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Sucre: La Perla de la Historia

Personajes:
- Antonio José de Sucre: Héroe de la independencia de Bolivia y Venezuela, y primer
presidente de Bolivia.
- Pedro de Heredia: Conquistador español que fundó la ciudad de Cartagena y
exploró las tierras de los indígenas zenúes.
- Jerónimo de Bombanti: Fundador del municipio de Sucre en Colombia, en la región
de La Mojana.
- Kuysara: Cacique yampara que pidió ayuda a los españoles para defenderse de
los incas.
- Tomás de Torres: Primer obispo de la diócesis de Cartagena y defensor de los
derechos de los indígenas.
- Narrador: Voz en off que introduce y comenta la acción.

Acto I

Escena 1 (Narrador)
La historia de Sucre es la historia de un hombre que se repite en diferentes lugares
y momentos de América Latina. Un nombre que evoca la lucha por la libertad, la
resistencia al colonialismo, y la diversidad cultural. Un nombre que honra la memoria
de Antonio José de Sucre, el gran mariscal de Ayacucho, que participó en las
batallas decisivas para la independencia de Bolivia y Venezuela, y que fue el primer
presidente de la República de Bolivia. Veamos ahora cómo se originó el nombre de
Sucre en Bolivia, el país que lo eligió como su capital.

Escena 2 (Se ilumina el escenario con una luz cálida y se escucha música andina.
Aparecen Sucre y Kuysara, vestidos con trajes típicos de la región. Están en la
ciudad de Chuquisaca, actual Sucre, en el año 1825.)
Sucre: Amigo Kuysara, te agradezco tu hospitalidad y tu apoyo en la guerra contra
los realistas. Gracias a ti y a tu pueblo, hemos logrado liberar estas tierras del yugo
español.
Kuysara: No hay de qué, hermano Sucre. Nosotros también somos hijos de la
libertad. Hace mucho tiempo, antes de que llegaran los españoles, nosotros
vivíamos en paz y armonía bajo el mando de nuestro gran cacique Tomayapo. Pero
los incas nos invadieron y nos sometieron a su imperio. Por eso, cuando llegaron
los españoles, les pedimos ayuda para defendernos de los incas. Pero ellos nos
traicionaron y nos esclavizaron. Por eso, cuando tú llegaste con tu ejército libertador,
te recibimos con los brazos abiertos. Tú eres nuestro héroe, nuestro salvador,
nuestro padre.
Sucre: No digas eso, Kuysara. Yo no soy más que un soldado al servicio de la causa
de Bolívar, el libertador de América. Él es el verdadero padre de la patria, el que ha
soñado con crear una gran nación que una a todos los pueblos de este continente.
Yo solo he cumplido con mi deber, y he seguido sus órdenes.
Kuysara: Pero tú has hecho mucho más que eso, Sucre. Tú has vencido al enemigo
en las batallas de Pichincha, Junín y Ayacucho. Tú has proclamado la
independencia de este país, que antes se llamaba Alto Perú, y que ahora se llama
Bolivia, en honor a Bolívar. Tú has sido elegido como su primer presidente, y has
dictado su primera constitución. Tú has hecho historia, Sucre. Y nosotros queremos
que esa historia se recuerde para siempre. Por eso, hemos decidido cambiar el
nombre de nuestra ciudad, que antes se llamaba Chuquisaca, y que ahora se
llamará Sucre, como tú.
Sucre: ¿Qué? ¿Estás seguro de lo que dices? ¿Habéis tomado esa decisión todos
los habitantes de esta ciudad?
Kuysara: Sí, Sucre. Así lo hemos acordado en una asamblea popular. Todos
estamos de acuerdo en que este es el mejor homenaje que podemos hacerte.
Queremos que tu nombre quede grabado en el corazón de esta ciudad, que es la
más antigua y la más bella de Bolivia. Queremos que tu nombre sea el símbolo de
nuestra identidad, de nuestra cultura, de nuestra libertad.
Sucre: No sé qué decir, Kuysara. Estoy conmovido y agradecido por este gesto tan
generoso y noble. Pero también me siento abrumado y humilde. Yo no merezco
tanto honor. Yo no soy más que un hombre, que ha cumplido con su deber. Yo no
soy un dios, ni un rey, ni un santo. Yo soy solo Sucre, el amigo de Bolívar, el hijo de
Venezuela, el hermano de América.
Kuysara: No seas modesto, Sucre. Tú eres mucho más que eso. Tú eres Sucre, el
gran mariscal de Ayacucho, el primer presidente de Bolivia, el padre de Sucre. (Se
abrazan y se escucha un aplauso. Se apaga la luz y se cambia la música. El
narrador vuelve a hablar.)

Narrador: Así fue como nació el nombre de Sucre en Bolivia, la capital constitucional
y sede del poder judicial del país. Pero este no fue el único lugar que adoptó el
nombre de Sucre en honor al héroe de la independencia. También lo hicieron otros
lugares de América Latina, como un departamento y un municipio de Colombia, una
provincia y una ciudad de Ecuador, y una ciudad de Venezuela. Veamos ahora
cómo se originó el nombre de Sucre en Colombia, el país donde murió asesinado el
gran mariscal.

Acto II

Escena 1 (Narrador)
El departamento de Sucre es uno de los treinta y dos que forman la República de
Colombia. Su capital es Sincelejo. Está ubicado al norte del país, en la región
Caribe. Tiene una superficie de 10 670 km² y una población de más de 900 000
habitantes. Su nombre se debe a Antonio José de Sucre, en reconocimiento a su
papel en la independencia de Colombia y de América. Sucre fue creado en 1966,
por segregación del departamento de Bolívar, del cual formaba parte. Su historia se
remonta a la época precolombina, cuando el territorio era habitado por los indígenas
zenúes, que se destacaban por su habilidad para construir canales de riego y
drenaje, y por su arte en la orfebrería y la cerámica.

Escena 2 (Se ilumina el escenario con una luz azul y se escucha música caribeña.
Aparecen Pedro de Heredia y Tomás de Torres, vestidos con trajes de la época
colonial. Están en la región de La Mojana, actual municipio de Sucre, en el año
1535.)

Pedro de Heredia: Aquí estamos, señor obispo, en las tierras de los indios zenúes.
Estos son los que llaman los indios de las aguas, porque viven en medio de lagunas
y pantanos, y se desplazan en canoas. Son muy ricos en oro y perlas, y muy dóciles
y pacíficos. Yo los he visitado varias veces, y les he predicado la fe católica y la
obediencia al rey de España. Ellos me han recibido bien, y me han dado muchos
presentes. Yo les he dado a cambio algunas cuentas de vidrio y algunas
campanillas, que les han gustado mucho. Estoy seguro de que podremos fundar
aquí una villa, y hacer de estos indios unos buenos cristianos y súbditos.

Tomás de Torres: No estoy tan seguro, señor gobernador. Yo he oído que estos
indios son muy rebeldes y astutos, y que no se dejan engañar tan fácilmente. Yo he
oído que ellos tienen sus propios dioses y sus propias leyes, y que no quieren
renunciar a ellos. Yo he oído que ellos se resisten a pagar el tributo que les exigimos,
y que se esconden en sus ciénagas cuando ven venir a nuestros soldados. Yo he
oído que ellos han matado a muchos de nuestros compatriotas, y no pagan sus
tributos.

Pedro de Heredia: Es cierto, señor obispo, que estos indios tienen sus propias
costumbres y creencias. Pero eso no significa que no puedan ser civilizados y
cristianizados. Nosotros tenemos la verdad y la razón de nuestro lado. Nosotros
tenemos la misión de llevar la luz de la fe y la civilización a estas tierras oscuras y
bárbaras. Nosotros tenemos el deber de hacer que estos indios sean buenos
cristianos y súbditos del rey de España. Y lo haremos, con paciencia y con firmeza.

Tomás de Torres: Pero ¿a qué precio, señor gobernador? ¿A costa de su libertad y


su dignidad? ¿A costa de su cultura y su identidad? ¿A costa de su vida y su
felicidad? ¿No sería mejor respetar su diversidad y su autonomía, y buscar un
diálogo y un acuerdo con ellos? ¿No sería mejor aprender de ellos, y enriquecernos
con su sabiduría y su arte? ¿No sería mejor ser amigos y hermanos, y no enemigos
y opresores?

Pedro de Heredia: No te preocupes, señor obispo. Yo no soy un tirano ni un fanático.


Yo soy un hombre de paz y de justicia, que respeta los derechos y las libertades de
todos. Yo sé que tú eres un hombre sabio y piadoso, que defiende los derechos y
las libertades de los indios y de los pobres. Yo sé que juntos podemos construir una
sociedad justa y próspera, en la que todos seamos iguales ante Dios y ante la ley.

Tomás de Torres: Así sea, señor gobernador. Que Dios nos ilumine y nos guíe en
esta empresa. Que sepamos ser fieles a su palabra y a su voluntad, y no caer en la
tentación del poder y del dinero. Que sepamos ser humildes y generosos, y no
olvidar que somos siervos de Dios y de los hombres. Que sepamos ser valientes y
perseverantes, y no desfallecer ante las dificultades y los peligros. Que sepamos
ser amigos y hermanos, y no enemigos y opresores. Que sepamos ser Sucre, el
gran mariscal de Ayacucho, el primer presidente de Bolivia, el padre de Sucre.

Escena 3 (Se escucha un ruido de tambores y aparece Jerónimo de Bombanti,


vestido con un traje típico de la región. Está acompañado por un grupo de indígenas
zenúes.)

Jerónimo de Bombanti: Señores, les agradezco su visita y su interés por nuestra


región. Yo soy Jerónimo de Bombanti, el fundador de este municipio que lleva el
nombre de Sucre. Estoy seguro de que podrán encontrar aquí muchas
oportunidades de negocio y de inversión, así como de conocer nuestra rica cultura
y nuestra hermosa naturaleza.

Pedro de Heredia: Muchas gracias, señor Bombanti. Nosotros estamos interesados


en conocer más sobre esta región y sus habitantes. ¿Podría usted contarnos un
poco sobre la historia de este lugar?

Jerónimo de Bombanti: Por supuesto, señor gobernador. Esta región ha sido


habitada desde hace miles de años por los indígenas zenúes, que se destacan por
su habilidad para construir canales de riego y drenaje, y por su arte en la orfebrería
y la cerámica. Ellos vivían en pequeñas aldeas y se dedicaban a la agricultura, la
pesca y la caza. Pero en el siglo XVI llegaron los españoles, liderados por Pedro de
Heredia, y comenzaron a explorar y a conquistar estas tierras.

Tomás de Torres: ¿Y cómo reaccionaron los indígenas ante la llegada de los


españoles?

Jerónimo de Bombanti: Al principio, los indígenas zenúes recibieron a los españoles


con curiosidad y amistad. Les ofrecieron alimentos y alojamiento, y les mostraron
sus costumbres y sus creencias. Pero pronto se dieron cuenta de que los españoles
no venían en son de paz y de amistad, sino en busca de oro y de esclavos. Los
españoles comenzaron a exigir tributos y a imponer su religión y su cultura. Los
indígenas se resistieron, pero fueron sometidos por la fuerza y la violencia.

Pedro de Heredia: Lamento mucho que haya sido así, señor Bombanti. Pero
nosotros no somos como esos españoles del pasado. Nosotros venimos en son de
paz y de amistad, para aprender de ustedes y para ayudarles en lo que podamos.
Queremos que esta región prospere y se desarrolle, pero sin perder su identidad y
su cultura.

Tomás de Torres: Así es, señor Bombanti. Nosotros somos hombres de Dios y de
la ley, que venimos a predicar la fe y la justicia, y a defender los derechos y las
libertades de todos los habitantes de estas tierras. Queremos que los indígenas
zenúes sean respetados y valorados por su sabiduría y su arte, y que puedan vivir
en paz y en armonía con los demás habitantes de esta región.
Jerónimo de Bombanti: Me alegra mucho escuchar eso, señores. Yo también creo
en la convivencia pacífica y en el respeto a la diversidad. Yo también creo en la
justicia y en la solidaridad. Yo también creo en la fe y en la esperanza. Por eso, les
doy la bienvenida a esta región, y les ofrezco mi amistad y mi colaboración. Juntos
podemos hacer de Sucre un lugar mejor para todos. .

Escena 4
(Se ilumina el escenario con una luz blanca y se escucha música clásica. Aparece
un coro de niños y niñas, vestidos con trajes típicos de la región. Están en la plaza
principal del municipio de Sucre, en el año actual.)

Coro: (Cantan) Sucre, Sucre, la perla de la historia, la luz de la libertad, el símbolo


de la gloria. Sucre, Sucre, la cuna de la patria, la tierra de los valientes, la fuente de
la esperanza.

Narrador: (Voz en off) Así suena el coro de niños y niñas que cantan en honor a
Sucre, el héroe de la independencia de Bolivia y Venezuela, y el padre de Sucre, el
municipio de Colombia que lleva su nombre. Así suena el coro que recuerda la
historia y la cultura de esta región, que es la más antigua y la más bella de Bolivia.
Así suena el coro que celebra la diversidad y la identidad de los pueblos de América
Latina, que lucharon y luchan por su libertad y su dignidad.

Pedro de Heredia: (Aparece en escena) ¿Qué es ese hermoso canto que escucho,
señor obispo?

Tomás de Torres: (Aparece en escena) Es el canto de los niños y niñas de Sucre,


señor gobernador. Están cantando en honor a Antonio José de Sucre, el gran
mariscal de Ayacucho, que participó en las batallas decisivas para la independencia
de Bolivia y Venezuela, y que fue el primer presidente de la República de Bolivia.

Pedro de Heredia: (Emocionado) ¡Qué hermoso canto! ¡Qué hermoso homenaje!


Me alegra mucho ver que el nombre de Sucre sigue vivo y presente en esta región,
que es la cuna de la historia y la cultura de Bolivia. Me alegra mucho ver que los
niños y niñas de Sucre siguen cantando la gloria de su héroe, y que siguen
recordando su legado de libertad y de justicia.
Tomás de Torres: (Conmovido) Así es, señor gobernador. Los niños y niñas de
Sucre son el futuro de esta región, y de este país. Ellos son los que deben continuar
la lucha por la libertad y la dignidad de los pueblos de América Latina. Ellos son los
que deben construir una sociedad justa y próspera, en la que todos seamos iguales
ante Dios y ante la ley.

Pedro de Heredia: (Con esperanza) Así sea, señor obispo. Que los niños y niñas de
Sucre sean los nuevos héroes de la independencia, los nuevos padres de la patria,
los nuevos Sucre. Que ellos sigan cantando la gloria de la historia y la cultura de
esta región, y que sigan luchando por un futuro mejor para todos. Que ellos sigan
siendo la luz de la libertad, el símbolo de la gloria, la fuente de la esperanza. Que
ellos sigan siendo Sucre. (Se apaga la luz y se escucha el coro de niños y niñas
cantando.)

Narrador: (Voz en off) Y así termina nuestra obra, con el canto de los niños y niñas
de Sucre, que nos recuerdan que la historia y la cultura de esta región son un tesoro
que debemos cuidar y valorar. Que la lucha por la libertad y la dignidad de los
pueblos de América Latina es una tarea que debemos continuar y fortalecer. Que el
legado de Antonio José de Sucre es un ejemplo que debemos seguir y honrar. Que
Sucre es mucho más que un nombre, es una identidad, una historia, una cultura,
una esperanza. Que Sucre es la perla de la historia, la luz de la libertad, el símbolo
de la gloria. Que Sucre es la cuna de la patria, la tierra de los valientes, la fuente de
la esperanza. Que Sucre es América Latina. (Se apaga la luz y se escucha música
andina.)

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