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DIVISIÓN DE LOS BIENES EN EL CONCUBINATO, UNIÓN DE HECHO O

UNIÓN LIBRE
La división de los bienes en el concubinato, unión de hecho o unión libre es
uno de los temas que más interrogantes generan entre los ciudadanos, es un
fenómeno social muy común en nuestra sociedad.
El tema del concubinato, unión de hecho o unión libre, es un tema amplio,
que genera muchas preguntas, por lo que en el día de hoy hablaremos sobre
la división de los bienes en el concubinato y de los derechos adquiridos por
los concubinos a la luz de la legislación vigente en la República Dominicana.
Definición y trascendencia del Concubinato, la Unión de Hecho o Unión
Libre
Para tratar el tema del Concubinato, la Unión de Hecho o Unión Libre,
iniciaremos diciendo que este término, está basado en la convivencia de dos
personas: un hombre y una mujer, los cuales no están unidos por un matrimonio
válido de acuerdo a las leyes del país, pero que una vida juntos de manera
común basada en una relación afectiva, estable y permanente, les permite tener
ciertos derechos.
La Cámara Penal de la Suprema Corte de Justicia Dominicana, en su sentencia
de fecha 17 de Octubre del año 2001, estableció los siguientes elementos
constitutivos:

 Cohabitación, en base a esta característica, la pareja debe de poseer un


domicilio común, y si la pareja carece de un domicilio común no es posible
sostener la existencia de un concubinato.
 Notoriedad, en base a esta característica, deben tener una relación
pública, o sea de conocimiento público.
 Singularidad, esta característica que debe ser una relación en la que
solo deben de ser parte dos personas, o sea no deben existir relaciones
parecidas con concubinato dentro del mismo concubinato, y más aún, no
puede existir un matrimonio real y legal por uno de concubinos.
 Permanencia y tiempo, la relación de los concubinos debe ser duradera,
incluso se ha establecido cierta cantidad de años para poder entender que
existe una relación de concubinato. (como mínimo 3 años de relación)

Derechos de las personas unidas en Concubinato


El concubinato o unión libre en principio no tiene ningún valor legal y tampoco
entraña consecuencias jurídicas y a diferencia de lo que muchas personas creen
este tipo de unión no crea ninguna comunidad de bienes entre los concubinos.
Ahora bien, la Jurisdicción Dominicana admite que puede resultar una sociedad
de hecho entre los concubinos, si dicha unión perdura por cierto tiempo y si se
encuentran reunidos los elementos constitutivos de los cuales ya hemos hecho
referencia, y cuando se establecen aportes comunes.
Daños y perjuicios en caso de muerte en un accidente de uno de los
concubinos
En la República Dominicana, se presentan numerosas Litis relacionadas en
demanda sobre indemnizaciones de daños y perjuicios sufridos por un concubino
en caso de muerte del cónyuge, y de manera general se puede concluir con que
en estas demandas suelen ser favorecidas a el demandante en su gran mayoría.
Por lo general los jueces fallan en beneficio del concubino basándose en el
artículo base de la responsabilidad civil, o sea el artículo 1382 del Código Civil,
que protege a las víctimas de un daño causado por un hecho del hombre, pero
este artículo no distingue, sino que establece como principio general el daño que
se causa a otro simplemente.
Hay una famosa sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la República
Dominicana, en base a un recurso de casación elevado por la señora Fidelina
María Suazo, en fecha 17 de Octubre del 2001, quien fue favorecida en su parte
dispositiva de manera fundamental, con una sentencia indemnizatoria en daños y
perjuicios avalada por el artículo 1382 del Código Civil Dominicano.
Otras legislaciones que reconocen el Concubinato, o Unión de Hecho
Además de legislar sobre los bienes, la legislación Dominicana también ha
tratado el tema del concubinato en otras vertientes, por ejemplo la ley 136-03,
reconoce el concubinato como una modalidad familiar, que protege su
descendencia.
Además en la Ley 136-03, también establece a existencia de las uniones de
hecho al tipificar como infracciones graves los actos de violencias doméstica, de
agresión sexual y de abandono en que pueda incurrir un conviviente o ex
conviviente en perjuicio del otro.
Otra ley que se refiere al concubinato, es el Código de Trabajo, en donde se
establece en su artículo 54 que el empleador está obligado a conceder al
trabajador cinco días de licencia con disfrute de salario , con motivo de la
celebración del matrimonio de este; tres días en los casos de fallecimiento de
cualquiera de sus abuelos, padres e hijos, o de compañera, y dos días para el
caso de alumbramiento de las esposa o de la compañera debidamente registrada
en la empresa.
Diferencias entre el Matrimonio y el concubinato, en cuanto a los derechos
existentes dentro de la comunidad.
Tanto en el matrimonio como en el concubinato, los esposos se deben
mutuamente fidelidad, socorro y asistencia, de manera que en ambos casos
(Matrimonio y el Concubinato), las parejas se obligan mutuamente a una
comunidad de vida.
Pero hay diferencias entre los derechos y obligación dentro de un Matrimonio y
un concubinato.
Las personas unidas bajo contrato de matrimonio, dependiendo del régimen bajo
el cual se hayan unido en matrimonio, gozan de todos los derechos establecidos
a partir del artículo 1399 del Código Civil Dominicano, donde comienza diciendo
que la comunidad, sea legal o convencional, inicia desde el día en que el
matrimonio se ha contraído ante el Oficial del Estado Civil.
En el caso de la comunidad la cual se forma de los activo y los pasivos, la
legislación Dominicana, establece como activos de la comunidad, los siguientes:
– Todo el mobiliario que los esposos poseían en el día de la celebración
del matrimonio, y el que les correspondió durante el matrimonio a título de
sucesión, o de donación, si el donante no ha expresado lo contrario.
– Todos los frutos, rentas, intereses y atrasos de cualquier naturaleza que
sean vendidos o percibidos durante el matrimonio, y provenientes de los bienes
que pertenecían a los esposos desde su celebración, o que les han
correspondido durante el matrimonio por cualquier título que sea.
– Todos los inmuebles que adquieran durante el matrimonio.
En cuanto al pasivo de la comunidad, este se forma:
– De todas las deudas mobiliarias en que los esposos estaban grabados el
día de la celebración del matrimonio y las que les vienen durante el matrimonio.
– Deudas de capitales, rentas o intereses contraídos por uno de los
esposos.
– Rentas e intereses solamente de rentas o deudas pasivas que sean
personales a los dos esposos.
– Reparaciones usufructuarias de los inmuebles que no entran en
comunidad.
– Los alimentos de los esposos, de la educación y sostenimiento de los
hijos y cualquier otra carga del matrimonio.
División de los bienes en el Concubinato o Unión Libre.
En el ordinal quinto del artículo 55 de la Constitución Dominicana, en principio
con su lectura se puede ver que las relaciones concubinarias van a crear el
mismo efecto de un matrimonio, sobre todo con respecto a lo que tiene que ver
con el patrimonio de los concubinos y la comunidad de bienes, pero, en realidad
no es así, pues ese mismo ordinal 5to. en su parte in fine, relega dichos
aspectos de la unión libre o consensual, a la ley, es decir cuando dice « DE
CONFORMIDAD CON LA LEY«, se refiere a que todo cuanto tenga que ver con
la comunidad de bienes, seguirá rigiéndose por lo que actualmente dice la ley,
de manera que no basta con la simple existencia del concubinato, también es
necesario que se forme una SOCIEDAD DE HECHO, entre el hombre y la mujer
unidos de esta manera, para que pueda generar vínculos de participación
patrimonial.
Toda mujer u hombre que tenga una unión de monogamia, permanencia,
singularidad y estabilidad que se pueda demostrar, podrá reclamar el cincuenta
por ciento (50%) de los bienes comunes, que son los adquiridos durante su
tiempo de vida en unión libre en concubinato, es bueno tomar en cuenta que al
igual que en el matrimonio, los bienes heredados no se consideran bienes
comunes.
Finalmente, podemos decir que la consagración de la figura del concubinato
permite ayuda a la violencia patrimonial o económica que con frecuencia ejercía
el hombre contra la mujer, en la cual, los hombres entendían que las mujeres no
tenían derecho a ningún bien, pero este hecho ya no es aceptado, pues la mujer
independientemente de que sea empleada o ama de casa, es socia común en
bienes de su esposo

El Concubinato O Relaciones De Hecho

El concubinato o relación de hecho es el “Estado resultante de las relaciones sexuales


habituales y continuadas entre un hombre y una mujer no unidos entre sí por
matrimonio. Cuando el concubinato se presenta como una comunidad de vida
completa, se califica de unión libre.” Proviene de la Palabra «Concubitus» que significa
acceso o ayuntamiento carnal entre un hombre y una mujer.
Es un fenómeno social, actual y real en nuestro país.
Importantes avances en cuanto al reconocimiento legal del concubinato:
Ley 136-03 reconoce la unión consensual como una modalidad familiar real y además
protege la descendencia de esa familia;
Ley 24-97 sobre violencia intrafamliar, reconoce la existencia de las uniones de hecho
al tipificar como infracciones graves los actos de violencia doméstica, agresión sexual
y de abandono en que pueda incurrir un conviviente o ex-conviviente en perjuicio de
otro;
Código de Trabajo, Art. 54: “El empleador está obligado a conceder al trabajador
cinco días de licencia con disfrute de salario, con motivo de la celebración del
matrimonio de éste; tres días en los casos de fallecimiento de cualquiera de sus
abuelos, padres e hijos, o de compañera, y dos días para el caso de alumbramiento de
la esposa o de la compañera debidamente registrada en la empresa.”
Constitución de la República Dominicana, Art. 55 numeral 5: “La unión singular y
estable entre un hombre y una mujer, libres de impedimento matrimonial, que forman
un hogar de hecho, genera derechos y deberes en sus relaciones personales y
patrimoniales, de conformidad con la ley;”
Otros avances en cuanto al reconocimiento legal del concubinato e
interpretación de dos sentencias con relación al concubinato. La primera de la
Suprema Corte de Justicia y la segunda de la Corte de Apelación de La Vega.
Sentencia de la Suprema Corte de Justicia del 17 de octubre del 2001. Establece las
siguientes características:

 Convivencia more uxorio, pública y notoria;


 Ausencia de formalidad legal en la unión;
 Comunidad de vida familiar estable y duradera;
 Relación monogámica;
 Relación integrada por personas de distintos sexos que vivan como marido y
mujer sin estar casados entre sí.

Existen dos criterios jurisprudenciales sobre si cómo debe entenderse o tratarse el


concubinato en cuanto al patrimonio de la pareja se refiere. Por un lado, existe un
criterio jurisprudencial que define el concubinato como una sociedad de hecho, por lo
que al momento de su “liquidación se hace devolviendo a cada cual lo que hubiese
aportado.”[1]
Sin embargo, existe una sentencia de la Corte de Apelación Civil y Comercial de La
Vega, que establece otro criterio:
Sentencia de la Cámara Civil y Comercial de la Corte de Apelación de La Vega de
fecha 30 de marzo del 2006. Dispone las siguientes características:

 Convivencia more uxorio, pública y notoria, compartiendo mesa y cama, un


mismo hogar;
 Estabilidad, continuidad y permanencia, durante un plazo no menor de 5 años;
 Publicidad de la relación,(…), pasar ante los vecinos como marido y mujer;
 Fidelidad de los convivientes, una relación monogámica;
 Enlace privado entre dos personas de distintos sexos que viven en una estable
y duradera comunidad de existencia y que se comportan ante la gente como
verdadero y propio matrimonio, con capacidad legal para matrimoniar,
prohibiéndose las relaciones incestuosas, adulterinas y homosexuales.

Aspecto importante de esta última sentencia:


“Con relación a la mujer en una relación concubinaria more uxorio, su situación es de
desamparo y exigirle que pruebe y demuestre su aporte “deja al abandono a miles de
mujeres que se dedican a los quehaceres domésticos del hogar, trabajos que tal
solución no toma en cuenta y que es el que permite el desarrollo muchas veces de la
familia, porque le permite al hombre trabajar y producir y convierte a la mujer en una
persona en lo que en el lenguaje de los demógrafos se denomina dependiente.”
Presunción de una sociedad patrimonial, constituida por todos los bienes muebles e
inmuebles adquiridos a título oneroso durante la unión y sus frutos y la masa de bienes
que constituye la sociedad patrimonial se reputará que pertenece a ambos
convivientes en partes iguales.
Esta presunción se aplicará a los inmuebles adquiridos durante la unión marital de
hecho que se encuentran registrados o transcritos a favor de uno solo de los
convivientes.
El Concubinato en la República Dominicana siempre ha sido una realidad social que
ha ameritado de soluciones jurídicas con la finalidad no solo de proteger a los
convivientes sino a la misma familia. Este es uno de los temas en los cuales la
Jurisprudencia Dominicana ha realizado importantes aportes en los últimos años y la
Doctrina, no obstante a que ha sido tímida al abordarlo, en cuanto a colaboración, no
se ha quedado atrás como veremos en el curso del presente trabajo.

Como establece el Magistrado Monción en su importante obra titulada “La Litis,


Los Incidentes y la Demanda en Referimiento en la Jurisdicción Inmobiliaria,
Formularios y Jurisprudencias”, el concubinato no es más que una unión de hecho
entre un hombre y una mujer, mediante la cual estos conviven sin estar casados
legalmente, lo que implica que no existe un vínculo matrimonial formalmente
establecido.

Hoy en día, jurídicamente hablando es indiscutible que una unión de hecho


para ser caracterizada como concubinato y producir los efectos jurídicos del mismo
debe reunir determinados caracteres. Estos criterios se han ido afinando a partir de la
sentencia emitida por la Suprema Corte de Justicia de la República Dominicana, a
través de la decisión de fecha 17 de octubre del 2001, la cual fijó las características
que constituyen el concubinato, dentro de las cuales se citan las siguientes:

A) La convivencia, una relación pública y notoria, la cual debe estar excluida de


relaciones ocultas y secretas; B) La Ausencia de formalidad legal en la unión; C) La
estabilidad, apariencia de matrimonio; D) La permanencia, constancia, duradera; y E)
La singularidad, que consiste en la unión de dos personas de distintos sexos.

Más aún, mediante sentencia de fecha 7 de junio de 2010, emitida por la


Cámara Civil y Comercial de la Suprema Corte de Justicia, este alto Tribunal ha
reiterado la importancia social del reconocimiento del concubinato y sus caracteres
esenciales al establecer textualmente lo siguiente:
… que esta Suprema Corte de Justicia ha reconocido que las relaciones de hecho en
nuestra sociedad actual han tomado un auge cada día más creciente, encontrándose
un gran número de familias integradas en este tipo de relación; que el concubinato o
relación consensual jurídicamente reconocida, conforme al criterio jurisprudencial tiene
como carácter principal la concurrencia de cinco requisitos, que consisten en: a) una
convivencia “more uxorio”, o lo que es lo mismo, una identificación con el modelo de
convivencia desarrollado en los hogares de las familias fundadas en el matrimonio, b)
ausencia de formalidad legal en la unión; c) una comunidad de vida familiar estable y
duradera, con profundos lazos de afectividad; d) que la unión presente condiciones de
singularidad, y e) que esa unión familiar de hecho esté integrada por dos personas de
distintos sexos que vivan como marido y mujer sin estar casados entre sí.

De su lado, la Doctrina dominicana también ha indicado los caracteres o


elementos que entiende individualizan o constituyen el concubinato en le República
Dominicana, los cuales son:

1) La cohabitación, la cual constituye el rasgo que distingue una unión de hecho o


concubinato de una simple relación circunstancial;

2) La notoriedad, esta unió de hecho debe ser de público conocimiento;

3) La singularidad, esta tiene como exigencia que la totalidad de los elementos que
constituyen el concubinato debe darse solamente entre los dos sujetos que lo
conforman; y

4) La permanencia, esta implica evidentemente que la relación de los concubinos no


puede tener un período de vigencia establecido, tampoco puede ser momentánea, ni
ocasional.

La Constitución de la República Dominicana vigente contempla al concubinato


al consignar en las normas que se citan a continuación, lo siguiente:

Artículo 55.- Derechos de la familia. La familia es el fundamento de la sociedad y el


espacio básico para el desarrollo integral de las personas. Se constituye por vínculos
naturales o jurídicos, por la decisión libre de un hombre y una mujer de contraer
matrimonio o por la voluntad responsable de conformarla.

5) La unión singular y estable entre un hombre y una mujer, libres de impedimento


matrimonial, que forman un hogar de hecho, genera derechos y deberes en sus
relaciones personales y patrimoniales, de conformidad con la ley;
11) El Estado reconoce el trabajo del hogar como actividad económica que crea valor
agregado y produce riqueza y bienestar social, por lo que se incorporará en la
formulación y ejecución de las políticas públicas y sociales.

Ese texto constitucional citado precedentemente está siendo usado por los
Tribunales como fundamento principal para sustentar correctamente que la relación
consensual, monogámica estable, y continua resulta fuente de derecho para
cualesquiera de los cónyuges que se han desenvuelto en una relación de esta
naturaleza y genera derechos y obligaciones, dentro de los cuales se puede
mencionar la exigencia de partir los bienes que se hayan producido en el curso de la
vigencia del concubinato.

Ahora bien, además de las contribuciones realizadas por la Jurisprudencia a


este tema, se reconoce que antes de nuestra Constitución del año 2010, el
concubinato también estuvo reconocido en la Carta Magna del año 1963 y también se
encuentra reconocido por el legislador dominicano en diferentes leyes adjetivas como
los son la actual Ley 136-03, que crea el Código para la Protección de los Derechos de
Niños, Niñas y Adolescentes y el Código de Trabajo de la República Dominicana.

Por estas razones es de suma importancia avocarnos al estudio del


concubinato, destacando los aspectos que hemos entendido más relevantes en torno
al mismo, sobre todo su configuración jurisprudencial y consecuencias jurídicas.

Castellanos Pizano[1] en su obra Instituciones de Derecho Civil, al abordar el


origen del concubinato en la República Dominicana nos hace un relato histórico que
nos parece importante señalar cuando indica que: “El concubinato llegó a la isla con
los españoles, para quienes ese tipo de unión constituía una forma inferior de
casamiento, Durante la Edad Media, en efecto, ya se había expandido con notable
éxito en España este patrón conyugal, que por influencia árabe se denominaba
“barraganía”, cuyo antecedente se encuentra en el concubinatus romano”.

Y sobre este aspecto nos continúa relatando que: “La barraganía fue tolerada
por la Iglesia y reconocida como lícita por el Estado español, que la acogió en el
Código de las Siete Partidas. En ese sentido, coexistió legalmente en la España
castellana de los siglos XIII y XVI, junto al “matrimonio de bendición”, hasta principios
del silo XVI, en que fue oficialmente prohibida por el Quito Concilio de Letrán.
Debemos destacar, por tanto, que el concubinato constituía un hábito profundamente
arraigado en el espíritu del conquistador, por lo que no tardó en convertirse en “la
forma usual de unión entre el peninsular y la indígena, dada la promiscuidad inherente
al régimen poligámico que prevalecía en la vida familiar de los tainos”.
Finalmente sobre la evolución del concubinato señala: “En la segunda década
del siglo XV, al encontrarse los taínos en vías de extinción, fueron remplazados con
esclavos africanos, iniciándose la segunda y más importante fase en la implantación
del concubinato en la isla, pues “la misma avidez sexual que condujo al español a
unirse con las indias hizo que éste no tuviese reparo alguno en mezclar su sangre con
la de la mujer negra”. Idéntica situación se produjo, “todavía en mayor medida, entre
los propios negros y mulatos, ya fueran esclavos o libre”. Esas circunstancias
propiciaron una rápida expansión del concubinato, que se convirtió en la principal
modalidad conyugal durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Su predominio con relación al
matrimonio legítimo se acentuó durante la invasión haitiana de 1822, promovido por el
Presidente Boyer, quien siguió la política tolerante de Petión con relación a las uniones
consensuales. Posteriormente, luego de nuestra independencia política, en el año
1844, el concubinato continuó siendo el patrón de nupcialidad más abundante a lo
largo de todo el siglo XIX. Desde entonces, esa situación no ha experimentado
transformaciones significativas”.

En la obra jurídica del Magistrado Monción[2], dicho autor establece que


etimológicamente, la palabra concubinato viene del latín concubinatus, lo cual significa
vida material del hombre con la mujer. Dicho autor define este término como: “una
unión de hecho, por el cual un hombre y una mujer conviven sin estar casados
legalmente, o sea, sin que exista un vínculo matrimonial”.

El concubinato también es designado comúnmente con el nombre de unión


libre o unión de hecho por otros autores y procede de la situación fáctica o de hecho
de la convivencia de dos personas (hombre y mujer) que no se encuentran unidas por
el matrimonio, pero sí comparten un proyecto de vida común entre ellos
fundamentadas en relaciones afectivas con determinados caracteres como son: la
singularidad, la estabilidad y la permanencia.

Es unánimemente admitido que el concubinato es un fenómeno que se


encuentra presente en la mayoría de los hogares dominicanos en los cuales existe una
tendencia al concubinato. En tal sentido se afirma que como es una cuestión de hecho
muy notable en nuestra sociedad el legislador en menor grado y la Suprema Corte de
Justicia a través de la Jurisprudencia han tratado de salvaguardar los derechos de la
familia que se genera a través del mismo.

En la actualidad se reconoce jurídicamente hablando que una unión de hecho


para ser caracterizada como concubinato y producir los efectos jurídicos del mismo
debe reunir determinados caracteres. Se cita la sentencia emitida por la Suprema
Corte de Justicia de la República Dominicana, mediante decisión de fecha 17 de
octubre del 2001, fijó los caracteres que constituyen el concubinato, a saber:

A) La convivencia, una relación pública y notoria, la cual debe estar excluida


de relaciones ocultas y secretas;
B) La Ausencia de formalidad legal en la unión;
C) La estabilidad, apariencia de matrimonio;
D) La permanencia, constancia, duradera;
E) La singularidad, que consiste en la unión de dos personas de distintos
sexos.
Sobre esta sentencia el autor Castellanos Pizano[3] señala que: “Fue
precisamente contra ese célebre fórmula del “interés legítimo jurídicamente
protegido” que se pronunció la Suprema Corte de Justicia, en un viraje espectacular
efectuado mediante sentencia rendida el 17 de octubre del 2001, al establecer que:
“… tradicionalmente esta Suprema Corte de Justicia, como Corte de casación
ha sostenido el criterio de que las uniones no matrimoniales, consensuales, libres o de
hecho, no podían presentar, en razón de su irregularidad misma, el carácter de un
interés legítimo, jurídicamente protegido, criterio basado, obviamente, en la
concepción de que la unión consensual constituye un hecho ilícito en derecho
dominicano; que, empero, en tal sentido, es preciso indicar que un hecho es ilícito en
la medida en que transgreda una norma previa establecida por el legislador; que en
ese aspecto, la unión consensual nos ocupa, ya se encuentra prevista, considerada o
aceptada por el legislador en el ordenamiento legal como una modalidad familiar,
criterio que debe ser admitido, en casos como el de la especie(…);”

Y al analizar la referida sentencia destaca que: “La sentencia de marras deja


constancia expresa, entre otros numerosos e importantísimos principios, de que la
unión marital de hecho no constituye actualmente una situación ilícita en nuestro
sistema jurídico, sino que, por el contrario, ha sido objeto de protección legislativa y se
encuentra amparada por el principio constitucional de igualdad ante la ley”, cuando
consagra que:

… las uniones no matrimoniales, uniones consensuales, libres o de hecho, constituyen


en nuestro tiempo y realidad nacional una manifestación innegable de las posibilidades
de constitución de un grupo familiar, y las mismas reúnen una potencial con
trascendencia jurídica; que si bien el matrimonio y la convivencia extramatrimonial no
son a todos los efectos realidades equivalentes, de ello no se puede deducir que
siempre procede exclusión de amparo legal de quienes convivan establemente en
unión de hecho, porque esto seria incompatible con la igualdad jurídica y la prohibición
de todo discrimen que la Constitución de la República garantiza;

En una sentencia de fecha 7 de junio de 2010[4], emitida por la Cámara Civil y


Comercial de la Suprema Corte de Justicia, este alto Tribunal ha reiterado la
importancia del reconocimiento del concubinato y sus caracteres esenciales al
establecer textualmente lo siguiente:

… que esta Suprema Corte de Justicia ha reconocido que las relaciones de hecho en
nuestra sociedad actual han tomado un auge cada día más creciente, encontrándose
un gran número de familias integradas en este tipo de relación; que el concubinato o
relación consensual jurídicamente reconocida, conforme al criterio jurisprudencial
sustentado por la Suprema Corte de Justicia, tiene como carácter principal la
concurrencia de cinco requisitos, que consisten en:

a) una convivencia “more uxorio”, o lo que es lo mismo, una identificación con el


modelo de convivencia desarrollado en los hogares de las familias fundadas en el
matrimonio, lo que se traduce en una relación pública y notoria, quedando excluidas
las basadas en relaciones ocultas y secretas;

b) ausencia de formalidad legal en la unión;

c) una comunidad de vida familiar estable y duradera, con profundos lazos de


afectividad;

d) que la unión presente condiciones de singularidad, es decir, que no existan de parte


de ninguno de los dos convivientes iguales lazos de afectos o nexos formales de
matrimonio con terceros en forma simultánea, o sea, debe haber una relación
monogámica, quedando excluidas de este concepto las uniones de hecho que en sus
orígenes fueron pérfidas, aún cuando haya cesado esa condición por la disolución
posterior del vínculo matrimonial de uno de los integrantes de la unión consensual con
una tercera persona;

e) que esa unión familiar de hecho esté integrada por dos personas de distintos sexos
que vivan como marido y mujer sin estar casados entre sí;

La Doctrina también ha indicado los caracteres o elementos que individualizan


o constituyen el concubinato en le República Dominicana, dentro de los cuales
podemos citar los siguientes:

1) La cohabitación, la cual constituye el rasgo que distingue una unión de hecho o


concubinato de una simple relación circunstancial. Se establece que si los sujetos
carecen de un domicilio común no es posible sostener la existencia de un concubinato
para los diversos efectos que este puede invocarse en el ámbito jurídico. Dicha
cohabitación conlleva la comunidad de vida, es decir, posibilita que la pareja, en mayor
o menor medida, comparta la vida en todos esos aspectos que determinan situaciones
que exigen consideración y solución por parte del derecho y la convivencia sexual.

2) La notoriedad, esta unió de hecho debe ser de público conocimiento. No puede ser
oculta frente a los terceros que tengan contacto con los concubinos y frente a la
sociedad misma.

3) La singularidad, esta tiene como exigencia que la totalidad de los elementos que
constituyen el concubinato debe darse solamente entre los dos sujetos que lo
conforman. Cabe indicar que no hay singularidad cuando algunos de los elementos
señalados se da entre uno de los concubinos y otro sujeto diferente al concubinato.

4) La permanencia, esta implica evidentemente que la relación de los concubinos no


puede tener un período de vigencia establecido, tampoco puede ser momentánea, ni
ocasional sino que debe perdurar en el tiempo.
Cabe señalar que la Jurisprudencia ha sido que ha hecho los aportes más importantes
al tema del concubinato reconociendo en la actualidad que si bien es cierto que el
matrimonio es un contrato solemne, que se manifiesta en una asociación de personas
que se comprometen recíprocamente al cumplimiento de múltiples deberes, el cual
constituye uno de los fundamentos de la sociedad humana, también la relación
consensual, monogámica estable, y continua resulta fuente de derecho para
cualesquiera de los cónyuges que se han desenvuelto en una relación de esta
naturaleza , tal y como lo reconoce nuestra carta sustantiva en el artículo 55.

Y es que la misma actual Constitución de la República Dominicana lo engloba


al consignar lo siguiente:

Artículo 55.- Derechos de la familia. La familia es el fundamento de la sociedad y el


espacio básico para el desarrollo integral de las personas. Se constituye por vínculos
naturales o jurídicos, por la decisión libre de un hombre y una mujer de contraer
matrimonio o por la voluntad responsable de conformarla.

5) La unión singular y estable entre un hombre y una mujer, libres de impedimento


matrimonial, que forman un hogar de hecho, genera derechos y deberes en sus
relaciones personales y patrimoniales, de conformidad con la ley;

11) El Estado reconoce el trabajo del hogar como actividad económica que crea valor
agregado y produce riqueza y bienestar social, por lo que se incorporará en la
formulación y ejecución de las políticas públicas y sociales.

Es así que fundamentado en dicha norma de grado constitucional, los


tribunales en caso de demanda en partición de bienes sustentado en una relación
consensual, o sea, una relación informal monogámica, estable y continua entre un
hombre y una mujer, establecen que la misma se encuentra reconocida por nuestra
Carta Sustantiva, específicamente en la norma establecida en el Artículo 55.5.
Y más aún señala la Jurisprudencia otro elemento importante al establecer que
las disposiciones relativas al plazo perentorio para demandar la partición de los bienes
fomentados dentro de la comunidad establecido en la parte in-medio del artículo 815
del Código Civil Dominicano, no puede serle aplicado al concubinato, puesto que el
plazo para demandar el cese de la indivisión resultante de la sociedad es la más larga
establecida en nuestra legislación civil, o sea, la de veinte (20) años, por no
encontrarse otra mas corta establecida taxativamente en la ley para los casos de la
especie.
También se argumenta que la misma norma contenida en el referido artículo
815 establece como punto de referencia para el cálculo de la prescripción la fecha de
la publicación de la sentencia que disuelve el matrimonio, de lo que se deriva su lógica
inaplicabilidad al caso del concubinato, de lo que resulta improcedente admitir la
aplicación de las disposiciones de dicha norma para declarar inadmisible cualquier
demanda en partición fundamentada en el concubinato.

La Jurisprudencia admite que el concubinato puede ser probado por todos los
medios tales como: pruebas documentales, celebración de medidas de instrucción
celebradas por ante tribunal, como comparecencia personal de las partes, informativo
y contra informativo testimonial.

En este orden de ideas, es necesario señalar la sentencia de fecha 7 de julio


2010. Del caso que produjo una litis entre los señores Sixto Rafael Domínguez contra
Maritza Rodríguez. Esta sentencia aborda la relación de hecho o concubinato. Como
un resumen del proceso debemos decir que la señora Maritza Rodríguez, demandó en
partición al señor Sixto Rafael Domínguez, ya que estuvieron unidos por 17 años.

En Primera Instancia el Juez falló acogiendo la demanda en partición incoada


por la señora y ordenando al Registrador de Títulos correspondiente colocar las
propiedades a nombre de los dos. El señor Sixto Rafael Domínguez recurrió en
apelación, en donde ratificaron la sentencia de Primer Grado. Posteriormente, el
mismo recurrió en casación, indicando en su memorial los motivos que a continuación
se indican: violación a la ley, ausencia de motivos, o, al menos, insuficiencia de
motivos y falta de base legal.

Establece el recurrente en casación que: “independientemente de que se trate


de un matrimonio conforme a la Ley 659, o una unión libre de conformidad con el
artículo 823 del Código Civil, entiende que la prescripción se impone para demandar
en partición los bienes que una parte exprese que han sido obtenidos dentro de una
unión consensual o de hecho, en el caso que nos ocupa, por expresiones de la hoy
recurrida en todas las instancias, la demanda en partición fue incoada
aproximadamente tres años después de haber concluido la unión libre entre ambos;
que éste tipo de unión por tratarse de una sociedad de hecho, la parte que desee
dividir bienes obtenidos en el tiempo de esa unión debe probar los aportes realizados
en la adquisición de ese patrimonio; que si no se cumple con la prueba del aporte, no
puede entonces ordenarse la partición”.

Dándole respuesta a los argumentos planteados en su memorial de casación,


la Suprema Corte de Justicia rechazó el recurso, fundamentándose en que como es
bien sabido, entre las características principales de la unión de hecho está la ausencia
de formalidad legal; que esa circunstancia constituye la diferencia neurálgica entre la
relación de hecho y el matrimonio propiamente dicho, así como también las
prerrogativas de que disfrutan cada uno de tales vínculos, el primero, desprovisto de
regulación legal alguna, y el segundo, debidamente regido por el Código Civil; que,
ciertamente, como lo expresa la Corte a-qua en respuesta al medio de inadmisión
planteado en esa jurisdicción por el actual recurrente: “el plazo de prescripción
establecido por la ley es exclusivamente para demandar la partición de los bienes de
la comunidad”, comunidad patrimonial que solo se corresponde en ese caso con el
matrimonio; que resulta incongruente con la naturaleza de la relación de hecho
aplicarle los mismos requisitos previstos en el Código Civil para el matrimonio, ya que
la unión de hecho no tiene regulación legal alguna.

Asimismo estableció que: “en aras de pautar el conflicto planteado por la


realidad social existente en el país, esta Suprema Corte de Justicia ha establecido el
criterio, reiterado en esta ocasión, que a los fines de satisfacer la demanda en
partición de bienes fomentados en una relación de hecho, debe procederse conforme
a las reglas establecidas en los artículos 823 y siguientes del Código Civil, por tratarse
del procedimiento que más concuerda con la naturaleza del asunto de que se trata”.

Como ya hemos indicado precedentemente, en los casos de concubinato


resulta inaplicable la norma del artículo 815 del Código Civil, incluso porque señalan
algunos que en la actualidad es más claro debido a que se cuenta con la Constitución
del año 2010, que establece en la norma prevista en el artículo 51 el derecho de
propiedad, el cual no prescribe si está registra en Registro de Títulos, de modo que,
haciendo una interpretación conglobante, se aplica el texto de la Constitución y por
tanto no es aplicable en los actuales momentos las disposiciones del artículo
precedentemente citado del Código Civil.

Además, en lo que se refiere a los concubinos, también afirman algunos


autores que hasta el 2010 no existía regulación o reconocimiento legal alguno claro
para la realidad social del concubinato, sin embargo, la Constitución actual trajo
consigo el reconocimiento de las uniones consensuales (artículo 55.5 ya citado),
aunque se puede afirmar que falta regulación legal en sí, pero es concebido como un
aporte significativo, ya que muchas familias en nuestro país conviven como un
matrimonio sin estar casados.

En este mismo sentido, ello unido al trabajo del hogar como actividad
económica (artículo 55.11 de la Constitución) que crea valor agregado y produce
riqueza y bienestar social, se podría afirmar que no importa tanto demostrar que en un
concubinato se ha aportado determinada cantidad de bienes, sino que se apreciará la
labor que realizan especialmente las amas de casa para sostener la familia y aportar a
la sociedad.
Pero en adición a los aportes realizados por la Jurisprudencia, es necesario
decir que es unánimemente admitido que el concubinato también se encuentra
reconocido por el legislador dominicano en diferentes leyes adjetivas como es la actual
Ley 136-03, que crea el Código para la Protección de los Derechos de Niños, Niñas y
Adolescentes y el Código de Trabajo de la República Dominicana.

El primer caso es el que la Doctrina señala previsto en la Ley 14-94, que


instituyó el Código de Niños, Niñas y Adolescentes que luego fue sucedido por la Ley
136-03, que crea el Código para la Protección de los Derechos de Niños, Niñas y
Adolescentes[5], que con el ánimo de regular la realidad social que genera el
concubinato en la República Dominicana, lo reconoce y pretende tutelar no solamente
a los convivientes y sus bienes, sino también a sus hijos, dándole fuerza legal a la
unión consensual o concubinato como una modalidad familiar.

Al respecto, Subero Isa señala[6] que la relación entre un hombre y una mujer
unidos no por el vínculo matrimonial comenzó a tener reconocimiento legal en la
República Dominicana con la ley 14-94, que crea el Código para la Protección de
Niños, Niñas y Adolescentes, al disponer en su artículo 19 que: “Se entiende por
familia, además de la basada en el matrimonio, la comunidad formada por un padre y
una madre, o por uno de ellos y sus descendientes nacidos de una unión consensual o
de hecho”.

Y que posteriormente la Ley 136-03, denominada Código para el Sistema de


Protección y los Derechos Fundamentales de Niños, Niñas y Adolescentes, en su
artículo 58, literal a), comprende dentro de la familia el padre y la madre, los hijos(as)
biológicos(as), adoptados(as) o de crianza, frutos de un matrimonio o de una unión
consensual.

De igual forma, señala el referido autor que las consecuencias de la vigencia


de la ley 14-94 y de la 136-03 se hicieron sentir a nivel jurisprudencial. Es así como la
Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia mediante su sentencia del 17 de
octubre de 2001, B.J. 1091, dijo:

“que las uniones no matrimoniales, uniones consensuales, libres o de hecho,


constituyen en nuestro tiempo y realidad nacional una manifestación innegable de las
posibilidades de constitución de un grupo familiar, y las mismas reúnen un potencial
con trascendencia jurídica; que si bien el matrimonio y la convivencia extramatrimonial
no son a todos los efectos realidades equivalentes, de ello no se puede deducir que
siempre procede la exclusión de amparo legal de quienes convivan establemente en
unión de hecho, porque esto sería incompatible con la igualdad jurídica y la prohibición
de todo discrimen que la Constitución de la República garantiza”.
Asimismo, se indica que otra ley adjetiva que reconoce el concubinato en la
República Dominicana es el Código de Trabajo cuando consagra en la norma prevista
en el artículo 54 lo siguiente:

Artículo 54.- El empleador está obligado a conceder al trabajador cinco días de licencia
con disfrute de salario, con motivo de la celebración del matrimonio de éste, tres días,
en los casos de fallecimiento de cualquiera de sus abuelos, padres e hijos, o de su
compañera, y dos días para el caso de alumbramiento de la esposa o de la compañera
debidamente registrada en la empresa.

De su lado, el señalado autor Castellano Pizano[7] en su referida obra sobre el


tema abordado señala que el concubinato volvió a sumirse en el olvido legislativo,
hasta la promulgación de la ley 14-94 del 22 de abril de 1994. Luego de que fuera
dejada sin vigencia la Constitución de 1963. Corresponde a ese estatuto el indiscutible
mérito de haber introducido formalmente a la unión consensual en nuestros anales
legislativos, como una modalidad familiar, conjuntamente con el matrimonio, de
conformidad con los términos de su artículo 19, que ya hemos citado.

Indica que también se refieren expresamente a la unión consensual los


artículos 14, 30, 32 y 52 (acápite “c”) de dicha ley, entre otros. A su vez, el articulo 10
del “Reglamento para la Aplicación del Código para la Protección de Niños, Niñas y
Adolescentes indicó los criterios que deberán tomarse en consideración para
determinar la existencia de las uniones consensuales válidas.

Argumenta que La ley 24-97 del 27 de enero de 1997 también contribuyó a


reforzar la protección jurídica del concubinato, al tipificar como infracciones graves
ciertos hechos en que puede incurrir un ex conviviente en perjuicio del otro, tales como
los actos de tortura o barbarie, de violencia doméstica, de agresión sexual y de
abandono. Y, en el mismo sentido, cabe citar el “ Reglamento de Pensiones” de fecha
19 de diciembre de 2002, de la Ley que establece el Sistema Dominicano de
Seguridad Social, cuyo artículo 109 hace beneficiario de la pensión de supervivencia
del afiliado activo, a su “compañero (a) de vida” , definido de conformidad con las
siguientes reglas:

Se indica que las disposiciones del artículo 51 de la Ley sobre el cónyuge


superviviente aplicarán al compañero de vida. Para efectos de recibir los beneficios se
considerará compañero (a) de vida a aquel (aquella) que forme con el afiliado una
unión que se encuentre revestida de las características siguientes: a) convivencia que
refleje una relación pública y notoria, quedando excluidas las basadas en relaciones
ocultas y secretas; b) ausencia de formalidad legal de la unión; c) comunidad de vida
familiar estable y duradera, con profundos lazos de afectividad; d) que la unión
presente condiciones de singularidad, es decir, que no existan de parte de los
convivientes iguales lazos de afectos o nexos formales de matrimonio con otros
terceros en forma simultánea, o sea, debe haber una relación monogámica, quedando
excluidas de este concepto las uniones de hecho que en sus orígenes fueron pérfidas,
aun cuando haya cesado esta condición por la disolución posterior del vínculo
matrimonial de uno de los integrante de la unión consensual con una tercera
persona; e) que esa unión familiar de hecho esté integrada por dos personas de
distintos sexos que vivan como marido y mujer sin estar casados entre sí; f) que
ninguno de los dos tenga impedimento de matrimonio.

Al igual que los demás autores señalados más arriba, refiere que luego, la Ley
Número 136-03, del 7 de agosto del 2003. Denominado “Nuevo Código para la
Protección de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes”, ratificó en su artículo 58
la existencia legal del concubinato en los siguientes términos:

Artículo 58.- DENOMINACIÓN DE FAMILIA. Se entiende por familia el grupo integrado


por:
a) El padre y la madre, los hijos (as) biológicos (as), adoptados (as) o de crianza , frutos
de un matrimonio o de una unión consensual;
b) El padre o la madre y sus hijos e hijas;
c) Los cónyuges sin hijos e hijas;
d) Los descendientes, ascendientes hasta el cuarto grado de consanguinidad (padres,
hermanos y hermanas, abuelos, tíos, primos).
Pero indica, que el mencionado “Reglamento de Pensiones” sólo concierne
materias relativas al Seguro Social, y que las leyes 14-94 y 136-03 sólo tienen por
objeto la protección de los menores. En ese sentido, los tres estatutos carecen de
previsiones que reglamenten las relaciones económicas y jurídicas d los miembros que
integran la pareja consensual.

En otro orden de ideas, es preciso señalar que el concubinato puede


disolverse. El Magistrado Monción[8] nos indica que de la forma en cómo se comenzó
una relación estable que genera un vínculo que degenera en una real sociedad, así
también por múltiples motivos el concubinato puede llegar a su término y que por tal
razón es importante saber las causas que conllevan a la terminación de un
concubinato que son las siguientes:

1) Por la ruptura de la unión por mutuo acuerdo, o por iniciativa de uno de los
concubinos.
2) Por la muerte de uno de los convivientes.
3) Por el matrimonio de los concubinos entre sí.
4) Por haberse casado uno de los concubinos con una tercera persona.
El referido autor nos señala que en la actualidad estas son las causas que producen el
fin a la sociedad o relación de hecho que constituye el concubinato. Además, indica
que el Proyecto de Reforma del Código Civil indica que la ruptura de mutuo acuerdo
debe hacerse ante un Abogado Notario Público.

También el Magistrado Moción señala que aunque no indica el abandono del hogar de
uno de los concubinos como una causa de terminación de la relación de hecho, admite
que esta situación se da con mucha frecuencia debido a que es la forma más fácil de
ponerle término a esta sociedad, ello se explica ya que entre los convivientes
concubinos no hay documento alguno firmado como en el matrimonio.

En otro orden de ideas, Subero Isa establece que en la actualidad la jurisprudencia


dominicana en la evolución del proceso jurisprudencial a favor del concubinato o las
uniones consensuales, desde la existencia de una relación de concubinato “more
uxorio”, deriva las consecuencias jurídicas que se indican a continuación:

1) Existe una presunción irrefragable de comunidad según la cual no se exige de la


prueba previa de una sociedad de hecho;
2) Para la partición de los bienes no se requiere de la prueba de aportes materiales o
intelectuales de los concubinos, bastando la prueba del concubinato existente entre las
partes;
3) Los aportes de los concubinos no necesariamente deben ser materiales para la
constitución del patrimonio común; también son aportes cuando se trabaja en las
labores propias del hogar, tarea que es común en nuestro entorno familiar como propia
de la mujer;
4) El concubinato produce efectos asimilables al matrimonio;
5) En la primera etapa, el tribunal apoderado debe limitarse a ordenar o rechazar la
partición y, si la demanda es acogida, le sigue una segunda etapa que consistirá en
las operaciones propias de la partición, a cargo de los peritos, que se encargan de
tasar los inmuebles e indicar si son o no de cómoda división;
6) La partición de la comunidad creada por las uniones consensuales se rigen por la
norma del artículo 823 y siguientes del Código Civil, y por lo tanto todo lo concerniente
a la acción en partición y las contestaciones relacionadas con esta, incluidas las
relativas a los bienes que conforman la masa a partir, incumben al juez comisionado
para conocer de la partición;

7) La norma del artículo 1399 del Código Civil Dominicano, a cuyo tenor: “La comunidad
sea legal o convencional, empieza desde el día en que el matrimonio se ha contraído
ante el Oficial del Estado Civil: no puede estipularse que comience en otra
época”, solo regula la situación jurídica del matrimonio, no la de las uniones
consensuales.
8) La norma del artículo 815 del Código Civil Dominicano, le reconoce a las partes el
derecho de no permanecer en estado de indivisión.

Conclusión

En la actualidad es indiscutible la importancia jurídica-social que tiene la figura


del concubinato ya que no solo está reconocida por la Jurisprudencia sino que también
está contemplada en la Constitución de nuestra República y en las leyes adjetivas que
indicamos en el cuerpo del presente trabajo. Este avance en el reconocimiento del
concubinato no solo busca la protección justa de los convivientes que lo conforman
sino la armonía misma de la familia y la sociedad.

Pero, si bien es cierto que el concubinato en los últimos años ha evolucionado


legalmente de forma correcta y positiva con miras a la protección de la familia y que la
Jurisprudencia ha sido la que ha hecho los aportes más trascendentales en este tema
reconociendo también la relación consensual, monogámica estable, y continua resulta
fuente de derecho para cualesquiera de los cónyuges que se han desenvuelto en una
relación de esta naturaleza, tal y como lo reconoce nuestra Carta Sustantiva en el
artículo 55, ya citado, no es menos cierto que el mismo carece de una regulación legal
precisa para que no esté dada a la interpretación variante de la Jurisprudencia la cual
en algunos casos involuciona.

Para darnos a entender mejor solo debemos citar la interpretación que algunos
autores han hecho de la norma contenida en el ordinal quinto del artículo 55 de
nuestra Constitución, alegando que de su simple lectura se entiende que el
concubinato no produce los mismos derechos que el matrimonio principalmente en lo
que tiene que ver con el patrimonio de los concubinos y la comunidad de bienes, ya
que ese mismo ordinal quinto en su parte final, relega los aspectos de la unión libre o
consensual, a la ley vigente, cuando establece que se interpretará "de conformidad
con la ley".

Sin embargo, al no existir una Ley que regule los aspectos más
trascendentales del concubinato, la interpretación de la Jurisprudencia puede hacer,
como ha pasado, que involucione sobre los criterios ya fijados chocando con la
realidad existente en la República Dominicana y perjudicando a muchos ciudadanos
por la existencia de ese vacío legal.
Conforme hemos visto el Proyecto de Reforma del Código Civil Dominicano
contempla regular algunos aspectos del concubinato. Es de suma importancia que se
establezca una regulación legal integral para esta realidad social y más imperante es
esta necesidad, luego del vigente reconocimiento constitucional del año 2010 sobre
este tema, para que de esta forma el sistema jurídico pueda tener parámetros
específicos a la hora de evaluar una demanda en partición como consecuencia de la
disolución del concubinato.
“La unión singular y estable entre un hombre y una mujer, libres de impedimento
matrimonial, que forman un hogar de hecho, genera derechos y deberes en sus
relaciones personales y patrimoniales, de conformidad con la ley”. (Art. 55, numeral 5
de la Constitución de la República”
El asunto de saber si una mujer que se encontraba unida a un hombre por una unión
de hecho, denominada en la actualidad unión consensual y antes relación
concubinaria, se beneficiaba de alguna protección de ley se planteó por primera vez
en el ámbito de la responsabilidad civil extracontractual o responsabilidad delictual o
cuasidelictual, y más específicamente, en el ámbito de los accidentes automovilísticos,
al cuestionarse si ella tenía derecho a demandar judicialmente la reparación de los
daños y perjuicios sufridos a consecuencia de la muerte de su compañero sentimental.
Era la época de la denominada familia natural, que solamente generaba derechos y
obligaciones con respecto a los hijos que habían sido reconocidos, ya sea
voluntariamente o a través de la acción en reconocimiento judicial de paternidad, a los
términos de la ley núm. 985, de 1945, sobre Filiación de Hijos Naturales. Dado que el
último tema lo abordamos con anterioridad en http://jasi.margin0auto.com/prescripcion-
de-la-accion-en-reclamacion-de-paternidad/, por lo tanto nos remitimos a lo expresado
en el mismo. Pero en la relación entre hombre y mujer, es decir compañeros o
concubinos, la familia natural carecía del reconocimiento de la ley y en consecuencia
no generaba derechos entre sí.
Para negarle calidad a la mujer para accionar en responsabilidad civil a consecuencia
de la muerte de su concubino la jurisprudencia dominicana recurrió durante muchos
años, de la misma manera que lo había hecho la francesa, a exigir los requisitos para
el ejercicio de la acción judicial de derecho común, entre los que se encontraba la
lesión de un interés jurídicamente protegido y la preexistencia de un vínculo de
derecho entre el demandante y la víctima primaria. Era la época en que al decir del Dr.
Salvador Jorge Blanco la tendencia de nuestra jurisprudencia era la de preservar el
orden familiar legalmente reconocido, rechazando aquellas situaciones que tendían a
introducir un elemento extraño en las instituciones familiares.
La relación entre un hombre y una mujer unidos no por el vínculo matrimonial comenzó
a tener cierto reconocimiento legal en la República Dominicana con la ley 14-94, que
crea el Código para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes, al disponer en su
artículo 19 que se entiende por familia, además de la basada en el matrimonio, la
comunidad formada por un padre y una madre, o por uno de ellos y sus descendientes
nacidos de una unión consensual o de hecho. Posteriormente la ley 136-03,
denominada Código para el Sistema de Protección y los Derechos Fundamentales de
Niños, Niñas y Adolescentes, en su artículo 58, literal a), comprende dentro de la
familia el padre y la madre, los hijos(as) biológicos(as), adoptados(as) o de crianza,
frutos de un matrimonio o de una unión consensual.
Las consecuencias de la vigencia de la ley 14-94 y de la 136-03 se hicieron sentir a
nivel jurisprudencial. Es así como la Segunda Cámara (hoy Sala) de la Suprema Corte
de Justicia mediante su sentencia del 17 de octubre de 2001, B.J. 1091, dijo “que las
uniones no matrimoniales, uniones consensuales, libres o de hecho, constituyen en
nuestro tiempo y realidad nacional una manifestación innegable de las posibilidades de
constitución de un grupo familiar, y las mismas reúnen un potencial con trascendencia
jurídica; que si bien el matrimonio y la convivencia extramatrimonial no son a todos los
efectos realidades equivalentes, de ello no se puede deducir que siempre procede la
exclusión de amparo legal de quienes convivan establemente en unión de hecho,
porque esto sería incompatible con la igualdad jurídica y la prohibición de todo
discrimen que la Constitución de la República garantiza”.
Pero no bastaba una unión consensual cualquiera para que ella generara derechos,
sino que la misma sentencia estableció los criterios sobre cuya base esa relación
podía generar derechos y obligaciones entre las personas vinculadas, y más allá de
los mismos. Al efecto dicho tribunal dijo: “…siempre y cuando esa unión se encuentre
revestida de las características siguientes: a) una convivencia “more uxorio”, o lo que
es lo mismo, una identificación con el modelo de convivencia desarrollado en los
hogares de las familias fundadas en el matrimonio, lo que se traduce en una relación
pública y notoria, quedando excluidas las basadas en relaciones ocultas y secretas; b)
ausencia de formalidad legal en la unión; c) una comunidad de vida familiar estable y
duradera, con profundos lazos de afectividad; d) que la unión presente condiciones de
singularidad, es decir, que no existan de parte de los dos convivientes iguales lazos de
afectos o nexos formales de matrimonio con otros terceros o en forma simultánea, o
sea, debe hacer una relación monogámica, quedando excluidas de este concepto las
uniones de hecho que en sus orígenes fueron pérfidas, aún cuando haya cesado esa
condición por la disolución posterior del vínculo matrimonial de uno de los integrantes
de la unión consensual con una tercera persona; e) que esa unión familiar de hecho
esté integrada por dos personas de distintos sexos que vivan como marido y mujer sin
estar casados entre sí”.[1]
A esos criterios o requisitos se adhirió posteriormente la Primera Cámara (hoy Sala)
de la S.C.J. Sin embargo, en varias sentencias posteriores, aunque reconociendo los
efectos de esas uniones consensuales y admitiendo la existencia de una sociedad de
hechos entre ellos, se resistía a considerar que esa relación originara la presunción
legal de comunidad de bienes que tiene el matrimonio. Expresó al efecto en el año
2005: “La relación de hecho no disfruta de la presunción legal de comunidad de bienes
que tiene el matrimonio, al no existir regulación legal respecto a los bienes fomentados
por los concubinos, y por no contar con el carácter contractual que caracteriza al
matrimonio, lo que se materializa al momento de que el mismo es celebrado por ante
el oficial del estado civil, puesto que la administración y suerte del patrimonio común el
matrimonio está sujeta a los regímenes matrimoniales, que para ser aplicados a cada
matrimonio en particular, se tomará en cuenta la voluntad expresa o no de ambos
cónyuges de escoger alguno en específico, sea el de separación de bienes o el de la
comunidad legal.”[2]
Durante algunos años en la jurisdicción civil de nuestra Corte de Casación prevalecía
el criterio de que, si durante una unión consensual los concubinos aportan recursos de
índole material o intelectual en la constitución o fomento de un patrimonio común, lo
que en realidad se forma entre ellos es una sociedad de hecho, la cual puede ser
establecida por cualquier medio de prueba, y sujeta a las reglas de partición que
establecen los artículos 823 y siguientes del Código Civil.[3]Ese criterio jurisprudencial
ha variado, como veremos más adelante.
A partir de la precitada sentencia de la Segunda Cámara del 17 de octubre de 2001 el
proceso evolutivo de las relaciones de las uniones establecidas fuera del matrimonio
tiene un saldo favorable a las uniones consensuales, reconociendo la jurisprudencia
no solamente que un concubino pueda derivar derechos tendientes a la reparación de
los daños por la muerte de su compañero, sino que es la propia Constitución de la
República la que consagra que la unión singular entre un hombre y una mujer, libres
de impedimento matrimoniales, que forma un hogar de hecho, genera derechos y
deberes en sus relaciones personales y patrimoniales.
Como un reflejo de la continuación de ese proceso favorable a las uniones
consensuales, y ya dentro del marco establecido por la Constitución de la República
proclamada el 26 de enero de 2010, nos encontramos con la sentencia de la Primera
Sala de la Suprema Corte de Justicia del 3 de julio de 2013, que manteniendo los
requisitos para que la unión consensual pueda generar derechos y obligaciones entre
las personas vinculadas, que había exigido la Cámara Penal de la Suprema Corte de
Justicia en su sentencia de octubre de 2001, varió su criterio anterior el cual se
encontraba asentado en que “La relación de hecho no disfruta de la presunción legal
de comunidad de bienes que tiene el matrimonio.”
Para variar su criterio, dicha Sala expuso, en uno de sus considerandos más
significativos, lo siguiente:
“Considerando, que para un mayor abundamiento vale destacar que, el criterio jurídico
expuesto por la corte a-qua es compartido por esta Sala Civil y Comercial de la
Suprema Corte de Justicia, en razón de que, si bien es cierto que el Código Civil
Dominicano no reglamenta las relaciones que surgen del concubinato, no menos
verdadero es que interpretar que las parejas unidas por este tipo de relación no tienen
derechos, sería contrario a los principios constitucionales vigentes relativos a la
igualdad, la dignidad humana y la familia, consagrados en los artículos 38, 39, y 55 de
la Constitución y, especialmente, el numeral 5) del artículo 55, que establece que, “la
unión singular y estable entre un hombre y una mujer, libres de impedimento
matrimonial, que forman un hogar de hecho, genera derechos y deberes en sus
relaciones personales y patrimoniales, de conformidad con la ley”; que, además, al
reconocer como derechos fundamentales los derechos de la familia en el numeral 11
del artículo antes mencionado, nuestra Carta Magna reconoce el trabajo del hogar
como “actividad económica que crea valor agregado y produce riqueza y bienestar
social”; que, en efecto, mantener una visión contraria a tales conceptos
constitucionales, estimularía y profundizaría la desigualdad e injusticia en las
relaciones sociales y vulneraría derechos fundamentales de la persona humana, toda
vez que al reconocer que la unión singular y estable, como la instituida en la especie,
genera derechos patrimoniales y que el trabajo doméstico constituye una actividad
económica que genera riqueza y derechos, además, es innegable, desde esta
concepción, que los bienes materiales no son los únicos elementos con valor relevante
a considerar en la constitución de un patrimonio común entre parejas consensuales;
que, en consecuencia, al comprobar la corte a-qua una relación de concubinato “more
uxorio” existe una presunción irrefragable de comunidad entre los concubinos, no
siendo necesario exigírsele a la hoy recurrida, la prueba de la medida en que los
bienes fomentados han sido el producto del aporte común, sin tomar en cuenta que
dichos aportes no necesariamente deben ser materiales para la constitución del
patrimonio común;”.[4]
La jurisprudencia dominicana había enarbolado el principio de que el simple hecho de
la existencia de la unión consensual o de concubinato no implicaba por sí sola una
sociedad, salvo que la concubina no demostrara su participación en esa sociedad de
hecho fomentada con su ex conviviente, la proporción en que ella contribuyó al
incremento y producción de esa sociedad y cuáles fueron sus aportes a la misma.
Sin embargo, continuando su proceso en beneficio de las uniones consensuales, en la
actualidadla jurisprudencia dominicana a partir de la existencia de una relación de
concubinato “more uxorio” deriva las consecuencias siguientes:
 Existe una presunción irrefragable de comunidad según la cual no se exige de la
prueba previa de una sociedad de hecho;
 Para la partición de los bienes no se requiere de la prueba de aportes materiales o
intelectuales de los concubinos, bastando la prueba del concubinato existente entre las
partes;
 Que los aportes de los concubinos no necesariamente deben ser materiales para la
constitución del patrimonio común; también son aportes cuando se trabaja en las
labores propias del hogar, tarea que es común en nuestro entorno familiar como propia
de la mujer;
 Que el concubinato produce efectos asimilables al matrimonio;
 Que la primera etapa, el tribunal apoderado debe limitarse a ordenar o rechazar la
partición y, si la demanda es acogida, le sigue una segunda etapa que consistirá en
las operaciones propias de la partición, a cargo de los peritos, que se encargan de
tasar los inmuebles e indicar si son o no de cómoda división;
 Que la partición de la comunidad creada por las uniones consensuales se rigen por el
artículo 823 y siguientes del Código Civil, y por lo tanto todo lo concerniente a la
acción en partición y las contestaciones relacionadas con esta, incluidas las relativas a
los bienes que conforman la masa a partir, incumben al juez comisionado para
conocer de la partición;
 Que el artículo 1399 del Código Civil, a cuyo tenor “La comunidad sea legal o
convencional, empieza desde el día en que el matrimonio se ha contraído ante el
Oficial del Estado Civil: no puede estipularse que comience en otra época”, solo regula
la situación jurídica del matrimonio, no la de las uniones consensuales.
 El artículo 815 del Código Civil dominicano, le reconoce a las partes el derecho de no
permanecer en estado de indivisión.
No tenemos dudas de que la evolución de la jurisprudencia dominicana seguirá
acercando cada día más los efectos de las uniones consensuales a las derivadas del
matrimonio, no solamente por un mandato constitucional, sino también por una
realidad social de nuestro país. Debemos apoyar ese proceso evolutivo.
Bibliografía

· Castellanos Pizano, Victor Joaquín, Instituciones de Derecho Civil, Ediciones Trajano


Potentini, Santo Domingo, 2007.

· Monción, Segundo E., La Litis, Los Incidentes y la Demanda en Referimiento en la


Jurisdicción Inmobiliaria, Formularios y Jurisprudencias, Tercera Edición, Editorial
Centenario, 2015.

· Subero Isa, Jorge, Presunción Irrefragable de Comunidad de Bienes en las Uniones


Consensuales. Disponible
en: http://jorgesuberoisa.blogspot.com/2014_05_01_archive.html.

· Constitución de la República Dominicana de fecha 26 de enero de 2010.

· Código Civil y Legislación Complementaria.

· Código Laboral de la República Dominicana

· Sentencia de la Segunda Sala (Cámara) de la Suprema Corte de Justicia de la


República Dominicana de fecha 17 de octubre del 2001.

· Sentencia de la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de fecha 7 de julio


2010. Sixto Rafael Domínguez vs Maritza Rodríguez.

[1] Castellanos Pizano, Victor Joaquín, Instituciones de Derecho Civil, Ediciones Trajano
Potentini, Santo Domingo, 2007, p. 50-55.

[2] Monción, Segundo E, La Litis, Los Incidentes y la Demanda en Referimiento en la


Jurisdicción Inmobiliaria, Formularios y Jurisprudencias, Tercera Edición, Editorial Centenario,
2015, p. 583.
[3] Ob. Cit., p. 63-65.
[4] Sixto Rafael Domínguez vs Maritza Rodríguez Fecha: 7 de julio 2010.
[5] Monción, Segundo E., Ob. Cit., p. 586.
[6] Subero Isa, Jorge, Presunción Irrefragable de Comunidad de Bienes en las Uniones
Consensuales. Disponible en: http://jorgesuberoisa.blogspot.com/2014_05_01_archive.htm.
[7] Ob. Cit., p. 58-60.
[8] Monción, Segundo E., Ob. Cit., p. 590-591.

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