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Entre los principales retos que mencionó el profesor Leyva está la transición que debe asumir
Bogotá y su región metropolitana hacia un modelo de crecimiento social, económico y ecológico
sostenible, desde una perspectiva de territorio y no a partir de la definición de los suelos de
expansión urbana.
¿Cuáles considera son los problemas estructurales de Bogotá - Región en términos medio
ambientales?
Entiendo como ambiental lo social, económico y ecológico relacionado, funcionando y operando a
manera de un sistema integral. Visto de esta forma el principal problema de Bogotá Región es que
su crecimiento material y social está descontrolado, desconectado de las dinámicas de un territorio
con unas características únicas y claros limitantes naturales; sus geo-ecosistemas no tienen la
posibilidad de soportar el modelo actual. El deterioro es evidente. Este modelo responde a una
estructura económica-social direccionada por el rédito financiero, la concentración de la riqueza, la
extrema pobreza, el consumo sin límites, el desperdicio de materiales y energía, la contaminación y
la transformación-artificialización del medio natural hasta el agotamiento de las estructuras de
soporte: subsuelo, suelo, ecosistemas, hidrología. Este territorio además recibe los impactos
locales de los cambios en la composición atmosférica y el impacto del cambio global y climático
planetario. Todo con graves consecuencias sobre el ciclo hidrológico, la biodiversidad y el paisaje,
lo que repercute en la calidad de vida, la producción agropecuaria, las infraestructuras de
transporte, la energía o el manejo de residuos, las estructuras urbanas, la vivienda, la industria y el
comercio.
Bogotá y su región, desde los municipios y unidades geográficas inmediatas, que hacen parte de
su área metropolitana, hasta los departamentos que la rodean empezando por Cundinamarca,
Boyacá, Meta y el Tolima, en los últimos decenios terminaron concentrando el poder, polarizando
el crecimiento, la riqueza y deformando la estructura urbana del país, que antes era ejemplo
mundial de crecimiento regional más o menos equilibrado. Esta deformidad y su consecuente
vulnerabilidad tiene efectos autodestructivos, evidenciados claramente por la actual pandemia y la
profunda crisis “multidimensional” que desató.
Para lograr un desarrollo en equilibrio dinámico con los procesos biogeoquímicos locales y
planetarios se deben transformar las relaciones entre los humanos e incorporar la naturaleza en las
decisiones. Esto significa un cambio profundo en el modelo de crecimiento económico, sus
relaciones y consecuencias. Es necesario transformar las estructuras productivas, las relaciones
sociales, la cultura y por supuesto la forma de ocupar, utilizar y cuidar el territorio. Esta nueva
forma de vida, uso y conservación de recursos puede tener diversas manifestaciones, desde luego
el proceso afectará las decisiones personales y colectivas, lo que a su vez se reconocerá en el
territorio. Estos cambios deben darse, todas las señales son claras, el asunto es cómo realizarlos,
por medio de procesos de transición pensados, consensuados, planeados, controlados, solidarios,
sin estropicios y efectos secundarios mayores o por el contrario como una secuencia encadenada y
discordante de explosiones sociales, violencia y represión para tratar de contener el cambio.
Las grandes ciudades del mundo como Bogotá y su región están llamadas por su peso específico y
su rol en las estructuras de la globalización a cumplir un papel dinamizador en una transición
“civilizada” a un mundo sostenible, avanzando en propuestas de transición, como lo hacen varias
metrópolis, desde luego dentro de sus limitaciones por el marco institucional nacional e
internacional y los procesos de globalización en que se inscriben. Otra opción es el ‘laissez faire’, la
inacción frente a las fuerzas telúricas globalizadoras y la reacción al cambio.
¿Cómo ve la relación de la región metropolitana con las demás entidades que tienen
competencias ambientales en el territorio como la CAR?
Competencias y accionar ambiental tienen todas las entidades del orden nacional, sectorial,
regional, local, empresarial, social, etcétera, en la medida en que con nuestras actividades todos
interactuamos, afectamos a los demás e intervenimos en los procesos naturales. Considero que es
necesario abandonar los criterios analíticos tradicionales y examinar el crecimiento y
transformación del territorio con base en la información empírica disponible, para tener una
apreciación más completa de la realidad. Los cambios en la Región Metropolitana de Bogotá son el
producto de una serie de decisiones y acciones del orden nacional como resultado de las políticas
gubernamentales que tienen expresión concreta, por ejemplo, en la construcción de infraestructura
energética, de transporte o en programas de vivienda; esto se replica en el departamento y los
municipios, con lo que se transforma el territorio desde todos los niveles del Estado, se desconoce
desde luego el alcance de los impactos y de los efectos acumulados de los mismos. El aparato
productivo por su parte también tiene planes y proyectos para su expansión, a mi modo de ver más
claros y consistentes que los de las instituciones públicas, con proyecciones de mediano y largo
plazo que terminan siendo factores determinantes de la transformación del territorio con una
dinámica que la institucionalidad y los gobiernos nacional o local no logran alcanzar.
¿Cuáles son los principales desafíos que debe enfrentar la región metropolitana en términos
ambientales?
El mayor desafío es definir consensuada y democráticamente un proceso de transición del modelo
de crecimiento actual que es absolutamente insostenible en el territorio de la llamada región
metropolitana de Bogotá a un modelo frugal de consumo y control de la actual destrucción del
medio natural. Para ello se requiere una visión de territorio, no de perímetro político administrativo
en el que la mayor preocupación es la determinación de los “suelos de expansión urbana” sus
densidades y demás.
La actual pandemia señala cambios que es preciso estudiar: un porcentaje de la población migró al
campo, a otras ciudades o al exterior. La ciudad metropolitana evidentemente se expandió. Las
infraestructuras y preferencia por los medios de transporte también cambiaron. Las
telecomunicaciones transformaron los hábitos de trabajo y estudio. La generación de energía
eléctrica empezó a replantearse. Los planteamientos sobre expansión o concentración de lo
construido se deben reconsiderar. La relación con la naturaleza es otra. La valoración de la vida
propia y de los otros, de sus necesidades, pobreza y hambre cambió, esto exige nuevas
aproximaciones y políticas.
La equidad con los municipios del área metropolitana es urgente, Bogotá no puede continuar
tomando decisiones que los afectan gravemente y dejar que reciban los impactos y efectos
adversos en el territorio y la población y los tengan que asumir con sus recursos.