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Tema 6

BOYLE: EL SENTIDO QUÍMICO


Y EL SENTIDO RELIGIOSO

ESQUEMA DE CONTENIDOS

6.1. INTRODUCCIÓN
Grupos: 1, 3, 5.
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6.2. LA TEORÍA ATÓMICA EN LOS INICIOS DEL RENACIMIENTO

6.3. BOYLE: VIDA Y ACTIVIDAD CIENTÍFICA


6.3.1. Algunos datos de su biografía
6.3.2. Boyle y la teoría corpuscular
6.3.3. Boyle y la teoría ácido-base
6.3.4. Boyle y el estudio de los gases
6.3.5. Boyle y la interdisciplinaridad
Grupos: 2, 4, 6.

6.4. OTROS CIENTÍFICOS DE ESTA ÉPOCA

6.5. REFLEXIONES FINALES

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Distancia, 2002. ProQuest Ebook Central, http://ebookcentral.proquest.com/lib/bibliauautosp/detail.action?docID=3198895.
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Portada del original de El químico escéptico, de Robert Boyle.

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6.1. INTRODUCCIÓN

Es en estos momentos cuando hay que dirigir nuestra atención a la figu-


ra de Boyle, el gran químico del siglo XVII, de ideas y trayectoria tan diferen-
tes a los anteriores, aunque no por eso dejara de estar influido en parte por
ellos. Con él se introduce la razón en el pensar químico, consecuencia de la
nueva corriente cultural que supuso el Renacimiento y que también trascien-
de al terreno de la química.
Con Boyle comienza, pues, una etapa de lo que podríamos llamar pre-
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cientifismo químico. Y esto porque a una cuidada experimentación une la


observación y el razonamiento.
Pero, ante todo, cuando se analiza el trabajo científico de Boyle hay que
hacer una referencia directa a la teoría atómica de la materia, por lo que es
conveniente realizar una revisión de la misma a lo largo de la Edad Media
para situarla después en los primeros tiempos del Renacimiento.

6.2. LA TEORÍA ATÓMICA EN LOS INICIOS


DEL RENACIMIENTO

El alquimista árabe Geber —como ya se comentó en el Tema 4— había


recogido la doctrina de los minima naturalia (o partículas químicas más
pequeñas) de Aristóteles en su obra Summa Perfectionis, muy difundida en
la Edad Media. Por otra parte, hay que tener en cuenta que en el Renaci-
miento se redescubren los textos del mundo clásico. Así, en 1473 se publi-
ca el poema de Lucrecio De rerum natura, que contenía las ideas de la
corriente filosófica de los epicúreos. Y en 1575, la Pneumatica de Herón,
en la que se expone una teoría atómica no epicúrea, según la cual entre las
partículas de la materia existirían unos pequeños vacíos que justificarían
las propiedades de las distintas sustancias: al existir esos espacios las par-
tículas podrían agitarse, lo que permitiría explicar también la noción de

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INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA QUÍMICA

calor. Ello confiere un gran interés a esta teoría como alternativa a la filo-
sofía epicúrea, uno de cuyos pilares básicos era la aceptación del vacío
absoluto (puede revisar el Tema 3). A esto hay que añadir la difusión de los
textos que permitió la invención de la imprenta, a lo que ya se ha aludido
anteriormente.
Todo esto conlleva a que de una manera o de otra, ya en los primeros años
del Renacimiento, la idea de la materia constituida por corpúsculos fuese
familiar para los filósofos naturales, si bien más en la línea de los minima
naturalia de Aristóteles. Dicha idea fue utilizada tanto por físicos, como Gali-
leo, Descartes y Bacon, o por químicos, como el mismo van Helmont. Así,
para Descartes en la materia habría tres grados: la materia terrestre; la mate-
ria celeste, más sutil y que llenaba los huecos de la materia terrestre, y una
materia aun más sutil o corpúsculos, que seguirían llenando los huecos más
pequeños.
Posteriormente, un filósofo francés Pierre Gassendi (1592-1655) da
un impulso realmente novedoso a esta postura de la filosofía natural:
defiende la idea del vacío y con ella la teoría atómica epicúrea frente a las
ideas aristotélicas, lo cual tendrá una influencia decisiva en los trabajos de
Boyle.
Tal es la situación cuando Boyle irrumpe en el mundo científico. Es decir,
en definitiva se han ido fraguando los principios de una filosofía mecanicista
con la aceptación de átomos o corpúsculos, que le proporcionará una base teó-
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rica, fundamental para la explicación de sus cuidados experimentos.

6.3. BOYLE: VIDA Y ACTIVIDAD CIENTÍFICA


Aunque siempre es importante analizar los más significativos datos bio-
gráficos de los científicos, en el caso de Boyle este interés se convierte casi en
una necesidad, a fin de poder explicarnos su formación y su obra.

6.3.1. Algunos datos de su biografía


Robert Boyle (1627-1691), de origen aristocrático, nace en Irlanda y des-
pués estudia en Inglaterra, viaja por Europa y, tras su vuelta a Inglaterra, se
interesa por la química, no tanto por el valor de ésta en sí misma, sino porque
le podía permitir comprender mejor a Dios y la naturaleza. Boyle vive en un
ambiente en el que las ideas de van Helmont estaban en pleno éxito y en el
que aun existían muchos fervientes seguidores de la alquimia. Por otra parte
y si tenemos en cuenta que durante unos años vivió en Oxford —donde había
un importante grupo de filósofos naturales que defendían los principios
mecanicistas—, Boyle tuvo una fuerte influencia de unos y otros. Pero, ade-
más, hay que unir a esta formación científica «mixta» el espíritu profunda-
mente religioso y devoto de Boyle, que le llevó a pretender realizar un nexo
entre ciencia y religión.

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BOYLE: EL SENTIDO QUÍMICO Y EL SENTIDO RELIGIOSO

6.3.2. Boyle y la teoría corpuscular


Boyle hace una profunda crítica a los conceptos de Aristóteles (teoría de
los cuatro elementos) y también a los de Paracelso (teoría de los tres elemen-
tos fundamentales, sal, mercurio y azufre), en cuanto a la idea de la preexis-
tencia de unas formas y cualidades responsables de las propiedades de cada
una de las sustancias de la naturaleza. Esta crítica la plasma en su obra cum-
bre, El químico escéptico (publicada en 1661), escrita en forma de una con-
versación entre cuatro personajes más o menos ficticios.
Boyle fue un escritor extraordinariamente fecundo, autor de numerosos
escritos, con una literatura muy interesante, pero confusa y de difícil lectura.
Aunque a primera vista parece una escritura desorganizada, leyendo más
despacio en una revisión más profunda se observa que el autor sí sigue un sis-
tema. El químico escéptico tiene también esas características, por lo que no es
muy fácil de leer por su gran cantidad de divagaciones, pero resulta impor-
tantísimo para el desarrollo del cuerpo teórico de la química debido a las con-
clusiones hacia las que Boyle apunta. Propone que muchos de los cuerpos
que tomamos como elementos no son tales, sino que son compuestos o «cuer-
pos mixtos», como él los llama.

Las dos herramientas clave de los estudios de Boyle fueron su gran sentido crítico,
por una parte, y la meticulosidad y cuidado con los que llevaba a cabo todos sus expe-
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rimentos.
Boyle va dudando de todas las propuestas —de ahí su escepticismo— y exige su
evidencia experimental. Otro de sus grandes méritos fue, pues, éste: que había de com-
probarse experimentalmente toda propuesta que se hiciera.

Una prueba muy frecuente en aquellos tiempos para demostrar la existencia


de los cuatro elementos era el llamado «análisis del fuego». Tras analizar nume-
rosísimos materiales con esta técnica —sobre todo son sumamente importantes
sus experimentos de combustión de la madera— es cómo llegó Boyle a sus con-
clusiones: en caso de que existieran esos principios elementales, podrían sepa-
rarse y recombinarse de diferente manera en la misma prueba del fuego, resul-
tando de ello nuevos cuerpos que constituirían esos «cuerpos mixtos», con lo
cual pone en duda que ésa fuera una prueba fidedigna de la demostración de la
composición última de los cuerpos. Y aunque no fueran del todo originales, ya
que Gassendi también las había manifestado con anterioridad, tal vez el mayor
éxito de las propuestas de Boyle sea su aceptación de una teoría corpuscular: los
corpúsculos como integrantes de los principios de un cuerpo.
Respecto a la idea de van Helmont de la existencia de un solo elemento,
el agua, aunque en principio pudiese parecer que Boyle la apoyaba, no era así
sin embargo. Opinaba que con gran probabilidad el agua era una aglomera-
ción de partículas y que, en definitiva, no actuaría como elemento generador
único de todos los demás. A esta conclusión le llevan de nuevo meticulosos

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INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA QUÍMICA

experimentos realizados tanto con organismos vivos (semillas o plantas,


como su repetición del famoso experimento del sauce de van Helmont, etc.)
como con productos de origen orgánico (néctares, perfumes...) o inorgánico
(minerales y metales).
Para Boyle, como químico y también filósofo mecanicista, la explicación
final de la naturaleza de la materia (o propiedades químicas de las sustan-
cias) residiría en principios mecánicos —de movimiento— y también geomé-
tricos —de tamaño y forma— de sus partículas constituyentes. Y éstos últi-
mos, más bien tomados en el sentido de que las propiedades químicas,
dependerían de la manera en que las partículas de un cuerpo estuvieran dis-
puestas para reaccionar con las de otro cuerpo. Esos corpúsculos estarían en
continuo movimiento, que iría aumentando con la temperatura. Pero las pro-
piedades de los cuerpos no podían justificarse tan sólo por esas característi-
cas mecánicas y geométricas de sus corpúsculos, como pretendía la filosofía
mecanicista clásica. Por ejemplo, para Descartes la forma geométrica en sí
misma era lo fundamental: los tres elementos de Paracelso serían en realidad
tres formas, la irregular (equivalente al azufre), la masiva y sólida (la sal) y la
larga y delgada (el mercurio). Para Boyle lo esencial era que esos corpúsculos
o minima naturalia (moléculas en nuestro lenguaje actual) interaccionarían
entre sí, plasmándose su interacción en los fenómenos químicos. Es decir,
para él serían muy importantes esas interacciones, existiendo un «algo» que
uniría esos corpúsculos entre sí, con lo cual hizo en cierto modo una predic-
ción del enlace químico.
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Conjugaba todas esas ideas científicas con la religión, alegando que Dios
era el que había dotado a esas partículas de su movimiento, tamaño y forma.
Este aspecto era importante, pues la teoría corpuscular clásica había sido
considerada hasta ese momento como atea (recuerde lo comentado en el
Tema 3). Gracias a su contribución, la filosofía mecanicista o corpuscular fue
aceptada y tenida en cuenta en el mundo científico, como después ya en el
siglo XVIII se le reconoció oficialmente. Porque aunque ésta sea una de las teo-
rías de la materia más antiguas —sus principios datan del siglo IV a.C.— per-
maneció olvidada durante muchísimo tiempo y sólo fue aceptada por la
comunidad científica hasta mediados del siglo XVII.

C/T/S

En este punto hay que estacar también un notable hecho perteneciente al ámbito
de la tecnología: se trata del desarrollo del microscopio compuesto, llevado a cabo por
Robert Hooke, ayudante de Boyle, lo cual contribuyó enormemente a que se aceptase
la teoría corpuscular.
¿Por qué? Sencillamente porque permitió percibir lo diminuto y, con ello, que el
hombre aceptara la existencia de aquello que no podía ver a simple vista. He aquí otro
ejemplo de la estrecha relación entre la tecnología y la ciencia.

En su opinión, al igual que Descartes —y aunque «sus» corpúsculos no


coincidieran con la idea de partículas de éste último— en la naturaleza todos

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BOYLE: EL SENTIDO QUÍMICO Y EL SENTIDO RELIGIOSO

los fragmentos de materia estarían en comunicación con los demás, someti-


dos a diversas fuerzas. Es decir, las distintas materias no estarían aisladas
sino constituyendo un conjunto, un todo, como «una gran obra de reloj» en
la que, para Boyle, Dios sería el gran relojero.
Con este sistema de filosofía mecanicista y corpuscular Boyle podía explo-
rar e interpretar muchísimos fenómenos y, además, verificarlos por medio de
experimentos. Abrió el camino así a la dialéctica teoría/experimentación. Con
esta sencilla teoría corpuscular de Boyle no era necesario recurrir a ninguna
de las teorías de elementos aristotélicos ni de principios químicos. Por el con-
trario, el término de elemento adquiere una nueva dimensión, un nuevo sig-
nificado, que implica una noción de utilidad para el manejo del químico en el
laboratorio, pues ya no tenía por qué ser una sustancia omnipresente en la
naturaleza, sino que serían simplemente aquellos cuerpos que ya no se po-
dían descomponer en otros. Con esto es predecesor de la futura definición de
elemento de Lavoisier (que se tratará en el Tema 8).
Con Boyle también puede decirse que la química entra dentro de la filo-
sofía natural y es considerada como algo «serio», con lo que abandona sus
hábitos de misterio, secretismo y oscurantismo de ciencia oculta. Pero en
cuanto a la química práctica, del hacer en un laboratorio, los químicos no
hicieron tanto caso a la teoría corpuscular puesto que, aunque explicaba las
reacciones, no era capaz de predecirlas ni de dar una diferenciación en el pla-
no de lo real entre sustancias simples y sustancias complejas. Por esta razón
muchos químicos siguieron aceptando la teoría de los elementos en el senti-
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do aristotélico como se venía haciendo desde las épocas alquimistas, aunque


admitieron que podían ser más de cuatro, con lo que su número fue aumen-
tando poco a poco.

6.3.3. Boyle y la teoría ácido-base


En la química de ácidos y bases jugó Boyle un importante papel al dar
una nuevo sentido al concepto de ácido a partir de que él mismo obtuviera un
indicador, el concentrado o jarabe de violetas, el cual tomaba coloración roja
con los ácidos y verde con los álcalis. Definió así y caracterizó los ácidos en
virtud del color rojo que hicieran tomar a ese indicador, terminando con la
prueba de acidez tan antigua y confusa como era la de la efervescencia. Rea-
lizó también una clasificación experimental de las disoluciones ácidas, alca-
linas y neutras, que resultó de gran valor para los analistas químicos.
Siguiendo en el terreno de la química analítica, introdujo nuevos reacti-
vos para caracterizar ciertas sustancias: gas amoniaco (para el clorhídrico) o
nitrato de plata (para los cloruros).

6.3.4. Boyle y el estudio de los gases


Interesado en estudiar los fenómenos de la combustión y de la respira-
ción, Boyle en 1658 construye —ayudado por su joven colaborador Robert

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INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA QUÍMICA

Hooke— una variación de la máquina pneumática inventada por el alemán


von Gericke poco antes.
Otto von Gericke, en la ciudad de Magdeburgo hacia 1650, es donde dio
a conocer públicamente esta máquina mediante una interesantísima demos-
tración. Con esa máquina extrajo el aire del interior de una esfera metálica
constituida por dos semiesferas unidas, aunque separables; sin embargo,
estos hemisferios no lograron ser separados entre sí ni por la fuerza de dieci-
séis caballos. Con este espectacular experimento logró demostrar lo que ya
había descubierto en su laboratorio, la fuerza de compresión que la atmósfe-
ra ejercía sobre esa esfera.

En muchos museos de ciencia suele existir un modelo de este experimento

El invento de esta máquina pneumática (de la palabra griega pneuma,


aire), que en realidad no es otra cosa que una bomba de vacío —cuyo desa-
rrollo publicó von Gericke en 1657— tuvo unos resultados verdaderamente
revolucionarios: en el terreno teórico, demostró la existencia del vacío, con lo
cual evidenció el error de la filosofía aristotélica sobre la materia, y en el
terreno práctico abrió un camino experimental fundamental para poder tra-
bajar con gases.
C/T/S
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Este invento de la bomba de vacío muestra de nuevo las repercusiones de la téc-


nica en el mundo de la investigación científica.

Volviendo a Boyle, realizó un sinnúmero de experimentos en los que


intervenía el aire, tanto con ratones y pájaros como con velas, y observó
que parte del aire desaparecía —es decir, se consumía— durante los proce-
sos de respiración de esos animales o en la combustión de las velas. Consi-
deró asimismo que el aire transportaba las impurezas desde los pulmones
al exterior.
Pero lo más importante de esos experimentos con aire fue que le conduje-
ron a enunciar la ley sobre la comprensibilidad de los gases y que lleva su
nombre, la ley de Boyle. Esta ley, con la que relacionó la presión con el volumen
ocupado por el aire, fue publicada por Boyle en 1660 al observar en múltiples
experimentos que siempre se cumplía una relación inversamente proporcio-
nal entre ambas variables, introduciendo así una expresión matemática que
expresaba dicha relación. Sin embargo, de manera totalmente independiente
fue también descubierta por el monje francés Edmé Mariotte (1620-1684),
tan sólo dieciséis años después, por lo que muchas veces recibe el nombre de
ley de Boyle-Mariotte.

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Ciencia y Tecnología

En cualquier caso, este descubrimiento pudo ser llevado a cabo por la utilización en
esos experimentos del tubo en U que el italiano Torricelli (1608-1647) puso a punto
cuando construyó en 1643 el primer barómetro.

6.3.5. Boyle y la interdisciplinaridad


Como acabamos, de ver, los estudios de Boyle sobre el aire y sus conclu-
siones fueron fruto de sus experimentos para estudiar los fenómenos de com-
bustión y de respiración. Esto muestra cómo en aquellos tiempos era muy
común el estudio de los procesos de la naturaleza, ya fuesen del ámbito estric-
to del química, de la biología, de la física, de la fisiología o de la medicina.
Otro ejemplo de ello lo constituyen los estudios de Boyle sobre el papel de
la sangre en los pulmones, que para comprenderlos mejor es conveniente
hacer un breve análisis histórico:
El fenómeno de la circulación de la sangre había sido demostrado en
1628 por William Harvey, médico del rey Carlos I. Cuando éste fue depues-
to, hecho prisionero y ejecutado por Cromwell y los puritanos durante la gue-
rra civil inglesa, muchos intelectuales partidarios del rey sufrieron también la
represión puritana, con lo que se vieron obligados a exiliarse en Oxford, ciu-
dad que los acogió abiertamente. De esta manera en la Universidad de Oxford
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confluyeron, pues, gran número de hombres ilustres, desde médicos como


Harvey hasta arquitectos como Christopher Wren. Esta concentración de
científicos, filósofos y artistas fomentó el intercambio de ideas y abrió una
época brillantísima para esa ciudad, que se convirtió así en un centro de
enorme relevancia, tanto en las letras como, y sobre todo, en las ciencias.
Prueba de esto último es la fundación en 1661 de la Royal Society, una de las
primeras sociedades científicas, que promueve la comunicación de los avan-
ces y novedades en las diferentes ciencias.
Recordemos también cómo Boyle llega a Oxford y vive allí en aquellos
momentos. Su presencia hace aumentar el interés por la química de todos
aquellos intelectuales, de tal manera que buscan en ella la explicación a los
fenómenos fisiológicos, como era el papel de la sangre en el organismo, estu-
dios que la muerte de Harvey habían dejado inconclusos. Esto supuso, de for-
ma algo indirecta, un gran impulso para el desarrollo de la química. Discípu-
los de Boyle, como Peter Stahl (no confundir con Georg Stahl, creador de la
teoría del flogisto, que se tratará en el tema siguiente), John Mayow o Robert
Hooke imparten clases de química o siguen investigando, sobre todo en los
fenómenos de combustión.
Así, Robert Hooke (1635-1701) desarrolla una teoría de la combustión
influida por la teoría ácido-alcalina de Silvio: se trata de la curiosa teoría nitro-
aérea, que relaciona con la pólvora, por una parte, la combustión y, por otra, los
fenómenos meteorológicos de las tormentas. Los truenos serían semejantes a

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la explosión de la pólvora y los relámpagos, a la luminosidad que se produce en


el fogonazo correspondiente. Hooke suponía que en el aire, disolvente univer-
sal, existiría, además de cuerpos sulfurosos, una sustancia muy similar a la que
existe en el nitro o salitre (en esto no se equivocó, ya que evidentemente previó
la presencia en el aire de lo que se conocería después como «oxígeno»).
Otro discípulo de Boyle, John Mayow (1641-1679) continuó con esta teo-
ría, explicando con ella muchos fenómenos químicos, ambientales y fisioló-
gicos. El azufre y el nitro serían los principios responsables de esos fenóme-
nos, con lo que resultaba en el fondo una teoría dual —como la de los
chinos—, por lo que es en cierto modo una vuelta hacia atrás.

6.4. OTROS CIENTÍFICOS DE ESTA ÉPOCA


Hay también otros científicos que, aunque menos sobresalientes y cono-
cidos, por diversos aspectos han representado un importante papel en la evo-
lución de la química. Por su interés, aunque más bien de tipo coyuntural, hay
que citar:
En Francia a Jean Rey (1583-1645), médico francés que observó el
aumento de peso en los metales tras el proceso de su calcinación, observación
que afirmó rotundamente y que le hizo ser precursor de Lavoisier en este
aspecto. Pero por lo que la Historia de la Química debe reconocerle su mayor
mérito es como iniciador del principio de conservación de la materia. Aunque
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es atribuido normalmente a Lavoisier, por tomarlo siempre como hipótesis


de trabajo y por verificarlo con sus precisos y cuidados experimentos, fue Rey
quien con un siglo de antelación se anticipó en esta idea.
En España a Alonso Barba (n.1569) que llevó a cabo trabajos de meta-
lurgia relacionados con las minas de las colonias españolas de América,
concretamente las de Perú. Escribió textos sobre sus yacimientos y los pro-
cesos metalúrgicos de extracción a partir de sus ricos minerales, siendo el
más importante el Arte de los metales. El hecho de que muy pocos químicos
del siglo XVII se preocupasen por la metalurgia aumenta el interés de este
científico.

6.5. REFLEXIONES FINALES


Con Boyle se entra, pues, en la época de cambio profundo en la evolu-
ción de la química, tanto que hay autores que le atribuyen el comienzo de lo
que suele llamarse revolución química. Él mismo es el «químico escéptico»,
que no cree de antemano nada para preguntarse el porqué, comprobarlo
experimentalmente, razonar los resultados y hallar así la respuesta. Y no
sólo introduce el razonamiento, sino también las matemáticas como medio
para expresar ciertos fenómenos, fruto del comportamiento químico de la
materia.

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No obstante, muchos de los principios y estudios alquímicos siguieran


subsistiendo, incluso en él mismo. En el fondo sentía respeto por la alquimia
y, paradójicamente, creía en las transmutaciones, pero como un proceso
impregnado de una idea sobrenatural.
Por otra parte, Boyle perteneció a esa «raza» de científicos dotados de un
espíritu universal, que trataban y abarcaban tantas áreas de la ciencia.
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