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La Psicología Gentil vs La Psicología Judía

Parte I: Disertaciones ocultas en la psicología


Por: “George Torres”

La psicología es una ciencia con una ajetreada historia que no está exenta de
influencias, dogmatismos y conflictos de intereses. Es una trayectoria donde se han
marcado ciertas diferencias a la hora de concebir la naturaleza psíquica de la
humanidad, donde la influencia judía ha ejercido un peso desmedido, por no decir
hegemónico, que se ha reflejado en el estilo de vida actual, moldeando casi todos
los aspectos de la misma. No obstante, lejos de ser la única visión válida, se alza
a manera de contraste, la perspectiva gentil, aquella que rechaza las nociones
hebraicas en un intento de manifestar una cosmovisión más amplia y propositiva.
En este ensayo se realizará un análisis comparando dos figuras clave donde resalta
la dicotomía planteada: Sigmund Freud y Carl Jung.

De muchos judíos célebres, el más icónico dentro de la Psicología es Freud, cuyo


legado en la contemporaneidad es innegable, manifestándose en diversos aspectos
como la cultura, las artes, política etc. El mismo marxismo cultural y sus conceptos
subversivos son deudores de la psicología freudiana que no es más que la
cosmovisión judía, intelectualizada y digerida para los gentiles.

Pero ¿En qué consiste esta psicología judía? A manera de resumen, en un


pensamiento decadente, pesimista y destructivo. Para ello debemos analizar las
afirmaciones del psicoanálisis y pronto descubriremos la promoción de un estilo de
vida hedónico, vacuo y “neurotizado” que parte del conflicto inconsciente entre
pulsiones y la represión de éstas a través de los mecanismos de defensa psíquicos
del sujeto, cuya cura o tratamiento radica en un proceso catártico cuando es
expresado verbalmente, en una técnica denominada “Asociación libre” que busca
encontrar la supuesta “raíz” del trauma. En el discurso freudiano el origen de los
problemas psicológicos casi siempre tiene como base una experiencia de carácter
sexual acontecida en la infancia.

Es aquí donde aparece la concepción de la sexualidad infantil, describiéndola como


“Polimórficamente perversa” haciendo referencia a la gran variedad de objetos que
pueden ser fuente de placer en las tempranas fases de la vida. Cabe aclarar que,
en el marco teórico freudiano, el término “perverso” se refiere a cualquier práctica
sexual que se "desvíe" o aparte del objetivo de la reproducción. Así, Freud intenta
suplantar el concepto que hasta entonces se tenía de la niñez, dotada de atributos
como la inocencia o curiosidad, para patologizarlo y pervertirlo con un supuesto
incesto inconsciente como lo manifiesta en el “Complejo de Edipo”. A pesar de jugar
con los mitos griegos clásicos, realmente el punto de partida de muchos de sus
términos radica en las costumbres judías de antaño. Podemos remontarnos a los
relatos bíblicos del génesis y las relaciones incestuosas entre familias, como el caso
de Lot y sus hijas o casi toda la genealogía descendiente de Abraham.
De esa noción partieron más conceptos que en su tiempo sirvieron como arietes
contra la moral “rígida” de la época victoriana, que en realidad fueron la punta de
lanza para subvertir los valores europeos y su modus vivendi. Ya lo expresaba el
autor:

La moralidad sexual -tal como la sociedad, en su forma más extrema, la define- me parece
muy despreciable. Yo propongo una vida sexual incomparablemente más libre.
Freud, 1915

Al promover estas tendencias promiscuas, Freud estaba atentando contra las


tradiciones de occidente de naturaleza cristiana enfrentando al sexo con el amor
(con especial énfasis entre la relación padres – hijos) y justificando la destrucción
de la unidad familiar con excusa de una gratificación sexual satisfactoria, dando el
banderazo de salida para las aberraciones sexuales que a día de hoy gozan de un
increíble peso político y mediático.

Otro eje pilar en la psicología freudiana -si no el fundamental- es el inconsciente,


término que tomó de fuentes filosóficas como las escritas por Eduard Von Hartmann,
pero que dotó de un cariz mucho más simbólico y compatible con la imaginería
semítica: El inconsciente como un apartado de la psique regida por una voluntad
primitiva que basa su existencia en el principio del placer, bajo el cual también se
rige el Ello, aquella parte de la personalidad en la que yacen impulsos primigenios -
de carácter sexual- y constituye, según Freud, el motor del pensamiento y el
comportamiento humano.

Los deseos de gratificación más profundos, aquellos que no mostramos por el


mecanismo de represión -según Freud- se manifiestan al exterior de diversas
formas, una de estas son los sueños y por ello se dedicó a interpretarlos, aunque
claro está que con cierta intencionalidad más allá del análisis práctico. Recordemos
la historia de José, el intérprete de los sueños del Faraón, que según el Antiguo
Testamento a través de su habilidad logra hacerse con un poder más allá de los
alcances del mismo soberano egipcio, controlando la distribución del alimento en
una época de hambruna y crisis. Había logrado colarse en un estatus social por
encima de cualquier otro oriundo de aquel país. El mismo Freud intentó replicar
aquel acto recibiendo al siglo XX con su obra “La interpretación de los Sueños”,
trabajo intelectual con el que inauguró el Psicoanálisis, su proyecto subversivo para
los gentiles y que pronto fue rechazado por los científicos de la época, pero
aceptado entre los incautos ingenuos que cayeron en la retórica del médico hebreo.
¿Qué más le daba no ser reconocido por un círculo selecto de hombres de ciencia?
Su propuesta nunca fue encaminada hacia ese rumbo y mucho menos a ese público
del cual ya esperaba tales reacciones. No. Freud necesitaba afianzarse a un público
crédulo que difundiera sus ideas entre la sociedad para enquistarla, para propagar
el ideal semita y desplazar de forma “inconsciente” las tradiciones y valores que
siempre habían regido a la vieja Europa.

A través del contenido de los sueños, Freud apelaba a la búsqueda de sexo en el


simbolismo del material onírico de sus pacientes casi de forma obsesiva, por
ejemplo, si el paciente soñaba con subir o bajar escaleras, el analista lo interpretaba
como una representación simbólica del acto sexual. Una visión reduccionista pero
que en su tiempo parecía cautivar a las mentes más crédulas en su afán por buscar
la cura de una patología inexistente y que actualmente sigue vigente en la forma en
la que se conciben la mayor parte de las sintomatologías psicológicas.

Por último, el trabajo freudiano posee un fuerte tinte sionista y supremacista.


Carácter que se logra apreciar en muchos de sus escritos de forma explícita, como
en “Moisés y el monoteísmo”. Así mismo, se veía como un guerrero, un mesías
elegido que arremetía contra el cristianismo y la iglesia de Roma. En sus propias
palabras:

“Aníbal... había sido el héroe favorito de mis días escolares... Empecé a comprender
por primera vez lo que era pertenecer a una raza ajena... la figura del general semítico
llegó al más alto nivel en mi estima. Para mi mentalidad juvenil, Aníbal y Roma
simbolizaban el conflicto entre la tenacidad del judaísmo y la organización de la Iglesia
Católica”
Freud, 1901

Finalmente, cuando Freud iba en camino a su primera visita a los Estados Unidos,
comentó a sus colegas acerca de la ingenuidad del pueblo americano por recibirlos,
pues, lejos de llevar una panacea, en realidad les llevaban una plaga (Mannonni,
1971).

La psicología Gentil resalta por encima del pensamiento pesimista y catastrofista


que caracteriza a su antítesis. Lejos de centrarse en las carencias y defectos, busca
ir más allá con un esquema propositivo de autorrealización y crecimiento. El célebre
Carl Jung es el mejor ejemplo de ello. Luego de romper con el dogmático
pensamiento freudiano, se encaminó por sus propios medios a desarrollar su teoría
psicológica -conocida como “Psicología de los complejos” o “Psicología Analítica”-
que resolviera las cuestiones que el psicoanálisis ortodoxo estaba impedido a
despejar debido a su naturaleza expuesta anteriormente.

Jung es un personaje que en el ámbito académico se relega a segundo plano,


eclipsado a propósito por sus detractores semitas quienes ven en su obra un riesgo
potencial por superar aquella visión oscura de la condición humana. Su
pensamiento, en sintonía con la cosmovisión enérgica propia de los arios, lo
condujo a descubrir las manifestaciones del Inconsciente Colectivo mediante
arquetipos, al no desestimar las condiciones raciales que afectaban a cada
individuo e influían en la determinación de su ser e identidad y todas estas
apuntaban hacia una búsqueda de armonía, en vez de conflicto.

Jung reconoce y acepta que existen aspectos oscuros y negativos propios del ser
humano, algo que notó en el arquetipo de la Sombra, pero a diferencia de la
concepción materialista, y evitando estancarse en ellos, se permitió aventurarse
hacia las formas potenciales del ser más allá del plano físico, del hedonismo y los
falsos escapes que el mundo moderno ofrece como remedio al vacío existencial.
Bajo esta hipótesis, redefinió el concepto de “libido” como una energía psíquica
generalizada, una fuerza vital indiferenciada (Jung, 1948) que puede reflejarse
tanto en el rubro de la sexualidad como en otras de las múltiples necesidades que
el ser humano tiene y le conducen a manifestar su creatividad. De esta forma el
psicólogo suizo supera la versión simplista freudiana de la libido y la reivindica al
otorgarle el mérito de ser una fuerza neutra, que se refleja como luchadora, deseosa
y dispuesta (Engler, 1996), operando de acuerdo con principios de equivalencia y
entropía, para alcanzar el equilibrio y mover al ser hacia adelante, en un proceso
de constante autorrealización.

La conceptualización del Yo para Jung se torna en un conjunto de fuerzas, una red


compleja de sistemas que interactúan entre sí y luchan hacia la armonía final, un
estado evolutivo en el todo hombre que conlleva a dominar sus pasiones y vicios,
dejando atrás el primitivo estado neurótico al que Freud sometía y condenaba la
estructura de la personalidad.

Pero siendo consciente de las limitaciones del Yo, para no pecar de individualista
extremo y atribuir simplemente todas las manifestaciones de la psique a este plano,
se vio en la tarea de comprender cómo se expresaba en distintas culturas del
mundo. Sus viajes y la revisión histórica de las memorias del pasado que cada
civilización ha dejado para la posteridad le permitieron descubrir el Inconsciente
Colectivo, considerada su más grande contribución a la Psicología.

Mientras la psicología judaizada limitaba el abordaje de las fuerzas inconscientes a


experiencias reprimidas u olvidadas a las cuales minimizaba, Jung y la entonces
naciente psicología gentil ponían un énfasis sin igual a éstas, subrayando las
cualidades que compartimos de forma interpersonal y transpersonal. Pues en todas
las culturas a lo largo de la historia han existido prácticas, roles e ideas comunes
que nutren una cosmovisión sana y evolutiva que el actual marxismo cultural
pretende destruir ignorando la naturaleza psíquica humana, atentando contra las
fuerzas que nos han traído hasta aquí y seguirán presentes cuando el hombre
escape de tales ideologías enfermas cuyos valores artificiales necesitan
subordinarse al poder supracapitalista para subsistir en el pensamiento de masas.
Hablamos de los arquetipos, imágenes primordiales parte del pensamiento
universal que nos predispone -como especie- a responder ante el mundo de ciertas
maneras (1936) y que son los principales elementos que conforman aquel
inconsciente colectivo

A través de sueños, mitologías y relatos históricos podemos conocer el peso que


cada arquetipo representaba en diferentes civilizaciones, que si bien, son
universales en su representación, no ocurre lo mismo en jerarquía. Según el autor,
el arquetipo es un principio fundamental de la creatividad que responde a
cualidades biológicas, genéticas, raciales, en consonancia con el principio racialista
de que "la cultura es expresión de la raza", o bien, que la cultura, como expresión
psíquica, tiene una base genética. Así, por ejemplo, tenemos las representaciones
pictográficas predominantes del Héroe en culturas del mediterráneo europeo, el
Demiurgo en las del Levanté Oriental o la del Viejo Sabio en los pueblos
escandinavos.

De esta forma, la psicología gentil nos permite comprender que el inconsciente


colectivo ha sido y seguirá siendo el receptáculo poderoso y controlador de las
experiencias ancestrales que rigen a cada pueblo y por lo consiguiente, a cada
miembro del mismo al vincular la personalidad con el pasado, con la niñez y también
con la historia de las especies. Es decir, es una fuerza que trasciende más allá de
nuestras limitaciones y muestra las posibilidades heredadas en cada pueblo y raza
sobre la tierra. No son herencias individuales, sino un fenómeno universal que se
expresa en beneficio de la misma humanidad y de la cultura que lo experimenta. La
tarea de cada generación -según consideraba- es comprender en forma diferente
su contenido y efectos para adecuarlos a su tiempo o Zeitgeist.

Un caso contemporáneo en el que Jung pudo atestiguar su teoría con creces fue el
alzamiento del Tercer Reich y sobre todo en la figura de Adolf Hitler, a quien vio
como el arquetipo de Avatar, la manifestación de la energía y el destino del pueblo
germánico recayendo en un solo hombre. Tal como lo expresaba:

“No hay duda de que Hitler pertenece a la categoría del verdadero hombre de
medicina mística. Como alguien comentó sobre él en el último congreso del partido de
Núremberg, desde la época de Mahoma no se ha visto nada como esto en este mundo.
Su cuerpo no sugiere fuerza. La característica sobresaliente de su fisonomía es su
aspecto soñador. Me sorprendió especialmente cuando vi fotos de él en la crisis
checoslovaca; había en sus ojos la mirada de un vidente. Esta característica
marcadamente mística de Hitler es lo que le hace hacer cosas que nos parecen ilógicas,
inexplicables e irrazonables. ... Así que ya ves, Hitler es un curandero, un recipiente
espiritual, una semideidad o, mejor aún, un mito."

El filósofo escocés Thomas Carlyle (1795 – 1881), en una cita anticipada realza el
sustento de las manifestaciones de los arquetipos, y otorga gran peso de razón a
las impresiones de Jung ante Hitler, al afirmar tiempo atrás que:

“En todas las épocas de la historia del mundo, encontraremos al Gran Hombre que fue
el salvador de su época; la chispa, sin la que el combustible no habría ardido. La Historia
del mundo, ya lo dije, era la biografía de Grandes Hombres.”

Para Carlyle los grandes hombres, y sólo ellos, causan la historia. estos grandes
hombres deben tener el poder porque sólo a ellos se les puede confiar. Ellos guían
la historia, no le dan forma (Nogueras, 2010).

Esa confianza depositada por toda la nación alemana en un solo hombre está
justificada en aquel relato alemán en la que el emperador del Sacro Imperio
Romano Germánico, Federico I Barbarroja duerme en una montaña esperando el
momento en el que su Pueblo vuelva a necesitarlo. La exégesis junguiana de los
arquetipos vuelve a aparecer y se torna visible -aunque no totalmente consciente-
cuando los germanos hacen entrega voluntaria de su libertad a un Líder (Führer)
en momentos de graves crisis para salvaguardar su identidad como pueblo y
preservar su destino. Su aparición entonces, obedece a un llamado desesperado -
lejos del mesianismo judaico al que tanto intentan compararlo de forma errónea-
para reestablecer el orden y la disciplina, una medida de emergencia ante las
amenazas inminentes de la época: el Comunismo y el Supra capitalismo.

La psicología de los complejos, era la punta de lanza que dirigía los esfuerzos
gentiles por arrebatar el monopolio ideológico a los intelectuales semitas que bajo
la protección de sus aliados anglosajones lograban difundir sin filtro alguno en el
mundo. Jung fue diplomático en su actuar y sólo cuando el Tercer Reich expulsó a
aquella pérfida raza de sus zonas de influencia pudo escribir sin tapujos y arremeter
directamente contra ellos. Desgraciadamente, al terminar la Segunda Guerra
Mundial, y bajo la amenaza de persecución judía (así como el temor a la pérdida
del trabajo de toda una vida) fue forzado a admitir sus simpatías Nacional
Socialistas bajo el amparo de “error”. Intelectuales judíos actuaron como jueces
criticando su obra no por su contenido, sino por el simple hecho de militar para el
Nacional Socialismo y los intereses de su raza. En los círculos académicos su
trabajo es tachado de “pronazi”, las críticas suelen describirlo como “racista” e
incluso cayendo en falacias ad hominem como “Psicótico”, un claro ejemplo de
cómo el pensamiento judío patologiza todo aquello que lo expone o no comulga con
sus ideas.

Para preservar su material de incalculable valor, Jung tuvo que manifestar un


supuesto “arrepentimiento”. A partir de entonces su obra ya nunca más sería la
misma, estaba abruptamente interrumpida y los nuevos amos del mundo la
mutilarían sin parangón. ¿Qué más podía hacer ahora? El orden mundial que se
avecinaba sencillamente no era compatible con la Psicología Gentil y mucho menos
con un pensador como él.

Jung se describía a sí mismo como un introvertido intuitivo, un soñador místico


cuyas inusuales ideas rara vez son entendidas por los demás, en especial en un
mundo cada vez más judaizado y decadente. Donde la patologización del estilo de
vida gentil por parte de las fuerzas ocultas judías y sus aliadas generaban un
sentimiento de no pertenencia, de falta de identidad en aquellas tierras receptoras.
Sus convicciones se mantuvieron firmes, pero en secreto hasta su muerte, ocurrida
en 1961, jamás se distanció de su producción ideológica de los años treinta ni de
analizar las coincidencias (sincronicidades) entre sus ideas y las ideas de la
doctrina nacionalsocialista, mismas que son idénticas.

La Psicología Gentil nunca más ha tenido una figura como tal entre sus filas de
científicos y pensadores. Algunos, como Jordan Peterson, han retomado sus
principios, pero ya no obedecen al mismo orden. Son ajenas al mundo actual, que
sólo logra verlas como mística consumista propia del New Age. Retomarlo plantea
un reto significativo para el actual paradigma de occidente, cada vez más
sumergido ante luchas intestinas por causas banales y el avance estrepitoso del
marxismo cultural mediante el cumplimiento de agendas sociopolíticas que nublan
la vista y el discernimiento, pero de hacerlo, de ser conscientes de aquel
conocimiento mutilado podremos rechazar su influencia nociva en nuestras vidas.

Bibliografía

Engler, B.. (1996). Introducción a las Teorías de la Personalidad. México, D.F.:


McGraw-Hill .

Freud, S. (1900). The interpretation of dreams. SE (Vols. 4 y 5)

Freud, Sigmund. Obras completas de Sigmund Freud. Volumen XIII - Tótem y tabú,
y otras obras (1913-1914). Traducción José Luis Etcheverry. Buenos Aires &
Madrid: Amorrortu editores.

Metapedia.org . (abril 20, 2019). Arquetipo. junio 14, 2020, de www.metapedia.org


Sitio web: https://es.metapedia.org/wiki/Arquetipo

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Jung, C,G. (1953-). Collected Works. H. Read, M. Fordham y G. Adler (Eds),


Princeton: Princeton University Press.

Jung C,G. (1939). The integration of the personality. CW (Vol. 17)

Agradecimientos al camarada Ed Ecker por la ilustración de portada.

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