señora podía
manejarlo bastante bien a pesar de su edad. Con buena puntería busco deshacerse de Aria primero he interrogar
al joven ante ella, pero apenas se acercó a Jack apuntándole para hacerle preguntas Aria se levantó lentamente
hasta posarse detrás suyo.

— ¡AH! —Grito tirando algo de saliva de su boca la anciana.

Apenas se dio la vuelta la anciana sintió como una mano agarro su cuello levantándola del suelo. Intento
resistirse dándole unos pocos golpes y patadas a Aria pero esta era inmutable, como si atacase una pared donde
solo se hacía daño ella misma. Así siguió hasta que toda su energía se concentró en tratar de sostenerse del
brazo de Aria mientras perdía poco a poco su vida se le iba escapando del cuerpo.

—«Ya casi… ya casi…» Decía Aria en su mente «Ahora, sufrirás menos al estar menos consiente»

Con el más simple de los movimientos que podía hacer Aria, apretar un poco más la mano, le destrozo el
cuello a la anciana. El sonido fue comparable al de una galleta rompiéndose y dejándola caer al suelo.
Jack observo toda la escena mientras aun aguantaba el dolor de la flecha, ignorando aquel sufrimiento de ver
la sangre fría con la cual la anciana fue ejecutada como si no fuera nada. Aria saco de una de las bolsas sujetas a
sus cinturones una tira de carne, se arrancó la flecha del cuello y mordió la mitad de la tira. Sangre le escurrió
de su cuello bañando de rojo la cota de malla, su pechera hasta detenerse en su cintura. Poco a poco la herida se
fue cerrando hasta quedar una palpitante y roja cicatriz recién formada en la herida.

Frotándose un poco el cuello Aria avanzo hasta donde estaba Jack. Le paso la otra mitad de la carne la cual
sin pensarlo mucho Jack comió. Lo que no se espero fue que sin avisarle Aria agarro la flecha clavada en su
hombro y la arranco. El joven dio vueltas en el suelo.

— ¡ARGHHHHHHHHHHHH! —Gritaba Jack.

—«Tranquilo, no creo que vivas este tipo de vida lo suficiente para acostumbrarte» Pensaba Aria frotándose
suavemente el cuello. El tratar de hablar le era doloroso y debía primero dejar que terminara de sanar.

Sabiendo que tomaría un rato que la carne terminara de curar sus heridas Aria se sentó en el suelo junto a
Jack. Ahí examinando la ballesta que la mujer había dejado tirada en el suelo, vieja y desgastada. Aria se dio
cuenta que aquel arma era bastante ineficaz para acertar un tiro tan preciso a su cuello, llegando a la conclusión
de que no fue el arma sino la habilidad de la anciana que logro acertar el ataque desde un distancia segura.
Debía estar muy acostumbrada a la precisión del aparato para haber convertido una debilidad tan simple como
la dispersión de un arma repetida en un solo tiro preciso.

—«Menos mal acabe con esta bandida haciéndola creer que me mato. No quiero imaginar si hubiera apuntado a
mis ojos» Piensa Aria siendo agradecida con su suerte.

Al mismo tiempo lejos a varios kilómetros de aquel lugar un dúo de personas caminaba por la pradera. Uno
de ellos sostenía un escudo y lanza y el otro solo llevaba un saco contra su pecho. El que portaba las armas tenía
el escudo enganchado en su brazo y con la mano libre que sobresalía del escudo sostenía un mapa. Siguiendo
sus indicaciones mientras observaba el entorno a su alrededor.

—Parece que mucho más adelante esta la primera parada. Creo que solo nos queda una hora para ver las luces
del poblado cuando ya caiga la noche—Dijo el mercenario.

—Entiendo…—Responde el joven en un tono algo apagado.

— ¿Qué pasa? No pongas esa cara larga, cuando todo esto termine ambos seremos ricos, ¡Tú serás más rico de
lo que serias en toda tu vida! —Exclamo en un tono de soberbia el mercenario.

—No es eso yo…


El mercenario sintió algo, unos pasos acercándose a ellos detrás. Sosteniendo sus armas se dio la vuelta y
gritar preguntando sobre quien anda ahí, pero no pudo. Una luz brillante como nunca habían visto cegó a
ambos, como si el mundo a su alrededor por unos muy breves instantes se volviera totalmente blanco y
perdiendo la visión. Apretando con fuerza sus ojos cerrados ante el dolor provocado, aunque intentaran abrirlos
lo que veían era demasiado difuso.

—¡ARGHHHHHHHHHHHHHH! ¡MALDITO BASTRADOS O BASTARDOS O QUIEN SEAN! —Grito el


mercenario cubriéndose con su escudo y moviendo su lanza de lado a lado a ciegas buscando a su atacante.

El acompañante cegado no pudo hacer otra cosa sino caerse ante la conmoción. Lo último que pudo sentir fue
como su cuello se sentía húmedo. Se tocó para darse cuenta que le habían cortado la garganta. Su sangre se fue
derramando rápidamente hasta morir en el suelo.

Asustado el mercenario no hacía más que retroceder y mover su arma de lado a lado, no pudiendo siquiera
ver a sus atacantes con los ojos aun cegados, rojos y llorosos. Jamás pudo ver el aspecto de sus atacantes frente
suyo cuando sintió una patada en la espalda que lo hizo caerse de rodillas al suelo. Al final lo último que sintió
fue como un objeto macizo golpeo su cabeza casi arrancándola de su cuerpo, matándolo en el acto.

Los atacantes resultaron ser solo dos personas, dos individuos encapuchados con una tela tan blanca como
una hoja de papel. Uno es varias cabezas más grande que el otro en comparación y también más ancho mientras
que el otro tenía una figura más delgada y pequeña en comparación además de femenina.

—Aquí tienes—Dijo al otro con una voz femenina y quitándole el saco al cuerpo del muchacho. Tirándolo
cerca del otro.

—Sí, amor—Responde el otro con una voz grave.

El grandulón alzo un martillo tan grueso como él mismo y golpeo el saco hasta hundirlo en la tierra. La mujer
se acercó y levanto el saco del suelo, abriéndolo y dejando caer trozos de metal. Lo que cayó del saco era un
escudo con guantelete integrado, ahora roto y doblado.

—Hmph, no es este. —Dijo el grandulón.

—Una pena. Habría sido un golpe de suerte pero también un tanto decepcionante, ¿No crees lo mismo? —
Respondió la mujer.

—Ciertamente. Sigamos con otro.


De vuelta al bosque con Jack y Aria habían pasado una hora desde su encuentro con la anciana. La pelirroja
ya solo se limpiaba la sangre del cuerpo para no alarmar cuando llegue al poblado. Su cuello ya se había sanado
considerablemente.

—Mi, mi, miii—Decía Aria probando que tanto le dolía al hablar. Solo quedaba cierta molestia hasta para tragar
saliva— ¿Ya te sientes mejor? —Preguntó Aria a Jack.

Ya recuperado también el joven Jack se puso de pie. Intentando probar su brazo aun sentía cierta molestia al
moverlo.

—Primera vez que pruebo una carne de Belhor—Dijo Jack—. Pensaba que tendría un sabor especial o único
pero no es así.

—Seh, sabe cómo a carne seca. Veo que aun te fastidia el brazo—Responde Aria.

—Duele si lo levanto mucho—Dice Jack demostrándole a Aria la dificultad de lo mencionado.

—Tardara en sanarse por completo. Ya mañana estaremos mejor.

Aria se levanta del suelo y toma la ballesta. Ambos miran el cuerpo sin vida de la anciana que los había
atacado por unos segundos.

—Me siento mal por ella…—Dice Jack.

—Yo también, pero nos intentó matar. Obtuvo lo que nos iba a dar. Era ella o nosotros—Responde Aria.

—Si tú lo dices…

Se fueron del bosque dejando el cuerpo de la mujer recostado a un árbol. Aria le dio la ballesta a Jack para
guardarla en el saco y quizás darle algún uso. Para su sorpresa a pocos minutos notaron una luz en la lejanía.
Enfocando sus vistas se dieron cuenta, muy cerca estaba el poblado al que debían ir.

—Quien diría que estábamos casi al lado—Menciono Jack.

—Si… muy cerca—Responde Aria algo preocupada.


Caminaron hasta llegar a la entrada del lugar. Más que entrada solo era una de tantos caminos de piedra que se
extienden a varios metros por fuera del pueblo de manera dispar. Aquello sorprendía a Jack.

—Que desorden. Les daré el beneficio de que es adrede y que habrán casas que de una razón de ser a estas
calles por fuera—Decía Jack examinando el suelo.

— ¿Me recuerdas que eras? —Preguntaba Aria.

—Herrero.

—Vale, ¿los herreros forjan calles o qué?

—Se varias cosas, no solo doblar metal, señorita—Responde Jack siendo educado.

—Si tú lo dices.

Para Aria Jack era un enigma, el que un simple herrero diera una crítica tan específica y no algo tan simple
como un “Se ve horrible” le llamo su atención. Quizás esto era una pista de por qué él estaba aquí en esto o tal
vez es algo sin importancia. Ignoro esos pensamientos y siguió junto a joven adentrándose en el pueblo.

Mientras caminaban la gente los observaba, ya fuera desde las sombras en lo profundo de sus casas tapados
por la oscuridad o a plena noche afuera guardando su distancia. Jack no podía evitar notar que todos le miraban
por encima del hombro lo cual podría haber sido grosero pero se dio cuenta de lo obvio, observaban a la gigante
al lado suyo. Las miradas solo pasaban fugazmente y a veces ni eso por el joven y se centraban en Aria.

—«Siento que podría bailar y casi nadie lo notaria» Pensó Jack.

—«Siento que podría pedirle a Jack que patee a alguien de aquí y nadie lo notaria» Piensa Aria.

A los pocos minutos de deambular por el sitio llegaron a lo que parecía una plaza en el centro del pequeño
poblado. En dicho lugar estaban reunidas un gran número de personas los cuales llenaban el sitio. Todos los
habitantes del pueblo no hacían sino estar afuera o en las entradas de sus casas, listos para reaccionar ante tal
cantidad de extraños ahí amontonados.

—Creo que esto se podría poner feo—Comenta Jack un tanto nervioso al ver la actitud comprensible de la gente
del pueblo.

—Mientras no les hagamos nada no ocurrirá nada—Responde con total seguridad Aria.
Con todos ahí reunidos una voz en sus cabezas les habló. Era Celare quien esperaba a que todos estuvieran
allí para darles el resto de las instrucciones prometidas.

—Ahora que están todos aquí, más o menos, ya es momento de entrar en detalles—Dijo Celare para entrar en
una breve pausa—. Todos ustedes están reunidos aquí con una misión, llevar ese saco que les di pero
conociéndolos ya se harán preguntas. La respuesta es que el trabajo encomendado fue este, un noble del Reino
de Ulfar acaba de soltar una enorme cantidad de marfil con la única razón de obtener algo muy preciado, el
símbolo de este reino, EL ESCUDO LINTERNA.

Lo último dicho hizo estremecer a todos los presentes que podían escuchar la voz de Celare.

—Lo que llevan consigo casi todos es una réplica, solo uno de ustedes lleva el original pero no lo diré,
quedando prohibido decirlo o averiguarlo por su cuenta. El hecho es que quienes lleguen con las réplicas junto
al original se llevaran la suma prometida, los herederos de la libertad junto a ustedes serán liberados de Merces
y su compañero se llevara un extra.

Aria se quedó pensativa ante todo lo dicho. Tratando de encajar todas las preguntas que se le venían a la
mente.

—« ¿Tanta gente para esto? ¿Qué pasa si el que lleva el escudo le ocurre algo? » Se preguntaba Aria.

Antes de lo que ella pensó sus dudas fueron aclaradas con la peor respuesta posible.

—Oh, y en caso de que quien lleva el original muera, lo pierda o algo parecido, TODOS morirán. Fin del
aviso—Terminó por decir Celare dejando de hablar.

Con todo lo aclarado, o al menos lo que Celare le parecía más importante, su voz dejó de escucharse en la
mente de todos los mercenarios y herederos. Los primeros estaban un tanto dudosos pero ya resignados en
continuar, por su parte los herederos estaban algo absortos en sus pensamientos, asimilando todo lo dicho;
esperando quizás despertar de lo que hasta ahora les parecía un mal sueño. Los murmullos y gente conversando
entre si no se hizo esperar, tanto por los mercenarios como por los habitantes del pueblo, los últimos ante sus
ojos todos los presentes parecían un grupo de locos por quedarse quietos durante el tiempo en que Celare les
hablaba.
Aria se quedó observando a Jack quien estaba como todos los demás, pensativo, pero ella con mente serena y
tranquila ya habiendo asimilado esto hace horas al saber las implicaciones de un trato de tal magnitud. Toco el
hombro del joven para tratar de distraerlo sacándolo de su trance.

—Hey, ¿Vamos por suministros? —Dijo Aria.

—Si… vamos.

Justo cuando se estaban por retirar una voz entre la multitud gritaba, “Jack, ¡Jack!”, exclamaba un hombre
con todas sus fuerzas saliendo de entre los mercenarios y herederos. Era el viejo herrero Alexander. Al verlo
Jack corrió y ambos se dieron un cálido abrazo, tenían horas de no haberse visto hasta ese momento.

— ¡Qué bien que estas aquí muchacho! Pensé lo peor cuando no te vi por ningún lugar—Entre sollozos decía el
viejo Alexander.

—Tuvimos unos inconvenientes al venir aquí pero fue cerca. Estamos bien tío, ¡Me alegro de verte a ti también!
—Responde el joven Jack feliz.

Viéndolos a ambos juntos Aria sintió algo en su corazón. Al principio fue nostalgia, no pudiendo evitar sentir
familiar el ver a dos seres queridos apreciarse tan genuinamente el uno al otro, como un sentimiento lejano
ahora en ella como un recuerdo fugaz. Pero ahora sentía tristeza, viéndolos juntos y el amor que existía entre
ambos como algo que posiblemente el joven pronto experimentara como un recuerdo, justo como ella alguna
vez. Por eso permaneciendo durante minutos en silencio observándolos como un fantasma, no queriendo
interrumpir en ningún momento.

— ¿Hmph? Oh vaya… mira eso—Dijo Alexander a Jack—. Mira eso de ahí… esa gran mujer.

—Sí, bueno, ella es el mercenario que me acompaña—Responde un poco apenado Jack dándose cuenta que
dejo a Aria allí.

—¡¿QUEEEEEEEEE?! Joder muchacho… ¿Qué habré hecho en una vida pasada y tu tan joven obtengas cosas
bonitas que ni yo en mi larga vida?

—Jajajajaja siempre igual, viejo caliente.

Sintiéndose invitada Aria se acercó a ambos.

—Mucho gusto, mi nombre Aria—Con bueno modales se presentó la gigante.


—Vaya, y bien educada. Quiero decir, un gusto igualmente señora—Responde el herrero Alexander
extendiendo su mano. Cosa que Aria acepta y estrecha su mano con la de él.

—Señorita—Responde Aria apretando un poco la mano del señor.

— ¡Entiendo no me quites la mano por favor—Decía ahora asustado el herrero!

—Jaja, bueno… los dejare a solas, buscaré provisiones Jack, nos vemos al rato.

—Entendido Aria.

La gigante pelirroja se dio la vuelta y se fue del lugar. En eso el viejo Alexander no pudo evitar examinar a la
mujer a detalle hasta notando lo raspones en su armadura pero perdiéndose en examinar otras cosas.

— ¿Soy solo yo o acaso tenía los ojos como color miel? O más bien como oro—Se preguntaba el viejo herrero
pensando que ya en la noche su vista ya no le servía.

— ¿La tuviste al frente mirándola y no notaste eso? Si los tiene—Responde Jack

—Tú sabes que nunca miro a los ojos… ups.

—Viejo sin remedio—Y dándole una palmada en la espalda a su tío casi como un regaño por sus mañas.

Con todo el tema aclarado todos los mercenarios reunidos se dispersaron para buscar también suministros y
algo de ocio, esto último al ver las jovencitas bonitas se habían por el lugar. Por otro lado los herederos se
quedaron acumulados en la plaza, quienes a diferencia de los mercenarios las palabras de Celare cavaron hondo
en sus mentes causándoles miedo e incertidumbre

Observando la situación Alexander insto a Jack el que se fueran de allí. El sitio tenía una pinta deprimente y
el viejo herrero quería más que nada alejar a Jack de los otros herederos.

— ¿T-Te apetece algo de comer muchacho? —Dejo tratando de lucir lo más alegre posible el viejo Alexander.

—Tío… claro, pero no tienes por qué forzarte, te conozco de toda la vida y créeme, esta situación me afecta
igual—Dijo Jack tratando de quitarle al viejo Alexander un peso de encima.

El viejo supo que el joven no era ningún tonto, ya sabía que se daría cuenta fácilmente, así que como ya
alguien mucho mayor sabía que debía decir ahora.

—Lo se… solo trato de que no te afecte más de lo que ya te ha afectado, Jack—Responde el Alexander de
manera casi genuinamente sincera.
—Gracias tío, lo aprecio mucho… vamos a por unos panes—Con mucho cariño le dio palmadas a su tío para
tratar de relajarlo.

— ¡Claro!

El engaño fue perfecto, una vieja táctica de hombre mayor que un joven muy educado y noble como Jack no
podría detectar, una mentira disfrazada con parte de verdad. De esa forma pudo hacer lo que quería, alejar a su
joven sobrino del resto de herederos de la libertad.

Mientras tanto Aria deambulaba por las calles del pueblo en busca de algún local, todo parecía cerrado y
medio laberintico debido a la mala distribución del espacio entre las casas, a veces muy anchas o muy cerradas
las calles. Así siguió hasta que de pura casualidad se topó con un grupo de 7 mercenarios, quienes se quedaron
unos segundos admirando a la gigante y luego irse entre murmullos. Aria los ignoró mirando hacia otro lado
pero por accidente choca con alguien haciéndolo caer.

—Lo siento disculpa mi…

—No no, fue mi culpa yo…

Frente a Aria estaba tirado un joven de piel blanca y pelo negro, con ojos de color azul, ropas beige casi en
su totalidad con toques de tela blanca en las costuras.

—Aria… eres… más grande lo que recordaba—Dijo el joven levantándose del suelo.

—Tú has crecido unos cuantos centímetros, Edecan—Responde Aria en un tono algo seco.

Ambos estuvieron frente uno al otro por unos segundos hasta que Aria se apartó tomando otro camino
dándole la espalda.

— ¿Ni un hola como has estado? —En un tono algo triste en su voz se pronunció el joven.

Aria se detuvo a unos metros pero no se dio la vuelta.

—No me hables, desmembrado—Fueron sus únicas que le dirigió al joven para después alejarse.
Ese joven se quedó inmóvil en el sitio, las palabras de Aria le pegaron fuerte. Ahora con más desánimos con
este encuentro Edecan se fue cabizbajo por una dirección opuesta a la de Aria.

La pelirroja siguió buscando calle tras calle hasta que por fin encontró un local abierto. Era una humilde
panadería pos sus avisos. Entro a ella agachándose un poco para pasar por la puerta.

—Buenas noches, disculpen—Dijo la pelirroja llamando la atención del dueño quien estaba limpiando con un
paño una mesa.

—Buenas… noches…

El señor era alguien de edad avanzada con su pelo empezando a manifestar canas y un pelo negro ya
decolorado. Al ver a la mujer enorme y acorazada frente suyo sintió miedo, nunca antes alguien así había
entrado a su negocio y ella era una total extraña.

—Ejem, disculpe, ¿Tiene de casualidad pan de roca? —Pregunto Aria en un tono gentil al percibir el miedo en
el hombre.

—S-Sí, claro. Son 30 solidos—Con valentía y algo de orgullo el hombre logra responderle a la extraña ante él

—Bien.

De sus bolsitos Aria fue sacando una a una las monedas necesarias para pagar el pan de roca. Ya con todo
pagado el señor se retiró a buscar el pan en la bodega. En ese momento una niña entro corriendo en el local.

— ¡Señor Pedro Señor Pedro! —Gritaba la niña

Más atrás del local se pudo escuchar un “Ya voy” del señor. La niña se quedó ahí esperando, se notaba muy
agitada, tanto que ignoro a Aria quien estaba a unos metros lejos de ella y dando un sobresalto apenas se dio
cuenta de la gigante al lado suyo.

— ¡Ahhh!

—Shhh, tranquila—Responde de manera dulce Aria para no asustar más a la niña.


El infante se quedó de piedra ignorando las palabras de la pelirroja. Casi hipnotizada por esos ojos amarillos
que le inspiraron un gran temor, recordando por breves instantes su miedo a las serpientes. Esto le hizo salir
corriendo del lugar y justo en ese momento sale el señor Pedro con el pan de roca.

— ¿Paso algo? Escuche que alguien me llamaba—Confundido por la situación y que otra voz diferente a la de
Aria y más familiar le había llamado.

—Nada, solo era yo…

—Supongo, tenga.

Al recibir el pan de roca, larga barra de pan cuya textura era dura y del mismo color gris del de algunas
piedras, se retiró del lugar. Saliendo vio como la niña se escondía esperando a que la pelirroja se fuera para
volver con el panadero, cosa que hizo cuando Aria estuvo lo suficientemente lejos.

Con todo preparado Aria sabía que el pan de roca le duraría lo suficiente para Jack y ella hasta la próxima
parada, no necesitaba buscar algo más además del agua. Pero una necesidad le hizo sentirse estresada, su cuerpo
quería bebida. Con eso en mente siguió vagando hasta encontrar una cantina.

Por su lado Jack y su tío estaban sentados con la espalda recargada contra la pared en una de las calles.
Frente suyo esta una panadería y ellos estaban ahí comiendo de una canasta de pan con algo de bebida.

—Desearía que nos quedáramos más tiempo aquí, se nota que es un lugar pacífico—Dijo Alexander.

—Sí, una pena pero el enmascarado ya hablo, solo unas horas—Responde Jack con la boca llena de pan.

Sus charlas eras pausadas, ninguno tenía algo de qué hablar o siquiera querían hablar de ciertas cosas que
resultarían incomodas, solo querían pasar el momento allí tranquilos, juntos, comiendo. Aun así el joven rompió
el silencio ante una duda.

— ¿Qué harás tu ahora tío? Yo me tendré que ir en poco tiempo—Con bastante incertidumbre dice el
muchacho.

—Tu tranquilo…—Responde Alexander dándole palmadas en el hombro—. Tu solo sigue adelante, hazle caso
a la mujer grandota y nos veremos al final.

—Entiendo…
Siguieron comiendo pero el viejo herrero sentía que solo dejaba a su sobrino con más preguntas las cuales no
quería responder. En eso voltea y ve pasar a un joven algo cabizbajo, por su ropa se notaba que era un
mercenario a sus ojos.

— ¡Hey, tu! —Grito Alexander llamando la atención del joven

— ¿eh, me estas llamando? —Voltea Edecan.

—Sí, ven aquí.

El muchacho un poco más mayor que Jack se acercó al dúo. Se notaba confundido y hasta algo alegre de que
le hayan llamado así de la nada.

— ¿Por qué la cara larga? —Pregunto alegremente el viejo herrero.

— ¿Yo? No, no… No es asunto suyo, señor—Responde el joven de manera un poco grosera.

Viéndolo detalladamente Alexander vio algo en el joven, algo en su forma de actuar y responder.

—Ten, te invito un pan—Extendiendo su mano con un gran pan al joven. Alexander se muestra amigable y se
queda ahí varios segundos con el brazo en el aire.

—Si… gracias—Responde el joven acercándose.

El joven mercenario se unió al dúo de herreros. Al cabo de un rato de presentarse ya estaban más amenos ahí
los tres comiendo y charlando. Poco a poco el humor del joven que se presentó con el nombre de Edecan, fue
cambiando a uno más alegre y menos apático.

—Este pan vaya que esta bueno, agradezco haberlo probado gracias a ustedes—Con la boca llena cual niño dice
Edecan feliz.

—No hay de qué. Ni que fuéramos unos cerdos para comer tanto pan que compramos—Dijo de manera burlona
Jack.

Viéndolos a ambos felices sintió algo de alivio el viejo Alexander. Posiblemente le acaba de darle un nuevo
amigo a Jack y se sintió contento por crear este puente entre ambos jóvenes. Aun así sintió un leve escalofrió, la
preocupación había regresado como un recuerdo persistente.
—Jaja si… oigan, tengo sed, ¿Les traigo unas bebidas?

Ambos jóvenes respondieron que si el viejo herrero se retiró del lugar. Avisando que podría tardarse un poco
hasta que regrese pero mientras que los dos se terminen el pan que quedaba.

Cuando el viejo se fue alejando no podía evitar mirar de reojo volteando un poco hacia atrás, mirando a su
sobrino y al joven. Se sentía feliz de hacerlo feliz en esta situación, una distracción de los acontecimientos que
se pueden venir después, una leve esperanza. Ya lejos vago por las calles hasta llegar a lo que parecía una
cantina pequeña. Entrando no pudo evitar ignorar el elefante en la habitación, era Aria sentada en un rincón
bebiendo.

—«Oh vaya… la gigante… NO PUEDO DESAPROVECHAR ESTO» Tragando su saliva y pensando


fríamente lo que iba a decir se fue acercando a la pelirroja.

Casi como un animal oliendo carne Aria sintió la presencia del viejo Alexander acercarse a ella. Volteando a
verlo y sacándole un pequeño susto.

— ¿Quieres un trago? —Pregunta Aria.

—Si… señorita.

—Bueno.

Sintiéndose invitado el viejo herrero se sentó junto a Aria en la esquina del bar. Frente a frente cada uno fue
pidiendo bebidas al señor del local quien les traía bandejas y bandejas de botellas con variados licores.

—Yo invito—Expreso en un tono alegre Aria.

—Gracias…

El viejo fue bebiendo de manera cauta su bebida, como buen hombre adulto con ya sus años pero este se
sorprendía viendo a Aria. Ante el la mujer bebía alcohol como si fuera un hombre del desierto sediento. En
cierto momento Aria se quitó la pechera dejándola reposando al lado de ella.
—Oye tranquila, a este paso creo que hasta me quitaras mi bebida si no me la acabo antes jaja—Dice en un tono
burlón pero algo nervioso el viejo herrero.

—Y no lo dudes—Responde Aria de manera burlona y sacando de lugar al viejo.

—Eh, vale…. «Ya no parece tan estoica como antes, bueno, tanta bebida le debía afectar en algo». Veo que
usted y mi sobrino son pareja de viaje si no me equivoco.

Aria se detiene de beber al escuchar eso último que mencionó Alexander.

— ¿Su… sobrino? —Dejando una botella sobre la mesa Aria se queda un tanto confundida.

—Si… supongo que pensarías que soy su padre o algo así. No te culpo por vernos el parecido, aunque para
desgracia del joven el no poder heredar este gran atractivo jajaja—Dice Alexander recobrando su energía
gracias a la bebida.

Aun confundida la pelirroja se quita ahora el casco y lo deja sobre la mesa. Mira fijamente al viejo quien
queda totalmente atrapado con sus ojos amarillos.

— ¿Qué haces tú aquí entonces?

—… Diría que es una larga historia si supiera el contexto entero, pero en resumen, mi hermana, por ella es que
estamos aquí.

Que la madre o padre del joven fueran miembros de Merces era algo lógico para Aria. Un heredero de la
libertad no era otra cosa sino un posible nuevo mercenario quien hereda la maldición de trabajar en la
organización de Celare. Pero aun así algo no encajaba, su tío aquí presente decía no ser parte de esto.

—Señor… ¿Qué haces tú aquí entonces, donde están sus padres? —Pregunto Aria con más dudas que
respuestas.

—Ni idea. Si el padre no está aquí posiblemente este muerto o no le importa el muchacho. Mi hermana por su
lado… supongo que muerta también. Yo soy su nica familia.

De repente el herrero sintió como algo presionaba su hombro y recorría su espalda cerca del cuello. Junto a
ellos apareció Celare sentado al lado de Alexander, quien estaba reposado y agarrando al hombre.
—Y cómo puedes imaginar—Dijo Celare—. Este buen hombre resultó ser un gran “Padre”, ofreciéndose como
parte del trato.

Aria se quedó en silencio con una expresión de sorpresa, expresión que poco a poco fue cambiando a una de
puro desprecio.

—Tu… lo… obligaste… —Preguntó Aria consternada.

—NO… yo me ofrecí—Responde con una voz apagada el viejo herrero.

—Por eso estas aquí, ¿Era parte del trato?

—Sí, y tú eres parte del mismo.

—… ¿Yo?

El enmascarado quito sus manos del viejo hombre y las puso sobre la mesa. El mesero y dueño del local
llegaron a dejar más bebidas para la gigante pero estos ignoraban completamente la presencia extraña de Celare,
ya que ante estos solo habían dos personas ahí.

—Sí, el trato incluía no solo volver a Jack un heredero sino que también un extra—Dice Celare juntando sus
manos para luego alzar una apuntando a Aria—. Y es darle a su sobrino como acompañante al mercenario más
poderoso de este Reino, y mira que menos mal aceptaste, querida.

En aquel momento Aria sintió un nudo en su garganta. La impotencia de ver como una buena familia era
nuevamente destruida por las ambiciones del enmascarado.

—Tu… argh

—Bueno, solo les quedan 5 minutos de reunión, mejor me voy. —Esas fueran sus últimas palabras antes de
desaparecer justo donde estaba como cual fina capa de humo en una taza de café en el aire.

Ambos se quedaron callados unos segundos ahí. Con todo aclarado no había mucho que comentarse el uno al
otro. La situación era jodida.
—Parece que es todo… veo que usted es una buena persona, ¿Podría usted hacerme un gran favor? —Pregunto
el viejo herrero.

—No…—Responde de manera tajante la pelirroja quien procede a tomarse varias botellas de alcohol.

— ¡POR FAVOR! ¡ES LO UNICO QUE LE PIDO! —exclamo el viejo Alexander alertando a todos en el
lugar.

Ante las suplicas del pobre hombre Aria bajo su bebida dejándola sobre la mesa. Con una mirada compasiva
en su rostro.

—Nunca fue fácil, pero lo acepto, acepto cuidar de su sobrino por mero interés. Tenerlo junto a mi supondrá un
reto, pero sería uno que valga la pena—Responde Aria de manera sincera.

—Oh… por Gavidia… gracias al cielo y al anillo que me has escuchado… —Exclama agradecido el viejo
Alexander como si se hubiera quitado un gran peso de encima.

—…

—Nunca sabré como agradecerle, señorita. Este ha sido un peso que he llevado en mis hombros desde hace 16
años… la verdad, no sabré como pagarle.

—Sabes cuales son las consecuencias… ¿Verdad?

—Si… pero no me importa, mientras el no venga conmigo yo seré feliz.

— ¿Él lo sabe?

—No…

Aria siguió bebiendo. La situación ya le parecía más complicada y desesperante mientras lo pensaba así que
bebió y bebió para ahogar ese molesto sentimiento. El viejo Alexander dejo vacía la única botella había
agarrado y la dejo sobre la mesa, no sin antes notar algo de lo que no se dio cuenta hasta ahora que todo se
había calmado. Era el busto de Aria el cual lucia mucho más prominente. Dos grandes pechos alzaban aquella
cota de malla haciendo que se saliera un poco la malla de la camisa de su parte inferior donde estaba antes
doblado.

—Eh… oh, vaya.

— ¿hm? ¿A dónde vas? —Pregunto Aria dándose cuenta que el hombre se había levantado de su asiento.

—Ya lo oíste, debo irme.

— ¿Es esto parte del trato?


—Ahora toca mi parte del trato, y los demás depende que su viaje sea más seguro.

Apenas el viejo herrero se fue del bar Celare reapareció sentado justo donde estaba antes. Mirando la entrada
y volteando a ver a Aria.

—Fugaz encuentro, el primero y ultimo—Expresa Celare con su típico acento burlón—. Tan desesperado para
pedirle ayuda a una desconocida de la organización que arruino su vida.

—… Puedo entenderlo—Responde Aria.

—En fin, será mejor que busques a tu compañero y tomen rumbo.

—Ya.

Pagándole todas las bebidas al dueño Aria se fue del lugar dejando a Celare solo. Llevando consigo un saco
lleno de bebidas y su pechera la cual en este momento no le quedaba por el busto. Caminando por las calles
varios le observaban.

Por otro lado Jack llevaba un rato ya solo con aquel mercenario de nombre Edecan. Estos dos parecían
llevarse bastante bien y estaban ya extrañados de la tardanza de Alexander.

— ¿Por qué tarda tanto? —Se preguntó Jack preocupado por la ausencia de su tío. Mirando hacia ambos lados
de la calle esperando ver asomarse cualquier figura.

—Quien sabe, este sitio esta tan mal distribuido que quizás al ir por su cuenta se perdió.

—Quizás…

La preocupación del joven herrero crecía de nuevo. Ante esto Edecan viendo a su nuevo amigo en este estado
pensaba en que temas sacar para distraerlo pero no se le ocurría nada, no era muy hablador generalmente.

—Oye, deberías conocer a mi compañera—Dijo Edecan.

— ¿Compañera? —La mirada en la cara de Jack era de sorpresa ante lo dicho.

—Sí, me toco ser uno de una jovencita como de tu misma edad. Quizás podrías ayudarme con ella.

— ¿Qué le ocurre?

—Pues lo esperable, está muy pensativa por toda la situación, apenas si habló de camino al pueblo.

—Oh…
Edecan se dio cuenta de su error muy tarde. Sacando un tema muy similar a la situación de Jack le hizo
decaer un poco más. Jack recordó que el tiempo en este pueblo era limitado, quería pasar el tiempo suficiente
junto a su única familia.

—Espérame aquí iré a buscarlo—Dijo Jack levantándose de donde estaba sentado.

Frente a los dos jóvenes Celare pareció de la nada varios metros en la dirección por donde iba Jack. Edecan
se quedó observando al enmascarado mientras Jack no podía siquiera verlo. Con un gesto diciéndole que se
quede callado Celare se hizo a un lado cuando Jack iba pasado cerca suyo, solo para ponerle un pie y hacer que
el joven se callera al suelo. Esto hizo que soltara al suelo el saco que llevaba y dejara al descubierto la ballesta
de la mujer que los había atacado en el bosque.

—Argh, que mierda, ¿Una piedra? —Dijo Jack en el suelo confundido.

Celare se movió grácilmente alrededor del joven y desapareciendo. A la distancia Edecan confundido incluso
más que Jack habiendo visto lo que había pasado. En ese momento una señora y su hija pasan cerca de donde de
Jack y viendo al extraño notan algo que loas alarma.

— ¡P-PERO SI ES! —Exclama la señora sosteniendo fuerte contra si a la niña—. ¡ASESINO!

En los alrededores todos los habitantes del pueblo escucharon los gritos de la mujer y se acercaron para
enterarse de que estaba pasando al reconocer la voz de una conocida.

— ¡ES LA BALLESTA DE MI ABUELA! ¡NO HAY DUDA! —Gritaba en cólera.

Todos los presentes se alarmaron y sacaron cuchillos, otros se fueron adentro de sus casas ya sea para
esconderse o buscar algo con que defenderse u agredir.

— ¿EH? Oh… mierda—Dice Jack levantándose del suelo entendiendo bien la situación—«No era una
bandida…»
Edecan asustado vio como varios pueblerinos también le empezaron a mirar raro, ante esto sencillamente se
fue corriendo del lugar de regreso al centro de la plaza, algunos aldeanos le siguieron. Por su parte Jack se vio
rodeado por la gente quienes se le iban acercando con recelo. El joven intentaba calmarla a la gente ya que
explicarse era algo inútil, lo sabía, Aria había matado a la mujer y era todo lo que importaba.

— ¡Agárrenlo! —Grito un señor acercándose a Jack apuntándole con una azada.

Justo cuando iban a tomar a Jack de rehén o lincharlo la multitud fue hecha de lado por Aria quien con suma
facilidad movía a todos como una escoba a hojas en el suelo. Varios intentaron hacerle frente pinchándole
pinchándole la cara con azadas pero parecía que eso solo le hacía lo mismo que un pellizco.

—¿Qué MIERDA HICISTE? —Pregunto Aria al joven mientras movía algunas personas que le intentaban
quitar su pechera.

—Ya sabes… —Dice Jack mirando a la ballesta en el suelo y dándole a entender bien lo ocurrido.

—Oh… mierda.

Aria se queda unos segundos pensativa pero toma pone sus pies sobre la tierra y decide ignorar lo ocurrido
por ahora.

—Toma—Dice Ahora pasándole todos los sacos a Jack.

— ¿EH? — Expresa Jack cargado cual burro con todas las bolsas.

—En fin, nos vamos de aquí.

La gigante pelirroja alzo a Jack recargándolo sobre su hombro y ambos se fueron de allí. Corriendo y dando
pequeños saltitos Aria salió rápidamente de los límites de pueblo. Mientras corrían y ya un poco lejos Jack
desde su vista trasera vio como muchos hombres salían corriendo también del pueblo. Por unos segundos pensó
que eran aldeanos pero fijándose mejor eran los demás mercenarios de Merces y herederos con los aldeanos
detrás tirándoles piedras. Todos estaban huyendo de allí dado lo ocurrido.

Cuando todos ya se habían largado del sitio los aldeanos regresaron a su pueblo. Frustrados por la injusticia
ocurrida a su vecina local. En eso una extraña luz en mitad de la noche ilumino una calle entera llena de
personas. Sus mentes se quedaron en blanco y con el cuerpo rígido como piedra por varios segundos.
Totalmente idos y fuera de sí, caminaron hasta el origen de la luz la cual se hacía cada vez más intensa. Aquello
que la estaba proyectando se acercaba al pueblo.
Aquellos lejos del haz de luz observaron aterrorizados el panorama. Algunos intentaron salvar a sus
familiares pero apenas se lanzaban para sacarlos de allí pero el contacto visual directo los dejaba en el mismo
estado de idos y caminando hacia la luz.

Varios haz de luz aparecieron alrededor del pueblo repitiendo el inicio atrapando a muchas más personas.
Gritos en conjunto se escucharon hasta ser poco a poco callados. Cada uno fue atrapado. Sin nadie que
prendiera las antorchas diurnas el pueblo en pocas horas quedo sumido en la total oscuridad.

Las horas pasaron y el sol salió anunciando el día. Un pueblo en ruinas. Calles destrozadas, ropas de gente
tiradas por todos lados y todas las puertas o techos de las casas rotas. No había una sola alma en ninguna parte.

A la cercanía del pueblo unas dos figuras encapuchadas y envueltas en tela blanca hicieron acto de presencia.
Siguiendo los mapas de los mercenarios se guiaron hasta llegar aquí.

—Hmm, ¿saqueos, purgas?—Pregunto la figura encapuchada más pequeña.

—No veo sangre por ningún lado. Estos “Mercenarios” no son de los que dejan unos escenarios de destrucción
tan ordenados—Responde la figura encapuchada más grande.

—Cierto, nadie sería tan eficiente a excepción de nosotros. Déjame reviso—Responde de manera enérgica la
figura encapuchada más pequeña.

Quitándose la capucha revela un rostro el cual era un yelmo metálico de plata que asemeja un rostro humano
femenino. Colocando sus manos frente a los orificios de los ojos del yelmo asemejando unos binoculares miro a
su alrededor. Un humo salía del suelo y formaba figuras humanas que caminaban en línea recta hacia algo. Al
acercarse una gran columna de humo formo unas enorme criatura amorfa que la mujer no pudo verle forma
alguna.

—No fueron los mercenarios, fue otra cosa. Ni humano ni animal—Dice la mujer de mascara de plata.

Las palabras de su compañera le hicieron quitarse la capucha, revelando así su yelmo facial pero este era
dorado y con aspecto masculino en sus facciones.

—Supongo que los reportes estaban equivocados. Se suponía que no hay aberraciones sino en el otro Reino
vecino a este, ¿Cómo era que se llamaba?

—Ulfar, y sí, yo leí todos los reportes incluso los de Ulfar aunque no nos mandaran allí. Por mera curiosidad—
Responde la mujer.

—Hmmm.
Se quedó ahí pensativo mientras la mujer seguía observando eventos pasados. De esa manera obtuvo la razón
de por qué no había sangre, las sombras desaparecían cuando aquella criatura los introducía dentro de sí,
intuyendo que posiblemente aquel ser los devoro sin dejar rastro.

El grandulón miro dentro de las casas y solo encontró destrozos pero en una hallo algo peculiar, un cuchillo
tirado en el suelo de la entrada de una casa cubierto de un líquido verdoso de olor nauseabundo. Su compañera
se acercó y visualizo como la dueña del cuchillo fue agarrada por lo que parecía un tentáculo colosal mientras
se defendí. La mujer enmascarada tomo el cuchillo y lo guardo en un pequeño saco.

—Habrá que analizarlo después, esta “Sangre” pútrida es bastante llamativa—Dice la mujer curiosa por el
descubrimiento.

—Sí, mejor sigamos—Responde el hombre.

Siguieron observando los alrededores hasta salir por el otro lado del pueblo. En ese momento se encuentran
con una mujer morena que portaba una espada más grande que ella misma recargada sobre su hombro.

—Oh… ah… no quiero problemas… —Dice la mujer morena ante aquellas figuras blancas con máscaras de oro
y planta frente suyo.

La mujer de la máscara de plata examino detenidamente a la morena, notando hasta el más mínimo detalle
visible como el desgaste de su ropa o el estado de nutrición de su cuerpo.

— ¿Tienes hambre, verdad? —Pregunta la mujer enmascara a la morena.

—S-Si… —Responde la morena mientras le rugen las tripas al escuchar hablar de comida.

—Bueno, ve al pueblo. Esta vacío pero quedara alguna tienda llena de suministros—Dice el grandulón.

— ¡Q-Q-QUE!

Temerosa la mujer avanzo hacia delante de aquellos enmascarados quienes muy cortésmente se hicieron a un
lado para que sintiera más confianza. Cuando sintió que era oportuno corrió hasta entrar al pueblo.

— ¿Qué viste? —Preguntó el grandulón.

—Una ligera desnutrición pero tiene las fuerza física suficiente para llevar un arma tan grande. Vagar por ahí
debe tener su mérito pero no es la gran cosa—Responde la mujer en un tono soberbio
—Esperemos a que regrese, quizás pueda sernos útil, sino, la matamos—Propone con gran tranquilidad en sus
palabras el hombre.

—Si tú lo dices.

Se quedaron allí esperando por casi media hora hasta que la mujer salió del pueblo por donde vino. Cargada
con un saco lleno de cosas, con la espada alzada en el aire ya que con la misma mano sostenía el saco y el
mango y con la otra un pan que iba comiendo. Al ver que aún seguían ahí las figuras blancas de máscaras de oro
y plata se dio la vuelta para regresar al pueblo y salir por otro lado.

—Bueno, tu nos presentas—Dice el grandulón.

—Claro.

Los dos corrieron detrás de la mujer morena quien por mero instinto de supervivencia soltó el pesado saco
para poder correr más rápido pero apenas soltó dicha carga vio una sombra encima eclipsando el sol, era el
grandulón que había dado un gran salto por encima de ella desde muy atrás, cayendo justo medio metro detrás
de ella. Dándose la vuelta para huir se vio acorralada por la mujer de mascara de plata quien se movía ágilmente
a los lados cada que intentaba tomar una dirección.

— ¡NO, POR FAVOR! ¡HARE LO QUE ME PIDAN! —Grita la mujer viéndose acorralada.

—Muy bien—Dice la mujer de mascara de plata

Como animal salvaje con la espada contra la pared se da la vuelta queriendo atacar primero al grandulón con
su espada. El intento fue inútil, el hombre grande y con mascara dorada detiene la hoja del arma usando su
pulgar y dedo medio.

— ¿¡AHHH!?

Un aura como flamas de tono dorado rodeo todo el cuerpo del grandulón por medio segundo. Con solo su
dedo índice golpeo la hoja de la espada y esta salió volando de las manos de la mujer quien cayó al suelo y su
arma de clavo en el techo de una casa.

— ¡ME RINDO! —Grito repetidas veces la mujer en el suelo.


—Eso fue fácil—Dijo el grandulón.

—En fin—Expreso la mujer enmascarada viendo aquella penosa escena.

La pequeña mujer enmascarada se acercó y levanto del suelo a la morena.

—Una pregunta, ¿Qué tanto conoces de este Reino? —Dijo la mujer rodeando el cuello de la morena con sus
manos.

— ¿EH? P-Pues… ¡M-Mucho, SI, MUCHO!

—Bien, veamos si es verdad.

De sus ropajes saco un mapa algo cubierto de sangre en algunas esquinas. Se lo paso a la mujer morena
quien lo sostuvo para examinarlo.

—C-Conozco toda la zona a donde marca esto… ¿N-Necesitan algo con eso...? —Decía temblando la mujer.

—Estupendo. Necesitamos a alguien que conozca alguna ruta o atajo de ser posible, pero, ¿Dice la verdad,
cariño? —Preguntó el grandulón a su compañera.

—No miente en absoluto—Responde la mujer enmascarada soltando el cuello de la morena—. Llevémosla.

— ¿Qué?

El grandulón levanto a la mujer morena del suelo hasta colocarla sentada sobre sus hombros, agarrotándola
firmemente de los brazos. La mujer sin protestar se limitó a dejar mover cual títere debido al miedo que esta
pareja le estaba haciendo sentir.

—Oh, ¿Dónde están nuestros modales? —Dijo la mujer enmascarada—. Tu espada.

La enmascarada se dirigió a la casa donde estaba clavada la gran espada de la mujer morena en el techo. Se
elevó poco a poco en el aire en medio de la nada como si estuviera subiendo escaleras hasta alcanzar el arma y
bajar. Ante lo que veía la mujer morena solo sentía más pavor al ver lo extraños que era sus captores.

—«Estoy jodida…»—Pensó la morena viendo como la mujer enmascarada tmaba el saco delo suelo que ella
había dejado.
Ahora este trio partió del pueblo, siguiendo la atenta mirada de la enmascarada quien seguía las sombras del
pasado de los mercenarios.

—Por cierto, ¿Cuál es su nombre? —Preguntó cortésmente el grandulón.

—M-Me llamo…

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