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11/11/2016 ¿Están los estudiantes bien preparados?

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¿Están los estudiantes bien preparados? Dirección de email

Posted: Artículo de Marina Garcés en elpais.es, 04/07/2014.


6 julio, 2014
Comments: 4 Practicamos una relación con el conocimiento que nos hace dependientes y, por tanto, SUSCRIBIR
disponibles.
La nuestra es una sociedad ahogada en conocimientos que no se digieren.

Mientras hago turnos en el tribunal de selectividad, uno tras otro, y veo trabajar, silenciosos, a La Red española de Filosofía (REF)

decenas de aspirantes a entrar en la universidad, un profesor de secundaria me pregunta: “En la pretende vertebrar a la comunidad

universidad, ¿notáis que los estudiantes llegan peor preparados que antes?”. Es una de esas preguntas filosófica española y coordinar a todas

tópicas a las que todo indica que habría que contestar inmediatamente que sí y empezar a despotricar las asociaciones, fundaciones,

acerca de la decadencia de las instituciones educativas, pero titubeo y no sé qué contestarle. ¿Peor instituciones docentes, centros de

que quién? ¿Peor que los estudiantes formados en las escuelas del franquismo a golpe de lista de investigación, etc., relacionados con el

reyes godos y que han ocupado los puestos de reconocimiento y de poder hasta hoy? ¿Peor que ejercicio de la profesión filosófica.

muchos de mis colegas, profesores de universidad, que no saben más que acerca de un autor o de un
tipo de alga oceánica o de un parámetro de análisis sociológico, ignorantes acerca de todo lo demás,
pero bien valorados porque ese microconocimiento produce publicaciones de impacto y un
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incremento de inversiones privadas? ¿Qué se supone que es estar hoy bien preparado?

Entiendo que una buena preparación consiste en adquirir autonomía y criterio propio para
desenvolverse en el propio tiempo. A quien goza de esto podemos considerarle una persona culta,
tenga o no estudios formales. Para conseguirlo son necesarios algunos conocimientos, cierta
capacidad crítica y de relación y, sobre todo, deseo, mucho deseo. Deseo de no dejar de aprender y de
hacerlo desde la propia vida y con vistas a las consecuencias personales y colectivas que tiene el
saber. ¿Es esto lo que se enseña actualmente en las escuelas? Yo no lo sé. Pero sí sé que no es lo que
se practica en el sistema universitario en general. Por tanto, desde la universidad no podemos
quejarnos acerca de cómo “nos llegan” los estudiantes. Lo que deberíamos hacer es interrogarnos
acerca de qué relación con el conocimiento estamos alimentando y por qué una sociedad altamente
universitaria como la nuestra (sobretitulada, según algunos) no es necesariamente una sociedad más
culta ni más autónoma. Solo así podremos dar un verdadero contenido a la tan urgente “defensa de la
universidad”: una defensa que no tiene que consistir ni en su preservación ni en rendir cuentas acerca
de su competitividad, sino en la apuesta radical por su carácter de institución pública al servicio de la
cultura, entendida en un sentido fuerte, y de la igualdad social.

Yo tengo la suerte de tener estudiantes un tanto anómalos, que han tomado la decisión de estudiar
filosofía en estos tiempos. Jóvenes que deciden dedicar unos años a lo que les gusta, y no tan jóvenes
que por fin encuentran el momento de dedicarse a aquello que verdaderamente les inquieta. En
general escriben bien y hacen pocas faltas de ortografía. Leer, no sé si leen mucho, pero por lo menos
tienen noticia de bastantes más cosas que yo en quinto de carrera. Sin embargo, hay algo que me
alarma: su tremenda dependencia. Les angustia la falta de indicaciones precisas, de pautas, de
modelos. Son perfectos ejecutores de instrucciones pero entran en pánico si tienen que ir al encuentro
de sus problemas, deseos, necesidades, a la hora de decidir o de manifestar sus propios desafíos. El
curso pasado les escribí una carta donde les decía, entre otras cosas, que su obediencia me rebelaba.
Hoy me pregunto, ¿de dónde viene esta obediencia y cómo la estamos creando?

Las explicaciones clásicas acerca de la obediencia voluntaria son conocidas: el miedo, la pereza, la
costumbre… Siguen estando ahí, bien instaladas entre nosotros. Pero creo que en esta obediencia
actual de nuestros estudiantes hay una dependencia profunda creada por la manera misma como
transmitimos y practicamos el conocimiento. Practicamos una relación con el conocimiento que nos
hace dependientes. Dependientes y, por tanto, disponibles. Terrible paradoja que hubiera puesto los
pelos de punta a cualquier ilustrado de la primera época de las Luces… O no tanto, si atendemos a las
alertas que lanzaron ya gente como Rousseau, en su Discurso de las artes y las ciencias, donde

http://redfilosofia.es/blog/2014/07/06/estan-los-estudiantes-bien-preparados/ 1/4
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denunciaba la falsa pompa del saber que escondían corazones cada vez más débiles, o Diderot y
D’Alembert, que ya apuntaban en su famosa Enciclopedia el peligro de indigestión y de inutilidad que
amenazaba a sabios y científicos de su propio tiempo si no aguzaban el sentido crítico.

Cada época y cada sociedad tiene sus formas de ignorancia correspondientes. La nuestra, en general,
ya no es una sociedad condenada a la ausencia de conocimientos, sino más bien ahogada en
conocimientos que no pueden ser digeridos ni elaborados en contextos que les den sentido. ¿De qué
nos sirve poder acceder a lecturas, cursos on line, documentales e informaciones si no podemos
relacionarnos con ellos? Lo que nos falla hoy no es tanto la posibilidad potencial de acceso al saber
como la posibilidad real de saber con sentido. De ahí la falta de autonomía: podemos llegar a saber
muchas cosas y a dominar múltiples competencias, pero no constituyen verdadera experiencia ni
comprensión del mundo.

Las causas de esta desvinculación entre conocimiento y experiencia tienen que ver con tres procesos a
los que la propia universidad no es ajena. En primer lugar, la creciente saturación de la atención,
desbordada por un crecimiento exponencial de la información. Como explican los economistas de la
atención, no podemos asimilar toda la información que nos llega, ni siquiera aquella que nos incumbe
más directamente. Esto provoca una peculiar forma de crisis. Lo sabemos, de forma grotesca, en la
universidad: ¿qué proporción de artículos científicos publicados son leídos realmente por los colegas
del mismo ramo?

El segundo proceso, derivado del primero, es la segmentación de disciplinas y públicos. Más allá de la
especialización y de la fragmentación de los saberes, estos se segmentan y se empaquetan en función
de públicos expertos o no expertos, clasificados por edades, orígenes o franjas de mercado.

Finalmente, el tercer proceso es la estandarización de los procedimientos y de sus resultados.


También lo conocemos bien en el sistema universitario: investigando cosas distintas incomunicadas
entre sí, sin embargo, todos somos premiados por hacer bien lo mismo, es decir, por publicar en
determinados medios y generar actividad (congresos, etcétera) de un mismo tipo. Se estandarizan los
procedimientos vacíos, mientras que cada vez podemos hablar menos entre nosotros acerca de lo que
pensamos, investigamos, enseñamos o escribimos.

Escribo estas líneas en este periódico porque aún es el que leen muchos profesores y profesoras de
universidad. Es un llamamiento a no caer en el lamento acerca de lo que nos viene de fuera: recortes y
alumnos mal preparados. El mal también lo tenemos dentro. Junto a la denuncia necesaria acerca de
todo lo que amenaza hoy a la universidad pública e igualitaria, estas líneas son un llamamiento a
mirar hacia dentro para hacer hoy de la universidad un contexto de experiencia compartida y de
aprendizaje. Para ello necesitamos articular nociones comunes que, más allá del discurso formal de la
interdisciplinariedad, forjen un nuevo abecedario y una cultura verdaderamente libre, en complicidad
con otros ámbitos de la sociedad, que ya están desbordando las formas de institucionalidad conocidas
hasta hoy. ¿Nos comprometemos con esta apuesta?

Marina Garcés es filósofa.

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COMMENTS (4)

hoytocapensar - Responder
7 julio, 2014 at 8:06

El complejo problema del “sabio ignorante o ignorante sabio” de Ortega y Gasset que expone en La rebelión de
las masas:

http://hoytocapensar.wordpress.com/2013/10/25/ortega-y-gasset-en-la-rebelion-de-las-masas-el-sabio-
ignorante/

Paula Ibarra Medina - Responder


8 julio, 2014 at 19:15

http://redfilosofia.es/blog/2014/07/06/estan-los-estudiantes-bien-preparados/ 2/4
11/11/2016 ¿Están los estudiantes bien preparados? | Red española de Filosofía
estoy de acuerdo con este análisis porque hay muchos factores que apuntan a esta forma de relacionarnos con el
conocimiento.

Anónima - Responder
31 julio, 2014 at 12:33

Como estudiante, estoy compltamnte de acuerdo, se nos propone un tipo de educación arquetípica de otra época
ya incompatible con los tiempos actuales y con lo que es en sí la filosofía.
Se nos inculca que el hecho de aprobar y conseguir buenas calificaciones académicas nos impulsa directamente al
éxito en todos los demás ámbitos de la vida, lo que a mi modo de ver, termina generando un conformismo
exacerbado y desemboca en lo citado, en mansedumbre.
No se nos para de repetir la famosa frase “Sapere aude”, la cual en muy pocas ocasiones se puede poner en
práctica, ya que, por ejemplo, hay un organismo de educación encargado de pautar la estructura de los
comentarios de texto y el temario para la pau.
Comentamos y comentamos textos, como por ejemplo de Platón, Descartes y demás, pero veo ilógico tener que
comentar textos en base a unos apuntes o teoría, sin saber realmente que Platón en su libro séptimo de la
Reública escribió que “un espíritu libre no debe aprender nada como un esclavo” o que el fin último del Discurso
del método de Descartes es el de defender el derecho y el deber de pensar por uno mismo. Ciertamente, no
existe un método exacto para arender filosofía, pero en una sociedad como la de hoy en día en la que la
información está al alcance de todos, veo innecesario e inútil tener que memorizar una cantidad ingente de
información, cuando se podrían proporcionar las bases para razonarla y digerirla adecuadamente, en este caso,
por ejemplo explotando la curiosidad e inquietudes de los estudiantes para que su primer contacto sea con las
obras mismas de esos pensadores, para que se conformen una opinión “inocente” a cerca de los conceptos y
complementar luego ese saber con apuntes. Ya que veo completa y absolutamente imposible pasar de la
ignorancia al saber, sin reconocer primero esa ignorancia y con todo ya expuesto analítica y cuidadosamente
veraz.
Pero por desgracia, los profesores no pueden realizar toda la enseñanza según su criterio, que sería lo más
lógico, y terminamos teniendo que memorizar lo que debiera ser pensado, puesto que dos años con tan pocas
horas lectivas de ésta asignatura son insuficientes.
Por último quizá me equivoque, puesto que ninguna opinión está exenta de errores o pueda ser discutible, pero
puede que el problema radique en el hecho, no de estar mal preparados, sino mal acostumbrados, debido a que
se “encasilla” la filosofía en una estructura universal de la enseñanza reglada y no individualizada, como debiera
ser.

Marcelo Lobosco - Responder


5 junio, 2016 at 1:28

Me parece muy interesante el planteo de la filosofa Marina Garcés, muy comprometido sobre todo en el libro Un
mundo Común que es excelente , yo trabajo en la articulación de la escuela media- Universidad , en el Rectorado
de la Universidad de Buenos Aires , Argentina , y el problema de la falta de capital simbólico de los últimos 15
añosos terrible , a partir de la escuela de los Chicago boys de Milton Fridman,hizo estragos en América Latina y
Europa del Este , tratando de romper la tradición , reducir la investigación y la docencia , la falta de las
Humanidades , en la escuela Media o Lyceos y en la Universidad.Los últimos libros que sacamos La Antifilosofia , (
con la participación de Enrique Dussel, Enrique Hernández , Miguel Santa Olalla , Miguel Santagada, yo mismo , El
Malestar de la Filosofía su desubicacion en los diseños curriculares y en las prácticas socias , Políticas Educativas
en Filosofía , Editorial Biblos , info@editorialbiblos.com ,nos parece muy bueno el trabajo de Marina Garces ,
como Derrida , hay un Derecho a la Filosofía y el trabajo en red que hacemos con Universidades de Argentina , de
América Latina , y países de Europa , sobre todo España , Francia y Alemania , facilita esta red, y compromiso ,
que propone , Marina Garces.

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